MODULO UNIDAD 1: HISTORIA 3º AÑO
Profesor: Rodrigo Repossi.
Temas:
1. Breve repaso del sistema colonial en América.
2. La sociedad tardo-colonial: La dinámica del sistema colonial: El sistema económico-
   comercial. La realidad social del período; las redes de parentesco. España en el siglo
   XVIII.
3. Las  reformas borbónicas y la reorganización del imperio. Quiebre de redes de
   relaciones. Los intereses económicos de la Metrópoli y los intereses económicos de los
   españoles americanos.
4. El  derrumbe del imperio español: Sucesos históricos relevantes. La coyuntura
   internacional y local (Napoleón en Francia). Las abdicaciones regias; el proceso
   político español 1808 – 1810. Las invasiones inglesas.
5. Las Revoluciones de Independencia: La ruptura del pacto colonial. Las revoluciones y
   las guerras de Independencia. La independencia y su proceso (invasiones inglesas).
   Persistencias del Antiguo Régimen (Mascara de Fernando VII). De la revolución de
   mayo a la independencia del Rio de la Plata.
Tema 1:
LAS COLONIAS ESPAÑOLAS EN AMERICA.
Entre mediados del siglo XVI y principios del siglo XIX, en varios de los territorios que
hoy conforman América del Norte (el actual México y parte de los Estados Unidos),
América Central y del Sur, rigió un sistema colonial bajo el control de España y Portugal.
En los territorios americanos dominados por ellos, se realizaban actividades económicas,
culturales y políticas, organizadas de acuerdo con las reglas que las metrópolis europeas
imponían.
En sus colonias, la Corona española organizo una estructura político administrativa basada
en cuatro objetivos específicos. En primer lugar, buscaba asegurar el orden interno del
territorio y evitar la amenaza de posibles rebeliones de los habitantes. Por otra parte,
pretendía proteger sus posesiones americanas de las amenazas militares y económicas de
otras potencias europeas. En tercer lugar, intentaba garantizar el flujo de recursos
económicos desde América hacia España fuera lo más grande posible. Por último,
procuraba transformar la cultura de los pueblos originarios de América. Los principales
recursos para lograrlo eran la difusión del catolicismo y la imposición del idioma español.
AUTORIDADES EN ESPAÑA:
Para gobernar sus posesiones americanas, la metrópoli creo instituciones de gobierno.
Algunas funcionaban en España, y otras, en América. La Casa de Contratación, por su
parte, tenía sede en Sevilla y controlaba la navegación y el comercio entre España y
América. Por ejemplo, recaudaba los impuestos aduaneros y regulaba la cantidad de
personas que podían emigrar a América anualmente. En España, el Consejo de Indias era la
autoridad más importante después del rey. Esta institución fue creada en el año 1524,
veintiún años después que la Casa de Contratación. Estaba formada por un presidente y
cinco funcionarios; no tenía una sede fija, sino que se traslada por distintas ciudades
españolas. Sus principales tareas eran la elaboración de las leyes coloniales y la designación
y el control de los funcionarios que se enviaban a América. El consejo era, además, la
máxima autoridad judicial.
*Casa de contratación y Consejo de Indias en las respectivas imágenes.
AUTORIDADES EN AMERICA.
Los territorios españoles en América fueron organizados en virreinatos. Los primeros,
creados en el siglo XVII, fueron el de Nueva España, en el actual territorio de México, y el
del Perú, que incluía casi la totalidad de América del Sur.
La autoridad máxima en cada virreinato era el virrey, que administraba la política, la
economía y la milicia. El virrey estaba secundado por la Audiencia, que cumplía funciones
judiciales y legislativas. Esta institución, además, podía ejercer el gobierno en nombre del
virrey cuando este se ausentaba. Los virreinatos estaban divididos en jurisdicciones (las
gobernaciones), que eran administradas por gobernadores. A estos se subordinaban los
corregidores, que estaban encargados de recaudar los impuestos y de proteger a los
indígenas. Las ciudades coloniales, por su parte, tenían un gobierno municipal llamado
Cabildo, que contaba con una junta de gobierno y una autoridad ejecutiva: el alcalde. El
Cabildo cumplía, entre otras, las tareas de realizar obras públicas, como mantener los
caminos, reclutar a las milicias urbanas, asegurar el orden y el abastecimiento de la ciudad.
LAS CIUDADES COLONIALES.
La fundación de ciudades fue una de las estrategias utilizadas por los conquistadores
españoles para controlar las actividades que se realizaban en el territorio americano y
gobernar a la población.
Aunque no todas las ciudades tenían la misma fisonomía, las formas de distribución del
espacio y la organización política y administrativa eran similares. Las ciudades que
surgieron como fruto de la planificación respondían a lo que se llama el modelo de damero;
es decir, que la división del territorio correspondiente a la ciudad seguía un sistema de
cuadricula, similar al del tablero que se usa para el juego de damas. Por lo tanto, la mayoría
de las manzanas que componían la ciudad eran cuadradas o rectangulares.
Otro rasgo común de las ciudades coloniales era que la plaza principal actuaba como centro
de organización de varias actividades político-administrativas. En torno de la plaza
principal de cada ciudad se levantaban los edificios públicos más destacados y los sitios
estratégicos, como el fuerte, el cabildo y la casa de las autoridades coloniales.
La mayoría de las ciudades se construyeron en espacios territoriales conflictivos, que
necesitaban ser defendidos del avance de la población aborigen o de la amenaza de
potencias extranjeras que intentaban apoderarse de los territorios conquistados. Estas
ciudades comenzaban respondiendo a la idea de ciudad-fuerte defensiva. Buenos Aires (en
la actual Argentina) o Asunción (en el Paraguay actual), por ejemplo, responden a este
origen.
Otras ciudades se edificaban directamente en zonas cercanas a las aéreas de explotación
económica. Ese fue el caso de las ciudades-puerto, que funcionaban como articuladoras de
la circulación de personas y mercancías. Dentro de las ciudades-puerto pueden
mencionarse: Cartagena (Colombia), Panamá, Veracruz (México) y la Habana (Cuba).
También las ciudades mineras, entre las que se destacan Potosí (Bolivia) y Huancavelica
(Perú), respondían a la necesidad de controlar las actividades económicas. Estas ciudades
contaban con una distribución del espacio particular, ya que construían en lugares de altura,
cercanos a las minas de las que se extraían mátales. Como se trataba de regiones
montañosas, no se podía aplicar en ellas el modelo de Damero.
ACTIVIDAD:
  1) Completen en sus carpetas una tabla como la siguiente sobre las instituciones
     creadas por España para gobernar América.
        Institución                        Sede                          Función
   2) ¿Qué papel desempeño, en la conquista de América, la fundación de ciudades?
   3) ¿Qué características compartían la mayoría de las ciudades coloniales?
TEMA 2:
LA SOCIEDAD COLONIAL:
En América, los españoles establecieron una sociedad jerarquizada y estamental, que
impedía a los individuos ascender socialmente. Este modelo se basaba en la idea, sin
fundamento científico, de que la humanidad se divide en “razas”, caracterizadas por rasgos
físicos, y que unas razas son superiores a otras. Los españoles ubicaron a los grupos
sociales en posiciones fijas para evitar que las jerarquías fueran amenazadas y para que los
sectores más bajos no pudieran ascender socialmente.
Por esto, algunos historiadores piensan que la estructura de la sociedad colonial se puede
comparar con la de una pirámide. Así, en la cima se encontraban los españoles; y en la
base, los negros provenientes de África y sus descendientes. Entre ellos se ubicaban los
criollos (hijos de europeos nacidos en América), los indígenas y las castas que se habían
formado como producto del mestizaje*. Los españoles y los criollos eran los grupos
privilegiados. Los primeros ocupaban los cargos más importantes de la administración, la
Iglesia y el Ejército. Además, eran propietarios de tierras, hacendados, mineros y
comerciantes, por lo que formaban el grupo social con más recursos económicos y, por ello,
el más poderoso.
Por su parte, los criollos desempeñaban cargos inferiores a los de los peninsulares. Muchos
se enriquecieron a través del comercio y los negocios mineros, o ejercieron las llamadas
profesiones liberales, como la abogacía, la economía o el periodismo. Otros lograron
fortalecer su posición adquiriendo títulos nobiliarios y tierras.
Los indígenas, los negros y las castas mestizas eran los grupos menos favorecidos.
Constituían la principal fuente de mano de obra en las minas, las haciendas y los obrajes*.
Vivían en condiciones de pobreza y sufrían la discriminación de los europeos, que los
consideraban inferiores e impuros. Los indígenas eran legalmente libres, pero las
obligaciones que los españoles les imponían mostraban claramente su subordinación social:
no podían acceder a cargos en la administración colonial y estaban obligados a pagar un
tributo. Sin embargo, el grupo más sometido era el de los africanos y afro descendientes,
que estaban esclavizados; es decir, eran obligados a hacer trabajos duros y padecían
prohibiciones. Por ejemplo, no podían andar de noche por la calle, no podían tener
posesiones, ni reunirse, ni tomar alcohol, ni tener armas. Carecían por completo de
derechos porque las leyes los consideraban objetos y no personas.
LA ECONOMIA COLINIAL EN AMERICA:
Durante los primeros años posteriores a la conquista, los españoles se dedicaron a extraer
las riquezas del nuevo continente. Combinando el saqueo con el comercio y el cobro de
tributos*, lograron enviar a Europa una gran cantidad de metales preciosos. Una vez
agotada esta breve etapa, se implantó una estructura de producción y comercio, con apoyo
en una organización política y administrativa. El objetivo era semejante al del pasado:
obtener beneficios en América y enviarlos a Europa. Los métodos, en cambio, eran
novedosos y cambiaban según las circunstancias.
LA PRODUCCION MINERA:
La minería fue la principal actividad productiva y la fuente de riquezas más
importante en las colonias españolas. Prácticamente todas las actividades económicas
coloniales se organizaron en torno de la extracción de metales preciosos, especialmente
plata. Para organizar el trabajo en las minas, los españoles aplicaron la mita (una de las
formas laborales típicas en el imperio incaico). Con este sistema, cada comunidad indígena
debía proveer hombres de 18 a 50 años de edad para trabajar por turnos en las minas. Las
comunidades cumplían con este servicio laboral como una obligación sin percibir ningún
beneficio a cambio.
LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO AGRARIO.
Una de las formas en las que los españoles organizaron la producción agrícola y ganadera
en América fue el repartimiento, que consistía en distribuir entre los conquistadores muchas
de las riquezas encontradas, entre ellas, las tierras. Como complemento, la Corona española
creó la encomienda. Mediante este sistema administrativo, el rey permitía que determinados
colonizadores percibieran los tributos y los trabajos que se suponía que los indígenas
debían a la Corona. A cambio, los beneficiarios se comprometían a evangelizar a los
indígenas.
Por la evolución del repartimiento y la encomienda, los descendientes de los conquistadores
acumularon grandes extensiones de tierras llamadas haciendas. Estos establecimientos
aprovechaban la mano de obra proveniente de las encomiendas, pero también contrataban
trabajadores a cambio de un salario y compraban esclavos para algunas labores. Los
esclavos eran personas que habían sido capturadas en África, sometidas a esclavitud y
traídas a América, donde las compañías de esclavos las vendían a los dueños de las tierras.
EL SISTEMA COMERCIAL ESPAÑOL.
Con el fin de mantener un control estricto sobre el intercambio de productos con América,
la Corona española estableció un rígido monopolio comercial. Por este sistema, América
solo podía comprar y vender productos a España, y podía hacerlo únicamente mediante los
puertos autorizados por la metrópoli para tal fin (Veracruz, Cartagena de Indias y
Portobelo).
En una primera etapa, el transporte de los bienes se realizaba por un sistema de flotas, que
eran enviadas solo dos veces al año. Las flotas mercantes, que partían desde los puertos de
Sevilla y Cádiz, eran escoltadas por galeones, buques de guerra que intentaban
resguardarlas de los asaltos de piratas. Luego de arribar al Caribe partían hacia México y
Panamá, desde donde se distribuían los productos al resto de las colonias.
El monopolio comercial fue establecido para cumplir con objetivos específicos. Uno de los
más importantes era evitar que otras potencias europeas, como Gran Bretaña, Holanda y
Francia, comerciaran con las colonias, de modo que España concentrara los beneficios del
intercambio económico. Otro de los propósitos era simplificar la recaudación de impuestos,
lo que se lograba mediante la limitación del comercio a unos pocos puertos. Finalmente, el
sistema adoptado le permitía a España proteger sus buques mercantes de posibles ataques
de piratas de diverso origen.
El sistema se encontró, sin embargo, con algunos obstáculos. Fundamentalmente, los
intentos de comerciantes de otros países de ignorar el monopolio y crear un vínculo directo
con las colonias españolas. Este procedimiento era castigado por las leyes españolas como
contrabando. Por otra parte, con este estricto sistema comercial, las poblaciones más
alejadas de los puertos autorizados debían pagar precios muy altos por los productos, que se
encarecían con los costos del transporte, y muchas veces, sufrían el desabastecimiento.
UNA NUEVA DINASTIA: LOS BORBONES.
El siglo XVIII se inicio en España con la novedad de un cambio de dinastía, establecido en
el testamento del último de los Austrias, Carlos II. Durante el reinado de Carlos II (1665-
1700), la debilidad de la Corona se tradujo en un mayor reconocimiento de las autonomías
de las provincias y reinos que componían la monarquía española, lo cual significo un
aumento de los derechos y privilegios regionales y locales.
A fines de su reinado se inicio un debate acerca de quién debía sucederlo en el trono. ¿Y
por que el debate? Porque si bien Carlos II se había casado dos veces, no tuvo hijos que lo
pudieran suceder. Ese debate no fue solo interno, sino que involucro a los gobiernos de
Francia, Gran Bretaña, Los Países Bajos y el Sacro Imperio Romano Germánico. Por el
lado francés, Luis XIV, quien llevaba adelante un proceso de expansión territorial, reclamo
el trono de España alegando los derechos de su esposa María Teresa, hija de Felipe IV y
hermana de Carlos II. Ante este reclamo, Gran Bretaña, se alió con los Países Bajos para
intentar detener los planes franceses, cuya concreción significaría la unificación de las
coronas de España y Francia bajo dinastía borbónica. Por su parte, el emperador del Sacro
Imperio, Leopoldo, reclamaba la Corona para su segundo hijo, el archiduque Carlos,
alegrando también vínculos familiares desde la época de Carlos V.
A pesar de las diferentes pretensiones del testamento de Carlos II, quien designo como su
legitimo sucesor a Felipe de Borbón, nieto de Luis XIV. Al asumir el trono el francés, con
el nombre de Felipe V, llego a su fin la dinastía de los Austrias españoles y se inicio la de
los Borbones. En principio, esta decisión fue aceptada por todos los soberanos, con la
excepción del emperador Leopoldo, aunque este no llevo adelante ninguna acción para
impedir el acceso al trono del nuevo monarca español. Pero poco después Luis XIV dio a
entender que Felipe V podría, en determinadas circunstancias, conservar sus derechos sobre
la Corona francesa. De esta manera se retractaba de las garantías que había dado
anteriormente en el sentido de que España y Francia no se unirían bajo un mismo monarca.
Al mismo tiempo, Luis XIV movilizo sus tropas y ataco los Países Bajos.
Estas acciones del rey francés generaron la reacción de Gran Bretaña y de los Piases Bajos,
que se aliaron al emperador comprometiéndose a otorgar la Corona de España a su segundo
hijo, Carlos de Austria. A mediados de 1701 los aliados declararon la guerra a Francia y a
España. Portugal se sumo un año después a la coalición encabezada por los británicos. Así
se inicio la llamada Guerra de Sucesión Española, que fue al mismo tiempo un conflicto
internacional y local, ya que en el interior de España se desato una guerra civil entre los
partidos de cada uno de los pretendientes.
LA PAZ DE UTRECHT.
La guerra duro doce años y finalizo con la firma de la llamada “Paz de Utrecht (abril de
1713). Este tratado concedió grandes ganancias a los británicos, que lograron anexiones
territoriales y una serie de ventajas económicas, como el monopolio de la trata de negros en
América y el derecho de enviar a los territorios hispanoamericanos un barco mercante al
año. Estas ventajas económicas concedidas a Gran Bretaña abrieron una brecha en el
monopolio comercial que España había impuesto a sus colonias americanas.
DE LA ESPAÑA PLURAR A LA CENTRALIZACION MONARQUICA.
Como consecuencia de la Guerra de Sucesión, Felipe V abolió las instituciones y los
estatutos propios de los reinos de Aragón, Valencia y Cataluña para castigar así el apoyo
que esas regiones habían dado a Carlos de Austria. De ese modo se inicio con los Borbones
una etapa de centralización política que progresivamente reemplazo a la España plural de
los Austrias, en la cual cada una de las regiones gozaba de privilegios especiales que se
reflejaban en sus instituciones locales.
Este cambio se advierte en los documentos de la época. Durante los siglos XVI y XVII,
para referirse al monarca se utilizaba la formula “Rey Católico”, porque los Austrias no
eran leyes de España, sino reyes de Castilla, Aragón, Valencia, etc. El uso de la formula
“Rey de las Españas” aparece por primera vez en los documentos internacionales de Felipe
V. A partir de su reinado se puede hablar de España como un Estado medianamente
coherente y homogéneo desde el punto de vista institucional y político.
Esta situación fue el resultado de la reorganización de las estructuras administrativas que
tuvo como finalidad la puesta en marcha de una administración más eficaz.
EL DESPOTISMO ILUSTRADO.
Con la llegada de los Borbones se produjo la introducción del despotismo ilustrado en
España. También llamado absolutismo ilustrado, se trata del absolutismo de derecho divino
del siglo XVII al cual se acoplan objetivos de modernización económica, educativa,
institucional y cultural con la intención de superar el atraso en el cual se encontraba España.
En ese contexto, los Borbones, como buenos despostas ilustrados, se propusieron llevar
adelante un ambicioso programa de modernización económica sin comprender su poder
político ni la preeminencia económica y social del clero y la nobleza.
Así el despotismo ilustrado utilizo los principios de la Ilustración (sobre todo la idea de
modernidad entendida como progreso económico sostenido en la educación) para poner en
marcha un programa de reformas promovido desde la monarquía.
TEMA 3:
LAS REFORMAS ADMINISTRATIVAS Y MILITARES EN AMERICA.
Las reformas administrativas y militares introducidas por los Borbones en las colonias
americanas tenían como objetivo lograr, por un lado, un mayor control de los territorios
frente a las posibles incursiones exteriores, y por otro, frente al poder que habían adquirido
con el tiempo las elites locales. Las ricas familias de la elite criolla habían acumulado
mucho poder en la colonia y su injerencia en los asuntos de gobierno y en las principales
actividades económicas las habían convertido en un grupo prácticamente independiente de
la Corona, que no siempre cumplía con los designios de la metrópolis, sino que buscaba su
propio beneficio.
En el ámbito militar, los Borbones fortalecieron su armada y crearon ejércitos permanentes
formados principalmente por soldados y oficiales de origen español, aunque con el tiempo
también se aceptó la incorporación de americanos. Además, se impulsó la organización de
milicias, es decir, de
cuerpos militares que no estaban formados por soldados pagos, sino por los habitantes de
las colonias, convocados ante situaciones de necesidad. Crearon nuevas divisiones
administrativas: fundaron dos nuevos virreinatos, el de Nueva Granada, en 1739, y el del
Río de la Plata, en 1776. Además, subdividieron estas grandes unidades en intendencias y
gobernaciones militares, estas últimas en las zonas fronterizas, que requerían mayor
presencia militar para defenderse de posibles ataques.
EL VIRREINATO DEL RIO DE LA PLATA.
Pese a que el Tratado de Tordesillas había establecido límites entre las colonias de España
y Portugal, estos fueron una constante fuente de conflictos. Los portugueses realizaban
continuas incursiones en el territorio de las misiones jesuíticas y se instalaron en la Banda
Oriental (hoy Uruguay). En 1680, fundaron Colonia de Sacramento, que se convirtió en un
puerto de entrada para el contrabando que se dirigía a Buenos Aires. En respuesta, los
españoles fundaron Montevideo en 1723. Un tratado firmado en 1750 estableció nuevos
límites para las colonias, que aumentaban considerablemente los territorios de Portugal. A
pesar de ese beneficio, la presencia de estos aliados de Inglaterra seguía siendo una
amenaza para España.
La creación del Virreinato del Río de la Plata, con capital en Buenos Aires, tenía como
objetivo lograr un mayor control de esta región en conflicto. A su vez, la rica región minera
del Alto Perú pasó a estar bajo control de esta nueva unidad administrativa y el Río de la
Plata se convirtió en la nueva ruta de salida legal de la plata. Esto significaba una
importante restricción del poder de la elite de Lima, ante la cual, la Corona intentaba
afianzar su autoridad. Por último, al convertir a Buenos Aires en cabecera del Virreinato, se
buscaba ejercer un mayor control sobre su actividad mercantil y paliar el problema del
contrabando.
Otro mecanismo implementado por la administración borbónica para lograr un mayor
control del territorio americano fue su efectivo poblamiento. Por eso, impulsaron la
fundación de nuevas ciudades en la región litoral, una región muy poco poblada en
comparación con otras áreas. Sin embargo, muchos de estos establecimientos no
prosperaron y sobrevivieron como pequeños poblados y destacamentos militares.
LAS REFORMAS ECONOMICAS.
Las reformas borbónicas tuvieron diversos objetivos en materia económica: aumentar la
recaudación fiscal, incentivar el comercio entre la metrópolis y las colonias, y estimular la
producción de metálico y de otros productos de exportación.
Para aumentar la recaudación fiscal (recaudación de impuestos), fueron fundamentales las
medidas tomadas en materia de reforma administrativa, que pusieron a las colonias bajo un
mayor control por parte de una
nueva burocracia imperial. Así, se eliminó la práctica de arrendar el cobro de impuestos,
que quedó bajo supervisión directa de los nuevos funcionarios coloniales.
Al mismo tiempo, se impuso un mayor control en la recaudación de impuestos ya existente,
como el tributo indígena y el quinto real, se crearon otros nuevos y se impusieron
monopolios para la producción y comercialización de ciertos bienes como la sal, el
aguardiente y el tabaco.
Este último recibió el nombre de “estanco de tabaco” y fue impuesto en México y el
Caribe. De este modo, la Corona encontró nuevas fuentes de riquezas en las colonias. En la
segunda mitad del siglo XVIII, se dio impulso a algunas producciones agrícolas que
florecieron en diversas regiones del continente, por ejemplo, el azúcar en México y la
ganadería en el Río de la Plata, actividad de la que se obtenían sobre todo cueros y tasajo
para la exportación.
LA PRODUCCION MINERA.
La Corona española también implementó una serie de medidas para estimular la
explotación minera, que atravesaba un declive desde el siglo XVII. En Potosí, la política
central para aumentar la producción fue el reforzamiento de la mita, principal fuente de
mano de obra indígena. De todos modos, si bien la producción de plata aumentó, esta mina
no recobró los niveles de producción de su período de esplendor en el siglo XVI. En el
siglo XVIII, el principal centro minero pasó a ser México que, a diferencia de Perú,
dependía en mayor medida de mano de obra indígena y mestiza pero libre, contratada con
un salario. Allí, los Borbones tomaron otras medidas para estimular la producción, como
subsidios al mercurio y la pólvora, y préstamos para los productores.
LA LIBERALIZACION DEL COMERCIO.
Un aspecto central de las reformas económicas de los Borbones fueron las modificaciones
en el sistema comercial. Estos cambios se basaron en una nueva forma de concebir las
colonias, ya no solo como fuente de metálico, sino también como un mercado para los
productos españoles. Para estimular el intercambio entre la metrópolis y las colonias y
paliar el problema del contrabando, se introdujeron medidas para flexibilizar el rígido
sistema mercantil vigente desde el siglo XVI. Esta liberalización, de todas formas, no
implicó una apertura al comercio con otros países, sino que se produjo en el marco del
Imperio Español.
La primera medida en este sentido se tomó en 1721, cuando se complementó el sistema de
flotas y galeones con otras embarcaciones, los navíos de registro. Estos navíos, más
pequeños, tenían más facilidad para evadir los ataques enemigos y, además, aumentaron la
capacidad de la flota para transportar mercancías. A partir de mediados del siglo XVIII, se
abrieron nuevos puertos para el comercio entre España y América, y este proceso culminó
con la sanción del Reglamento para el Comercio Libre en 1778, una verdadera revolución
en el sistema comercial colonial. El Reglamento abrió nuevos puertos en América y España
para comerciar entre sí y, a su vez, permitió la importación a América de manufacturas de
otros países europeos, aunque este intercambio debía ser solo con la intermediación de
comerciantes españoles.
LAS CONSECUENCIAS DE LOS CAMBIOS COMERCIALES.
Las reformas comerciales alcanzaron sus objetivos limitadamente. El contrabando se siguió
practicando, dado que para las colonias era la única manera de comerciar con otros países,
sobre todo con Inglaterra, principal productora de manufacturas.
España nunca logró convertirse en la principal exportadora de bienes industriales a América
y, en cambio, vendía a sus colonias vinos y aceites. Esto perjudicó a las regiones
americanas que producían estos mismos bienes. En el Río de la Plata, por ejemplo, los
vinos de Cuyo fueron desplazados por los importados desde España. Como consecuencia
de las reformas comerciales, además, perdieron poder los grupos de mercaderes asentados
en México y Perú, que, hasta entonces, controlaban los pocos puertos para el comercio
legal. En cambio, se fortalecieron nuevos grupos de comerciantes de origen español.
ACTIVIDAD:
  1. Realicen en sus carpetas un cuadro como el siguiente, en el que aparezcan
     detalladas las medidas económicas tomadas por los Borbones y sus consecuencias.
       Tipos de medidas             Cambios introducidos        Consecuencias
       económicas
       Fiscales
       Productivas
       Comerciales
LA EXPULSION DE LOS JESUITAS.
