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El Poder Del Evangelio

El documento explora el poder transformador del Evangelio, definiéndolo como la 'buena noticia' que revela la intervención divina para reconciliar a la humanidad con Dios a través de Jesucristo. Se enfatiza la importancia de entender la 'mala noticia' del pecado para apreciar la magnitud de la salvación ofrecida, así como la necesidad de una respuesta genuina que trascienda la mera aceptación superficial. Además, se aborda cómo la Iglesia ha distorsionado el mensaje original y se invita a volver a las Escrituras para recuperar la esencia del Evangelio eterno.

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El Poder Del Evangelio

El documento explora el poder transformador del Evangelio, definiéndolo como la 'buena noticia' que revela la intervención divina para reconciliar a la humanidad con Dios a través de Jesucristo. Se enfatiza la importancia de entender la 'mala noticia' del pecado para apreciar la magnitud de la salvación ofrecida, así como la necesidad de una respuesta genuina que trascienda la mera aceptación superficial. Además, se aborda cómo la Iglesia ha distorsionado el mensaje original y se invita a volver a las Escrituras para recuperar la esencia del Evangelio eterno.

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El poder del

evangelio
Un Mensaje que Transforma Vidas
EL PODER DEL EVANGELIO

ÍNDICE
Introducción
1. El significado de la “Buena Noticia”

2. La importancia de la “mala noticia” para entender


la buena

3. El contenido del Evangelio

4. Fragmentaciones y distorsiones del Evangelio

5. El Evangelio eterno y su relevancia hoy

6. La obra de Dios: objetiva y subjetiva

7. “En Cristo” y “con Cristo”: implicaciones para el


creyente

8. La obra subjetiva: la participación humana

9. Expresiones del Evangelio eterno en la Escritura

10. Vivir el Evangelio en lo cotidiano

Conclusión
Referencias principales

02
YONATHAN LARA

Introducción:
El Evangelio se identifica en griego
como euanguélion, cuya traducción más
aceptada es “buena noticia”. Pero no se trata de
una noticia trivial o irrelevante; es un anuncio de
un hecho trascendental que tiene el poder de
cambiar la historia. Desde el inicio del
cristianismo, este concepto ha estado en el
corazón de la fe, definiendo no solo lo que
creemos, sino también cómo vivimos y nos
relacionamos con Dios y con los demás.
Para entender por qué esta noticia se considera
“buena”, debemos contemplar la condición
humana frente a un Dios santo. El cristianismo
afirma que el ser humano, por sí solo, no puede
alcanzar la plenitud espiritual ni reconciliarse
con su Creador. El Evangelio entra a responder a
esta necesidad profunda, ofreciéndose como un
puente entre el hombre y Dios.
Sin embargo, uno de los desafíos modernos es
que la palabra “Evangelio” ha adquirido una
familiaridad tan grande que muchas veces se
reduce o se deforma. Para algunos, es
simplemente el nombre de un género musical con
raíces afroamericanas, el “góspel”. Para otros, se
limita a un método de evangelización para “ir al
cielo”. Pero el verdadero Evangelio es más
amplio, abarcando la totalidad de la vida y la
historia de la humanidad.
De acuerdo con la tradición cristiana,
03
EL PODER DEL EVANGELIO

este mensaje revela la forma en que Dios mismo


se ha definido delante de la humanidad: no es un
ser lejano ni indiferente, sino un Padre que se
acerca, habla y actúa en la historia. Este
acercamiento divino tiene su máxima expresión
en la persona de Jesucristo, quien encarna la
voluntad soberana de Dios para salvar y
restaurar lo que el pecado ha corrompido.
Así, el Evangelio es la noticia de que Dios no
solo identifica el problema del pecado y de la
muerte, sino que además provee la solución
definitiva en la cruz y en la resurrección de
Jesús. Esta propuesta de salvación se sostiene
en el amor divino, pero también en la justicia y la
santidad de Dios, elementos que no pueden
separarse de la revelación bíblica.

