Capitulo I. Las distintas clases de principados y la forma en que se adquieren.
separación entre 2 estados:
Principado Heredado (adquirido por una herencia
Maquiavelo hace una
familiar)
OM
Republicas
Dentro del Principado nuevo (adquiridos por el uso de las armas,
principado, propias o externas, por la suerte o por la virtud)
Principados
establece 2
tipos:
Principado mixto (principado que no es
completamente nuevo, sino que es un anexo, añadido
.C a un principado antiguo que ya se posee de
antemano)
DD
Capitulo II. Los Principados hereditarios.
Maquiavelo considera que son mucho más fáciles de conservar que en el caso de los nuevos,
porque tan sólo tienen que seguir los pasos de su linaje y no alterar la ordenación establecida por
sus predecesores, así evitará el nuevo príncipe problemas con sus predecesores.
LA
Capítulo III. Los Principados mixtos.
Por tal reunión se le llama principado mixto, cuyas incertidumbres provienen de una dificultad, que
es conforme con la naturaleza de todos los principados nuevos, y aquí empieza la envidia y la
FI
disputa por el poder, a aquellos que lo ayudaron a llegar al poder tiene que corresponderles con
algún cargo público como en la actualidad, y de no hacerlos solo se generaran más conflictos y
tendrá más enemigos, al igual que los de oposición que se negaban a que llegara al poder.
Así le ocurrió al rey Luis XII que ocupando Milán fácilmente la perdió al poco tiempo porque los
ciudadanos vieron defraudada la imagen que tenían del Rey, así como las esperanzas que habían
concebido para lo futuro, y no podían soportar ya la contrariedad de poseer un nuevo príncipe.
Dichos Estados nuevamente adquiridos se reúnen con un Estado ocupado hace mucho tiempo por
el que los ha logrado, siendo unos y otro de la misma provincia, y hablando la misma lengua, o no
sucede así. Cuando son de la primera especie, hay suma facilidad en conservarlos, especialmente si
no están habituados a vivir libres en república. Para poseerlos con seguridad basta haber extinguido
la descendencia del príncipe que reinaba en ellos, porque, en lo demás, respetando sus antiguos
estatutos, y siendo allí las costumbres iguales a las del pueblo a que se juntan, permanecen
ampliamente relacionados, como lo estuvieron Normandía, Bretaña, Borgoña y Gascuña, que
fueron anexadas a Francia hace mucho tiempo. Aunque existan algunas diferencias de lenguaje, las
costumbres se asemejan, y esas diversas provincias viven en buena armonía. En cuanto al que hace
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tales adquisiciones, si ha de conservarlas, necesita dos cosas: la primera, que se extinga el linaje del
príncipe que poseía dichos Estados; y la segunda, que el príncipe nu evo no altere sus leyes, ni
aumente los impuestos. Con ello, en un tiempo transitorio, los nuevos Estados pasarán a formar un
solo cuerpo con el antiguo suyo.
Por su ambición los príncipes llegan a conquistar, se crea en ellos una idea de expansionismo y por
lo cual empiezan a conquistar territorios para establecer posteriormente un orden público distinto
al que ahí se contiene en las reglamentaciones originales del pueblo.
Capitulo IV. Por qué razón el reino de Darío, conquistado por Alejandro no se rebeló
a sus sucesores una vez muerto este.
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Los sucesores de Alejandro conservaron los estados que este había conquistado debido a la
inteligencia y ambición que mostraron. De 2 modos son gobernados los principados conocidos:
• El primero consiste en serlo por su príncipe asistido de otros individuos que, permaneciendo
siempre como súbditos humildes al lado suyo, son admitidos, por gracia o por concesión, en
.C
clase de servidores, solamente para ayudarle a gobernar. Cuando gobierna el mismo
príncipe con algunos ministros esclavos tiene más autoridad, porque en su provincia no hay
nadie que reconozca a otro más que a él por superior y si se obedece a otro, no es por un
particular afecto a su persona, sino solamente por ser ministro y empleado del monarca.