Desde su inicio, la empresa de conquista y colonización en América estuvo acompañada
por el accionar de diversas órdenes religiosas. A partir de la década de 1560, los jesuitas
comenzaron a instalarse en las regiones fronterizas, como en el actual noreste argentino y
sur de Paraguay y Brasil. La Compañía de Jesús adquirió en estos territorios un poderío casi
indiscutido. Allí, se volvieron la única autoridad europea reconocida por los guaraníes y
lograron imponer a estos pueblos originarios una organización social y familiar siguiendo
patrones europeos, además de evangelizarlos. Las misiones también se consolidaron como
importantes centros productivos. Los jesuitas organizaron a los indígenas para el trabajo
agrícola y artesanal y se convirtieron en importantes productores de tejidos de algodón y de
yerba mate, que exportaban a otras regiones. Sin embargo, este poder pronto chocó con los
intereses de las Coronas ibéricas, que, en el siglo XVIII, intentaban afianzar el poder sobre
sus súbditos frente al de otros grupos sociales o corporaciones. A este proceso se sumaba
que, en Sudamérica, las misiones jesuíticas estaban instaladas en un territorio que desde
hacía tiempo generaba disputas entre las Coronas española y portuguesa. En 1750, las dos
monarquías llegaron a un acuerdo para delimitar las fronteras en esta región, pero en
algunas zonas los portugueses se encontraron con la activa resistencia de los guaraníes a su
ocupación. Los portugueses interpretaron que los jesuitas eran responsables de esa
resistencia y fueron los primeros en tomar medidas en contra de la Compañía de Jesús, al
decretar su expulsión de todos sus dominios en 1759.
En España, Carlos III dispuso la expulsión de los jesuitas de todos sus dominios en 1767.
Esta decisión fue tomada en el marco de la difusión del regalismo, una corriente de ideas
teológicas que sostenía que la autoridad del rey emanaba directamente de Dios y que, por
ende, su poder tenía preeminencia por sobre el de la Iglesia. Esto llevó a imponer un mayor
control sobre el clero en general, que se evidenció en la reforma de la Inquisición y el cobro
del diezmo por parte de autoridades civiles. Finalmente, la orden jesuita fue suprimida por
el Papa Clemente XIV en 1773.
LAS CONSECUENCIAS DE LA EXPULSION EN HISPANOAMERICA.
La expulsión de la Compañía de Jesús tuvo importantes consecuencias. Afectó, en primera
instancia, a los propios miembros de la orden, muchos de los cuales se vieron obligados a
iniciar una vida de exilio. Además, implicó que en Hispanoamérica se disolvieran los
importantes centros educativos –universidades, colegios y bibliotecas que la orden había
instalado. En México, donde constituían una orden muy respetada, de la que formaban parte
también muchos miembros de las elites criollas, se produjeron importantes revueltas.
Además, su expulsión afectó a los indígenas que vivían en las misiones y que perdieron el
marco en el que se habían desarrollado sus vidas hasta el momento. En América del Sur,
muchos guaraníes emigraron hacia otras regiones y rechazaron a las nuevas autoridades
españolas y portuguesas.
LAS REACCIONES A LAS REFORMAS BORBONICAS EN AMERICA.
Si bien en muchos casos las reformas introducidas por los Borbones no lograron todos los
objetivos que se proponían, lo cierto es que introdujeron importantes cambios en las
colonias americanas. Estos cambios fueron fuentes de tensiones y conflictos, en la medida
en que afectaban los modos de vida y los intereses de diversos grupos de la sociedad
americana: por un lado, a las elites criollas, que vieron recortado su poder, pero también a
las comunidades indígenas y a los pequeños campesinos mestizos, sobre los que recayeron
nuevas imposiciones económicas.
Los descontentos que produjeron las reformas se tradujeron en algunos casos en rebeliones
abiertas, como la rebelión de los comuneros, ocurrida en el Virreinato de Nueva Granada en
1781. Allí, la fuente de los problemas fue el aspecto fiscal de las reformas. Desde la década
de 1770, se había iniciado una presión mayor para regular la producción de tabaco,
aguardiente y sal, y a esto se había sumado la suba de impuestos. Campesinos de origen
mestizo, miembros de la elite criolla y algunos indígenas iniciaron entonces una rebelión en
la región de Santander (Colombia), que fue rápidamente reprimida por las autoridades
coloniales.
TENSIONES ENTRE ESPAÑOLES Y CRIOLLOS.
Uno de los aspectos de las reformas que más perjudicaron a las elites criollas fue el
administrativo. Uno de los objetivos de España era lograr un mayor control de las colonias,
cuyo gobierno había caído en manos de familias de las élites que, muchas veces, desoían
los mandatos provenientes de España y gobernaban siguiendo en cambio sus propios
intereses. Las reformas borbónicas buscaron recortar su poder y esto generó un fuerte
resentimiento entre los criollos.
Por otro lado, las reformas mercantiles también ahondaron estas tensiones, ya que
favorecieron a nuevos grupos de comerciantes de origen peninsular y, en algunos casos,
perjudicaron a ciertas producciones locales. A esto se sumaban acciones como la expulsión
de los jesuitas, que generaron descontentos.
A raíz de estas tensiones, en el siglo XVIII, se reforzó entre las elites criollas un
sentimiento de pertenencia americano. Si bien ya desde el siglo XVII se había empezado a
conformar una identidad criolla americana que reivindicaba las particularidades de este
continente frente a la cultura europea, ante a los cambios introducidos por las reformas
borbónicas, esta identidad cobró un nuevo impulso. Esto no quiere decir que hubiera una
generalizada voluntad de ruptura del vínculo colonial, pero sí que era una señal de la
existencia de nuevas tensiones entre españoles y criollos.
LAS REBELIONES ANDINAS.
Las reformas borbónicas también afectaron profundamente a las comunidades indígenas de
los Andes. Con el objetivo de aumentar la producción en las minas, las autoridades
coloniales intensificaron la mita y, además, aumentaron algunos tributos. Ante estas
presiones, las comunidades indígenas respondieron con una serie de rebeliones que
cuestionaron el dominio colonial.
En primer lugar, en 1742, se inició una insurrección liderada por Juan Santos Atahualpa en
los distritos de Tarma y Jauja, en la región serrana ubicada en el centro del actual Perú. Este
líder, de descendencia incaica, se proponía restaurar el dominio inca y dar fin al poder
colonial español. Con este objetivo, consiguió el apoyo masivo de indígenas de distintas
comunidades de la región, que se escaparon hacia las sierras para apoyar la rebelión. Luego
de sucesivas derrotas de los ejércitos realistas en manos de las fuerzas indígenas, las
autoridades decidieron construir una serie de fuertes militares con ejércitos permanentes
para evitar que el movimiento se expandiera, pero no fueron capaces de derrotarlo.
Asimismo, para intentar contentar a los sublevados, aliviaron el peso de la mita entre estas
comunidades. Sin embargo, los españoles no lograron derrotarlos y en la región se mantuvo
una situación de conflicto permanente hasta la década de 1780.
El segundo estallido rebelde se inició en el sur del Perú en 1780 y estuvo liderado por el
curaca José Gabriel Condorcanqui, quien adoptó el nombre de Tupac Amaru II. Se trataba
de una rebelión en contra de lo que consideraban el “mal gobierno” de los corregidores.
Estos indígenas se oponían a las nuevas presiones que las autoridades coloniales estaban
ejerciendo y buscaban un retorno a una situación anterior, en la que las comunidades
indígenas tenían menos presiones y sus líderes gozaban de más privilegios. Sin embargo,
con el tiempo, la rebelión se transformó en un cuestionamiento abierto del orden colonial, y
Tupac Amaru también llamó a restituir el poderío incaico contra el español.
El conflicto duró meses y se extendió por una amplia región: desde el sur del actual Perú
hasta lo que hoy es el norte argentino. Pero, a principios de 1781, los españoles reprimieron
duramente a los indígenas. Muchos de los rebeldes murieron y Tupac Amaru II fue fusilado
por las autoridades en la plaza mayor de Cusco. Estas rebeliones indígenas dejaron
profundas marcas en la sociedad andina. Principalmente, demostraron la capacidad de los
indígenas y mestizos para cuestionar el orden instituido y generaron en la elite criolla un
profundo temor a la violencia que podía generarse si no existía un control social estricto.
TEMA 4:
ANTECEDENTES DEL PROCESO REVOLUCIONARIO EN AMERICA LATINA.
En el siglo XVIII, algunas ideas de la Ilustración sirvieron como fundamento teórico de dos
grandes revoluciones políticas que influirían, a su vez, en el proceso revolucionario en
América Latina: la Independencia de Estados Unidos (1776) y la Revolución Francesa
(1789).
LA INDEPENDENCIA DE ESTADOS UNIDOS.
A partir del siglo XVII, diversas expediciones partieron desde Inglaterra hacia el norte del
continente americano y colonizaron el territorio cercano a la costa este de lo que hoy es
Estados Unidos. Allí se asentaron los colonos que fundaron trece colonias dedicadas a la
producción agrícola ganadera. Sus habitantes se reconocían como súbditos de la Corona
inglesa, pero, a diferencia de lo que sucedía en Hispanoamérica, no tenían una red de
funcionarios reales, sino que las colonias mantenían una relativa independencia para
gobernarse. Del mismo modo que sucedió en los países ibéricos, las guerras internacionales
del siglo XVIII complicaron la economía británica. Esto obligó a la monarquía inglesa a
aumentar algunos impuestos e imponer más controles al comercio de las colonias. Estas
medidas generaron protestas en las colonias americanas, cuyos pobladores convocaron en
1770 a un Congreso, que solicitó a la monarquía la eliminación de las disposiciones que
habían generado descontento. El gobierno británico no aceptó el pedido y se desencadenó
un conflicto armado que se extendió entre 1775 y 1783. Durante la guerra, los colonos
mantuvieron el Congreso y, en 1776, declararon la Independencia de Estados Unidos.
EL SURGIMIENTO DE UN NUEVO ESTADO.
La Independencia de Estados Unidos fue un hecho novedoso en el continente, ya que se
trató del primer caso en que una colonia lograba rechazar el gobierno de su metrópoli. El
nuevo Estado se organizó bajo la forma de una república, un sistema de gobierno también
novedoso, que quedó establecido en su Constitución, sancionada en 1787. Se organizó un
gobierno basado en la división de poderes: un poder Ejecutivo, uno Legislativo y otro
Judicial, cada uno independiente de los otros. Además, la Constitución estableció un
gobierno federal. Esto quiere decir que los estados (las antiguas colonias) elegían su propio
gobierno local, aunque existía un poder central que gobernaba sobre toda la nación. Pocos
años después, el Congreso sancionó diez enmiendas que sentaban por escrito los derechos
que tenían los habitantes –como el de hacer demandas al gobierno, el derecho a un juicio
justo y el derecho a la propiedad– y una serie de libertades fundamentales: de cultos, de
prensa y de reunión. Sin embargo, estos derechos no fueron extendidos a los grupos
indígenas que habitaban el territorio ni a los esclavos africanos.
LA REVOLUCION FRANCESA.
En 1789, se inició en Francia una revolución que provocó cambios fundamentales en la
sociedad y en la política. Hasta entonces, en Francia regía una monarquía absoluta. La
sociedad estaba dividida en tres estamentos*: el clero, la nobleza y el tercer estado,
formado por todos aquellos que no poseían títulos de nobleza. Cada uno tenía derechos y
obligaciones diferentes; por ejemplo, el clero y la nobleza tenían el privilegio de no pagar
impuestos. A este tipo de organización política y social, los revolucionarios le dieron el
nombre de Antiguo Régimen.
Como otras monarquías europeas, hacia mediados del siglo XVIII, la Corona francesa
enfrentó una aguda crisis económica causada por las guerras internacionales y por varias
malas cosechas que generaron escasez de alimentos y hambrunas entre los sectores más
desprotegidos. Para solucionar estos problemas, el rey Luis XVI intentó imponer a los
nobles el pago de impuestos, pero estos se opusieron a la medida y convocaron a los
Estados Generales, como se denominaba a una asamblea que se reunía solo ante
circunstancias excepcionales. En ella estaban representados los tres estamentos de la
sociedad francesa.
En los Estados Generales, expresaron su descontento algunos miembros del tercer estado
que se oponían al poder absoluto del monarca y que tenían nuevas ideas para fundar una
sociedad más justa. El descontento de varios sectores de la sociedad culminó el 14 de julio
de 1789 con una gran movilización en París y la Toma de la Bastilla, una fortaleza que
funcionaba como prisión.
En la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, redactada por el tercer
estado en 1789, se estableció que todas las personas nacen y viven libres e iguales, y se
garantiza la libertad de opinión y de creencias religiosas, así como también la libertad
económica. Estas ideas formaron parte del prólogo de la Constitución declarada en 1791.
Los representantes del tercer estado constituyeron la Asamblea Nacional, en la que
establecieron poner fin al Antiguo Régimen: abolieron los privilegios nobiliarios y
religiosos, terminaron con la monarquía absoluta por derecho divino e instauraron una
monarquía constitucional (1789-1792). En un principio, Luis XVI aceptó formar parte de
esta nueva monarquía, en la que el gobierno recaía tanto en el rey como en una Asamblea
que representaba al pueblo.
En la Asamblea, se formaron distintos grupos políticos: los girondinos, más moderados, y
los jacobinos, que buscaban abolir completamente la monarquía. Con el tiempo, estos
últimos ganaron adeptos entre la población. En 1792, los revolucionarios apresaron al rey y
a su familia –a los que luego ejecutaron– e instauraron una república. El gobierno quedó en
manos de la Convención Nacional, formada por los representantes elegidos por el pueblo a
través del sufragio universal de los varones adultos.
LAS GUERRAS NAPOLEONICAS Y SUS CONSECUENCIAS.
La Revolución Francesa originó una nueva forma de pensar la sociedad y la relación entre
gobernantes y gobernados. Como consecuencia de estos cambios ocurridos en Francia, se
iniciaron una serie de guerras en Europa que transformaron radicalmente el continente.
Desde su origen, la nueva República francesa tuvo que enfrentar la oposición de otras
monarquías europeas que temían que el nuevo modelo político triunfara en sus dominios.
Sin embargo, esta situación cambió a partir de la llegada de Napoleón Bonaparte al poder
en Francia, en 1799. Este militar ocupó, primero, el cargo de director supremo, y en 1804
fue coronado emperador.
Entre 1803 y 1820, Napoleón comandó una serie de campañas militares, conocidas como
guerras napoleónicas, que expandieron el dominio de Francia hacia el norte de África y a
otros países de Europa. En los territorios conquistados en el continente europeo, Napoleón
difundió el modelo político francés, basado en las libertades y garantías de los individuos.
En algunos casos, recibió el apoyo de grupos sociales que se oponían a las monarquías que
los gobernaban y lo ayudaron a derrocarlas. Estas guerras alteraron las divisiones políticas
de Europa y expandieron algunos ideales de la Revolución Francesa, aunque los territorios
conquistados quedaban subordinados al poder francés. El principal país enemigo de Francia
era Gran Bretaña, la otra gran potencia europea. A comienzos del siglo XIX, Napoleón
impuso un bloqueo comercial a la monarquía británica en el continente, es decir, le impidió
vender en Europa sus manufacturas. Asimismo, se oponían a Francia las demás monarquías
europeas, principalmente las de Rusia y Austria, que temían la amenaza de una invasión
francesa, y las familias reales que habían sido despojadas del poder por Napoleón. Luego
de una derrota importante en su intento de invadir Rusia en 1812, los ejércitos franceses
fueron vencidos, finalmente, en la batalla de Waterloo, en 1815, por tropas de Gran
Bretaña, Holanda y Alemania. Napoleón debió abandonar el poder, y su destitución tuvo
como consecuencia la restauración de los monarcas europeos a los que él había desplazado.
LAS INVASIONES INGLESAS.
Cuando Napoleón impuso a Gran Bretaña el bloqueo comercial, impulsó a esta potencia a
buscar nuevos mercados para vender sus manufacturas. En esa época, además, Gran
Bretaña estaba en plena Revolución Industrial, y los comerciantes británicos necesitaban
vender, fundamentalmente, los tejidos de algodón que se producían en las fábricas. Si bien
el Reglamento de Comercio Libre dictado por la Corona española en 1778 abría
posibilidades comerciales en las colonias americanas, el sistema comercial español
conservaba, en parte, su carácter monopólico. En este contexto internacional, los británicos
consideraron conquistar Buenos Aires, la capital del Virreinato del Río de la Plata, en 1806
y 1807.
LA PRIMERA INVASION.
En abril de 1806, las tropas inglesas desembarcaron al sur de la Ciudad de Buenos Aires, en
Quilmes. El entonces virrey, Rafael de Sobremonte, huyó a Córdoba con el objetivo de
proteger las Cajas Reales (el dinero del Estado virreinal), y Buenos Aires quedó en manos
de los británicos. El general inglés William C. Beresford asumió como gobernador,
estableció la libertad de comercio y rebajó los impuestos aduaneros, creyendo que, de este
modo, ganaría el apoyo de la elite de comerciantes. Sin embargo, muchos vieron esto como
una nueva forma de dominación y se opusieron. Un militar francés que servía al ejército
español, Santiago de Liniers, armó una fuerza de 3.000 hombres que combatieron contra los
ingleses en las calles de Buenos Aires y lograron vencerlos. Reunido el Cabildo Abierto,
sus miembros exigieron a Sobremonte que delegara el poder militar a Liniers, y el político,
a la Audiencia. Liniers organizó milicias populares integradas por vecinos para defender la
ciudad de futuros ataques.
LA SEGUNDA INVASION.
En junio de 1807, la Corona británica envió un ejército de 12.000 hombres, que
desembarcó en Montevideo y tomó esta ciudad en donde residía el virrey Sobremonte,
quien no opuso resistencia. Al saberse esto en Buenos Aires, se reunió una Junta de guerra
que destituyó al virrey.
Los ingleses desembarcaron en Ensenada con 4.000 soldados al mando de John
Whitelocke. Liniers y sus milicianos no lograron detener su avance. El Alcalde de la
ciudad, Martín de Álzaga, organizó la defensa: repartió armas entre los vecinos y mandó
construir barricadas para luchar en las calles y desde las casas. Las tropas inglesas se
rindieron sin haber podido tomar Buenos Aires. Liniers fue nombrado virrey, cargo que
ejerció entre 1808 y 1809, hasta que llegó un reemplazo desde España. Gracias a su rol
preponderante durante las Invasiones Inglesas, los criollos que integraban las milicias
adquirieron mayor poder. Por otro lado, la ausencia de un ejército y la falta de respuesta de
las autoridades españolas ante las invasiones mostraron a los criollos que había muchas
fallas en el gobierno del Virreinato y que ellos podían intervenir para mejorarlo.
LA CAIDA DE LA MONARQUIA ESPAÑOLA.
En 1792, Carlos IV de Borbón asumió el trono de España. Bajo su reinado, Manuel Godoy,
uno de sus ministros, acordó con Napoleón la entrada de tropas francesas en España para
atacar Portugal. Esto generó resistencias y sus opositores impulsaron, en 1808, una rebelión
que lo derrocó y nombró en su lugar a su hijo, Fernando VII. Su reinado fue muy breve, ya
que ese mismo año Napoleón lo apresó e impuso a su hermano José Bonaparte como nuevo
monarca de España. El nombramiento de este nuevo rey causó una oposición generalizada
en España, donde los franceses eran considerados –desde la Revolución de 1789–
opositores a la monarquía y a la religión. En consecuencia, surgió un movimiento de
resistencia a la invasión francesa. En muchas ciudades de España se formaron juntas de
gobierno, que más tarde se unificaron bajo el poder de una Junta Central en Madrid, que
gobernaba en nombre del rey derrocado. En 1808, la Junta debió trasladarse a Sevilla ante
el avance de los franceses.
El derrocamiento de la monarquía por parte de los franceses planteaba una situación
totalmente nueva en el reino, y los españoles se preguntaban quién debía gobernar en
ausencia del rey. La Junta convocó a las Cortes, una asamblea que se reunía para resolver
problemas extraordinarios –un equivalente a los Estados Generales en la Francia
monárquica–. Los convocados eran representantes de los reinos de España, lo que incluía
también a las colonias de ultramar. En las Cortes, se planteó un debate entre quienes
querían aguardar el regreso de Fernando VII al trono, y quienes proponían introducir
cambios para restringir el poder del monarca. Finalmente, triunfó este último grupo, que
logró que las Cortes sancionaran en 1812 una Constitución que garantizaba mayores
libertades para los ciudadanos.
REPERCUSIONES EN LAS COLONIAS DE ULTRAMAR.
Al igual que en la metrópoli española, en las colonias, el derrocamiento de Fernando VII –
que implicaba la desaparición de la figura política que dominaba estos territorios– generó el
mismo interrogante: desaparecido el rey, ¿quién debía gobernar en las colonias? Como en
España, en América surgieron distintas respuestas que dependieron tanto de las
circunstancias específicas de cada región como de los acontecimientos que iban ocurriendo
en España. En pocas décadas, sin embargo, el resultado fue el mismo en casi todo el
continente: las colonias se independizaron y construyeron nuevos Estados.
TEMA 5:
EL PROCESO POLITICO ESPAÑOL ENTRE 1808 Y 1810.
La invasión francesa y las abdicaciones regias: En Europa, el bloqueo continental no
estaba dando los frutos que el emperador francés Napoleón Bonaparte esperaba. Gran
Bretaña no se había arruinado económicamente: seguía comerciando con los países
europeos en forma de contrabando, además de realizar intercambios con los dominios
coloniales de esos países y con su aliado, Portugal.
Napoleón decidió castigar al país lusitano, y firmó con el rey Carlos IV de España el
Tratado de Fontainebleau (1807), por el cual repartían el territorio de Portugal entre ambos
países. De acuerdo con lo pactado, Carlos IV permitió el paso de las tropas napoleónicas
por la península ibérica.
Pero el pueblo español se opuso a la actuación de su rey, a quien destituyó en el motín de
Aranjuez (marzo de 1808), y reconoció como soberano a su hijo Fernando, quien, de este
modo, pasó a ser Fernando VII. Fernando VII logró el apoyo de una gran parte del pueblo
porque, por oportunismo, había dicho que sostenía el liberalismo. Su ambición de poder lo
hizo pronunciarse en contra del absolutismo monárquico encarnado en su padre.
Buena parte de los españoles, por influjo del vecino país galo, quería un sistema político
liberal, con una Constitución en la cual tuvieran vigencia los derechos de los ciudadanos a
participar en el gobierno, y por esa causa sostuvieron a Fernando VII como rey.
El nuevo monarca no fue aceptado por las tropas napoleónicas. Fernando VII se dirigió a la
ciudad francesa fronteriza de Bayona, con la intención de ser reconocido por el emperador
francés, pero fue hecho prisionero. Napoleón «legalizó» la situación obligándole a devolver
la corona a su padre, quien abdicó en favor de Napoleón. Este hecho es conocido como la
farsa de Bayona. El pueblo español reaccionó espontáneamente contra la usurpación
francesa en la insurrección del 1º al 2 de mayo de 1808, pero ésta fue sangrientamente
reprimida.
Napoleón designó para el trono español a su hermano José Bonaparte que, una vez
coronado, pasó a ser José i. Éste fue recibido pasivamente por la nobleza y las instituciones
del poder, pero casi todo el pueblo español reaccionó contra la ocupación francesa y lo
repudió.
Consecuencias de la invasión francesa a Portugal.
Antes de que llegase la invasión napoleónica a Lisboa, Inglaterra colaboró con el traslado
de los reyes y su Corte portuguesa a Brasil, para evitar que cayeran prisioneros de los
franceses. La nueva capital del reino portugués pasó a ser Río de Janeiro. Brasil, antes
simple colonia portuguesa, pasó a ser territorio fundamental para el gobierno lusitano.
Apenas llegada la corte de Lisboa al territorio brasileño a comienzos de 1808, la Infanta
carlota Joaquina (esposa del príncipe regente de Portugal, hija del rey Carlos IV y hermana
de Fernando VII) se dirigió a distintos gobiernos coloniales hispanoamericanos, apoyada
por el embajador inglés, invitándolos a que se pusiesen bajo su «protección» a fin de no
caer bajo el yugo francés. En el Río de la Plata se temió una invasión portuguesa, en
represalia por la intervención española de Carlos IV en apoyo a la invasión francesa.
Algunos criollos porteños, como Saturnino Rodríguez Peña, Manuel Belgrano, Juan José
Castelli, Hipólito Vieytes y Juan Martín de Pueyrredón, pensaron en apoyar a Carlota
Joaquina –que quería gobernarnos en nombre de su hermano–, le otorgaron el título de
Regente e instauraron una monarquía ilustrada y liberal. Este movimiento se denominó
carlotismo y fue efímero: no contaba con el acuerdo general de la opinión pública, que
temía que los portugueses aprovecharan esta regencia para dominarnos, ya que la Infanta no
admitiría limitaciones a su poder.
La presión de Carlota Joaquina fue muy fuerte en las ciudades altoperuanas (del Alto Perú,
al norte del Virreinato del Río de la Plata, actualmente Bolivia) de La Plata (también
llamada Charcas, por el nombre de su Audiencia, y Chuquisaca, por su Universidad;
actualmente se denomina Sucre) y La Paz, pero sus habitantes y autoridades consideraron
que aceptar ser gobernados por Brasil sería una traición a sus principios patrios.
El movimiento juntista en España y la alianza con Inglaterra.
