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Paco Yunque

Paco Yunque, un niño del campo, llega por primera vez al colegio y se siente abrumado por el bullicio y la actitud desenvuelta de sus compañeros. A lo largo de su primer día, experimenta miedo y confusión, especialmente por la presencia dominante de Humberto Grieve, quien lo intimida. A pesar de su timidez, Paco intenta adaptarse a su nuevo entorno escolar mientras lidia con la dinámica social entre los niños.

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Paco Yunque

Paco Yunque, un niño del campo, llega por primera vez al colegio y se siente abrumado por el bullicio y la actitud desenvuelta de sus compañeros. A lo largo de su primer día, experimenta miedo y confusión, especialmente por la presencia dominante de Humberto Grieve, quien lo intimida. A pesar de su timidez, Paco intenta adaptarse a su nuevo entorno escolar mientras lidia con la dinámica social entre los niños.

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pero luego obedeció, porque vio que todos hacían lo mismo.

Al entrar al
salón se puso pálido. Todo quedó repentinamente en silencio y este
silencio le dio miedo a Paco. Los Zumiga le estaban jalando, el uno para
un lado y el otro para el otro lado, cuando de pronto le soltaron y lo dejaron
solo.
Paco Yunque
El profesor entró. Todos los niños estaban de pie, con la mano derecha
levantada a la altura de la sien, saludando en silencio y muy erguidos.
Cuando Paco Yunque y su madre llegaron a la puerta del colegio, los
niños estaban jugando en el patio. La madre le dejó y se fue. Paco, paso a Paco sin soltar su libro, su cuaderno y su lápiz, se había quedado parado
paso, fue adelantándose al centro del patio, con su libro primero, su en medio del salón, entre las primeras carpetas de los alumnos y el pupitre
cuaderno y su lápiz. Paco estaba con miedo, porque era la primera vez del profesor. Un remolino se le hacía en la cabeza. Niños. Paredes
que veía a un colegio; nunca había visto a tantos niños juntos. amarillas. Grupos de niños. Vocerío. Silencio. Una tracalada de sillas. El
profesor. Ahí, solo, parado, en el colegio. Quería llorar. El profesor le tomó
Varios alumnos, pequeños como él, se le acercaron y Paco, cada vez más
de la mano y lo llevó a instalar en una de las carpetas delanteras junto a
tímido, se pegó a la pared, y se puso colorado. ¡Qué listos eran todos esos
un niño de su mismo tamaño. El profesor le preguntó:
chicos! ¡Qué desenvueltos! Como si estuviesen en su casa. Gritaban.
Corrían. Reían hasta reventar. Saltaban. Se daban de puñetazos. Eso era —¿Cómo se llama Ud.?
un enredo.
Con voz temblorosa, Paco muy bajito:
Paco estaba también atolondrado porque en el campo no oyó nunca sonar
tantas voces de personas a la vez. En el campo hablaba primero uno, —Paco.
después otro, después otro y después otro. A veces, oyó hablar hasta
cuatro o cinco personas juntas. Era su padre, su madre, don José, el cojo —¿Y su apellido? Diga usted todo su nombre.
Anselmo y la Tomasa. Eso no era ya voz de personas sino otro ruido. Muy
diferente. Y ahora sí que esto del colegio era una bulla fuerte, de muchos. —Paco Yunque.
Paco estaba asordado.
—Muy bien.
Un niño rubio y gordo, vestido de blanco, le estaba hablando. Otro niño
más chico, medio ronco y con blusa azul, también le hablaba. De diversos El profesor volvió a su pupitre y, después de echar una mirada muy seria
grupos se separaban los alumnos y venían a ver a Paco, haciéndole sobre todos los alumnos, dijo con voz militar:
muchas preguntas. Pero Paco no podía oír nada por la gritería de los
—¡Siéntense!
demás. Un niño trigueño, cara redonda y con una chaqueta verde muy
ceñida en la cintura agarró a Paco por un brazo y quiso arrastrarlo. Pero Un traqueteo de carpetas y todos los alumnos ya estaban sentados.
Paco no se dejó. El trigueño volvió a agarrarlo con más fuerza y lo jaló.
Paco se pegó más a la pared y se puso más colorado. El profesor también se sentó y durante unos momentos escribió en unos
libros. Paco Yunque tenía aún en la mano su libro, su cuaderno y su lápiz.
En ese momento sonó la campana, y todos entraron a los salones de clase. Su compañero de carpeta le dijo:
Dos niños –los hermanos Zumiga– tomaron de una y otra mano a Paco y —Pon tus cosas, como yo, en la carpeta.
le condujeron a la sala de primer año. Paco no quiso seguirlos al principio,

