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Artículo 1402 - Manuel de La Puente y Lavalle

El artículo 1402 del Código Civil establece que el objeto del contrato es crear, regular, modificar o extinguir obligaciones, diferenciándose de la noción tradicional que lo vinculaba a las prestaciones. Esta distinción busca evitar confusiones entre el objeto del contrato y el objeto de la obligación, enfatizando que el contrato tiene como finalidad principal la creación de relaciones obligacionales. La redacción del artículo refleja una decisión consciente del legislador peruano para clarificar el concepto de objeto del contrato en el marco del derecho civil.
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Artículo 1402 - Manuel de La Puente y Lavalle

El artículo 1402 del Código Civil establece que el objeto del contrato es crear, regular, modificar o extinguir obligaciones, diferenciándose de la noción tradicional que lo vinculaba a las prestaciones. Esta distinción busca evitar confusiones entre el objeto del contrato y el objeto de la obligación, enfatizando que el contrato tiene como finalidad principal la creación de relaciones obligacionales. La redacción del artículo refleja una decisión consciente del legislador peruano para clarificar el concepto de objeto del contrato en el marco del derecho civil.
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Artículo 1402.

- El objeto del contrato consiste en crear, regular, modificar o


extinguir obligaciones.

Sumario;
1. Antecedentes de este artículo.
2. La posición del Código civil.
3. Necesidad del artículo 1402.
4. Alcances del artículo 1402.
5. Objeto del contrato y objeto de la obligación.
6. Las relaciones de cortesía

1. ANTECEDENTES DE ESTE ARTICULO


El artículo 73 de la Ponencia original tenía la siguiente redacción:
Artículo 73.~El objeto del contrato consiste en crear una obligación de dar, hacer o no hacer.
En la introducción de la Exposición de Motivos del Capítulo IV de esta Po­
nencia/ que versa sobre el objeto del contrato/ se dice que, debemos manifestar
que no hemos seguido la tesis según la cual el objeto del contrato está referido
a las prestaciones/ como sostienen tratadistas de la talla de L aurent y como ha
sido considerado en el Código civil italiano de 1942. Para nosotros, el objeto es
la finalidad que se desea alcanzar y está referido a la obligación cuya creación,
modificación o extinción es buscada por las partes contratantes .
La redacción de dicho artículo fue conservada en el artículo 80 de la primera
Ponencia sustitutoria.
El artículo 77 de la segunda Ponencia sustitutoria modificó en algo esta redac­
ción precisando que el objeto del contrato consiste en crear, regular o extinguir
obligaciones (...)", que se mantuvo en el artículo 43 de la tercera, cuarta y quinta
Ponencias sustitutorias y del Anteproyecto.
Ps interesante destacar oue en la introducción de la Exposición de IVlotivos del
Capítulo IV de la cuarta Ponencia sustitutoria, que se repitió en el Anteproyecto,
se agregó un párrafo que dice: "P or eso es que en esta parte de la Ponencia no se
hace mención a las cosas, en el entendido concepto que éstas, a su vez, son el objeto
mismo de la prestación. Una vez constituida la obligación, o sea cuando ya existe,
se modifica o deja de existir, el objeto del contrato ha sido alcanzado plenamente,
pues nada más es lo que se buscaba".
El artículo 1418 del primer Proyecto modificó la palabra "regular" por "reglar"
y agregó la palabra "modificar".
688 M A N U E L DE LA P U E N T E Y LA V A LLE

El texto del artículo 1367 del segundo Proyecto es igual al del artículo 1402
del Código civil.

