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Un Solo Propósito Eterno - Alberto Calviño

El documento reflexiona sobre la centralidad de Cristo y su Iglesia en el plan eterno de Dios, argumentando que hay un solo pacto, un solo pueblo y un solo propósito eterno. Se critica la tendencia de algunos en la iglesia evangélica de volver a prácticas judías y de asociar conflictos bélicos con profecías, enfatizando que el verdadero enfoque debe ser el evangelio y la unidad en Cristo. Se sostiene que la Iglesia es el único pueblo eterno de Dios, que incluye tanto a judíos como a gentiles bajo un mismo pacto de salvación.

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Un Solo Propósito Eterno - Alberto Calviño

El documento reflexiona sobre la centralidad de Cristo y su Iglesia en el plan eterno de Dios, argumentando que hay un solo pacto, un solo pueblo y un solo propósito eterno. Se critica la tendencia de algunos en la iglesia evangélica de volver a prácticas judías y de asociar conflictos bélicos con profecías, enfatizando que el verdadero enfoque debe ser el evangelio y la unidad en Cristo. Se sostiene que la Iglesia es el único pueblo eterno de Dios, que incluye tanto a judíos como a gentiles bajo un mismo pacto de salvación.

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| ALBERTO CALVIÑO

UN SOLO PACTO ETERNO


UN SOLO PUEBLO ETERNO
UN SOLO PROPÓSITO ETERNO
Una reflexión bíblica y cristocéntrica que afirma la
centralidad de Cristo y su Iglesia como la plena revelación
del plan eterno de Dios, por encima de toda
interpretación terrenal.
UN SOLO PACTO ETERNO
UN SOLO PUEBLO ETERNO
UN SOLO PROPÓSITO ETERNO

Introducción:
A la luz de los acontecimientos actuales, y acudiendo al pedido de hermanos
y amigos, sentí la necesidad de exponer algunas consideraciones importantes
desde el punto de vista de las Escrituras.

Tengo 64 años y nací en un hogar cristiano. Desde que tengo uso de razón he
visto una dinámica que se repite: cada cierta cantidad de años, tal vez 10 o 15, surge
dentro de la iglesia evangélica una oleada sionista que pretende hacernos volver la
mirada a algo terrenal, mientras que el apóstol Pablo nos exhorta a centrar toda
nuestra atención en las cosas de arriba (Col. 3:1).

Es así que muchos comienzan a guardar ciertas fiestas y costumbres judías.


Creen que si utilizan algunas palabras hebreas como Yesúa, Adonai, Elohim,
Jehová, shalom, etc., suena más espiritual. Esto lo vemos en el vocabulario, en las
canciones y hasta en las oraciones.

Es significativo que ni Jesús ni los apóstoles promovieran semejante


pensamiento. Ninguna de estas palabras aparece en las páginas del Nuevo
Testamento. El término por excelencia que eligieron para referirse a Dios es
sencillamente Padre, y ni por asomo se les ocurrió la disparatada idea de que si
utilizaban algún término hebreo sonaría más espiritual.

Por otra parte, siempre que resurge el conflicto bélico en la zona, aparecen
las voces que pretenden espiritualizar la guerra, asignándole algún tinte profético.
Y lo que es peor: oran para que la nación de Israel salga victoriosa, lo cual implica
que la nación enemiga, cual sea, sea derrotada, lo que a su vez conlleva muchas
muertes humanas.

Debo decir con total seguridad, desde la perspectiva del Nuevo Pacto y el
mensaje apostólico, que Dios no está en esa cuestión. Dios no está interesado en
matar gente, ya que Él mismo ha determinado que este no es tiempo de juicio,
sino el Día de Salvación (2° Corintios 6:2).

Las Escrituras nos dicen que la iglesia del primer siglo perseveraba en la
"doctrina de los apóstoles", no en la "ley de Moisés" ni en los escritos de los profetas,
sino en la voz apostólica que tomaba los escritos antiguos y los decodificaba como
"ministros competentes del nuevo pacto". Por esta razón, mi punto de partida para
analizar toda esta situación será el pensamiento apostólico y las palabras de
nuestro Señor.