DD
Para Maquiavelo este gobierno es más difícil de lograr, pero más fácil de mantener.
• El segundo modo como se gobierna se compone de un príncipe, asistido de barones, que
encuentran su puesto en el Estado, no por la gracia o por la concesión del soberano, sino por
la antigüedad de su familia. Estos mismos barones poseen Estados y súbditos que los
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reconocen por señores suyos, y les consagran espontáneamente su afecto.
Un monarca absoluto que se refleja y ejemplifica con el sultán de Turquía y el rey de Francia,
gobernados por un señor único (ejemplos)
Capitulo V. Cómo hay que gobernar las ciudades o los principados que, antes de ser
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ocupados, vivían con sus propias leyes.
Cuando el príncipe quiere conservar aquellos Estados que estaban habituados a vivir con su
legislación propia y en régimen de república, es preciso que envuelva una de estas tres
resoluciones:
• Arruinarlos (opción ideal para Maquiavelo).
• Ir a vivir en ellos.
• Dejar al pueblo con su código tradicional, obligándole a pagarle una contribución anual y
creando en el país un tribunal de corto número de miembros, que cuide de consolidar allí su
poder. Al establecer este consejo consultivo, el príncipe, sabiendo que no puede subsistir sin
su amistad y sin su dominación, tiene el mayor interés de fomentar su autoridad.
Capítulo VI. Los Principados nuevos que se conquistan con los propios ejércitos y la
propia virtud.
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Se refiere a los principados que nacen por obra de la iniciativa personal, cuando el príncipe o
monarca decide invadir un estado por uso de la fuerza armada, por el ejército que constituye su
nación, invaden a otros estados para establecer ahí otra reglamentación y cambia r completamente
el estilo de vida de la sociedad invadida.
Capítulo VII. Los principados nuevos que se conquistan gracias a la suerte y a las
armas de otros.
Existen príncipes que no consiguieron su Estado por medio de uno de estos 2 modos:
• Comprándolo.
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• Haciéndoselo dar por favor.
Semejantes príncipes no se apoyan en otro fundamento que en la voluntad o en la suerte de los
hombres que los idolatraron, cosas ambas muy variables y desprovistas de estabilidad en absoluto.
Por otra parte, los Estados que se forman de repente y totalmente nuevos, no tienen las raíces y las
adherencias que les son necesarias para consolidarse.
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Capítulo VIII. De los que se han llegado al principado mediante delitos.
Es aquel por el cual llegan al poder simples particulares, ascienden de una clase normal a una
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posición de príncipe una posesión majestuosa. Se llega a través de la corrupción y de la traición a su
príncipe original. Por medio de la fuerza bruta (por maldades), por conspiración por el poder de
liderazgo en el ejército; son aquellos que por alguna circunstancia son dueños del poder y suben a
él valiéndose de actos sucios, traicioneros, malvados, traiciones con las que se adueñan de los
pueblos y lo somete a su control.
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Capítulo XIX. El Principado civil.
Un particular llega a hacerse príncipe sin valerse de nefandos crímenes, ni de intolerables violencias.
Es cuando, con el auxilio de sus súbditos, llega a reinar en su patria. A este principado es llamado
FI
civil. Para adquirirlo, no hay necesidad alguna de cuanto el valor o la fortuna pueden hacer sino más
bien de cuanto una acertada astucia puede combinar. Pero nadie se eleva a esta soberanía sin el
favor del pueblo o de los grandes. En toda ciudad existen 2 inclinaciones diversas:
• Una de las cuales proviene de que el pueblo desea no ser dominado y oprimido por los
grandes.
• Los grandes desean dominar y oprimir al pueblo.
Del choque de ambas inclinaciones nace una de estas 3 cosas:
• El establecimiento del principado.
• El de la república.
• El de la licencia y la anarquía.