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Paco Yunque seguía muy aturdido y no le hizo caso. Su compañero le
quitó entonces sus libros y los puso en la carpeta. Después, le dijo —Lleve usted ya a Paco al colegio. No sirve que llegue tarde el primer día.
alegremente: Desde mañana esperará a que Humberto se levante y los llevará juntos a
los dos.
—Yo también me llamo Paco, Paco Fariña. No tengas pena. Vamos a
jugar con mi tablero. Tiene torres negras. Me lo ha comprado mi tía El profesor, al ver a Humberto Grieve, le dijo:
Susana. ¿Dónde está tu familia, la tuya?
—¿Hoy otra vez tarde?
Paco Yunque no respondía nada. Este otro Paco le molestaba. Como éste
eran seguramente todos los demás niños: habladores, contentos y no les Humberto con gran desenfado, respondió:
daba miedo el colegio. ¿Por qué eran así? Y él, Paco Yunque, ¿por qué
—Que me he quedado dormido.
tenía tanto miedo? Miraba a hurtadillas al profesor, al pupitre, al muro que
había detrás del profesor y al techo. También miró de reojo, a través de la —Bueno –dijo el profesor–. Que esta sea la última vez. Pase a sentarse.
ventana, al patio, que estaba ahora abandonado y en silencio. El sol
brillaba afuera. De cuando en cuando, llegaban voces de otros salones de Humberto Grieve buscó con la mirada donde estaba Paco Yunque. Al dar
clase y ruidos de carretas que pasaban por la calle. con él, se le acercó y le dijo imperiosamente:

¡Qué cosa extraña era estar en el colegio! Paco Yunque empezaba a —Ven a mi carpeta conmigo.
volver un poco de su aturdimiento. Pensó en su casa y en su mamá. Le
preguntó a Paco Fariña: Paco Fariña le dijo a Humberto Grieve:

—¿A qué hora nos iremos a nuestras casas? —No. Porque el señor lo ha puesto aquí.

—A las once. ¿Dónde está tu casa? —¿Y a ti qué te importa? –le increpó Grieve violentamente, arrastrando a
Yunque por un brazo a su carpeta.
—Por allá.
—¡Señor! –gritó entonces Fariña–, Grieve se está llevando a Paco Yunque
—¿Está lejos? a su carpeta.

—Si… No… El profesor cesó de escribir y preguntó con voz enérgica:

Paco Yunque no sabía en qué calle estaba su casa, porque acababan de —¡Vamos a ver! ¡Silencio! ¿Qué pasa ahí?
traerlo, hacía pocos días, del campo y no conocía la ciudad.
Fariña volvió a decir:
Sonaron unos pasos de carrera en el patio, apareció en la puerta del
salón, Humberto, el hijo del señor Dorian Grieve, un inglés, patrón de los —Grieve se ha llevado a su carpeta a Paco Yunque.
Yunque, gerente de los ferrocarriles de la Peruvian Corporation y alcalde
del pueblo. Precisamente a Paco le habían hecho venir del campo para Humberto Grieve, instalado ya en su carpeta con paco Yunque, le dijo al
que acompañase al colegio a Humberto y para que jugara con él, pues profesor:
ambos tenían la misma edad. Sólo que Humberto acostumbraba venir
—Sí, señor. Porque Paco Yunque es mi muchacho. Por eso.
tarde al colegio y esta vez, por ser la primera, la señora Grieve le había
dicho a la madre de Paco:

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El profesor lo sabía esto perfectamente y le dijo a Humberto Grieve: De nuevo se oyeron pasos en el patio y otro alumno, Antonio Gesdres,
–hijo de un albañil–, apareció a la puerta del salón. El profesor le dijo:
—Muy bien. Pero yo lo he colocado con Paco Fariña, para que atienda
mejor las explicaciones. Déjelo que vuelva a su sitio. —¿Por qué llega usted tarde?

Todos los alumnos miraban en silencio al profesor, a Humberto Grieve y a —Porque fui a comprar pan para el desayuno.
Paco Yunque.
—¿Y por qué no fue usted más temprano?
Fariña fue y tomó a Paco Yunque por la mano y quiso volverlo a traer a su
carpeta, pero Grieve tomó a Paco Yunque por el otro brazo y no lo dejó —Porque estuve alzando a mi hermanito y mamá está enferma y papá se
moverse. fue al trabajo.