Con ese fin, deseo abordar tres cuestiones centrales a fin de tener una clara
comprensión del evangelio. Dios tiene un solo Pacto Eterno, un solo Pueblo Eterno
y un solo Propósito Eterno, y esto será explicado y fundamentado en las próximas
líneas.

| ALBERTO CALVIÑO
UN SOLO PACTO ETERNO
UN SOLO PUEBLO ETERNO
UN SOLO PROPÓSITO ETERNO

1. Un Solo Pacto Eterno


La realidad de un solo Pacto Eterno la podemos ver con claridad al comparar
dos textos de las Escrituras. Por un lado, tenemos las palabras de Jesús al celebrar
la última cena con sus discípulos. En Lucas 22:20 leemos: “De la misma manera,
tomó la copa después de cenar y dijo: —Esta copa es el nuevo pacto en mi
sangre, que es derramada por ustedes.”

Aquí el Señor relaciona directamente el nuevo pacto con su sangre


derramada. Luego el autor de la carta a los Hebreos expresa con claridad en
Hebreos 13:20: “El Dios de paz levantó de entre los muertos al gran Pastor de las
ovejas, a nuestro Señor Jesús, por la sangre del pacto eterno.” Ahora relaciona la
sangre derramada del Señor con el pacto eterno. No cabe la menor duda de que lo
que Jesús llamó “nuevo pacto”, el escritor de Hebreos llama “pacto eterno”. Por
tanto, podemos inferir que el nuevo pacto es la ejecución, en nuestra
temporalidad, del pacto eterno. Este pacto, realizado por Dios desde antes de la
fundación del mundo, fue anunciado a Abraham.

El apóstol Pablo nos ilustra sobre esto en la carta a los Gálatas. Veamos
algunos textos:

Gálatas 3:14: “Así sucedió para que, por medio de Cristo Jesús, la bendición
prometida a Abraham llegara a las naciones, y para que por la fe recibiéramos
el Espíritu según la promesa.”

Según Pablo, inspirado por el Espíritu Santo, la esencia de la promesa hecha


a Abraham, antes que relacionarse con la formación de una nación, tenía que ver
con el Evangelio. Esto lo expresa en el capítulo 3:8: “Y la Escritura, previendo que
Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva
a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. De modo que los
de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.”

Como podemos ver, lo que el Espíritu Santo resalta mediante las palabras del
apóstol, tocante a la promesa hecha a Abraham, no es la conformación de un
pueblo, sino la predicación del evangelio hecha al patriarca. Aclara que la
bendición prometida es para “todas las naciones”, por cuanto está ligada a la fe, y
ésta es la que nos hace herederos de la promesa.

Pero avancemos en el pensamiento paulino: Gálatas 3:16-18: “Ahora bien, las


promesas se hicieron a Abraham y a su descendencia. La Escritura no dice: ‘y a
los descendientes’, como refiriéndose a muchos, sino: ‘y a tu descendencia’,
dando a entender uno solo, que es Cristo. Lo que quiero decir es esto: la Ley, que
vino cuatrocientos treinta años después, no anula el pacto que Dios había
ratificado previamente; de haber sido así, quedaría sin efecto la promesa. Si la
herencia se basa en la Ley, ya no se basa en la promesa; pero Dios se la concedió
gratuitamente a Abraham mediante una promesa.”

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UN SOLO PACTO ETERNO
UN SOLO PUEBLO ETERNO
UN SOLO PROPÓSITO ETERNO

Claramente para el apóstol, la “promesa” equivale al “pacto”, y esta no tenía


que ver con una nación humana, sino con “su descendencia”, “su simiente”. Por
favor toma nota del vs. 17: “Lo que quiero decir es esto: la Ley, que vino
cuatrocientos treinta años después, no anula el pacto que Dios había ratificado
previamente; de haber sido así, quedaría sin efecto la promesa.” Pablo utiliza
indistintamente los términos “pacto” y “promesa”, y especifica que la ley de Moisés
vino mucho después de la promesa y no anula el pacto, por cuanto, al ser ratificado
por medio del Evangelio, es eterno (Romanos 16:25; Apocalipsis 14:6).

