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El documento analiza la estructura de poder local en Santiago de Guatemala durante el régimen colonial entre 1700 y 1787, centrándose en el cabildo y sus regidores. Se exploran temas como el acceso al poder, las dinámicas familiares, las actividades económicas y los conflictos de poder en el contexto de las reformas borbónicas. A través de un enfoque histórico, se revela cómo las élites locales gestionaron su influencia y recursos en un entorno colonial complejo.
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El documento analiza la estructura de poder local en Santiago de Guatemala durante el régimen colonial entre 1700 y 1787, centrándose en el cabildo y sus regidores. Se exploran temas como el acceso al poder, las dinámicas familiares, las actividades económicas y los conflictos de poder en el contexto de las reformas borbónicas. A través de un enfoque histórico, se revela cómo las élites locales gestionaron su influencia y recursos en un entorno colonial complejo.
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ÉLITES, PODER LOCAL

Y RÉGIMEN COLONIAL

EL CABILDO Y LOS REGIDORES


DE SANTIAGO DE GUATEMALA
1700-1787

José Manuel Santos Pérez

Plumsock Mesoamerican
Studies
South Woodstock,
Vermont, EE.UU.
Servicio de Publicaciones centro de investigaciones
de la Universidad de Cádiz regionales de mesoamerica
1999
Editan: SERVICIOS DE PUBLICACIONES DE LA UNIVERSIDAD DE CÁDIZ

PLUMSOCK MESOAMERICAN STUDIES


P.O. Box 38, South Woodstock,
VT 05071-0038, USA
Tel: (802) 457-1199,
Fax: (802) 457-2212,
e-mail: pmsvt@aol.com

CIRMA GUA-40
P.O. Box 02-5368
Miami, FL 33102-5368

Publicación co-financiada por el MINISTERIO DE EDUCACIÓN Y CULTURA,


Dirección General de Enseñanza Superior e Investigación Científica.
Programa Sectorial de Promoción General del Conocimiento.
Acciones especiales y Acciones de Política Científica.
N.° de ref. APC99-0074.

Diseño: Creasur
Fotomecánica: Consegraf
Depóstito Legal: S. 77-2000
I.S.B.N.: 84-7786-572-8
Imprime:Gráficas Varona. Polígono «El Montalvo», parcela 49
37008 Salamanca
Para mi madre y
a la memoria de mi padre
“Así se asienta Guatemala en el centro
de un paraíso, por un lado, y
de un infierno por el otro”.

Thomas Gage (1648)


ÍNDICE

índice de tablas.................................................................................... xiii

índice de gráficos................................................................................. xvii

índice de planos, mapas y figuras...................................................... xix

Abreviaturas........................................................................................... xx

Agradecimientos................................................................................... xxi

Introducción......................................................................................... 3

Capítulo I. La Audiencia de Guatemala y la ciudad de


Santiago en el siglo XVIII.............................. 19

A) La Audiencia de Guatemala en el contexto del sistema


colonial hispano y la economía-mundo.............................. 20

B) La ciudad y su gobierno............................................................ 44

Capítulo II. Acceso al poder. La venta de oficios


del cabildo.................................................... 65

A) Antecedentes.............................................................................. 66

B) El proceso de adquisición de cargos municipales.


Ventas colectivas e individuales........................................... 76

C) Oficios de privilegio................................................................... 110

ix
D) Asistencia a las reuniones del cabildo y participación
en la vida política................................................................. 118

Capítulo III. Asuntos de familia. El mantenimiento y


reproducción de la red de poder.............. 125

A) Origen de los regidores............................................................. 126

B) Estrategias matrimoniales........................................................... 137

C) Transmisión de bienes............................................................... 147

D) Cuestiones de status.................................................................. 154

Capítulo IV. Política y comercio. Las actividades económicas


de los miembros del cabildo........................ 167

A) Configuración socioeconómica de los regidores de Santiago


de Guatemala......................................................................... 167

B) Actividades económicas.............................................................. 174

Capítulo V. El cabildo de Santiago en la estructura administrativa


del imperio hispánico. Conflictos de poder
en el periodo reformista............................... 243

A) Las reformas borbónicas en el Reino de Guatemala................ 245

B) La cuestión fiscal. Alcabala y estancos...................................... 252

C) La lucha por los recursos. El conflicto por el control del


Valle de la ciudad de Guatemala........................................... 274

x
D) Manifestación externa de los conflictos. Preeminencia en
los ceremoniales y otras formas de demostración de poder.... 304

E) El cabildo ante el traslado de la ciudad.................................... 311

Capítulo VI. Conclusiones................................................................... 321

Anexos.................................................................................................. 329

Fuentes documentales......................................................................... 387

Bibliografía........................................................................................... 403

xi
ÍNDICE DE TABLAS

Tabla 1-1, Exportaciones de añil de Guatemala, 1716-1792................. 34

Tabla 1-2, Movimiento marítimo en el Pacífico. Barcos salidos y


llegados a: Realejo, Sonsonate, Caldera, desde: Panamá, Callao,
Acapulco, 1700-1809............................................................................... 37

Tabla 1-3, Movimiento de barcos en los puertos de Honduras........... 40

Tabla 1-4, Composición de la mercancía de los barcos de Honduras


con destino Cádiz..................................................................................... 42

Tabla 1-5, Cabildo de Santiago de Guatemala. Número de miembros


autorizado, 1524-finales del periodo colonial.........................................51

Tabla 1-6, Abastecedores de carne de Santiago de Guatemala,


1733-1752................................................................................................. 59

Tabla II-l, Santiago de Guatemala. Venta colectiva de regimientos,


1698......................................................................................................... 78

Tabla II-2. Venta de cargos del cabildo de Santiago de Guatemala.


Ventas individuales................................................................................... 80

Tabla II-3. Venta de cargos del cabildo de Santiago de Guatemala


Venta colectiva de 1713............................................................................ 82

Tabla II-4. Cabildo de Santiago de Guatemala. Regidores electos,


1734-1742................................................................................................. 88

Tabla II-5. Venta de cargos del cabildo de Santiago de Guatemala.


Venta colectiva de 1742.......................................................................... 92

xiii
Tabla II-6. Venta de cargos del cabildo de Santiago de Guatemala.
Venta colectiva de 1761........................................................................... 99

Tabla II-7. Cabildo de Santiago de Guatemala. Media anual de


ausencia de los regidores a las reuniones. 1762-1765.......................... 120

Tabla III-l. Origen geográfico de los regidores de Santiago............... 329

Tabla III-2. Procedencia de los padres de los regidores....................... 130

Tabla III-3. Población española de Santiago de Guatemala,


1529-1770................................................................................................. 132

Tabla III-4. Población estimada de Santiago de Guatemala: décadas


de 1590, 1650, 1680 y 1750.................................................................... 133

Tabla III-5. Dotes y arras en los matrimonios de los regidores


de Santiago de Guatemala...................................................................... 332

Tabla III-6. Grados militares de los regidores de Santiago


de Guatemala.......................................................................................... 157

Tabla III-7. Valor de las residencias de los regidores de Santiago


de Guatemala.......................................................................................... 161

Tabla IV-1. Miembros del cabildo de Santiago de los Caballeros de


Guatemala. Relación porcentual de bienes entre criollos y
peninsulares, 1623....................................................................................169

Tabla IV-2. Santiago de Guatemala. Actividades económicas de los


regidores, 1650-1700.............................................................................. 170

Tabla IV-3. Actividades económicas de los regidores de


Santiago de Guatemala, 1700-1770....................................................... 359

Tabla IV-4. Actividades económicas de los regidores de Santiago de


Guatemala, 1700-1770. Porcentaje de regidores que participan en
determinadas actividades. Muestra de 37...............................................173

xiv
Tabla IV-5. Actividades económicas de los regidores de Santiago
de Guatemala. Porcentaje de comerciantes por periodos
de ventas colectivas................................................................................ 175

Tabla IV-6. Provincias de la Audiencia de Guatemala, 1673-1769...... 181

Tabla IV-7. Regidores que ocuparon una o más magistraturas


provinciales c. 1700-c. 1790................................................................... 361

Tabla IV-8. Repartición de la población indígena según regiones


geográficas, y en porcentaje................................................................... 183

Tabla IV-9. Envíos a Cádiz a través de los puertos de Honduras


(1700-1770).............................................................................................. 364

Tabla IV-10. Envíos desde Cádiz a los puertos de Honduras


(1700-1775).............................................................................................. 367

Tabla IV-11. Distribución de las ventas de géneros de


Miguel Eustaquio de Uría, año 1738...................................................... 201

Tabla IV-12. Capital adeudado a Juan José González Batres.............. 208

Tabla IV-13. Composiciones de tierra, 1712-1799................................. 217

Tabla IV-14. Población ladina y española, haciendas, valles


y trapiches, 1770..................................................................................... 218

Tabla IV-15. Reses compradas por miembros del cabildo en


la feria de la Laguna del año 1760........................................................ 221

Tabla IV-16. Tierras propiedad de los regidores de Santiago de


Guatemala............................................................................................... 372

Tabla IV-17. Composición de las haciendas de


Manuel Gálvez Corral............................................................................ 224

xv
Tabla IV-18. Entrada de hierro para algunos años a la ciudad
de Santiago de Guatemala...................................................................... 228

Tabla IV-19. Recaudación por Bula de Santa Cruzada


(algunos años entre 1721 y 1735).......................................................... 233

Tabla V-l. Recaudación líquida en concepto de alcabala y barlovento


(1711-1725).............................................................................................. 256

Tabla V-2. Resultado del primer arrendamiento de las alcabalas


por parte del cabildo, 1729-1736........................................................... 260

Tabla V-3. Resultados del segundo arrendamiento, 1738-1747........... 261

Tabla V-4. Recaudación del Ramo “Partidos y Provincias” en


el asiento de 1761-1763.......................................................................... 263

Tabla V-5. Recaudación por concepto de alcabalas, 1763-1771.......... 266

Tabla V-6. Ingresos de la Real Hacienda hacia 1770........................... 267

Tabla V-7. Cuentas del estanco de aguardiente.................................... 273

Tabla V-8. Propietarios en el corregimiento del valle, 1680............... 277

Tabla V-9. Recuento de Tributarios del Valle de Guatemala, 1734..... 375

Tabla V-10. Tributos pagados en 1742 en el corregimiento del valle..286

Tabla V-ll. Pueblos contenidos en las primeras 2’5 leguas............... 378

Tabla V-l2. Pueblos contenidos en las segundas 2’5 leguas.............. 294

Tabla V-13. Pueblos que están fuera de las cinco leguas.................... 294

xvi
ÍNDICE DE GRÁFICOS

Gráfico 1-1. Exportaciones de añil a Guatemala, 1716-1796................ 35

Gráfico 1-2. Movimiento marítimo en el Pacífico. Barcos salidos y


llegados a Realejo, Sonsonate y Caldera desde Panamá, Callao
y Acapulco, 1700-1809............................................................................ 38

Gráfico 1-3. Barcos que salieron de Honduras hacia España,


1535-1829................................................................................................. 41

Gráfico 1-4. Barcos que llegaron a Honduras desde España,


1535-1829................................................................................................. 41

Gráfico 1-5. Relación entre los diferentes productos exportados desde


Centroamérica a Cádiz............................................................................ 43

Gráfico II-l. Santiago de Guatemala, venta de regimientos por década,


1580-1699................................................................................................. 67

Gráfico II-2. Santiago de Guatemala, precio medio de los regimientos


sencillos vendidos por década, 1580-1699............................................ 68

Gráfico II-3. Evolución del precio medio de los regimientos sencillos


en el cabildo de Santiago de Guatemala, por década, 1700-1789.......107

Gráfico II-4. Cabildo de Santiago de Guatemala. Venta de regimientos


por década, 1700-1789............................................................................ 108

Gráfico II-5. Santiago de Guatemala. Actividad del cabildo medida en


número medio anual de reuniones, por década, 1550-1769................119

Gráficos III-1 a 111-36. Cuadros genealógicos de los regidores


de Santiago de Guatemala...................................................................... 335

xvii
Gráfico IV-1. Distribución de la población tributaria, 1768................. 184

Gráfico IV-2. Origen del capital adeudado a


Juan José González Batres..................................................................... 207

Gráfico V-l. Ingreso en la Real Hacienda en concepto de alcabalas y


barlovento, 1711-1771............................................................................ 267

Gráfico V-2. Proporción entre los diversos ingresos


de la Real Hacienda. 1770...................................................................... 268

Gráfico V-3. Distribución de tributarios en el corregimiento del valle


de Guatemala.......................................................................................... 295

xviii
ÍNDICE DE PIANOS, MAPAS Y FIGURAS

Plano III-l. Límite de las parroquias de Santiago de Guatemala,


1770.......................................................................................................... 134

Mapa IV-1. Provincias del Reino de Guatemala en 1700......................182

Mapa V-l. Principales poblados del Corregimiento del Valle de


Guatemala................................................................................................ 278

Figura V-l. Mediciones en círculo y en cuadrado del ingeniero


Luis Diez Navarro en el territorio que circunda a Santiago
de Guatemala.......................................................................................... 293

Mapa V-2. Corregimiento del valle de Guatemala, c. 1766................. 316

Mapa V-3. Corregimiento del valle deGuatemala, c. 1773................... 317

Mapa V-4. Corregimiento del valle deGuatemala, c. 1774................... 318

xix
ABREVIATURAS

AGI: Archivo General de Indias, Sevilla.

AGCA: Archivo General de Centroamérica, Ciudad de Guatemala.

AHN: Archivo Histórico Nacional, Madrid.

CIRMA: Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica.

xx
AGRADECIMIENTOS

La elaboración de este trabajo no hubiera sido posible sin la ayu­


da de un buen número de personas que han hecho más fácil la siem­
pre complicada investigación histórica. Quiero agradecer en primer
lugar la ayuda que me han prestado los trabajadores de los distintos
archivos que he visitado. El personal del Archivo de Indias puso a mi
disposición todo el material que necesitaba en el tiempo que pasé allí
y me hicieron las fotocopias de documentos en tiempo récord. En el
Archivo Histórico Nacional de Madrid conseguí fotografías de los
mapas aunque no había personal en el laboratorio, todo gracias a la
amabilidad de los archiveros de la sala de investigadores. En Guatemala
las deficiencias técnicas quedaron ampliamente superadas con la cari­
ñosa acogida de todos los funcionarios, en especial de la antigua secre­
taria, Aracely Rodríguez, que hizo todo lo posible para que el trabajo
en el archivo finalizara con éxito y que fue la responsable de que mi
estancia en Guatemala Ciudad resultara tan agradable. También conté
con la inestimable ayuda de Franz Binder.
Agradezco muy especialmente la amabilidad de los doctores Step-
hen Webre, Richmond F. Brown, José Antonio Fernández Molina y
María Teresa Giráldez, que me permitieron consultar sus tesis doctora­
les, y la de Evelyne Sánchez, que me envió su trabajo de maitrise. La
doctora Marta Casaús, asimismo, ha seguido mi trabajo y me ha dado
sugerencias muy interesantes.
Fundamental para mi trabajo en Guatemala y para el impulso del
proyecto de investigación fue el asesoramiento del doctor Gustavo
Palma. Quiero mostrarle mi agradecimiento más sincero, tanto por su
amabilidad al buscarme un alojamiento en la capital de Guatemala
como por su generosidad al dejarme consultar su tesis doctoral y sus
propias notas de archivo.
En Salamanca he contado en todo momento con el apoyo de la
dirección de mi departamento, primero del profesor Manuel Redero y
en la actualidad del profesor Angel Vaca. Mis compañeros del área de

xxi
Historia de América, en especial el doctor Guillermo Mira, han seguido
mi trabajo con interés y me han ayudado a despejar muchas de las
incógnitas que plantea la investigación histórica. Quiero expresar mi
gratitud igualmente a los doctores Angel Rodríguez y José Carlos Rue­
da por sus enseñanzas sobre la historia de la familia.
El apoyo del doctor Julio Sánchez Gómez ha sido esencial para la
culminación de este trabajo. No sólo por sus interesantes comentarios
científicos, sino también por su respaldo en cuestiones tan variadas
como la obtención de subvenciones para costear el viaje a Guatemala
o la posibilidad de alojarme en su propia casa sevillana. Quiero expre­
sarle mi más sincero reconocimiento y toda mi gratitud.
Agradezco profundamente al doctor Alberto Gullón su gran con­
fianza en mi trabajo y sus esfuerzos para que finalmente fuera editado.
También quiero agradecer a Claudia el haber iluminado con su
cariño y su presencia la elaboración de este libro.
Por último un recuerdo especial para mi familia, que me ha dado
su aliento en todas las etapas del trabajo. Sin el apoyo de ellos y sobre
todo de mi madre nunca podría haber llegado al final del trayecto. A
ella y a la memoria de mi padre va dedicado este libro.

xxii
Introducción
T ja estructura del así llamado “estado colonial” y las relaciones de
poder que existían dentro de él, se cuentan entre los campos de investi­
gación más frecuentados en la historiografía sobre el imperio español en
América . Dada la complejidad y tamaño de la estructura burocrática y la
enorme cantidad de documentos que generó, los historiadores han esta­
do siempre tentados a acercarse a esta parte del sistema colonial hispa­
no. Esta fuerte tendencia en la historiografía, que hunde sus raíces en los
estudios del siglo XIX, no tiene parangón en la literatura existente sobre
otros sistemas coloniales, cuyos estudiosos se han centrado en asuntos
económicos más que político-burocráticos. Sin embargo, a pesar de toda
esta cuantiosa producción, el enfoque había sido en muchos casos pura­
mente jurídico-formal, al utilizar la documentación generada por el pro­
pio sistema administrativo. A partir de los años 70 y hasta la actualidad,
se han publicado numerosos estudios que han roto ese paraguas legalis­
ta y han rescatado de los archivos todo un rico material que aguardaba

La lista de obras sería interminable. Destacamos aquí algunas de las obras clásicas: J.
M. Ots Capdequí, El estado español en las Indias, México, Fondo de Cultura Econó­
mica (FCE), 1941; Horst Pietschmann, El Estado y su evolución al principio de la colo­
nización española de América, México, FCE, 1989; ... Las reformas borbónicas y el sis­
tema de intendencias en Nueva España, México, FCE, 1996; John Leddy Phelan, “Au-
thority and Flexibility in the Spanish Imperial Bureaucracy”, Administrative Science
Quarterly, vol. 5, junio 1960, pp. 47-65; Magali Sarfatti, Spanish Bureaucratic Patri-
monialism in America, Berkeley, Universidad de California, 1966; Carlos Malamud,
“Acerca del concepto de “Estado colonial” en la América hispana”, Revista de Occi­
dente, vol. 116, 1991.

3
José Manuel Santos Pérez

al investigador. Se abordó la cuestión de las instituciones y de los grupos


de poder desde un enfoque diferente, el de la prosopografía, una pode­
rosa herramienta para el análisis de grupos sociales . La relación entre
poder y sociedad se ha convertido así en el tema más atractivo para los
nuevos historiadores, interesados en renovar el campo de investigación.
Se pretende retomar la vieja y denostada historia de las instituciones des-

E1 estudio pionero fue el de David Brading, Mineros y comerciantes en el México bor­


bónico, (1763-1810), México, Fondo de Cultura Económica, 1975; Jacques Barbier,
“Elite and Cadres in Bourbon Chile”, Hispanic American Historical Review, n° 52,
Agosto, 1972, pp. 416-435; Jackie R. Booker, Veracruz merchants, 1770-1829- A Mer-
cantile Elite in Late Bourbon and Early Independen! México. Boulder, Westview Press,
Dellplain Latin American Studies, n° 29, 1993; Burkholder, M. A. y Chandler, D., De
la impotencia a la autoridad. La corona española y las Audiencias en América, 1687-
1808, México, Fondo de Cultura Económica, 1984; Pilar Gonzalbo Aizpuru, Familias
Novobispanas, siglos XVI al XIX, México, El Colegio de México, 1991; Brian Hamnett,
Politics and Trade in Southern México, 1750-1821, Cambridge, Cambridge University
Press, 1971; Louisa Scell Hoberman, “Merchants in Seventeenth Century México City:
A Preliminary Portrait”, Hispanic American Historical Review, vol. 57, agosto, 1977;
John E. Kicza, Empresarios coloniales. Familias y negocios en la ciudad de México
durante los Barbones, México, Fondo de Cultura Económica, 1986; ... “The Great
Families of México: Elite maintenance and Business Practices in Late Colonial Méxi­
co City”, Hispanic American Historical Review, vol. 62, n° 2, agosto, 1982, pp. 429-
457; Peter Marzahl, Town in Empire: Government, Politics and Society in Seventeenth
Century Popayán, Austin, University of Texas Press, 1978; Magnus Mórner, “Econo-
mic Factors and Stratification in Colonial Spanish America with Special Regard to Eli­
tes”, Hispanic American Historical Review, vol. 63, mayo, 1983; Zacharías Moutou-
kias, “Burocracia, contrabando y autotransformación de las elites. Buenos Aires en el
siglo XVII”, Anuario del IEHS, vol. 3, 1988; Javier Ortiz de la Tabla, Memorias políti­
cas y económicas del Consulado de Veracruz: 1796-1822, Sevilla, Escuela de Estudios
Hispanoamericanos, 1984; José F. de la Peña, Oligarquía y propiedad en Nueva Espa­
ña, 1550-1624, México, Fondo de Cultura Económica, 1983; Susan M. Socolow, “Eco-
nomic Activities of the Porteño Merchants: the Viceregal Period”, Hispanic American
Historical Review, vol. 55, n° 1, febrero, 1975; ... The Merchants of Buenos Aires,
1778-1810, Cambridge, Cambridge University Press, 1978, ... The Bureaucrats ofBue­
nos Aires, 1769-1810: Amor al Real Servicio, Durham, Duke University Press, 1983;
John Tutino, “Power, Class and Family: Men and Women in the Mexican Elite, 1750-
1810, The Americas, vol. 39, n° 3, eriero, 1983; Ann Twinam, “Enterprise and Elites in
Eighteenth Century Medellin”, Hispanic American Historical Review, vol. 59, n° 3,
agosto, 1979.

4
Introducción

pojándola de sus antiguos lastres, y acercándola a la historia económica


y a la historia social con un afán integrador, en la línea de lo que la “Nue­
va Historia Política” está consiguiendo para la época contemporánea.
Dentro de esta relación poder-sociedad, el caso del poder local ha sufri­
do también una profunda renovación en los últimos años. Se ha visto
que el autogobierno de hecho que existía a lo largo y ancho de muchas
zonas del imperio español en América, tenía en el cabildo uno de sus
más fuertes bastiones de tal forma que, según algunos autores, vino a
suplir la inexistencia de unas cortes o de una asamblea local como la
existente en las colonias inglesas . Si bien es arriesgado generalizar sobre
el papel de las corporaciones municipales a lo largo y ancho de la Amé­
rica hispana colonial, no cabe duda que los grupos que ejercían algún
grado de dominación utilizaron las oportunidades que les brindaba la
propia metrópoli (en forma de compra de cargos) para ampliar y afian­
zar su posición de preeminencia. Es en este sentido en el que las cor­
poraciones municipales actuarían como órganos de representación infor­
mal de las élites locales o de parte de ellas.
En los últimos años se ha puesto de relieve, igualmente, el interés
que para el estudio de las sociedades coloniales tiene el análisis de las

3 Antonio Annino, “Some Reflections on Spanish American Constitutional and Political


History”, Itinerario, vol. 19, n° 2, 1995; Manuel Alvarado Morales, “El cabildo y el regi­
miento de la ciudad de México en el siglo XVII: Un ejemplo de oligarquía criolla”,
Historia Mexicana, vol. 28, abril-junio, 1979, pp. 489-514; Jorge Daniel Gelman,
“Cabildo y élite local, el caso de Buenos Aires en el siglo XVII”, HISLA, n° 6, 1985;
Victoria González Muñoz, Cabildos y grupos de poder en Yucatán (Siglo XVII), Sevi­
lla, Diputación provincial, 1994; Adolfo Luis González Rodríguez, “El Cabildo de Cór­
doba durante el siglo XVI: Encomenderos, propietarios de tierras, tratantes de negros
y comerciantes. Análisis de un grupo de poder”, Estudios de Historia Social y Econó­
mica de América, n°s 3-4, 1988; Ana Isabel Martínez Ortega, Estructura y configura­
ción socioeconómica de los cabildos de Yucatán en el siglo XVIII, Sevilla, Diputación
provincial, 1993. Sobre el uso de la prosopografía para la investigación histórica cf.
Pedro Carasa Soto (ed.), Élites. Prosopografía contemporánea, Valladolid, Secretaria­
do de Publicaciones, Universidad de Valladolid, 1994; Stuart B. Schwartz, “State and
Society in Colonial Spanish America: An Opportunity for Prosopography”, en Richard
Graham y Peter H. Smith, (eds.), New Approaches to Latín American History, Austin,
University of Texas Press, 1974.

5
José Manuel Santos Pérez

así llamadas “redes familiares”, es decir las relaciones de parentesco


existentes en el seno de la sociedad y en particular en la propia élite de
poder. José Ma Imízcoz ha recordado recientemente la importancia de
las redes de relaciones en la configuración de las sociedades de Antiguo
Régimen. Uno de los vínculos más importantes que estructuraban estas
sociedades eran los familiares pues “regían en gran medida la vida
colectiva y la acción social de los individuos, y condicionaban grande­
mente su vida personal”, en palabras de Imízcoz'. Centroamérica ha sido
uno de los campos privilegiados en este tipo de análisis, y en este
momento disponemos de un pequeño pero muy interesante número de
trabajos que han acrecentado nuestro conocimiento de las alianzas fami­
liares . Este enfoque ofrece un buen número de atractivos: en primer

José Ma Imízcoz Beunza, “Comunidad, red social y élites. Un análisis de la vertebra-


ción social en el Antiguo Régimen”, en Imízcoz Beunza, dir., Élites, podery red social.
Las élites del País Vasco y Navarra en la Edad Moderna, Bilbao, Universidad del País
Vasco, 1996, p. 31.
Los trabajos pioneros han sido los de Pilar Sanchíz, Los hidalgos de Guatemala: rea­
lidad y apariencia en un sistema de valores. Sevilla, Publicaciones del Seminario de
Antropología Americana, n° 13, 1976, Gustavo Palma, “Núcleos de poder local y rela­
ciones familiares en la ciudad de Guatemala a finales del siglo XVIII”, Mesoamérica,
vol. 12, diciembre 1986, pp. 241-308, y Marta Casaús, Guatemala: linaje y racismo.
San José, Flacso, 1992. Dos trabajos que siguen la estela de los anteriores son: María
Teresa García Giráldez, “La emigración vasca a Centroamérica, 1750-1800. Las redes
familiares como estructuras de poder en Guatemala”, Tesis doctoral inédita, Universi­
dad Autónoma de Madrid, 1993, y Evelyne Sánchez, “Les élites de Nueva Guatemala,
1770-1821. Réseaux, Clivages et Groupes de pression á la veille de l’Indépendance”,
Mémoire de Maítrise, Universidad de Toulouse-Le Mirail, 1993. El marco de referen­
cia para los estudios sobre redes familiares en la América colonial y durante el siglo
XIX es el libro de Diana Balmori, Stuart F. Voss y Miles Wortman, Las alianzas de
familias y la formación del país en América Latina, México, FCE, 1984. Otros estu­
dios interesantes sobre redes familiares en América son los de Zacharías Moutoukias,
“Réseaux personnels et autorité coloniale: les négociants de Buenos Aires au XVIIIe
siécle”, Annales E.S.C., vol. 47, n°s 4-5, 1992; Eduardo R. Saguier, “El parentesco como
mecanismo de consolidación política de un patriciado colonial. El caso de las pro­
vincias rioplatenses del virreinato peruano (1700-1776)” Estudios de Historia Social y
Económica de América, n° 10, 1993; Stephanie Blank, “Patrons, Clients and Kin in
Seventeenth Century Caracas: A Methodological Essay in Colonial Spanish American
Social History”, en Hispanic American Historical Review, vol. 54, mayo, 1974; Susan

6
Introducción

lugar su carácter interdisciplinario, que permite combinar la demografía


histórica, la antropología social y la historia de la familia. Por otra parte,
los investigadores que se han aproximado al estudio de la sociedad a tra­
vés de este prisma, han podido superar la importancia que se daba a los
antagonismos entre peninsulares y criollos, al observar que las divisiones
entre las distintas facciones de la élite se debían a factores más comple­
jos y no solamente al origen geográfico. Igualmente, este novedoso plan­
teamiento ha dado nuevos elementos al debate historiográfico en torno
a la naturaleza del “estado” colonial. El “paradigma estatalista” dominan­
te durante tantos años en los estudios sobre la administración del Anti­
guo Régimen, tanto en la colonia como en la metrópoli, ocultó lo que
Imízcoz denomina “régimen de poderes plurales”. Distintos vínculos
interpersonales, entre los que destacan las alianzas familiares, se super­
ponían y muchas veces determinaban la actuación de los funcionarios
integrantes de las instituciones políticas. El sistema colonial hispano apa­
rece así como un conglomerado en el que las cuestiones familiares y la
utilización de los canales institucionales por parte de las sociedades loca­
les son partes sustanciales de su estructura. El problema, conceptualiza-
do de esta manera, nos lleva al espinoso asunto de la corrupción en el
sistema colonial. Trataremos el asunto de forma más concreta en el capí­
tulo IV, pero creemos necesario incluir aquí unas palabras preliminares.
En primer lugar, el hecho de abandonar el puro enfoque estatalista y

M. Socolow, “Marriage, Birth and Inheritance. The Merchants of Eighteenth Century


Buentos Aires”, Hispanic American Historical Review, vol. 60, agosto, 1980. Una sín­
tesis muy útil sobre el tema la ofrece James Lockhart: “Organización y cambio social
en la América española colonial”, en L. Bethell (ed.), Historia de América Latina.
Tomo IV. América Latina Colonial; población, sociedad y cultura, Barcelona, Crítica,
1990. Las siguientes obras nos han servido como referentes metodológicos: André
Burguiére y Francois Lebrun, “Las mil y una familias de Europa” en A. Burguiére et
alii, Historia de la Familia, Tomo II. El impacto de la modernidad, Madrid, Alianza
Editorial, 1988; James Casey, Historia de lafamilia, Madrid, Espasa-Calpe, 1990 (espe­
cialmente el glosario); Lloren^ Ferrer i Alós, “Notas sobre el uso de la familia y la
reproducción social”, Boletín de la Asociación de Demografía Histórica, vol. 13, n° 1,
1995; Francisco Chacón Jiménez, “Nuevas tendencias de la demografía histórica en
España: las investigaciones sobre historia de la familia”, Boletín de la Asociación de
Demografía Histórica, vol. 9, n° 2, 1991.

7
José Manuel Santos Pérez

considerar la monarquía de Antiguo Régimen como un sistema de “pode­


res plurales” relativiza sobremanera la cuestión de la corrupción. Ésta se
presenta no como una desviación de la norma sino como un elemento
estructural al sistema: la continua introducción de familiares y allegados
por parte de miembros del aparato burocrático, que hoy consideramos
puro nepotismo, sería en realidad el reflejo del importante papel que el
vínculo familiar o el del patrón/cliente jugaban en estas sociedades. Por
otra parte, como ha recordado Antonio Annino recientemente, muchas
de las actuaciones que desde la metrópoli fueron censuradas como for­
mas de corrupción eran en realidad expresiones de la autonomía que los
“Reinos de Ultramar” habían logrado respecto al poder central. Por otra
parte, como ampliamos en el capítulo IV, las prácticas abusivas que lle­
vaban a cabo los magistrados provinciales en sus respectivas áreas
(muchos de ellos tenían un puesto de regidor en Santiago de Guatema­
la), son ahora consideradas como elementos fundamentales del movi­
miento de mercancías dentro del Reino de Guatemala. Por muy censu­
rables que nos parezcan estas prácticas, no debemos medirlas según las
categorías aplicables a los estados de derecho de la actualidad, en los
que hay una estricta separación entre lo privado y lo público. Muchas de
estas actividades calificadas de corruptas, lejos de ser una desviación de
la norma, constituían la misma esencia del sistema colonial.
La única forma de responder a los interrogantes que nos plantea
el poder local en la época colonial, cuestiones sobre su composición
social y el interés que despertaban estas instituciones entre las élites
urbanas, es el análisis de esos grupos que formaron parte de la corpo­
ración municipal. Y la herramienta para realizarlo es la prosopografía.
Aunque de forma simplista podemos hablar de la prosopografía como
biografía colectiva, Lawrence Stone ha dado una definición más preci­
sa: se trata de una investigación retrospectiva de las características
comunes de un grupo de muestra de protagonistas históricos, median­
te un estudio colectivo de sus vidas. El método a seguir es el de esta­
blecer un universo de análisis y luego formular una serie uniforme de
preguntas (acerca del nacimiento, muerte, matrimonio, familia, orígenes
sociales, posición económica, status heredado, residencia, patrimonio,
profesión, actividades económicas, etcétera). Después, las informacio­
nes sobre los individuos de este universo se yuxtaponen y se exami­

8
Introducción

nan para buscar variables significativas'. En este método de análisis his­


tórico y social se combinan de manera eficaz la historia política y la his­
toria social, lo individual y lo colectivo, el poder y la sociedad. Estudiar
la realidad histórica a través de un grupo de personas suficientemente
homogéneo nos permite ensamblar las partes del todo, aunar lo eco­
nómico a lo social y esto a lo político, de tal forma que nos permita
acercarnos al ideal de historia “integral” (que no total) que permita una
perspectiva más completa del fenómeno estudiado .
Centroamérica en el periodo colonial es aún un gran terreno de
investigación pues existen importantes lagunas en la historiografía. El
Archivo General de Centroamérica encierra en sus 10 niveles (de los
cuales dos son del periodo colonial) una riquísima información que fue
catalogada por el director de la institución, J. Joaquín Pardo, por lo que
el acceso a los documentos es relativamente sencillo. Los trabajos sobre
“poder y élites” o “política y comercio” en el periodo colonial en Cen­
troamérica son todavía escasos, aunque los aparecidos en los últimos
años han aclarado muchos aspectos de este oscuro pasado . El estudio

Lawrence Stone, El pasado y el presente, México, FCE., 1981, p. 61.


Pedro Carasa Soto, “La recuperación de la historia política y la prosopografía” en Pedro
Carasa Soto (ed.), Élites. Prosopografía Contemporánea, op. cit., p. 43. En la elabora­
ción de la prosopografía hemos seguido algunos de los planteamientos metodológicos
de Juan Villa Arranz, recogidos en su artículo “Clases y élites en la investigación. Algu­
nas reflexiones teóricas y metodológicas”, en Carasa Soto, op. cit. También hemos
encontrado muy sugerentes las propuestas de Mauro Hernández en su espléndido tra­
bajo sobre los regidores del concejo madrileño en la Edad Moderna: A la sombra de
la Corona. Poder local y oligarquía urbana. (Madrid, 1606-1808f Madrid, Siglo XXI,
1995, y las de José María Imízcoz Beunza en su artículo “Comunidad, red social y éli­
tes. Un análisis de la vertebración social del Antiguo Régimen” publicado en el libro
editado por este mismo autor: Élites, podery red social. Las élites del País Vasco y Nava­
rra en la Edad Moderna, Bilbao, Universidad del País Vasco, 1996.
Sobre todo los trabajos de Gustavo Palma, “Agricultura, Commerce et Société au
Royaume du Guatemala, 1770-1821”, Tesis doctoral inédita, École des Hautes Etudes
en Sciences Sociales, París, 1985; es muy importante también el trabajo de Miles Wort-
man, Government and Society in Central America, 1680-1840, Nueva York, Colum-
bia University Press, 1982. Para una lista completa de las obras aparecidas en los últi­
mos años ver la nota número 2 del capítulo III.

9
José Manuel Santos Pérez

del cabildo durante el siglo XVIII era una de estas importantes lagunas.
La única monografía sobre el gobierno municipal de Santiago que abar­
ca todo el ciclo colonial fue escrita por Chinchilla Aguilar en los años
60 . Es un valioso referente pero su enfoque es puramente institucio-
nalista. Tenemos para el siglo XVI el estudio de José F. de la Peña y
María Teresa López Díaz y por supuesto la gran monografía de Step-
hen Webre que es hasta hoy el mejor estudio sobre la institución y su
perfil social en el siglo XVII . ¿Por qué el cabildo? El tema parece en
principio carecer de atractivo. Puede ser considerado como un asunto
excesivamente localista, sin demasiado interés para las cuestiones glo­
bales. Ello, sin embargo, no es así para el caso de Santiago de Guate­
mala. La corporación municipal tuvo un papel muy importante en los
desarrollos políticos y económicos en tiempos de la colonia, no sólo de
Guatemala sino de toda Centroamérica. Su importancia no radicaba
solamente en el hecho de ser la institución de gobierno de la capital y
ciudad más importante del territorio de la Audiencia, sino en ser una
institución clave en el centro económico de la región. Durante largos
años, la corporación municipal controló capítulos tan importantes de la
política fiscal como los impuestos de alcabala y barlovento y el asien­
to de aguardiente. Por tener el privilegio de ser corregidores, sus alcal­
des ordinarios ejercían su labor jurisdiccional sobre el valle de Guate­
mala, el territorio más densamente poblado de toda la zona, engloban-

Ernesto Chinchilla Aguilar, El Ayuntamiento colonial de la ciudad de Guatemala,


Guatemala, Editorial Universitaria, 1961.
José F. de la Peña y María Teresa López Díaz, “Comercio y poder: los mercaderes y
el cabildo de Guatemala, 1592-1623”, Historia Mexicana, vol. 30, n” 4, abril-junio,
1981.
Stephen Webre, “The Social and Economic bases of Cabildo Membership in Seven-
teenth-Century Santiago de Guatemala,” Tesis doctoral, Tulane University, 1980. Este
trabajo permanece inédito pero el autor refleja sus conclusiones en una serie de artí­
culos: “El cabildo de Santiago de Guatemala en el siglo XVII” en Mesoamérica, 14,
1987, pp. 511-529; “Política y comercio en la Guatemala del siglo XVII” en Revista de
Historia, 15, 1987, pp.27-41; “Antecedentes económicos de los regidores de Santiago
de Guatemala, siglos XVI y XVII: Una élite colonial” en Webre (ed.) La sociedad colo­
nial en Guatemala: estudios regionales y locales, La Antigua Guatemala, CIRMA,
1989.

10
Introducción

do a un 12 % de la población total. Pero nuestro interés no se centra


solamente en la institución local. Para tener un conocimiento de la mis­
ma es preciso analizar su componente social, los antecedentes socioe­
conómicos de sus miembros. Ello constituye al mismo tiempo un cam­
po perfectamente delimitado para el estudio de la élite de Santiago.
Una de las dificultades que se encuentran al comenzar la realización de
un trabajo prosopográfico es definir perfectamente el objeto de estudio.
Si se decide investigar la “élite”, se necesita un criterio para decidir
quién pertenece a ese grupo y quién no. Los sucesivos trabajos sobre
élites coloniales en la América hispana han afinado considerablemente
la antigua definición de élite como “minoría que gobierna al resto” o
como “clase política” . John Kicza estableció unos criterios para saber
quién formaba parte de las “grandes familias” del México borbónico,
con la suficiente amplitud como para que, a nuestro juicio, puedan ser
aplicados a otras zonas: “Los criterios que separaban a las “grandes
familias’’ de los otros elementos de la clase alta de la ciudad de México
eran su incomparable riqueza, la diversidad de sus intereses en inver­
siones, el éxito de sus prácticas comerciales, los honores que habían
recibido, su habilidad para colocar a sus hijos en los grados más altos
de la administración civil o eclesiástica, sus estrechas alianzas con
otros importantes líderes políticos y eclesiásticos, sus alianzas matrimo­
niales y, como culminación de todos estos factores, su longevidad en la
cima de la jerarquía social” . Muchas de estas características podían
ser aplicadas a Santiago de Guatemala, aunque la magnitud de la rique­
za y el poder político alcanzado por esas “grandes familias” mexicanas
estuviera muy lejos del conseguido por la élite santiagueña. Creemos,
no obstante, que la pertenencia al cabildo de Santiago fue siempre un
elemento de distinción social reservado a los miembros más promi­
nentes de la ciudad. Al estudiar a los regidores no nos cabe duda de
que estamos analizando una importante porción de la élite de Guate­
mala, escasa en número pero altamente influyente en la vida política
de la región.

Tom Bottomore, Élites y sociedad, Madrid, Talasa, 1995.


John Kicza, Empresarios coloniales..., op. cit., p. 27.

11
José Manuel Santos Pérez

Para que el estudio prosopográfico tuviera una mayor profundi­


dad y operatividad decidimos centrar el estudio sobre las personas que
habían decidido en un momento u otro comprar una regiduría. En rea­
lidad, los regidores perpetuos eran quienes gobernaban la institución,
pues de ellos dependía la elección anual de alcaldes ordinarios y el
desembolso económico que efectuaban al comprar el cargo, significa­
ba que tenían un interés en participar en la corporación, un interés que
había que encontrar y delimitar.
La cronología 1700-1787 es tan discutible y arbitraria como cual­
quier otra. La delimitación del estudio entre esas dos fechas se debió a
que hemos tomado como punto de partida el punto en el que Stephen
Webre cerró su estudio sobre el cabildo de Santiago (hacia finales del
siglo XVII) . La fecha de 1787 coincide con la implantación de la refor­
ma de intendentes. No pretendemos establecer esa fecha como una
ruptura en la historia colonial de Centroamérica. Sin embargo, para
aprehender en su totalidad lo que esa reforma significó, es necesario
realizar previamente un estudio profundo del asunto, incluyendo una
prosopografía de los intendentes, dada la escasez de la historiografía
sobre el tema.
El periodo estudiado tiene también otra justificación: la mayor par­
te de los trabajos realizados sobre el siglo XVIII se habían centrado en
la segunda mitad del siglo, sobre todo en el periodo 1770-1821. Nues­
tro conocimiento de la otra mitad, y sobre todo de las primeras tres
décadas sigue siendo muy limitado. En las páginas siguientes intenta­
remos arrojar luz sobre este momento marginado de la producción his-
toriográfica.
A lo largo del estudio se tocan diversos aspectos del pasado de
Centroamérica. La historia política, el análisis regional, la venta de ofi­
cios, las redes familiares, la utilización de los cargos para el beneficio
personal, la demografía histórica... La propia característica del trabajo
nos imponía esta diversidad de enfoques, pero también se ha realiza­
do de esta forma porque creemos que los buenos trabajos históricos

Stephen Webre, “The Social and Economic bases of Cabildo Membership in Seven-
teenth-Century Santiago de Guatemala,” op. cit.

12
Introducción

son los que, de alguna manera, pueden plantear los problemas en un


contexto global, lejos de especializaciones extremas que hacen perder
la perspectiva. Aunque podamos perder el detalle sobre determinados
aspectos concretos, creemos que es necesaria una mayor labor de sín­
tesis entre los distintos elementos en la investigación histórica.
Nuestro interés se ha centrado en diversos aspectos de la reali­
dad económica y política colonial centroamericana. En primer lugar
la realización de una síntesis sobre la importancia del cabildo de San­
tiago de Guatemala en el territorio de la Audiencia, en el contexto de
la evolución económica y política de la región. En ese sentido, hemos
centrado una parte importante de la investigación en los conflictos de
autoridad que se produjeron durante este siglo, para, de esta manera,
conseguir una mayor delimitación de las parcelas de poder de cada
una de las instituciones involucradas. La otra parte del estudio se cen­
tró en el estudio de los más diversos aspectos del grupo de miembros
del cabildo. Se investigaron sus ocupaciones económicas, sus relacio­
nes familiares y su participación en la vida política, intentando encon­
trar en todo momento la relación existente entre los distintos aspec­
tos que conformaban la actividad colectiva e individual de estos per­
sonajes.
Para conseguir esos objetivos se ha utilizado una gran variedad de
fuentes. En el Archivo General de Indias han sido examinadas las series
correspondientes a la Audiencia de Guatemala de la sección Gobierno.
Otras secciones como Contaduría, Indiferente General o Escribanía de
Cámara han ofrecido datos interesantes. La serie de idas y venidas a
Honduras de la sección Contratación sirvió para profundizar aún más
en nuestro conocimiento de los comerciantes exportadores de Guate­
mala. Los documentos pertenecientes a la sección Audiencia de Guate­
mala son en su mayor parte correspondencia de oficiales reales. A tra­
vés de estas cartas tuvimos una primera aproximación a los problemas,
pero nos planteaban nuevos interrogantes sin resolver los anterior­
mente expuestos. Dentro de esta sección se encuentra también un buen
número de cartas enviadas por el propio cabildo de Santiago, que nos
sirvieron para establecer los asuntos prioritarios que se trataban en el
seno de la institución y para identificar a sus miembros. El trabajo reco-
pilatorio de Ortiz de la Tabla fue muy útil también en esos momentos

13
José Manuel Santos Pérez

iniciales de la investigación' . Con el examen de algunas cuentas de


alcabalas en Contaduría, relaciones de méritos en Indiferente General,
licencias de pasajeros en Contratación, y algunos pleitos en Escribanía
de Cámara, reunimos un material importante pero a todas luces insufi­
ciente. Si aspectos como estructura y funcionamiento del cabildo habían
quedado algo mejor delimitados, nos encontrábamos con importantes
carencias en el conocimiento de las actividades económicas de los miem­
bros del cabildo, sus conexiones familiares y su interés por participar en
la institución local. Incluso cuestiones como el conflicto sobre la juris­
dicción del Corregimiento del valle de Guatemala ofrecían demasiados
aspectos oscuros. Se hacía necesaria una visita al Archivo General de
Centroamérica, que atesora las fuentes más ricas para un estudio de tipo
prosopográfico: los protocolos notariales y las causas mortuorias. La
investigación allí se centró por lo tanto en estas secciones del depósito.
El límite temporal de nuestra estancia en Guatemala hacía que el análi­
sis de documentos fuese muy selectivo, teniendo en cuenta, además, la
dificultad para reproducir expedientes por otro método que no fuera el
manual, al no existir un departamento de reprografía dentro del archivo.
No obstante, no descuidamos el examen de las actas del cabildo, que
proporcionaron datos interesantes sobre la institución, si bien en menor
cuantía de lo esperado. Algunas referencias fragmentarias en la historio­
grafía nos llevaron hasta el Archivo Histórico Nacional de Madrid, don­
de se conservan varias residencias de alcaldes mayores y de presidentes
de la Audiencia de Guatemala. Éstas últimas fueron muy útiles para nues­
tro estudio. Pero lo más importante que se halló en este archivo, en rela­
ción con nuestro tema, fue el cuerpo documental más extenso y agru­
pado sobre el conflicto jurisdiccional en torno al Corregimiento del Valle
de Guatemala, que incluye censos de tributarios y un espectacular mapa
inédito hasta la fecha, que reproducimos al final del capítulo 5. El hallaz­
go de este repertorio documental constituyó una grata sorpresa pues
muy pocos historiadores centroamericanistas habían examinado estas
fuentes con anterioridad. La Biblioteca Nacional de Madrid también guar-

Javier Ortiz de la Tabla (ed.), Cartas de Cabildos hispanoamericanos. Audiencia de


Guatemala, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, 1984.

14
Introducción

da algunos documentos relacionados con Guatemala. En su sección de


manuscritos se pueden encontrar datos interesantes sobre temas diversos
como los terremotos de 1717 y 1773 o un importante expediente sobre
el oficio de correo mayor de la ciudad en el siglo XVIII. En cuanto a las
fuentes manuscritas nos han sido de gran utilidad las obras clásicas de
Fuentes y Guzmán, Cortés y Larraz y el presbítero Domingo Juarros, que
siguen siendo inagotables filones para el historiador de Centroamérica .
El presente trabajo se divide en 5 capítulos. El capítulo 1 contextuali-
za a la Audiencia de Guatemala dentro del imperio colonial hispano y a la
ciudad de Santiago dentro del territorio centroamericano. La última parte
de este capítulo es nuestro primer acercamiento a la institución de gobier­
no municipal, con un recuento esquemático de su estructura y funciones.
El capítulo 2 narra el proceso de entrada de nuevos regidores per­
petuos en el cabildo de Santiago a lo largo del siglo XVIII y trata de
encontrar las razones para que se produjera la crónica escasez de
miembros que afectó a la corporación durante todo el siglo.
En el capítulo 3 se hace una reconstrucción de la red familiar que
englobaba a la mayor parte de los capitulares, al tiempo que se anali­
zan las estrategias matrimoniales y de transmisión de bienes.
En el capítulo 4 se analiza la vertiente económica del grupo de
regidores estudiados. A través de los protocolos notariales se ha inten­
tado reconstruir aquí la base económica de los miembros de la corpo­
ración local, intentando al mismo tiempo trazar la evolución de la élite
económica de Guatemala durante el periodo colonial.
Finalmente, el capítulo 5 rastrea la posición que ocupó el cabildo
en la estructura administrativa del imperio hispano y los conflictos de
poder con otras instituciones que este hecho generó. Trataremos de
encontrar los elementos que subyacen detrás de estos conflictos, que
muestran una gran complejidad.

Carmelo Sáenz de Santa María (ed.), Obras históricas de Don Francisco Antonio de Fuen­
tes y Guzmán, Madrid, Ediciones Atlas, Biblioteca de Autores Españoles, 1969-72; Pedro
de Cortés y Larraz, Descripción geográfico-moral de la diócesis de Goathemala, Guatema­
la, Sociedad de Geografía e Historia, Biblioteca “Goathemala”, vol. 20, 1958; Domingo
Juarros, Compendio de la historia del Reino de Guatemala, (Chiapas, Guatemala, San Sal­
vador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica), 1500-1800, Guatemala, Ed. Piedra Santa, 1981.

15
CAPITULO I

La Audiencia de Guatemala y
la ciudad de Santiago
en el siglo XVIII
T ja ciudad de Santiago de Guatemala se fundó en uno de los luga­
res más poblados del territorio centroamericano, donde el clima era tem­
plado y los recursos naturales abundaban. A lo largo del periodo colo­
nial la capital y su terreno circundante se convirtieron en el centro polí­
tico y económico de la entidad territorial conocida como Audiencia de
Guatemala. La región mantuvo una posición secundaria dentro del siste­
ma colonial hispano, ensombrecida por la importancia de la vecina Nue­
va España y sus grandes reservas de metales preciosos. A pesar de ello,
los recursos humanos y naturales eran abundantes y propiciaron un alto
dinamismo económico tanto en el sector externo como en el interno.
Al igual que en otras zonas de América, los primeros compases de
la conquista en el istmo centroamericano tuvieron al saqueo como la
principal fuente de ingresos para las huestes castellanas, que buscaban
repetir el éxito de Cortés en Tenochtitlan. Pero pronto tuvieron que ren­
dirse a la evidencia. La escasez de metales preciosos y la poca cuantía
de los botines decepcionó de tal manera a Pedro de Alvarado que pla­
neó un viaje a las Islas Molucas, lugar en el que pensaba encontrar su
“El Dorado” particular, empresa que no pudo llevar a cabo pues la
muerte le sorprendió pocos meses antes de su proyectada partida . La
riqueza de Centroamérica era la población indígena. De una manera u
otra, durante la época colonial, la actividad económica de la región gira­
ba en torno a las etnias de tronco maya o náhuatl que habitaban las tie­
rras altas del Occidente de Guatemala y las zonas costeras del Pacífico.

Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, Obras Históricas de Don Francisco Antonio


de Fuentes y Guzmán, Edición de Carmelo Sáenz de Santamaría, Madrid, Biblioteca
de Autores Españoles, 1969, libro primero, p. 133.

19
José Manuel Santos Pérez

Los indios fueron utilizados como esclavos hasta que la resistencia bio­
lógica y las Leyes Nuevas pusieron un fin obligado a esta práctica. Cuan­
do el cacao vino a sustituir a la compra y venta de seres humanos como
principal actividad económica, buena parte de los indígenas de Soco­
nusco fueron obligados a trabajar por encomenderos como Vázquez
Coronado en las plantaciones de cacao, haciendo de este cultivo un
lucrativo negocio. Cuando el cultivo y comercio de añil se convirtió en
la más importante actividad económica del Reino, buena parte de la
mano de obra utilizada fue indígena, aunque la legislación real prohibía
una y otra vez el trabajo de los indios en los obrajes, lugares particular­
mente insalubres. La contribución de la población autóctona en la cons­
trucción de Santiago de Guatemala fue determinante, y no puede enten­
derse el tráfico de mercancías en el interior del Reino sin un seguimiento
del fenómeno del repartimiento, donde estaban involucradas de forma
compulsiva las comunidades indígenas’.

A) La Audiencia de Guatemala en el contexto del sistema colonial


hispano y la economía-mundo.

El Reino de Guatemala tuvo constantes dificultades para su integra­


ción en el mercado internacional. Orientado al Pacífico, pero forzado a
mantener sus principales vínculos económicos con el Atlántico, el istmo
centroamericano pasó la mayor parte del periodo colonial marginado de
los principales flujos comerciales entre Europa y América. Esta posición
secundaria, motivada por la poca entidad de sus yacimientos mineros, no
evitó que en algunos momentos, sobre todo en la segunda mitad del
XVIII, uno de sus productos -el añil- se convirtiera en una de las mer­
cancías más atractivas en el comercio atlántico. Aunque el sector agrícola
y el comercial eran los más importantes, la minería tuvo cierta trascen­
dencia dentro de la economía regional. Se encontró oro en algunos luga-

Severo Martínez Peláez, La Patria del Criollo. Ensayo de Interpretación de la realidad


colonial guatemalteca. México, Ediciones en Marcha, 1994 (13a edición), pp. 78-79.

20
La Audiencia de Guatemala y la ciudad de Santiago en el siglo XVIII.

res de lo que hoy es la república de Honduras, pero la mina más rica, el


Corpus, se agotó en el siglo XVII. Existían otras minas de oro en la zona
como Yuscarán, Choluteca y Jorge de Olancho, pero en ninguna el metal
era de alta calidad. Cuando la explotación aurífera se abandonó, la aten­
ción se centró en las minas de plata. Después de los primeros descubri­
mientos cerca de Comayagua en 1539, aparecieron nuevas vetas en la
jurisdicción de Tegucigalpa, concretamente en Guazucarán en 1569 y en
Santa Lucía en 1578. En el siglo XVII ya se extraían minerales en San Juan,
San Salvador y San Antonio Yeguare, también en Tegucigalpa. A finales
del XVII se explotaron otros depósitos situados en Choluteca, sobre todo
en El Corpus y San Martín. En el siglo XVIII se produjeron dos importan­
tes descubrimientos, uno en Opoteca, cerca de Comayagua en 1725 y el
otro en San José de Yuscarán en 1744. Calcular la producción es una
tarea difícil pues buena parte escapaba al control oficial. Linda Newson
nos da cifras de 8.000 marcos al año a finales de 1720. Esta cantidad se
incrementó a 24.000 marcos entre 1730 y 1748 para disminuir después a
una media de 15.000 y entre 1758 y 1774 a unos 4.433 marcos año.
Las minas de Tegucigalpa abastecían a la casa de la moneda que
se creó en Santiago de Guatemala en 1731. En ella se acuñaban las
monedas de cordoncillo, muy usadas en los intercambios comerciales.
Pero la producción minera no se limitó a los metales preciosos. En
algunas zonas de San Salvador se explotaron yacimientos de hierro
cuya producción abastecía de lo necesario para la población en los
momentos en que apenas llegaba hierro desde España'. El subsuelo de
la región albergaba también sal, zinc, cobre y plomo. Los mayores

Linda A. Newson, “La minería de la plata en la Honduras colonial”, en Luis René Cáce-
res (ed.), Lecturas de Historia de Centroamérica, San José, BCIE- EDUCA, 1989, pp. 115-
140. La minería sigue siendo una de las lagunas de la historiografía sobre Centroaméri­
ca colonial. Otras obras importantes son: R.C. West, “The Mining Economy of Hondu­
ras during the colonial period”, Actas del XXXIII Congreso Internacional de America­
nistas, 2, pp. TGl-Tn, , Troy S. Floyd, “Bourbon Palliatives and the Central American
Mining Industry, 1765-1800”, The Americas, vol. 38, n° 2, octubre, 1961, pp. 103-126.
1 José Antonio Fernández Molina, “Al estilo de Vizcaya...” La producción de hierro en
el Reino de Guatemala ”, Guatemala, Instituto de Investigaciones Históricas, Antropo­
lógicas y Arqueológicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala, 1989.

21
José Manuel Santos Pérez

depósitos de este metal se encontraban en torno a Huehuetenango, y


su producción no sólo abastecía al Reino de Guatemala sino que pro­
porcionaba pequeños excedentes para la exportación. En la misma
región se extraía sal por un valor de 10.000 pesos al año, lo que junto
con las salinas del Golfo de Fonseca conformaba la práctica totalidad
de la producción de sal en la zona .
La gran irregularidad topográfica de la región centroamericana
hizo posible la existencia de una gran variedad de cultivos. A los típi­
camente americanos (frijol, maíz) se unieron los introducidos por los
europeos, sobre todo el trigo. Las zonas del altiplano guatemalteco
siguieron estando dedicadas al cultivo de plantas de subsistencia, sobre
todo maíz, aunque la región en torno a Quezaltenango se convirtió en
la gran abastecedora de trigo de los grandes núcleos urbanos occiden­
tales. En las zonas de mayor concentración de población indígena
como Chiapas, el Occidente, o las Verapaces, los campesinos cultiva­
ban productos alimenticios en sus pequeñas milpas. Las abundantes
lluvias y el suelo volcánico hacían relativamente fácil la producción de
maíz y patatas, aunque no todas las regiones tenían condiciones tan
favorables. Las cosechas anuales de maíz, trigo y patatas protegían estas
regiones de las hambrunas pero no de la escasez de alimentos .
En la zona circundante a Quezaltenango también existían grandes
rebaños de ovejas, pero las regiones auténticamente ganaderas eran Cos­
ta Rica, Nicaragua y Honduras. Aquí se concentraba la mayor parte del
ganado bovino. Se calcula que Costa Rica tenía entre 20 y 30.000 cabe­
zas de ganado hacia el último cuarto del siglo XVIII, mientras que Hon­
duras tenía una nada despreciable cifra de 500.000 cabezas hacia 1800.
La llanura alrededor de Nicoya estaba dedicada casi exclusivamente a la
crianza de vacuno, caballos y muías . El algodón constituía un importan­
te rubro en la producción agrícola, como materia prima de la importan-

Wilbur E. Meneray, “The Kingdom of Guatemala during the Reign of Charles III, 1759-
1788” Tesis doctoral inédita, Universidad de North Carolina at Chapel Hill, 1975, p.
210.
Ibídem, p. 100.
Ibíd., p. 108.

22
La Audiencia de Guatemala y la ciudad de Santiago en el siglo XVIII.

te manufactura textil existente sobre todo en las comunidades indígenas.


Se cultivaba principalmente en San Salvador, Guatemala y Chiapas y se
transportaba a las zonas en las que se hilaba y tejía. La caña de azúcar
crecía principalmente en las tierras bajas de Honduras, Costa Rica y el
Salvador así como en la zona cercana a Escuintla, la franja del Pacífico y
en los valles que circundaban a Santiago de Guatemala. La producción
era suficiente para abastecer las necesidades de la región y sólo en con­
tadas ocasiones debía importarse desde Cuba. Pequeños trapiches don­
de se transformaba la materia prima se encontraban por todas partes y
se combinaban con los denominados “ingenios” donde se utilizaban
decenas de esclavos como mano de obra, pertenecientes en su mayoría
a las grandes órdenes religiosas como los jesuítas y los dominicos.
Durante todo el periodo colonial hubo distintas plantas comer­
ciales que se utilizaron para la exportación bien a Castilla o a otras
zonas del continente americano. El primer cultivo de exportación
importante fue el cacao, que empezó a explotarse en la región de
Soconusco. Durante el siglo XVIII la producción estaba en claro decli­
ve y Soconusco sólo tenía unos cuantos árboles salvajes. La produc­
ción para el mercado se concentraba en Costa Rica, Nicaragua y el área
cercana a San Antonio Suchitepéquez. A pesar del declive de la pro­
ducción, durante todo el periodo colonial se exportaron cantidades
importantes hacia Nueva España. De todos es sabida la gran impor­
tancia que tuvo el cacao en Mesoamérica, donde llegó a utilizarse
como moneda de cambio, una práctica aún en uso en el siglo que nos
ocupa. Productos como bálsamo, achiote y vainilla también subsistie­
ron durante toda la colonia y en el siglo XVIII vieron incrementada su
producción arrastrados por el mayor tonelaje disponible en los regis­
tros que iban a Cádiz. A pesar de ello, su presencia en las exportacio­
nes fue siempre muy escasa. Su porcentaje para el periodo 1770-1779
varía entre el 2 y el 6 por ciento del total de las partidas consignadas .

Gustavo Palma, “Agriculture, Commerce et Société au Royaume du Guatemala, 1770-


1821”, Tesis Doctoral inédita, École des Hautes Études en Sciences Sociales, 1985. Para
este trabajo estamos utilizando una versión traducida en soporte magnético, que el pro­
pio doctor Palma nos cedió gentilmente en Guatemala. Al no tener numeración en las
páginas, citaremos el capítulo en que se encuentra el párrafo citado, en este caso el IV.

23
José Manuel Santos Pérez

Pero sin duda la región encontró en el comercio del añil su gran


oportunidad para integrarse de una manera más intensa en las rutas
comerciales del Atlántico y en el mercado mundial. Recientemente,
el historiador José Antonio Fernández Molina ha realizado un
espléndido trabajo sobre el cultivo, transporte y comercio de la plan­
ta tintórea, que aclara muchos aspectos de su producción y comer­
cio . En la línea de lo expuesto por Wortman en trabajos anteriores,
Fernández Molina sitúa al añil guatemalteco en el contexto de la pro­
ducción mundial de plantas tintóreas a lo largo de los siglos XVI,
XVII y XVIII y relaciona los cambios producidos en Guatemala con
las corrientes comerciales internacionales y las necesidades del mer­
cado inglés . En el siglo XVI el añil que se consumía en Europa
venía principalmente de Asia, hasta que pudo ser reemplazado por
el producido en las islas francesas del Caribe. Cuando se extendie­
ron los cultivos típicamente tropicales como caña de azúcar, café y
algodón, dejó de ser rentable. Inglaterra trató de animar a los plan­
tadores de Norteamérica por medio de una subvención a producir el
añil, pero esta subvención se convirtió en un fin en si misma y la
medida fracasó. Así a mediados del XVIII, la escasa competencia de
otras regiones, y, sobre todo, la alta calidad del añil centroamerica­
no, lo colocó como una mercancía estratégica en el comercio mun­
dial .
Los mayas ya conocían las propiedades del “xiquilite”, denomi­
nación que se daba a la planta del añil en Mesoamérica. En 1558 la
corte de Madrid pidió muestras de la planta a la Audiencia de Gua-

9
José Antonio Fernández Molina, “Colouring the World in Blue. The Indigo Boom and
The Central American Market, 1750-1810”, Tesis Doctoral inédita, Universidad de
Austin, 1992. Otros trabajos importantes sobre la producción y comercio de añil en
Guatemala son: Manuel Rubio Sánchez, Historia del añil o xiquilite en Centro Amé­
rica. 2 vols. San Salvador, Dirección de Publicaciones del Ministerio de Educación,
1976; Robert S. Smith, “Indigo Production and Trade in Colonial Guatemala” en His-
panic American Historical Review, vol. 39, n° 2, mayo, 1959, pp. 182-211.
Sobre todo en el primer capítulo, “The Export Commodity. The World Market and
the Central American Indigo Boom”, pp. 13 a 69.
Fernández Molina, op. cit. pp. 67-68.

24
La Audiencia de Guatemala y la ciudad de Santiago en el siglo XVIII.

témala junto con un informe sobre los procedimientos que utilizaban


los mayas para extraer el tinte. Parece que el primer añil americano
llegó a Europa desde Guatemala. La planta necesitaba pocos cuida­
dos para su cultivo. Se plantaba en las zonas costeras del Pacífico,
desde Guatemala hasta las orillas del lago Nicaragua, pero la mayor
producción se concentraba en la provincia de San Salvador . El añil
producido tenía diferentes calidades denominadas corte, sobresalien­
te y flor. Ésta última, la mejor de todas, tenía la reputación de ser el
tinte de mayor calidad de todos los fabricados en el mundo en esa
época.
Toda esta vasta producción daba lugar a intensos intercambios
comerciales tanto en el interior del Reino de Guatemala como con
las regiones fronterizas. En las obras más conocidas sobre el comer­
cio en Centroamérica se ha hecho demasiado hincapié en el sector
externo, lo que ha dejado al comercio interno en la sombra. Cree­
mos que los enfoques que siguen el modelo “dendrítico”, es decir,
de orientación externa de la economía, han primado en los autores
que se han acercado al estudio de este sector de la economía en
Centroamérica. Ello ha hecho que se diera una visión de “fracaso”
de la economía regional, al verse frustradas una y otra vez las tenta­
tivas de inserción plena, con productos de exportación, en los cir­
cuitos comerciales internacionales . Pero para los fines de nuestra
investigación, es fundamental comprender y analizar los mecanismos

Robert Smith, “Indigo Production and Trade in Colonial Guatemala” Hispanic Ame­
rican Historical Review, vol. 39, mayo, 1959, p. 182.
Pedro Pérez Herrero, Comercio y mercados en América Latina colonial, Madrid, Map­
ire, 1992. La única monografía sobre comercio externo sigue sin ser publicada: Víc­
tor Hugo Acuña Ortega, “Le commerce extérieur au Royaume du Guatemala au
XVIIIéme siécle, 1700-1821: Une étude structurelle”, París, École des Hautes Études en
Sciences Sociales, 1978. También Murdo Macleod en su clásico estudio se centra sobre
todo en el comercio externo, Spanish Central America. A Socioeconomic History, Ber-
keley, University of California Press, 1973. Gustavo Palma, en su tesis doctoral, da más
importancia al comercio interno, “Agriculture, Commerce et Societé...” op. cit. cap. IV.
El mismo autor habla a favor de un enfoque más centrado en los intercambios inter­
nos en el capítulo IV de la Historia General de Centroamérica. Vol. II. El régimen colo­
nial, editado por Julio César Pinto Soria. Madrid, Flacso, 1993, pp- 219 y ss.

25
José Manuel Santos Pérez

internos de distribución de mercancías. No sólo porque muchos de


los protagonistas de nuestro estudio participaron en ellos sino por­
que este comercio interno tuvo un papel de primera magnitud en la
evolución de la economía centroamericana. Gustavo Palma ya se ha
mostrado crítico con la interpretación que vincula de manera exage­
rada la historia del istmo al comercio externo, y cree que necesita­
mos un nuevo planteamiento del tema. Según el autor guatemalteco,
la revisión que se ha hecho de la crisis del XVII en otras regiones,
según la cual lo que habría ocurrido en realidad es una transforma­
ción de la actividad económica, más volcada hacia dentro, que una
decadencia de la misma, puede ser aplicada al área centroamerica­
na .
La idea de la depresión económica en el siglo XVII centroameri­
cano fue expuesta con fuerza por Murdo Macleod a principios de los
años 70. Según su interpretación, la economía centroamericana estu­
vo permanentemente condicionada por la existencia o la ausencia de
un producto de exportación. Los periodos de boom económico y pro­
funda depresión se sucederían constantemente a lo largo de la histo­
ria, arrastrados por el comportamiento del sector externo. El siglo
XVII comenzó de manera esperanzadora, pues tras el fracaso de la
industria del cacao se había encontrado un nuevo producto, el añil,
que dibujaba un futuro prometedor para la región. En las zonas de
producción, sobre todo la región salvadoreña, los obrajes de produc­
ción del tinte se multiplicaron y el número de barcos que recalaron
en las costas de Honduras aumentó de manera espectacular (ver grá­
ficos 1-3 y 1-4). Pero a partir de 1635, la depresión económica empe­
zó a manifestarse y las expectativas creadas se truncaron. Durante el
resto del siglo XVII la sociedad centroamericana tendría que adaptar­
se a la situación de crisis, produciéndose un abandono de las ciuda­
des, y como consecuencia de ello, un fuerte proceso de ruralización.

Cf. el excelente análisis de Jorge Daniel Gelman sobre el debate historiográfico en


torno a esta cuestión: “En torno a la Teoría de la Dependencia, los polos de creci­
miento y la crisis del siglo XVII. Algunos debates sobre la Historia Colonial Ameri­
cana” en Massimo Montanari et alii, Problemas actuales de la historia, Salamanca,
Ediciones Universidad de Salamanca, 1993.

26
La Audiencia de Guatemala y la ciudad de Santiago en el siglo XVIII.

Sólo en los primeros años del siglo XVIII empezaría a advertirse una
cierta recuperación. En realidad, su argumento gira en torno a la
menor cantidad de barcos de registro llegada a los puertos de Hon­
duras a partir de los años 30. Hasta este momento el sistema de flo­
tas había funcionado con relativa eficacia y ello propició que nume­
rosos navios llegaran a las costas de Centroamérica, permitiendo que
las exportaciones salieran con regularidad. Pero a partir de los años
30 el imperio hispano se vio incapaz de mantener abiertas sus rutas
de navegación a causa de la guerra y los piratas. La fortaleza de la
industria añilera todavía permitió que el número de barcos llegados a
Honduras fuera importante hasta 1640, pero después de esta fecha se
dio prioridad a los puertos donde se embarcaba la plata, con lo que
las llegadas de barcos a Honduras se hicieron menos frecuentes. Al
haberse cortado el transporte directo con la península desde Hondu­
ras, los comerciantes exportadores tuvieron que buscar rutas alterna­
tivas y las encontraron en el transporte terrestre hacia Veracruz. Esta
ruta, larga y peligrosa, entrañaba muchas más dificultades y un costo
superior a la ruta que comunicaba las zonas productoras con los puer­
tos del Golfo Dulce. Ello, unido a la escasez de mano de obra, las
catástrofes naturales y la dificultad para encontrar nuevos mercados,
determinaría el colapso de la industria del añil.
Sin embargo, la base empírica en la que se basa Macleod es muy
débil. Aunque él apoya su argumentación en torno a la industria del
añil, no da ninguna cifra de producción, por lo que no tenemos nin­
guna evidencia de que en efecto ésta cayera. La información sobre
producción de añil en los primeros años del siglo XVIII es muy esca­
sa. Casi todas las monografías dedicadas al cultivo y comercialización
de la planta tintórea dan cifras de producción y exportación a partir
de los años 60 o 70 del siglo XVIII . Gustavo Palma, en una publi-

Robert S. Smith, “La producción y el comercio del añil en el reino de Guatemala”,


traducido en Jorge Luján Muñoz (ed.), Economía de Guatemala, 1750-1940, Antolo­
gía de lecturas y materiales, op.cit., Rubio Sánchez, “El añil o xiquilite”, Anales de la
Sociedad de Geografía e Historia, vol. 26, septiembre-diciembre, 1952. Acuña Ortega
da unas cifras de 435.962 libras exportadas en 1716 y 344.111 en 1744, “Le commer-
ce extérieur du Royaume du Guatemala...” op. cit., Apéndice II.

27
José Manuel Santos Pérez

cación reciente, habla de una cifra de 450.000 libras exportadas en la


década 1710-1719 • Si bien esos son años de continuos desastres
naturales, con epidemias, plagas de langosta y el fuerte terremoto de
1717, la cifra nos parece demasiado escasa, a no ser que se refiera a
cada año y no a la década en conjunto . En un informe del presi­
dente de la audiencia de Guatemala, Pedro de Ribera, del año 1734,
aparecen cifras de producción en torno a las 500.000 libras anuales.
El capitán general informaba de la existencia de “305 haciendas, con
643 obrages, para los quales se nezessitan nueve mil y dos opera­
rios...” En cuanto a la producción: resultó que aunque por abun­
dar el añil como genero de cosecha en unos años mas que en otros no
se puede regular a punto fixo la cantidad que cada año se beneficia
no obstante prorrateándose los años buenos y malos se cogerán un
año con otro veinte mil arrovas que hacen quinientas mil libras, cuio
monto al precio que esta reculado de quatro reales libra es el de
ducientosy cinquenta mil...” . Estas cifras, aunque pueden ser exa­
geradas, contrastan fuertemente con las que Víctor H. Acuña nos
ofrece en su estudio sobre el comercio externo centroamericano, que
provienen de las cantidades transportadas desde los puertos de Hon­
duras hacia Cádiz (ver tabla 1-1). Aunque moderemos las cantidades
apuntadas por el capitán general, no cabe duda de que una buena

Gustavo Palma, “Economía y sociedad en Centroamérica”, en Julio Pinto Soria (ed.),


El régimen colonial. Tomo II de la Historia General de Centroamérica, Madrid, Flac-
so, 1993, p. 258.
Wortman hace un recuento de los desastres de los primeros 30 años del siglo XVIII:
“(...) una epidemia general de 1703 a 1715 que mató a “muchos de los naturales”;
langostas en 1706 y hambruna adicional; viruela en 1708-09, (...) Luego, en 1717, un
gran terremoto sacudió Centroamérica... Durante los siguientes veinte años, las inva­
siones de langostas (en 1723-24, 1732), la viruela (en 1725 y 1733), el sarampión (en
1728) y la sequía (en 1734, 1736 y 1739) azotaron a toda Centroamérica...”, Wortman,
Gobierno y sociedad en Centroamérica, 1680-1840, San José, BCIE, EDUCA, 1991,
p. 115.
AGI, Guatemala, 241, “Expediente en el que se toma la resolución de levantar la
prohibición de la lavor de la tinta añil en aquellas provincias”.

28
La Audiencia de Guatemala y la ciudad de Santiago en el siglo XVIII.

parte de la producción de añil no se canalizaba a través de la ruta


“clásica” (puertos de Honduras-Cádiz) sino que era transportada por
tierra a Veracruz o a los mercados mexicanos, se intercambiaba a tra­
vés del contrabando o estaba destinada al comercio con Perú. El mis­
mo Murdo J. Macleod muestra un testimonio del año 1700 en el que
se afirmaba que entre 600.000 y 1.000.000 de libras de añil salían por
Veracruz en ese momento. Para Macleod esto sería una prueba de
que la crisis se estaba remontando, pero lo que esas cifras demues­
tran es la enorme capacidad que tenía la ruta terrestre mexicana para
la salida de los productos de exportación del Reino de Guatemala.
Sin duda, una parte del añil que salía por esta ruta se consumía en la
industria textil mexicana, debido a la alta calidad del producto gua­
temalteco.
En último extremo, si, a pesar de las dudas que esto plantea se
hubiera producido una depresión en el comercio externo, ¿significó
esto que todos los demás sectores entraran en crisis? En otras pala­
bras ¿era la industria del añil el motor de arrastre de toda la econo­
mía centroamericana en el siglo XVII? ¿Dependió el mercado interno
del funcionamiento del externo? Sin duda el sector exportador tuvo
su importancia, pero había otros condicionantes que podían incidir
en la economía regional. El más importante era el demográfico. Los
datos de que disponemos no son muy abundantes. Todo indica que
el efecto de la conquista sobre la población indígena fue brutal. La
recuperación fue muy diferente según las zonas y en regiones como
Chiapas no hubo un incremento demográfico hasta finales del siglo
XVIII. Sin embargo, en el Occidente de lo que es hoy la República
de Guatemala, donde se concentraba la mayor parte de la población
antes y después de la conquista, se aprecia que el siglo XVII es un
19
periodo de clara recuperación . Otros sectores de población, como
los mestizos y los blancos crecieron también durante este siglo. Otro

W. George Lovell y Christopher Lutz, Demography and Empire: a Guide to the Popu-
lation History of Spanisb Central America, 1500-1821, Boulder, Westview Press,
1995, p. 7. '

29
José Manuel Santos Pérez

de los aspectos de la crisis expuestos por Macleod, el del abandono


de las ciudades y la ruralización tampoco se corresponde con los
datos de que disponemos. Según todos los testimonios Santiago de
Guatemala vivió uno de sus periodos de apogeo durante la parte
central del siglo XVII. Se efectuaron numerosas construcciones, entre
ellas la catedral, cuya culminación hubiera sido muy difícil en un
periodo de profunda depresión económica. Los datos de población
indican que la ciudad pasó de 17.500 habitantes en 1650-59 a 26.750
en 1680-89 \
Sabemos que hubo un importante intercambio de mercancías
entre las diferentes zonas del reino de Guatemala durante todo el
periodo colonial. Las comunidades indígenas intervenían de una for­
ma intensa en estos intercambios, aunque a veces la relación comer­
cial tenía carácter compulsivo. Recientemente se ha puesto de mani­
fiesto la importancia de los magistrados provinciales, durante los
siglos XVII y XVIII, en la incorporación de la población indígena a
estas redes comerciales. Las distintas y variadas regiones del Reino
de Guatemala cultivaban los productos de subsistencia básicos y se
especializaban en la producción de otros, los más idóneos para su
medio físico, que intercambiaba con regiones adyacentes, y a veces,
con zonas muy distantes. De manera similar a lo descrito por Brian
Hamnett para Oaxaca, el alcalde mayor, necesitado de crédito para
pagar los cuantiosos gastos del comienzo de su labor de gobierno,
establecía una “compañía” con un comerciante de la capital. Éste se
encargaba de pagar el tributo en las Cajas Reales en los tercios de
Navidad y San Juan, que luego recibía en especie del alcalde mayor
o corregidor. A su vez el magistrado se comprometía a vender los

Christopher Lutz, Historia Sociodemográfica de Santiago de Guatemala, 1541-1773,


Antigua Guatemala, CIRMA, 1982, pág. 11. Estos son datos correspondientes a la ciu­
dad sin los 4 poblados indígenas de las afueras. Contando estas comunidades la
población pasó de 33.400 habitantes en la década de los 50 a 38.900 en los 80, para
estancarse después de forma prolongada, cf., Christopher Lutz, Santiago de Guate­
mala 1541-1773, City, Caste and the Colonial Experience, Norman, University of
Oklahoma Press, 1994, p. 110.

30
La Audiencia de Guatemala y la ciudad de Santiago en el siglo XVIII.

productos que le suministraba el comerciante, y a distribuir los cré­


ditos y las materias primas (como hilo o algodón) que los indígenas
debían transformar. A través de este sistema de repartimiento los
indígenas se involucraron en una red comercial que llegaba a los últi­
mos confines del istmo, a Nueva España o incluso a Cádiz. Algunos
autores han interpretado que había una íntima conexión entre las
regiones productoras de añil y el volumen y la intensidad del repar­
timiento, pues los indígenas producían parte de los insumos de la
industria añilera. Las zonas afectadas por el repartimiento de los
alcaldes mayores serían así backward linkages de las otras regiones,
21
directamente ligadas con el mercado mundial'. En parte esta inter­
pretación es correcta, pero no tiene en cuenta que otra gran canti­
dad de los productos que los alcaldes mayores obtenían iban dirigi­
dos a zonas urbanas o a otras regiones no ligadas con el comercio
de exportación. Discutiremos con más detalle esta cuestión del repar­
timiento en el capítulo 4. Baste señalar aquí que no todo el fenóme­
no del repartimiento estaba ligado al mercado externo, sino que tam­
bién contribuía a la formación de un importante intercambio interno
de mercancías, que tenía un papel de primera magnitud en la eco­
nomía centroamericana.
La circulación comercial dentro del Reino no se limitaba a este
tipo de intercambio con las poblaciones indígenas. Las zonas produc­
toras de ganado, Nicaragua, Honduras y Costa Rica, enviaban sus reses
a la feria anual de Cerro Redondo a unos 100 kilómetros al sureste de
Santiago donde se concentraban los compradores y los vendedores.
En ellas los comerciantes de la capital, que compraban entre el 50 y
el 60 % por ciento del ganado, controlaban la feria y por lo tanto los
precios. La mayor parte de este ganado se conducía a la ciudad de
Santiago que junto con su valle circundante constituía un auténtico
núcleo económico que atraía productos agrícolas, materiales de

Robert W. Patch, “Imperial Politics and Local Economy in Colonial Central America,
1670-1770”, Past and Present, vol. 143, mayo, 1994; Brian Hamnett, Politics and Tra-
de in Southern México, Cambridge, Cambridge University Press, 1971.

31
José Manuel Santos Pérez

construcción y productos manufacturados desde los rincones mas


distantes del reino .
El asunto de la crisis fue abordado de forma diferente por Miles
Wortman en su monografía sobre Centroamérica en el periodo 1680-
1840. Según este autor, el periodo de depresión se situaría entre 1680
y 1740, causado por catástrofes naturales como invasiones de langosta,
epidemias o temblores de tierra y por el colapso del sistema político de
los Habsburgo. La solución a la crisis llegaría cuando a partir de 1730
las reformas borbónicas permitieron una mayor liberalización del
1 • 1 1 23 T
comercio y un mejor aprovechamiento de los recursos . Lo interesante
de la interpretación de Wortman es que presenta este periodo de crisis
como el producto de fenómenos políticos y catástrofes naturales y des­
ligado de la llegada de barcos a los puertos de Honduras. No obstan­
te, se muestra demasiado optimista sobre el impacto que las reformas
borbónicas tuvieron en el Reino de Guatemala, como veremos más
adelante.
En definitiva, nos parece que necesitamos más y mejores evi­
dencias empíricas para trazar los ciclos económicos en la época colo­
nial centroamericana. No podemos ligar el desarrollo económico
interno a la relación que existía con la península ibérica puesto que
las mercancías de exportación que producía Centroamérica eran con­
sumidas también en otros mercados como México y Perú. Los desa­
rrollos económicos internos, por otra parte, mantuvieron un grado de
autonomía importante respecto del sector externo, sobre todo en lo
que se refiere al abastecimiento de los núcleos urbanos. Más adelan-

E1 mercado interno tuvo una importancia fundamental, pero nos parece excesiva la
interpretación de van Oss, para quien los núcleos urbanos del Reino de Guatemala
eran auténticas “ciudades autárticas”, Adriaan van Oss, “Central America’s Autarkic
Colonial Cities (1600-1800)” en Ross, Robert y Telkamp, Gerard J., (eds.), Colonial
Cities. Essays on Urbanism in a Colonial Context, Leiden, Martinus Nijhoff, 1985.
Miles Wortman, Gobierno y Sociedad en Centroamérica. 1680-1840, San José, BCIE,
1991, pp. 113-135. También se ha utilizado la versión original inglesa, por lo que
serán citadas ambas, Government and Society in Central America, 1680-1840, Nueva
York, Columbia University Press, 1982.

32
La Audiencia de Guatemala y la ciudad de Santiago en el siglo XVIII.

te comprobaremos cómo algunos de los regidores de Santiago de


Guatemala que desarrollaron sus negocios en las primeras décadas
del siglo XVIII pudieron acumular grandes fortunas a pesar de las
dificultades que en esos momentos tenía el tráfico directo con la
península. Nuestro intento de relativizar la importancia del mercado
externo no significa reducir la trascendencia de lo que ocurrió a par­
tir de los años 50 del siglo XVIII. El aumento de la demanda de añil
fue tan espectacular que afectó considerablemente a la vida centroa­
mericana y, por supuesto, mejoró de forma significativa las expecta­
tivas de la clase comerciante. Quizá la brillantez de este periodo haya
oscurecido los otros de tal forma que han dado la impresión de ser
tiempos de profunda decadencia, cuando ésta, en realidad, no fue tan
24
grave .
Veamos esquemáticamente como funcionaba la producción y dis­
tribución de mercancías de exportación en el siglo XVIII. La mayor
parte de la producción de añil se canalizaba a través de la feria de
Apastepeque, que se celebraba durante la festividad de todos los San­
tos. En ella tenía lugar el establecimiento oficial del precio del añil. A
través de un complejo sistema de créditos sobre créditos los comer­
ciantes exportadores de la ciudad de Santiago financiaban la-produc­
ción del tinte. Su posición de fuerza se basaba sobre todo en el cuasi
monopolio que detentaban sobre la importación de “géneros de Cas­
tilla”, los productos que provenían de la península ibérica, junto con
el control de los “géneros de la tierra”, necesarios para el consumo de
las zonas de producción ahiléra. Abordaremos con más detalle este
asunto en el capítulo 4.

Tratamos este asunto con mayor amplitud en nuestro artículo “Los comerciantes de
Guatemala y la economía de Centroamérica en la primera mitad del XVIII” en Anua­
rio de Estudios Americanos, vol. 56-2, diciembre, 1999-

33
José Manuel Santos Pérez

Tabla 1-1. Exportaciones de añil de Guatemala, 1716-1792

Año Libras de añil Año Libras de añil

1716 435.962 1773 254.232 (1.019.000)


1724 344.111 1774 391.684 (193.670)
1742 66.128 1775 583.414 (787.306)
1750 183.092 1776 593.582
1752 249.803 1777 462.695 (807.850)
1753 310.877 1778 651.190 (374.500)
1754 283.970 1779 (277.772)
1757 379.421 1784 (1.163.750)
1758 279.840 1785 (677.533)
1759 375.692 1786 (873.264)
1760 308.864 1787 (666.038)
1761 275.012 1788 (833.172)
1764 478.295 1789 (406.328)
1765 401.982 1790 (806.781)
1766 554.095 1791 (939.888)
1767 277.084 1792 (1.297.879)
1768 684.972 1793 (1.026.772)
1769 1.123.444 1794 (215.284)
1770 562.177 (558.540) 1795 (982.954)
1771 (147.446) 1796 (840.176)
1772 1.491.716 (683.516)

Fuente: Víctor Hugo Acuña Ortega, “Le commerce extérieur du Royaume du


Guatemala au XVIIIéme siécle, 1700-1821: Une étude structurelle”, Tesis doctoral
inédita, París, École des Hautes Études en Sciences Sociales, 1978, Apéndice II. Al
haber una gran discrepancia en las cifras hemos incluido también los datos de Gus­
tavo Palma en su tesis doctoral, “Agriculture, Commerce et Société au Royaume du
Guatemala, 1770-1821”, École des Hautes Études en Sciences Sociales, 1985, cuyas
cifras están entre paréntesis. Acuña Ortega se basa en fuentes de la sección Con­
tratación del Archivo de Indias de Sevilla (legajos 2598 a 2613) y Palma en la sec­
ción Indiferente General del mismo archivo (legajos 2162-2256 y 2410-2461).

34
La Audiencia de Guatemala y la ciudad de Santiago en el siglo XVIII.

Gráfico 11. Exportaciones de añil de Guatemala 1716-1796

1600000 ------- Cifras de Víctor H. Acuña Ortega Cifras de Gustavo Palma

1400000

1200000

1000000

800000

600000

400000

200000

Fuente: datos de la tabla 1-1.

Los productos de exportación, principalmente el añil, pero también


bálsamo, alquitrán, zarzaparrilla, achiote y otros, tenían como principal
punto de destino el puerto de Cádiz, desde donde se distribuía a los cen­
tros textiles castellanos y del resto de Europa, a Flandes en el siglo XVII y
a Inglaterra en el XVIII. No obstante, tanto México como Perú eran dos
importantes destinos para las mercancías del Reino de Guatemala. Las rela­
ciones con Perú fueron un motivo de constante fricción entre los comer­
ciantes y las autoridades reales que veían peligrar de esta forma el mono­
polio ostentado por el consulado gaditano. Sin embargo, la monarquía his­
pana no tuvo más remedio que transigir. La escasez de comercio directo
con la península dejaba desabastecida la región de productos como vino,
que no era posible producir en la zona. Hasta que se creó la casa de la
moneda era necesario también importar plata desde Lima para suplir las
necesidades de numerario de la economía de Centroamérica. Todo esto
forzó a la corona a despenalizar el comercio entre las dos áreas mediante
una real cédula de 2 de febrero de 1718. En ella se fijó un límite a la impor­
tación de productos peruanos a Guatemala: 30.000 botijas anuales de

35
José Manuel Santos Pérez

vinos y aguardientes y 200.000 ducados de plata’. Los penianos podían


adquirir en Guatemala principalmente añil, brea, madera, alquitrán y artí­
culos para la industria textil y de los astilleros navales. Los puertos a tra­
vés de los que se efectuaban estos intercambios eran, en Guatemala, los
de Sonsonate o Acajutla, El Realejo y Caldera. (Ver gráfico 1-2).
Los contactos comerciales con Nueva España se produjeron de for­
ma continuada a lo largo de todo el periodo colonial. Veracruz fue
durante muchos años el principal puerto de salida del añil exportado a
la península, algo que levantaba amargas quejas entre los diputados del
comercio guatemaltecos. Ello era debido, como hemos visto, a la esca­
sez de barcos que llegaban a los puertos atlánticos del istmo. Los comer­
ciantes de Guatemala trataron por todos los medios de hacer compren­
der a la Corona que era necesario sacar la producción por esos puertos,
haciéndola llegar a La Habana, donde podría ser embarcada en el con­
voy que se dirigiera a la península. Una Real cédula de 1676 impedía
todo tipo de contacto comercial entre las dos regiones . Por lo tanto,
después de la feria de Apastepeque, aproximadamente entre el mes de
febrero y finales de marzo, los trenes de muías partían de Santiago lle­
vando añil a la ciudad de Oaxaca. El viaje duraba normalmente cuatro
meses pero con frecuencia algunos de los cargamentos no llegaban has­
ta finales de julio o principios de agosto. Oaxaca era el límite hasta el
que podían llegar los arrieros guatemaltecos y allí las cargas debían ser
transferidas a las reatas mexicanas cuyos conductores ponían un alto
precio por el transporte’. Desde allí se continuaba viaje a Veracruz. Si
por alguna incidencia el añil llegaba después de que hubiera salido la
flota, la carga debía permanecer un año almacenada en el puerto, has­
ta la salida del siguiente convoy, con el consiguiente riesgo de deterio­
ro del producto o de fluctuaciones en el mercado. En Veracruz el añil
era intercambiado por los productos que llegaban de la península, sobre
todo textiles, aguardientes y artículos de ferretería, que eran llevados a

G. Palma, “Agricultura, Commerce et Societé...” op. cit., capítulo IV.


Ibíd, cap. IV.
W. Meneray, “The Kingdom of Guatemala during the Reign of Charles III”, op. cit., p. 141.

36
La Audiencia de Guatemala y la ciudad de Santiago en el siglo XVIII.

Tabla 1-2. Movimiento marítimo en el Pacífico. Barcos salidos y llegados


A: Realejo, Sonsonate, Caldera
Desde: Panamá, Callao, Acapulco, 1700 - 1809
AÑO N° DE BARCOS AÑO N° DE BARCOS AÑO N° DE BARCOS
1700 1 1735 6 1772 -
1701 - 1736 2 1773 5
1702 - 1737 - 1774 4
1703 1 1738 - 1775 3
1704 2 1739 6 1776 3
1705 2 1740 7 1777 3
1706 2 1741 6 1778 1
1707 - 1742 2 1779 3
1708 3 1743 3 1780 1
1709 3 1744 3 1781 3
1710 - 1745 1 1782 1
1711 4 1746 4 1783 -
1712 - 1747 3 1784 3
1713 8 1748 2 1785 1
1714 7 1749 2 1786 2
1715 3 1750 - 1787 1
1716 4 1751 - 1788 1
1717 1 1752 - 1789 1
1718 2 1753 . - 1790 2
1719 2 1754 - 1791 -
1720 4 1755 - 1792 3
1721 2 1757 - 1793 4
1722 2 1758 - 1794 2
1723 7 1759 1 1795 1
1724 - 1760 1 1796 2
1725 5 1761 1 1797 3
1726 5 1762 1 1798 2
1727 5 1763 - 1799 -
1728 7 1764 - 1801 2
1729 8 1765 - 1802 13
1730 7 1766 1 1803 7
1731 3 1767 1 1804 3
1732 3 1768 1 1805 1
1733 3 1769 3 1806 1
1734 5 1770 4 1807 -
1771 3 1808 2
- 1809 1

37
José Manuel Santos Pérez

Gráfico 1-2. Movimiento marítimo en el Pacífico. Barcos salidos


y llegados a Realejo, Sonsonate y Caldera desde Panamá, Callao
y Acapulco 1700-1809.

Fuente: Gustavo Palma, “Agriculture, Commerce et société au Royaume du Guate­


mala...” , capítulo IV. Palma se basa en datos recogidos por Manuel Rubio Sánchez
en Comercio terrestre de y entre las provincias de Centroamérica, Guatemala, Edi­
torial del Ejército, 1973 e Historia del Realejo, Managua, 1975.

los almacenes de Santiago o se utilizaban en la feria de Apastepeque


para negociar la compra de la cosecha de ese año. Parece ser que los
guatemaltecos quedaban a merced de los intermediarios mexicanos en
estos intercambios, los cuales reexportaban el añil a España’.
Los comerciantes guatemaltecos siguieron reclamando el permiso
para llevar las mercancías directamente a La Habana y en apoyo de la

V. H. Acuña Ortega, “Le commerce extérieur du Royaume du Guatemala...” op. cit.,


p. 242.

38
La Audiencia de Guatemala y la ciudad de Santiago en el siglo XVIII.

petición afirmaban que el ayuntamiento, controlado por ellos, había


gastado 16.800 pesos en la construcción de un camino a Omoa, lo que
había mejorado sensiblemente, en su opinión, las comunicaciones con
ese puerto . Después de muchos años de reclamaciones, en 1760 lle­
gó el permiso real para llevar mercancías directamente a La Habana.
El comercio con Nueva España no se limitaba al paso de añil para
ser reexportado a la península. Existía un comercio directo con el
virreinato, que consumía una parte del añil (según Acuña Ortega unas
200.000 libras año), y que enviaba productos a Guatemala como texti­
les, cerámica o marroquinería .
Acuña Ortega habla de tres etapas en la historia del comercio de
Centroamérica con Castilla en el siglo XVIII: una primera etapa entre 1700
y 1750, periodo de pocos intercambios; una segunda etapa de apogeo
entre 1750 y 1797, y la etapa de decadencia de 1797 a 1821. Según este
autor el incremento en el número de barcos que llegaban a Honduras se
produjo ya antes de la aplicación del reglamento de comercio libre, y
antes incluso de las primeras medidas liberalizadoras del comercio inter­
colonial en 1774. La recuperación tuvo efecto a partir de 1740 y la razón
fue, según este autor, la generalización de los registros sueltos, lo que dio
una mayor flexibilidad a un sistema de transporte que estaba claramente
atrofiado por el mal funcionamiento de las flotas anuales . Aunque esta
medida tuvo cierta importancia, no creemos que fuera la razón última del
incremento del comercio de añil, sino, como hemos visto antes, las nue­
vas condiciones en el mercado internacional de plantas tintóreas, que
aumentaron el atractivo del tinte producido en Guatemala. Las medidas
de fomento de la producción textil llevadas a cabo en España por los
ministros de Carlos III también se tradujeron en un aumento de la deman­
da de insumos para este tipo de manufactura. Los Cinco Gremios de
Madrid obtuvieron un navio de registro en 1755 que les permitía abaste­
cer de tinte la fábrica que administraban en Talavera de la Reina. Pero cre­
emos que fue sobre todo la demanda inglesa, que suponía una fracción
mucho mayor del consumo, la que realmente propició la nueva situación.

AGI, Guatemala, 241.


V. H. Acuña Ortega, “Le commerce extérieur...” , op. cit., pp. 242-246.
Acuña Ortega, op. cit., p. 231.

39
José Manuel Santos Pérez

Tabla 1-3- MOVIMIENTO DE BARCOS EN LOS PUERTOS DE HONDURAS

Años Barcos que llegaron Barcos que salieron


a Honduras de Honduras
procedentes de España hacia España
1535-39 1 —
1540-49 20 19
1550-59 34 25
1560-69 19 24
1570-79 15 20
1580-89 17 30
1590-99 33 26
1600-09 29 37
1610-19 32 27
1620-29 21 18
1630-39 16 14
1640-49 8 5
1650-59 5 5
1660-69 3 2
1670-79 5 5
1680-89 8 4
1690-99 3 3
1700-09 4 0
1710-19 2 2
1720-29 4 3
1730-39 3 0
1740-49 4 2
1750-59 9 11
1760-69 18 12
1770-79 24 23
1780-89 29 21
1790-99 27 24
1800-09 17 5
1810-19 16 14
1820-29 4

40
La Audiencia de Guatemala y la ciudad de Santiago en el siglo XVIII.

Gráfico I 3. Barcos que salieron de Honduras hacia España, 1535-1829

Gráfico I 4. Barcos que llegaron a Honduras desde España, 1535-1829

Fuente: Gustavo Palma, “Agriculture, Commerce et Société...” op. cit., cap. IV.

41
José Manuel Santos Pérez

En los envíos a España ocupaban también un importante papel los


metales preciosos aunque nunca llegaron a alcanzar el valor que tuvo
la exportación del añil. Otros productos exportados eran cacao, taba­
co, zarzaparrilla, bálsamo y vainillas, pero proporcionalmente su impor­
tancia es escasa.

Tabla I -4. Composición de la mercancía de los barcos de Honduras


con destino Cádiz
(Partidas Registradas)

AÑIL PLATA OTROS TOTAL


1770 162 (60%) 91 (34%) 16 (6%) 269
1771 61 36 10 107
1772 119 64 16 199
1773 299 (70%) 115 (27%) 12 (3%) 426
1774 83 54 5 142
1775 298 165 24 487
1776 - - - -
777 256 (66%) 125 (32%) 6 (2%) 387
1778 141 60 13 214
1779 72 21 1 94

Fuente: Gustavo Palma, “Agriculture, Commerce et Société”, op. cit., cap. IV. A
su vez él utiliza como fuentes los siguientes documentos: AGI/Contratación 2607,
2608, 2609, 2610, 2611, 2612, 2613.