Para captar la magnitud del Evangelio,


necesitamos contrastarlo con lo que llamamos la
“mala noticia”: un mundo afectado por el mal,
donde la injusticia, el dolor y la muerte parecen
prevalecer. El pecado ha generado un caos tal,
que solo la intervención divina puede repararlo.
El Evangelio anuncia precisamente esa
intervención histórica y cósmica de Dios.
A lo largo de este , exploraremos el significado,
la amplitud y las implicaciones del Evangelio en
nuestra vida cotidiana. Veremos que no es una
idea para ser debatida meramente en círculos
teológicos, sino un suceso que interpela a cada
ser humano a cambiar de mentalidad y de rumbo
existencial.
04
YONATHAN LARA

Analizaremos también cómo la Iglesia, en


algunos momentos de la historia, ha fragmentado
o distorsionado la esencia del Evangelio,
cayendo en posturas extremas como el legalismo
o la “hipergracia” (la gracia barata). Estos
desequilibrios nos invitan a volver a las
Escrituras para recuperar la totalidad del
mensaje.
Asimismo, abordaremos el concepto de
“Evangelio eterno” mencionado en Apocalipsis,
subrayando que esta buena noticia no caduca ni
se limita a una cultura específica. Su origen en la
eternidad y su culminación en la historia futura
le dan un carácter universal que atraviesa
generaciones, contextos y barreras culturales.
Con esta introducción, te invito a un recorrido
detallado por las distintas facetas del Evangelio,
desde su definición y fundamentos bíblicos
hasta su poder transformador en la vida personal
y colectiva. A medida que avancemos,
descubrirás que esta noticia no es estática, sino
viva y eficaz, capaz de impactar profundamente
nuestra forma de entender el mundo y de
relacionarnos con Dios.

05
EL PODER DEL EVANGELIO

EL SIGNIFICADO DE LA
“BUENA NOTICIA”
El término griego euanguélion remonta sus
raíces a la práctica de anunciar victorias
militares en el mundo grecorromano. Los
mensajeros (o heraldos, angeloi en griego)
llevaban la noticia de que un rey o emperador
había triunfado en la batalla, asegurando así
la paz y la prosperidad en su territorio. Esta
imagen de victoria y tranquilidad refleja el
trasfondo cultural en el que el término se
utilizó para referirse al mensaje de salvación
cristiano.

Sin embargo, al aplicarlo a la fe cristiana, el


Evangelio deja de ser un mero anuncio
humano y se convierte en la proclamación de
la obra de Dios. No es el ser humano el que se
jacta de su logro espiritual, sino Dios quien
declara haber triunfado sobre el pecado y la
muerte por medio de Jesucristo. Así, la buena
noticia no es un consejo para que hagamos
algo, sino la declaración de lo que ya se ha
hecho por nosotros.

Esta victoria divina no se limita a lo que


ocurre en el corazón de cada persona. En el
cristianismo primitivo, el Evangelio implicaba
la irrupción del reino de Dios en la historia.
06
YONATHAN LARA

Jesús predicaba diciendo: “El reino de Dios


se ha acercado” (Marcos 1:15), dando a
entender que su presencia y ministerio
inauguraban una nueva realidad gobernada
por el poder y la justicia divinos.

A pesar de lo anterior, muchas personas dan


por sentado que comprenden el Evangelio
simplemente porque han crecido en un
entorno donde se menciona con frecuencia.
Se habla de “predicar el Evangelio” como si
fuera simplemente decir “Jesús te ama” o
recitar una fórmula corta para el perdón de
pecados. Si bien esas expresiones pueden ser
veraces, a menudo no abarcan la riqueza total
de lo que significa la buena noticia en
términos de transformación integral.

Es importante entender que el Evangelio no


es solo para el futuro, pensando en la “vida
eterna” como algo que empieza después de la
muerte. En la enseñanza bíblica, la vida
eterna comienza aquí y ahora, al recibir a
Cristo en el corazón. El reino de Dios se hace
presente y tangible donde la voluntad de Dios
es obedecida, y esa obediencia surge de un
cambio genuino que Él mismo produce.

