Presidente Narciso Campero Mensaje 1884
Presidente Narciso Campero Mensaje 1884
DEL
PRESIDENTE CONSTITUCIONAL
DE LA REPÚBLICA
AGOSTO 6 DE 1884
SUCRE
Mensaje Especial
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PARTE PRIMERA-
CUESTION ELECTORAL.
Para esplicar mi conducta en todo lo que se refiere a la trasmision legal del mando supremo,
debo recordar ciertos antecedentes a que el Ministro de Gobierno alude en las circulares que hicieron
constar el programa adoptado por el Gobierno.
Cuando despues del desastre del campo de la Alianza conducia al seno de la patria los
restos del ejército vencido en combate desigual, recibí en Corocoro la nueva inesperada, que me
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llevó una Comision de la Convencion Nacional, de que ésta me había nombrado Presidente
Constitucional restableciendo el imperio de nuestras instituciones democráticas.
En los cuatro años que he ejercido el mando, en ocasion quizá las mas solemne, de la vida
de Bolivia y de dificilicimas pruebas, he contado ciegamente con la adhesion y el buen sentido de la
opinion sèria de mis conciudadanos.
Pero no bastaba la obra del presente; era indispensable pensar tambien en el porvenir. Las
instituciones respetadas por todos debian seguir siéndolo en adelante, y la solusion que comenzaba
a tener el conflicto internacional, era necesario que llegase al término mas satisfactorio posible
Elecciones libres; lucha abierta y leal de ideas; concurso de todos a la formacion del nuevo
gobierno, era lo que se necesitaba sobre todo.
Con la mano puesta sobre el corazon, os declaro -que poseído de esas ideas he estado muy
lejos de favorecer con influencias oficiales a ningun candidato, y que he, deplorado amargamente
los manejos reprensibles que denunciaban los partidos censuràndose recíprocamente.
Amargado por el mal uso que se hacía del derecho electoral, hube de lanzar un grito de dolor
y hasta de indignacion, en una proclama al pais, que la tuve ya redactada, pero que no será tal vez
conocida sinó cuando mis hijos revuelvan los papeles que he de dejarles por herencia. Mi gabinete
se insinuó para que yo callara, y me espuso que era preferible prevenir el mal con otras medidas,
como las contenidas en el decreto de 20 de Abril.
No obstante, hubo momentos en que, vistos los trabajos ilícitos que se empleaban para
desvirtuar el libre sufrajio y el inminente peligro que corria la República; me asaltó el pensamiento
de anular los votos por un golpe de estado, y convocar a la nacion a nuevas elecciones, como medio
eficaz de cortar el cáncer.
Empero, despues de haber refleccionado con calma, pude contenerme, no porque temiese
ó dudase acerca del éxito [creedme, Honorables Señores], sinó por una consideración que me ha
hecho estremecer y es -que mañana ú otro día, algun ambicioso vulgar, so pretesto de la salud de
la Patria, diese otro golpe de estado para encadenar las libertades pùblicas apoyàndose en el
precedente yo dejara establecido.
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Para fortalecer vuestro patriotismo y alumbrar vuestro camino, en este crítico trance, creo
del caso recordar dos pensamientos de Bolivar. Este genio de Amèrica proclamaba, como un
aforismo político, que «tan solo el pueblo es dueño de su suerte, pero no un poderoso, ni un partido
ni una fraccion», y hablando del Perú, decía: «encierra dos elementos enemigos de todo régimen
justo y legal -oro- y esclavos. –El primero lo corrompen todo, el segundo está corrompido por sí
mismo...» (¡Ojalá pudiéramos escapar a tan tremenda censura!).
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PARTE SEGUNDA
§. 1º
Capitanía General.
Hai doctrinas falsas que, lanzadas à la circulacion en un momento dado, impresionan con la
fuerza de la luz elèctrica, i llegan à ser como puntos de fé. Tal sucedió con la inteligencia que quiso
darse al ejercicio de la Capitanía General del ejército, atribuyéndolo exclusivamente al Poder
Ejecutivo. -Yo hube combatido semejante doctrina (véase el anexo n° 1); mas, como ella echó
profundas raices en toda la República, i nuestra Constitucion da lugar à interpretaciones varias, sería
de desear que las actuales Càmaras resolviesen lo conveniente al respecto.
§. 2º
Dualidad.
Otro punto trascendental sobre el que pido declaratoria espresa del Congreso, en el sentido
que voi a indicar, es el que llevó a los estrados del Senado de 1882, en la sesion del 11 de Setiembre,
el entonces Senador suplente don Nicanor Flores: me refiero a la mocion que fue conocida con el
nombre de «dualidad de Gobierno».
Cuando el Presidente se pone a la cabeza del ejèrcito, en cumplimiento del art. 89 atribucion
2a de la Carta, no queda, no puede quedar reducido a la simple condicion de un General. Supuesto
que dirije las operaciones de la guerra, claro es que tiene perfecto derecho para intervenir en los
asuntos de la administracion en cuanto se relaciona con la guerra misma. Esta es razon de
responsabilidad.
El ejercicio de esa atribucion lejítima se llamó dualidad. Con esta lógica podria tambien
llamarse dualidad a la participacion que tiene cada una de las cámaras en la formacion de las leyes,
sin embargo de que ambas constituyen un solo Poder, con sus respectivas atribuciones -Lo mismo
podríamos decir de las dos salas en que está dividida la corte Suprema, que en el fondo no forman
sino un solo Tribunal.