En contrapartida a estos productos que Guatemala enviaba a la


península, salía de Cádiz una abigarrada mezcla de mercancías que
abastecía a la población de la colonia. Es realmente difícil hacer una
cuantificación de los envíos realizados pues en los registros las mer­
cancías aparecen consignadas por cajones, tercios o palmos (medidas
de peso y capacidad) sin detallar el contenido de los paquetes. Pare­
ce claro que, al igual que para otras partes de América, la carga se
componía sobre todo de textiles de diversas calidades y confeccio-

42
La Audiencia de Guatemala y la ciudad de Santiago en el siglo XVIII.

Gráfico I 5. Relación entre los diferentes productos exportados


desde Centroamérica a Cádiz, años 1770, 1773 y 1777.

mercancías asiáticas tenían también una gran importancia y constituían


el segundo grupo de bienes importados detrás de los “géneros de Cas­
tilla” con un valor de 200.000 pesos/año en los años 40, en compara­
ción con los 400.000 de los bienes que llegaban de la península . Una
buena parte de estos productos asiáticos eran textiles de seda que con­
sumían las élites y una gran cantidad de tejidos de algodón que tenía
buena aceptación entre capas bajas de la población.

Antonio García Baquero, Cádiz y el Atlántico, 1717-1778, Sevilla, Escuela de Estu­


dios Hispanoamericanos, 1976, pp. 317-319-
Según Acuña Ortega” (...) la verdadera contrapartida del añil desde el punto de vis­
ta de las importaciones eran los textiles”, op. cit., p. 235.
Ibíd., p. 241.

43
José Manuel Santos Pérez

No podemos dejar de lado en este resumen de las relaciones


comerciales del Reino de Guatemala el papel del comercio considera­
do ilegal, el contrabando, efectuado sobre todo con los ingleses en las
costas de Belice, Honduras y Nicaragua. El contrabando ha sido consi­
derado un elemento determinante de la economía centroamericana. En
los momentos de menor contacto con la península, en la segunda mitad
del XVII y principios del XVIII, era el sector más importante del comer­
cio de la región, sólo superado por el intercambio con Nueva España .
No obstante, el fenómeno no se circunscribió a los periodos de depre­
sión del comercio en el Atlántico sino que fue un elemento recurrente
de la historia colonial de Centroamérica. Personas con altos cargos
burocráticos participaron activamente en la actividad contrabandística,
consiguiendo así un aporte adicional a sus ingresos ordinarios . Los
comerciantes de la capital nombraban agentes en lugares costeros
como Gracias a Dios, donde establecían sus líneas comerciales con los
ingleses .

B) La ciudad y su gobierno

La ciudad de Santiago de Guatemala en el siglo XVIII

La fascinación que causa la ciudad de Santiago de Guatemala,


actual Antigua Guatemala, es profunda. Quizá eso sea lo que explica
que, en mayor o menor medida, un buen número de obras dedicadas
a la historia de Guatemala colonial dediquen unas páginas a la des­
cripción de la que, para muchos, es la más bella ciudad colonial de Ibe­
roamérica. No queremos sumar una descripción más a las ya realiza­
das, pero sí nos parece conveniente hacer una síntesis de la historia de
la ciudad y esbozar los rasgos más importantes de su entorno urbano

Macleod, op. cit., pp. 374-389.


’ M. Wortman, Government and Society, op. cit., p. 87.
Adan Szaszdi de Nagy, “El comercio ilícito en la provincia de Honduras,” Revista de
Indias, vol. 17, n° 68, abril-junio, 1957, pp. 271-283.

44
La Audiencia de Guatemala y la ciudad de Santiago en el siglo XVIII.

en el siglo XVIII, un entorno en el que se movieron los regidores del


cabildo de Guatemala, y sobre el que el ayuntamiento dejó su impron­
ta'8.

En las siguientes obras aparecen descripciones de la ciudad de Santiago: Tilomas


Gage, Viajes por la Nueva España y Guatemala, Madrid, Historia 16, 1987. Thomas
Gage vivió en Santiago en la segunda década del siglo XVII. Su relato no está exen­
to de una fina ironía; Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, Obras históricas de
Don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, Edición de Carmelo Saénz de Santa
María, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, Ediciones Atlas, 1969. La descripción
de Fuentes y Guzmán, hecha a finales del siglo XVII, es una de las más bellas, llena
de la pasión que el regidor sentía por su ciudad natal; Pedro Cortés y Larraz, Des­
cripción Geográfico-Moral de la Diócesis de Goathemala, Tomo I, Guatemala, Biblio­
teca “Goathemala” de la Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala, volumen XX,
1958. El arzobispo Cortés y Larraz hace una descripción sobria y bastante crítica de la
ciudad hacia 1770. Aporta interesantes datos demográficos; Domingo Juarros, Com­
pendio de la historia del Reino de Guatemala (Chiapas, Guatemala, San Salvador,
Honduras, Nicaragua, Costa Rica) 1500-1800, Guatemala, Editorial Piedra Santa,
1981. Juarros, que escribe en las primeras décadas del siglo XIX, extrae la mayoría de
sus datos de obras anteriores; David L. Jickling, (comp.), La ciudad de Santiago de
Guatemala: por sus cronistas y viajeros, Antigua Guatemala, CIRMA, 1987. En este
libro se recogen interesantes documentos, históricos y literarios, de diversos autores
que visitaron Santiago, entre ellos uno muy bello de Aldous Huxley; El libro de Joa­
quín Pardo, Efemérides de la Antigua Guatemala, 1541-1779, Guatemala, Unión Tipo­
gráfica, 1944 es una útil cronología de los eventos más importantes de la ciudad, aun­
que teñidos por el fervor religioso de su autor; J. Joaquín Pardo, Pedro Zamora Cas­
tellanos y Luis Luján Muñoz, Guía de Antigua Guatemala, Guatemala, Ministerio de
Educación, 1968. A pesar de su título, ésta es una buena síntesis sobre la evolución
del arte colonial de Santiago de Guatemala; Existen dos monografías sobre la arqui­
tectura colonial de Santiago: Verle L. Annis, The Arquitecture of Antigua Guatemala,
1543-1773, Guatemala, Universidad de San Carlos, 1968, y Sidney D. Markman, Colo­
nial Architecture of Antigua Guatemala, Filadelfia, The American Philosophical
Society, 1966; Christopher Lutz, Historia Sociodemográfica de Santiago de Guatema­
la, 1541-1773, Antigua Guatemala, CIRMA, 1984. Este libro y su reciente edición en
inglés, con ligeras modificaciones, Santiago de Guatemala, 1541-1773- City, Caste
and The Colonial Experience, Norman, University of Oklahoma Press, 1994, son las
mejores obras realizadas hasta el momento sobre la historia socio-demográfica de la
ciudad. Cristina Zilbermann Morales y Jorge Luján Muñoz, “Santiago de Guatemala en
vísperas de los terremotos de 1773”, Anuario de Estudios Americanos, vol. XXXII,
1975, pp. 541-571. Ésta es una de las mejores síntesis sobre Santiago de Guatemala en
el siglo XVIII, pues aborda los aspectos más diversos de la ciudad, desde su pobla-

45
José Manuel Santos Pérez

Fundada en 1524 por Pedro Alvarado, la ciudad de Santiago y sus


habitantes sintieron los efectos de encontrarse en una de las regiones
sísmicas más activas del planeta. Santiago estuvo asentada sobre tres
lugares diferentes, antes de que en 1773 se decidiera su traslado a un
lugar supuestamente más seguro, donde actualmente se encuentra la
capital de Guatemala. Los innumerables terremotos que se contabilizan
en su historia determinaron que las reconstrucciones se superpusieran
una sobre otra, como si de una ciudad maya se tratara. En cada centu­
ria de su existencia sufrió al menos 3 terremotos importantes, que se
localizaron, con una regularidad asombrosa, a principios, a mediados y
a finales de cada uno de esos siglos. Santiago se encontraba situada en
un estrecho valle, rodeada de cerros y muy cercana a la cordillera de
volcanes que recorren la vertiente pacífica del istmo centroamericano.
El volcán denominado Agua, ahora extinguido, domina majestuoso el
lado sur de la ciudad. Los volcanes Acatenango y Fuego, este último
aún activo, se ven hacia el suroeste. Los habitantes de la ciudad culpa­
ron una y otra vez a los volcanes de la alta actividad sísmica, lo que
provocó que se buscara un lugar más lejano a los cráteres para el nue­
vo asentamiento de la ciudad.
Los temblores fueron un importante factor condicionante en las
construcciones. Las casas de Santiago tenían fuertes muros y muy pocas
contaban con una planta superior. En las iglesias y conventos se evita­
ban los elementos exteriores que pudieran desprenderse fácilmente y las
torres no se elevaban a alturas excesivas. Todo ello daba a los edificios
un aspecto pesado, de gran volumen, muy característico de la ciudad. El
calificativo “barroco sísmico” que
1
el historiador
,39
del arte Pál Keleman dio
al estilo de los edificios coloniales de Santiago, parece muy apropiado .

ción hasta su abastecimiento; Cristina Zilbermann de Luján, Aspectos socio-económi­


cos del traslado de la ciudad de Guatemala (1773-1783), Guatemala, Academia de
Geografía e Historia de Guatemala, 1987. Esta es una interesante monografía sobre el
traslado de la ciudad. El capítulo I, que trata sobre la historia “sísmica” de la ciudad,
es especialmente llamativo. Casi todas estas obras han sido utilizadas para la confec­
ción de esta sección, por lo que no reiteraremos las citas.
Citado en Cristina Zilbermann, Aspectos socioeconómicos del traslado de la ciudad de
Guatemala..., op. cit., p. 28.

46
La Audiencia de Guatemala y la ciudad de Santiago en el siglo XVIII.

La ciudad debía su importancia al hecho de ser la capital política


y económica del antiguo Reino de Guatemala. Desde 1549 se instaló en
ella la Audiencia de Guatemala, convirtiendo a la ciudad en la capital
de un territorio que iba desde la provincia de Chiapas hasta la fronte­
ra entre las provincias de Costa Rica y Panamá*. Era igualmente la sede
del obispo, y por lo tanto cabeza de la diócesis de Guatemala.
Su importancia económica se debía a dos razones: la numerosa
población indígena que se instaló en los aledaños de la ciudad, en el
llamado “Corregimiento del valle de Guatemala”, y la misma población
de la ciudad, hicieron de esta región la más importante en cuanto a
número de habitantes, y muy probablemente la de mayor producción
agrícola. A finales del siglo XVIII vivían en esa región unos 100.000
habitantes, casi el 12 % de la población total de la Audiencia. Por otra
parte, la insalubridad en las costas atlánticas de Guatemala no permitía
la creación en ellas de unas instalaciones portuarias estables, por lo que
los lugares a los que llegaban o de los que salían las mercancías no
eran más que simples embarcaderos con un destacamento militar. Ello
determinó que Santiago de Guatemala fuera la aduana de la Audiencia,
con lo que las mercancías de importación y exportación debían pasar
por ella. Santiago y su valle se encontraban en el centro de la red de
caminos que iban desde Costa Rica y Nicaragua a Soconusco y Oaxa-
ca y desde la costa Pacífica al Atlántico, con lo que tenían una posición
central en los mecanismos de distribución de mercancías.
La población indígena que circundaba a Santiago era vital para su
subsistencia. De ella obtenía la ciudad productos alimenticios básicos,
materiales de construcción y flujos constantes de mano de obra com­
pulsiva prácticamente gratuita. El corregimiento del valle estaba bajo la
jurisdicción de los alcaldes ordinarios, que por un viejo privilegio eran
los justicias mayores de esta región durante su año de mandato. La
importancia que el valle tuvo para la ciudad explica la fuerza con la

La sede de la Audiencia se fijó en un primer momento en la ciudad de Gracias a Dios


con el nombre de “Audiencia de los Confines”. Salvo un breve lapso entre 1563-1570
en que el alto tribunal se trasladó a Panamá, la ciudad de Santiago fue la sede de la
Audiencia entre 1549 y 1776.

47
José Manuel Santos Pérez

que el cabildo defendió el mantenimiento de este control de los alcal­


des, ante los intentos anexionistas de la Audiencia durante el siglo
XVIII. La ciudad en sí no sobrepasó los 37.000 habitantes, de los que
no más del 15 % eran españoles criollos o peninsulares y el resto ladi­
nos, mestizos, indios y esclavos negros.
Durante los años que abarca el presente estudio la ciudad vivió su
segundo momento de esplendor, después del que tuvo en el siglo XVII,
que culminó con la fundación de la Universidad de San Carlos en 1676.
El siglo XVIII, sin embargo, empezó con una de las catástrofes recu­
rrentes en la historia de la ciudad. Un fuerte terremoto, el 29 de sep­
tiembre de 1717, destruyó la ciudad casi por completo y forzó la huida
de sus habitantes. En ese momento las autoridades discutieron por pri­
mera vez la posibilidad de un traslado de la ciudad, solicitada por el
ayuntamiento y el obispo. A medida que pasó el tiempo y empezaron
las primeras reconstrucciones la idea del traslado fue abandonándose.
A partir de ese momento comenzó una auténtica fiebre constructiva, de
tal forma que la mayor parte de los edificios que hoy pueden verse en
Antigua pertenecen al periodo posterior a 1717. Algunas de las obras
más importantes fueron la construcción del nuevo cabildo y la remo­
delación del Palacio de los Capitanes Generales, sede de la Audiencia,
ambas diseñadas por el ingeniero Luis Diez Navarro.
Nuevos elementos vinieron a confirmar el papel central de Santia­
go en el territorio de la Audiencia. Se fundó en la ciudad una casa de
la moneda en 1731 con lo que empezó a acuñarse la plata producida
en Tegucigalpa. En 1743 se elevó el rango de la diócesis de Guatema­
la a arzobispado. Entre los años 40 y 60 empezaron a sentirse los efec­
tos de la mayor vitalidad del sector exportador. El aumento en las
exportaciones de añil determinó que aumentara el flujo de emigrantes
peninsulares hacia Guatemala, buena parte de los cuales se instalaron
en Santiago.
Un nuevo terremoto en 1751 dañó considerablemente algunas de
las construcciones realizadas después de 1717, que en algunos casos no
se recuperarían antes de que en Julio de 1773 varios seísmos de gran
magnitud sacudieran el suelo de Santiago y convirtieran en ruinas la
mitad de la ciudad. Aunque los daños no eran superiores a los del
terremoto de 1717, la determinación del presidente de la Audiencia

48
La Audiencia de Guatemala y la ciudad de Santiago en el siglo XVIII.

hizo que el tantas veces discutido traslado tuviera efecto. La ciudad se


trasladó oficialmente en diciembre de 1775. Aunque en un principio se
prohibió habitar en la ciudad, que a partir de este momento empezó a
denominarse Antigua, una parte de los vecinos decidieron quedarse en
sus casas parcialmente reconstruidas. Antigua Guatemala perdió su con­
dición de capital de la Audiencia y quedó como simple capital de la pro­
vincia de Sacatepéquez. En la Guatemala republicana sigue siendo la
cabeza de ese departamento y es el mayor atractivo turístico del país.

El gobierno de la ciudad. Estructura y funciones del cabildo


de Santiago de Guatemala.
Aunque no se tiene constancia escrita de ello, todo indica que el
ayuntamiento de Santiago se constituyó en el momento de la fundación
de la ciudad en Iximché, la capital cakchiquel, el 25 de julio de 1524 . Los
primeros alcaldes ordinarios fueron Diego de Rojas y Baltasar de Mendo­
za, que formaban el ayuntamiento con cuatro regidores. El adelantado
Pedro de Alvarado cumplía así con el ritual que simbolizaba el deseo de
permanencia sobre un lugar, al dar cobertura legal a lo que no era más
que un simple campamento militar. El primer cabildo tuvo que trasladar­
se dos veces, primero a Almolonga, en la base del volcán Agua, asenta­
miento que fue destruido por un corrimiento de tierras en 1541. Tras la
catástrofe, los supervivientes decidieron buscar un nuevo lugar para la
ciudad, más alejado del volcán. El nuevo lugar lo encontraron unos pocos
kilómetros al norte, en el valle conocido con el nombre de Panchoy, lugar
donde permaneció el ayuntamiento hasta diciembre de 1775. El primer
cabildo celebrado en el nuevo asentamiento ocurrió el 10 de marzo de
1543, con lo que se dio carácter oficial al traslado de la ciudad ".

" Carmelo Sáenz de Santa María (ed.), Libro Viejo de la Fundación de Guatemala, Gua­
temala, Academia de Geografía e Historia de Guatemala, 1991. La primera página del
libro, en la que figuraba la fundación del cabildo se ha perdido. En la segunda pági­
na figura la fecha de 27 de julio y se hace mención a una fecha anterior como la de
la constitución del ayuntamiento, fecha que muy bien pudiera ser el 25 de julio.
Ernesto Chinchilla Aguilar, El Ayuntamiento Colonial de la ciudad de Guatemala,
Guatemala, Editorial Universitaria, 1961, p. 23.

49
José Manuel Santos Pérez

El cabildo de Santiago de Guatemala, como los otros cabildos


coloniales, cubría dos aspectos fundamentales en la vida urbana: la
administración de justicia y el gobierno de la ciudad a través de sus dos
secciones: justicia y regimiento. Los alcaldes ordinarios se ocupaban de
las tareas judiciales mientras que los regidores, en combinación con los
alcaldes desempeñaban las tareas de gobierno. Los dos alcaldes, de pri­
mero y segundo voto, eran elegidos anualmente, el Io de enero, por los
regidores. Cualquier vecino “de calidad”, sin deudas con la Real
Hacienda, podía ser elegido, pero no podía ocupar su cargo dos años
consecutivos. La norma de que uno de los alcaldes fuera criollo y el
otro peninsular se cumplió con bastante exactitud.
El papel de los alcaldes ordinarios en Santiago de Guatemala era
de una importancia extraordinaria. Desde el siglo XVI tenían el privile­
gio de ser corregidores del valle de Guatemala, el amplio territorio alre­
dedor de la ciudad de Santiago de Guatemala. Ello significaba que la
presidencia del cabildo, en ausencia del presidente de la Audiencia, les
correspondía a ellos. De hecho, el presidente de la Audiencia acudió
de manera muy esporádica a las reuniones del ayuntamiento. La fun­
ción de los alcaldes era, sobre todo, judicial. Su territorio jurisdiccional
no se limitaba a los barrios de la ciudad, sino que podían tomar parte
en las decisiones judiciales de los pueblos indígenas del valle.
El número de regidores sufrió importantes cambios a lo largo del
periodo colonial y sobre todo durante el siglo XVI. A los primeros cua­
tro regidores nombrados por Pedro de Alvarado, se añadirían después
varios individuos que habían obtenido un regimiento a través de una
merced real. La entrada de nuevos miembros con título expedido por
la corona elevó el número de regidores a 10 a mediados del siglo XVI
y a 16 a finales. Aunque no era una regla exacta, lo normal era que el
número de puestos en el cabildo variara con la importancia de la ciu­
dad. Santiago de Guatemala alcanzó el número máximo permitido de
regidores, 20, en 1644. Con la Real Cédula de 1591, por la que se decla­
raba oficial el ya existente mercado de cargos públicos, la estructura del
cabildo de Guatemala sufrió importantes cambios. Hasta ese momento
el alguacilazgo mayor era el único oficio de privilegio, esto es, un car­
go en la administración real o municipal que llevaba aparejado un regi­
miento. Con la nueva disposición sobre venta de cargos, se ampliaba

50
La Audiencia de Guatemala y la ciudad de Santiago en el siglo XVIII.

el número de regidores y se dotaba de un regimiento anexo a oficios


pre-existentes, para aumentar su atractivo. Esto es lo que ocurrió con
los puestos de depositario general o receptor de penas de cámara.
Durante un breve periodo de tiempo en el siglo XVI, dos oficiales
reales, el tesorero y el contador de la Real Hacienda tuvieron el privilegio
de sentarse en el cabildo con voz y voto. Los vecinos de Santiago no vie­
ron estas incorporaciones con buenos ojos y elevaron continuas quejas
sobre el poco interés que demostraban estos funcionarios reales por los
asuntos locales. En 1621 la corona decidió que los regimientos ocupados
por oficiales reales quedaran vacantes y que se procediera a su venta .

Tabla I 5. Cabildo de Santiago de Guatemala: número de miembros


autorizado, 1524-finales del periodo colonial.

1524 1528 1530 1555 1587 1600 1623 1644...

Justicia
Alcaldes 2 2 2 2 2 2 2 2

Regimiento
Oficiales Reales 0 0 1 2 2 2 0 0
Oficios de privilegio

0 0 0 1 1 3 5 7

Regidores Sencillos
4 6 7 7 9 11 13 13

Total Regidores 4 6 8 10 11 16 18 20

Fuente: Stephen Webre, “The Social and Economic Bases of Cabildo Membership
in Seventeenth-Century Santiago de Guatemala”, Tesis doctoral inédita, Universi­
dad de Tulane, 1980, p. 38.

Stephen A. Webre, “The Social and Economic Bases of Cabildo Membership in Seven­
teenth-Century Santiago de Guatemala”, Tesis doctoral, Universidad de Tulane, 1980,
p. 31.

51
José Manuel Santos Pérez

La función más importante desempeñada por los capitulares era


quizás la elección anual de los dos alcaldes ordinarios para lo cual emi­
tían su voto particular el primero de enero de cada año. A ellos con­
cernía también todo lo referente a promulgación de ordenanzas, admi­
nistración de los fondos y reglamentación del comercio dentro de la
ciudad. Determinados puestos del cabildo, como el de fiel ejecutor,
eran desempeñados por turnos por los regidores a quienes correspon­
día también la inspección y control de las obras públicas o las con­
ducciones de agua. Cuando el ayuntamiento obtuvo el asiento de la
recaudación de alcabalas o del aguardiente de caña uno o más regido­
res dispusieron del control de estos importantes sectores económicos.
Una vez que se introdujeron los oficios de privilegio, el regimien­
to quedó dividido entre los denominados regidores sencillos y los regi­
dores dobles. Los oficios de privilegio que se pusieron a la venta a fina­
les del siglo XVI y principios del XVII eran diferentes cargos adscritos
a la propia institución municipal o a la administración de la Audiencia,
a cuyos compradores se les dio un puesto de regidor. El primer pues­
to vendido de esta forma fue el de alguacil mayor. Él era el responsa­
ble del orden público, algo así como el jefe de la policía local. En San­
tiago de Guatemala recibía ciertas cantidades de las multas y las con­
denas impuestas. No sabemos cuanto podía ganar un alguacil mayor en
nuestra ciudad, pero en Puebla podía llegar a obtener 4 ó 5.000 pesos
al ano .
El cargo de alférez real o mayor, tenía carácter honorífico. Su
misión consistía en portar el estandarte real el día de la fiesta del patrón
de la ciudad y el día de Santa Cecilia, fecha en la que se conmemora­
ba el traslado de Santiago al valle de Panchoy. Tenía bajo su mando las
milicias de la ciudad y en ausencia de uno de los alcaldes ordinarios él
debía sustituirle tras la ceremonia del depósito de la vara. En las fiestas
públicas su lugar era de gran preeminencia, por encima de los demás
regidores y al lado del presidente de la Audiencia y el oidor más anti­
guo. Este carácter protocolario del cargo, algo así como el represen-

José F. de la Peña, Oligarquía y propiedad en Nueva España (1550-1624), México,


Fondo de Cultura Económica, 1983, p. 145.

52
La Audiencia de Guatemala y la ciudad de Santiago en el siglo XVIII.

tante oficial del ayuntamiento en las ceremonias públicas, hizo que


algunos cabildos compraran el cargo para disponer de él de la forma
más conveniente, algo que no ocurrió en Santiago. Un puesto que sí se
reservó el cabildo fue el de fiel ejecutor, que era ocupado de forma
alterna por los regidores. Debía inspeccionar los abastos de la ciudad
y llevar el control de los pesos y medidas. Además de cobrar tasas por
la labor de control, podía imponer multas a los que usaran pesos y
medidas antirreglamentarias, embolsándose parte de lo recaudado .
Dos oficios de privilegio que se pusieron a la venta a principios
del siglo XVII fueron los de depositario general y el receptor y deposi­
tario de penas de cámara. Aunque a veces se confunden, sus funciones
eran diferentes. El depositario general se encargaba de custodiar los
bienes en litigio y era un oficial municipal, mientras que el receptor
tenía como función la recaudación de multas y era un oficial de la
Audiencia. Al ser hechos oficios vendibles yy renunciables
46
los dos lie-
varón adjudicado un regimiento en el cabildo . Los cargos de correo
mayor, tesorero del papel sellado y alcalde provincial de la Santa Her­
mandad fueron puestos a la venta en 1620, 1644 y 1632 respectiva­
mente. De los dos primeros nos ocuparemos con más detalle en el pró­
ximo capítulo. Baste decir aquí que el correo mayor era el responsable
de la correspondencia en las provincias del reino de Guatemala y el
tesorero se ocupaba de la compra y distribución del papel oficial en el
mismo territorio. El alcalde provincial de la Santa Hermandad tenía en
teoría la responsabilidad del cuerpo de policía rural. Este organismo
había sido creado en 1550 y operaba bajo el mando de dos alcaldes de
la Hermandad que se elegían cada año por el cabildo. Al crear el pues­
to de alcalde provincial, esos dos alcaldes electos no fueron elimina­
dos, por lo que de hecho, el oficio fue creado sin otro objeto que obte­
ner beneficios a través de su venta'.

J. H. Parry, The Sale of Public Office in the Spanish Indies under the Hapsburgs, Los
Angeles, University of California Press, 1953, p. 31.
Stephen Webre, “The Social and Economic Bases of Cabildo Membership...”, op. cit.
p. 44.
Ibíd., p. 46.

53
José Manuel Santos Pérez

De los restantes puestos del cabildo el más importante era el escri­


bano, que registraba todas las reuniones de los capitulares. El cargo era
de la máxima importancia y cuando fue puesto a la venta alcanzó valo­
res superiores a los de los propios regimientos*.
El procurador síndico, representante de la ciudad en los litigios
con la Audiencia u otras entidades, era un puesto que se renovaba
anualmente, siendo su ocupante elegido por el cabildo. La representa­
ción de la ciudad fuera de Guatemala era llevada por los denominados
procuradores de corte, que tras la concesión de un poder general lle­
vaban los asuntos de interés para la ciudad en las más altas instancias
49
políticas y, en particular ante el Consejo de Indias . Los oficios de
mayordomo de la ciudad, pregonero mayor, alcaide mayor, porteros,
maceros, fontaneros y un largo etcétera completaban el personal del
cabildo de Santiago de Guatemala.
El cabildo, como máxima autoridad gubernativa de la ciudad de
Santiago, desempeñaba funciones de tipo legislativo y económico. La
principal acción legislativa era la promulgación de ordenanzas. Una de
las primeras medidas tomadas por el cabildo recién fundado en julio de
1524 fue el reglamento que debían seguir los herreros afincados en la
ciudad . Más tarde se promulgarían las ordenanzas de sastres, moline­
ros, zapateros, fabricantes de azúcar, etc., que formarían el entramado
jurídico de los gremios de la ciudad’.
En sus primeros años de existencia el cabildo de Santiago desem­
peñó una importante labor de distribución de solares y tierras entre los

Jorge Luján Muñoz, Los escribanos en las Indias Occidentales y en particular en el rei­
no de Guatemala, Guatemala, Instituto Guatemalteco de Derecho Notarial, 1977, 2a
ed.
AGCA, Al-20, legajo 1130, protocolos de Hipólito Ordóñez, año 1738, “Poder gene­
ral que otorga el cabildo de Guatemala a Lorenzo de la Mar Libarona, vecino de la
corte de Madrid”. Lorenzo de la Mar fue el procurador de Santiago de Guatemala en
Madrid en una buena parte del siglo XVIII.
Carmelo Saénz de Santa María (ed.), Libro Viejo de la Fundación de Guatemala...,
op. cit., p. 9.
E. Chinchilla Aguilar, El Cabildo Colonial de la ciudad de Guatemala, op. cit., p. 78.

54
La Audiencia de Guatemala y la ciudad de Santiago en el siglo XVIII.

vecinos que se habían asentado en el valle. Con el paso del tiempo la


Audiencia tomó el control de los repartos y al cabildo sólo le quedó un
papel consultivo. A partir de 1573 el concejo municipal de Santiago se
hizo con el control de la distribución de agua dentro de los límites de
la ciudad. El sistema de conducción de aguas, construido entre los
siglos XVI y XVII consistía en dos acueductos, San Juan Gascón y Pam-
putic, que alimentaban 7 fuentes, 21 edificios públicos y 168 residen­
cias privadas al final del siglo XVII. Barrios enteros al Suroeste de la
ciudad, sin embargo, quedaban fuera del sistema de aguas públicas.
Bajo un sistema de contratos perpetuos y más tarde de alquileres usu­
fructuarios, los vecinos contrataban una provisión de agua basándose
en el ancho de la cañería, de la que salía agua constantemente. Los
cuantiosos ingresos que este ramo proporcionaba no eran suficientes
para un adecuado mantenimiento del sistema o una expansión del mis­
mo, por lo que a veces hubo que recurrir a vecinos de Santiago que a
título particular desarrollaban parte de las conducciones. La responsa­
bilidad del sistema de distribución de agua recaía en un oficial munici­
pal, el fontanero, frecuentemente mestizo, que era el oficio más presti­
gioso al que un vecino no blanco de Santiago podía aspirar. Aunque
los regidores efectuaban labores de inspección, el trabajo administrati­
vo lo llevaban el escribano y el mayordomo de propios .
Junto con el abastecimiento del agua, la más importante tarea del
ayuntamiento era la de garantizar una provisión regular y constante de
alimentos. En el abasto de carnes, trigo y vino el cabildo intervenía de
una manera u otra. En 1555 el ayuntamiento dispuso que se constru­
yera un matadero y que se estableciera una carnicería en la plaza
mayor. A finales del siglo XVI, para lograr un abastecimiento constan­
te y seguro, decidió que un solo postor se quedase con la provisión de
carne para la ciudad durante todo el año, dando una cantidad de libras
a un precio fijo. La abundancia de ganado durante el siglo XVII deter­
minó, según diversos testimonios, que el precio de la carne de vaca
fuera muy bajo, del orden de 22 a 25 libras por un real. Thomas Gage

Stephen Webre, “Water and Society in a Spanish American City: Santiago de Guate­
mala, 1555-1773”, Hispanic American Historical Review, vol. 70, n° 1, 1990, pp. 57-84.

55
José Manuel Santos Pérez

acompañó a uno de los hacendados encargados de proveer de carne a


la ciudad, (los denominados “obligados” porque se obligaban a prove­
er la carne suficiente), cuando fue a comprar el ganado a la feria. Gage
vio comprar al personaje en cuestión 6.000 cabezas en un día. El via­
jero inglés se sorprendía por algo muy común en Guatemala: a veces
el “obligado” no poseía haciendas con ganado, sino que compraba lo
necesario para el abasto en la feria cercana a la ciudad . Parece ser que
para facilitar el abasto a la persona que se obligaba, el cabildo le otor­
gaba un préstamo para la compra del ganado, que llegaba a 5.000 tos­
tones a principios del siglo XVII. El abastecedor debía pagar un
impuesto o sisa (denominado “prometido”, unos 1.000 ó 1.500
pesos/año en el siglo XVII), que se destinaba a los propios de la ciu­
dad y a “castillos”, construcciones defensivas en la costa. Cuando no
aparecía ningún postor o la cantidad de carne por real ofrecida por los
interesados no era satisfactoria, el ayuntamiento efectuaba un “reparto”
entre los dueños de ganado, por el que éstos se obligaban a entregar
determinadas cantidades de animales unos días señalados del año . La
cantidad de libras ofrecidas por real y los pesos pagados en concepto
de “prometido” fueron descendiendo paulatinamente durante el siglo
XVIII. De unas 12 libras por real a principios del siglo se fue pasando
a 7 y media en 1750 y a 7 en los años 63 a 69 • El impuesto recauda­
do bajó de 1.200 pesos en los primeros años del siglo a 500 pesos en
1731, 300 para “castillos” y 200 para propios . García Peláez achacaba
esta inflación en el precio del vacuno a “los progresos del cultivo y de
la población...”, refiriéndose quizás a un aumento de la demanda por
un incremento demográfico. Sin embargo, hay datos que apuntan a que
los interesados en el abastecimiento de carne, con la connivencia del
cabildo, del cual muchos de ellos formaban parte, crearon un mono-

Thomas Gage, Viajes por la Nueva España y Guatemala, Ed. de Dionisia Tejera,
Madrid, Historia 16, 1987, p. 301.
Francisco de Paula García Peláez, Memoriaspara la historia del antiguo Reino de Gua­
temala, tomo II, Guatemala, Sociedad de Geografía e Historia, 1972, p. 193-
Ibíd., p. 195.
Ibíd., p. 194.

56
La Audiencia de Guatemala y la ciudad de Santiago en el siglo XVIII.

polio sobre la compra y distribución del ganado, que distorsionó el


mercado y provocó un aumento sostenido de los precios.
Los tratantes de ganado obtenían sus reses, en el siglo XVIII, en la
feria de Cerro Redondo o Lagunilla, adonde acudían ganaderos de las
provincias orientales, sobre todo de Honduras, a vender sus vacas. La feria
se colocó en un lugar seco y árido, donde los animales difícilmente podí­
an alimentarse. En algunas ocasiones, los compradores de Santiago que­
maban los pastos en el camino a la feria, con lo que las reses llegaban en
muy malas condiciones al lugar de la compra/venta. Allí los precios paga­
dos eran muy bajos, pues los ganaderos tenían que deshacerse de las
vacas a cualquier precio. Una vez las reses en su poder, los tratantes gua­
temaltecos las llevaban a sus fincas de repasto, donde se recuperaban y
se preparaban para su matanza. No obstante, las mejores reses no llega­
ban al matadero público. Según un informe del cabildo de 1761 el núme­
ro de reses que se consumían en la ciudad era 19-890 al año, de las cua­
les se utilizaban 13.710 para las carnicerías públicas (matándose 50 reses
todos los días menos el viernes que se mataban 30), 2.500 para la carne
salada que se vendía en la plaza mayor y el resto para “las ventas de gana­
dos en pie” (es decir, vivas) y las matanzas clandestinas. Esta última ven­
ta estaba prohibida pero era muy común en la ciudad. Parece ser que el
número de reses que se mataban en el matadero no era lo que la ciudad
necesitaba para su abasto sino una cantidad sensiblemente menor. Los
animales sobrantes eran vendidos a precios inflados a los “regatones”,
personas que se dedicaban a la venta de carne al por menor fuera de las
carnicerías que tenían la licencia del ayuntamiento. Los abastecedores se
cuidaban de vender a esos regatones las mejores piezas, con lo que éstos
podían ofrecer mejor carne que las carnicerías oficiales. Los tratantes con­
seguían un 25 o un 30 % más de ganancia que en los remates oficiales y
los pequeños carniceros vendían su producto sin ningún control de peso,
vendiendo a veces la mitad de carne por el mismo precio que en las car­
nicerías con licencia, cuya provisión siempre era escasa .
Por lo tanto, los tratantes de ganado podían ofrecer muy pocas
libras por real, pues sabían que, aunque al final les exigieran abastecer

AGI, Guatemala, 539, carta de la Audiencia al Consejo de Indias, 4 de agosto de 1761.

57
José Manuel Santos Pérez

de carne a la ciudad a través del reparto, a un precio ya considerable­


mente alto por la premura de la escasez de carne, siempre les sería
posible vender una parte del ganado a un precio sensiblemente mayor
y redondear los beneficios. Cuando en 1761 la Audiencia investigó el
caso, preguntando por qué no se efectuaban remates por un año a un
mejor precio, los interesados, para justificar su negocio, respondieron
que la manera en que se había distribuido el abasto a lo largo del año
era muy perjudicial para ellos, y ello determinaba el alza de los precios.
Según su exposición, que contó con la aprobación del cabildo, de los
12 meses del año había unos meses “malos”, los correspondientes a la
estación seca, en los que las reses se hallaban mal alimentadas (entre
enero y junio), unos meses medios (julio y agosto) y cuatro meses bue­
nos (el resto), en los que era posible ofrecer una mejor calidad y una
mayor cantidad con mayor beneficio pues las reses ya habían sido
engordadas. Desde 1635 existía la costumbre de que dos de los meses
buenos, que correspondían a octubre y noviembre, no cayeran bajo la
potestad del cabildo sino que se había dado facultad al presidente de
la Audiencia para que diera el abasto de carne en ellos a la persona
que le conviniera. En un principio se privilegió a los hacendados con
menos recursos, pero con el transcurrir del tiempo esto dio lugar a toda
clase de abusos por parte de los gobernadores. Durante más de 60 años
estos dos meses fueron otorgados a la familia Asturias y Nava. En 1733
la familia perdió el privilegio y los presidentes empezaron a dar esos
dos meses a quien les ofreciera la mayor regalía . Las personas intere­
sadas empezaron pagando 500 pesos y hacia 1760 estaban dando 2.000
pesos a los altos mandatarios por conseguir el abastecimiento en estos
meses. Los tratantes, para justificar su actitud renuente a hacer postu­
ras a más bajo precio, pedían que esos dos meses entraran también en
el remate anual, pues así compensarían los meses de menor beneficio .
En 1760 el fiscal dio el visto bueno a esta pretensión, exigiendo media
libra más de carne por real, a pesar de lo cual no hubo ningún postor
que quisiera hacerse cargo del abasto durante todo el año. Todo había

AGI, Guatemala, 261. Dn. Joseph Alvarez de las Asturias al Consejo de Indias, 1737.
AGI, Guatemala, 539, carta de la Audiencia al Consejo de Indias, 4 de agosto de 1761.

58
La Audiencia de Guatemala y la ciudad de Santiago en el siglo XVIII.

sido una maniobra para que el cabildo pudiera repartir a su antojo los
dos meses reputados como buenos y evitar así la intervención del pre­
sidente de la Audiencia.

Tabla I 6. Abastacedores de carne de Santiago de Guatemala, 1733-1752.

Año Abastecedor Donativo Donativo


para castillos para propios

1733 Repartimiento 300 200


1734 Feo. de Herrarte 300 250
1735 Sin datos
1736 Feo. de Herrarte 100 400
1737 s.d.
1738 Juan Batres
José de Nájera s.d. s.d.

1739 Juan Batres 100 400


1740 José de Nájera 100 400
1741 s.d.
1742 José de Nájera 100 400
1743 Joaquín de Montufar s.d.
1744 Gaspar Juarros 100 425
1745 s.d.
1746 Antonio de Zepeda s.d. s.d.
1747 s.d.
1748 s.d.
1749 José de Arrivillaga 100 425
1750 Miguel de Asturias 100 425
1751 Pedro Cabrejo 100 425
1752 Pedro Cabrejo 400 600

Fuente: AGCA, Al-22, leg. 1796, exp. 11790, libro de cabildo de 1752.

59
José Manuel Santos Pérez

Los tratantes de ganado consiguieron incluso manipular para su


beneficio la alcabala que debían pagar por la compra/venta de la car­
ne. En 1725 el cabildo logró el asiento de la alcabala de la carne por
1.000 pesos/año, cantidad que según el contador de la aduana era
menor de lo que se recaudaba normalmente. No obstante, el juez pri­
vativo de la aduana dio el visto bueno pues así se aseguraba un ingre­
so seguro y se evitaban “accidentes y casualidades” . Cuando tres
años después el ayuntamiento logró el asiento de la alcabala sobre
todos los productos en todo el territorio de la Audiencia, el precio del
asiento sobre el impuesto del abasto de carne incluso descendió y
quedó en 620 pesos/año. En 1769, una vez que la Real Hacienda
recuperó el cobro del impuesto, los oficiales reales empezaron a
cobrar un 3 % del valor de cada venta, con lo que obtuvieron una
recaudación de 4.331 pesos. En 1767 una Real Orden instaba a que
se restituyera a la Real Hacienda todo lo que se había cobrado de
menos en concepto de alcabalas, a lo que el cabildo se opuso fron­
talmente .
El control del abasto de carne por parte del ayuntamiento y los
regidores-tratantes había dado a éstos cuantiosos beneficios a lo largo
del siglo. Incluso sus familias y allegados se beneficiaban del abasteci­
miento. Muchos de ellos contrataban la provisión de carne de los pue­
blos del valle, que debía aprobar el presidente de la Audiencia, logran­
do importantes ganancias. En los juicios de residencia de los altos man­
datarios hubo continuas acusaciones de corrupción por la concesión de
estos contratos .
El control sobre el abasto de trigo tenía un carácter indirecto.
Había venido funcionando una albóndiga en el siglo XVII, aunque de
manera no demasiado eficaz. En 1729 el ayuntamiento decidió construir
otro depósito de granos y elaboró un reglamento para su funciona­
miento. Con esta medida se centralizó la venta de granos y se dispuso

AGCA, Al-22, legajo 1790, expediente 11784, libro de cabildo de 1725.


AGI, Guatemala, 759.
AGI, Guatemala, 262, juicio de residencia al presidente Tomás de Rivera y Santa Cruz.

60
La Audiencia de Guatemala y la ciudad de Santiago en el siglo XVIII.

que los regidores, por turnos, efectuaran labores de vigilancia sobre la


operación. Sin embargo, la falta de fondos no permitió un funciona­
miento estable .
La venta de bebidas alcohólicas también fue regulada por la muni­
cipalidad. A su cargo estaba la concesión de licencias para la venta de
vinos de Castilla y de Perú (no se producía vino en Guatemala) y de
aguardiente de caña. Ello produjo cuantiosos beneficios a los propios
de la ciudad como veremos al tratar este asunto en el capítulo 5.
La concesión de licencias a las tabernas era uno de los medios por
los que el ayuntamiento conseguía sus ingresos, lo que se denominaba
“propios” de la ciudad. Otras formas de financiación eran: el alquiler de
casas, tiendas y carnicerías; explotación de ladrilleras y tejerías; lo pro­
cedente del ramo de aguas; venta y arrendamiento de ejidos y solares;
ingresos por concepto de penas y multas; alquiler de puestos de venta
en la plaza mayor, y el arrendamiento de asientos como el de la alca­
bala o el estanco del aguardiente, que le dieron cuantiosos beneficios
en el siglo XVIII *. Hacia 1758 el ayuntamiento ingresaba unos 16.000
pesos al año, cantidad que suponemos se incrementó con la concesión
del asiento del aguardiente . Parte de las obras públicas que tuvieron
lugar en la ciudad de Santiago en el siglo XVIII (sobre todo el nuevo
ayuntamiento y el palacio de la Audiencia) fueron financiadas por el
ramo de propios del ayuntamiento. Los regidores aseguraban en 1769
que habían gastado 39-300 pesos en los 12 años anteriores empleados
de la siguiente manera: 3-500 en la Compañía de Dragones, 16.800 en
el camino al puerto de Omoa y 19-000 en la fábrica del real palacio .
El ayuntamiento también contribuyó a la construcción de edificios reli­
giosos como la catedral, algunos conventos y el templo de San Sebas­
tián. A pesar de la prohibición de la Recopilación de leyes de Indias,

Valentín Solórzano Fernández, “Albóndigas, pósitos y lonjas en el Reino de Guate­


mala”, Anales de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala, vol. 55, 1981.
Chinchilla Aguilar, El ayuntamiento colonial de la ciudad de Guatemala, op. cit., p.
103- AGCA, Al-22, leg. 2176, exp. 15709, libro de cabildo de 1777.
García Peláez, Memorias del antiguo Reino de Guatemala. Tomo II, op. cit., p. 22.
AGI, Guatemala, 759. Testimonio del ayuntamiento de Santiago, 1769.

61
José Manuel Santos Pérez

en ocasiones se utilizó el dinero de los propios para las fiestas organi­


zadas con motivo de la llegada de un nuevo presidente o la subida al
trono de un nuevo rey. Pero a veces el dinero era bien aprovechado,
como cuando se destinaba a la construcción de hospitales o la provi­
sión de granos en épocas de escasez .
Por otra parte, los aspectos económicos y políticos del acontecer
del Reino de Guatemala también fueron objeto de debate en las reu­
niones de los regidores, que en ocasiones impusieron su criterio. El
cabildo y su diputación de comercio, creada en 1728, funcionaron
como los auténticos altavoces del grupo de comerciantes que vivía en
la ciudad. Al procurador de la corporación en Madrid le llegaron grue­
sos expedientes en los que el cabildo de Santiago hacía reclamaciones
sobre el comercio con Perú o La Habana, daba su parecer sobre las
Reales Cédulas más controvertidas o apoyaba la petición por parte de
uno de sus miembros de un cargo público.
En definitiva, el cabildo tuvo un papel muy importante en la vida
de la ciudad de Santiago e incluso en el conjunto del territorio de la
Audiencia. Desde el abastecimiento de la ciudad hasta el cobro de
impuestos, pasando por la construcción de obras públicas o las tareas
benéficas, pocos aspectos de la vida de la ciudad quedaban fuera de la
intervención de la institución municipal.

Chinchilla Aguilar, op. cit., p. 106.

62
CAPITULO II

Acceso al poder.
La venta de oficios
del cabildo
I^a entrada en el entramado burocrático del imperio hispano en

América se hizo posible para cualquier persona con medios económi­


cos desde que a finales del siglo XVI la corona decidió vender una bue­
na parte de los puestos disponibles. La ocupación de un cargo se hizo
cada vez más una cuestión de capacidad económica, incluso para los
oficios que requerían cierta capacidad técnica. En la Centroamérica
colonial, como en otras regiones del imperio, las vías más comunes de
acceso a un puesto burocrático eran la compra de un puesto en un
cabildo, el “beneficio” de un oficio provincial, como alcalde mayor,
gobernador o corregidor y la compra de puestos de la Audiencia. El
“beneficio” de oficios provinciales fue especialmente atractivo en el
Reino de Guatemala, debido a las grandes posibilidades de lucro que
ofrecía uno de esos puestos en las zonas de alta densidad de población
indígena. Algunos de los puestos del cabildo podían ser también una
buena inversión, pero la mayor parte constituían una carga económica
que en muchos casos ahuyentaba a los posibles compradores. Éstas y
otras razones provocaron una continua escasez de miembros en la ins­
titución de gobierno local, que en algunos momentos corrió riesgo de
desaparecer.
En este capítulo trataremos de profundizar en nuestro conoci­
miento de la manera en que determinadas personas accedían al cabil­
do y el por qué de su decisión. En nuestra opinión, el ideal de la coro­
na según el cual los puestos vendibles y renunciables serían ocupados
por el mejor postor, siempre que reuniera las condiciones de honora­
bilidad y status social exigibles a un miembro de la burocracia impe­
rial, chocaron contra los intereses locales, que llegaron a ser determi­
nantes en la entrada de nuevos miembros en el ayuntamiento.

65
José Manuel Santos Pérez

A) Antecedentes

Desde el siglo XVI la corona española había empezado a vender


puestos de la administración como una manera de conseguir recursos
para sus maltrechas arcas. En 1559 se promulgó la primera cédula que
permitía la venta de los oficios de “pluma”, es decir, las escribanías . Las
necesidades de la Real Hacienda determinaron que a partir de 1591 se
permitiera al virrey de Perú la venta de “alguacilazgos, alferazgos, fieles
ejecutorías y regimientos”, aunque en los años anteriores había existido
cierta resistencia por parte del Consejo de Indias a extender dicha prác­
tica . Parece ser que estas instrucciones al virrey del Perú fueron también
enviadas al de Nueva España pues a partir del año 1591, todos los ofi­
cios incluidos en la Real Cédula del 91 empezaron a ser vendidos en los
dos virreinatos. Otros puestos que empezaron a venderse fueron los de
receptor de penas de cámara y el de depositario general en 1605 y a par­
tir de 1631 en Nueva España y 1635 en Perú el de alcalde provincial de
la Santa Hermandad . La corona decidió hacerse con el monopolio de la
venta de regimientos después de constatar que existía un comercio pri­
vado muy activo de esos puestos en las recién fundadas ciudades ame­
ricanas. Ocurría con frecuencia que el rey concedía como merced uno o
más regimientos a un particular que después vendía, sin llegar a ocupar
nunca su puesto en el cabildo. En muchas ciudades, en los años inme­
diatamente posteriores a su fundación, Ríe común la elección de regido­
res cadañeros, que mantenían su puesto por un año, pero la pérdida de
influencia sobre los asuntos locales que esto ocasionaba determinó que
la corona prohibiera tal medida en el siglo XVII, aunque el decreto fue
revisado en ciertas ocasiones. Como veremos más adelante, Guatemala
obtuvo el privilegio de elegir regidores durante un breve periodo de
tiempo en el siglo XVIII. Finalmente, como ya hemos apuntado, la coro­
na ordenó la venta de los regimientos, por una vida, en 1591-

J. H. Parry, The Sale of Public Office in the Spanish Indies under the Hapsburgs, Los
Angeles, University of California Press, 1953, p. 12.
2 Ibíd., p. 28.
3 Ibíd., pp. 29-31.

66
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

Las primeras ventas de regimientos en Santiago de Guatemala se


produjeron en 1584, unos siete años antes de la promulgación de la
Real Cédula de 1591 que autorizaba las ventas. A pesar de que el mer­
cado de ventas de cargos municipales estuvo muy activo en las prime­
ras décadas del siglo, durante el siglo XVII no hubo ningún momento
en que se ocuparan los 20 puestos de regidor disponibles en el cabil­
do. El número de puestos vendidos creció de manera constante entre
1600 y 1640, momento en que se produjo la máxima ocupación de la
institución con 18 regidores (ver gráfico II-l).
A partir de los años 50 se produjo una fuerte caída de las ventas
de regimientos sencillos del cabildo, proceso que Webre no duda en

Gráfico H-l. Santiago de Guatemala, venta de regimientos por década,


1580-1699-

Fuente: Stephen Webre, “The Social and Economic Bases of Cabildo Membership
in Seventeenth Century Santiago de Guatemala”, Tesis doctoral inédita, Universi­
dad de Tulane, 1980, p. 54.

67
José Manuel Santos Pérez

etiquetar como “colapso del mercado”. Sólo a finales del siglo se pro­
dujo una recuperación motivada por una venta masiva de cargos, que
sin embargo no tendría efecto al no ser confirmada por el Consejo de
Indias . Esta caída en las ventas tuvo su reflejo en los precios pagados
por los regimientos. Durante la mayor parte del siglo XVII el precio
medio de un regimiento sencillo se mantuvo alrededor de los 2.000
pesos. Sin embargo, en la década final el precio medio sólo alcanzó 500
pesos, razón por la cual fue negada la confirmación del remate en que
se aceptó este precio tan bajo (ver gráfico II-2).
Gráfico II-2. Santiago de Guatemala, precio medio de los regimientos
sencillos vendidos por década, 1580-1699.

Fuente: Stephen Webre, “The Social Bases of Cabildo Membership...” op. cit., p. 69.

Stephen Webre, “The Social and Economic Bases of Cabildo Membership in Sevente-
enth-Century Santiago de Guatemala”, Tesis doctoral inédita. Universidad de Tulane,
1980, cap. 3- La caída en el precio de las ventas ocurrió también en los cabildos de
Yucatán a partir de la segunda mitad del siglo XVII. Los regimientos se vendieron a

68
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

Otros cargos, los denominados de privilegio, que combinaban un


oficio en la administración municipal o real, con el derecho a tener voz
y voto en el cabildo, se mantuvieron en un alto grado de demanda y
con un buen precio a lo largo de todo el siglo. Los compradores de
los puestos de depositario general, correo mayor o tesorero del papel
sellado esperaban rentabilizar el desembolso efectuado pues todos
estos oficios llevaban consigo la posibilidad de obtener sustanciales
ganancias.
La caída en la demanda de oficios municipales fue un fenómeno
que no se circunscribió a la ciudad de Santiago. En otras muchas ciu­
dades de la Audiencia de Guatemala las corporaciones locales mostra­
ban una atonía general y algunas de ellas incluso llegaron a desapare­
cer . Las razones de este “colapso del mercado” no están demasiado
claras. El hecho de que fuera un fenómeno generalizado en la Améri­
ca española, induce a pensar que existió una causa común para los
diversos cabildos. La interpretación clásica, mantenida tanto por Avellá
Vives como por John H. Parry, ha sido la de encontrar una relación
entre la venta de cargos y la pérdida de poder de la institución muni­
cipal. Según estos autores la venalidad de los oficios habría borrado
casi por completo el carácter representativo que estas instituciones tení-

una media de 516 pesos entre 1607 y 1646, cifra que bajó a 270 pesos entre 1648 y
1692, cf. Victoria González Muñoz, Cabildos y grupos de poder en Yucatán (siglo
XVII), Sevilla, Publicaciones de la Diputación de Sevilla, 1994, pp. 104-124. En otros
cabildos los precios alcanzados eran bastante más altos. Durante la primera mitad del
siglo XVII se alcanzaban valores de 8.000 y 9-000 pesos en el cabildo de Lima. En
Buenos Aires, un regimiento sencillo se compraba por 700 pesos en los primeros años
del siglo XVII, cf. Guillermo Lohmann Villena, “Los regidores del cabildo de Lima des­
de 1535 hasta 1635”, Revista de Indias, vol. 32, 1972, y Jorge D. Gelman, “Cabildo y
élite local. El caso de Buenos Aires en el siglo XVII”, HISLA, n° 6, 1985.
Según el presbítero Domingo Juarros, que escribía a principios del siglo XIX: “(...)
había en el Reyno de Guatemala diez y seis Ayuntamientos de Españoles. De estos
se echan menos en el día seis, que por haber decaído el vecindario de algunos luga­
res, se han extinguido sus Cabildos: tales son los de las Ciudades de Truxillo y Gra­
cias a Dios, los de las Villas de el Realejo, Xerez de la Frontera, S. Pedro Zula, y S.
Jorge de Olancho...”, Compendio de la historia del Reino de Guatemala, Guatemala,
Editorial Piedra Santa, 1981, p. 235.

69
José Manuel Santos Pérez

an en su origen al restringir a una minoría el acceso a los cargos. La


corona no exigía demasiadas aptitudes a los compradores de regidurí­
as, por lo que los cabildos se habrían llenado de individuos, en su
mayoría criollos, desinteresados por el gobierno municipal y que sólo
pretendían obtener algunos de los provechos inherentes al cargo, fue­
ran éstos el abastecimiento de carne o trigo o las posibilidades de espe­
cular con el terreno dentro de la ciudad. La debilidad de las corpora­
ciones municipales habría posibilitado una mayor intromisión de las
autoridades monárquicas en los asuntos locales, un fenómeno ya obser­
vable a finales del siglo XVII pero que tendría un fuerte incremento en
el siglo XVIII y acabaría concluyendo en la creación de Juntas Munici­
pales que llegaron con la reforma de Intendentes .
Es evidente que al sacar los oficios municipales a subasta pública,
la participación popular en la institución municipal quedó cercenada.
Sin embargo, ello no significó el fin de la representatividad del cabildo.
En casos como el de Santiago de Guatemala, grupos de comerciantes
supieron utilizar el cabildo como plataforma para defender sus intere­
ses. La venta de los cargos, lejos de entorpecer su participación, facili­
tó su entrada en la institución y les permitió ejercer un control casi
monopolístico del acceso a los oficios municipales.
García Peláez, en sus Memorias para la Historia del Antiguo Rei­
no de Guatemala, argumentaba que la causa de la apatía de los veci­
nos para participar en el cabildo se encontraba en el hecho de que los
regidores tuvieran que ir a buscar a los miembros de la Audiencia al
palacio para ir a la iglesia . Lo que expresaba el arzobispo era la super­
ficie del problema de la intromisión de las autoridades metropolitanas
en los asuntos locales, corolario de la venta de cargos según la inter­
pretación clásica. No parece sin embargo que esta merma en las pre­
rrogativas de las corporaciones locales afectara excesivamente en el

J. H. Parry, The Sale of Public Office... op. cit., pp. 31-47; J. Avellá Vives, Los cabildos
coloniales, Madrid, Tipografía de Archivos, 1934, pp. 159-170.
Francisco de Paula García Peláez, Memorias para la Historia del Antiguo Reino de
Guatemala, Guatemala, Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala, Biblioteca
Goathemala, volumen XXII, 1972, p. 18.

70
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

caso de Santiago de Guatemala. El privilegio de que los alcaldes ordi­


narios fueran los corregidores del valle, sin duda el más importante de
los poderes detentados por la corporación local, siguió teniendo efec­
to hasta bien entrado el siglo XVIII. No obstante sí parece esencial para
el interés de los vecinos de Santiago de Guatemala, y entre ellos los
que tenían medios económicos, en su mayoría comerciantes, el hecho
de que en 1667 la corona revocara el asiento de la alcabala que había
sido administrado por el ayuntamiento desde 1604. De alguna manera
quedaba cerrada la posibilidad de manipular la fiscalidad sobre el
comercio, y sobre todo, añadía un elemento de incertidumbre a la acti­
vidad comercial.
Los oficiales reales que se ocuparon de la cuestión de la escasez
de regidores imputaron al empobrecimiento general de la región la caí­
da en las ventas. Según los funcionarios reales, en las ciudades de Cen-
troamérica no habría personas con suficiente capital para poder pagar
uno de los puestos. Aunque los precios se dispararon hacia la mitad del
siglo XVII no parece que ésta fuera la causa. Como ha apuntado Step-
hen Webre, sí es posible que en algunos centros de población meno­
res como Nueva Segovia o Cartago se produjera una fuerte escasez de
numerario que impidió la adquisición de cargos. Sin embargo, no pare­
ce que esto ocurriera en la ciudad de Santiago de Guatemala, donde
siempre hubo un grupo de comerciantes y/o hacendados con suficien­
tes medios para pagar un cargo. Sería además erróneo aplicar una rela­
ción causa-efecto estricta entre depresión económica y caída de las
ventas de oficios, pues no se trataba, evidentemente, de un producto
de consumo masivo. Siempre, aun en los peores momentos de la cri­
sis, existiría un grupo que se podía permitir unos altos patrones de con­
sumo. Es posible que el fuerte incremento de los precios que experi­
mentaron los cargos concejiles en los años centrales del siglo XVII ahu­
yentara a algunos compradores, pero a finales de siglo la atonía era tan
extrema que las cantidades que los regimientos alcanzaban en las
subastas eran la cuarta parte de las alcanzadas en el periodo de apo­
geo. A pesar de ello la demanda de cargos siguió bajo mínimos.
El regidor y Correo Mayor Pedro Ortiz de Letona, en 1740, aven­
turaba una explicación a la falta de interés por ocupar regimientos. En
su opinión, a diferencia de lo que ocurría tiempo atrás, los cargos del

71
José Manuel Santos Pérez

cabildo ya no servían para tener opción a ocupar los corregimientos


cuya provisión estaba bajo la responsabilidad del presidente de la
Audiencia. Ello había quitado una importante posibilidad de enriqueci­
miento, argumentaba Ortiz de Letona, a los miembros del cabildo . En
la estructura administrativa del Reino de Guatemala, el presidente de la
Audiencia tuvo la potestad de nombrar una cierta cantidad de corregi­
dores dentro de su distrito. La promulgación de una Real Cédula en 1678,
privando a los Virreyes y presidentes de la facultad de proveer estos car­
gos, hizo que a partir de ese momento los interesados en ocupar una
magistratura provincial tuvieran que efectuar su petición directamente a
la corona . No sabemos bajo qué criterio elegía el presidente a los futu­
ros justicias mayores. Sin duda el amiguismo tendría una gran importan­
cia, pero de la declaración de Pedro Ortiz de Letona se deduce que la
compra de un regimiento era un elemento de peso en la decisión. El pro­
pio presidente de la Audiencia, Pedro de Ribera, en un informe de 1742,
declaraba que habían cesado las “utilidades que desfrutaron los regido­
res del cavildo de esta ciudad assi con las raziones y servicio de indios que
la constumbre les havía introducido como el goze de Alcaldías mayores y
corregimientos en que los presidentes como que eran antiguamente de su
provicion los empleaban con preferencia... ” Parece, por lo tanto, que no
sólo se veían favorecidos para ocupar algunos cargos sino que además
tenían acceso privilegiado al reparto de mano de obra. También el cro­
nista Antonio de la Campa Cos, en su declaración para el remate de car­
gos del ayuntamiento de 1742, afirmaba que tiempo atrás los presiden­
tes debían reservar algunos nombramientos en los corregimientos de la

AGI, Guatemala, 271, Confirmación de oficios, 1744-1750.


Carlos Molina Argüello, “Gobernaciones, Alcaldías Mayores y Corregimientos en el
Reino de Guatemala”, Anuario de Estudios Americanos, vol. XVII, 1960, pp. 3-7 y 20.
El nombramiento de los Alcaldes mayores estaba reservado a la corona y el de corre­
gidores al presidente de la Audiencia. Entre los interesantes destinos que el presi­
dente podía conceder a los regidores estaban los corregimientos de Quezaltenango,
Atitlán, Tecpán Atitlán, Escuintla, Guazacapán, Acasaguastlán y Chiquimula de la Sie­
rra. Algunos de ellos serían convertidos en alcaldías mayores a lo largo del siglo
XVIII, aunque lo normal es que se confundieran los términos.
AGI, Guatemala, 271, Informe del presidente de la Audiencia, Pedro de Ribera. 1742.

72
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

Audiencia para cuatro de los capitulares . Esta relación entre pertenen­


cia al cabildo y preferencia del presidente de la Audiencia a la hora de
nombrar cargos burocráticos provinciales no ha sido explorada y no
hemos encontrado otras referencias en la bibliografía existente. Si es así,
reforzaría la idea de que el interés por ocupar magistraturas provinciales,
dependiente a partir de cierto momento únicamente del “donativo” ofre­
cido, fue un importante elemento distorsionador en el asunto de la ven­
ta de cargos municipales. Este interés por entrar en el entramado buro­
crático imperial ocupando un puesto de justicia mayor no era, evidente­
mente, una manera de comenzar la carrera política sino una inversión
económica muy lucrativa. Como veremos en el capítulo cuatro, las opor­
tunidades que daba la economía colonial a finales del siglo XVII pasa­
ban sobre todo por el control de los mecanismos de distribución de mer­
cancías a través del istmo centroamericano y en este proceso tuvieron
una gran importancia los justicias mayores de las provincias. Una buena
parte de los regidores (un 48 %) fueron magistrados provinciales. Pode­
mos imaginar que, aunque no eran actividades excluyentes, una perso­
na con interés en ocupar una magistratura provincial no contemplaría
con agrado la idea de gastar una suma de dinero considerable en un regi­
miento sencillo de una corporación local, que le reportaba ninguna o
pobres ganancias, le daba algunas aunque escasas responsabilidades de
gobierno y le exigía una asistencia si no permanente sí al menos conti­
nuada a las sesiones del cabildo.
La relación de la caída de las ventas del cabildo con el mayor inte­
rés en ocupar puestos provinciales deja algunos interrogantes sin con­
testar. Por una parte, el colapso del mercado empezó ya en los años 60,
más de una década antes de que se promulgara la Real Cédula por la
que el presidente de la Audiencia no podía seguir nombrando a los ocu­
pantes de estos cargos. Por otro lado, no podemos olvidar que el des­
censo de las ventas y la decadencia del cabildo como institución es un
fenómeno generalizado en toda la América colonial en este momento.

11 AGI, Guatemala, 432. “Testimonio de los autos de Pregones y remate de los oficios
de el Muy noble Ayuntamiento de esta ciudad celebrado el año pasado de 1742 ...”
Declaración de Antonio de la Campa Cos.

73
José Manuel Santos Pérez

Stephen Webre intentó dar una explicación al “colapso del mer­


cado” de la venta de oficios públicos en su monografía sobre el cabil­
do de Santiago en el siglo XVII. Entre las causas que aduce la más
importante sería la relativa a un caso especial de renuncia que al
parecer era bastante común en los años 1650-60. Como es sabido los
compradores de un regimiento podían recuperar parte de la inversión
efectuada si efectuaban una renuncia a favor de otra persona siguien­
do una serie de requisitos: la renuncia debía ser hecha por el titular
del oficio en favor de un único individuo capacitado para el cargo;
debía ser ejecutada por lo menos veinte días antes de la muerte del
titular y la persona a cuyo favor se efectuaba la renuncia debía acep­
tarla y en el plazo de setenta días debía presentarse en la Audiencia
con la documentación requerida: la renuncia, el título de regidor y su
confirmación y la certificación del notario de que el titular estaba vivo
o había vivido aún 20 días después de efectuar la renuncia. Si se tra­
taba de la primera renuncia el titular del oficio recibía la mitad del
valor del cargo y las autoridades reales la otra mitad. En subsecuen­
tes renuncias la cuantía que se llevaba cada parte era, respectiva­
mente, dos tercios y un tercio del valor total. Con el tiempo se dieron
con frecuencia situaciones en las que el titular del oficio, queriendo
efectuar una renuncia, no encontraba personas que la aceptaran o
que reunieran los requisitos precisos (por ejemplo, ser mayor de
edad). En estos casos se llegaba a un acuerdo centre el renunciante y
los oficiales reales por el cual el puesto sería sacado a subasta públi­
ca y la cantidad obtenida por la venta sería repartida entre la admi­
nistración y los herederos del renunciante a partes iguales, como si
de una verdadera renuncia se tratara. El Consejo de Indias promulgó
una Real Cédula en 1664 en la que prohibía esta práctica, lo que cau­
só un gran impacto entre los titulares de los oficios y los comprado­
res potenciales. El asunto no afectó a las ventas de oficios en el siglo
XVIII pues la Real Cédula fue revocada en 1698 pero la medida tuvo
sin duda un importante efecto en el mercado durante la segunda
mitad del siglo XVII . Otra de las causas expuestas por Stephen

S. Webre, “The social and Economic Bases of Cabildo Membership...” op. cit., pp. 83-90.

74
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

Webre es el incremento del trabajo que conllevaba el hecho de ser


capitular, pues se produjo un fuerte aumento del número de reunio­
nes anuales de la corporación municipal. Sin embargo, al menos en
el siglo XVIII, este aumento de las reuniones significó un crecimien­
to desmesurado del absentismo dentro de la institución. Si, como
parece probable, el trabajo se intensificó, el exceso de tareas fue
soportado por unos pocos miembros del cabildo, más concienciados
con su labor social que el resto de los capitulares. Abordaremos este
asunto al final del capítulo.
En el siglo XVIII un condicionante más vino a unirse a los ya exis­
tentes para incrementar la crónica escasez de cargos. Cuando surgieron
grupos interesados en ocupar puestos del cabildo, éstos ejercieron una
gran presión sobre los vecinos no integrados en ellos para que desis­
tieran de sus pretensiones de acceso a los cargos municipales. Este
“monopolio” de cargos en pocas manos pudo ser también, al menos en
el siglo XVIII otra de las razones de la escasez de capitulares.
La cuestión parece situarse, por tanto, en el otro lado. No es tan­
to por qué los vecinos de Santiago no estaban interesados en ocupar
un puesto en el municipio sino qué interés tenían los que lo hicieron.
Porque lo que parece excepcional, si uno contempla la historia del
cabildo en los siglos XVII y XVIII, es que los puestos fueran ocupados
y no lo contrario. La escasez de miembros era crónica. Parece pues que
lo que se debe explicar es lo excepcional, es decir, por qué en ciertos
momentos hubo un interés por parte de ciertos grupos en comprar
regimientos sencillos para acceder a la institución de gobierno. Proba­
blemente la respuesta no es la misma para el siglo XVII y para el XVIII.
La manera en que se organizaron las ventas de puestos en el setecien­
tos, en torno a tres grandes ventas colectivas, fue muy diferente a la del
siglo XVII, cuando sólo se produjo una de estas ventas colectivas que
anunciaba lo que ocurriría en los siguientes 70 años de historia muni­
cipal. Pensamos que, aparte de las escasas “regalías” que los regidores
podían obtener al ocupar su puesto (por medio de la fiel ejecutoría o
el abastecimiento de carne, por ejemplo), los interesados en ocupar
cargos buscaban legitimar y afianzar su posición social con la ocupa­
ción de un puesto político que, aunque devaluado, seguía mantenien­
do cierto prestigio. Por otra parte, al menos en el siglo XVIII, los invo­

75
José Manuel Santos Pérez

lucrados en el aparato mercantil y sobre todo en el sector exportador


buscaban una caja de resonancia para sus reivindicaciones que, a falta
de un consulado, bien podía ser el cabildo y su diputación de comer­
cio, organismos que controlaron, bueno es recordarlo, la recaudación
de la alcabala en todo el Reino de Guatemala a partir de 1728. En ter­
cer lugar, cierta facción de la élite quiso controlar este resorte del poder
político, lo que hizo que se movilizaran sus integrantes ante cualquier
intento de compra por parte de elementos externos. Estas ideas gene­
rales, que pueden servir también para años anteriores deben ser con­
trastadas con la propia historia de la venta de cargos del cabildo en el
siglo XVIII, que abordamos a continuación. Esto nos puede dar más
pistas sobre este asunto, que sigue siendo controvertido y sobre el que
no se puede dar, por ahora, una respuesta definitiva.

B) El proceso de adquisición de cargos municipales. Ventas colec­


tivas e individuales.

El siglo XVIII, en lo que a la forma de acceso al cabildo de Santia­


go se refiere, empezó en 1698, fecha de la primera venta colectiva de
puestos municipales. La escasez de regidores durante la segunda mitad
del siglo XVII había llegado a un punto tan crítico que la corona autori­
zó en 1676 el alquiler de oficios vacantes hasta que surgiera algún com­
prador. El tema empezaba a ser serio, pues no sólo se resentían las Cajas
Reales por la no entrada de ingresos por este concepto, sino que inclu­
so el abastecimiento y el mantenimiento de la ciudad empezaba a poner­
se en peligro, al no haber suficiente número de personas en la corpora­
ción municipal que se ocuparan de estos trabajos. En 1696 el gobierno
de la Audiencia reconoció la posibilidad de que se celebrara cabildo sólo
con los dos alcaldes y uno o dos regidores lo que, según el arzobispo
García Peláez, era el reconocimiento de su extinción . El cabildo y las
autoridades de la Audiencia decidieron tomar algún tipo de medida. Se

García Peláez, Memorias para la historia..., op. cit., p. 18.

76
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

convocó un cabildo abierto en 1698 al que fueron invitados 21 miembros


de la élite santiagueña. Se les invitó a que eligieran alguno de los quin­
ce puestos vacantes en el cabildo en ese momento, por los cuales debe­
rían dar una “donación” a la corona. El ayuntamiento, oficialmente, apo­
yaría su petición de confirmación al Consejo de Indias. De entre los par­
ticipantes en el cabildo abierto, diez decidieron comprar cargos. El
momento de debilidad en que se encontraba la institución local fue apro­
vechado por los interesados, que intentaron acceder al cabildo bajo unas
condiciones que se pueden considerar, al menos, especiales. El precio
que pagarían por los puestos sería sensiblemente menor al que se había
pagado en los años anteriores del siglo XVII, en remates producidos tras
subasta pública. Los regimientos sencillos alcanzaron apenas los 500
pesos (cuando habían llegado a alcanzar los 2.000 pesos años atrás) y
por los puestos de alférez mayor o alcalde provincial se pagarían sólo
1.000 y 800 pesos respectivamente (se había pagado por ellos 5.000 y
6.000 pesos en años anteriores). Por otra parte, los pretendientes a los
cargos querían que se tuvieran en cuenta otras dos condiciones: cual­
quier nuevo ingreso que se produjera en el cabildo debía ser aprobado
por los miembros de este grupo; en segundo lugar, querían que se
suprimiera la prohibición de que los regidores sirvieran como alcaldes
ordinarios, ya que según ellos, quedarían muy pocos “caballeros” fuera
del cabildo para ser elegidos como alcaldes.
Todas las pretensiones fueron aceptadas por los miembros del
cabildo y por el presidente de la Audiencia, Sánchez de Berrospe, quie­
nes apoyaron la petición de confirmación.
Pronto se alzaron algunas voces críticas contra esta forma de acce­
der a los puestos del cabildo. El oidor Amezcueta argumentó en un
informe al consejo de Indias que las cantidades ofrecidas eran demasia­
do bajas como para poder ser aceptadas. Según el oficial real, el grupo
se había constituido en torno a los allegados al poderoso comerciante
José Barón de Berrieza, con quien el presidente de la Audiencia había
contraido una fuerte deuda, fruto de la intensa relación comercial esta­
blecida entre los dos. En efecto, entre los pretendientes a los puestos se
encontraban al menos 4 yernos de Barón de Berrieza y otros parientes.
El oidor Amezcueta declaraba en su informe que todo había sido una
maniobra para conseguir el control del cabildo sin participar en una

77
José Manuel Santos Pérez

subasta pública en la que sin duda los puestos habrían alcanzado un


valor más alto. Finalmente la corona no confirmó los puestos y decidió
que se devolvieran las cantidades ya entregadas en las cajas reales .

Tabla H-l. Santiago de Guatemala. Venta colectiva de regimientos, 1698.

Vacante Ocupante Donación

Alférez mayor Bartolomé de Gálvez Corral 1.000 pesos


Alguacil mayor José Bernardo de Meneos
y Medrano 4.000 pesos

Alcalde provincial Esteban de Medrano


y Solórzano 800 pesos

Regidor Domingo de Ayarza 500 pesos


Regidor Pedro de la Barreda
Belmonte 500 pesos

Regidor Alonso Gil Moreno 500 pesos


Regidor Juan Lucas Urtarte 500 pesos
Regidor Lorenzo de Montúfar 500 pesos
Regidor Francisco Navarro
de Mendoza 500 pesos

Regidor Juan Ortiz de Letona 500 pesos


Regidor Tomás de Cilieza y Velasco 500 pesos
Regidor Manuel de Solórzano
y Medrano 500 pesos

Regidor Fernando de la Tovilla y Gálvez 500 pesos

Fuente: Stephen Webre, “The Social and Economic Bases of Cabildo Membership
in Seventeeth-Century Santiago de Guatemala”, op. cit. p. 110.

Webre, “The Social and Economic Bases of Cabildo Membership...”

78
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

La operación resultó fallida pero, aún así, sirvió como preceden­


te para lo que constituiría un esquema repetido una y otra vez duran­
te el siglo XVIII, de tal forma que más del 80 % de las ventas de car­
gos ocurridas durante este siglo se produciría de forma colectiva. El
intento de compra de 1698 tiene otro aspecto importante: el interés
de la red familiar Barón de Berrieza-Gálvez por el control de la insti­
tución local. Diversos miembros de esta familia ocuparon una buena
parte de los puestos vacantes durante el siglo XVIII, y, de alguna for­
ma, constituyeron algo parecido a un monopolio de la compra de car­
gos.
Después del intento fallido de compra de cargos de 1698, el cabil­
do de Santiago entró en una de las peores situaciones de su historia,
en cuanto al número de integrantes. En la primera década del siglo,
después de la muerte de los regidores Francisco Antonio Fuentes y
Guzmán y Fernández de Rivera, quedó reducido a dos capitulares: José
Agustín de Estrada y Azpeitia, que ocupaba un puesto de regidor ane­
xo al cargo de correo mayor, y el depositario general José Fernández
de Córdoba. Las únicas dos incorporaciones que se produjeron en la
primera década fueron las de Alejandro Pacheco, que compró el pues­
to de receptor de penas de cámara en 1702 y la de Tomás de Arrivilla-
ga Coronado, que compró el puesto de alguacil mayor por 3-000 pesos.
El caso de Pacheco indica claramente cómo, a pesar de la atonía de las
ventas, seguía habiendo un fuerte interés por los oficios de privilegio.
Tuvo que competir con un tal Juan Rubayo Morante que ofreció 4.000
pesos por el cargo, lo que le obligó a subir su postura hasta los 5.500
pesos en que se le remató el oficio. Pacheco consiguió que 3-500 pesos
de la cantidad total pudieran ser pagados en tres plazos . La cifra en
que Alejandro Pacheco consiguió el puesto era alta pero estaba muy
lejos de los 14.250 pesos pagados por Pedro Marín de Solórzano en
160816.

' AGCA, A3-10, leg. 177, exp. 3349, Título de regidor y solicitud de reintegro, 1703­
1745.
16 Webre, op. cit., p. 329.

79
José Manuel Santos Pérez

Tabla II-2. Venta de cargos del cabildo de Santiago de Guatemala.


Ventas individuales.

Cargo Regidor y fecha de compra Precio*

Alférez mayor Tomás de Arrivillaga Coronado (1706) 3.000 pesos


Alguacil mayor Gerónimo de la Trinidad (1729) 600
pesos/año**
Depositario José Damián Fernández
general de Córdoba (1713) 3.000 pesos
Manuel Lacunza (1725) 2.500 pesos
Correo mayor Pedro Ortiz de Letona (1730) 20.000 pesos
Juez tesorero Juan Antonio Colomo (1725) 5.000 pesos
del papel sellado Fernando Ignacio Colomo (1731) 5.000 pesos
Diego Arroyave y Beteta (1745) 1.666 pesos
Receptor de penas Alejandro Pacheco (1702) 5.500 pesos
Regimiento sencillo n° 1 Juan Tomás Micheo (1766) 750 pesos
Regimiento sencillo n° 4 Francisco Marcelino Falla (1721) 750 pesos
Regimiento sencillo n° 10 Francisco Chamorro Sotomayor (1767) 1.500 pesos
Regimiento sencillo n° 6 Simón de Larrazábal (1762) 750 pesos
Nicolás de Obregón (1770) 750 pesos

* No se contabilizan los gastos de media annata, ni el 18% del flete.


** Alquiler por 3 años. Oficio ejercido por Guillermo Martínez de Pereda.

Fuente: AGI, Guatemala, 432, “Testimonio de los autos de pregones y remate de los
oficios de el Muy Noble Ayuntamiento de esta ciudad de Guatemala celebrado el año
pasado de 1742”; AGI, Guatemala 432, diversos testimonios e informes sobre el rema­
te de 1761; AGI, Guatemala, 234, “Testimonio de los autos fechos sobre la renuncia
que hizo don Franco. Antonio de Granda, del oficio de Tesorero del papel sellado...”,
1746; AGI, Guatemala, 271, Confirmaciones de oficios, 1744-1750; AGCA, Al-24, exp.
10224, “Título de regidor de Lucas Carlos Coronado y testimonio del remate de 1713”;
Stephen Webre, “The Social and Economic Bases...”, op. cit., pp. 319-351.

80
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

El cabildo entró en la segunda década del siglo con sólo tres regi­
dores asistiendo con regularidad a las sesiones: Alejandro Pacheco, José
Fernández de Córdoba y José Agustín de Estrada y Azpeitia. En ese
momento no había ninguna persona ocupando los regimientos senci­
llos, puestos que no habían sido ocupados desde mediados del siglo
XVII. La falta de regidores ocasionó que en las elecciones de primero
de enero de cada año, en las que los regidores elegían a los dos alcal­
des ordinarios, se diera permiso para que participaran los alcaldes
salientes.
La experiencia de 1698 acentuó aún más el desinterés de los veci­
nos de Santiago de Guatemala por la participación en la institución
local. La corona decidió actuar para paliar esta situación de falta de
capitulares y en 1709 promulgó una Real Cédula por la cual se orde­
naba a las autoridades de Guatemala que pusieran a la venta todos los
oficios vacantes en ese momento. Los oficios, evidentemente, nunca
habían dejado de estar en venta, pero parece que esta Cédula intenta­
ba poner en manos de los oficiales reales la promoción de los puestos
vacantes, y quizá, hacer un guiño hacia los posibles compradores en el
sentido de que se aceptaría una postura de poca entidad .
El presidente de la Audiencia, Toribio de Cosío, reunió a algunos
de los vecinos más acaudalados para tratar de convencerles de que
adquirieran alguno de los oficios vacantes. Los convocados, entre los
que se encontraba el postor a la receptoría de penas en 1702, Rubayo
Morante, declinaron la invitación del presidente argumentando que los
oficios eran demasiado gravosos para sus personas y negocios, máxi­
me cuando no iban a obtener ninguna remuneración por ocuparlos.
Antes de que Toribio de Cosío partiera para Chiapas al mando de las
tropas destinadas a sofocar la rebelión de los tzendales, animó a cinco
vecinos, todos ellos comerciantes, para que entraran a formar parte del
municipio. En efecto, cinco importantes hombres de negocios, Pedro
Severino López de Estrada, Miguel Eustaquio de Uría, Juan Angel de
Arochena, Lucas Coronado y Ulloa y Juan de Alcayaga, decidieron

1 AGCA, Al-24, exp. 10224, “Título de regidor del cabildo de esta muy noble y leal
ciudad a Dn, Lucas Carlos Coronado y Ulloa...”, 1713.

81
José Manuel Santos Pérez

hacer postura a cinco regimientos ofreciendo la cantidad, bastante


baja, de 750 pesos. En el momento de presentar su petición dejaban
bien claro que eso suponía un fuerte sacrificio para ellos y que la razón
por la cual habían decidido dar ese paso era el “celo y amor que pro­
fesaban a dicha ciudad”.

Tabla n-3. Venta de cargos del cabildo de Santiago de Guatemala.


Venta colectiva de 1713.

Regidor Cargo Precio

Lucas Carlos Coronado y Ulloa Regimiento sencillo n° 1 750 pesos


Pedro Severino López de Estrada Regimiento sencillo n° 2 750 pesos
Juan de Alcayaga Regimiento sencillo n° 6 750 pesos
Miguel Eustaquio de Una Regimiento sencillo n° 3 750 pesos
Juan Angel de Arochena Regimiento sencillo n° 5 750 pesos

Fuente: ver tabla II-2.

La corona no recibiría los 750 pesos. Los pretendientes debían


entregar 500 pesos a varios de los participantes en el intento de com­
pra de cargos de 1698. Éstos no habían recibido las cantidades entre­
gadas en las Reales Cajas en el fallido intento de compra masiva, a
pesar de que la corona lo dispuso así en 1700. Los restantes 250 pesos
serían pagados en dos años a partir de la fecha del remate. El 5 de abril
de 1713, la Audiencia promulgó los títulos correspondientes de los nue­
vos regidores que fueron recibidos en el cabildo dos días después ,
rompiendo así el letargo en que había estado sumida la institución des­
de mediados del siglo anterior.
La asistencia a las sesiones del cabildo y los trabajos añadidos al
oficio de regidor, como la fiel ejecutoría, o el reconocimiento e ins-

AGCA, Al-22, leg. 1788, exp. 11782, libro de cabildo, 1713-

82
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

pección de las corrientes de agua que llegaban a Santiago de Guate­


mala, debió de parecer algo demasiado gravoso al capitán Miguel Eus­
taquio de Uría. Activo hombre de negocios, con una red comercial que
se extendía desde México a Perú y desde Oaxaca a Costa Rica, Uría
amasó una de las fortunas más importantes de las primeras décadas del
siglo XVIII. El mantenimiento de esta red ya era un trabajo demasiado
duro como para además tener que preocuparse por las reuniones del
cabildo. En consecuencia, sólo un año después de haber comprado el
cargo y sin esperar a la llegada de la confirmación del Consejo, Uría
presentó su renuncia. Sin embargo, el fiscal de la Audiencia recordó a
Uría que aún debía 250 pesos a las Cajas Reales con lo que su renun­
cia no sería aceptada hasta que no hiciera efectiva esa cantidad. El
asunto estaba aún pendiente en 1723, aunque Uría no asistió más a las
sesiones del cabildo .
Es difícil aventurar una interpretación sobre el interés que tenían,
como grupo, los cinco compradores de regimientos en 1713- Al menos
tres de ellos, Lucas Carlos Coronado, Miguel Eustaquio de Uría y Pedro
Severino López de Estrada, eran importantes hombres de negocios, que
comerciaban con añil, cacao, ganado y en el caso de Uría, incluso hierro,
procedente de sus minas en San Salvador. No parece que fuera un grupo
demasiado cohesionado. No tenían fuertes vinculaciones familiares, aun­
que es posible que les unieran intereses económicos comunes. La tem­
prana renuncia de Uría parece ser un indicio de la frágil unión del grupo.
Tampoco duró mucho la participación de Juan de Alcayaga. Su presencia
en el cabildo como regidor no llegó más allá de 1717 , aunque no sabe­
mos si ello fue debido a una renuncia o a causas naturales. La compra de
cargos de 1713, que había supuesto un alivio para la institución local, fue
por lo tanto una solución efímera que no pudo sacar al cabildo de la pre­
caria situación en la que se encontraba desde largo tiempo atrás.
En la década de los 20 se produjeron tres nuevas incorporaciones
al cabildo, la de Francisco Marcelino Falla como regidor sencillo, la de

AGCA, A3-10, leg. 2767, exp. 39908, Renuncia de Miguel Eustaquio de Uría. AGCA,
Al-22, leg. 1788, exp. 11782, libro de cabildo de 1715.
AGCA, Al-22, leg. 1789, exp. 11783, libro de cabildo de 1717.

83
José Manuel Santos Pérez

Manuel de Lacunza como depositario general y la del maestre de cam­


po Juan Antonio Colomo como tesorero del papel sellado. Falla, otro de
los grandes comerciantes de esta primera mitad de siglo, aprovechó el
momento de escasez de regidores, y por lo tanto, la merma en los pre­
cios, para hacer una oferta de 500 por un regimiento sencillo. El fiscal
de la Audiencia, teniendo presente lo pagado en 1713, exigió a Falla el
pago de 750 pesos, precio que el pretendiente aceptó'. Su participación
en el cabildo fue muy escasa y dos años después de su entrada no vol­
vió a aparecer en las sesiones constitutivas de principios de año.
En 1728 se produjeron las bajas de Alejandro Pacheco por defun­
ción y de Lucas Carlos Coronado por renuncia, lo que dejó al cabildo
de nuevo con un único regidor, Pedro Severino López de Estrada. Ese
mismo año se produjo un acontecimiento de gran importancia para el
cabildo. El comerciante Pedro Carrillo, a través de su apoderado en
Madrid, consiguió el arrendamiento de las alcabalas de todo el Reino de
Guatemala que habían corrido por cuenta de la Real Hacienda desde
que en 1667 la corona decidiera tomar el control del impuesto que des­
de su creación había estado en manos del cabildo. En cabildo abierto
de 31 de mayo de 1729, un grupo de comerciantes de la ciudad deci­
dieron pedir a la corona que el asiento de alcabalas recayera de nuevo
en el ayuntamiento, pues era muy perjudicial, según su opinión, que
estuviera en manos de un particular. Desde el momento en que la coro­
na decidió tomar el control de la alcabala, la ciudad había estado pidien­
do regularmente el volver a administrar el impuesto, lo cual no es de
extrañar, teniendo en cuenta que había un fuerte componente comer­
ciante entre los miembros de la institución. La corona había negado sis­
temáticamente la vuelta del impuesto a manos de los comerciantes de
la ciudad, convencida de que perdía considerables sumas de dinero, ya
que el cabildo sólo pagaba 5.000 pesos al año. Finalmente un comer­
ciante individual se hizo con el asiento pagando 16.000 pesos al año,

AGCA, Al-22, leg. 1789, exp. 11783, libro de cabildo de 1721. No obstante, los ofi­
ciales reales certificaron que Francisco Marcelino “ha enterado los quinientos pesos
de su postura” y Stephen Webre, en su lista de regidores y precio de venta de los
cargos también recoge la cifra de 500 pesos como lo pagado por Falla.

84
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

aunque parece que todo fue una operación orquestada por el cabildo
para conseguir algo que de otra manera se le hubiera escapado.
En el cabildo abierto de 1729 los comerciantes decidieron nom­
brar a 6 diputados que se encargaran del seguimiento de éste y otros
asuntos relacionados con el comercio La ciudad consiguió de nuevo
el asiento de alcabalas, lo que de alguna manera, le devolvió el prota­
gonismo perdido desde 1667. Además, la diputación de comercio nue­
vamente creada, dependiente del cabildo, empezó a funcionar en la
práctica como un consulado de comercio, institución que no llegó a
formarse hasta 1793 •
Una nueva incorporación al cabildo, aunque un tanto especial, se
produjo en 1729- Un tal Gerónimo de la Trinidad alquiló el puesto de
alguacil mayor por 600 pesos anuales durante tres años, lo que da una
idea de que las autoridades habían declinado cualquier intento por man­
tener el asunto de la venta de cargos en los niveles alcanzados en el
siglo XVII. Trinidad no apareció por el cabildo. Fue sustituido por Gui­
llermo Martínez de Pereda, a quién el propio ayuntamiento nombró
como sustituto de Trinidad’. Al encontrarse vacante el puesto de alférez
real, Pereda tuvo que ejercer unos meses en el año 1730 como alcalde
de segundo voto, tras el fallecimiento de su titular Juan Calderón.

Los elegidos fueron Ventura de Arroyave y Beteta, Miguel Eustaquio de Uría, Juan
González Batres, Francisco Seaje de Rivas, Antonio de Olavarrieta y José Eguizabal.
Éstos dos últimos excusaron su participación y fueron sustituidos, después de haber
convocado un nuevo cabildo abierto el 27 de julio, por Lucas Carlos Coronado,
Manuel Muñoz, Antonio Cepeda y Francisco Falla AGCA, Al-22, leg. 1791, exp.
11785, libro de cabildo de 1729.
Robert S. Smith, “Origins of the Consulado of Guatemala”, Hispanic American His­
torical Review, vol. 26, 1946. Ralph Lee Woodward, Class Privilege and Economic
Development. The Consulado de Comercio of Guatemala, 1793-1871, Chape! Hill,
The University of North Carolina Press, 1966. La diputación de comercio se renovó
en 1743, con motivo del proyecto de creación de una compañía de comercio. Los
nuevos miembros elegidos fueron Juan Martín Muñoz, Cristóbal de Gálvez Corral,
Miguel de Iturbide y Regil y Bartolomé de Eguizabal. AGCA, Al-22, leg. 1793, exp.
11787, libro de cabildo de 1743.
AGI, Guatemala, 432, “Testimonio de los autos de Pregones y remate de los oficios
de el Muy Noble Ayuntamiento de esta ciudad...”

85
José Manuel Santos Pérez

La nueva situación del cabildo, que en 1730 controlaba la recau­


dación de la alcabala en todo el territorio de la Audiencia de Guatema­
la no pareció, en un primer momento, atraer a los vecinos de Guatemala
para formar parte de él. A pesar de la entrada de un nuevo miembro,
Pedro Ortiz de Letona, como Correo Mayor en 1730, la escasez de regi­
dores determinó que se eligieran personas para ocupar los cargos de
forma interina. Primero fue Felipe Jiménez quien ocupó la receptoría de
penas e Isidro de Herrera quien fue elegido como alcalde de la Santa
Hermandad’. La medida no era nueva. A finales del siglo XVII se había
hecho lo mismo en el cabildo de México y en Santiago de Guatemala,
en 1694, se pidió a la Audiencia que emprendiera una acción similar.
En 1732, con la muerte de Pedro Severino López de Estrada, el
cabildo volvió a quedar sin regidores sencillos. Sólo estaban presentes
las personas que tenían un regimiento anexo a su cargo, por lo que, en
caso de que decidieran no hacer uso de su privilegio el cabildo que­
daría extinguido. Un intento de un tal Manuel Cisneros de comprar el
puesto de alguacil mayor quedó abortado cuando después de habérse­
le rematado el cargo en 6.000 pesos el interesado no acudió a afian­
zarlo y se refugió en la iglesia de San Lázaro. El tal Cisneros no debía
de agradar demasiado al ayuntamiento. Cuando efectuó su primera
postura por valor de 3-500 pesos, se presentó en la almoneda el pro­
curador síndico, Francisco López Portillo, interesándose en el valor del
cargo pues el ayuntamiento “iba a hacer uso del oficio”. Ello hizo que
Cisneros aumentara su oferta hasta los 6.000 pesos’.
En 1726, durante su ejercicio como procurador síndico, Guillermo
Martínez de Pereda elevó una petición al presidente de la Audiencia en
la que proponía una solución para la escasez crónica de regidores.
Según Martínez de Pereda sería conveniente que en el momento de la
elección de los alcaldes ordinarios, el primero de enero, fueran elegi­
dos también cuatro o seis regidores que ocuparan el cargo por un año.
Según el procurador síndico, los regidores electos tendrían voz y voto

AGCA, Al-22, leg. 1791, exp. 11785, libro de cabildo de 1731.


AGI, Guatemala, 432, “Testimonio de los autos de Pregones y remate de los oficios
de el Muy noble Ayuntamiento de esta ciudad...”

86
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

en las reuniones, como si de un regidor perpetuo se tratase. La medi­


da estaba justificada, ya que, según el informe elevado a la Audiencia,
asuntos como la inspección de pesos y medidas y otros bajo la res­
ponsabilidad de los regidores estaban empezando a estar desatendi­
dos'. En 1733, el procurador síndico, Juan de Pesonarte, volvió a hacer
la misma petición pero en términos más dramáticos, pues como hemos
visto, el cabildo quedó sin regidores sencillos. Ante la situación extre­
ma, el presidente de la Audiencia, Pedro de Rivera y Villalón, que había
tomado posesión de su cargo unos meses antes, decidió conceder el
permiso para la elección de regidores anuales'. Como resultado de esta
medida, en la elección de alcaldes del 1 de enero de 1734 se procedió
también al nombramiento de regidores electos. Los primeros que entra­
ron en el cabildo por este procedimiento y que ocuparon su puesto por
un año fueron José Alvarez de Asturias y Nava, Juan Francisco Real,
Antonio de Olavarrieta, Juan Antonio Dighero, Agustín de Quiroga y
Mora y Tomás García Baamonde (ver tabla II-4).
La elección de regidores “cadañeros” que se produjo entre 1734
y 1742 movilizó a buena parte de los vecinos acaudalados de la ciu­
dad de Santiago y creó una sensibilización especial en torno a los
problemas del ayuntamiento. Algunos de los regidores electos se ani­
marían en años sucesivos a comprar un puesto y a cambiar su situa­
ción de interinidad por la de miembros perpetuos de la institución
local, para lo que el periodo como cadañeros les pudo servir como
rodaje. A pesar de la precaria situación en la que se encontraba el
cabildo, durante el periodo de vigencia de la elección anual se exa­
cerbó el delicado tema del gobierno del corregimiento del valle de
la ciudad de Santiago, que se encontraba bajo la jurisdicción de los
alcaldes ordinarios. Ante las presiones de la Audiencia el ayunta­
miento elaboró una propuesta de solución a los problemas de

AGI, Guatemala, 228, Representación de Guillermo Martínez de Pereda a S.M., 11 de


agosto de 1726.
AGI, Guatemala, 228. Testimonio de autos, 1734, AGCA, Al-22, leg. 1792, exp. 11786,
libro de cabildo de 1733.
AGI, Guatemala, 228.

87
José Manuel Santos Pérez

Tabla II-4. Cabildo de Santiago de Guatemala. Regidores electos, 1734-1742.


Año Regidores
1734 José Alvarez de las Asturias, Juan Francisco Real, Antonio de
Olavarrieta, Juan Antonio Dighero, Agustín de Quiroga y Mora,
Tomas García Baamonde.
1735 Antonio Cepeda y Nájera, Juan Angel de Arochena (?), Agustín
de Quiroga, José de Olavarrieta, Pedro Carrillo.
1736 Benardo Cabrejo, Agustín de Quiroga, Juan de Pesonarte,
Miguel Coronado, Bartolomé de Eguizabal.
1737 Francisco Herrarte, Juan del Río, Francisco López Portillo, Anto­
nio de Balmaseda, Francisco Echevarría.
1738 Cristóbal de Gálvez Corral, José de Samayoa, Tomás Marube,
Miguel de Iturbide, Juan Lucas Urtarte
*.
1739 José Delgado Nájera, Tomás Marube, Juan de Abaurrea, Pedro
de Herrarte, Francisco Antonio Granda, Guillermo Martínez de
Pereda.
1740 Manuel Muñoz, Juan José González Batres, Tomás Carrera, Feli­
ciano Falla, Diego Arroyave, Gabriel de Olavarrieta.
1741 Gaspar Juarros, Luis Roma, Manuel de Larrave, José Delgado
Nájera, Miguel Coronado, Guillermo Martínez de Pereda.
1742 Juan José González Batres, Antonio de Olavarrieta, Francisco de
Herrarte, Francisco Antonio Granda, Joaquín de Montufar, Basi­
lio Vicente Roma.

* Juan Lucas Urtarte es nombrado receptor de penas interino.


Fuente: AGI Guatemala, 228, “Testimonio de los autos hechos por el Cabildo, Jus­
ticia y Regimiento de esta ciudad de Guatemala sobre pretender se les concedie­
se facultad para elegir 4 o 6 regidores anuales...” 1734; AGI, Guatemala, 462, “Tes­
timonio de los autos de Pregones y remate de los oficios de el muy noble Ayun­
tamiento de esta ciudad celebrado el año pasado de 1742...”; AGI, Escribanía de
Cámara, 358B, Residencia de Pedro Ribera; AGCA, Al-22, leg. 1792, exp. 11786,
libros de cabildo de 1734 y 1735, AGCA, Al-22, leg. 1793, exp. 11787, libros de
cabildo de 1736 a 1741; AGCA, Al-23, leg. 4611, fol. 38v. Nombramiento de Juan
Lucas Hurtarte como Receptor de Penas de cámara interino, 1738.