La familiaridad con el concepto de “buena


noticia” puede generar cierta apatía.

07
EL PODER DEL EVANGELIO

Algunas iglesias y predicadores se conforman


con presentar fórmulas simplistas de
salvación, reduciendo la fe a “aceptar a
Jesús” sin un discipulado profundo. Este
modo superficial de encarar el Evangelio
ignora la dimensión profunda de la
conversión, que implica un cambio de
mentalidad (metanoia) y de estilo de vida.

Del mismo modo, restringir el Evangelio a un


conjunto de normas morales o a un ritual
dominical es quitarle su potencia
transformadora. Jesús no vino a fundar una
religión más, sino a establecer la base de una
nueva creación, en la cual Dios reconcilia
consigo al mundo (2 Corintios 5:19). Esta
reconexión divina pone en marcha una
dinámica de gracia, fe y obediencia que
trasciende la mera tradición.

La buena noticia, tal como la proclamaban


Jesús y los apóstoles, abarca el perdón de
pecados, la sanidad interior y la restauración
de todas las cosas. Significa que Dios, en su
infinito amor, abrió un camino para que el
hombre caído, sumido en el caos del pecado,
pueda ser restaurado y participar de la
plenitud de la vida que el Creador ofrece.

08
YONATHAN LARA

Además, el Evangelio nos recuerda que esta


buena noticia no es “un consejo” sino un
“suceso”. La transformación a la que invita no
se basa en reglas humanas, sino en la fuerza
de un evento histórico: la muerte y
resurrección de Jesucristo, que da esperanza
y sentido a la fe cristiana. De ahí que el
apóstol Pablo dijera: “No me avergüenzo del
Evangelio, porque es poder de Dios para
salvación” (Romanos 1:16).

En resumidas cuentas, el significado de la


“Buena Noticia” radica en que Dios se ha
revelado y ha actuado para reconciliar
consigo a la humanidad. Su iniciativa amorosa
no solo provee una salida al pecado, sino que
promete la restauración de la vida en su
totalidad. Cuando realmente se asimila esta
realidad, se descubre un horizonte nuevo en
la relación con Dios, uno que impulsa a la
adoración, al servicio y al gozo de una vida
plena.

09
EL PODER DEL EVANGELIO

LA IMPORTANCIA DE LA “MALA
NOTICIA” PARA ENTENDER LA BUENA
Para comprender por qué el Evangelio es tan
extraordinario, primero debemos tomar
conciencia de la condición de la humanidad sin
Cristo. La Biblia presenta un diagnóstico
contundente: el pecado ha traído muerte,
separación de Dios y desorden a la creación
entera (Romanos 5:12). Esta realidad
representa la “mala noticia” que dota de
sentido y urgencia a la “buena noticia” de la
salvación.

El pecado no es meramente una serie de actos


inmorales; es un estado de rebelión e
independencia del hombre ante Dios. Esta
condición se inició en la caída de Adán y Eva
(Génesis 3) y, desde entonces, forma parte de
la experiencia humana. Todos hemos “pecado y
estamos destituidos de la gloria de Dios”
(Romanos 3:23), lo cual implica un quiebre en
la relación con el Creador.

Tim Keller, teólogo contemporáneo, insiste en


que si no entendemos la realidad de la ira y la
justicia divinas frente al pecado, el Evangelio
carecerá de profundidad. ¿Por qué? Porque, sin
percibir la gravedad de nuestra situación, no
reconocemos cuán maravilloso es el rescate que
Dios ofrece.
10
YONATHAN LARA

La misericordia resulta banal si no hay


conciencia de la condenación de la que
somos librados.