Es verdad que la mocion Flores fué retirada; pero ello no basta para la buena práctica de
nuestras instituciones, pues es necesario que el Congreso se pronuncie al respeto, a fin de evitar en
lo sucesivo que el Presidente de la República, cuando se ponga en campaña, no vea embarazada
su accion, como sucedió en efecto cuando me puse a la cabeza del ejército.
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§. 3º
Cuestion Internacional.
Nuestra mala suerte en la guerra del Pacífico impresionó triste y profundamente, como
sucede en semejantes casos, el ánimo de muchos de nuestros conciudadanos, produjo el pànico en
los espíritus débiles y extravió el criterio de los hombres apasionados, hasta el punto de formular
contra el Gobierno de su patria cargos inconscientes, tanto en la prensa periodística como en la
tribuna parlamentaria, y aun en los corrillos è intimidades de la sociedad privada, calculadamente
encaminados a debilitar la fibra de la defensa nacional y acelerar una solucion cualquiera que fuese.
Ahora que nos hallamos un tanto alejados de aquellos infaustos sucesos, es de presumir
que, restablecida la calma y el imperio de la razon en unos y otros, podràn ser escuchadas y
apreciadas, con ànimo sereno, las respuestas del gobierno a los cargos que se le han dirigido.
Consiste uno de ellos en que «yo no supe aprovechar de las oportunidades varias que se
presentaron para hacer la paz con Chile.»
Si son esas las oportunidades á que aluden los que formulan semejante cargo, claro es que
debían ser desatendidas y rechazadas de plano.
Abandonar al Perú en los supremos momentos de angustia, cuando exhalaba sus últimos
alientos, bajo el peso de todas las calamidades acumuladas por la guerra, y entrar por nosotros solos
en acuerdos con el enemigo comun, y nada menos que para cooperar a la consumacion del sacrificio,
a mutilar el territorio peruano, y tomar en nuestro provecho un pedazo de èl, como gaje de infidelidad,
habría sido un proceder sin nombre, un enorme crímen, sin precedentes en la historia, que habría
manchado para siempre la pureza de nuestra bandera, y precipitado á Bolivia en el abismo del
deshonor ante propios y estraños.
Pero si, aparte de estas sugestiones encubiertas, ha existido otro linaje de proposiciones
hechas por los hombres de Chile a grupos ó individuos particulares de Bolivia en carácter
confidencial y reservado, esos órganos nunca me las comunicaron, y no podía tachàrseme de haber
dejado pasar tales oportunidades.
Mi manera de apreciar los hechos, haciendo prevalecer las leyes del deber y del honor sobre
los estímulos de la conveniencia y el lucro, ha dado márjen para que se diga por los partidarios de
las soluciones utilitarias -que he llevado la consecuencia à la alianza hasta el sentimentalismo.
Profeso es verdad, sinceramente, la doctrina -de que la ley moral, que rige las acciones del
individuo, rige tambien las de toda agrupacion humana, Ilámese familia, comunidad religiosa,
sociedad industrial ó de comercio, compañía colectiva ó anónima, distrito ó municipio, provincia ó
Estado.
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Lo que es justo, verdadero bueno y honorable para el individuo, considero que lo es
igualmente para la colectividad; lo que es injusto, falso, malo y deshonroso para una persona, lo
reputo asimismo para una Nacion.
A nadie le es lícito señalar una línea de demarcacion entre el individuo y la sociedad, para
limitar el imperio de la ley moral, porque ella es general y absoluta, y abarca dentro de su dominio el
individualismo como la entidad social.
El honor, la dignidad y el decoro de un Estado, se rijen, pues, por la misma ley moral que el
honor, la dignidad y el decoro de una persona y en ella descansa la fé pùblica, y por ella son
obligatorios los pactos y convenciones internacionales.
Considera peligrosas las alianzas permanentes, porque son ocasionadas a dar cabida a la
influencia estranjera sobre los destinos de un país y encarga con particular insistencia, que todo
pueblo libre debe mantenerse constantemente despierto contra las insidias y la astucia de la
influencia estranjera. En seguida, dice: «No creo que [por lo espuesto] se comprenda que yo sea
capaz de patrocinar la infidelidad á los compromisos existentes. Sostengo la màxima, no mènos
aplicable a los negocios públicos que a los privados, que la honradez es siempre la mejor política.
Por esta razon, lo repito, aquellos compromisos deben ser observados en su sentido genuino».
Pero, aun en la hipótesis de que Bolivia hubiera podido buenamente romper su pacto de
alianza con el Perú para aceptar de Chile los territorios de Tacna i Arica, no es posible suponer que
tanta generosidad de parte suya no hubiera buscado su compensativo en nuestras ricas provincias
de Lipez i Porco, fijando su línea de demarcación en la cordillera de los Frailes, conforme al
pensamiento de un senador chileno. A este propósito copiarè otro trozo del mensaje de Washington:
….. «es una locura, en una nacion, buscar favores desinteresados de….. «No puede haber
mayor error que esperar favores positivos de nacion a nacion, ó calcular sobre ellos. «Esta es una
ilusion de que debe curarnos la esperiencia, y que un justo orgullo debe rechazar.»