88
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

gobierno que se habían detectado, sobre todo en lo referente al


cobro de tributos, propuesta que fue aceptada por la Audiencia. Tra­
taremos con más detalle este tema en el capítulo 5.
La elección anual de regidores fue una medida temporal, destina­
da a solucionar los problemas de gobierno que se derivaban de la
ausencia de concejales. Es posible, sin embargo, que la posibilidad de
elegir regidores fuera aprovechada por una facción de la élite para
incluir a sus propios miembros en la institución de gobierno y excluir
a personas de facciones rivales. Sería el antecedente de un proceso que
culminaría en 1761, como veremos más adelante.
Los nuevos regidores cadañeros posiblemente pudieron corregir
algunos de los problemas de gobierno existentes hasta la fecha, pero
la corona no estaba interesada en problemas administrativos sino en
conseguir más ingresos para la Real Hacienda. El 30 de octubre de
1740 se promulgó una Real Cédula por la cual se exigía que se vol­
vieran a sacar a subasta todos los cargos y que las personas nom­
bradas por el ayuntamiento para ocupar los puestos de forma interi­
na, fueran obligadas a pagar la cantidad que se estipulase como
arrendamiento del oficio. La corona no veía con agrado que los veci­
nos de Santiago pudieran disfrutar de los honores de la pertenencia
al cabildo sin que ello significase un incremento de los ingresos. La
decisión de las autoridades metropolitanas tuvo éxito, pues dos años
después un grupo de vecinos pujó de forma colectiva para conseguir
diversos cargos municipales. No obstante, la situación en los años 40
no era la misma que a principios de siglo. Nuevos procesos habían
dinamizado sectores de la economía que hasta entonces se encon­
traban bajo mínimos. La demanda internacional de plantas tintóreas
empezó a crecer lentamente primero y después de forma espectacu­
lar, abriendo un periodo de gran pujanza para el comercio de expor­
tación de añil. Los emigrantes peninsulares, que no habían dejado de
llegar durante todo el siglo XVIII, empezaron a hacerlo con mayor
frecuencia a partir de este momento. Entrenados en el puerto de
Cádiz, habían desarrollado importantes conexiones en la península y
supieron aprovechar bien las nuevas y buenas circunstancias que
ofrecía el comercio de exportación en Centroamérica. Una buena
parte de ellos centraron sus operaciones en Santiago de Guatemala,

89
José Manuel Santos Pérez

centro político y económico de la región, pues funcionaba como el


núcleo distribuidor de las mercancías que entraban y salían del terri­
torio centroamericano. Es muy probable que estos recién llegados
fueran un elemento dinamizador de la vida social y política de la ciu­
dad de Santiago. Sus intereses comerciales necesitaban de una insti­
tución que funcionara como altavoz para sus peticiones y como ele­
mento de representación. A falta de un consulado de comercio, cuya
formación era impedida por los ya existentes en México y Lima, el
cabildo y su recientemente constituida diputación de comercio podí­
an muy bien realizar ese papel. Cuando el presidente Fernando de
Echevers presentó su proyecto sobre formación de una compañía de
comercio en Guatemala, varios de los emigrantes, junto con promi­
nentes criollos que más tarde ocuparían puestos permanentes en el
cabildo se comprometieron a comprar acciones . Deseosos de inte­
grarse en la sociedad local, estos recién llegados podían utilizar el
prestigio que, a pesar de su atonía crónica, todavía daba la perte­
nencia a la institución local de gobierno. En 1742 estas nuevas cir­
cunstancias estaban latentes y no demasiado desarrolladas. Hacia
17Ó0, cuando ya se había producido el denominado boom del añil,
la nueva situación quedaría muy claramente reflejada en el cabildo
que se formó. En 1742 aún se puede ver una mezcla de lo viejo y lo
nuevo. Junto a comerciantes peninsulares recién llegados con fuertes
intereses exportadores, aparecen criollos con larga experiencia en la
economía local y que combinaban la propiedad de tierras y ganado
con el comercio interior y exterior. Buena parte de los nuevos miem­
bros del cabildo habían ocupado también magistraturas provinciales,
pues la distribución de mercancías dentro del Reino de Guatemala
seguía pasando en gran medida por las manos de estos funcionarios.

Entre los accionistas que tenían relación con el cabildo se encontraban Pedro Ortiz
de Letona, Francisco Antonio Granda, Basilio Vicente Roma, Juan José González
Batres, Guillermo Martínez de Pereda, Gabriel de Olavarrieta, José de Molina y San-
doval, Miguel de Coronado, Diego de Arroyave y Miguel Francisco de Iturbide y
Regil. AGI, Guatemala, 233, “Testimonio de los autos sobre la erección de la Com­
pañía que se quiere extableser en esta ciudad ...”, 1742.

90
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

No obstante, en los años del boom del añil, estos burócratas perdie­
ron parte de su importante papel en la economía, pues el comer­
ciante importador-exportador se erigió en el nuevo elemento domi­
nante de la introducción y posterior distribución de mercancías. No
es el momento para extendernos en estos argumentos, pues ya dedi­
camos suficiente espacio a ellos en el capítulo 4. Parece claro, no
obstante, que estos cambios que se producían en la economía y la
sociedad centroamericana tuvieron un reflejo en el gobierno local de
Santiago de Guatemala y que no fue, evidentemente, la Real Cédula
de 1740 la razón por la cual varios vecinos de la ciudad decidieron
convertirse en miembros perpetuos de la institución.
Como ya había sucedido en 1698 y 1713 un grupo de vecinos se
reunió para hacer una puja conjunta a ciertos cargos del cabildo. La
oferta tenía varios elementos novedosos. El grupo era bastante nume­
roso (14 personas) y pujaban por puestos que habían quedado vacan­
tes muchos años atrás, como el de alcalde provincial de la Santa Her­
mandad, que no había sido ocupado desde 1679- Por primera vez en
todo el siglo XVIII había un interés por ocupar una buena cantidad de
regimientos sencillos que, como hemos visto, eran los puestos menos
apetecidos por no tener ninguna posibilidad de ingresos extra. Otro
elemento novedoso era lo exiguo de la oferta que hacían los preten­
dientes. Guillermo Martínez de Pereda ofrecía 2.000 pesos por el pues­
to de alguacil mayor, cuando Tomás Fernández de Córdoba había paga­
do 8.000 pesos en 1672. Manuel Muñoz estaba dispuesto a pagar 1.000
pesos por el puesto de alcalde provincial de la Santa Hermandad, pero
su anterior ocupante, Sebastián de Aguilar y Castilla había pagado 6.000
pesos en 1679- Por cada uno de los regimientos sencillos los preten­
dientes ofrecían la cantidad de 500 pesos, lejos de los 2.000 pagados
por algunos de esos puestos en el siglo XVII. En condiciones norma­
les, estas ofertas no habrían sido aceptadas por el Consejo de Indias,
pero los testigos consultados, posiblemente en connivencia con los pre­
tendientes a los cargos, reiteraron las dificultades que existían para que
los vecinos se interesaran por los oficios concejiles. Después de tantos
años en los que no se habían producido ventas, la corona no estaba
dispuesta a perder una oferta que supondría unos ingresos superiores
a los 16.000 pesos.

91
José Manuel Santos Pérez

Tabla II-5. Venta de cargos del cabildo de Santiago de Guatemala.


Venta colectiva de 1742.

Regidor Cargo Precio

Manuel Muñoz Alcalde provincial de


la Santa Hermandad 1.000 pesos
Juan José González
Batres Alférez mayor 1.000 pesos
Guillermo Martínez
de Pereda Alguacil mayor 2.000 pesos
José de Molina y
Sandoval Depositario general 2.000 pesos
Francisco Antonio Juez tesorero
Granda del papel sellado 2.500 pesos
Miguel Coronado Receptor de penas
y Ulloa de cámara 1.000 pesos
José Delgado Nájera Regimiento sencillo n° 1 500 pesos
Francisco López Portillo Regimiento sencillo n° 2 500 pesos
Gabriel de Olavarrieta Regimiento sencillo n° 3 500 pesos
Francisco Antonio
Granda * Regimiento sencillo n° 4 500 pesos
Miguel Francisco
de Iturbide Regimiento sencillo n° 5 500 pesos
Basilio Vicente Roma Regimiento sencillo n° 6 500 pesos
Manuel de Gálvez Corral Regimiento sencillo n° 7 500 pesos
Francisco de Herrarte Regimiento sencilllo n° 8 500 pesos

* Subroga el cargo en Felipe Manrique de Guzmán al comprar el puesto de tesorero


del papel sellado por renuncia de Fernando Ignacio Colomo. Fuente: ver tabla II-2.

92
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

Los pretendientes incluyeron en su postura una serie de condicio­


nes muy parecidas a las que exigiera el grupo que en 1698 no consi­
guió confirmación de los cargos. Temiendo lo ocurrido en esa ocasión,
pedían como primera condición que la totalidad del precio de los car­
gos sólo se hiciera efectiva después de haber recibido la confirmación
por parte del Consejo de Indias. Eso suponía, en la práctica, un apla­
zamiento de cuatro o cinco años en el pago, lo cual era claramente
excepcional. En segundo lugar volvían a pedir, al igual que lo hiciera
el grupo de 1698 que se les permitiera la posibilidad de ser elegidos
alcaldes ordinarios, aunque fueran regidores, ya que según su opinión
existía una “inopia de vezinos de el lustre y calidad que para tales
empleos se requiere’’. La tercera condición consistía en que los futuros
regidores debían ser eximidos de la petición de licencias en caso de no
poder asistir a las reuniones del cabildo pues la mayoría poseían
haciendas y labores que tenían que visitar. Finalmente la cuarta y quin­
ta condiciones, muy parecidas a las de la postura de 1698 exponían que
en caso de que las autoridades aprobaran una puja distinta de la que
el grupo proponía, retirarían su petición y no comprarían los cargos. En
caso de renuncia de alguno de los regidores, el cabildo en pleno debía
aprobarla, en caso de que la persona nombrada por el renunciante no
fuera descendiente suyo. Ello significaba una auténtica monopolización
de cargos por parte de un grupo de vecinos prominentes, que se arro­
gaban así la posibilidad de aceptar o no a las personas interesadas en
participar en la institución municipal .
Es difícil pensar que la primera condición fuera admitida por la
corona, pues para que se produjera una confirmación, los interesados
debían haber hecho efectiva la cantidad del cargo. Si las otras condi­
ciones fueron admitidas por el Consejo de Indias, significaron un ele­
mento importante en la manera en que se produjo la entrada de miem­
bros en el cabildo de Santiago a partir de 1740. Posiblemente, aunque
hubiera personas dispuestas a pagar las cantidades exigidas, que como
sabemos eran muy bajas en relación con las pagadas en el siglo XVII,

51 Las condiciones están recogidas en AGI, Guatemala, 271, Remate de los cargos de
1742.

93
José Manuel Santos Pérez

desistirían de su idea ante la oposición frontal que podían esperar por


parte de este grupo de pretendientes que finalmente consiguió los cargos.
¿Qué características tenía este grupo? Estaba formado por siete
criollos y siete peninsulares, con actividades económicas diversas pero
con fuertes intereses en el comercio de exportación. Otro elemento
común había sido su participación como regidores electos durante el
periodo de provisión de cargos anuales. 11 de los 14 fueron elegidos.
Había también alguna relación de parentesco. Manuel Muñoz y Felipe
Manrique de Guzmán estaban casados con las hermanas Micaela y
Antonia Francisca Barba de Figueroa. Una prima de ellas, Ana de las
Asturias, estaba casada con Basilio Vicente Roma. En los tres casos, los
emigrantes peninsulares supieron entablar lazos matrimoniales con
familias ya asentadas, facilitando así su integración y ascenso social.
Pero la relación familiar no quedaba ahí. Al menos ocho de los inte­
grantes del grupo estaban integrados en alguna de las tres familias
extensas que coparon cargos en el ayuntamiento a partir de los años
40. Detrás de la compra, y posiblemente también de la elección de regi­
dores entre 1734 y 1742, existía una estrategia de un fuerte grupo de
poder estructurado en torno a tres familias para lograr el control de la
institución municipal. Las condiciones cuarta y quinta, que exigían que
el ayuntamiento y no las autoridades imperiales fueran quienes contro­
laran el acceso de nuevos miembros, trataban de reforzar ese dominio
de la institución. En definitiva, la cohesión de este nuevo grupo era
mayor que la que se produjo entre los cinco regidores de 1713 lo que
dio una estabilidad a la institución municipal desconocida desde media­
dos del siglo XVII.
Durante la década de los 40 la actividad fue especialmente inten­
sa. Se convocaron dos cabildos abiertos con motivo del intento de cre­
ación de una compañía de comercio, proyecto del presidente de la
Audiencia en el que se había involucrado una buena parte del gremio
de comerciantes. Hubo frecuentes ocasiones que, como en ésta, se
recurrió a la convocatoria de cabildos abiertos para tratar temas de
especial importancia. El comercio con Perú, el arrendamiento de alca­
balas, el abasto de carne o la compañía de comercio fueron algunos de
los asuntos en los que el vecindario pudo expresar su opinión. Entre
1740 y 1760 el cabildo trató aún otros dos asuntos muy importantes: la

94
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

división del corregimiento del valle en dos alcaldías mayores, con la


consiguiente pérdida de poder para los alcaldes ordinarios, y el arren­
damiento del estanco de aguardiente, hechos ocurridos en 1754 y 1758.
A pesar de toda esta actividad sólo se produjo una nueva y efímera
incorporación, la de Diego Arroyave y Beteta como tesorero del papel
sellado, tras la renuncia y posterior fallecimiento de Francisco Granda.
Nuevos elementos procedentes de la península se iban incorpo­
rando poco a poco a la actividad comercial en la Audiencia de Guate­
mala y a la vida social y política de su capital. A finales de la década
de los 40 apareció Cayetano Pavón, comerciante procedente de la ciu­
dad extremeña de Plasencia que amasaría una importante fortuna en
los años 60 y 70. A mediados de los 50 llegó Juan Fermín de Aycine-
na, procedente de Navarra. Después de haber pasado unos años en
Oaxaca, se instaló en Santiago donde crearía la fortuna más importan­
te de Centroamérica en el siglo XVIII. Los dos tuvieron su primer con­
tacto con el cabildo actuando como procuradores síndicos en 1761 el
primero y 1758 el segundo. Aycinena se ocupó además de la tesorería
del estanco de aguardiente, cuyo arrendamiento había obtenido el
cabildo en ese mismo año de 1758.
Tanto Pavón como Aycinena formaron parte de la tercera venta
colectiva de cargos del cabildo de Santiago de Guatemala en el siglo
XVIII, producida en el año 1761. A la década de los 60 llegó el cabil­
do de Santiago con una cantidad de regidores menor que la de veinte
años atrás, pero conservando suficientes miembros para resolver los
asuntos cotidianos. Los regimientos anexos a los oficios de alférez real,
alguacil mayor, receptor de penas y tesorero del papel sellado, oficio
este último ya extinguido, se encontraban vacantes. José Molina San-
doval, que había comprado el cargo de depositario general en 1742
había dejado Guatemala por Perú 14 años antes.
Poco después de su llegada a Santiago, el capitán general y presi­
dente de la Audiencia, Alonso Fernández de Heredia decidió volver a
sacar a subasta pública los cargos vacantes, intentando convencer a los
vecinos de que pujaran por ellos. Un importante comerciante, Manuel
de la Bárcena Muñoz, solicitó el oficio de alguacil mayor por el precio
que había alcanzado este puesto la última vez que fue vendido en 1742.
Poco después se presentaron tres parientes suyos: Alejo Manrique,

95
José Manuel Santos Pérez

Manuel de Guinea y Tiburcio Angel de Toledo pujando por tres regi­


mientos sencillos. Las propuestas fueron admitidas y se pregonaron
durante los preceptivos 30 días, tras los cuales se presentó en la
Audiencia el procurador síndico, Cayetano Pavón, con una propuesta
de compra de cargos que tenía el apoyo y beneplácito del ayunta­
miento. El procurador, que actuaba como apoderado de seis vecinos y
de sí mismo', ofrecía la compra de tres de los cargos de privilegio y
cuatro regimientos sencillos, en los precios que se habían alcanzado en
el año 1742.
Una vez examinadas las dos propuestas, el presidente de la
Audiencia decidió convocar una junta de valores que fijara los precios
reales de los cargos, pues según su opinión, las ofertas de los preten­
dientes eran demasiado bajas. La junta acordó que los regimientos sen­
cillos no podían ser vendidos por menos de 750 pesos. El puesto de
alguacil mayor debía ser vendido por un precio mínimo de 3.500 pesos,
los de alférez real y alcalde provincial por 2.000 pesos y el de deposi­
tario general por 2.500. La decisión fue comunicada a los pretendien­
tes a los cargos. Cayetano Pavón aceptó la subida de los precios y cam­
bió su propuesta, ofreciendo 13.000 pesos por los puestos vacantes, al
precio fijado en la junta de valores. A partir de este momento se desen­
cadenó un proceso de competencia entre Manuel de la Barcena y Caye­
tano Pavón que hizo subir los precios de los cargos de una manera des­
conocida durante todo el siglo XVIII . La postura final de Manuel de la
Bárcena fue de 16.000 pesos por un oficio de privilegio y tres regi­
mientos sencillos, con la intención de buscar más personas para que

Juan Fermín de Aycinena, que compró el puesto de depositario general, no figuraba


en un principio entre los interesados en los cargos.
La competencia en la compra de un cargo era muy rara en los remates de Santiago
de Guatemala. Sólo en el caso de Manuel Lacunza, cuando adquirió el puesto de
depositario general en 1725, y de Alejandro Pacheco en 1702 se produjo este hecho.
El fiscal de la Audiencia envió un informe al Consejo de Indias en 1746 en el que
aseguraba que existía la costumbre en la ciudad de que una vez efectuada una ofer­
ta para la adquisición de un remate, no se producían otras para no enemistarse con
el primer interesado. La estrategia tenía como objetivo mantener bajos los precios.
AGI, Guatemala, 234, Consulta del fiscal al Consejo, 14 de julio de 1746.

96
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

ocuparan los demás puestos, mientras que Pavón ofreció 26.000 pesos
por tres de privilegio y cuatro sencillos .
El procurador síndico no escatimó esfuerzos para ganar la subas­
ta. Además de la enorme suma que ofrecía pagar por los cargos, pre­
sentó numerosos informes sobre la “calidad” de las personas que él
representaba ya que, según la Recopilación de Leyes de Indias, en las
ventas de oficios debían ser preferidos los descendientes de descu­
bridores y conquistadores sobre cualquier otro . El currículum del
grupo de Pavón en lo que a ocupación de cargos se refiere era muy
amplio, pues muchos de ellos habían sido regidores electos y otros
habían servido como alcaldes ordinarios. Incluso las órdenes religio­
sas de jesuítas, franciscanos, predicadores y mercedarios elevaron
informes a la Audiencia sobre los méritos de los integrantes de este
grupo \ El presidente de la Audiencia tuvo en cuenta todas estas cir­
cunstancias y decidió conceder los puestos al grupo representado por
Pavón, según sus palabras "... tanto por el beneficio del Real Haver,
cuanto por el lustre de la ciudad”. El Capitán General consideraba al
grupo vencedor como perteneciente a lo más distinguido de la socie­
dad santiagueña y destacaba en su resolución alguno de sus méritos:
.. no solo lo sobresaliente de sus estirpes como indican sus respecti­
vos recaudos, ni solo el estar casados, e incorporados con casas y
familias del mayor lustre sino también el haber asistido cada uno en
los respectivos ejercicios de republica, que les han cavido con la con-

Las posturas eran exactamente: Manuel de la Barcena, 10.000 pesos por el puesto de
alguacil mayor, Tiburcio Angel de Toledo, Manuel de Guinea y Alejo Manrique, 2.000
pesos por cada uno de los regimientos. Basilio Vicente Roma ofreció 7.000 pesos por
el puesto de alguacil mayor, Manuel González Batres, 4.000 pesos por el puesto de
alférez real; Francisco Ignacio Barrutia, 4.000 por la alcaldía provincial de la Santa
Hermandad. Fernando Palomo, Pedro Loaisa, Cayetano Pavón y Ventura Nájera
subieron sus posturas por los regimientos sencillos hasta 1.500 pesos. En la cantidad
de 26.000 pesos iba posiblemente incluida la postura de Juan Fermín de Aycinena al
puesto de depositario general por 5.000 pesos.
Recopilación de Leyes de Indias, Libro VIII, Título XX, Ley VIII, Reproducción facsí­
mil publicada por Ediciones cultura Hispánica, Madrid, 1973.
AGI, Guatemala, 432.

97
José Manuel Santos Pérez

duda correspondiente a atraher el buen nombre y esplendor que los


mismos cargos prestan o demandan...” .
Años más tarde, los testigos consultados en el juicio de residen­
cia de Heredia tenían otra versión de los hechos. Según éstos el pre­
sidente de la Audiencia se había inclinado por el grupo ganador pues
aumentaron la cantidad de 4.000 pesos que Manrique y Bárcena esta­
ban dispuestos a entregarle en caso de que prefiriera su oferta . Es
posible que Cayetano Pavón hiciera una oferta tan alta sabiendo que
había ciertas posibilidades de no pagarla. Al hacer su propuesta dejó
bien claro que sólo las circunstancias especiales de la subasta le habí­
an obligado a elevar la oferta hasta 26.000 pesos, el cual no era un
precio justo para los oficios vendidos. Tuvo buen cuidado en reser­
varse la posibilidad de pedir una rebaja, que en efecto le fue conce­
dida por el presidente de la Audiencia, aunque debía ser confirmada
por el Consejo de Indias.
Al igual que en las ventas de 1698 y 1742, el grupo de la venta
colectiva de 1761 presentó sus condiciones para acceder a los cargos
a la vez que presentaba la cantidad que estaban dispuestos a pagar
por ellos. En su pliego de condiciones transcribieron letra a letra las
que se habían exigido en 1742 y que fueron admitidas por la corona.
Sin embargo, en esta ocasión, el fiscal de la audiencia decidió no
aceptar las exigencias de los pretendientes a los cargos. En concreto
rechazaba tres de las condiciones expuestas: la posibilidad de que los
regidores pudieran resultar elegidos alcaldes ordinarios, la petición de
poder ausentarse de la ciudad sin licencia y la exigencia de que no
se admitieran más pujas después de que el grupo hubiera accedido al
cabildo. Ante el rechazo del fiscal, Pavón y los suyos se vieron obli­
gados a modificar las condiciones.

AGI, Guatemala, 432, “Expediente sobre la confirmación de 8 oficios concejiles de la


ciudad de Guatemala”, 1764. Testimonio del presidente de la Audiencia Don Alonso
Fernández de Heredia.
AHN, Consejos, 21043, Residencia de Alonso Fernández de Heredia, 1767.

98
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

Tabla II-6. Venta de cargos del cabildo de Santiago de Guatemala.


Venta colectiva de 1761 .

Regidor Cargo Precio

Francisco Ignacio Alcalde provincial de


Barrutia la Santa Hermandad 4.000 pesos
Manuel González Batres Alférez mayor 4.000 pesos
Basilio Vicente Roma Alguacil mayor 7.000 pesos
Juan Fermín de Aycinena Depositario general 5.000 pesos
Pedro de Loaisa Regimiento sencillo n° 9 1.500 pesos
Fernando Palomo Regimiento sencillo n° 10 1.500 pesos
Cayetano Pavón Regimiento sencillo n° 11 1.500 pesos
Ventura Nájera Regimiento sencillo n° 12 1.500 pesos

Fuente: ver tabla II-2.

Stephen Webre da otras cifras para el precio de los cargos de la venta de 1761. Según
el autor norteamericano, los precios fueron los correspondientes a la segunda oferta
de Pavón, es decir, 1.000 por los regimientos sencillos, 3.500 por el de alguacil mayor
y 2.000 por los otros oficios de privilegio. Sin embargo en todos los testimonios pos­
teriores al remate se habla de que la cantidad pagada fue de 26.000 pesos por los
cargos en conjunto, habiéndose pagado 1.500 por los regimientos sencillos. Esta cifra
se ve confirmada porque las ventas posteriores que se efectuaron por medio de
renuncia se hicieron por la mitad del valor alcanzado en 1761, es decir, 750 pesos.
Stephen Webre, “The Social and Economic Bases of Cabildo Membership ...”, pp.
319-351. AGI, Guatemala, 420, D. Manuel de la Barcena y D. Alejo Manrique al Con­
sejo de Indias, 19 de agosto de 1769; AGI, Guatemala, 445, Título de regidor a favor
de Francisco Ignacio Chamorro por renuncia de Fernando Palomo; AGI, Guatemala,
433, “Testimonio de los autos sobre la renuncia al oficio de Regidor del ilustre y
noble Ayuntamiento de la ciudad de Guatemala hecha por don Joseph de Nagera su
ultimo poseedor en don Juan Thomas de Micheo”, 1767; AGCA, Al-15, leg. 2305,
exp. 16977. En AGCA, Al-22, leg. 2178, exp. 15713, libro de cabildo de 1781, apa­
rece claramente indicado que Juan Fermín Aycinena pagó 5.196 pesos (incluida la
media annata) por su oficio de depositario general.

99
José Manuel Santos Pérez

Los perjudicados en el remate, Manuel de la Bárcena, Alejo Man­


rique, Manuel de Guinea y Tiburcio Angel de Toledo no se cruzaron
de brazos después de ver cómo se les negaba la participación en el
ayuntamiento. Pidieron la anulación del remate, basándose en las
diversas irregularidades cometidas durante el proceso. La primera
acusación de Bárcena fue que existía tal connivencia entre el grupo
de Pavón y el ayuntamiento, que se diría que quien en realidad esta­
ba interesado en comprar los puestos era el cabildo y no los particu­
lares, lo que no estaba permitido después de la promulgación de un
Real Cédula en 1741 que prohibía tal posibilidad. Bárcena y los suyos
se informaron bien sobre quiénes hacían el abasto de carne al ayun­
tamiento y vieron que varios de los pretendientes habían corrido
durante varios años con la provisión de carne de la ciudad, con lo
que no sería legal su inclusión en el cabildo. Argumentaban los
denunciantes que el presidente de la Audiencia se había visto
influenciado por los oficiales de la Real Hacienda que habían fijado
los valores de los cargos concejiles, puesto que tenían relaciones de
parentesco con los interesados. En el momento de efectuar la recla­
mación, Bárcena ya conocía que el presidente de la Audiencia había
rebajado la cantidad a pagar por los cargos por lo que exponía que
el alto mandatario había actuado en contra de la Real Hacienda.
Finalmente, los ocho oficios se habían vendido por el mismo precio
que Bárcena, Manrique y Guinea habían ofrecido por cuatro. El
demandante intentaba rebatir por otro lado la argumentación de
Pavón, según la cual debía ser preferida su postura acogiéndose a la
mayor consideración que debían tener los “beneméritos” en la venta
de cargos. Según Bárcena, esto sólo debía aplicarse en casos en los
que hubiera posturas de la misma cuantía o cuando una de las par­
tes no pudiera acreditar una ascendencia brillante. Las familias del
grupo rechazado, según Bárcena, reunían todos los requisitos exigi­
dos. Como conclusión a su demanda los vencidos en la subasta expo­
nían lo que según ellos era la razón de que su oferta hubiera sido
rechazada: la escasez crónica de regidores en el ayuntamiento de
Santiago no se había debido a la falta de personas acaudaladas o
beneméritas, sino al hecho de que las personas que ya tenían cargo
en el cabildo, miembros de la misma parcialidad, habían desanimado

100
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

a cualquier otro pretendiente a los cargos, por temor a sufrir la ene-


• 11 1 • • 1 40
mistad de ese grupo de principales .
A pesar de las acusaciones de Bárcena y del informe en contra del
fiscal de la Audiencia, que ordenó que se anulara el remate y se entre­
garan los títulos despachados a favor de Pavón y sus representados, la
corona aceptó la subasta y despachó las confirmaciones correspon­
dientes que empezaron a llegar a Guatemala en 1764 . No obstante, la
decisión de las autoridades metropolitanas intentaba contentar a todas
las partes, y sobre todo, conseguir el máximo rendimiento para la Real
Hacienda. Junto con la confirmación de los títulos librados por la
Audiencia, llegó una Real Cédula con fecha de 8 de julio de 1764. En
ella, el Consejo de Indias aprobaba el remate de 1761, a pesar de las
irregularidades que en él se habían producido, como la mezcla en el
asunto del ayuntamiento y del procurador síndico. El Consejo desesti­
maba la pretensión de rebaja en la oferta de 26.000 pesos, que había
sido informada favorablemente por el presidente de la Audiencia, con
lo que los oficios alcanzaron un precio tres veces mayor al del remate
de 1742. Tampoco aprobaban las autoridades metropolitanas la preten­
sión de que las renuncias debían ser aprobadas por el ayuntamiento.
El Consejo invitaba a Bárcena y su grupo a que ocupara los pues­
tos de regidores sencillos que todavía estaban vacantes, pues la cifra de
capitulares que tenía el ayuntamiento de Santiago en virtud de privile­
gio era de 20. Para facilitar el acceso al cabildo de estos pretendientes,
el Consejo permitía que no se hiciera nueva subasta sobre estos cargos
y que se les vendiesen por el mismo precio que habían alcanzado en
1761, es decir, 1.500 pesos. Cuando Bárcena y Manrique se presenta­
ron ante el cabildo con esta Real Cédula, se les comunicó que no era
posible su entrada en la institución pues ya se había colmado el núme­
ro de regidores. Bárcena sabía que esto no era posible y exigió que se

AGI, Guatemala, 432, Reclamación de Manuel de la Bárcena, 26 de agosto de 1763.


AGI, Guatemala, 445, varios títulos de regidores a favor de Basilio Vicente Roma,
Francisco Ignacio Barrutia, Pedro Loaisa, Fernando Palomo, Ventura Delgado Nájera
y Manuel González Batres, 8 de julio de 1764.

101
José Manuel Santos Pérez

consultase el libro de cédulas en el que figuraba el privilegio de que


Santiago de Guatemala pudiera tener hasta 20 capitulares. El alférez
real le comunicó que ese libro se había perdido, por lo que no podría
ser verificado tal privilegio. A pesar del informe enviado al Consejo de
Indias en 1769 por los oficiales de la contaduría, en el que hablaban de
lo poco sustentado de las excusas del ayuntamiento, y se declaraban a
favor de la reclamación de Bárcena y Manrique, ninguno de los dos
pudo entrar en el cabildo con los plenos derechos de voz y voto .
El controvertido asunto de la venta de cargos de 1761 nos puede
aclarar algunos aspectos sobre el acceso al poder local en Santiago de
Guatemala en la última parte del siglo XVIII. ¿Cuál o cuáles eran, por
lo tanto, los requisitos necesarios para acceder a un puesto del cabil­
do? Por supuesto, la cantidad ofrecida por el puesto era un factor fun­
damental. Además, era conveniente engrasar la petición con un buen
montón de pesos para el presidente de la Audiencia, quien al fin y al
cabo debía despachar los títulos. Sin embargo, en determinadas cir­
cunstancias, como las que se dieron en 1761, ni siquiera el dinero pare­
cía suficiente. Si bien el grupo representado por Pavón ofrecía la can­
tidad más alta, el grupo rival estaba pujando por una cantidad menor
de puestos, lo que habría dado lugar a que se sacaran a subasta los
sobrantes, pudiendo así lograrse una cantidad mayor. Cuando esto
mismo fue expuesto por Bárcena, el presidente de la Audiencia con­
testó que eso era “dejar lo cierto por lo contingente”, con lo que prefi­
rió aceptar la propuesta de Pavón, en apariencia más rentable y segu­
ra. Como ya sabemos, fue más difícil convencer al Consejo de Indias
que al presidente Heredia de la conveniencia de rebaja de la cantidad
ofrecida, pretensión que fue denegada por el Consejo.
Todos los argumentos de Pavón sobre la “calidad” de los inte­
grantes de su grupo, o sobre su currículum burocrático fueron desoí­
dos por las autoridades metropolitanas, que querían obtener la máxima
rentabilidad de los cargos, y no se preocupaban por el mayor o menor

AGI, Guatemala, 420, Don Manuel de la Barcena y Don Alejo Manrique al Consejo
de Indias, 19 de agosto de 1769.

102
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

“lustre” de los postores. Pero a pesar de ello, Bárcena y los suyos nun­
ca pisaron la sala alta del ayuntamiento en calidad de regidores perpe­
tuos, con lo que la voluntad real quedó anulada. De alguna manera, los
criterios de rentabilidad económica que imperaban en Madrid chocaron
con las circunstancias locales que incluían otros aspectos de tipo social
para acceder al poder local. El argumento de un mejor currículum buro­
crático esgrimido por Pavón, no tenía ninguna importancia para el Con­
sejo de Indias ni para las autoridades locales, a pesar de que el presi­
dente de la Audiencia lo expusiera como uno de los méritos principa­
les del grupo ganador. Como apuntaban los oficiales de la contaduría
en su informe de apoyo a la declaración de Bárcena y Manrique, era
difícil que unos emigrantes recién llegados como eran éstos pudieran
haberse labrado un historial burocrático . Además nunca se había uti­
lizado ese argumento para negar o conceder un puesto. La “inutilidad”
y las “malas costumbres”, en caso de que existieran, debían ser las fal­
tas que podían privar a una persona de un cargo, y no su mayor o
menor participación en otros lugares de la administración.
A lo largo del proceso se utilizó constantemente la cuestión de
la ascendencia familiar como uno de los temas en juego en el desa­
rrollo del remate. El argumento de Pavón, que ya hemos relatado, era
que conforme a la Recopilación de Leyes de Indias, los “beneméri­
tos” debían ser preferidos sobre los recién llegados en las ventas de
cargos. Los pretendientes representados por el procurador síndico se
esforzaron en presentarse a sí mismos como descendientes de los
conquistadores de Guatemala. Como veremos en el capítulo siguien­
te, ello era extraordinariamente difícil. Cinco de los ocho preten-

Bárcena era natural del pueblo de Castillo en las montañas de Burgos; Manrique pro­
venía de Magan, población cercana a Toledo. Los otros dos pretendientes a los cargos,
que se descolgaron en las reclamaciones posteriores al remate eran oriundos de Cádiz
y Vizcaya. Alejo Manrique, Tiburcio Angel de Toledo y Manuel Guinea se habían casa­
do con sobrinas de Bárcena. AGI, Guatemala, 432, Partida de nacimiento de Manuel de
la Bárcena; ídem de Manuel de Guinea; Petición de informe sobre hidalguía de Tibur­
cio Angel de Toledo; declaración del testigo Joseph de Jaurrieta. AGCA, Al-20, leg. 895,
fol. 402, protocolos de Sebastián González, 1770, testamento de Alejo Manrique.

103
José Manuel Santos Pérez

dientes eran peninsulares llegados a Guatemala en las décadas de los


40 y los 50. Todos se habían casado con prominentes criollas, lo que
les posibilitaba, no sin cierto esfuerzo, trazar unos árboles genealó­
gicos de cierta entidad. Sólo en contados casos, en concreto Manuel
González Batres, Ventura Nájera y Pedro Loaisa, los pretendientes
podían trazar sus orígenes americanos más allá de mediados del siglo
XVII. Acusaban a Bárcena y los suyos de no haber logrado matrimo­
nios de calidad, pero según todos los indicios habían concertado
matrimonios con guatemaltecas de importantes familias. No obstan­
te, toda esta argumentación fue despreciada por el Consejo de Indias,
cuyas preocupaciones eran más bien económicas que genealógicas.
Y a pesar de todo ello, la cuestión familiar está, en nuestra opinión,
en el centro del problema. Lo importante no era la familia en senti­
do vertical, sino horizontal, es decir, el grado de parentesco de los
pretendientes y su integración o no en las redes familiares que copa­
ron buena parte de los cargos burocráticos de la Guatemala colonial
del XVIII. Como veremos en el capítulo siguiente tres redes familia­
res, Barón de Berrieza-Gálvez, Barba de Figueroa-Álvarez de las
Asturias y Fernández de Córdoba, fuertemente conectadas entre sí,
integraron en su seno a la mayor parte de los miembros del cabildo
de Guatemala. Parece que la “calidad” a la que se refería Pavón disi­
mulaba esta idea de pertenencia a la ‘‘dique” que detentaba una
importante porción del poder económico y trataba de controlar el
poder político. El mismo Bárcena se dio cuenta de ello, cuando,
como conclusión a su petición de cargos, declaraba que la presión
de cierto sector de la élite era el que había hecho desistir de su idea
a los interesados en un puesto en el cabildo. Por lo tanto, existía una
facción dentro de la élite, agrupada en torno a una red familiar y con
intereses económicos afines, que intentaba ejercer un monopolio del
poder político local. En el centro de esta facción se encontraban los
descendientes de Bartolomé de Gálvez Corral, que ya había intenta­
do una monopolización de cargos a finales del siglo XVII. El hundi­
miento del mercado de ventas de oficios puso más fácil este acapa­
ramiento de los cargos a esta red familiar. Las condiciones que se
habían negado en 1698 fueron aceptadas en 1742 y durante la mayor
parte del siglo XVIII sólo accedieron al cabildo personas aceptadas

104
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

por este grupo dominante. Durante el periodo 34-42 tuvieron inclu­


so la posibilidad de ocupar los cargos del cabildo sin ningún desem­
bolso, gracias a la posibilidad de elegir regidores anuales. Este gru­
po dominante llegó a controlar durante años puestos clave de la
burocracia imperial como la alcaldía mayor de San Salvador, la con­
taduría del Tribunal de Santa Cruzada, una enorme cantidad de ofi­
cios provinciales y algunos puestos de la hacienda real. A través de
la elección anual de alcaldes ordinarios, los regidores tenían en sus
manos un puesto clave, pues el corregimiento del valle de la ciudad
estaba bajo la jurisdicción de estos alcaldes. El abastecimiento de la
ciudad, que incluía la provisión de carne y trigo, la distribución de
indios de repartimiento y una parte del tributo real, eran algunas de
las parcelas de poder que dependían de los dos alcaldes elegidos
anualmente. Si a esto unimos el hecho de que a través del cabildo y
la diputación de comercio controlaban el cobro de alcabalas en todo
el Reino de Guatemala nos podemos hacer idea del poder que lle­
garon a acumular en sus manos. El cabildo de Guatemala, por lo tan­
to, no fue un instrumento al servicio de la élite local en su conjunto,
sino un terreno donde se reflejaban las divisiones existentes en el
grupo dominante. Y con todo, incluso el sector que controló la vida
política de la Guatemala colonial no actuó como un grupo monolíti­
co. Hubo algunas ocasiones en que el mayor o menor grado de
parentesco determinó la aparición de fisuras, como veremos en el
capítulo 5.
La composición del cabildo cambió sustancialmente durante los
años siguientes a la venta del 61. Una parte de los nuevos regidores
renunciaron a sus cargos antes de que se acabara la década de 1760.
Al ocupar su puesto de alguacil mayor, Basilio Vicente Roma dejó su
puesto a favor de Simón de Larrazábal, un comerciante procedente de
Oaxaca con fuertes relaciones familiares con los Barón de Berrieza-Gál-
vez . Pedro de Loaisa hizo varias renuncias en los años 1764-1765, que al

AGI, Guatemala, 432, Renuncia al puesto de regidor de Basilio Vicente Roma en


favor de Simón de Larrazábal.

105
José Manuel Santos Pérez

parecer no fueron aceptadas, pues siguió participando en las sesiones


del cabildo al menos hasta 1772”Fernando Palomo renunció a su ofi­
cio en 1768 a favor del emigrante sevillano Francisco Ignacio Chamo­
rro, que antes de ocupar su puesto en Guatemala había desempeñado
un puesto de regidor en el ayuntamiento de la villa de San Vicente en
San Salvador . José y Ventura Delgado Nájera hicieron sendas renun­
cias a favor de otro emigrante, Juan Tomás Micheo, de las cuales sólo
fue admitida la de José . Finalmente, en el año 1770 se produjo la
renuncia de Simón de Larrazábal a favor de su hermanastro Nicolás de
48
Obregón . ¿Cuál fue la razón de todas estas renuncias? Es posible que
una parte de los participantes en la venta de 1761 no tuvieran un ver­
dadero interés en la participación política. Habrían formado parte del
grupo para tener más posibilidades de obtener los cargos y por lo tan­
to de arrinconar al sector rival de Bárcena y compañía. Una vez con­
seguida la confirmación de los títulos, se habrían desentendido de lo
que para ellos podía representar una carga adicional a su ya intensa
vida de negocios. Existe también una probabilidad de que las renun­
cias fueran en realidad ventas encubiertas de cargos entre particulares.
Desde la Real Cédula de 1606 las renuncias quedaron perfectamente
reguladas en el cuerpo legal de la monarquía. El renunciante debía
expresar en qué personas efectuaba la renuncia. En caso de que una
de estas personas aceptara debía pagar la mitad del valor del cargo si

AGCA, Al-20, leg. 1071, fol. 388, protocolos de Diego Antonio Milán, Pedro de Loai-
za renuncia al cargo de regidor en Manuel de Larrabe y en Nicolás de Meneos, 5 de
Septiembre de 1765; AGCA, Al-20, leg. 890, protocolos de Sebastián González, Pedro
de Loaisa renuncia al oficio de regidor, 1765.
AGI, Guatemala, 445, 21 de octubre de 1768, título de regidor de la ciudad de San­
tiago para Francisco Ignacio Chamorro.
AGI, Guatemala, 433, “Testimonio de los autos sobre la renuncia del oficio de Regi­
dor del Ilustre y noble Ayuntamiento de la ciudad de Guatemala hecha pr Don
Joseph de Nagera su ultimo posedor en Don Juan Thomas de Micheo”, 1767.
AGI, Guatemala, 433, “Testimonio de los autos de la renuncia del oficio de Regidor
sencillo del cavildo de la Muy noble Ciudad de Santiago de Guatemala hecha por
Don Simón de Larrazabal en Don Nicolás de Obregon”, 1771.

106
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

era primera renuncia o el tercio si era segunda o posterior . Lo más


normal es que el oficio se renunciase en un familiar cercano, o que se
utilizara como dote o herencia. Es posible que este fuera el caso de
José Delgado al renunciar su puesto en su yerno, Juan Tomás Micheo.
En otros casos, se podía producir una venta del oficio entre particula­
res. La corona recibía la parte correspondiente a la mitad del valor del
oficio y la otra mitad se pagaba al renunciante. Es probable que esto
ocurriera en el caso de Fernando Palomo, cuando renunció a favor de
Francisco Ignacio Chamorro. En el título expedido para éste figuraba la
cantidad de 750 pesos, mitad del valor del cargo, como lo pagado por
él. Pero otros testimonios hablaban de que la cantidad pagada fue la de
1.500 pesos, por lo que es posible que hubiera concertado la cantidad
a pagar con Fernando Palomo .
Gráfico H-3. Evolución del precio medio de los regimientos sencillos
en el cabildo de Santiago de Compostela, por década, 1700-1789.

Recopilación de Leyes de Indias Libro VIII, Título XXI.


Stephen Webre da una cifra de 1.500 pesos para el regimiento comprado por Cha­
morro. Sobre las renuncias y su importancia para la evolución de la venta de oficios
cf. Francisco Tomás y Valiente, La venta de oficios en Indias (1492-1606), Madrid,
Instituto Nacional de Administración Pública, 1972, pp. 121-133.

107
José Manuel Santos Pérez

Gráfico D-4. Cabildo de Santiago de Guatemala.


Venta de regimientos por década, 1700-1789.

Fuente: ver tabla II-2.

La evolución posterior de la participación en el cabildo de Guate­


mala se vio afectada por el traslado de la ciudad tras los violentos tem­
blores de julio de 1773. El enorme esfuerzo que supuso la construcción
y organización de la nueva ciudad y la creciente pérdida de parcelas
de poder, determinaron que los vecinos de Guatemala no volvieran a
interesarse por la participación en la política local y que algunos de los
regidores perpetuos pidieran sus jubilaciones en el cargo, probable­
mente ante la imposibilidad de encontrar personas que aceptaran sus
renuncias. En 1779 el regidor Ventura Delgado Nájera elevaba una peti­
ción en tonos dramáticos para que se le concediera la jubilación, ofre­
ciendo renunciar al oficio a favor de la corona . Los oficiales reales
accedieron a sus pretensiones y le concedieron el retiro en 1780, un
mes después de que se concediera la misma gracia al Depositario Gene-

AGCA, Al-2, leg. 41, exp. 998. Año de 1779-

108
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

ral, Juan Fermín de Aycinena. Poco después llegarían las peticiones de


jubilación de Basilio Vicente Roma y Manuel González Batres .
La cuestión de la escasez de regidores volvió a estar presente en
las sesiones del cabildo a partir de 1776. Parece que los únicos capitu­
lares que cumplían de manera regular con las obligaciones de su pues­
to eran sólo cuatro, lo que les hizo pensar de nuevo en la elección de
nuevos miembros, como manera más efectiva de paliar la baja partici­
pación vecinalPor una Real Cédula de 19 de octubre de 1777 se había
dado facultad al presidente de la Audiencia para que nombrara regido­
res bi-anuales, con motivo del traslado de la ciudad. En 1778, a instan­
cias de la Audiencia, se elevó una propuesta de ocho personas que esta­
rían dispuestas a ocupar regimientos. El alto gobierno había exigido que
los candidatos no tuvieran lazos familiares y que tuvieran 10 años de
residencia en la ciudad. Una parte de los candidatos presentados fueron
aceptados por el alto tribunal quién se reservó el nombramiento de dos
regidores. En 1781, el cabildo presentó una segunda lista de 24 notables
entre los que la Audiencia eligió a 12 para que ocuparan regimientos de
dos años de duración. Cuando en 1784 se intentó convencer a estos
electos de que adquirieran los puestos que estaban ocupando interina­
mente sólo uno de ellos accedió a tal pretensión. Con una combinación
de los regidores electos y de los ancianos capitulares que habían entra­
do en el ayuntamiento en la década de 1760 el cabildo llegó a 1787,
fecha en que se puso en marcha la reforma de intendentes . El impac-

AGCA, Al-22, leg. 2178, exp. 15713, libro de cabildo de 1781.


AGI, Guatemala, 420, “Don Basilio Vicente Roma Regidor y Alguacil mayor del Ayun­
tamiento de Goatemala. Informe sobre el memorial presentado a su nombre solici­
tando la jubilación. 3 de abirl de 1783”; “Don Manuel González Bares, regidor, Alfé­
rez Real de Goatemala. Informe en vista de su instancia sobre que se le despache
real cédula de juvilacion en aquel oficio. 25 de junio de 1781”.
AGCA, Al-22, leg. 2175, exp. 15708, libro de cabildo de 1776.
AGCA, Al-22, leg. 2176, exp. 15710, libro de cabildo de 1778; AGCA, Al-22, leg.
2176, exp. 15711, libro de cabildo de 1779; AGCA, Al-22, leg. 2177, exp. 15712, libro
de cabildo de 1780, Al-22, leg. 2178, exp. 15713, libro de cabildo de 1781; Al-22,
leg. 2178, exp. 15714, libro de cabildo de 1784; AGCA, Al-22, leg. 2178, exp. 15715,
libro de cabildo de 1787.

109
José Manuel Santos Pérez

to que esta reforma tuvo sobre la institución local de gobierno entraña


una investigación específica que escapa a los límites de nuestro estu­
dio.
Por lo tanto, el cabildo de la Nueva Guatemala de la Asunción
empezó su andadura con el mismo problema que había tenido el de
Santiago de Guatemala desde mediados del siglo XVII. A las causas
ya apuntadas anteriormente, falta de incentivos económicos en la
ocupación de los cargos, monopolización de oficios por parte de
ciertas familias, se vino a añadir la merma de poder que sufrió la
institución desde 1780. Cualquiera que fueran las causas, la escasez
de regidores no fue una excepción en la historia municipal de San­
tiago de Guatemala sino, por el contrario, su elemento más caracte­
rístico.
Por lo tanto, la respuesta a nuestra pregunta inicial, cuál era el
interés de las personas que compraron cargos municipales no es sim­
ple. En cada momento hubo varios factores que incidieron en las com­
pras, por lo que es difícil generalizar. No obstante, las líneas apuntadas
parecen confirmarse: prestigio social, interés por parte de los comer­
ciantes de controlar un organismo político a su favor e intento por par­
te de una facción de la élite de copar los puestos políticos. Nuestro
intento explicativo no aclara todos los aspectos, y somos conscientes
de que el tema continuará abierto. Es difícil llegar hasta el fondo de un
asunto tan controvertido.

C) Oficios de privilegio

Los llamados “oficios de privilegio” siguieron una dinámica pro­


pia que es conveniente analizar aparte. Con la excepción del alferaz­
go real, los demás oficios, depositario general, receptor de penas de
cámara, correo mayor y tesorero juez del papel sellado, eran puestos
muy lucrativos que se consideraban más como una inversión que
como la adquisición de una parcela en el terreno de los notables. Por
lo tanto, en ocasiones en que el ayuntamiento se encontraba desierto
de regidores sencillos los oficios de privilegio contaban con una bue­
na aceptación y eran vendidos con mucha mayor facilidad. Por eso

110
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

hemos separado en los gráficos II-2 y II-3 el valor de los regimientos


sencillos del de estos otros de privilegio, pues aquéllos reflejan mejor
la evolución de los precios.
El oficio de depositario general, que tenía como responsabilidad
la custodia de los bienes en litigio, cobraba un 2’5 % de la propiedad
que se le confiaba . El oficio tuvo un valor medio en Santiago de Gua­
temala de 6.750 pesos durante el siglo XVII y su aceptación fue buena
también en el siglo XVIII, aunque la caída de precios afectó también a
la cuantía pagada por este puesto. Tres miembros de la misma familia
ocuparon el cargo durante más de 60 años. José Fernández de Córdo­
ba pagó 5.000 pesos en 1675 y renunció a favor de su hijo Miguel en
1713. La no aceptación de éste hizo que el puesto lo ocupara otro de
los hijos de José, José Damián, que se mantuvo en el empleo hasta su
muerte en 1725. El fallecimiento se produjo en Chiapas, donde servía
como alcalde mayor. La necesidad de estar fuera de Santiago de Gua­
temala hizo que José Damián nombrara a Juan Antonio Colomo como
teniente. El hecho de que Fernández de Córdoba no hubiera realizado
una renuncia en los plazos y con las condiciones expuestas por las
leyes, determinó que el oficio quedara vacante y que por lo tanto la
corona pudiera volver a sacarlo a remate. Mientras surgía un nuevo
postor, el presidente de la Audiencia nombró a Juan Antonio Colomo
como depositario interino. El mismo Colomo fue el primero en intere­
sarse por ocupar el puesto y ofreció 2.000 pesos, 500 al contado y 1.500
a pagar en tres años, exigiendo como condiciones que pudiera ser ele­
gido alcalde ordinario, y que también le fueran encomendados los
depósitos que realizara la Real Hacienda. Poco después de efectuada la
oferta, un hijo de José Fernández de Córdoba, Tomás, pidió que se
paralizara la subasta, pues quería participar en la misma. En realidad él
no era el interesado en el puesto sino su cuñado, Manuel de Lacunza,
un emigrante procedente de Navarra. Su oferta era igual a la de Colo­
mo, pero se comprometía a pagarla en dos plazos en lugar de en tres.
Para mayor seguridad acabó ofreciendo 500 pesos más que el primer

Constantino Bayle, Los cabildos seculares en la América española, Madrid, Sapientia


Editores, 1952, p. 268.

111
José Manuel Santos Pérez

1 , 57 _
postor, con lo que consiguió el puesto . Inmerso en sus ocupaciones
como corregidor de Quezaltenango primero, y como alcalde mayor de
Suchitepéquez después, Manuel de Lacunza nombró a un tal Miguel de
Peira como teniente en Santiago de Guatemala \
Lacunza murió en 1742 y no efectuó una renuncia del cargo. En el
remate colectivo de 1742, que ya hemos analizado, el puesto fue adquiri­
do por José Molina y Sandoval, por 2.000 pesos, precio excepcionalmen­
te bajo que seguía la tónica general de precios de este momento. Para
obtener el cargo Molina y Sandoval contó con la fianza que le otorgaron
59
sus cuñados Francisco Antonio Granda y Diego de Arroyave . Desde que
se decidió la venta de este oficio se incluyó en las condiciones que debía
ser convenientemente afianzado, pues existía una posibilidad de que el
ocupante del cargo especulara con los bienes que se le encomendaban .
La marcha a Perú de Molina y Sandoval después de haberse pues­
to al frente de un barco que efectuaría la ruta del Pacífico, hizo que el
puesto de depositario se encontrara sin ocupante durante 14 años, aun­
que la corona no podía sacarlo a remate pues el comprador no había
muerto ni había efectuado una renuncia. Juan Fermín de Aycinena, que
compró el cargo por 5.000 pesos en 1761, fue el último depositario
general de Santiago de Guatemala ya que después de su jubilación en
1780 el oficio fue abolido .
El puesto más lucrativo de los de privilegio era el de correo mayor,
cuyos remates alcanzaban cifras muy altas. Fue el único cargo que no

AGI, Guatemala, 267, “Testimonio de los autos hechos sobre la vacante del oficio de
Rexor. y Depositario General de esta ciudad que obtuvo últimamente Dn. Joseph
Damian Ferndez de Córdoba y de diligencias de Pregones y Remate de el fecho en
el sargento mayor don Manuel de Lacunza”, 1725.
AGCA, Al-20, leg. 862, exp. 9355, Protocolos de Antonio González, Poder general
que otorga Manuel de Lacunza a Miguel de Peira, 1734.
AGCA, Al-20, leg. 1140, exp. 9633, fol. 146. Protocolos de Hipólito Ordóñez, “Feo.
Antonio Granda y Diego Arrollave y Beteta se constituyen como fiadores de José
Molina y Sandoval en su puesto de Depositario General”, 1742.
Parry, The Sale of Public Offices, op. cit., p. 31.
AGCA, Al-22, leg. 2178, exp. 15715, libro de cabildo de 1787.

112
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

se vio afectado por ninguna de las crisis en las ventas y su valor se


mantuvo estable durante los siglos XVII y XVIII: 20.000 pesos. El correo
mayor tenía el monopolio de la administración de todos los envíos que
se producían en el reino, cobrando un tercio de los ingresos que se
derivaban, lo que según diversos testimonios podía producir 1.500
pesos al año ’. La Real hacienda le debía pagar 1.600 pesos al año para
que corriera con los gastos propios de la actividad .
Durante el siglo XVIII sólo dos personas, José Agustín de Estrada
y Azpeitia y Pedro Ortiz de Letona ocuparon el empleo. Ortiz consiguió
el puesto en 1730 en subasta pública, pagando 20.000 pesos, después
de que la renuncia que había efectuado José Agustín de Estrada no fue­
ra aceptada '. La corona no recibió el valor total pues dos tercios del
precio fueron entregados por Ortiz de Letona a los herederos de Estra­
da ’. El oficio lo ejerció en realidad el hermano de Pedro, Pedro Balta­
sar, a quien nombró teniente en 1737 . La organización del correo era
relativamente sencilla. Con la ayuda de cierta cantidad de mozos mula­
tos, y a través de una red de postas en los pueblos indígenas, los enví­
os debían ser llevados o traídos desde Veracruz y distribuidos por todo
el Reino de Guatemala. Entre 1723 y 1748 esta operación le costó

El oficio sólo se vendía en México, Guatemala y Cuba. Walter Bose, “Los orígenes
del correo terrestre en Guatemala (1612-1767)”, Revista Chilena de Historia y Geo­
grafía, vol. 86, enero-junio, 1939, citado en Webre, The Social and Economic Bases. .,
op. cit.
AGCA, A3-8, leg. 643, exp. 12289, Cuentas presentadas por el correo mayor del rei­
no José Agustín de Estrada y Azpeitia, 1711.
AGCA, A3-8, leg. 139, exp. 2802, fol. 63, Testamento de Pedro Ortiz de Letona. 1764.
AGCA, Al-20, leg. 1139, exp. 9632, protocolos de Hipólito Ordóñez, Obligación y
reconocimiento de censo, 1739- A través de una Real Cédula de 21 de febrero de
1689, se estipuló que en caso de que un renunciante muriera sin que los renuncia­
tarios elegidos hubieran cumplido los requisitos exigidos para la obtención del car­
go, éste debía pasar a la Real Hacienda y ser rematado de nuevo, pero 2 tercios o la
mitad de su valor debían pasar a los herederos del renunciante. Real Cédula sobre
renunciaciones de oficios vendibles y renunciables incluida en el testamento de
Lucas Carlos Coronado, AGCA, A3-10, leg. 177, exp. 3350.
“ AGCA, A3-10, leg. 173, exp. 3278, fol. 31.

113
José Manuel Santos Pérez

anualmente a la corona unos 3.397 pesos, aunque las circunstancias


internacionales, sobre todo los periodos de guerra, podían subir sus­
tancialmente esa cantidad. Durante la presidencia de Tomás Rivera y
Santa Cruz, entre 1742 y 1748, la Real Hacienda gastó 32.000 pesos en el
servicio del correo de Guatemala, debido a la situación de guerra. Pedro
Ortiz de Letona fue acusado de haberse llevado la mitad de esa cantidad
y no la tercera parte, como se había estipulado en sus condiciones de
compra del cargo. La acusación, sin demasiado fundamento, fue lanzada
por el oidor José de Pineda, quién, a petición del presidente Araujo y
Río, elaboró un proyecto para reformar y abaratar el servicio postal den­
tro del Reino de Guatemala. El funcionario proponía que se organizaran
12 correos mensuales para los que la Real Hacienda destinaría 3-060
pesos, de los cuales 2.040 debían servir para pagar a los mozos que trans­
portaban la correspondencia y los restantes debían ser para el correo
mayor. Pedro Ortiz replicó que sólo aceptaría esta propuesta en caso de
que se le dieran 4.224 pesos al año. Si se le despojaba del puesto, las
autoridades deberían devolverle los 20.666 pesos que pagó (incluida la
media annata) o en su defecto ser nombrado en compensación alcalde
mayor de Atitlán y Huehuetenango. Las condiciones no fueron acepta­
das por la Audiencia y Ortiz tuvo que dejar el cargo. Su reclamación al
Consejo de Indias tuvo éxito y fue finalmente restituido en el oficio, aun­
que se le obligó a aceptar las reformas propuestas por Pineda .
El empleo de Correo Mayor fue finalmente absorbido por la coro­
na en 1767, después de la creación en 1764 de la Administración Gene­
ral de Correos . Ortiz, como compensación, recibiría el 5 % de lo que
había pagado en 1730 . Aún en 1782, los herederos reclamaban el valor
total del oficio . Simón de Larrazábal, que había sido regidor desde 1761,

Biblioteca Nacional (Madrid), Manuscritos, 18665. Consulta del Consejo de Indias


sobre el correo de Guatemala, 10 de octubre de 1749-
José Joaquín Pardo, Efemérides para escribir la historia de la muy noble y muy leal
ciudad de Santiago de los Caballeros del Reino de Guatemala, Guatemala, Sociedad
de Geografía e Historia de Guatemala, 1944, p. 184.
AGCA, Al-23, leg. 2026, exp. 14049, fol. 86.
AGCA, A3-8, leg. 139, exp. 2802.

114
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

renunció a su cargo para ocuparse del cargo de Administrador General


de Correos para el que había sido nombrado el 20 de octubre de 1770 .
Otro de los oficios de privilegio más solicitados, aunque éste no
rendía beneficios tan altos como los del correo mayor, era el de juez
tesorero del papel sellado. La distribución del papel oficial, necesario
en cualquier escrito de los organismos burocráticos, se encomendaba a
este juez tesorero, bajo la supervisión de un oidor comisario. El com­
prador del oficio tenía el privilegio de participar con voz y voto en las
sesiones de cabildo, gracias a su regimiento anexo. El sueldo que reci­
bía era de 1.150 pesos, más un 10 % de los ingresos'. El responsable
del ramo se comprometía a pagar entre un 6 y un 8 % a los encarga­
dos de la distribución en las provincias, que unas veces eran alcaldes
mayores y otras particulares. La venta del papel sellado mantenía una
compleja estructura. A la cabeza estaba el oidor, juez privativo que
cobraba 553 pesos anuales por su labor. Existían un escribano y un
contador al servicio del ramo, con 200 pesos anuales. Un número inde­
terminado de “conductores” se encargaban del envío a las 19 provin­
cias y 2 partidos de la gobernación de Guatemala. En los años 1741 a
1746 el tesorero del papel sellado vendió papel por valor de 23.158
pesos, y gastó en salarios y otros conceptos 16.985 pesos, quedando
unas ganancias para las Cajas Reales de 6.173 pesos . Todo indica que
el tesorero tenía a su cargo un importante ramo de la administración y
que, aunque podía realizar su labor a través de un teniente, su empleo
no llegó a convertirse en una sinecura .
Durante el siglo XVII el puesto de tesorero del papel sellado había
alcanzado un precio de 17.500 pesos, aunque vistas las dificultades que
entrañaba la distribución del papel derivadas de las malas condiciones

Pardo, op. cit., p. 195.


2 AGI, Guatemala, 234, “Testimonio del titulo de thesorero juez oficial rl. del ramo del
real derecho del papel sellado...”, 1746.
AGI, Guatemala, 724, Carta del Presidente de la Audiencia, José de Araujo y Río al
Consejo de Indias, 5 de enero de 1749.
Así lo presenta Webre cuando habla del oficio en el siglo XVIII, Stephen Webre, op.
cit., p. 67.

115
José Manuel Santos Pérez

del transporte, su precio descendió hasta los 7.500 pesos. El oficio estu­
vo vacante durante un largo periodo a finales del siglo XVII y parte del
siglo XVIII, por lo que se encomendó la labor de distribución del papel
a los oficiales reales, siempre bajo el mando del oidor comisionado. El
oidor Tomás de Arana, bajo cuya supervisión se encontraban también
los ramos de alcabala y barlovento, se ocupó de la venta de papel
durante un largo periodo a principios del siglo XVIII. En 1724 se le
hicieron graves acusaciones de apropiación de fondos del ramo, por lo
que se le ordenó que devolviera las cantidades aprehendidas y se deci­
dió que se volviera a sacar el oficio a remate. El primer ocupante parti­
cular del empleo durante el siglo XVIII fue Juan Antonio Colomo, que
se interesó por este cargo cuando no pudo ganar la subasta por el ofi­
cio de depositario general. Realizó un desembolso de 5.000 pesos, un
valor sensiblemente inferior al que había alcanzado el puesto años atrás.
Obtenido el cargo en 1725, Colomo no esperó siquiera a recibir confir­
mación real del remate para efectuar una renuncia, aunque ésta no lle­
go a tener efecto pues siguió ocupando el puesto . Su periodo de
desempeño del cargo fue conflictivo. Una confusa Real Cédula de 1725,
recibida en Guatemala en 1727, hizo pensar a los oficiales reales que el
oficio debía volver a ser administrado por ellos por lo que exigieron al
tesorero que dejara el cargo y rindiese cuentas. Colomo se refugió en el
convento de San Francisco pues no podía responder de más de 4.000
pesos que había tomado “prestados” de las Cajas Reales . A pesar de las
dificultades, siguió ocupando el puesto hasta su muerte en diciembre de

AGCA, Al-20, leg. 1281, fol. Iv. Protocolos de Mateo Ruiz Hurtado, 1 de enero de
1726, “renuncia del mre. de campo dn. Juan Antonio Colomo del oficio de tesorero
geni, del Papel Sellado de esta corte y sus provas”.
AGI, Guatemala, 234; AGCA, A3-1, leg. 574, exp. 11654, “Testimonio de las diligen­
cias practicadas por sus mrds. los oficiales reales desta corthe con el mre. de campo
dn. Juan Antonio Colomo sobre que salga de su refugio a estar a dr. con esta Real
Caja por lo que deve en ella”, 1728. Probablemente ese hecho le privó del privilegio
de tener voz y voto en el cabildo, pues los regidores con deudas contraídas con la
administración tenían prohibido el voto en las elecciones. Sin embargo, todo indica
que esta prohibición tuvo un escaso efecto en Guatemala, Joaquín Avellá Vives, Los
cabildos coloniales, Madrid, Tipografía de Archivos, 1934, p. 78, Stephen Webre, “The
Social and Economic Bases of Cabildo Membership...”, op. cit., p. 32.

116
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

1730, sin que hubiera realizado una renuncia según las normas legales.
Ello hizo que su hijo Fernando Ignacio pagara el valor total del oficio,
5.000 pesos, cuando se le remató el cargo en 1731, aunque es posible
que se beneficiara de las condiciones expuestas en la Real Cédula de
1689- Entre 1731 y 1749, fecha de su desaparición, el puesto tuvo tres
ocupantes: el propio Fernando Ignacio, Francisco Antonio Granda, en
quién Colomo renunció el oficio tras hacerse presbítero, y Diego Arro-
yave y Beteta, el último tesorero del papel sellado.
Las dificultades siguieron durante estos años^Fernando Ignacio dejó
el cargo debiendo 5.000 pesos a la Real Hacienda . Granda ocupó el car­
go en 1742, pero al ocupar la alcaldía mayor de Huehuetenango renunció
a favor de Diego Arroyave. Durante el periodo de actuación de este últi­
mo, el presidente de la Audiencia, José de Araujo y Río, decidió iniciar una
investigación sobre las ganancias que este ramo reportaba a la Real
Hacienda. Cuando vio los resultados de los años 41 a 46, el gran número
de empleados de que disponía este ramo y los cuantiosos gastos en sala­
rios, decidió que debía emprenderse una sustanciosa reforma. Propuso la
desaparición del puesto de tesorero, que recibía el mayor salario, y que los
oficiales reales se volvieran a ocupar de la venta del papel, nombrando
una persona para que efectuara la venta en la ciudad de Santiago, con un
premio del 5 % de los ingresos, y encomendando la misma labor en las
provincias a los alcaldes mayores. El alto funcionario esperaba conseguir
así un importante aumento de los ingresos, hasta los 4.000 pesos anuales.
Diego Arroyave renunció al oficio en marzo de 1749, momento que apro­
vechó el presidente de la Audiencia, tras una reunión de la junta de Real
Hacienda, para hacer desaparecer el cargo . La reforma tuvo éxito. En
1763 el ramo aportaba a las Cajas Reales 3-455 pesos, 3 veces más de lo
que se recaudaba por este concepto en los años 41 a 46 .

AGCA, Al-20, leg. 1089, fol. 78v., Protocolos de Manuel Andrés Monzón. Testamen­
to de Fernando Ignacio Colomo, año de 1746.
AGI, Guatemala, 724, “Testimonio de la renuncia hecha pr Don Diego de Arrollave
y Beteta del oficio de Thesorero del Rl. Dro. de papel sellado de la ciudad de Guatt-
hemala, en Dn. Juachin de Lacunza y lo determinado por la junta de Rl. Hacienda
sobre el asunto”; AGCA, Al-20, leg. 877, exp. 9370, fol. 67v. Protocolos de Antonio
González, 1749, renuncia de Diego de Arroyave a favor de Joaquín Lacunza.
AGI, Guatemala, 726, corte de caja de 1763-

117
José Manuel Santos Pérez

Los oficios de privilegio, en su mayor parte, desaparecieron a lo


largo del siglo XVIII, aunque se conservaron sus regimientos anexos.
Su dinámica propia, y la posibilidad de realizar grandes beneficios,
determinaron la entrada en el cabildo de personas con otros intereses
aparte de los propios de la acción política.

D) Asistencia a las reuniones del cabildo y participación en la


vida política

Como hemos visto, la crónica escasez de regidores puso en peli­


gro en varios momentos el desarrollo normal de la actividad municipal,
pues había ciertas labores ineludibles para los integrantes del cabildo.
De entre uno de los capitulares debía elegirse el fiel ejecutor, el res­
ponsable del control de pesos y medidas y de los precios en el merca­
do público. Normalmente el oficio rotaba 3 veces al año entre los regi­
dores, pero esto debió de quedar en suspenso a principios de siglo,
dada la falta de un número suficiente de personas. Otras actividades
que se repartían entre los capitulares eran las relativas al abastecimien­
to de agua, que entrañaba la continua revisión de las conducciones
existentes en la ciudad. La administración del ramo de propios era lle­
vada a cabo por el mayordomo del cabildo, elegido por los regidores
entre vecinos de Santiago. El procurador síndico, puesto que no nece­
sariamente era ocupado por un regidor, aunque existía tal posibilidad,
era quién llevaba una mayor carga de trabajo. En el siglo XVIII su labor
fue especialmente intensa, pues tuvo que elaborar numerosos informes
en los litigios sobre el corregimiento del valle, cobro de alcabalas y
estanco de aguardiente. Para estos dos últimos ramos se crearon figu­
ras específicas como el contador de alcabalas y el tesorero del estanco.
Mientras el primero fue normalmente encomendado a personas no per­
tenecientes al cabildo, siendo Cristóbal Gálvez Corral, hermano de uno
de los capitulares, uno de los que más tiempo permanecieron en el
puesto, el segundo cargo fue ocupado por el depositario general Juan
Fermín de Aycinena desde su creación en 1758.
Los regidores sencillos debían asistir dos veces a la semana a la
reunión del cabildo. Todo parece indicar que esto no era así en el siglo

118
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

XVII y, como ha demostrado Stephen Webre, la frecuencia de las reu­


niones creció sensiblemente durante el siglo XVIII (ver gráfico II-5).

Gráfico fi-5. Santiago de Guatemala: Actividad del cabildo medida en


número medio anual de reuniones, por década, 1550-1769.

Fuente: Stephen Webre, “The Social and Economic Bases of Cabildo Member­
ship... ” op. cit., p. 93. No hay datos para la década 1590-99-

Se ha querido interpretar este aumento en las reuniones como una


prueba de que la institución estaba cambiando desde su papel de reu­
nión de notables del siglo XVII hacia una corporación municipal moder­
na, donde la gestión de los problemas cotidianos demandaba más tra­
bajo de sus miembros. Es posible que esto fuera así, pero no debemos
olvidar que a partir de los años 40 se empezaron a producir los inten­
tos de reforma de la administración del aparato burocrático, algunos de
los cuales afectaron a la institución municipal. La defensa de las prerro­
gativas y privilegios del ayuntamiento exigieron un importante esfuerzo

119
José Manuel Santos Pérez

a los capitulares, que posiblemente tuvieron que multiplicar su número


de reuniones. Ello trajo consigo un aumento del absentismo y de la peti­
ción de licencias para ausentarse de la ciudad. Las razones aducidas
eran casi siempre la atención a las haciendas que algunos de los capi­
tulares tenían en provincias distantes de la capital, lo que impedía una
asistencia regular a las reuniones . No tenemos demasiados datos sobre
falta de asistencia a las reuniones pero hemos podido reconstruir el
absentismo para los años 61 a 65. Con una media de 102 reuniones por
año para la década 1760-1769, hubo regidores como Miguel de Iturbide
que no asistieron a 101 reuniones en el año 1765, siendo muy común
entre sus compañeros el faltar a más de 90 reuniones.
Tabla H-7. Cabildo de Santiago de Guatemala.
Media anual de ausencia de los regidores a las reuniones, 1762-1765.

Año Número medio de ausencias por regidor y año

1762 62
1763 69,5
1764 73
1765 71,8

Fuente: AHN, Consejos, 21108, Residencia de Alonso Fernández de Heredia.

Las cifras de la tabla II-7, que muestran la media de faltas a las reu­
niones, demuestran que el aumento del número de reuniones y por tan­
to del trabajo de los capitulares, no se reflejó en un aumento real de la
actividad de éstos. Los regidores del periodo 61-65, nuevos miembros en
su mayoría, se desentendieron en buena medida de los problemas que
aquejaban a la institución, que en ese momento luchaba por mantener
su jurisdicción sobre el corregimiento del valle y por continuar contro-

AGCA, Al-14, leg. 4067, exp. 31919, Petición de licencia de Manuel Gálvez a la
Audiencia, 1753.

120
Acceso al poder. La venta de oficios del cabildo.

lando el cobro de alcabalas. Los procuradores síndicos fueron los que lle­
varon el peso del litigio, y entre ellos un muy activo Fernando Palomo.
El problema de la no asistencia a las reuniones, y en general, la falta de
participación en la política municipal fueron temas recurrentes a lo largo
de todo el siglo XVIII. En 1748 el presidente Tomás de Rivera a petición
de algunos de los regidores más concienciados solicitaba al Consejo de
Indias que obligara a los regidores de privilegio a asistir a las reuniones,
a pesar de que en sus respectivos títulos se especificaba que podían
nombrar a un teniente para tal efecto. El presidente de la Audiencia,
viendo que tal exigencia podía poner en peligro incluso la venta de regi­
mientos dobles, que como sabemos, era la única que funcionaba relati­
vamente bien, llegó a pedir al Consejo que permitiera a los tenientes el
derecho de voz y voto en las reuniones del cabildo, algo totalmente
impensable hasta entonces. El fiscal de la Audiencia tuvo que corregir a
Tomás de Rivera, recordando al Consejo que el nombramiento de tenien­
tes había sido un derecho que otros regidores de privilegio nunca habí­
an usado, por lo que debía seguirse esa costumbre. Pedro Ortiz de Leto­
na consiguió que en su título de correo mayor se incluyera una cláusula
según la cual no estaba obligado a dar asistencias en el cabildo, pues su
oficio exigía la mayor dedicación. A pesar de ello, fue requerido en con­
tinuas ocasiones por los demás miembros del ayuntamiento para que
participara en las reuniones y fue un regidor más cumplidor que sus
compañeros. En el caso de los regidores sencillos ya hemos visto como
en todos los remates colectivos se incluía una condición por la cual se
exigía que los compradores de los cargos pudieran ausentarse sin licen­
cia, pretensión que fue rechazada en 1761.
Es posible que el puesto más exigente fuera el de alcalde ordina­
rio, teniendo en cuenta que debía ocuparse de administrar justicia en
el corregimiento del valle bajo su jurisdicción y del cobro del tributo en
los barrios indígenas de la ciudad. Posiblemente tomaba parte también
en la distribución de indios para repartimiento y a veces se le exigía la
confección de censos además de las preceptivas rondas nocturnas en
la ciudad. El puesto, sin embargo, era muy apetecido, como se des­
prende de las numerosas peticiones de los regidores para que pudie­
ran ser elegidos alcaldes ordinarios, a pesar de ocupar un puesto per­
petuo en el cabildo.

121
José Manuel Santos Pérez

En resumen, el cabildo colonial de Santiago en el siglo XVIII sufrió


una evolución aparentemente contradictoria. Mientras aumentaba su
importancia al conseguir el control de importantes ramos de la admi­
nistración, como la recaudación de alcabalas y el asiento de aguar­
diente, mantenía esa continua crisis en la venta de cargos, sobre todo
los regimientos sencillos, que parecía indicar un desinterés por partici­
par en la institución. En la opinión de muchos de los testigos que decla­
raron en los remates colectivos, la pérdida de ciertas prerrogativas antes
disfrutadas por los regidores sería la razón que explicaría la falta de
capitulares. Las causas del problema eran variadas, desde la falta de
incentivos económicos hasta la carga de trabajo adicional que suponía
el oficio, pasando por la competencia ejercida por otros puestos buro­
cráticos mucho más lucrativos, como las magistraturas provinciales. En
el siglo XVIII a todos estos obstáculos se sumó uno más: la presión de
un grupo de notables para que no entraran en el cabildo elementos
extraños a ese mismo grupo. Aunque la ciudad de Santiago vivió una
nueva etapa de esplendor a partir de los años 40, cuando vio incre­
mentada de forma notable la población de comerciantes y aumentó su
papel como centro político y comercial, las autoridades siguieron que­
jándose de que no había interés en ocupar regimientos. Ese interés
existía, aunque sólo fuera por revestir un rápido ascenso económico
con los oropeles del honor político y por la necesidad de los comer­
ciantes de tener un organismo que amplificara sus reivindicaciones.
Pero los recién llegados que querían acceder al poder no sólo debían
disponer de dinero suficiente para ganar los remates. Además debían
establecer las relaciones familiares, matrimoniales y personales adecua­
das, las que realmente eran la llave del poder. Es el primer ejemplo,
entre los muchos que veremos a lo largo de este estudio, de que en el
Reino de Guatemala había que contar con las fuerzas locales para
garantizar la continuidad del sistema colonial. Familia, burocracia y acti­
vidad económica se entrelazarían de tal forma que sería difícil ascen­
der en uno u otro terreno sin hacerlo en los demás.

122
CAPITULO III

Asuntos de familia.
El mantenimiento
y reproducción
de la red de poder
T ja genealogía ha ocupado siempre un importante papel en el
trabajo de los investigadores guatemaltecos. Entre la élite blanca de
Guatemala el buscar sus ancestros españoles ha sido siempre uno de los
pasatiempos favoritos, algo que aún hoy se puede ver entre los vetera­
nos investigadores que se acercan al Archivo General de Centroaméri-
ca. Parte de este trabajo se ha visto reflejado en numerosas obras que
han ido apareciendo de forma individual o integradas en publicaciones
como la Revista de la Academia Guatemalteca de Estudios Genealógicos,
Heráldicos e Históricos o en los Anales de la Sociedad de Geografía e His­
toria . A pesar del carácter puramente genealógico y a veces hagiográ-
fico de estos trabajos, han sido de gran utilidad para la realización de
las pocas obras de carácter científico sobre estrategias familiares que
ofrece la historiografía sobre la Guatemala colonial. Pilar Sanchíz, Step-
hen Webre, Gustavo Palma, Miles Wortman y Marta Casaús son los
investigadores que han sacado a la luz algunos de los mecanismos de
mantenimiento y reproducción de las redes familiares que ostentaron el
poder en el Reino de Guatemala en los siglos XVI al XVIIf.

Dos obras importantes para los estudios genealógicos son las de Edgar Juan Aparicio
y Aparicio, Conquistadores de Guatemala y Fundadores de familias guatemaltecas,
México, Tipografía Guadalajara, 1961 y Ramiro Ordóñez Jonama, Biblioteca Genealó­
gica guatemalteca (notas, comentarios, adiciones), Guatemala, Publicación especial
de la Academia Guatemalteca de Estudios Genealógicos, Heráldicos e Históricos,
2 1991.
' Pilar Sanchíz Ochoa, Los hidalgos de Guatemala: realidad y apariencia en un sistema
de valores. Sevilla, Publicaciones del Seminario de Antropología Americana, n° 13,
1976; Gustavo Palma, “Agriculture, Commerce et Société au Royaume du Guatemala,
1770-1821”, Tesis doctoral inédita, École des Hautes Études en Sciences Sociales,

125
José Manuel Santos Pérez

En este capítulo no pretendemos realizar un análisis exhaustivo


de las estrategias familiares de la élite de Santiago de Guatemala en
el siglo XVIII. Intentaremos más bien realizar un estudio de la extrac­
ción social de los capitulares, sus relaciones familiares y, a través de
los testamentos que hemos podido recopilar, un análisis de algunas
de las estrategias de transmisión de bienes y mantenimiento del sta­
tus de preeminencia social.

A) Origen de los regidores

En su monografía sobre el cabildo de Santiago en el siglo XVII,


Stephen Webre demostró que la institución, lejos de lo afirmado por J.
H. Parry en su obra sobre la venta de cargos en Indias, al menos en
Guatemala, no estaba en manos de una oligarquía “criolla, cerrada y
hereditaria”. Al menos la mitad de los regidores estudiados, que cubrí­
an un periodo de pertenencia al cabildo de 60 años, resultaron ser

París, 1985; ... “Núcleos de poder local y relaciones familiares en la ciudad de Gua­
temala a finales del siglo XVIII”, Mesoamérica, vol. 12, diciembre 1986, pp. 241-308;
Stephen Webre, “The Social and Economic Bases of Cabildo Membership in Seven-
teenth Century Santiago de Guatemala” Tesis doctoral inédita, Universidad de Tula-
ne, 1980; Miles Wortman, “Centroamérica”, en Diana Balmori, Stuart F. Voss y Miles
Wortman, Las alianzas de familias y la formación del país en América Latina, Méxi­
co, Fondo de Cultura Económica, 1984; Marta Casaús, Guatemala: linaje y racismo.
San José, Flacso, 1992. En los últimos años se han realizado algunas investigaciones
sobre el mismo tema que permanecen inéditas: María Teresa García Giráldez, “La emi­
gración vasca a Centroamérica, 1750-1800. Las redes familiares como estructuras de
poder en Guatemala”, Tesis doctoral inédita, Universidad Autónoma de Madrid, 1993;
Evelyne Sánchez, “Les élites de Nueva Guatemala, 1770-1821. Réseaux, Clivages et
Groupes de pression á la veille de l’Indépendance”, Mémoire de Maitrise, Universi­
dad de Toulouse-Le Mirail, 1993. Richmond F. Brown, en su monografía sobre Ayci-
nena también rastrea las estrategias familiares que permitieron la ascensión del per­
sonaje a lo más alto de la sociedad colonial guatemalteca, “Family, Business and Poli-
tics in Bourbon Central America: the Rise of Juan Fermín de Aycinena, 1750-1796”
Tesis doctoral, Universidad de Tulane, 1993. La tesis de Brown ya ha sido publicada:
Juan Fermín de Aycinena: Central American colonial entrepreneur, 1729-1796, Nor­
man, University of Oklahoma Press, 1997. En este texto, sin embargo, utilizamos el
manuscrito de la tesis que amablemente nos cedió el autor y a él se refieren las citas.

126
Asuntos de familia. El mantenimiento y reproducción de la red de poder.

inmigrantes europeos. Al analizar los ancestros de los regidores naci­


dos en Guatemala, Webre descubrió que en al menos 8 de 14 casos
los padres de estos capitulares no nacieron en Guatemala, lo que evi­
dentemente, no conectaba a los regidores con familias tradicionales
relacionadas con la conquista. En cuanto a la herencia de oficios, el
autor norteamericano llegó a la conclusión de que ningún oficio fue
mantenido consecutivamente por más de 3 miembros de la misma
familia.
Las familias notables en el siglo XVII, siempre según el mismo
autor, se caracterizaban por lo efímero de su paso por los puestos
dominantes. Por lo tanto, la primera característica de la élite municipal
en Guatemala sería la circulación más que la consolidación en los car­
gos. La política de matrimonios con viejas familias sería importante
pero no definitiva para la consecución de un puesto entre la élite polí­
tica. Importantes personajes como los Estrada no efectuaron matrimo­
nios con familias tradicionales, sino con las de otros emigrantes recién
llegados como ellos. Por lo tanto, no existiría un principio de exclusi­
vidad para la admisión de nuevos miembros en el cabildo o en la élite
guatemalteca .
Parte de las afirmaciones de Webre fueron confirmadas por estu­
dios posteriores. Gustavo Palma, en su análisis de los núcleos de
poder en el último cuarto del siglo XVIII descubrió que de los 99 gru­
pos familiares que pasaron por el cabildo entre 1770-1821 (en los
puestos de regidores, alcaldes ordinarios, procuradores síndicos,
etc.) sólo 7 remontaban sus orígenes al siglo XVII. Las 92 familias res­
tantes se habían formado a partir de emigrantes llegados en el siglo
XVIII. Palma introducía, no obstante, un matiz diferente a las con­
clusiones de Webre para el siglo XVII. Existían una serie de requisi­
tos que un recién llegado debía cumplir si quería integrarse en la éli­
te municipal: poseer capital suficiente para pagar el valor del cargo
y poseer méritos personales para ser aceptado por los ya presentes
(no especifica cuáles). Además, el matrimonio con una hija de un
regidor, la existencia de un pariente en el cabildo o ser hijo de un

Stephen Webre, “The Social and Economic Bases...” op. cit., pp. 118-154.

127
José Manuel Santos Pérez

capitular podían facilitar de manera importante el ingreso en la ins­


titución .
Unos años más tarde, Marta Casaús, en su monografía sobre la
oligarquía guatemalteca, lanzó una severa crítica a los argumentos
expuestos por Webre. Según esta autora, los matrimonios con hijas
de criollos y encomenderos eran imprescindibles para la ocupación
de cargos políticos. Por otra parte, la aceptación de recién llegados
en las familias tradicionales se produciría solamente en momentos de
crisis, cuando los ingresos de estas familias se veían recortados,
necesitando por lo tanto de nuevas incorporaciones, a poder ser de
comerciantes pudientes, para mantener la posición dominante’. (Ver
Anexo 1).
No sabemos hasta que punto la composición social de la institu­
ción local de gobierno en Santiago de Guatemala reflejó la estructura
social de la élite de la ciudad. Posiblemente fuera diferente la reno­
vación de miembros del cabildo que la de miembros de la élite gua­
temalteca, cuyas estrategias de mantenimiento y reproducción tienen
una dinámica propia. Pero es lógico pensar que las circunstancias
sociales generales incidieran en el acceso al poder y en la forma en
que se constituyó el cabildo, donde, como hemos visto en el capítu­
lo anterior, la élite de la ciudad, o mejor dicho, las distintas facciones
dentro de la élite, buscaban ocupar parcelas de poder y, a ser posi­
ble, arrinconar a los rivales.
En las próximas páginas vamos a abordar el estudio de la com­
posición del cabildo en términos de origen geográfico y rastreare­
mos las vinculaciones matrimoniales de los capitulares, en busca de
una imagen más precisa del grupo que ocupó el poder local en San­
tiago, con lo que tuvo en sus manos importantes recursos económi­
cos.
De los 39 regidores estudiados hemos podido determinar el ori­
gen de 36. De ellos había en el periodo que nos ocupa 20 criollos y

Gustavo Palma, “Núcleos de poder local y relaciones familiares en Guatemala”, op.


cit., pp. 267-268.
Marta Casaús, Guatemala: Linaje y Racismo, op. cit., p. 59.

128
Asuntos de familia. El mantenimiento y reproducción de la red de poder.

16 peninsulares, como puede verse en el Anexo 1, Tabla III-l. Pero


¿qué criollos? ¿Eran descendientes de familias tradicionales, o por el
contrario, de padres recién establecidos en Guatemala? Vamos a seguir
la metodología propuesta por Webre para intentar establecer la ascen­
dencia de los regidores estudiados.
Para el autor norteamericano sería conveniente buscar el origen de
los padres de las personas investigadas, con el objeto de ampliar la
visión sobre el origen geográfico de los capitulares. La investigación dio
como resultado la tabla III-2.
Hemos conseguido rastrear el origen paterno de los 20 regidores
criollos que ocuparon un cargo en el ayuntamiento de Santiago. Los
padres de 10 de ellos habían llegado de España. Tres eran criollos naci­
dos fuera de Santiago y el resto procedían de la capital de Guatemala.
Por lo tanto, la tendencia que había observado Webre para el siglo XVII
seguía vigente en el XVIII. Buena parte de los miembros del cabildo de
Santiago eran “nouveaux arrivés”. No parece, en consecuencia, que el
cabildo estuviera copado por una élite “criolla y hereditaria”. Si com­
paramos los apellidos de los regidores del periodo que hemos estudia­
do con los del periodo estudiado por Webre podemos ver que sólo 3
apellidos se repiten en los dos siglos: Delgado Nájera, Fernández de
Córdoba y Alcayaga. En estos dos últimos casos, los ocupantes del
puesto en el periodo estudiado por Webre (depositario general y el
regimiento sencillo número 6) eran inmigrantes, no procedentes de vie­
jas familias. Sus hijos ocuparon después los mismos puestos que sus
antecesores . No obstante, las líneas ascendentes no sólo se trazaban a
través del origen paterno. Cuando en una relación de méritos de un
interesado en un cargo se quería demostrar la conexión con los prime­
ros conquistadores y pobladores, el solicitante no dudaba en mostrar
las líneas maternas, que normalmente eran las que podían proyectarse
más allá del siglo XVII. Es conveniente por tanto tener en cuenta este
aspecto, para tener una visión completa de la realidad familiar del gru­
po dominante guatemalteco.

Stephen Webre, “The Social and Economic Bases...” op. cit., apéndice I.

129
José Manuel Santos Pérez

Tabla m-2. Procedencia de los padres de los regidores.

Regidor Lugar de nacimiento Fuente


del padre

Juan de Alcayaga Irún Aparicio y Aparicio


Tomás de Arrivillaga Santiago de Guatemala M. Teresa Giráldez,
Tesis doctoral (ver nota
a pie de página n° 2)
Diego Arroyave y Beteta Santiago de Guatemala AGCA, A-43, leg. 2683,
exp. 22791.
Lucas Carlos Coronado Santiago de Guatemala Aparicio y Aparicio
Miguel Coronado Santiago de Guatemala Aparicio y Aparicio
José Delgado Nájera Santiago de Guatemala Aparicio y Aparicio
Ventura Delgado Nájera Santiago de Guatemala AGCA, Al-43, leg. 2747,
exp. 23629
José Agustín de Estrada Sevilla Stephen Webre,
y Azpeitia “The Social and
Economic Bases...”
José Damián Fernández Veracruz Aparicio y Aparicio
de Córdoba
Manuel Gálvez Corral Málaga Aparicio y Aparicio
Juan José González Batres San Miguel Aparicio y Aparicio
(San Salvador)
Manuel González Batres Santiago de Guatemala AGCA, Al-20, leg. 1140.
Francisco Herrarte España AGCA, Al-20, leg. 874
Miguel F. Iturbide y Regil Navarra Aparicio y Aparicio
Simón Larrazábal San Millán de Aparicio y Aparicio
la Cogolla
Pedro Ignacio Loaisa Sanlúcar de Barrameda Aparicio y Aparicio
Francisco López Portillo Nueva Galicia AGI, Indiferente, 151
Nicolás de Obregón Madrid Brown, Family
and Business
Pedro Ortiz de Letona Durango (Vizcaya) Aparicio y Aparicio
Miguel Eustaquio de Uría Sanlúcar de Barrameda Aparicio y Aparicio

130
Asuntos de familia. El mantenimiento y reproducción de la red de poder.

Si la mayor parte de los regidores eran nuevos elementos de la


sociedad local ¿cómo se produjo su ascenso a los más altos niveles de
esa sociedad? ¿Plantearon una estrategia de ascenso buscando la inte­
gración? ¿Fueron integrados estos nuevos elementos por la existencia
de una estrategia específica de las élites existentes para englobar en
sus linajes la sangre nueva peninsular, pudiendo aprovechar así las
grandes posibilidades económicas que ofrecía el comercio a media­
dos del siglo XVIII? Si esto fue así, ¿cuáles fueron los criterios de
selección para que algunos de esos recién llegados fueran absorbidos
y otros no? ¿No ocurriría en realidad una mezcla de los intereses de
los recién llegados y las necesidades de las familias asentadas? Y,
finalmente, ¿fueron esos matrimonios un requisito fundamental para
el acceso a los cargos municipales?
Para dar respuesta a tantos interrogantes sería bueno comenzar
con un pequeño análisis demográfico de la población dominante de
Santiago de Guatemala, los españoles blancos. No hay monografías
específicas sobre el tema, pero el estudio demográfico de la ciudad
de Santiago durante el periodo colonial que realizó Christopher Lutz
nos puede dar unas pistas . Los datos recogidos por Lutz indican que
durante todo el siglo XVI la población de Santiago aumentó consi­
derablemente, al convertirse en un importante centro político y reli­
gioso. La población española sufrió un estancamiento a partir de
mediados del siglo XVII, que se prolongaría hasta la década de los
cuarenta del siglo siguiente. Este parón en el crecimiento demográfi­
co se habría producido en parte por la fuerte emigración a las áreas
rurales que tuvo lugar a partir de mediados del siglo XVII. Posible­
mente también tuvo una influencia en este descenso demográfico el
terremoto de 1717, que determinó que muchos habitantes de Santia­
go huyeran a otras zonas supuestamente más seguras. No obstante,
Lutz trazó esta evolución de la población en base a cifras de pobla­
ción provenientes de fuentes bastante imprecisas, como estimaciones

Christopher Lutz, Historia Sociodemográfica de Santiago de Guatemala, 1541-1773,


Antigua Guatemala, CIRMA, 1984 (2a ed.).

131
José Manuel Santos Pérez

Tabla HI-3. Población española de Santiago de Guatemala, 1529-1770.

e 9
Año Vecinos

1529 150

1531 100

1549 100

1562 200-500

1565-75 500

1585 700

1594 más de 500

1620 1.000

1623 800

1657-59 1.000

1675-85 1.000

1740 2.240 (población total)

1768 3.OOO-3.5OO (total)

Fuente: Christopher Lutz, Historia Sociodemográfica de Santiago de Guatemala,


1541-1773, Antigua Guatemala, CIRMA, 1984, p. 314.

Según Woodrow Borah, el coeficiente a aplicar al término “vecino” en la América


colonial sería de 6, lo que parece un tanto elevado. Aunque parece comprobado que
se produjo un declive demográfico a finales del siglo XVII y principios del XVIII, no
parece que fuera tan acusado como indica la cifra de 1675-85 comparada con la de
1740 (6.000 y 2.240 españoles, respectivamente).

132
Asuntos de familia. El mantenimiento y reproducción de la red de poder.

de habitantes de la ciudad en diferentes épocas. La tabla que repro­


ducimos a continuación, que refleja esas cifras, muestra claramente
que muchos de esos testimonios repetían el número de habitantes de
épocas anteriores, lo que quiere decir que estaban copiando los
datos y daban cifras redondeadas, muy sospechosas en demografía
histórica.
En una edición posterior de su Historia sociodemográfica de
Santiago de Guatemala, Christopher Lutz afinó estas cifras basándose
en registros parroquiales, censos de población y estimaciones pro­
pias. Según estos nuevos datos, la población española de Santiago se
habría mantenido constante durante el siglo XVII, gracias al constan­
te flujo de emigrantes, pero habría descendido en los primeros años
del siglo XVIII. La siguiente tabla refleja estas cifras:

Tabla m-4. Población estimada de Santiago de Guatemala:


décadas de 1590, 1650, 1680 y 1750.

Grupos 1590 1650 1680 1750

“Gente ordinaria” 13.720 21.717 24.620 25.041

Españoles 3.675 5.600 5.740 5.516

Clero — 500 750 1.000

Población indígena — 5.600 7.800 6.700

Población total — 33.400 38.900 38.300

Fuente: Christopher Lutz, Santiago de Guatemala, 1541-1773- City, Caste and the
Colonial Experience, Norman, University of Oklahoma Press, 1994, p. 110.

133
José Manuel Santos Pérez

Plano III-l. Límites de las parroquias de Santiago de Guatemala, 1770. Fuente:


Cristina Zilbermann de Luján, Aspectos socioeconómicos del traslado de la ciu­
dad de Guatemala (1773-1783), Guatemala, Academia de Geografía e Histo­
ria, 1987, p. 242.

134
Asuntos de familia. El mantenimiento y reproducción de la red de poder.

Por lo tanto, en una ciudad que contaba con unos 35.000-38.000


habitantes hacia 1770, la población española constituía aproximada­
mente entre un 5 y un 15% del total de habitantes, dependiendo de las
estimaciones más bajas o más altas. El grupo mantenía una tasa de
endogamia superior a la de otros grupos raciales, pero esta tasa fue dis­
minuyendo a lo largo del siglo XVIII. Lutz comprobó cómo en las
parroquias periféricas de Santiago, como San Sebastián y Los Remedios,
donde convivían los españoles con menos medios y las así llamadas
“castas”, el número de matrimonios multirraciales aumentó paulatina­
mente. La práctica de la endogamia se mantuvo alta, sin embargo, en
la parroquia central de El Sagrario, a la que se adscribían la mayoría de
las personas que integraban la élite socio-económica, con lo que este
grupo se veía cada vez más en una posición minoritaria. Lutz argu­
menta que la práctica de la exogamia y el mestizaje fueron elementos
vitales de la sociedad resultante, y que hubiera sido difícil la domina­
ción hispana sin que se hubiera producido esta mezcla racial .
¿Cuántas personas componían la élite socio-económica y qué por­
centaje representaban de la población total? Según la Relación Geográ­
fica que elaboró el alcalde ordinario Guillermo Martínez de Pereda,
redactada en 1.740, había en Santiago de Guatemala “2.240 españoles
inclusive los hijos grandes y pequeños, 2.570 mulatos, 1.810 mestizos,
con la advertencia que no se incluye el clero...” Más adelante, Martínez
de Pereda advierte que hallaba “como hasta 500personas de conocida
calidad por que los demas se regula y tiene por plebe común..
Esta “población de calidad” que componía la élite socioeconómica
de Santiago era por lo tanto muy minoritaria en la ciudad, oscilando
entre un 1’4 y un 2 % de la población total. Este es un dato importante
para comprender la política de integración de nuevos miembros y las
estrategias familiares de la élite santiagueña. Aunque controlaban el
poder político y económico, se encontraban en una fuerte desventaja

Lutz, Historia Sociodemográfica de Santiago de Guatemala, op. cit., p. 321.


AGCA, A-217, leg. 210, exps. 5002 a 5008, Tomo I, “Relación Geográfica del Valle de
Guatemala por Guillermo Martínez de Pereda". Publicado en Boletín del Archivo
General del Gobierno, vol. 1, n° 1, 1935. La cita proviene del original.

135
José Manuel Santos Pérez

numérica respecto a otros grupos de población, sobre todo los mestizos


dentro de la ciudad y los indígenas en el conjunto de la Audiencia.
Parece claro que el grupo dominante de la sociedad santiagueña
corría un alto riesgo de extinguirse si practicaba una endogamia estric­
ta, por lo que se vio obligado a abrirse a elementos externos. No
encontrando estos nuevos elementos en la sociedad guatemalteca,
debido a sus prejuicios raciales, se abrió a los emigrantes españoles que
aportaban sangre nueva y en muchas ocasiones, aunque no siempre,
nuevas posibilidades económicas. La necesidad era recíproca. Un
peninsular buscaba ávidamente un matrimonio con una criolla, anima­
do por la posibilidad de recibir una cuantiosa dote y sobre todo, por­
que esto le permitiría una rápida ascensión social. Una vez integrado
en la familia, la experiencia de los progenitores de su esposa era
muchas veces seguida por el recién llegado, que tenía así el camino
abierto para la realización de sus negocios. En muchas ocasiones es
posible que los lazos entre el emigrante y la familia existieran previa­
mente, pues ambas partes compartían un origen regional común. La
información que estas familias asentadas podían dar al peninsular era
en muchos casos determinante en la carrera seguida por el comercian­
te. Había intereses recíprocos entre los ya asentados y los recién llega­
dos que llevaban a concertar este tipo de matrimonios. No obstante,
aunque hubiera una tendencia a la incorporación de elementos exter­
nos, ésta implicaba un alto grado de endogamia, o mejor dicho “homo-
gamia”, es decir, el matrimonio dentro de la misma clase social . Era
muy frecuente el hecho de que las hijas de comerciantes peninsulares
llegados a mediados del siglo XVII se casaran a su vez con comercian­
tes peninsulares llegados a finales de ese siglo o a principios del siglo
XVIII. De esta forma las familias prominentes aunaban lo viejo y lo nue­
vo. Si trazaban sus líneas maternas podían llegar hasta los primeros
tiempos de la conquista, pero ascendiendo por las paternales se encon­
traban muy pronto con el emigrante peninsular.