Reconociendo como legítima autoridad a Fernando VII, y para gobernarse mientras su rey
estuviera prisionero, las ciudades españolas formaron Juntas Provinciales. Cada una de
éstas envió un representante a una Junta suprema central, luego más conocida como Junta
central de Sevilla. Entre las medidas que tomó esta junta estuvieron la organización de la
resistencia militar –en la cual participó, entre otros, José de San Martín, oficial del ejército
español–, la firma de un tratado de alianza con Inglaterra a fin de luchar juntos contra el
invasor francés, y el establecimiento de una legislación que admitía derechos de los
ciudadanos. Como necesitaba el apoyo de las colonias americanas, dejó de tratar a estas
tierras como colonias y les pidió a los Cabildos americanos que eligieran representantes
para enviar a esa Junta Central que debía gobernar a todos los territorios. Fue el primer
pedido de elección en el cual se reconocía la soberanía –aunque parcial, como integrantes
de la nación española– de los pueblos españoles de América.
En el acuerdo de 1809 con Inglaterra se establecía un artículo adicional por el cual se
concedían recíprocamente el libre comercio entre sus aduanas. Los ingleses presionaron a
las autoridades coloniales para comerciar libremente en América hispana. Finalmente,
Inglaterra dejaba de ser un país enemigo para ser un aliado y, como tal, tendría acceso a
nuestros territorios.
En el Río de la Plata se aceptó el libre comercio para cobrar impuestos de aduana –pese a la
oposición de los monopolistas españoles, que no querían perder su privilegio mercantil–,
porque el gobierno virreinal necesitaba fondos. Por un lado, porque los ingleses, durante su
primera invasión a Buenos Aires, habían robado el dinero de las arcas reales, y por otro,
porque los criollos del Alto Perú, tras las sublevaciones de 1809, decidieron no enviar más
sus recaudaciones impositivas a la capital virreinal, que era Buenos Aires.
En 1810, el rey francés José I había obtenido varios triunfos militares y logró disolver la
Junta Central de Sevilla. En su reemplazo, los españoles formaron un «consejo de
Regencia» en la isla de León, cerca de Cádiz, que era, en realidad, poco representativo. En
1812, los liberales españoles sancionaron una Constitución que tuvo mucha influencia en
las leyes que se dictaron en toda América en esa época.
El movimiento juntista en América.
José I Bonaparte, rey de España, enviaba embajadores por medio de los cuales se invitaba a
las colonias a someterse bajo su mando; lo mismo hacía Carlota Joaquina desde Río de
Janeiro, mientras quienes gobernaban en España, en la Junta Central de Sevilla y luego en
el Consejo de Regencia, demandaban idéntica dependencia.
A todo lo largo de Hispanoamérica hubo debates sobre cómo debían gobernarse los
pueblos, por la complicada situación de las autoridades españolas. Los fidelistas sostenían
que había que seguir siendo fieles al gobierno español, que se consideraba legítimo en la
península; es decir que el poder debía provenir por delegación de la Junta Central de Sevilla
o del Consejo de Regencia. Pero muchos pensaron que lo mejor era que cada ciudad
retomase su propia soberanía, y que formara sus propias Juntas. Hubo debates sobre si las
Juntas gobernarían de forma autónoma, en nombre de Fernando VII, o en forma
independiente.
La primera Junta que se instituyó en Hispanoamérica teniendo como ejemplo el
movimiento juntista español, fue la Junta de Montevideo, entre septiembre de 1808 y junio
de 1809. No tuvo una actuación revolucionaria, pero su consolidación provocó cierto
impacto durante varios meses. Surgió por un movimiento liderado por el gobernador Elío,
de dicha ciudad, que desconfiaba de la actuación del virrey Liniers frente a la invasión
francesa, ya que Liniers había nacido en Francia. Se disolvió cuando llegó el virrey
reemplazante, Cisneros, nombrado por la Junta Central de Sevilla.
El 25 de mayo de 1809 en La Plata o Charcas, y en julio en La Paz (Alto Perú) se formaron
Juntas. En La Plata participaron peninsulares y algunos profesionales criollos, entre los que
se destacó Bernardo de Monteagudo, abogado y militar, quien luego sería mano derecha del
libertador San Martín. Monteagudo sostuvo, en un «Diálogo entre Atahualpa y Fernando
VII», que la situación del sometimiento español por los franceses era similar a lo que hacía
siglos sucedía con el Imperio Inca, y que en América
existía derecho al autogobierno. El movimiento de La Paz fue revolucionario; se habló de
los derechos de la patria, que había que sostener con las armas; defendía los intereses
americanos, criollos e indios y hacía un llamamiento para corregir la situación indígena, por
lo que buscaba su apoyo y el de los mestizos.
La radicalización del conflicto despertó el temor a un levantamiento como el de Túpac
Amaru, e hizo que muchos criollos que lo habían apoyado en un principio, retiraran su
participación. Los movimientos en el Alto Perú fueron sangrientamente reprimidos, con
autorización expresa del nuevo virrey Cisneros.
En la ciudad de Quito, gobernada por el Presidente de la Audiencia de Quito, dentro del
Virreinato de Nueva Granada, en agosto de 1809 los vecinos depusieron al Presidente y
establecieron una Junta que tomó el poder y organizó milicias. Si bien la Junta juró en
nombre de Fernando VII, este movimiento se conoce en Ecuador como El primer grito de
independencia. Los patriotas fueron reprimidos por las tropas de los virreyes de Perú y
Nueva Granada, y cientos de ellos fueron asesinados mientras permanecían como
prisioneros.
La ruptura del pacto colonial.
El dominio colonial español sobre América, que había permanecido casi intacto durante
tres siglos, comenzaba a mostrar signos de debilitamiento. Pero el sistema de dominación
no residía sólo en España: tenía su complemento en América. La asociación de intereses
entre la monarquía española y algunos sectores residentes en América es denominada por
los historiadores «pacto colonial». El pacto colonial consiste en el acuerdo tácito que todo
país imperialista establece con sus territorios dependientes, porque la sujeción no puede
perdurar a través de décadas o incluso siglos sólo por el uso de la fuerza. El país
colonizador crea intereses locales en el país dominado, para tener grupos dirigentes a su
favor.
Los descendientes de los primeros conquistadores habían sido beneficiarios del pacto
colonial con España, porque ellos habían heredado grandes propiedades –haciendas,
obrajes, minas– con mano de obra indígena asegurada para trabajarlas. Durante el reinado
de la dinastía Austria, los criollos más influyentes tuvieron la oportunidad de ser
nombrados en puestos de gobierno, de justicia, en altas jerarquías eclesiásticas e incluso
militares. Sus fuertes intereses hicieron posible que reinos tan pequeños como España o
como Portugal conservaran estas posesiones coloniales durante trescientos años, con una
sujeción a distancia. En cambio, con la dinastía Borbón, si bien los descendientes directos
de los conquistadores seguían siendo poderosos, se vieron dejados de lado con las licencias
de comercio monopólicas o con los cargos gubernamentales.
La justificación para esto era la política centralista de la monarquía, pero los criollos se
enteraron, además, de que varios de los ministros ilustrados del rey los calificaban de
ineficaces y corruptos, y esto los ofendió.
Además, había muchos que no estaban incluidos entre los favorecidos por el pacto, y
existieron numerosas razones para que éste se deshiciera. Los criollos que no tenían mano
de obra aborigen o esclava en sus grandes propiedades, o que veían restringidas sus
ganancias por la política económica colonial, empezaron a estar cada vez más
disconformes. La tensión se incrementó en distintos sectores sociales, como vimos con las
sublevaciones de fines del siglo XVIII. La ocasión para romper el pacto fue el derrumbe de
la monarquía española con la invasión napoleónica a partir de 1808, y las victorias del
ejército napoleónico frente a la resistencia española en 1810.
Las vías de acceso a la modernidad política.
La mayoría de las sublevaciones que se dieron hasta el siglo XIX tuvieron como
fundamento «el mal gobierno», lo que significa que se consideraba que era correcto que el
rey gobernase si mantenía la justicia en bien de la comunidad. El monarca tenía un origen
divino, pero su obligación para cumplir el contrato con el pueblo era «el buen gobierno».
En cambio, en 1810, las antiguas colonias vieron la crisis de la monarquía, y las
justificaciones de los nuevos gobiernos fueron una mezcla de las viejas tradiciones
contractuales con la nueva ideología liberal, que predicaba como los pensadores de la
Revolución Francesa, «Igualdad, libertad y fraternidad». Muchos de los ideólogos de las
revoluciones eran liberales, pero la gran masa del pueblo era conservadora, y temía que los
latifundistas aprovechasen su nueva situación de poder en detrimento de las clases
dominadas. Los indígenas habían visto, cuando se rebelaron, que los poderosos locales se
habían situado del lado de los represores, para no quedarse sin mano de obra.
Sin embargo, no en todos los movimientos de 1810 estuvieron presentes los mismos
intereses, ni en cada revolución todos tuvieron la misma ideología, sino que los distintos
integrantes estaban unidos en la guerra contra la dominación española, pero luego ésta sería
continuada dentro de cada territorio por la lucha por el poder local.
Influencias de la independencia de los Estados Unidos y Haití, y de la
Revolución Francesa.
La formación de la república federal de Estados Unidos de América, al independizarse
de Inglaterra, tuvo numerosos admiradores entre los intelectuales latinoamericanos.
En cambio, el significado del modelo de la Revolución Francesa de 1789 no encontró
muchos adeptos entre la burguesía criolla. Pese a que los criollos querían la igualdad con
los españoles, no opinaban lo mismo con respecto a la igualdad para las clases más bajas.
Menos aún cuando se expandió la revolución en la colonia francesa de Santo Domingo
(Saint-Domingue): los esclavos se rebelaron en agosto de 1791, buscando su libertad y la
independencia de su tierra, atacaron las plantaciones y a sus propietarios.
Después de muchas muertes, tras la invasión de tropas napoleónicas –que no querían perder
ese territorio colonial– se proclamó la primera república negra de América, con el nombre
de Haití, en 1804. Otros esclavos, en Venezuela, quisieron imitarlos, pero fueron duramente
reprimidos.
Al respecto, Miranda dijo:
«Dos grandes ejemplos tenemos delante de los ojos: la Revolución Americana y la
Francesa.
Imitemos discretamente la primera; evitemos con sumo cuidado los fatales efectos de la
segunda»
Focos revolucionarios en América:
LA REVOLUCION DE MAYO Y SUS CONSECUENCIAS.
En enero de 1810 cayó la Junta Central de Sevilla, el último reducto de autoridad española
en la península invadida por Napoleón. Una vez conocidas las noticias de Buenos Aires, un
grupo de patriotas se apresto a decidir el destino de la colonia en el Rio de la Plata. Los
debates giraron en torno a quien era el verdadero depositario de la soberanía.
SEMANA DE MAYO:
Los intentos de Cisneros por restituir la autoridad española se vieron obstaculizados por el
estallido de la crisis en la metrópoli, luego de la caída de la Junta Central de Sevilla en
enero de 1810.
Las noticias de los conflictos en España llegaron a Buenos Aires en Mayo. Cisneros intento
ocultar las novedades, pero fue imposible. La caída del último centro de autoridad española
a poner en duda la legitimidad del gobierno colonial. Frente a la presión de los criollos se
decidió entonces convocar a un Cabildo Abierto para debatir cuales serian los pasos a
seguir. Fueron invitados todos los vecinos de la ciudad. Rápidamente se movilizaron los
jefes de las milicias, los profesionales y los funcionarios criollos, que eran los principales
interesados en un cambio institucional.
El 22 de Mayo comenzaron las deliberaciones, que tenían como punto central la legitimidad
de la autoridad virreinal. Como ya vimos, los patriotas se basaron en la teoría de la
retroversión de la soberanía para plantear que, frente a la caída de la autoridad central, el
poder volvía al pueblo que podía depositarlo en quien creyera conveniente. Por el contrario,
los realistas, entre los que se encontraba el obispo Benito Lúe, sostenían que se debía
mantener la fidelidad al rey hasta que este fuera restablecido en el trono.
Luego de varias discusiones, el 22 de mayo se proclamó que la autoridad virreinal no era
válida y se conformó una junta para reemplazarla. La mayoría de los vecinos, que eran de
origen español, decidieron nombrar como presidente de la Junta al virrey Cisneros, decisión
que tuvo mucha resistencia. El 25 de mayo de 1810 se produjo una movilización,
encabezada por criollos influyentes que ejercieron presión por medio de batallones
armados, muchos de los cuales se habían formado durante las invasiones inglesas.
En ese contexto, los vecinos fueron convocados a la Plaza Mayor. De este modo se logró
revertir la decisión del Cabildo: fueron elegidas las autoridades que conformarían lo que se
llamó la Primera Junta y, a partir de ese momento, quedó excluida la figura del virrey. La
nueva Junta estaba presidida por el brigadier Cornelio Saavedra, un comerciante que era, a
la vez, el jefe del mayor regimiento criollo: el de Patricios. Los secretarios de la Junta eran
el abogado Mariano Moreno y el doctor en leyes Juan José Paso.
La Primera Junta asumió las funciones de gobierno con carácter transitorio y juró fidelidad
al Rey de España. Luego, se tomó la decisión de conformar un poder central en Buenos
Aires que se extendiera a los demás territorios del Virreinato. Con este fin, se enviaron
emisarios acompañados por tropas hacia las distintas regiones para conseguir apoyos y
combatir la resistencia de los españoles.
Numerosos pueblos y ciudades del Virreinato adhirieron a la Revolución, pero también –
entre 1810 y 1820– hubo focos de resistencia. Los sucesivos enfrentamientos armados se
conocen como guerras de independencia.
Quienes habían tenido una posición de privilegio en el sistema colonial –por ejemplo, las
autoridades instaladas en América, los comerciantes y los funcionarios– se oponían a un
nuevo orden autónomo respecto de España. Estos focos de resistencia se denominaron
fuerzas realistas.
Entre los focos de resistencia se destacan los siguientes: el Paraguay, que rechazó a la Junta
e inició el proceso de independencia hacia 1813; Montevideo, que en 1811 comenzó un
movimiento revolucionario autónomo, y el Alto Perú (actual Bolivia), donde criollos y
españoles se unieron para sostener la monarquía.
ACTIVIDAD:
  A) ¿Por qué Saavedra quería esperar que cayera España ante los franceses?
  B) ¿Por qué Saavedra siempre fue considerado un «moderado»?
Los primeros gobiernos y la Asamblea del año XIII
En diciembre de 1810 se formó la llamada Junta Grande, compuesta por 22 miembros. Así,
se sumaban a la Junta de Buenos Aires los representantes de los pueblos y las villas del
interior del Virreinato. Esta institución no llegó a gobernar ni siquiera un año. Saavedra
pensaba que los diputados del interior apoyarían sus ideas, más conservadoras que las de
Moreno. Sin embargo, esta última forma de gobierno, demasiado numerosa en tiempos de
guerra, fue reemplazada por el Triunvirato –un gobierno de tres personas– que, en 1814,
fue a su vez sustituido por una forma de gobierno unipersonal conocida como Directorio.
Pese al contexto de inestabilidad, las dificultades para crear un nuevo orden político y la
sucesión de enfrentamientos armados, en la década de 1810 se realizaron avances
fundamentales para organizar un nuevo orden que reemplazaría al impuesto por España. En
1812 se conformó el Segundo Triunvirato, que convocó a la Asamblea General
Constituyente. Esta asamblea, conocida como la Asamblea del año XIII, fue inaugurada el
31 de enero de 1813 y deliberó hasta enero de 1815. Tenía dos objetivos principales:
declarar la independencia definitiva de España y redactar la Constitución. De este modo, se
establecerían las formas institucionales y jurídicas del orden surgido luego de la Revolución
en las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Sin embargo, ninguno de los dos objetivos pudo concretarse. A pesar de ello, la Asamblea
tomó medidas importantes. En primer lugar, los representantes que concurrieron a ella no
juraron fidelidad al rey Fernando VII; en segundo lugar, se eliminaron todas las referencias
al Rey en el acta legislativa que se redactó.
Entre sus principales resoluciones, la Asamblea reemplazó el Triunvirato por el Directorio,
y ordenó diseñar un escudo y crear un himno, así como acuñar una moneda propia. De este
modo, la Asamblea tomaba una serie de medidas que correspondían a un Estado
independiente, pero sin declararlo formalmente. Otras medidas importantes estaban
vinculadas a la extensión de las libertades. Así, por ejemplo, se dispuso la libertad de
prensa, la extinción del tributo –dinero que los súbditos entregaban al rey–, la supresión de
la mita y de la servidumbre. Otras medidas tendían a eliminar la estructura jerárquica de la
sociedad colonial.
Entre estas se destacan las siguientes: el decreto de libertad de vientres –que garantizaba
que los hijos de esclavas fueran libres–, la supresión del mayorazgo y los títulos de nobleza,
la definitiva abolición de la Inquisición y de la práctica de la tortura.
Junto con estos acuerdos, también se manifestaron disidencias en la organización del nuevo
orden. Mientras que algunos se mostraban más entusiastas respecto de crear un Estado
centralizado, otros postularon la idea de formar una unidad mayor por medio de pactos
entre las provincias, que les permitieran mantener sus respectivas autonomías.
Los representantes de la Banda Oriental llevaron a la Asamblea el mandato de reclamar que
se declarara la absoluta independencia respecto de la Corona española y de la familia
Borbón.
Además, pretendían establecer los fundamentos de un gobierno con organización federal.
Sin embargo, los diputados fueron rechazados por la Asamblea con el argumento de que los
representantes habían sido elegidos en un campamento militar. Esto llevó a la ruptura de las
relaciones entre Buenos Aires y José Gervasio Artigas, principal líder político de la Banda
Oriental.
ACTIVIDAD:
  1. Distingan cuáles fueron las instituciones de gobierno entre 1810 y 1814.
  2. Abran el siguiente link y respondan: ¿Cuándo comienzan, cuando terminan y
     porque razón las distintas instituciones de gobierno entre 1810 y 1814?
     https://ensviale-ers.infd.edu.ar/sitio/wp-content/uploads/2020/10/3er-
     a%C3%B1o-Historia-Heffele-Urquiza.pdf
  3. Enumeren las medidas más importantes de la Asamblea del año XIII.
El PRIMER TRIUNVIRATO:
Los opositores a la Junta Grande realizan un golpe de Estado el 23 de septiembre de
1811; reemplazaron a la Junta Grande por un Poder Ejecutivo de tres miembros y
justificaron el cambio de gobierno con el argumento de que una conducción tan numerosa
era ineficiente.
Este Primer triunvirato estaba compuesto por tres vocales, Feliciano Chiclana, Juan José
Paso y Manuel Sarratea, y por tres secretarios, José Julián Pérez, Vicente López y
Bernardino Rivadavia. La Junta no se disolvería, sino que tendría el papel de Poder
Legislativo, bajo el nombre de «Junta Conservadora de la soberanía del Señor D. Fernando
VII y de las leyes nacionales, en cuanto no se opusieran al derecho supremo de la libertad
civil de los pueblos hispanoamericanos».
En ese rol, la Junta Conservadora confeccionó un reglamento orgánico, que fue el primero
que estableció en nuestro país la división de poderes. En él disponía que el Poder
Legislativo –representante de los derechos del pueblo– tuviera el derecho de nombrar a los
miembros del Poder Ejecutivo y supervisar su actuación. A partir de ese momento se desató
el conflicto con los representantes de las provincias, porque este reglamento no tuvo el
acuerdo del primer Triunvirato, que disolvió la Junta.
La participación del interior fue suprimida, y quien tomó el mando en realidad en este
gobierno fue el secretario Bernardino Rivadavia. Adoptando como modelo las leyes
liberales que elaboraron en España los revolucionarios españoles, dictó algunas leyes con
respecto a los inmigrantes, la libertad de expresión y la eliminación del tráfico de esclavos
que, cuarenta años más tarde, sirvieron de base a nuestra Constitución.
Las características de su gobierno en realidad fueron despóticas y para nada patrióticas;
entre otras medidas, reconoció al gobernador militar español Francisco de Elio como virrey
en la Banda Oriental; y, por la amenaza conjunta de españoles y portugueses de atacar
nuestro territorio, le ordenó a artigas a suspender el sitio a Montevideo, y lo obligó a
abandonar el territorio uruguayo.
Artigas obedeció al gobierno de Buenos Aires, pero con él se retiraron no sólo sus soldados
sino también sus familias, que se alojaron en el campamento de Ayuí (cerca de Concordia,
Entre Ríos). Así se produjo el éxodo oriental, una movilización a lo largo de cientos de
kilómetros de unas 5.000 personas, que manifestaron así su desacuerdo con la política que
estaba llevando a cabo el Triunvirato. Los españoles siguieron atacando las costas del Río
de La Plata y del Paraná, por lo que el retiro del sitio de Montevideo no solamente significó
un retroceso en los ánimos de los combatientes, sino también en la estrategia de la guerra.
El general Belgrano fue enviado a fortificar las costas del Paraná y, para fortalecer la
voluntad revolucionaria, creó una escarapela para que sus soldados se diferenciaran de los
enemigos; bautizó a las baterías que hizo construir en Rosario con los nombres «Libertad»
e «Independencia» y enarboló en ellas la bandera celeste y blanca, el 27 de febrero de 1812.
«Siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola, la mandé hacer celeste y blanca
conforme a los colores de la escarapela nacional; espero que sea de la aprobación de V.E.
(el Primer Triunvirato)».
Rivadavia le prohibió a Belgrano el uso de la bandera, porque todavía no habíamos
declarado nuestra independencia como para tener símbolos propios. Belgrano debió ir al
norte, designado como comandante en la segunda campaña al alto Perú. Pero pronto el
Triunvirato le exigió que bajara hasta Córdoba con las tropas, dejando todo el norte a
merced de los españoles. Belgrano desobedeció la orden, y obtuvo la victoria de Tucumán.
Es decir, este triunfo se había obtenido gracias a que no se habían tenido en cuenta los
mandatos de Rivadavia, y contribuyó a la caída del Triunvirato. Con ella se terminó de ver
que las medidas que el Triunvirato estaba tomando eran impopulares y no tenían en cuenta
las opiniones de los jefes revolucionarios.
ACTIVIDAD:
   A) Busca en el libro la causa por la cual el Triunvirato lo firma con el Virrey Elío.
   B) Establece la diferencia entre la política hacia la Banda Oriental de la Junta Grande y del
      Primer Triunvirato.
   C) ¿Por qué razones piensas que Artigas se ofendió con el Primer Triunvirato
La llegada de San Martín al río de la Plata:
José de San Martín había nacido en Yapeyú en 1778 y se educó en España, donde se
formó como militar. Luchó en el ejército español, y se destacó en 1808 en la batalla de
Bailén, primera derrota de Napoleón; continuó hasta 1812 en la guerra contra la invasión
francesa a España, pero sintió que tenía que volver a su lugar de origen para luchar por la
libertad de su pueblo. Antes de partir hacia América se reunió en Londres con otros masones
americanos que luchaban por la independencia, e ingresó con el grado 5º (el superior) a la
Logia Lautaro (o Gran reunión americana) fundada por el patriota venezolano Miranda en
1797.
Las causas de ese retorno son discutidas por los historiadores: muchos afirman que
más que americano era español, hijo de padres españoles y totalmente educado en
España, pero que fue influido por su participación en una logia masónica de liberales
americanos; otros, que tuvo influjo de los liberales ingleses, que lo pusieron al tanto de su
plan de invadir América del Sur, y que San Martín decidió usarlo a favor de la
independencia americana; otros, que lo hizo debido a que, como era americano y carecía de
origen noble, su carrera militar tenía limitaciones en España, en cambio acá pudo llegar a
ser general. En el momento de su llegada al país fue visto como sospechoso por los criollos,
que pensaron que se podía tratar de un espía español, de un espía inglés o de un espía
francés. En este sentido, su jefe en España hasta 1808 había sido el teniente general
Francisco Solano, marqués del Socorro, caraqueño pero con un alto cargo en Cádiz, que
distinguió a San Martín con su confianza, como instructor de tropas; pero Solano era
admirador de Napoleón, por lo que tras la invasión francesa a España fue asesinado por los
leales a Fernando VII.
Actualmente, varios historiadores aceptan que San Martín no solamente era americano por
su lugar de nacimiento sino por su madre, Rosa Guarú, indígena de las Misiones, y que su
padre, Juan de San Martín, lo inscribió como hijo legítimo de su matrimonio con Gregoria
Matorras. Esto era vox pópuli en el siglo XIX, por lo que el historiador Bartolomé Mitre
había publicado en 1878:
«Hijo barato, como después fue héroe barato; su madre natural como su madre cívica,
sólo le dieron de su seno la leche necesaria para nutrir su fibra heroica».
Quienes trataron de ocultarlo en la historia lo hicieron pensando que un origen «ilegítimo»
o ser hijo de una india le provocaría una mancha en su valoración como héroe.
Por el contrario, como hoy se considera que no existen hijos ilegítimos, sino que hay
igualdad entre todas las personas, el hecho de que haya respondido con tanta grandeza y
dedicación a su identidad americana le agrega otro mérito más a su labor independentista.
En Buenos Aires, en un principio, se puso al servicio del Primer Triunvirato, que le
encomendó la formación de un cuerpo militar: los Granaderos a caballo. También fue el
fundador, en Buenos Aires, junto con otros americanos como Carlos de Alvear y Tomás
Guido, de la filial en Buenos Aires de la asociación secreta Logia Lautaro.
Como otros patriotas, San Martín se opuso a las medidas que Rivadavia –Secretario
del Primer Triunvirato– estaba tomando, y participó en el golpe que lo destituyó el 8 de
octubre de 1812. De este modo, se formó un segundo triunvirato de gobierno.
La asamblea del año XIII:
La función del Segundo Triunvirato era breve y precisa: convocar a una Asamblea
con representantes de las provincias, para que instaurara las bases de nuestro país.
Debíamos declararnos independientes y redactar una constitución. La Asamblea, que
comenzó a sesionar el 31 de enero de 1813, fue conocida como asamblea del año XIII.