Para finalizar, son elocuentes las palabras de Gálatas 3:28-29: “Y si ustedes


pertenecen a Cristo, son la descendencia de Abraham y herederos según la
promesa.”

2. Un Solo Pueblo Eterno


Dios, además de reconocer un solo Pacto Eterno, tiene también un solo
Pueblo Eterno. Este pueblo es la iglesia gloriosa de Cristo, la Nueva Jerusalén.
Algunos se empeñan en señalar que Dios tiene una doble agenda, una para Israel
y otra para la Iglesia. Esa idea es insostenible mediante el pensamiento apostólico
del Nuevo Testamento.

El Señor Jesucristo es determinante cuando condenó a los líderes judíos, tal


como expresa Mateo 21:43: “Por eso digo que el reino de Dios se les quitará a
ustedes y se le entregará a un pueblo que produzca los frutos del reino.”
El Señor establece un cambio de paradigma muy notorio, donde la iglesia pasa a
ser la protagonista excluyente del plan de Dios en la tierra.

El apóstol Pedro comprendió esto al realizar afirmaciones que no podemos


pasar por alto por causa de su envergadura. 1 Pedro 2:9: “Mas vosotros sois linaje
escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios…”
Hay aquí cuatro afirmaciones de identidad que por siglos fueron exclusivas de la
nación judía:

1. “Linaje escogido”, indudablemente Israel ostentó este título y por esta


razón menospreciaban a los gentiles, pues eran ellos solamente los
escogidos.
2. “Real sacerdocio”, el plan de Dios según Éxodo 19:6 era el siguiente:
“...ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.
Comunícales todo esto al pueblo de Israel»”
3. “Nación santa”, no hay dudas que este era Israel.
4. “Pueblo adquirido por Dios”, otra expresión que por mucho tiempo solo
fue aplicable al Israel temporal.

Pero Pedro, ahora con un nuevo entendimiento e inspirado por el Espíritu


Santo, atribuye todas estas expresiones a la iglesia. No hay dudas que este apóstol

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UN SOLO PUEBLO ETERNO
UN SOLO PROPÓSITO ETERNO

judío de nacimiento entendía que ahora, bajo este nuevo pacto, la Iglesia gloriosa
es ese linaje, ese sacerdocio, esa nación santa y ese pueblo comprado por Dios
mediante la sangre de su Hijo.

De la misma manera el apóstol Pablo no encuentra ninguna diferencia en el


plan de Dios y lo expresa en Efesios 3:4-6: “Al leer esto, podrán darse cuenta de
que comprendo el misterio de Cristo. Ese misterio, que en otras generaciones no
se dio a conocer a los seres humanos, ahora se ha revelado por el Espíritu a los
santos apóstoles y profetas de Dios. Es decir, que los no judíos son, junto con
Israel, beneficiarios de la misma herencia, miembros de un mismo cuerpo y
participantes igualmente de la promesa en Cristo Jesús mediante el evangelio.”

Habla del “misterio de Cristo”. ¿Cuál es ese misterio? Es que los gentiles
somos beneficiarios de la “misma herencia”, no hay dos herencias, hay una misma
para un mismo pueblo; “miembros del mismo cuerpo”, Cristo no tiene dos cuerpos,
tiene uno solo; “participantes igualmente de la promesa”. No hay dos promesas, la
única promesa que Dios reconoce es la que dio a Abraham y ésta se establece “en
Cristo, mediante el evangelio.”

