7097-Texto Del Artículo-35389-1-10-20241221
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Resumen
Las sirenas, como lascivas seductoras, han tenido en el imaginario medieval una connotación nega-
tiva vinculada con el mal, las tentaciones y los peligros asociados con los tratos carnales prohibidos.
Estas expresiones en el arte llegaron a América a través de libros, representaciones en mapas y cartas
geográficas, así como a partir de narraciones de los navegantes en mares desconocidos, llenos de
monstruos y prodigios. La contribución analiza las representaciones de sirenas en diversas regiones
del Perú para comprender su contexto y demostrar su reinterpretación, de acuerdo con la evolución
del pensamiento religioso, la ideología social en las distintas etapas de su historia y al interior de cada
contexto social en las que fueron representadas.
Palabras clave: sirenas, Quesintuu, Umantuu, Barroco, arquitectura, portada, retablo, pintura
mural.
Abstract
Sirens, conceived as lascivious seductresses in the medieval imaginary, have borne negative
connotations linked to evil, temptation, and the dangers associated with forbidden carnal relations.
These expressions in art came to America through books, drawings on maps and geographical charts,
as well as through the narratives of sailors exploring unknown seas, full of monsters and wonders. The
text analyzes the representations of sirens in various regions of Peru to understand their context and
demonstrate their reinterpretation according to the evolution of religious thought, social ideology in
the different stages of their history, and within each social context in which they were represented.
Keywords: sirens, mermaids, Quesintuu, Umantuu, baroque, architecture, facade, retable,
altarpiece, mural painting.
Las sirenas en el arte virreinal desde mediados del siglo XVII hasta principios del XIX
En los estudios realizados en el último medio siglo, se ha reiterado que siempre fueron
representadas pareadas, y este hecho las ha acercado al mito de las dos sirenas hermanas
altiplánicas. No obstante, este rasgo se encuentra asociado a su emplazamiento,
78 generalmente, en portadas religiosas y civiles, así como en retablos en los cuales los ejes
verticales de simetría renacentista y barroca rigieron las composiciones.
En las tipologías propuestas a partir de la labor que están ejecutando, han sido clasificadas
en sirenas tenantes, cuando con sus manos sujetan una tarja que exhibe un monograma
—con frecuencia, el de Virgen María Reina— un escudo o un pictograma; también pueden
estar sujetando roleos o una follajería en las orlas laterales de las portadas o retablos. Por
otro lado, las sirenas-músico son aquellas que tañen un instrumento musical de cuerdas,
que puede ser una guitarra, vihuela, charango1 o excepcionalmente un laúd, ya que no se
han registrado sirenas tocando instrumentos de viento o de percusión. Un tercer grupo
menos difundido es el de las sirenas siderales, que son las supuestamente asociadas a las
teorías platónicas, según las cuales las esferas celestes producían una música emitida por
las voces de ocho sirenas (Platón, 1988). A esta clasificación establecida y que debe ser
reevaluada, es necesario agregar aquellas sirenas que no pueden relacionarse con ninguna
de las tres categorías anteriores y que aparecen vinculadas a decoraciones vegetales.
También hay que considerar algunos ejemplares materializados como figuras cargadoras
de algún elemento arquitectónico, como ménsulas, cartelas o cornisas.