2- LA POSICIÓN DEL CÓDIGO CIVIL


La Exposición de Motivos y Comentarios de la Comisión Reformadora, en
lo que se refiere al Título III de la Sección Primera del Libro VII del Código civil1,
dice textualmente lo siguiente:
"Conceptualmente se consideró necesario incorporar un título sobre el objeto
del contrato, siguiendo los ejemplos de diferentes Códigos, entre los que citaremos
los de Italia, Etiopía y Filipinas.
"Esta decisión no es caprichosa ni mucho menos. Ella se explica si se ~~ tiene
en cuenta que doctrinariamente existen dos posiciones sobre la materia. La primera
y tradicional, sostiene que el objeto del contrato es la prestación o prestaciones que
emanan del celebrado. Estas prestaciones, como es sabido, consisten en un dar,
hacer o no hacer. Pero existe otra comente moderna, según la cual el objeto del
contrato es la creación, regulación, modificación o extinción de las obligaciones,
separándola con ello de su propio objeto, que se expresa en una prestación de dar,
hacer o no hacer. A su vez, el objeto de la prestación de dar por ejemplo, en un
contrato de compraventa, será el bien que se vende y el precio que debe abonarse;
y algo semejante sucede en las prestaciones de hacer y no hacer.
"En el fondo, la distinción tiene importancia y se asumió una posición para
evitar las confusiones que existen en diferentes Códigos y en la doctrina entre el
objeto de la obligación y el objeto del contrato. El cambio que se ha introducido
es, pues, significativo. En efecto, anteriormente el objeto estaba vinculado a los
bienes sobre los que incide la obligación. Así, en la compraventa, su referencia
era el inmueble o mueble a cuya transferencia se comprometía el vendedor. Pero
ahora, dentro de la tesis recogida por el Código en este Título, el objeto está diri­
gido a la obligación misma. Si utilizamos el ejemplo anterior, el objeto es entonces
la obligación de dar el bien, que asume el vendedor y la de pagar su precio, que
contrae el comprador".
He transcrito estos párrafos de la Exposición de Motivos porque son muy
elocuentes. Ponen de manifiesto, con gran claridad, que el legislador no siguió
el cómodo camino de abstenerse de tomar partido y dejar a la doctrina la deter­
minación del objeto del contrato, con todas las dudas y divergencias de opinión
a que ello da lugar, sino que optó conscientemente, entre varías alternativas, por
una posición que, sin ser necesariamente indiscutible, consideró la más válida.
Pienso que éste es el rol que corresponde realmente a un codificador: definir
el concepto que, a su juicio, debe tipificar las instituciones cuando ellas pueden
ser entendidas de diferentes maneras, bien sea por incertidumbre respecto a su
verdadera naturaleza o bien por diversidad de pareceres sobre sus alcances.
Se ha visto en la introducción de este Título III que existen tres planteamien­
tos, sendamente sustentados por juristas de nota con plausibles razones, sobre el
objeto del contrato, que unos ubican en la obligación, otros en la prestación y el
resto en el bien o servicio.
III. OBJETO DEL CONTRATO 689

Ante esta realidad, el codificador peruano, que bien pudo abstenerse de definir
el objeto del contrato o bien adoptar la posición de su homólogo italiano de limi­
tarse a indicar que tal objeto debe ser posible, lícito y determinado o determinable,
decidió, por las razones expuestas en la Exposición de Motivos que se ha transcrito
anteriormente, elegir entre esos planteamientos y optó por el de considerar que el
objeto del contrato consiste en crear, regular, modificar o extinguir obligaciones.
Considero que la opción tomada por nuestro codificador es acertada, en virtud
de las siguientes razones:
a) De acuerdo con la definición contenida en el artículo 1351 del Código civil,
el contrato es el acuerdo de dos o más partes para crear, regular, modificar o
extinguir una relación jurídica patrimonial
Según se ha visto al comentar dicho artículo (supra, Tomo I, p. 172), la relación
jurídica patrimonial creada por el contrato es una relación obligacional, esto
es, propia del Derecho de obligaciones.
Queda descartado, por lo tanto, que en el sistema peruano el contrato pueda
crear relaciones distintas que las obligacionales, tales como las familiares, las
sucesorias y aun, como se ha visto (supra, Tomo I, p, 72), las reales.
Por otro lado, la relación jurídica patrimonial (obligacional) es el conjunto de
obligaciones, con sus correlativos derechos, que ligan a los contratantes, de
tal manera que el contrato versa sobre las obligaciones.
b) El Libro VII del Código civil, cuya Sección primera se ocupa de los contratos
en general, regula las fuentes de las obligaciones, entre las cuales se encuentran
—además de la ley — el contrato, la gestión de negocios, el enriquecimiento
sin causa, la promesa unilateral y la responsabilidad extracontractual
Es más, la creación de obligaciones (el ser fuente de ellas) no es una consecuen­
cia indirecta o secundaria (como ocurre, por ejemplo, en el enriquecimiento
sin causa y en la responsabilidad extracontractual) del contrato, sino su fina­
lidad primaria, desde que el contrato existe fundamentalmente para crear la
relación que contiene esas obligaciones.
En estas condiciones, siendo el contrato una fuente directa de las obligacio­
nes, es natural que su objeto recaiga en ellas, pues de esta manera cumple su
finalidad.
c) Para la adquisición de derechos reales nuestro Código civil ha adoptado la
teoría del título y el modo, según la cual cuando se celebre un contrato ten­
dente a la adquisición de un derecho real (por ejemplo, la compra de un bien
mueble), esta adquisición no se produce por el solo efecto del contrato, sino
que hace falta, además, la tradición del bien.
Como dice Albaladejo2, título es el acto jurídico (el contrato) por el cual se
establece la voluntad de transferir el derecho; y modo es la conducta (la
entrega) mediante la cual se realiza efectivamente la transferencia. Sin título
previo, el modo no transfiere el derecho real. Sin modo subsiguiente, el título
es insuficiente para esa transferencia. Se necesita, pues, la conjunción de los
dos elementos para que la transferencia de la propiedad pueda producirse.
Si trasladamos esta teoría al campo de las obligaciones, tendríamos que el
contrato sería el título creador de la obligación, o sea de la relación jurídi­
690 M A N U E L DE L A P U E N T E Y L A V A LLE