Sus miembros pertenecían mayoritariamente a la Logia Lautaro. Se declaró soberana
porque no dependía de otro poder. Durante su gobierno, San Martín se distanció de su
antiguo amigo Alvear –Presidente de la Asamblea–, porque no cumplió con los objetivos de
declarar la Independencia y hacer una Constitución. Pese a ello, este organismo dictó leyes
que nos hicieron sentir soberanos: la adopción de un escudo nacional; el reconocimiento de
la escarapela nacional adoptada por el Primer Triunvirato; el encargo de una «Marcha
Patriótica» a Vicente López y Planes, después denominada «Himno Nacional Argentino»;
la celebración del 25 de mayo como fiesta cívica; la acuñación de la primera moneda, con
el sello del escudo recién aprobado; la abolición de títulos de nobleza; la abolición de
prestaciones indígenas como la mita, la encomienda y el yanaconazgo; la abolición de los
instrumentos de tortura; libertad para los hijos de los esclavos nacidos a partir del 31 de
enero de 1813, etc. Al principio, «la Asamblea General ordena que todos los esclavos de
países extranjeros que de cualquier modo se introduzcan desde este día en adelante queden
libres por el solo hecho de pisar el territorio de las Provincias Unidas»… Artigas cumplió
esto al pie de la letra. La corona portuguesa –instalada desde 1808 en Río de Janeiro–
protestó enérgicamente al gobierno de Buenos Aires por la gran fuga de esclavos que hubo
desde el sur brasileño hacia la Banda Oriental. Éstos, luchando por la libertad, se
incorporaban a las montoneras de Artigas, que los incitaban a unirse. Para no tener
conflictos internacionales, y sin importarle contradecirse, la Asamblea suspendió este
punto, Artigas no: los pueblos debían ser libres.
Las instrucciones de las provincias
Cuando las provincias enviaron los diputados a la Asamblea del año XIII, les dieron
instrucciones que debían seguir. Muchas de estas instrucciones mostraban el resentimiento
que generaba la política de Buenos Aires hacia el interior, y pedían que una Constitución
limitara ese poder. Dos de las provincias que eran más vulnerables a los ataques españoles,
Potosí y la Banda Oriental (que ahora ya no forman parte de nuestro territorio), pedían
independencia de España y un gobierno federativo.
Las instrucciones más famosas fueron las de la Banda Oriental, porque se habían hecho
teniendo en cuenta los deseos del pueblo oriental, y pedían defender sus derechos frente a la
dominante política porteña. Pero las instrucciones no fueron aceptadas por Buenos Aires,
que también rechazó a los diputados orientales porque no se adecuaban a su política.
Al año de haber iniciado sus sesiones (enero de 1814), la Asamblea dio lugar a un Poder
Ejecutivo unipersonal, el directorio, en reemplazo del Segundo Triunvirato, porque se
consideró que la concentración del poder en una sola persona sería más efectiva para la
guerra que se avecinaba.
Artigas y la lucha en la banda oriental:
José Gervasio de artigas pertenecía a una de las familias fundadoras de Montevideo,
poseedora de estancias. En su juventud había participado en la actividad clandestina
de contrabando de cueros y ganados, pero luego, como se necesitaban jinetes diestros y
conocedores de la geografía oriental, fue indultado y entró en el Cuerpo de Blandengues. A
fin de contener el avance portugués sobre los territorios españoles, fundó pueblos en el
interior de la Banda Oriental.
En 1811, Artigas y los sectores rurales uruguayos se unieron a la Revolución de Mayo,
pero no lograron la colaboración de los comerciantes y la gente pudiente de Montevideo.
Los montevideanos optaron por la fidelidad al Consejo de Regencia, y luego aceptaron a
Elío como Virrey español. La base social de la lucha por la libertad estuvo en el campo,
pero fundamentalmente eran los ocupantes de tierras y los marginados.
Por ello decidieron poner sitio a Montevideo. Sin embargo, el Primer Triunvirato firmó un
acuerdo con Elío, al que reconoció como Virrey en la Banda Oriental y, a cambio de que no
atacase Buenos Aires, le ordenó al ejército de Artigas que desocupara los territorios de la
orilla oriental del río Uruguay. Es por eso que, a partir de ese momento, los orientales, con
Artigas al mando, se negaron a seguir obedeciendo ciegamente las órdenes de Buenos
Aires, y comenzaron a luchar para que las provincias formaran una nación en plano de
igualdad. En eso consistían las Instrucciones a la Asamblea del Año XIII rechazadas por
Alvear: declaración de la independencia y federación.
En 1814, finalmente, se venció la resistencia realista en Montevideo, lograda entre las
huestes de Artigas y el gobierno de Buenos Aires. Sin embargo, proseguía el conflicto
entre los orientales y el Directorio, que no admitía sistema federal ni la democracia que
quería imponer Artigas.
El líder oriental envió un ofrecimiento a Buenos Aires, donde proponía que la Banda
Oriental formara parte del Estado denominado «Provincias Unidas del Río de la Plata», con
la firma de una alianza ofensiva y defensiva entre las provincias, que establecía que cada
provincia tenía «igual dignidad e iguales privilegios y derechos y cada una renunciará al
proyecto de subyugar a la otra». Artigas sostenía que la Banda Oriental debía mantener su
pleno goce de libertad y derechos, pero quedando sujeta a la Constitución que organizara el
Congreso General de Estados legalmente reunido. Pero a Buenos Aires no le interesaba una
federación que implicara igualdad de derechos con Uruguay, y por consiguiente le
responde, despectivamente, que se establezca como Estado independiente:
«Buenos Aires reconocería la independencia de la Banda Oriental renunciando los
derechos que por el antiguo régimen (es decir, de acuerdo al sistema colonial donde
Buenos Aires era cabeza del virreinato) le pertenecían».
El proyecto de artigas:
Recién cuando tuvo el efectivo dominio de toda la Banda Oriental, tras la evacuación de las
tropas porteñas de Montevideo, Artigas pudo comenzar a poner en práctica sus reformas
sociales y económicas. Sabía que la única forma de sanear una economía en ruinas, que
había soportado varios años de pérdidas humanas y saqueos de bienes y ganados, era hacer
producir la tierra. Los grandes terratenientes ausentes –entre los que se contaban muchos de
sus opositores que se habían ido de la Banda Oriental– constituían un obstáculo para su
proyecto económico.
Redactó un Reglamento Provisorio para el fomento de la campaña y seguridad de sus
hacendados, en el cual otorgaba posibilidades a los emigrados de retener sus estancias, si
las poblaban, reedificaban, ordenaban y marcaban su ganado. Las tierras abandonadas o
improductivas, ya fueran privadas –»de los malos europeos y peores americanos»– o
estatales, serían repartidas entre «los más infelices», que debían ser «los más
privilegiados»: los «negros libres, los zambos de esta clase, los indios, los criollos pobres»
y las viudas. Las condiciones exigidas para la posesión definitiva del terreno eran la
residencia en el lugar, el cuidado de ganado y la prohibición de la venta del terreno
otorgado, ya que éste se entregaba para beneficiar a la provincia. Artigas procuró que se
repartiera ganado y se evitara la matanza discriminada, para lo cual hostigó el contrabando
y persiguió a los vagabundos, malhechores y desertores.
Con estas medidas trataba de crear una nueva conciencia productora en muchos habitantes
del campo, que tenían una forma de vida netamente depredadora. Sin embargo, no era fácil
vencer a las diferentes resistencias: los estancieros tradicionales, que no les gustó ser
expropiados; los antiguos corambreros (faenadores de ganado cimarrón para vender su
cuero), nombrados como comandantes de campaña en muchos casos, querían volver a su
antigua ocupación; los paisanos pobres no siempre se sometieron a las condiciones que
fijaba el Reglamento. El Cabildo, que favorecía los intereses de los vecinos más
acaudalados, apoyó a Artigas en cuanto impuso el trabajo obligatorio a los desposeídos
mediante la implantación de las papeletas de conchabo (los no-propietarios debían tener
constancia de trabajo, caso contrario podían ser reclutados para el ejército de frontera) para
poder reorganizar la producción. Sin embargo, el apoyo del Cabildo nunca fue franco: los
opositores que no se habían retirado a Buenos Aires o a Río de Janeiro estaban esperando la
invasión española o la portuguesa.
La Liga de los Pueblos Libres:
Artigas convocó en abril de 1815 a un congreso para constituir formalmente la alianza
política de las Provincias de la Liga Federal: el congreso de oriente o de los Pueblos Libres. Se
reunió en junio en la ciudad de Concepción del Uruguay, también llamada Arroyo de la
China, y contó con la presencia de diputados de Misiones, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos,
Corrientes y la Banda Oriental. No quedaron actas de ese congreso, pero se sabe que
declaró la independencia un año antes de que hiciera el Congreso de Tucumán, y que se
formó la Liga de los Pueblos Libres, liderada por Artigas, su Protector.
ACTIVIDAD:
   A) Explica con tus palabras qué le aconseja Artigas a su hijo adoptivo que está en Misiones
   B)   ¿Por qué, según Artigas, le conviene seguir sus consejos?
   C)   ¿Qué clase social era la que recelaba de Artigas y cuya confianza quería volver a ganar?
   D)   ¿Hasta qué punto debía Barreiro tolerar a los opositores?
   E)   ¿Cuál era el objetivo de Artigas en Montevideo?
El centralismo en las Provincias unidas del río
de la Plata: La política directorial:
Gervasio Posadas, primer Director Supremo, fue designado por su parentesco con el
presidente de la Asamblea del año XIII (era tío de Alvear). Posadas le retribuyó poniéndolo
al mando de operaciones militares que podrían darle prestigio, como la toma de
Montevideo por el ejército patrio. Después de esto, lo destinó al Ejército del Norte, pero la
oficialidad lo rechazó. Al mismo tiempo, Posadas había iniciado una guerra civil contra
Artigas, a quien declaró enemigo de la patria, y puso precio a su cabeza por no obedecerlo.
El ejército directorial fue derrotado por Artigas, que dominaba la Banda Oriental. Tras
estos sucesos, Posadas debió renunciar, y asumió el cargo Alvear. Ambos enviaron
misiones diplomáticas secretas a Europa para pedir perdón a Fernando VII y también para
solicitarle a Inglaterra que nos aceptara como colonias. La causa de esta inexplicable
conducta para los que luchaban por la independencia era que, excepto en el Río de la Plata
y Paraguay, la situación de las revoluciones americanas eran pésimas, y temían una cruel
represión realista en nuestro país. Es decir que el Poder Ejecutivo se había unificado en un
Director para enfrentar la guerra, pero los Directores nombrados prefirieron hacer tratativas
antipatrióticas para evitarla.
El congreso de Tucumán y los conflictos en el
río de la Plata:
Los actos arbitrarios de Alvear llevaron a una sublevación federalista en Fontezuelas en 1815.
Se nombró Director Supremo provisorio a José Ignacio Álvarez Thomas y se convocó a un
Congreso en Tucumán para que cumpliera con los objetivos que tres años antes se le habían
dado a la Asamblea del año XIII: independencia y constitución.
El Congreso debía ser realizado en Tucumán, porque las provincias del interior veían que
cada vez que el gobierno central residía en Buenos Aires, relegaba la participación del
interior, y tomaba medidas centralistas y arbitrarias. El congreso de Tucumán comenzó a
sesionar el 24 de marzo de 1816, en medio de una situación complicada.
El Directorio, que era el gobierno central de las Provincias Unidas, estaba perdiendo en la
guerra civil contra la Liga de los Pueblos Libres. La tercera expedición al alto Perú había
fracasado, como las dos anteriores, y esto estaba agravado por las disputas internas entre
José Rondeau, jefe del ejército, y Martín Miguel de Güemes, caudillo de Salta, que
defendía el norte con su ejército gaucho.
Desde Cuyo, San Martín presionaba para que el Congreso de Tucumán declarara la
independencia, a fin de poder salir con el Ejército de los Andes para comenzar su campaña
de liberación de Chile y Perú, que finalmente posibilitaría la liberación del Alto Perú,
territorio integrante de las Provincias Unidas del Río de la Plata pero que estaba bajo la
dominación realista. Cuando estuvo en el norte había evaluado la imposibilidad de derrotar
a los españoles desde Salta y Jujuy: sólo se podía tratar de frenar el avance sobre los
territorios del Río de la Plata mediante la guerra de guerrillas de Güemes. Mientras tanto,
en Buenos Aires, un grupo que se había proclamado federal (liderado por Miguel Estanislao
Soler, Pedro José Agrelo y Manuel Dorrego) comenzó a oponerse abiertamente a la política
directorial. Cuando Belgrano retornó de su misión en Europa, comenzaron los rumores
sobre las misiones secretas enviadas al extranjero, que no garantizaban la independencia.
Los ánimos se exasperaron, Álvarez Thomas renunció y se eligió en Buenos Aires, como
Director Supremo, a Antonio González Balcarce. Las provincias prefirieron nombrar a un
Director entre todos, y surgió el nombre de Juan Martín de Pueyrredón, quien contaba con
los avales de San Martín y de Güemes. Pueyrredón había acordado con San Martín que
colaboraría con la campaña del Ejército de los Andes, una vez declarada la independencia.
Sin embargo, los rebeldes federales de Buenos Aires no lo aceptaron, por lo que después de
que se declarara la independencia, Pueyrredón debió viajar esa provincia para imponer su
autoridad por sobre la de González Balcarce y los federales.
La independencia de las Provincias unidas:
Finalmente, el 9 de julio de 1816, el Congreso de Tucumán, en nombre de las Provincias
Unidas de América del Sud, declara la independencia de España. A este Congreso no
concurren representantes de las provincias que integraban la Liga de los Pueblos Libres,
excepto de Córdoba, ya que los artiguistas desconfiaban de la política centralista de Buenos
Aires. La desconfianza no era sólo de los Pueblos Libres: se rumoreaba que Pueyrredón y
los directoriales porteños apoyaban la invasión de los portugueses sobre la Banda Oriental,
ya que esta situación terminaría con el liderazgo de Artigas. Para no dar pie a esta versión,
el 19 de julio se aclaró, en el acta de independencia, que no queríamos depender de otra
potencia:
Nos los representantes de las Provincias-Unidas en Sud-América, reunidos en congreso
general, invocando al Eterno que preside el universo, en el nombre y por la autoridad de los
pueblos que representamos, protestando al cielo, a las naciones y hombres todos del globo
la justicia que regla nuestros votos, declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es
voluntad unánime e indubitable de estas provincias romper los violentos vínculos que las
ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse
del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando 7, sus sucesores y
metrópoli «y de toda otra dominación extranjera».
Para redactar la Constitución se debía decidir qué forma de gobierno se adoptaría. Se
produjeron largos debates sobre ese tema, porque en Europa dominaba la Santa Alianza, y
muchos políticos consideraban que sería mejor que también nosotros adoptáramos una
forma monárquica de gobierno. La discusión entonces fue cómo nombrar un rey. Manuel
Belgrano propuso –por sus ideas igualitarias y para ganarse el apoyo de los indios del Perú
y Alto Perú, donde eran tan fuertes los españoles– entronar a un inca. Otros mandaron
misiones diplomáticas secretas a Europa para ver qué descendiente real podría venir a
gobernar el Río de la Plata.
ACTIVIDAD:
   A) ¿Qué objetivos tenían las misiones enviadas a Europa por nuestro Directorio?
   B) ¿Por qué ideas crees que San Martín se había distanciado de Alvear?
   C) Deduce por qué estas misiones eran secretas.
   D) Investiga: ¿Quiénes serían esos «genios díscolos» que Alvear quería que Inglaterra
       dominara?
La defensa de la libertad de Güemes y las republiquetas altoperuanas:
Salta se caracterizaba por la gran distancia que separaba a la clase alta terrateniente
y mercantil de las clases bajas, compuestas por campesinos mestizos e indígenas, y
gente de servicio en la ciudad. Con la Revolución se cortó la ruta comercial al Perú, y
las tierras, que quedaron convertidas en única fuente de riqueza, se transformaron en el
escenario de la guerra contra los españoles, con el agravante de que se necesitaban recursos
para llevarla adelante. Martín miguel de Güemes, oficial del Ejército del Norte, encaró la
defensa de la región con medios locales. Decidió que quienes debían poner el esfuerzo
económico para la guerra eran los ricos: ordenó requisas de ganados, contribuciones
forzosas, confiscaciones.
Por problemas con Rondeau, jefe del Ejército Auxiliar del Alto Perú, Güemes se desvinculó
del ejército nacional, derrocó al gobernador nombrado por el Directorio y fue nombrado por
el Cabildo salteño como gobernador y jefe militar. El gobierno central siempre estuvo en
contra de los caudillos... excepto en este caso: Güemes les era indispensable para mantener
a raya a los españoles. Tras la intervención del nuevo Director Supremo Pueyrredón,
Rondeau debió reconciliarse con Güemes y después renunció; y luego de esto se designó en
su lugar nuevamente al General Belgrano.
Güemes estaba orgulloso de la valentía y el arrojo de sus gauchos y utilizaba esa palabra
con arrogancia. Hasta ese momento decir «gaucho» era despectivo: se refería a un ser
marginal, paupérrimo, que no quería atarse a un trabajo fijo, y era considerado por el resto
de la sociedad como «vago y mal entretenido». Este concepto se resignificó con la lucha en
el norte, y se hizo honroso.
El general Paz dijo de ellos:
«Esos bravos salteños, esos gauchos desunidos y con poquísima disciplina, resistieron
victoriosamente a los aguerridos ejércitos españoles; solos, abandonados a sí mismos, sin
más auxilio que su entusiasmo, combatieron con indomable denuedo, y obligaron siempre
a sus orgullosos enemigos a desocupar el territorio que sólo dominaban en el punto en que
materialmente ponían la planta.»
ACTIVIDAD:
   A) Compara las actitudes de las distintas clases sociales salteñas.
   B) Deduce: ¿en quiénes podría confiar Güemes para hacer la guerra?
Tercera campaña al alto Perú y las republiquetas alto peruanas:
En el Alto Perú se habían organizado las republiquetas. Ubicadas en los seis principales
departamentos del actual territorio de Bolivia (Potosí, chuquisaca, oruro, La Paz,
cochabamba y santa cruz), algunas lucharon contra los realistas desde las sublevaciones de
mayo de 1809. Juan Antonio Álvarez de arenales, luego conectado con San Martín, inició
el vasto movimiento guerrillero altoperuano. La muerte de sus caudillos no eliminó
totalmente la lucha, que continuaba intermitentemente en las distintas ciudades: murieron
por fusilamiento de los españoles o en el campo de batalla noventa y tres de sus ciento dos
caudillos, más millares de combatientes. Las Republiquetas protegieron el paso del Ejército
del Norte durante las Campañas al Alto Perú, pero casi todas tuvieron su final en 1816.
Álvarez de Arenales, tras el desastre de Sipe-Sipe, se incorporó al Ejército de los Andes, y
volvió al Alto Perú tras la batalla de Ayacucho (diciembre de 1824) para aniquilar con su
guerrilla a los restos del ejército español.
Con respecto al papel que cumplieron las republiquetas en la guerra por la independencia,
cuenta en sus Memorias el general Paz: «Las republiquetas o reuniones de indios patriotas
en el Perú seguían dándoles en qué entender, lo que no impidió, sin embargo, que las
exterminasen, sin exceptuar la principal, que mandaba el coronel Warnes, quien fue batido
y muerto en un combate cerca de Santa Cruz». Los insurgentes alto peruanos esperaban
ayuda de Buenos Aires, pero ésta nunca llegó: debieron luchar solos.
La republiqueta de Warnes era la más extensa, pero la más importante por su ubicación
estratégica era la que estaba al mando de los esposos Manuel Asencio Padilla y Juana
Azurduy. El Directorio les pedía a ellos, que no tenían medios, que detuvieran el avance de
los españoles, después de que el Ejército del Norte fuera derrotado. El revolucionario
Padilla, indignado, respondió que a pesar de «la infamia y burla de los ejércitos de Buenos
Aires» podía asegurarle que «el enemigo no tendría un momento de descanso». Padilla fue
degollado por los españoles en septiembre de 1816; Juana Azurduy siguió peleando hasta
que se logró la independencia.
Martín Miguel de Güemes murió herido por los españoles a mediados de 1821, como
consecuencia de una invasión sorpresiva a la ciudad de Salta. Sus seguidores continuaron la
resistencia y en pocos meses los españoles fueron expulsados por última vez del territorio
salteño.
La lucha directorial contra artigas y los caudillos:
Los caudillos se oponían a la forma monárquica de gobierno y a las negociaciones secretas
en Europa. El Director Pueyrredón persiguió a los caudillos opositores e incluso alentó la
invasión portuguesa a la Banda Oriental para deshacerse de Artigas por mano extranjera.
Manuel J. García, ministro argentino en Río de Janeiro, escribió al respecto a Pueyrredón,
en 1816: «Creo que en breve desaparecerá Artigas de esa provincia y quizá toda la Banda
Oriental. Vaya pensando en el hombre que ha de tratar con el General Lecor» (jefe de la
invasión portuguesa).
San Martín, que creía en ese momento en las buenas intenciones de Pueyrredón, ya que su
ayuda había sido imprescindible para realizar la campaña contra los españoles en Chile,
había sido convencido de que ésa era la mejor solución. En diciembre de 1816 le escribe a
su amigo Guido: «Yo opino que los portugueses avanzan con pie de plomo esperando la
escuadra para bloquear a Montevideo por mar y por tierra y en mi opinión se la meriendan.
A la verdad, no es la mejor vecindad, pero hablando a usted con franqueza, la prefiero a la
de Artigas».
Más tarde, San Martín se dio cuenta de que estaba equivocado, y de que los caudillos, en
realidad, estaban defendiendo lo que consideraban sus derechos. Por ello en 1819 no
obedeció a Pueyrredón cuando éste le ordenó que repasara los Andes con su ejército desde
Chile (es decir, que volviera al Río de la Plata) sólo para reprimir a los caudillos rebeldes,
dejando de lado la expedición libertadora que estaba preparando en Chile para ir a Perú. En
esa oportunidad, el Libertador se puso a sí mismo en un papel conciliador, tratando de
calmar los ánimos para que cesara la guerra civil en nuestro territorio, y les escribió cartas a
todos los caudillos, e incluso al Director Supremo. Pueyrredón se declaró ofendido por su
mediación, ya que consideró que estaban pasando por sobre su autoridad.
La constitución unitaria de 1819 y la oposición de los caudillos:
Un año después de que Pueyrredón se trasladara a Buenos Aires, también se mudó el
Congreso, que dejó de residir en Tucumán. Tal como lo habían previsto los dirigentes del
interior, con el traslado, el Congreso se perfiló con tendencias cada vez más unitarias o
centralistas. Así, la Constitución redactada en 1819 fue unitaria, aristocrática y con
tendencias monárquicas; aunque no especificaba la forma de gobierno, se dejaba la
posibilidad abierta como para que un rey extranjero viniera a ocupar el Poder Ejecutivo.
Los portugueses ocuparon la banda oriental en 1817, y el Directorio, en lugar de luchar
contra los invasores, quería imponer su autoridad a los caudillos: reprimía sus
desobediencias y los acusaba de rebeldía por no aceptar una Constitución que no fuera
republicana y federal. Los pueblos del interior se oponían a ser considerados como
subordinados de Buenos Aires, como si fueran inferiores, y por eso defendieron la
confederación o la federación de provincias.
Cepeda y la caída del gobierno central:
Pueyrredón, sin poder controlar la situación, renunció. El nuevo Director Supremo
fue Rondeau, quien volvió a solicitar a los Ejércitos de los Andes y del Norte que
reprimieran a los caudillos y sus montoneras. San Martín, al frente del Ejército de los
Andes, no obedeció, porque consideraba que se trataba de una guerra civil, y él quería una
guerra de independencia, no una fratricida. Belgrano, en el mando del Ejército del Norte,
envió a su cuerpo principal hacia Buenos Aires. Pero éste, comandado por Juan Bautista
bustos, se sublevó el 8 de enero de 1820 en la posta de Arequito. Con menos efectivos,
Rondeau se enfrentó a los caudillos Estanislao López y Francisco Ramírez (de las
provincias de Santa Fe y Entre Ríos, respectivamente) y fue vencido en la batalla de cepeda
el 1º de febrero de 1820. Con la derrota del Directorio se terminaba el gobierno central que
había comenzado el 25 de mayo de 1810.
Los caudillos triunfantes en Cepeda reaccionaron ante la postura centralista de Buenos
Aires, y la vencieron. Ramírez, después de su victoria, mandó una proclama a los habitantes
de la ciudad de Buenos Aires para que se tranquilizaran, y en ella les decía: «Marchamos
sobre la Capital no para talar vuestras campañas ni para mezclarnos en vuestras
deliberaciones, sino para castigar a los tiranos, si fueren tan necios que aún osaren
pretender el mando con que casi os han vuelto a la esclavitud».
Y en carta a un amigo, Francisco Ramírez le explica que él quiere continuar la Revolución
de Mayo:
«El año 20, decían los aristócratas, era el que debía marcar el fin de la revolución,
estableciendo el poder absoluto para consumar nuestro exterminio, repartiéndose entre sí
los empleos y riquezas del país a la sombra de un niño coronado que ni por sí ni por la
impotente familia a que pertenece podía oponerse a la regencia intrigante establecida y
sostenida por ellos mismos».
                                       UNIDAD 2
TEMAS:
  1. Las consecuencias de las guerras de independencia: transformaciones de la
     estructura social, política y económica. Formación de los centros dinámicos de la
     revolución.
  2. Impacto de las guerras en la vida cotidiana y en la esfera productiva. Crisis en las
     economías regionales, creciente importancia de la presencia económica de Gran
     Bretaña y su impacto sobre la organización económica de las ex colonias españolas.
  3. El Río de la Plata después de la Independencia: conservación de la estructura social
     y eliminación de las instituciones coloniales.
  4. Transformación del perfil económico-social de la elite porteña: de la ciudad al
     campo. La expansión ganadera. La formación de los núcleos burgueses regionales
     (terratenientes/haciendas).