El profesor le dijo otra vez a Grieve: —Bueno –dijo el profesor, muy serio–. Párese ahí… Y, además, tiene
usted una hora de reclusión.
—¡Grieve! ¿Qué es esto?
Le señaló un rincón, cerca de la pizarra de ejercicios.
Humberto Grieve, colorado de cólera, dijo:
Paco Fariña, se levantó entonces y dijo:
—No, señor. Yo quiero que Yunque se quede conmigo.
—Grieve también ha llegado tarde, señor.
—Déjelo, le he dicho.
—Miente, señor –respondió rápidamente Humberto Grieve–. No he llegado
—No, señor. tarde. Todos los alumnos dijeron en coro:

—¿Cómo? —¡Sí, señor! ¡Sí, señor! ¡Grieve ha llegado tarde!

—No. —¡Psch! ¡Silencio! –dijo malhumorado el profesor y todos los niños se


callaron.
El profesor estaba indignado y repetía, amenazador:
El profesor se paseaba pensativo. Fariña le decía a Yunque en secreto:
—¡Grieve! ¡Grieve!
—Grieve ha llegado tarde y no lo castigan. Porque su papá tiene plata.
Humberto Grieve tenía bajo los ojos y sujetaba fuertemente por el brazo a Todos los días llega tarde. ¿Tú vives en su casa? ¿Cierto que eres su
Paco Yunque, el cual estaba aturdido y se dejaba jalar como un trapo por muchacho?
Fariña y por Grieve. Paco yunque tenía ahora más miedo a Humberto
Grieve que al profesor, que a todos los demás niños y que al colegio Yunque respondió:
entero. ¿Por qué Paco Yunque le tenía miedo a Humberto Grieve? ¿Por
qué este Humberto Grieve solía pegarle a Paco Yunque? —Yo vivo con mi mamá.

El profesor se acercó a Paco Yunque, le tomó por el brazo y le condujo a —¿En la casa de Humberto Grieve?
la carpeta de Fariña. Grieve se puso a llorar, pataleando furiosamente su
banco. —Es una casa muy bonita. Ahí está la patrona y el patrón. Ahí está mi
mamá. Yo estoy con mi mamá.

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Humberto Grieve, desde su banco del otro lado del salón, miraba con Varios niños quisieron hablar. El profesor le dijo a uno de los Zumiga que
cólera a Paco Yunque y le enseñaba los puños, porque se dejó llevar a la hablase.
carpeta de Paco Fariña.
—Señor –dijo Zumiga–: Había en la playa mucha arena. Un día nos
Paco Yunque no sabía qué hacer. Le pegaría otra vez el niño Humberto, metimos entre la arena y encontramos un pez medio vivo y lo llevamos a
porque no se quedó con él, en su carpeta. Cuando saldrían del colegio, el mi casa. Pero se murió en el camino…
niño Humberto le daría un empujón en el pecho y una patada en la pierna.
El niño Humberto era malo y pegaba pronto, a cada rato. En la calle. En el Humberto Grieve dijo:
corredor también. Y en la escalera. Y también en la cocina, delante de su
mamá y delante de la patrona. Ahora le va a pegar, porque le estaba —Señor: yo he cogido muchos peces y los he llevado a mi casa y los he
enseñando los puñetes y le miraba con ojos blancos. Yunque le dijo a soltado en mi salón y no se mueren nunca.
Fariña:
El profesor preguntó:
—Me voy a la carpeta del niño Humberto.
—Pero… ¿los deja usted en alguna vasija con agua?
Y Paco Fariña le decía:
—No señor. Están sueltos, entre los muebles.
—No vayas. No seas zonzo. El señor te va a castigar.
Todos los niños se echaron a reír.
Fariña volteó a ver a Grieve y este Grieve le enseñó también a él los
Un chico, flacucho y pálido, dijo:
puños, refunfuñando no sé qué cosas, a escondidas del profesor.
—Mentira, señor. Porque el pez se muere pronto, cuando lo sacan del
—¡Señor! –gritó Fariña– Ahí, ese Grieve me está enseñando los puñetes.
agua.
El profesor dijo:
—No, señor –decía Humberto Grieve–. Porque en mi salón no se mueren.
—¡Psc! ¡Psc! ¡Silencio!… ¡Vamos a ver!… Vamos a hablar hoy de los Porque mi salón es muy elegante. Porque mi papá me dijo que trajera
peces, y después, vamos a hacer todos un ejercicio escrito en una hoja de peces y que podía dejarlos sueltos entre las sillas.
los cuadernos, y después me los dan para verlos. Quiero ver quién hace
Paco Fariña se moría de risa. Los Zumiga también. El chico rubio y gordo,
mejor ejercicio, para que su nombre sea escrito en el Cuaderno de Honor
de chaqueta blanca, y el otro cara redonda y chaqueta verde, se reían
del Colegio, como el mejor alumno del primer año. ¿Me han oído bien?
ruidosamente. ¡Qué Grieve tan divertido! ¡Los peces en su salón! ¡Entre
Vamos a hacer lo mismo que hicimos la semana pasada. Exactamente lo
los muebles! ¡Como si fuesen pájaros! Era una gran mentira lo que
mismo. Hay que atender bien a la clase. Hay que copiar bien el ejercicio
contaba Grieve. Todos los chicos exclamaban a la vez reventando de risa:
que voy a escribir después en la pizarra. ¿Me han entendido bien?
—Ja! Ja! Ja! Ja! Ja! ¡Miente, señor! Ja! Ja! Ja! Ja! ¡Mentira! ¡Mentira!
Los alumnos respondieron en coro:
Humberto Grieve se enojó porque no le creían lo que contaba. Todos se
—Sí señor.
burlaban de lo que había dicho. Pero Grieve recordaba que trajo dos
—Muy bien –dijo el profesor–. Vamos a ver. Vamos a hablar ahora de los peces a su casa y los soltó en el salón y ahí estuvieron muchos días. Los
peces. movió y se movían. No estaba seguro si vivieron muchos días o murieron