Al observar nuestro entorno, vemos los


efectos de esa “mala noticia” en la injusticia
social, la violencia, la enfermedad y el
deterioro moral. Aunque la cultura moderna
busca mil y un remedios para el mal —
educación, desarrollo económico, leyes más
estrictas—, no logra erradicar su raíz. Solo el
Evangelio afirma que el pecado es un
problema espiritual que requiere la
intervención de Dios.
El caos del pecado va más allá de los
individuos, contaminando estructuras y
sistemas. Por ello, el Evangelio, además de
ofrecer perdón personal, plantea una
regeneración más amplia, que apunta a la
reconciliación de todas las cosas en Cristo
(Colosenses 1:20). No se trata de un cambio
superficial, sino de una transformación
profunda que restaura la imagen de Dios en la
humanidad y el orden original de la creación.

Entender la mala noticia del pecado también


implica reconocer nuestra incapacidad para
salvarnos a nosotros mismos. Ningún
sacrificio humano, obra caritativa ni esfuerzo
de desarrollo moral es suficiente para anular
la culpa.

11
EL PODER DEL EVANGELIO

El apóstol Pablo resume esta impotencia al


enfatizar que la salvación “no es por obras,
para que nadie se gloríe” (Efesios 2:9). Así,
necesitamos de un salvador que cargue con
nuestro castigo.

Sin la perspectiva de la “mala noticia”, el


Evangelio se reduce a una filosofía de vida
agradable o a un eslogan de autoayuda. Sin
embargo, cuando se descubre la seriedad de
nuestra situación, se aprecia el sacrificio de
Cristo como la máxima expresión del amor y la
justicia divinos. Es un amor que asume el
costo infinito de nuestra redención,
rescatándonos de la condenación segura.

A muchos creyentes les incomoda hablar de


temas como el juicio de Dios o la ira divina,
por temor a sonar “negativos” o “anticuados”.
Pero ignorar estos elementos oscurece el
verdadero valor de la cruz. En la cruz, la ira de
Dios contra el pecado se satisfizo de manera
sustitutoria en la persona de Jesús,
permitiendo así que el creyente reciba la vida
eterna.
Además, conocer la mala noticia nos impulsa
a la humildad y al arrepentimiento.
Reconocemos que la raíz de nuestros males
no está en algo externo, sino en el interior de
cada persona. Así, nos acercamos a Dios
desde la sencillez de un corazón

12
YONATHAN LARA

contrito y no desde la arrogancia de quien


cree que merece la salvación.

En conclusión, la importancia de la “mala


noticia” radica en que ilumina la profundidad
de la buena. El Evangelio brilla con toda su
fuerza cuando entendemos que está
respondiendo a la catástrofe del pecado,
ofreciendo perdón, reconciliación y esperanza
de un nuevo orden que solo Dios podía
realizar.

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EL PODER DEL EVANGELIO

EL CONTENIDO DEL EVANGELIO


Una de las grandes preguntas a lo largo de la
historia de la Iglesia ha sido: “¿Qué elementos
conforman el Evangelio?” Si bien hay consenso
en que gira en torno a la persona y la obra de
Jesucristo, las Escrituras presentan enfoques
complementarios que abarcan tanto la
reconciliación del individuo con Dios como la
restauración del universo caído.

Por un lado, hay un enfoque personal o


individual, que responde a la interrogante:
“¿Qué debo hacer para ser salvo?” Este aspecto
del Evangelio recalca la culpabilidad humana,
la santidad de Dios, la muerte sustitutoria de
Cristo y la justificación por la fe. Aquí, la buena
noticia se centra en la promesa de que, por
medio del arrepentimiento y la fe, el pecador
puede ser perdonado y adoptado en la familia
de Dios.

Por otro lado, existe un enfoque cósmico o


universal, que contempla la historia de la
creación, la caída, la redención y la
restauración final. Esta perspectiva muestra que
Dios no se limita a salvar individuos, sino que
trabaja para renovar toda la creación,

14
YONATHAN LARA

alineándola con su propósito original. Así, el


Evangelio no solo abarca el destino de
nuestras almas, sino también la promesa de
nuevos cielos y nueva tierra (Apocalipsis
21:1).
Tim Keller, en varios de sus escritos y
sermones, ha señalado la necesidad de
mantener ambos enfoques en tensión para
evitar una presentación incompleta del
Evangelio. Si solo predicamos la salvación
individual, podemos volvernos insensibles a
la injusticia social y ecológica. Por otro lado,
si solo hablamos de justicia global sin invitar
a la transformación personal, nos quedamos
con un mero “activismo social”.