Las representaciones de las sirenas, si bien ostentan diversas diferenciaciones en su
caracterización, presentan algunos rasgos generales que las definen. Son de género
femenino, con la parte superior del cuerpo humana y la inferior pisciforme. La porción
humana está representada de manera frontal y con el torso desnudo hasta el ombligo, y
destacan unos pechos redondeados —si bien caídos— a veces con los pezones remarcados
o alternativamente presentar los senos apenas insinuados. Con cierta frecuencia los
vientres han sido expresados de modo redondeado y un tanto abultado, lo que en conjunto
las calificaría de mujeres maduras y no de adolescentes, salvo que las formas contorneadas
tuviesen la intencionalidad de señalar voluptuosidad. Las cabezas están adecuadamente
proporcionadas y apoyadas generalmente sobre cuellos cortos. Los cabellos han sido
representados tanto largos y ondeantes, como a la altura de los hombros y rizados. Los
rostros carecen de movimiento y de expresión, son estáticos y proyectan imperturbabilidad,
característica que las aproxima a las expresiones coetáneas de los hermes y cariátides. No
ha sido inusual hacer énfasis en las orejas, que han sido reproducidas de manera rotada y
frontal. Generalmente, sobre sus cabezas no llevan aderezo alguno, si bien en algunos casos
portan una corona poco voluminosa en forma de anillo decorada con hojas imbricadas. En
determinadas regiones han sido frecuentes los voluminosos penachos de los cuales no
hay antecedentes europeos, y que se circunscriben casi en su totalidad a las regiones de
Arequipa y Cusco, en las cuales son usuales los hermes y las cabecitas angélicas coronados
con plumas. En otros ejemplares altiplánicos portan cestos colmados de frutas, que nos
retrotraen a las cornucopias henchidas de frutos y las frecuentes decoraciones de fruteros
propias del Barroco, los cuales tampoco tienen vinculación con las expresiones de las
sirenas venidas de ultramar, pero que están asociadas al rico bagaje ideológico y creativo
de los distintos núcleos artísticos regionales que, durante el siglo XVIII, se inclinaron por
la exuberancia ornamental.
Algunas sirenas exhiben un par de alas cortas, cuya expresión, disposición y morfología
parece más afín a aquellas asociadas a las cabecitas angélicas y hermes alados representados
en el área andina durante el desarrollo del Barroco pleno, que las representaciones de
1 Se define como un guitarrillo o bandurria pequeña proveniente de la familia del laúd, con cinco pares de
cuerdas que producen sonidos muy agudos. Su creación se dio entre los años 1700 y 1750. Ha sido y es
hasta la actualidad empleado en Bolivia, Perú y Argentina. El instrumento tiene la caja de resonancia de
madera, mientras que cuando está resuelta con el caparazón del armadillo, se denomina popularmente
«quirchincho». Actualmente, el armadillo andino es una especie en peligro de extinción, por lo que está
tutelado como especie amenazada de la fauna silvestre con el Decreto Supremo N.º 004-2014-MINAGRI.
las sirenas aladas medievales. La parte inferior del cuerpo adquiere la forma de un pez, 79
dispuesta de forma curvada o definitivamente enroscada, con aletas dorsales, ventrales y
caudal. La superficie presenta escamas imbricadas y en la unión de las dos secciones del
cuerpo hay un ceñidor, formado por una o dos filas de escamas gruesas, que pueden haber
sido reemplazadas por hojas de agua redondeadas y, en algunos casos, por una moldura
enriquecida con un funículo. En algunos ejemplares, tanto el plumaje de las alas como el
escamado en la parte inferior del cuerpo alcanzando las aletas, han sido reemplazados con
una decoración de hojarasca, sin alterar la forma curvada de la sección pisciforme.
Las sirenas en los núcleos artísticos de la región andina sur en el siglo XVII
A partir de las sirenas presentes en la decoración de portadas —religiosas y civiles— y
retablos, así como de su manifestación en la pintura mural, que han sido fechadas con
frecuencia por asociación con la edificación de los inmuebles (Gisbert, 1980), es posible
observar que solamente hay siete que fueron producidas en el siglo XVII. Las más antiguas
se encuentran en el retablo de la Virgen en el santuario de la Virgen Candelaria de
Copacabana en Bolivia actual, obra del artífice Sebastián Acostupa, quien las entalló en
1618. Estas se hallan relacionadas con un conjunto de frutas dispuestas en la curvatura de
la cola.