Hay mucho más en los escritos apostólicos, pero solo quiero citar las palabras
de Pablo a los Gálatas. Gálatas 4:24-26: “Ese relato puede interpretarse en sentido
figurado: estas mujeres representan dos pactos. Uno, que es Agar, procede del
monte Sinaí y tiene hijos que nacen para ser esclavos. Agar representa el monte
Sinaí en Arabia y corresponde a la actual ciudad de Jerusalén, porque junto con
sus hijos vive en esclavitud. Pero la Jerusalén celestial es libre y esa es nuestra
madre.”

Sin dudas, el apóstol comprendía con claridad la cuestión de los pactos que
tantos pretenden desconocer en nuestros días. Estos versículos son
impresionantes en su contenido, pero solo quiero mencionar las dos Jerusalén:

> La terrenal, a la que algunos “iluminados” llaman hoy “la casa de papá”, pero
que el Espíritu Santo llama “esclava”.

> La celestial, la cual es libre y sentencia luego, “esa es nuestra madre”, en clara
alusión a la Iglesia gloriosa.

Hacia el final de la carta, dando por terminado el tema, agrega en Gálatas


6:15-16: “Para nada cuenta estar o no estar circuncidados; lo que importa es ser
parte de una nueva creación. Paz y misericordia desciendan sobre todos los que
siguen esta norma y sobre el Israel de Dios.”

Dios tiene un solo pueblo eterno, un Israel santo, y esa es la nueva creación,
su Iglesia gloriosa.

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3. Un Solo Propósito Eterno


En tercer lugar, abordaremos un tema medular: el propósito eterno de Dios
en Cristo. ¿Cuánto sabe la iglesia actual de este tema? ¿Cuántos sermones has
escuchado predicar sobre ello? Sin duda, muy, muy poco. Esa falta de
conocimiento y entendimiento es letal a la hora de hablar de Israel.

Para comprender el propósito eterno del Padre, veamos algunas


afirmaciones paulinas en Efesios:
Efesios 1:4-5 “Dios nos escogió en él antes de la creación del mundo, para que
vivamos en santidad y sin mancha delante de él. En amor nos predestinó para
ser adoptados como hijos suyos por medio de Jesucristo, según el buen propó-
sito de su voluntad.”

Efesios 1:9-10 “Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad conforme al


buen propósito que de antemano estableció en Cristo, para llevarlo a cabo
cuando se cumpliera el tiempo, esto es, reunir en él todas las cosas, tanto las
del cielo como las de la tierra.”

Efesios 3:10-11 “El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios, en toda su
diversidad, se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y auto-
ridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en
Cristo Jesús nuestro Señor.”

Mediante estas palabras podemos comprender que Dios no tiene muchos


propósitos. Él no tiene un propósito con el Israel terrenal y otro con la iglesia. Dios
tiene un solo propósito eterno, el cual está establecido en Cristo.

Es necesario mencionar los capítulos 9-11 de Romanos, donde Pablo alude al


Israel natural. Estos capítulos deben interpretarse tomando en cuenta el tema
desarrollado en la carta, que es la justificación por medio de la fe. En Romanos
9:6-7, Pablo explica quiénes son verdaderamente el pueblo de Dios y la
descendencia de Abraham: “Ahora bien, no digamos que la palabra de Dios ha
fracasado. Lo que sucede es que no todos los que descienden de Israel son Israel.
Tampoco por ser descendientes de Abraham son todos hijos suyos. Al contrario:
‘Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac.”

Qué problema tan grande tienen los sionistas al leer esto: “No todos los que
descienden de Israel son Israel.” Imposible que sea más claro. Hay que estar muy
cegado para no ver la realidad planteada en esta frase.

En el mismo capítulo, en Romanos 9:24-26, hablando de los redimidos,


añade:
“Esos somos nosotros, a quienes Dios llamó no solo de entre los judíos, sino
también de entre los no judíos. Así lo dice Dios en el libro de Oseas: ‘Llamaré
“mi pueblo” a los que no son mi pueblo; y llamaré “mi amada” a la que no es mi

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amada.’ ‘Y sucederá que en el mismo lugar donde se les dijo: “Ustedes no son
mi pueblo”, serán llamados “hijos del Dios viviente”.”