ca/ y la prestación sería el modo mediante cuya ejecución se cumpliría la


obligación.
Utilicemos, para efectos comparativos, el mismo ejemplo de la compraventa
de un bien mueble, pero enfocándolo a la luz del Derecho de obligaciones. El
contrato de compraventa obligaría al vendedor a transferir la propiedad del
bien al comprador; la prestación de dar (entregar el bien) sería la conducta
medíante la cual se cumpliría la obligación de transferir. Sin contrato previo no
se crea la obligación de transferir la propiedad, sin subsiguiente prestación de
entrega, el contrato es insuficiente para transferir la propiedad. Un elemento
sin el otro es inepto para la transferencia de la propiedad.
Desde luego, el sistema de la separación entre el título constitutivo de la obli­
gación y el modo de obtención del bien o servicio es aplicable en el campo de
las obligaciones no sólo para la transferencia de la propiedad u otro derecho
real, sino también para cualquier derecho sin contenido real.
Un régimen coherente de adquisición de derechos en el campo de las obli­
gaciones y en el de los bienes, es beneficioso para todo el sistema jurídico, lo
que abona en favor de la teoría de la obligación como objeto del contrato, con
lo cual éste asume la calidad de título, que guarda armonía con la teoría del
título y el modo, en la cual el contrato es el título.
Siendo el contrato el título, su objeto se alcanza cuando crea la relación jurídica
que es apta, de por sí, para generar el proceso cuya ejecución (mediante la
prestación) constituye el modo de obtener el bien o servido. Resulta natural,
pues, que el objeto del contrato sea la obligación,
d) El contrato, por ser un acto jurídico, está articulado sobre la base de una de­
claración de voluntad orientada a establecer una relación jurídica.
Tal como lo he sostenido reiteradamente en un trabajo anterior3 y en los pre­
sentes comentarios, el contrato cumple* cabalmente su cometido al crear una
relación jurídica, que es la finalidad buscada por el acuerdo de voluntades.
Alcanzada esta finalidad, el contrato deja de existir, porque no tiene otra
fundón que desempeñar.
La ejecución de la relación jurídica, como acertadamente lo plantea M bssineo4
y lo desarrolla magistralmente G arcía Amigo5, es algo inherente a la presta­
ción, que es un elemento de la obligación, y no al contrato, que no requiere de
ejecución. En otras palabras, el contrato al crear la relación jurídica cumple su
función normativa, que es lo único que queda de él, y esta función normativa
se incorpora a la obligación, formando parte de ella. El contrato no obliga; lo
que obliga (valga la redundancia) es la obligación.
Por lo tanto, la llamada comúnmente ejecución del contrato no lo es tal, sino
ejecución de la relación obligacional creada por el contrato y desprendida de
él. El contrato desaparece y adquiere vida la relación jurídica, que es la que
debe ser cumplida mediante la ejecución de la prestación.
En estas condiciones, el objeto del contrato debe ser aquello para lo cual él se
celebra, que es crear la obligación. El cumplimiento de ésta ya no es cometi­
do del contrato, sino función propia de la obligación. Consecuentemente, la
prestación y el bien o servicio que se obtiene mediante la ejecución de ella,
m. OBJETO DEL CONTRATO 691

están dentro del área de la obligación y no en la del contrato. No es posible,


por ello, que estos dos elementos (prestación y bien o servicio) sean el objeto
del contrato.
Estas razones demuestran que el codificador peruano actuó con buen criterio,
sustentado por un impecable racionamiento, al disponer que el objeto del contrato
consiste en crear, regular, modificar y extinguir obligaciones.