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pronto. Grieve, de todos modos, quería que le creyeran lo que decía. En —Y tú, ¿tu papá no tiene plata?
medio de las risas de todos, le dijo a uno de los Zumiga:
Paco Yunque reflexionó y se acordó haberle visto una vez a su mamá con
—¡Claro! Porque mi papá tiene mucha plata. Y me ha dicho que va a hacer unas pesetas en la mano. Yunque dijo a Fariña:
llevar a mi casa a todos los peces del mar. Para mí. Para que juegue con
ellos en mi salón grande. —Mi mamá tiene también mucha plata.

El profesor dijo en alta voz: —¿Cuánto? –le preguntó Fariña.

—¡Bueno! ¡Bueno! ¡Silencio! Grieve no se acuerda bien, seguramente. —Como cuatro pesetas.
Porque los peces mueren cuando…
Fariña dijo al profesor en voz alta:
Los niños añadieron en coro:
—Paco Yunque dice que su mamá tiene también mucha plata.
—… se les saca del agua.
—¡Mentira, señor! –respondió Humberto Grieve– Paco Yunque miente,
—Eso es –dijo el profesor. El niño flacucho y pálido dijo: porque su mamá es la sirvienta de mi mamá y no tiene nada.

—Porque los peces tienen sus mamás en el agua y sacándolos, se El profesor tomó la tiza y escribió en la pizarra dando la espalda a los
quedan sin mamás. niños.

—¡No, no, no! –dijo el profesor–. Los peces mueren fuera del agua, porque Humberto Grieve, aprovechando de que no le veía el profesor, dio un salto
no pueden respirar. Ellos toman el aire que hay en el agua, y cuando y le jaló de los pelos a Yunque, volviéndose a la carrera a su carpeta.
salen, no pueden absorber el aire que hay afuera. Yunque se puso a llorar.

—Porque ya están como muertos –dijo un niño. —¿Qué es eso? –dijo el profesor, volviéndose a ver lo que pasaba.

Humberto Grieve dijo: Paco Fariña, dijo:

—Mi papá puede darles aire en mi casa, porque tiene bastante plata para —Grieve le ha tirado de los pelos, señor.
comprar todo.
—No, señor –dijo Grieve–. Yo no he sido. Yo no me he movido de mi sitio.
El chico vestido de verde dijo:
—¡Bueno, bueno! –dijo el profesor–. ¡Silencio! ¡Cállese Paco Yunque!
—Mi papá también tiene plata. ¡Silencio!

—Mi papá también –dijo otro chico. Siguió escribiendo en la pizarra; y después preguntó a Grieve:

Todos los niños dijeron que sus papás tenían mucho dinero. Paco Yunque —Si se le saca del agua, ¿qué sucede con el pez?
no decía nada y estaba pensando en los peces que morían fuera del agua.
—Va a vivir en mi salón –contestó Grieve.
Fariña le dijo a Paco Yunque:
Otra vez se reían de Grieve los niños. Este Grieve no sabía nada. No

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pensaba más que en su casa y en su salón y en su papá y en su plata. —No, señor –dijo Humberto Grieve–. Yo no le he pegado.
Siempre estaba diciendo tonterías.
El profesor miró a todos los alumnos sin saber a qué atenerse. ¿Quién de
—Vamos a ver, usted, Paco Yunque –dijo el profesor– ¿Qué pasa con el los dos decía la verdad? ¿Fariña o Grieve?
pez, si se le saca del agua?
—¿Quién lo ha visto? –preguntó el profesor a Fariña.
Paco Yunque, medio llorando todavía por el jalón de los pelos que le dio
Grieve, repitió de una tirada lo que dijo el profesor: —¡Todos, señor! Paco Yunque también lo ha visto.