En cuanto al principado, su establecimiento se promueve por el pueblo o por los grandes, según que
uno u otro de estos 2 partidos tengan ocasión para ello. Si los grandes ven que no les es posible
resistir al pueblo, comienzan por formar una gran reputación a uno de ellos y, dirigiendo todas las
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miradas hacia él, acaban por hacerle príncipe, a fin de poder dar a la sombra de su s oberanía,
rienda suelta a sus deseos. El pueblo procede de igual manera con respecto a uno solo, si ve que no
les es posible resistir a los grandes, a fin de que le proteja con su autoridad.
Capítulo X. Cómo hay que valorar las fuerzas de cada principado.
Los príncipes deben sostenerse por sí mismos cuando tienen suficientes hombres y dinero para
formar el correspondiente ejército, con que presentar batalla a cualquiera que vaya a atacarlos, y
necesitan de otros los que, no pudiendo salir a campaña contra los enemigos, se encuentran
obligados a encerrarse dentro de sus muros, y limitarse a defenderlos.
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En la aplicación de justicia se debe aplicar la fuerza para una mayor equidad y crear así un mayor
orden público para que los habitantes de principado puedan vivir en armonía con seguridad y
tranquilidad.
Capítulo XI. Los Principados eclesiástico.
Para la adquisición de este no se necesita gozar de buena posición ni de mucha fo rtuna, únicamente
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necesita de reconocimiento por su labor espiritual, con en el caso de los papas que ejercían el poder
por medio de la ideología y que por más de mil años manipularon y dominaron los principados, le
creaban a la población un cierto temor divino y una sanción religiosa.
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Capítulo XII-XIII. Tipos de ejércitos
Las tropas con que un príncipe defiende a su estado son:
• Propias (nacionales). Un principado o una república deben tener sus milicias propias; que en
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un principado si, el príncipe debe dirigir las milicias en persona y hacer el oficio de capitán.
• Mercenarias (privadas). Es inútil y peligrosa. El príncipe cuyo gobierno descansen los
soldados mercenarios no estará nunca seguro, debido a que son los que tienen mas deseos
de poder, es un ejército desunido, es decir que no tienen un objetivo común, y son capaces
de, en un futuro, traicionar fácilmente. Pero a la vez, en la guerra son sanguinarios y no
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tienen compasión alguna por la vida humana, es entonces cuando pueden en batalla
alcanzar un gran número de victorias debido a esta razón.
• Auxiliares (prestados). Es inútil y peligrosa. Las tropas auxiliares son aquellas que se piden a
un príncipe poderosos para que nos socorra y defiende estas tropas pueden ser útiles y
buenas para sus amos, pero para quien las llama casi siempre son funestas; pues si se
pierden, queda derrotado, y si gana, se convierte en su prisionero, todo el que no quiera
vencer no tiene más que servirse de estas tropas, muchísimo más peligrosas que las
mercenarias, porque están perfectamente unidas y obedecen ciegamente a sus jefes, con lo
cual la ruina es inmediata.
• Mixtas.
Capítulo XIV. Deberes de un príncipe frente al ejército.
El príncipe no ha de tener otro objeto, ni abrigar otro propósito, ni cultivar otro arte, que el que
enseña, el orden y la disciplina de los ejércitos, porque es el único que se espera ver ejercido por el
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que manda. La guerra se justifica en el propósito con el que se llevó a cabo, el príncipe tiene que
pensar la situación de tal manera que solo declare la guerra en casos necesarios o de interés.
Capítulo XV. Cualidades por las que los hombres, y especialmente los príncipes, son
censurados o criticados.
Los príncipes, por hallarse colocados a mayor altura que los demás, se distinguen por determinadas
prendas personales, que provocan la alabanza o la censura. Según el interés con el que desempeñen
la función pública.
Capítulo XVI. Liberalidad y miseria.
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La liberalidad es con la que un hombre se conduce en la sociedad de una manera que empieza a
formar ideales de justicia, libertad y equidad, por lo que la mayoría de los habitantes de los
principados son miserables y un menor porcentaje son los dueños de poder, a lo que llamamos
oligarquía que es el poder de pocos en perjuicio de la gran mayoría. Cuando alguien ejercía esta
conducta debía ser sumamente cuidadoso puesto que ese liberalismo atentaba contra el poder de
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los príncipes quienes ejercían un poder absoluto.