Era, pues, ineludible, por deber i por conveniencia, mantener en su sentido genuino el pacto
de alianza de 1873, ya que no por las consideraciones espuestas, á lo menos en homenaje a la
memoria del distinguido mandatario de Bolivia D. Adolfo Ballivian, bajo cuyo gobierno fué celebrado,
i en honor á su Ministro negociador i signatario de la alianza.
Vosotros lo sabeis, como lo sabe todo el país, que mi gobierno se ha inspirado siempre en
los sabios consejos de la representacion nacional, y ha subordinado sus actos a los mandatos de
aquella, sin reserva alguna: que, desde el principio de mi administracion he sometido al Congreso,
año por año, los propósitos del gobierno respecto a la guerra, con la sincera manifestacion de sus
ideas, de sus temores y esperanzas, para que la nacion, representada por las Cámaras, les dè el
vigor de su autoridad y señale la línea conveniente de accion gubernativa; y que, discutidos y
apreciados esos actos y propósitos, fueron sancionados mediante votos parlamentarios, que han
sido, lo repito, la norma de los procederes de mi gobierno y la brújula que le ha guiado en el
escabroso sendero de los sucesos anormales de la guerra.
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Mi ànimo no ha desfallecido por un solo instante, ni menguado mi patriotismo para conducir
los acontecimientos a una solucion racional y honorable, cuidando siempre de que nuestro comercio
exterior se mantenga emancipado de tutelas permanentes, i que el porvenir del pais no quede
reatado à las eventualidades de una nueva guerra.
Si despues de nuestros contrastes en los campos de batalla, nos fué imposible hacer la
guerra ofensiva, pudimos y debimos mantenernos a la defensiva, como lo hemos hecho, en vez de
presentarnos ante el enemigo a pedir humildemente favor y gracia y sometiéndonos
incondicionalmente a todas sus exijencias.
A esa actitud se debe el pacto de tregua que conoceis, mediante el cual han sido realizados
hasta cierto punto los propósitos de mi gobierno.
§.4º
Cuestiones Diversas.
§.5º
Conclusion.
Para terminar este mi Mensaje especial, debo hacer las siguientes declaraciones: -
4.ª Que, finalmente, desciendo del poder con la conciencia tranquila, y sin abrigar odios ni
temores.
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En cuanto á la 1.ª, esto es, á mis actos gubernativos, vosotros sois los jueces, HH. SS., y
sabreis apreciarlos debidamente.
Respecto a la 2.ª debo decir -que, desde el principio de mi Carrera militar, habia yo
aprendido, del ilustre general Ballivian, à respetar y acatar la memoria del Libertador Simon Bolivar
y del gran Mariscal de Ayacucho Antonio Josè de Sucre, verdadero fundador de nuestro sistema
republicano.
Era, pues, natural que, à mi advenimiento al mando supremo, trajese à consideracion esos
modelos; pero saltaba desde luego à mi vista, que era imposible seguir al Libertador, porque, en
primer lugar, no habia un mundo esclavizado, y en segundo lugar, porque la grandeza imponente de
Bolivar, si bien yo la admiraba, no cuadraba ella a mi modesta aspiracion ni à mis instintos
democràticos (pàseseme la espresion); al paso que me parecia posible seguir, hasta cierto punto,
las huellas del guerrero filósofo, primer mandatario de Bolivia: y hé ahí la razon de haberme apoyado
tan frecuentemente en su autoridad durante el curso, de mi administracion.
Era en mí una firme creencia la de que nuestras desgracias provenían, en gran parte, de que
los mas de nuestros mandatarios, sin inquietarse de los hombres del pasado, ni de la regla de
conducta por ellos observada, ni de sus tendencias, habian querido implantar en el pais un gobierno
sui generis. De ahí, la terrible tàctica de echar abajo, material y moralmente, todo lo que sus
predecesores hicieron, y de dar un nuevo rumbo à la administracion.
Si los que me han combatido aquí dentro, se me hubiesen aproximado alguna vez, y me
hubiesen dado á conocer mis errores, habríanme hecho un favor, al que hubiera yo correspondido
corrijiendo mis desaciertos con mansedumbre y patriótica resignacion; mas, del modo como han
procedido, no podia yo atribuir sus reproches è incesantes ataques, sinó al prurito de oposicion y á
un preconcebido propósito de dañarme y amenguar mi autoridad. Si en esto me he equivocado y
cometido una falta, les pido me perdonen.
Por lo que toca à mi 3.ª declaracion, no puedo menos que rendir las mas fervientes gracias
a la Providencia, que visiblemente me ha protejido en los trances mas críticos de mi penosa travesía,
allanando los escollos que, á cada paso, se oponian á mi marcha, y haciendo surgir imprevistos
incidentes cuando el poder humano era ineficaz. ¿Qué mayor prueba de su proteccion, que la de
haber podido yo hacer llegar la averiada nave del Estado á puerto de salvamento? ¡Bendito sea Dios!