James Casey, Historia de la familia, Madrid, Espasa-Calpe, 1989; André Burguiére y


Franfois Lebrun, “Las mil y una familias de Europa” en A. Burguiére y otros, Historia de
la familia, vol. II. El impacto de la modernidad, Madrid, Alianza Editorial, 1988, p. 89.

136
Asuntos de familia. El mantenimiento y reproducción de la red de poder.

B) Estrategias matrimoniales

Hemos podido reconstruir las familias de 37 regidores que compraron


cargos en el ayuntamiento de Santiago entre principios del siglo XVIII y
1787. Las reconstrucciones aparecen en los gráficos III-1 a 111-36 en el Ane­
xo n° 3. No es ninguna sorpresa el hecho de que la mayoría de los regido­
res tuvieran entre sí algún tipo de parentesco y no vamos a construir nues­
tro análisis en tomo a este hecho tan obvio. Lo que nos interesa es saber
qué había detrás de los lazos de parentesco, y qué representaba la relación
familiar en el ascenso social y, sobre todo, en el acceso al poder municipal.
Una vez establecidas las filiaciones más cercanas, matrimonio, ascen­
dencia y descendencia, hemos podido comprobar que la mayor parte de
las familias se englobaban en 3 redes mayores, provenientes de matrimo­
nios efectuados en el siglo XVII: la red González Batres-Barba de Figue-
roa-Alvárez de las Asturias; la red Fernández de Córdoba-Arroyave Beteta;
y la red Barón de Berrieza-Gálvez. Por supuesto, las tres redes no eran
excluyentes. Como se indica en los gráficos, existía una conexión entre
ellas que daría lugar a la formación de una red aún más amplia que englo­
baría a 26 de los 37 regidores. Para facilitar el análisis vamos a explorar por
separado las políticas matrimoniales de cada una de estas subredes, lo que
nos dará una visión más detallada y clara de la relación de parentesco.
La red Batres-Barba de Figueroa-Álvarez de las Asturias partió de tres
matrimonios que se produjeron en el siglo XVII: los de Juan González
Batres Quiñones con María Álvarez de Toledo, Jacobo Barba de Figueroa
con María Manuela Álvarez de las Asturias y el de José Álvarez de las Astu­
rias con María Manuela Montúfar (ver Anexo n° 3, gráfico III-3).
Juan José González Batres Quiñones de la Cueva, llegó a Santiago de
Guatemala, procedente de San Miguel (San Salvador) a mediados del siglo
XVII. En 1688 y 1689 ocupó distintos caigos en el cabildo de Santiago y lle­
gó a ser gobernador de las armas. En 1681 se casó con María Álvarez de
Toledo, descendiente de Hernando Álvarez de Toledo y Quiroga, que había
desembarcado en las costas de Honduras a principios de siglo (ver Ane-

Edgar Juan Aparicio y Aparicio, Conquistadores de Guatemala y Fundadores defami­


lias guatemaltecas, op. cit., pp. 20 y 24.

137
José Manuel Santos Pérez

xo n° 3, gráfico III-18). Se empezaba a producir así el patrón matrimonial


más común entre las redes que hemos estudiado: el del emigrante (en este
caso criollo) que se casaba con una hija fruto del matrimonio entre un
peninsular y una criolla. Entre la descendencia de Batres y Álvarez de Tole­
do figuraban tres mujeres y un varón que efectuaron diversos matrimonios.
Nos interesa sobre todo el varón, Juan José González Batres, que entró
como alférez mayor en el ayuntamiento en 1742. Contrajo dos matrimonios,
primero con Juana Ventura Arrivillaga en 1723 y después con Catalina Larra-
ve en 1741. Juana Ventura pertenecía a la tercera generación de una pro­
minente familia criolla. En este caso, como se repetiría en otras ocasiones,
el varón efectuó un matrimonio con una mujer que procedía de una vieja
familia santiagueña, lo que indica que su familia se había asentado cómo­
damente en lo más alto de la élite de Santiago. La segunda mujer, Catalina
Larrave, descendía de Lucas Larrave, un capitán procedente de Durango
que se había instalado en Guatemala a finales del siglo XVII. Catalina Gon­
zález Batres, otra de las descendientes de Batres Quiñones y María Álvarez
de Toledo, celebró matrimonio en 1718 con Miguel Eustaquio de Uría,
quien había comprado un regimiento en 1713. Uría descendía de un emi­
grante e importante comerciante, Juan Ignacio de Uría, que procedía de
Sanlúcar de Barrameda y que se había instalado en Santiago en las postri­
merías del siglo XVII. El matrimonio Uría-Batres significaba la unión entre
dos importantes familias comerciantes, con lo que se venía a culminar la
fuerte tendencia homogámica en los matrimonios de esta red.
Juan José González Batres y Juana Ventura Arrivillaga tuvieron
descendencia. Uno de sus hijos, Manuel González Batres, siguió los
pasos de su padre y entró a formar parte del ayuntamiento como alfé­
rez real en 1761. Manuel nos pone en contacto con otra de las ramas
de esta red: la de los apellidos Barba de Figueroa pues celebró un
matrimonio con María Josefa Muñoz Barba, nieta de Jacobo Barba de
Figueroa y María Manuela Alvarez de las Asturias.
Jacobo Barba era originario de Asturias y llegó a Guatemala en
1666, casándose en 1696 con María Manuela, descendiente de otro14 emi-
grante asturiano que había llegado en el mismo año que Jacobo (ver

Aparicio y Aparicio, op. cit., pp. 20-21.

138
Asuntos de familia. El mantenimiento y reproducción de la red de poder.

Anexo n° 3, gráfico III-29). No sabemos la razón de la tardanza de Jaco-


bo en efectuar su matrimonio, 30 años, pero es posible que efectuara
alguna unión anterior que desconocemos. Los Barba de Figueroa casa­
ron a sus dos hijas con los hermanos Juan Martín y Manuel Muñoz, el
primero contador de la Real Hacienda y el segundo alcalde provincial
de la Santa Hermandad y por lo tanto regidor desde 1742. Los dos pro­
venían de Calahorra y llegaron a Guatemala en la década de los 20 del
siglo XVIII. Otra de las hijas Barba Figueroa, Antonia Francisca, se casó
con otro emigrante, Felipe Manrique de Guzmán, que proveniente de
Almoguera había llegado también en la primera mitad del siglo XVIII.
También Manrique de Guzmán ocupó un puesto de regidor a partir de
1742. Juan Martín Muñoz tuvo un gran número de hijos. Dos de sus
hijas efectuaron matrimonios diversos. María Josefa, ya citada, con el
criollo Manuel González Batres y María Teresa con el emigrante extre­
meño Cayetano Pavón, regidor a partir de 1761 y uno de los comer­
ciantes más importantes de la segunda mitad de siglo. La conexión
Batres-Barba-Álvarez de las Asturias se cierra con el matrimonio de Ana
de las Asturias, sobrina de María Manuela y de Jacobo Barba con otro
emigrante, Basilio Vicente Roma, proveniente de Valencia y alguacil
mayor a partir de 1742.
Las estrategias matrimoniales dentro de esta red mostraron una
marcada tendencia a la incorporación de nuevos miembros, que en la
mayoría de los casos pertenecían al mismo ámbito socioprofesional. El
mismo origen de la red era de emigrantes de la segunda mitad del XVII,
que se habían casado con criollas hijas de emigrantes. No obstante,
integraron a los hermanos Muñoz, que habían llegado a Guatemala con
títulos burocráticos, Juan Martín como contador y Manuel como alcal­
de mayor. Los matrimonios con integrantes de la burocracia imperial
constituían otra de las formas de mantenimiento de la posición social,
pues estos burócratas solían sacar buenos rendimientos de los puestos
que ocupaban. En la Guatemala colonial no era nada extraño combi­
nar el desempeño de un puesto en una magistratura provincial con la
actividad comercial, pues en realidad la magistratura era utilizada como
una parte más de la red comercial. Los justicias mayores actuaban como
agentes de comerciantes o acababan funcionando ellos mismos como
mercaderes.

139
José Manuel Santos Pérez

La red que hemos denominado Fernández de Córdoba-Arroyave


Beteta integró a un menor número de regidores (ver Anexo n° 3, grá­
fico III-2). El matrimonio de origen fue el de José Fernández de Cór­
doba con Manuela de Ceballos y Ayala. Fernández de Córdoba había
nacido en Veracruz y después de pasar a Santiago de Guatemala tuvo
varios cargos burocráticos, como la alcaldía mayor de Tegucigalpa y el
corregimiento de Quezaltenango. Fue asimismo depositario general en
el ayuntamiento. La descendencia femenina de este matrimonio siguió
el patrón general que hemos visto aquí, casándose con peninsulares
recién llegados. Ése fue el caso de Petronila que celebró matrimonio en
1701 con el segoviano Ventura de Arroyave y Beteta, y el de María
Manuela, casada con Juan Antonio Ruiz de Bustamante, originario de la
villa de Santillana. Sus hijos José Damián y Miguel efectuaron matri­
monios con criollas de primera generación: Antonia Feliciana Álvarez
de Miranda y Juana de Lara Mogrovejo.
En el siguiente nivel de la red, el patrón según el cual las hijas se
casaban con elementos foráneos y los hijos con criollas de familias tra­
dicionales se siguió repitiendo. Dos de las hijas de Ventura y Petronila
se casaron con dos peninsulares que también ocuparían puestos en el
cabildo: Francisco Granda y José Molina y SandovaL Diego de Arroya-
ve y Beteta, sin embargo, celebró matrimonio con María Bernarda Men­
eos, descendiente de José Bernardo Meneos y Lutgarda Barón de
Berrieza, de los que hablaremos al tratar la tercera red familiar. El
esquema matrimonial criolla-peninsular se repitió cuando se casó Ana
María Ruiz de Bustamante, hija de Juan Antonio Ruiz y María Manuela
Fernández de Córdoba con el navarro Manuel de Lacunza. Éste es uno
de los casos en que mejor se aprecia la importancia que para un penin­
sular tenía el conectar con una de estas familias ya instaladas en San­
tiago. Poco después de su matrimonio, Manuel Lacunza obtuvo el pues­
to de depositario general en el ayuntamiento, que anteriormente había
sido ocupado por el tío y el abuelo de Ana María. Otros puestos ocu­
pados por Lacunza, como el corregimiento de Quezaltenango, también
habían contado con la presencia de los familiares de su mujer. La red
comercial que organizó Lacunza, que será analizada en el próximo
capítulo, tenía como apoyos importantes a Francisco Granda, casado
con la prima de su mujer, que estaba al cargo del negocio en Santiago,

140
Asuntos de familia. El mantenimiento y reproducción de la red de poder.

y a Miguel de Arroyave, cuñado de la tía de Ana María Ruiz de Busta-


mante, quien era el representante en Cádiz. Finalmente, en la red Fer­
nández de Córdoba se integró Pedro Ortiz de Letona, correo mayor y
regidor del ayuntamiento desde 1731. Éste era un criollo de primera
generación, hijo del vizcaíno Pedro Juan Ortiz de Letona. El correo
mayor se casó con Ana María Fernández de Córdoba, nieta de José Fer­
nández y Manuela de Ceballos.
Las dos redes descritas anteriormente estaban interconectadas con
la más importante urdimbre familiar del siglo XVIII guatemalteco: la
que hemos denominado red Barón de Berrieza-Gálvez por su funda­
dor, el burgalés José Barón de Berrieza (ver Anexo 3, gráfico III-l). Este
importante comerciante, que según distintos testimonios era la figura
financiera más importante del Reino de Guatemala en el momento de
su muerte (1696), se casó en 1665 con Juana Antonia López de Rama­
les, hija de otro emigrante burgalés, Pedro López de Ramales. Las hijas
del matrimonio Barón de Berrieza-López de Ramales efectuaron diver­
sos enlaces estratégicos, que dieron lugar a la más poderosa red fami­
liar del siglo XVIII en Guatemala. María Manuela, Francisca y María
Barón de Berrieza se casaron con los recién llegados Francisco Nava­
rro, Bartolomé Gálvez Corral y Tomás de Cilieza. Después de la muer­
te de Francisco Navarro, María Manuela se casó en segundas nupcias
con Pedro Carrillo Eguía y Meneos, criollo de primera generación. Otra
hija, Lutgarda Barón enlazó con otro criollo de primera generación:
José Bernardo Meneos. Veamos, en primer lugar, las conexiones de este
último matrimonio. Una de las hijas, María Bernarda Meneos, se unió
con la familia Arroyave y Beteta a través de Diego, ya visto anterior­
mente. María Ana de Meneos se casó con otro de los regidores, Lucas
Carlos Coronado, entroncando así con otra importante familia. María
Felipa Meneos, igualmente, pudo conectar con otra de las familias que
venían de antiguo, al casarse con el regidor José Delgado Nájera. Un
hijo de este matrimonio, Ventura Delgado Nájera, fue regidor a su vez
y enlazó con la red Batres-Barba de Figueroa a través de su unión con
Manuela González Batres. Otras dos hijas de José Delgado Nájera y
María Felipa Meneos, Juana y Micaela, celebraron matrimonios con los
regidores Juan Tomás Micheo y Juan Fermín de Aycinena en segundas
nupcias.

141
José Manuel Santos Pérez

Las líneas más interesantes desarrolladas por las hijas Barón de


Berrieza fueron las de los matrimonios con Bartolomé Gálvez Corral y
Pedro Carrillo Eguía y Meneos, efectuados por Francisca y María
Manuela en 1688 y 1705. Pedro Carrillo había nacido de la unión entre
los navarros Pedro Carrillo e Isabel Meneos. Criollo de primera gene­
ración, ocupó el cargo de alcalde mayor de Escuintla, que obtuvo en
una visita a la corte de Madrid . Pedro Carrillo cobró notoriedad en
Santiago de Guatemala al obtener el arrendamiento de alcabalas de la
ciudad en 1728, que posteriormente cedió al cabildo, como veremos
en el capítulo 5. Cuando Pedro Carrillo murió, siendo un rico comer­
ciante, dejó toda su herencia a su hijo, del mismo nombre, que se
había casado en 1729 con Manuela Gálvez Corral, descendiente de
Bartolomé Gálvez y Francisca Barón. Cuando unos años después
murió el segundo Pedro Carrillo, legó toda su fortuna a su única hija
Ana María Carrillo. Esta joven criolla de 24 años se convirtió en el
mejor partido de la ciudad de Santiago. Cuando se casó con Juan Fer­
mín de Aycinena, en 1755, llevó al matrimonio una dote de 178.000
pesos, lo que catapultó a Juan Fermín a lo más alto de la sociedad
colonial guatemalteca .
Ana María Carrillo era nieta de Bartolomé Gálvez y Francisca
Barón de Berrieza. Bartolomé había llegado a Guatemala en la década
de 1680, proveniente de Málaga . Ocupó dos de los puestos burocráti­
cos que sus descendientes dominarían durante prácticamente todo el
siglo XVIII: la alcaldía mayor de San Salvador y la Tesorería de la Bula
de Santa Cruzada, un puesto ocupado anteriormente por su cuñado,
Juan Antonio Barón de Berrieza. Bartolomé obtuvo, además, el hábito
de Caballero de la Orden de Santiago. En el momento de su muerte en
1715 era uno de los más poderosos comerciantes de Guatemala, dejan­
do propiedades por valor de 400.000 pesos. Su descendencia siguió un
patrón claramente endogámico, no como el que hemos visto hasta
aquí, con uniones entre personas del mismo ámbito socio-profesional

AGI, Contratación, 5540 B, L. 5, f. 65v.


Brown, “Family and Business...” op. cit., p. 43 y ss.
Isidoro Vásquez de Acuña, “Los Gálvez de Guatemala”, Anales de la Sociedad de Geo­
grafía e Historia, vol. 40, 1967.

142
Asuntos de familia. El mantenimiento y reproducción de la red de poder.

sino con la práctica de matrimonios consanguíneos. El objetivo, clara­


mente, era la concentración y acumulación de propiedad, en un inten­
to de mantener unido el patrimonio familiar . Manuela Gálvez se casó
con su primo Pedro Carrillo, como hemos visto anteriormente. Cristó­
bal Gálvez, que siguió los pasos de su padre al ocupar la alcaldía de
San Salvador y la Tesorería de la Bula de Santa Cruzada, enlazó con su
prima Luisa Gonzaga Cilieza. Cerrando el círculo endogámico, el her­
mano de Cristóbal, Manuel de Gálvez Corral, regidor del cabildo de
Santiago desde 1742, se casó con su sobrina, hija de Cristóbal, Josefa
Nicolasa Gálvez en 1755. Finalmente, otra hija de Bartolomé Gálvez,
Francisca Antonia, se casó con Simón de Larrazábal, un peninsular pro­
cedente de Logroño que llegó a Guatemala en 1725, como capitán de
barco, trabajando para Pedro Carrillo. La pareja se estableció en Oaxa­
ca donde organizaron sus redes comerciales, que sirvieron a Juan Fer­
mín de Aycinena como campo de entrenamiento antes de pasar a San­
tiago de Guatemala. A la muerte de Simón, Francisca Antonia se casó
con otro peninsular, procedente de Madrid, Francisco de Obregón. Los
hijos de ambos matrimonios, Simón Larrazábal y Nicolás de Obregón
fueron regidores de Santiago. Cuando se fueron a Santiago, quedaron
al cargo de Juan Fermín de Aycinena, que ejercería una gran influencia
sobre ellos. Nicolás de Obregón enlazó con Josefa Nicolasa Gálvez,
cuando ésta enviudó de su tío Manuel Gálvez Corral. Simón de Larra­
zábal entroncó con una vieja familia, los Arrivillaga, a través de su
matrimonio con la criolla Mariana Arrivillaga Montúfar.
Hasta aquí hemos descrito la forma en que los peninsulares, en su
mayoría comerciantes, establecieron fuertes y exitosos lazos a través del
matrimonio con familias ya asentadas dentro de la cúspide de la socie­
dad de Santiago, lo que les facilitó el ascenso social y por lo tanto la
integración. Está claro por lo tanto que los intereses mutuos de recién
llegados y de las familias asentadas se unieron para dar forma a una
extensa red que basaría su poder en la combinación de intereses eco-

Angel Rodríguez Sánchez, “Métodos de evaluación de las estrategias familiares en el


Antiguo Régimen” en W. AA. Fuentes y métodos de la historia local, Zamora, Insti­
tuto de estudios zamoranos Florián de Ocampo, Diputación de Zamora, 1991.

143
José Manuel Santos Pérez

nómicos diversos, desde la exportación de añil, hasta la ganadería, y en


una sabia utilización de los resortes burocráticos del imperio hispánico.
La conexión con las familias ya asentadas daba a los peninsulares
recién llegados un acceso a la información (es decir a la manera en que
uno debía colocar sus recursos para obtener los máximos beneficios)
mucho más directo que los que permanecían aislados. Como hemos
comentado anteriormente, esta información ayudaba sin duda a esta­
blecer las mejores conexiones en un mundo ciertamente desconocido
para el recién llegado. Quizá este es uno de los aspectos más impor­
tantes en el interés por establecer lazos con muchachas criollas.
La celebración de matrimonios con familias establecidas fue un
requisito importante para el ascenso social de los peninsulares. Parece
que incluso alguno de ellos, antes de llegar a Santiago, ya había con­
certado su vinculación matrimonial con una familia local, como fue el
caso de Juan Fermín de Aycinena. Como en otras partes del imperio his­
pánico la solidaridad regional tuvo cierta importancia en la aceptación
e integración de los nuevos elementos. Entre el grupo estudiado había
una cantidad importante de montañeses y vasco-navarros que genera­
ron organizaciones grupales como la Compañía de Caballería de Mon­
tañeses y Vizcaínos. Se han rastreado fuertes vínculos entre las distintas
19
familias de origen vasco . Sin embargo, andaluces, valencianos y extre­
meños se integraron de la misma forma y celebraron matrimonios con
hijas de emigrantes provenientes de otras regiones con total normalidad.
Para el objeto de nuestro estudio debemos ir más adelante y pre­
guntarnos si estos matrimonios fueron una condición imprescindible
para la entrada de los recién llegados en el cabildo de Santiago. De
alguna manera la cuestión quedó respondida en el capítulo anterior.
Cuando se recobró el interés por la participación en el cabildo, después
de que recuperara el control de la recaudación de alcabalas, y cuando

Ma Teresa García Giráldez, “La emigración vasca a Centroamérica, 1750-1800. Las


redes familiares como estructuras de poder en Guatemala”, Tesis doctoral inédita,
Universidad Autónoma de Madrid, 1993. Para una completa visión sobre la emigra­
ción vasca a América cf. Ronald Escobedo Mansilla, Ana de Zaballa Beascoechea y
Óscar Álvarez Villa (eds.), Emigración y redes sociales de los vascos en América, Vito­
ria, Universidad del País Vasco, 1996.

144
Asuntos de familia. El mantenimiento y reproducción de la red de poder.

la institución municipal empezó a funcionar, de hecho, como un con­


sulado de comercio, los relacionados con la red Barón de Berrieza, y
más en concreto, la familia Gálvez, estarían detrás de casi todos los
asuntos tratados por el cabildo. Hay testimonios de la época que corro­
boran el hecho: el presidente de la Audiencia Alonso Fernández de
Heredia, en su juicio de residencia, acusaba a los integrantes del cabil­
do de actuar en consonancia con Cristóbal Gálvez Corral, muy perjudi­
cado por la decisión de despojar al ayuntamiento del control sobre las
alcabalas . Por otra parte, como vimos en el capítulo anterior, ante la
posibilidad de que otra facción de la élite guatemalteca se hiciera con
varios puestos del cabildo en el remate de 1761, el procurador Cayeta­
no Pavón esgrimió los argumentos de una “mayor calidad” de los matri­
monios de la parte que él defendía, frente a lo (supuestamente) poco
lucido de las vinculaciones familiares de Manuel de la Bárcena y los
otros pretendientes. Si bien el razonamiento no fue aceptado por el
Consejo de Indias, movido por criterios económicos más que de cali­
dad familiar, los pretendientes no integrados en las redes dominantes
se quedaron fuera de la institución municipal. La cuestión, como vimos
en el capítulo anterior, era más bien estar bien conectado con las redes
dominantes que mostrar un árbol genealógico descendiente de los pri­
meros conquistadores. Ese árbol genealógico sólo era posible de reali­
zar a través de la ascendencia de las esposas de los regidores, es decir,
siguiendo las líneas maternas, como bien sabían quienes presentaban

La declaración completa de Heredia fue la siguiente: "... de aquel mes de junio en


adelante comenzaron mis providencias relativas al establecimiento de las alcabalas
que ocasionó un alto dolor en toda esta república, ya porque el justo cobro de estos
dros. se había de hacer como se ha hecho sentir de cada individuo en particular,
acostumbrados a la suma benignidad y dissimulo con que se manejaba este ramo por
el Ayuntamiento y Diputación y ya porque cezaba el manejo de estos intereses y por
consiguiente la utilidad q. con el lograba el Alcalde primero don Xtobal de Gálvez
Corral no solo por el sueldo de mil pesos que le estaban consignados sino también por
el giro que tenía con el mismo producto de las alcabalas y ha acreditado el alcance
de más de 70.000 pesos, que resultó por la misma cuenta presentada por el. Y como
el cabildo secular, se componía y compone todo casi, de la parentela de Gálvez (...)
con todo concurría el poder, valimiento y alianzas de sus individuos...” AHN, Con­
sejos, 21043, Residencia de Alonso Fernández de Heredia, 1767.

145
José Manuel Santos Pérez

una relación de méritos. Las mujeres tenían por lo tanto un papel muy
importante en esta construcción de pasados gloriosos.
Se podría argumentar contra este razonamiento que hubo algunos
regidores que no tuvieron conexión con las familias principales y que
sin embargo pudieron acceder a los cargos capitulares. Es posible que
esto fuera así en algún caso. Ya sabemos que la competencia en los
remates de cargos apenas existió durante el siglo XVIII, lo que indica­
ría que, antes de enemistarse con este extenso grupo familiar, los veci­
nos de Santiago preferían no optar por puestos en la institución. Sí
hubo competencia en el remate de algún cargo de privilegio, como la
Depositaría General en 1725. Manuel Lacunza y Juan Antonio Colomo
se disputaron el cargo, que finalmente se llevó el primero. Colomo,
aparentemente, no tenía una relación con estas redes familiares, y sin
embargo consiguió finalmente el puesto de tesorero del papel sellado.
No conocemos al detalle todas las ramificaciones de su familia, y su ori­
gen es oscuro. En el momento en que pujó por el cargo de deposita­
rio general y que consiguió finalmente el puesto de tesorero del papel
sellado, la crisis de cargos del cabildo era aguda y parece que la estra­
tegia para monopolizar los cargos municipales no se había puesto en
marcha. Ello tendría lugar a partir de los años 30, se reforzaría en los
40 y tendría su culminación en el remate de 1761. En cuanto a otros
regidores que tampoco aparecen relacionados directamente con esas
familias prominentes las respuestas pueden ser otras. Aunque más difí­
ciles de rastrear, existían otras formas de relación personal informal,
por ejemplo la simple amistad y el compadrazgo, para justificar la
actuación conjunta de estos personajes.
¿En qué posición estaban los regidores que no se habían integra­
do en las redes predominantes, si es que hubo alguno? Es difícil con­
testar a esta pregunta y no tenemos datos suficientes. Sólo sabemos,
como se puede apreciar en los diagramas, que personas como Alcaya-
ga, Arochena, los dos Colomo, Falla, Iturbide, y otros aparecen de algu­
na manera aislados, aunque es posible que mantuvieran algún tipo de
lazo informal. No se puede decir que su carrera no fuera exitosa. Un
“aislado” como Francisco Marcelino Falla, que entró en el cabildo en
1721, es decir, fuera de las ventas colectivas, declaraba un “caudal par-
tibie” de 164.022 pesos en 1739 y obtuvo importantes cargos en la Igle­

146
Asuntos de familia. El mantenimiento y reproducción de la red de poder.

sia como el de mayordomo y administrador de los bienes de la catedral


de Santiago y del Hospital de San Pedro'. El de Falla fue otro caso pro­
ducido en el momento de menor participación vecinal en el cabildo, y
por lo tanto no es representativo. Estos parecen más bien casos excep­
cionales y difícilmente encontramos lo mismo en la segunda mitad del
siglo. ¿Fue entonces el cabildo una institución cerrada? De alguna mane­
ra sí. No fue cerrado en el sentido que se le ha dado por algunos auto­
res, que vieron a la institución dominada por oligarquías de propietarios
de haciendas criollos que transmitían el cargo a sus descendientes. El
grupo dominante de Santiago de Guatemala era muy variado, pues su
propia naturaleza le obligaba a abrirse para incorporar elementos nue­
vos. Pero una vez que se formó una red con una buena base económi­
ca, sí hubo un intento por su parte de acaparar los cargos y por lo tan­
to de cerrar la institución a cualquier elemento extraño a la red.

C) Transmisión de bienes

Una vez alcanzada una buena posición social, en la cual el patrimo­


nio jugaba un papel fundamental, el objetivo era mantener o aumentar
esa posición en las generaciones posteriores. Para saber si nuestro grupo,
integrante del sector dominante de la sociedad colonial guatemalteca,
mantuvo esa preeminencia alcanzada, la mejor forma es estudiar su for­
ma de transmitir bienes a sus descendientes. Pero antes nos parece inte­
resante citar algunas ideas de un interesante autor sobre el tema del tras­
paso de bienes. Este historiador, Ferrer i Alós, ha señalado en un recien­
te artículo que, “el sistema de transmisión de bienes es un instrumento que
tiene la familia para intentar ordenar su reproducción social, pero la
familia vive en un marco concreto que no es estático sino cambiante". No
tiene sentido, por lo tanto, analizar estrategias de transmisión de bienes

AGCA, Al-20, leg. 1139, exp. 9632, fol. 212 y ss. protocolos de Hipólito Ordóñez;
AGCA, Al-24, leg. 1583, exp. 10227.
Llorenf Ferrer i Alós, “Notas sobre el uso de la familia y la reproducción social”, Bole­
tín de la Asociación de Demografía Histórica, 1995, XIII-1, p. 20.

147
José Manuel Santos Pérez

fuera de su contexto histórico. Por otro lado, nos ha parecido convenien­


te adoptar el sentido amplio que tiene el concepto “transmisión de bie­
nes” y que Ferrer i Alós define en su artículo. El autor mencionado habla
de "... sistemas de transmisión de bienes, no de sistemas de herencia, ...el
primer concepto se refiere a un proceso que se va dibujando a lo largo de
toda la vida (dotes en los matrimonios, donaciones compensatorias a los
hijos durante la vida, decisiones sobre celibato, elección de cónyuge, tras­
paso de cargos públicos, etc.). En cambio, sistema de herencia se refiere a
la transmisión de los bienes a la muerte del antiguo poseedor ’r .
¿Qué información podemos pedir a las dotes? Sabemos que detrás
de esta forma de transmisión había toda una estrategia familiar, muy
cuidada, que se reflejaba en el seguimiento que las familias hacían de
la utilización de estas dotes *. Por otra parte, las cantidades donadas
como arras pueden ayudarnos a comprender mejor las estrategias
matrimoniales que se establecieron, pues nos dan algún dato sobre los
cónyuges. Anteriormente hemos visto cómo se repetía una estrategia de
matrimonio por la cual los hijos de las familias dominantes tendían a
casarse con mujeres pertenecientes a otras familias ya asentadas, mien­
tras las hijas de esas familias enlazaban con frecuencia con los penin­
sulares recién llegados. Era una estrategia expansiva, dirigida a repro­
ducir la posición de poder por medio de una apertura al exterior. No
obstante, al tiempo que se incorporaban elementos externos ello se
hacía bajo el patrón de endogamia más común, el de casarse con
alguien perteneciente a la misma clase social, es decir, a la misma cate­
goría socioprofesional y, por supuesto, económica, lo que en historia
de la familia se denomina “homogamia”. Las dotes y las arras nos pue­
den revelar algunos datos sobre esta “igualdad” entre los cónyuges, que
era una aspiración lógica de la élite santiagueña.

Ibíd., p. 18.
Según Angel Rodríguez: "La cuestión de una cesión patrimonial inicial (dote), la vin­
culación de bienes a un determinado miembro de la familia (mayorazgo), y la deci­
sión de perpetuar tras la propia muerte el destino de los bienes (testamento), señalan
una intencionalidad que busca afirmar una decisión doméstica y convertirla en una
decisión social. ”, en “Métodos de evaluación de las estrategias familiares en el Anti­
guo Régimen”, op. cit., p. 143.

148
Asuntos de familia. El mantenimiento y reproducción de la red de poder.

Aunque hubiera una fuerte tendencia en las sociedades coloniales


americanas a admitir en su seno a emigrantes peninsulares, éstos debí­
an mostrar ciertas condiciones para que fueran aceptados. Está claro
que no sólo era buscado el capital económico. Los peninsulares traían
consigo ese otro acervo denominado “capital simbólico”. Su pertenen­
cia a familias con propiedades rurales en Castilla, el haber trabajado
anteriormente como comisionistas de parientes en Cádiz, con lo que
tenían una visión bastante experimentada del funcionamiento de los
canales comerciales, o, incluso, el hecho de ser blancos peninsulares,
determinaba que se convirtieran en un atractivo partido para las hijas
de familias ya asentadas, que en muchas ocasiones, y sobre todo en
Guatemala, eran hijas de emigrantes peninsulares”. En lugares como la
ciudad de México, este capital simbólico no era suficiente para ocupar
un puesto en lo más alto de la sociedad local. Como ha señalado John
E. Kicza: "... debido a que los comerciantes inmigrantes tenían que
demostrar sus habilidades y su respetabilidad social más allá de cual­
quier sombra de duda antes de convertirse en candidatos serios a con­
traer matrimonio dentro de la élite mexicana, muchos se casaron ya
mayores, con mujeres mucho más jóvenes que ellos’''.
Creemos que la escasa dimensión del grupo dominante de San­
tiago hacía que esa diferencia de edad entre los cónyuges fuera
menor, o por decirlo de otro modo, que el periodo de “aclimatación”
y de demostración de habilidades que debía respetar cualquier penin­
sular llegado a Santiago se acortaba considerablemente respecto al
que se observaba en México. Es aquí donde las declaraciones de
dotes y arras pueden darnos alguna pista. Si bien el periodo de espe­
ra podía ser menor que en México para producirse un matrimonio, no
cabe duda de que las familias asentadas se aseguraban de que la hija

Guillermo Mira y José Manuel Santos Pérez, “Estrategias de integración y ascenso


social de emigrantes españoles a América en el siglo XVIII”, en Manuel Alcántara
(ed.), América Latina. Realidades y perspectivas, Salamanca, Ediciones Universidad,
1997.
John E. Kicza, Empresarios coloniales. Familias y negocios en la ciudad de México
durante los Barbones, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, p. 182.

149
José Manuel Santos Pérez

pudiera permanecer dentro del grupo social y en la medida de lo


posible, reproducirlo. En muchos casos la existencia de un gran
número de hijas daba lugar a esa regla no escrita de que habla Bur-
guiére: los varones tienden a casarse por arriba y las mujeres por aba­
jo'7-
Si las arras eran la décima parte del capital del marido, aunque
somos conscientes de la poca exactitud que esto tiene, este dato pue­
de darnos alguna pista sobre el capital que poseía el novio en el
momento del matrimonio. Hemos comprobado que en la mayoría de
los casos el pretendiente tenía ya labrada una posición social cuando
subía al altar, como se puede ver en el Anexo 2, Tabla III-5 .
A través de los datos de esta tabla se puede apreciar que la
mayor parte de los regidores tenían importantes capitales en el
momento de contraer matrimonio. En los casos en que conocemos el
montante de las arras y el del capital declarado, la cantidad de las
arras suele estar por debajo del décimo de los bienes, que es lo que
se supone que debe darse en este concepto. Hay casos como los de
Felipe Manrique de Guzmán, Manuel Muñoz y Fernando Palomo en
los que se dan grandes cantidades como arras sin recibir nada a cam­
bio, o como en el caso de Muñoz una pensión de 250 pesos anua­
les. Es posible que la diferencia de edad entre los dos cónyuges fue­
ra importante, con lo que estaría justificada la alta cuantía de las
arras.
Hay otros datos que podemos analizar a través de las dotes. Sin
duda, la cuantiosa dote que Ana María Carrillo llevó a su matrimonio
con Juan Fermín de Aycinena, 178.000 pesos, fue una de las claves para
el fulgurante ascenso de este comerciante navarro en la Guatemala
colonial. Después de haber pasado un tiempo en Oaxaca, efectuando
operaciones mercantiles junto a Simón de Larrazábal padre y a Fran­
cisca Antonia Gálvez, Aycinena pasó a Santiago de Guatemala y muy
poco después de llegar celebró su enlace con Ana María. Está claro que

André Burguiére y Franyois Lebrun, “Las mil y una familias de Europa” , op. cit., p. 81.
Seguimos la propuesta metodológica de Mauro Hernández en su libro A la sombra de la
Corona. Poder local y oligarquía urbana. (Madrid, 1606-1808), Madrid, Siglo XXI, 1995.

150
Asuntos de familia. El mantenimiento y reproducción de la red de poder.

todo estaba concertado de antemano, pues Francisca Antonia era la tía


de la novia y habría informado convenientemente de las habilidades en
los negocios del navarro. En su monografía sobre Aycinena, Richmond
F. Brown se pregunta cómo fue posible que la familia Carrillo Gálvez
pusiera semejante dote en manos de su hija para un matrimonio con
un peninsular llegado apenas cinco años antes a América. Es posible
que, como señala el mismo autor, el buen manejo mercantil de Ayci­
nena fuera un factor importante en este asunto, pero esa es más bien
una explicación teleológica. No parece que en ese momento Aycinena
poseyera una espectacular fortuna, y, como bien señala el propio
Brown, la posición económica y social que se labró después de su lle­
gada a Santiago tuvo como base esa cuantiosa dote. Por lo tanto, habría
que buscar la respuesta en el lado de la familia de Ana. Como en otros
casos en las sociedades de Antiguo Régimen, las dotes eran muy dife­
rentes dependiendo del lugar que la hija ocupaba en la unidad fami­
liar. En familias con muchas descendientes femeninas es evidente que
la cuantía de las dotes sería menor. Parece que en el caso de Ana María
Carrillo se juntaron, por un lado, el hecho de que fuera hija única -y
por tanto heredera del importante patrimonio de su padre- y por otro,
esa fuerte tendencia a unirse con peninsulares recién llegados en los
matrimonios de las criollas. Es posible que existiera también un cierto
grado de competencia entre las familias criollas por conseguir un buen
partido. El caso de Ana María y Juan Fermín sería el más espectacular
entre todos los estudiados pero no constituye una excepción.
A veces la dote era claramente una inversión más que una dona­
ción. El suegro de Francisco Antonio Granda, Ventura de Arroyave y
Beteta, decidió aplicar una parte de la cuantía de la dote de que iba a
disfrutar su hija y futura esposa de Granda, Bárbara Arroyave y Beteta,
en el “beneficio” de la alcaldía mayor de Totonicapán. Ello despejaba el
camino al recién llegado y garantizaba un buena fuente de ingresos para
la familia. Es posible que se siguiera el mismo procedimiento con José
Molina y Sandoval, casado con Rosa, hermana de Bárbara, para quien
Ventura de Arroyave adquirió la alcaldía mayor de Atitlán y Tecpanati-
tlán, aunque no tenemos la evidencia de que esto fuera parte de la dote.
Como veremos en el capítulo 4 el plan trazado no se culminó con éxi­
to, pues por diversas razones esos cargos no fueron ocupados o bien no

151
José Manuel Santos Pérez

29
reportaron los beneficios esperados’. Al haberse empleado el dinero de
la dote en beneficiar los cargos, cuando Francisco de Granda murió su
mujer reclamó que el puesto fuera ocupado por su segundo marido,
Joaquín de Lacunza, pues según afirmaba tenía un derecho sobre el ofi­
cio. El regidor Lucas Carlos Coronado efectuó una operación parecida
cuando empleó los 4.500 pesos de la dote de su esposa, María Ana de
Meneos en beneficiar la alcaldía mayor de Quezaltenango. En este caso
el regidor dejó bien claro en el testamento que en el momento de su
muerte debían entregarse esos 4.500 pesos a su esposa .
El otro mecanismo de transmisión de bienes, la herencia, ofrece
menos interés que las dotes. La sucesión igualitaria era la imperante.
Conscientes de lo que esto significaba para la estrategia de reproduc­
ción del mismo status social en la siguiente generación, los regidores,
en su mayoría, optaron por una estrategia familiar expansiva que les
permitiera “colocar” a sus hijas a través de buenos matrimonios. Sólo
hubo un caso de fundación de mayorazgo, el de Juan Fermín de Ayci-
nena, motivado por un afán de unidad de sus posesiones que evitara
la dispersión de las mismas después de su muerte, y porque el mayo­
razgo allanaría el camino para colmar sus pretensiones nobiliarias. En
algunas ocasiones la legislación que exigía nombrar herederos en pri­
mer lugar a los padres si continuaban vivos era claramente transgredi­
da. Cuando Miguel Eustaquio de Uría, que llevaba un año enfermo,
otorgó su testamento en 1741, debía nombrar a su padre Juan de Uría
como heredero forzoso. Deseando Miguel Eustaquio legar sus bienes a
su esposa, Catarina González Batres, padre e hijo establecieron un pac­
to. El padre recibiría 10.000 pesos a cambio de su renuncia al disfrute
de la herencia. Todo ello quedó registrado en los protocolos del nota­
rio Hipólito Ordóñez .

AGI, Guatemala, 262, AGCA, Al-43, leg. 5040, exp. 42769, fol. 117-119.
AGCA, Al-20, leg. 863, protocolos de Antonio González, año 1735, testamento de
Lucas Carlos Coronado de Ulloa.
AGCA, Al-20, leg. 1140, exp. 9633, fol. 1, protocolos de Hipólito Ordóñez, 1741,
“Recibo de 10.000 pesos y declaración que hace don Juan Ignacio de Uría en orden
a las disposiciones testamentarias de Miguel de Uría, su hijo”.

152
Asuntos de familia. El mantenimiento y reproducción de la red de poder.

A pesar de la reducción en el nivel de vida que podía suponer


el tener un gran número de hijos, ésta era una práctica frecuente,
posiblemente provocada, como en otras sociedades de Antiguo Régi­
men, por la alta mortalidad infantil. Juan Angel de Arochena tuvo al
menos 12 hijos, Miguel Coronado 15 y el caso más extremo fue el de
Diego de Arroyave y Beteta que llegó a tener 20 hijos en sus dos
matrimonios. Posiblemente estarían incluidos los hijos ilegítimos que
frecuentemente vivían bajo el techo familiar. No tenemos datos exac­
tos sobre los hijos que sobrevivieron pero la proporción debía de ser
escasa.
¿Qué resultó de todo esto? ¿Reprodujeron los hijos de los regido­
res las pautas sociales que habían vivido sus padres y que éstos les
habían intentado transmitir? La respuesta no es la misma para todos. En
su estudio del grupo de poder dominante en el último cuarto del siglo
XVIII, Gustavo Palma identificó entre sus integrantes a los descendien­
tes de Pavón, Barrutia, Aycinena, Batres y Larrazábal, entre otros . Los
hijos de Manuel Lacunza tuvieron diversos destinos, dedicándose unos
a la carrera eclesiástica y consiguiendo otros -como en el caso de Joa­
quín Lacunza- un puesto de corregidor para aliviar su delicada situa­
ción financiera. El esfuerzo de los padres a veces no era correspondi­
do. Diego Arroyave envió a España a su hijo Ignacio “para que se hisie-
ra un hombre”, según su declaración testamentaria. La vida licenciosa
que Ignacio tuvo en la metrópoli llenó de deudas a Diego, lo que le
hacía quejarse amargamente en su testamento . Este grupo de familias
constituyó el origen de la élite guatemalteca que coparía el poder
durante el siglo XIX y buena parte del siglo XX. Algunos de los apelli-

Los descendientes de Larrazábal, Aycinena y Batres tuvieron un destacado papel al final


del periodo colonial y en los primeros gobiernos republicanos, cf. “Relación de los car­
gos públicos y eclesiásticos desempeñados por individuos de la familia Aycinena y
Larrazábal en Guatemala durante la colonia”, documento publicado en Anales de la
Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala, vol. 56, 1952, pp. 445-450. Un sucesor
de Gálvez Corral, Mariano Gálvez fue uno de los considerados “proceres” de la indepen­
dencia de Centroamérica, cf. Isidoro Vásquez de Acuña, “Los Gálvez de Guatemala” en
Anales de la Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala, vol. 40, 1967, pp. 37-59.
AGCA, Al-43, leg. 2683, exp. 22791, Testamento de Diego Arroyave y Beteta, 1782.

153
José Manuel Santos Pérez

dos pueden rastrearse aún hoy día en los más altos puestos de las repú­
blicas centroamericanas .
No queremos cerrar este capítulo sin examinar, aunque sea de
manera breve, la manera en que estas familias prominentes manifesta­
ban su posición social al exterior. Dedicaremos las próximas páginas al
estudio del prestigio y el status social.

D) Cuestiones de status

Una vez alcanzada la cumbre económica y social, los integrantes


de la élite colonial guatemalteca hacían lo posible por mostrar a los
demás la pertenencia al grupo dominante. Como en otras sociedades
de Antiguo Régimen, la idea era la de “vivir noblemente”. Quizá exis­
tía un matiz diferente en la sociedad colonial. El carácter multirracial
de la población de la Audiencia de Guatemala hacía que el color de
la piel, en sí mismo, tuviera una clara significación diferenciadora. El
español peninsular estaba por encima de los demás por la blancura
de su piel. Las familias de mayor prominencia social tenían bien cla­
ro que, en una sociedad en la que se encontraban en clara minoría y
en la que se producía un intenso e inevitable proceso de mestizaje,
se debía hacer un esfuerzo mayor para mantener esa, a su juicio,
superioridad étnica.
El objetivo de “vivir noblemente” se veía colmado, claro está, si se
obtenía un título nobiliario. Si en la sociedad colonial de México capi­
tal fue una tendencia común, en Santiago de Guatemala son escasos los
que deciden poner en marcha los mecanismos para entrar en la noble­
za. El caso clásico, el de un comerciante enriquecido que decide inver­
tir su capital en tierras, fundar un mayorazgo y solicitar después un títu­
lo, sólo se produce con Juan Fermín de Aycinena, que realizó todos
estos pasos a partir de los años 1780. En 1783 se convirtió en el primer
Marqués de Aycinena, el único noble de Centroamérica a finales del

Diana Balmori et alii, Las alianzas de familias y la formación del país en América Lati­
na, México, Fondo de Cultura Económica, 1990; Marta Casaús, Linaje y racismo, op. cit.

154
Asuntos de familia. El mantenimiento y reproducción de la red de poder.

periodo colonial. Juan Fermín, con una fortuna que superaba el millón
de pesos, era uno de los pocos hombres de negocios que podían
soportar los enormes gastos que conllevaba la concesión de un título
nobiliario. Sólo el pago del impuesto de la “lanza” representaba un
desembolso de 20.000 pesos . El título era importante, pues reconocía
el valor de la familia y la confirmación de su comportamiento recto y
responsable.
Otros regidores se contentaron con reclamar un status de nobleza
menor que el de Aycinena. No parece que, como señala Brading, todos
los españoles fueran considerados hidalgos nada más poner los pies en
el puerto de Omoa, pues Femando Palomo pidió al cabildo, en 1773,
que se le concediera el estatuto de hidalgo que él y sus hermanos dis­
frutaban en Málaga, su ciudad natal . De alguna manera, los comer­
ciantes que habitaban Guatemala en el siglo XVIII seguían mantenien­
do esa aspiración a la hidalguía que fue una de las principales motiva­
ciones entre los grupos de conquistadores que llegaron en el siglo XVI .
Este reconocimiento serviría para que se le guardaran los privilegios que
se otorgaban a las personas que poseían ese status, como exención de
tributos y la no obligación de servir cargos concejiles, algo que debía ser
obviado en el caso de Fernando que ya había sido alcalde ordinario y
que seguía siendo regidor en el momento de su petición .
La escasez de títulos nobiliarios en Guatemala puede tener que ver
con la falta de medios para costearlos. No obstante, los regidores sabí­
an que el “vivir noblemente” podía ser conseguido de una forma más
económica. Los patrones de medición del status “noble” en Santiago de
Guatemala debían de ser bastante menos intrincados que los existentes
en ciudades como Lima o México. Sin duda el puesto de regidor, o el
servir uno o más años como alcalde ordinario, podían hacer que una

Brown, “Family, Business and Politics...” op. cit., p. 213.


En palabras de Brading: “Los españoles, sin importar cuál hubiese sido su situación u
ocupación anterior, eran considerados hidalgos”, Mineros y comerciantes en el México
borbónico, (1763-1810), México, Fondo de Cultura Económica, 1975, p. 153.
Pilar Sanchíz Ochoa, Los hidalgos de Guatemala. Realidad y apariencia de un sistema
de valores, Sevilla, Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1976.
AGCA, Al-29, leg. 2330, exp. 17374. Año de 1773, petición del estatuto de hidalgo.

155
José Manuel Santos Pérez

persona quedara revestida de honor y prestigio. A estos cargos políti­


cos había que añadir un grado militar. En Santiago y su valle existían a
finales del siglo XVII dos compañías de milicia de caballería y 14 de
infantería. 6 de estas últimas eran de españoles de la ciudad y 3 del
valle, completándose los efectivos con 5 compañías de pardos. Los
mandos eran normalmente españoles criollos o peninsulares, aunque
en algunas ocasiones los mestizos podían estar al mando de alguna de
las agrupaciones. Existían también agrupaciones militares de marcado
carácter regional como la “Compañía de Caballería de Montañeses y
Vizcaínos”, a cuyo mando sólo se podía nombrar a los originarios de
esas zonas. El mando supremo del tercio de infantería de la ciudad de
Santiago se encomendaba a un oficial con el rango de mariscal de
campo.
El nombramiento de este alto oficial estaba a cargo del presi­
dente de la Audiencia quien en muchas ocasiones lo otorgaba a veci­
nos prominentes, sin experiencia militar lo que motivó quejas y algu­
na que otra acusación de corrupción'. Muchos de los regidores estu­
diados añadían a su nombre y apellidos un grado militar, como reco­
gemos en la tabla III-6. Parece que la escasa experiencia militar de
muchos de estos oficiales hacía que su grado no tuviera más valor
que el propio prestigio añadido al cargo. La posesión de armas y
caballos eran importantes elementos de la apariencia externa de una
persona prominente en la sociedad colonial guatemalteca. Imagina­
mos que nuestros regidores aprovecharían las fiestas de la ciudad
para lucir sus mejores uniformes militares en un alarde de su presti­
giosa posición social.
La posesión de esclavos fue otra de las notas de distinción en la Gua­
temala colonial. La gran disponibilidad de mano de obra forzosa a través
de los repartimientos de indios hizo que la esclavitud no tuviera la impor-

Stephen Webre, “Las compañías de milicia y la defensa del istmo centroamericano en el


siglo XVII: el alistamiento general de 1673”, Mesoamérica, 14, diciembre de 1987.
AHN, Consejos, 21043, Residencia del Capitán General Alonso Fernández de Heredia,
1767. Heredia fue acusado de haber recibido ciertas regalías a cambio del nombra­
miento como Mariscal de Campo de Ignacio Coronado.

156
Asuntos de familia. El mantenimiento y reproducción de la red de poder.

Tabla III-6. Grados militares de los regidores de Santiago de Guatemala

Regidor Grado militar

Juan Angel de Arochena Capitán


Diego de Arroyave Capitán
Francisco Ignacio Barrutia Coronel
Juan Antonio Colomo Maestre de Campo
Lucas Carlos Coronado Capitán
Miguel Coronado Sargento Mayor
Francisco Ignacio Chamorro Coronel
José Delgado Nájera Capitán
José Agustín de Estrada Maestre de Campo
Francisco Marcelino Falla Sargento Mayor
José Damián Fernández de Córdoba Capitán
Juan José González Batres Sargento Mayor
Manuel González Batres Capitán
Manuel Lacunza Sargento Mayor
Pedro Severino López de Estrada Sargento Mayor
Francisco López Portillo Sargento Mayor
Guillermo Martínez de Pereda Sargento Mayor
José Molina Sandoval Capitán
Manuel Muñoz Gobernador de las armas
Nicolás de Obregón Coronel
Pedro Ortiz de Letona Capitán
Gabriel de Olavarrieta Capitán
Alejandro Pacheco Capitán
Cayetano Pavón Capitán
Miguel Eustaquio de Uría Sargento Mayor

Fuentes: mismas que para tablas III-l, III-2 y III-5.

157
José Manuel Santos Pérez

41
tancia relativa que alcanzó en el área circuncaribe . Había, no obstan­
te, una demanda de esclavos africanos para el trabajo más duro en los
obrajes de añil y de caña de azúcar, para las minas de Tegucigalpa y
para las labores domésticas de la capital. La corona permitió que se
importaran 200 esclavos anuales a Centroamérica en el siglo XVII, a tra­
vés del sistema de asientos. Parece que en el momento álgido de pro­
ducción de añil en ese siglo esa cifra era escasa y el cabildo reclamó
que se permitiera introducir 500 esclavos anuales. Más tarde esas cifras
descendieron y al final del siglo y principios del XVIII se introducían,
por vía oficial y por contrabando, unos 150 esclavos al año a través de
Honduras . Una parte de estos esclavos eran utilizados como domésti­
cos en las casas más prominentes de Santiago de Guatemala. No sabe­
mos qué cantidad exacta existía en el siglo XVIII. Según Christopher
Lutz, quien revisó los registros bautismales de la parroquia del Sagrario
entre 1710 y 1719, no más de 10 esclavos al año eran importados para
43
el trabajo en las casas de la capital .
Algunos de los regidores que poseían esclavos eran Diego de Arro-
yave, Juan Fermín de Aycinena, Francisco Barrutia, Lucas Carlos Corona­
do, Juan González Batres, Manuel de Lacunza, Pedro Ignacio Loaisa o
Cayetano Pavón. La mayoría los tenían empleados en sus haciendas, pero
había también un número importante de esclavas mulatas, que eran más
demandadas para el trabajo doméstico que los esclavos africanos recién
llegados, por su mayor grado de hispanización. Estos esclavos eran un
auténtico “artículo” de lujo. Su precio estaba entre los 200 y 300 pesos .

Thomas Fiehrer, “Hacia una definición de la esclavitud en la Guatemala colonial”, Revis­


ta del Pensamiento Centroamericano, vol. 21, n° 153, octubre-diciembre, 1976; Fiehrer,
“Slaves and Freedmen in Colonial Central America: Rediscovering a Forgotten Black
Past”, Journal ofNegro History, vol. 64, n° 1, 1979.
Christopher Lutz, Santiago de Guatemala, 1541-1773- City, Coste and the Colonial Expe-
rience, op. cit., pp. 84-85.
Ibíd., p. 86.
AGCA, Al-43, leg. 2683, exp. 22791, testamento de Diego Arroyave y Beteta; AGCA, Al-
20, leg. 1140, exp. 9633, declaración de capital de Juan José González Batres; AGCA,
Al-43, leg. 5040, exp. 42769, inventario de bienes de Manuel Lacunza; AGCA, Al-43,
leg. 5198, exp. 43784, testamento e inventario de bienes de Pedro Ignacio Loaisa.

158
Asuntos de familia. El mantenimiento y reproducción de la red de poder.

La posesión de una casa amplia y bien amueblada ha sido, y es,


una de las mejores formas de mostrar al resto de la sociedad la posi­
ción alcanzada por una persona o una familia. Como ha señalado
Pilar Sanchíz: “la apariencia de hidalguía se basa antes que nada en
una apariencia arquitectónica, a ser posible imitativa de moldes
peninsulares...” En Santiago de Guatemala la “gente de calidad”,
esas poco más de 500 personas que ocupaban el estrato más alto de
la población de la ciudad, se esforzaba en conseguir un buen lugar
para ubicar su residencia y reservaba una buena parte de su fortuna
para decorarla y mantenerla. El concepto de “casa poblada”, una
gran vivienda en la que convivía la familia extensa, era, desde el
siglo XVI, un importante signo del status social alcanzado por una
persona. El regidor Ventura Nájera manifestaba en 1779 que con
motivo de los terremotos de 1773 tuvo que trasladarse a la nueva ciu­
dad de Guatemala con toda la familia, que pasaba de 40 individuos
y que vivía con Nájera bajo el mismo techo . Los lugares más habi­
tuales de la residencia de la élite de Santiago eran los situados en las
cuadras más cercanas a la catedral. La mayoría pertenecían a la
parroquia del Sagrario, cuya sede era la misma catedral. Una calle
muy solicitada, en la que vivieron varios de nuestros regidores, fue
la denominada de Santo Domingo donde Manuel Gálvez Corral,
Nicolás Obregón, Gabriel de Olavarrieta o Francisco Ignacio Barrutia
pasaron buena parte de sus vidas, entre el ajetreo de sus obligacio­
nes políticas y la atención a sus intereses comerciales . En una ciu­
dad donde existían unos limitados recursos en provisión y distribu­
ción de agua, las casas de las personas más influyentes eran las que
contaban con una mayor cantidad y con una mejor calidad del líqui­
do. Stephen Webre descubrió que más del 62 % del agua disponible
era concedido a menos de 200 residencias privadas en las que habi­
taban no más de un 4 % del total de la población de Santiago. A tra-

Pilar Sanchíz, op. cit., p. 10.


AGCA, Al-2, leg. 41, exp. 998, representación de Ventura Nájera, 1779.
David L. Jickling, “La Calle Ancha de Santo Domingo en Santiago de Guatemala en el
siglo XVIII”, Revista de la Academia Guatemalteca de Estudios Genealógicos, Heráldicos
e Históricos, n°s 3-4, 1969-70, pp. 437-456.

159
José Manuel Santos Pérez

vés de estas concesiones, el historiador norteamericano pudo recons­


truir los lugares más habituales en los que se asentaban estas fami­
lias en el siglo XVII. Muchas de estas casas se extendían hacia el nor­
deste de la Plaza Mayor, cerca de la entrada del acueducto denomi­
nado San Juan Gascón, que permitía un más fácil acceso al suminis­
tro de agua. La calle de Santo Domingo, a la que nos referíamos con
anterioridad, era una de las que contaban con mayor número de con­
cesiones privadas de uso del agua*.
La casa tipo, denominada de “cuarterón” por ocupar una cuarta
parte de una cuadra, disponía de un amplio zaguán que precedía al
patio principal, alrededor del cual se disponían las dependencias de
la residencia. Las casas más importantes disponían de un segundo
patio destinado a la servidumbre y a veces un tercero, donde podía
haber una pequeña huerta. Los balcones aparecían protegidos por
barrotes de hierro foq'ado o de madera y las puertas se flanqueaban
con jambas y dintel de piedra. Un importante símbolo de status en las
casas era, como hoy día en la Antigua Guatemala, disponer de una
cubierta de teja, a diferencia de las casas de los indígenas, fabricadas
con adobe y con tejado de paja . Camas con dosel, grandes mesas,
vajillas de plata y pinturas religiosas componían la decoración inte­
rior . En algunos casos nos ha llegado información del valor de las
casas de una parte de los regidores estudiados, lo que reflejamos en
la tabla n° III-7.
Nada había de especial en Santiago de Guatemala en cuanto a
otra de las formas de ostentación: el consumo de productos lujosos.

Stephen Webre, “Water and Society in a Spanish American City: Santiago de Guatema­
la, 1555-1773”, Híspante American Historical Review, vol. 70 n° 1, 1990, pp. 74-81. Las
concesiones se otorgaban en base al agua que salía por un tubo de diferentes anchu­
ras: desde un peso (el ancho de una moneda de ese valor) hasta una “paja”, que venía
a tener un octavo de la anchura de un real, y todas las subdivisiones intermedias. Las
casas privilegiadas disfrutaban también de una anchura mayor en los caños.
Pilar Sanchíz Ochoa, “Españoles e indígenas: estructura social del Valle de Guatemala
en el siglo XVI”, en Stephen Webre (ed.), La sociedad colonial en Guatemala: Estudios
regionales y locales, Antigua Guatemala, CIRMA, 1989, p. 62.
J. Joaquín Pardo, Pedro Zamora Castellanos, Luis Luján Muñoz, Guía de Antigua Gua­
temala, Guatemala, Ed. José de Pineda Ibarra, 1968.

160
Asuntos de familia. El mantenimiento y reproducción de la red de poder.

*
Tabla HI-7. Valor de las residencias de los regidores de Santiago de Guatemala
Regidor Valor de la casa Fuente

Diego Arroyave y Beteta 7.000 pesos AGCA, Al-20, leg. 864, exp. 9356,
Escritura de venta. 1735.

José Delgado Nájera 13.000 pesos AGCA, Al-20, leg. 890,


Testamento. 1765.

Ventura Delgado Nájera 10.000 pesos AGCA, Al-2, leg. 41,


(en la Nueva Guatemala) exp. 998. 1779.

Manuel de Gálvez Corral 6.133 pesos AGCA, Al-43, leg. 2670, exp. 22646,
autos de la testamentaría. 1764.

Miguel Francisco 21.000 pesos AGCA, Al-20, leg. 885,


Iturbide y Regil exp. 9378, fol. 329. 1758.

Manuel de Lacunza 8.132 pesos AGCA, Al-43, leg. 5040, exp. 42769,
fols. 313-313v. 1748.

Pedro Ignacio Loaisa 6.000 pesos AGCA, Al-43, leg. 5198, exp. 43784,
Testamento, 1773.

Felipe Manrique 12.000 pesos AGCA, Al-20, leg. 1140, exp. 9633,
de Guzmán fol. 155. 1741.

Guillermo Martínez 7.000 pesos AGCA, Al-20, leg. 874,exp. 874,


de Pereda fol. 154v. 1746.

Manuel Muñoz 1.100 pesos AGCA, Al-20, leg. 1.090, fol. 1,


Escritura de venta. 1747.

Fernando Palomo 5.568 pesos AGCA, Al-20, leg. 884, exp. 9377,
fol. 392. 1757.

Cayetano Pavón 5.000 pesos AGCA, Al-20, leg. 1.094, f. 72v.,


1751. Ajuste de cuentas.

Basilio Vicente Roma 12.000 pesos AGCA, Al-20, leg. 1139,


exp. 9632, fol. 121. 1740.

* Sólo se han presentado las casas de Santiago de Guatemala, salvo en el caso


especificado de Ventura Delgado Nájera. El valor de la casa, en la mayoría de los
casos, es el del precio de compra sin los bienes muebles.

161
José Manuel Santos Pérez

Un rasgo del comercio exterior guatemalteco que siempre llamó la


atención de los historiadores que se ocuparon de su estudio fue la
gran cantidad de productos asiáticos, transportados hasta México
por el Galeón de Manila y después transportados hasta Guatemala
a través de Oaxaca o por mar, que eran importados por los comer­
ciantes de Santiago. Hacia 1740 este rubro del sector exterior ascen­
día a 200.000 pesos y era el segundo en importancia detrás de los
“géneros de Castilla”, que tenían un valor de unos 400.000 pesos.
Los “géneros de China” se situaban por encima incluso de los que
llegaban de México, aunque era éste el principal destino exporta­
dor. La mayor parte de los productos que se importaban de Asia
eran textiles de seda y de algodón . De igual manera, los textiles de
todo tipo, y dentro de ellos los de alta calidad, eran el principal
capítulo de las importaciones que llegaban desde Castilla. Este
patrón de consumo se aprecia bien en los inventarios de bienes,
como en el de Manuel de Lacunza, repleto de piezas de plata y de
telas lujosas .
No sólo la posesión de bienes era indicativo de prestigio. Al
personaje acaudalado se le suponía caridad y debía por lo tanto des­
tinar parte de su fortuna como limosna a pobres y enfermos y al sos­
tenimiento de la iglesia. Aycinena se hizo retratar en la generosa acti­
tud de dar limosna a los necesitados. Los testamentos comienzan
dando cuenta de las cantidades de misas que el otorgante desea que
se celebren por su alma y en algunas ocasiones los regidores se mos­
traron muy generosos con las instituciones eclesiásticas. Pedro Loai-
sa ordenó que se pagaran 8.000 pesos para la reconstrucción de la
iglesia de San José ’. No obstante, en ocasiones estas supuestas dona­
ciones desinteresadas escondían una clara voluntad por asegurar el

Víctor Hugo Acuña, “Le commerce extérieur du Royaume du Guatemala au XVIIIéme


Siécle, 1700-1821: Une étude structurelle” Tesis doctoral inédita, París, École des Hau-
tes Études en Sciences Sociales, 1978, p. 241.
AGCA, Al-43, leg. 5040, exp. 42769.
AGCA, Al-43, leg. 5198, exp. 43784, Testamento e inventario de bienes de Pedro
Loaisa, 1773.

162
Asuntos de familia. El mantenimiento y reproducción de la red de poder.

futuro a las viudas o a los hi os de los donantes o una fuente de cre-


dito en momentos de necesidad .
Por lo tanto, una sabia mezcla de buena posición política, un car­
go militar y unos altos niveles de consumo eran los que revestían a una
persona del carácter que le llevaba a ese “vivir noblemente”, pretensión
generalizada entre la élite colonial guatemalteca.

El estudio de las redes familiares nos ha revelado nuevos aspec­


tos sobre el grupo de regidores de Santiago, objeto de nuestro estu­
dio. Como ya se había puesto de manifiesto para el siglo XVII, el cabil­
do no estuvo copado por una élite criolla y hereditaria. La renovación
más que el mantenimiento es la característica que se observa en la éli­
te municipal. No obstante, el protagonismo no pasó de manera total a
los emigrantes recién llegados, como se podría pensar al existir una
renovación tan marcada en los apellidos de las personas que ocupa­
ron un cargo en la institución municipal. Los emigrantes no actuaban
aislados. Por una parte, parece que la integración en una de las fami­
lias asentadas aseguraba una mayor facilidad en la construcción de
una buena red de negocios, sobre todo por la información que esta
familia podía proporcionar al recién llegado. Aunque debilitadas por
las continuas divisiones en la transmisión del patrimonio, las familias
criollas mantenían su alto status siguiendo una inteligente política
matrimonial, que les permitía conectarse en cada momento con los
sectores que detentaban el poder económico. Interesados en ascender
socialmente, los recién llegados buscaban ávidamente un matrimonio
con una criolla de “buena familia” de la que obtener una buena dote,
información de primera mano sobre los canales de negocio más pro­
vechosos y que les permitiera mostrar un brillante pasado familiar a la
hora de solicitar un cargo público. De esta manera, ascendiendo por
las líneas maternas de parentesco los regidores peninsulares podían a
veces conectar su familia con los primeros pobladores-conquistadores.

Magnus Mórner, “Economic Factors and Stratification in Colonial Spanish America


with Special Regard to Elites”, Hispanic American Historical Review, vol. 63, n° 2,
1983, p. 353.

163
José Manuel Santos Pérez

Finalmente no fue esa conexión vertical la que se utilizó como crite­


rio de selección para la entrada en la institución municipal. Las puer­
tas del cabildo no estaban cerradas para los peninsulares, siempre que
manejaran el caudal suficiente para comprar el cargo. El grupo domi­
nante dentro de la sociedad de Santiago de Guatemala en el siglo
XVIII, integrado en una extensa red familiar con tres subredes, inten­
tó cerrar el paso a los elementos extraños a esta red, posiblemente
rivales en las nuevas posibilidades que ofrecía la economía exporta­
dora a partir de los años 40. Durante más de 30 años consiguieron su
objetivo y lograron mantener bajo control los resortes puestos a dis­
posición del cabildo por una burocracia imperial incapaz de estable­
cer una organización competente.

164
CAPITULO IV

Política y Comercio.
Las actividades económicas
de los miembros
del cabildo
espués de haber conocido cómo accedió el grupo estudiado al
poder municipal y tras analizar su origen geográfico y familiar, vamos a
volver nuestra atención sobre las ocupaciones de los regidores de Santia­
go de Guatemala. Como es fácilmente deducible por lo anteriormente
expuesto, la gran mayoría de los integrantes del grupo estudiado eran
comerciantes, aunque, como veremos, combinaban la faceta mercantil
con otras muchas actividades. Este capítulo comienza con una exposición
de la composición socioeconómica del cabildo de Santiago en el siglo
XVII, para poner en antecedentes la configuración de la institución en el
siglo XVIII. A continuación, un análisis pormenorizado por actividades
servirá para profundizar en nuestro conocimiento del grupo y en el fun­
cionamiento de la economía regional centroamericana en el siglo XVIII.

A) Configuración socioeconómica de los regidores de Santiago de


Guatemala

En un lugar tan variado como el Reino de Guatemala, donde no


existió un producto que dominara la economía más de un siglo, es
fácilmente deducible que la élite económica diversificaría sus activida­
des para adaptarse a las circunstancias con el objeto de asegurar su
futuro en un mundo inestable y cambiante . Nos encontramos ante lo

Según Acuña Ortega: "... la pluralidad de las actividades mercantiles, la diversidad


de los negocios y no la especialización son las opciones dominantes de los grandes
comerciantes guatemaltecos. ” V. H. Acuña Ortega, “Capital comercial y comercio
exterior en América Central durante el siglo XVIII: una contribución,” Estudios socia­
les centroamericanos, n° 26, mayo-agosto, 1980, p. 73-

167
José Manuel Santos Pérez

que Jorge Daniel Gelman ha denominado “élite polivalente” . Gelman


explica así las características del grupo: "... combina una actividad de
gran comercio en la cual juega un rol muy importante la plata o mone­
da, con todas las actividades de la tierra que se mantienen en un marco
esencialmente natural y el control de la mano de obra compulsiva, que
explican de alguna manera los superbeneficios obtenidos en la actividad
comercial y por último el control de la Administración local, que jugó un
rolfundamental en el aprovechamiento de los dos primeros elementos”’.
Al igual que el grupo dirigente de Buenos Aires, los regidores de
Guatemala fueron adaptándose continuamente a las nuevas circunstan­
cias, y ello determinó un cambio en las actividades económicas que
desarrollaban. A principios del siglo XVII el cabildo se hallaba claramente
dividido entre mercaderes y hacendados-encomenderos, que parecían
indentificarse, grosso modo, con los peninsulares los primeros y con los
criollos los segundos . En su artículo sobre los mercaderes y el cabildo
de Guatemala J.F. de la Peña y M. T. López Díaz analizan una serie de
inventarios de bienes de regidores (todos de 1623) a través de los que se
puede hacer una buena fotografía de la realidad socio-económica del
grupo estudiado. Los criollos tenían un activo bruto bastante menor que
los peninsulares (10’43 % frente a 89’57 %). En todos los sectores salvo
en dos predominaban los patrimonios de los peninsulares. Sólo en el sec­
tor agropecuario existía un predominio criollo, como se aprecia en la
tabla n° LV-1. Tanto en la participación en la industria del añil como en
la posesión de esclavos, los recién llegados mantenían posiciones mucho
más fuertes que las familias antiguas. En aspectos como trato, contrato y
crédito los así llamados peninsulares eran los más aventajados. Más que
la distinción entre criollos y peninsulares, nos interesa el grado de diver-

Jorge Daniel Gelman, “Cabildo y élite local. El caso de Buenos Aires en el siglo XVII,”
Hisla, n° 6, 1985.
Jorge Daniel Gelman, op. cit., p. 15. La diversificación de actividades era un patrón
general entre los grupos dominantes de la economía colonial, cf. John Kicza, “The
Great Families of México: Elite Maintenance and Business Practices in Late Colonial
México City”, Hispanic American Historical Review, vol. 62, n° 3, 1982, p. 447.
4
José F. de la Peña y María Teresa López Díaz, “Comercio y poder. Los mercaderes y
el cabildo de Guatemala, 1592-1623”, Historia Mexicana, vol. 30, n° 4, 1981,p. 496.

168
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

sificación de actividades y la proporción existente entre los que se dedi­


can a actividades agropecuarias y a las financiero-mercantiles. Según se
desprende de los datos reflejados en la tabla IV-1, de un total de 808.222
tostones invertidos hay un 1’6 % empleado en “labores y ganados” y un
8’4 % en “tratos y contratos”. Bajo el rubro “industrias” se engloban prin­
cipalmente las labores de transformación del añil, cuyo primer ciclo
exportador estaba en auge en este momento. En el cuadro aparece, sin
embargo, con un exiguo 6’8 % de la inversión total.
Tabla IV-1. Miembros del cabildo de Santiago de los Caballeros de Guatemala.
Relación porcentual de bienes entre criollos y peninsulares (en tostones), 1623.

Actividad Porcentaje Total Criollos % criollos Peninsulares %


Económica que representa Peninsulares
cada actividad
económica
(criollos más
*
peninsulares)

Oficios 10’5 84.812 36.387 42’9 48.425 57’10


Casas 15'3 124.000 22.000 17’75 102.000 82’25

Labores
y Ganados 1'6 12.925 12.925 100 ___ —

Industria 6’8 55.000 ___ — 55.000 100


Esclavos 134 25 18’66 109 81’34

Tratos
y contratos 8’4 67.846 1.082 1’6 66.764 98’40
En reales 0'12 1.000 1.000 100 ___ ___

Plata y joyas 1'9 15.586 50 0’32 15.806 99’68

Caballeriza
y menaje 2’7 22.020 6.620 30’06 15.400 69’94

Deudas
a favor 52’5 424.763 4.197 0’99 420.566 99’01

Totales 808.222 84.261 723.961

Deudas en
contra 233.422 32.122 201.300

Fuente: J.F. de la Peña y M.T. López Díaz, “Comercio y poder. Los mercaderes y el
cabildo de Guatemala, 1592-1623”, Historia Mexicana, vol. 30, n° 4, 1981, p. 498.
* Elaboración propia.

169
José Manuel Santos Pérez

Son remarcables los altos porcentajes alcanzados por la propiedad


inmobiliaria (15’3 %) y por las compras de oficios (10’5), sólo unos años
después de la autorización de su venta. Las deudas a favor constituyen la
partida más importante, lo que expresa claramente el papel de este gru­
po, (sobre todo los peninsulares) como proveedores de dinero líquido. Se
puede apreciar ya una tendencia a la “polivalencia” en el grupo que
detentaba el poder local en Santiago hacia la primera mitad del siglo XVII,
pero lejos de los niveles alcanzados en la centuria siguiente. Esta progre­
siva diversificación de actividades se afianza en la segunda mitad del siglo
XVII. Esa es una de las conclusiones que se desprenden del estudio de
Stephen Webre sobre los regidores de Santiago entre 1650 y 1700 .
Tabla IV-2. Santiago de Guatemala. Actividades económicas
de los regidores, 1650-1700. Porcentaje de regidores que participan
en determinadas actividades. Muestra de 32.

Actividad Porcentaje

Encomiendas 34’4
Oficios públicos 59’4
Ganadería 43’8
Agricultura (consumo local) 28’1
Agricultura (Exportación) 31’3
Propiedad Urbana 37’5
Minería 15’6
Manufacturas 12’5
Trenes de Muías 6’3
Navegación 9’4
Comercio 56’3
Deudas a favor 18’8
Deudas en contra 37’5

Fuente: Stephen A. Webre, “The Social and Economic Bases of Cabildo Members-
hip in Seventeenth-Century Santiago de Guatemala”, Tesis doctoral, Universidad de
Tulane, 1980, p. 174.

Stephen A. Webre, “The Social and Economic Bases of Cabildo Membership in Seven­
teenth-Century Santiago de Guatemala”, Tesis doctoral, Universidad de Tulane, 1980.

170
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

Las cifras expuestas por el autor norteamericano después de haber


examinado un buen número de protocolos notariales, recogidas en la
tabla IV-2, evidencian la estrategia de repartir los recursos monetarios
disponibles en diferentes bolsas de la economía regional, en busca, cre­
emos, de una mayor protección de la inversión. En este momento la
compra de oficios públicos y el comercio son las actividades en las que
participa un mayor número de regidores. Pero hay otras 11 (al menos)
que aparecen registradas en los protocolos notariales que ha examina­
do Webre. Es interesante comprobar que la encomienda estaba per­
diendo terreno entre las fuentes de ingreso de los regidores. Desde
mediados del siglo XVI los encomenderos habían perdido muchas de
sus prerrogativas (notablemente las jurisdiccionales). Aunque en algu­
nos casos podían reportar pingües beneficios, las encomiendas estaban
siendo gravadas de diversas formas, lo que poco a poco iba disminu­
yendo su atractivo. Las nuevas (muy pocas) concesiones, solían ser pre­
viamente fragmentadas, desviándose parte de su beneficio hacia la
Hacienda Real. La propiedad rural y la ganadería estaban muy exten­
didas entre la élite de Santiago y entre el grupo dirigente estudiado por
Webre, aunque parece que el grupo de los “viejos criollos” (los des­
cendientes de guatemaltecos por más de una generación), es el más
interesado en su posesión. Se aprecia sin embargo un modelo diferen­
te en la posesión de la tierra entre los grupos de “recién llegados”. Éstos
empleaban sus posesiones territoriales de forma diferente a la de los
“viejos criollos”, orientándolas hacia el cultivo de productos de expor­
tación, en detrimento de los de consumo local.
Como se ha apuntado, la compra de oficios públicos y el comer­
cio eran los dos principales campos de inversión de las personas que
ocupaban cargos concejiles en esta segunda mitad del siglo XVII. Los
corregimientos parecen haber sido ya los destinos más apetecidos, bien
para tener un punto privilegiado desde el cual poder vigilar los intere­
ses existentes en la jurisdicción, o bien para directamente obtener el
máximo beneficio del cargo. Las cuantiosas sumas que se llegaron a
pagar por ellos indican la fuerte estima en que eran considerados. Las

Ibíd., p. 205.

171
José Manuel Santos Pérez

posibilidades del intercambio comercial, por otra parte, eran bien apro­
vechadas por los regidores guatemaltecos en este periodo. Desde peque­
ñas tiendas al detalle hasta grandes almacenes, desde el tráfico hacia
Veracruz o en la ruta del Pacífico, los registros notariales muestran la acti­
vidad que desarrollaban sobre todo los “recién llegados” o peninsulares
ocupados en más de un 80 % en estos menesteres. Parte de la inversión
se dedicaba a los propios medios de transporte, tanto terrestres -trenes
de muías que hacían el trayecto hacia Oaxaca- como marítimos, por
medio de barcos que hacían la ruta del Pacífico. Guatemala aprovechó
la prohibición de comercio entre Nueva España y Perú, para convertirse
en el “centro de una red de comercio, ... que unía las Filipinas, a través
de Acapulco, España a través de Veracruz, y los centros manufactureros
de México central todos con los mercados de Perú”. Aunque nos parece
una visión demasiado optimista del papel de Guatemala en los flujos
comerciales, no cabe duda que durante ciertos momentos del XVII se
dieron oportunidades interesantes en este sector de la economía colonial.
La propiedad urbana, muy importante en la primera mitad del siglo,
sigue siendo una de las inversiones preferidas del grupo estudiado. Algo
más de un tercio de los regidores tenían dinero colocado en este sector.
Las manufacturas y la minería eran actividades donde la inversión del
grupo era escasa, pero, al igual que a principios de siglo, continuaban
teniendo en este periodo un papel dominante como prestamistas .
Nuestro estudio de las actividades económicas de los regidores de
Santiago en el periodo 1700-1770 nos ha permitido trazar las líneas más
importantes de la composición del grupo, con lo que podemos así
cerrar el ciclo colonial en cuanto al análisis prosopográfico de esta ins­
titución se refiere. En efecto, después de los trabajos de Webre para el
siglo XVII y de Gustavo Palma para finales del XVIII, existía una impor­
tante laguna en este periodo, que intentamos rellenar con nuestra
investigación. El número total de regidores estudiados ha sido 40

Ibíd., p. 182.
Ibíd., pp. 210-217.
Stephen Webre, “The Social and Economic Bases...” op. cit.; Gustavo Palma, “Agri-
culture, Commerce et Société au Royanme du Guatemala, 1770-1821”, Tesis doctoral

172
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

(todos los que compraron un cargo en ese periodo). Hemos consegui­


do datos de todos, aunque en tres casos esta información es bastante
exigua, por lo que elaboraremos las estadísticas sin contar a los desco­
nocidos, (ver Anexo 4, tabla IV-3).

Tabla IV-4. Actividades económicas de los regidores de Santiago


de Guatemala, 1700-1770. Porcentaje de regidores que participan
en determinadas actividades. Muestra de 37.

Comercio 81
Agricultura de exportación 10’8
Agricultura para el consumo local 16’2
Ganadería 35’1
Minería 10’8
Oficios reales 48’6
Crédito 29’7
Arrendamiento de diezmos,
Tesorería de la bula de Santa Cruzada
Administración de las rentas de la Catedral 21’6

Abastecimiento de fuertes y/o presidios 10’8


Transporte marítimo 10’8
Transporte terrestre 10’8

Fuentes: mismas que para la tabla IV-3. (Anexo 4).

inédita, École des Hautes Études en Sciences Sociales, 1985. El grueso de la docu­
mentación en la que se basa este capítulo se ha encontrado en el Archivo General de
Centro América, principalmente en la sección Al 20, de protocolos notariales, aun­
que han sido de gran utilidad también los papeles examinados de otras secciones
como la de mortuales (Al 43) y pleitos (Al 15). Referencias puntuales fueron encon­
tradas en los archivos de Indias e Histórico Nacional de Madrid.

173
José Manuel Santos Pérez

No nos parece bueno hacer una distinción entre criollos y penin­


sulares como si fueran compartimentos estancos. La mayor diversifica­
ción de las actividades económicas en este periodo determina que la
especialización no sea tan marcada como en épocas precedentes por lo
que ambos grupos participaron en la mayor parte de estas actividades
y serán tratados como un todo. Solamente las actividades agropecua­
rias sí presentan algunas diferencias entre los dos grupos, que serán
mostradas más adelante.
En la distribución por actividades llama poderosamente la aten­
ción el hecho de que el 81 % de los regidores de Santiago en este
periodo sean comerciantes. Se confirma así la tendencia observada
durante los siglos anteriores y se puede considerar ya al cabildo, a fal­
ta de un consulado de comercio, como la auténtica caja de resonancia
de los intereses mercantiles en Guatemala. Por otra parte, el hecho de
que la encomienda fuera abolida en 1720 queda bien reflejado en nues­
tro caso, pues ningún regidor aparece como benificiario de una de
ellas. Como se podía esperar, el crédito seguía siendo una de las acti­
vidades preferidas de nuestros regidores. Un 29 % eran prestamistas.
Actividades como minería y transporte seguían presentes, aunque, al
igual que en el siglo XVII, en clara minoría. Una importante proporción
(48’6 %), si bien menor que la del siglo XVII, aparece invirtiendo su
capital en oficios públicos. El análisis detallado de estos datos que
hacemos a continuación nos ayudará a comprender mejor las caracte­
rísticas socioeconómicas del grupo estudiado y su evolución a lo largo
del siglo XVIII.

B) Actividades económicas

Cargos públicos, repartimiento, asociaciones comerciante-


magistrado, comercio interno

La actividad comercial era la más importante entre el grupo de


regidores de Santiago de Guatemala. La práctica totalidad de sus miem­
bros desarrollaron algún tipo de comercio en la región, bien de carác­
ter interno o, más frecuentemente, destinado al exterior del Reino. El

174
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

comercio interno fue una importante fuente de ingresos para los regi­
dores de la primera mitad de siglo. En este momento, como vimos en
el capítulo 1, los contactos directos con la península fueron muy esca­
sos o prácticamente inexistentes, con lo que las mercancías que entra­
ban o salían del Reino de Guatemala lo hacían por tres vías: Veracruz,
el Pacífico y por los puertos de Honduras a través del contrabando. Aun­
que no tenemos datos precisos, es muy posible que la relación existen­
te entre las cantidades invertidas en el comercio interior y en el exterior
por parte de los comerciantes se inclinara en esta primera mitad de siglo
a favor del primero, dadas las dificultades de comunicación con las
regiones foráneas. Si miramos detenidamente la información recogida
en la tabla IV-5, podemos percibir con claridad cuál es la evolución de
la dedicación de los regidores de Santiago al comercio interior.

Tabla IV-5. Actividades económicas de los regidores de Santiago


de Guatemala. Porcentaje de comerciantes agrupados por periodos
de ventas colectivas.

Años N° de regidores Porcentaje Porcentaje Porcentaje


de comerciantes de exportadores- de comerciantes
importadores que se dedican
al comercio interno
(exclusivamente o
combinado con
el externo).

1700-1740 11 63 45 54

1740-1760 15 86 86 46

1760-1770 11 90 81 72

Fuente: ver tabla IV 3, (anexo 4).

175
José Manuel Santos Pérez

Como se puede apreciar es mayor el porcentaje de regidores ocupa­


dos en el comercio interno que en el comercio externo durante el primer
periodo estudiado (1700-1740) situación que no vuelve a repetirse. Como
intentaremos demostrar más tarde, es notorio un cambio de tendencia en
la actividad económica predominante en la primera y la segunda mitad de
siglo, derivando progresivamente hacia una mayor participación en las
actividades comerciales, sobre todo las externas, por parte del grupo estu­
diado. No obstante, no podemos hacer más que una afirmación tentativa
pues somos conscientes de que la forma en que se desarrollaba el comer­
cio extemo en la primera mitad del siglo, con una fuerte utilización del
contrabando y con el desvío hacia Veracruz, hace más difícil rastrear las
conexiones extemas de los comerciantes de este periodo.
Nuestro grupo de miembros del cabildo supo aprovechar bien los
estrechos canales de comercio que le permitía el área centroamericana en
tiempos coloniales. Incluso antes del comienzo de la venta de magistra­
turas en 1670, bajo el eufemismo de “beneficio de caigos”, la ocupación
de un cargo de gobierno provincial empezó a ser considerado como una
rentable inversión económica, sobre todo, por las posibilidades que ofre­
cía el llamado “repartimiento”. El repartimiento de mercancías fue una de
las formas de “intercambio” más extendidas en el antiguo Reino de Gua­
temala. En nuestra región, el tema no ha atraído la atención de los inves­
tigadores de la misma forma que lo ha hecho el mismo asunto en el área
andina . No obstante, nuestro conocimiento del fenómeno se va comple­
tando con la aparición de diversos estudios en los últimos años, siguien-

Guillermo Lohman Villena, El corregidor de indios en el Perú bajo los Austrias,


Madrid, Cultura Hispánica, 1957; Alfredo Moreno Cebrián, El corregidor de indios y
la economía peruana del siglo XVIII, (los repartos de mercancías), Madrid, C.S.I.C.,
1977. También es importante el artículo de Jürgen Golte, “El impacto del reparto de
mercancías en la economía colonial de México y Perú a partir de las diferencias de
sus sociedades prehispánicas,” en Heraclio Bonilla, (ed.), El sistema colonial de la
América Española, Barcelona, Crítica, 1991. Jürgen Golte, argumenta en este artícu­
lo que las diferencias existentes entre las economías prehispánicas de la zona incai­
ca y mexica determinaron el impacto diferente que produjo el reparto de mercancí­
as en esas dos sociedades. El efecto fue más dañino, según Golte, en Perú, donde el
mercado prehispánico era mucho más rígido y ello sería la causa de la rebelión de
Túpac Amaru. Esta tesis es desarrollada en amplitud en la obra del mismo autor
Repartos y rebeliones. Túpac Amaru y las contradicciones de la economía colonial,

176
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

do la vía abierta por Hamnett en los años 70 . En efecto, el asunto está


empezando a interpretarse de otra forma. No es considerado ya lisa y lla­
namente como una forma de corrupción de los mal pagados burócratas
sino como una de las formas del hecho colonial castellano en América,
sin el cual es difícil comprender la naturaleza de los intercambios internos
de mercancías en zonas como la centroamericana . Según las nuevas

Lima, IEP, 1980. Para una revisión de esta interpretación ver los artículos de Stem, Mór-
ner y Trelles en SJ. Stern (ed.), Resistance, Rebellion, and Consciousness in the Ande-
an Peasant World, 18th to 20th Centuries, Londres, University of Wisconsin Press, 1987.
" Brian Hamnett, Politics and Trade in Southern México, Cambridge, Cambridge Univer­
sity Press, 1971; Severo Martínez Peláez, Algo sobre repartimientos, Guatemala, Uni­
versidad de San Carlos, 1978; Brooke Larson y Robert Wasserstrom, “Consumo forzo­
so en Cochabamba y Chiapas durante la época colonial”, Historia Mexicana, vol. 31,
n° 3, enero-marzo, 1982, pp. 361-408; Rodolfo Pastor, “El repartimiento de mercancías
y los alcaldes mayores novohispanos. Un sistema de explotación, de sus orígenes a la
crisis de 1810” en Woodrow Borah, (coo.), El gobierno provincial en la Nueva España,
1570-1787, México, Universidad Autónoma de México, 1985; Robert W. Patch, “Impe­
rial politics and local economy in Colonial Central America, 1670-1770” Past and Pre-
sent, 143, Mayo, 1994, pp. 77-107. Éste es, hasta el momento, el mejor estudio global
de que disponemos para el área. Tiene alguna utilidad a pesar de su discutible con­
clusión (los repartos de mercancías fueron los que hicieron posible la pervivencia de
las comunidades indígenas al involucrarlas en los flujos comerciales) y de los errores
en la cita de las fuentes. Para una interpretación diferente a la de Patch en obras de
carácter general que incluyen el tema de los repartos cf. Nancy Farriss, La sociedad
Maya bajo el dominio colonial, Madrid, Alianza América, 1992; Severo Martínez Pelá­
ez, La patria del criollo. Ensayo de interpretación de la realidad colonial guatemalteca,
Guatemala, Ediciones en Marcha, 1994 (13a edición). Muy interesante para tener una
visión de la administración colonial en Centroamérica es el trabajo de Carlos Molina
Argüello, “Gobernaciones, Alcaldías mayores y corregimientos en el Reino de Guate­
mala”, Anuario de Estudios Americanos, vol. 17, 1960, pp. 105-132.
Según John Leddy Phelan, en su obra The Kingdom of Quito in the Seventeenth Cen-
tury. Bureaucratic Politics in the Spanish Empire, The University of Wisconsin Press,
Madison, 1967, “La corrupción general de la administración provincial, como la de
la burocracia, fue la consecuencia directa de una escala de salarios claramente ina­
decuada”, p. 169. El mejor análisis sobre la corrupción en la burocracia colonial fue
escrito por Horst Pietschmann, “Burocracia y corrupción en Hispanoamérica colo­
nial. Una aproximación tentativa,” Nova Americana, n° 3, EINAUDI, Turín, 1982.
Pietschmann sigue en este artículo la interpretación de Van Klaveren para la buro­
cracia de las monarquías europeas del Antiguo Régimen. Según Van Klaveren: "... la
corrupción es la señal de la existencia de una lucha entre la corona, la burocracia

177
José Manuel Santos Pérez

interpretaciones la “corrupción” era “la manera de mantener una buro­


cracia a bajo costo, y considerable beneficio, para la corona Además
el colonialismo, a través de los repartos de mercancías “era un rasgo
esencial del intercambio comercial, ya que las fuerzas del mercado por
sí solas no habrían tenido como resultado la transferencia de beneficios
desde los campesinos en la escala requerida por la clase mercante” .
La palabra repartimiento englobaba diversas formas de relación
económica coercitiva entre la élite europeo-americana y los indígenas
de la Audiencia de Guatemala. Era en primer lugar una forma de crédi­
to que el alcalde mayor proporcionaba a los indios para el pago de los
impuestos, que después era devuelto por ellos en especie a precios con­
siderablemente más bajos que los del mercado. También era frecuente
que el alcalde mayor o corregidor repartiera algodón entre las mujeres
para el hilado o tejido, estableciendo así una especie de putting out Sys­
tem forzoso . El trabajo forzoso de los indios en las obras públicas o en
las haciendas y el propio reparto de mercancías para el consumo de los

y la oligarquía por el control de las riquezas del país”, citado en “Burocracia y corrup­
ción...”, p. 15. Eduardo R. Saguier analiza las principales interpretaciones del fenómeno
de la corrupción en el sistema colonial hispano en su artículo “La corrupción administra­
tiva como mecanismo de acumulación y engendrador de una burguesía comercial local”,
en Anuario de Estudios Americanos, n° 46, 1989. Las ideas de Van Klaveren han sido uti­
lizadas también por otros expertos en historia colonial como Neil Steensgaard en su obra
Asían Trade Revolution of the Seventeenth Century. The East India Companies and the
Decline of the Caravan Trade, Chicago, University of Chicago Press, 1974. El historiador
danés aplica el modelo a la burocracia portuguesa del Estado da India, y ve en él una de
las características que van Klaveren encuentra en la administración europea: “cada fun­
cionario civil se encuentra a sí mismo en una posición de monopolio; (...) su ingreso esta­
rá determinado por su habilidad en encontrar elpunto de máxima ganancia bajo las con­
diciones del “mercado”, p. 20. La afirmación podría trasladarse al caso que nos ocupa.
Robert W. Patch, op. cit., pp. 78 y 80.
Las compañías orientales europeas, sobre todo la East India Company, estaban estable­
ciendo sistemas parecidos en las cercanías de Fort William (Bengala), Bombay y Madrás
aproximadamente en el mismo momento que nos ocupa. Sin embargo, a los tejedores
se les proveía de dinero y no de materias primas, cf. K. N. Chaudhuri, “The Structure
of Indian Textile Industry in the Seventeenth and Eighteenth Centuries”, en Indian Eco-
nomic History Review, vol. 11, 1974. Los ingleses exigían unos altos niveles de calidad
pues el producto debía exportarse. La producción textil de las comunidades indígenas
del altiplano guatemalteco sólo era utilizada dentro del istmo centroamericano.

178
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

indígenas eran otras prácticas que quedaban englobadas bajo el térmi­


no “repartimiento” . Todo este conjunto de métodos coercitivos alcan­
zaba unas proporciones de tal magnitud que posibilitaba la conexión
económica entre las provincias del reino de Guatemala . En el siglo
XVIII la subespecialización regional había alcanzado un nivel importan­
te, lo que hacía indispensable un sistema de intercambio eficaz entre las
distintas zonas. Las magistraturas de Nicaragua producían algodón, que
era transportado al valle de Guatemala y a la región de Chiapas para la
producción de hilo y textiles. Las manufacturas chiapanecas, junto con
el cacao y la cochinilla se enviaban a Oaxaca. México era también el
destino de algunos de los textiles producidos en el altiplano guatemal­
teco pero el grueso se dirigía a los campos mineros de Tegucigalpa y a
las zonas productoras de añil de San Salvador. Una parte importante de
las “habilitaciones” crediticias que los comerciantes de la capital de la
Audiencia proporcionaban a los “poquiteros” (los pequeños producto­
res de añil) eran mantas producidas en estas zonas. Este hecho lleva a
Robert Patch a la conclusión de que una buena parte de la industria tex­
til indígena del altiplano guatemalteco era una backward linkage de las
economías de exportación de las provincias mestizas de Salvador y Hon-

Patch, op.cit., p. 96. Patch cree que el repartimiento de mercancías fue una práctica
poco extendida en Guatemala y cuya implantación se produjo bastante tarde: “...de
hecho en los 1760s se informaba que en muchas provincias la venta forzosa de mer­
cancías a los indios era una nueva actividad, y generaba resistencia en algunas áreas”,
p. 96. La razón de esto, según Patch, sería que el consumo forzoso de mercancías sólo
fue posible cuando la generalización de las ventas forzosas introdujo de una manera
más efectiva al campesinado indígena en la economía mercantil, pudiendo así soportar
una carga adicional. Sin embargo hay testimonios de épocas anteriores sobre la exis­
tencia de esos repartos de mercancías como el que recoge Severo Martínez Peláez en
su obra La patria del criollo..., op. cit., p. 525 y nota 253 del capítulo 7. En este docu­
mento de 1663 los franciscanos denuncian que los alcaldes de indios realizan repartos
de mercancías por orden de los corregidores. Por el tono en que se habla de esta prác­
tica en el valle de Guatemala parece que es algo muy común y de una larga existencia.
Patch va más lejos: “[el repartimiento! ivas above all else a commercial system inteera-
ting theprovinces of the kingdom of Guatemala” (el subrayado es nuestro), op. cit., p.
102. Nos parece que “integración” es un término un tanto excesivo. Aún hoy la región
tiene enormes problemas de integración económica.

179
José Manuel Santos Pérez

duras. Los alcaldes mayores y corregidores serían así, en gran medida, los
responsables de la entrada de la región en la economía mundial . El mer­
cado exterior ejercía, sin embargo, una influencia de doble efecto. La
mayor afluencia de productos europeos a Centroamérica que se produjo a
partir de los años 40-50, inundó la región de textiles europeos, con lo que
la manufactura indígena debió de resentirse. Este efecto depresor se sintió
también en la industria férrica, como veremos más adelante. Por otra par­
te, el mercado intemo acababa siendo el destino más importante de las
mercancías arrancadas por medio de la compulsión. El repartimiento posi­
bilitaba que una buena parte de los productos de abastecimiento de los
núcleos urbanos llegaran hasta sus puntos de destino, pues dentro de los
productos entregados por las comunidades indígenas había todo tipo de
productos agrícolas de consumo local (sobre todo maíz, chile y ganado).
Una buena parte de los regidores de Santiago de Guatemala se inte­
graron en esta compleja red de intercambios compulsivos, unas veces
como magistrados provinciales y otras como comerciantes aliados con
ellos. Un alto porcentaje (48’6 %) ocupó puestos de gobierno provincial
tales como corregidor, alcalde mayor o gobernador en algún momento del
periodo estudiado, lo que recogemos de forma detallada en la tabla IV-7,
(ver Anexo 5).

Esto es lo que afirma Patch, op. cit., p. 103. Aunque no lo cita sigue lo expuesto por
Carlos Sempat Assadourian en su obra El sistema de la economía colonial, Lima, I.E.P.,
1982. Según este autor: “elfactor más activo e importante de movilización de energía
campesina hacia la producción mercantil fue, precisamente, un aparato de agentes
gubernativos intermedios (los corregidores)”, p. 306. Se podría decir lo mismo de otros
oficiales que ejercían labores parecidas a las de los alcaldes mayores en otras zonas
con fuerte presencia de población autóctona sobre las que existía un cierto grado de
control por parte de los europeos en el momento que nos ocupa: la isla de Java en
Indonesia y Bengala en India. En Java la Compañía holandesa de Indias Orientales
otorgó amplios poderes jurisdiccionales y fiscales a un “comisario para los asuntos indí­
genas”. Cf. F. de Haan, Priangan: de Preanger-Regentschappen onder het Nederlandsch
bustuur tot 1811. Vol. 1, Batavia, Bataviaansch Genootschap van kunsten en Wetens-
chappen, 1910-1912. En Bengala, la Compañía Inglesa de Indias Orientales creó un
cuerpo administrativo de control indirecto, que daba mucha importancia a la colabo­
ración de los cabezas de linaje (zamindares). La figura administrativa equiparable al
alcalde mayor era el “collector” o recaudador de distrito. Cf. J. M. Brown, Modern India.
Tbe origins of an Asían Democracy, Oxford, Oxford University Press, 1985, p. 53.