  5. Los conflictos políticos de la pos independencia La inestabilidad en la organización
     de los nuevos Gobiernos. Guerras civiles (Cepeda). El gobierno de Buenos Aires
     (Martin Rodríguez) y el plan económico del grupo rivadaviano.
  6. Estado soberano y mundo rural: el caudillismo, caciquismo. (1810-1852)
     Organización y financiamiento de los nuevos estados. Regionalismos, federalismo.
     El campesinado y los nuevos estados. La organización de los espacios productivos:
     estancias y saladeros. Los sectores sociales en la ciudad y el campo: trama de
     relaciones. La herencia cultural de la colonia y las nuevas ideas: tensiones en la elite
     dirigente.
  7. El proyecto de la Confederación Argentina en tiempos de Rosas. La transición hacia
     el “federalismo rosista”. Relaciones con el sistema económico mundial. La política
     de la Confederación: participación de los sectores populares. Rosas y la elite
     intelectual: alianzas y exilio. La Generación del 37. Pactos, Ley de Aduanas. La
     Confederación Argentina como problema en la producción historiográfica
     argentina.
                      La América independiente:
Los Estados que se crearon después de las revoluciones de independencia heredaron una
difícil situación política y económica. La guerra de independencia dejó una población
militarizada y fuertes enfrentamientos interregionales. El derrumbe del comercio y la
producción orientados a la península ibérica afectó a diversos sectores sociales. Veamos...
Consecuencias de la independencia:
Las revoluciones de independencia destruyeron las instituciones que ataban las colonias
americanas a la metrópoli española, como las capitanías, los virreinatos, los impuestos y el
monopolio comercial. Aunque las relaciones de poder entre las elites coloniales y las clases
subalternas cambiaron debido a la movilización militar de indígenas, mestizos y afro
descendientes, la estructura social de la colonia, basada en la servidumbre y la esclavitud de
los sectores populares, no sufrió alteraciones significativas.
Durante la época colonial, la producción y el comercio se organizaron para exportar
metales preciosos y otras materias primas a la península ibérica. Con la independencia y el
fin del monopolio comercial, las elites criollas de las ciudades portuarias se asociaron con
Gran Bretaña, interesada en vender sus manufacturas. La guerra de independencia y la
caída del orden colonial acentuaron las rivalidades entre ciudades, pueblos y provincias,
que expresaban distintos intereses regionales. Frente a la imposibilidad de fijar una
autoridad central, el poder político era ejercido en cada localidad por familias criollas
dueñas de haciendas, plantaciones, minas o emporios comerciales. Los grandes virreinatos
se fragmentaron en pequeñas repúblicas, con excepción del Imperio del Brasil.
Diferentes tendencias políticas
Las elites criollas rivalizaban por el libre comercio, la recaudación de impuestos y la
relación con las grandes potencias. Por eso, en las primeras décadas independientes
estallaron guerras civiles entre conservadores y liberales y entre proyectos federales y
unitarios o centralistas, según los intereses de cada región.
Los grupos conservadores, integrados mayoritariamente por los terratenientes y los sectores
rurales, estaban a favor de la defensa de las instituciones tradicionales como la Iglesia y el
Ejército y eran proteccionistas en el aspecto económico. En tanto, los liberales, en su
mayoría comerciantes y abogados de los sectores urbanos, procuraban la sanción de una
constitución que defendiera la libertad de comercio y los derechos civiles. Estas libertades
iban en contra de los privilegios que detentaban los funcionarios eclesiásticos y los
miembros del Ejército. Ambas tendencias políticas se inclinaron indistintamente por
proyectos federales, que daban autonomía a cada una de las unidades que integraban el
territorio, o proyectos unitarios, que pretendían gobiernos fuertes y centralizados en las
capitales, según los distintos períodos y regiones.
Aquellos grupos políticos que defendían el federalismo lo hacían movidos por los
enfrentamientos regionales o a raíz de la desconfianza que generaban las capitales con
respecto a las provincias. Además, postulaban al federalismo como un freno al
establecimiento de gobiernos tiránicos. En tanto, aquellos que defendían los gobiernos
centralistas, en muchos casos, también hubieran deseado una constitución liberal basada en
el federalismo pero lo consideraban un sistema inapropiado para las colonias
hispanoamericanas. Según los centralistas, el dominio de los españoles había sumido a los
habitantes de las colonias en la ignorancia y la falta de práctica política, de modo que no
estaban preparados para un tipo de gobierno republicano y democrático.
ACTIVIDAD:
  1) ¿Qué cambios y continuidades experimentaron las sociedades americanas tras la
     independencia?
  2) ¿Cómo se organizó el poder político tras la caída del sistema colonial, y qué
     tensiones surgieron entre las elites criollas?
  3) ¿Cuáles eran los argumentos de los grupos políticos que apoyaban los gobiernos
     federalistas y cuáles los que preferían gobiernos centralistas?
              La economía en América Latina
La guerra de independencia dejó como saldo en América Latina una economía
desorganizada por el desmantelamiento del sistema colonial. Con el libre comercio, la
mayoría de los países se orientaron al intercambio ultramarino con Gran Bretaña. En tanto,
las economías regionales sufrieron por la falta de inversiones y el estancamiento de la
producción. Veamos...
Estancamiento de la economía:
Las primeras décadas independientes de América Latina estuvieron marcadas por un fuerte
estancamiento de la economía. La crisis de las redes comerciales que organizaban la
producción americana en dirección a España hundió a varias regiones como el Alto Perú,
que dejó de ser atractivo para los comerciantes de Buenos Aires.
La guerra de independencia le restó mano de obra a las actividades productivas. El
reclutamiento de soldados para la conformación de los ejércitos alteró la organización del
trabajo en diferentes regiones. Por ejemplo, disminuyó drásticamente el número de esclavos
que realizaban los trabajos forzosos en Brasil, el Caribe y la región andina.
Los enfrenamientos entre patriotas y realistas también destruyeron los bienes de las
poblaciones que estaban a su paso. Muchas personas sufrieron la pérdida de su ganado, que
fue utilizado para alimentar a los soldados, y su dinero, que era apropiado por las tropas
para solventar los gastos de la guerra. Además, gran cantidad de recursos naturales se
perdieron durante las batallas, por ejemplo, los campos que fueron arrasados o las minas
que quedaron inutilizadas. Frente a este panorama, las repúblicas criollas reorientaron sus
economías hacia el Imperio británico.
El fin del monopolio comercial:
La crisis de las monarquías ibéricas eliminó a España y Portugal como intermediarios
exclusivos del comercio entre Europa y América. El fin del monopolio benefició
principalmente a Gran Bretaña, que abrió establecimientos comerciales en las principales
ciudades portuarias, como Valparaíso, los puertos del Perú, los del norte de México o
Buenos Aires. Allí, se Introdujo el comercio británico y creó redes en el Interior. Los
comerciantes locales, que vivían de la compraventa de productos entre las colonias, fueron
perdiendo poder frente a los comerciantes extranjeros. En ciudades como Buenos Aires y
Valparaíso, los apellidos ingleses reemplazaron a los criollos en las clases más
acomodadas. Asimismo, las casas más ricas de las ciudades fueron pasando a manos de los
empresarios británicos.
Como vimos, la difusión de los productos manufacturados británicos, más baratos que los
elaborados por los talleres americanos, provocaría más tarde la ruina de los artesanos
locales, que no podían competir con la productividad de las fábricas inglesas.
Como contrapartida de los tratados comerciales firmados con Inglaterra, la mayor parte de
las exportaciones americanas se dirigían a Londres, pero muy pronto la balanza comercial
se tornó deficitaria para América Latina.
Empresarios latinoamericanos:
Irineo Evangelista de Sousa, barón de Mauá, participó en audaces proyectos industriales y
financieros, que incluyeron la construcción de vías férreas, fundiciones, astilleros navales,
tendidos eléctricos y entidades bancarias. Incluso, llegó a fundar una compañía naviera para
navegar por el Amazonas. Sin embargo, no recibió suficiente apoyo del gobierno brasileño
dominado por los terratenientes, y varios de sus emprendimientos pasaron a manos
británicas. Por el contrario, muchos empresarios latinoamericanos optaron por asociarse
con Inglaterra y dedicarse a las tradicionales exportaciones primarias.
La presencia económica extranjera:
Entre 1820 y 1850, el crecimiento económico de Europa perdió fuerza, y se redujo la
posibilidad de realizar grandes inversiones fuera del Viejo Mundo. Esta falta de inversiones
repercutió de manera negativa en la economía latinoamericana. Para volver al camino del
crecimiento, luego del derrumbe del sistema de monopolio colonial, era necesaria la
inversión en infraestructura para el desarrollo de la minería, las plantaciones y los caminos.
Los empresarios extranjeros no estaban interesados en colocar su capital en la producción
de países que se encontraban en medio de guerras civiles y no disponían de una mano de
obra muy disciplinada. Por el contrario, preferían las ganancias rápidas y seguras que solo
podía darles el comercio entre productos industrializados y materias primas.
Los nuevos competidores:
En este contexto, surgieron nuevos competidores para el comercio de Gran Bretaña, como
Estados Unidos, Francia y Alemania. El mayor rival fue Estados Unidos que comenzó a
ganar mercados en México, Lima y Buenos Aires. Los comerciantes estadounidenses
ofrecían una gran variedad de mercancías a precios muy convenientes basados en un
sistema comercial y de navegación más ágil que el de los británicos. Incluso, vendían un
tejido más barato que el producido en las fábricas de Manchester.
En menor medida, franceses y alemanes también lograron introducir mercaderías más
costosas, llamadas de lujo y semilujo, que eran muy apreciadas por las clases acomodadas.
Si bien estas potencias lograron penetrar y competir en el mercado latinoamericano, los
británicos siguieron manteniendo la hegemonía del comercio. En consecuencia, las
economías latinoamericanas se abrieron aún más al mercado internacional y se relacionaron
con las grandes potencias a través del comercio ultramarino.
Las economías regionales:
El aumento de las compras de bienes manufacturados generó la necesidad de incrementar
las exportaciones latinoamericanas para poder pagar las importaciones.
Aunque Europa y Estados Unidos estaban lejos de poder controlar en este período el rumbo
de las economías de América Latina, el comercio exterior creó un nuevo tipo de
dependencia.
La producción de materias primas tuvo que adaptarse en algunas regiones a la demanda de
los países industrializados. La reestructuración económica con miras al mercado europeo y
norteamericano benefició a los países orientados al comercio atlántico, que continuaron
exportando productos agrícolas y ganaderos. Este fue el caso de Venezuela, que pese haber
sufrido feroces combates a lo largo de su territorio, pudo orientar su producción agrícola
hacia el mercado internacional, o el caso del Río de la Plata, que tras largos bloqueos y
desorden interno, logró desarrollar la ganadería hacia esta nueva organización comercial.
En cambio, países como Bolivia, Perú y México, que habían centrado su economía en la
producción minera, precisaban de grandes inversiones de capital para rehabilitarse.
Lo mismo sucedió con las producciones de las economías regionales ubicadas en América
Central, que estaban más aisladas del comercio mundial. En países como Honduras,
Nicaragua y Costa Rica, la producción en las haciendas estaba medianamente desarrollada,
pero no contaba con un circuito comercial preexistente para la llegada de las importaciones.
En consecuencia, se dificultaba la apertura al mercado internacional.
ACTIVIDAD:
1. ¿Qué impacto tuvo el fin del régimen colonial y la guerra de independencia en las
economías latinoamericanas?
2. ¿Cómo se modificaron las relaciones económicas con Europa a partir de la implantación
del libre comercio?
3. ¿Por qué los hombres de negocios extranjeros no querían realizar inversiones productivas
en América Latina?
La reorganización de los espacios productivos.
La independencia de los países de América Latina provocó una reestructuración de los
espacios productivos pero sin un cambio profundo en la manera de organizar la producción.
Algunas regiones expandieron su economía gracias a la ganadería, la agricultura y la
minería para la exportación. Pero los países que tenían una producción menos atractiva para
el mercado mundial se estancaron. Veamos...
Artesanos locales y apertura al libre comercio:
Como vimos, la ruptura del dominio colonial y el fin del monopolio español sobre el
comercio americano no modificaron en lo esencial el tipo de actividades productivas de la
región. América Latina continuó exportando materias primas a partir de la agricultura, la
ganadería y la minería. Mientras, los talleres artesanales podían trabajar sin las antiguas
trabas del régimen colonial, pero ahora tenían que competir con las manufacturas
británicas.
En los primeros años de la independencia, los tejidos fabricados afuera coexistieron con la
producción de los artesanos locales. En las regiones más abiertas al libre comercio, en
cambio, el sector textil tendió a industrializarse, de modo que los artesanos fueron
perdiendo su condición de productores independientes para convertirse en trabajadores
asalariados.
A pesar de todo, en México los artesanos sobrevivieron gracias a que existía un mercado
interno, desarrollado desde la época colonial, y redes comerciales locales muy extendidas.
Uno de los centros urbanos que presentaba una gran concentración de artesanos textiles era
la ciudad de Puebla, que posibilitó luego el desarrollo de esta industria. En Perú y Bolivia,
los artesanos indígenas conservaron sus prácticas productivas tradicionales, debido al
aislamiento de la economía andina.
Minería:
El sector minero, que había sido el más dinámico de la economía colonial, experimentó una
fuerte decadencia y tardó muchos años en recuperarse de la guerra. Las minas demandaban
una gran cantidad de capital y de mano de obra para ponerse en marcha, y ambos
escaseaban. México había sido la zona minera más rica a fines del período colonial, pero
las consecuencias de la guerra provocaron la destrucción de muchos obrajes y socavones
para la extracción de metales. A su vez, las agresiones a los mineros por parte de los
ejércitos o el reclutamiento de trabajadores para las tropas provocaron la disminución de la
fuerza de trabajo. A esto se sumó el lento desarrollo de la minería por la falta de inversiones
de capital.
En Perú los mayores porcentajes de la producción estaban centrados en la extracción de la
plata. Ciertas inversiones permitieron mejorar de manera temporaria el rendimiento minero,
que igual luego se estancaría. Este proceso de decadencia se produciría por un lado, debido
a la falta de incorporación de nuevas tecnologías que reemplazaran la enorme suma de
dinero necesaria para emplear una gran cantidad de mano de obra y, por el otro, a causa de
los obstáculos técnicos para llegar a las zonas mineras, como las que se ubicaban en la
Sierra Central.
Solamente en Chile se produjo una expansión de la minería a partir del desarrollo de la
extracción del cobre, que superó ampliamente los valores de la plata y el oro. En síntesis, la
mayoría de las inversiones extranjeras que intentaron explotar las minas, sobre todo en
México y en los Andes, fracasaron a la hora de generar ganancias y sostener la producción.
Por otro lado, no se registró una fuerte renovación técnica ni organizativa en la extracción
de los metales que permitiera salir del estancamiento.
Agricultura
En la primera mitad del siglo XIX, la producción agrícola no sufrió grandes
modificaciones, ya que muchas haciendas y comunidades aldeanas producían para el
mercado interno o para su propia subsistencia. En los países de clima tropical como
Venezuela y Ecuador, el cacao se siguió exportando a España, como ocurría antes de la
independencia.
La guerra permitió la manumisión* de los esclavos, razón por la cual los plantadores
recurrieron cada vez más al trabajo asalariado. Los propietarios brasileños fueron muy
proclives a concederles la libertad a sus esclavos, por ejemplo, para la supervisión del
trabajo de otros esclavos. Por otro lado, surgieron nuevos productos de exportación con
más llegada al mercado europeo y norteamericano. El cultivo de café, por ejemplo, empezó
a desarrollarse en la década de 1830 en Venezuela, Colombia y Brasil, transformándose
más tarde en el principal rubro de sus economías. En el caso de Venezuela, los hacendados
tomaron créditos ofrecidos por los británicos, que les permitieron extender las áreas de
cultivo y así lograr un lugar preponderante en el mercado mundial.
Las plantaciones azucareras con mano de obra esclava también continuaron sus ventas en
los mercados de ultramar. En el caso de Cuba, tuvo un crecimiento espectacular comparado
con el resto de América Latina, ya que se benefició con la larga guerra de independencia de
Haití, uno de los principales productores de azúcar de la región. Entre 1815 y 1850 la
industria azucarera cubana cuadruplicó sus volúmenes de exportación, pues pasó de 40.000
toneladas a unas 200.000, y aumentó sus valores.
Ganadería:
La ganadería de América Latina fue el rubro de la economía que mejor se adaptó a las
nuevas condiciones impuestas por el libre comercio. Esto se debía a que la cría de ganado
con destino a la exportación requería menos capital y trabajadores que la agricultura y la
minería, rindiendo beneficios inmediatos. De esta manera, la ganadería vacuna se extendió
por varios países y regiones como México, América Central, Brasil [FIG. 103], Venezuela,
Colombia, Chile y el Río de la Plata. En algunas áreas de América Latina, como en el Río
de la Plata, los ganaderos experimentaron una creciente prosperidad basada en la extensión
de las tierras disponibles y el libre acceso al mercado europeo. El circuito se basaba en la
necesidad de los importadores que precisaban productos para exportar a Europa, para luego
cargar los barcos en los viajes de regreso con bienes manufacturados.
También se mantuvo y expandió la exportación de carne salada (tasajo) en otros países
latinoamericanos, ya que los plantadores de Brasil y el Caribe la importaban para alimentar
a sus esclavos. Asimismo, se expandieron los establecimientos denominados vapores que
producían sebo y grasa concentrada al vapor, utilizada, por ejemplo, para fabricar velas.
ACTIVIDAD:
  1- ¿Qué impacto tuvo el fin del monopolio comercial español en la producción
     artesanal latinoamericana? ¿Y en la producción agrícola?
  2- ¿Por qué la minería tardó muchos años en recuperar sus niveles de producción?
  3- Expliquen cuáles fueron los factores que permitieron el desarrollo ganadero en las
     primeras décadas independientes, teniendo en cuenta los mercados de exportación y
     las innovaciones productivas.
                          Los cambios sociales.
Aunque las revoluciones de independencia impulsaron reformas liberales que mejoraron la
vida de los sectores populares, la servidumbre y la esclavitud no se modificaron. La
hacienda se consolidó como base de la economía, organizador social y fuente de poder
político. Veamos...
De las ciudades al campo:
Como vimos, los grandes centros urbanos y el tráfico comercial dirigido a los mercados de
ultramar habían sido los principales estímulos de las economías latinoamericanas, tendencia
que se remontaba al vínculo colonial con España.
Entre 1820 y 1850, como resultado de las guerras civiles y del desmembramiento de los
antiguos virreinatos, el centro del poder social y político pasó de las ciudades al campo, en
un continente donde la población seguía siendo predominantemente rural.
Terratenientes y haciendas:
La sociedad poscolonial se caracterizó por la supremacía económica de la hacienda, una
gran propiedad dedicada a la agricultura o la ganadería. Esta era la fuente del poder político
de la elite terrateniente por varias razones: primero, por las ganancias que obtenía
explotando la tierra y el trabajo de las masas rurales; segundo, por el control social que
ejercía sobre los pobres del campo, a través del reparto de tierras y el servicio militar;
tercero, por el status que obtenía en los círculos de la alta sociedad gracias a la riqueza, la
fama y la cercanía a las esferas gubernamentales. En ocasiones, algunos miembros de las
clases subalternas se convirtieron en terratenientes, gracias a la carrera militar realizada en
la guerra de independencia.
Si bien está muy extendida la idea de que en América Latina la hacienda empobreció a los
pequeños propietarios rurales, según observa el historiador Jorge Gelman, en el Río de la
Plata no se presentó dicho proceso. Por el contrario, en la medida que los propietarios
porteños se enriquecían, no aumentó la desigualdad en términos generales. Esto se debió a
que, mientras se expandía la gran hacienda, también se favorecía a un amplio sector de
pequeños y medianos productores.
Iglesia poscolonial:
La crisis en el orden colonial también se observó en la Iglesia. Una vez liberados de la
Corona, los miembros del clero debieron adecuarse a la sociedad revolucionaria. Muchos
obispos y párrocos que se oponían a los nuevos gobiernos sufrieron la cárcel y el exilio y
fueron reemplazados por sacerdotes que estaban a favor de la causa patriota La nueva
Iglesia se empobreció y se subordinó al poder político. De todas formas, este proceso no se
presentó de igual manera en todas partes de América Latina. En aquellas regiones donde
tenía un mayor prestigio popular, como México, Guatemala y Nueva Granada, mantuvo un
mayor poder. Además, allí la Iglesia contaba con importantes recursos económicos, ya que
administraba numerosos conventos y fundaciones. En cambio, en regiones como el Río de
la Plata las deserciones de curas y frailes fueron masivas. Allí, fue más fuerte la política de
laicización, que le quitó poder a la comunidad eclesiástica.
En los espacios urbanos, centro de la actividad política y revolucionaria, fue más evidente
la pérdida del poder eclesiástico. En cambio, en los espacios rurales los sacerdotes
mantuvieron cierta autoridad. Allí, además de encargarse de los asuntos de la parroquia,
tenían a cargo la inscripción de los nacimientos, la notación de los casamientos y
confección de las actas de defunción. Otras actividades a cargo de los sacerdotes eran la
instrucción primaria y las fiestas religiosas. Sin embargo, estuvieron subordinados al poder
de las elites terratenientes.
Campesinos indígenas:
Las autoridades coloniales habían creado un sistema de segregación racial entre indígenas,
españoles y criollos con derechos y deberes desiguales, que beneficiaba ampliamente a las
minorías blancas. La república de indios, no obstante, reconocía legalmente a las
comunidades rurales indígenas y sus autoridades locales.
Las revoluciones de independencia consagraron la igualdad ante la ley, pero al mismo
tiempo eliminaron los derechos de la comunidad indígena. En adelante, los terratenientes
no tendrían ningún freno legal para despojar a los indígenas de sus tierras, que lindaban con
las haciendas.
Si bien la servidumbre y el tributo indígena fueron abolidos, esta igualdad solo era formal
ya que la carencia de mano de obra hizo que los dueños de las plantaciones, haciendas y
minas los obligaran a los indígenas a realizar trabajos forzados. Incluso, las propias
comunidades indígenas se mostraron renuentes a la eliminación de los tributos, ya que
preferían mantener sus costumbres frente al avance de las normas impuestas por los nuevos
gobiernos republicanos.
De todas maneras, en la mayor parte de las zonas rurales de América Latina se impusieron
relaciones de trabajo forzado, como el peonaje por deudas, que escondía una relación de
servidumbre. El terrateniente contrataba al campesino sin tierra para trabajar en su hacienda
a cambio de un salario que le pagaba con vales solo utilizables en las tiendas del mismo
hacendado.
Esclavos:
Durante las revoluciones de independencia, Argentina, Chile, la Gran Colombia y Perú
decretaron la libertad de vientres, que permitió la emancipación de los hijos de esclavos.
Esta medida indicaba que los niños nacidos de una madre esclava pasaban a ser libres a
partir de la sanción de la ley. Sin embargo, esta libertad solo podría ser ejercida en tanto los
padres pudieran afrontar la manutención de los niños mediante el pago de una suma de
dinero a sus amos. En muchos casos, esto no era posible, de modo que los niños
permanecían como esclavos. En la década de 1820, Chile, México y los países de América
central abolieron la esclavitud en todas sus formas, pero allí esta institución no era la base
del poder económico y social de la elite. En los países donde las plantaciones eran el motor
de la economía de exportación, la esclavitud se prolongó hasta finales del siglo XIX. Por
ejemplo, en Cuba fue suprimida hacia 1886 y en Brasil, en 1888
ACTIVIDAD:
1. Realicen un informe sobre la hacienda y su importancia como base de la economía,
organizador de la sociedad y fuente de poder político en la América Latina independiente.
2. Expliquen cómo repercutieron en la Iglesia los cambios sociales en el período
poscolonial.
3. ¿Cuál fue la situación de las comunidades indígenas ante la consagración de la igualdad
impulsada por los gobiernos revolucionarios? ¿Por qué se dice que la igualdad era solo
formal?
4. ¿Cuáles fueron las consecuencias de la declaración de la libertad de vientres?
      Las provincias unidas tras la independencia.
                  La disgregación del poder central:
A comienzos de 1820, el conflicto entre quienes impulsaban la formación de un gobierno
central fuerte y quienes postulaban el establecimiento de una confederación desembocó en
el enfrentamiento armado. La derrota de las fuerzas del Directorio frente a las tropas de
Santa Fe y Entre Ríos en la batalla de Cepeda provocó la desaparición del gobierno central
y el comienzo de una nueva etapa en la vida de las Provincias Unidas. Veamos...
Dos modelos en disputa:
Cuando comenzaba 1817, la guerra contra los españoles se hallaba en pleno curso, todavía
lejos de una resolución. Debido al peligro que significaba la constante amenaza del avance
de los ejércitos realistas desde el norte, el Congreso decidió abandonar Tucumán y
trasladarse a Buenos Aires. Una vez instalados en la antigua capital virreinal, los diputados
se abocaron a la tarea de alcanzar el gran objetivo que no habían cumplido en 1816: la
redacción de una constitución para los territorios independizados de España.
Durante los debates, pronto volvieron a aparecer las fuertes diferencias entre dos modelos
de organización, que como ya vimos se habían manifestado en el Congreso de Tucumán.
Por un lado, los representantes porteños buscaban imponer una carta constitucional de
carácter unitario, que garantizara la supremacía de Buenos Aires como cabeza del nuevo
Estado nacional, y redujera las autonomías provinciales. Por el otro, las provincias
impulsaban un tipo de organización confederal [FIG. 120]. Entre ellas se destacaban las del
Litoral (Entre Ríos, Santa Fe y Corrientes), que seguían las ideas de Artigas. Finalmente, en
1819 el Congreso sancionó una constitución que satisfacía los deseos de los porteños y
afectaba seriamente los intereses de las provincias. Por ejemplo, establecía un gobierno
central fuerte a cargo de un director, que tenía atribuciones para intervenir decisivamente en
la designación de los gobernadores provinciales.