3. NECESIDAD DEL ARTÍCULO 1402


Podría pensarse que si la relación jurídica patrimonial de que habla el artículo
1351 es, en realidad, el conjunto de obligaciones cuya fuente es el contrato, este
artículo y el artículo 1402, al referirse ambos a la creación, regulación, modificación
y extinción de una "relación jurídica patrimonial" (artículo 1351) y de "obligacio­
nes" (artículo 1402) están, en realidad, refiriéndose a lo mismo, con lo cual hubiera
bastado decir que el objeto del contrato es cumplir su finalidad.
Sin embargo, pienso que el codificador peruano ha obrado prudentemente al
redactar los dos artículos tal como lo ha hecho.
El artículo 1351 del Código civil peruano se inspira casi textualmente en el
artículo 1321 del Código civil italiano, especialmente en lo que se refiere a la crea­
ción, regulación y extinción de una relación jurídica patrimonial.
Pese a esta similitud de redacción, la doctrina italiana considera que la citada
expresión "relación jurídica patrimonial" tiene tal contenido que permite que el
contrato cree derechos reales, tan es así que, por ejemplo, el artículo 1470 de su
Código civil indica que la venta es el contrato que tiene por objeto la transferencia
de la propiedad de una cosa. M essineo6 dice que la fórmula del artículo 1321, que
habla de relación jurídica patrimonial y no de relación jurídica obligatoria, está
redactada de modo que comprende también la figura del contrato que produce
efectos reales.
Al comentar el artículo 1351 del Código civil peruano se vio que en todos
sus antecedentes, hasta el artículo 1370 del primer Proyecto, inclusive, se habló
de obligaciones de carácter patrimonial, y que sólo a partir del artículo 1318 del
segundo Proyecto se empezó a hacer referencia a una relación jurídica patrimonial.
Sin embargo, parece que esta modificación no se debió a un cambio de criterio
sobre la finalidad del contrato como fuente de obligaciones, tan es así que tanto
en el segundo Proyecto como en el Código civil se conservó el artículo referente
a que el objeto del contrato es crear obligaciones.
Esto pone de manifiesto que para el codificador peruano la expresión "relación
jurídica patrimonial" tiene un contenido distinto que el que le otorga el codificador
y la doctrina italianos, o sea que se refiere a una relación obligacional, con lo cual
estoy de acuerdo.
Sin embargo, para evitar que al interpretarse el artículo 1351 se le dé un sen­
tido distinto al que realmente tiene, el codificador peruano ha procedido bien al
establecer que el objeto del contrato consiste en crear, regular, modificar o extin­
guir obligaciones, con lo cual ha eliminado la posibilidad de que se piense que el
contrato puede producir efectos reales.
692 M A N U E L DE LA P U E N T E Y LA VA LLE

4. ALCANCES DEL ARTÍCULO 1402


Cuando el artículo 1402 habla de crear, regular, modificar y extinguir obli­
gaciones debe darse a estos verbos el mismo significado que se les ha dado al
comentar el artículo 1351 del Código civil.