180
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

Tabla IV-6. Provincias de la Audiencia de Guatemala, 1673-1769-

Chiapa (AM)

Soconusco (G)

Quezaltenango (C)

Huehuetenango-Totonicapán (AM)

Atitlán-Tecpanatitlán (AM)

Verapaz (AM)

Chiquimula de la Sierra (C)

Suchitepéquez (AM)

Escuintla-Guazacapán (AM)

Sonsonate (AM)

San Salvador (AM)

Honduras (G)

Tegucigalpa (AM)

Sébaco-Chontales (C)

Sutiaba (C)

Realejo (C)

Nicaragua (G)

Nicoya (C)

Costa Rica (G)

Valle de Guatemala (C)*

AM= Alcalde Mayor, G= Gobernador, C= corregidor. Fuente: Robert W. Patch, op.


cit., p. 82.
* Dividido en 2 alcaldías mayores en 1754.

181
José Manuel Santos Pérez

PROVINCIAS DEL REINO DE GUATEMALA EN 1700

Golfo de
México

Mar
YUCATAN Caribe

TABASCO
T*ooUt»

SIN EXPLORAR

CHIAPA

VERAPAZ

Océano
Pacífico SIN EXPLORAR
OUOCAt»

Fonxaca

1. VALLE DE GUATEMALA
2. CHIQUIMULA DE LA SIERRA
3. ATITLÁN (SOLOLÁ) COSTA RICA
NI
4. HUEHUETENANGO-TOTONICAPÁN
5. QUEZAL TENANGO
6. SUCHITEPÉQUEZ
7. ESCUINTLA-GUAZACAPÁN
8. SONSONATE
9. SUTIABA
10. REALEJO 100 200 MI.
11. SÉBACO-CHONTALES
12. NICARAGUA
300 Km.

Mapa IV-1, Provincias del Reino de Guatemala en 1700. Fuente: Robert W. Patch,
“Imperial Politics and Local Economy in Colonial Central America, 1670-1770”, Past and
Present, vol. 143, mayo, 1994.

182
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

No todas las divisiones administrativas del Reino de Guatemala tení­


an el mismo interés para los que estaban dispuestos a “beneficiar” uno
de los cargos disponibles. De las 21 “provincias” de que se componía
Guatemala, en la segunda mitad del siglo XVIII, sólo 8 ó 9 reunían las
condiciones necesarias para hacer rentable la inversión económica. Las
magistraturas de la parte oriental de Nicaragua y Costa Rica fueron pocas
veces ocupadas por los miembros del cabildo de Santiago. Factores cli­
máticos desaconsejaban la estancia en esos lugares, aunque otras razo­
nes mucho más significativas determinaban el atractivo de unas regiones
por encima de otras. En primer lugar la población indígena. Las regiones
orientales estaban ocupadas por una escasa población en nivel de sub­
sistencia que difícilmente podía producir un excedente para los magis­
trados. Las poblaciones de habla nahua que habitaban zonas de Soco­
nusco, Sonsonate, la mayor parte de San Salvador, Tegucigalpa, Verapaz
y Chiquimula, habían desarrollado sistemas sociales más complejos y su
capacidad de sobrevivir a las enfermedades y a la explotación colonial
era aún mayor. Las magistraturas más valiosas, no obstante, eran las de
densa población maya del altiplano guatemalteco, Chiapas y partes del
Oeste de Guatemala. En palabras de Patch "for the colonists, the Maya
were the proverbial geese laying golden eggs .

Tabla IV-8. Distribución porcentual de la población indígena


según regiones geográficas

Región \ año 1768 1797 1811

OCCIDENTAL 59 63 66

NORTE Y ORIENTAL 30 28 26

SUR 11 9 8

TOTAL 100 100 100

Fuente: Gustavo Palma, “Agriculture, Commerce et Societé...” op. cit., cap. 4.

Robert W. Patch, op. cit., p. 93.

183
José Manuel Santos Pérez

Gráfico IV 1. Distribución de población tributaria. 1768.

Éstas eran las magistraturas “estrella”, las más codiciadas, al agrupar


casi un 60 % de la población tributaria. Además eran zonas de producción
de cultivos de exportación como cacao o con una enorme cantidad de teje­
dores. El Real de Minas de Tegucigalpa era también un destino atractivo,
ya que el alcalde mayor controlaba aspectos muy importantes de la pro­
ducción y la comercialización de la plata. A veces eran razones de índole
personal las que inclinaban a una persona a ocupar determinado puesto,
al situarse en esa magistratura sus intereses económicos. Ese fue el caso de
Manuel Gálvez Corral y de José Delgado Nájera que ocuparon las magis­
traturas de San Salvador y Chiquimula respectivamente, donde teman gran­
des propiedades territoriales. Analicemos algunos casos.
Diego Arroyave y Beteta, tesorero del papel sellado del ayunta­
miento de Santiago, ocupó a lo largo de su vida varias de estas magis­
traturas, aunque según sus mismas confesiones, su inversión no fue
demasiado rentable. Ocupó primero el cargo de corregidor de Nicoya ,

AGCA, Al-23, leg. 4611, fol. 43, 11 de abril de 1732, Título de Corregidor de Nicoya
a favor de don Diego de Arroyave y Beteta.

184
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

ejerciéndolo por medio de un teniente. El puesto no debía ser dema­


siado interesante, pues Diego de Arroyave se aseguró mientras tanto un
mejor “destino”. Figuraba en tercer lugar como posible reemplazo del
titular de la Alcaldía Mayor de Tegucigalpa, José de Berroa. El falleci­
miento de éste y de Juan de Abaurrea, nominado en segundo lugar y
cuñado de Arroyave, permitió a éste, previa renuncia al puesto en
Nicoya, entrar a servir la magistratura del Real de Minas en 1743. El car­
go era de una gran importancia para el funcionamiento del comercio
en la Capitanía General de Guatemala. Arroyave, comerciante exporta­
dor, sabía de la importancia que tenía la plata en los intercambios
comerciales de carácter interoceánico. La escasez crónica de numerario
en la región hacía que los comerciantes pusieran toda su atención en
la producción minera de Honduras para asegurarse el medio de pago
más utilizado en las transacciones. La minería permaneció a lo largo de
siglos en un estado de subcapitalización en el que los comerciantes de
Guatemala, por medio del crédito, tenían bajo su dependencia a los
mineros. El hecho de que los comerciantes fueran quienes garantizaban
los insumos de la minería (escasos, dado el bajo nivel tecnológico de
las explotaciones), y el transporte de la producción hasta Guatemala,
determinaba que se llevaran la parte del león en detrimento de los pro­
ductores directos. Diego de Arroyave, desde su privilegiada plataforma,
se responsabilizó durante su ejercicio de la adquisición y conducción
de la plata desde las minas hasta los más significativos comerciantes de
la capital, entre los que se encontraba su propio padre, Ventura de
Arroyave y Beteta'. Entre el 6 de febrero y el 30 de julio de 1745 Ven­
tura recibió de su hijo la cantidad de 1.093 marcos de plata en barras.
Según Linda Newson la plata se podía cambiar en Guatemala con una
ganancia de 5 a 10 reales por marco, dependiendo de su calidad. Gran
parte de la producción que llegaba a los comerciantes no se intercam-

AGI, Guatemala, 234, “Testimonio de los autos fechos en este superior gobierno sobre
la conduzion de platas de Thegusigalpa con las demas probidencias a este fin con-
duzentes”, 1745. Según T. S. Floyd: "... the decadence of supervisión of the mines is
further illuminated in thefací that the leading rescatadores of the mining región were
the alcalde mayor of Tegucigalpa and bis tenientes”. “Bourbon Palliatives and the Cen­
tral American Mining Industry, The Americas, vol. 18, n° 2, octubre, 1961. p. 113.

185
José Manuel Santos Pérez

biaba en la Casa de Moneda sino que se vendía ilegalmente a comer­


ciantes extranjeros’. Además de su salario, que ascendía a 661 pesos al
año en 1737”, el Alcalde Mayor del Real de Minas recibía unos 3 pesos
adicionales por mina. Se estima que el ingreso del magistrado podía
ascender a unos 8.000 pesos al año’. No obstante, Diego de Arroyave
y Beteta apuntaló aún más su futuro cuando admitió ser el reemplazo,
también en tercer lugar, de sus cuñados José Molina y Sandoval y Fran­
cisco de Granda, casados con sus hermanas Rosa y Bárbara, cuando
éstos adquirieron los puestos de Alcalde Mayor de Sololá (o Atitlán-Tec-
panatitlán) y Huehuetenango-Totonicapán' . En lo que parece toda una
operación orquestada y dirigida por el padre y suegro Ventura de Arro­
yave, Francisco Granda pidió a Lorenzo de la Mar Libarona, a la sazón

Linda Newson, “La minería de plata en la Honduras colonial”, en Luis René Cáceres
(ed.), Lecturas de Historia de Centroamérica, San José, BCIE-EDUCA, 1989, p. 121.
Esta es la cantidad que da Linda Newson, op. cit., p. 129. Robert W. Patch habla de
400 pesos año, Cf. “Imperial Politics...” op. cit., p. 42.
Newson, op. cit., p. 129.
Se trataba de dos de los mejores destinos del altiplano occidental guatemalteco.
Domingo Juarros, escribiendo a principios del siglo XIX, los describe de esta forma:
“La provincia de Totonicapán divídese en dos partidos, el de Totonicapan y el de Gue-
guetenango. El Io ocupa su parte oriental, es de temperamento frió, y produce los fru­
tos del clima: la lengua materna que se habla en él es la Quiche: aunque no hay en
este partido mas que dos aldeas de ladinos, y 7pueblos, los 6 de estos son muy nume­
rosos: pues la cabezera tiene cerca de 7.000 vecinos, S. Francisco el Alto 5300, San
Christoval 3-580, S. Andrés Xecul 1.200, Momostenango 5320, Sta. María Chiquimu-
la 6.000. (...) El Partido de Gueguetenango se baila situado en la parte Occidental de
la Provincia: tiene de todos temperamentos, y a proporción de estos, son sus produc­
ciones: en losfríos obejas, trigo, maisyfrutas de dicho clima: en los templados y calien­
tes caña de azúcar, mais, hortalizas, chile y frutas propias de sus temperamento...
Comprende 41 pueblos divididos en 8 curatos. ” Huehuetenango tuvo un ilustre magis­
trado años atrás, el cronista Francisco de Fuentes y Guzmán. El capítulo 8o de la
segunda parte de su Recordación Florida está dedicado a esta provincia. Sobre Solo­
lá dice nuestro cronista lo siguiente: “(...) no tiene mucha extensión, pero está bien
poblada: cuenta 27.953 habitantes en 31 pueblos". Domingo Juarros, Compendio de
la Historia del Reino de Guatemala, Chiapas, Guatemala, San Salvador, Honduras,
Nicaragua, Costa Rica, 1500-1800, Guatemala, Piedra Santa, 1981, originalmente
escrito en 1807, pp. 39-44.

186
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

representante del cabildo de Santiago de Guatemala ante la corte de


Madrid, que solicitara para él y para José Molina Sandoval esas dos
magistraturas, pagando 5.300 pesos por la de Huehuetenango y 4.300
por la de Atitlán-Tecpanatitlán, todo ello en 1743 . Francisco de Gran-
da utilizó parte de los 8.000 pesos que recibió como dote de su suegro
en su boda con Bárbara Arroyave para el beneficio del cargo. Todo el
asunto sería llevado a través de la intermediación de Miguel de Arro­
yave, hermano de Ventura, desde su puesto de avanzada en Cádiz.
Conseguir intermediación en la corte borbónica y asegurar el éxito de
la empresa fue realmente costoso para Miguel y Ventura pues “se embe­
bieron veinte y un milpesos, poco más o menos, en regalías y costos en
los reales despachos”^. Una inversión tan cuantiosa debía tener una
garantía de éxito y para ello los dos concuñados se aseguraron el pues­
to al nombrarse uno al otro como reemplazo en segundo lugar y al
colocar a Diego Arroyave en la tercera posición, en caso de que los
otros no llegaran a ocupar el puesto. El destino deshizo los planes. José
Molina y Sandoval fue nombrado maestre y capitán de un barco que se
construía en el Realejo para utilizarlo en la ruta entre ese puerto y
Callao en 1742". El 22 de Octubre del mismo año nombró a Francisco
Granda como su apoderado general en Guatemala y poco después
marchó a Perú, donde se estableció". Algo más tarde, el 30 de marzo
de 1745, falleció Francisco Granda, al poco tiempo de haber ocupado
su cargo en Huehuetenango. Ello determinó que Diego de Arroyave
ocupase los dos puestos, a pesar de figurar en ambos casos como ter­
cer reemplazo. La experiencia fue amarga, según declaraba años des­
pués el propio Arroyave: “los justos temores del rey me obligaron a ser-

AGI, Guatemala, 262, “Respuesta del fiscal a un memorial de Bárbara de Arroyave,


viuda de Francisco Antonio Granda”. AGCA, Al-43, leg. 5040, exp. 42769, fol. 117.
Mortual de Manuel Lacunza.
AGI, Guatemala, 262.
AGCA, Al-20, leg. 1140, exp. 9633, poder general, protocolos de Hipólito Ordóñez.
Ibíd., fol. 147. De hecho, Francisco Granda declara como bienes propios en su testa­
mento “los pesos que se hallan en Perú a cargo de D. Joseph Molina”, AGCA, Al-20,
leg. 1142, exp. 9635.

187
José Manuel Santos Pérez

bir dichos empleos los que serbi sin ajuste ni compostura alguna, tan
solo con la mira de que no se perdieran, fomentados solo de mi indus­
tria y solisitud y esmerado trabajo...” . Posiblemente hacía estas decla­
raciones en su testamento para justificar el impago de alguna deuda
pendiente. Quizá para evitar a los acreedores se declaró incapaz en el
ejercicio del cargo por padecer epilepsia . Cuando Diego se encon­
traba en funciones, Bárbara de Arroyave, la viuda de Granda, efectuó
una reclamación ante la Audiencia. Intentaba convencer a las autori­
dades reales de que el puesto de Sololá lo debía ejercer su segundo
marido, Joaquín de Lacunza, en lugar de Diego. Según lo expuesto por
Bárbara el puesto le pertenecía a ella por haber sido pagado con el
dinero de su dote de boda, y por lo tanto ella tenía derecho a cambiar
a los nominados en la lista, en la que quería colocar a su nuevo cón­
yuge’1.
Siguiendo el principio de la diversificación de las actividades eco­
nómicas, que ya comentamos al comienzo del capítulo, Arroyave com­
binaba sus ocupaciones en las magistraturas provinciales con el merca­
do de exportación. En su memoria testamentaria declaraba poseer un
caudal líquido de 166.000 pesos, valor de sus posesiones inmobiliarias
en Santiago, sus 6 esclavos, algunas cabezas de ganado y una buena
cantidad de géneros de Castilla y de la tierra colocados en diversas par­
tes del reino .
El cuñado de Arroyave, Francisco Granda, estableció una intere­
sante asociación con Manuel Lacunza, un hombre paradigmático en la

AGCA, Al-43, leg. 2683, exp. 22791. Testamento de Diego de Arroyave y Beteta, 27
de Abril de 1772.
AGCA, Al-23, leg. 4623, fol. 107v. AGCA, Al-39, exp. 1752, fol. 391, es una certifica­
ción del médico don Alejandro Seymour de que padece de “epilepsia habitual”. No
obstante, los bienes líquidos que resultan en el inventario de bienes ascienden a
166.851 pesos, cantidad nada desdeñable.
AGI, Guatemala, 262.
AGCA, Al-43, leg. 2683, exp. 22791, Memoria testamentaria de Diego Arroyave, 1782.
Esa declaración de bienes fue efectuada en 1772. Años más tarde Arroyave hizo otra
memoria y en ella declaraba que se hizo un “inventario fantástico” en aquella decla­
ración. En esta ocasión afirma que sus bienes no sobrepasan los 100.000 pesos.

188
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

manera de explotar al máximo, obteniendo cuantiosos beneficios, las


posibilidades de las magistraturas de la Capitanía General de Guatema­
la. Lacunza llegó al istmo centroamericano, proveniente de Barasoain
(Navarra), en los primeros años del siglo XVIII . Tuvo un buen entre­
namiento pues ejerció 8 años como teniente de alcalde mayor de San
Antonio Suchitepéquez en un periodo muy conflictivo, cuando se pro­
dujo la rebelión de los tzendales en Chiapas. El presidente de la
Audiencia supo reconocer el papel de Lacunza en la no propagación
de esa rebelión a Suchitepéquez en 1712. Su decisión de armar a más
de doscientos mestizos fue decisiva para contener los conatos de
revuelta". Su “cursus honorum” adquirió mayor relevancia al obtener
en los años 24 y 25 el puesto de depositario general del ayuntamien­
to de Santiago y al ser nombrado gobernador interino de Soconusco
por un año tras la renuncia de Francisco Pimentel, el anterior Gober­
nador , quizá como premio a su actuación en Suchitepéquez. Lacun­
za conocía de primera mano el oficio pues el tío de su esposa, José
Damián Fernández de Córdoba, ya había ocupado ese puesto unos
años antes .
Algún tiempo más tarde y a través de sus representantes en Cádiz
y Madrid, obtuvo dos importantes cargos: el corregimiento de Quezal-
tenango y la Alcaldía Mayor de San Antonio Suchitepéquez, en la que
ya había servido como teniente de alcalde mayor. Hacia julio de 1734

Edgar Juan Aparicio y Aparicio, Conquistadores de Guatemala y Fundadores de Fami­


lias Guatemaltecas, México, Tipografía Guadalajara 1961. Hay otras evidencias que
nos llevan a Barasoain como origen de Lacunza. Otro Lacunza, Joaquín, procedente
de la misma villa aparece en Guatemala por la misma época, casándose con Rita Lan-
dívar. AGCA, Al-29-5, leg. 3017, exp. 29064, Instancia de Manuel Lacunza sobre que
se le extienda relación de méritos y servicios de sus antepasados, año 1737.
AGI, Guatemala, 267, Testimonio de los autos hechos sobre la vacante del oficio de
Rxor. y Depositario genral de esta ciudad que obtuvo últimamente Dn. Joseph Damian
Ferndez de Córdoba y de diligencias de Pregones y Remate de el fecho en el sargento
mayor don Manuel de Lacunza.
AGCA, Al-24, leg. 1790, exp. 11784.
AGCA, Al-24, leg. 1581, exp. 10225, fol. 208, “Título de teniente de capitán general de
la provincia de Soconusco al capitán don Joseph Damian Fernandez de Cordova, ... ha
sido proveido por Govr. de la provincia de Soconusco por el tiempo de los cinco años.”

189
José Manuel Santos Pérez

37
empezó a ejercer el puesto de magistrado en Quezaltenango , momen­
to en que nombró a Miguel de Peira como su apoderado general en
Santiago y como su teniente en el puesto de depositario general del
ayuntamiento . A partir de este momento la actividad de Lacunza fue
muy intensa. Pidió créditos por más de 10.000 pesos, para lo que no
dudó en hipotecar su casa en Santiago de Guatemala. Con este dinero
estableció una extensa red comercial que llegaba a Oaxaca y a México
capital, a Perú, e incluso a Cádiz, adonde envió alguna cantidad de vai­
nilla. Llegó a tener su propia recua de muías para el transporte de mer­
cancías a Oaxaca, algo no muy usual entre los comerciantes de Guate­
mala . Sus negocios le permitieron incluso una pequeña inversión en
una hacienda en el pueblo de Coatepeque, perteneciente a la Alcaldía

Domingo Juarros describe así la provincia de Quezaltenango: “Habitanla de 24 a


25.000 indios, y de 8 a 9.000 entre Mulatos y Españoles... Es esta Comarca de tempera­
mento frió, y produce los frutos de dicho clima, ovejas, trigo, mais, batatas, durasnos,
membrillos, manzanas, zerezas, &c. Su comercio principal consiste en siembras de tri­
go y manifacturas [sic] de lana y algodón, y crianza de ovejas. ” Domingo Juarros, Com­
pendio de la historia del Reino de Guatemala, op. cit., pp. 41-42.
AGCA, Al-20, leg. 862, exp. 9355, 1734, protocolos de Antonio González. Poder gene­
ral que otorga Manuel de Lacunza a Miguel de Peira.
AGCA, Al-20, leg. 1136, exp. 9629, protocolos de Hipólito Ordóñez, 1733, Manuel de
Lacunza a favor de la causa de beatificación del hermano Pedro, obligación a usura
pupilar de 2.000 pesos, ibíd., foL 146v., 1733 “Manuel de Lacunza a favor del Rmo.
Padre General de la orden de los Belemitas, próximo a pasar a los reinos de Perú,
poder general para cobranzas.” AGCA, Al-20, leg. 1136, exp. 9630, 1734, “Poder que
otorga Manuel de Lacunza a Dn. Juachin de Cortabarria, vecino de la ciudad de Oaxa­
ca especialmente para que en nombre del otorgante y representando su persona reci­
ba, demande y cobre judicial o extrajudicialmente de don Pedro de Valdenebro y
Robles, vecino de la misma ciudad...” AGCA, Al-20, leg. 1138, exp. 9631, fol. 37, 1736,
“Poder que otorga Manuel de Lacunza a Feo. Antonio Granda residente en la ciudad
de México, (...) para que cobren a José de Rivera, vecino de esta ciudad que se halla
en aquel reino 142 muías aparejadas, dos cavallos y montaje correspondiente a tres
herramentales, una bigornia con su potrilla y quince esquilas, que todo ello pertenece
a la requa de dho. Dn. Manuel de Lacunza...”AGCA, Al-20, leg. 1130, 1737, protoco­
los de Hipólito Ordóñez, “Los monjes de la merced conceden un censo de 2.000 pesos
a Manuel de Lacunza, que pone bajo hipoteca las casas de su morada, que son muy
valiosas”, ibíd., 1737, “Poder que otorga Manuel de Lacunza a Miguel de Peira para
pedir 6.000 pesos prestados a renta pupilar de qualesquiera combemos, capellanías,
obras pías o personas particulares por el tiempo que los pidiere y se le dieren”.

190
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

Mayor que él mismo servía. Lacunza completó su currículum cuando,


después de 8 años de espera, pudo ocupar la tan ansiada Alcaldía
Mayor de San Antonio Suchitepéquez, cargo que había “beneficiado”
en 1731, pagando alrededor de 4.500 pesos. Situada en las tierras bajas
de la parte occidental de Guatemala , su clima permitía la producción
de cacao, que seguía teniendo buena aceptación en el comercio con
Nueva España. No obstante, se aseguró la continuidad de sus negocios
en Quezaltenango pues su apoderado Miguel de la Peira pasó a ocu­
par el puesto dejado por Manuel Lacunza . El sueldo de la Alcaldía de
Suchitepéquez ascendía a unos 1.158 pesos, pero un justicia mayor des­
pabilado podía obtener unos ingresos de hasta 10.000 pesos al año .
En la nueva aventura Manuel Lacunza disponía de nuevos aliados. Pro­
blemas financieros le hicieron prescindir de Lorenzo de la Mar como
apoderado en Madrid y de Matías de Landáburu como agente en Cádiz,
y parece que hubo conflictos también con Miguel de la Peira. A partir
de 1740, el alcalde mayor contaba con Joaquín de Cortabarría en Oaxa-
ca, Pedro Ganuza en México, a quien dio permiso para obligarse por
18.000 pesos, Pedro Altemir y Copons en Madrid, Miguel de Arroyave
en Cádiz y Juan de Abaurrea en Santiago de Guatemala . A su vez,

Según la descripción de Domingo Juarros: “Extiéndese a lo largo de la costa 32 leguas,


y su ancho de la Sierra al mar es de 22, pero los pueblos de ella están comprehendidos
en el corto espacio de 12 leguas, éstos eran muchos mas, y mas numerosos, que al pre­
sente: pues en el dia apenas tiene 8 curatos compuestos de 16 pueblos, y en todos ellos,
las salinas, haciendas y trapiches no pasan de 15 mil los moradores. Es de tempera­
mento caliente, aunque no tanto como Soconusco. ” op. cit., p. 17.
AGI, Escribanía de Cámara, 358 B, 1742, Residencia de Pedro Ribera, “30 de diciembre
de 1738, se le hizo merced del empleo de justicia mayor y teniente de capitán general
del partido de Quesaltenanango a don Miguel de la Peira, por renuncia hecha por Don
Manuel de Lacunza Alcalde Mayor que era de él...”
Robert W. Patch, “Imperial Politics...”, op. cit., p. 99.
AGCA, Al, leg. 5031, exp. 42711, 1741, “Ejecutivos en contra de don Miguel de la Peira”,
AGCA, Al-20, leg. 868, exp. 9361, fol. 302, 1740, protocolos de Antonio González, “Poder
para obligaciones hasta la cantidad de 18.000 pesos que otorga Manuel de Lacunza a
favor de Pedro Ganuza, residente en México”, AGCA, Al-20, leg. 1139, exp. 9632, 1740,
protocolos de Hipólito Ordóñez, “Poder a Miguel de Arroyave para cobrar a Matías de
Landaburu, vecino de Cádiz, lo que debe a Lacunza.” Ibíd., fol. 61, compromiso entre
Miguel de Lacunza y Miguel de Peira para tratar sus asuntos de manera extrajudicial.

191
José Manuel Santos Pérez

estableció una estrecha relación con Francisco Granda (casado con la


prima de su mujer) que iba más allá de lo económico. Los dos hom­
bres organizaron la estrategia comerciante-alcalde mayor, tan común
en la América colonial hispana y ya comentada en el capítulo 1. Gran­
da pagaba en metálico, en los tercios de San Juan y Navidad, las can­
tidades correspondientes a los tributos de la provincia en la que
gobernaba Manuel Lacunza , quien a su vez se encargaba de cobrar
a los indígenas las cantidades adelantadas en especie, normalmente
en cacao e hilo de algodón. Las mercancías eran enviadas a Santiago
de Guatemala, donde Granda se ocupaba del pago de la alcabala y
de la distribución. La red que había sido ya establecida durante el
periodo en que Lacunza sirvió como corregidor de Quezaltenango
siguió siendo utilizada para colocar lo así obtenido en lugares tan dis­
tantes como Oaxaca, México o Perú. El sistema de repartimiento
puesto en marcha por la “sociedad” Lacunza-Granda tenía dos face­
tas: por una parte los indios debían entregar, a cambio de los ade­
lantos hechos en el pago del tributo, una serie de cargas de cacao que
eran pagadas al precio de 10 pesos. Cada carga, compuesta de entre
58 y 60 libras era vendida después por Francisco Granda en Guate­
mala por el precio de 22 pesos, con lo que la ganancia, una vez paga­
das las tasas, superaba el 100 %. Ni siquiera había gastos de trans­
porte, pues los mismos indios tributarios se encargaban de poner las
mercancías en la capital. Por otra parte Manuel Lacunza obligaba a la
población indígena a entregar ciertas cantidades de algodón que
pagaba a 10 reales el fardo. El trabajo de los habitantes de Suchite-
péquez no acababa aquí. Una vez recogido el algodón crudo Lacun­
za lo distribuía para su hilado. El hilo obtenido era vendido después
en Santiago a 6 reales la libra. También se aseguró un ingreso adi­
cional al obtener el remate de las alcabalas de San Antonio por 1.010
pesos/ año, remate que, recordemos, era concedido por el ayunta­
miento al que él mismo pertenecía.

Concretamente 12.247 pesos y 4 reales en el año 1740, AGCA, Al-43, leg. 5031, exp.
42710, 1741, “Razón de efectos, cacao e hilo remitido por el alcalde mor. dn. Manuel
de Lacunza.”

192
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

No tenemos una información precisa sobre las cantidades que se


movían en el negocio del repartimiento así organizado. Cuando
Manuel Lacunza murió en 1742, sólo 2 años y 10 meses después de
haber ocupado la Alcaldía Mayor de Suchitepéquez, los bienes que
había acumulado en Mazatenango, uno de los pueblos de la jurisdic­
ción, donde tenía su residencia, ascendían a 22.468 pesos 4 reales.
Entre sus pertenencias existía un libro en el que aparecieron consig­
nadas las cantidades de cacao, fardos de algodón, hilo y dinero que
los justicias de los pueblos de la provincia estaban debiendo en ese
momento. Suponemos que las cantidades se refieren a un periodo de
tiempo no muy largo, pues debía de haber recogidas frecuentes. El
total adeudado en el momento de la realización del inventario (febre­
ro de 1742) ascendía a 325 cargas y cinco zontes de cacao, 2.140 far­
dos, 3 arrobas de algodón, 41 arrobas de hilo y 3-343 pesos, total de
los 15 pueblos de la provincia que figuran en el inventario . El cacao
y el hilo habría alcanzado un valor en Santiago de Guatemala de 8.188
pesos.
El nivel de vida que este negocio permitía llevar a Lacunza era
enormemente alto. Disponía de 8 esclavos en San Antonio. Sus joyas y
objetos de plata ascendían a 4.794 pesos y entre sus bienes figuraban
infinidad de piezas de telas lujosas. El montante total ascendía a
113-698 pesos en el haber y a 91.773 en el debe, con lo que resultó un
capital líquido de 21.924 pesos. La operación, por lo tanto, estaba mon­
tada sobre un alto grado de endeudamiento, como sabría Granda des­
pués de la muerte de Lacunza al ser reclamado por los acreedores. Su
albacea, Ventura de Arroyave, tuvo que hacer frente a los impagos y
desembolsó para ello la cantidad de 36.008 pesos y 4 reales, tras haber
intentado renunciar al albaceazgo . No tenemos tampoco datos muy
precisos sobre las operaciones de Granda en Santiago de Guatemala,

Los pueblos son: San Antonio Suchitepéquez, Retaluleuh, S. Andrés Villaseca, Sn. Bar­
tolomé Mazatenango, Sn. Bernardino, Sn. Gaspar Cuiutenango, Sn. Lorenzo, Sn.
Gabriel, Sn. Nagualapa, Sn. Pablo, Santiago Zambo, Samaiaque, Sn. Sebastián, Sn.
Francisco Zapotitlán, y Sn. Phelipe. AGCA, Al-43, leg. 5040, exp. 42769, fols. 43-81v.
Inventario de bienes de Manuel de Lacunza.
AGCA, Al-43, leg. 4165, exp. 33003, fol. 263.

193
José Manuel Santos Pérez

que llevaba a cabo desde la tienda de su propiedad. Por el número de


partidas consignadas en los años 1740, 41 y 42 parece que el volumen
de negocio era muy importante*. Los indígenas, claro está, llevaron la
peor parte. Se quejaban amargamente de lo excesivo de los reparti­
mientos, que incluso llegaron a incluir la obligación de entregar maíz y
chile y de comprar productos a precios inflados4. Francisco Granda fue
nominado interinamente para ocupar el oficio los dos años que que­
daron vacantes tras la muerte de Manuel. Sin embargo la interinidad fue
ejercida por Joaquín, hijo de Lacunza, pues Granda fue nombrado alcal­
de mayor de Huehuetenango, donde murió en 1745 . Los documentos
hablan de una muerte prematura del comerciante, agobiado por los
excesos crediticios de Lacunza, a los que tenía que hacer frente por
haber sido nombrado su albacea.
Miguel Eustaquio de Uría (1680- c. 1740), regidor de efímero paso
por el ayuntamiento de Santiago, fue uno de los comerciantes más
importantes de la primera mitad de siglo. Desplegó una enorme activi­
dad durante los años 30 a lo largo y ancho de todo el istmo centroa­
mericano, pero centrándose sobre todo en las ciudades de Granada,
León y Segovia. En el año 1738 vendió mercancías por un valor de
28.000 pesos en lugares tan distantes como Chiquimula o Costa Rica.
Los protocolos notariales recogen también su asociación con Gabriel de
la Peña, que fue alcalde mayor de Huehuetenango. Uría se constituyó
como fiador del magistrado el 6 de julio de 1727. La sociedad formada
responsabilizaba a Uría del pago del tributo, mientras que de la Peña
se comprometía a repartir azadones, provenientes de los ingenios de
hierro de Uría, y otros productos entre los indígenas. La relación aca­
bó en pleito, pues tras la muerte de Gabriel de la Peña en 1729, Uría
se negó a pagar el tributo correspondiente al tercio de Navidad de ese
año, unos 6.000 pesos. Este hecho deja ver la vulnerabilidad en la que
se colocaban los oficiales provinciales. Al ser ellos los responsables del
pago, debían responder ante la justicia de cualquier anomalía. La nega-

AGCA, Al-43, leg. 5031, exp. 42710, 1741, “Relación de los efectos cacao e hilo remi­
tido por el Alcalde Mor. Dn. Manuel de Lacunza”.
AGI, Escribanía, 358C, residencia a Manuel Lacunza, (quejas de los naturales).
AGI, Escribanía, 358 C, 1742, Residencia de Pedro Ribera.

194
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

tiva de Uría estuvo a punto de llevar a prisión al sobrino de Gabriel de


la Peña, que había ocupado interinamente el puesto .
No todos los regidores interesados en ocupar magistraturas pro­
vinciales tenían la visión de negocio a la que llegó Manuel Lacunza.
Otros tenían intereses de carácter práctico para “beneficiar” uno de esos
cargos. Francisco Ignacio Barrutia ocupó el corregimiento de Quezalte-
nango, donde tenía fuertes intereses ganaderos. José Delgado Nájera
hizo lo propio con el corregimiento de Chiquimula, donde poseía
varias haciendas. San Salvador era un destino muy importante, por su
producción añilera, lo que determinó que los comerciantes exportado­
res de Guatemala consideraran del mayor interés el control de esta
magistratura. La familia Gálvez Corral y sus aliados en el comercio
dominaron directa o indirectamente, durante la mayor parte del siglo
XVIII el cargo de justicia mayor de San Salvador. El puesto era clave
para la obtención de mano de obra en los obrajes de añil a través del
repartimiento de trabajadores, para el otorgamiento de créditos, la
recaudación del tributo y la consecución del monopolio del comercio
de mercancías europeas a través de la distribución forzosa de produc­
tos’ . Cristóbal Gálvez Corral ejerció el puesto entre 1734 y 1737. A con­
tinuación, entre 1737 y 1741 lo ocupó su hermano Manuel Gálvez
Corral, que poco tiempo después sería regidor del ayuntamiento de
Santiago . Cuando la corona decidió suprimir el puesto de contador
real de la Bula de Santa Cruzada en 1761, puesto que ocupaba Cristó­
bal y por el que había pagado la nada desdeñable suma de 26.000
pesos, fue “indemnizado” otorgándole por otros diez años la magistra-

AGCA, Al-15, leg. 4154, exp. 32911, 1731, “Don Miguel Eustaquio de Uría con Doña
Isabel Engracia de Estrada, sobre cuentas.” AGCA, Al-20, legs. 859 a 867, Protocolos
de Antonio González, años 1730 a 1739.
José Antonio Fernández Molina ha puesto recientemente en cuestión la importancia de
los trabajadores de repartimiento en la producción de añil de San Salvador, cf. “Colou-
ring the World in Blue. The Indigo Boom and the Central American Market, 1750-1810”
Tesis doctoral inédita, Universidad de Austin, 1992, p. 95.
Manuel Gálvez Corral dejó un interesante testimonio de su paso por esta alcaldía:
“Relación geográfica de la Provincia de San Salvador por don Manuel de Gálvez, Alcal­
de Mayor de ella”, Boletín del Archivo General del Gobierno, vol. 2, n° 1, 1936.

195
José Manuel Santos Pérez

tura de San Salvador . Sin embargo, el asunto iba más allá de una sim­
ple compensación. La nueva ocupación del cargo se produjo en un con­
texto de máxima tensión. Un alcalde mayor llegado en 1757, Torre y
Trassierra, gobernó con total independencia de los comerciantes guate­
maltecos, aprovechándose de su situación para usar a su antojo los tra­
bajadores disponibles. Los exportadores, al verse suplantados, denun­
ciaron los abusos a las autoridades coloniales. Al ser Torre y Trassierra
destituido cautelarmente de su cargo, el futuro regidor de Santiago,
Francisco Chamorro Sotomayor, un sevillano que había invertido fuertes
sumas en San Salvador, consiguió ser nombrado justicia mayor interino
entre 1759 y 1761. Chamorro era uno de los aliados de Torre y Trassie­
rra, razón por la cual fue elegido por la Audiencia con la intención de
no agravar aún más el conflicto. Entre los denunciantes del alcalde
mayor díscolo se encontraba Cristóbal de Gálvez Corral, quien obtuvo
la interinidad en el puesto por 10 años, hasta que la Audiencia falló a
favor de Trassierra en 1771. En ese momento su salud era demasiado
delicada y su actuación hasta el año en que murió, 1773, fue menos atí­
pica que en el primer periodo, siendo una especie de agente del comer­
ciante Juan Fermín de Aycinena . Está claro que el alcalde mayor de San
Salvador actuaba como agente de los exportadores o era él mismo un
exportador, lo cual aseguraba el correcto funcionamiento de todo el sis­
tema de comercialización del añil y de entrada de mercancías en la
región, siempre, claro está, a beneficio de los exportadores.
La relación entre el comerciante exportador y el justicia mayor de
San Salvador se llevaba a cabo con todas las garantías formales y de
fondo, a pesar de su supuesta ilegalidad. Los socios firmaban delante
de un notario un contrato para la formación de una “compañía”. El regi­
dor Juan Tomás Micheo, uno de los más activos mercaderes de la
segunda mitad de siglo en Guatemala, firmó la creación de una de estas
compañías con Juan José de Yrigoyen, cuando iba a ocupar su cargo

Richmond F. Brown, “Family, Business and Politics in Bourbon Central America: The
Rise of Juan Fermín de Aycinena, 1750-1796”, Tesis doctoral, Universidad de Tulane,
1993, p. 61.
Ibíd., p. 167 y ss., Fernández Molina, “Colouring the World in Blue...” op. cit., p. 169.

196
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

como teniente de justicia mayor de San Salvador en el pueblo de San­


tiago Sacatecoluca. Yrigoyen se comprometió por medio de este docu­
mento a recibir “las memorias de generas de mercancías que /Juan
Tomas Micheo] me remitiese y venderlas en los pueblos de aquella juris­
dicción...” Otra de sus obligaciones era la de no dar ninguna cantidad
de géneros al fiado, ni administrar un caudal que no fuera de Juan
Tomás Micheo. Las ganancias serían repartidas a partes iguales .
Micheo se aseguraba así una salida para las mercancías que le enviaría
su empresa, la compañía Ustáriz de Cádiz, para quien trabajaba como
Apoderado general en la Audiencia de Guatemala. A su vez el magis­
trado provincial se aseguraba una importante fuente de ingresos adi­
cional.
El caso de Micheo es el de un comerciante recién llegado que
trataba de abrirse un mercado seguro para sus importaciones. En
unos años las relaciones establecidas podían ser tan espectaculares
como las que llegó a desarrollar Juan Fermín de Aycinena, quien
mantenía negocios con los magistrados de Tegucigalpa, Totonicapán,
Escuintla, Chiquimula, Nicoya, Realejo, Nicaragua, Costa Rica y por
supuesto, San Salvador, entre los años 1760 y 1780. El modo de
actuación de Aycinena refleja claramente un cambio de estrategia en
la actividad de la oligarquía guatemalteca. Si en la primera mitad de
siglo un caso como el de Manuel Lacunza o Diego Arroyave era el
más común, esto es, un emigrante o un criollo que ocupaba varias
magistraturas provinciales en las que se extendía el grueso de sus
negocios, en los años 60 nos encontramos con el caso del emigran­
te exportador que desarrolla relaciones con los justicias mayores sin
ocupar el cargo directamente, pero teniendo un control de la activi­
dad del oficial. Fernández Molina lo expresa de esta manera: “...la
importancia de los oficiales reales como brokers entre la producción
local y el mercado declinó en la segunda mitad del siglo dieciocho.
La producción para el mercado doméstico y su intercambio entre las
localidades de Centroamérica alcanzó un nivel sin precedentes de

AGCA, Al-20, leg. 886, exp. 9379, fol. 37v. 1759, protocolos de Antonio González. Con­
trato de compañía entre D. Juan Tomas de Micheo y Dn. Juan José de Yrigoyen.

197
José Manuel Santos Pérez

crecimiento durante el boom del añil (debido a la demanda en San


Salvador y en centros con amplia población de artesanos, como Gua­
temala Ciudad). A diferencia de los 150 años anteriores, las élites
locales (reconstituidas por una oleada de inmigrantes españoles) y el
campesinado sobrepasaron a los oficiales reales en proporcionar los
aprovisionamientos necesarios .
Este cambio de actitud hacia los cargos oficiales se puede obser­
var también en el grupo que acompañó a Aycinena en la compra de
cargos del cabildo de 1761. Entre los 5 regidores que ocuparon alcal­
días mayores, 3 lo hicieron en las de nueva creación de Chimalte-
nango y Amatitlán-Sacatepéquez en las que resultó dividido el anti­
guo corregimiento del valle de Guatemala. Estos cargos, que en la
primera mitad de siglo eran ocupados por los alcaldes ordinarios del
ayuntamiento de Santiago, como corregidores del valle, seguían sien­
do ocupados por miembros de la élite local a pesar de los intentos
de los reformistas por hacerse con el control de esa zona. Si no con­
tamos estos casos, sólo Francisco Barrutia en Quezaltenango y Tegu-
cigalpa y Chamorro en San Salvador (sólo por dos años), seguirían el
modelo existente en los años precedentes, pero no encontramos ya
ningún caso de la magnitud del de Manuel Lacunza o Diego de Arro­
yave.

El comercio exterior

El número de comerciantes exportadores-importadores entre los


miembros perpetuos del cabildo de Guatemala aumentó a medida
que avanzaba el siglo, como efecto de las crecientes expectativas que
ofrecía el sector externo de la economía centroamericana. Como se
ha dicho anteriormente, las relaciones directas con la península eran
muy escasas en la primera mitad de siglo, haciéndose más frecuentes
a partir de los años 40. Nueva España, Perú y la costa ocupada por
los ingleses eran las zonas en las que los comerciantes de Guatemala

J. A. Fernández Molina, “Colouring the World in Blue...” op. cit., p. 226.

198
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

colocaban sus productos y conseguían las mercancías de importación


que demandaba la región. Acuña Ortega ha señalado que los comer­
ciantes exportadores ejercían un auténtico monopolio sobre la distri­
bución de estas mercancías importadas. Ello era posible por la posi­
ción dominante que los comerciantes guatemaltecos tenían en la pro­
ducción de las mercancías de exportación, gracias a sus grandes posi­
bilidades crediticias". No obstante, ésta, que es la interpretación que
ha predominado en la historiografía sobre el siglo XVIII centroameri­
cano, ha sido recientemente puesta en cuestión por Fernández Moli­
na, en su reciente tesis. Si bien los grandes exportadores mantenían
un monopolio de hecho sobre las mercancías importadas, determina­
das contingencias como los impagos en las deudas no les permitieron
efectuar un control total de los productores hacendados. No preten­
demos en esta sección hacer un análisis sobre si este grupo de comer­
ciantes exportadores logró o no un control absoluto sobre todos los
aspectos de la producción, distribución y comercialización de las mer­
cancías de importación y exportación a lo largo de todo el siglo XVIII,
algo que ya ha sido tratado anteriormente . Nos parece más intere­
sante presentar una serie de comerciantes, todos ellos regidores de
Santiago de Guatemala, cuyas trayectorias son poco conocidas y que
puede contribuir de alguna manera a completar nuestra imagen del
problema.
Uno de los casos más significativos de la primera mitad de siglo,
como ya lo fuera en lo relacionado con el comercio interno, fue el
regidor Miguel Eustaquio de Uría. Descendiente de un activo comer-

V. H. Acuña Ortega, “Capital comercial y comercio exterior en América Central duran­


te el siglo XVIII: una contribución”, Estudios Sociales Centroamericanos, n° 26, mayo-
agosto, 1980.
T. S. Floyd, “The Indigo Merchant: Promoter of Central American Economic Develop-
ment, 1750-1808”, Business History Review, vol. XLII, 1968, pp. 467-488; ... “Los comer­
ciantes guatemaltecos, el gobierno y los provincianos 1750-1800”, traducido en J. Luján
Muñoz (ed.), Economía de Guatemala, 1750-1940. Antología de lecturas y materiales,
Guatemala, Sección de publicaciones, Facultad de Humanidades, Universidad de San
Carlos de Guatemala, 1980; Gustavo Palma, “Agriculture, Commerce et Societé...” op.
cit.; J. A. Fernández Molina, “Colouring the World in Blue...” op. cit.

199
José Manuel Santos Pérez

ciante de finales del siglo XVII, Juan Ignacio de Uría, originario de


Sanlúcar de Barrameda, supo recorrer bien los difíciles e intrincados
caminos de la salida y entrada de mercancías del Reino de Guatemala
en la primera mitad del siglo. Si observamos las tablas IV-9 y IV-10,
(Anexos 6 y 7), donde se presentan las cantidades importadas y
exportadas por los comerciantes guatemaltecos a través de los puer­
tos de Honduras, llama poderosamente la atención la escasa cantidad
de productos importados o exportados por Uría a través de esa vía.
No es posible que un comerciante que sólo en el año 1738 pudo
colocar productos por valor de 28.000 pesos a lo largo y ancho de
Centroamérica, muchos de ellos “géneros de Castilla”, tuviera un
papel tan escaso en el sector externo de la economía . Claramente,
su vía de aprovisionamiento no eran los registros sueltos que en muy
contadas ocasiones llegaban a su cita con los mercaderes guatemal­
tecos. Uría conseguía los productos europeos que después distribuía
por toda la gobernación a través de Veracruz y por medio de sus con­
tactos con los ingleses instalados en la costa de Honduras. Nuestras
evidencias son escasas, pero todos los autores coinciden en señalar
que el comercio con Nueva España, bien a través de intermediarios
mexicanos o con la participación directa de los comerciantes guate­
maltecos fue, junto con el contrabando, el más importante en la pri­
mera mitad del siglo XVIII.
Existe una escritura que firma Uría con dos arrieros que hacen la
ruta desde y hacia Nueva España, por la que éstos últimos se compro­
meten a pagar a Uría una cantidad de pesos por haberse dañado una
parte de la carga. Las mercancías transportadas eran vidrio, bretañas y
marquetas de cera, todos productos importados desde Cádiz . El impa­
go de esta cantidad determinó que Uría se quedara con la recua de

AGCA, Al-20, leg. 866, exp. 9359, fols. 34v., 38v., 39, 45, 51v., 53, 55, 56, 59v., 60, 61,
65, 67v., 69v, 71v., 74v, 75, 90v., 93v, 102v, 133v., 149v., 161, 164, 173, 245v., 265, 312,
325, 325v., 326v, 349v., 361, 366, 381, 438, 457v., año 1738, protocolos de Antonio
González. Diversas escrituras de obligación de pagos por compra de géneros a favor
de Miguel Eustaquio de Uría.
AGCA, Al-20, leg. 860, exp. 9353, fol. 75 v. 1732, protocolos de Antonio González.

200
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

Tabla IV-11. Distribución de las ventas de géneros de Miguel Eustaquio


de Uría, año 1738.
(Según las escrituras de obligación de pago en los protocolos
de Antonio González)

Lugar % del total de escrituras % del valor de lo vendido

Granada 26’4 33

Gracias a Dios 14’2 5’8

Segovia 11’7 9’8

León 8’8 11’6

Chiquimula 17’6 4’2

San Vicente 8’8 9’9

Otros 12’5 25’7

Fuente: ver nota al pie número 59-

muías del arriero Unos años antes, en 1723, Uría fue acusado de pro­
teger al Gobernador de Honduras, Enrique Logman, en sus tratos ilíci­
tos con los ingleses, y de haber participado él mismo en el contraban­
do. Un testigo afirmó que desde el año 1710 a 1714, Miguel Eustaquio
comerció por valor de 17.000 pesos con los ingleses que llegaban a las
costas. Otro testigo fue aún más preciso. Declaró que Miguel Uría ven­
dió 4.000 vainillas al capitán de una balandra inglesa, un tal Pedro Tir-
pi y al mercader judío Francisco Ferro. Los ingleses intercambiaron las
vainillas, valoradas en 100 pesos, por anascotes, una tela de fabricación
holandesa, a razón de 15 pesos la pieza .

AGCA, Al-15, leg. 2456, exp. 19073, 1738.


AGCA, A3-6, leg. 2751, exp. 39602, 1723-

201
José Manuel Santos Pérez

La ruta del Mar del Sur, desde los puertos de Sonsonate, Realejo o
Acajutla, fue también transitada por las mercancías vendidas o compra­
das por Uría. Su participación fue quizá más allá de lo que él mismo
hubiera deseado. Su poder económico le convirtió en uno de los pres­
tamistas más importantes del momento, por lo que numerosos inverso­
res se acercaban a él en busca de las cantidades necesarias para crear
sus nuevas empresas. Entre ellos estaba Javier Aguirre, armador, que
tras la compra de un navio se disponía a hacer la ruta entre Callao y
Sonsonate. Uría se sintió sin duda atraído por la operación, que ofrecía
grandes oportunidades tras la normalización de esa ruta comercial por
la Real Cédula de 22 de febrero de 1718. A través de este documento
se daba vía libre a la importación de 30.000 botijas anuales de vinos y
aguardientes peruanos y hasta 200.000 ducados de plata al año . Los
productos que se exportaban desde Guatemala eran principalmente
añil, brea, alquitrán, y palo brasil '. La ruta siempre dejaba un saldo
favorable a Guatemala, pagado con plata. El metal peruano, que en
siglos anteriores había sido el más utilizado en los intercambios comer­
ciales, pasó a ser usado únicamente en los intercambios interiores, tras
la creación de la casa de la moneda en Santiago de Guatemala en 1731.
Se calcula que el promedio importado estuvo lejos de los 200.000 duca­
dos permitidos en la Real Cédula, situándose en torno a los 80.000
pesos año. Acuña Ortega ha destacado el carácter complementario que
tenía la relación comercial con Perú, al suministrar productos difícil­
mente disponibles por vía atlántica \ Miguel Eustaquio de Uría se había
involucrado en un sector con futuro, pero la empresa tuvo una vida
muy corta. Estando el navio en el puerto, con la carga a bordo y a pun­
to de salir, la muerte sorprendió al armador del barco, Javier Aguirre.
Ello dejó a Uría, al ser su fiador principal, como responsable de los

Francisco de Paula García Peláez, Memorias para la historia del antiguo Reino de Gua­
temala, Tomo II, Guatemala, Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala, Biblio­
teca Goathemala, volumen XXII, p. 51.
Víctor Hugo Acuña Ortega, “Le commerce extérieur du Royaume du Guatemala au
XVIIIéme siécle, 1700-1821: Une étude structurelle”, Tesis doctoral inédita, París, Éco-
le des Hautes Études en Sciences Sociales, 1978, p. 246.
Ibíd., p. 247.

202
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

pagos a los demás acreedores, entre los que se encontraba Manuel


Lacunza. Miguel Eustaquio se convirtió en propietario del barco, com­
prometiéndose a venderlo en Perú junto con la carga. Una vez hecha
la venta, debería pagar lo adeudado con unos intereses de entre el 30
y el 50 %, pues la obligación de pago se hizo a riesgo de mar . No nos
ha quedado constancia de que Uría comerciara con añil, pero al ser una
mercancía muy utilizada en los intercambios con Perú y Nueva España
es muy probable que así lo hiciera. Un sector de la economía de tal
importancia y en continua expansión no debe de haber quedado al
margen de las actividades económicas de un hombre como Uría. No
obstante, en estos momentos, la mayor parte de la producción se saca­
ba por Oaxaca, con dirección a Veracruz y al consumo de los obrajes
de Nueva España, lo que encarecía sustancialmente los envíos. Este
hecho hacía más atractivo para los comerciantes el contacto comercial
con las costas con presencia inglesa.
No disponemos de un inventario de bienes del activo comercian­
te. En su testamento regaló a su padre, que era el único heredero, la
cantidad de 10.000 pesos por la renuncia que hizo a su derecho de dis­
frutar de la tercera parte de los bienes de su hijo, una vez hecho el tes­
tamento . Ello nos da una idea del poder económico de Uría, más
importante aún si se tiene en cuenta que fue acumulado en un momen­
to de difíciles condiciones para los intercambios comerciales con la
península Ibérica.
A medida que avanzaba el siglo se empezaban a sentir las mayo­
res posibilidades que ofrecía el comercio de exportación a Cádiz. En
1742, como manera de optimizar las nuevas condiciones, el presidente
de la Audiencia Fernando de Echevers propuso la fundación de una
compañía para el comercio y la navegación de América Central. Su idea
era monopolizar el envío de plata y añil a través de una sociedad por
acciones, que una vez dotada de instrumentos de transporte garantiza­
ría la expedición a Cádiz de las mercancías centroamericanas. Nada

AGCA, Al-20, leg. 1137, exp. 9230, 1734, protocolos de Hipólito Ordóñez.
AGCA, Al-20, leg. 868, exp. 9361, fol. 174, protocolos de Antonio González, 1740, Tes­
tamento de Miguel Eustaquio de Uría.

203
José Manuel Santos Pérez

más y nada menos que la ruptura del “pacto colonial”. Entre las pre­
tensiones de la compañía comercial figuraba el monopolio del rescate
de plata y de los intercambios comerciales con Perú. Los comerciantes
de Guatemala, reunidos en cabildo abierto, hicieron un compromiso de
compra de acciones de la compañía en participaciones de 500 pesos .
Varios regidores suscribieron el documento y uno de ellos, Felipe Man­
rique de Guzmán, resultó elegido director . El capital acumulado fue
de 76.000 pesos, aunque se había proyectado reunir un millón. La
compañía logró construir una fragata de 300 toneladas en El Realejo,
para comerciar con el Pacífico. Pudo financiar a los productores de añil
y envió a España 116.000 libras de añil y 5.600 libras de achiote, así
como 73.000 libras de tinte a Perú. Sin embargo, la corona rechazó en
1751 la propuesta de creación de la compañía, en parte por la presión
ejercida por los comerciantes metropolitanos, a quienes se sustraía así
el control de una región en pleno crecimiento . Tenemos algunos tes­
timonios de desencanto por parte de algunos de los regidores que
invirtieron en la nueva empresa. Diego de Arroyave declaraba en su
memoria testamentaria que había invertido 1.500 pesos en acciones de
la compañía pero viendo “la mala orden con que su dirección cami­
naba no proseguí y los directores de dha. compañía an ido bolbiendo
losprinsipales de dhas acsiones”. En el mismo documento afirmaba que

AGCA, Al-22, leg. 1793, exp. 11787, libro de cabildo de 1743. En la misma reunión fue­
ron elegidos nuevos miembros de la diputación de comercio para la representación de
la ciudad en el asunto de la compañía. Los nuevos diputados fueron Juan Martín
Muñoz, Cristóbal Gálvez Corral, Miguel de Iturbide y Regil y Bartolomé de Eguizábal.
Entre los comprometidos con la formación de la compañía estaban Pedro Ortiz de
Letona, Francisco Antonio Granda, Basilio Vicente Roma, Juan José González Batres,
Guillermo Martínez de Pereda, Gabriel de Olavarrieta, José Molina y Sandoval, Miguel
Coronado, Miguel Francisco de Iturbide y Regil y Diego Arroyave, AGI Guatemala, 233,
14 de marzo de 1742, “Testimonio de los autos sobre la erección de la Compañía que
se quiere establecer en esta ciudad para el beneficio de Minas y Saca de Eructos del
Reino segn lo representado en el asumpto, por Dn. Femando de Echevers.” El docu­
mento fue publicado en su día por el obispo García Peláez, Memorias para la historia
del Antiguo Reino de Guatemala”, op. cit, tomo III, p. 16.
Víctor Hugo Acuña Ortega, “Capital comercial y comercio exterior en América Central
durante el siglo XVIII: una contribución”, op. cit., p. 74.

204
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

la compañía le adeudaba 3-264 pesos “de los 6.283 pesos que tenía de
fondo en dba. compañía” . Otro de los regidores, Manuel Muñoz, dis­
puso en su testamento que sus albaceas adquirieran 20 acciones “si lle­
gase el caso de conseguir y establecerse en esta ciudad la compañia de
comercio que se solizita” . El documento es de 1748. Cuando en 1752
se conoció la noticia de la no aprobación de la compañía, Muñoz redac­
tó otro testamento del que había desaparecido esa cláusula . Las difi­
cultades existentes para crear esta compañía de comercio o para fundar
un consulado de mercaderes no tuvo un impacto grave en la marcha de
los negocios de los comerciantes guatemaltecos, pues por un lado man­
tenían el control del cobro de la alcabala en todo el Reino de Guatemala
y por otro disponían del cabildo de Santiago y su diputación de comer­
cio como plataformas privilegiadas para la defensa de sus intereses.
Los negocios de los mercaderes se organizaban siguiendo tres dife­
rentes modelos, que han sido identificados por Fernández Molina: socie­
dades formadas por comerciantes no emparentados, negocios de familia
con la participación de varias generaciones y compañías familiares. Según
el autor costarricense, en las tres formas de organización existían vínculos
de solidaridad, más allá de lo económico, que eran más importantes que
los vínculos puramente comerciales . Según Acuña Ortega existía también
una distinción entre los “Diputados del comercio de España” y los “Dipu­
tados del comercio de Guatemala”, que enviaban delegaciones diferentes
a las ferias anuales. No eran distinciones basadas en el origen sino en el
tipo de actividad de unos y otros, siendo los primeros agentes o repre­
sentantes de casas comerciales de la metrópoli, y los segundos los que
vendían o compraban mercancías de manera autónoma o con intermedia­
rios en España, fueran peninsulares o criollos . La famosa “habilitación”
era la médula espinal de todo el sistema comercial. Consistía en un crédi­
to que los comerciantes de la capital otorgaban a los pequeños producto-

AGCA, Al-43, leg. 2683, exp. 22791. Memoria testamentaria de Diego Arroyave, 1782.
AGCA, Al-20, leg. 1091, fol. 72 v., 1748, protocolos de Manuel Andrés Monzón.
AGCA, Al-20, leg. 1095, fol. 61 v., 1752, protocolos de Manuel Andrés Monzón. Este
testamento anula al anterior.
Fernández Molina, “Colouring the World in Blue...” op. cit., p. 310.
Acuña Ortega, “Capital comercial y comercio exterior en América Central...” op. cit., p. 75.

205
José Manuel Santos Pérez

res de añil, “poquiteros”, que incluía productos importados o de la tierra y


numerario en proporción de 2 a 1. Los productores se comprometían a
devolver el préstamo en añil de la mejor calidad, “un real por debajo del
precio del mercado”. Pocas veces los comerciantes se involucraban direc­
tamente en la producción. Normalmente poseían un almacén mayorista en
la capital, punto neurálgico de sus actividades, desde donde distribuían los
productos importados a toda la región, pero principalmente a las zonas
productoras del tinte. Creemos interesante analizar la actividad de varios
de nuestros regidores involucrados plenamente en el sector externo de la
economía. Hemos elegido a dos criollos y 4 peninsulares, uno de ellos
representante de la compañía Ustáriz y Cía. Como es bien conocido, Juan
Fermín Aycinena fue el comerciante más importante del momento, pero su
trayectoria ha sido ya convenientemente analizada .
Los primeros comerciantes exportadores que vamos a analizar perte­
necen a la misma familia: González Batres. Componen, por lo tanto, uno
de los tipos identificados por Fernández Molina, el de negocio familiar de
varias generaciones. Juan José González Batres desarrolló sus negocios
entre los años 20 a 50 participando así de los primeros momentos del
boom del añil. La evolución de su fortuna indica a las claras su éxito en los
negocios. En la declaración de bienes que efectuó con motivo de su pri­
mer matrimonio en 1721 su patrimonio ascendía a 68.701 pesos. En su
segundo matrimonio, en 1741, volvió a hacer recuento de sus posesiones
y la cifra alcanzaba ya los 169.804 pesos, un crecimiento del 247 % en tan
sólo 20 años. Una parte sustancial, sin embargo, figuraba bajo el epígrafe
“deudas”. El total por cobrar ascendía a 113-086 pesos, un 66 % del patri­
monio total. Un análisis geográfico de la distribución de estas deudas nos
acerca algo a la organización de las actividades mercantiles de Juan José.
El grueso de las “habilitaciones” de González Batres iba a las provin­
cias de Tegucigalpa y de San Salvador, como era lo normal en la mayor
parte de los comerciantes prestamistas. Sus negocios, sin embargo, tenían
conexiones de largo alcance. El volumen de deudas alcanzado por Vera-
cruz nos indica que los productos exportados por Juan José eran enviados

Cf. Richmond F. Brown, “Family, Business and Politics in Bourbon Central America:
The Rise of Juan Fermín de Aycinena, 1750-1796,” op. cit.

206
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

por la ruta mexicana hacia los navios que zarpaban desde esa ciudad. No
olvidemos que estaba haciendo sus negocios en la primera mitad del siglo.
Otra prueba de esto es el escaso volumen de exportaciones hecho por este
comerciante a través de los puertos de Honduras, como se puede ver en
el anexo 6, tabla IV-9. No obstante, las deudas de Puebla (15.253 pesos)
dejan claro que una parte importante del añil exportado por Batres se diri­
gía a los obrajes de esa ciudad . En Cádiz, al final del largo periplo, le que­
daban por cobrar más de 8.000 pesos.

Gráfico IV-2. Origen del capital adeudado a Juan José González Batres.

Fuente: Ver tabla IV-12.

Sobre la industria de textil de Puebla cf. Guy Thomsom, "The Cotton Textile Industry
in Puebla during the Eighteenth and Early Seventeenth Centuries" en Nils Jacobsen y
Hans-Jürghen Puhle (eds.), Tbe Economies of México and Perú During the Late Colo­
nial Period, 1760-1810, Berlín, Colloquium Verlag, 1986. Entre los bienes del tejedor
José García de Aragón figuraban 900 libras de añil, p. 190.

207
José Manuel Santos Pérez

Tabla IV-12. Capital adeudado a Juan José González Batres:


(No hay distinción entre deudas cobrables y no cobrables).
Lugar valor total valor relativo
(en pesos)

1. Tegucigalpa: 17.857 p. 5 r. (15’8 %)


2. San Vicente: 10.912, 1/2 (9’6 %)
3. Santa Anna: 138, 2 1/2
4. San Miguel: 12.372, 41/4 (10’9 %)
5. San salvador: 2.250, 4 (1’98 %)
2 +3 +4+ 5 (22’7%)
6. Segovia: 3.417, 6
7. Oaxaca: 96, 6, 1/2
8. Veracruz: 10.888, lw (9’6 %)
9. Comayagua: 177, 7 1/2
10. Sula: 694, 1/2
11. Olancho: 2.225, 1
12. Sinacantan: 212, 5 1/2
13. Granada: 411, 4 1/2
14. V. del Dorado: 167, 1 3/4
15. Matagalpa: 232, 4
16. Gracias a Dios: 6.596, 3W (5’83 %)
17. Puebla: 15.253, 5 (13’48 %)
18. Choluteca: 5.573, 1,/2 (4’9 %)
19. León: 2.628, 2
20. Nacaome: 2.736, 6
21. Santiago de Guatemala: 6.248, 21/2 (5’5 %)
22. Cádiz: 8.422, 6W (7.4 %)
23. Chiquimula: 313, 2, 1/2
24. Petapa: 194
Otros
(de origen desconocido): 3.064, 3 1/2.
Total: 113.086 pesos, 3/4 reales.

Fuente: AGCA, Al-20, leg. 1140, exp. 9633, fol. 82 v. y ss. 1741, protocolos de
Hipólito Ordóñez, declaración de capital de Juan José González Batres.

208
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

Las importaciones de Batres no se limitaban a las que llegaban des­


de Cádiz. Sólo en el año 41 destinó 5.000 pesos para la compra de artí­
culos asiáticos en Acapulco, transportados por el galeón de Manila. Un
tal Pedro Moreno representaba a Batres en Veracruz , y Andrés Garai, en
Puebla, recibía los zurrones de añil y le remitía a cambio “ropa de la tie­
rra”. En Cádiz mantenía estrechas relaciones con la compañía comercial
de Pardo, Vásquez y Freyre, a cuyo nombre consignaba la mayor parte
de los envíos (unas 13.568 libras de añil desde los puertos de Honduras).
La saga Batres fue continuada por Manuel, el hijo de Juan José.
Siguió importando productos asiáticos de alto valor, como ya hiciera su
padre. En Julio de 1780 le fueron enviados desde México “efectos de Fili­
pinas” por valor de 17.000 pesos. Entre las mercancías enviadas había
sedas y otras telas de calidad además de una buena cantidad de canela
de Ceilán . Su envío de 49.862 libras a través de los puertos de Hondu­
ras entre 1759 y 1769 refleja claramente que a diferencia de su padre, el
menor de los Batres estaba utilizando con más frecuencia la ruta directa
a Cádiz . Allí siguió trabajando con la misma empresa, Pardo y Freyre,
con la que había trabajado su padre anteriormente. Sus importaciones
desde Cádiz fueron también superiores a las recibidas por su padre. Reci­
bió gran cantidad de tercios (suponemos que compuestos de textiles),
vino, cera y canela. Tenemos noticia de que importó una imprenta fabri­
cada en París que vendió más tarde a Juana Batres por 850 pesos .
Si Juan José y Manuel González Batres eran un buen ejemplo de
una saga criolla cuyo negocio familiar se prolonga a través de genera­
ciones, los casos que analizaremos a continuación, Fernando Palomo y
Basilio Vicente Roma siguen el modelo de compañía familiar según la
tipificación de Fernández Molina, aunque con algunas características

AGCA, Al-20, leg. 1075, fol. 296, (1727), protocolos de Manuel Monzón, Poder gene­
ral para cobranzas que otorga Juan José González Batres a favor de Pedro Moreno,
vecino de Veracruz.
AGCA, A3-6, leg. 1064, exp. 19313, 31 de julio de 1780, Consignación de los efectos
de China, partida de Dn. Manuel Batres.
Ver Anexo 6, Tabla IV-9, envíos a Cádiz.
AGCA, Al-20, leg. 778, fol. 14, (1775), protocolos de Carlos de Figueroa. Escritura de
venta.

209
José Manuel Santos Pérez

que los diferencian entre sí. Los dos eran peninsulares e hicieron su lle­
gada en los años previos al boom del añil, en el caso de Roma, o en
pleno apogeo comercial como Palomo.
Fernando Palomo era originario de Málaga. En Cádiz, de la mano de
su tío Juan Jacinto, tomó contacto con el comercio marítimo, aprendiendo
las técnicas mercantiles y recibiendo información sobre las posibilidades
que ofrecía el mercado. En la década de los 40 se empezaría a conocer pro­
bablemente el gran crecimiento en la demanda de tintes, y en concreto de
añil, que se estaba produciendo en la industria textil inglesa. Posiblemen­
te, como apunta Floyd, también llegarían rumores de la creación de una
compañía de comercio en Guatemala y de las nuevas oportunidades de la
economía en aquella región . En el año 1749, Femando Palomo organizó
una compañía comercial con su tío Juan Jacinto, sus hermanos Andrés y
José Jacinto, y los comerciantes Cayetano Yudice y Miguel Ignacio Vicuña .
En Cádiz armaron un paquebote, el Santa Elena y Señor San José . El asun­
to no es claro. Según Fernández Molina la compañía habría sido formada
en realidad por el genovés Yudice y el navarro Vicuña. Sin embargo Fer­
nando Palomo habla claramente de estos dos como socios. Ya en el año
50, una vez llegados a Guatemala, tenemos evidencia del trabajo conjunto
de al menos dos de ellos, Palomo y Vicuña. Actuando como sobrecargos
del paquebote Santa Elena, enviaron una petición al presidente de la
Audiencia, José de Araujo y Río, para que obligara a los arrieros que hací­
an la ruta al puerto de Omoa a que llevaran las cargas consignadas direc­
tamente a la ciudad de Santiago, sin dejarlas encerradas en los puntos inter­
medios, como era su costumbre . Otra prueba más de la sociedad entre
Vicuña y Palomo es que la mayor parte de los envíos a Cádiz eran hechos

T. S. Floyd, “The Indigo Merchant: Promoter of Central American Economic Develop-


ment, 1750-1808”, op. cit., p. 467.
Según Floyd, el padre de Yudice había emigrado a Cádiz desde Génova. Antes de su
emigración a Guatemala había hecho muchos viajes a las colonias durante un periodo
de 20 años. Casado en Cádiz, en el momento de su partida estaba naturalizado. Pare­
ce que Vicuña también estaba casado en el momento de partir, pero los datos son más
escasos.
AGCA, Al-20, leg. 884, exp. 9377, fol. 104 v., (1757), protocolos de Antonio González,
“Testamento recíproco entre Fernando Palomo y su mujer María Antonia Manrique”.
AGCA, A3-6, leg. 123, exp. 2277.

210
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

a nombre de los dos, aunque, eso sí, en algunas ocasiones figuraba el nom­
bre de Yudice. Hacia 1756 los tres nombres vuelven a aparecer unidos.
Palomo y Vicuña se constituyeron como fiadores de Yudice cuando éste
pidió varios préstamos por un valor cercano a los 9-000 pesos. Varios veci­
nos extendieron así mismo obligaciones de pago por compra de produc­
tos a los tres comerciantes “de mancomún” . Es posible que Palomo for­
mara una sociedad en parte familiar, de la cual él era la cabeza visible, con
sus hermanos y tío, y en parte extrafamiliar, con los otros comerciantes.
Palomo y sus socios, en su primer viaje a Guatemala, atestaron el
paquebote en que iban a viajar de mercancías europeas, con el objetivo
de intercambiarlas a su llegada por los productos centroamericanos de
gran demanda en Cádiz. Entre la carga figuraban grandes cantidades de
hierro, acero, vino, cera, telas de calidad, cañones de escribir, alcaparras,
aceitunas, pimienta, orégano... El tío de Palomo, Juan Jacinto, enviaba
las mercancías por cuenta y riesgo de él “y su compañía a entregar a
Miguel Vicuña de mancomún con Andrés y Fernando Palomo”. La rela­
ción comercial con su tío duró al menos hasta el año 69 y posiblemente
hasta el momento de la muerte de Fernando, el 4 de mayo de 1774 .
Juan Jacinto no era, sin embargo, el único contacto en Cádiz. Otros nom­
bres aparecen como destinatarios de las cargas enviadas desde Centroa­
mérica: Roque y Antonio Aguado, Juan de Garai, Miguel Izquierdo...
La personalidad de Fernando absorbió la de sus hermanos. Andrés
siempre aparece en un discreto segundo plano. José Jacinto se hizo car­
go de la tienda-almacén que Fernando abrió en Santiago. Más tarde,

AGCA, Al-20, leg. 884, exp. 9377, fol. 163 v. (1756), protocolos de Antonio González,
“obligación de pago de 1.550 pesos que otorga Cayetano Yudice como principal y
Miguel de Vicuña y Fernando Palomo como fiadores a favor de los conventos de la
Concepción y de Santa Theresa”, ibíd., fol. 151 v. “Obligación de pago de 6.217 pesos,
5 rrs. que otorga Cayetano Yudice como principal y Dn. Femando Palomo y Miguel
de Vicuña como sus fiadores todos de mancomún, en favor de varias capellanías”.
AGCA, Al-20, leg. 883, exp. 9376, fol. 113 v. (1756), protocolos de Antonio González.
“Obligación de pago de 2.077 pesos 1 1/2 reales que otorga Pedro de Herrera en favor
de Dn. Miguel de Vicuña, Dn. Fernando Palomo y Dn. Cayetano Yudice.”
AGI, Contratación, 1594. Registros de ida a Honduras, 1749.
Juan Jacinto aparece haciendo negocios con Buenos Aires en 1787, cf. Susan M. Soco-
low, “Economic activities of the Porteño Merchants: The Viceregal Period”, Híspanle
American Historical Review, vol. 55, n° 1, febrero, 1975, p. 8.

211
José Manuel Santos Pérez

por petición de este último, pasó a San Salvador, donde ejerció posi­
blemente como su agente comercial . Su relación acabó en pleito pues,
tras la muerte de Fernando, José Jacinto reclamó a su albacea el pago
de la tercera parte del valor de lo enviado por su tío desde Cádiz, “las
quales consignaciones jamás toqué ni medio ni mi dicho defunto her­
mano tampoco me hablo de este asunto” . Las cifras de lo enviado a
Cádiz por esta extraña compañía son realmente impresionantes, siendo
el mayor exportador del periodo: 241.822 pesos en plata acuñada y
307.732 libras de añil.
El mejor ejemplo de empresa familiar lo ofrece el regidor Basilio
Vicente Roma. Natural de Valencia, partió de Cádiz con destino a Hon­
duras en 1735 . Cuando llegó a Guatemala estableció una compañía de
comercio con su hermano Luis, que suponemos viajó con él. Trabaja­
ron juntos hasta 1757, fecha del fallecimiento de Luis. Hasta ese
momento habían acumulado un capital de 143.606 pesos. Mientras tan­
to, Basilio había afianzado sus relaciones en Guatemala a través de su
matrimonio con una prominente criolla y por su entrada en el cabildo.
En 1769 se organizó una nueva compañía familiar con la viuda de Luis,
Josefa Asturias, y con sus dos sobrinos María Josefa y José Mariano. Los
cuatro aportaron a la empresa común un capital de 241.227 pesos.
Cuando murió Josefa Asturias los tres supervivientes organizaron una
nueva compañía con el dinero que habían acumulado en la anterior,
405.712 pesos. El caudal de Basilio92
V. Roma en el momento de su
muerte ascendía a 122.309 pesos . Como señala Fernández Molina, a
través de la compañía Romá-Asturias, las viudas encontraron una mane­
ra de colocar bien su dinero, mientras que Basilio aportaba la expe-

AGCA, Al-15, leg. 2477, exp. 19572.


Ibíd.
AGI, Contratación, 1593, Registros de ida a Honduras, 1735. En este documento Basi­
lio V. Roma envía varios productos a Honduras a nombre de varias personas que
deben recibirlos allí, pero después ordena que sea a él mismo a quien deben ser entre­
gadas pues va a viajar en el mismo barco.
AGCA, Al-20, leg. 1343, fols. 30-39v. 20 de febrero de 1784, protocolos de Antonio San­
ta Cruz. Testamento de Basilio Vicente Roma. Parte de estos datos son recogidos tam­
bién por Fernández Molina en “Colouring the World in Blue...” op. cit., p. 322.

212
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

riencia y el poder político y su sobrino la juventud, todos ellos ele­


mentos necesarios para competir en el mercado centroamericano .
Son numerosas las habilitaciones que aparecen en los protocolos
notariales concedidas a productores salvadoreños por Basilio Vicente
Roma. Algunas alcanzaban sumas cuantiosas, cercanas a los 20.000 pesos,
de las cuales un 75 % se concedía en metálico y el 25 % restante en géne­
ros. Los deudores se comprometían a través de la escritura a pagar en tin­
ta añil en la siguiente feria a celebrar en la ciudad de Santiago . Basilio
logró colocar una muy importante cantidad de añil en Cádiz, 222.560
libras, además de productos como achiote, zarzaparrilla y chocolate.

Evolución de la fortuna de Basilio Vicente Roma (en pesos)

1741, 10.000.
1757, 71.803.
1764, 75.786.
1769, 83.905.
1779, 122.309.

Fuente: Fernández Molina, “Colouring the World in Blue...” op. cit., p. 322.

Anteriormente hemos visto el contrato de compañía realizado


entre Juan Tomás Micheo y el teniente de alcalde mayor de San Sal­
vador para la introducción de productos de importación en esa pro­
vincia. Micheo es el único caso de comerciante consignatario, es
decir, representante de una compañía de comercio con sede en Espa-

Ibíd., p. 315.
AGCA, Al-20, leg. 892, fol. 55, 5 de febrero de 1767, protocolos de Sebastián Gonzá­
lez. “Obligación de pago de 19.630 pesos, 1 1/8 reales que otorgan Don Pablo y don
Franco, de Cañas hermanos, vecos. del pu° de Sacatecoluca en Sn. Salvador y reci-
dentes en esta ciudad en favor de Don Basilio V. Roma”. La proporción entre mercan­
cías y dinero era diferente en este caso al patrón general, que como vimos antes, solía
ser de 2 a 1 en favor de las mercancías.

213
José Manuel Santos Pérez

ña que compró un puesto de regidor en Santiago de Guatemala. Tra­


bajaba para el consorcio Ustáriz y Cía., a quien fueron consignadas
la mayor parte de las 406.828 libras que remitió a Cádiz en el perio­
do 1760-69 • Llegado a Nueva España en 1749 , desarrolló una inte­
resante labor comercial. Se casó y formó familia en Santiago, pero
después de los terremotos de 1773 decidió volver a Cádiz donde
reemprendió sus negocios en 1775.
No queremos cerrar esta sección sin antes hacer mención a
Cayetano Pavón, uno de los más activos exportadores de los años
60 y 70. Actuó de forma individual, sin formar una de las tan comu­
nes compañías y amasó una enorme fortuna de unos 618.000
pesos, posiblemente la segunda del Reino de Guatemala detrás de
la de Juan Fermín de Aycinena. Las autoridades metropolitanas,
pensando que Pavón sería una buena fuente de donativos, le ofre­
cieron un titulo nobiliario, el condado de Casa Pavón, que el extre­
meño rechazó .

Ustáriz y Compañía era la sociedad que habían formado conjuntamente los Cinco Gre­
mios Mayores de Madrid y la compañía gaditana Casa de Ustáriz en 1752 y que se
disolvió en 1759. Quizá por ello Juan Tomás Micheo es citado en numerosas ocasio­
nes como el representante de los Cinco Gremios en Guatemala. Ese papel parece que
lo ocupaba su hermano Domingo. Juan Tomás Micheo tenía un papel muy importan­
te dentro de la Casa de Ustáriz. En 1766, Juan Miguel de Ustáriz pidió para él una pla­
za en el Consejo de Hacienda ya que había trabajado en el levantamiento de la fábri­
ca de sedas de Talavera, que en esos momentos estaba siendo administrada por la
compañía gaditana. En este documento se refieren a Micheo como “alcalde de la Real
Corte de Navarra”. En el asiento firmado con la corona para la administración de la
fábrica, se permitía a la compañía llevar y traer mercancías a Nueva España y a Perú
en navios de su propiedad. Los navios atracaban también en los puertos de Honduras
pues entre las importaciones figuraba el añil. Julián B. Ruiz Rivera, “La Compañía de
Uztáriz, las Reales Fábricas de Talavera y el comercio con Indias”, Anuario de Estudios
Americanos, vol. 36, 1979.
96
AGI, Contratación, 5490, N. 2, R. 14, 23 de mayo de 1749, “Expediente de información
y licencia de pasajero a Indias de Juan Francisco de Micheo y Ustáriz, mercader, con
sus criados Francisco Arribas Gonzalo, natural de Valgañón, y Juan Tomás de Micheo,
natural de Saldias a Nueva España”.
Fernández Molina, op. cit., p. 322.

Ibíd., p. 363.

214
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

Actividades agropecuarias

En los últimos años se ha avanzado algo en nuestro conocimien­


to de la estructura de la propiedad agraria en el Reino de Guatemala,
un terreno que había estado prácticamente en la sombra. Macleod, en
su obra sobre el periodo colonial en Centroamérica, aportaba algunos
datos sobre la estructura agraria en el siglo XVII. Según este autor, la
hacienda se constituyó en el elemento productivo predominante, deter­
minando también unas nuevas relaciones laborales, peonaje por deu­
das y aparcería, fuera de las oficiales (repartimiento y encomienda).
No obstante, Macleod advierte que estas propiedades rurales, en su
gran mayoría, eran pequeñas explotaciones -"chacras y bohíos”- que
sirvieron para refúgiarse en los momentos duros. Su grado de capitali­
zación era escaso, dedicándose apenas al cultivo de plantas comercia­
les, por la ausencia de mercados. Sólo las órdenes religiosas, domini­
cos y jesuítas sobre todo, pudieron acaparar grandes extensiones de tie­
rra en las que instalaron ingenios de azúcar trabajados por gran canti-
99
dad de esclavos . Esta descripción de los hechos, acorde con la ima­
gen de crisis del siglo XVII que el autor plantea, ha sido matizada en
los últimos años. Stephen Webre, en su estudio sobre los regidores de
Santiago de Guatemala en este siglo nos habla de tres tipos de pose­
siones rurales: pequeños pastizales, conocidos como potreros o alfalfa­
res, cercanos a la ciudad y usados para alimento del ganado; labores,
esto es, tierras de pocas caballerías donde se cultivaba trigo y hacien­
das, tierras de gran extensión dedicadas a la ganadería, la producción
de azúcar, el cultivo de añil o una combinación de estas tres . La ten­
dencia en el siglo XVIII fue hacia un aumento del latifundio, en detri­
mento, principalmente, de las comunidades indígenas. Este proceso se
acentuó a partir de 1754, cuando una Real Instrucción instó a todos los

Macleod, Historia Socioeconómica de la América Central Española, 1520-1720, Gua­


temala, Editorial Piedra Santa, 1980, p. 257.
Stephen Webre, “The Social and Economic Bases of Cabildo Membership in Sevente-
enth-Century Santiago de Guatemala”, Tesis doctoral inédita, Universidad de Tulane,
1980, p. 192.

215
José Manuel Santos Pérez

poseedores de tierras realengas habidas a partir de 1700 a que acredi­


tasen los correspondientes títulos de propiedad. El documento estable­
cía nuevas disposiciones sobre mercedes y ventas de bienes realengos
y baldíos. Los que quisieran confirmar sus títulos de propiedad podrí­
an hacerlo sin necesidad de acudir a la corte, obteniéndola directa­
mente de las autoridades de distrito. Era la culminación del proceso de
composición de tierras que había comenzado en 1591. El resultado fue
que las adquisiciones ilícitas se legalizaron y el latifundio se oficializó.
La corona prefirió el ingreso que le proporcionaba la composición a la
dureza en la aplicación de las normas que exigían que la tierra debía
ser cultivada para confirmar el título de propiedad . Bernardo Belzu-
negui describe un proceso lento pero continuado de capitalización de
la agricultura. En él participaron los encomenderos, que de percepto­
res de tributos pasaron a ser grandes hacendados, a veces a costa de
las tierras sobre las que habían ejercido los derechos de encomienda,
los alcaldes mayores, los miembros de cabildos, la iglesia y los comer­
ciantes exportadores. Según este autor, se produjo una diferenciación
entre las haciendas que poseían los sectores tradicionales, la iglesia y
los grandes hacendados criollos, y las vinculadas a los comerciantes
exportadores. Las primeras se dedicaron a la ganadería, el trigo y los
obrajes de caña, utilizando indios de repartimiento como mano de
obra. Los segundos desviarían su capital hacia las haciendas producto­
ras de plantas comerciales, sobre todo añil . En cierto modo hemos
podido ver una tendencia en ese sentido en nuestro estudio de los regi­
dores, aunque la división no es tan rígida, pues en los dos grupos se
observan los dos tipos de propiedad.
Gustavo Palma por un lado y Bernardo Belzunegui por otro,
siguiendo el camino trazado por Francisco Solano , han intentado ana-

Bernardo Belzunegui Ormazábal, Pensamiento económico y reforma agraria en el Rei­


no de Guatemala, 1797-1812, Guatemala, Comisión Interuniversitaria Guatemalteca de
Conmemoración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América, 1992, p. 20.
Ibídem, p. 34.
Francisco de Solano Pérez-Lila, “Tierra, comercio y sociedad. Un análisis de la estruc­
tura social agraria centroamericana durante el siglo XVIII”, Revista de Indias, vol. 21,
n°s. 125-126, julio-diciembre, 1971.

216
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

lizar la estructura agraria de la Audiencia de Guatemala en el siglo XVIII


mediante el estudio de las composiciones de tierras. La siguiente tabla
refleja las conclusiones del primero.

Tabla IV-13. Composiciones de tierra, 1712-1799


Distribución según región.

Región N° de % Cantidad %
Composiciones de Caballerías

El Salvador 200 25 2.162 15


Honduras 160 21 3.292 22
Nordeste 141 17 2.009 13
Altiplano 113 14 2.790 19
Nicaragua 97 12 2.791 19
Chiapas 46 6 749 5
Sur 26 3 412 3

Totales 804 100 14.835 100

Fuente: Gustavo Palma, “Agriculture, Commerce et Societé...” op. cit., capítulo 2.

Gustavo Palma llega a la conclusión de que el mayor número de


composiciones se realizó en San Salvador, al ser el centro neurálgico de
la economía exportadora de la región. Bernardo Belzunegui, utilizando
fuentes parecidas (los registros de composiciones que aparecen en el
Archivo de Indias) aunque para un periodo distinto (1743-1821), da
unos datos ligeramente diferentes, presentando Guatemala (refiriéndo­
se al territorio que ocupa hoy ese país) como el lugar donde se pro­
dujeron más composiciones. Los dos coinciden en lo que apuntábamos
anteriormente: una fuerte tendencia a la concentración de la tierra en

217
José Manuel Santos Pérez

manos de particulares o de la iglesia. No obstante, los dos autores


advierten que sólo será posible tener un conocimiento más exacto de
la evolución de la estructura agraria haciendo un estudio sistemático de
la compra, venta y cesión de tierras a través de las escrituras notariales.
Las composiciones no dan más que una visión parcial del problema.
El obispo Cortés y Larraz, en su visita pastoral de los años 70 a 72
del siglo XVIII, anotó en su informe la existencia de una gran cantidad
de haciendas en el territorio de la diócesis de Guatemala. Juan Carlos
Solórzano sistematizó en un artículo del año 84 la información del obis­
po de la cual resultó la siguiente tabla:

Tabla IV-14. Población ladina y española, haciendas, valles


y trapiches, 1770.

Regiones Población ladina Porcentaje de esta Haciendas


administrativas y española población respecto
del total

Corregimiento del valle (a) 8.502 11 58


Sololá 467 2'24 14
Totonicapán 1.238 3'73 15
Quezaltenango 3.787 21'26 16
Verapaz 3.399 10'10 27
S. A. Suchitepéquez 1.893 11'68 5
Escuintla-Guazacapán 8.204 39'28 105
Chiquimula 13.224 30'70 104
Sonsonate 7.274 26'72 61
San Salvador (a) 47.996 56'11 517
Chiapas 153
Soconusco 6

(a) No se incluye la población de las ciudades de Santiago de Guatemala y San


Salvador.

Fuente: Juan Carlos Solórzano: “Haciendas, ladinos y explotación colonial: Guate­


mala, El Salvador y Chiapas en el siglo XVIII”, Anuario de Estudios Centroameri­
canos, vol. 10, 1984, p. 99.

218
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

Como refleja el cuadro de Juan Carlos Solórzano, la mayor parte


de las haciendas se situaban en las provincias de San Salvador, Escuin-
104
tía y Chiquimula . Es innecesario repetir las razones de tal prolifera­
ción de haciendas en San Salvador. En las otras dos provincias se pro­
dujo una intensa dinámica de compra-venta de tierras pues estaban
situadas en el camino de paso del ganado desde las zonas orientales a
la capital de la Audiencia. La mayoría de esas haciendas se dedicaban
al repasto de las reses.
Ya apuntamos en el capítulo anterior que el cabildo de Santiago
de Guatemala en el siglo XVII no era una institución copada por
hacendados sino que los comerciantes jugaban un papel predomi­
nante, aunque había una gran cantidad de propietarios de tierra. La
proporción de dueños de bienes raíces en el ayuntamiento de Santia­
go en esa centuria ascendía a un 59’4 %. En la clasificación de S.
Webre, el 100 % de los “viejos criollos” (de familias criollas de más de
dos generaciones) poseían tierras, en contraste con un 42’1 % de los
nuevos colonos. Más del 83 % de los viejos criollos participaban en
agricultura comercial para el mercado interior por sólo el 10’5 % de
los recién llegados .
El cabildo de Santiago siguió la misma tendencia en el siglo
XVIII. Un 54 % de los regidores estudiados en nuestro periodo con­
taban entre sus bienes con algún tipo de hacienda (60 % criollos).
No obstante, conviene analizar con un poco más de detalle esta
cifra. Cuatro de los regidores, un 10’8 %, se dedicaba a la agricul­
tura de exportación, dos de ellos peninsulares, un criollo y uno más
cuyo origen desconocemos. Un 16’2 % del total de regidores tení­
an tierras dedicadas a la producción para el consumo local (trigo,
caña de azúcar...). De ellos el 66 % eran criollos. Por último los
dedicados a la ganadería eran un 35’1 %, de los que un 75% eran
criollos. El predominio pues, era de los nacidos en Guatemala para

El término hacienda no es muy preciso. Bajo este término el obispo Cortés y Larraz
incluía no sólo las grandes explotaciones agrícolas sino también los “valles” y “trapi­
ches”, asentamientos de ladinos que explotaban un pequeño terreno donde a veces
tenían un pequeño obraje de caña.
S. Webre, “The Social and Economic Bases of Cabildo Membership...” op. cit., p. 194.

219
José Manuel Santos Pérez

las actividades como ganadería y agricultura para el consumo local,


lo cual sigue la tendencia que ya se había encontrado para el siglo
XVII. No obstante, queremos insistir en el hecho de la gran diver­
sificación de actividades, pues algunos criollos como Manuel Gál-
vez eran productores de mercancías de exportación, mientras que
peninsulares como Barrutia tenían grandes estancias ganaderas.
Cualquier intento de establecer compartimentos estancos sería erró­
neo.
Muy pocos regidores adquirieron tierras en las zonas de pro­
ducción ahiléra. La mayoría de los comerciantes, como apuntamos en
la sección anterior, prefirieron dedicarse a la financiación de las tare­
as de producción antes que involucrarse directamente. No es nece­
sario decir que la encomienda, al contrario que en el XVII, ya no
constituía un elemento importante dentro de las actividades de los
regidores. La encomienda se abolió en la Audiencia de Guatemala en
1720. Sólo hemos podido encontrar un caso, el de Miguel Eustaquio
de Uría, que obtuvo el producto de una encomienda cuando su
beneficiario se vio incapaz de pagar una deuda contraída anterior­
mente .
Sólo en contadas ocasiones las haciendas de ganado tenían una
vocación de auténtica explotación extensiva. En la mayor parte de
los casos eran tierras situadas en el camino que seguía el ganado en
su ruta hacia Santiago, lugares para alimentar a las reses una vez
compradas y prepararlas para una rápida venta. En un informe
sobre el abasto de carne de la capital, varios testigos declararon
sobre el funcionamiento de la feria de Cerro Redondo y la cantidad
de ganado comprada por algunos de los miembros perpetuos del
cabildo. Uno de los testigos era el guarda de Coginiquilapa, adua­
na en la que los ganaderos debían pagar la alcabala. El guarda
declaró que en el año de 1760 pasaron por allí 36.967 reses. Según

AGCA, Al-20, leg. 868, exp. 9361, fol. 41. 1740, protocolos de Antonio González. Para
resarcir la deuda el encomendero ofrece a Uría las 800 piernas de manta, maíz y galli­
nas que le dan cada año los justicias de la encomienda. Como se ve, la abolición de
la encomienda en 1720 no tuvo un efecto inmediato.

220
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

otros testigos los precios que alcanzaron las reses en la feria fueron
desde 4 pesos y 4 reales hasta seis pesos. Entre los compradores
más importantes se encontraban varios de los miembros del cabil­
do:

Tabla IV-15- Reses compradas por miembros del cabildo


en la feria de La Laguna del año 1760,
(según testigos presenciales).
Número de cabezas: 36.967.

COMPRADOR NÚMERO DE RESES

José Delgado Nájera 4.500-5.000


Pedro Loaisa 1.500
Miguel Coronado 2.000
Manuel Gálvez 1.700
José González Batres 500
Manuel G. Batres 400
Francisco Barrutia 1.000

Fuente: AGI, Guatemala, 539- “Testimonio de los autos seguidos y demas


diligencias practicadas para el abasto de carne de vaca a la ciudad de Goathema-
la que por falta de postor para su remate se dio cuenta al supremo tribunal de esta
real audiencia en quien reside el govierno superior de este reino...”

Con tales cantidades de ganado comprado, es muy probable que


las tierras pertenecientes a estos regidores en las provincias de Escuin-
tla y Chiquimula fueran utilizadas sólo para alimentar los animales
recién adquiridos, (ver anexo 8, tabla IV-16).

221
José Manuel Santos Pérez

Los datos globales nos confirman que los criollos tenían una mayor
presencia en la agricultura para el consumo local y en las tierras dedi­
cadas a la ganadería, pero como se ve en la tabla IV-16 (Anexo n° 8), la
preferencia en todos los casos era la de adquirir haciendas para repas­
to de ganado y no la posesión de grandes estancias ganaderas. Por otra
parte, no es extraña la combinación en las haciendas de la producción
de caña, la cría de ganado e incluso a veces añil. En realidad, sólo Juan
Fermín Aycinena, Francisco Ignacio Chamorro y Manuel Gálvez Corral
poseían haciendas productoras de añil, por razones bien diferentes. El
caso de Aycinena es considerado como una excepción por parte de los
historiadores que se han ocupado de su caso. Después de establecer
una enorme red comercial adquirió importantes haciendas de xiquilite
en la región de San Salvador, un proceso que se concentró en los años
1780 a 1785. La mayoría de las adquisiciones se produjeron por venci­
miento de hipotecas y provenían de deudores que ya no tenían posi­
bilidad de pagar el crédito contraído con la Casa Aycinena. Richmond
F. Brown nos da la imagen de un Aycinena que, lejos de fagocitar a
débiles “poquiteros” con voracidad, esperaba hasta el último momento
para apropiarse de la hacienda, cosa que hacía cuando no había otro
remedio. De otra manera se pondría en peligro su estructura comercial.
Pero el mismo Brown apunta otros factores como razones de esta acti­
tud acaparadora. Por un lado un interés de Aycinena por integrar de
manera “vertical” todos los aspectos del comercio de añil en Centroa-
mérica, incluidos la producción y el transporte. A esto se añadían los
problemas en el comercio a finales de los años 70 y sus pretensiones
nobiliarias. Pero nos parece acertado el argumento de un intento de
diversificación de actividades en una “economía demasiado volátil
como para que alguien con pretensiones de riqueza permanente depen­
diera exclusivamente del comercio” . De nuevo nos encontramos con
la diversificación como elemento dominante del entramado económico
formado en el Reino de Guatemala en el periodo estudiado, una ten­
dencia, por lo demás, de ningún modo exclusiva a la esta región, y que

Richmond F. Brown, “Family, Business, and Politics in Bourbon Central America...” op.
Cit; P- 111.

222
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

se rastrea por otros puntos de la América colonial. La inversión en tie­


rra sería además una manera de proteger el capital .
El caso de Francisco Ignacio Chamorro es atípico, pues evolucio­
na de forma contraria a la de Aycinena. Emigrante como él, sus inicios
en las actividades económicas fueron como propietario local (en San
Miguel) de haciendas de añil, para convertirse después en miembro de
la élite de Santiago por medio de su compra de un regimiento. Sus
negocios le llevaron a continuos conflictos con otros miembros de la
, ,109
ente local .
Aycinena tuvo un claro antecedente en uno de sus parientes gua­
temaltecos, Manuel Gálvez Corral, a quien ya conocemos como alcalde
mayor de San Salvador. Hijo de un emigrante peninsular y hermano de
uno de los hombres más poderosos del reino en este momento (Cris­
tóbal Gálvez Corral), formó un importante patrimonio en la región añi-
lera. Producía tinte en dos grandes haciendas en San Salvador (San
Nicolás de el Platanar y San José de la Bermuda) y poseía dos grandes
posesiones en Escuintla dedicadas a la cría de ganado mayor. Dentro
de las haciendas añileras había 11 obrajes para la fabricación del tinte
y un trapiche para la producción de azúcar.
En todas las propiedades mantenía cabezas de ganado con un
total de 6.241 reses de vacuno y 2.965 caballos. La combinación de añil
con ganado era muy normal, pues los animales no comían las plantas
del tinte. Dadas las enormes posesiones en haciendas productoras de
xiquilite, llaman la atención las escasas cifras que arrojan las partidas
consignadas por Manuel Gálvez en sus envíos a la península a través
de Honduras. Según lo observado en esas partidas los hermanos Gál­
vez habían dividido el trabajo pues era Cristóbal el que se encargaba
de realizar los envíos a Cádiz, funcionando como una empresa familiar.

Son ideas formuladas por John Kicza y David Brading en sus trabajos Empresarios
coloniales. Familias y negocios en la ciudad de México durante los Barbones. México,
Fondo de Cultura Económica, 1986, y Mineros y comerciantes en el México Borbónico
(1763-1810): México, Fondo de Cultura Económica, 1975.
Fernández Molina, op. cit., p. 169.

223
José Manuel Santos Pérez

Tabla IV-17. Composición de las haciendas de Manuel Gálvez Corral

Haciendas de San Salvador

Hacienda Extensión Composición Ganado Valor total

“La Bermuda” 27,5 caballerías Tres casas, una galera 600 reses de 6.854 pesos
cubierta de teja, ganado vacuno
un rancho,
dos trapiches
de moler caña. 135 caballos
Seis obrajes
de fabricar 166 yeguas
tinta añil. 1 burro.
Un cañaveral.
“El Platanar" 35 caballerías Casa de vivienda 3.000 reses 18.263 pesos
Cinco obrajes de vacuno
de fabricar añil. 200 muías
190 caballos
500 yeguas,
2 burros

Haciendas en Escuintla (Extensión total 470 caballerías)

Hacienda Composición Ganado Valor total

“Señor San Francisco Casas de vivienda 1.507 reses, 405 novillos 32.801 pesos
del Obraje" (otros, sin especificar).

“Señor San Nicolás” 1.134 reses, 531 novillos,


100 bueyes, 1.212 yeguas,
762 caballos, 170 muías,
3 burros

Fuente: AGCA , Al-43, leg. 2670, Exp. 22646, (1764) Testamentaría de Manuel de Gálvez
Corral.