El rechazo de la Constitución de 1819:
La Constitución fue inmediatamente rechazada por los gobernadores de Santa Fe,
Estanislao López, y de Entre Ríos, Francisco Ramírez. Luego de la renuncia del director
supremo Pueyrredón y su reemplazo por José Rondeau era evidente que el conflicto ya no
podría ser resuelto de manera pacífica. Para hacer frente al inminente ataque de López y
Ramírez, Rondeau recurrió al Ejército del Norte y le ordenó que se movilizara a Buenos
Aires para unirse a las fuerzas porteñas. Bajo el mando del cordobés Juan Bautista Bustos,
las tropas emprendieron la marcha. Sin embargo, cuando llegaron a la posta de Arequito, en
enero de 1820, se sublevaron y se negaron a cumplir las órdenes del director supremo.
Bustos regresó a Córdoba, asumió como gobernador y convocó a un congreso de todas las
provincias. Aunque la suerte parecía echada, Rondeau decidió luchar con las únicas tropas
que tenía a disposición, las de Buenos Aires. El enfrentamiento tuvo lugar en la cañada de
Cepeda, en el norte de la provincia, donde los cerca de 1.600 hombres al mando de los
caudillos del Litoral vencieron a las tropas directoriales.
Consumada la derrota, Rondeau renunció a su cargo y el poder en la provincia quedó
transitoriamente en manos del Cabildo. Posteriormente, la disolución del Directorio y el
Congreso determinó el final del primer ensayo de organización nacional.
ACTIVIDAD:
1. ¿Qué modelos de organización se enfrentaron en el congreso reunido en Buenos Aires?
2. ¿Por qué fracasó la Constitución de 1819?
3. Expliquen cuáles fueron las consecuencias de la derrota de Buenos Aires en la batalla de
Cepeda.
                             Tiempo de caudillos.
En los territorios del ex virreinato del Río de la Plata, el conflicto latinoamericano entre
liberales y conservadores se encarnó en el enfrentamiento entre unitarios y federales.
Mientras Buenos Aires buscaba imponer un gobierno central con amplios poderes, las
provincias del Interior defendían su autonomía. Veamos...
Caudillos:
El derrumbe del gobierno central en 1820 como consecuencia del enfrentamiento entre
Buenos Aires y el Litoral colocó en el centro de la escena política a los caudillos
provinciales.
Como ya se explicó, los caudillos eran jefes militares que tomaron en sus manos los
gobiernos de sus provincias en situaciones de emergencia. Algunos habían luchado en las
guerras de la independencia; otros, eran grandes hacendados. Todos mostraban una gran
capacidad de liderazgo y ejercían una gran influencia sobre los trabajadores de las zonas
rurales; es decir, su base de poder se hallaba en las masas rurales, a las que integraban
políticamente en sus milicias. Las elites urbanas delegaron su poder en los caudillos, y
resignaron la posibilidad de gobernar a cambio de seguridad para sus negocios y autonomía
para sus provincias. Como consecuencia, el eje del poder político pasó de la ciudad al
campo.
Caudillismo en Entre Ríos y Mendoza:
La trayectoria de los caudillos provinciales muestra la turbulenta situación política que se
vivió en los territorios del antiguo virreinato del Río de la Plata luego de la independencia.
Los casos del entrerriano Francisco Ramírez y del mendocino José Félix Aldao constituyen
dos buenos ejemplos. Ramírez, conocido como el Supremo Entrerriano, estaba alineado con
Artigas. En 1816 había sido designado por el caudillo oriental como comandante de
Concepción del Uruguay, donde enfrentó a las tropas portuguesas y colaboró con el ideal
federal de la Liga de los Pueblos Libres.
En septiembre de 1820, luego de Cepeda y ya como gobernador de su provincia, Ramírez
asumió como jefe supremo de la República de Entre Ríos, que abarcaba los territorios de
Entre Ríos, Corrientes y Misiones. En este período dictó los reglamentos del Orden Militar,
del Orden Político y del Orden Económico; textos que condensaban su pensamiento en
favor del federalismo.
Luego de largos enfrentamientos con Estanislao López, fue vencido por una alianza entre
Buenos Aires y Santa Fe. El 10 de julio de 1821 fue muerto por hombres de López, y su
cabeza terminó expuesta en una jaula colocada en la entrada del Cabildo santafesino.
Aldao, en cambio, fue un fraile dominico que descubrió su vocación militar en el Ejército
de los Andes. Su participación en la guerra civil del lado federal le permitió en 1829
proclamarse gobernador de Mendoza. Su gestión se destacó por la obra de gobierno, pero
también por ser implacable con sus enemigos.
Unitarios y federales:
Como se explicó, en los debates constitucionales de 1819 se enfrentaron dos grupos que
expresaban diferentes puntos de vista sobre la forma de organizar el país: los unitarios y los
federales. Si bien los unitarios eran mayoría en Buenos Aires, y los federales en las
provincias del Interior, en ocasiones podía darse la situación inversa.
Los unitarios impulsaban la formación de un gobierno central que concentrara el poder
político por encima de los intereses provinciales. Creían que la legitimidad del Estado
provenía de la soberanía popular, a la que consideraban única e indivisible. Los federales,
en cambio, defendían la autonomía de las provincias: según ellos, cada una debía ejercer el
derecho de redactar sus constituciones, dictar sus leyes y elegir a sus gobernantes. A su vez,
pensaban que la mejor forma de gobierno era la confederación, una asociación de
provincias autónomas sin una autoridad centralizada. Defendían la soberanía de los pueblos
a la manera colonial, argumentando que el poder emanaba de un pacto entre ciudades,
provincias y gobernantes.
Tratados entre las provincias:
A pesar de que luego de 1820 las provincias se declararon Estados autónomos, nunca
renunciaron a la idea de organizar un gobierno común para todas. Esta intención se vio
reflejada en la firma de pactos o tratados entre ellas. Así, por ejemplo, en febrero de 1820,
tras la batalla de Cepeda, los gobernadores de Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe
firmaron el Tratado del Pilar, que declaró el cese de las hostilidades, proclamó la unidad
nacional y fijó plazos para la creación de un gobierno central de tipo federalista. En
noviembre de 1820, luego de años de enfrentamientos, Buenos Aires y Santa Fe firmaron el
Tratado de Benegas, que establecía la paz entre ambas provincias y la voluntad de
organizar un Congreso en Córdoba.
En 1822, Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos, y Corrientes firmaron el Tratado del
Cuadrilátero, que establecía la libre navegación de los ríos interiores (el Paraná y el
Uruguay), garantizaba la alianza recíproca en caso de ataques exteriores y le otorgaba a los
firmantes el derecho de convocar a un Congreso para tratar la organización nacional. Sin
embargo, Buenos Aires intentó dividir a las provincias del Litoral: buscó atraer a los
gobernadores de Santa Fe y Córdoba para aislar a Entre Ríos.
ACTIVIDAD:
1. ¿Cuáles eran las bases de poder de los caudillos?
2. ¿Cómo abordó el Tratado del Pilar la cuestión de la unidad nacional y la autonomía
provincial?
3. Organicen un juego de rol dividiendo a la clase en unitarios y federales. Defiendan las
ideas de cada facción argumentando sobre la necesidad de un gobierno nacional o de una
confederación.
                    Las autonomías provinciales.
Luego de la caída del Directorio, las provincias asumieron plenamente sus autonomías y
comenzaron una existencia similar a la de repúblicas independientes. De manera
progresiva, los Estados provinciales fueron redactando y sancionando sus propias
constituciones, organizando sus gobiernos, y creando las instituciones necesarias para su
administración. Veamos...
De intendencias virreinales a provincias soberanas:
La derrota porteña en la batalla de Cepeda y la disolución del Congreso General
Constituyente sepultaron el proyecto de unión de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
La caída del gobierno central dejó un espacio que de inmediato fue ocupado por un
conjunto de provincias que siguieron declarándose unidas, aunque, como vimos, solo lo
estuvieron mediante la firma de pactos y tratados entre ellas; solo reconocían como vínculo
común entre todas la delegación en Buenos Aires del manejo de las relaciones exteriores.
Poco a poco, las capitales de provincia se fueron organizando como unidades políticas
soberanas e independientes. Los nuevos Estados provinciales se dedicaron, entonces, a
organizarse internamente: dictaron sus constituciones, crearon sus instituciones de gobierno
y elaboraron sistemas electorales para elegir a sus gobernantes.
Las provincias que existían a comienzos de la década de 1820 eran muy distintas de las
actuales. Se trataba de unidades territoriales que habían formado parte del régimen de
intendencias instaurado por los Borbones, conformadas por las ciudades más importantes
del Interior y las zonas rurales que las rodeaban. Luego de la independencia, su estructura y
sus límites territoriales se fueron modificando. En 1813, el Triunvirato separó a San Luis,
San Juan y Mendoza de la Intendencia de Córdoba, y creó la gobernación de Cuyo. Lo
mismo ocurrió entre 1814 y 1818 con las provincias de Entre Ríos, Corrientes, Salta,
Tucumán y Santa Fe. En 1819, Bernabé Aráoz proclamó la República del Tucumán, que en
un comienzo incluía también a Salta y Santiago del Estero; pero poco después estas últimas
se separaron. En 1820, La Rioja se separó de Córdoba, y San Juan y San Luis, de Mendoza.
Estas divisiones administrativas, si bien contemplaban los intereses de las elites
provinciales, en una primera etapa respondieron a iniciativas del gobierno central.
Posteriormente, las provincias actuaron de manera unilateral.
Constituciones provinciales:
Cuando asumieron su autonomía, los Estados provinciales conservaron algunas leyes
coloniales, como las Ordenanzas de Intendentes, y otras emitidas por los gobiernos
revolucionarios, como el Reglamento Provisorio de 1817.
Al considerarse Estados soberanos, la mayoría de las provincias redactaron y sancionaron
sus propias constituciones, que establecieron como forma de gobierno el régimen
republicano y representativo. Junto a las Constituciones Provinciales, también se elaboraron
normas jurídicas para regular el comercio exterior, la defensa y las relaciones con las otras
provincias. En algunos casos, como los de Buenos Aires, La Rioja y Mendoza no se
redactaron constituciones, sino cuerpos de leyes que regían la vida política.
El Estatuto Provisorio sancionado por Estanislao López en Santa Fe en 1819 es considerada
la primera Constitución Provincial. Además de reconocer la igualdad de todos los
habitantes de la provincia, en el artículo 3 el Estatuto declaraba ciudadanos a todos los
americanos. El artículo 4 disponía que el gobierno de la provincia fuera ejercido por un
gobernador elegido por votación popular, que permaneciera dos años en su cargo, gozaba
de facultades para dictar leyes y controlaba el manejo de los dineros públicos. También
dispuso la creación de una Junta de Representantes, integrada por doce diputados, ocho de
ellos por la capital, dos por Rosario, uno por Coronda y uno por San José del Rincón. Sus
principales funciones eran la elección de los miembros del Cabildo y la realización del
escrutinio durante las elecciones de gobernador. La administración de justicia quedaría a
cargo del Cabildo. Pero sus decisiones podían ser apeladas ante el gobernador, que
conservaba algunas atribuciones judiciales.
El ejemplo santafesino fue seguido luego por Entre Ríos, en 1822; Catamarca, en 1823, y
Corrientes, en 1824. En la mayoría de esas constituciones no se mencionaba la posibilidad
de organizar una nación, y se aludía a los ciudadanos como provincianos y americanos.
Nuevas instituciones:
La implantación del régimen republicano y representativo basado en la soberanía popular
fue seguida por la creación de las autoridades de gobierno. Aunque respondía a un modelo
común, la organización institucional de las provincias no fue uniforme en todos los casos.
Esto se observa, por ejemplo, en las atribuciones otorgadas a los diferentes órganos de
gobierno, que no siempre eran las mismas. Además, algunas provincias lograron mantener
una estabilidad institucional duradera, mientras en otros casos dicho objetivo debió
enfrentar serias dificultades, como revoluciones armadas o amenazas permanentes al orden
establecido mediante el uso de la fuerza. Tampoco la división de poderes fue siempre
respetada a rajatabla: por ejemplo, el otorgamiento de poderes extraordinarios a los
gobernadores de algunas provincias determinaba la supremacía del Poder Ejecutivo por
encima del Legislativo.
En cada provincia, el Poder Ejecutivo quedó a cargo de un gobernador, y el Poder
Legislativo, en manos de una Legislatura unicameral, la Sala de Representantes. Además,
se fueron suprimiendo los Cabildos, instituciones heredadas del régimen colonial. Durante
algún tiempo, las nuevas Legislaturas convivieron con ellos.
Una importante diferencia entre ambas instituciones es que mientras los Cabildos
representaban los intereses de las elites urbanas, las Salas de Representantes estaban
integradas por representantes del campo y la ciudad, elegidos mediante el voto universal.
La organización de las provincias autónomas también se dio en materia económica. Casi
todas ellas organizaron nuevos sistemas de recaudación de impuestos, y, con el fin de
obtener recursos para las asfixiadas arcas estatales, instalaron aduanas en sus territorios.
ACTIVIDAD:
1. Escriban un párrafo con sus propias palabras explicando cuáles eran las prácticas y las
instituciones que le daban autonomía a los Estados provinciales.
2. ¿Por qué fue tan importante el Estatuto Provisorio sancionado por López en Santa Fe?
¿Cuáles eran sus principales medidas?
         Buenos Aires y la “Feliz Experiencia”.
Durante los meses que siguieron a la derrota en Cepeda, la desaparición del gobierno
central sumió a la provincia de Buenos Aires en un vacío de poder que resultó muy difícil
de resolver. Superadas las disputas internas, la designación de Martín Rodríguez como
gobernador provincial marcó el inicio de una etapa de prosperidad que fue conocida como
la “feliz experiencia”. Veamos...
Buenos Aires después de Cepeda:
La caída del Directorio provocó en Buenos Aires una grave crisis política, caracterizada por
una gran inestabilidad. Por entonces, la provincia había quedado dividida en dos facciones
enfrentadas: los unitarios, antiguos partidarios del Directorio, querían hacer prevalecer los
intereses de la ciudad sobre los de los sectores rurales; los federales, aliados de los caudillos
del Litoral, veían con buenos ojos el sistema confederal.
Luego de la derrota en Cepeda, el gobierno de la provincia quedó a cargo del Cabildo. A
los pocos días, un Cabildo Abierto designó una Junta de Representantes, que debía elegir
un gobernador. La elección recayó en Manuel de Sarratea, a quien se le encomendó la firma
de la paz con Santa Fe y Entre Ríos. Como vimos, el 23 de febrero, los gobernadores de las
tres provincias firmaron el Tratado del Pilar.
A partir de entonces, Buenos Aires vivió una situación de profunda inestabilidad política:
entre febrero y septiembre de 1820 se sucedieron diferentes gobernadores, impuestos por
Cabildos Abiertos, asambleas populares y levantamientos militares. Algunos de ellos
lograron mantenerse en el poder solo unos pocos días. El caso extremo ocurrió el 20 de
junio de 1820, conocido como “el día de los tres gobernadores”, cuando el gobierno
provincial fue ejercido al mismo tiempo por Ildefonso Ramos Mexía, Estanislao Soler y el
Cabildo.
El gobierno de Martín Rodríguez:
La pacificación de Buenos Aires recién se logró en septiembre de 1820, cuando se produjo
la intervención de las milicias de campaña, comandadas por Martín Rodríguez y Juan
Manuel de Rosas. El 26 de septiembre de 1820, la Junta de Representantes de la provincia
eligió gobernador a Rodríguez. En octubre, el nuevo gobernador derrotó a las tropas del
federalismo porteño y consagró a Buenos Aires como provincia autónoma.
Un ambicioso plan de reformas:
Los porteños consideraban que el hecho de haberse ocupado de los asuntos de todo el
territorio les había generado numerosos inconvenientes y solo los había empobrecido.
Tenían la convicción de que para la provincia sería mucho más ventajoso aprovechar su
autonomía, que involucrarse en la organización de un gobierno nacional. Esta autonomía
les permitiría explotar al máximo sus recursos sin tener que compartirlos con el resto de las
provincias. Liberado de sus compromisos políticos y financieros con las demás provincias,
el gobierno bonaerense inició un ambicioso plan de reformas apoyado en el boom de las
exportaciones agropecuarias. Así comenzó la etapa que algunos contemporáneos
denominaron la “feliz experiencia”, un período de estabilidad política y bonanza económica
que se extendió a lo largo de cuatro años, entre 1820 y 1824.
La principal preocupación del gobernador Martín Rodríguez era apaciguar la conflictividad
política de Buenos Aires, en tanto, la de su ministro de gobierno Bernardino Rivadavia fue
la de modernizar la provincia. Para cumplir este objetivo, Rivadavia emprendió un vasto
programa de reformas políticas, jurídicas, religiosas y educativas.
Reformas políticas e institucionales:
Uno de los primeros objetivos del gobierno bonaerense fue darle a la provincia una
organización de tipo republicano que le diera legitimidad y le asegurara la estabilidad
política. A diferencia de lo ocurrido en otras provincias, en Buenos Aires no se dictó una
constitución. En 1821 Rivadavia impulsó la sanción de una ley electoral que establecía la
forma de elección de los miembros de la Sala de Representantes: quedaban habilitados para
votar todos los hombres libres mayores de 25 años y no se establecía ninguna restricción
relacionada con la riqueza ni con el nivel educativo. Tampoco se tenía en cuenta el lugar de
residencia, lo que significaba que también podían votar los habitantes de las zonas rurales.
El objetivo de esta medida era debilitar a la oposición federal, que por entonces lograba un
nivel de adhesiones cada vez mayor en la campaña bonaerense.
En cuanto a la Sala de Representantes, se transformó en el Poder Legislativo provincial.
Cada tres años debía elegir al gobernador de la provincia y evaluar su gestión, votar el
presupuesto de gastos para todo el año, y discutir y aprobar las propuestas de los ministros.
El gobierno decidió también eliminar los restos de la estructura administrativa e
institucional heredada de la época colonial, como los Cabildos, que en la provincia eran
dos: el de Buenos Aires y el de Luján. La supresión de los Cabildos permitió organizar un
Poder Judicial formalmente separado de la Legislatura y la gobernación, con un Tribunal
Superior compuesto por cinco jueces letrados, jueces de paz en la campaña rural y un
Departamento de Policía.
Ejército, Iglesia y cultura:
El plan de reformas elaborado por Rivadavia también incluyó una serie de medidas
destinadas al Ejército y la Iglesia. A fines de 1821, la Sala de Representantes aprobó una
ley de reforma militar que tenía dos objetivos centrales.
En primer lugar, buscaba reducir una fuerza altamente politizada durante las guerras de la
independencia y los conflictos con las provincias. Al mismo tiempo, las autoridades
consideraban que no tenía ningún sentido gastar una parte del presupuesto en el
mantenimiento de un ejército de tales dimensiones en tiempos de paz.
Para lograr estos objetivos, un número importante de oficiales y soldados fueron pasados a
retiro. Las fuerzas reorganizadas fueron enviadas a las zonas de frontera para defender las
zonas rurales y brindar protección a las estancias ganaderas de los ataques indígenas.
En cuanto a la Iglesia, el gobierno dispuso la supresión de algunas órdenes religiosas, cuyos
bienes pasaron a manos del Estado, se cerraron algunos conventos y monasterios, y se
abolió el impuesto eclesiástico del diezmo que pagaban los habitantes de la provincia. De
esta manera, las autoridades se hacían cargo de financiar el culto católico, y los sacerdotes
pasaron a ser empleados públicos.
En 1821 se aprobó una ley que garantizaba la libertad de prensa, medida que precedió a una
auténtica explosión de la edición de periódicos. Rivadavia también se mostró muy activo en
materia educativa y cultural: durante su gestión se fundaron la Universidad de Buenos
Aires [FIG. 131], las academias de Medicina, de Ciencias Físicas y Matemáticas, y de
Música, y el Museo de Ciencias Naturales.
ACTIVIDAD:
1. ¿Qué sucedió con el sistema político bonaerense a partir de la supresión del Cabildo y la
creación de la Sala de Representantes?
2. ¿Cuáles fueron las reformas rivadavianas en materia militar y religiosa?
3. Según Fernando Aliata, ¿qué impacto tuvo en la economía porteña la duplicación del
territorio bonaerense?
               La economía en la década de 1820.
La reorientación de la economía del mundo colonial iberoamericano hacia el eje comercial
británico generó una creciente desigualdad entre las economías provinciales. Mientras la
mayor parte del comercio y la producción del Interior se estancaban, en Buenos Aires y el
Litoral se desarrollaba la ganadería de exportación. Veamos...
Reorientación de la economía:
Como ya se explicó, las guerras de la independencia tuvieron profundas consecuencias
sobre la economía en los territorios de las Provincias Unidas. Uno de los problemas fue la
escasez de mano de obra, debido a los hombres que se incorporaron a los ejércitos patriotas
y murieron durante el conflicto. Por otra parte, la necesidad de alimentos para las tropas
tuvo efectos devastadores sobre la riqueza ganadera. Pero, sin dudas, la consecuencia más
negativa fue la brusca caída de los intercambios comerciales con el Alto Perú, lo que privó
a los gobiernos posteriores del acceso a las riquezas mineras de Potosí.
La transformación de los circuitos comerciales del antiguo virreinato del Río de la Plata y
la reorientación de la economía hacia los mercados de ultramar beneficiaron a Buenos
Aires, que experimentó un crecimiento de sus exportaciones ganaderas. En tanto, el Litoral
acompañó el despegue de la actividad pecuaria, pero en varias provincias del Interior el
comercio y la producción se estancaron.
Litoral:
El Litoral fue una de las zonas más afectadas por las guerras. No solo por las de la
independencia, sino también por las luchas civiles. Santa Fe, por ejemplo, fue invadida y
saqueada en varias oportunidades por tropas de Buenos Aires; cuando comenzaba la década
de 1820, su riqueza ganadera era prácticamente inexistente. Fue necesario esperar hasta la
década siguiente para observar una clara recuperación.
Finalmente, las provincias litoraleñas enfrentaron serios problemas comerciales, ya que
para vender y comprar cualquier producto debían pagar derechos de exportación e
importación en la aduana porteña. Por esta razón, la exigencia de la libre navegación de los
ríos Uruguay y Paraná fue un tema recurrente en los años siguientes.
Interior:
El derrumbe del comercio de plata entre el Alto Perú y Buenos Aires afectó a las provincias
del centro y del noroeste. Se trataba de zonas con economías basadas en la cría de ganado y
en la elaboración de tejidos destinados el mercado altoperuano. Luego de la caída del
Directorio en 1820 cada provincia debió afrontar los gastos de su administración sin contar
con recursos nacionales.
Para algunas zonas resultó fundamental la independencia de Chile, en 1818, que se
convirtió en un atractivo mercado en reemplazo del Alto Perú. Las provincias que pudieron
aprovechar esta situación de mejor forma fueron las de Cuyo, donde se desarrolló la
producción agrícola, especialmente de vid y de olivos, y la ganadería.
A pesar de la drástica disminución del comercio entre la zona del noroeste y el Alto Perú,
los intercambios nunca se interrumpieron del todo. Salta y Jujuy, entonces, intentaron
mantener sus exportaciones (ganado mular, vacuno y equino, y diversos productos
artesanales) hacia el sur de Bolivia. En Córdoba y Santiago del Estero continuó
desarrollándose la ganadería y la producción textil artesanal de mantas y ponchos.
Crecimiento de Buenos Aires:
El crecimiento económico de Buenos Aires llegó de la mano del desarrollo de la ganadería
(hasta entonces, una actividad relativamente marginal), que obedeció al incremento de la
demanda internacional de cueros y otros productos derivados de la actividad. Esto se ve
reflejado en la composición de las exportaciones realizadas en el puerto bonaerense: en los
meses previos a la Revolución de Mayo, la mayor parte de las ventas al exterior estaba
representada por metales preciosos; en cambio, en 1830, los cueros representaban entre el
70% y el 80%. El crecimiento de la demanda y el aumento de los precios internacionales de
los productos pecuarios impulsaron a muchos comerciantes a invertir sus capitales en la
ganadería.
La expansión ganadera requería la disponibilidad de superficies de tierra cada vez mayores.
Para lograrlo, a partir de 1820 el general Martín Rodríguez encabezó tres campañas
militares contra los pueblos originarios y llevó la frontera al sur del río Salado; como
resultado de las campañas, las tierras disponibles para la producción pecuaria casi se
duplicaron. También contribuyó la llamada Ley de Enfiteusis, que consistía en la entrega de
tierras del Estado a particulares durante un período de veinte años, a cambio de un canon
relativamente bajo. El desarrollo de la ganadería también estimuló la industrialización de
algunas actividades, como la de los saladeros, establecimientos donde se elaboraba el tasajo
o carne salada destinada a la exportación, y velas de sebo con grasa vacuna.
Mundo rural bonaerense:
Hacia 1821, la provincia de Buenos Aires ocupaba una estrecha franja de territorio
comprendida entre los ríos Arrecifes, Areco y Luján hasta las desembocaduras de los ríos
Paraná y de la Plata. En las tierras más próximas a los centros urbanos había quintas y
chacras que abastecían a la ciudad de alimentos. Más lejos se ubicaban las estancias de
mayor tamaño, dedicadas a la ganadería extensiva y a los cultivos de trigo. La superficie de
las estancias de esos años era incomparablemente superior al de los establecimientos
coloniales. Alrededor de ellas existían pequeñas propiedades de explotación familiar, donde
se concentraba la mayor parte de la población rural. Los campesinos eran muy pobres, y
debían recurrir a pulperos o estancieros adinerados para financiar su propia producción de
cuero y alimentos.