5, OBJETO DEL CONTRATO Y OBJETO DE LA OBLIGACIÓN


Establecido que el objeto del contrato es la obligación, cabe preguntarse si la
obligación tiene, a su vez, un objeto.
Baudry-L acantínerie7 nos relata que P othier tituló "D e lo que puede ser el
objeto y la materia de las obligaciones" la Sección de su Tratado de las Obligaciones
en la que se ocupa sobre el tema. El legislador del Código Napoleón (artículo 1,126
y siguientes), sin querer modificar la idea allí indicada, reemplazó dicho título por
el siguiente: "Del objeto y la materia de los contratos", dando con ello lugar a una
confusión entre el objeto de la obligación y el del contrato.
G iorgí®, refiriéndose a la misma confusión, dice que ella se extiende también
al objeto de la prestación, de lo cual colige que cuando el Código civil italiano de
1865, que siguió de cerca en esta materia al Código francés, habla del objeto del
contrato se refiere al objeto de la obligación contractual (la cosa), sobreentendiendo
en la palabra cosa la prestación que debe formar objeto de la obligación contractual.
En lo que se refiere al Código civil español, H ernández G il9 considera que
sus artículos 1.271,1.272 y 1.273 (inspirados también en el Código Napoleón) al
predicar que las cosas y los servicios son el objeto del contrato y no el de la obli­
gación, no altera el aserto que, por estar el contrato y la obligación en relación de
causa a efecto, el objeto del contrato y el de la obligación coinciden. Hablar del
objeto del contrato o del objeto de la obligación es referirse a un mismo fenómeno
contemplado en dos fases de su manifestación y desarrollo. Entiende que el Código
español considera el objeto de la obligación integrado por las cosas y los servicios.
Vemos, pues, que pese a que los tres Códigos citados hablan de que el objeto
del contrato son las cosas y los servicios, los comentaristas de ellos coinciden en
afirmar que se están refiriendo, en realidad, al objeto de la obligación.
Esta línea de pensamiento ha dado lugar a la formación de una corriente de
opinión en el sentido que el objeto de la obligación son los bienes o servidos. Ello
permite a Baudry-Lacantínerie10decir que el contrato tiene por objeto la obligación
y que el objeto de ésta es la cosa, el hecho o la abstención a que el deudor se ha
comprometido, o sea lo que se obtiene mediante la prestación (de dar, de hacer
o de no hacer).
Frente a esta posición se encuentra la de la doctrina más moderna (Pacchion-
ni11, R uggiero12, R ipert y Boulanger13, M azeaud14, T rabucchi35, A rias16, Carbonnier17,
Cossio1®,M osset Iturraspe19) que opina que el objeto de la obligación es la prestación,
desde que el acreedor no puede obtener directamente el bien o servido, sino sólo
a través de la actividad del deudor por medio de la prestación. Ripert y B oulanger
dicen que el objeto de una obligación es lo que debe el deudor y se preguntan:
¿qué debe el deudor?, respondiendo que es un hecho, su actividad.
m . O B JE T O D EL C O N T R A T O 693

Sin embargo, últimamente se han escuchado las autorizadas voces de G uhl20,


G iorgianni21y M essineg22, quienes sostienen que la prestación es el contenido de la
obligación y no su objeto, por cuanto la prestación es la manera cómo el deudor
satisface el interés del acreedor. Por otro lado, M íccío25y Rogel V íde24afirman que
los bienes o servidos son el objeto de las prestaciones, precisando que la prestación
quiere decir el contenido debido por el deudor, esto es el conjunto de la actividad
que él debe desplegar para satisfacer al acreedor, mientras que el objeto de la
prestación es, en cambio, el bien que el acreedor espera. No es dable que el objeto
de la prestación sea, a la vez, el objeto de la obligación.
Utilicemos nuevamente el consabido ejemplo del contrato de compraventa
de un bien mueble. El vendedor se obliga a transferir la propiedad del bien, para
lo cual debe ejecutar la prestación de entregarlo, de tal manera que esta ejecución
es la manera de cumplir la obligación, no su objeto. En cambio, el bien mueble
es el objeto de la prestación de entrega, ya que para cumplir la obligación no se
puede entregar otra cosa que ese bien. Parecería, pues, que el bien mueble es, a la
vez, el objeto de la obligación y el de la prestación. Sin embargo, el comprador no
puede alcanzar, sin la ejecución de la prestación, adquirir la propiedad del bien,
por lo que el bien no es el objeto directo de la obligación, sino que forma parte de
la prestación que constituye su contenido. El bien es, pues, el objeto de la presta­
ción, pues ella recae directamente en él.
Conjugando estas ideas, con las cuales me identifico, se tiene que la obligación
no tiene objeto, sino contenido, constituido por la prestación, y que el objeto de
ésta son los bienes o servicios que a través de su actividad se obtienen. La ejecución
de la prestación es la manera de cumplir la obligación y de alcanzar el resultado.
Se puede decir, según aguda expresión de M iccio, que el objeto es el resultado de
la prestación visto desde el punto de vista del deudor, mientras el resultado es el
objeto de la prestación visto desde el punto de vista del acreedor.
La secuencia de los cuatro elementos que contribuyen a la formación y ejecu­
ción de la relación contractual, o sea el contrato, la obligación, la prestación y el
bien o servido, debe ser, por lo tanto, la siguiente: el contrato tiene por objeto la
constitución de la obligación (relación jurídica); la obligación tiene como contenido
la ejecución de la prestación (conducta del deudor); y la prestación tiene por objeto
la obtención por el acreedor del bien o servicio (ventaja económica). Tratándose
de la prestación de no hacer, el objeto de ella es una abstención, que constituye
también la ventaja económica que el acreedor espera.6