A lo dicho en mi 4.ª y última declaracion, séame permitido agregar con Washington: «que la
seguridad de mi propia conciencia es que á lo menos, creo haberme regido por ella.....; que, al
revisar, los incidentes de mi administracion, no tengo conciencia de ningun error intencional; que
conozco, sin embargo, demasiado mis propios defectos, para no pensar que sea probable que yo
haya cometido muchos errores. Cualesquiera que ellos puedan ser, ruego fervientemente al
Todopoderoso que evite ó mitigue los males á que pudieran dar lugar; que llevaré tambien conmigo
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la esperanza de que mi país jamás dejarà, de mirarlos con induljencia; y que despues de cuarenta y
cinco años (dijo Washington, yo debo decir 47 años) de vida consagrados á su servicio, con celo
inquebrantable, las faltas de mi incompetencia seràn relegadas al olvido, así como yo mismo debo
pertenecer pronto á la mansion del reposo eterno.»
Padres conscriptos: que el amor de la patria guie vuestros pasos, y los rayos de la justicia
divina, iluminen vuestra frente.
He terminado.
NARCISO CAMPERO.
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ANEXO 1º
Señor N. N.
Mui desagradable impresion me ha causado la última parte de su carta fecha 4 del corriente,
en que me dice U. que «han empezado ya a reclamar el título de Capitan General, i que es mucho
mejor que no me dé yo sinó el de General en Jefe, para tapar así la boca à los celosos por el
cumplimiento de la Constitucion».
Lo único de que debe cuidarse un hombre de estado es -que sus actos estèn ajustados á la
lei i à la razon.
Veamos, pues, en qué puede fundarse el reclamo del título que he conservado de Capitan
General. ¿Será el art. 90 de la Constitucion, que dice:
Ante todo, debo hacer notar que, para haber de interpretar debidamente el espíritu de la
Constitucion, ó de las leyes en general, no se ha de tomar un artículo aisladamente, sinó considerarlo
en su relacion con los demas artículos, á fin de darle el sentido que esté en armonia con todos ellos
ó, en otros términos: es preciso no juzgar de una cosa por el aspecto que presenta mirada de un
solo lado ó bajo un solo punto de vista, so pena de formar falsos juicios. Así, por ejemplo, para los
niños que no han salido de Oruro, i que, por lo mismo, carecen de esperiencia, los postes telegràficos
van disminuyendo en altura à medida que se aleja de la ciudad hácia Caracollo, i la distancia entre
uno i otro vàse estrechando de tal modo que los últimos que alcanza uno à ver parece que se tocáran.
Vice versa, para los niños inespertos de Caracollo, los postes mas inmediatos á su pueblo son mas
elevados i mas espaciados que los que se aproximan hacia Oruro.
Sucede ni mas ni mènos con los que juzgan à primera vista del art. 90 de nuestra Carta
Fundamental. Para unos, el encargado de hacer las veces del mandatario es, ipso facto, Capitan
General del ejèrcito nacional; para otros, al contrario, el único que inviste este título es el Presidente
nombrado constitucionalmente.
Mas, si bien se examina, una i otra aseveracion es inexasta, tomada en su sentido absoluto,
como paso á demostrarlo.
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Uno de los medios de probar la verdad, asi en Derecho como en Matemàticas, es el de
admitir momentáneamente como cierta una proposicion, i deducir en seguida la consecuencia. Si
ésta conduce à un absurdo, la proposicion es falsa.
El segundo Vice-Presidente es, por ministerio de la lei, el Capitan General del ejército, i el
General Campero queda meramente con el título de General en Jefe. Bien; pero veamos ahora las
consecuencias.
Luego, el General Campero, por haber llamado al segundo Vice-Presidente para ayudarle á
soportar el peso de la administracion, de supremo que era se ha convertido en inferior. Es como si
se pretendiera sentar -que un lntendente de Policia, por ejemplo, llamado por el Prefecto del
Departamento à despachar los asuntos ordinarios de la Prefectura, mientras recorre aquél alguna
de sus provincias, debe ser considerado superior al mismo Prefecto; ó que un 2.º Jefe de cuerpo,
por el hecho de haber quedado accidentalmente encargado de la administracion del cuerpo,
habiendo ido el Coronel à hacer un reconocimiento ú otra operacion estratégica, se persuadiese que
en él reside el mando en Jefe del cuerpo i que su coronel habia perdido su prerogativa de primer
Jefe.- PRIMER ABSURDO.
Luego: sería del resorte del segundo Vice-Presidente defender la seguridad exterior de la
República, conforme a la atribucion 23.ª i conferir grados de Coronel i General en el campo de batalla
(atribucion 25.a), -TERCERO Y CUARTO ABSURDO.
Mas, pasando por encima de otros muchos i mayores absurdos, los anteriormente aducidos
bastan i sobran para concluir que, en las actuales circunstancias, la Capitanía General no puede ni
debe residir en el segundo Vice-Presidente, sinó en el General Campero, actual Presidente de la
República, segun el espíritu del mismo art. 90 de la Constitucion del Estado.
Otra cosa sería en el caso de renuncia, inhabilidad ó muerte del Presidente; porque
entónces, el primer Vice-Presidente (ó el segundo, en su caso) vendría á ejercer por sí propio la
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primera magistratura, como sucesor, i no como simple reemplazante ó suplente. En tal caso,
desaparecido el Presidente, à álguien tendría que pasar el título ó privilegio de Capitanía General i
ese álguien, sería, pues, indudablemente el llamado por a Constitucion.
Esto es lo que dicta la sana razon i lo que enseña el buen criterio. Lo demas no es sinó
prurito de contradicion i propósito firme de censurar i censurar siempre, con daño de los verdaderos
intereses del régimen constitucional.