En las cercanías del río Salado se ubicaban los saladeros, que empleaban mano de obra
asalariada y esclavos. Como consecuencia de las campañas militares contra los indígenas,
las zonas ubicadas al sur del Salado fueron ocupadas por colonias agrícolas, estancias y
fortines.
ACTIVIDAD:
1. ¿Por qué la mayor parte de las provincias del Interior se empobrecieron después de la
independencia?
2. ¿Qué papel tenía la aduana porteña en el conflicto entre el Litoral y Buenos Aires?
3. ¿Cuáles eran las fuentes de riqueza de la provincia de Buenos Aires? Expliquen qué tipo
de actividades agropecuarias existían y cómo se organizaba el mundo rural.
                    Nuevo intento de unificación.
El conflicto con el Brasil por la invasión de la Banda Oriental aceleró las negociaciones
entre las provincias para crear un Estado-nación. Sin embargo, las diferencias entre
unitarios y federales en el Congreso Constituyente y el desgaste provocado por la
prolongación de la guerra llevaron al fracaso del nuevo intento de organización nacional.
Veamos...
Congreso Constituyente de 1824:
Cuando el gobernador Martín Rodríguez llegó al final de su mandato en 1824, la Sala de
Representantes bonaerense designó para sucederlo en el cargo a Juan Gregorio de Las
Heras [FIG. 134]. Una las primeras decisiones del flamante gobernador fue invitar a las
provincias a reunirse en un congreso y, tal como estaba previsto en los tratados
interprovinciales firmados en los años previos, sancionar una constitución. Entre las
razones que motivaron a los porteños a volver a discutir la organización nacional se hallaba
la posibilidad de firmar un tratado de paz y amistad con Inglaterra, que incluía el
reconocimiento de la independencia de las provincias rioplatenses. Sin embargo, el cónsul
británico debía sellar el acuerdo con una autoridad nacional que por entonces no existía.
El Congreso inició sus sesiones en diciembre de 1824 y en 1825 sancionó la llamada Ley
Fundamental. En ella, las provincias expresaban su voluntad de lograr la unificación del
país y la sanción de una constitución. Hasta que eso ocurriera los Estados provinciales
seguirían gobernándose por sus propias instituciones. Por otro lado, delegaban en el
gobierno porteño el manejo de las relaciones exteriores. La ley también expresaba que para
poder entrar en vigencia, la futura constitución debía sea aprobada por todas las provincias.
Si alguna considerara que era contraria a sus propios intereses podría rechazarla y
permanecer fuera de la unión.
Guerra con el Brasil:
En 1816, tropas enviadas por la corte portuguesa, que en ese entonces se hallaba instalada
en el Brasil, invadieron y ocuparon la Banda Oriental. Tras vencer definitivamente a la
resistencia liderada por Artigas, en 1821 los portugueses anexaron el territorio con el
nombre de Provincia Cisplatina. La independencia del Brasil al año siguiente no modificó
la situación, por lo que un sector de la opinión pública porteña comenzó a presionar al
gobierno para que interviniera en la Banda Oriental de manera directa. Una misión enviada
al Brasil, integrada por el canónigo Valentín Gómez, viajó para convencer al emperador de
que retirara sus tropas. El enviado sostenía que la Banda Oriental no había roto las
relaciones con las Provincias Unidas y que la independencia del Brasil debía ser
interpretada como una anulación de la anexión a la Corona portuguesa. Sin embargo, el
gobierno brasileño respondió que Brasil no hacía más que continuar los derechos de
Portugal. La misión diplomática terminó en un gran fracaso, lo que fortaleció la posición de
los que impulsaban el conflicto armado.
En abril de 1825, un pequeño grupo de treinta y tres exiliados orientales al mando del
coronel Juan Antonio Lavalleja partió de Buenos Aires para iniciar una rebelión en la
Provincia Cisplatina. Una vez allí, los llamados “Treinta y tres orientales” [FIG. 135]
obtuvieron la adhesión de varios dirigentes artiguistas y lograron algunas victorias frente a
los brasileños. Finalmente, la expedición de Lavalleja logró expulsar a los brasileños del
territorio oriental y declaró su incorporación a las Provincias Unidas. Luego de aceptar la
anexión, el Congreso le hizo saber al emperador que la defendería por la fuerza. En
diciembre de 1825, Pedro I emitió la declaración formal de guerra a las Provincias Unidas y
ordenó bloqueó del puerto de Buenos Aires.
Presidencia de Rivadavia:
La guerra con el Brasil aceleró los tiempos en el Congreso. Con el correr de los meses, las
diferencias entre unitarios y federales se habían ido profundizando, al tiempo que las
posiciones de los primeros se iban imponiendo cada vez más. Ante la urgencia planteada
por la guerra, la mayoría de los congresistas consideró indispensable centralizar la
autoridad para hacer frente al conflicto de manera coordinada entre todas las provincias.
Con ese propósito, en febrero de 1826 el Congreso sancionó la Ley de Presidencia, que
estableció la creación de un Poder Ejecutivo Nacional, a cargo de un presidente de las
Provincias Unidas del Río de la Plata. Poco después, el unitario Bernardino Rivadavia,
recién llegado de una misión diplomática en Europa, fue elegido para ejercer el cargo.
Rivadavia asumió la presidencia en un momento de extrema gravedad: por un lado, el país
se hallaba en guerra con los brasileños; por el otro, los enfrentamientos entre unitarios y
federales se tornaban cada vez más violentos. Sus objetivos eran lograr la subordinación de
ambos bandos y la conciliación de intereses entre las distintas facciones.
Buenos Aires, capital:
En 1826, el bloque unitario impulsó la sanción de una Ley de Capitalización, que declaraba
a la ciudad de Buenos Aires capital de las Provincias Unidas y la separaba de la provincia
de Buenos Aires. El proyecto generó un amplio rechazo de parte de todas las provincias.
Los bonaerenses se oponían debido a que el texto de la ley establecía que el puerto y la
aduana quedarían bajo la jurisdicción del gobierno nacional; esto significaba que perderían
sus principales fuentes de ingresos. Además, se suprimiría la Sala de Representantes y las
otras instituciones creadas en 1821. Por su parte, los federales del resto de las provincias
rechazaban la idea y cuestionaban la concentración de poder en la futura capital. A pesar de
las resistencias, los unitarios lograron que la ley fuera sancionada.
Crisis y caída del gobierno nacional:
En diciembre de 1826, el Congreso aprobó una nueva Constitución. Aunque algo más
moderado, mantenía el carácter centralista del texto sancionado en 1819 y avasallaba las
autonomías provinciales. Por eso, fue rechazada por los gobernadores. Al mismo tiempo, el
bloqueo del puerto de Buenos Aires por la marina brasileña causaba enormes perjuicios a la
economía bonaerense. En el terreno militar, Rivadavia había designado a Carlos María de
Alvear y a Guillermo Brown jefes de las fuerzas terrestres y navales, respectivamente. En
febrero de 1827, las tropas de las Provincias Unidas obtuvieron un importante triunfo sobre
los brasileños en la batalla de Ituzaingó [FIG. 137]. Sin embargo, la precaria flota de Brown
no logró romper el bloqueo y finalmente fue vencida, lo que provocó la prolongación del
conflicto.
Acosado por los problemas internos, Rivadavia decidió entonces enviar una misión que
entablara negociaciones de paz con el Imperio. La delegación, encabezada por Manuel
García, firmó un acuerdo preliminar que establecía la anexión de la Banda Oriental al
Brasil. Ante el rechazo general del acuerdo, que les otorgaba a los brasileños un rotundo
triunfo diplomático, Rivadavia renunció a su cargo en junio de 1827. En su reemplazo, el
Congreso designó a Vicente López y Planes. Sin embargo, el nuevo presidente carecía de
poder y su autoridad no era reconocida por las provincias. Por eso, al poco tiempo renunció
y el Congreso fue disuelto.
ACTIVIDAD:
1. ¿Cuáles eran los orígenes del conflicto entre las Provincias Unidas y Brasil por la Banda
Oriental?
2. ¿Por qué la Ley de Capitalización provocó el rechazo del federalismo provincial y los
habitantes de Buenos Aires?
3. Relacionen la evolución de la guerra del Brasil con la crisis política del Congreso
Constituyente.
              Buenos Aires después de Rivadavia.
Tras la renuncia de Bernardino Rivadavia a la presidencia de las Provincias Unidas, Buenos
Aires recuperó su autonomía y sus instituciones de gobierno. Sin embargo, durante algo
más de dos años, la violencia y la inestabilidad fueron los rasgos centrales de la vida
política de la provincia. Veamos...
Un federal gobierna Buenos Aires:
Realizadas las elecciones para volver a constituir la Sala de Representantes bonaerense,
resultó vencedor el Partido Federal. Poco después, en agosto de 1827, la Sala eligió
gobernador de la provincia al líder de los federales porteños, Manuel Dorrego [FIG. 138].
A pesar de su fuerte ascendiente sobre las clases populares y de la gran popularidad que
gozaba entre ellas, el nuevo gobernador evitó tomar medidas que perjudicaran a los grupos
más poderosos, como los terratenientes.
Apenas llegado al cargo, Dorrego debió abocarse a la difícil tarea de retomar las
negociaciones y sellar la paz con el Brasil. Así, en agosto de 1828 se firmó un tratado que
estableció la independencia de la Banda Oriental y la convirtió en un Estado soberano: la
República Oriental del Uruguay. La gran mayoría de los porteños recibió la noticia del
acuerdo de paz con entusiasmo. Y con un gran alivio: el fin de la guerra significaba
también el levantamiento del bloqueo del puerto y la reapertura de las actividades
comerciales; Buenos Aires no había sufrido nunca problemas de abastecimiento como los
padecidos durante este conflicto. Además, con la guerra terminaban las levas forzosas
realizadas para contar con los cuerpos militares necesarios. Sin embargo, no todos opinaban
lo mismo; algunos de los oficiales que habían participado en la guerra, y que apoyaban las
ideas del unitarismo, se sintieron traicionados y rechazaron los términos del acuerdo por
considerarlos deshonrosos.
Levantamiento de Juan Lavalle:
En noviembre de 1828 las tropas que habían luchado contra el Brasil comenzaron a llegar a
Buenos Aires. Anoticiado por los rumores sobre una posible rebelión del Ejército, Dorrego
reunió algunas milicias y las puso bajo el mando de Rosas. Finalmente, el 1. ° de diciembre
de 1828 se produjo un levantamiento unitario liderado por el general Juan Lavalle, que
separó de su cargo al gobernador y disolvió la Legislatura provincial.
Dorrego abandonó la ciudad y reunió algunas fuerzas para enfrentar a los unitarios
sublevados. El encuentro entre ambos bandos se produjo el 9 de diciembre, en Navarro,
donde triunfaron los unitarios. Luego de la batalla, Dorrego fue capturado y Lavalle decidió
fusilarlo.
El 13 de diciembre de 1828, Dorrego fue pasado por las armas, lo que agravó las tensiones
y desató una guerra civil en la provincia. Gracias al apoyo de las tropas que habían vuelto
del Brasil, los unitarios dominaban la ciudad. Los federales, liderados por Rosas, contaban
con las milicias provinciales y controlaban las zonas rurales. Finalmente, Rosas logró
derrotar a Lavalle en Puente de Márquez. Ambos jefes firmaron el Pacto de Cañuelas, en el
que se comprometían a realizar elecciones para formar una nueva Sala de Representantes
que eligiera al gobernador.
Las elecciones se realizaron en un clima de extrema violencia, y los federales acusaron a
los unitarios de no cumplir lo pactado en Cañuelas. Tras nuevas negociaciones, Rosas y
Lavalle acordaron la designación de Juan José Viamonte como gobernador provisorio. En
lugar de convocar a elecciones, Viamonte reinstaló la Legislatura que había sido disuelta
por Lavalle el año anterior. El 1.° de diciembre de 1829, exactamente un año después de la
sublevación que depuso a Dorrego, la Legislatura designó a Rosas gobernador de la
provincia.
ACTIVIDAD:
1. ¿Cómo influyó el fin de la guerra del Brasil en la situación política de las Provincias
Unidas?
2. ¿Quiénes se oponían al acuerdo de paz con Brasil? ¿Por qué? ¿Cuáles fueron las
consecuencias?
3. ¿En qué circunstancias asumió Rosas la gobernación de la provincia de Buenos Aires?
                          Guerra en todo el país.
La violenta lucha por el poder entre unitarios y federales porteños, también se dio en las
provincias del Interior. Mientras Rosas se convertía en gobernador y afianzaba su poder en
Buenos Aires, los unitarios del Interior, liderados por el general cordobés José María Paz,
intentaron extender su dominio territorial. De este modo, en poco tiempo, la guerra civil se
generalizó en todo el país. Veamos...
Avance unitario en el Interior:
En abril de 1829, José María Paz [FIG. 139], un general unitario que había luchado en la
guerra contra el Brasil, marchó hacia Córdoba, donde gobernaba el caudillo federal Bustos.
Luego de derrotarlo en la batalla de San Roque, Paz destituyó al gobernador y asumió el
cargo él mismo. Ante la emergencia, el caudillo federal de La Rioja, Facundo Quiroga
emprendió la marcha hacia Córdoba en auxilio de Bustos. Sin embargo, las tropas unitarias
vencieron a Quiroga en los enfrentamientos de La Tablada (23 y 24 de junio de 1829) y
Oncativo (25 de febrero de 1830). Gracias a estas victorias, Paz logró consolidar su poder
en Córdoba y llevar adelante su plan de extender el dominio unitario sobre otras provincias
gobernadas por federales.
En poco tiempo, las fuerzas de Paz lograron ocupar algunos distritos del oeste y del norte
del país, como Mendoza, San Juan, San Luis, Catamarca y Santiago del Estero. En todos
ellos, los gobernadores federales fueron destituidos y reemplazados por unitarios. A
mediados de 1830, las provincias gobernadas por unitarios conformaron una alianza militar
llamada Liga del Interior o Liga Unitaria. Luego de retirarle a Buenos Aires el manejo de
las relaciones exteriores, la Liga le entregó el mando militar al general Paz y se
comprometió a organizar el país mediante la sanción de una constitución unitaria.
Respuesta federal:
Frente a la conformación de la Liga, las provincias federales del Litoral también decidieron
organizarse. Así, el 4 de marzo de 1831, Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos firmaron el
Pacto Federal. Se trataba de una alianza defensiva y ofensiva, cuyos integrantes se
garantizaban ayuda mutua en el caso de que alguno de ellos sufriera un ataque interno o
externo. El pacto también aludía a la futura convocatoria de un Congreso Constituyente que
debería tratar la organización del país bajo los principios del federalismo.
Luego de otorgarle el mando de las fuerzas militares a Estanislao López, los federales
iniciaron acciones contra la Liga. En el oeste, la ofensiva estuvo a cargo de Quiroga, que
logró restablecer el control federal sobre las provincias de Cuyo. Fue entonces cuando el
general Paz, sorprendido por tropas de López, fue tomado prisionero. La captura del líder
unitario fue el golpe de gracia para la Liga, que se desmoronó rápidamente.
El Pacto Federal y la Liga Unitaria
A comienzos de la década de 1830, el territorio quedó dividido en dos grandes bloques
políticos: la Liga Unitaria y el Pacto Federal. Estos bloques entraron en conflicto en
numerosas oportunidades.
En 1830 se conformó La Liga Unitaria, organizada por el General José María Paz desde
Córdoba, que logró instalar gobiernos unitarios en el norte y centro del país4. En
contrapartida, y como reacción a este hecho, en 1831, Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y
Corrientes firmaron, por iniciativa de Rosas, el Pacto Federal, con el fin de prestarse ayuda
mutua5 y de convocar a un Congreso para acordar una organización federal regida por una
Constitución. Con respecto a la cuestión del Congreso y de la Constitución, Rosas, opinaba
(según cartas a los gobernadores) que de nada iban a servir un montón de leyes, ideadas por
“doctores”, que no iban a reflejar el funcionamiento real de la sociedad. Había que dejar
que las instituciones fueran haciendo y creciendo naturalmente; más adelante, se las podría
convertir en leyes. (Lo que Rosas no reconocía públicamente era que, además, había otra
razón, más oculta, para negarse a un Congreso; en un Congreso las provincias, reunidas y
fortalecidas, podían imponerle a Buenos Aires condiciones de convivencia que Buenos
Aires no estaba dispuesta a aceptar, sobre todo, aquellas referidas al destino de las
ganancias de la aduana del puerto).
Como se puede ver, no todo era armonía dentro del Pacto Federal. Había tensiones e
intereses diversos. De un lado, Buenos Aires, la más fuerte; del otro las demás provincias
litoraleñas que, unidas, no eran nada débiles.
El Pacto Federal preveía integrar las restantes provincias y organizar el país bajo el sistema
federal. En el transcurso del año 1832, el resto de las provincias adhirió a él. Aunque no se
reunió un congreso que organizara el país, el Pacto funcionó de hecho, hasta la caída de
Rosas, en 1852, como andamiaje legal de una confederación que delegaba en Buenos Aires
el manejo de las relaciones exteriores.
Un caudillo federal en Buenos Aires:
Cuando llegó a la gobernación, Rosas contaban con el apoyo de los sectores sociales más
poderosos, como los grandes hacendados, pero también de las clases subalternas. Por
ejemplo, cuando era comandante de milicias, el gobernador Viamonte lo autorizó a
distribuir tierras en la zona de la frontera, lo que le reportó una fuerte ascendencia sobre los
sectores populares rurales.
A poco de ocupar el cargo, la Sala de Representantes ascendió a Rosas a brigadier general
y, con el argumento de que había recuperado las leyes y las instituciones de la provincia
violadas por los unitarios, lo nombró Restaurador de las Leyes e Instituciones de la
Provincia. Hastiada de la inestabilidad política y la guerra civil, la mayor parte de la elite
porteña reclamaba un gobierno fuerte, capaz de disciplinar a la población rural y terminar
con los conflictos armados. Por eso, se decidió otorgarle al gobernador facultades
extraordinarias. La medida significaba una fuerte concentración del poder político en la
figura del gobernador, ya que lo habilitaba a tomar decisiones sin consultar a la Legislatura.
Primer gobierno de Rosas:
Juan Manuel de Rosas fue gobernador de Buenos Aires en dos oportunidades: entre 1829 y
1832 y entre 1835 y 1852. Su figura surgió luego del rechazo en 1827 de la Constitución
unitaria. A partir de allí, se sucedió una serie de enfrentamientos entre dirigentes federales y
unitarios1, que se definió a favor de los primeros. Rosas, contaba con el respaldo de
diversos sectores de la sociedad. Sus proyectos eran apoyados tanto por los ricos grandes
hacendados de Buenos Aires como por los sectores populares rurales y algunos grupos de
indígenas.
En medio de esta situación, en 1829 Rosas comenzó su primera gobernación de Buenos
Aires. Entre sus objetivos se destaca el de establecer el orden por medio de una
administración eficaz y fuerte. Para alcanzar este fin, tomó medidas de distinto tipo, incluso
alguna de carácter autoritario.
Luego de ser electo por la Junta de Representantes2 le otorgaron facultades
extraordinarias3. Estas le permitían tomar decisiones personales en los diversos aspectos
del gobierno de Buenos Aires, ya que reunía en su persona las atribuciones del Poder
Ejecutivo y del Poder Judicial. Rosas empleó éstas facultades extraordinarias, durante su
gestión, para controlar la opinión pública: restringió la libertad de prensa, obligó a usar
distintivos federales e intimidó a los opositores.
A poco de ocupar el cargo, la Sala de Representantes ascendió a Rosas a brigadier general
y, con el argumento de que había recuperado las leyes y las instituciones de la provincia
violadas por los unitarios, lo nombró “Restaurador de la Leyes (e instituciones de la
provincia)”. En 1832, cumplido su mandato, la Sala de Representantes eligió a Rosas para
un segundo período. La designación no incluía el otorgamiento de facultades
extraordinarias, ya que la derrota de los unitarios las hacía innecesarias. Rosas se negó a
aceptar esta limitación de su poder y la designación recayó en Juan Ramón Balcarce.
Revolución de los Restauradores:
Alejado del gobierno, Rosas se reincorporó a su puesto de comandante de milicias y
emprendió la organización de la llamada campaña al “desierto” para asegurar la línea de
frontera al sur del río Salado. El éxito de la expedición aumentó la popularidad del ex
gobernador entre los hacendados. Mientras Rosas estaba en la campaña, las diferencias
entre los federales porteños se profundizaron. Por un lado, se hallaban los leales a Rosas,
llamados “apostólicos”; por el otro, los federales que no estaban de acuerdo con la
concentración de poder e impulsaban la sanción de una constitución para la provincia,
denominados “cismáticos”.
La tensión entre ambos grupos desembocó en una gran movilización de los apostólicos,
conocida como la Revolución de los Restauradores. En ella cumplió un rol esencial la
esposa de Rosas, Encarnación Ezcurra, mediante una intensa campaña de propaganda a
favor de su marido. Ante la sucesión de protestas y hechos de violencia el gobernador
Balcarce se vio obligado a renunciar y fue reemplazado por Viamonte. A mediados de
1834, este también abandonó el cargo que fue ocupado por Vicente Manuel Maza.
ACTIVIDAD:
1. ¿Qué provincias conformaron la Liga Unitaria? ¿Cuál era su objetivo?
2. ¿Cuál fue la respuesta del federalismo ante el avance de la Liga Unitaria?
3. Expliquen cómo obtuvo Rosas las facultades extraordinarias. ¿Qué significaba la
medida?
El segundo gobierno de Rosas
El 13 de abril de 1835, Juan Manuel de Rosas prestó juramento ante la Legislatura de
Buenos Aires y comenzó su segundo mandato. En esta ocasión, anunció una política
represiva: los enemigos de la Federación, los delincuentes y aquellos que ofendieran a la
religión serían castigados. La suma del poder público otorgaba a Rosas amplísimas
facultades, que en un sistema republicano con división de poderes no correspondían al
Poder Ejecutivo. Además, las garantías individuales quedaron suspendidas. Los unitarios –
nombre con el que se designaba a todo enemigo político aunque perteneciese al partido
federal– fueron perseguidos y aniquilados. Este régimen autoritario, sin embargo, respetó el
ordenamiento republicano: Rosas gobernaba con el apoyo de la opinión pública, que había
decidido otorgarle poderes extraordinarios para garantizar la independencia de la
Confederación y la derrota de sus enemigos internos y externos.
El discurso político del rosismo
A pesar de que sus opositores consideraban que el gobierno era tiránico y despótico, el
propio Rosas y sus seguidores pensaban que su federalismo se ajustaba a la idea de
república que habían imaginado los hombres de Mayo de 1810. La defensa frente a las
amenazas externas, el mantenimiento de la unidad de las Provincias Unidas, el
restablecimiento del orden social y la representación basada en la soberanía popular eran
los fundamentos de las ideas políticas del rosismo.
El concepto de república de los federales incluía cuatro componentes. En primer lugar, la
imagen de un mundo rural armónico y estable en el que las jerarquías sociales eran claras y
respetadas por todos. En segundo lugar, la creencia de que la República estaba
permanentemente amenazada por conspiraciones tramadas por los sectores altos de la
sociedad, usualmente asociados con los unitarios. En tercer lugar, se concebía a las
Provincias Unidas como parte de un sistema americano en el que las repúblicas americanas
debían unirse y cooperar frente a los peligros de invasión por parte de las potencias
europeas.
Finalmente, se consideraba necesario que se restaurase un orden social en el que rigieran
las leyes y se castigara a todos aquellos que atentaran contra la propiedad y el comercio o
cometieran delitos.
Los conflictos de Rosas con las provincias
Si bien los dos gobiernos de Rosas fueron un período de expansión del poder de Buenos
Aires sobre el resto de las provincias, este proceso encontró fuertes resistencias en algunos
territorios. Incluso luego de la firma del Pacto Federal, varios gobiernos se rebelaron al
poder que Rosas ejercía desde Buenos Aires.
Aunque fueron derrotadas, estas rebeliones indicaban que el poder del gobernador sobre la
Confederación no fue absoluto y recibió fuertes cuestionamientos.
El enfrentamiento con Corrientes
Una de las principales actividades económicas de Corrientes era la producción de
embarcaciones y artesanías, actividades que se veían afectadas por el ingreso de
manufacturas importadas a través del puerto de Buenos Aires. Ya desde el momento en que
se iniciaron las tratativas que dieron forma al Pacto Federal, los intereses económicos de
Corrientes dieron lugar a conflictos con Buenos Aires. El delegado de esta provincia, Pedro
Ferré, había insistido en que se incluyera una cláusula que impusiera impuestos aduaneros
para restringir las importaciones, pero Buenos Aires se oponía.
El conflicto resurgió en 1839, cuando el gobernador de Corrientes, Genaro Berón de
Astrada, declaró la guerra a Buenos Aires y Entre Ríos. Además de reclamar la libre
navegación de los ríos interiores, el gobernador correntino también demandaba la
convocatoria de un Congreso Constituyente para sancionar la prometida constitución.
Rápidamente, sin embargo, las fuerzas del gobernador de Entre Ríos, Pascual Echagüe,
vencieron a las de Corrientes, donde se estableció un gobierno adepto a Rosas.
La coalición del Norte
En 1839 se formó entre algunas provincias del noroeste (Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca
y La Rioja) una coalición bajo el mando del general Gregorio Aráoz de Lamadrid. Estas
provincias desafiaron el poder de Rosas, quien había hecho que sostuvieran el esfuerzo de
la guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana (1837-1838). En un principio, los
ejércitos de la coalición del Norte lograron vencer a los enviados por Rosas y avanzaron
sobre Córdoba, donde tomaron el poder en 1840. Pero este dominio duró poco, ya que
rápidamente fueron vencidos por el gobernador Juan Felipe Ibarra en Santiago del Estero y
por el general mendocino José Félix Aldao en la región de Cuyo. Hacia 1840, las fuerzas
leales a Rosas ya habían ingresado en la región y depuesto a los principales líderes de la
coalición.