El contenido del Evangelio, en su núcleo, es


la proclamación de que Jesucristo, el Hijo de
Dios, vivió sin pecado, murió en la cruz para
expiar nuestros pecados, resucitó al tercer día
triunfante sobre la muerte y ascendió a los
cielos, desde donde gobierna y espera su
retorno glorioso. Cada uno de estos eventos
tiene implicaciones teológicas que refuerzan
el carácter redentor y transformador del
mensaje.

Además, el Evangelio revela el carácter de


Dios: santo, justo y lleno de amor. La cruz se
convierte en el punto culminante de su
justicia y de su misericordia,

15
EL PODER DEL EVANGELIO

demostrando que Dios toma muy en serio el


pecado, pero también ama de forma
incondicional a quienes se han apartado de
Él. Esta armonía entre justicia y amor es
inusual en la mente humana, pero en Cristo se
hace maravillosamente evidente.

La base de recepción del Evangelio es la fe.


La Biblia insiste en que “sin fe es imposible
agradar a Dios” (Hebreos 11:6). Esta fe no es
meramente intelectual, sino confianza plena
en la obra de Cristo y una adhesión voluntaria
a su señorío. Desde esta perspectiva, creer es
“abrazar” la buena noticia y dejar que
transforme nuestra manera de pensar y vivir.

Asimismo, el Evangelio es un mensaje de


gracia. No puede ser ganado por méritos ni
alcanzado por nuestras fuerzas. Todo
proviene de la iniciativa divina, que llama,
justifica y adopta a los pecadores como hijos
(Romanos 8:15). Esta gracia, sin embargo,
conlleva un compromiso de santificación y
servicio, pues quien es salvo por gracia se ve
motivado a vivir en la voluntad de Dios

El Evangelio también anuncia la victoria de


Cristo sobre las fuerzas del mal. No se limita a
un evento pasado; la resurrección de Jesús
inaugura una nueva era en la que el diablo, el
pecado y la muerte han sido derrotados.

16
YONATHAN LARA

Por ello, los cristianos esperan la


manifestación plena de esa victoria en la
segunda venida de Jesús, cuando se
consumará la restauración completa del orden
creado.

En conclusión, el contenido del Evangelio es


tan amplio como profundo, abarcando al
individuo y al cosmos, la historia de la
redención y el futuro glorioso, la gracia y la
responsabilidad. Su centro es Cristo, y su
fuerza radica en la revelación de un Dios que
no solo crea, sino que también salva,
transforma y renueva todas las cosas para su
gloria.

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EL PODER DEL EVANGELIO

FRAGMENTACIONES Y
DISTORSIONES DEL EVANGELIO
Desde los primeros siglos del cristianismo, han
surgido herejías y doctrinas desviadas que
pretenden enfatizar solo una parte del mensaje
bíblico, resultando en un Evangelio “reducido”.
Una de estas inclinaciones es el legalismo,
donde se subraya la obediencia a las normas
hasta el punto de dejar en segundo plano la
gracia divina y la obra consumada de Cristo.

El legalismo genera una espiritualidad basada


en el mérito y la autosuficiencia. Los creyentes
pueden verse atrapados en una mentalidad de
“ganarse” el favor de Dios, sin comprender que
la justificación es por fe. Esta visión no solo
agobia, sino que contradice el anuncio de la
libertad con la que Cristo nos hizo libres
(Gálatas 5:1).