El tema de estos capítulos es que los gentiles no deben menospreciar a los


judíos porque claramente de ellos vino el Mesías, y ese debe ser el enfoque. Dios no
ha desechado a los judíos, sino que tienen la misma oportunidad de acceder al
evangelio que nosotros, los no judíos, y probablemente al final de los tiempos
habrá un avivamiento de salvación sobre esta nación.

Pero ver allí dos pueblos, dos pactos y dos propósitos es distorsionar todo el
mensaje del Evangelio.

Evidentemente, Dios tiene y ejecuta en la tierra un solo Propósito Eterno.


Quisiera explicar brevemente algunas conclusiones a las que he llegado luego de
estudiar el tema.

1. El Propósito Eterno como clave hermenéutica. Este propósito es el plan


que Dios se propuso en sí mismo desde antes de los tiempos y define
toda la interpretación que realicemos de las Escrituras. El desconocimien-
to de ello ha llevado a muchos a interpretaciones parciales y erróneas.
2. El Propósito Eterno como fundamento teológico. Además de la interpre-
tación de las Escrituras, toda nuestra teología debe estar determinada por
esta realidad eterna. Desde allí, no hay lugar para teologías conspiracio-
nistas hacia la tierra de Israel, ni pensamientos sionistas que desvirtúan la
esencia del verdadero evangelio a todas las naciones de la tierra.
3. El Propósito Eterno como marco regulatorio de nuestra asignación.
Toda nuestra tarea ministerial debería estar determinada por ser
funcionales al cumplimiento de este propósito. En este propósito eterno
no hay mandatos a visitar la “tierra santa”, como si allí hubiera algo espe-
cial, pues en este tiempo ningún territorio específico es santo; en todo
caso, toda la tierra es santa porque todas las naciones pertenecen al Señor
(Hechos 15:16-18). .
4. El Propósito Eterno como referencia de nuestra cosmovisión. Toda
nuestra mirada sobre el mundo y los acontecimientos que han tenido y
tienen lugar en él debería estar determinada por este plan maestro de
Dios, el plano divino para todo lo que Él está edificando en la tierra.
5. El Propósito Eterno como el reloj de Dios. Nada en las Escrituras indica
que Israel sea el reloj que determina los tiempos divinos. El centro de todo
lo que Dios ha hecho, está haciendo y hará es su eterno propósito, y eso, y
solo eso, determina sus movimientos. .
6. El Propósito Eterno como la brújula de la iglesia. La iglesia gloriosa del
Señor no necesita mirar al Israel natural para definir su rumbo; debe mirar
a Cristo, tal como nos exhortan los escritos apostólicos. Es allí donde
encontraremos la dirección que debe tomar y los movimientos necesarios
para cumplir el mandato del Señor.

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Finalmente debemos reconocer que Dios está edificando su casa, y ésta no


tiene que ver con una nación, sino con las naciones. Solo algunos pasajes que
enseñan esta poderosa verdad:

Hebreos 3:5-6: “Moisés fue fiel como siervo sobre toda la casa de Dios para dar
testimonio de lo que Dios diría en el futuro. Cristo, en cambio, es fiel como Hijo
al frente de la casa de Dios. Y esa casa somos nosotros…”

Efesios 2:19-22: “Por lo tanto, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino


conciudadanos del pueblo elegido y miembros de la familia de Dios, edificados
sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo Jesús mismo
la piedra angular. En él todo el edificio, bien armado, se va levantando para
llegar a ser un templo santo en el Señor. En él también ustedes son edificados
juntamente para ser morada de Dios por su Espíritu.”

1 Pedro 2:4-5: “Cristo es la piedra viva, desechada por los seres humanos, pero
escogida y preciosa ante Dios. Al acercarse a él, también ustedes son como
piedras vivas, con las cuales se está edificando una casa espiritual. De este
modo llegan a ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales que
Dios acepta por medio de Jesucristo.”

Quien quiera entender, que entienda; quien quiera oír, que oiga.

| ALBERTO CALVIÑO

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