—Los peces mueren fuera del agua porque les falta aire. —¿Es verdad lo que dice Paco Fariña? –le preguntó el profesor a Yunque.

—¡Eso es! –decía el profesor–. Muy bien. Volvió a escribir en la pizarra. Paco Yunque miró a Humberto Grieve y no se atrevió a responder, porque
si decía sí, el niño Humberto le pegaría a la salida. Yunque no dijo nada y
Humberto Grieve aprovechó otra vez de que no podía verle el profesor y bajó la cabeza.
fue a darle un puñetazo a Paco Fariña en la boca y regresó de un salto a
su carpeta. Fariña, en vez de llorar como Paco Yunque, dijo a grandes Fariña dijo:
voces al profesor:
—Yunque no dice nada, señor, porque Humberto Grieve le pega, porque
—¡Señor! ¡Acaba de pegarme Humberto Grieve! es su muchacho y vive en su casa.

—¡Sí, señor! ¡Sí, señor! –decían todos los niños a la vez. El profesor preguntó a los otros alumnos:

Una bulla tremenda había en el salón. —¿Quién otro ha visto lo que dice Fariña?

El profesor dio un puñetazo en su pupitre y dijo: —¡Yo, señor! ¡Yo, señor! ¡Yo, señor! El profesor volvió a preguntar a
Grieve:
—¡Silencio!
—¿Entonces, es cierto, Grieve, que le ha pegado usted a Fariña?
El salón se sumió en un silencio completo y cada alumno estaba en su
carpeta, serio y derecho, mirando ansiosamente al profesor. ¡Las cosas de —¡No, señor! Yo no le he pegado.
este Humberto Grieve! ¡Ya ven lo que estaba pasando por su cuenta!
¡Ahora habrá que ver lo que va a hacer el profesor, que estaba colorado —Cuidado con mentir Grieve. ¡Un niño decente como usted, no debe
de cólera! ¡Y todo por culpa de Humberto Grieve! mentir!

—¿Qué desorden es ése? –preguntó el profesor a Paco Fariña. —No, señor. Yo no le he pegado.

Paco Fariña, con los ojos brillantes de rabia, decía: —Bueno. Yo creo en lo que usted dice. Yo sé que usted no miente nunca.
Bueno. Pero tenga usted mucho cuidado en adelante.
—Humberto Grieve me ha pegado un puñetazo en la cara, sin que yo le
haga nada. El profesor se puso a pasear, pensativo, y todos los alumnos seguían
circunspectos y derechos en sus bancos.
—¿Verdad, Grieve?
Paco Fariña gruñía a media voz y como queriendo llorar:

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se lo diré a mi mamá! ¡Y vendrá mi papá y le pegará a Grieve y a su papá
—No le castigan, porque su papá es rico. Le voy a decir a mi mamá. también, y a todos!