En conclusion, suplico á U. que haga publicar esta carta, con conocimiento del Sr. Vice-
Presidente, para rectificar los falsos ó apasionados razonamientos de aquellos escritores que en vez
de luz proyectan sombras en la discusion de las cuestiones mas sencillas de sentido comun; debido
èsto, a que nunca se cuidan de buscar la armonía del conjunto en un sistema de principios; i me
intereso tanto mas en esa publicacion, cuanto que ella es indispensable para evitar que los
propagandistas de ideas intencionalmente erróneas, estravien a los hombres de bien, en los que aun
no se ha estinguido el amor à la patria, ni las nobles aspiraciones por su futuro bienestar.
Sin tiempo para esponer con mayor estension mil razones que se agolpan à la, mente, doi
fin á ésta repitièndome de U. afectísimo amigo. S. S.
Es conforme-
Severino Campuzano
Secretario privado.
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Oruro, Octubre 4 de 1882.
Cochabamba.
Mi mui estimado amigo
Es la una de la tarde; los cuerpos del ejército situados en esta ciudad, estàn pasando revista
de Comisario; á fin de evitar que la tropa, se asolée inútilmente, se ha ordenado que no haga.
columna de honor i que cada cuerpo se retire á su respectivo cuartel, tan luego como haya desfilado
delante de la mesa; i quiero aprovechar de este gran momento para cumplir á U. la promesa de dar
contestacion á la última parte de su grata i amistosa carta de 29 de Setiembre próximo pasado.
Las breves pero sentidas consideraciones que se ha dignado U. ponerme à la vista, sobre
la oportunidad i conveniencia de hacer dejacion por mi parte de la Capitanía General, son bellas, mui
bellas, i habrian acabado por seducirme si la idea contraria no fuese en mí el resultado de una
conviccion profunda, como 2 i 2 son 4, ó como esta otra –desde que una línea es perpendicular à
otra, los ángulos que forman ambas líneas, son rectos.
Así, asi, renunciaria yo de buen grado el beneficio, si solo hubiera que tener en mira el interés
privado, por ejemplo el de una herencia; mas no así cuando se trata de sostener un principio, de
consecuencias trascendentales que afectan á la constitucion del estado.
Una hipótesis: me desnudo hoi de la Capitanía General, que ira á parar naturalmente en
manos del Vice-Presidente de la República. Este hecho, aunque espontàneo, pero efectuado
inmediatamente despues de los reproches i de los cargos que mañosamente se intentaron contra
mí, importaría un tácito reconocimiento de la falta denunciada i un acto de voluntaria reparacion.
Mas, esto sería lo de ménos: lo grave de semejante evolucion podría venir despues; he aquí como:-
En breves dias de la fecha, podre reasumir el mando supremo en toda su plenitud, como
estamos de acuerdo; podría suceder empero que, à poco andar, me viese en la necesidad de volver
à ponerme á la cabeza del ejército, porque le sobreviniese á U. algun accidente que le impidiera
hacer campaña ó porque, haciéndose preciso dividir la fuerza armada en dos cuerpos de ejército,
tuviese yo que obrar en el Sud, por ejemplo, i U. en el Norte.
Entonces, los partidarios del Sr. Arce, cuya renuncia ha quedado pendiente, decidirán que
éste se haga cargo del poder ejecutivo, é invocaràn el precedente de mi dejacion de la Capitanía
General, para deducir de ahí que esta alta prerogativa corresponde al Sr. Arce, quien, à título de
Capitan General, dará órdenes a U. i me las dará á mí mismo.
Si entre esas órdenes hai alguna que comprometa ó perjudique evidentemente las
operaciones de la guerra, qué me hare yo? La obedeceré?; pero entónces, ¿para qué era tomar la
direccion de la guerra, si al fin de cuenta yo, Presidente titular, vendría á ser manejando por el primer
Vice-Presidente?, quien, de paso sea dicho, es «invenciblemente ignorante en las armas,» como
decía el Sr. Frias hablando de sí mismo.
Se me dirá tal vez que, en tal caso, teniendo yo por Norte la salvacion de la patria i las
obligaciones que contraje al ponerme en campaña, deberé desechar semejante órden. Pero
entónces. ¿qué significacion tendría la Capitanía General en manos del Vice-Presidente? -un título
vano i nada mas que papel pintado -. Mas esto no es admisible en principio; pues hai que suponer,
siempre, que el legislador, al dictar una resolucion, se propuso un objeto real, benèfico i eficaz.
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Pasemos ahora a otro género de consideraciones, examinando desde su orígen la Capitanía
General. Ella fué, no un título honorífico, sinó la mas encumbrada graduacion militar que, por primera
vez en Bolivia, se discernió á favor del General Santa Cruz; despues, à favor del General Ballivian i,
mas tarde, como premio de servicios, à favor del General Belzu i aun del General Córdova. Existen
en la Coleccion Oficial varias resoluciones del General Santa Cruz en las qué, desde Lima, daba
órdenes relativas al ejército de Bolivia, en su carácter de Capitan General, sin embargo de que
estaba aquí el Sr. Mariano Enrique Calvo desempeñando la Presidencia de la República; siendo el
hecho que, hasta el advenimiento del General Achá, à nadie le habia ocurrido poner en duda que el
ejercicio de la Capitanía General era una prerogativa del titular de tal cargo.