En el territorio del Perú actual y en la ciudad de Arequipa, en 1654 se encargó al maestro
de cantería Simón de Barrientos la portada lateral de la iglesia de la Compañía de Jesús
(Vargas Ugarte, 1968). Se trata de una portada de un cuerpo y tres calles, coronada
con un amplio frontón en cuyo tímpano está representado un relieve con Santiago
Mataindios. El señalado maestro completó solamente el primer cuerpo, que remata en un
entablamento recto abierto, en cuyo centro se dispuso una ménsula, flanqueada por dos
sirenas contrapuestas. Estas portan cabellos largos y ondulados, ceñidos con una pequeña
corona anular. En la espalda se despliegan un par de alas cortas. La cola está notablemente
Fig. 1.- Arequipa, iglesia de la Compañía de Jesús: portada de la epístola. Sirenas a ambos lados
de la ménsula. Sandra Negro, 2018.
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Fig. 2.- Cusco: sirena y tritón que sostienen una tarja en la antigua casa de Pedro Bernardo de Quiroz, años más tarde
transformada en el beaterio de las Nazarenas y hoy conocida popularmente como la Casa de las Sierpes. Sandra Negro, 2016.
Fig. 3.- Cusco, Oropesa: capilla de la hacienda del marqués de Valleumbroso. Sirenas tenantes
sosteniendo una tarja con el pictograma de San Juan Bautista. Sandra Negro, 2016.
Fig. 4.- Puno, iglesia de San Jerónimo de Asillo: sirenas tenantes que sostienen una tarja con escusón, encima de
la cual dos querubines depositan una corona de la Virgen María. Javier Colmenares, 2018.
2 La vivienda, conocida también con el nombre de «casa de las sierpes», debido a que la sirena y el tritón
han sido asociados a imágenes de reptiles, luego de pasar por diversos propietarios, fue adquirida por la
Compañía de Jesús, que instituyó el colegio de San Francisco de Borja para los hijos de los caciques, el
cual funcionó entre 1644 y 1673. Un siglo más tarde, en 1745, el obispo Pedro de Morsillo Rubio de Auñon
compró la casa de las sierpes para que se mudase allí el beaterio de las Nazarenas, establecido inicialmente
en 1695 y cuya casa a mediados del siglo XVIII les resultaba demasiado estrecha. Entre 2009 y 2012 la
propiedad fue restaurada y puesta en valor como parte del Hotel Palacio de Nazarenas.
3 El arquitecto y restaurador Roberto Samanez afirma que dichos seres se inspiraron en unos grabados de
las sirenas del Nilo, publicados en el Monstrorum historia, cum paralipomenis historiae omnium animalium (p.
354) del científico y naturalista Ulisse Aldrovanti. Esta afirmación no se condice con la realidad, ya que el
libro fue publicado por primera vez recién en 1642.
Las sirenas del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX en el territorio surandino
Es a partir de mediados de la centuria cuando se difundieron las representaciones de
sirenas tañendo instrumentos musicales de cuerda, tales como la vihuela y el charango, y,
menos frecuentemente, el laúd. Sobresalen en Puno las sirenas en la portada de pies de
la catedral de San Carlos, cuyo primer cuerpo fue labrado por el maestro cantero Simón
de Asto en 1757 (San Cristóbal, 2004). En el espacio que media entre las hornacinas de
las calles laterales y el entablamento que separa el primer del segundo cuerpo, fueron
esculpidas sendas sirenas recostadas tocando el charango. Sus rostros sin expresión son
angulosos y los cabellos apenas llegan hasta los hombros y están trenzados.
Otro ejemplar donde las sirenas forman parte de la profusa decoración se sitúa en la portada
del evangelio en San Pedro de Zepita, edificada en la segunda mitad del siglo XVIII. La
ornamentación es de notable calidad y exuberancia, lo que genera un conjunto armonioso
a la par de las columnas que delimitan las calles y las columnas menores que flanquean
las hornacinas, logrando sugestivos claroscuros. Las sirenas han sido incorporadas en las
orlas laterales de la portada y se sujetan con uno de sus brazos a las volutas decorativas
Fig. 5.- Puno, catedral de San Carlos: sirena recostada tocando el charango. Juan Pablo El Sous, 2017.