ACTIVIDADES:
   1. Expliquen por qué el régimen de Rosas puede ser considerado republicano.
   2. Elaboren dos párrafos en los que resuman los conflictos de Rosas con las
      provincias.
Los conflictos internacionales
Mientras Rosas estuvo en el poder en Buenos Aires, no solo debió enfrentar conflictos con
las provincias, sino también con otras naciones. En estos conflictos internacionales, se
combinaron dos tipos de disputas.
Por un lado, hubo enfrentamientos entre los Estados formados luego de la caída del
Virreinato del Río de la Plata, que seguían manteniendo conflictos territoriales. Por otro
lado, estaban presentes los intereses de dos potencias europeas, Gran Bretaña y Francia, que
buscaban mantener su presencia en la región como proveedoras de manufacturas.
El bloqueo francés
El primer bloqueo comercial que debió enfrentar el gobierno de Rosas, en 1838, estuvo en
manos de los franceses. El origen de este conflicto fue que los franceses que vivían en
Buenos Aires estaban obligados, como los demás ciudadanos, a integrar las milicias. El
cónsul francés le pidió a Rosas que se les permitiera no prestar este servicio, pero el
gobernador no prestó atención al pedido. Entonces, Francia ocupó la Isla Martín García e
inició el bloqueo al puerto, que se mantuvo hasta 1840, cuando ambas naciones firmaron el
tratado Arana-Mackau por el cual establecieron la paz.
El problema de la Banda Oriental y el bloqueo anglo-francés
La Banda Oriental, que desde 1828 (luego de la guerra contra Brasil) formaba un Estado
independiente, seguía siendo sin embargo un territorio influido por la política interna de la
Confederación Argentina. A principios de la década de 1840, en la Banda Oriental se
enfrentaban dos bandos políticos: los Blancos, cuyo líder era Manuel Oribe, y los
Colorados, bajo el mando de Fructuoso Rivera. En 1843, Oribe, quien recibía el apoyo de
Rosas, inició el sitio de Montevideo, que se prolongó hasta 1851.
Hacia 1845, parecía que finalmente Oribe iba a lograr vencer a sus opositores, por lo que
los exiliados porteños en Montevideo solicitaron la intervención de Francia y Gran Bretaña.
Con el objetivo de forzar a Rosas a que dejara de intervenir en la política uruguaya y de
lograr la libre navegación de los ríos interiores para vender sus productos, estas dos
naciones iniciaron ese año el bloqueo de Buenos Aires.
En general, todo el conflicto sirvió para aumentar la popularidad de Rosas en el interior de
la Confederación, ya que era visto como el defensor de la patria frente a los ataques
extranjeros. El gobierno obtuvo algunas victorias militares frente a sus oponentes y, como
Gran Bretaña no deseaba enemistarse con Rosas, dio fin al bloqueo en 1848.
La oposición desde el exilio
Desde su exilio en los países limítrofes, los opositores al gobierno de Rosas continuaron
con su actividad política. A través de periódicos y otros escritos, intentaban convencer a los
habitantes y los gobiernos de los países en los que estaban de que Rosas debía ser
derrotado. Además, en todos estos conflictos internacionales apoyaron a las naciones
extranjeras, tanto a la Confederación Peruano-Boliviana como a Francia y Gran Bretaña, y
también a las provincias que manifestaron su oposición a Rosas dentro de la Confederación.
También desde el exilio, los opositores planearon sus propias contiendas. En 1840, Lavalle
condujo algunas incursiones militares en Entre Ríos y, más tarde, planeó una invasión a la
provincia de Buenos Aires.
Lavalle quería aprovechar la Rebelión de los Libres del Sur, ocurrida el año anterior y
liderada por los hacendados de Dolores y Chascomús, descontentos con el gobierno de
Rosas. Sin embargo, al desembarcar en la provincia, Lavalle no recibió los refuerzos
esperados de Francia y, al notar que no podría vencer a los ejércitos de Rosas, decidió
retirarse.
El apoyo al gobierno de Rosas en Buenos Aires
El gobierno de Rosas recibió la adhesión de distintos sectores sociales de la provincia de
Buenos Aires. En las áreas rurales y en la ciudad, diversos actores acompañaron a este
gobierno y cada uno tuvo diferentes motivos para hacerlo. En un principio, Rosas pudo
presentarse ante las elites políticas como el único capaz de mantener el orden social y esto
le generó importantes aliados entre los políticos de la ciudad de Buenos Aires, incluso entre
quienes antes habían apoyado a los gobiernos unitarios. Del mismo modo, los estancieros y
los grandes comerciantes de la provincia de Buenos Aires también estaban, en general, a
favor de un gobierno que buscaba mantener el orden, ya que esto les permitía manejar sus
negocios con tranquilidad. La Iglesia también apoyó al gobierno de Rosas, que se
presentaba a sí mismo como el defensor de la religión católica en la provincia.
La adhesión popular en la ciudad
En la ciudad de Buenos Aires, el gobierno de Rosas consiguió apoyo entre la “gente
decente” (la elite) y entre los sectores populares. Pequeños artesanos, trabajadores y
esclavos domésticos vieron en el nuevo régimen un orden más igualitario, en el que ellos
también podían expresar su opinión política. Rosas se mostraba dispuesto a prestar atención
a sus necesidades, recibía sus cartas y atendía sus pedidos y reclamos. Por ejemplo, era
común que las mujeres que habían quedado viudas porque sus maridos habían muerto en
alguna guerra recibieran una pensión del gobierno.
Rosas también estableció un vínculo con los afrodescendientes de la ciudad. Muchas veces,
los esclavos se dirigían al gobierno pidiendo por su libertad debido al maltrato que recibían
por parte de sus amos. También, recibió el apoyo de las naciones africanas, es decir, de
grupos de esclavos y libertos de un mismo origen que se reunían en sociedades para
mantener vivos su idioma y sus costumbres, y para ayudarse entre sí. En las diversas
celebraciones públicas que tenían lugar en la ciudad, era común que estas sociedades
africanas manifestaran abiertamente su apoyo al gobernador. Esto no quiere decir que los
maltratos hacia los trabajadores y esclavos se hubieran terminado en este período. En
realidad, siguieron existiendo injusticias con los sectores más desprotegidos, aunque el
sentimiento general era que el gobierno de Rosas era más igualitario y que, ante ciertas
circunstancias, no temía castigar a los sectores más ricos y poderosos y favorecer a los más
empobrecidos. Tampoco dudaba en mostrarse en público junto a sectores sociales, en
general, marginados.
Las transformaciones en la campaña
Rosas se preocupó por garantizar la disminución de los delitos en la campaña y los
enfrentamientos violentos entre sus habitantes. Los jueces de paz se volvieron figuras
centrales en el campo. En cada parroquia, se encargaban de perseguir a los delincuentes,
mantener el orden y hacer cumplir las diversas leyes. Por ejemplo, eran los encargados de
asegurar el pago de impuestos, perseguir a los desertores, garantizar la seguridad
de las propiedades e, incluso, de vigilar que los paisanos no portaran armas, que no se
embriagaran ni causaran disturbios, y que no hubiera en las pulperías juegos de azar,
prohibidos por el gobierno. También, eran los encargados de garantizar el envío de
contingentes de soldados cuando había campañas militares. Por otro lado, las incursiones de
los malones, que saqueaban las propiedades rurales y muchas veces tomaban cautivos, eran
otras de las fuentes de peligro para los habitantes de la campaña. Rosas implementó una
activa política para garantizar la pacificación de la frontera con los pueblos indígenas a
través de una serie de pactos con los caciques y también con acciones militares. Distintos
sectores sociales apreciaron la importancia que dio el rosismo al cumplimiento de las leyes
en la campaña. No solamente los grandes estancieros, sino también los campesinos con
pequeñas o medianas propiedades, ya que los robos y los crímenes disminuyeron durante el
período.
Sin embargo, al mismo tiempo que la actividad de los jueces de paz hacía que la vida en el
campo fuera más pacífica, no todos los sectores sociales experimentaron este proceso de la
misma manera. En general, los peones y los labradores, que solían ser trabajadores
ambulantes (sin residencia fija), eran quienes debían prestar más servicios militares como
soldados. Muchos de ellos desertaban luego de participar en repetidas
campañas y por eso eran perseguidos. También a veces sufrían arrestos injustos, ya que
eran considerados sujetos peligrosos porque no eran vecinos del lugar.
ACTIVIDADES:
  1. Indiquen si las siguientes afirmaciones son verdaderas (V) o
     falsas (F). Justifiquen sus respuestas.
     a) El régimen rosista recibió únicamente apoyos de los sectores populares de la
     ciudad y de las áreas rurales.
     b) Los trabajadores de las áreas rurales fueron quienes sufrieron mayores exigencias
     por parte del Estado durante el período rosista.
     c) Rosas creó el cargo de juez de paz en la provincia de Buenos Aires.
Las formas de ser federal
Durante el período rosista, la población debía manifestar abiertamente su apoyo al gobierno
y al federalismo. Sin embargo, no todos lo hicieron de la misma manera, sino que existieron
distintos tipos de expresión de esa adhesión. Para empezar, se esperaba que todos usaran la
divisa punzó, un distintivo de color rojo, o que utilizaran ese color en sus prendas o en
accesorios como cintas alrededor de los sombreros, o moños, en el caso de las mujeres.
También era común que los estancieros se vistieran “a lo paisano”, es decir, con ropa
típica del ámbito rural, como el chiripá y las botas de campo. El apoyo también se
expresaba en las fiestas públicas. Estos festejos, para los que se armaban escenografías
especiales y en los que había juegos, rifas, música y baile, eran organizados en ocasión de
algún triunfo militar o para celebrar el aniversario de la Revolución de Mayo y la
Declaración de la Independencia. Los vecinos, además de asistir, tenían que participar en la
organización del evento. La población también colaboraba con las distintas campañas
militares. Los grupos más ricos donaban dinero o ganado para alimentar a los ejércitos,
mientras que los sectores populares estaban obligados a servir en ellos.
Por último, era común que los habitantes manifestaran su apoyo al rosismo en fiestas,
tertulias o en espacios como la pulpería, a través de las opiniones que expresaban o cuando
gritaban a viva voz distintas expresiones de alabanza a Rosas y a la Confederación.
Era importante para los habitantes de la provincia dar en público estas señales de apoyo al
régimen. Quien no lo hacía, corría el riesgo de que comenzaran a correr rumores sobre sus
ideas políticas y esto podía traerle problemas con los vecinos y con las autoridades.
La prensa rosista
El régimen rosista utilizó la prensa como un medio para difundir sus ideas y atacar a sus
contrincantes, una práctica común en la región desde la Revolución de Mayo. En este
período, los periódicos servían para difundir novedades, dar a conocer poesías y otros
escritos literarios, divulgar avisos publicitarios, y también para establecer debates sobre
asuntos políticos. Estos periódicos eran leídos por las elites, que eran letrados, pero también
llegaban a los sectores populares. Si bien no todos los habitantes del campo y la ciudad
sabían leer y escribir, en lugares de reunión como las pulperías, algún vecino se encargaba
de leer en voz alta para los demás.
Los escritores rosistas difundieron en las páginas de la prensa una imagen particular del
gobierno. Sostenían que se trataba de un gobierno republicano, basado en la soberanía
popular, que se preocupaba por mantener el orden y que defendía de ataques externos la
independencia que estas tierras habían logrado luego de la Revolución de Mayo.
El sistema republicano de gobierno
Rosas mantuvo las instituciones de gobierno republicanas y las leyes y normas ya
existentes en la provincia de Buenos Aires. Es decir que gobernó junto a una Sala de
Representantes integrada por miembros elegidos mediante el voto popular de todos los
varones mayores de edad. Estas elecciones eran otra ocasión en la que la población
manifestaba su apoyo al gobierno. Sin embargo, no se trataba de elecciones en las que
había una libre competencia entre partidos, sino una lista única de representantes. Más que
para elegir a las autoridades de gobierno, las elecciones en ese entonces funcionaban como
una forma de reafirmar el apoyo al gobernador. Rosas presentaba estos actos ante la
oposición como una muestra de que era un líder popular, que contaba con el respaldo de la
población.
La persecución política de los opositores
El rosismo difundió también una imagen completamente negativa de sus opositores, los
unitarios, quienes eran presentados como enemigos absolutos de la patria y de la religión
católica. Se creía que su presencia generaba conflictos, y el ideal del gobierno era el de una
sociedad unánime en sus opiniones políticas, en la que no había lugar para la oposición ni
para el cuestionamiento de la figura del gobernador.
El gobierno censuró los medios de prensa de la oposición y emprendió también una intensa
persecución política, que alcanzó altos niveles de violencia. En general, esta persecución
estaba en manos la Mazorca, un grupo armado creado a principios de la década de 1830,
que respondía a las órdenes del gobernador y que era utilizado para amenazar a los
opositores o directamente eliminarlos. En estos casos, sus propiedades eran confiscadas por
el Estado y muchas veces sus bienes eran vendidos en subastas públicas.
Ante este uso de esta política del terror, muchos opositores debieron partir al exilio hacia
los países limítrofes. La ciudad de Montevideo, por su cercanía, se convirtió en un centro
de reunión para los unitarios exiliados. Ante este tipo de prácticas, los opositores veían al
gobierno de Rosas como una tiranía que gobernaba por medio del uso de la violencia y
avasallaba el derecho a la libre expresión de los ciudadanos.
El gobierno recurrió a este tipo de prácticas violentas en algunas circunstancias
particulares, sobre todo entre 1832 y 1835, y entre 1838 y 1842, períodos en los que Rosas
debió enfrentar muchos desafíos, tanto internos como externos y recurrió a todos los
medios posibles para mantener el dominio de su provincia. Además, el control sobre la
población nunca pudo ser total y muchos de los habitantes de la provincia convivían con
vecinos que eran unitarios pero que no lo expresaban públicamente. En 1846, la Mazorca
fue desarmada, y durante la última década del gobierno de Rosas, no hubo grandes
conflictos ni persecuciones a opositores.
ACTIVIDADES:
  1. Respondan las siguientes preguntas.
     a. ¿Qué restricciones existían en realidad a los derechos de los individuos bajo el
     gobierno de Rosas?
     b. ¿De qué modo expresaba la población su apoyo al gobierno de Rosas?
La Generación del '37
Durante el período de dominio rosista, en Buenos Aires y en la Confederación se formó un
grupo de escritores y pensadores conocido como Generación del ´37. Se trataba del primer
grupo de intelectuales nacidos en las Provincias Unidas, que se educaron y dieron sus
primeros pasos en la política luego de la independencia de estos territorios. Este grupo
estaba formado por jóvenes nacidos en diversos puntos de la actual Argentina: había
algunos porteños, como Esteban Echeverría y José Mármol, pero también otros nacidos en
las provincias, como el sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento o los tucumanos Juan
Bautista Alberdi y Marco Avellaneda. Varios de ellos se conocieron en Buenos Aires,
donde cursaron sus primeros estudios en el Colegio de Ciencias Morales y en la
Universidad de Buenos Aires, instituciones fundadas por la iniciativa de Rivadavia en la
década de 1820.
Como lo habían hecho antes otros pensadores, los miembros de la Generación del '37 se
dedicaron a reflexionar sobre los problemas políticos, sociales y económicos de la región.
Pero, además, sumaron a estos temas una preocupación por construir una identidad
nacional. Estos jóvenes creían que, luego de la Revolución de Mayo –una revolución
política–, hacía falta una “revolución de las ideas”, es decir, abandonar la herencia cultural
de España y adoptar ideas nuevas, principalmente las del romanticismo europeo. Esta
centralidad dada a las ideas se debía a que veían en ellas un instrumento fundamental para
cambiar la realidad.
La enemistad con Rosas
En un principio, los jóvenes de la Generación del '37 se presentaron a sí mismos como un
grupo renovador que se diferenciaba tanto de unitarios como de federales. Desde su
perspectiva, ambos estaban equivocados y había que superar los conflictos que los habían
enfrentado. Alberdi, incluso, intentó acercarse a Rosas, ya que creía que el gobernador
podía llegar a adoptar las nuevas ideas.
El salón literario organizado en la librería de Marcos Sastre fue el primer punto de
encuentro de la Generación del '37. En estas reuniones, se juntaban a discutir libros e ideas,
pero también presentaban sus propios escritos, que eran discutidos entre todos. El salón
literario fue clausurado por el gobierno rosista en 1838 y, en respuesta, los jóvenes
románticos formaron la Asociación de la Joven Argentina, una organización polí- tica
opuesta a Rosas, que duró muy poco, ya que sus miembros pronto debieron partir al exilio.
En distintos países de la región, como Chile, Uruguay y Brasil, continuaron escribiendo y
reflexionando sobre el modo de transformar Argentina en lo que, para ellos, debía ser un
país moderno.
Desde el exilio
En el exilio, sobre todo en la ciudad de Montevideo, fueron desapareciendo las diferencias
que, en principio, los jóvenes de la Generación del '37 habían mantenido con los unitarios
mayores a ellos. Ahora, todos unían sus esfuerzos en una única oposición al rosismo. Esta
oposición se manifestó por medio de la prensa, pero también, con el apoyo a diversas
iniciativas militares contra Rosas.
Escritores y pensadores
La Generación del '37 tuvo varios miembros y muchos llegaron a ocupar importantes
puestos en la política y la cultura argentinas luego de la caída del rosismo. Uno de los
personajes centrales de esta generación, Esteban Echeverría (1805-1851), no llegó a ver el
fin del dominio rosista. Este escritor entró en contacto con nuevas lecturas de autores
románticos en un viaje por Europa y, sobre todo, por Francia. A su regreso a Buenos Aires,
en 1830, dio impulso a la formación de la Generación del '37 con la publicación de su
primera obra de poemas. Echeverría es más conocido por sus obras literarias, como el
poema La cautiva, uno de los primeros textos literarios en los que se representó el paisaje
local de la llanura pampeana.
Sin embargo, a la llegada de Echeverría a Buenos Aires, ya circulaban entre los jóvenes
estudiantes algunos de los textos de los autores románticos europeos. Uno de esos
estudiantes era Juan Bautista Alberdi (1810-1884). Nacido en Tucumán, este joven fue a
estudiar a Buenos Aires, pero finalizó sus estudios de Derecho en su exilio en Chile. Su
obra más importante, Bases y puntos de partida para la organización de la República
Argentina, fue escrita una vez derrotado Rosas en Caseros, e inspiró la redacción de la
Constitución Nacional sancionada en 1853.
El sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) se mantuvo en contacto con los
miembros de la Generación del 37 a través de correspondencia, publicaciones en la prensa
y algunos encuentros en sus viajes. Sarmiento se opuso firmemente a los federales de su
provincia y debió partir exiliado a Chile, donde se dedicó al periodismo y al fomento de la
educación en ese país. Allí, escribió en 1845 Facundo, un texto que es, al mismo tiempo,
una biografía del caudillo Facundo Quiroga, una crítica al rosismo y un análisis de la
sociedad argentina.
Alberdi y Sarmiento tuvieron fuertes discusiones luego de Caseros, dado que el primero
mantuvo su apoyo a Urquiza, mientras que Sarmiento lo veía como otro caudillo más, que
no debía gobernar el país. Ambos pensadores creían necesario fomentar la inmigración,
estimular las exportaciones y dar fin a los gobiernos de los caudillos, pero mantenían
algunas diferencias. Para Alberdi, el país debía organizarse bajo un gobierno central fuerte,
que garantizara el orden, y fomentara el ingreso de inmigrantes que vinieran a trabajar, pero
no creía necesario que se involucraran en los asuntos políticos. En cambio, Sarmiento
estaba a favor de un gobierno menos centralizado, en el que tuvieran más poder los
gobiernos locales y en el que hubiera una activa participación de los ciudadanos. Por eso,
para él era fundamental impulsar la educación pública, ya que al difundirse valores
patrióticos y republicanos, se garantizaría esa participación.
Actividades:
1. Averigüen quiénes fueron los otros miembros de la Generación del '37 y respondan las
siguientes preguntas.
a. ¿Dónde nacieron?
b. ¿Qué formación tuvieron?
c. ¿Adónde debieron exiliarse?
d. ¿Qué obras desarrollaron en el exilio
La caída de Rosas
Luego de los intensos conflictos de fines de la década de 1830 y principios de la de 1840,
siguió una década de relativa calma política, en la que todas las provincias se mostraron
favorables al liderazgo de Rosas. El gobierno se mostró también más benévolo respecto de
sus antiguos enemigos y muchas propiedades confiscadas a los opositores fueron devueltas
a sus dueños.
Sin embargo, aunque los últimos años del gobierno de Rosas fueron de relativa calma, en la
Confederación se habían acumulado tensiones que estallaron a principios de la década de
1850. En un principio, el Pacto Federal había contemplado la convocatoria de un Congreso
Constituyente para sancionar una constitución y unificar a las provincias bajo un orden
nacional, pero Rosas finalmente no quiso cumplir con este punto del pacto, dado que así
podía mantener los recursos de la Aduana para Buenos Aires y, desde esta provincia,
dominar al resto de la Confederación.
Luego de varios enfrentamientos armados, las provincias debieron aceptar este dominio de
Buenos Aires, que contaba con mayores recursos y por eso podía dominarlas fácilmente.
Pero pronto, surgió otro centro de poder que le hizo frente al de Rosas. La nueva región en
la que surgieron tensiones con el régimen rosista fue el Litoral. Allí, hacía años que existía
el problema de la libre navegación de los ríos. Las provincias litoraleñas se perjudicaban
porque no podían comerciar directamente con el extranjero y los impuestos a las
importaciones eran recibidos solamente por la Aduana de Buenos Aires. Fue recién cuando
las circunstancias se le mostraron favorables que esta región pudo desafiar el poder de
Rosas.
El pronunciamiento de Urquiza
En la provincia de Entre Ríos, había surgido un nuevo líder, el caudillo Justo
José de Urquiza, quien asumió como gobernador en 1842. Esta provincia se
había vuelto cada vez más poderosa tanto por el crecimiento de su economía
ganadera como por su participación en el conflicto con la Banda Oriental desde
principios de la década de 1840, que llevó a la formación de importantes ejércitos en el
territorio provincial.
Desde el establecimiento de la Confederación, las provincias habían delegado en el
gobierno de Buenos Aires la dirección de los asuntos de política
exterior. Cada año, Rosas renunciaba a este rol, pero se trataba de una formalidad, ya que
era una ocasión para que, nuevamente, todos los gobernadores
reafirmaran esta delegación en el manejo de los asuntos externos. Sin embargo,
el 1° de mayo de 1851, Urquiza publicó un pronunciamiento en el que aceptaba
su renuncia y, por lo tanto, el caudillo entrerriano asumía la dirección de la polí-
tica exterior de su provincia. A la vez, invitaba al resto de las provincias a hacer
lo mismo. Este gesto significaba una clara ruptura con el dominio que desde
principios de la década de 1830 mantenía Rosas.
La única provincia que aceptó el llamamiento de Urquiza fue Corrientes, ya
que en el resto de la Confederación se veía al caudillo entrerriano como un “loco”
que osaba desafiar al gobernador de Buenos Aires. Sin embargo, poco a poco,
Urquiza consiguió los apoyos necesarios para el derrocamiento de Rosas.
La formación de la Gran Alianza
El gobernador de Entre Ríos carecía de los recursos para enfrentarse a los ejércitos
de Rosas y por eso debió buscar aliados en la región. Un centro de oposición a Rosas seguía
siendo Montevideo, donde los exiliados de distintas generaciones buscaban el momento
oportuno para derrocar al caudillo federal, y cuyo gobierno rechazaba la intromisión de
Rosas en sus asuntos. Por otro lado, Brasil también repudiaba esta presencia de Rosas en
Uruguay. En 1850, ejércitos brasileros invadieron el norte de la Banda Oriental y el
conflicto con Rosas se hizo inminente. Uruguay, Brasil y Entre Ríos establecieron una
alianza militar que dio forma al Ejército Grande. Las tropas aliadas desembarcaron en el
norte de la provincia de Buenos Aires a principios de 1852 y avanzaron hacia la ciudad.
Aunque Rosas contaba todavía con amplios apoyos en la sociedad bonaerense, la defensa
militar fue desorganizada. Los ejércitos rosistas fueron vencidos en la batalla de Caseros el
3 de febrero de 1852.
El ingreso a Buenos Aires y la huida de Rosas
Después de Caseros, Rosas se embarcó junto con su hija Manuelita rumbo a Gran Bretaña.
El caudillo federal ya no regresaría de este exilio: se estableció en la localidad de
Southampton y allí vivió hasta su muerte, en 1877.
Los ejércitos vencedores ingresaron a la ciudad de Buenos Aires, que durante dos días
estuvo librada a la violencia de los vencedores. Saqueos y ejecuciones se multiplicaron,
hasta que Urquiza logró aplacar el conflicto. Junto con Urquiza, ingresaron en la ciudad
aquellas elites políticas opositoras a Rosas, que habían sido marginadas del poder durante
décadas. Estas nuevas fuerzas y los políticos rosistas que seguían en Buenos Aires debieron
enfrentar nuevos desafíos. La caída de Rosas dejaba como legado una provincia
económicamente próspera, vinculada con el comercio internacional a través de su actividad
ganadera. En la provincia, además, Rosas había logrado imponer un orden social en la
campaña y en la ciudad; sin embargo, en la Confederación permanecían las autonomías
provinciales. Rosas había impuesto la unidad desde Buenos Aires, pero ahora que ya no
estaba en el poder, las provincias debían comenzar a construir un nuevo orden.
Actividades
1. Respondan las siguientes preguntas.
a. ¿Qué fuerzas se aliaron para enfrentarse al gobierno de Rosas?
b. ¿A qué se denominó “el pronunciamiento de Urquiza”?