En el otro extremo se sitúa la llamada


“hipergracia” o “gracia barata”, un término
popularizado por Dietrich Bonhoeffer, quien
definía esta postura como “la predicación del
perdón sin el arrepentimiento… la gracia sin la
cruz, la gracia sin Jesucristo vivo y encarnado.”
En esta perspectiva, se ignora el peso del
pecado y no se resalta la necesidad de un
cambio genuino de vida.
18
YONATHAN LARA

La “hipergracia” se vuelve particularmente


dañina al promover la idea de que, si Dios
perdona todo, entonces el cristiano puede
seguir pecando deliberadamente sin
consecuencias. Esto tergiversa la enseñanza
de la Escritura, que presenta la gracia como el
poder para vencer el pecado, no para convivir
con él (Romanos 6:1-2).

Además de estos dos extremos, existen otras


distorsiones menos evidentes. Por ejemplo,
reducir el Evangelio a un mero “plan de
salvación” que se limita a “repetir una
oración” o “firmar una tarjeta de membresía”
sin un auténtico discipulado. Esto produce
creyentes nominales, que asumen la religión
como un seguro de vida eterna en lugar de
abrazar una relación viva con Cristo.

Otra distorsión es enmarcar el Evangelio


únicamente en la prosperidad material. Si
bien Dios provee y cuida de sus hijos, el
mensaje bíblico no garantiza riqueza terrenal
como un derecho inalienable de todo
creyente. Quien considere la fe como una vía
para obtener prosperidad constante ignora el
llamado al sacrificio, la humildad y la entrega
al servicio que también componen el
Evangelio.

19
EL PODER DEL EVANGELIO

El sincretismo también puede fragmentar el


mensaje. A lo largo de la historia, se ha
intentado mezclar la fe cristiana con sistemas
filosóficos o ideológicos, resultando en la
negación de verdades fundamentales, como
la divinidad de Cristo o la resurrección
corporal. Esto genera un Evangelio híbrido
que pierde la esencia transformadora anclada
en la revelación divina.

Para resistir estas fragmentaciones, es


necesario regresar a la fuente principal: la
Escritura. La Biblia presenta un Evangelio que
habla de la gravedad del pecado, la
necesidad de la cruz, la centralidad de la
resurrección, la respuesta de fe, la gracia
como fundamento, la obediencia como fruto,
y la esperanza de la restauración final.
Cuando se mantiene esta totalidad, se evita
caer en posturas desequilibradas.

La historia de la Iglesia nos enseña que las


distorsiones surgen cuando se absolutiza un
aspecto del mensaje y se descuida el resto.
Un ejemplo es cuando se enfatiza tanto el
amor de Dios que se omite su santidad y
justicia, o cuando se predica una santidad
severa sin espacio para el perdón y la
misericordia. El Evangelio es, ante todo, el
anuncio de la plenitud de la verdad revelada
en Cristo.

20
YONATHAN LARA

Comprender estas desviaciones y su efecto


dañino nos impulsa a buscar la predicación y
la vivencia de un Evangelio integral. Solo así
experimentaremos el poder real de la buena
noticia que libera de la culpa, transforma el
corazón y participa en la renovación de todas
las cosas, conforme al propósito eterno de
Dios.

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EL PODER DEL EVANGELIO

EL EVANGELIO ETERNO Y SU
RELEVANCIA HOY
En el libro de Apocalipsis, encontramos la
mención a un “Evangelio eterno” (Apocalipsis
14:6), concepto que nos recuerda la naturaleza
inmutable y atemporal de este mensaje. El
Evangelio no es producto de una moda religiosa
ni se limita a un contexto cultural; procede del
corazón de Dios, quien trasciende el tiempo y el
espacio.

La eternidad del Evangelio se conecta con la


soberanía divina. Dios, antes de la creación, ya
había determinado un plan de salvación en
Cristo (Efesios 1:4). Este plan no es un recurso
improvisado en respuesta a la caída de la
humanidad; es parte del propósito eterno de
Dios, que se dio a conocer progresivamente a lo
largo de las Escrituras.