4 Juan Horozco y Covarrubias, arcediano de Cuéllar en la iglesia de Segovia, escribió en 1604 el texto Emble-
mas morales con la finalidad de que sea un referente que guíe a los mortales a la salvación de sus almas.
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Fig. 10.- Potosí (Bolivia), iglesia de San Lorenzo: sirena tocando el charango e inmersa en
un cielo con el sol y las estrellas. Sandra Negro, 2023.
Las sirenas del siglo XVIII en otras regiones del Perú actual 87
En el territorio nacional han podido ser identificadas otras sirenas en distintos ámbitos del
arte. En la ciudad de Lima —uno de los núcleos artísticos principales del Barroco, juntamente
con Cusco y Arequipa— las sirenas no formaron parte de las expresiones asociadas con la
arquitectura y el arte. Solamente ha sido posible determinar su empleo en el retablo de San
Ignacio de Loyola, situado en el brazo del crucero de la iglesia de San Pedro. Se trata de
una obra de carpintería de mediados del siglo XVIII, de un cuerpo y una calle, delimitada
con columnas salomónicas. Las sirenas han sido entalladas, una a cada lado, en las orlas
laterales del retablo en
la porción inferior a la
altura de la mesa del altar.
Sobre ellas, el desarrollo
de la orla continúa con
una ornamentación de
cartones decorados con
una exigua follajería. Las
sirenas han sido labradas
con un vientre abultado
y pechos pequeños y
túrgidos. Los brazos han
sido reemplazados por
un par de alas cortas, y
el rostro es delicado, de
mejillas redondeadas y
vacuo de expresión. Los
cabellos son cortos y
rizados. En la parte inferior
del cuerpo, las escamas
han sido reemplazadas con
una profusa hojarasca que
invade también las aletas.
No es posible, sin embargo,
proponer que se trata
de un hermes, ya que la
forma inferior del cuerpo,
la curvatura cóncava del
mismo y las aletas, la
Fig. 12.- Lima, iglesia de San Pedro: sirena en la orla lateral del retablo
definen claramente como de San Ignacio de Loyola. Javier Colmenares, 2018.
una sirena.
En la región andina del departamento de Lima, en el centro poblado de Rapaz, se erige
una pequeña iglesia bajo la advocación de San Cristóbal. En la actualidad, pertenece a la
provincia de Oyón, si bien desde el último tercio del siglo XVI y hasta inicios del XX estuvo
asociada al corregimiento y doctrina de Cajatambo. Se desconoce la fecha y diseño inicial
de la edificación, aunque debió estar concluida en 1743, mientras que el dorado de los
cuatro retablos con columnas salomónicas finalizó recién en 1773 (Ruiz Estrada, 1983). El
templo presenta una exuberante pintura mural al temple, tanto en el interior como en la
portada de pies y del evangelio al exterior de la edificación. Las expresiones pictóricas han
ocupado casi toda la superficie muraria disponible, con una clara tendencia a organizarla
en recuadros, franjas horizontales o en tarjas. No todas fueron compuestas a la vez, ya que
se ha logrado determinar que trabajaron por lo menos cuatro distintos artistas a lo largo
de casi tres siglos (Macera, 1995).
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Fig. 11.- Lima, Oyón: iglesia de San Cristóbal de Rapaz: pintura mural representando a sirenas tocando
la guitarra y sosteniendo una flor y un ave estrangulada. Sandra Negro, 2015.