224
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

El caudal de Manuel Gálvez, calculado en 80.000 pesos en el


momento de su matrimonio (6 de marzo de 1755), había subido hasta
165.343 pesos en el momento en que sus albaceas, Cristóbal Gálvez
Corral y su viuda Josefa Nicolasa de Gálvez, efectuaron el inventario de
bienes después de su muerte, ocurrida el 23 de julio de 1763 • En
1765, ante las dificultades de los albaceas para mantener las propieda­
des de San Salvador, decidieron venderlas. La plusvalía fue importante
pues pedían 27.000 pesos por la hacienda del Platanar y 17.000 por “La
Bermuda” .
Algunos regidores se dedicaron de forma predominante a la explo­
tación de haciendas ganaderas. Francisco Ignacio Barrutia, natural de
Guipúzcoa, llegó a Guatemala en 1744, a servir la Alcaldía Mayor de
Huehuetenango-Totonicapán. Hacia el año 65 tenía 6 haciendas de
ganado en la jurisdicción de Sololá y en la misma provincia de Totoni-
capán. En una de las haciendas, denominada “Todos los Santos”, había
112
construido un trapiche para la fabricación de azúcar . En la región exis­
tía una hacienda con unas enormes dimensiones para los parámetros de
la época. Situada en las cercanías del pueblo de Chiantla, tenía 69 caba­
llerías de extensión y estaba dedicada a la cría de ovejas, manteniendo
más de 12.000 cabezas. Esta hacienda pasó a manos de la familia Barru­
tia en 1770, que la mejoró hasta conseguir criar un rebaño de 30.000
ovejas, que abastecían de lana los obrajes de Quezaltenango .
La familia Coronado, dos de cuyos miembros pertenecieron al
cabildo de Santiago, tenía también importantes posesiones ganaderas

AGCA, Al-43, leg. 2670, exp. 22646, Autos de la testamentaría de Manuel de Gálvez
Corral.
AGCA, Al-43, leg. 2671, exp. 22653, año 1765, Venta de hacienda nombrada la Ber­
muda, los tutores y curadores advona de Da María Josepha de Gálvez Corral.
AGCA, A3-21 leg. 677, exp. 12885, año 1764. “Francisco Ygnacio Barrutia ... juro ... que
36 quintales, ochenta y sinco libras de cobre que pasan en la real aduana, son para
hacer un trapiche en mi hacienda de todos los santos”.
Juan Carlos Solórzano, “Haciendas, ladinos y explotación colonial...” op. cit., p. 101.
Hacia 1780 se producían en Quezaltenango unas 100.000 varas de tejidos finos, entrefi­
nos y ordinarios y piezas de lana como pañetas y medio bayetones, cf. Francisco Sola­
no, “Tierra, comercio y sociedad. Un análisis de la estructura social agraria centroameri­
cana durante el siglo XVIII”, Revista de Indias, vol. 21, n°s. 125-156, julio-diciembre, 1971.

225
José Manuel Santos Pérez

en la región de Escuintla que totalizaban más de 360 caballerías. Tení­


an igualmente “sitios” de repasto en las cercanías de Santiago, utiliza­
dos para alimentar las reses que utilizaban en el abasto de carne al que
se habían obligado \ Regidores como José Delgado Nájera o Juan José
González Batres habían heredado tierras y aunque su perfil es de
hacendado criollo, no descuidaron las actividades comerciales.
Parece, por lo tanto, que la posesión de tierras no sólo era el resul­
tado de un interés por asegurar las inversiones sino que era un hecho
consustancial al carácter diverso de las actividades económicas de la
región centroamericana, hecho que servía tanto para los viejos criollos
como para los peninsulares recién llegados.

Minería

La participación directa de los regidores de Santiago de Guatema­


la en el sector minero fue más bien escasa. Ya hemos señalado en sec­
ciones anteriores que los comerciantes se dirigían a las zonas mineras,
bien a través de los productores directos o con la intermediación del
alcalde mayor, en busca de los metales preciosos necesarios para
engrasar la maquinaria del tráfico internacional de mercancías. A través
de habilitaciones, esto es, créditos en metálico o en especie, parecidos
a los concedidos a los productores de añil, los comerciantes garantiza­
ban la provisión de insumos en las zonas mineras. La escasa cuantía de
estas habilitaciones (escasez motivada en parte por la desviación del
crédito hacia las más atractivas zonas añileras) y su composición (no
incluían innovaciones tecnológicas), dan cuenta del escaso nivel de
capitalización de las explotaciones mineras argentíferas en la región
centroamericana. Vistas las dificultades de los productores para lograr
rentabilidad, sólo se produjeron involucraciones directas de los comer­
ciantes de Guatemala cuando se veían obligados a hacerse cargo de

AGCA, Al-43, leg. 5237, exp. 44038, “Causa mortual e inventario de bienes de Miguel
Coronado y Ulloa”, AGCA, Al-20, leg. 864, exp. 9357, fol. 276, año 1736, protocolos
de Antonio González.

226
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

una explotación por impago de las deudas. Juan Fermín Aycinena fue
uno de los que se hicieron mineros a la fuerza. Existen evidencias de
un gran interés por su parte en la financiación de mineros en la déca­
da de los 60. En 1771, después de no poder cobrar una deuda de
90.000 pesos de un minero de Tegucigalpa, Aycinena se convirtió en
propietario de minas al hacerse cargo de la “Mina del Nuevo Bastán”
ubicada en el Real de Minas de San José Yuscarán . José Delgado Náje­
ra, Juan José González Batres, Fernando Palomo y Cayetano Pavón son
otros de los regidores estudiados que destinaron parte de sus inversio­
nes a la financiación de los mineros de Tegucigalpa, si bien en ningún
caso nos consta que hayan reclamado la propiedad de una explotación.
Durante todo el siglo XVIII hubo en el Reino de Guatemala una pro­
ducción irregular de hierro, proveniente de los yacimientos ubicados en
el oriente de la actual República de Guatemala y en el valle de Metapas
en San Salvador. La escasez de comercio con la península Ibérica en la
primera mitad del XVIII provocó un desabastecimiento de hierro que
incentivó la producción local. La ciudad de Santiago de Guatemala, con
su gran actividad constructiva, era el mercado principal del metal, cuyas
necesidades de hierro se incrementaron notablemente con el traslado de
la capital al valle de la Ermita en la segunda mitad de la década de los 70.
Hay evidencias de que las explotaciones mineras eran abiertas,
muy superficiales, y de que las herramientas utilizadas en la extracción
del mineral no pasaban de las almádenas o almadenetas, mazos de
hierro para romper piedras. Una vez obtenido, el mineral debía ser
“refogado” (librado de impurezas). Tras este proceso se enviaba a un
ingenio para ser fundido. Los ingenios se encontraban a veces a dis­
tancias considerables de la veta férrica, al lado de corrientes de agua
(para mover los fuelles hidráulicos) y de bosques de coniferas de los
que se extraía el combustible necesario . No existen datos fiables del
total de hierro producido en el Reino de Guatemala en el siglo XVIII.

Richmond F. Brown, “Family, Business and Politics in Bourbon Central America...” op.
cit., p. 100.
José Antonio Fernández Molina, “Al estilo de Vizcaya...” La producción de hierro en el
Reino de Guatemala, Guatemala, Instituto de Investigaciones Históricas, Antropológi­
cas y Arqueológicas, Universidad de San Carlos de Guatemala, 1989, pp. 13-15.

1T1
José Manuel Santos Pérez

Hay algunas noticias sobre lo introducido en la aduana de Santiago de


Guatemala, lo que, teniendo en cuenta que era un producto de consu­
mo exclusivamente interno, puede ser una buena referencia.

Tabla IV-18. Entrada de hierro de la tierra para algunos años


a la Ciudad de Santiago de Guatemala

Año Quintales

1720 123
1721 75
1722 52
1723 12
1724 27
1725 119
1726 181
1727 202
1728 180
1729 205

1771 28
1772 0

Fuente: José Antonio Fernández Molina, “Al estilo de Vizcaya...” La producción de


hierro en el Reino de Guatemala... op. cit., p. 10.

Parte de la financiación de la industria del hierro partió de los


comerciantes de la capital, aunque no con los niveles alcanzados por
la minería de plata o el cultivo de añil. Estas conexiones entre finan­
cieros y mineros eran puramente circunstanciales, provocadas por
momentos de desabastecimiento, pues para el comerciante de la capi­

228
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

tal era más rentable importar el metal de la península que habilitar el


producido en Centroamérica, ya que ello le obligaba a desviar sus
recursos de la habilitación de los productores de añil, de la que obte­
nía mayores beneficios .
Tenemos dos casos de regidores que se involucraron directamen­
te en la minería de hierro, Miguel Eustaquio de Uría y Gabriel Olava-
rrieta. El primero, a quien ya conocemos como uno de los más impor­
tantes comerciantes de la primera mitad de siglo, compró el 20 de
febrero de 1732 dos ingenios de fabricación de hierro en San Salvador.
Los ingenios estaban situados en la localidad de Santa Ana, a orillas del
río Suquiapa, valle de Metapa. Junto a los ingenios había una veta de
hierro denominada “Los siete príncipes” de donde se extraía el mine­
ral. Los ingenios disponían de 4 esclavos y de un sitio de dos caballe­
rías y cuatro cuerdas. Uría compró toda la empresa por el precio de
16.500 pesos. La vocación de minero de Miguel Eustaquio duró poco
tiempo. El 24 de octubre de 1735 otorgó un poder al cura de Santa Ana,
José Guillén Ordóñez, para que en su nombre efectuara el alquiler de
los ingenios a un tal Manuel Ximénez de Cisneros. Éste debía pagar
2.000 quintales de hierro en 10 años, puestos a disposición de Uría en
el pueblo de Santa Ana. Debía comprometerse a explotar las instala­
ciones, a pagar el diezmo de 250 pesos anuales y los intereses del cen­
so con que estaba gravada la estancia. No sabemos cuál era la produc­
ción de estos ingenios, pero Uría aseguraba que de primeros de sep­
tiembre a la fecha de la venta, el 24 de octubre, habían producido 85
quintales, lo que nos da una producción aproximada de 574 quintales
al año. Manuel Ximénez Cisneros se comprometía en el mismo docu­
mento a no enajenar ninguno de los bienes de los ingenios. El arren­
datario no pudo cumplir las condiciones, bien a causa de una mala ges­
tión o por lo cuantioso de la cifra que tenía que pagar cada año. Poco
después del trato, cedió los ingenios en las mismas condiciones a Feli­
pe Ruiz de Contreras, quien tampoco pudo cumplir el acuerdo. Este
último realizó un nuevo contrato de arrendamiento con Uría en 1739,
en términos más realistas. Debía entregar un quintal de hierro por

Ibíd., p. 12.

229
José Manuel Santos Pérez

semana, casi 4 veces menos de lo exigido inicialmente. Tras la muerte


de Uría, los albaceas hicieron un nuevo contrato de arrendamiento a
Juan Antonio Pérez de Vega. En el momento de la realización de este
documento, 1743, el suministro de hierro a través del golfo de Hondu­
ras empezaba a ser más cuantioso, con la llegada de más navios de
registro. El mantenimiento de los ingenios debió de hacerse cada vez
menos rentable. En 1752 la viuda de Miguel Eustaquio de Uría, Catha-
rina González Batres, vendió a José Méndez las instalaciones por 6.500
pesos, casi tres veces menos de lo pagado por Uría 20 años antes .
Los términos del contrato con Manuel Ximénez Cisneros eran
parecidos a los que estableció Cayetano Pavón con Pedro Rodríguez
Gil, cuando éste compró un ingenio propiedad del regidor en las cer­
canías de Sonsonate. Rodríguez Gil pagó 12.000 pesos, pero no tenía
el control total sobre la empresa. A través del contrato de venta se com­
prometió a mantener activas las instalaciones y a no enajenar la pro­
piedad ni lo contenido en ella. Cuando Pavón supo que el comprador
había vendido parte de las herramientas de la explotación (uno de los
martinetes) denunció el hecho y propuso la anulación de la venta .
Otro de los miembros del cabildo de Santiago que se dedicó a la
minería de hierro fue Gabriel de Olavarrieta. Natural de la villa de Deva en
Guipúzcoa, fue nombrado alcalde mayor de Zapotitlán y Suchitepéquez,
cargo con el que pasó a Guatemala hacia 1732. En 1739 lo encontramos
realizando una fuerte inversión. Compró por 40.000 pesos (23-925 al con­
tado y 16.075 por reconocimiento de censos) una serie de haciendas en la
alcaldía de Chiquimula, que incluían un ingenio de azúcar. Las estancias
contenían 72 esclavos, 50 yuntas de bueyes, 700 yeguas, 90 potros, 290

AGCA, Al-20, leg. 863, exp. 9356, año 1735, protocolos de Antonio González,
“Poder especial apra vender las posesiones que aquí se expresan...”; AGCA Al-20,
leg. 1139, exp. 9632, fol. 49, año 1739, protocolos de Hipólito Ordóñez, “Dejación
de dos ingenios de fierro y arrendamiento de ellos entre Dn. Miguel de Uría y Dn.
Phelipe Ruiz de Contreras”; AGCA, Al-20, leg. 1141, exp. 9634, fol. 87, protocolos
de Hipólito Ordóñez, “Arrendamiento de dos ingenios de fierro”; AGCA, Al-20, leg.
879, exp. 9372, fol. 441 v., año 1752, protocolos de Antonio González, “Escritura de
venta de dos ingenios de hierro, Catharina González Batres, viuda de Miguel de Uría
a favor de dn. José Méndez”.
AGCA, Al-15, leg. 131, exp. 2634, año 1750.

230
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

caballos, 1.650 cabezas de ganado y 52 muías ". Aunque en la escritura de


venta no hay ninguna referencia al hierro, en 1748 estaba produciendo
unos 250 quintales anuales. No está claro si los esclavos trabajaban sola­
mente en la caña de azúcar o eran también empleados en la fabricación
de hierro. Lo que sí parece seguro es que Olavarrieta combinaba la mano
de obra esclava con los indios de repartimiento. En 1747 pidió 50 indios
del pueblo de San Pedro Pínula para trabajar en la empresa".
En los primeros años, la facilidad de la explotación del mineral, al
encontrarse en grandes cantidades en vetas poco profundas, hizo que
la empresa tuviera beneficios, pero en la década de los 50 se vio afec­
tada por la crisis general de la actividad siderúrgica en la región. Prue­
ba de ello es que Olavarrieta prefirió alquilar sus recuas de muías para
el transporte de las mercancías importadas desde el golfo de Honduras,
antes que utilizarlas para el transporte del hierro de sus propias minas
hasta Santiago de Guatemala . Unos años más tarde, en 1757, la viu­
da de Olavarrieta, María de Retana pedía la exoneración del pago de la
alcabala y una rebaja en el pago de diezmos ante el descenso de la pro­
ductividad y la caída de los precios del hierro .
A partir de la segunda mitad del siglo XVIII comenzó el “segundo
ciclo de la explotación siderúrgica” en palabras de José Antonio Fernán­
dez Molina. La producción, concentrada en el valle de Metapas, tuvo un
importante incentivo con la construcción de la nueva capital y con las
dificultades para el tráfico comercial causadas por la guerra de indepen­
dencia de Estados Unidos. Los niveles de obtención del metal volvieron
a caer en los años 90 para conocer un nuevo impulso en los primeros
años de la nueva centuria, con motivo de las guerras napoleónicas .

AGCA, Al-20, leg. 1139, exp. 9632, fol. 174, año 1739, protocolos de Hipólito Ordó-
ñez, “Don José de Zamalloa, como albacea testamentario de Domingo de Ayarza a
favor de Gabriel de Olavarrieta. Venta de haciendas e ingenio de azúcar”. José Anto­
nio Fernández Molina, citando fuentes del Archivo Arquidiocesano de Guatemala,
da unas cifras ligeramente diferentes: 80 esclavos, 894 vacunos, 40 yuntas de bue­
yes, 99 muías, 1.013 caballos y 1 burro, “Al estilo de Vizcaya...” op. cit., p. 25.
AGCA, A3-12, leg. 223, exp. 3997, año 1747.
Fernández Molina, op. cit., p. 26.
Ibíd., p. 25.
Ibíd., p. 33-

231
José Manuel Santos Pérez

Otras actividades

El complejo entramado imperial hispano en América requería un gra­


do tal de movilización de personas y mercancías que en muchas ocasio­
nes la corona era incapaz de efectuar determinadas funciones con sus pro­
pios recursos. Ni siquiera los aspectos más importantes de la política colo­
nial, fiscalidad y defensa, escapaban a esta incapacidad. Ello obligaba a
arrendar determinados servicios a los particulares, que ponían sus medios
en manos de la maquinaria estatal. Importantes tasas como la alcabala o la
Bula de Santa Cruzada eran cedidas por periodos de tiempo a cambio de
un pago anual. La iglesia, que mantenía su propia estructura fiscal, tam­
bién traspasaba la recaudación de su principal fuente de ingresos, el diez­
mo, a un particular. En lo que a la defensa del Reino se refiere, la monar­
quía necesitaba personas que se ocuparan del abastecimiento de las nume­
rosas guarniciones existentes en la costa Atlántica del istmo, sobre todo a
partir del siglo XVIII, con la intensificación de la construcción de fuertes.
Los comerciantes de Santiago no fueron ajenos a las posibilidades
que ofrecían estas concesiones. En cuanto pudieron se hicieron con la
recaudación de la alcabala en el territorio ocupado por la audiencia,
asunto que tratamos en el capítulo 5. Los regidores también participa­
ron en la recaudación de la Bula de Santa Cruzada, o en la de los diez­
mos de determinadas provincias. La Bula de Santa Cruzada proporcio­
naba una indulgencia papal que permitía al que la comprara comer car­
ne en los días de ayuno. En principio el ingreso iría dedicado a la gue­
rra contra el infiel pero muy pronto fue uno más de los ingresos de la
hacienda. Era una tasa con carácter eclesiástico pero destinada a la Real
Hacienda por cesión papal. La recaudación se encomendaba al Tribu­
nal de Santa Cruzada, un organismo que tenía una importante infraes­
tructura. Mantenía un buen grupo de contadores, un tesorero, deposi­
tarios, receptores, notarios, alguaciles de cruzada y otros oficios que se
remataban al mejor postor, como tantos otros . El puesto de contador,
uno de los más lucrativos, alcanzaba precios exorbitantes en los rema­
tes, por encima de los 25.000 pesos. Los ingresos que la corona obte-

AGI, Guatemala, 234, 18 de julio de 1745, informe del fiscal de la Audiencia.

232
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

nía por este concepto eran cuantiosos. Un informe de 1745 nos da


cuenta de lo recaudado en algunos años desde 1721 hasta 1735:

Tabla IV-19- Recaudación por Bula de Santa Cruzada


(algunos años entre 1721 y 1735)

Año Recaudación

1721 30.000 pesos


1728 11.847 pesos 7 reales 24 maravedíes

1731 56.772 “ 3 “ 28
1732 44.115 “ 6 “ 31

1733 36,872 “ 6 “ 30

1735 67.430 “ 6 “

Fuente: AGI, Guatemala, 234, 18 de noviembre de 1745, “Testimonio de los autos


fechos de las diligencias seguidas sobre las cantidades que se han remitido a su
magestad de las reales cajas de esta corte ...".

El regidor Francisco López Portillo obtuvo el asiento de la recau­


dación de la Santa Cruzada en los obispados de Guatemala y Comaya-
gua a principios de los años 40, para lo cual tuvo que otorgar una fian­
za de 20.000 pesos. Se comprometía a administrar las 6 predicaciones
de la 15 concesión (partes en que se dividía la recaudación) . La impo­
sibilidad para ejercer el cargo hizo que lo subrogara a favor de Basilio
Vicente Roma, quién se comprometía a entregar lo debido por todas las

AGCA, Al-20, leg. 872, exp. 9365, fol. 143, año 1744, protocolos de Antonio González.

233
José Manuel Santos Pérez

predicaciones menos la primera, afianzado por Manuel Muñoz, Anto-


127
nio de Zepeda y Luis Roma .El monto de la segunda predicación era
de 76.903 pesos y el de la tercera rondaba los 65.000 pesos. La exi­
gencia de las fianzas estaba justificada. Muchos tesoreros se veían inca­
paces de pagar el montante de cada predicación. Incluso un hombre
de la solvencia de Roma estaba siendo reclamado en 1756 para que
pagara atrasos por valor de 80.000 pesos de dos de las predicaciones .
Los diezmos constituían el ingreso más importante para la iglesia
en Centroamérica. Era un impuesto del 10 por ciento sobre la produc­
ción agrícola “de Castilla”, es decir sobre productos agrícolas como tri­
go, caña de azúcar, añil, etc., que normalmente no eran producidos por
los indígenas, quedando exentos el maíz y el frijol. Otros productos “de
la tierra” como brea, pescado o ladrillos pagaban el 4 %. El impuesto,
muy importante sobre todo en el obispado de Guatemala, fue arrenda­
do hasta el segundo tercio del siglo XVIII, cuando las diócesis asumie­
ron la recaudación ’. La catedral de Santiago ingresaba por este con-
130
cepto una media de 25.000 a 30.000 pesos al año . Manuel Gálvez
Corral y Francisco Barrutia arrendaron los diezmos de San Salvador y
de Huehuetenango respectivamente, actuando el uno como fiador del
otro en cada una de las operaciones. Gálvez Corral, que, recordemos,
había sido alcalde mayor de San Salvador y que tenía fuertes intereses
en la zona, logró la consignación de los diezmos de los valles de Neja-
pa, Suchitoto, Chalatenango, Tejutla y Opico, así como los de la villa

AGCA, Al-20, leg. 870, exp. 9363, fol. 359v. año 1742, protocolos de Antonio Gonzá­
lez, ibid., leg. 875, exp. 9368, fol. 321.
AGCA, A3, leg. 1748, exp. 28120, 2 de enero de 1754, El consejo de Indias al presi­
dente de la Audiencia.
A finales del siglo XVIII, la Audiencia se encontraba dividida en cuatro grandes pro­
vincias eclesiásticas: el arzobispado de Guatemala (elevado a esta categoría en 1743,
englobaba a Guatemala y El Salvador actuales) y los obispados de Chiapas (Chiapas
y Soconusco actuales), Comayagua (Honduras), y el de León (Nicaragua y Costa Rica).
Miles Wortman, Gobierno y Sociedad en Centroamérica, 1680-1840, San José, BCIE-
EDUCA, 1991, Apéndice A; Gustavo Palma, “Economía y Sociedad en Centroamérica,
(1680-1750)” , Stephen Webre, “Poder e ideología: la consolidación del sistema colo­
nial, (1542-1700)” en Julio Pinto Soria (ed.), El régimen colonial. Tomo II de la Histo­
ria General de Centroamérica, Madrid, Flacso, 1993, caps. 4 y 3 respectivamente.

234
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

de San Vicente, todos en la jurisdicción de San Salvador, en 1745. Ejerce­


ría esta función por 5 años comprometiéndose a entregar a la catedral por
cada año 2.800 pesos de los diezmos de San Salvador y 1.500 por los de
San Vicente. La iglesia no quedaba al margen de las nuevas condiciones
económicas, ni del llamado boom del añil, pues parte de la recaudación
se hacía en “especie de tinta añil” . Al año siguiente, 1746, Gálvez Corral
consiguió también la recaudación de los diezmos de la villa de Santa Ana,
por 4 años, obligándose a pagar 1.400 pesos y cierta cantidad de añil al
año . Más tarde, en 1756, renovó el contrato de San Salvador y San
Vicente. En el nuevo documento se plasmó el crecimiento económico de
la provincia. El precio de San Salvador pasó de 2.800 a 3.270 pesos año .
Francisco Barrutia, por su parte, se hizo con el asiento de los diezmos de
su zona de actividad (Huehuetenango, Quezaltenango y Tecpanatitlán) en
1746 y 1752 por 2.700 pesos año . No es extraño que Gálvez Corral y
Barrutia tuvieran interés en ser recaudadores de tasas en sus zonas de
influencia. Por una parte, podían aplicar un trato de favor a sus propias
explotaciones. Además ellos podían usar su posición para otoigar crédi­
tos a los retrasados en el pago y tenían en su mano mayores recursos
financieros, que no eran muy abundantes en la región .
En su amplio abanico de actividades, algunos de los miembros del
ayuntamiento de Santiago de Guatemala consiguieron la concesión del
abastecimiento de importantes centros estratégicos del Reino de Gua-

AGCA, Al-20, leg. 873, exp. 9366, fol. 74, año 1745, protocolos de Antonio González,
“Manuel Gálvez Corral como principal, Cristóbal Gálvez y Francisco Barrutia como sus
fiadores en favor de las renta de esta Sta. iglesia Metropolitana por los diezmos que
se le consignan por tiempo de cinco años de los valles de Sn. Salvador y villa de Sn.
Vicente con las calidades que aqui se expresan”.
AGCA, Al-20, leg. 875, exp. 9568, fol. 244 v. año 1746, protocolos de Antonio Gon­
zález.
AGCA, Al-20, leg. 883, exp. 9376, fol. 185 v. año 1756, protocolos de Antonio Gon­
zález.
AGCA, Al-20, leg. 879, exp. 9372, fol. 354 v. año 1752, protocolos de Antonio Gon­
zález, ibíd., leg. 874, exp. 9367, fol. 4 v. año 1746.
Estas son algunas de las ventajas que los comerciantes mexicanos obtenían de los
puestos fiscales que solían ocupar, cf. Louisa S. Hoberman, “Merchants in Seventeenth-
Century México City: A Preliminary Poitrait”, Hispanic American HistoricalReview, vol.
57, n° 3, p. 482.

235
José Manuel Santos Pérez

témala, como el Castillo de San Felipe del Golfo, el puerto de Omoa o


el presidio de Petén. El primero tuvo una gran importancia durante la
primera mitad del siglo XVIII. Estaba situado en el lago Izabal, uno de
los puntos de entrada de las mercancías que llegaban por el Atlántico,
para conducirlas a las bodegas situadas al oeste del lago. A pesar de su
importancia sólo tenía una guarnición de 63 soldados ’ . El llamado
puerto de Omoa era en realidad un punto de embarque y desembar­
que de mercancías. A lo largo del siglo XVIII se hicieron subsiguientes
proyectos para la construcción de un fuerte en su ensenada que facili­
tara la defensa ante posibles ataques. Luis Diez Navarro y otros inge­
nieros participaron en la construcción que se demoró por más de 30
años, sin que nunca fuera concluido . Desde el 27 de enero de 1752
hasta el 20 de julio de 1773 se invirtieron en él 1.652.793 pesos de los
que 39 515 fueron destinados a salarios de oficiales y empleados y
435.718 a la provisión de víveres y los fletes de su transporte . Entre
oficiales, ingenieros, soldados, cocineros, herreros, bueyeros, marineros
y otros, sumaban en total 220 personas empleadas en el puerto de San
Fernando de Omoa hacia 1760 . Como otros ramos de la administra­
ción, el del aprovisionamiento de víveres era también arrendado a par­
ticulares. Dos de nuestros regidores, Pedro Loaisa y José Delgado Náje-
ra consiguieron hacerse con el sustancioso contrato. El abastecimiento
se subastaba al mejor postor, siendo éste el que ofreciera a mejor pre­
cio el “bizcocho, la harina y la carne salada”, como figuraba en los
autos del remate . Pedro Loaisa abasteció el castillo del Golfo por cin-

Luis Diez Navarro, “Extracto de una relación sobre el Antiguo Reyno de Guatemala
hecha por el ingeniero... en 1745”, Anales de la Sociedad de Geografía e Historia de
Guatemala, Vol. 46, 1948, p. 37.
José Antonio Calderón Quijano, “El fuerte de San Femando de Omoa: su historia e
importancia que tuvo en la defensa del golfo de Honduras”, Revista de Indias, 3, (9),
julio-septiembre, 1942, pp. 515-548 y 4 (11). enero-marzo, 1943. pp. 127-163.
Ibíd., p. 131.
AGI, Guatemala, 538, “Testimonio de los autos de pregones y remate de la provisión
de Viscocho y harina para el puerto de Sn. Fernando de Omoa y Viscocho y carne
salada para el castillo de S. Phelipe de el Golfo Dulce” año de 1760.
Aunque el remate era de provisión de bizcocho, harina y carne, había muchos otros
productos que el proveedor debía entregar: brea y alquitrán, carne de res salada, car-

236
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

co años desde 1749. Más tarde fue José Delgado Nájera quien se ocu­
pó del asunto, y en 1760 los dos pujaron para quedarse con el nue­
vo contrato de cinco años. Al final fue Loaisa quien ganó la contien­
da, después de varios meses de conflicto, habiendo rechazado los ofi­
ciales reales las candidaturas de otros tres postores. El nuevo arren­
datario debía entregar unas 108 petacas de bizcocho y 35 arrobas de
carne cada mes, a un precio de 16 pesos la petaca de bizcocho (6
arrobas) y 14 reales cada arroba de carne salada . El asiento se pro­
longó hasta 1765, fecha en la que los oficiales reales decidieron sus­
penderlo. Desde el 8 de enero de 1761 hasta el 2 de septiembre de
1763, fechas para las que tenemos datos, Loaisa entregó petacas de
bizcocho y harina por un valor de 80.550 pesos . La relación con­
tractual no siempre tenía un final feliz. Alejandro Pacheco, regidor del
ayuntamiento desde 1703, fue encarcelado en 1707 por irregularida­
des cometidas en su oficio de proveedor del presidio de Petén. Se le
acusaba de haber utilizado indios y muías para sus particulares “gran­
jerias”. Parece que equivocaba la función de hombres y animales,
pues utilizaba a los indios para que le llevaran a hombros en sus
entradas al Petén .

A lo largo de las páginas anteriores hemos radiografiado al gru­


po de personas que compraron cargos perpetuos del cabildo de San­
tiago (excluyendo los escribanos) entre 1700 y finales de 1770. Des­
pués de nuestro estudio parece confirmarse algo bastante conocido,
aunque nunca analizado en profundidad: las personas con intereses

ne de cerdo salada, gallinas, cántaros de manteca de cerdo y vaca, velas de sebo, sebo
derretido en marquetas, chocolate ordinario, maíz, lona, arroz, quesos, sal, huevos,
garbanzos, frijoles, panelas, azúcar, chilegüaque, cebollas y ajos, cueros al pelo y pro­
ductos de botica, AGI, Guatemala, 538.
Ibíd.
AGCA, Al 22-22, leg. 5765, exp. 48409, año 1765, “Autos sobre que Don Pedro de
Loaiza abastecedor de carne y vizcocho de omoa aprontase 100 petacas de dicho y
escusa de este, por haversele apartado de esta obligación con motibo de las siembras
de maiz, que se providencio por este superior gobierno.”
AGCA, A2-2, leg. 37, exp. 751, año de 1707, “Autos criminales seguidos contra Ale­
jandro Pacheco”.

237
José Manuel Santos Pérez

comerciales eran mayoritarias en la institución de poder local de San­


tiago de Guatemala a lo largo del siglo XVIII. No obstante hemos podi­
do encontrar ciertos matices dentro de esta afirmación general. El inte­
rés de los comerciantes por la institución sólo comienza a partir de los
años 40, provocado por varios factores: de un lado las nuevas cir­
cunstancias económicas que motivaron la llegada de nuevos mercade­
res a la capital, insuflando un nuevo espíritu a la élite local. Más que
un afán de control político, el nuevo grupo de comerciantes necesita­
ba un órgano que sirviera de amplificador de sus reivindicaciones y de
elemento de presión ante la autoridad gubernativa. La falta de un con­
sulado y las dificultades para su fundación, hicieron que su afán se
desviara hacia el control del cabildo, entendido más bien como dipu­
tación de comercio que como pura cámara de representación política
local. No olvidemos que a partir del año 1728 esta institución contro­
laba la alcabala, uno de los elementos impositivos clave en el Reino
de Guatemala.
En los primeros años del siglo, si bien la representación de
comerciantes es amplia, no llega a los niveles alcanzados con poste­
rioridad. En esos momentos parece que la inversión más segura era
una Alcaldía Mayor y no la habilitación de un poquitero en la provin­
cia de San Salvador. Si bien ésta es la idea general, hemos visto con
Manuel Lacunza y sobre todo con Miguel Eustaquio de Uría, que a
pesar de las dificultades para colocar productos en la ruta del Atlánti­
co, era posible realizar importantes negocios en el Reino de Guate­
mala. Creemos que es una importante aportación para el conocimien­
to de un periodo oscuro en la historiografía de la Centroamérica colo­
nial. Nos ha parecido conveniente insistir en la idea de la diversifica­
ción de actividades como principal característica, no sólo del grupo en
su conjunto, sino también de los propios individuos. La tendencia a
extender las inversiones en diferentes aspectos de la economía regio­
nal y a aprovechar al máximo todas las posibilidades se aprecia en el
hecho de que prácticamente ninguno de los regidores se dedica en
exclusiva a una actividad. Antes al contrario, combinan el comercio de
exportación con el comercio interno, la ganadería en mayor o menor
cuantía, la minería o la recaudación de diezmos. Nos parece que no
es posible aplicar un esquema rígido tipo criollo/hacendado, peninsu­

238
Las actividades económicas de los miembros del cabildo.

lar/comerciante al grupo estudiado. Claro está que la mayoría de los


recién llegados se dedican a la exportación pero hay motivos más
que suficientes para no considerar esto una tendencia inevitable.
Francisco Barrutia o Gabriel Olavarrieta muestran a las claras que la
ganadería o la minería podían ser también aspectos muy interesan­
tes para el recién llegado. Aunque no haya una mayoría de propie­
tarios de tierras sí es interesante observar que muchos de los regi­
dores se aseguraron una mayor o menor cantidad de terrenos quizá
como protección de sus inversiones en un mundo en extremo cam­
biante.
¿Es el caso de Santiago un modelo exclusivo dentro del mundo
colonial iberoamericano? Ya hablamos en las páginas anteriores del
carácter “polivalente” de la élite local bonaerense en el siglo XVII, la
misma que controló el ayuntamiento de esa ciudad. Si bien Jorge
Gelman halló que la mayoría de los integrantes del cabildo eran
comerciantes, lo cual suponía un importante cambio respecto a los
integrantes de la institución en el siglo XVI, su tendencia a controlar
los demás rubros de la economía regional nos recuerda sobremane­
ra el caso que hemos estudiado aquí. Según Louisa Hoberman, los
comerciantes de México no estuvieron interesados por los puestos
municipales de su ciudad en el siglo XVII, pues preferían estar pre­
sentes en las instituciones que controlaban los aspectos fiscales como
la Junta de Real Hacienda, o comprar puestos como contador o teso­
rero \ A finales del periodo colonial John Kicza observó que tanto
los pertenecientes a familias asentadas como los miembros de élites
emergentes buscaban ávidamente un puesto en el cabildo pues les
confería considerable poder y prestigio . Popayán nos ofrece en el
siglo XVII un caso ligeramente diferente. Si en los primeros años del
siglo abundaban en la institución municipal ambiciosos mercaderes
“hechos a sí mismos”, hacia finales de siglo había un gran número de
encomenderos en el cabildo, que al mismo tiempo poseían minas y

Louisa Hoberman, “Merchants in Seventeenth-Century Mexico-City...”, op. cit., p. 481.


John Kicza, “The Great Families of México: Elite Maintenance and Business Practices
in Late Colonial México City”, op. cit., p. 450.

239
José Manuel Santos Pérez

146
esclavos . En la región novohispana de Yucatán, donde la encomien­
da se mantuvo a lo largo del siglo XVIII, los cabildos de Mérida, Valla-
dolid y Campeche fueron controlados por encomenderos que también
se dedicaban al comercio y a la ganadería .

Peter Marzhal, Town in Empire. Government, Politics, and Society in Seventeenth-Cen-


tury Popayán, Austin, University of Texas Press, 1978, p. 98.
Ana Isabel Martínez Ortega, Estructura y configuración socioeconómica de los cabil­
dos de Yucatán en el siglo XVIII, Sevilla, Diputación de Sevilla, 1993.

240
CAPITULO V

El cabildo de Santiago en la
estructura administrativa
del imperio hispánico.
Conflictos de poder
en el periodo reformista
T historiografía ha detectado desde hace años una considera­
ble dosis de autogobierno en los diferentes territorios del imperio his­
pánico. Una corriente de la historiografía ha interpretado esta autono­
mía de gobierno como una “válvula de escape” que aseguró la conti­
nuidad y viabilidad de tan vasto conjunto . En Guatemala, esa tenden­
cia general se vio incrementada por la situación secundaria que man­
tenía en el entramado imperial. Aunque las atribuciones del alto tribu­
nal de la Audiencia, y sobre todo de su presidente, eran importantes,
desde su creación tuvo que realizar su papel en un difícil equilibrio
entre las fuerzas locales y los mandatos legales que emanaban de la
metrópoli. Inevitablemente, las fuerzas locales ejercieron un influjo a
veces determinante sobre la actuación del máximo órgano de gobierno
colonial en la provincia. Los presidentes de la Audiencia no podían
actuar al margen de la poderosa clase comerciante. Una vez llegados a
su puesto en el tribunal comprendían que la política más inteligente
debía ser la de establecer buenas relaciones con la élite local, que
financiaba la defensa del territorio por medio de préstamos a las auto­
ridades reales . En no pocas ocasiones los mismos presidentes se invo­
lucraban en las redes comerciales de la zona bajo su control o incluso
aprovechaban su situación de poder para practicar el contrabando. Por

Cf. John Leddy Phelan, “Authority and Flexibility in the Spanish Imperial Bureau-
cracy”, Administrative Science Quarterly, vol. 5, junio, 1960. Una interpretación más
actual la da Antonio Annino en su artículo “Some Reflections on Spanish American
Constitutional and Political History”, en Itinerario, vol. 19, n° 2, 1995.
Stephen Webre, “The Social and Economic Bases of Cabildo Membership in Sevente-
enth-century Santiago de Guatemala”, Tesis doctoral inédita, Universidad de Tulane,
1980, p. 286.

243
José Manuel Santos Pérez

otra parte, los oidores de la Audiencia, criollos o peninsulares, solían


integrarse en las redes sociales y establecían lazos informales con la
misma oligarquía. Por otra parte el cabildo detentó desde los primeros
momentos un papel fundamental en diversos aspectos de la estructura
burocrática colonial como administración de justicia, organización de
milicias o recaudación fiscal .
Por lo tanto, teniendo en cuenta todos estos elementos creemos
que aunque se ha querido presentar esta relación política como un
enfrentamiento constante entre los intereses de la oligarquía y los
(supuestamente) contrapuestos intereses de la burocracia colonial, la
cuestión es mucho más compleja y esconde bajo esta presentación
superficial del problema, una realidad diversa en la que múltiples inte­
reses se solapan y entrecruzan determinando un mosaico de relaciones.
No se entendería el papel político que cada una de las máximas ins­
tancias de poder del Reino de Guatemala juegan en la estructura de
poder si las analizáramos fuera de contexto, sin tener en cuenta su rea­
lidad social o el momento en la evolución histórica en que ejercen su
dominio. Por eso se han elegido, para nuestro estudio, los momentos
conflictivos, en los que se ponen en cuestión las que parecían verda­
des inmutables. Estos conflictos no surgen en el siglo XVIII y hunden
sus raíces en el proceso mismo de formación de la estructura burocrá­
tica colonial, si bien el periodo de reformas borbónicas agudizó una
buena parte de los antagonismos surgidos en el pasado. En el siglo XVI
los conflictos de autoridad se centraron en las disputas entre gober­
nantes, oidores de la Audiencia, miembros del cabildo, conquistadores
y órdenes religiosas por conseguir una buena posición en el reparto
que se estaba llevando a cabo después de los primeros años de la con­
quista. La sociedad de Santiago se dividió en dos grupos antagonistas:
por una parte los conquistadores, antiguos pobladores, clérigos y obis­
pos y por otra el presidente y miembros de la Audiencia y religiosos de
diversas órdenes, que disputaban el control de la mano de obra indí­
gena. El cabildo, poblado en un principio por conquistadores, fue

Julio Pinto Soria, “Acerca del surgimiento del Estado en Centroamérica”, Mesoaméri-
ca, Año 1-número 1, enero-junio, 1980, p. 92.

244
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

abriendo poco a poco sus posiciones a medida que entraban en la ins­


titución nuevos elementos, sin relación con la conquista. Como ocurri­
ría dos siglos después, los conflictos de preeminencia ocupaban en el
siglo XVI un papel no marginal en la disputa política4.
Durante el siglo XVII, buena parte de los enfrentamientos políti­
cos se produjeron de nuevo en torno al control del repartimiento de
indígenas a las labores de trigo y a las plantaciones de cacao. La insti­
tución del juez de milpas, que se encargaba de obligar a los indígenas
a cultivar ciertas plantas y no otras, fue objeto constante de controver­
sia en la política guatemalteca del siglo XVII. Asimismo, el control del
impuesto de la alcabala, que estuvo durante un largo periodo en manos
del cabildo para pasar a la Audiencia en 1667, actuó como causa de
continuos choques entre las dos instancias de poder. Igualmente, las
constantes peticiones del cabildo para que se diera una cobertura legal
del comercio con Perú a través del mar del Sur, chocaron con la volun­
tad metropolitana de no permitir los contactos directos intercoloniales,
creando así otro importante punto de fricción .
Aunque las disputas dieciochescas ahondan sus raíces en los
siglos anteriores, analizaremos en primer lugar y de una manera esque­
mática el proceso de reformas que tuvo lugar en el Reino de Guatemala
principalmente en la segunda mitad de siglo, para pasar después a un
análisis pormenorizado de los principales conflictos políticos que se
produjeron en la región durante nuestro periodo de estudio.

A) Las reformas borbónicas en el Reino de Guatemala.

El siglo XVIII fue testigo de los intentos reformadores de la nueva


dinastía borbónica. Aunque muy tarde, los Borbones se dieron cuenta
de que el sistema colonial hispano, a pesar de su potencial, no daba a

Pilar Sanchíz Ochoa, “Poder y conflictos de Autoridad en Santiago de Guatemala


durante el siglo XVI”, Anuario de Estudios Americanos, vol. 49, 1992, pp. 21-34.
Stephen Webre, “The Social and Economic Bases of Cabildo Membership in Sevente-
enth-Century Santiago de Guatemala”, op. cit.

245
José Manuel Santos Pérez

la monarquía los frutos requeridos. En algunas zonas del imperio, como


el Reino de Guatemala, la cuestión no era simplemente la mejora de los
rendimientos sino algo más grave: la recuperación de la soberanía. El
periodo de aislamiento que se había prolongado desde mediados del
siglo XVII había derivado en una clara pérdida de influencia de las
autoridades imperiales, que se veían impotentes ante el avance de los
ingleses y la apropiación de cuotas de poder por parte de las oligar­
quías locales. Por lo tanto las medidas de reforma iban dirigidas esen­
cialmente a 5 campos: una mejor defensa, una mejora en la producción,
un cierto relajamiento de las trabas al comercio, un intento de limitar
el poder de la oligarquía comerciante y una mejor recaudación fiscal.
Aunque a lo largo de todo el siglo hubo intentos reformistas, los cam­
bios importantes en la legislación sólo se produjeron en la segunda
mitad de siglo, más exactamente durante el reinado de Carlos III. A
pesar de los esfuerzos, lo que se produjo, en palabras de Troy S. Floyd
fue más bien una reforma de la ley y no de la realidad .
En el transcurso del siglo XVII los ingleses se habían establecido
firmemente en la zona conocida como Balis (actual Belice), y en la cos­
ta Atlántica de Honduras y Nicaragua. En esta zona los ingleses y sus
aliados, los indios Zambos-Misquitos tenían en jaque a las fuerzas espa­
ñolas . Frente a la constante amenaza que estos ataques significaban, el
imperio hispano presentaba un pobre conjunto de fuertes mal equipa­
dos y con escasos efectivos, entre los que destacaba San Felipe en el
Golfo y Petén Itzá. En el siglo XVIII, los intentos por reforzar esta frá­
gil línea defensiva se concretaron en la construcción del fuerte de
Omoa, a partir del cual se extendían casi 1.000 kms. de territorio bajo
dominio inglés. Al sur de éste, ya en terreno nicaragüense, se situaba
el Fuerte Inmaculada Concepción, una de las más importantes cons-

Troy S. Floyd, “Los comerciantes guatemaltecos, el gobierno y los provincianos, 1750-


1800” traducido en Jorge Luján Muñoz (introducción y selección), Economía de Gua­
temala, 1750-1940. Antología de lecturas y materiales, Guatemala, Universidad de
San Carlos, 1980, p. 296.
Flor de Oro Solórzano, “La colonización inglesa de la costa Caribe de Nicaragua,
1633-1787” en América Indígena (Revista del Instituto Indigenista Interamericano de
México), vol. 53, núms. 1-2, enero-junio, 1993-

246
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

trucciones defensivas del reino. La última fortaleza hispana hacia el sur


era la de Matina en Costa Rica. En los años 1750 a 1773 se reforzó el fuer­
te de la Concepción y se construyó la mayor parte de Omoa. Lo más
importante de este periodo fue el reconocimiento de la imposibilidad de
recuperar los territorios ocupados por los ingleses, que se sancionó en la
paz de París de 1763- El capitán general Pedro Salazar, que llegó a Gua­
temala en 1766, comenzó un ambicioso programa de reorganización de
la milicia. En 1768 había conseguido alistar una fuerza de 30.000 hom­
bres. Mestizos en su mayoría y mal armados, estos efectivos eran muy
poco eficaces. El capitán general, en vista de la situación, pidió un mayor
número de tropas a Madrid, pero sólo consiguió 157 dragones adiciona­
les, para completar unas fuerzas armadas regulares de apenas 1.000 hom­
bres. El capitán general Matías Gálvez, tras la toma del fuerte de Omoa
en 1779 por parte de los ingleses, efectuó diversas ofensivas contra sus
asentamientos en la costa hondurena. Determinado a expulsar al enemi­
go de la zona, pidió un millón de pesos a México para aprovisionamiento
de armas y de tropas. Igualmente pidió a los comerciantes de Santiago
de Guatemala que contribuyeran con préstamos a la defensa del reino.
Sus esfuerzos militares fueron menos efectivos que los diplomáticos. La
evacuación de esta zona por parte de los ingleses se logró por medio del
tratado de 1783, que dio paso a un intento colonizador lento y compli­
cado. De las colonias proyectadas sólo Trujillo sobrevivió, necesitando
un refuerzo de 307 pobladores de color en 1795 .
La reforma de intendentes no afectó de manera esencial a la
estructura militar. Las élites aceptaron la reforma una vez que vieron
que la nueva importancia dada a los puestos militares podía ser utili­
zada como una nueva vía para escalar posiciones . A final de siglo la
defensa del Reino de Guatemala seguía dependiendo de las aportacio­
nes de los comerciantes de Santiago, como venía ocurriendo desde el
siglo XVII.

Wilbur E. Meneray, “The Kingdom of Guatemala during the Reign of Charles III. 1759-
1788” Tesis doctoral inédita, Universidad de Tulane, 1975, pp. 63-89.
Es la tesis de Pedro A. Vives, “Intendencias y poder en Centroamérica. La Reforma
incautada”, Anuario de Estudios Centroamericanos, Universidad de Costa Rica, volu­
men 13, número 2, 1987. Nos parece interesante citar el siguiente párrafo: “En el caso

247
José Manuel Santos Pérez

El carácter de las reformas militares, tímido y errático, se observa


también en las medidas de revitalización de la economía regional.
Adoptadas en paralelo al proceso de crecimiento de la economía, casi
siempre llegaron tarde y parece que apenas fueron un acicate para la
producción. Buena parte de los esfuerzos se centraron en el estímulo
de la industria minera. Una de las primeras medidas reformistas fue la
creación de la Casa de la Moneda en Santiago de Guatemala en una
fecha tan temprana como 1731- La medida fue tomada para evitar la
escasez de moneda en el Reino, un problema estructural de su econo­
mía. En 1765 se formó una “Junta de Fomento”, un cuerpo consultivo
que informaba directamente al Consejo de Indias. Los informes de esta
junta determinaron la promulgación de una serie de Reales Cédulas
cuyo objetivo era el aumento de la producción minera. Las principales
reformas contenidas en estas cédulas eran aprovisionamiento suficien­
te de insumos y mano de obra, mejora de la administración real y estu-

hispánico, la intendencia culminaba no sólo la traslación de contenidos centraliza-


dores a los ámbitos regionales americanos, sino también la consolidación de un nue­
vo estrato social forjado en la lealtad a la monarquía borbónica: el ejército regular
colocado en la cúspide de la nueva administración, aupado por ello artificialmente
en la pirámide social, aislado de los embates oligárquicos merced a un fuero específi­
co y en fin, rápidamente abocado a la asunción de las más diversas competencias
políticas, económico-fiscales, y claro está, militares, como correspondía desdefines del
XVI a quien se preciase de fiel servidor de un imperio”, pp. 41-42. Y más adelante “la
principal vía de aproximación de los grupos de poder regional en América a esa nue­
va élite detentadora del estado [los militares]fue la participación, organización y espe­
cialmente el financiamiento de las milicias. (...) Tal vez a partir de ahí se pudiera
establecer la aceptación táctica de las instituciones reformistas por parte de gran par­
te de las élites locales y regionales americanas. Tal vez quepa inferir que se trató del
hallazgo del fuero militar como la vía integradora que facilitaba el escalamiento de
posiciones en la nueva jerarquización manipulada por la metrópoli. Quizá simple­
mente, se tratase de otro vericueto para el ascenso social y político en el que los ame­
ricanos supieron conjugar con maestría los nuevos cauces institucionales con los
arcaicos mecanismos en ellos implícitos. Como quiera que sea, lo que la historia vie­
ne a comprobar es que para 1810 la defensa del imperio estaba, mayoritariamente,
en manos de los grupos de poder americanos”, p. 42. La tesis es sugerente. Puede
explicar el origen de la importancia del militarismo en las sociedades centroamerica­
nas. No obstante, es necesario un amplio estudio prosopográfico de los intendentes
en el Reino de Guatemala, que nos aclare sus vinculaciones sociales y políticas.

248
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

dio continuado de formas de aumentar la producción minera. Se baja­


ron los precios del mercurio (de 80 a 60 pesos el quintal) y de la pól­
vora (de 12 a 6 reales la libra). En 1773, la administración decidió bajar
el precio del mercurio hasta 40 pesos por quintal por un periodo de
10 años. Aunque no hay cifras de consumo de azogue en la minería
centroamericana, todo indica que la primera reducción pudo tener
algún efecto en la producción de plata, pero la bajada a 40 pesos no
tuvo mayor impacto. Se intentó remediar el problema de la escasez de
técnicos con la apertura de una escuela de minería en 1794, fecha
demasiado tardía. El poder de los comerciantes de la capital, que
actuaban como rescatadores, fue de alguna manera contrarrestado con
el establecimiento de un banco de rescate en Tegucigalpa en 1780. Al
final de la década de los 80 se creó la intendencia de Honduras, eli­
minando así el puesto de alcalde mayor de Tegucigalpa, que como
vimos anteriormente, era vital para los intereses de los rescatadores de
la capital. Los resultados de todas estas medidas en la minería fueron
más bien pobres. En los años 90 la producción estaba estancada. Los
problemas estructurales de la minería centroamericana, mano de obra
escasa y poco especializada, escasez de capital y falta de conocimien­
to científico, continuaban con toda su fuerza. Las medidas habían sido
simples “paliativos” para problemas que necesitaban soluciones más
drásticas .
Otros intentos de reforma afectaron a la producción agrícola de la
región. En lo que respecta al añil, se tomaron algunas medidas para rom­
per el excesivo control financiero de los comerciantes de la capital sobre
los productores de San Salvador. Siempre a remolque de las peticiones de
los propios afectados, el presidente Matías de Gálvez promulgó en 1782
los estatutos del Montepío de Cosecheros de añil, un organismo dirigido a
suministrar capital a los añileros, a un interés del cuatro por ciento. El Mon­
tepío aumentó la cantidad destinada a créditos desde 113-453 pesos el pri­
mer año hasta los 434.861 de 1800, aunque parece que buena parte de los

Troy S. Floyd, “Bourbon Palliatives and the Central American Mining Industry, 1765-
1800”, The Americas, vol. 18, número 2, Octubre, 1961. pp. 103-125, W. E. Meneray,
“The Kingdom of Guatemala under the Reign of Charles III...” op. cit., pp. 209-237.

249
José Manuel Santos Pérez

préstamos no eran devueltos. Hacia los primeros años de la década de


1790 los comerciantes habían vuelto a recuperar la situación de oligopolio
y continuaban financiando una buena parte de la cosecha de añil . Al igual
que con el caso de la ganadería, donde se hicieron tímidas reformas, las
medidas de la administración borbónica iban más bien dirigidas a conse­
guir un aumento de ingresos por una mayor racionalización de la produc­
ción y la venta, que a un verdadero estímulo de estos sectores.
Ya hemos visto anteriormente que la expansión comercial que
experimentó el istmo centroamericano en la segunda mitad del siglo
XVIII se debió a razones que tenían más que ver con la coyuntura del
mercado internacional que con las disposiciones legales tendentes a
cambiar la estructura del comercio colonial. Entre estas medidas la que
tuvo mayor repercusión sobre el tráfico comercial con el Reino de Gua­
temala fue la Real Orden de 11 de Octubre de 1754 por la que se ente­
rró el viejo sistema de galeones (aunque subsistieron las flotas) y se dio
vía libre a la generalización de los registros sueltos como sistema de
navegación entre Europa y América. La medida dio cobertura legal a
una situación de hecho que se venía prolongando desde 1720. Entre
1739 y 1754 fueron el único sistema de navegación existente, pues los
convoyes fueron suspendidos a causa de la guerra entre España e
Inglaterra. El nuevo sistema dio mayor flexibilidad al anquilosado régi­
men comercial del imperio hispano . El número de naves que partie­
ron de la costa de Honduras como navios de registro aumentó consi­
derablemente: frente a los 5 que salieron entre los años 1720-1749, en
el periodo 1750-1779 unos 46 barcos zarparon hacia Cádiz desde los
puertos del Atlántico . Otras de las medidas reformadoras tomadas en

Robert S. Smith, “La producción y el comercio del añil en el Reino de Guatemala’’,


en Jorge Lujan Muñoz (ed.), Economía de Guatemala, 1750-1940. Antología de lec­
turas y materiales, Tomo 1, Guatemala, Universidad de San Carlos, 1980; Troy S.
Floyd, “The Indigo Merchant: Promoter of Central American Economic Development,
1750-1808”, en Business History Review, vol. 42, 1968.
García Baquero, Cádiz y el Atlántico, 1717-1778, Sevilla, Escuela de Estudios Hispa­
noamericanos, 1976, p. 173.
Gustavo Palma, “Agricultura, Commerce et Société...” op. cit., cap. IV, (ver tabla 1-4
en el capítulo 1). Víctor H. Acuña Ortega “Le commerce extérieur du Royaume du
Guatemala, 1700-1821: Une étude structurelle”, París, École des Hautes Études en
Sciences Sociales, 1978, p. 231.

250
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

la primera mitad del siglo XVIII fueron los ya comentados permisos


para el comercio de Guatemala con Perú, en 1718 y, ya en la segunda
mitad de siglo, la posibilidad de transportar mercancías a La Habana.
Más que un anticipo del proceso hacia el llamado “Reglamento de
libre comercio” de 1778, estas disposiciones daban un barniz legal a
una situación de hecho que se venía produciendo durante un largo
periodo de tiempo, constituyendo uno de los aspectos que más fric­
ciones causaban entre los habitantes de Centroamérica y las autorida­
des imperiales. El proceso hacia la promulgación del decreto de 1778
tuvo varias etapas y Centroamérica se vio afectada por medidas libera-
lizadoras antes de esa fecha. En concreto una Real Cédula de 17 de
enero de 1774 autorizaba el comercio de géneros de la tierra entre
Perú, Nueva España, Nueva Granada y Guatemala, a través del Pacífi­
co. El Decreto de Comercio Libre de 1778, entre otras instrucciones, cla­
sificaba a los puertos de América en dos categorías: puertos mayores,
donde serían pagados unos derechos aduaneros del 3 % sobre las mer­
cancías nacionales y del 7 % sobre las extranjeras, y puertos menores,
donde el arancel aplicado sería del 1’5 y el 4 % respectivamente. Los
dos puertos que se habilitaron en el golfo de Honduras, Santo Tomás
de Castilla y Omoa fueron incluidos en la categoría de “menores”, con
lo que se les otorgaba un cierto incentivo para el atraque de barcos .
Aparte de las medidas fiscales, que analizaremos más adelante, la
innovación más importante que se produjo en el interior del Reino de
Guatemala en el sector comercial fue la creación de un consulado de
comercio en 1793. La creación del nuevo gremio de comerciantes col­
maba las aspiraciones seculares de los comerciantes de la capital, y sig­
nificaba un intento de limitar el excesivo poder de otros consulados
americanos, concretamente el de México . La “cédula de erección” del
consulado promulgada por el Consejo de Indias, obligaba a una inclu­
sión en el organismo de todos los comerciantes, importadores y expor-

Víctor H. Acuña Ortega, “La reglamentación del comercio exterior en América Cen­
tral durante el siglo XVIII”, Mesoamérica, año 1, número 1, enero-junio, 1980, pp. 7­
55.
Es el argumento de Pedro A. Vives, en “Intendencias y poder en Centroamérica. La
reforma incautada”, op. cit., p. 40.

251
José Manuel Santos Pérez

tadores, y de capitanes y maestres de navio que tuvieran interés finan­


ciero en los barcos bajo su mando. Se evitaba así la pretensión del gru­
po de comerciantes de Guatemala que preferían un cuerpo comercial
restringido formado únicamente por los firmantes de la petición origi­
nal de establecimiento del consulado, hecha en 1787 .
El balance del paquete de reformas no fue demasiado espectacu­
lar. En la mayoría de los casos, las nuevas disposiciones venían a san­
cionar situaciones de hecho que se venían produciendo por largos
periodos de tiempo. No hubo un plan claro de aplicación de las medi­
das, con lo que las actuaciones tuvieron un carácter deshilvanado y
errático. El poder de los comerciantes de la capital no fue quebrado,
pero se fomentaron fuertes divisiones regionales dentro del territorio
centroamericano que hicieron después imposible la formación de una
unidad política que abarcara toda la demarcación. No obstante, los
aspectos más importantes de la reforma, la recaudación fiscal y el inten­
to de recuperación de los recursos de algunas regiones que habían
quedado prácticamente fuera de la órbita imperial, fueron los que
determinaron un mayor esfuerzo por parte de la corona y los que pro­
vocaron un largo enfrentamiento institucional.

B) La cuestión fiscal. Alcabala y estancos.

La mejora en la eficacia de la recaudación de impuestos fue uno


de los temas centrales en el proceso reformista que se inició en Gua­
temala hacia la década de los 60 del siglo XVIIL La monarquía borbó­
nica heredó el sistema impositivo creado durante los siglos XVI y XVII
por la burocracia imperial de los Austrias, dividido en diversos ramos
cuya importancia relativa fue cambiando a lo largo del siglo que nos
ocupa. El capítulo recaudatorio más importante era el tributo indígena.
Durante el siglo XVII y la mayor parte del XVIII este impuesto consti-

Robeit Smith, “Origins of the Consulado of Guatemala”, Hispanic American Histori-


cal Review, vol. 26, 1946, pp. 150-161; Ralph Lee Woodward, Consulado de Comer­
cio. Privilegio de clase y desarrollo económico. Guatemala 1793-1871, San José de
Costa Rica, Editorial Universitaria, 1981.

252
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

tuyo más del 60 % del total recaudado. La regulación del tributo sufrió
una importante transformación cuando en 1733 se decidió cambiar el
pago en especie por el pago en metálico, una medida que sin embargo
no llegó a ser efectiva en una región que adolecía de una gran escasez
de numerario. Durante la mayor parte de los siglos XVII y XVIII, el
impuesto sobre las ventas, la alcabala, fue la segunda fuente de ingresos
de la corona, a distancia del tributo, pero ganando terreno progresiva­
mente. Los quintos sobre la producción argentífera constituían la tercera
fuente de ingresos fiscales, aunque la escasa producción de las minas cen­
troamericanas y el frecuente contrabando determinaban que este rubro no
alcanzara la misma importancia que en otras zonas del imperio. Wortman,
en su estudio sobre el gobierno y la sociedad en Centroamérica, analizó
la evolución de la importancia relativa de cada uno de estos impuestos en
la estructura fiscal del reino. Según el autor norteamericano el tributo, que
significó el 80 % de los ingresos en los años 44 a 48 del siglo XVIII, bajó
hasta el 41’3 % en la década de los 60. Por el contrario, las recaudaciones
por concepto de alcabala y barlovento pasaron del 6 al 29 % a lo largo
del siglo. Estas cifras reflejan la tendencia creciente a gravar a las pobla­
ciones no indígenas, que habían crecido de manera importante durante
todo el siglo XVIII. Igualmente indican la existencia de un mayor celo
estatal por la recaudación de impuestos sobre el comercio, una actividad
que, como sabemos, tuvo un importante crecimiento a lo largo del siglo
objeto de nuestro estudio. Por otra parte, la recaudación proveniente de
monopolios estatales aumentó de manera importante cuando se estable­
cieron los del aguardiente y sobre todo el del tabaco, como veremos más
adelante. Según Wortman, ello significó que a finales de siglo pocos sec­
tores sociales escapaban a la política fiscal borbónica .
Como en otras partes del imperio, en la Audiencia de Guatemala
el impuesto de la alcabala era frecuentemente arrendado por la corona
a un particular o una institución que se ocupaba de su recaudación.
Sabemos que el cabildo y el consulado de México se alternaron a lo
largo del periodo colonial en este trabajo de cobro de impuestos, has-

Miles L. Wortman, Gobierno y sociedad en Centroamérica, 1680-1840, San José,


BCIE-EDUCA, 1991, pp. 180-190. La afirmación parece, sin embargo, algo excesiva.

253
José Manuel Santos Pérez

ta que en 1753 la corona decidió hacerse cargo. Desde 1602 el cabildo


y el consulado contrataban el impuesto por periodos de 15 años pagan­
do cantidades anuales que variaron entre los 77.000 pesos del primer
contrato hasta los 373-333 del último, correspondiente a los años 1744­
1753- La alcabala se empezó cobrando a un 2 % sobre las ventas para
subir gradualmente al 4, al 6, para terminar aplicándose un 8 % . En
Guatemala el impuesto se introdujo en 1604, casi 30 años después de
su puesta en vigor en el resto del virreinato de Nueva España. Desde
el primer momento el órgano municipal de gobierno asumió la res­
ponsabilidad de su cobro. Hacia 1612 se hizo el primer contrato por 15
años, por el cual el ayuntamiento se comprometía a pagar 5.000 pesos
al año. El arrendamiento fue renovado sucesivas veces a lo largo del
siglo XVII. En 1639 el ayuntamiento alquiló también la recaudación del
impuesto conocido como “barlovento”, aplicado sobre los productos de
exportación, por 15 años a razón de 4.000 pesos anuales. La alcabala
se cobró al 2 % durante la mayor parte del siglo XVII. Cuando se empe­
zó a cobrar el barlovento ello significó un aumento del 1%.
Las cantidades que el cabildo aportaba a las cajas reales debían de
parecer muy escasas pues en 1667 las autoridades reales decidieron
hacerse con el control del impuesto. A pesar de las protestas del ayun­
tamiento la Audiencia siguió adelante con la medida, al comprobar que
las cantidades recaudadas por los oficiales reales se habían doblado el
primer año, en comparación con las conseguidas por el cabildo, hasta
llegar a 10.000 pesos, y más que cuadruplicado en los siguientes años,
llegando a los 24.000 pesos recaudados. A pesar de los buenos resul­
tados, la corona mantuvo la intención de arrendar el cobro por algunos
años en unos mejores términos. El cabildo, que aún controlaba el cobro
del barlovento, siguió intentando convencer a las autoridades imperia­
les de las ventajas de su labor recaudadora. La Audiencia, sin embargo,

Robert Sidney Smith, “Sales Taxes in New Spain, 1575-1700”, Hispanic American His-
torical Review, vol. 28, 1948, pp. 2-37; Rodolfo Pastor, “La alcabala como fuente para
la historia económica y social de la Nueva España”, Historia Mexicana, vol. 27, julio-
septiembre, 1977, pp. 1-16. El arrendamiento del impuesto dio lugar a una pugna
constante entre el cabildo y el consulado a lo largo del periodo colonial en la capi­
tal de Nueva España.

254
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

publicó una Real Cédula en 1676 por la que se creaba la Real Aduana,
lo que arrancaba al ayuntamiento el cobro del impuesto a la exportación,
dando a entender que en el futuro no habría nuevos arrendamientos. La
medida supuso un duro golpe para el cabildo, que vio descender aún
más el ya escaso interés de la élite local por formar parte de él .
Los presidentes de la Audiencia se quejaban de que la realidad del
comercio en la región permitía una mayor recaudación del impuesto
sobre ventas, y denunciaban constantemente los abusos causados por
la práctica del “repartimiento”. Al igual que en México, la alcabala no
era en realidad un impuesto sobre las transacciones comerciales. En
parte era una tasa aduanera, cobrada, sobre todo, en las garitas situa­
das en los puntos de entrada a la ciudad de Santiago, pero el grueso
del impuesto se obtenía “repartiendo” las cantidades necesarias para
pagar el precio del contrato con la corona entre los gremios de artesa­
nos y los comerciantes. Es de suponer que el cabildo aplicaba buenas
dosis de favoritismo con esta práctica .
Durante los últimos años del siglo XVII y los primeros del XVIII el
impuesto fue responsabilidad de los oficiales reales, teniendo a un
oidor de la Audiencia como super-intendente de alcabalas. En el cargo
se sucedieron los oidores Pedro de Osaeta, Gregorio Carrillo, Tomás
Ignacio de Arana y Luis Fernández de la Madrid’. El resultado no fue
demasiado satisfactorio. Entre 1706 y 1723 se recaudaron 402.372
pesos, de los cuales sólo entraron en las cajas reales 255.789, pues
84.944 fueron necesarios para cubrir los sueldos y los gastos de la
administración del impuesto y 61.639 habían quedado por cobrar”. El

Stephen A. Webre, “The Social and Economic Bases of Cabildo Membership in Seven-
teenth-Century Santiago de Guatemala”, Tesis doctoral inédita, Universidad de Tula-
ne, 1980, pp. 242-258, Víctor H. Acuña Ortega, “Le commerce extérieur du Royaume
du Guatemala au XVIIIéme siécle, 1700-1821: Une étude structurelle”, Tesis doctoral
inédita, París, École des Hautes Études en Sciences Sociales, 1978, pp. 120-125.
A pesar de que los repartimientos se efectuaban, según el cabildo, entre aquellos
individuos con suficientes recursos para pagar y bajo la supervisión del fiscal de la
Audiencia y de un oidor. Webre, “The Social and Economic Bases...” op. cit., p. 251.
AGI, Guatemala, 682. Año de 1730, Informe de Juan Calderón, Tesorero de la Real
Audiencia.
AGI, Guatemala, 682, 16 de marzo de 1728, Informe del presidente de la Audiencia.

255
José Manuel Santos Pérez

sistema del repartimiento, tan criticado a finales del XVII, cuando el


impuesto era recaudado por el cabildo, seguía siendo práctica común.
En 1724 había 89 prominentes comerciantes de la capital, entre los que
se encontraban 6 futuros regidores, debiendo un total de 52.364 pesos .
La recaudación bruta había aumentado a una media de 23.000 pesos
año, pero lo que entraba en las cajas reales no pasaba de 15.000 pesos.
Tabla V-l. Recaudación líquida en concepto de alcabala y barlovento
(1711-1725).

1.711 ....................................................... 16.448 pesos


1.712 ....................................................... 15.328 “ 6rs.
1.713 ....................................................... 17.242 “ 2“
1.714....................................................... 14.532 “
1.715 ....................................................... 26.663 “
1.716....................................................... 14.421 “
1.717....................................................... 17.536 “
1.718....................................................... 18.920 “
1.719....................................................... 14.248 “
1.720....................................................... 17.453 “
1.721 ....................................................... 15.240 “
1.722 ....................................................... 17.325 “
1.723 ....................................................... 18.620 “
1.724 ....................................................... 28.676 “
1.725 ....................................................... 18.344 “
Total........................................................ 270.997 “ 6 reales.
----------------------------------------------------------------------------------- —

Fuente: AGI, Guatemala, 318, Año de 1727. Informe del contador de la Real Adyana.

AGI, Guatemala, 317, año de 1724, “Testimonio de las certificaciones dadas por los
oficiales reales de esta ciudad de Goathemala, de lo enterado en las reales cajas a su
cargo, por aduana tocante a los ramos de alcabalas y barlovento...”.

256
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

El presidente de la Audiencia, Francisco Rodríguez de Rivas, cul­


paba en 1726 al oidor Tomás de Arana de las irregularidades ocurridas
en los ramos de alcabala, barlovento y papel sellado, todos bajo su res­
ponsabilidad. Los atrasos en los pagos, según la máxima autoridad de
Guatemala, ascendían a 70.000 pesos’*. La información la enviaba Fran­
cisco Rodríguez a Madrid, donde habían llegado noticias alarmantes
sobre el cobro de la alcabala en Guatemala. Es posible que estos ante­
cedentes, junto con la buena marcha de otros arrendamientos de alca­
balas, como el de la ciudad de México, hicieran cambiar la actitud del
monarca. El 3 de noviembre de 1725 promulgó una Real Cédula por la
cual aconsejaba a las autoridades de la Audiencia la cesión de la recau­
dación del impuesto de ventas al mejor postor. El cabildo no perdió el
tiempo. En 1726 encargó al escribano Hipólito Ordóñez que preparara
una propuesta para el arrendamiento del tributo. En su testimonio,
Ordóñez argumentaba que el ayuntamiento tenía una gran experiencia
en el manejo de este asunto, pues lo había llevado en la mayor parte
del siglo anterior. Exponía también los perjuicios que se crearían si era
un particular quien se hacía con el alquiler. La propuesta del escribano
consistía en que el ayuntamiento se haría cargo del cobro por 9 años
pagando 15.000 pesos al año, cantidad que subiría a 25.000 en los años
que llegaran navios de registro a los puertos del Golfo. Para reforzar la
oferta, se incluía una fianza de 25.000 pesos firmada por 45 de los más
importantes comerciantes de la ciudad de Santiago, entre los que apa­
recían varios miembros del cabildo en ese momento o que lo serían en
25
el futuro’. La desconfianza mutua entre el cabildo y la Audiencia que­
dó de manifiesto cuando el fiscal rechazó la propuesta del escribano.
La ciudad mejoró su oferta al año siguiente. Ofreció 18.300 pesos
al año cuando no llegaran navios de registro y 28.300 el año que los
hubiera. La Audiencia mantuvo su posición y rechazó la contraoferta'.

AGI, Guatemala, 318, 29 de marzo de 1726, el presidente de la Audiencia al Rey.


En concreto, Lucas Coronado, Juan de Arochena, Francisco Falla, Manuel Muñoz,
Guillermo Martínez de Pereda y José Agustín de Estrada, AGI, Guatemala, 318, El
cabildo al Consejo, 1727.
AGI, Escribanía, 342 A.

257
José Manuel Santos Pérez

Los integrantes del cabildo se convencieron de que cualquier postura


ofrecida por ellos sería sistemáticamente rechazada por las autoridades
reales. Para evitar esto, pactaron con un comerciante de la capital,
Pedro Carrillo y Meneos. Carrillo ofrecería una buena postura, para que,
una vez conseguido el arrendamiento, cediera el cobro en favor de la
ciudad. El comerciante, a través de su apoderado en Madrid, Simón de
Larrazábal, se comprometió a pagar la cantidad de 16.000 pesos año,
más 11.000 por cada 300 toneladas cuando llegara navio de registro,
con una fianza de 8.000 pesos. La postura era menor que la última de
la ciudad y se le exigió que la igualara, a lo que accedió Carrillo. Las
cláusulas del contrato eran bien expresivas. En la número 6 se decla­
raba “Que ha de poder ceder estas rentas o arrendamiento de ellas en
la persona o personas que por bien tubiere las quales han de tener obli-
gasion de afianzarlas hasta en cantidad del precio de medio año...”. Y
en la número 9: “Que si la dicha ciudad de Guathemala y otras de su
reinado quisieren tantear este arrendamiento es condision que solo an
de ser idas a el concuriendo todas las ciudades y provinsias que com­
ponen el reinado con poderes vastantes...
Carrillo obtuvo el arrendamiento el 10 de Julio de 1728’. Un año
después el plan había culminado con éxito. El cabildo efectuó la perti­
nente solicitud a la Audiencia para que permitiera la cesión que Pedro
Carrillo le hacía del cobro del impuesto, recordando que en el contra­
to firmado por el comerciante quedaba bien claro que podría efectuar
esa operación. La aprobación llegó el 19 de Julio de 1729-
Carrillo no trabajó de forma gratuita. El cabildo tuvo que entre­
garle la cantidad de 18.273 pesos, en los que se incluía el reintegro de
los gastos y un premio de 6.852 pesos. Finalmente la ciudad consiguió

AGI, Escribanía, 342 A, año de 1732. “Testimonio de los autos fhos en virtud de real
zedula sobre el Asiento de los reales derechos de Alcavala y Barlovento que su
Magd. le consedió al Capn. Dn. Pedro Carrillo y Meneos...” Otra prueba de que todo
era una operación orquestada por el cabildo y los comerciantes de Guatemala es que
Pedro Carrillo estaba casado con una hermana de Cristóbal Gálvez Corral, el pode­
roso hombre de negocios que sería después responsable del ramo.
AGI, Guatemala, 682. Real Cédula, concesión del arrendamiento de alcabalas a D.
Pedro Carrillo de Eguía y Meneos.

258
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

un remate por 9 años y se comprometió a pagar 18.399 pesos al año


más 11.000 del navio de registro. El asunto no convenció al fiscal de la
Audiencia, que entabló un pleito con la ciudad que se prolongó duran­
. ~ 29
te vanos anos .
A partir de 1729 y hasta 1762, los comerciantes disfrutaron de las
ventajas que les ofrecía un cobro benévolo de este impuesto. Se formó
una “Diputación de Comercio” en 1729 que debía llevar la administra­
ción del impuesto, integrada por algunos de los más importantes hom­
bres de negocios . Años más tarde se nombró al más influyente entre
ellos, Cristóbal Gálvez Corral, como contador de alcabalas, es decir, el
responsable del impuesto en todo el territorio de la Audiencia de Gua­
temala. Durante todo este periodo el contador pasaba informes a la
Audiencia frecuentemente manipulados, indicando que el arrenda­
miento de la alcabala daba muy pocos beneficios o incluso pérdidas al
cabildo. En los siete primeros años del arrendamiento, entre 1729 y
1736, la Diputación de Comercio declaró unos ingresos de 182.365
pesos y unos gastos de 168.652 pesos.
Al primer remate le sucedieron otros cuatro en términos semejantes.
El cabildo pagó 18.500 pesos al año, menos en el periodo 1761-63 en que
se subió la cantidad anual a 19.000. Después de cada uno de los contra­
tos el cabildo volvía a solicitar uno nuevo y enviaba un informe con los
resultados del anterior. Los ingresos declarados eran invariablemente esca­
sos. Excepcionalmente, en el segundo remate el cabildo declaró ganan­
cias de más de cinco mil pesos en el tercero, quinto y sexto años, pro­
ducidas, según su informe, por “varias memorias que vinieron de Cam­
peche, muchos caldos que vinieron del reyno del Perú y asi mismo Ropa de
China mucha más de la regular en los tres años...” Los asientos de 1756
y de 1761 sólo fueron concedidos por cinco años, y éste último no duró
más de dos años, pues la Audiencia volvió a tomar el control.
La estructura interna de la administración del impuesto tenía
una extraordinaria complejidad. Se componía de cinco ramos dife-

AGI, Escribanía, 342 A.


AGCA, Al-22, leg. 1791, exp. 11785, libro de cabildo de 1729- La diputación de
comercio se constituyó en un cabildo abierto de 31 de mayo de ese año.
AGI, Guatemala, 342.

259
José Manuel Santos Pérez

Tabla V-2. Resultado del primer arrendamiento de las alcabalas por


parte del cabildo, 1729-1736, en pesos.

Ingresos Gastos

Primer año 24.698 19.441

Segundo año 25.124 22.461

Tercer año 23.623 29.681

Cuarto año 25.230 22.138

Quinto año 30.615 29.008

Sexto año 31.834 22.916

Séptimo año 21.238 23.004

Total 182.362 168.649

Fuente: AGI, Guatemala, 342, 20 de Agosto de 1738. “Testimonio de los autos de


la postura hecha por el Congreso del Cavildo de esta ciudad de Goathemala y
Diputación de su comercio a los Rs. derechos de Alcavalas y Armada de Barlo­
vento...”.

260
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

Tabla V-3. Resultados del segundo arrendamiento de alcabalas, 1738-1747

Ingresos Gastos

Primer año 23.750 p. 6 i/2 rs. 22.922 p. 7 i/2 rs.

Segundo año 22.157 p. 1 r. 22.644 p. 3 rs.

Tercer año 28.984 p. 1 r. 22.801 p. 4 rs.

Cuarto año 24.086 p. 22.779 p. 4 rs.

Quinto año 28.802 p. 7 rs. 23.513 p. 1 r.

Sexto año 29-246 p. 7 1/2 rs. 23-599 p. 6 1/2 rs.

Séptimo año 25.260 p. 25.962 p. 2 rs.

Renta de los 7 años 18.049 p. 5 1/2 rs.

Fuente: AGI, Guatemala, 342, 20 de Julio de 1746.

261
José Manuel Santos Pérez

32
rentes . El “Ramo de Manifestaciones” correspondía a la tasa aduanera. En
él se comprendían los derechos pagados por la entrada de géneros en San­
tiago de Guatemala. Frecuentemente la tasación de un producto se hacía
según la declaración o “manifestación” de la persona que la introducía en
la ciudad, pues rara vez se abrían los fardos. Estaban exentos de pagar el
impuesto los productos que no iban a ser consumidos dentro de la ciudad,
así como los pertenecientes a eclesiásticos y los regalos, libros, productos
de botica y los de uso particular. Este ramo suponía dos tercios del total
recaudado. El “Ramo de Ventas e Imposiciones” gravaba las ventas de bie­
nes raíces, esclavos y otros. “Barlovento de Salida” se aplicaba sobre los
géneros que se sacaban fuera del Reino. La sección “Carnicerías” se refería
a los pagos efectuados sobre el remate de los abastos de carne a la ciudad
y a los pueblos del valle. El denominado “Conciertos” se aplicaba sobre tien­
das de rapaduras, trapiches, ingenios de azúcar, pulperías, tabernas y tien­
das de mercancías, si bien se tenía en cuenta el tamaño del negocio para la
recaudación del impuesto, exonerando a los más pequeños. Entre los años
1729 y 1745 los distintos ramos aportaron las siguientes cantidades cada año:

Manifestaciones 16.557 pesos 2 _ reales

Ventas 616 « 6 a

u u
Conciertos 568 7
u u
Carnicerías 823 1
a u
Barlovento de salida 1.204 4

Un ramo aparte, por sus características especiales era el de “Parti­


dos y Provincias”. Normalmente la recaudación de la alcabala fuera de
la ciudad de Santiago se subarrendaba por parte del cabildo a indivi­
duos de las ciudades cabecera, a alcaldes mayores e incluso a otros
cabildos. El cabildo puso en funcionamiento un sistema de “guías”, jus­
tificantes de pago hecho a la salida de la mercancía de la ciudad de
Guatemala. Los comerciantes provistos de estas guías no debían efec­
tuar pago alguno a la entrada de las otras ciudades. Ello explica las cor-

AGI, Guatemala, 342, AGI, Guatemala, 759.

262
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

tas recaudaciones de provincias tan importantes como San Salvador.


Los ingresos provenientes de este ramo se detallan a continuación :
Tabla V-4. Recaudación del Ramo “Partidos y Provincias”
en el asiento de 1761-63
Provincia Arrendatario Precio del asiento anual
(en pesos)
Quezaltenango, Sololá,
Huehuetenango, Totonicapán Desconocido 400
Ciudad Real de Chiapa Sebastián de Olachea 1.000
Soconusco Pedro de Ordoñes 250
Escuintla Herederos de Antonio de Zepeda 1.600
Sonsonate Pedro Cisilia 1.909 (1)
San Salvador Agustín de Cilieza y Velasco 200 (2)
San Vicente Francisco Quintanilla Cincuenta y tantos
San Miguel Juan de Castilla 90 (3)
León Diego de Miranda y Seballos 302 (4)
Granada Cabildo 50
Nicaragua Lorenzo de la Peña 302 (5)
Tegucigalpa Francisco Bustamante 100
Comayagua Juan González 100
Chiquimula José de Paz 114 (6)
Gracias a Dios Francisco Delgado 38(7)
Costa Rica Francisco Fernandez ?
San Antonio Suchitepequez José de Elias 700
Verapaz Alcaldes Mayores
Petapa y Sacatepequez Administración 7

Fuente: AGI, Guatemala, 759-


(1): producido en los años 59, 60 y 61.
(2): excluidas las ventas que pasasen de 2.000 pesos, de las que debe pagar el 3 %.
(3): producido en el año de 1762.
(4): producido en los años 61 y 62.
(5): producido en los años 61 y 62.
(6): producido en los años 60, 61 y 62.
(7): de los años 1750-54.

A su vez estos ramos de la alcabala se subdividían en otros muchos. Un informe de 1766


nos da cuenta de cada una de estas subdivisiones: 1: Géneros de Castilla; 2: Géneros
de China; 3: Efectos de Nueva España; 4: Efectos del Perú; 5; Añiles; 6: Géneros y efec­
tos de la tierra; 7: Variedad de géneros; 8: Ventas de Casas; 9: Ventas de esclavos; 10:
Ventas de solares; 11: Imposiciones de censos; 12: Venta de tierras; 13: Almoneda de
bienes de difuntos y de intestados; 14: Garita de las ánimas; 15: Garita de Jocotenango;

263
José Manuel Santos Pérez

A pesar de la concesión casi automática de los contratos anuales, el


cabildo encontró a veces fuerte oposición por parte de las autoridades
de la Audiencia. En 1746, cuando empezó a negociarse un nuevo asien­
to, el fiscal mostró su desacuerdo con la gestión municipal. Según el fun­
cionario real era imposible que hubiera otros postores pues la cantidad
de 18.500 pesos ofertada por el cabildo era demasiado alta para la mal­
trecha economía de la región. Proponía que en lugar de rematarse todos
los ramos en conjunto como se venía haciendo, se hiciera de manera
separada, con lo que sería factible para un individuo quedarse con una
parte del asiento. El contador de alcabalas en ese momento, Pedro de
Herrarte, le contestó diciendo que el único ramo verdaderamente prove­
choso era el de Manifestaciones, que como hemos visto suponía más de
dos tercios del total recaudado y que por lo tanto sería inútil intentar
arrendar los demás por su escasa cuantía . La propia estructura econó­
mica del reino, al centrar todos los intercambios en Santiago de Guate­
mala, permitía la acumulación de operaciones mercantiles en esta ciu­
dad, favoreciendo así la existencia de una “macrocefalia” en la división
económica. Los intentos reformistas del fiscal se veían por lo tanto frus­
trados por una organización comercial que venía impuesta en parte por
las características geográficas del reino, pero sobre todo por el afán de la
corona por reducir al máximo los lugares de intercambio de mercancías,
con el objeto de ejercer un buen control del tesoro. Las propias rigide­
ces del sistema habían sobredimensionado la importancia de un sólo
centro comercial. Según el fiscal, sería conveniente también arrendar
aparte el cobro de tributos proveniente de los navios de registro y lo pro­
ducido en las ferias de ganado. El contador de alcabalas le respondió que

16: Garita de Ciudad Vieja; 17: Garita de Santa María de Jesús; 18: Garita de Cuixuini-
cuilapa; 19: Derechos de salida para dentro del Reino; 20: Salida para fuera del Reino;
21: Medias Anatas de Guardas de Garitas; 22: Medias Anatas de Guardas a Caballo; 23:
Variedad de Géneros vendidos en las provincias y partidos de este Reino cuyos dere­
chos se cobraron en esta Real Aduana; 24: Barlovento de Indios; 34 a 38: Provincias; 39:
Comisos y condenaciones; 40: Restituciones; 41 a 50: Partidos. AGI, Guatemala, 754.
AGI, Guatemala, 342, año de 1746, “Testimonio de los autos de Postura hecha por
Parte de el Muy Ilustre Cavildo de esta ciudad de Santiago de los Cavalleros de Goat-
hemala y diputados de su comercio a los reales derechos de Alcabala y Barlovento
de esta ciudad...”

264
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

las llegadas de registros a los puertos de Honduras eran demasiado irre­


gulares como para mantener un asiento del cobro de alcabalas durante
varios años. El cabildo, según el contador, usaba los beneficios en obras
destinadas al bien común. Herrarte, a la sazón hermano de uno de los
regidores, Francisco de Herrarte, expuso los mismos argumentos que
eran esgrimidos por el propio cabildo.
Posiblemente hubo otros individuos interesados en el alquiler de
la recaudación de alcabalas, pero el conjunto de comerciantes agru­
pados en torno al cabildo ejercieron toda su influencia para ahuyen­
tar a los competidores. En el caso de México, se disputaban el con­
trol de la alcabala el cabildo y el Consulado. En Guatemala, la Dipu­
tación de Comercio, antecedente del Consulado, actuaba en comple­
ta sintonía con el gobierno municipal . Si alguna otra persona tuvo
interés por la recaudación es algo que no hemos podido encontrar en
las fuentes consultadas. Lo que estaba en juego no era simplemente
el mantenimiento de una baja fiscalidad al comercio, sino también la
posibilidad de evitar incertidumbres en un tema tan delicado como el
pago de impuestos. A principio del ejercicio económico, los almace­
neros debían tener bien claro cuál era la cantidad que debían des­
contar por este concepto. Sólo su control del asunto podía evitar pro­
blemas mayores. Por otra parte, los intereses de los hacendados-gana­
deros que abastecían la ciudad se veían así protegidos, pues durante
el periodo de cobro del ayuntamiento las tasas que gravaban sus ope­
raciones se mantuvieron a niveles muy bajos, como vimos en el capí­
tulo 1.
Como es bien sabido, la Audiencia retomó el control del impues­
to en 1762. Se estableció una nueva Administración de Alcabala y Bar­
lovento, al frente de la cual se puso al contador Francisco Valdés .

Robert S. Smith, “Origins of the Consulado of Guatemala”, Hispanic American His-


torical Review. vol. 26, Mayo, 1946.
Varios autores se han ocupado de estos hechos: Miles Wortman, “Bourbon Reforms
in Central America: 1750-1786”, The A meneas, vol. 32, Octubre, 1975; M. Wortman,
Gobierno y sociedad en Centroamérica, 1680-1840, op. cit.-, Víctor Hugo Acuña, “Le
commerce extérieur du Royanme du Guatemala au XVIIIéme siécle, 1700-1821: Une
étude structurelle” op. cit., sección 3, capítulo 1.

265
José Manuel Santos Pérez

Entre los años 63 y 78 hubo varias modificaciones del impuesto pero lo


que empezó siendo una reforma decidida del sistema, acabó diluyéndose
ante las continuas protestas y dilaciones de los integrantes del cabildo y las
protestas de la población. Francisco Valdés decidió subir el tipo del impues­
to del 3 al 4 %, medida que fue revocada poco tiempo después. La sección
del ramo de alcabalas denominada “Conciertos” fue examinada y modifi­
cada. Lo que era un impuesto sobre tiendas y trapiches, pagado única­
mente por los dueños de negocios de un tamaño importante, pasó a ser la
“alcabala de reventa”, que debía pagarse por todos los vendedores deta­
llistas al comprar productos de los almacenes para su posterior venta. Se
empezó a gravar la carne y sus derivados, que habían quedado práctica­
mente fuera de control en el periodo anterior. La tasa se subió del 3 al 4 %
definitivamente en 1778 y hacia el año 1777 se instituyeron oficinas de
cobro o “receptorías” de alcabalas en las provincias, que fueron la base
sobre la que se crearon las intendencias posteriores . Los resultados no se
hicieron esperar. La recaudación entre los años 63 y 71 sobrepasó sustan­
cialmente el valor de lo entregado por el cabildo en los 35 años anteriores.
Tabla V-5. Recaudación por concepto de alcabalas, 1763-1771.

1763 (Io de septiembre


a 31 de diciembre.......................................... 4.784 pesos, 3 rs.
1764........................................................................................ 108.241 «
7
1765........................................................................................ 64.864 «
6
a
1766........................................................................................ 124.220 7
«
1767........................................................................................ 126.213 1, 1/2
u
1768........................................................................................ 168.241 1
1769........................................................................................ 148.023 2 1/2
1770........................................................................................ 166.829 «
4
1771........................................................................................ 123.123 «
9 3/4
Total....................................................................................... 1.034.542 «
5

Fuente: AGI, Guatemala, 682.

Las receptorías se instituyeron en San Salvador, León, Chiapa y Comayagua, Francis­


co de Paula García Peláez, Memorias para la Historia del Antiguo Reino de Guatema­
la, Tomo II, Guatemala, Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala, 1972, p. 26.

266
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

Gráfico V-l. Ingresos en la Real Hacienda en concepto

Fuentes: AGI, Guatemala, 318, AGI, Guatemala, 682, Miles Wortman, “Bourbon
Reforms in Central America: 1750-1786, The Americas, vol. 32, octubre, 1975; V. H.
Acuña Ortega, “Le commerce extérieur du Royaume du Guatemala au XVIIIéme
siécle, 1700-1821”, op. cit.

La alcabala se convirtió así en el capítulo más importante de ingresos


de las cajas reales. Un informe de 1770 nos da cuenta de la relación entre
las diferentes partidas de ingresos de la Real Hacienda de Guatemala:
Tabla V-6. Ingresos de la Real Hacienda hacia 1770
(cifras aproximadas por año, en pesos)
Alcabalas................................................................................. 140.000
Tributos................................................................................... 115.000
Bulas......................................................................................... 16.000
Papel Sellado......................................................................... 4.000
Quintos de plata................................................................... 3 000
Oficios vendibles y renunciables...................................... 5.000
Tabaco..................................................................................... 30.000
Pólvora.................................................................................... 12.000
Naipes...................................................................................... 0
Correos.................................................................................... 2.000
Azogues................................................................................... 30.000

Fuente: AGI, Guatemala, 682, año de 1770 “Balotes a que hacienden las rentas de
S.M. en este su reyno de Guatemala un año con otro según prudencialmente se
puede regular a el estado presente”.

267
José Manuel Santos Pérez

Gráfico V-2. Proporción entre los diversos ingresos


de la Real Hacienda. 1770

Este aumento tan espectacular en las cantidades recaudadas no debe


interpretarse simplemente como una muestra de la mayor eficacia recauda­
dora de la nueva administración. Lo que indica, probablemente, es el ahorro
que obtenían los comerciantes de la ciudad de Santiago al mantener un asien­
to de la alcabala que les permitía un pago constante a la corona calculado
sobre la base de los momentos de menor recaudación de este impuesto.
El cabildo y la Diputación de Comercio, viendo que aumentaba
considerablemente la presión fiscal, dirigieron sus críticas hacia Fran­
cisco Valdés, el nuevo contador, acusándolo de no tener un buen cono­
cimiento del funcionamiento de la economía del reino. La lucha de las
dos instituciones contra las medidas reformistas se hizo aún más viru­
lenta con la puesta en marcha de la “alcabala de reventa”, quizá por el
perjuicio que representaría para los dueños de almacenes de la ciu­
dad . Como en anteriores ocasiones se esgrimieron los consabidos
argumentos de la extrema pobreza del reino para reforzar la petición

Entre los miembros del cabildo dueños de tiendas figuraban Fernando Palomo, Die­
go Arroyave, Manuel González Batres, Cayetano Pavón, José Delgado Nájera, Juan
Fermín de Aycinena, Miguel de Iturbide, Felipe Manrique de Guzmán. El total de
tiendas en Santiago de Guatemala en 1769 era 70. AGI, Guatemala, 759.

268
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

de los miembros del cabildo. Las maniobras de los comerciantes tuvie­


ron éxito. En 1781 se decidió retirar definitivamente el cobro del nue­
vo impuesto. La victoria parcial se unió a la conseguida en el conflicto
suscitado por el cobro de la “alcabala de internación” un impuesto
sobre la importación al que los comerciantes se opusieron frontalmen­
te y que finalmente nunca fue puesto en vigor . La cuestión del cobro
de la alcabala quedó totalmente distorsionada al decretarse el traslado
de la capital al Valle de la Ermita, después de los terremotos de 1773.
La corona decidió ceder el cobro de alcabala por 10 años para la finan­
ciación del traslado y construcción de la nueva capital, dando a uno de
los regidores, Juan Fermín de Aycinena, total potestad para administrar
lo recaudado.
No cabe duda de que el asiento de alcabalas y barlovento fue uno
de los temas clave en la política municipal de Santiago de Guatemala
durante el siglo XVIII. La toma de control por parte de la corona signi­
ficó un duro golpe a la influencia ejercida por el grupo de comercian­
tes involucrados en la política local. Las medidas, no obstante, no tuvie­
ron la profundidad que prometían en un principio y después de unos
años la corona volvió a ver cómo se le escapaba de las manos este
importante impuesto, cuando dio vía libre a su uso para la financiación
del traslado de la ciudad. En ese momento fue Juan Fermín de Aycine­
na y no el cabildo el que se ocupó de la administración del impuesto,
un hecho que refleja la decadencia en la que había entrado la institu­
ción local.
La creación de monopolios reales o estancos sobre la venta de
determinados productos, otro de los aspectos más comunes de la polí­
tica reformista de los Borbones, afectó de manera importante al territo­
rio de la Audiencia de Guatemala al crearse los del tabaco y el aguar­
diente, en 1766 y 1758 respectivamente. La cuestión del estanco del
licor sobrepasa el ámbito de las reformas y nos introduce en la vida
cotidiana de la ciudad de Santiago. El consumo de bebidas alcohólicas
fue un asunto muy controvertido durante toda la colonia. Según García

Víctor Hugo Acuña “Le commerce extérieur du Royaume du Guatemala...” op. cit.,
pp. 130-133.

269
José Manuel Santos Pérez

Peláez los indios fabricaban las bebidas conocidas como “guarapo” y


“chicha”, la primera proveniente del jugo de la caña de azúcar y la
segunda por fermentación de diversos frutos. A estas bebidas se aña­
dió el vino procedente de Perú y de Castilla, la cerveza y el aguar­
diente que se fabricaba a partir de la caña, el maíz o incluso el trigo,
en los numerosos trapiches existentes en Guatemala, llamado a veces
“aguardiente hechizo”. El ayuntamiento de Guatemala tuvo siempre
bajo su control la concesión de licencias para la apertura de fábricas
de licor y tabernas y sus alcaldes ordinarios debían velar para que no
se abusara del consumo de estas bebidas. Aunque en 1714 la Audien­
cia promulgó una Real Cédula que prohibía la fabricación y el con­
sumo de aguardiente local, siguió vendiéndose en las tabernas habi­
litadas para la expedición de vino y aguardiente de Perú, cuyo con­
sumo no fue prohibido". La política del ayuntamiento se movió en
zig-zag en lo referente a este asunto. Para salvar su imagen de hom­
bres íntegros lanzaban continuas proclamas en contra del consumo
excesivo y a favor de la limitación de los puntos de venta. Pero eran
conscientes de que la venta de aguardiente era uno de los ingresos
más importantes para el ramo de propios de la corporación local, por
lo que era difícil renunciar a esta atractiva partida económica. En
1735 el alcalde ordinario Juan José González Batres intentó aplicar
en todo su rigor la cédula de 1714, destruyendo algunas de las fábri­
cas y denegando algunas de las solicitudes de licencia presentadas
con anterioridad*. El celo prohibicionista de González Batres no tuvo
demasiado éxito pues en 1739 los alcaldes ordinarios se quejaban de
la existencia de más de 30 tabernas, donde incluso se vendía licor a
los indios. Se decidió reducir el número de tascas a 16, situadas en
el centro de la ciudad en su mayoría. La medida volvió a ser inútil.
En 1744 se permitió la existencia de 26 lugares de expedición de
bebidas, al tiempo que la Audiencia renovaba la prohibición, nunca
respetada, de la fabricación y consumo de aguardiente. En 1746 el
regidor Felipe Manrique de Guzmán efectuó una visita de inspección

García Peláez, Memorias del Antiguo Reino de Guatemala, op. cit., pp. 234-239-
AGI, Guatemala, 240, 24 de marzo de 1735.

270
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

y propuso un máximo de catorce tabernas, que quedaron en 16 en


1747".
La corona decidió crear el monopolio del aguardiente en 1758.
Desde el principio era notorio su interés por arrendar el estanco, cosa
que hizo en ese mismo año. El primer arrendatario fue, como se espe­
raba, el mismo cabildo de Guatemala. El asiento, que se contrató por
cinco anualidades al precio de 8.000 pesos al año, otorgaba el control
de la producción, distribución y venta de bebidas alcohólicas dentro
del territorio de la Audiencia de Guatemala. El ayuntamiento, por su
parte, subarrendaba el control de las bebidas alcohólicas fuera de la
ciudad de Santiago por un precio cercano a los 1.500 pesos. El regidor
Juan Fermín de Aycinena fue nombrado depositario de las rentas del
estanco. Se designaron cuatro tabernas para la venta del aguardiente,
mientras que otras 8 tendrían el permiso de venta de vino de Perú y
Castilla. Los beneficios que obtuvo el ayuntamiento con este asiento
fueron cuantiosos. En los dos primeros años se declararon unas ganan­
cias de 22.669 pesos . En 1762, el procurador síndico, Cayetano Pavón,
declaraba que se habían ingresado 33-792 pesos por este concepto en
44
el año anterior . No está demasiado clara la inversión que el ayunta­
miento hizo con este dinero. En los años subsiguientes al contrato com­
pró un solar situado al lado del edificio del cabildo por valor de 20.000
pesos, al tiempo que se destinaba una cantidad a la construcción de un
hospicio en la ciudad’. Para aumentar esta cantidad Juan Fermín de
Aycinena propuso que se enviara el dinero a Acapulco donde se
invertiría en la compra de mercancías. En el mismo informe de Caye­
tano Pavón figuraban gastos por valor de 32.598 pesos, y algunas de
las partidas desembolsadas no habían sido justificadas. Ante la irre­
gularidad, el regidor decano, Pedro Ortiz de Letona, votó en contra

García Peláez, op. cit., p. 238.