Capítulo XVII. Crueldad y humanidad: ¿Es mejor ser amado que ser temido, o
viceversa?
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Al príncipe no le conviene dejarse llevar por el temor de la crueldad, si necesita de ella para
conservar unidos a sus gobernados e impedirles faltar a la fe que le deben, porque, será mucho más
misericordioso que los que por suavidad excesiva toleran la producción de desórdenes,
acompañados de robos y de crímenes, dado que estos horrores ofenden a todos los ciudadanos,
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mientras que los castigos que provienen del jefe de la nación no ofenden más que a un particular.
Por lo demás, a un príncipe nuevo le es dificilísimo evitar la fama de cruel, a causa de que los
Estados nuevos están llenos de peligros.
Capítulo XVIII. De qué forma tiene que mantener su palabra un príncipe.
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Desde que un príncipe se ve en la precisión de obrar competentemente conforme a la índole de los
brutos, los que ha de imitar son el león y el zorro, según los casos en que se encuentre. El ejemplo
del león no basta, porque este animal no se preserva de los lazos, y el zorro sola no es suficiente,
porque no puede librarse de los lobos. Es necesario, por consiguiente, ser zorro, para conocer los
lazos, y león, para espantar a los lobos; pero los que toman por modelo al último animal no
entienden sus intereses.
Capítulo XIX. Como evitar el desprecio y el odio.
Un príncipe cae en el menosprecio cuando pasa por variable, ligero, afeminado, pusilánime e
irresoluto. Es preciso que los mantenga en una tal opinión de su perspicacia, que ninguno de ellos
abrigue el pensamiento de engañarle o de envolverle en intrigas. El príncipe logrará esto, si es muy
estimado, pues difícilmente se conspira contra el que goza de mucha estimación. Los extranjeros,
por otra parte, no le atacan con gusto, con tal, que sea un excelente príncipe, y que le admiren sus
gobernados. 2 cosas ha de temer el príncipe son:
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• En el interior de su Estado, alguna rebelión de sus súbditos.
• En el exterior, un ataque de alguna potencia vecina. Se preservará de este temor con buenas
armas, y con buenas alianzas, que logrará siempre con buenas armas.
Ahora bien, cuando los conflictos exteriores están obstruidos, lo están también los interiores, a
menos que los haya provocado ya una conspiración. Pero, aunque se manifestara exteriormente
cualquier tempestad contra el príncipe que interiormente tiene bien arreglados sus asuntos, si ha
vivido según le he aconsejado, y si no le abandonan sus súbditos, resistirá todos los ataques
extranjeros.
Capítulo XX. Utilidad o inutilidad de las fortalezas y de muchas otras medidas que
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los príncipes toman cotidianamente.
Cuando el príncipe desarma a sus súbditos, los comienza a ofender, puesto que en ellos aparece la
desconfianza, y que les sospecha capaces de cobardía o de poca fidelidad. Una u otra de ambas
opiniones que le supongan contra sí mismos engendrará el odio hacia él en sus almas. Como no
puede permanecer desarmado, está obligado a valerse de la tropa mercenaria. Pero, aunque esa
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tropa fuera buena, no puede serlo bastante para defender al príncipe a la vez de los enemigos
poderosos que tenga por de fuera, y de aquellos gobernados que le causen sobresalto en lo interior.
Por esta razón, todo príncipe nuevo en su soberanía nueva debe formar siempre una tropa suya.
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Capítulo XXI. Que debe hacer un príncipe para ser estimado.