Los adeptos del General Achá, se empeñaron en hacerlo Capitan General; la oposicion, no
teniendo la suficiente energía para negar la pretension, apeló al recurso de declarar que la Capitanía
General era anexa al ejercicio de las funciones de la Presidencia, haciendo de este modo que el
General Achá, no invistiese el caràcter de Capitan General sinó durante su período constitucional.
Algo mas: la oposicion deseaba elevar al mando supremo à D. Adolfo Ballivian, que no era
mas que Teniente Coronel, ó al Sr. Frias, ó algun otro hombre de letras; mas era preciso allanar un
grave inconveniente, i era -que, en un pais tan militarizado como Bolivia, el ejército, i principalmente
la alta clase, se resistiría à someterse á las órdenes de un Jefe poco caracterizado i, mucho mas, à
las de un simple doctor. Creyó, pues, la oposicion que se había obviado tal dificultad con la resolucion
legislativa de que la Capitanía General sería desempeñada por el ciudadano elevado al rango de
Presidente de la República, cualquiera que fuese su graduacion ó clase.
Así las cosas, la fatalidad dió acceso á la primera majistratura al General Daza. Salió éste à
campaña titulàndose Capitan General, i fué entónces, por primera vez, que se suscitó la
murmuracion de que ello era un abuso é importaba una infraccion constitucional. Cundió la censura,
i la inmensa mayoría nacional, sin examinar á fondo la cuestion, condenó á Daza i, yendo mas léjos,
como sucede en tales casos, quiso echar por tierra el mismo principio, introduciendo así la confusion
i el desconcierto en el ejercicio de una atribucion que es, i no puede mènos que ser, inseparable del
Presidente titular, cuando este en persona, i en uso de una de sus atribuciones, se pone à la cabeza
del ejèrcito.
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Esto no es decir que quiera yo cerrar los oídos á los consejos de la razon; pues, al contrario,
estoi i estaré siempre dispuesto á abjurar mi doctrina, con abnegación humildad republicana, desde
que se me demuestre que he interpretado mal el espíritu de la lei. En fé de ello, me despido de U.,
por esta noche, con un cordial apreton de mano, como su afectísimo è invariable amigo i compañero,
S. S.
Severino Campuzano
Secretario privado.
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ANEXO 2º
RESPUESTAS
PRÉMER CARGO.
Reconocido, en los últimos meses del año próximo pasado, que no habia ni podia haber,
pronto, una invasion chilena al interior de Bolivia, ¿á què conducía mi empeño de tener en armas la
República, i tànto afan para instruir i disciplinar el ejército, abandonando el puesto que la Nacion me
hubo confiado?
RESPUESTA.
I.
Prescindiendo, por ahora, del gran efecto moral que mi presencia i mi actitud en el cuartel
general de Oruro produjeron en todo el litoral de Tarapacá i aun en Chile mismo [como consta de los
diarios i telegramas que, con tal motivo publicó la prensa enemiga], es evidente que esa actitud
resuelta dió à conocer á los usurpadores que no podian imponer á Bolivia la lei del vencedor, porque
en el corazon de ella aun se mantenía vivo el fuego sagrado del patriotismo.
II.
Es màxima trivial -que cuando un pueblo preve algun conflicto internacional, es durante la
paz que debe prepararse para la guerra, acumulando al efecto los precisos elementos y poniendo
su fuerza armada en el mejor pié posible. Y si la observancia de esta regla es absoluta, aun en el
caso de un presunto rompimiento, so pena de esperimentar consecuencias desastrosas. ¿con
cuanta mas razon no deberà un mandatario i proveer á la seguridad del estado, cuando despues de
una guerra sorpresiva y de las declaraciones hechas en las conferencias de Arica, sobreviene de
hecho una suspension de hostilidades?
*
Esos díceres se han confirmado con la «mocion» del Senador D. Nicanor Flores, traida acá por el correo intermedio
de esta fecha.
Oruro, Setiembre 16-82.
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III
Considerando ahora el asunto con relacion al órden público, se verá, por poco que se piense
que mi permanencia à la cabeza del ejército era del todo punto indispensable. Una perturbacion
cualquiera, aparte de los horrores de la discordia civil [que tantos males ha causado a nuestra
república, y que tánto la han desacreditado en la vecindad y en todo el mundo civilizado] habria sido
para Chile un triunfo que le valiese mas que todas las victorias obtenidas hasta aquí en los campos
de batalla; pues que Bolivia quedaría moral y materialmente imposibilitada para oponer resistencia
alguna à las exigencias del invasor.
Ahora bien; si era de temerse un trastornos en la República no era por cierto de parte de los
pueblos [cansados ya de sufrir las tristes y deplorables consecuencias de los sacudimientos
políticos], sinó de parte de la fuerza armada, que era el objetivo de los encubiertos trabajos de los
conspiradores, y el tema de los rumores que lanzaban éstos a la circulacion, exitando innobles
aspiraciones en la clase militar, produciendo la desconfianza y la alarma en las principales
poblaciones (que temian sobreviniese un trastorno de la noche á la mañana) distrayendo por último
al Gobierno de sus grandes atenciones.
En efecto; mui corto espacio de tiempo hubo trascurrido desde la clausura de la última
Convencion, cuando hallándome todavía en la ciudad de La Paz, surgió un rumor revolucionario.
