Al conocimiento le debemos añadir “dominio propio”, eso es,
“autocontrol”. Esta es la cualidad que Pablo demandó en 1 Cor. 9:24-27.
Como el atleta en un entrenamiento estricto se disciplina a sí mismo para
recibir la dieta adecuada, se ejercita y reposa y tiene la actitud correcta, el
cristiano debe disciplinar cuidadosamente sus pensamientos, deseos,
palabras y acciones para que las mantenga agradando a Dios. Uno que
falle en controlarse a sí mismo pronto se convertirá en “un náufrago”.
Además, debemos añadir “paciencia”. Una persona paciente no es el
carácter sin espinas que permite que todos abusen de él. Más bien, es el
que está firme e invariable en la adversidad. El que no renuncia, no
importando cuán difíciles sean las circunstancias. Es perseverante. Job es
tenido a menudo como un ejemplo de esta cualidad (Stg. 5:11) porque
mantuvo su integridad aún cuando Satanás lo zarandeó con horribles
calamidades (Job 1-2). La vida en Cristo es mas como la maratón que la
carrera de 100 mts. planos. Uno debe soportar toda adversidad y
tentación, aún hasta el final, no meramente mostrar un corto despliegue de
vida limpia.
También debemos poseer “piedad”. Esta es la actitud que busca agradar a
Dios, no a nosotros mismos. Fue la actitud exhibida por el muchacho
Samuel cuando, por la instrucción de Elí y mientras Dios lo llamaba,
respondió, “Habla, porque tu siervo oye” (1 Sam. 3:10). Esta debería ser
siempre nuestra actitud hacia Dios y Su Palabra. Si todos los hijos de Dios
permitieran que las Escrituras resolvieran todo problema y desacuerdo,
todos nuestros problemas y divisiones en las congregaciones se
desvanecerían. El que posea piedad, no le importa lo que él piense o desee,
o lo que algún hombre diga. Todo lo que pregunta es, “¿Qué dice la
Biblia?”
A la “piedad” el cristiano le debe añadir el “afecto fraternal”. “Afecto
fraternal” es “el amor que los cristianos abrigan por cada uno de los demás
como hermanos”. El fruto práctico sería amabilidad y ternura de los unos
hacia los otros, y una buena voluntad para perdonar las ofensas de
nuestros hermanos hacia nosotros (Ef. 4:32). Cuán lejos va tal atributo de
carácter para promover la bendición de paz entre los hermanos.
Finalmente, “amor”, “una buena voluntad activa” debe ser una cualidad de
la vida del cristiano. Manifestamos el amor hacia Dios por la obediencia
sincera y completa a cada uno de Sus mandamientos (1 Jn. 5:3).
Demostramos el amor hacia las otras personas por medio de buscar su mas
alto bien en todo lo que hagamos (1 Jn. 4:17-18).
El que ha “... huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la
concupiscencia” (2 Ped. 1:4) y ha puesto toda “diligencia” para añadir estos
nobles atributos a su propio carácter es un participante de la naturaleza
divina. Es un discípulo llevando fruto, agradando a su Señor (2 Ped. 1:8).
Pero, el hijo de Dios que falla en añadir estas nobles cualidades a su vida es
corto de vista, no mirando a la meta eterna, y ha olvidado el propósito de
su llamado (2 Ped. 1:9). “Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer
firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis
jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada
en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Ped. 1:10-11).