El picapedrero
(Cuento popular chino)
Durante la época en que se construía la Gran Muralla, vivió un pobre diablo que
trabajaba como picapedrero. ChenTing-Hua, éste era su nombre, pasaba los días
renegando de su existencia, con enormes pesares y amarguras. No había noche que
antes de dormirse no pidiese a los dioses el poder cambiar su suerte.
Cierta noche, cuando apenas se había quedado dormido, una gran luz inundó la
estancia y una imagen gigantesca se le apareció.
— ¿Eres tú ChenTing-Hua? –preguntó la aparición.
— Yo soy, humilde siervo y picapedrero –respondió Chen.
— He oído tus pensamientos –dijo la imagen-, ¿de qué te quejas?
— Señor… ¡de mi adversa suerte! –contestó-. No soy feliz, con mi pobre sueldo
apenas puedo tener una choza donde malvivir y apenas puedo permitirme el lujo de
tomar una taza de té. Mientras que otros…
— ¿Y qué deseas ser… dime? –dijo la aparición.
— Un gran mandarín –contestó Chen-, ellos viven bien y tienen cuanto desean…
Pero, perdonad mi osadía gran señor… ¿quién sois vos y cómo podéis ayudarme?
— Soy el dios de la ambición –respondió-, y he venido hasta aquí para resolver tus
problemas.
Quedarás pues convertido en un gran mandarín. Al instante, Chen se vio rodeado y
atendido por gráciles y bellas doncellas. Vestía hermosos ropajes de seda y poseía
un gran palacio.
Al día siguiente, Chen salió a dar un paseo por los jardines de su fastuoso palacio.
La mañana era maravillosa y el sol lucía en todo su esplendor. Al ver el Sol, Chen
pensó: ¡Cómo molesta el Sol!, ¡me abrasa y nada puedo hacer!, ¡quién fuese como
él! De pronto se oyó una voz que dijo:
— Ya que ese es tu deseo… ¡conviértete en Sol!
Y así, Chen se convirtió en el Astro Rey del día. Vagaba por el cielo dominándolo
con su luz radiante, esplendoroso… Pero una tarde, una densa y plomiza nube se
interpuso en su camino, impidiendo que los rayos del sol pasasen a través de ella.
Esto irritó enormemente al antiguo picapedrero que pensó: ¿Cómo una indigna
nubecilla osa ponerse en mi camino? ¡Quién fuera nube! Y en menos tiempo del
que se tarda en decirlo, Chen se transformó en una enorme y negra nube, la cual
con un tremendo trueno se descargó en forma de lluvia torrencial cayendo con
enorme violencia sobre la tierra y estrellándose contra las rocas. Chen se asustó
tanto al chocar que deseó ser como las rocas. Y al instante se convirtió en una de
ellas.
Aquello era otra cosa –pensó- ahora se sentía duro y fuerte, podía resistir, la lluvia,
el viento, la fuerza de los elementos… Mas de pronto, sintió unos terribles golpes y
vio a un hombre que con un pico estaba picando piedras. Un grito surgió de su
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—¡Quiero ser picapedrero!— y al abrir los ojos vio que todo había sido un sueño.
Desde aquel día ChenTing-Hua no volvió jamás a quejarse de su suerte, ni a desear
ser como los otros.