Segun unos la revolucion debia estallar en la Division del centro, situada en Oruro; segun otros, en
la Division del Sud, estacionada en la capital de Potosí y sus provincias; y la agitación que estos
sordos trabajos produjeron en toda la República fué tal, que varias autoridades se apresuraron a
poner en mi noticia, por correo extraordinario, los anuncios de un próximo escàndalo militar. Este
estado de cosas era, pues, una razon de más para ponerme á la cabeza del ejército, como lo hice
en efecto á fines de setiembre.
A poco de haber establecido mi cuartel general en Oruro y reunido la mayor parte del ejército,
sucede -que dos mal aconsejados oficiales del cuerpo de artillería, aprovechando de la circunstancia
de haber ido yo á reconocer ciertos lugares apartados de la ciudad, en compañía del Jefe de dicho
cuerpo, intentaron un motin de cuartel, que felizmente fracasó por haber sido descubierto en un
principio por el Jefe de E. M. G. Coronel Jenaro Palazuelos, y haber tomado èste las medidas prontas
y enèrjicas que requería el caso.
Pocos dias despues, y estando ya para resolverse el juicio que se seguia á esos
desgraciados, cayeron en igual tentacion otros dos oficiales del «Batallon Perez», con la
circunstancia de haber coincidido con esta nueva tentativa la aparicion clandestina de uno de los
principales culpables del funesto hecho del 12 de marzo..... La justicia se hizo; se salvó el órden
público, y la vindicta militar quedó satisfecha.
IV.
¿Desde entónces pudimos contraer la atencion, con mas asiduidad, à satisfacer las
exijencias del servicio de las armas.
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Sabido es cuán difíciles son las mas útiles reformas en todas partes del mundo. Así; en
Francia, por ejemplo, país talvez el mas civilizado ¡cuántas resistencias no encontr el sistema
decimal para haber sido traducido á la práctica!
Mas, volviendo á mi propósito: cuando establecí mi cuartel general en Oruro, hacía ya algun
tiempo que se publicaron varios opúsculos concernientes à la nueva tàctica y, sin embargo de
repetidas órdenes que se dieron desde la ciudad de la Paz, casi nada se habia practicado; porque
los textos (decian unos) ofrecían dudas ó dificultades à cada paso; porque los oficiales (decian
muchos Jefes) son nuevos en su mayor parte y no quieren contraerse al estudio….. Lo cierto era,
que á unos y otros repugnaba la innovacion, en fuerza de la rutina; tal que, habia muchos de ellos
que no se habian tomado ni la molestia de hojear los nuevos textos, quedando así la nueva táctica
nada mas que escrita en el papel.
Visto esto, fuéme preciso consagrarme día y noche á simplificar la instruccion, inventar
mètodos para facilitar la enseñanza, establecer conferencias con los Señores Jefes y oficiales, asistir
asíduamente los ejércicios doctrinales en el campo de instruccion y, por último, demostrar yo
personalmente lo que debía ejecutar el soldado. Merced à este sistema, á la buena voluntad de
algunos Jefes de cuerpo, y .al noble estímulo que sucesivamente se despertó en toda la clase de
oficiales y hasta en la tropa misma; merced, digo, al feliz concurso de todas estas circunstancias,
tuve la satisfaccion de haber conseguido que los cuerpos existentes en Oruro obtuvieran, en pocos
meses, un adelanto tal cual no se hubiera alcanzado en muchos años siguiendo la rutina
anteriormente establecida; siendo ademas de notar que hoi en dia Jefes, Oficiales y tropa han llegado
à tomar gusto por la nueva instruccion.
En resumen; puedo decir, sin temor de equivocarme, que: en el cuartel general de Oruro se
ha afianzado la disciplina militar; se ha puesto á raya al enemigo exterior; se ha salvado el órden
interno, y se ha mantenido la Alianza (mal que pese á los que estiman en poco la honra nacional);
porque, al fin, el buen ejemplo que ha dado Bolivia desde su reconstitución, no ménos que su actitud
resuelta y firme, se ha repercutido en todas partes, y ha alentado la confianza de la República
hermana.
VI.
Si los cuerpos hasta ahora residentes en este cuartel general han esperimentado la, feliz
trasformacion que acaba de mencionarse, hai que notar que no ha sucedido lo mismo con los
cuerpos que se hallan situados en el Sud y Norte de la República, y que empiezan ahora no mas à
educarse é instruirse en la nueva escuela, bajo mi direccion é incesante vigilancia.
VII.
Algo mas, y éste es un punto capital: tanto los primeros como los segundos carecen, en lo
absoluto, de la instruccion de brigada y de division (llamada hasta hoi ejercicios en línea), que tan
necesaria es para maniobrar con fuerzas considerables al frente de un enemigo ensobervecido por
la victoria, y haber de librarle batalla.
1
Habiendome faltado el tiempo, encomendé el trabajo del Servicio de campaña al General Camacho, y es el que
hoy rige en el ejército.
Sucre, 6 de agosto de 1884.
[Nota de N.C.]
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VIII.
Al ponerme a la cabeza del ejército, ademas de las razones ya aducidas, tuve tambien en
mira la consecucion de estos resultados:-
Hacer ver prácticamente, á los pueblos como al ejército, que el gobierno civil puede ser tan
bueno como cualquier otro, y adaptarse al caràcter boliviano fàcilmente, siempre que lo formen, como
al presente, hombres de juicio recto, honrados y de voluntad para hacer el bien.