6. LAS RELACIONES DE CORTESÍA


Se ha visto, en el curso de este comentario, que el objeto del contrato es la
obligación, de tal manera que el acuerdo de declaraciones de voluntad que no
versa sobre la creación, regulación, modiñcación o extinción de una obligación,
no es un contrato.
La vida diaria, tanto en los sectores urbanos como en los rústicos, nos pone,
cada vez con mayor frecuencia, casos de acuerdos de voluntad que, no obstante
dar lugar a la ejecución de prestaciones, éstas no son el contenido de obligado-
694 M A N U E L DE LA P U E N T E Y LA V A LLE

nes, en el sentido que el acuerdo de voluntades no está orientado a generar una


relación jurídica obligatoria.
A semejanza del contrato; las. partes hacen una declaración conjunta de una
voluntad común; pero ésta se limita a expresar un buen propósito; bien sea de
prestar un servicio, de permitir el uso de un bien, de hacer un agasajo, etc., gene­
ralmente a título gratuito, sin tener la intención de asumir una obligación exigible.
Las invitaciones sociales, el llamado autostop , la facilitación de un alojamiento,
son otros tantos ejemplos de estas relaciones que no crean vínculos obligatorios,
pues las partes no se consideran ligadas al cumplimiento, podiendo ponerles fin
unilateralmente, en cualquier momento.
Debe destacarse que no es la gratuidad lo que caracteriza a estas relaciones,
pues existen numerosos contratos a título gratuito que son absolutamente exigióles,
sino la ausencia de la voluntad de crear obligaciones. Esto es lo que determina que
las relaciones de cortesía no provienen de un contrato.

BIBLIOGRAFÍA ARTÍCUL01402

1. Código civil — Exposición de Motivos y Comentarios, Compiladora Deiia Revoredo de Debakey, Okura
Editores S.A., Lima, 1985, T. VI, p. 61.
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3. Puente y Lavalle, Manuel de la, Estudios sobre el contrato privado, Cultural Cuzco S.A., Lima, 1983, T.
I, pp. 102 y 385.
4. Messineo, Francesco, Doctrina general del contrato, Ediciones Jurídicas Europa-América, Buenos Aires,
1986, T. I, p.45.
5. G arcía A migo, Manuel, La cesión de los contratos en el Derecho español, Editorial Revista de Derecho
Privado, Madrid, 1963, p. 258.
6. Messineo Francesco, Op. cit., 1.1, p. 45.
7. Baudry-Lacantinerie, R., Précis de Droit Civil, Librairie Recueil Sirey, París, 1925, T. I!, p. 42.
8. Giorgi, Jorge, Teoría de las obligaciones, imprenta de ia Revista de Legislación, Madrid, 1910, T. iil, p.
297.
9. Hernández Gil, Antonio, Derecho de obligaciones, Sucesión de Rivadeneyra S.A., Madrid, 1960, p. 95.
10. Baudry-Lacantinerie, R., Op. cit., T. II, p. 42.
11. Pacchionni, Gíovanni, Dei contratti in generale, Casa Editrice Doíí. A. Milani, Padova, 1939, Vol. II, p.
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12. De RuGGiero, Roberto, Instituciones de Derecho Civil, Instituto Editorial Reus, Madrid, T. I!, Voi. I, p. 30.
13. Ripert, Georges y Boulanger, Jean, Tratado de Derecho Civil, La Ley, Buenos Aires, 1964, T. IV, p. 163.
14. Mazeaud, Henri, León y Jean, Lecciones de Derecho Civil, Ediciones Jurídicas Europa-América, Buenos
Aires, 1960, Parte II, Voi. I, p. 267.
15. T rabucchi, Alberto, Instituciones de Derecho Civil, Editorial Revista de Derecho Privado, Madrid, 1967,
I. il, p. 6.
18. Arias, José, Contratos civiles, Compañía Argentina de Editores, Buenos Aires, 1939, T. i, p. 185.
17. Carbonnier, Jean, Derecho civil, Bosch, Casa Editorial, Barcelona, 1971, T. I!, Vol. Sí, p. 223,
18. Cossio, Alfonso de, instituciones de Derecho Civil, Alianza Editorial, Madrid, 1975, T. i, p. 225.

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