AGCA, Al 22, leg. 1797, exp. 11793, libro del cabildo de 1760.
AGCA, Al 22, leg. 3096, exp. 29797, año de 1762, libro secreto del cabildo.
Joaquín Pardo, Efemérides de la Antigua Guatemala, 1541-1779, Guatemala, Unión
Tipográfica, 1944, p. 179. Además el ayuntamiento cedió a la audiencia 16.000 pesos
para la reedificación del Palacio de la Audiencia y otros 16.000 para la construcción
del camino al puerto de Omoa, ibíd., p. 182.

271
José Manuel Santos Pérez

de las cuentas presentadas por el síndico, por la falta de compro­


bantes. Sabemos que una buena parte de las ganancias se otorgaba a
crédito. La Audiencia pidió todas las cuentas de alcabalas y estanco
del aguardiente al cabildo en 1765, poco antes de decidir la suspen­
sión del asiento. El escribano Diego Antonio Milán declaró que una
vez revisadas las escrituras notariales el cabildo había otorgado, con
cargo a los asientos de alcabalas y aguardiente, 37.150 pesos a usura
desde el año de 1728. La cantidad se nos antoja escasa si tenemos en
cuenta que sólo en el año 1761 el regidor Miguel Coronado tomó
prestados 3.000 pesos y José Palomo, con la fianza del regidor Fer­
nando Palomo, obtuvo 8.000 al cinco por ciento. Ésta, que fue la úni­
ca información que recibieron los oidores en el tiempo marcado en
su petición, fue considerada como demasiado insuficiente por los
funcionarios reales. Ante la actitud pasiva de los capitulares amena­
zaron con multar a Juan Fermín de Aycinena, encargado del sobran­
te del asiento del aguardiente, a Basilio Vicente Roma, que se ocu­
paba del sobrante de alcabalas, y a Martín Serra, mayordomo de pro­
pios, si no presentaban todas las cuentas en el plazo de tres días. La
situación era muy problemática pues el mayordomo de propios, inca­
paz de presentar una contabilidad en regla dimitió de su cargo, decla­
rando que sólo tenía 2.156 pesos a su cargo en el momento de su
renuncia (6 de abril de 1765). Otro de los implicados, Basilio Claria-
na, administrador del estanco de aguardiente, informó que desde el
2 de noviembre de 1764 hasta el 30 de mayo de 1765 había entrega­
do a los dueños de las cuatro tabernas del asiento 9.890 “frascos de
a cinco quartillos” por un valor de 12.362 pesos. Juan Fermín de
Aycinena, después de haber visto aumentada la cuantía de la multa
con la que se le amenazaba, presentó un informe confuso, aunque
más detallado, de los resultados de la venta de aguardiente. El regi­
dor declaraba unos ingresos de 54.387 pesos y unos gastos de 21.719.
Las sumas aparecen con ligeras equivocaciones, pero lo que es sor­
prendente es que incluyó los préstamos (9-700 pesos) en el capítulo
de ingresos" .

Archivo Histórico Nacional (Madrid), (AHN), Consejos, 20950, año de 1765.

272
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

Tabla V-7. Cuentas del estanco de aguardiente, 25 de junio de 1764


a 30 de mayo de 1765.

Ingresos: 54.387 pesos (sic) Gastos: 21.719 pesos

Sobrante de
la última cuenta: 15.887 Entero en cajas reales: 8.000

Ingresos de la venta
a las tabernas: 16.950 Pago al juez conservador: 1.500

Subarriendos: 3.250 Salarios (comisario

y cuatro guardas): 1.968

Deudas cobradas: 8.000 Obras, donaciones: 10.251

Intereses: 700

Préstamos (sic): 9.700

Fuente: AHN, Consejos, 20950, año de 1765.

En 1768 una Real Cédula instó al ayuntamiento a que explicara las


irregularidades cometidas en las cuentas del estanco. Se acusaba a los
regidores de haber usado las rentas del mismo para “obsequiar a los
presidentes y aver remitido a estos reynos crecidas sumas para sobstener
vuestros designios y relajación...”. La corona reclamaba la presentación
de las cuentas, pues había percibido una deuda de 13.000 pesos, ade­
más de otros 70.000 que había dejado sin pagar el contador de alcaba­
las Cristóbal Gálvez Corral . En el momento en que se promulgó esta
Real Cédula, el ayuntamiento ya no controlaba el asiento de aguar­
diente. En 1766, las autoridades reales decidieron hacerse cargo del
monopolio, con la excusa de que los anteriores asentistas no habían
podido evitar el excesivo consumo de alcohol en el reino. La medida,
sin embargo, iba destinada a favorecer el consumo de aguardiente y
vino español en detrimento del aguardiente local, que fue prohibido.

AGCA, Al 22, leg. 1799, exp. 11800, libro de cabildo de 1768.

273
José Manuel Santos Pérez

La puesta en marcha del monopolio del tabaco, del aguardiente y


la repentina subida de la alcabala en los primeros momentos de con­
trol por parte de la corona, llevaron a la ciudad de Santiago a un alto
grado de tensión que puso en guardia a las autoridades. Una multitud
enfurecida llegó ante la casa del alférez real, Manuel Batres, a quien
entregaron un escrito de protesta. Ante la posibilidad de un estallido
popular el presidente de la Audiencia decidió bajar la alcabala al 3 %,
repartió maíz en los barrios más pobres y desarmó a la milicia para evi­
tar su participación en la revuelta. El cabildo siguió elevando sus pro­
testas por la instauración de los monopolios y tomó una actitud de no
obediencia ante el requerimiento de sus cuentas por parte de la auto­
ridad real. En este caso, sus maniobras no tuvieron éxito y los estancos
continuaron existiendo hasta el final de la colonia, constituyendo una
fuente permanente de conflicto entre las autoridades reales y la socie­
dad local.

C) La lucha por los recursos. El conflicto por el control del valle


de la ciudad de Guatemala.

La disputa que mantuvieron el cabildo y la Audiencia de Guate­


mala por el control del territorio conocido como “Valle de Guatemala”
fue uno de los más duraderos y controvertidos de todo el periodo colo­
nial. Si bien la resolución del conflicto se produjo en el siglo XVIII, no
se puede encuadrar este hecho simplemente en las controversias pro­
vocadas por las medidas de reforma sino que hunde sus raíces en los
primeros compases de la conquista del territorio. Aunque a primera vis­
ta puede ser considerado como un enfrentamiento clásico entre pode­
res contrapuestos, la cuestión tiene mucha mayor complejidad y en ella
se mezclan los intereses políticos, económicos e incluso las disputas
familiares, algo no demasiado sorprendente dada la fuerte implantación
de las relaciones de parentesco en todos los aspectos de la sociedad
centroamericana y de Guatemala en particular.
Al igual que otras ciudades de la América hispana, Santiago de
Guatemala tenía jurisdicción sobre un extenso territorio a su alrededor
del que extraía los recursos alimenticios y la mano de obra indígena

274
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

para cubrir sus necesidades. Ya antes de la fundación de Santiago en el


valle de Panchoy se había otorgado en ese lugar a los primeros con­
quistadores cierta cantidad de tierras cuya superficie dependía de los
servicios prestados por la persona beneficiaría de la concesión. Estos
asentamientos se consolidaron con la emancipación de los esclavos
indígenas en 1549. La coerción ejercida sobre los emancipados posibi­
litó que un buen número de indios se asentara cerca de las milpas de
los castellanos, que disponían así de una buena cantidad de mano de
obra. A la vez que se emancipaba a los indios, se establecieron nuevas
formas de compulsión que garantizaran a los conquistadores la provi­
sión de alimentos y servicios laborales. Los terratenientes impusieron el
pago de rentas de tierra a los jefes indígenas denominadas “terrazgos”,
que serían el antecedente del tributo. Éste se estableció en 1560, con­
sistente en el pago de una cantidad en especie o en dinero, aunque los
pagos en metálico fueron muy escasos . Con el paso del tiempo se creó
un importante núcleo de población alrededor de la ciudad de Santiago
que fue conocido durante todo el periodo colonial como el “Corregi­
miento del Valle de Guatemala”. Los alcaldes ordinarios de Santiago
contaron desde muy antiguo con el privilegio de actuar como corregi­
dores de ese territorio que describimos en las páginas siguientes. El
cronista Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán afirma que “Desde el
principio de la creación desta muy noble y muy leal ciudad los dos
alcaldes ordinarios della, alternados en los doce meses del año, seis
dellos cadauno, han sido corregidores del Valle de la ciudad, teniendo
el judicial y libre conocimiento de las causas civiles y criminales en los
49
pueblos dél..
Las principales funciones encomendadas a los alcaldes ordinarios
eran las de juzgar delitos en segunda instancia, la responsabilidad de la
recaudación de tributos dentro del valle y la intervención en los repar­
timientos de indios para los servicios personales. Otras atribuciones
eran más vagas, referidas al cuidado del bienestar general de los habi-

Christopher Lutz, Historia Sociodemográfica de Santiago de Guatemala, 1541-1773,


Antigua Guatemala, CIRMA, 1984, pp. 84-105.
Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, Obras Históricas. Recordación Florida,
Madrid, B.A.E., 1969, edición de Carmelo Sáenz de Santa María, p. 205.

275
José Manuel Santos Pérez

tantes del valle: realizar visitas de inspección y promover la construc­


ción de caminos y puentes. Dada la gran extensión del valle y las atri­
buciones jurídicas que los alcaldes tenían ya dentro del recinto de la
ciudad de Santiago, podían servirse de gobernadores y justicias indios
y de la figura de los “jueces repartidores” para realizar estas funciones’.
Cada uno de los alcaldes ejercía el cargo de corregidor del valle de for­
ma separada durante 6 de los 12 meses en que ocupaba el puesto en
el ayuntamiento, con el fin de disponer de más tiempo para la difícil
tarea.
No se entendería el conflicto jurídico planteado entre el cabildo y
la Audiencia sin analizar la importancia del Valle de Guatemala en la
economía de la colonia y en particular, su papel para la ciudad de San­
tiago. Situado en una altura comprendida entre 1.500 y 1.800 metros en
un fértil suelo volcánico, el territorio del Corregimiento del Valle esta­
ba formado por 9 valles: el llamado de Panchoy, más conocido por
Valle de Guatemala, pues en él se asentaba la ciudad de Santiago de
Guatemala, Chimaltenango, Jilotepeque, Canales, Sacatepéquez, Mixco,
las Mesas, Vacas o la Ermita y Alotenango. En la división económica de
Guatemala este territorio ocupaba un papel vertebrador de las diferen­
tes economías regionales. En él se centraban los intercambios comer­
ciales, hacia él se dirigían los tributos de toda la colonia y de él partí­
an los productos de exportación. Santiago de Guatemala obtenía en ese
lugar los principales productos de subsistencia y los indios de reparti­
miento. Los valles que componían el corregimiento, a su vez, desarro­
llaron una especialización productiva acorde con sus diferentes condi­
ciones climáticas y geológicas, muy variadas a pesar de que su exten­
sión no era excesiva. En zonas como el valle de las Vacas la economía

Ernesto Chinchilla Aguilar, El Ayuntamiento Colonial de la Ciudad de Guatemala,


Guatemala, Editorial Universitaria, 1961; Beatriz Suñé Blanco, “El Corregidor del Valle
de Guatemala: una institución española para el control de la población indígena”,
Revista de la Universidad Complutense, vol. 28, n° 117, 1979. Según Beatriz Suñé, al
ser éste un caso excepcional, no existían unas atribuciones definidas en la legisla­
ción. En las causas que implicaran mutilación de miembro o vergüenza pública debía
ser la Audiencia quien se ocupara. También debía el alcalde recoger y encerrar
cacao, mantas y maíz “y cualesquiera otras cosas que se cobrasen de tributo” en una
de las casas de la comunidad, ibíd., p. 159.

276
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

se orientaba hacia el repasto de ganado y la extracción de materiales


de construcción. Mixco era el primer productor de trigo. En Sacatepé-
quez se mezclaba la producción de trigo con la de azúcar. El valle cen­
tral y Chimaltenango proporcionaban los principales artículos alimenti­
cios y otros materiales de construcción. En las zonas orientales, sobre
todo en el valle de las Mesas, se concentraban las denominadas “labo­
res” de trigo y las haciendas productoras de azúcar. Se podía apreciar
una diferenciación clara entre los valles occidentales, donde la densi­
dad de población indígena era mayor y menor la incursión de los
hacendados blancos, y las regiones orientales donde la situación era la
contraria. Además las zonas ubicadas más al este estaban mejor comu­
nicadas con las provincias sureñas, donde se concentraba una gran can­
tidad de estancias ganaderas . Según Pilar Hernández Aparicio existían
hacia 1680 unos 116 propietarios de tierras en el valle que poseían 153
labores, como detallamos en la tabla V-8:
Tabla V-8. Propietarios en el Corregimiento del Valle, 1680.

Propietarios Labores de trigo Labores de maíz

Valle de Mesas 19 18 1

Valle de Canales 27 44 2

Valle de Mixco 21 27
Valle de Sacatepéquez 25 30 1
Valle de Jilotepéquez 7 12
Valle de Chimaltenango 17 18

Fuente: Pilar Hernández Aparicio, “Problemas socioeconómicos en el Valle de Gua­


temala (1670-1680)”, Revista de Indias, vol. 37, julio-diciembre, 1977, n° 5, p. 601.

Julio Pinto Soria, El Valle Central de Guatemala (1524-1821). Un análisis acerca del
origen histérico-económico del regionalismo en Centroamérica, Guatemala, Editorial
Universitaria, 1988; Christopher H. Lutz y W. George Lovell, “Core and Periphery in
Colonial Guatemala”, en Carol A. Smith (ed.), Guatemalan Indians and the State:
1540 to 1988, Austin, University of Texas Press, 1990.

277
José Manuel Santos Pérez
278

Mapa V-l. Principales poblados del Corregimiento del Valle de Guatemala. Fuente: Cristina Zilbermann de Luján. Aspectos socio­
económicos del trasado de la ciudad de Guatemala, (1773-1783), Guatemala. Academia de Geografía e Historia. 1987, p. 240.
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

La combinación de trigo y azúcar era una de las características


sobresalientes de la economía del valle. A pesar de las necesidades cli­
máticas diferentes de ambos cultivos, la compartimentación geográfica
del Corregimiento permitía su coexistencia en distancias relativamente
cortas. Hacia 1680 existían en el área unos 19 trapiches o ingenios para
la fabricación de azúcar en los que se utilizaba mano de obra indígena
y esclavos de origen africano.
Casi todos los testimonios sobre la población de los 77 pueblos
del Corregimiento del Valle dan cifras entre los 70.000 y los 80.000 habi­
tantes’’. Los indígenas, como hemos apuntado anteriormente, se distri­
buían de manera desigual, alcanzando las máximas densidades en las
zonas occidentales. En el oriente la población mestiza era mucho
mayor y pueblos como San Juan Amatitlán o Petapa habían alcanzado
un alto grado de población ladina. La población indígena estaba some­
tida a las cargas del repartimiento y del tributo que serán detallados
más adelante.
El conflicto jurisdiccional en torno a los 9 valles del Corregimien­
to se remonta hasta el mismo momento de la creación de la Audiencia
de Guatemala. En 1570 las autoridades reales nombraron un corregidor
para el valle con sueldo de 350 pesos anuales. Ante las protestas de la
ciudad se restituyó la jurisdicción a los alcaldes ordinarios en 1572. Esta
decisión se confirmó en los años 1606 y 1607, dando lugar a su inclu­
sión en la Recopilación de las Leyes de Indias. En 1675 el presidente
de la Audiencia, Francisco Fernández Escobedo, volvió a examinar la
cuestión y envió un testimonio de autos al Consejo de Indias. Sin
embargo, las pretensiones del alto mandatario volvieron a ser rechaza­
das y en Octubre de 1687 se confirmó una vez más la jurisdicción de
los alcaldes sobre el valle. En 1682 el presidente Julio Miguel de Agur-
to y Álava intentó elevar a la categoría de villas los pueblos de Petapa
y San Juan Amatitlán, basándose en la gran cantidad de ladinos que

Fuentes y Guzmán da una cifra de 70.000 “habitadores indios”. Pinto Soria, siguien­
do las cifras del censo de 1778 habla de 83.000 habitantes. Pinto Soria, “Acerca del
surgimiento del Estado en Centroamérica, Mesoamérica, Año 1, Cuaderno 1, enero-
junio, 1980, p. 92.

279
José Manuel Santos Pérez

vivían en estos núcleos de población y las dificultades para la admi­


nistración de justicia en ellos. El presidente se preguntaba cómo era
posible que dos alcaldes ordinarios atendieran las necesidades de todos
los pueblos del valle. Según su testimonio, en las ciudades de México,
Guadalajara y Puebla, había corregidor y alcaldes ordinarios, y éstos no
ejercían su jurisdicción más que “degoteras adentro”, es decir, única­
mente en los barrios de la ciudad . De nuevo, el cabildo se opuso fron­
talmente y la medida no fue adoptada. En 1734 un contador de Real
Hacienda propuso la división del valle en tres partidos, dadas las difi­
cultades que se habían observado en el cobro de los tributos. El Con­
sejo de Indias, en 1748 volvió a confirmar la ejecutoria de 1687. El pre­
sidente interino José de Araujo y Río envió al Consejo una carta con
fecha de 8 de abril de 1749 en la que exponía los mismos argumentos
sobre las deficiencias en la administración de justicia, pero era más con­
creto en cuanto al tema de los tributos. Según Araujo, la mala gestión
de los alcaldes hacía que la Real Hacienda dejara de cobrar 16.000
pesos cada año y que los “rezagos” (la cantidad adeudada por los tri­
butarios) ascendieran a 200.000 pesos. Su sucesor, Vázquez de Prego,
siguió ejerciendo presión abundando en este tipo de argumentos, que
a la postre, serían exitosos. La orden real de creación de dos Alcaldías
Mayores llegó de forma secreta en algún momento del año 1750. Des­
pués de consultar con los oidores de la Audiencia y contando con su
apoyo, Vázquez de Prego tomó la decisión de cancelar la jurisdicción
de los alcaldes ordinarios sobre el valle y de crear dos Alcaldías Mayo­
res en el antiguo Corregimiento: una nombrada Chimaltenango y otra
Amatitanes-Sacatepéquez, dejando al cabildo únicamente la jurisdicción
sobre los barrios de la ciudad y unos cinco pueblos indígenas aleda­
ños . La medida fue aceptada por el Consejo de Indias, lo que supuso
un giro de 180 grados en su política, que como hemos visto siempre
fue favorable a los intereses del cabildo. Parece que en su decisión tuvo

Los alcaldes ordinarios de México, por medio de una gracia especial, ejercían su juris­
dicción sobre un territorio de 15 leguas, Joaquín Avellá Vives, Los cabildos colonia­
les, Madrid, Tipografía de Archivos, 1934, p. 62.
AGI, Guatemala, 446; AHN, Consejos, 20950; AHN, Consejos, 20953-

280
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

mucha importancia el argumento de las pérdidas en tributos ocasiona­


das por la gestión de los alcaldes, en un momento en que las autori­
dades metropolitanas estaban especialmente sensibilizadas con la cues­
tión fiscal. Para entender mejor el asunto, sería bueno un análisis del
funcionamiento del repartimiento y del tributo en el denominado Valle
de Guatemala.
El repartimiento de indígenas era la más importante de las formas
de explotación de mano de obra en el Corregimiento del Valle. En una
buena parte de los trapiches o ingenios de azúcar se empleaba a escla­
vos africanos, más adaptables a la dureza del trabajo y sobre los que
no pesaban prohibiciones como en el caso de los indígenas. El peona­
je fue cobrando importancia a lo largo del tiempo a causa del despojo
de las tierras indígenas y por el aumento de población mestiza que no
tenía medios de subsistencia propios. En las zonas donde existían for­
mas de economía intensiva, (azúcar, ganadería, añil) fue donde se dio
una mayor agrupación de trabajadores en régimen de peonaje, pues el
proceso de concentración de tierras fue más intenso . Sin embargo, la
mano de obra indígena, bajo el sistema compulsivo del repartimiento,
constituyó la pieza fundamental de la economía de la región. Hacia
finales del siglo XVII se repartía semanalmente una cifra que oscila
entre los 2.200 y los 9-000 indígenas entre las haciendas de la región .
Todos los indios varones entre 16 y 60 años estaban obligados a pres­
tar el servicio del repartimiento que se organizaba mediante cuotas
semanales de un cuarto de los indios tributarios de cada pueblo. Sobre
la base de las peticiones hechas por los hacendados, el presidente de
la Audiencia concedía una determinada cantidad de trabajadores para
cada una de las explotaciones agrícolas. Reunidos el domingo en la pla­
za del pueblo, los indios del repartimiento se preparaban para salir a
lugares a veces muy distantes para trabajar durante toda la semana. El
trabajador debía estar de vuelta en el pueblo para la misa del domin­
go, algo que a veces no era posible por las largas distancias que tenía
que recorrer. El salario estipulado era de 1 real al día, en metálico. Exis-

Julio Pinto Soria, El Valle Central de Guatemala, op. cit., p. 35-42.


La cifra más baja es de Martínez Peláez y la más alta de Pinto Soria, ibíd., p. 92.

281
José Manuel Santos Pérez

tían unos funcionarios específicos, los jueces repartidores, para vigilar


el buen funcionamiento del sistema de reparto. Los hacendados debí­
an pagar una cuota de medio real por cada indio repartido y de esa
cantidad salía el sueldo que se le pagaba al juez repartidor’. El servi­
cio de repartimiento iba dirigido “al bien común” lo que se concretaba
en la realización de obras públicas, minería, transporte y manufacturas,
servicios en los conventos y las iglesias, agricultura y servicios domés­
ticos. En el Corregimiento del Valle los servicios en agricultura y en
obras públicas fueron los que requirieron el mayor esfuerzo por parte
de los trabajadores indígenas. Las explotaciones más beneficiadas eran
las labores de trigo.
A lo largo del siglo XVII surgieron diversos testimonios sobre el
exceso de trabajo que los hacendados imponían a los indios reparti­
dos. Lo más común era que los retuvieran trabajando más tiempo del
estipulado, dándoles otros trabajos aparte de los agrícolas. Una prácti­
ca común era la denominada “tequetines” los repartos para tareas
domésticas en la ciudad de Guatemala. A pesar de las prohibiciones,
una buena cantidad de indígenas era empleada en los trapiches e inge­
nios de fabricar azúcar del valle. En 1680, el visitador Chacón Abarca
descubrió que todos los dueños de ingenios recibían indios de repar-
58
timiento, con una cifra mínima de 518 indios repartidos . Los jueces

Lesley Bird Simpson, Studies in the administraron of the Indians in New Spain, Ber-
keley; University of California Press, 1938, Severo Martínez Peláez, La patria del crio­
llo. Ensayo de interpretación de la realidad colonial guatemalteca, Guatemala, Edi­
ciones en Marcha, 1994 (14a edición), pp. 471-474. El sistema del repartimiento fun­
cionaba de forma parecida en Guatemala y en el resto de Nueva España, aunque
aquí quedó abolido en fecha muy temprana, 1633- En Guatemala estaba en plena
pujanza en el siglo XVIII y siguió existiendo en el periodo republicano, disfrazado
de formas como el peonaje. Durante el siglo XIX se dictaron continuas Leyes de
vagancia que obligaban a los desempleados a trabajar en las plantaciones de café.
La situación continuó hasta el siglo XX. En 1934 el gobierno guatemalteco promulgó
una ley de abolición del peonaje. Prueba de que en Guatemala incluso hoy día se
siguen utilizando estas prácticas es el testimonio de Rigoberta Menchú sobre la situa­
ción laboral de los indígenas en el libro de Elizabeth Burgos, Me llamo Rigoberta
Menchú y así me nació la conciencia, Madrid, Siglo XXI, 1985, pp. 54-65.
Pilar Hernández Aparicio, “Problemas socioeconómicos en el Valle de Guatemala”,
op. cit., p. 614.

282
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

repartidores tenían un papel muy importante en la organización del


servicio y en las fuentes abundan los testimonios sobre los abusos que
cometían. En el valle existían tres jueces, uno en el partido de Sacate-
péquez, que comprendía 9 pueblos, otro en el de los Ama titanes con
11 pueblos y el tercero en el de Chimaltenango con 18 pueblos. Otros
34 pueblos quedaban bajo la responsabilidad directa de los alcaldes
ordinarios’. De los pueblos correspondientes a los jueces repartidores
es de donde se sacaban los indios que iban a hacer trabajos en las
labores, cuyos dueños pagaban medio real por cada indio repartido.
De ahí salían los 300 pesos al año del sueldo de los jueces y las can­
tidades sobrantes se dedicaban al mantenimiento de los fuertes de la
costa. En los pueblos bajo jurisdicción directa de los alcaldes ordina­
rios se ocupaba a los indios en obras públicas, potreros y alfalfares, y
no se recaudaba ninguna cantidad en concepto de derecho de labo­
res. Según un informe del contador de la Real Hacienda de 1743, en
el quinquenio anterior se había obtenido una media anual de 1.323
pesos por este derecho, de los cuales 900 se destinaron al pago del
salario de los jueces y los restantes 423 al pago de las mejoras en la
defensa . Los hacendados, conscientes de la importancia de estos fun­
cionarios, procuraban congraciarlos para obtener un trato de favor en
el repartimiento.
Siguiendo la práctica de otros justicias mayores del Reino de Gua­
temala los jueces repartidores efectuaban con frecuencia repartos for­
zosos de mercancías. Los productos más usados en las ventas compul­
sivas eran muías, azadones y machetes, es decir, parte del instrumental

AGI, Guatemala, 340, 28 de enero de 1737, Carta del presidente de la Audiencia.


AGI, Guatemala, 340. Si ésa era la cantidad pagada por los dueños de labores bene­
ficiados por el repartimiento, los servicios de repartimiento serían 21.168 por año. No
obstante el contador real se quejaba en este informe de la poca exactitud en el
recuento de los trabajadores por varias razones: los recuentos en los que se basaba
el cobro habían sido hechos años atrás sin ninguna renovación y de las 49 semanas
al año en las que podía haber repartimiento, no todas las labores pedían indios. Mar­
tínez Peláez da unas cifras para finales del siglo XVII de 2.150 indios repartidos cada
semana, lo que nos daría 118.000 servicios de repartimiento al año. No sabemos si
la cantidad necesaria por año tuvo una caída en la primera mitad del XVIII pero pare­
ce que las cifras de Martínez Peláez son excesivas. Martínez Peláez, op. cit., p. 484.

283
José Manuel Santos Pérez

que los indios necesitaban para realizar su labor, pues aunque los
hacendados estaban obligados a proveerles de herramientas, esto rara­
mente ocurría . En 1743, los indios del pueblo de San Jacinto denun­
ciaron al repartidor Bernardo Pérez de la Cueva, acusándolo de efec­
tuar ventas obligatorias a precios excesivos. Azadones, hachas, mache­
tes y naguas eran vendidos por el doble y el triple de su valor en el
mercado de la ciudad de Santiago. Entre los productos se incluían pro­
ductos tan “necesarios” como sombreros, que debían ser adquiridos
por los indígenas bajo amenaza de azotes '. Estos negocios ilícitos podí­
an reportar a los tres repartidores unas ganancias de unos 12.000 pesos
al año \
Los habitantes indígenas del valle soportaban también la pesada
carga del tributo, que constituyó durante largos periodos el primer
ingreso fiscal de la corona. El impuesto se componía de diversas parti­
das a las que iban destinados los pagos hechos por los indígenas: el
ramo de tributos propiamente dicho, cobrado por los oficiales reales; el
de efectos de comunidades y almud de soldados que estaba a cargo del
alcalde ordinario más antiguo o de primer voto, .y el derecho real de
labores, cobrado por los jueces repartidores '. El cobro se realizaba
directamente por los justicias indios de cada pueblo, mayoritariamente
en especie. Aunque las autoridades tenían un gran interés en arrendar
la recaudación, muy pocas veces había postores, por lo que los pro­
ductos entregados por los indígenas eran vendidos al propio ayunta­
miento o a los particulares de Santiago por los precios de mercado. En
1735 estos precios eran de 4 reales la fanega de maíz, chile y frijol, dos
reales las gallinas, un real los pollos y 26 reales la botija de miel. En
1754 el maíz alcanzó 7 reales la fanega, el trigo llegó a pagarse a 14
pesos la fanega y el frijol 9 y 10 reales . El pago en especie daba lugar

AGI, Guatemala, 340.


AGI, Escribanía, 358 B. Residencia de Pedro de Rivera.
AGI, Guatemala, 340.
Ibíd.
AGI, Escribanía, 342 A, año de 1735, “Testimonio de los autos sobre commutazion
de especies a dinero de los tributos que pagan los Yndios de estas provincias”. AGI,
Guatemala, 340, 1754.

284
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

a continuos abusos. En muchas ocasiones, el oficial real encargado del


cobro esperaba los momentos en que los productos exigidos alcanza­
ran los precios máximos para recaudar las cantidades establecidas. Al
hacer pocas renovaciones del censo se cobraba las mismas cantidades
a los pueblos aunque se hubiera producido un descenso demográfico
con la consiguiente incapacidad de los indígenas para efectuar el pago.
Con todos estos antecedentes la Audiencia decretó en 1733 la obliga­
toriedad de efectuar los pagos del tributo en metálico, una medida que
fue bastante inefectiva, como lo atestiguan las continuas renovaciones
que se hicieron del decreto.
Los datos sobre el número de tributarios del valle no son dema­
siado abundantes. Sendos informes aparecidos en el Archivo de
Indias nos dan un recuento de tributarios efectuado en dos fechas dis­
tintas: 1734 y 1742. Su comparación nos puede aclarar algunas dudas
sobre la evolución del tributo en el Corregimiento del Valle.
Según el informe de 1734 había un total de 20.706 tributarios y
medio que pagaban unos 53-033 pesos al año. (Ver Anexo 9, Tabla
V-9). Los tributarios eran divididos según su condición. Los casados
eran los tributarios enteros, que englobaban un varón y una mujer,
mientras que los medios eran los viudos, solteros y casados en otros
pueblos. Las mujeres viudas, solteras y casadas con forasteros cons­
tituían la tercera clase de contribuyentes, pues en el Reino de Gua­
temala las mujeres indígenas tenían también, llamémoslo así, “res­
ponsabilidad fiscal”. Las cantidades tributadas variaban de región en
región, pero en general los medios tributarios pagaban la mitad y
las mujeres un cuarto o un sexto que los enteros. En el pueblo de
San Juan Sacatepéquez el entero pagaba 25 reales, el varón medio
tributo 10 reales y la mujer no casada 6 reales, pero en Comalapa
el entero pagaba 20 reales, 8 reales el medio y 7 la mujer no casa­
da. La proporción era aproximadamente de dos tercios del total
pagado entregado por los enteros y uno entregado por los medios
, 66
y mujeres .

AGI, Guatemala, 340. Informe del contador de cuentas reales, 1744.

285
José Manuel Santos Pérez

Los datos de 1742, desglosados en las diferentes partidas del


impuesto son los siguientes:
Tabla V-10. Tributos pagados en 1742 en el Corregimiento del Valle.

Concepto Ingresos

Servicio del tostón y Tributo del dinero


(en moneda) 60.497 t, 2 rs. 11 l/3mrs.‘
Almud de soldados (fanegas de maíz) 21.166 t., 1 r., 17 mrs.
704 fanegas 8 almudes de chile y frijol 704 t., 2 rs., 28 mrs.
3.385 gallinas 3/4 de otra y 53 y medio capones 17.194 t., 2 rs., 17 mrs.
1.226 pollos y medio 306 t., 2 rs. 17 mrs.
136 mantas 391 t.
7.650 manojos de ajos 7 t., 2 rs., 20 mrs.
129 fanegas, 3 almudes de trigo 452 t., 1 r., 17 mrs.
89 botijas y 133 y medio cuartillos de miel 626 t., 3 rs., 17 mrs.
Total 101.348 t., 17 mrs.

Fuente: AGI, Guatemala, 340, 7 de junio de 1743.


*t.= tostones, rs.= reales, mrs.= maravedís.

En 1742 se recaudaban unos 50.000 pesos, cifra ligeramente


menor que 9 años atrás . La cantidad era importante en comparación
con las demás unidades de recaudación de la Audiencia: en 1744 en
todas las provincias del Reino se recaudaban unos 240.000 pesos en
concepto de tributo .

El contador de cuentas reales informaba en 1744 de la evolución en el número de


tributarios: en 1680 existían 42.759 tributarios que bajaron a 40.881 en 1720. De ahí
la cifra empezó a recuperarse hasta llegar a los aproximadamente 43.000 de ese año.
Los atrasos en el cobro a 17 de septiembre de 1743 ascendían a 186.787 pesos, ibíd.
Según el contador en el distrito que comprendía la Real Caja de Guatemala había
unos ochenta mil tributarios enteros, que pagaban anualmente unos 200.000 pesos.
Sonsonate tenía 3.200 tributarios y pagaba 11.600 pesos. En Honduras había 4.300
que pagaban 10.000 pesos. En Nicaragua y Costa Rica, 6.300 que pagaban 19.000
pesos. El Corregimiento del Valle era pues, con diferencia la región tributaria más
importante del Reino. AGI, Guatemala, 340.

286
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

Las autoridades reales se quejaban de que la situación del siglo


XVIII era distinta a la de la centuria anterior. La abolición de las enco­
miendas había aumentado de forma considerable la cantidad de tributa­
rios, con lo que la exigua estructura recaudatoria del siglo XVII se había
quedado anticuada. Vista la dificultad existente para cobrar los atrasos, la
Junta de Real Hacienda, compuesta por el Presidente de la Audiencia, el
fiscal y dos oidores, decretó que los alcaldes ordinarios debían afianzar
los tributos como hacían los demás magistrados provinciales. La medida
era impracticable. Con sólo un año en el ejercicio de su jurisdicción, era
muy difícil que una persona ocupara un cargo como el de alcalde si
debía buscar fiadores por una cantidad de más de 50.000 pesos. El cabil­
do protestó argumentando que si bien los alcaldes ordinarios ejercían
como justicias mayores en su corregimiento, no cobraban salario, por lo
que su situación era especial. En consecuencia, la medida fue abolida.
Ante la avalancha de informes del fiscal de la Audiencia y otras
autoridades reales y temiendo una decisión drástica, en 1741 los miem­
bros del cabildo formularon una serie de soluciones para el buen fun­
cionamiento de la administración fiscal y de justicia en el territorio bajo
su jurisdicción. Lo denominaron los “Seis Medios”, seis propuestas de
reforma que habían de ser puestas en marcha con la mayor brevedad,
en lo que constituye una especie de esfuerzo reformista por parte de
69
las autoridades locales . Los problemas que aquejaban a la administra­
ción estaban causados, según los capitulares, en parte por una mala
actuación de los funcionarios y en parte por la propia actitud de los
indígenas habitantes del valle. Habría que eliminar ciertos cargos que
resultaban claramente perjudiciales, como los jueces de caminos, una
figura claramente superflua, nombrada por el alcalde de segundo voto
y que debía ser costeada por los propios indígenas. El blanco de las crí­
ticas se dirigía contra los jueces repartidores que, según el cabildo, se
dedicaban sin ninguna contemplación al repartimiento de mercancías,
equivocando así el significado de su nombre y la naturaleza de su car­
go. Los alcaldes ordinarios debían ocuparse del repartimiento de indios

El documento completo aparece en AGCA, Al-22, leg. 1793, exp. 11787, libro de
cabildo, 17 de octubre de 1741.

287
José Manuel Santos Pérez

a las haciendas, ahorrando así 900 pesos anuales a las Cajas Reales en
concepto de salarios y teniendo un mayor control sobre el servicio de
labores. Otra figura a extinguir era la de los gobernadores de indios.
Nombrados por el presidente de la Audiencia, se ocupaban del control
del pago del tributo dentro de las aldeas, pero a juicio de los capitula-
res su actuación provocaba un aumento en los atrasos en el pago . Su
existencia sólo era beneficiosa para el presidente, que obtenía una
importante regalía con cada nombramiento . Para mejorar la recauda­
ción fiscal había que controlar el gasto de los indígenas, que desembol­
saban grandes cantidades en las cofradías existentes en los pueblos. El
excesivo consumo de comida y bebida en las reuniones de las agrupa­
ciones religiosas determinaban que los indígenas no pudieran cumplir
después con la obligación del pago del tributo. El sexto “medio” pro­
ponía que se hicieran mejoras en la numeración de los tributarios, para
evitar las distorsiones que se habían producido en el pasado. Sólo había
una propuesta para la mejora de la administración de justicia: según el
ayuntamiento de Santiago debía evitarse que se produjeran pleitos entre
indios o entre éstos y ladinos dentro de los pueblos. Se instaba a los jus­
ticias indígenas a que aceptaran la menor cantidad posible de pleitos
por los excesivos gastos que causaban a los demandantes.
Las propuestas fueron aceptadas. Los alcaldes ordinarios empeza­
ron a ejercer de manera directa el repartimiento de indios a las labores.
Como el trabajo era excesivo y no podían excusarse de sus puestos en
la ciudad, delegaron en los justicias indios para llevar a cabo la tarea.
Pronto hubo una oleada de quejas de los hacendados, pues había defi­
ciencias en el servicio. Los repartimientos de mercancías lejos de erra­
dicarse se agravaron, pues a pesar de no existir jueces repartidores
“entraron un infinito de gentes de esta ciudad a este trato, repartiendo
a los Yndios las mismas cosas, en mas exesivosprecios...” . Entre 1747 y
1751 dejaron de cobrarse 147.537 pesos, según el informe del contador.

Sobre la figura del gobernador de indios cf. Carlos Molina Argüello, “Gobernaciones,
Alcaldías Mayores y Corregimientos en el Reino de Guatemala”, Anuario de Estudios
Americanos, vol. 17, 1960, pp. 14-17.
Cada gobernador le entregaba 30, 40 ó 50 pesos al ser nombrado. AGI, Escribanía, 358B.
AGI, Guatemala, 340.

288
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

Con todas estas circunstancias presentes, el 20 de noviembre de 1752


el presidente Vázquez de Prego comunicó a los regidores que había supri­
mido la regalía de los alcaldes ordinarios de ser corregidores del Valle de
Guatemala, después de haber recibido una instrucción secreta de la cor­
te de Madrid instándole a tomar la medida. Los mandatarios locales se
quedarían con la jurisdicción del casco de la ciudad, sus barrios de indios
y los pueblos contiguos de Santa Inés, San Cristóbal el Bajo, Santa Isabel,
Santa Ana y San Lucas Cabrera. Al mismo tiempo se efectuaron los nom­
bramientos de los justicias mayores que se ocuparían de las otras dos uni­
dades administrativas creadas: a Isidro Díaz de Vivar como alcalde mayor
de Chimaltenango y a Estanislao Croquet como su correspondiente en
Amatitanes-Sacatepéquez. Poco después murió Díaz de Vivar y fue susti­
tuido en el cargo por Manuel de Plazaola. El sueldo de 1.000 pesos año
y la posibilidad de prorrogar su cargo más allá de los cinco años precep­
tivos para ejercerlo, hacía de éstos unos funcionarios especiales.
Si la medida se había tomado a causa de los problemas fiscales, los
resultados no fueron demasiado espectaculares. Según el contador real,
entre el tercio de Navidad de 1752 y el de San Juan de 1756 se recaudaron
66.235 pesos en Amatitlán y 105.197 en Chimaltenango. Con una media de
42.000 pesos recaudados por año, la capacidad fiscal no se había visto
incrementada en exceso con la nueva jurisdicción . Una Real Cédula de 3
de noviembre de 1759, confirmaba la decisión del presidente de la Audien­
cia, lo que constituyó un importante cambio en la política seguida hasta ese
momento por las autoridades metropolitanas en cuanto a la cuestión del
valle. Con esta actitud, la corona quería sin duda dejar claro su afán por
ejercer una política de mayor control sobre las regiones americanas, al
tiempo que mostraba su interés por mejorar la desorganizada recaudación
fiscal. Sin embargo, las medidas que siguieron a la confirmación de la divi­
sión del valle en dos Alcaldías Mayores expresan claramente la impotencia
de la corona ante el poder local ejercido por los comerciantes de Guate­
mala. Éstos debían acostumbrarse a la nueva situación. Como en otras oca­
siones, aceptaron la medida, pero enseguida buscaron la forma de volver­
la en su favor. A través de la correspondencia que el alcalde mayor de Chi-

AHN, Consejos, 20953.

289
José Manuel Santos Pérez

maltenango, Manuel de Plazaola, mantuvo con algunos de los regidores del


ayuntamiento de Santiago, podemos analizar muy bien cuál era el interés
de los capitulares por el antiguo Corregimiento del Valle y cómo, a pesar
del cambio de jurisdicción, siguieron teniendo el control de los recursos
que el territorio ofrecía. Los regidores Miguel Coronado, Pedro Loaisa,
Manuel Gálvez y José de Nájera escribían al magistrado para asegurar que
el abasto de carne que efectuaban en diversos pueblos de su jurisdicción
continuara como hasta ese momento. Juan Fermín de Aycinena aparecía
claramente involucrado en los repartos de mercancías. En su carta revela­
ba que había enviado a aquella jurisdicción 112 azadones, por los que el
magistrado debía pagar 208 pesos. En caso de que no fueran suficientes
Aycinena se ofrecía a fabricar más pues disponía de hierro en abundancia.
En otras cartas el mismo regidor Aycinena pedía productos como frijoles,
garbanzos e incluso indios para las obras que estaba efectuando en su casa.
Ese mismo era el objeto de la petición de Cayetano Pavón que necesitaba
10 indios para que sacasen tierra de la casa que se estaba construyendo.
En una petición que raya lo cómico, Manuel Batres pedía cien gallinas, per­
dices, codornices y conejos, para el banquete que el cabildo pensaba ofre­
cer al nuevo presidente, Alonso Fernández de Heredia . El alcalde mayor
accedía a casi todas las peticiones de los comerciantes, lo que dejaba en
entredicho la drástica medida de dejar sin jurisdicción sobre ese distrito a
los alcaldes ordinarios, pero la élite de Santiago dependía ahora de un
intermediario que en algunos casos, los menos, puso problemas a algunas
de las demandas de indios de repartimiento . La pretensión de los capitu­
lares seguía siendo, por tanto, la de volver a hacerse con el control direc­
to del importante territorio. Su acción se concentró en reclamar una juris­
dicción de cinco leguas alrededor de la ciudad de Santiago, superior a la
concedida por el presidente Vázquez de Prego. La petición no era super-
flua pues en estas cinco leguas se concentraba la mayor cantidad de pobla­
ción indígena. Una Real Cédula de 1 de junio de 1760 concedió la petición

AHN, Consejos, 20951.


En cierta ocasión Manuel de Plazaola negó a Rita Landívar parte de los indios que le
pedía para sus haciendas alegando que normalmente denegaba la mitad de los tra­
bajadores solicitados porque destinaba 180 indios a las obras de la ciudad. AHN,
Consejos, 20953.

290
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

al cabildo, permitiendo a los alcaldes ordinarios la recaudación del tributo


en este territorio con la obligatoriedad de afianzarlo . No obstante, la medi­
da quedó en suspenso por la prórroga de cinco años que se dio a los dos
alcaldes mayores en el ejercicio de su cargo. Aprovechando el compás de
espera, Manuel Plazaola y Estanislao Croquer, a través de su apoderado
Manuel Ignacio Cárcamo, presentaron un escrito de denuncia protestando
por lo que ellos consideraban una cuantiosa pérdida de territorio en caso
de que el cabildo pudiera tener el control de esas cinco leguas que recla­
maban como propias. Según los alcaldes mayores la ciudad tenía ya juris­
dicción sobre 12 pueblos y no sobre 5 conmo había dejado dispuesto el
presidente Vázquez de Prego. Además era imposible dotar de esa superfi­
cie a los alcaldes ordinarios. En el lado suroeste del antiguo Corregimien­
to del Valle, la distancia desde Santiago al límite con Escuintla no pasaba
de 6 leguas. Si se concedía al cabildo un cuadrado con cinco leguas en
cada lado serían 25 de superficie, lo que excedería con mucho las 11 que
según ellos tenían los valles e incluso robaría terreno a las alcaldías veci­
nas de Escuintla y Sololá. Los magistrados finalmente pedían a las autori­
dades metropolitanas que aclararan si la medida debía hacerse en cuadra­
do o en círculo y en este caso, qué longitud debía tener el diámetro . Por
todo ello el cabildo era acusado de los delitos de obrepción y subrepción
por haber ocultado parte de la información para su beneficio. Para refor­
zar su argumento, Plazaola y Croquer señalaban que en México, a pesar de
la jurisdicción de 15 leguas con que contaba su cabildo, existían corregi­
dores dentro de ese terreno ejerciendo funciones judiciales. Poco después
respondía el procurador síndico del ayuntamiento a las acusaciones ante­
riores. No era cierto que tuvieran 12 pueblos en la legislación pues tres de
ellos se hallaban “completamente extinguidos” por lo que no habían sido
incluidos en las numeraciones, y los demás eran demasiado pequeños

AHN, Consejos, 20953- Real Cédula de 1 de junio de 1760. El documento declaraba


“ser el termino de la de su jurisdicción el de sinco leguas en lugar de las quattro de
que habla la ley, con calidad de que quede de su cargo la recaudación de los reales
tributos que se adeudaren en los Pueblos comprehendidos denttro de los limites seña­
lados y la de afianzarlos a sattisfaccion de los Oficiales Reales de aquellas cajas...”
Otra Real Cédula de 31 de julio de 1761 confirmaba esta decisión.
AGCA, Al, leg. 2353, exp. 17779. Año de 1762.

291
José Manuel Santos Pérez

como para que tuvieran importancia. En cuanto a las leguas, el síndico ale­
gaba que el valle tenía de oriente a poniente 22 leguas y lo mismo de nor­
te a Sur, con lo que si se sacaran en cada rumbo cinco para la ciudad, la
superficie de las Alcaldías Mayores sería aún importante. Finalmente, el sín­
dico argumentaba que en todo caso debían ser los oficiales reales y el pro­
pio ayuntamiento quienes decidieran de qué manera debía entenderse la
concesión de cinco leguas, por lo que los alcaldes mayores no debían
tomar parte en el asunto .
Dada la imposibilidad de encontrar una interpretación satisfactoria
para las dos partes, la Audiencia determinó que el Ingeniero Jefe, Luis
Diez Navarro, efectuara la medida de las cinco leguas en círculo, con­
feccionando un mapa que detallara qué pueblos y haciendas entrarían
en las primeras y en las segundas 2 leguas y media. Navarro comenzó
las diligencias previas y observó que lo normal era que la jurisdicción
alrededor de la ciudad se efectuara en cuadrado. La diferencia entre la
superficie del cuadrado y el círculo era de 21 leguas (ver figura V-l). Del
trabajo del ingeniero y sus ayudantes resultó uno de los más bellos
mapas que nos han llegado del antiguo Corregimiento del Valle de Gua­
temala y que se conserva en el Archivo Histórico Nacional de Madrid
(mapa V-2). En él se especificaban claramente dos círculos, uno con 5
leguas de diámetro, correspondiente a la interpretación de los alcaldes
mayores de la Real Cédula de 1760 y otro con 10 leguas de diámetro,
resultante de la medición de cinco leguas desde la salida de la ciudad de
Santiago a cada uno de los 4 rumbos, interpretación más amplia corres­
pondiente al cabildo . Una vez efectuadas las medidas se ordenó que se
expresara qué número de tributarios y qué cantidad de tributos quedaba
en cada una de las zonas delimitadas por el ingeniero. El resultado se
refleja en las tablas V-ll (anexo 10), V-12 y V-13 y en el gráfico V-3.

AGCA, Al, leg. 2353, exp. 17779- Año de 1762.


Luis Diez Navarro señalaba también qué cantidad de leguas del antiguo Corregimiento
del Valle quedarían fuera del círculo mayor: “Por el lado de Levante tiene fuera de las 5
leguas, 4 leguas y 3-100 baras castellanas; la de Poniente tiene demos de dhas. 5 leguas
3 leguas y 3-500 baras; la del Norte tiene demas 3 leguas y 3-500 baras; la del Sur tiene
de mas 1legua y 3050 baras; la del Sueste tiene demas 2 legs. y 3-200 baras; la del Noro­
este tiene demas 6 legs. y 4.400 baras; la del Nordeste tiene demas 6 legs. y3-900 baras; la
del Sudueste tiene desde la ciudad 3 legs. y 1.250 baras; Por manera que según parece de

292
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

Figura V-l. Mediciones en círculo y en cuadrado del ingeniero


Luis Diez Navarro en el territorio que circunda a Santiago de Guatemala.
Fuente: AHN, Consejos, 20953.

estas medidas exclusive la ciudad tiene de Orient, a Occident este mapa 17 legs. y 3-810
baras castellanas. Del Septentrión al Mediodía 15 legs. y 1.550 baras. Del Sueste al Noro­
este 18 legs. y 4.720 baras. Del Nordeste al Sudoeste 15 legs. y 150 baras... ” AHN, Conse­
jos 20953, “Plano Geographico de los dos Valles que circumbalan la Ciudad de Goathe-
mala...” Una vez efectuadas las medidas se comprobó que las exposiciones de las dos
partes, tanto alcaldes mayores como representantes del cabildo, eran exageradas.

293
José Manuel Santos Pérez

Tabla V-12. Pueblos comprendidos en las segundas 2’5 leguas.

Pueblo Número de tributarios Tributos


San Andrés Izapan 509 1.995
San Pedro Yepocapa 76 239 t. 3 r.
San Antonio Nexapa 228 571 t. 3 r.
Patzizía 697 2.416 t. 1/2 r.
Chimaltenango 917 3.075 t. 3 r.
San Jacinto 87 300 t. 2 r.
Santo Domingo Xinaco 379 1.143 t. 3 r.
San Pedro Sacatepequez 487 1.456 t. 3 1/2 r.
San Juan Sacatepequez 215 3.634 t. 3 1/2 r.
Santo Domingo Mixco 443 1.031 t. 3 1/2 r.
Pínula 147 456 t. 1 r.
Santa Ynes Petapa 67 227 t. 1 r.
Nuevo Petapa 166 650 t. 1/2 r.
San Juan Amatitán 76 249 t. 1 r.
San Christobal Amatitán 337 806 t.
Alotenango 163 392 t. 2 r.
Total 5.994 (sic) 18.607 t. 3 1/2 r.

Tabla V-13. Pueblos que están fuera de las cinco leguas.

Pueblo Número de tributarios Tributos

San Andrés Izapan 509 1.995


San Martín Xilotepéquez 821 2.599 t. 2 1/2 r.
San Bernardino Pasum 784 2.306 t. 1/2 r.
Sta. Cruz Balanya 114 284 t.
Tecpan Guatemala 888 2.456 t. 3 r.
Comalapan 518 3.782 t. 1 r.
Santa Polonia 150 373 t. 3 r.
San Raymundo 193 577 t. 1 r.
Sta. Cruz Chinantla 272 633 t. 2 1/2 r.
San Bernabé Acatenango 277 814 t. 3 r.
Total 5.017 (sic) 13.828 t. 1/2 r.

Fuente: AHN, Consejos, 20953. Año de 1765.

294
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

Gráfico V-3. Distribución de tributarios en el Corregimiento


del Valle de Guatemala.

Las cifras anteriores fueron aportadas por el contador real, pero el


informe fue pedido por el ayuntamiento de Santiago. Como se puede
apreciar, las dos últimas cifras del total de tributarios en los dos últimos
cuadros aparecen infladas en 1.000 unidades, en lo que parece una
maniobra para equilibrar el número de tributarios entre las tres zonas
medidas . A pesar del maquillaje, el cabildo no podía ocultar la eviden­
cia. La Alcaldía Mayor de Sacatepéquez y Amatitanes perdería Z1 pueblos
con 3.150 tributarios si la ciudad se quedaba con el círculo pequeño y
38 si se le concedía el círculo grande. El alcalde mayor de Chimaltenan-
go vería disminuida su jurisdicción en 9 pueblos en el mejor de los casos
y en el peor 14 con 5.739 tributarios. Como vemos, la lucha del cabildo
por el control de este territorio tenía un buen fundamento económico.

El número de tributarios resultante, 15.700, sin contar los barrios indígenas de la capital,
es bastante inferior al de 1734 de la tabla V-9, anexo n° 9. En estos treinta años hubo un
gran número de epidemias que golpearon gravemente a los indígenas de Santiago y su
valle. Hubo epidemias de tifus en 1746 y 1749, sarampión en 1748, y viruela en 1752 y
1761. De todas formas, una buena parte de los habitantes del valle estaban escapando al
estado tributario por la ladinización. Christopher Lutz, Historia Sociodemográfica de San­
tiago de Guatemala, 1541-1773, op. cit., passim. Las cifras del Valle coinciden con los datos
globales para la Gobernación de Guatemala donde según Lutz y Lovell la población indí­
gena pasó de 236.208 habitantes en 1710 a 220.500 en 1770, para recuperarse hasta 248.500
en el año de 1778. W. George Lovell y Christopher Lutz, Demography and Empire: a Gui-
de to the Popularían History of Spanish Central America, 1500-1821, Boulder, Westview
Press, Dellplain Latín American Studies, n° 33, 1995, p. 7. El cabildo de Guatemala no iba
muy desencaminado cuando achacaba a las epidemias los atrasos en el cobro del tributo.

295
José Manuel Santos Pérez

El asunto tomó un nimbo inesperado cuando el 19 de octubre de


1.764 murió el alcalde de Chimaltenango, Manuel de Plazaola. Sin pér­
dida de tiempo el cabildo se reunió en sesión extraordinaria y acordó
pedir al presidente de la Audiencia, que tenía la potestad para este tipo
de nombramientos, el interinato de esa provincia para la corporación
municipal . Al mismo tiempo, un tal Felipe Rubio, apoderado de José
Plazaola, hijo del alcalde difunto, presentó la candidatura de éste, ofre­
ciendo además una “regalía” de 3.000 pesos para el presidente de la
Audiencia. El cabildo, enterado de esto, subió esa cantidad hasta 6.000
pesos, una oferta que el alto mandatario, Alonso Fernández de Here-
dia, no podía rehusar. Pocos días después Heredia firmó el título inte­
rino de alcalde mayor de Chimaltenango a favor de los alcaldes ordi­
narios de Santiago, cargo que habrían de ocupar por dos años. El
objetivo parecía cumplido pero todavía el cabildo tendría que librar
una batalla más, en este caso contra los oidores de la Audiencia. Los
regidores supieron de antemano que los jueces de la Audiencia de
Guatemala no iban a conceder el pase del título que el presidente
acababa de firmar. Antes de que esta situación se produjera y para
evitar precisamente que esta oposición tomara forma legal, presenta­
ron una recusación contra los cuatro oidores y el fiscal del alto orga­
nismo de justicia. Sería conveniente que antes de analizar el enfren­
tamiento conociéramos a sus protagonistas, pues nos ayudará a des­
velar los entresijos de lo que en principio puede presentarse fácil­
mente como una confrontación política entre el representante del
poder local y el del poder imperial, paradigmático del proceso de
reformas. Esta es la hipótesis sostenida por Wortman, cuyo excelente
trabajo sobre la Centroamérica colonial y republicana temprana peca
de un excesivo optimismo en cuanto al periodo de reformas borbó­
nicas. La realidad era más compleja.
Aún no disponemos de una monografía sobre las bases sociales
de los integrantes del tribunal de la Audiencia de Guatemala, trabajo
necesario para comprender hasta sus últimas consecuencias los acon-

Se celebró cabildo extraordinario el 22 de octubre de 1764, AGCA, Al 22, leg. 1798,


exp. 11796, libro de cabildo de 1764.

296
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

tecimientos del siglo XVIII y la influencia que los miembros del alto
tribunal tuvieron en el rumbo que tomaron esos acontecimientos.
Contamos con datos fragmentarios en diversas obras y sobre todo con
la gran aportación de Burkholder y Chandler en su estudio sobre las
Audiencias coloniales americanasCon el expresivo título De la
impotencia a la autoridad los dos autores reflejaban en su obra la
evolución de los tribunales supremos, de una situación a finales del
siglo XVII en que la generalización de la venta de cargos y las fuer­
tes relaciones de los magistrados con las oligarquías locales neutrali­
zaron la autoridad del organismo, a otra muy distinta desde mediados
del siglo XVIII, cuando se moderó la venta de cargos y los “radica­
dos” empezaron a ser minoría en los tribunales. Según Burkholder y
Chandler la Audiencia de Guatemala no se desvió de este patrón
general, si bien la “Edad del poder” llegó muy pronto a la Audiencia
de Guatemala. En la década de 1730 había varios oidores que habían
comprado sus cargos en la época en la que se generalizaron las ven­
tas. Estos magistrados, Tomás de Arana, Rodezno y Domingo de
Gomendio Urrutia, establecieron fuertes lazos con la sociedad local.
Sin embargo, la política cambió una década después. Entre 1740 y
1750 sólo se vendió un cargo, y en 1745 se destituyó al comprador
junto con los tres magistrados más antiguos, Orozco, Arana y Álvarez
de Castro. Entre 1750 y 1770 no se vendió un solo cargo en la Audien­
cia y el 90 % de los oficios fueron ocupados por peninsulares. No obs­
tante, una parte de estos oidores peninsulares permanecieron mucho
tiempo en el desempeño de su cargo en Guatemala, lo que sin duda
determinó que establecieran relaciones con la sociedad de Santiago.
Los cuatro oidores objeto de la recusación, Manuel Díaz, Juan Gon­
zález Bustillo, Basilio de Villarrasa y Domingo López de Urrelo eran
originarios de España. Habían sido nombrados entre los años 1745

Mark A. Burkholder y D. S. Chandler, De la impotencia a la autoridad. La Corona


española y las Audiencias en América, 1687-1808, México, Fondo de Cultura Eco­
nómica, 1977. También aparecen algunos datos sobre los presidentes de la Audien­
cia en la obra de Domingo Juarros, Compendio de la Historia del Reino de Guate­
mala, (Chiapas, Guatemala, San Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica) 1500-
1800, Guatemala, Ed. Piedra Santa, 1981.

297
José Manuel Santos Pérez

(López de Urrelo) y 1758 (Villarrasa). Por lo tanto llevaban un mínimo de


8 años y un máximo de 20 ocupando el puesto en Santiago de Guatema­
la, suficiente para conocer los entresijos de la sociedad local. Sólo sabemos
con seguridad que Manuel Díaz estuvo casado con una mujer española. El
fiscal Felipe Romana, también recusado, era originario de Santa Fe y se casó
con una criolla guatemalteca. En 1764 llevaba 11 años ejerciendo su cargo.
Parte importante en el asunto de la recusación fue el capitán
general y presidente de la Audiencia, Alonso Fernández de Heredia.
Como es bien sabido, en las Audiencias denominadas “pretoriales”
como la de Guatemala, el presidente-gobernador llevaba añadido el
cargo de capitán general, lo que confería a este puesto un marcado
tinte militar . Los elegidos para desempeñarlo solían ser personas con un
currículum militar importante, lo que, inevitablemente, les ponía en una
situación de cierta distancia con respecto a los otros miembros del “Real
Acuerdo”, normalmente miembros de la carrera judicial. El pasado de
Heredia no decía demasiado en su favor cuando llegó a ocupar su alto
puesto en Guatemala. En Nicaragua y Comayagua, donde había servido
como comandante y gobernador entre 1745 y 1749 había tenido continuos
roces con el clero y la sociedad local, lo que le condujo a una disputa con
la misma Audiencia que después presidiría. Parece que sus habilidades en
el cargo como gobernador de Yucatán, sobre todo en el plano de la defen­
sa contra los ingleses, fueron los méritos que Carlos III valoró para su nom­
bramiento como capitán general, gobernador y presidente de la Audiencia
de Guatemala en 1761 . En este cargo se mantuvo hasta 1765. Su etapa en
el gobierno fue una de las más controvertidas del periodo que nos ocu­
pa, en parte por los importantes cambios que se estaban produciendo en
la administración centroamericana. Su juicio de residencia está plagado de
acusaciones de cohecho, por el alto grado de venalidad que confirió a los
cargos oficiales . Sus relaciones con el cabildo no fueron fáciles. Si bien,

Antonio Muro Orejón, Lecciones de Historia del Derecho Hispano-Indiano, México,


Editorial Porrúa, 1989, p- 185.
Domingo Juarros, Compendio de la Historia del Reino de Guatemala, op. cit., p. 148.
Wilburg Meneray, “The Kingdom of Guatemala During the Reign of Charles III...” op.
cit., p. 15.
AHN, Consejos, 21043, 21108, 21109 y 21110, Residencia de Fernández de Heredia. 17Ó7.

298
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

como vimos en el capítulo 2, apoyó al grupo de regidores que entró en la


corporación en 1761, la puesta en marcha de la nueva administración y
recaudación de alcabalas le granjeó la enemistad del núcleo más cercano
a Cristóbal Gálvez Corral, que, aunque no formaba parte del cabildo, ejer­
cía una fuerte influencia en el gnipo de comerciantes que controlaba la
institución. Al menos éste fue el argumento de Heredia en el pliego de des­
cargos de su juicio de residencia. El propio cabildo informaba al rey en
1763 de la caótica situación a la que estaba llevando al Reino de Guate­
mala la actuación irregular de su presidente. Los cargos públicos estaban
siendo otorgados a personas sin capacidad para ejercerlos, la administra­
ción de justicia se encontraba paralizada y la defensa del puerto del golfo
bajo mínimos, según el informe del ayuntamiento . Nada de esto pareció
tenerse en cuenta sólo un año después, cuando Heredia tuvo en sus
manos la solicitud de los regidores de ejercer el interinato en la Alcaldía
Mayor de Chimaltenango, probablemente gracias a que la petición se
engrasó con una sustanciosa oferta de 6.000 pesos.
Hasta ahora hemos venido hablando del cabildo como un todo
homogéneo, que seguía y aceptaba en bloque todas las iniciativas que se
tomaban en su beneficio. En el caso de la recusación que ahora analiza­
mos el bloque se dividió de forma dramática. Cuando se presentó la peti­
ción del interinato para la Alcaldía Mayor de Chimaltenango, el 22 de
octubre de 1764, los 13 regidores y los dos alcaldes ordinarios que en ese
momento formaban la corporación votaron a favor de la propuesta .
Pocos días después, el 30 de octubre, se presentó ante la asamblea el títu­
lo firmado por el presidente Heredia que nombraba a los alcaldes ordi­
narios justicias mayores del partido de Chimaltenango. Ese día no se pro­
dujo unanimidad en el concejo. Los regidores Felipe Manrique de Guz-
mán, Basilio Vicente Roma, Fernando Palomo y Cayetano Pavón emitie­
ron votos particulares que, aunque no iban específicamente en contra de

AHN, Consejos, 21110, El cabildo al Rey, 15 de julio de 1763.


El cabildo estaba formado en este momento por José González Roves y Joaquín
Antonio Lacunza, alcaldes, Manuel Batres, Pedro Ortiz de Letona, José Delgado Náje­
ra, Miguel Coronado, Juan Fermín Aycinena, Miguel de Iturbide y Regil, Pedro de
Loaisa, Francisco Ignacio Barrutia, Fernando Palomo, Cayetano Pavón, Simón de
Larrazábal, Basilio Vicente Roma y Felipe Mamique de Guzmán, regidores.

299
José Manuel Santos Pérez

la recusación, sí parece que tenían cierto ánimo de parar el proceso. Argu­


mentaban que lo que se había pedido el 22 de octubre no era el justicia-
to mayor del valle de Chimaltenango para los alcaldes ordinarios sino
para el cabildo en su conjunto, lo que daría lugar a que uno de los regi­
dores pudiera ocupar el cargo. Eso no era lo que ahora se les ofrecía y
de ahí su oposición. El nombramiento era ilegal en su opinión ya que los
nuevos justicias mayores no vivirían en la cabecera del partido bajo su
jurisdicción, lo que contravenía las Reales Cédulas promulgadas sobre el
tema . A partir de este momento y a lo largo de todo el proceso tomaron
una posición de inhibición respecto al asunto, lo que les valió no pocas
críticas del resto de capitulares. Aunque Juan Fermín de Aycinena no se
opuso a la recusación, durante las diligencias tomó una prudente distan­
cia, consciente quizá de que el enfrentamiento total no era la postura más
adecuada para sus intereses. La interpretación que los otros regidores die­
ron a esta ruptura del bloque capitular era clara: las alianzas familiares de
los cuatro “desertores” se habían antepuesto al interés general y habían
determinado su no participación en la causa. Los cuatro estaban doble­
mente emparentados con el alcalde mayor de Sacatepéquez, Estanislao
Croquer y con el fiscal de la Audiencia Felipe Romana, contra el que tam­
bién se presentó recusación . Al ya enrevesado conflicto económico y
jurisdiccional se añadía ahora, para su complicación, un agudo enfrenta­
miento familiar en el seno de las dos instituciones mayores de la buro­
cracia guatemalteca. La cuestión familiar, que dividía por el medio a los
dos organismos y el enfrentamiento de los oidores con el presidente de
la Audiencia hacen que este conflicto no pueda ser presentado, como
venimos reiterando a lo largo del capítulo, de una manera simplista como
un enfrentamiento entre la oligarquía local representada en el cabildo y
la burocracia imperial. Abundaremos en esto en las conclusiones, después
de tener presentes todos los elementos que estaban en juego.

AGCA, Al 22, leg. 1798, exp. 11796. Libro de cabildo de 1764.


En concreto la mujer de Estanislao Croquer era sobrina de la de Felipe Manrique, hija
de una prima hermana de la de Roma y prima hermana de las de Pavón y Palomo.
Además el fiscal estaba casado con la hija de Felipe Manrique, prima hermana a su
vez de las mujeres de Croquer y Pavón, hermana de la de Palomo y sobrina segun­
da de la de Basilio Vicente Roma. AHN. Consejos, 20951.

300
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

Como señalamos más arriba, antes de que los oidores hubieran emi­
tido ningún veredicto sobre el pase del título de justicia mayor a favor de
los alcaldes ordinarios, Alonso Fernández de Heredia informó a los inte­
grantes del cabildo de los problemas que iban a encontrar en la sala de la
Audiencia para que ese pase fuera aceptado. Para curarse en salud la cor­
poración municipal decidió presentar tres pliegos de recusación general
contra todos los oidores y el fiscal en varios días del mes de noviembre de
1764. Según la interpretación de los recusados, la maniobra estaba clara: la
recusación fue presentada para anular la autoridad de los jueces, pues a
partir de ese momento quedarían inhábiles para atender los asuntos dia­
rios. Para cubrir las vacantes, el presidente debía nombrar nuevos oidores
de forma interina, elegidos entre los abogados existentes en su Audiencia.
Estos abogados, claro está, trabajaban desde hacía tiempo con los inte­
grantes del grupo de comerciantes y se mostrarían dóciles con sus preten­
siones. Basándose en otros casos de las Audiencias de Sevilla y Valladolid,
los integrantes del alto tribunal decidieron declarar improcedente la recu­
sación imponiendo a cada uno de los firmantes una multa de 500 pesos .
Las acusaciones de los regidores eran muy variadas. Una buena par­
te iban dirigidas a la supuesta enemistad de los oidores y el fiscal con los
miembros del cabildo. Los jueces de la Audiencia eran también acusados
de haber participado en “fiestas y saraos” organizados por los alcaldes
Croquer y Plazaola, en pleno conflicto por las cinco leguas. A Plazaola,
ya difunto, lo acusaban de diversas irregularidades en su labor de gobier­
no, lo que motivó un levantamiento de indios en Tecpán Guatemala.
Toda esta enemistad habría llevado a los oidores a tomar diversas medias
de castigo contra los regidores, por lo que, finalmente, no contaban con
la imparcialidad necesaria para tratar un tema tan delicado como el del
Corregimiento del Valle. Temas como la jurisdicción sobre bienes de
difuntos, que detentaban los alcaldes ordinarios, pero era reclamada por
los oidores, fueron también puestos en cuestión. Cuestiones de jurisdic­
ción, preeminencia y puras rencillas personales aparecen a lo largo de

El proceso legal que siguió ocupa uno de los cuerpos documentales más volumino­
sos de los referentes a la Audiencia de Guatemala en el Archivo Histórico Nacional
de Madrid, donde se halla en su mayoría todo lo relativo a este conflicto, Sección
Consejos, legajos 20950 a 20953- También aparecen papeles relativos a la recusación
en Sevilla y en Guatemala.

301
José Manuel Santos Pérez

91
los 53 cuadernos de autos . Los jueces de la Audiencia se defendieron
argumentando que todo el asunto se reducía al interés del grupo de
comerciantes por el control de los repartimientos y los tributos, así como
del abastecimiento de carne de los pueblos del valle. Con sus importan­
tes recursos económicos y los logrados con la administración de alcaba­
las y del estanco de aguardiente, los regidores habían logrado la com­
plicidad del presidente de la Audiencia, a quien también acusaban de
fácilmente corruptible. Los oidores se afanaban en presentar el conflicto
como un enfrentamiento entre regidores criollos y funcionarios peninsu­
lares, contra los que aquéllos se posicionaban por sistema. Si entre los
recusantes había europeos (como era el caso) éstos de alguna manera se
habían “degradado” pues basaban su posición social en los empleos
“mecánicos” y en matrimonios con prominentes criollas '.
Una vez más el grupo de comerciantes de Santiago ganó la parti­
da. Una Real Cédula de 28 de Noviembre de 1766, en términos real­
mente duros, anuló todas las acciones de los oidores, desde la no acep­
tación de la recusación hasta la multa que impusieron a los regidores
firmantes de la causa. Les condenaba a pagar una sanción de 2.000
pesos además de todas las costas causadas por el proceso. Aprobaba y
confirmaba el nombramiento del alcalde ordinario Joaquín de Lacunza
como justicia mayor de Chimaltenango y ordenaba que se cumplieran
con todos los efectos las disposiciones de la Real Cédula de 1760 por
la que se otorgaban las cinco leguas al cabildo. Prohibía además que a

Algunas de las acusaciones concretas eran: “que dos oidores pasaron a los pueblos juris­
dicción de Plazaola y (...) pidieron a los indios que declararan en contra de los Alcaldes
Ordinarios, prel tiempo en que ellos habían tenido la jurisdicción...”; "... es de notarla
multa impuesta al regidor don Pedro Letona por un negocio que al parecer estaba ya
olvidado”; “También no es de olvidar ni de poca atención para el presente intento el que
a los Alcaldes se les haya proporcionado litigios en desmeo de su jurisdicción tanto en el
Juzgado de Provincia cuanto en el de bienes de difuntos hasta en quanto a su privilegio
de entrar con espadas a oir las ordenanzas...’’; El oidor Villarrasa era acusado de tener
una íntima amistad con Plazaola, algo compartido por Manuel Díaz y Domingo López
de Urrelo. Ello les habría llevado a apoyar la candidatura del hijo del difunto alcalde
mayor de Chimaltenango, lo que según el cabildo: "... significaría la continuación del
disjrute de los recreos y además la posibilidad de que el heredero recaude treinta mil
pesos que el anterior tenía repartidos...” AHN, Consejos, 20950.
AHN, Consejos, 20953, Informe sobre la Recusación General.

302
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

partir de ese momento los oidores y el fiscal tomaran parte en cualquier


demanda relativa a este tema . Con esta resolución la jurisdicción del
ayuntamiento de Santiago sobre el Corregimiento del Valle quedaba
prácticamente restituida. De nuevo el ingeniero Luis Diez Navarro fue
requerido para fijar de una manera más exacta los términos correspon­
dientes a “ejidos” de la ciudad y lo que debía quedar como territorio
de las Alcaldías Mayores. El resultado fue el mapa V-3 en el que figu­
ra, coloreado en rojo, y dividido en dos partes, el terreno de la llama­
da Alcaldía Mayor de Amatitanes-Sacatepéquez y en amarillo el corres­
pondiente a la de Chimaltenango . Finalmente la ciudad no conseguía
el control de importantes núcleos de población como Chimaltenango,
San Juan Amatitlán o San Juan Sacatepéquez, pero en algunos puntos,
como el oriental, su territorio llegaba a las 9 leguas.
¿Cómo se puede interpretar esta decisión de las autoridades metro­
politanas, en un momento en que la tendencia era a eliminar parcelas
de poder que hasta entonces eran el coto privado de las oligarquías
locales? Parece que la corona quería reafirmar su autoridad sobre sus
propios funcionarios coloniales, que con su actuación habían cuestio­
nado la decisión de que la ciudad debía tener jurisdicción sobre cinco
leguas a su alrededor. Las autoridades metropolitanas tratarían así de
recuperar el control de su propia estructura administrativa, aunque ello
representara cierta cesión de prerrogativas a las oligarquías locales. Por
otra parte, la victoria del ayuntamiento de Guatemala manifestaba cla­
ramente el poder del lobby comerciante. Con sus apoderados en Madrid
y su engrasada maquinaria de poder entrenada por años de experien­
cia, obraba con mucha mayor agilidad que los propios representantes
del poder imperial.
El conflicto en torno al Corregimiento del Valle no acabó aquí. El
interinato de 2 años concedido al cabildo en 1765 se prolongó hasta
1773. El 14 de marzo de ese año, con motivo de haberse producido la
muerte de Estanislao Croquer, los regidores solicitaron, también de for­
ma interina, conscientes de que esta palabra tenía un profundo sentido

94
AGI, Guatemala, 458.
AGI, Mapas y Planos, 197, “Plano geográfico de los dos valles que circumbalan la Ciu­
dad de Goatemala y descripción en parte de las inmediaciones a la Ciudad...” 1773-

303
José Manuel Santos Pérez

de permanencia, la Alcaldía Mayor de Amatitanes-Sacatepéquez, a cuyo


frente había estado el difunto. En un principio el presidente interino,
Juan González Bustillo, se negó a conceder la pretensión . El asunto
podía haber tomado el mismo rumbo que tuvo cuando años antes se
pidió el control sobre Chimaltenango, pero no hubo lugar a ello. Los
terremotos que meses después se producirían en Santiago determina­
ron que todo el asunto quedara aplazado cuando se decidió el trasla­
do a la nueva capital. Aún en 1774 Luis Diez Navarro confeccionó un
último mapa, pues a requerimiento de la Audiencia se pedía que se
aclarara la situación confusa que había propiciado la división territorial
del mapa anterior. Se pidió que se redujera el terreno de las cinco
leguas a un cuadrado y eso es lo que Diez Navarro plasmó en el nue­
vo mapa (mapa número V-4) .
Finalmente, todo el tema quedó definitivamente cerrado cuando la
corona impuso a la ciudad “perpetuo silencio” sobre este tema, lo que
significaba que no podría volver a efectuarse ninguna reclamación
sobre el asunto .
Siguiendo el perfilamiento de las disputas de poder en la Guate­
mala colonial, no podemos dejar al margen el aspecto que completaba
y recubría todos los demás puntos de fricción de la acción de gobier­
no. Trataremos en las próximas páginas la cuestión del protocolo, la eti­
queta y la preeminencia, en definitiva, la manifestación externa de los
conflictos.

D) Manifestación externa de los conflictos. Preeminencia en el


ceremonial y otras formas de demostración de poder.

En las sociedades de Antiguo Régimen, la manifestación externa


del poder se convirtió en un elemento indispensable de la vida social.
Las disputas aparentemente superfluas, que se produjeron entre el

AGI, Guatemala, 446. Carta del presidente de la Audiencia, 1773.


AGI, Mapas y planos, 209, “Plano geográfico de los dos Valles que tenía por ejidos
la Ciudad de Santiago de Guatemala oy destruida...”, 1774.
Julio Pinto Soria, “Acerca del surgimiento del estado en Centroamérica”, op. cit., p. 91.

304
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

cabildo secular, el cabildo eclesiástico, el obispo (más tarde arzobispo)


y la Audiencia de Guatemala, por ocupar puestos de preeminencia en
actos públicos, son una parte más del continuo roce político y no
deben ser dejadas a un lado en un análisis completo de conflictos de
poder. Según Norbert Elias, en su estudio del prestigio y la etiqueta en
la corte de Luis XIV, prestigio y poder eran conceptos idénticos. El pres­
tigio era el símbolo de la aceptación que uno tiene frente a los demás
y la influencia en el resto de los hombres dependía de esta aceptación .
La cuestión tenía una importancia extrema pues un cambio o despla­
zamiento en los rangos se expresaba en la etiqueta y viceversa, con el
consiguiente cambio en la aceptación que los demás tenían del presti­
gio personal. El ceremonial y la etiqueta alcanzaban todo su sentido en
los actos públicos, donde debía mostrarse con toda su fuerza la posi­
ción de preeminencia ocupada en función del rango social. En nuestro
caso, el grupo de regidores, como integrante de un “actor colectivo tra­
dicional” o “actor social tradicional” volcaron todos sus esfuerzos por
mantener el nicho de poder alcanzado ante los ojos del resto de la
sociedad, con el fin de reforzar su acción política . Ya hace años, en
su clásico trabajo sobre la Audiencia de Quito, John Leddy Phelan puso
de relieve la enorme importancia que tenía el protocolo en la sociedad
urbana colonial, donde la ausencia de una amplia nobleza titulada y
una Corte Real animó a los magistrados a adoptar las pretensiones y
las actitudes de la nobleza . En esta afirmación Phelan englobaba sta­
tus y protocolo como partes integrantes de una misma realidad. En
nuestro análisis vamos a separar las dos cuestiones, pues el protocolo,
a diferencia de la manifestación de un determinado status social, fue un
claro generador de conflicto.

Norbert Elias, La sociedad cortesana, México, 1982, citado en Fernando Carlos Urqui-
za, “Etiquetas y conflictos: el Obispo, el virrey y el Cabildo en el Río de la Plata en la
segunda mitad del siglo XVIII”, Anuario de Estudios Americanos, vol. 50, núm. 1, 1993-
Los conceptos de “actor colectivo tradicional” y “actor social tradicional” son de
Franfois X. Guerra, “Hacia una nueva historia política: actores sociales y actores polí­
ticos, Anuario IEHS, núm 4, 1989, citado en Femando Carlos Urquiza, op. cit., p. 65.
John Leddy Phelan, The Kingdom of Quito in the Seventeenth Century. Bureaucratic
Politics in the Spanish Empire, Madison, University of Wisconsin Press, 1967.

305
José Manuel Santos Pérez

El alto grado de poder económico y político que había llegado a


desempeñar el cabildo de Santiago a lo largo del siglo XVIII, determi­
naba, en la visión política de sus integrantes, que su puesto en la
sociedad y en todos aquellos actos en los que debía tener representa­
ción, fuera uno de clara preeminencia. Como mucho se aceptaba una
igualdad con las formas que se guardaban con los ministros de la
Audiencia o respecto al lugar que éstos debían ocupar en esos actos.
Cualquier sensación de inferioridad, sobre todo respecto a los oidores,
pero también frente a otras instancias como el cabildo eclesiástico cre­
aba automáticamente una situación de agravio y deshonor que debía
ser subsanada.
El 11 de febrero de 1735 los miembros del cabildo de Santiago
enviaron una petición a la corte que comenzaba con toda una reco­
mendación al monarca: “Por maxima discretissima a fin de tener suge-
to a obediencia a el Pueblo se ha tenido la de que el Prinsipe honrrepor
todos medios a sus ministros...El ayuntamiento pedía después dos pri­
vilegios que debían tener lugar en la asistencia de sus miembros a la
iglesia. Al igual que lo que se practicaba en las Audiencias de Lima y
Panamá se les debía dar a besar la paz después de que lo hubieran
hecho el presidente y los oidores de la Audiencia, o a la vez, en caso
de que hubiera dos operarios efectuando el ritual. El segundo privile­
gio pedido por los capitulares era que al asistir a la catedral, salieran a
recibirles a la puerta dos o cuatro capellanes de coro que también
debían acompañarles a la salida. La razón, según el ayuntamiento era
clara: debía enmendarse la costumbre "... que con reparo notable de el
Pueblo ha sido el que entra y sale la Ciudad con masas sin este recevi-
miento que desdize a la devida política...” .
Un año después de producirse esta petición ocurrió uno de los
momentos de mayor tensión en las relaciones institucionales en la ciu­
dad de Santiago de Guatemala, causada por la toma de posesión del
obispo Pardo de Figueroa. El 16 de Noviembre de 1736 se recibió en el
ayuntamiento a Manuel Cayetano Falla, chantre de la catedral, quien
tenía un poder de Pardo de Figueroa para tomar posesión del obispado

AGI, Guatemala, 241. Petición de la ciudad, 11 de febrero de 1735.

306
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

el día 18, hasta que se produjera su llegada. Aceptada la invitación todo


se preparó para el solemne acto. Después de haber hecho diversas con­
sultas, el cabildo secular tuvo noticia de que el cabildo eclesiástico no
había reservado los asientos del coro que, por su rango, estaban desti­
nados a los alcaldes ordinarios. Según los miembros de la corporación
municipal, “desde tiempo inmemorial” se seguía la costumbre de que
los alcaldes ordinarios se situaban en los actos de posesión de los obis­
pos en las sillas colaterales al prelado, que normalmente eran ocupadas
por el deán y el arcediano. También se supo en las horas previas al acto
que, a diferencia de lo acostumbrado en estos casos, el presidente y los
oidores también habían sido invitados, lo que fue visto como una pér­
dida significativa de relevancia en la ceremonia. En vista de todos estos
hechos, en la mañana del 18 de noviembre los miembros del cabildo se
reunieron en la sala capitular dispuestos a hacer patente su protesta
Al notarse su ausencia en la catedral, el presidente de la Audiencia les
conminó a que asistieran a la toma de posesión, como era su obliga­
ción. Después de varios requerimientos, el alto mandatario decidió inha­
bilitar a los regidores y alcaldes, imponerles una multa de 500 pesos y
encarcelarlos en la misma casa consistorial, argumentando que su acti­
tud daba un muy mal ejemplo para el pueblo y por lo tanto debía ser
castigada. Algunos vecinos de Santiago sustituyeron a los alcaldes ordi­
narios durante la ceremonia de posesión, para que ésta pudiera llevar­
se a cabo. Durante los tres días siguientes los capitulares permanecieron
encerrados en el ayuntamiento, despojados de sus armas e insignias. El
día 21, el presidente de la Audiencia recibió al cabildo eclesiástico, que
pidió que se absolviera a los regidores. El presidente accedió y fueron
restituidos en sus cargos. El conflicto entre el cabildo secular y el ecle­
siástico siguió durante todo el resto del año y hasta el momento de la
llegada de Pardo de Figueroa el 18 de septiembre de 1737. Las malas
relaciones se extendieron al mismo prelado, que recibió un frío apoyo

En ese momento formaban el cabildo Antonio de Olavarrieta y José de Nájera (alcal­


des ordinarios), Pedro Ortiz de Letona y Fernando Colomo (regidores perpetuos),
Bernardo Cabrejo, Agustín de Quiroga, Juan de Pesonarte, Felipe Jiménez, Miguel
Coronado y Bartolomé de Eguizabal, (regidores electos). AGCA, Al-22, leg. 1793,
exp. 11787. Libro de cabildo de 1736.

307
José Manuel Santos Pérez

a sus peticiones de elevación de la categoría de la catedral de Santiago


al rango de metropolitana y de él mismo a arzobispo.
Los miembros del cabildo secular no tuvieron suficiente con la abso­
lución y restitución de los cargos decretada por el presidente. El dos de
diciembre de 1736 elevaban un documento al Consejo de Indias en el que
pedían que este organismo declarara que el cabildo no había actuado con
“inobediencia” y que todo el asunto del encarcelamiento era del desagra­
do del monarca. Pedían también que se respetaran las normas de prece­
dencia, sobre todo las que indicaban que los presidentes y oidores de la
Audiencia sólo asistieran a las “funciones de tabla” y no a otros actos,
como las posesiones de los obispos, en los que sólo debía estar el cabil­
do representando a la ciudad. Reiteraban su derecho a ocupar un puesto
privilegiado al lado del obispo, por seguir una costumbre de larga tradi­
ción . Cuando la Audiencia y el cabildo eclesiástico supieron de la recla­
mación del secular, enviaron sendas comunicaciones al Consejo de Indias
dando su propia versión de los hechos. Los miembros del eclesiástico
incidían en la no existencia de una tradición por la cual los alcaldes ordi­
narios ocuparan un determinado lugar en las posesiones de los obispos .
Hacían recuento de las posesiones desde 1653 y en sólo un par de casos
había tenido lugar el privilegio. Los presidentes y oidores, no obstante,
habían asistido casi siempre a estos actos e incluso en algunas ocasiones
el cabildo había prestado su obediencia al obispo en el presbiterio y no
en el coro, como era la pretensión de los capitulares. Según el cabildo
eclesiástico el deseo de sentarse a ambos lados del prelado era absurdo,
pues eso les dejaría a ellos sin representación. El presidente de la Audien­
cia, por su parte, contaba su versión de los hechos y lamentaba el mal
ejemplo que el cabildo había dado al pueblo. Achacaba toda la cuestión
a un conflicto latente entre los dos cabildos, secular y eclesiástico .

AGI, Guatemala, 341. Los regidores basaban todo su aigumento en lo que Francisco de
Fuentes y Guzmán publicó en un libro titulado Norte Político, en el que figuraban todas
las normas de precedencias y ceremonias. AGCA, Al 22, leg. 1793, exp. 11787. El libro
no ha llegado hasta nuestros días, cf. Carmelo Sáenz de Santa María, “Estudio Preliminar”,
en Obras históricas de Don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, edición de Carme­
lo Sáenz de Santa María, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1969, p. XXXVI.
AGI, Guatemala, 341, Informe del cabildo eclesiástico, 1 de octubre de 1738.
AGI, Guatemala, 341, Informe de la Audiencia, 30 de Junio de 1738.

308
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

Una vez reunida la información, el fiscal dio su preceptivo infor­


me. En él opinaba que la actuación de la Audiencia había sido dema­
siado drástica, si bien la actitud de los capitulares no había sido ejem­
plar. Instaba al Consejo a que de una vez por todas dejara bien claro
cual era el puesto que cada institución debía ocupar en estas ocasio­
nes. La respuesta del Consejo llegó con fecha de 3 de noviembre de
1740. Constituía un buen varapalo a la actuación del tribunal de la
Audiencia y a su presidente. Dejaba claro que desaprobaba el "... inor­
dinado modo de proceder de la Audiencia” e instaba a los miembros
del alto tribunal a que no asistieran a las funciones de posesión o reci­
bimiento de obispos, pues era ésta una competencia de la ciudad .
En este conflicto quedaron patentes diversos aspectos de la compe­
tencia por el poder y su manifestación externa. El cabildo quería dejar bien
clara su posición preeminente, primero ante los habitantes de la ciudad,
pues el acto de presentación de obispos era uno de los más concurridos
de la vida social guatemalteca. Quería igualmente hacer valer su autoridad
frente al cabildo eclesiástico y al más alto mandatario de la iglesia en la
Centroamérica colonial y al mismo tiempo dejar bien delimitadas sus pre­
rrogativas frente a las que tenían el presidente y los oidores. No debían
solaparse las competencias. Tras la respuesta del Consejo de Indias, la cor­
poración vio finalmente colmadas sus pretensiones. Es un buen ejemplo
de la importancia de estos asuntos en la confrontación política colonial.
La importancia dada al lugar físico que los representantes ocupaban
en un determinado acto público volvió a quedar de manifiesto en una
carta del cabildo de 29 de junio de 1743 dirigida al Consejo de Indias. En
ella se narraba el último conflicto surgido con los oidores de la Audien­
cia, en este caso con ocasión de las visitas de cárcel, que debían hacer
tanto los alcaldes como los ministros del tribunal. Según una costumbre
que se seguía desde el siglo XVI, en estas visitas los oidores y los alcal­
des se sentaban en el mismo banco debajo de un dosel y los alcaldes
podían entrar portando sus espadas. En 1742, los oidores Fernando Álva-
rez de Castro y José Martínez Patiño trataron de romper el ceremonial

AGI, Guatemala, 341. Informe del fiscal, 1 de noviembre de 1739 y respuesta del
' Consejo, 3 de noviembre de 1740.

309
José Manuel Santos Pérez

obligando a los alcaldes a sentarse en un banco colateral y no en el mis­


mo que ellos ocupaban. De nuevo se elevó protesta al Consejo de Indias,
quien otra vez falló en contra de la actitud de los oidores .
En 1743 volvió a producirse un asunto polémico cuando el nuevo
presidente, Tomás de Rivera y Santa Cruz, decidió no respetar el cere­
monial que se seguía cuando asistía el presidente a una función junto
con los alcaldes. En estas ocasiones, siempre que los oidores no estu­
vieran presentes, se había puesto el banco que ocupaban los alcaldes en
un lugar preeminente, como cabeza del acto. En los desplazamientos en
coche el alcalde ordinario de primer voto se había colocado a la izquier­
da del presidente, teniendo enfrente al otro alcalde y a un regidor. Todo
este ceremonial no había sido respetado por Tomás de Rivera, que agra­
vó aún más el problema cuando en el día de elección de alcaldes, 1 de
enero, exigió que se le acompañara a pie en la distancia desde el Pala­
cio de la Audiencia hasta el cabildo. Los capitulares se negaron a un cam­
bio tan drástico de protocolo y rechazaron la invitación del presidente .
Todavía en 1767 el cabildo protestaba porque el tablado destina­
do a la Audiencia en el funeral por el alma de la Reina Madre se había
colocado, por orden del oidor Basilio de Villarrasa, un palmo más alto
que el destinado a los representantes de la ciudad. En la sesión de
cabildo se decidió que se comunicara al oidor el hecho de que en todas
las ocasiones en que concurrieran las dos instituciones, deberían estar
en el mismo plano, sin ninguna diferencia de altura .
No quedaría completo este capítulo sin tratar un asunto de gran
importancia y que determinó asimismo continuas disputas entre las
diferentes instancias de poder. Nos referimos a todo lo ocurrido des-

AGI, Guatemala, 241.


AGI, Guatemala, 233, carta del cabildo, 19 de abril de 1743. Las disputas por la pre­
eminencia del cabildo de Guatemala no se diferenciaban excesivamente de las que
ocurrían en otras corporaciones municipales coloniales, cf. Frédérique Langue,
“Antagonismos y solidaridades en un Cabildo Colonial: Caracas, 1750-1810”, Anua­
rio de Estudios Americanos, Volumen 49, 1992; Fernando Carlos Urquiza, “Etiquetas
y conflictos: El obispo, el virrey y el Cabildo en el Río de la Plata en la segunda
mitad del siglo XVIII”, op. cit.
AGCA, Al-22, leg. 1799, exp. 11799, libro de cabildo de 1767.

310
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

pués de los terremotos de julio de 1773 y la destrucción de la ciudad


de Santiago. En la discusión sobre la posibilidad de un traslado y en el
traslado mismo surgieron posturas divergentes, que trataremos a conti­
nuación y que completarán nuestro análisis.

E) El cabildo ante el traslado de la ciudad

Los días 29 y 30 de julio, 7 de septiembre y 13 de diciembre de


1773 la ciudad de Santiago de Guatemala sufrió un conjunto de tem­
blores de tal intensidad que tuvieron efectos devastadores en sus edifi­
cios, ya de por sí castigados por los temblores de 1717 y 1751 . Con la
impresión del primer momento, después de los seísmos de julio se con­
vocó una junta compuesta por el presidente de la Audiencia, Martín de
Mayorga, los oidores, algunos miembros del ayuntamiento y otras auto­
ridades entre las que estaba el arzobispo. En esta reunión se decidió
informar al rey de la destrucción de la ciudad y de la necesidad de tras­
ladarla a un paraje contiguo, más lejano a los volcanes Fuego y Acate-
nango, que se suponía eran los responsables de la frecuencia de los
temblores en el valle donde se asentaba la ciudad de Guatemala. La pro­
puesta era parecida a la que ya se había producido después del gran
terremoto de 1717, ocasión en que se exploró el valle de la Ermita como
sitio idóneo para la nueva ciudad. Éste fue también el lugar que en 1773
aparecía como el más apropiado dada su amplitud y sus buenas posi­
bilidades para el abastecimiento. Según Pinto Soria, la decisión de tras-

Cristina Zilbermann recoge alguno de los testimonios de personas que vivieron la


catástrofe en su monografía: “El día jueves 29 de julio a las 4 de la tarde vino un
temblor tan fuerte y espantoso que hizo salir dando voces a todos. No ocasionó enton­
ces estragos y fue como un aviso de la misericordia divina. Al cuarto de hora vino
otro con tal movimiento y con tan extraña violencia, que en dos minutos arrojó los
templos a tierra, derribó las casas, quedando solamente la fachada de la catedral,
San Felipe Neri y San Francisco por fuera y esto quedó inservible, rajado y hecho
pedazos. La ciudad está hecha un montón de cascotes, y no se puede andar por lla­
no. El polvo cambió la claridad del día y casi anocheció... ”-Aspectos socioeconómi­
cos del traslado de la ciudad de Guatemala (1773-1783), Guatemala, Academia de
Geografía e Historia, 1987, p. 58.

311
José Manuel Santos Pérez

ladar la ciudad a un punto más oriental, se insertaba claramente en la


tendencia que se había producido durante el siglo XVIII a la concentra­
ción de propiedades y población en las zonas orientales a la ciudad de
Santiago . El valle de la Ermita y el de las Vacas, eran, recordemos, dos
de los valles con mayor cantidad de tierras de labor propiedad de habi­
tantes de Santiago, a diferencia de las zonas occidentales donde había
una mayor densidad de población indígena.
En un principio, el cabildo estuvo de acuerdo con la decisión. En
varias cartas enviadas a lo largo de 1773 y 1774, la corporación infor­
mó al rey de la ruina de la ciudad y de la necesidad del traslado así
como de los preparativos que se estaban efectuando para llevarlo a
cabo . El regidor Francisco Ignacio Chamorro participó en una de las
comisiones que se encargaron del estudio de los posibles lugares para
el nuevo asentamiento. Una vez pasado el momento inmediato al gran
temblor, los ánimos se fueron enfriando. En reiteradas ocasiones el
cabildo expuso al presidente de la Audiencia que ya no era necesario
el traslado, en vista de que muchos de los vecinos que habían huido
ya estaban de regreso y argumentando que el valle de la Ermita sufría
igualmente los fuertes temblores . La mayor parte de la corporación se
situó en el bando de los opuestos al traslado, junto con el arzobispo y
muchos de los vecinos de Santiago y en contra del presidente de la
Audiencia, abanderado del desalojo. El cabildo como institución no
ejerció el peso de la oposición. Más bien fueron sus miembros a título
individual quienes se hicieron más remisos a la medida del traslado y
una buena parte de ellos renunciaron a sus cargos y adujeron proble­
mas de salud para no perder sus preciadas posesiones. La decisión del
presidente Mayorga, sin embargo, era firme y el 29 de diciembre de
1775, oficialmente, el ayuntamiento salió de Santiago y se instaló en el
nuevo asentamiento .

111 Julio Pinto Soria, El Valle Central de Guatemala (1524-1821), op. cit., p. 19-
AGI, Guatemala, 657, 2 de agosto de 1773, AGI, Guatemala, 830, 31 de agosto de
1773, AGI, Guatemala, 661, 1 de febrero de 1774.
' AGI, Guatemala, 659.
" Cristina Zilbermann de Luján, Aspectos socioeconómicos del traslado de la ciudad de
Guatemala, op. cit., p. 74.

312
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

El regidor Ventura Nájera nos ha dejado un vivido testimonio de los


acontecimientos que sucedieron a los temblores y de su actitud personal
frente a los grandes cambios que se produjeron. Nájera estaba sirviendo
como fiel ejecutor en el momento de la tragedia. Según sus declaraciones
tuvo que velar durante 11 noches en la plaza de la ciudad para asegurar el
aprovisionamiento de víveres e incluso introdujo 250 reses de sus propias
haciendas. En cuanto se decidió efectuar el traslado de la ciudad el regidor,
para mostrar su obediencia, salió con su familia hacia Petapa, donde se ins­
taló provisionalmente. Mientras efectuaba el traslado de su familia y sus bie­
nes, siguió atendiendo sus labores de fiel ejecutor, teniendo además que
ocuparse de la inspección del nuevo lugar en que se quería instalar la ciu­
dad y del reconocimiento de las haciendas que se quería comprar para que
sirvieran como ejidos de la ciudad. Aún tuvo Nájera otras tres importantes
responsabilidades: la de organizar las obras para garantizar el suministro de
agua a la nueva ciudad, la construcción de un nuevo matadero (para el que
aportó fondos de su propio caudal) y la siembra de maíz para el aprovi­
sionamiento. El arduo trabajo que todo esto significó y las cuantiosas can­
tidades que tuvo que desembolsar dejaron a Nájera en una situación bas­
tante complicada. Una vez establecido con su familia (de más de 40 miem­
bros) en el nuevo asentamiento pidió la jubilación de su caigo de regidor
y rogó que no se le encomendara la realización de más trabajos públicos .
Otros regidores no fueron tan entusiastas como Nájera y plantea­
ron una fuerte oposición al cambio de ubicación de la capital. Sin tomar
en cuenta estas actitudes, el capitular Juan Fermín de Aycinena tomó el
liderazgo del traslado, haciéndose cargo por diez años de la recauda­
ción de alcabala y de su administración para llevar a cabo la operación.
Como premio a su labor se le permitió construir su casa en la plaza de
Nueva Guatemala, enfrente del palacio de la Audiencia .