Tales son, espuestos a grandes rasgos, los motivos que me indujeron y me fuerzan à
permanecer á la cabeza del ejército en campaña.
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SEGUNDO CARGO.
RESPUESTA.
IX.
No comprendo cómo pueda haber dualidad de poder por haberme puesto á la cabeza del
ejército asumiendo los derechos y facultades que corresponden al Capitan General, y por haber
encomendado al 2.º Vice-Presidente de la República la gerencia de la administracion en todos los
demas ramos del servicio público.
Ya hice ver en una «Carta» publicada en “El Comercio” de La Paz, que estaba facultado por
la Constitucion para proceder en ese sentido.
Habría dualidad, si en mi carácter de Capitan General no hubiese dejado el poder civil, ó que
hubiese entorpecido los actos del Gobierno. Mas, èste ha funcionado y funciona con entera
independencia y sujeto tan solo á las leyes, en virtud de las cuales ha rendido cuenta estricta de sus
actos al Congreso; sin que se hubiese notado un solo acto mío que no tuviera, directa ó
indirectamente, relacion con la guerra.
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Exijo de mis opositores pruebas que manifiesten lo contrario de lo que afirmo.
Luego; los cargos ó acusaciones deberian dirigirse a la carta fundamental, y no á los que
tienen el deber ineludible de darle aplicacion una vez llegado el caso.
Si los que se preparan à hacer aquellos cargos no se conforman con esa disposicion
constitucional; si creen que el Presidente, de quien es inseparable el título y prerogativas de Capitan
General, no debe nunca ponerse á la cabeza del ejército, ni dejar un momento las riendas del
Gobierno; que cancelen ó modifiquen aquella disposicion, pero que sigan los trámites que la misma
Constitucion establece para el efecto.
Lo demas, es hacer flotar las instituciones en un mar de pasiones innobles que preceden á
la guerra civil.
Es necesario que haya mucha malicia ó falta de buen sentido, cuando menos, para ver en
el «Memorandum» de la conferencia que tuve con el Ministro señor Valle, una usurpacion por mi
parte en lo tocante al ramo de Relaciones Exteriores.
El Jefe que debia dirigir la guerra en el Perú nada podía acordar acerca de ella sinó conmigo,
único encargado en Bolivia para prepararla, darle impulso y dirigir sus operaciones segun las
circunstancias; pues que, en virtud de la Constitucion, mantenía; el poder militar en mi caràcter de
Director de la guerra.
No era de lei ni de conveniencia nacional que fuese resuelto este asunto por el Gobierno,
que carecía de facultad para ello, aparte de no encontrarse en aptitud de poder apreciar las diversas
circunstancias especiales que ocurren en el órden militar.
Hè aquí por qué el Ministro señor Valle acompañado del Jefe de E. M. del ejèrcito peruano,
Coronel Velarde, vino à pedir al Capitan General del Ejêrcito de Bolivia, en nombre del pacto de
alianza que nos liga al Perú, “la proteccion eficaz y la valiosa ayuda que el ejército de Bolivia está en
el deber de prestar”, en el caso posible de una invasion enemiga sobre Arequipa.
No estaba ni debia estar sujeta á discusion esta demanda, fijada ya de antemano por
protocolos vigentes y porque, ademas, la suerte del Perú no podia ser indiferente para Bolivia. -
Cumplí, pues, el deber que la nacion me impuso, firmando el Memorandum de 16 de mayo último,
sobre cuya segunda parte, ó sea el modus operandi, hube de reflexionar detenidamente.
Ese acuerdo no ha sido infructuoso; pues ha impedido la invasion anunciada, dando tiempo
à que se organicen mejor los departamentos de Arequipa y Puno, y ha aumentado la confianza en
toda la República aliada.
XI.
Como se ve, por lo que llevo expuesto, carecen, pues, de fundamento y no tienen razon de
ser los cargos que han de abrírseme.
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No encuentro en ellos otra cosa que espíritu sistemado de oposicion á todos mis actos,
buscando pretextos sin sentido para proyectar sombras donde no existe mas que luz y verdad.
Es deplorable que, con tales medios, se haga mas profunda la desunion, cuando debiéramos
permanecer estrechamente unidos ante los peligros del país para privar al enemigo de la satisfacción
de vernos divididos.
XII.
POR CONCLUSION.
1.° Que si algunas veces el Ejecutivo ó alguno de sus miembros se ha dirijido al Capitan
General pidiéndole su opinion acerca de ciertas medidas de interes nacional, ello ha sido en justa
correspondencia de iguales miramientos empleados por el Capitan General respecto al Gobierno en
lo concerniente al servicio militar.
No podía ser de otro modo, entre funcionarios honrados que se proponian llevara buen
término los asuntos del estado; porque, al fin, la distribucion de las funciones públicas no quiere decir
incomunicacion ni mucho ménos antagonismo entre los sujetos que deben ejercerlas, sinó mas bien
conformidad, armonía como la que debe existir entre las distintas piezas de una locomotiva; pues de
otro modo, la màquina toda se descompondria à cada paso.
2.° A pesar de todo lo espuesto, y para decirlo de una vez, declaro: que estoi dispuesto à
reasumir íntegramente el ejercicio del poder supremo, cuando y siempre que así lo exija la salud de
la Patria.
Severino Campuzano
Secretario privado.
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