El príncipe debe considerarse con una gran estimación a un príncipe que las grandes empresas y las
acciones raras y maravillosas. De ello nos presenta nuestra edad un admirable ejemplo en Fernando
V, rey de Aragón y actualmente monarca de España. Podemos mirarle casi como a un príncipe
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nuevo, porque, de rey débil que era, llegó a ser el primer monarca de la cristiandad, por su fama y
por su gloria. Pues bien, si consideramos sus empresas las hallaremos todas sumamente grandes, y
aún algunas nos parecerán extraordinarias. Al comenzar a reinar, asaltó el reino de Granada, y esta
empresa sirvió de punto de partida a su grandeza. Por cuanto su primer cuidado había sido tener
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ocupado en aquella guerra el ánimo de los nobles de Castilla; haciéndoles pensar incesantemente
en ella, les distraía de reflexionar y maquinar innovaciones durante ese tiempo, y por tal arte
adquiría sobre ellos dominio, y se proporcionaba suma estimación. Pudo en seguida, con el dinero
de la Iglesia y de los pueblos, sostener ejércitos, y formarse buenas tropas, lo que resulto a favor de
su celebridad como capitán. Además, alegando siempre el pretexto de la religión, para poder llevar
a efecto mayores hazañas, recurrió al expediente de una crueldad devota, y expulsó a los moros de
su reino, que quedó así libre de su presencia. Después, bajo la misma capa de religión, se dirigió
contra África, emprendió la conquista de Italia, y ataco a Francia.
Capítulo XXII. Los consejeros del príncipe.
Para los príncipes la buena elección de sus ministros, los cuales buenos o malos, según la prudencia
usada en dicha elección. El primer juicio que formamos sobre un príncipe y sobre sus dotes
espirituales, no es más que una conjetura, pero que lleva siempre por base la reputación de los
hombres de que los que se rodea. Si manifiestan suficiente capacidad y se muestran fieles al
príncipe tendremos a éste por prudente puesto que supo conocerlos bien, y mantenerlos
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seguidores de su persona. Si, por el contrario, reúnen condiciones opuestas, formaremos sobre él
un juicio poco favorable, por haber comenzado su reinado con una grave falta, escogiéndolos así.
Capítulo XXIII. Cómo evitar a los aduladores.
Si un príncipe debe pedir consejos sobre todos los asuntos, no debe recibirlos cuando a sus
consejeros les agrade, y hasta debe quitarles la gana de aconsejarle sobre negocio ninguno, a no ser
que él lo solicite.
En cuanto al príncipe que consulta con muchos y que carece él mismo de la prudencia necesaria no
recibirá jamás pareceres que concuerden, no sabrá corregirlos por sí mismo ni aun echará de ver
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que cada uno de sus consejeros piensa en sus personales intereses nada más.
No existe posibilidad de hallar dispuestos de otra manera a los ministros, porque los hombres son
siempre malos, a no ser que se les obligue por la fuerza a ser bueno s. De donde concluyo que
conviene que los buenos consejos, de cualquier parte que vengan, dimanen, en definitiva, de la
prudencia del propio príncipe y que no se funden en sí mismos como tales.
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Capítulo XXIV. Por qué los príncipes de Italia han perdido sus reinos.
El príncipe nuevo que siga con prudencia las reglas adquirirá la consistencia de un principado
antiguo y alcanzará en muy poco tiempo más seguridad en su Estado que si llevara un siglo en
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posesión suya. Siendo un príncipe nuevo mucho más cauto en sus acciones que otro hereditario, si
las juzgan grandes y generosas sus súbditos, se atrae mejor el afecto de éstos que un soberano de
sangre inmemorial esclarecida, porque se gana a los hombres mucho menos con las cosas pasadas
que con las presentes. Cuando hallan su provecho en éstas, a ellas se reducen . Con mayor motivo
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abrazan la causa de un nuevo príncipe o si éste no cae en falta en lo restante de su conducta. Así
obtendrá una doble gloria: la de haber originado una soberanía y la de haberla corroborado y
consolidado con buenas armas, buenas leyes, buenos ejemplos y buenos amigos. Obtendrá, por lo
contrario, una doble ofensa el que, habiendo nacido príncipe, haya perdido su Estado por su poca
prudencia.
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Capítulo XXV. Cuál es el poder de la fortuna en las cosas humanas y cómo hacerle
frente.
Cualquier príncipe que prosperaba ayer puede encontrarse en el futuro derrotado. Lo cual no
proviene de otra cosa más que de la calidad de las circunstancias y de los tiempos, que concuerdan
o no, con su modo de obrar.
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