La disposición temática es inusual, ya que el lado del evangelio está casi totalmente
dedicada a la vida de Cristo, mientras que en el lado de la epístola se han plasmado diversas
advocaciones de la Virgen. En el lado masculino se dispuso una ancha franja con un borde
pictórico, en cuyo interior fueron organizadas horizontalmente tarjas circulares con
sencillos escusones y la representación de escenas de momentos significativos en la vida
de Jesús. En el espacio inferior, acompañan las tarjas ocho sirenas dispuestas por pares,
las cuales no están presentes en el muro de la epístola. Estas tienen el torso con pechos
muy pequeños, rostros sin expresión y cabellos ondulados, tanto largos como cortos. La
cola pisciforme tiene las aletas dorsales y ventrales, mientras que las caudales han sido
transformadas en una flor. Algunas sirenas, con una de sus manos, sostienen un tallo vegetal
que emerge de sus aletas caudales y remata en una flor acampanada, mientras que con la
otra mano sujetan un pescado o un ave estrangulada. Ha sido frecuente en la iconografía
medieval representar a las sirenas sujetando un pescado, del cual además se alimentaban
luego de robárselo a los pescadores. No ha sido posible establecer el probable simbolismo
del ave muerta, si bien fue representada con un cuello alargado y pico afilado como las aves
que pescan por zambullida. Finalmente, algunas sirenas son músicos y han sido pintadas
tocando una guitarra o un violín. Encima de la franja con las tarjas fue compuesta una ancha
cenefa decorativa, cuya expresión sugiere una temporalidad más tardía que la inferior,
en la cual, dentro de una densa follajería, se han pintado querubines tocando un arpa o
un violín, cabecitas angélicas, aves picoteando flores y frutas, águilas bicéfalas, venados,
leones, perros, fruteros, así como sirenas individuales tañendo instrumentos de cuerdas.
Se trata de un programa iconológico con ribetes de arte popular.
En la costa norte, a corta distancia de la ciudad de Trujillo en el departamento de La
Libertad, fue edificada la iglesia de Santiago de Huamán, en lo que originalmente fue una
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Fig. 13.- Trujillo, iglesia de Santiago de Huamán: sirenas tocando la guitarra en las enjutas
del arco de acceso. Javier Colmenares, 2015.
reducción de indios. El templo actual fue erigido a principios del siglo XVIII, y destaca su
portada de pies, que reitera en esquema compositivo de las portadas menores trujillanas, si
bien aquí hay una profusión decorativa ausente en las portadas coetáneas. Está organizada
en un solo cuerpo, rematado en un frontón recto abierto y tres calles delimitadas por
columnas de fuste liso. El vano de acceso, situado en la calle central, está coronado por
un arco de medio punto, en cuya rosca se han dispuesto diez cabecitas angélicas. En las
enjutas que median entre el arco y el entablamento y reclinadas en la archivolta, fueron
modeladas, en obra de yesería, dos sirenas-músico que tocan la guitarra. Sus rostros están
bien definidos y proporcionados, aunque siempre carentes de expresión. Los cabellos son
largos y ondeantes. La cola es voluminosa y de gran tamaño, con las aletas dorsales apenas
insinuadas, mientras que la caudal es bifurcada. Resulta inusual esta expresión en la costa
norte del país, donde no se han registrado otras sirenas en portadas o retablos.
En tierras tan alejadas como en la Misión de Maynas, que abarcó las riberas de los ríos
Marañón, Pastaza, Paranapuras, Tigre, Napo, Putumayo, Aguarico, Ucayali, Pachitea, Yavarí,
Nanay y las orillas e islas del río Amazonas en el territorio del virreinato del Perú, la Compañía
de Jesús estableció paulatinamente un conjunto de poblados misionales para llevar el
evangelio a los pobladores originarios de un amplio número de etnias. En 1636, tuvo inicio la
misión en la selva alta, y a partir de 1686, se expandieron a la selva baja, siendo la reducción
de San Joaquín de Omaguas la más importante después de la de Santiago de la Laguna. En
las descripciones de principios del siglo XVIII de la iglesia de San Joaquín, se documentan
retablos ornamentados con sirenas, lo que resulta una información importante, ya que los
artistas locales recibieron no solamente la orientación de los religiosos, sino que conocieron
algunos lienzos y piezas escultóricas provenientes de la ciudad de Quito, en el actual Ecuador
(Uriarte, 1986). Las tradiciones orales amazónicas consideran a las sirenas como protectoras
de los ríos y lagunas, así como de la fauna asociada a estas fuentes de agua.