El profesor le oyó y se plantó enojado delante de Fariña y le dijo en alta Paco Yunque le oía asustado a Paco Fariña lo que decía. ¿Cierto sería
voz: que le pegaría al niño Humberto? ¿Y que su papá vendría a pegarle al
señor Grieve? Paco Yunque no quería creerlo, porque al niño Humberto no
—¿Qué está usted diciendo? Humberto Grieve es un buen alumno. No le pegaba nadie. Si Fariña le pegaba, vendría el patrón y le pegaría a
miente nunca. No molesta a nadie. Por eso no le castigo. Aquí todos los Fariña y también al papá de Fariña. Le pegaría el patrón a todos. Porque
niños son iguales, los hijos de ricos y los hijos de pobres. Yo los castigo todos le tenían miedo. Porque el señor Grieve hablaba muy serio y estaba
aunque sean hijos de ricos. Como usted vuelva a decir lo que está mandando siempre. Y venían a su casa señores y señoras que le tenían
diciendo del padre de Grieve, le pondré dos horas de reclusión. ¿Me ha mucho miedo y obedecían siempre al patrón y a la patrona. En buena
oído usted? cuenta, el señor Grieve podía más que el profesor y más que todos.
Paco Fariña estaba agachado. Paco Yunque también. Los dos sabían que Paco Yunque miró al profesor que escribía en la pizarra. ¿Quién era el
era Humberto Grieve quien les había pegado y que era un gran mentiroso. profesor? ¿Por qué era tan serio y daba tanto miedo? Yunque seguía
mirándolo. No era el profesor igual a su papá ni al señor Grieve. Más bien
El profesor fue a la pizarra y siguió escribiendo.
se parecía a otros señores que venían a la casa y hablaban con el patrón.
—¿Por qué no le dijiste al señor que me ha pegado Humberto Grieve? Tenían un pescuezo colorado y su nariz parecía moco de pavo. Sus
zapatos hacían risss-risssrisss-risss, cuando caminaba mucho.
—Porque el niño Humberto me pega.
Yunque empezó a fastidiarse. ¿A qué hora se iría a su casa? Pero el niño
—Y, ¿por qué no se lo dices a tu mamá? Humberto le iba a pegar a la salida del colegio. Y la mamá de Paco
Yunque le diría al niño Humberto: “No, niño. No le pegue usted a Paquito.
—Porque si le digo a mi mamá, también me pega y la patrona se enoja. No sea tan malo”. Y nada más le diría. Pero Paco tendría colorada la
pierna de la patada del niño Humberto. Y Paco se pondría a llorar. Porque
Mientras el profesor escribía en la pizarra, Humberto Grieve se puso a al niño Humberto nadie le hacía nada. Y porque el patrón y la patrona le
llenar de dibujos su cuaderno. querían mucho al niño Humberto, y Paco Yunque tenía pena porque el
niño Humberto le pegaba mucho. Todos, todos, todos le tenían miedo al
Paco Yunque estaba pensando en su mamá. Después se acordó de la
niño Humberto y a sus papás. Todos. Todos. Todos. El profesor también.
patrona y del niño Humberto. ¿Le pegarían al volver a la casa? Yunque
La cocinera, su hija. La mamá de Paco. El Venancio con su mandil. La
miraba a los otros niños y éstos no le pegaban a Yunque ni a Fariña, ni a
María que lava las bacinicas. Quebró ayer una bacinica en tres pedazos
nadie. Tampoco le querían agarrar a Yunque en las otras carpetas, como
grandes. ¿Le pegaría también el patrón al papá de Paco Yunque? Qué
quiso hacerlo el niño Humberto. ¿Por qué el niño Humberto era así con él?
cosa fea era esto del patrón y del niño Humberto. Paco Yunque quería
Yunque se lo diría ahora a su mamá y si el niño Humberto le pegaba, se lo
llorar. ¿A qué hora acabaría de escribir el profesor en la pizarra?
diría al profesor. Pero el profesor no le hacía nada al niño Humberto.
Entonces, se lo diría a Paco Fariña. Le preguntó a Paco Fariña: —¡Bueno! –dijo el profesor, cesando de escribir–. Ahí está el ejercicio
escrito. Ahora, todos sacan sus cuadernos y copian lo que hay en la
—¿A ti también te pega el niño Humberto?
pizarra. Hay que copiarlo exactamente igual.
—¿A mí? ¡Qué me va a pegar a mí! Le pego un puñetazo en el hocico y le
—¿En nuestros cuadernos? –preguntó tímidamente Paco Yunque.
hecho sangre. ¡Vas a ver! ¡Como me haga alguna cosa! ¡Déjalo y verás! ¡Y