AGCA, Al-2, leg. 41, exp. 998, 20 de julio de 1779, Representación y petición del
regidor Ventura Nájera.
Miles Wortman, Gobierno y Sociedad en Centroamérica, op. cit., p. 202. La casa que
construyó Aycinena en la plaza de la nueva ciudad impresionó a sus contemporá­
neos. Con un costo de 97.000 pesos la casa contenía 50 habitaciones, 7 patios y 24
almacenes. Cifras de Wortman citadas en Richmond F. Brown, “Family, Business and
Politics in Bourbon Central America: the Rise of Juan Fermín de Aycinena, 1750­
1796”, Tesis doctoral, Universidad de Tulane, 1993, p. 217.

313
José Manuel Santos Pérez

El débil enfrentamiento que causó un asunto tan importante como


el traslado de la ciudad indica que la institución municipal estaba per­
diendo en este momento una parte importante de la fuerza que había
conseguido sólo una década atrás. Tal vez algunos de sus miembros,
como Aycinena, habían adquirido tales cotas de poder social y econó­
mico que no veían ya la necesidad de apoyarse en una vieja y deca­
dente institución.
En la historia política de la Audiencia de Guatemala, los actores
involucrados, lejos de estar alineados en torno al tópico sociedad local-
autoridad imperial, cabildo criollo-Audiencia española, que tantas veces
se han utilizado en la historiografía, se movían en una compleja trama
de competencia y lucha de intereses, que a veces incluso atravesaba las
propias instituciones. Es en los periodos de conflicto y en la estructura
social de estos organismos donde podemos extraer en toda su ampli­
tud la naturaleza de la realidad política. Un análisis estático de las ins­
tituciones, encerradas en sus marcos legales, es un ejercicio miope que
no despeja ninguno de los interrogantes. El análisis de los conflictos
también puede ser reducido a un solo hecho causal, lo que debe ser
evitado a toda costa.
En la lucha por ocupar y mantener parcelas de poder se entre­
cruzan diversos aspectos de la realidad. En primer lugar un claro afán
por controlar la estructura fiscal de la región. Ese es el leit-motiv de la
disputa por la recaudación del impuesto de alcabala y barlovento que
ocupa la primera mitad del siglo. La autonomía que este control pro­
porcionaba al lobby comerciante era un elemento primordial en su
labor económica. Permitía por una parte mantener una mínima fiscali-
dad sobre el comercio y además reducía al mínimo la incertidumbre
que siempre acompaña a un control extraño de la recaudación tributa­
ria. Este peligro quedó patente con los continuos vaivenes ocurridos a
partir de los años 60 en política fiscal, lo que provocó un enorme des­
contento popular.
Los aspectos económicos fueron también importantes en el con­
flicto por el control del Valle de Guatemala. Más que una cuestión fis­
cal, control de la recaudación de unos 45.000 pesos anuales en tributo
indígena, el problema era el dominio de una importante bolsa de mano
de obra forzosa, utilizada casi a su antojo por la élite guatemalteca.

314
El cabildo en la estructura administrativa del imperio hispánico.

En la burocracia patrimonial hispana en América, el privilegio y el


protocolo eran características fundamentales, por lo que era importante
la idea de preeminencia. Era esencial mostrar al exterior de forma clara
que se estaba en un plano superior al común y cuando menos, equipa­
rable a las autoridades metropolitanas. Cuestiones económicas, admi­
nistración de justicia, posesión de privilegios y cuestiones de protocolo
componían el rico mosaico de la competencia política en la Guatemala
colonial. Pero ahí no acaba todo. Atravesando instituciones, rompiendo
alianzas y como contrapunto en la historia del conflicto, aparecía la red
familiar, elemento fundamental que a veces eclipsaba a los demás. El
interés de grupo, la actuación de esos “actores sociales” que se conec­
taban por medio de instituciones políticas, quedaba arrinconado cuan­
do se amenazaba la cohesión del grupo familiar. Si bien es necesario un
mayor conocimiento del background social de los integrantes de la
Audiencia de Guatemala, que nos permita descubrir sus relaciones con
la sociedad local, creemos que nuestro caso no sería muy diferente al
descrito por Zacharías Moutoukias para el caso de Buenos Aires en el
siglo XVII. Según este autor, que abunda en las ideas expresadas por
Jorge Gelman: los altosfuncionarios eran rápidamente incorporados,
por alianza o cooptación, a una estructura informal de relaciones per­
sonales, cuya coexistencia con la estructura formal del poder imperial
creaba la condiciones para una doble lealtad: bada las autoridades
metropolitanas y hacia los grupos de intereses locales” .
En definitiva, los organismos de poder aparentemente contrapues­
tos, Audiencia y cabildo, funcionaron durante la mayor parte del siglo
como piezas del engranaje de poder de la élite económica. Cuando se
produjo el tímido y errático proceso de reformas centralizadoras, los
años de experiencia en el ejercicio del poder determinaron que ese gru­
po dominante manipulara las herramientas que tan bien conocía para
volver en su favor lo que había sido creado para su debilitamiento.

Zacharías Moutoukias, “Burocracia, Contrabando y autotransformación de las élites.


Buenos Aires en el siglo XVII”, Anuario del IEHS, III, Tandil, 1988, p. 217. Moutou­
kias profundiza en su razonamiento en un artículo posterior: “Réseaux personnels et
autorité coloniale: les négociants de Buenos Aires au XVIIIe siécle” Annales ESC,
julio-octubre, 1992, n°s 4-5.

315
Mapa V-2. Corregimiento del Valle de Guatemala c. 1766.
Se aprecian los dos círculos que indican las 2'5 y las 5 leguas alrededor de la ciudad. Fuente: AHN, Consejos, 20953.
Mapa V-3. Corregimiento del Valle de Guatemala c. 1773- Aparecen los límites de las Alcaldías Mayores
de Amatitanes-Sacatepéquez (en rojo) y de Chimaltenango (en amarillo). El territorio sobrante es el que quedó
bajo la jurisdicción de cabildo de Santiago. Fuente: AGI, Mapas y planos, 197.
Mapa V-4. Corregimiento del Valle de Guatemala c. 1774. La línea roja delimita la jurisdicción de la Alcaldía
Mayor de Amatitanes-Sacatepéquez, la amarilla, la jurisdicción de Chimaltenango, y la verde el terreno de la
ciudad de Santiago de Guatemala. Fuente: AGI, Mapas y planos, 209-
CAPITULO VI

Conclusiones
F1 jt edificio del cabildo de Santiago, con su esbelta arquería, es
el testigo mudo de la historia de la institución desde mediados del siglo
XVIII. Por su sala alta pasó una buena representación del pequeño gru­
po de personas que controlaron la política y la economía de la Centro­
américa colonial a lo largo del siglo. Este estudio se ha centrado en un
periodo no demasiado conocido de esta historia. La mayoría de los tra­
bajos que habían elegido el siglo XVIII se habían ocupado de los últi­
mos años de ese periodo, cuando se sintieron de forma más fuerte las
nuevas medidas económicas y administrativas llevadas a cabo por la
dinastía borbónica. Con los datos disponibles, parece que el siglo XVIII
comenzó su andadura bajo los mismos patrones de la centuria anterior.
La economía había sufrido una importante reorganización, en la que el
sector de la exportación directamente vinculado con Cádiz había deja­
do prácticamente de existir. Es difícil relacionar este hecho con una cri­
sis económica. Otros mercados externos como el novohispano y el
peruano vinieron a suplir, en parte, la salida de las exportaciones hacia
Cádiz, mientras que los ingleses ocupaban el vacío dejado por los navi­
os de registro en las costas de Honduras. De forma complementaria, a
medida que se recuperaba la población indígena del impacto de la con­
quista y que se desarrollaban los núcleos urbanos, se expandió el mer­
cado interno, comunicando entre sí las distintas zonas económicas de la
región. Parte de este mercado interno tenía carácter compulsivo pues
grandes núcleos de población indígena fueron obligados a producir
para el mercado y a consumir mercancías provenientes del mercado
exterior. Los magistrados provinciales tuvieron aquí un importante papel
como vínculos entre varios sectores económicos. Este modelo económi­
co, con sus depresiones cíclicas, siguió funcionando de manera bastan­
te regular durante la última parte del siglo XVII y la primera mitad del
siglo XVIII. El mercado internacional de plantas tintóreas y, sólo en par­

321
José Manuel Santos Pérez

te, la mayor flexibilidad para el transporte de mercancías provocado por


la nueva legislación borbónica, tuvieron un gran efecto sobre la indus­
tria del añil, principal producto de exportación de la región. El merca­
do atlántico cobró una mayor importancia, en detrimento de las más
aventuradas rutas terrestres mexicanas. Al mismo tiempo que esta indus­
tria se potenciaba, manufacturas locales como la textil o la explotación
de los yacimientos férricos veían caer su actividad ante la imposibilidad
de competir con los productos europeos. El mercado interno siguió
teniendo una gran importancia, pero los magistrados provinciales per­
dieron una parte de su influencia al abrirse otras vías de aprovisiona­
miento para las ciudades y las provincias exportadoras.
En este contexto cambiante es en el que hicieron sus negocios las
personas que nos han conducido en nuestra investigación. La compo­
sición socio-económica del cabildo no fue ajena a la evolución descri­
ta hasta aquí. La institución estuvo copada por los comerciantes a lo lar­
go de todo el siglo XVIII, confirmando la tendencia que había comen­
zado a principios del siglo XVII. Durante la primera mitad del siglo el
grupo de comerciantes tenía unas características diferentes al de la
segunda mitad. Sus intereses estaban más centrados en el mercado
interno que en el externo, y cuando sacaban sus mercancías al exterior
lo hacían por las rutas más apropiadas para el momento, por tierra con
México y por mar con Perú, además del contrabando. La importancia
de las magistraturas provinciales no fue ajena para estos comerciantes.
Buena parte de ellos hicieron un auténtico “cursus honorum” ocupan­
do distintos cargos en las distintas provincias del Reino de Guatemala.
Supieron aprovechar su posición para obtener el máximo beneficio
económico, utilizando los medios creados por el así llamado “reparto
de mercancías” que englobaba distintas actividades comerciales de
carácter compulsivo. El comerciante de la segunda mitad de siglo
seguía manteniendo estrechas relaciones con los magistrados, sobre
todo para conseguir colocar sus importaciones, pero no ocuparon ellos
mismos con tanta frecuencia las magistraturas provinciales. Estos mer­
caderes, emigrantes en su mayoría, que llegaron atraídos con las nue­
vas posibilidades de la región, prefirieron invertir sus capitales en ope­
raciones de crédito con los productores locales, aprovechando al máxi­
mo su posición oligopólica dentro del mercado de importación y
exportación. Las actividades agropecuarias no fueron dejadas al margen

322
Conclusiones

por nuestros regidores-comerciantes. La diversificación de actividades


era un requisito imprescindible en los negocios realizados en la colo­
nia, debido al gran riesgo que se corría en cada una de las facetas de
la economía. Buena parte de los personajes estudiados fueron dueños
de importantes haciendas, que se utilizaban de diversas formas: unas
veces para la agricultura de consumo local, otras para la agricultura de
exportación y en la mayor parte de los casos para la explotación gana­
dera. En algunas ocasiones se dio la combinación de las tres formas
pero no fue lo más común. Hemos visto que, siguiendo una tendencia
ya descrita en el siglo XVII, los hacendados criollos orientaban sus
explotaciones hacia el mercado interno y la ganadería, mientras que los
peninsulares se dedicaban con mayor frecuencia a la agricultura de
exportación. Esta afirmación general no debe ser tomada sin embargo
como una regla inquebrantable, pues se dan demasiadas excepciones.
Una tendencia común fue la posesión de pequeños terrenos donde
alimentar las reses recién compradas para el abasto de carne de la ciu­
dad y del valle, una tarea muy lucrativa en Santiago de Guatemala. La
minería aparece también entre los campos de interés de nuestros regi­
dores, aunque muy pocos fueron dueños de explotaciones de mineral.
Su relación con la extracción de metales preciosos se limitaba a la habi­
litación crediticia de los productores directos, lo que en ocasiones moti­
vaba una adquisición por impago de deudas. La explotación del hierro
en San Salvador, importante en la primera mitad del siglo languideció
a partir de la llegada constante de mineral procedente de Vizcaya. Otras
actividades como la recaudación de impuestos o el abastecimiento de
fuertes y presidios fueron también practicadas por el grupo estudiado,
si bien representan pequeños porcentajes de las inversiones totales.
A pesar de nuestra contribución al conocimiento del sector mer­
cantil en la primera mitad del siglo XVIII, queda aún mucho trabajo por
hacer. Las características del propio cabildo, que tuvo una cantidad de
miembros sensiblemente menor en las primeras décadas del siglo, para
aumentar a partir de los años 40, han hecho que la muestra de comer­
ciantes estudiados en esos primeros años no sea lo suficientemente
importante como para poder establecer un modelo general. En el futu­
ro seguirá siendo necesario bucear en los protocolos notariales en bus­
ca de pistas sobre estos oscuros años de la historia colonial de Guate­
mala.

323
José Manuel Santos Pérez

En nuestro estudio nos hemos centrado en la investigación de las


ocupaciones de un grupo de personas que adquirieron cargos en el
cabildo de Santiago entre los años 1700 y 1787. Sin embargo, no hemos
descuidado la evolución política de la institución ni hemos olvidado el
estudio social de esos mismos personajes. La evolución política del Rei­
no de Guatemala durante el siglo XVIII se caracterizó por una serie de
conflictos de poder en el contexto general de aplicación de las medi­
das reformistas. Si todo territorio colonial tiene un margen importante
de autogobierno, necesario para el mismo mantenimiento del sistema,
la Audiencia de Guatemala, que había cortado prácticamente sus vín­
culos con la metrópoli durante un largo periodo a finales del XVII y
principios del XVIII, estuvo controlada de manera importante por las
élites locales, que pudieron imponer sus intereses por encima de los de
la metrópoli. En el conflicto por la recuperación de la soberanía que se
produjo a lo largo del siglo, las élites locales perdieron varias batallas
pero llegaron a fines del siglo XVIII con unas condiciones políticas
inmejorables, manteniendo el control político que nunca perdieron.
Esta fuerza del poder local fue una de las claves en esta contienda, pero
también fue importante el carácter poco decidido de las reformas
emprendidas y el cúmulo de intereses que se mezclaban en lo que apa­
rentemente era un conflicto entre el poder central y las élites locales.
Al ser la institución de la Audiencia uno de los actores del conflicto,
hemos intentado desenmascarar la configuración social de sus miem­
bros, en busca de un mejor conocimiento de la actuación del alto tri­
bunal. Aunque hemos podido rastrear unas interesantes alianzas fami­
liares entre funcionares reales y miembros de la élite local, hemos cons­
tatado la necesidad de realizar un estudio más profundo de este impor­
tante órgano de gobierno.
El cabildo de Guatemala fue utilizado por estas mismas élites a su
antojo. A mediados de siglo se fijaron en la entidad como trampolín
para sus reivindicaciones y como un importante instrumento de control
fiscal. A medida que avanzaba el siglo y la institución perdía parte de
sus prerrogativas, su interés fue decayendo, hasta abandonarlo casi por
completo tras el traslado de la ciudad.
Hemos intentado explicar la aparente paradoja de que una insti­
tución de la importancia del cabildo de Santiago sufriera una escasez
crónica de miembros. Motivaciones políticas, económicas y sociales se

324
Conclusiones

encuentran tras esa aparente contradicción, aunque somos conscientes


de que las explicaciones dadas pueden no ser aún suficientes. Un ele­
mento clave para comprender éste y otros aspectos de la historia polí­
tica colonial centroamericana es el elemento familiar. A través del
seguimiento de las conexiones familiares hemos podido desentrañar la
madeja de relaciones existentes entre los distintos miembros del cabil­
do, para llegar a la conclusión de que una facción de la élite fue la que
copó los cargos durante una buena parte del periodo estudiado. El
cabildo de Santiago, cuyo carácter abierto durante el siglo XVII ha sido
destacado como una de sus características más sobresalientes, sufrió un
proceso de monopolización de cargos durante el siglo XVIII que lo
cerró a elementos extraños. En este periodo esos elementos extraños
no eran los peninsulares recién llegados, que siguieron participando
activamente en la institución, sino los miembros de la élite no englo­
bados en las redes familiares dominantes. Estas familias, que incorpo­
raron nuevos miembros al tiempo que recordaban, siempre ascendien­
do por las líneas maternales, sus “gloriosos” ancestros, consiguieron
mantenerse en el poder de una forma mucho más efectiva que las fami­
lias del siglo anterior, y sus descendientes tuvieron un papel importan­
tísimo en los siguientes 100 años, sobre todo en la República de Gua­
temala.
Nuestro estudio se detiene en 1787, momento en que se implanta
la reforma de intendentes en la Capitanía General de Guatemala. Estu­
diar este proceso en toda su amplitud y con todas las consecuencias
sociales y económicas que produjo, es una tarea pendiente para los his­
toriadores de Centroamérica. Es necesario realizar una investigación
prosopográfica que nos aclare quiénes formaron los más altos puestos
políticos y militares de las nuevas intendencias. También es necesario
investigar el impacto que tuvieron en el mercado interno, tan ligado a
la labor de los magistrados provinciales. En cuanto al cabildo, debemos
profundizar en el estudio de lo que significó la nueva Junta Superior de
Real Hacienda para las finanzas municipales.
Nuestro trabajo ha intentado encontrar respuestas a parte de los
problemas que plantea la historia colonial de Centroamérica. Al final,
como no podía ser de otra manera, ha dejado abiertos nuevos y suge-
rentes interrogantes.

325
Anexos
Anexo 1.

Tabla III-1. Origen geográfico de los regidores de Santiago.

Regidor Fecha de Lugar de Fuente


admisión en nacimiento
el cabildo

Juan de Alcayaga 1713 Santiago AGI,


de Guatemala Guatemala, 267

Tomás de 1706 Santiago AGCA, Al-20,


Arrivillaga de Guatemala leg. 863, exp. 9356

Juan Angel 1713 Irún AGCA, Al-20,


Arochena leg. 1082.

Diego Arroyave 1744 Santiago AGCA, A-43,


y Beteta de Guatemala leg. 2683, exp. 22791.

Juan Fermín 1761 Ciga Brown, “Family,


de Aycinena (Valle de Baztán, Business and Politics...”
Navarra)

Francisco Ignacio 1761 Plasencia AGCA, Al-20, 1


Barrutia (Guipúzcoa) eg. 878, exp. 9371,
fol. 297 v.

Francisco Antonio 1767 Sevilla Edgar Juan Aparicio


Chamorro Aparicio

Juan Antonio Colomo 1725

Fernando Ignacio 1731 Santiago AGCA, Al-20, leg. 1089.


Colomo de Guatemala

Lucas Carlos 1713 Santiago AGCA, Al-20, leg. 863-


Coronado y Ulloa de Guatemala

Miguel Coronado 1742 Santiago AGCA, Al-43,


y Ulloa de Guatemala leg. 5237. exp. 44038.

Edgar Juan Aparicio Aparicio, “Genealogía de la familia Chamorro”, Revista del Pen­
samiento centroamericano, n° 91, abril, 1968.

329
Tabla III-1. Origen geográfico de los regidores de Santiago, (cont.)

Regidor Fecha de Lugar de Fuente


admisión en nacimiento
el cabildo

José Delgado Nájera 1742 Santiago AGCA, Al-20, leg. 890.


de Guatemala

Ventura Delgado Nájera 1761 Santiago AGCA, Al-20, leg. 890.


de Guatemala

Francisco Marcelino Falla 1721 7

José Damián Fernández 1713 Santiago Aparicio y


de Córdoba de Guatemala Aparicio, p. 23-

Manuel de Gálvez 1742 Santiago AGCA, Al-43,


Corral de Guatemala leg. 2670, exp. 22646.

Juan José González 1742 Santiago AGCA, Al-20, leg. 1140.


Batres de Guatemala

Manuel González Batres 1761 Santiago AGCA, Al-20, leg. 1140.


de Guatemala

Francisco Antonio 1742 Oviedo AGCA, Al-20,


Granda leg. 1142, exp. 9635.

Francisco Herrarte 1742 Santiago AGCA, Al-20,


de Guatemala leg. 874, exp. 9367.

Miguel Francisco 1742 Santiago AGCA, Al-20,


Iturbide y Regil de Guatemala leg. 885, exp. 9378.

Manuel Lacunza 1725 Berasoain AGCA, Al-29, 5,


(Navarra) leg. 3017, exp. 29064.

Simón Larrazábal 1762 Oaxaca AGCA, Al-43,


leg. 7, exp. 157.

Pedro Ignacio Loaisa 1761 Santiago AGCA, Al-43,


de Guatemala leg. 5198, exp. 43784.

Pedro Severino 1713 7

López de Estrada

330
Tabla III-1. Origen geográfico de los regidores de Santiago, (cont.)

Regidor Fecha de Lugar de Fuente


admisión en nacimiento
el cabildo

Francisco López Portillo 1742 Santiago AGI, Indiferente, 151.


de Guatemala

Felipe Manrique 1742 Almoguera AGCA, Al-20,


de Guzmán (Castilla) leg. 1099, fol. 68v.

Guillermo Martínez 1742 Aguilar AGCA, Al-20, leg. 870,


de Pereda (Castilla) exp. 9363, fol. 308.

Juan Tomás Micheo 1766 Saldias AGI, Contratación,


(Navarra) 5490, N.2, R. 14.

José Molina y Sandoval 1742 Córdoba AGCA, Al-20,


exp. 9633, leg. 1140.

Manuel Muñoz 1742 Calahorra AGCA, Al-20,


leg. 1091, fol. 72 v.

Nicolás de Obregón 1770 Oaxaca ?

Gabriel de Olavarrieta 1742 Deva AGI, Contratación,


(Guipúzcoa) 5480, NI, R15.

Pedro Ortiz de Letona 1730 Santiago AGCA, A3-8,


de Guatemala leg. 139, exp. 2802,
fol. 63-

Alejandro Pacheco 1702 Sevilla AGCA, A2-2,


leg. 37, exp. 751.

Fernando Palomo 1761 Málaga AGCA, Al-20, leg. 884,


exp. 9377, fol. 104 v.

Cayetano Pavón 1761 Plasencia AGCA, Al-20, leg. 882,


(Extremadura) exp. 9375, fol. 239 v.

Basilio Vicente Roma 1742 Valencia AGCA, Al-20,


leg. 1343, fols. 30-39v.

Miguel Eustaquio 1713 Santiago AGCA, Al-20, leg. 868,


de Uría de Guatemala exp. 9361, fol. 174.

331
Anexo 2.

Tabla ni- 5. Dotes y arras en los matrimonios de los regidores


de Santiago de Guatemala.

Regidor Casado con Dote Arras Capital declarado Fuente


en el momento
del matrimonio

Juan Angel Dionisia Francisca 2.813 3 ó 4.000 pesos AGCA, Al-20,


de Arochena Calderón de pesos leg. 1082, fol. 75,
la Barca testamento. 1738.

Diego Bernarda 12.500 AGCA, Al-43,


Arroyave de Meneos pesos leg. 2683, exp. 22791.
y Beteta

Diego María Teresa Unos 100.000 AGCA, Al-43,


Arroyave de Arana pesos. leg. 2683, exp. 22791.
y Beteta

Juan Fermín Ana María 178.000 Brown, Family,


de Aycinena Carrillo pesos Business
and Politics...
Francisco Mariana 9.708 pesos 3.000 AGCA, Al-20,
Ignacio de Echevarría (8.000 en pesos leg. 878,
Banutia moneda exp. 9371,
y el resto Recibo y carta
en alhajas) de dote. 1751.

Miguel Ubalda 15.000 pesos 5.000 AGCA, Al-20,


Coronado de Rivas pesos leg. 1140, exp. 9633,
y Ulloa escritura de
dote. 1742.

Lucas Carlos María Ana 4.500 pesos AGCA, Al-20,


Coronado de Meneos (invertidos en leg. 863,
y Ulloa la alcaldía mayor testamento. 1735.
de Quezaltenango)

José Delgado María Felipa 10.500 pesos 1.500 AGCA, Al-20,


Nájera de Meneos pesos leg. 890,
testamento. 1765.

Ventura María Manuela 12.000 pesos 120.000 AGCA, Al-20,


Delgado Batres pesos leg. 1345, fol. 70v.
Nájera Carta de dote. 1788.

332
Tabla m- 5. Dotes y arras en los matrimonios de los regidores
de Santiago de Guatemala, (cont.)

Regidor Casado con Dote Arras Capital declarado Fuente


en el momento
del matrimonio

José Agustín María Engracia 14.318 pesos 3.000 AGCA, Al-20,


de Estrada de Messa pesos leg. 1076, fol. 216,
y Azpeitia y Ayala testamento. 1729.

Manuel Josefa Nicolasa 0 2.000 pesos 80.000 AGCA, Al-43,


de Gálvez Gálvez (en alhajas pesos leg. 2670, exp. 22646,
Corral de plata oro autos de la
y piedras testamentaría. 1764.
preciosas)

Juan José Juana de 3.296 pesos 1.000 pesos 68.701 AGCA, Al-20,
González Arrivillaga pesos leg. 1140, exp.
Batres 9633, fol. 82v y ss.
Relación de capital.
1741.

Juan José Catarina 4.000 pesos 112.455 Mismo que el


González Larrave pesos anterior y AGCA,
Batres Al-20, leg. 1140,
exp. 9633,

escritura de dote.
Manuel María Josefa 6.000 pesos 60.000 AGCA, Al-20,
González Muñoz pesos leg. 1344, fol.
Batres y Barba 90v. Testamento.
1785.

Francisco Bárbara 8.000 pesos AGCA. Al-20,


Antonio Arroyave (5.300 pesos leg. 1452, fol. 70,
Granda y Beteta invertidos en Recibo y carta
la alcaldía de dote, 1744. AGI,
mayorde Guatemala,
Huehuetenango) 262. 1749.

Francisco Juana 4.000 pesos AGCA, Al-20,


Herrarte Lorenza leg. 874, exp. 9367,
de Flores fol. 272v.
Testamento, 1746.

333
Tabla m- 5. Dotes y arras en los matrimonios de los regidores
de Santiago de Guatemala, (cont.)

Regidor Casado con Dote Arras Capital declarado Fuente


en el momento
del matrimonio

Felipe Antonia 0 3.000 pesos AGCA, Al-20,


Manrique Francisca leg. 1099, fol. 68v.
de Guzmán Barba de Testamento. 1761.
Figueroa

Manuel Micaela Pensión de 250 25.000 pesos AGCA, Al-20,


Muñoz Barba pesos anuales leg. 1091, fol. 72v.
de Figueroa Testamento. 1748.

Femando María Antonia 0 4.000 pesos 20.000 AGCA, Al-20,


Palomo Manrique pesos leg. 884, exp.
9377, fol. 104v.
Testamento, 1757.

Miguel Catharina 8.000 pesos 10.000 pesos 63.193 AGCA, Al-20,


Eustaquio González pesos leg. 1278, fol. 124,
de Uría Batres Escritura de dote,
1723.

334
Anexo 3-
Gráfico n. ° ILI-1. La red Barón de Berrieza-Gálvez.
José Barón de Berrieza (1665) Juana Antonia López de Ramales

José Bernardo Lutgarda Barón Pedro Carrillo María Manuela Bartolomé Francisca María Barón Tomás
Meneos de Berrieza Eguía y Meneos (1705) Barón de Berrieza Gálvez Corral (1688) Barón de Berrieza de Berrieza de Cilieza

Diego M.a Bernarda Pedro Carrillo (1729) Manuela Gálvez Cristóbal Luisa Gonzaga
Arroyave* Meneos Corral Gálvez Corral (1733) Cilieza

M.a Ana Lucas Carlos María Tomasa Sebastián


de Meneos Coronado Coronado Loaisa Francisco Francisca Simón
Obregón Antonia (1725) de
Gálvez Larrazábal
M.a Felipa José Delgado Pedro
Meneos Najera Loaisa

Manuel González M. Josefa Muñoz


Batres Barba*

Ventura Manuela Nicolás de


Delgado Nájera González Batres Obregón

Micaela Juan Fermín Ana María Manuel


Delgado Nájera (1771) de Aycinena (1755) Carrillo Gálvez Corral (1755) Josefa Nicolasa Gálvez

Juana María Juan Tomás Micheo Simón de Larrazábal Mariana Arrivillaga Montúfar
Delgado Nájera

Los nombres en negrita corresponden


a los regidores.
•Conexión con las otras dos redes.
Gráfico n.° III-2. La red Fernández de Córdoba-Arroyare Beteta

•Conexión con la red Barón de Berrieza


Gráfico n.° III-3- La red González Batres-Barba de Figueroa-Álvarez de las Asturias
I
María Manuela
Jacobo Barba Álvarez de José Álvarez M.a Manuela
María Álvarez de Toledo (1681) Juan González Batres Quiñones de Figueroa (1696) las Asturias de las Asturias Montúfar

Micaela
Barba de
Miguel Eustaquio Catalina Josefa Barba Juan Martín Manuel Basilio Vicente Ana de las
Figueroa
de Uría (1718) González Batres de Figueroa Muñoz Muñoz Roma Asturias

Juan José Juana Ventura


Catalina Larrave (2) (1741) González Batres (1723) de Arrivillaga (1)

Manuel González María Josefa Felipe Manrique (1734) Antonia Francica


Batres Muñoz Barba de Guzmán Barba de Figueroa
I

Ventura Delgado Manuela González María Teresa Muñoz Cayetano Antonia Manrique Fernando
Nájera Batres* Barba de Figueroa Pavón Barba de Figueroa Palomo

'Conexión con la red Barón de Berrieza


Gráfico n. ° III-4. Familia de Juan de Alcayaga

Juan de Alcayaga María de la Encarnación Cano


I : 1

Juan de Alcayaga (Cr) Feliciana Manzano

Fuente: AGCA-A1-20, leg. 1119, fol 141.

Gráfico n." II1-5- Familia de Juan de Arochena

Juan López de Arochena Catarina de Choperena

Juan Angel de Arochena (P) Dionisia Francisca Calderón de la Barca

Antonio José María Micaela Francisco Dionisia Ana Micaela Juana Teresa Gertrudis Manuel Pedro

Fuente: AGCA, Al-20, leg. 1082, fol. 75, protocolos de Manuel Andrés Monzón,
Testamento de Juan Angel de Arochena.

Gráfico n.° III-6. Familia de Tomás de Arrivillaga

Juan Arrivillaga Coronado María Ochoa de la Torre

Tomás de Arrivillaga Coronado (Cr) Juana de la Roa Cilieza

- I I Luz Montúfar
Juan José González Batres Juana Arrivillaga Roa José Arrivillaga Roa González Batres

Fuente: AGCA, Al-20, leg. 863. exp. 9356, protocolos de Antonio González, poder para testar. María Teresa Gar­
cía Giráldez, “La emigración vasca a Centroamérica, 1750-1800. Las redes familiares como estructuras de poder
en Guatemala”, Tesis doctoral inédita, Universidad Autónoma de Madrid, 1993.

338
Gráfico n.° II1-7. Familia de Diego de Arroyare y Beteta

Ventura de Arroyave y Beteta (P) Petronila Fernández de Córdoba

José Bernardo Meneos Lutgarda Barón de Berrieza

María Bernarda de Meneos Barón (1) Diego de Arroyave y Beteta (Cr) (2) María Teresa de Arana

“T- ~r~
María Josepha Barbara Mariana María Lorenzo Isabel Mariano Jph. María Jpha. Francisco Pedro Vicenta Ignacia
Petronila Phelipa Cayetano María Tomas Jph.
Ignacio José María Petrona Juan María Miguel Jph.
María Catharina Miguel Fermín Juana María Thomas Jph. Juana Antonia

Fuente: AGCA, Al-43, leg. 2683, exp. 22791, Testamento de Diego Arroyave y Beteta.
Gráfico n. ° III-8. Familia de Juan Fermín de Aycinena

José Barón de Berrieza Juana Antonia López de Ramales

Pedro Carrillo Eguía María Manuela Francisca Barón


I Bartolomé Gálvez
y Meneos Barón de Berrieza de Berrieza Corral

Pedro Carrillo y Barón Manuela Gálvez Corral Barón de Berrieza

José Delgado Nájera María Felipa Meneos José Piñol y Sala Teresa Muñoz y Barba

Ana María
I I
Juan Fermín de Aycinena (P) Micaela Delgado Micaela Piñol
Carrillo Gálvez (1) de Nájera (2) y Muñoz (3)

_J I____________ I I

Fuente: Richmond F. Brown, “Family, Business and Politics in Bourbon Central America: the Rise of Juan Fermín de Aycinena, 1750-1796” Tesis doctoral, Uni­
versidad de Tulane, 1993.
Gráfico n. ° III-9- Familia de Francisco Ignacio Barrutia

Francisco de Echevarría Ana Antonia de Olaberrieta

Francisco Ignacio Barrutia (P) Mariana de Echevarría

Fuente: AGCA, Al-20, leg. 878, exp. 9371, fol. 297 v.

Gráfico n.° III-10. Familia de Francisco Antonio Chamorro

Pedro Chamorro Antonio de Cepeda Isabel González


de Sotomayor María Josefa Murga y Delgado de Nájera Batres

Josefa de Molina Francisco Antonio


y Castilla (1) Chamorro (P) Manuela Cepeda (2)

María Isabel Chamorro y Molina Ignacio de Cepeda y González de Batres

Fuente: AGI, Indiferente, 158, Edgar Juan Aparicio Aparicio, “Genealogía de la familia Chamorro”, Revista del
Pensamiento Centroamericano, n.° 91, Abril, 1968.

341
Gráfico n.° III-ll. Familia Colomo

Juan Antonio Colomo (?) Francisca Javiera de Pereira

Fernando Ignacio Colomo (Cr)

Fuente: AGCA, Al-20, leg. 863, protocolos de Antonio González

Gráfico n.° 111-12. Familia áe Miguel y Lucas Carlos Coronado y UUoa

Ignacio Coronado Felipa Acevedo

Francisco Rodríguez Teresa de Velasco José Bernardo Lutgarda Barón


de Rivas y Moncayo Meneos de Berrieza
I___________ I

Miguel Coronado Ubalda Rodríguez Lucas Carlos María Ana


y Ulloa (Cr) de Rivas Coronado y Ulloa (Cr) de Meneos
L

Ignacio Pedro María Cayetano Diego Pedro


Josefa José
Miguel Petrona Antonio Xaviera Matías 4 hijos más

Fuente: AGCA, Al-43, leg. 5237, exp. 44038, Causa mortual e inventario de Miguel Coronado y Ulloa, AGCA,
Al-20, leg. 863, Protocolos de Antonio González, Testamento de Lucas Carlos Coronado y Ulloa.

342
Gráfico n. ° 111-13- Familia de José y Ventura Delgado Nájera

José Delgado Nájera Portal Juana de la Tovilla y Gálvez Lara Mogrobejo José Bernardo Meneos Lutgarda Barón de Berrieza

José Delgado Nájera(Cr)


I
María Felipa Meneos

Francisco Mariano María Teresa


“F

Francisca
TXaviera Manuela Josefa Juana María
f
Gertrudis
¡
Lutgarda
rr
Micaela
María Josefa Mariana María Manuela José Gregorio Manuel

Manuel González Batres Josefa Muñoz Barba de Figueroa

I_____

Ventura Delgado Nájera (Cr) María Manuela González Batres

Fuente: AGCA, Al-20, leg. 890, protocolos de Sebastián González. Testamento de José Delgado Nájera. AGCA, Al-43, leg. 2747, exp. 23629, María Teresa García
Giraldez, “La emigración vasca a Centroamérica, 1750-1800. Las redes familiares como estructuras de poder en Guatemala”, Tesis doctoral inédita, Madrid, Uni­
versidad Autónoma, 1993, diagrama n.° 8.
Gráfico n." III-l 4. Familia de José Agustín de Estrada y Azpeitia

José Agustín de Estrada (P) Isabel de Azpeitia y Sierra

Antonio de la Campa y Cos Francisca de Baldiza y Pineda

María Engracia de Messa y Ayala (1) José Agustín de Estrada y Azpeitia (Cr) Manuela Gutiérrez de la Campa y Cos (2)

María Josefa Vicente Pedro


Manuel José Isabel Engracia

Fuente: AGCA, Al-20, leg. 1076, fol. 216, Testamento de José Agustín de Estrada y Azpeitia.
Gráfico n.° III-15. Familia de Francisco Marcelino Falla

Francisco Marcelino Falla (?) Martina de la Vega

Juan Ignacio Falla José Agustín de Estrada y Azpeitia María Engracia de Messa y Ayala

Feliciano Falla (2) Isabel Engracia Estrada Gabriel Gutiérrez de la Peña (1)

Fuente: AGCA, Al-20, leg. 867, fol. 166v. Poder para testar de Juan Ignacio Falla, AGCA, Al-20, leg. 866, exp. 9359, fol. 182.
Gráfico n.° III-l 6. Familia de José Damián Fernández de Córdoba

José Fernández de Córdoba Manuela Ceballos y Ayala

H Germán
T-
Tomás Miguel Fdez. Juana de tara
de Córdoba Mogrovejo

I _____________ I
Antonia Feliciana José Damián Fernández
Alvarez de Miranda de Córdoba (Cr)

Ana Margarita Pedro Ortiz


Fdez. de Córdoba de Letona

Juan Antonio Ventura


Ruiz de Bustamante María Manuela Petronila de Arroyave

Fuente: AGCA, Al-24, leg. 1586, exp. 10230, fol. 116, AGCA, Al-29, leg. 3017, exp. 29064.
Gráfico n.° III-l 7. Familia de Manuel de Gálvez Corral

José Barón de Berrieza Juana Antonia López de Ramales

Bartolomé Gálvez Corral Francisca Barón y Berrieza

María Manuela Pedro Carrillo María Tomás de Cilieza

Manuela Leonor

Simón de Lutgarda José Bernardo Meneos


Francisca Antonia Larrazábal

Cristóbal de Gálvez Luisa Gonzaga Cilieza y Barón

Manuel de Gálvez Corral (Cr) Josefa Nicolasa de Gálvez y Cilieza

María Josefa de Gálvez

Fuente: AGCA, Al-43, leg. 2670, exp. 22646, Autos de la testamentaría de Manuel de Gálvez Corral, AGCA, Al-29, leg. 2330, exp. 17382, “Plano Genealógico que
demuestra los ascendientes paternos, maternos de Doña Francisca Xaviera de Naxera..., Brown, “Family, Business and Politics in Bourbon Central america: the
Rise of Juan Fermín de Aycinena”, Tesis doctoral, Universidad de Tulane, 1993, pp. 51-65.
Gráfico n.° III-l8. Familia de Juan José y Manuel González Batres

Juan González Batres Quiñones (Cr) María Álvarez de Toledo Tomás de Arrivillaga Juana de Roa Cilieza
I__________________________________ I

Lucas de Larrave Manuela de la Tovilla Gálvez

Catarina Larrave (2) Juan José González Batres (Cr) Juana Ventura de Arrivillaga (1)
I____________________________ I I____________
Juan Martín Muñoz Josefa Barba de Figueroa
J

Manuel González Batres (Cr) María Josefa Muñoz y Barba de Figueroa


I ___________________________ I

Ventura Delgado Nájera Manuela González Batres


I___________ _______________ I

Fuente: AGCA, Al-20, leg. 1140, Protocolos de Hipólito Ordóñez. Declaración de capital, M. Teresa García Giráldez, op. cit.
Gráfico n.° III-19- Familia de Francisco Herrarte

Antonio de Herrarte María Manuela Calderón de la Barca


I____________ I

Francisco Herrarte (Cr) Juana Lorenza Flores


I_______________ _________________ I

Fuente: AGCA, Al-20, leg. 874, exp. 9367, protocolos de Antonio González, testamento de Francisco Herrarte, 1746.

Gráfico n. ° III-20. Familia de Miguel Francisco de Iturbide y Regil

Pedro de Iturbide (P) Juana Manuela de Regil

Damiana de Iturbide Miguel Francisco de Iturbide José Matías de Iturbide


y Regil (Cr)

Fuente: Aparicio Aparicio, op. cit., p. 45, AGCA, Al-20, leg. 885, exp. 9378, protocolos de Antonio González.

349
Gráfico n.° III-21. Familia de Manuel de Lacunza y Francisco Granda

José Fernández de Córdoba Manuela de Cebalios y Ayala

José Damián Fernández de Córdoba Petronila Fdez. de Córdoba Ventura de Arroyabe y Beteta

Juan Antonio Ruíz María Manuela


de Bustamante Fdez. de Córdoba

Ana María Ruíz de Bustamante


Manuel de Lacunza (P) Fdez. de Córdoba

Manuel Antonio Lacunza Joaquín Lacunza Ruíz de Bárbara Arroyave Francisco de Granda (P) (1)
Ruíz de Bustamante Bustamante (2) y Beteta

Fuente: AGCA, Al-29-5, Leg. 3017, exp. 29064, AGI, Guatemala, 262.
Gráfico n.° HI-22. Familia de Simón de Larrazábaly Nicolás de Obregón

Bartolomé Gálvez Corral Francisca Barón y Berrieza


I__________________ I

Francisco de Obregón (2) Francisca Antonia Gálvez Corral Simón de Larrazábal (1)
I____________ .___________________ I

Josefa Nicolasa Gálvez Cilieza Nicolás de Obregón (Cr) Simón de Larrazábal (Cr) Mariana Arrivillaga Montúfar
I I ' I I

Antonio José Ignacio Anselmo

Fuente: AGCA, Al-43, leg. 7, exp. 157. Petición de mayoría de edad de Simón de Larrazábal, AGCA, Al-20, leg. 892, fol. 699v. Protocolos de Sebastián González.
Gráfico n. ° III-23. Familia de Pedro Ignacio Loaisa

Ignacio Coronado Felipa Acevedo


________________________ 1

Sebastián Loaisa María Tomasa Miguel Coronado Lucas Carlos


Coronado Coronado

Pedro Ignacio Loaisa (Cr)

Fuente: AGCA, Al-43, leg. 5198, exp. 43784, testamento de Pedro Ignacio Loaisa.

Gráfico n. ° III-24. Familia de Francisco López Portillo

Francisco López Portillo (Cr) Rosalía Cambetos Liñan de la Cueva

Francisco López Portillo (Cr) Micaela de Zavala

Silvestre Atanasio

Fuente: AGI, Indiferente, 151, AGCA, leg. 872, exp. 9365, protocolos de Antonio González.

352
Gráfico n.° 111-25. Familia de Felipe Manrique de Guzmán

Juan Manrique Bravo de Guzmán María Prieto Lazo de la Vega Jacobo Barba de Figueroa Manuela Alvarez de las Asturias

Felipe Manrique de Guzmán (P) Antonia Francisca Barba de Figueroa

María Ignacia Ana María Miguel Felipe María Josepha Isabel María Juan José María

Antonia María Fernando Palomo

Fuente: AGCA, Al-20, leg. 1099, fol. 68 v., protocolos de Manuel Andrés Monzón. Testamento de Felipe Manrique de Guzmán.
Gráfico n. ° III-26. Familia de Guillermo Martínez de Pereda

Guillermo Martínez de Pereda Casilda Delgado

Guillermo Martínez de Pereda (P)

Fuente: AGCA, Al-20, leg. 870, exp. 9363, fol. 308, testamento de Guillermo Martínez de Pereda.

Gráfico n.° III-27. Familia de Juan Tomás Micheo

José Delgado Nájera Felipa Meneos Barón de Berrieza

Juana María Delgado de Nájera Meneos Juan Tomás Micheo (P)

Manuel José de Micheo y Nájera

Fuente: AGI, Contratación, 5490, N.2, R. 14,23 de mayo de 1749, AGI, Contratación 5527, N.3, R. 66,12 de julio de 1784.

354
Gráfico n. ° III-28. Familia de Guillermo Martínez de Pereda

Petronila Fernández de Córdoba Ventura Arroyave y Beteta

\
Diego Arroyave Barbara Arroyave
y Beteta y E eteta Francisco Granda
1________________1
___
Rosa de Arroyave José Molina
y Beteta y Sandoval (P)

Fuente: AGCA, Al-20, leg. 1140, exp. 9633, protocolos de Hipólito Ordóñez.

Gráfico n. ° III-29- Familia de Manuel Muñoz

María Anna Martínez Jacobo Barba María Manuela Alvarez


Martín Muñoz de la Carra de Figueroa de las Asturias y Nava
1______
r
Juan Martín María Josefa

Micaela Barba Antonia Felipe Manrique


Manuel Muñoz (P) de Figueroa Francisca de Guzmán

Estanislao Croquet María Ana Muñoz María Manuela


de los Cameros

Fuente: AGCA, Al-20, leg. 1091, fol. 72 v. Protocolos de Manuel Andrés Monzón, testamento de Manuel Muñoz,
1748. AGCA, Al-20, leg. 867, exp. 9360, fol. 3, testamento de Juan Martín Muñoz, 1739-

355
Gráfico n.° III-30. Familia de Gabriel de Olavarrieta

Nicolás Lira y Cárcamo María Núñez Salazar

Gabriel de Olavarrieta (P) María Ana de Retana y Lira

Juliana de Olavarrieta

Fuente: Aparicio Aparicio, op. cit., p. 48, AGI, Contratación, 5480, N 1, R 15. Marta Casaús, Linaje y Racismo, San
José, Flacso, 1992, diagrama n.° 4.

Gráfico n. ° 111-31- Familia de Pedro Ortiz de Letona

Juan Ortiz Barbara de Sierra Miguel Fernández Juana de Lara


de Letona y Revolorio de Córdoba Mogroviejo

Pedro Ortiz de Letona (Cr) Ana Margarita Fernández de Córdoba

Nicolás José Matías José

Fuente: AGCA, A3-8, leg. 139, Exp. 2802, fol. 63, testamento de Pedro Ortiz de Letona, 1764.

356
Gráfico n. ° III-32. Familia de Alejandro Pacheco

Alejandro Pacheco (P) Nicolasa Riva de Agüero

María Felipa Pacheco

Fuente: AGCA, A2-2, leg. 37, exp. 751, AGCA, A3-10, leg. 177, exp. 3349.

Gráfico n. ° III-33. Familia de Fernando Palomo

Felipe Manrique Antonia Barba


Francisco Palomo Eugenia Rodríguez de Guzmán de Figueroa

Andrés Palomo Fernando Palomo (P) Antonia María Manrique Barba de Figueroa
I
José Jacinto

Fuente: AGCA, Al-20, leg. 884, exp. 9377, fol. 104 v. Testamento de Fernando Palomo, 1757.

Gráfico n.° 111-34. Familia de Cayetano Pavón

Juan Martín Muñoz María Josefa Barba de Figueroa

María Teresa Muñoz Barba de Figueroa Cayetano Pavón (P)

Cayetano Pavón Muñoz

Fuente: AGCA, Al-20, leg. 882, exp. 9375, fol. 239v., Gustavo Palma “Agriculture, commerce et société au Royaume
du Guatemala, 1770-1821” Tesis doctoral inédita, París, Instituí des Hautes Eludes en Sciences Sociales, 1985, cap. VII.

357
Gráfico n. ° III-35. Familia de Basilio Vicente Roma

Basilio Roma María Josefa de Agurt José Alvarez de las Asturias María Manuela de Montufar
I----------------------------- -----------I I_______ ____________________________________ I

Luis Roma Josefa Alvarez de las Asturias


I_____________________________________ I

Basilio Vicente Roma (P) Ana de las Asturias

Fuente: AGCA, Al-20, leg. 1343, fols. 30-39 v. Protocolos de Antonio Santa Cruz. Testamento de Basilio V. Roma.

Gráfico n.° 111-36. Familia de Miguel Eustaquio de Uría

Juan Ignacio Nicolasa Felipa Martínez Juan González María Álvarez


de Uría (P) de Ferrera Castro Batres Quiñones de Toledo
I ____________ I

Miguel Eustaquio Catharina González


de Uría (Cr) Batres

Fuente: AGCA, Al-20, leg. 868, exp. 9361, fol. 174, protocolos de Antonio González, testamento de Miguel Eusta­
quio de Uría, 1740.

358
Anexo 4.

Tabla IV-3. Actividades económicas de los regidores de Santiago de Guatemala,


1700-1770.

Regidor y periodo de acceso al cargo


1700-1740 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
Alejandro Pacheco *

Tomás de Arrivillaga Coronado * *


J. Damián Fernández de Córdoba * * *
Manuel de Lacunza * * * * *

Juan Antonio Colomo * ♦


Fernando Ignacio Colomo *

Luis Carlos Coronado y Ulloa * * *


Pedro Severino López Estrada *
Miguel Eustaquio de Uría * * * * * * ♦

Francisco Marcelino Falla * * *

Juan Angel de Arochena (sin datos)


Juan de Alcayaga (sin datos)
Gerónimo de la Trinidad (sin datos)
Pedro Ortiz de Letona * ♦

1740-1760 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
Manuel Muñoz * *
Juan José González Batres * * ♦
Guillermo Martínez de Pereda * *
José de Molina y Sandoval * * ♦

Francisco Antonio Granda * * * *


Diego Arroyave y Beteta * * *
Miguel Coronado y Ulloa * * * *
José Delgado Nájera * * * * * * ♦

F. López Portillo *

Gabriel de Olavarrieta * * * * * ♦


Miguel F. de Iturbide y Regil
Basilio Vicente Roma * * * *

Manuel de Gálvez Corral * ♦ * ♦ ♦ * *

F. de Herrarte * *

359
Tabla IV-3. Actividades económicas de los regidores de Santiago de Guatemala,
1700-1770, (cont.)

Regidor y periodo de acceso al cargo


1740-1760 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
Felipe Manrique de Guzmán * * ♦
1760-1770 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
Francisco Ignacio Bamitia * * ♦ * *
Manuel González Batres * ♦
Juan Fermín de Aycinena * * * * « * •

Simón Larrazábal * * * ♦
Nicolás de Obregón ♦ ♦
Juan Tomás Micheo * * *
• * ♦
Pedro de Loaisa
Francisco I. Chamorro * * * ♦
Fernando Palomo * * * *

Cayetano Pavón * * * ♦
Ventura Nájera * ♦ * *

Clave:
1 .- Comercio exterior (Cádiz, Cuba, Nueva España, Perú, contrabando).
2 .- Comercio interior (con las provincias del Reino de Guatemala).
3 .- Agricultura de exportación (añil y cacao).
4 .- Agricultura para el consumo local.
5 .- Ganadería.
6 .- Minería.
7 .- Oficios reales. Alcaldes Mayores, Corregidores, Gobernadores.
8 .- Crédito.
9 .- Arrendamiento de diezmos. Tesorería de la Bula de Santa Cruzada. Administración
de las rentas de la catedral.
10 .- Abastecimiento de fuertes y/o presidios.
11 .- Transporte marítimo.
12 .- Transporte terrestre.

Fuentes: (entre otras) protocolos notariales del Archivo General de Centroa-


mérica: Protocolos de Antonio González, 1728-1762, AGCA, Al.20 leg. 856, exp.
9349 a leg. 888, exp. 9381. Protocolos de Sebastián González, Al.20 leg. 889 a leg.
895. Protocolos de Manuel Monzón, leg. 1074 a 1099. Protocolos de Hipólito Ordó-
ñez: leg. 1130, exp. 9623, a leg. 1142, exp. 9635, (1737-1446). AGI, Contratación,
Registros de ida a Honduras 1700-1775 legs. 1591-1607. Registros que vinieron de
Honduras, 1700-1769, legs. 2598-2606.

360
Anexo 5-

Tabla IV-7. Regidores que ocuparon una o más magistraturas


provinciales c. 1700-c. 1790.

Regidor Título Fecha Fechas de servicio


del título o confirmación
(cuando no hay título)
Diego Arroyave
y Beteta Corregidor de Nicoya 1738-1740
Alcalde Mayor
de Tegucigalpa c. 1745
Alcalde Mayor
de Totonicapán c. 1754
Alcalde Mayor de Sololá c. 1756

Francisco Ignacio Alcalde Mayor


Barrutia de Tegucigalpa * 1744
Corregidor de Quezaltenango c. 1746

Francisco Ignacio Alcalde Mayor


Chamorro de San Salvador 1759-1761

Luis Carlos Alcalde Mayor


Coronado de Quezaltenango 1728

Miguel Coronado Alcalde Mayor


de Quezaltenango c. 1735

José Delgado Corregidor de


Nájera Chiquimula c. 1750

José Damián
Fernández
de Córdoba Gobernador de Soconusco 1714
Alcalde Mayor de Chiapa c.1724
Alcalde Mayor de Atitlán
y Tecpán Atitlán *

361
Tabla IV-7. Regidores que ocuparon una o más magistraturas
provinciales c. 1700-c. 1790, (cont.)
Regidor Título Fecha Fechas de servicio
del título o confirmación
(cuando no hay título)
Manuel Gálvez
Corral Alcalde Mayor
de Quezaltenango 1740
Alcalde Mayor
de San Salvador 1737-1741

Francisco
Antonio Granda Alcalde Mayor de Sololá
(Atitlán y Tecpán Atitlán)* 1743
Alcalde Mayor
de Huehuetenango c. 1745
Alcalde Mayor de San Antonio
Suchitepéquez 1742

Manuel
de Lacunza Gobernador interino
de Soconusco 1724
Alcalde Mayor de Zapotklán
y San Antonio Suchitepéquez 1731
Corregidor de Quezaltenango c. 1734

Simón de
Larrazábal Alcalde Mayor de
Chimaltenango 1766

Felipe Manrique
de Guzmán Alcalde Mayor
de Huehuetenango * 1737
Alcalde Mayor de Sololá c. 1745

Guilllermo
Martínez
de Pereda Alcalde Mayor de San Antonio
Suchitepéquez 1738

José Molina
y Sandoval Alcalde Mayor
de Huehuetenango* 1743

Manuel Muñoz Alcalde Mayor de Huehuetenango 1730


Alcalde Mayor de Tegucigalpa 1721-1726
Alcalde Mayor de Sololá 1740

362
Tabla IV-7. Regidores que ocuparon una o más magistraturas
provinciales c. 1700-c. 1790, (cont.)
Regidor Título Fecha Fechas de servicio
del título o confirmación
(cuando no hay título)

Ventura Nájera Alcalde Mayor


de Chimaltenango 1772

Nicolás Obregón Alcalde Mayor de Sacatepéquez 1784

Gabriel de
Olavarrieta Alcalde Mayor de
Suchitepéquez 1732

* Compran el cargo pero no lo ejercen.


Fuentes: Diego de Arroyave y Beteta: AGI, Guatemala, 236, 234, AGI, Escribanía,
358 B, AGCA, Al-15, leg. 2461, exp. 19255, AGCA, A43, leg. 2683, exp. 22791.
Francisco Ignacio Barrutia: AGI, Escribanía, 358C, AGCA, Al-20, leg. 874, exp. 9367.
Francisco Ignacio Chamorro: AGCA, Al-30, leg. 2623, exp. 21862, AGCA, Al-20,
leg. 886, exp. 9379, fol. 41v.
Lucas Carlos Coronado: AGCA, Al-20, leg. 863, AGCA, Al-23, leg. 4608, exp. 39561.
Miguel Coronado, AGCA, Al.20, leg. 863-
José Delgado Nájera: AGCA, Al-20, leg. 890,
José Damián Fernández de Córdoba: AGCA, Al-24, leg. 1581, exp. 10225, fol. 208,
AGCA, Al-24, leg. 1586, exp. 10230, fol. 116, A3-10, leg. 168, exp. 3207, AGCA,
Al-23, leg. 4506, fol. 223v.
Manuel de Gálvez Corral: AGCA, Al, leg. 4614, exp. 39567, R. Brown, Tesis doc­
toral, AGI, Indiferente, 151.
Francisco Antonio Granda: AGI, Escribanía 362 B, Guatemala, 262, AGCA, Al-43,
leg. 4165, exp. 33003, fol. 263, AGCA, Al-43, leg. 5040, exp. 42769, fols. 117-119.
Manuel de Lacunza: AGI, Escribanía, 358C, Escribanía, 356C, AGCA, Al-43, leg.
5031, exp. 42710, AGCA, Al-29-5, leg. 3017, exp. 29064, R.W. Patch, “Imperial Poli-
tics and Local Economy...”
Simón de Larrazábal: AGCA, Al-23, leg. 2027, exp. 14050, fol. 6.
Felipe Manrique de Guzmán: AGCA, Al-20, leg. 3015, exp. 28992, fol. 44v., AGCA,
Al-23, leg. 1527, fol. 279-
Guillermo Martínez de Pereda: AGCA, Al-23, leg. 4613, fol. 97v.
José Molina y Sandoval: AGI, Guatemala, 262.
Manuel Muñoz: AGI, Escribanía, 356C, AGCA, Al-23, leg. 4612, fol. 347v.
Ventura Nájera: AGCA, Al-2, leg. 41, exp. 998.
Nicolás Obregón: AGCA, A2-2, leg. 8, exp. 142, AGCA, Al-73, leg. 5767, exp. 48436.
Gabriel de Olavarrieta: AGI, Contratación, 54880, N.l, R. 15.

363
Anexo 6.

Tabla IV-9. Envíos a Cádiz a través de los puertos de Honduras, (1700-1770)

Regidor\producto Plata acuñada Plata labrada Añil Bálsamo Zarzaparrilla


(en pesos) (en marcos) (libras) y otros

Diego de Arroyave
(1753-1774) 25.038 2 petacas 1 arroba de zarza

Juan Fermín de
Aycinena (1757-1769) 117.170 287.472

Francisco I. Barrutia
(1764-1769) 4961

Francisco I. Chamorro
(1759-1769) 422 55.544

Miguel Coronado 11 tercios de


(1750 y 1755) 124 botijas sangre de drago

José Delgado Nájera


(1753-1761) 1.150 8 tercios 75 libras 1.000 pesos oro
11 libras de rosarillo,
135 libras de achiote.

Manuel de Gálvez
Corral (1753) 20 tercios

Juan José González


Batres (1753) 13.568

Manuel González
Batres (1759-1769) 4.095 39 castellanos 49.862

Miguel Francisco de
Iturbide y Regil (1767) 10 tercios

Manuel de Lacunza 2 botijas de aceite


(1727) de maría.

364
Tabla IV-9. Envíos a Cádiz a través de los puertos de Honduras,
(1700-1770), (cont)

Regidor\producto Plata acuñada Plata labrada Añil Bálsamo Zarzaparrilla


(en pesos) (en marcos) (libras) y otros

Simón de Larrazábal
(1764-1769) 2.800 141 8.192

Felipe Manrique
de Guzmán
(1750-1769) 200 220 marcos, 2.996 chocolate
2 onzas (sin determinar)

Guillermo Martínez
de Pereda (1724) 8.000 vainillas

Juan Tomás Micheo


(1760-1769) 198.654 406.828 1 botija 85 arrobas de grana,
118 tercios de
baquetas, 69 castellanos
y dos tomines
de oro, tres cajones
de chocolate

Manuel Muñoz
(1724) 25.800 vainillas

Ventura Nájera
(1769) 10.115 2782

Gabriel de Olavarrieta
(1727-1728) 20 tercios 500 arrobas de zarza,
un cajón de vainillas.

Pedro Ortiz de Letona


(1741-1766) 5.000 6 botellas 11 libras de leche
de María, 104 libras
de chocolate en pasta,
6 colchas.
Femando Palomo
(1750-1769) 241.822 112, 307.732 varias 2.400 pesos oro,
4W onzas botijas 11.900 libras de zarza,
1.980 libras de achiote,
10 libras de cáscara
de palo copalchi.

365
Tabla IV-9. Envíos a Cádiz a través de los puertos de Honduras,
(1700-1770), (cont.)

Regidor\ producto Plata acuñada Plata labrada Añil Bálsamo Zarzaparrilla


(en pesos) (en marcos) (libras) y otros

Cayetano Pavón
(1750-1769) 5.350 16 356.902 15 tercios 30 arrobas de
achiote, 49 arrobas,
15 libras de chocolate,
9 arrobas, 5 libras
de sangre de drago,
1 tercio 3 zurrones
de cacao, 1 tercio
de purga Jalapa,
3 zurrones
de pimienta.

Basilio Vicente Roma


(1753-1769) 39.667 222.560 24 botijas 3’5 arrobas de
chocolate, 266
arrobas de achiote,
440 arrobas de
zarza, 300 suelas

Miguel Eustaquio
de Uría (1727) 800 arrobas de
zarzaparrilla,
20 arrobas
de chocolate,
32.000 vainillas,
3Ó0 libras de carmín.

Fuente: AGI, Contratación, Registros que vinieron de Honduras, 1700-1769, legs.


2598-2606. Entre paréntesis el año o periodo en que se efectúan las exportaciones.

366
Anexo 7.
Tabla IV-10. Envíos desde Cádiz a los puertos de Honduras (1700-1775)

Regidor/ Tercios Harpi- Toscos ,/2piezas vino aceite papel hierro cera canela otros
producto llados bramantes acero (arrobas) (libras)

Diego Arroyave
(1766, 1774) 51 4 2 86 171’5

JF.
Aycinena
(1760-1775) 1.517 134 44 467, 11’5 497 64 113 1.289 4.677 1 cajón
66 dobles barriles botijas resmas quintales de azafrán
piezas de acero

F. I.
Barrutia
(1764-1769) 19 4

F.I.
Chamorro
(1759-1769) 640 83 40 1.014, 80 1.224 12.150
150
dobles

M. Coronado
(1752-1758) 5 2
Tabla IV-10. Envíos desde Cádiz a los puertos de Honduras (1700-1775), (cont.)
Regidor/ Tercios Harpi- Toscos 1 -piezas vino aceite papel hierro cera canela otros
producto Uados bramantes acero (arrobas) (libras)

J.D.
Nájera
(1749-1751) 2 3

M. de Gálvez
Corral
(1752, 59, 60) 4 8

JJ-
González
Batres
(1729,49,51) 4 3 20 5 cajones
de libros

M.
González Batres
(1760-1775) 348 40 41 297 2 barriles 390’3 160 1.400 varas
+ 6 de de listados
aguardiente

S. Larrazábal
(1766-1771) 6 1 7 150 4 cómodas
de menaje
17 cajones
con espejos
Tabla IV-10. Envíos desde Cádiz a los puertos de Honduras (1700-1775), (cont.)
Regidor/ Tercios Harpi- Toscos 1/2piezas vino aceite papel hierro cera canela otros
producto llados bramantes acero (arrobas) (libras)

F. Manrique
de Guzmán
(1767, 1774) 9 1

J.T.
Micheo
(766-1775) 147 101 10 396 2.416 225 botellas
de sidra
y cerveza

Ventura Nájera,
(1773) 3

P. Ortiz de
Letona 2 cajones
(1735, 1765) 29 93 de libros

F. Palomo
(1749-1770) 1.522 202 488 124 botijas 4.096 1.122 1.332 5.561 189.000
+ 8 botijas resmas quintales, cañones de
de vinagre 15 libras escribir, 197
+ 13’ 5 crehuelas,
barriles 250
y 85 botijas azado­
de aguar­ nes, 284
diente palas, 73’5
arrobas de
pimienta,
15 arrobas
de
Tabla IV-10. Envíos desde Cádiz a los puertos de Honduras (1700-1775), (cont.)
Regidor/ Tercios íhikit Toscos '"piezas vino aceite papel hierro cera canela otros
producto bramantes acero (arrobas) (libras)

almendras,
12 cajones
géneros
botica,
68 q. de
alhucema,
716 piezas
de presillas,
225 piezas
de bayetas,
104 cuñetes
de
alcaparras,
50 cuñetes
de aceitu­
nas, 3 arro­
bas de
orégano.
C. Pavón
(1761-1775) 904 125 42 1.172 110 barriles 139 1.078’8 4.536 11 cajones
+ 375 Q, 343 de libros,
barriles de arrobas 18 arrobas
aguardiente de acere de avellanas,
1 cuñete
de anchoas,
25 cuñetes
de alcaparras,
31 arrobas
de incienso,
17’5 arrobas
Tabla IV-10. Envíos desde Cádiz a los puertos de Honduras (1700-1775), (cont.)
Regidor/ Tercios Harpi- Toscos 1/2piezas vino aceite papel hierro cera canela otros
producto llados bramantes acero (arrobas) (libras)
de pasas,
arroba y
media de
ciruelas,
274 arrobas
de pimienta,
6 barriles
de aceitunas,
24 quesos
de Flandes,
1 cajón
de azafrán.
B. V. Roma
(1735-1775) 886 69 104 400 5 barriles 2 arrobas 13 resmas 230 1.383 12 arrobas
de pimienta,
2 arrobas
de alcaparras,
2 arrobas
de pan
de higos,
2 arrobas
de ciruelas
pasas, 72
1/3 piezas
de crehuelas,
700 piezas
de caserillos.
M. E. de Uría
(1726, 35,41) 10 74 Q. 8 cajas
20 libras de libros.

Fuente: AGI, Contratación, registros de ida a Honduras, 1700-1775, legs. 1591-1607.


Anexo 8.

Tabla IV-16. Tierras propiedad de los regidores de Santiago de Guatemala

Regidor Tipo Ubicación Extensión Valor


de Hacienda (en caballerías) (en pesos)

Tomás de Hacienda
Arrivillaga (c) con ingenio Valle de Guatemala

Diego “majada de “pequeño terreno” ?


Arroyave (c) cameros” Tierra Valle de la Ermita 18 caballerías

J. F. Haciendas de San Salvador


Aycinena (p) añil y ganado
“Yaguatique” 36.000

“Cerro la Avilla”
“La Concepción”
“San Juan de Vista” 80.000
(las 3)

“Miradores” 57.991
“Archichiquitos”
“Los Naranjos” ?
“Buenaventura”
“Buena Vista”
“San Marcos”

F. I. Barrutia (p) Haciendas de


ganado mayor
y caña
“Nuestra Sra.
de los Dolores”
“San José”
“Todos los Santos” Sololá

3 haciendas más Totonicapán 69 (1 de ellas)

F. I. Chamorro (p) Hacienda de San Salvador ? 2


añil “Tangalona”

L. C. Coronado (c) Hacienda


de ganado Escuintla ? ?

372
Tabla IV-16. Tierras propiedad de los regidores de Santiago de Guatemala,
(cont.)
Regidor Tipo Ubicación Extensión Valor
de Hacienda (en caballerías) (en pesos)

M. Coronado Haciendas de Escuintla 359 3/4


(c) ganado “San Francisco
Cuyotepeque”
“Bonete"
“Ojo de agua”

Varias tierras Valle de Guatemala

J. Delgado
Nájera (c) Haciendas de ganado “El Sitio” Chiquimula
“Las Monjas”
Hacienda “San Rafael” Guazacapán 5.429

M. Gálvez
Corral (c) Hacienda “La Culebra” Mixco (Valle 30 1/4 1534
de Guatemala)
Haciendas de
ganado mayor
“San Nicolás de
la Majada”
“El obraje” Escuintla 470 32.801
Haciendas de añil
“La Bermuda” 6.854
“El Platanar” San Salvador 18.263

J. J. González
Batres (c) Tierra de labor Sacatepéquez 13’5 8.180

Francisco
Herrarte (c) Tierras de trigo Valle de Mixco
“Santa Cruz”
“San José”
Tierra con ganado
y trapiche

Manuel Hacienda de ganado


Lacunza (p) “San Joaquín” Quezaltenango 35 1.362

373
Tabla TV-16. Tierras propiedad de los regidores de Santiago de Guatemala,
(cont)
Regidor Tipo Ubicación Extensión Valor
de Hacienda (en caballerías) (en pesos)

Simón Larrazábal Hacienda “Las San Raimundo 17 1/3 1.500


(c) Granadillas” de las Casillas

P. de Loaisa (c) Haciendas de ganado Escuintla 265 11.795


“Eljovero"
“Ojo de Agua” ‘
Hacienda “lo de Quezada”

P. S. López de Tierras de añil Escuintla


Estrada

F. Manrique de
Guzmán (p) 1 Tierra de repasto Atitlán-Tecpán Atitlán 23

Ventura Nájera
(c) Hacienda de ganado Escuintla 9.970
“El Jovero”+
Hacienda de ingenio
“La Vega” 18.000
Tierras “y paso
de caballos” Chiquimulilla 6 caballerías

G. de Haciendas de ganado
Olavarrieta (p) y de caña
“Jutiapilla" “Jocolitán”
“Chaparrón”
“La Laguna” Chiquimula y Zacapa 40.000

Basilio Vicente
Roma (p) Sn. Faustino San Salvador

M. E. de Uría
(c) Haciendas de caña Valle de Guatemala 12 caballerías 23.667
y potrero
Hacienda ? ? 1.150

* comprada a Miguel Coronado.


+ posiblemente comprada a Pedro Loaisa.
(c): criollo; (p): peninsular.
Fuentes: Ver tabla IV-3, Fuentes y Guzmán, Obras históricas..., op. cit., libro pri­
mero, p. 226, Brown, “ Family, Business and Politics in Bourbon Central Ameri­
ca...” op. cit. Juan Carlos Solórzano, “Haciendas, ladinos y explotación colonial:
Guatemala, Salvador y Chiapas en el siglo XVIII”, Anuario de Estudios Centroa­
mericanos, Univ. de Costa Rica, VoL 10, 1984.

374
Anexo 9.
Tabla V-9. Recuento de Tributarios del Valle de Guatemala, 1734.

Pueblo Número de Tributarios Cantidad a pagar.


En tostones

Parcialidad de Guatemaltecos
del Pueblo de Jocotenango 911 enteros 3.922, 3 rs. 14 mrs.

Parcialidad de Utatecos del


pueblo de Jocotenango 338 enteros y medio 1.486 t. 3 rs., 5 2/3 mrs
Chimaltenango 1.060 enteros 6.132 t, 3 rs. 11 1/3 mrs.
San Pedro Yepocapa 110 y medio 583 t., 3 rs., 28 1/3 mrs
Quiaguistlan 77 y medio 349 t., 2 rs. 11 1/3 mrs.
San Cristóbal Amatitlán 615 y medio 2.916 t. 3 rs., 17 mrs.
San Miguel Petapa 256 enteros 1.514 t. 11 1/3 mrs.
Santa María de Jesús 546 y medio 2.255 t. 1 r. 2 mrs.
San Juan Amatitlán 209 1.262 t. 2 rs. 11 1/3 mrs.
Sto. Domingo Sinaco 381 y medio 2.064 t. 17 mrs.
Sta. Ines Petapa 136 y medio 705 t., 2 rs. 17 mrs.
Sta. María Magdalena 42 125 t., 2 rs. 27 mrs.
Sn. Juan Gascón 9 y medio 34 t., 2 rs., 5 2/3 mrs.
Sn. Jacinto 70 410 t. 2rs.
Sn. Pedro Thesorero 367 y medio 1.500 t., 2 rs., 17 mrs.
Sta. Ctha Bobadillla 41 156 t„ 3 rs., 22 2/3
Sta. Lucia 5 25 t. 2 rs. 22 2/3 mrs.
Milpa Santa Anna 76 324 t, 1 r. 11 1/3 mrs.
Barrio de Santo Domingo 176 y medio 783 t., 1 r.
San Martin Xilotepeque 598 y medio 3.170 t., 2 rs. 17 mrs.
San Lucas Sacatepequez 165 833 t., 2 rs. 5 2/3 mrs.
Santiago Patzicía 1.415 y medio 9.137 t. 1 r. 28 1/3 mrs.
Tecpán Guatemala 1.010 4.991 t. 22 2/3 mrs.
San Pedro Sacatepequez 537 3.111 t, 5 2/3 mrs.
Isabel Godines 79 288 t., 17 mrs.
San Cristóbal el Alto 32 134 t.

375
Tabla V-9. Recuento de Tributarios del Valle de Guatemala, 1734, (cont.)
Pueblo Número de Tributarios Cantidad a pagar.
En tostones

San Cristóbal el Bajo 124 514 t. 1 r.


Milpa San Juan Dueñas 159 y medio 589 t. 1 r. 5 2/3 mrs.
San Miguel el Alto 4 y medio 18 t. 3 rs., 17 mrs.
San Luis de las Carretas 89 398 t., 1 r. 22 2/3 mrs.
San Lorenzo Monroy 160 576 t, 1 r. 11 1/3
Sn. Andrés Zevallos 26 y medio 111 t. 2 rs. 28 1/3 mrs.
Santiago Zamora 168 y medio 605 t., 2 rs. 28 1/3 mrs.
Sta. Catharina Aguacaliente 125 y medio 453 t., 3 rs., 28 mrs.
Sn. Antonio Mexapa 246 1.221 t„ 1 r.
Barrio de las Mercedes 11 y medio 48 t, 28 1/3 mrs.
San Felipe 185 696 L, 2 rs., 18 1/2 mrs.
San Juan Sacatepequez 1.458 y medio 8.783 t., 3 rs.
Santiago Sacatepequez 308 y medio 1.898 t, 1 r. 17 mrs.
Alotenango 595 y medio 3.573 t. 22 2/3 mrs.
Pínula 173 y medio 1.056 t., 1 r., 28 3/4 mrs.
Bartolomé el alto 14 55 t. 2 rs. 22 2/3
Sn. Matheo 12’5 52 t„ 2 rs., 22 2/3 mrs.
Sto. Tomas el Alto 39 188 t.
Barrio del Espíritu Santo 36’5 145 t., 2 rs., 5 2/3 mrs.
Barrio de Sta. Cruz 21’5 81 t., 1 r., 22 2/3 mrs.
Sn. Antonio Aguacaliente 109 709 t. 28 1/3 mrs.
Mixco 425 2.385 t, 2 rs.
Chinautla 218 y medio 1.158 t., 3 rs. 17 mrs.
San Gaspar Vivar 59 y medio 245 t., 1 r. 22 2/3 mrs.
San Miguel Tejar 62 y medio 292 t., 3 rs., 17 mrs.
Zumpango 862 4.809 t., 22 2/3 mrs.
Sta. Ines de Monte Policiano 50 224 t. 3 rs. 22 2/3 mrs.

376
Tabla V-9. Recuento de Tributarios del Valle de Guatemala, 1734, (cont.)

Pueblo Número de Tributarios Cantidad a pagar.


En tostones

Sn. Bartolomé Becerra 12 45


Sn. Juan del Obispo 123 y medio 506 t., 14 1/2 mrs.
Sn. Bartolomé Carmona 26'5 102 t., 1 r. 17 mrs.
Patzun 1.010 4.650 t., 2 rs., 22 2/3 mrs.
Barrio de Guatemaltecos
de San Francisco 10 46 t., 11 1/3
Sn. Lorenzo Tejar 238 1.019 t., 2 rs. 11 1/3 mrs.

Parcialidades de Mexicanos
y Tlaxcaltecos de Ciudad Vieja 99 y medio 432 t., 3 rs. 5 2/3 mrs.
Parcialidad de los reservados
de Ciudad Vieja 15 16 t., 1 r.
Parcialidad de Milpa Escobar
en Ciudad Vieja 55 242 t., 11 1/3 mrs.
Sn. Andrés Izapa 701 4.325 t., Ir., 11 mrs.
Comalapa 1.324 y medio 6.424 t., Ir., 11 mrs.
Sn. Bernabé Acatenango 317 y medio 1.611 t., 1 r., 28 1/3 mrs.
Sta. Polonia 175 y medio 857 t., 17 mrs.
Sta. Cruz Valanguia 184 y medio 900 t., 3 rs., 17 mrs.
San Lucas Cabrera 17 y medio 79 t., 1 r. 28 1/3 mrs.
Barrio de Sn. Gerónimo 19 y medio 87 t., 17 mrs.
San Andrés Dean 23 87 L, 3 rs., 22 2/3 mrs.
Parramus 453 y medio 2.520 t., 3 rs., 30 mrs.
Barrio de San Antón 61 219 t„ 18 1/3
San Sebastian Texar 123 y medio 711 t., 1 r. 5 2/3 mrs.
Parcialidad de mexicanos
de Sn. Francisco 10 y medio 49 t., 17 mrs.
Sn. Dionisio de los Pastores 86 y medio 384 t., 24 mrs.

Total 20.706 y medio


(41.413 varones y
mujeres sin los
reservados y muchachos
que aun no han
empezado a tributar) 106.067 tostones.

Fuente: AGI, Guatemala, 340.

377
Anexo 10.

Tabla V-ll. Pueblos contenidos en las primeras 2’5 leguas.

Pueblo Número de tributarios Tributos

Santa Ana 134 333 t. 1 r.


Santa Ysabel 70 175 t. 3 r.
Sn. Cristóbal el Bajo 111 262 t. 3 r.
Sn. Pedro de las Huertas 271 648 t. t/2 r.
San Gaspar Vivar 47 114 1/2
Sn. Juan del Obispo 94 186
Sn. Cristóbal el Alto 37 89
Sn. Andrés Sevallos 19 45 t. 1 1/2 r.
Sn. Lorenzo Monroy 135 322 t. 3 1/2
Almolonga 442 460 t. 1 1/2 r.
Sn. Miguelito Milpa Escobar 53 134 t. 3 r.
Sn. Antonio Aguacaliente 129 366 t. 2 r.
Sta. Catharina Baraona 143 342 t.
Sta. Ines del Monte Policiano 63 185 t. 1 r.
Sn. Juan Gascón 28 54 t. 1 1/2 r.
Sn. Miguel el Alto 14 33 t. 2 r.
Sta. Lucía Monterroso 27 82 t. 1 1/2 r.
Sto. Tomas 105 287 t. 3 1/2 r.
Sn. Phelipe 136 327 t. 3 r.
Jocotenango 921 2.611 t. 2 r.
Sn. Dionisio de los Pastores 99 280 t. 3 r.
Sn. Luis de las Carretas 52 152 t. 3 1/2 r.
Sn. Lorenzo del Tejar 241 708 t. 3 1/2 r.
San Sebastian del Tejar 119 337 t. 2 1/2 r.
Sn. Agustín Zumpango 1.100 3.373 t. 1 r.
Parramos 449 1.568 t.
San Miguel el Tejar 33 97 t.
Santiago Zamora 176 421
Dueñas 99 281 t.

378
Tabla V-ll. Pueblos contenidos en las primeras 2’5 leguas, (cont.)

Pueblo Número de tributarios Tributos

Santa María de Jesús 459 1.115 t.


Sn. Mateo Milpas altas 27 76 t.
Sn. Bartolomé el Alto 31 79 t. 2 r.
Sn. Lucas Sacatepéquez 259 789 t. 3 1/2 r.
Sta. María Magna. Quiaquistlán 49 138 t. 1/2 r.
Sta. Catarina Bobadilla 49 138t. 1/2 r.
La Magadalena 95 235 t. 3 r.
Sn. Bartolomé Carmona 14 27 t. 2 1/2 r.
Sn. Bartolomé Beserra 11 26 t. 1/2 r.
San Lucas Cabrera 6 17t. 2 1/2 r.
San Andrés Dean 30 85 t. 1 1/2 r.
Santiago Sacatepequez 312 1.097 t. 1/2 r.
Total 6.689 18.111 t. 1 r.

Fuente: AHN, Consejos, 20953- Año de 1765-

379
Anexo 11.

Composición del cabildo de Santiago de Guatemala.


Alcalde Provincial de la Santa Hermandad. Autorización de la venta:
R. C. Madrid, 28 de marzo de 1632.

Propietario Fecha Precio Venta/resignación Confirmado ?

Manuel Muñoz 1742 1.000 pesos V. Sí

Francisco Ignacio
Barrutia 1761 4.000 pesos V. Sí

Fuente: AGI, Guatemala, 432, “Testimonio de los autos de pregones y remate de


los oficios de el Muy Noble Ayuntamiento de esta ciudad de Guatemala celebrado
el año pasado de 1742”; AGI, Guatemala 432, diversos testimonios e informes
sobre el remate de 1761; AGI, Guatemala, 234, “Testimonio de los autos fechos
sobre la renuncia que hizo don Franco. Antonio de Granda, del oficio de tesorero
del papel sellado...”, 1746; AGI, Guatemala, 271, Confirmaciones de oficios, 1744­
1750; AGCA, Al-24, exp. 10224, “Título de regidor de Lucas Carlos Coronado y tes­
timonio del remate de 1713; "Stephen Webre, “The Social and Economic Bases of
Cabildo Membership in Seventeenth Century Santiago de Guatemala” Tesis docto­
ral inédita, Universidad de Tulane, 1980, pp. 319-351. Igual para todas las tablas.

Alférez Mayor, Autorización de la venta: RC. El Pardo, 1 Noviembre, 1591.

Propietario Fecha Precio Venta/resignación Confirmado ?

Tomás de Arrivillaga 1706 3 000 pesos V. No

Juan José González

Batres 1742 1.000 pesos V. Sí

Manuel González

Batres 1761 4.000 pesos V. Sí

380
Alguacil Mayor. Autorización de la venta RC.
El Pardo, 1 de Noviembre, 1591-

Propietario Fecha Precio Venta/resignación Confirmado ?

Gerónimo de
la Trinidad 1729 600 pesos/año alquiler

Guillermo Martínez
de Pereda 1742 2.000 pesos V. Sí

Basilio V. Roma 1761 7.000 pesos V. Sí

Correo Mayor. Autorización de la venta. R.C. 2 de Marzo, 1620.

Propietario Fecha Precio Venta/resignación Confirmado ?

José Agustín
de Estrada y Azpeitia 1682 20.000 pesos V. Sí

Pedro Ortiz de Letona 1730 20.000 pesos V. Sí

Depositario General. Autorización de la venta. RC. Lisboa, 13 Noviembre,


1581.

Propietario Fecha Precio Venta/resignación Confirmado ?

J. Damián Fernández
de Córdoba 1713 3.000 pesos R. (1/2) Sí

Manuel Lacunza 1725 2.500 pesos V. Sí

José de Molina y Sandoval 1742 2.000 pesos V. Sí

Juan Fermín de Aycinena 1761 5.000 pesos V. Sí

381
Juez Tesorero del papel sellado. Autorización de la venta, 1644.

Propietario Fecha Precio Venta/resignación Confirmado ?

Juan Antonio
Colomo 1725 5.000 pesos V. Sí
Fernando Ignacio
Colomo 1731 5.000 p. V. Sí
Francisco Antonio
Granda 1742 5.000 p. R. (1/2) Sí

Diego Arroyave 1745 5.000 p. R. (1/3) No

Receptor de Penas

Propietario Fecha Precio Venta/resignación Confirmado ?

Alejandro

Pacheco 1702 5.500 p. V. Sí

Manuel Legarza hasta 1729 interino

Felipe Jiménez 1729... interino

Pedro Loaisa interino

Juan Lucas Hurtarte 1738-1742 interino

Miguel Coronado

y Ulloa 1742 1.000 p. V. Sí

382
Regimientos sencillos. Autorización de la venta, R.C. El Pardo, 1 de
Noviembre de 1591.

Propietario Fecha Precio Venta/resignación Confirmado ?

Regimiento n° 1

Lucas Carlos Coronado


y Ulloa 1713 750 pesos V. Sí
José Delgado Nájera 1742 500 pesos V. Sí
Juan Tomás Micheo 1766 750 pesos R. (1/2) Sí

Regimiento n° 2

Pedro Severino López


de Estrada 1713 750 pesos V. Sí
Francisco López Portillo 1742 500 pesos V. Sí

Regimiento n° 3

Miguel Eustaquio de Uría 1713 750 pesos V. ?


Gabriel de Olavarrieta 1742 500 pesos V. Sí

Regimiento n° 4

Francisco Marcelino Falla 1721 750 pesos V. ?


Francisco Antonio Granda 1742 500 pesos V. Sí
Felipe Manrique de Guzmán 1742 Subrogación

Regimiento n° 5

Juan Angel de Arochena 1713 750 pesos V. Sí


Miguel Francisco de Iturbide
y Regil 1742 500 pesos V. Sí

Regimiento n° 6

Juan de Alcayaga 1713 750 pesos V. Sí


Basilio V. Roma 1742 500 pesos V. Sí
Simón de Larrazábal 1762 750 pesos R. (1/2) Sí
Nicolás de Obregón 1770 750 pesos R. (1/2) Sí

383
Regimientos sencillos (continuación)

Propietario Fecha Precio Venta/resignación Confirmado ?

Regimiento n° 7

Manuel de Gálvez
Corral 1742 500 pesos V. Sí

Regimiento n° 8

Francisco de Herrarte 1742 500 pesos V. Sí

Regimiento n° 9

Pedro de Loaisa 1761 1.500 pesos V. Sí

Regimiento n° 10

Fernando Palomo 1761 1.500 pesos V. Sí


Francisco Chamorro
Sotomayor 1767 1.500 pesos R. Sí

Regimiento n° 11

Cayetano Pavón 1761 1.500 pesos V. Sí

Regimiento n° 12

Ventura Delgado Nájera 1761 1.000 pesos V. Sí

384
Fuentes documentales
(El listado no es completo. Se muestran las referencias más destacables).

ARCHIVO GENERAL DE INDIAS (SEVILLA).

Sección Gobierno. Audiencia de Guatemala

Legajo Contenido Fechas

226 Cartas y expedientes del 1720-1721


Presidente y oidores de la
Audiencia de Guatemala
227 Idem 1722-1723
228 Idem 1724-1729
229 Idem 1730-1735
230 Idem 1736-1737
231 Idem 1738-1739
232 Idem 1740-1743
233 Idem 1744-1745
234 Idem 1746-1747
235 Idem 1748-1749
236 Idem 1750-1752
237 Idem 1753-1756
238 Idem 1757-1758
239 Idem 1759-1764

240 Cartas y Expedientes de Gobernado-


res y Corregidores del distrito de
aquella Audiencia. 1662-1760

387
Legajo Contenido Fechas

241 Cartas y Expedientes del Cabildo


Secular de la Ciudad de Santiago
de Guatemala. 1703-1759
243 Cartas y expedientes del Superinten­
dente y empleados de la Casa de la
Moneda y Contadores de Cuentas de
Guatemala. 1653-1758
244 Cartas de Sevilla, Cádiz y otros
pueblos de España que tratan de asuntos
de Guatemala. 1653-1758
245 Cartas y Expedientes de Jueces de la
Comisión del Distrito de Aquella
Audiencia. 1701-1727

255 Cartas y expedientes de personas


seculares del distrito de aquella
Audiencia. 1649-1701
259 Idem 1718-1725
260 Idem 1726-1736
261 Idem 1737-1749
262 Idem 1750-1755
263 Idem 1756-1759
264 Correspondencia con el subdele­
gado de Ventas y Composiciones
de tierras del distrito de aquella
Audiencia. 1738-1752
265 Confirmaciones de Oficios vendibles
y renunciables. 1689-1704
267 Idem 1717-1726
268 Idem 1727-1736
269 Idem 1737-1738
270 Idem 1739-1743
271 Idem 1744-1750
272 Idem 1751-1753
273 Idem 1754-1759

388
Fuentes

Legajo Contenido Fechas

298 Expediente sobre asiento de


pólvora en el distrito de aquella
Audiencia. 1713-1727
317 Expediente sobre ventas de Alcabalas y
papel sellado de la ciudad de Santiago
de Guatemala. 1723-1724

318 Idem 1725-1730


335 Expediente sobre cuentas de la ciudad
de Santiago, año de 1737
340 Expediente sobre erección de dos Aleadlas
Mayores en el Valle de la Ciudad de
Santiago y otros asuntos. 1737-1756
341 Expediente de los Alcaldes Ordinarios
de la Ciudad de Santiago, sobre asiento
que han de ocupar en las posesiones de
los Obispos de aquella ciudad. 1738-1740

342 Expediente sobre la confirmación del


remate de derechos de Alcabalas y Ar-
Mada de Barlovento hecho en el cabildo
secular de Santiago de Guatemala. 1738-1756
420 Copias de Reales cédulas sobre Ofi­
cios vendibles y renunciables merce­
des y pensiones e Informes
sobre los mismos. 1596-1820
432 Confirmación de oficios vendibles y
renunciables. 1760-1764

433 idem 1765-1772


445 Títulos de Regidores, Alféreces
Reales, Alguaciles Mayores, Al­
caldes de la Santa hermandad,
(Hay también provisión de corre­
gidores y alcaldes mayores) 1656-1818

389
Legajo Contenido Fechas

446 Idem 1656-1818


533 Expedientes e instancias de ca­
bildos seculares 1735-1817

534 Expedientes e instancias de cabildos seculares

677 Reales Cédulas, Títulos e Informes


en el juzgado de bienes de difuntos 1714-1819

679 Reales cédulas, Informes y materias


de Real Hacienda. 1602-1824

680 Informes de la vía reservada sobre


materias de real Hacienda 1766-1777

682 Reales cédulas, Instrucciones, Títulos


de empleados, Informes y Estados de
productos de Alcabalas y Aduanas. 1641-1816

690 Expediente sobre establecimiento de intendencias


sus dependencias y correspondencia. 1787-1821

724 Oficiales Reales y dependencias de


su administración. 1731-1749

744 Estados, cortes y tanteos de las


Cajas Reales de hacienda. 1764-1819

754 Cuentas de Alcabalas 1763-1778

757 Expedientes de Aduanas y Alcabalas 1762-1775

799 Expediente sobre establecimiento


de una Compañía de aviadores de
minas y comercio. 1748-1759

390
Fuentes

Legajo Contenido Fechas

875 Fortificaciones, pertrechos de guerra,


situados de tropa y sus incidencias. 1760-67

Indiferente General

Legajo
109
151, Relaciones de méritos.
158, Relaciones de méritos de personas seculares.
Audiencia de Guatemala.
165
1508

Escribanía de Cámara

Audiencia de Guatemala. Pleitos.

342 A El cabildo, justicia y regimiento de Santiago de Guatemala con el fis­


cal, sobre aprobación de la cesión del arrendamiento de las alcabalas que
hizo en dicha ciudad Pedro Carrillo a quien se había concedido por 9 años.
Residencia de Manuel de Lacunza, alcalde mayor de la provincia de San
Antonio de Suchitepeque, por Juan José de Bocanegra. Fenecida en
1756. 1742

Contaduría

974 (Relaciones del producto de medias anatas remitido a España des­


de 1642 a 1712; 1749-1751 y 1756-1758).

976 (Cuentas de Real Hacienda de los años de 1725 y 1726)

391
Contratación

Legajos 2598-2606, Registros que vinieron de Honduras, 1700-1769-

Legajos 1591-1607, Registros de ida a Honduras, 1700-1775.

ARCHIVO GENERAL DE CENTROAMÉRICA (CIUDAD DE GUATEMALA).

Mortuales:

Al-43, leg. 4165, exp. 33003, Mortual de Francisco Granda, fallecido en


Huehuetenango, 1740

Al-43, leg. 5040, exp. 42.769, 1748. Inventario de los bienes de la mor­
tual de Manuel de Lacunza.

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Al-43, leg. 2683, exp. 22791, Testamento y autos de la Mortual de don


Diego de Arroyave, año 1782.

Al-43, leg. 5237, exp. 44038, Mortual de Pedro Ignacio Loayza.

392
Fuentes

Protocolos

Escribano: Antonio González

Al-20, Legajo 856, Expediente 9349, 1728


ll
L. 857, E. 9350, 1729
, 858, 9351, 1730
n
, 859, 9352, 1731
u
, 860, 9353, 1732
a
, 861, 9354, 1733
u
, 862, 9355, 1734
«
, 863, 9356, 1735
u
, 864, 9357, 1736
u
, 865, 9358, 1737
u
, 866, 9359, 1738
u
, 867, 9360, 1739
n
, 868, 9361, 1740
u
, 869, 9362, 1741
u
, 870, 9363, 1742
u
, 871, 9364, 1743
ll
, 872, 9365, 1744
ll
, 873, 9366, 1745
«
, 874, 9367, 1746
u
, 875, 9368, 1747
u
, 876, 9369, 1748
u
, 877, 9370, 1749
u
, 878, 9371, 1751
u
, 879, 9372, 1752
n
, 2023, 14018, 1753
u
, 881, 9374, 1754,
u
, 882, 9375, 1755,
n
, 883, 9376, 1756,
u
, 884, 9377, 1757,
u
, 885, 9378, 1758,
u
, 886, 9379, 1759,

393
“ , 887, 9380, 1760,
“ , 888, 9381, 1761, 1762,

Sebastián González:

Leg. 889, exp. 9382, 1764


“ 890, exp. 9383, 1765
“ 891, exp. 9384, 1766
“ 892, exp. 9385, 1767
“ 893, exp. 9386, 1768
“ 894, exp. 9387, 1769
“ 895, exp. 9388, 1770
“ 896, exp. 9389, 1771
“ 897, exp. 9390, 1772
“ 898, exp. 9391, 1773
“ 899, exp. 9392, 1774
“ 900, exp. 9393, 1775
“ 901, exp. 9394, 1776
“ 902, exp. 9395, 1777
“ 903, exp. 9396, 1778
“ 904, exp. 9397, 1779
“ 905, exp. 9398, 1780
“ 906, exp. 9399, 1781
“ 907, exp. 9400, 1782

Pedro Carranza y Dardón


Legajo 678, exp. 9171, 1704
“ 679, exp. 9172, 1732-33
“ 576, exp. 9069, 1731

Manuel Andrés Monzón


leg. exp. fecha
1074, 9567, 1726
1075, 9568, 1727

394
Fuentes

leg. exp. fecha


1077, 9570, 1728
1078, 9571, 1735
1079, 9572, 1736
1080, 9573, 1733-34
1081, 9574, 1737
1082, 9575, 1738
1083, 9576, 1739
1084, 9577, 1740
1085, 9578, 1742
1086, 9579, 1743
1087, 9580, 1744
1088, 9581, 1745
1089, 9582, 1746
1090, 9583, 1747
1091, 9584, 1748
1092, 9585, 1749
1093, 9586, 1750
1094, 9587, 1751
1095, 9588, 1752
1096, 9589, 1753
1097, 9590, 1757
1098, 9591, 1759
1099, 9592, 1763
Hipólito Ordóñez
leg. exp. fecha
1130, 9623, 1737, 1738
1136, 9629, 1733
1137, 9630, 1734
1138, 9631, 1735 y 1736
1139, 9632, 1739 y 1740
1140, 9633, 1741 y 1742
1141, 9634, 1744
1142, 9635, 1746

395
Mateo Ruiz Hurtado
leg. exp. fecha
1271, 9762, 1716
1272, 9763, 1719
1273, 9764, 1718
1274, 9765, 1719
1275, 9766, 1720
1276, 9767, 1721
1277, 9768, 1722
1278, 9769, 1723
1279, 9770, 1724
1280, 9771, 1725
1281, 9772, 1727

Juan J. Zavala
leg. exp. fecha
1451, 9941, 1743
1452, 9952, 1744
1453, 9953, 1745
1454, 9954, 1747
1455, 9955, 1748
1456, 9946, 1749
1457, 9947, 1751
1458, 9948, 1752-1754

LIBROS DE CABILDO:

Al. leg. 3096, exp. 29797, Libro secreto del Cabildo, año 1754, (y una
deliberación del año 1762)

Al-22, LEG. 1788, EXP. 11782, AÑOS 1713, 1714, 1715,


Al-22, LEG. 1796, EXP. 11790, AÑOS 1752, 53,
Al-22, LEG. 1793, EXP. 11797, AÑOS 1736, 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43.

396
Fuentes

Al-22, LEG. 1799, EXP. 11798, AÑO 1766


ll ll
LEG. 1799, EXP. 11797, AÑO 1765.
« ll
LEG. 1799, EXP. 11799, AÑO 1767
ll a
LEG. 1799, EXP. 11800, AÑO 1768
n u
LEG. 1800, EXP. 11801, AÑO 1769
u u
LEG. 1800, EXP. 11802, AÑO 1770
u a
5 LEG. 1797, EXP. 11793, AÑOS 1760-1761
u it
LEG. 1798, EXP. 11794, AÑO 1762,
u u
LEG. 1798, EXP. 11795, AÑO 1763
u ti
LEG. 1798, EXP. 11796, AÑO 1764
u u
LEG. 2178, EXP. 15715, AÑO 1787
ti u
LEG. 1789, EXP. 11783, AÑOS 1716-1721
ti u
y LEG. 1790, EXP. 11784 AÑOS 1722-26
u u
LEG. 1791, EXP. 11785 AÑOS 1727-31
ti u
LEG. 1792, EXP. 11786 AÑOS 1732-33-34-35
u u
LEG. 1794, EXP. 11788 AÑOS 1744-47
u u
LEG. 1795 EXP. 11789 AÑOS 1748-1751

ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL (MADRID)

Sección Consejos

Pleitos:

Legajos 20950 a 20953, El Cabildo, Justicia y Regimiento de la ciudad


de Guatemala, con el señor Fiscal y los Alcaldes mayores de Amatitán
y Chimaltenango, erigidos en 1756, sobre jurisdicción en dichas alcal­
días. 1760-68.

Residencias:

20973: Residencia del Presidente Alonso de Arcos y Moreno.

21043, 21108, 21109 y 21110, Residencia del Presidente Alonso Fernán­


dez de Heredia.

397
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416
Se terminó de componer este libro en
LOS TALLERES DE GRÁFICAS VARONA, EL DÍA 29
DE DICIEMBRE, EN EL QUE SE CONMEMORA A
Santo Tomás Becket, en cuyo honor escribió
T. S. Eliot Murder in the Cathedral y que fue
GRAN CANCILLER DE INGLATERRA Y AMIGO DE
Enrique II, con el que se enfrentó
SIENDO OBISPO DE CANTERBURY

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