90 Reflexiones finales
La transmisión de elementos ornamentales a través de un conjunto de fuentes gráficas
llegadas a América y las enfáticas narraciones de los navegantes acerca de sus encuentros
en el mar con seres fantásticos, es innegable, del mismo modo que su transformación
y reinterpretación no solamente morfológica, sino también de significación, ha sido un
proceso continuado y dinámico asociado con las identidades regionales y locales.
El complejo proceso de transculturación y sincretismo religioso a partir de la llegada
del cristianismo impuesto por los conquistadores y los religiosos que los acompañaban,
no ha logrado demostrar incuestionablemente que las mujeres peces del supuesto mito
prehispánico terminaran transponiéndose en las sirenas del arte barroco de la segunda
mitad del siglo XVII y a lo largo del XVIII, así como que la influencia de las mujeres peces
lacustres se extendiera desde las orillas del lago Titicaca hacia el Cusco, Arequipa y
Ayacucho en el Perú actual, llegando hasta Sucre y Potosí en Bolivia.
La representación de las sirenas en las diversas expresiones del arte en el Perú virreinal tuvo
una presencia más consistente en algunas regiones, frente a otras cuyas manifestaciones
fueron esporádicas, hasta llegar a aquellas en las cuales, aparentemente, no formaron parte
de su ideario artístico.
El simbolismo asociado a la admonición contra las tentaciones y placeres terrenales
pudo haber sido un proceso de difícil comprensión para la población andina originaria.
La difusión en su representación en el siglo XVIII ha sido coetánea a la consolidación
del cristianismo, que en varios núcleos arquitectónicos y artísticos terminaron siendo
elementos ornamentales, cuyo significado no estuvo necesariamente relacionado con las
interpretaciones europeas originales. Por su morfología, las sirenas han llamado la atención
de alarifes, retablistas, escultores, entalladores, imagineros y pintores en el Perú virreinal
de los siglos XVII y XVIII. Su significación original se fue transmutando a través del tiempo,
transformándose paulatinamente en elementos decorativos a la par de muchos otros, que
no mantuvieron el complejo simbolismo proveniente de Europa a través del arte medieval,
renacentista y finalmente barroco.
La incorporación de seres fantásticos u ornamentaciones un tanto alejadas de los preceptos
de la evangelización prosperó recién a partir del segundo tercio del siglo XVIII, cuando
estos perdieron en gran medida su eventual carga idolátrica, generadora de posibles
reinterpretaciones alejadas de los preceptos de la Iglesia. Tal es el caso de los mascarones,
seres vegetales, esciápodos, sirenas, hermes, grutescos y otros que coexistieron sin
conflictos conceptuales o interpretativos con decoraciones asociadas a las figuras angélicas,
niños cargadores, marioletas, veneras, monogramas y, en general, aquellos asociados a la
simbología cristiana. Su presencia, claramente asociada a las portadas religiosas, posibilita
deducir que su carácter fabuloso fue reformulado a una función primariamente ornamental.
La decoración ha mantenido su función de enriquecimiento visual, con frecuencia alejado
de los programas catequéticos que, si bien existieron, probablemente no estuvieron
teñidos de las profundidades de reflexión y análisis que proponemos otorgarle desde
nuestra perspectiva presente.
En conclusión, su significado fue variando a través del tiempo y su simbolismo inicial
fue reinterpretándose de acuerdo con la evolución del pensamiento religioso en la
evangelización de los pueblos americanos, la ideología social en las distintas etapas de su
historia y al interior de cada contexto social en las que fueron representadas.
Referencias bibliográficas 91
Conflicto de intereses: La autora declara no tener ningún conflicto de intereses sobre dicho
texto.
Contribuciones de autoría: Ninguno
Financiamiento: Ninguno