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—Sí, en sus cuadernos –le respondió el profesor– ¿Usted sabe escribir un
poco? Lo echo de un empellón al medio y le hizo derribar su libro, su cuaderno y
su lápiz.
—Sí, señor. Porque mi papá me enseñó en el campo.
Yunque hacía lo que le ordenaba Grieve, pero estaba colorado y
—Muy bien. Entonces, todos a copiar. avergonzado de que los otros niños viesen cómo lo zarandeaba el niño
Humberto. Yunque quería llorar.
Los niños sacaron sus cuadernos y se pusieron a copiar el ejercicio que el
profesor había escrito en la pizarra. Paco Fariña, los dos Zumigas y otros niños rodeaban a Humberto Grieve y
a Paco Yunque. El niño flacucho y pálido recogió el libro, el cuaderno y el
—No hay que apurarse –decía el profesor–. Hay que escribir poco a poco, lápiz de Yunque, pero Humberto Grieve se los quitó a la fuerza, diciéndole:
para no equivocarse.
—¡Déjalos! ¡No te metas! Porque Paco Yunque es mi muchacho.
Humberto Grieve preguntó:
Humberto Grieve llevó al salón de clases las cosas de Paco Yunque y se
—¿Es, señor, el ejercicio escrito de los peces? las guardó en su carpeta. Después, volvió al patio a jugar con Paco
Yunque. Le cogió del pescuezo y le hizo doblar la cintura y ponerse en
—Sí. A copiar todo el mundo. cuatro manos.
El salón se sumió en el silencio. No se oía sino el ruido de los lápices. El —Estate quieto así –le ordenó imperiosamente–. No te muevas hasta que
profesor se sentó a su pupitre y también se puso a escribir en unos libros. yo te diga.
Humberto Grieve, en vez de copiar su ejercicio, se puso otra vez a hacer Humberto Grieve se retiró a cierta distancia y desde allí vino corriendo y
dibujos en su cuaderno. Lo llenó completamente de dibujos de peces, de dio un salto sobre Paco Yunque, apoyando las manos sobre sus espaldas
muñecos y de cuadritos. y dándole una patada feroz en las posaderas. Volvió a retirarse y volvió a
saltar sobre Paco Yunque, dándole otra patada. Mucho rato estuvo así
Al cabo de un rato, el profesor se paró y preguntó:
jugando Humberto Grieve con Paco Yunque. Le dio como veinte saltos y
—¿Ya terminaron? veinte patadas.

—Bueno –dijo el profesor–. Pongan al pie sus nombres bien claros. De repente se oyó un llanto. Era Yunque que estaba llorando de las
fuertes patadas del niño Humberto. Entonces salió Paco Fariña del ruedo
En ese momento sonó la campana del recreo. formado por los otros niños y se plantó ante Grieve, diciéndole:

Una gran algazara volvieron a hacer los niños y salieron corriendo al patio. —¡No! ¡No te dejo que saltes sobre Paco Yunque!

Paco Yunque había copiado su ejercicio muy bien y salió al recreo con su Humberto Grieve le respondió amenazándole:
libro, su cuaderno y su lápiz.
—¡Oye! ¡Oye! ¡Paco Fariña! ¡Paco Fariña! ¡Te voy a dar un puñetazo!
Ya en el patio, vino Humberto Grieve y agarró a Paco Yunque por un
brazo, diciéndole con cólera: Pero Fariña no se movía y estaba tieso delante de Grieve y le decía:

—Ven para jugar al melo. —¡Porque es tu muchacho le pegas y lo saltas y lo haces llorar! ¡Sáltalo y

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verás! firma.

Los dos hermanos Zumiga abrazaban a Paco Yunque y le decían que ya Cuando el profesor dijo: “Humberto Grieve”, Grieve fue y presentó el
no llorase y le consolaban diciéndole: ejercicio de Paco Yunque como si fuese suyo.

—¿Por qué te dejas saltar así y dar de patadas? ¡Pégale! ¡Sáltalo tú Y cuando el profesor dijo: “Paco Yunque”, Yunque se puso a buscar en su
también! ¿Por qué te dejas? ¡No seas zonzo! ¡Cállate! ¡Ya no llores! ¡Ya cuaderno la hoja en que escribió su ejercicio y no lo encontró.
nos vamos a ir a nuestras casas!
—¿La ha perdido usted –le preguntó el profesor– o no la ha hecho usted?
Paco Yunque estaba siempre llorando y sus lágrimas parecían ahogarle.
Pero Paco Yunque no sabía lo que se había hecho la hoja de su cuaderno
Se formó un tumulto de niños en torno a Paco Yunque y otro tumulto en y, muy avergonzado, se quedó en silencio y bajó la frente.
torno a Humberto Grieve y a Paco Fariña.
—Bueno –dijo el profesor, y anotó en unos libros la falta de Paco Yunque.
Grieve le dio un empellón brutal a Fariña y lo derribó al suelo. Vino un
alumno más grande, del segundo año, y defendió a Fariña, dándole a Después siguieron los demás entregando sus ejercicios. Cuando el
Grieve un puntapié. Y otro niño del tercer año, más grande que todos, profesor acabó de verlos todos, entró de repente al salón el Director del
defendió a Grieve dándole una furiosa trompada al alumno del segundo Colegio.
año. Un buen rato llovieron bofetadas y patadas entre varios niños. Eso
era un enredo. El profesor y los niños se pusieron de pie respetuosamente. El Director
miró como enojado a los alumnos y dijo en voz alta:
Sonó la campana y todos los niños volvieron a sus salones de clase.
—¡Siéntense!
A Paco Yunque lo llevaron por los brazos los dos hermanos Zumiga.
El Director le preguntó al profesor:
Una gran gritería había en el salón del primer año, cuando entró el
profesor. Todos se callaron. —¿Ya sabe usted quién es el mejor alumno de su año? ¿Ya han hecho el
ejercicio semanal para calificarlos?
El profesor miró a todos muy serios y dijo como un militar:
—Sí, señor Director –dijo el profesor–. Acaban de hacerlo. La nota más
—¡Siéntense! alta la ha obtenido Humberto Grieve.

Un traqueteo de carpetas y todos los alumnos estaban ya sentados. —¿Dónde está su ejercicio?

Entonces el profesor se sentó en su pupitre y llamó por lista a los niños —Aquí está, señor Director.
para que le entregasen sus cuartillas con los ejercicios escritos sobre el
tema de los peces. A medida que el profesor recibía las hojas de los El profesor buscó entre todas las hojas de los alumnos y encontró el
cuadernos, las iba leyendo y escribía las notas en unos libros. ejercicio firmado por Humberto Grieve. Se lo dio al Director, que se quedó
viendo largo rato la cuartilla.
Humberto Grieve se acercó a la carpeta de Paco Yunque y le entregó su
libro, su cuaderno y su lápiz. Pero antes había arrancado la hoja del —Muy bien –dijo el Director, contento.
cuaderno en que estaba el ejercicio de Paco Yunque y puso en ella su
Subió al pupitre y miró severamente a los alumnos. Después les dijo con

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su voz un poco ronca pero enérgica: —Váyase a su asiento.

—De todos los ejercicios que ustedes han hecho, ahora, el mejor es el de Humberto Grieve, muy alegre, volvió a su carpeta. Al pasar junto a Paco
Humberto Grieve. Así es que el nombre de este niño va a ser inscrito en el Fariña, le echó la lengua.
Cuadro de Honor de esta semana, como el mejor alumno del primer año.
Salga afuera Humberto Grieve. El profesor subió a su pupitre y se puso a escribir en unos libros.

Todos los niños miraron ansiosamente a Humberto Grieve, que salió Paco Fariña le dijo en voz baja a Paco Yunque:
pavoneándose a pararse muy derecho y orgulloso delante del pupitre del
profesor. El Director le dio la mano diciéndole: —Mira al señor, está poniendo tu nombre en su libro, porque no has
presentado tu ejercicio. ¡Míralo! Te va a dejar ahora recluso y no vas a ir a
—Muy bien, Humberto Grieve. Lo felicito. Así deben ser los niños. Muy tu casa. ¿Por qué has roto tu cuaderno? ¿Dónde lo pusiste?
bien.
Paco Yunque no contestaba nada y estaba con la cabeza agachada.
Se volvió el Director a los demás alumnos y les dijo:
—¡Anda! –le volvió a decir Paco Fariña–. ¡Contesta! ¿Por qué no
—Todos ustedes deben hacer lo mismo que Humberto Grieve. Deben ser contestas? ¿Dónde has dejado tu ejercicio?
buenos alumnos como él. Deben estudiar y ser aplicados como él. Deben
ser serios, formales y buenos niños como él. Y si así lo hacen, recibirá Paco Fariña se agachó a mirar la cara de Paco Yunque y le vio que estaba
cada uno un premio al fin de año y sus nombres serán también inscritos en llorando. Entonces le consoló diciéndole:
el Cuadro de Honor del Colegio, como el de Humberto Grieve. A ver si la
—¡Déjalo! ¡No llores! ¡Déjalo! ¡No tengas pena! ¡Vamos a jugar con mi
semana que viene, hay otro alumno que dé una buena clase y haga un
tablero! ¡Tiene torres negras! ¡Déjalo! ¡Yo te regalo mi tablero! ¡No seas
buen ejercicio como el que ha hecho hoy Humberto Grieve. Así lo espero.
zonzo! ¡Ya no llores!
Se quedó el Director callado un rato. Todos los alumnos estaban
Pero Paco Yunque seguía llorando agachado.
pensativos y miraban a Humberto Grieve con admiración. ¡Qué rico
Grieve! ¡Qué buen ejercicio ha escrito! ¡Ése si que era bueno! ¡Era el
mejor alumno de todos! ¡Llegando tarde y todo! ¡Y pegándoles a todos!
¡Pero ya lo estaban viendo! ¡Le había dado la mano al Director! ¡Humberto
Grieve, el mejor de todos los del primer año!

El Director se despidió del profesor, hizo una venia a los alumnos, que se
pararon para despedirlo, y salió.

El profesor dijo después:

—¡Siéntense!

Un traqueteo de carpetas y todos los alumnos estaban ya sentados.

El profesor ordenó a Grieve:

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