La relevancia del Evangelio hoy se manifiesta


en la capacidad que tiene de responder a las
inquietudes más profundas de la existencia
humana: el sentido de la vida, el problema del
mal, la búsqueda de justicia y la esperanza
frente a la muerte. Ninguna tecnología o avance
científico puede responder de manera definitiva
a estos interrogantes, pero el Evangelio sí
ofrece un horizonte de significado y
restauración.
22
YONATHAN LARA

Asimismo, el “Evangelio eterno” es un llamado


universal. El texto de Apocalipsis dice que se
proclama a toda nación, tribu, lengua y
pueblo. Aquí se reivindica la universalidad de
la salvación, enfatizando que nadie está
excluido del alcance divino, siempre y cuando
reciba el mensaje con fe y arrepentimiento.

En un mundo posmoderno y pluralista,


muchas voces afirman que la verdad es
relativa y que cada uno tiene su propia
perspectiva. El Evangelio eterno plantea, en
cambio, una verdad objetiva basada en la
revelación divina, y al mismo tiempo acoge a
personas de toda cultura y condición social.
No es una imposición cultural, sino la
proclamación de un hecho histórico y
salvífico con implicaciones globales.

Esta relevancia también se refleja en la


dimensión moral y espiritual. Mientras las
ideologías pasajeras van y vienen, el
Evangelio ofrece una base sólida para la
ética, basada en la naturaleza inmutable de
Dios. Su mensaje no se desgasta ni pierde
autoridad con el paso de los siglos, pues nace
del carácter eterno del Creador.

23
EL PODER DEL EVANGELIO

Frente al sufrimiento, la persecución o las


crisis sociales, el Evangelio eterno provee
esperanza. Los cristianos perseguidos en
diversos lugares del mundo hallan fortaleza al
saber que esta buena noticia trasciende sus
circunstancias temporales y que sus vidas
están guardadas en las manos de un Dios que
ya ha vencido.

El Evangelio eterno también nos orienta


respecto a la misión de la Iglesia. Si el
mensaje es para “toda la tierra”, el pueblo de
Dios está llamado a compartirlo, sin reducirlo
a su comodidad o a su círculo de influencia.
La tarea misionera no surge de una idea
humana, sino de la convicción de que esta
noticia de salvación debe llegar a cada rincón
del planeta.

La implicación práctica de este Evangelio


inmutable es que los creyentes no deben
temer a los cambios de época ni a las
presiones culturales. Cuando la cultura se
seculariza o se opone a los valores cristianos,
el Evangelio sigue siendo la luz y la verdad
que puede redimir incluso a los más alejados.
Su relevancia está garantizada por su origen
divino.

24
YONATHAN LARA

En conclusión, el “Evangelio eterno” no solo


destaca la infinita perfección y santidad de
Dios, sino que muestra cómo su amor y su
gracia se extienden a lo largo de toda la
historia humana. Esta verdad vivificante sigue
tocando corazones hoy, capacitándonos para
enfrentar los desafíos contemporáneos con la
certeza de que la victoria de Cristo es
permanente e inquebrantable.

25
EL PODER DEL EVANGELIO

LA OBRA DE DIOS: OBJETIVA


Y SUBJETIVA
En la teología cristiana, se distingue entre la
“obra objetiva” de Dios y la “obra subjetiva”. La
primera alude a lo que Dios ha hecho en Cristo
fuera de nosotros, en un sentido histórico y
definitivo; la segunda se refiere a cómo esa
obra impacta nuestra vida personal y se va
aplicando internamente por medio del Espíritu
Santo.

La “obra objetiva” inicia con la encarnación de


Jesús, continúa con su vida y ministerio
perfectos, culmina en su muerte expiatoria y se
sella con su resurrección y ascensión. Esta
secuencia de eventos no depende de la fe o la
obediencia humana; sucedió de manera
tangible y verificable en la historia. De ahí que
se diga que el cristianismo se basa en hechos,
no en meras ideas.

Al declarar Jesús “Consumado es” (Juan


19:30), afirmó que el precio del pecado había
sido pagado. Esta obra objetiva tiene
implicaciones universales: el camino hacia Dios
quedó abierto para todo aquel que crea. Sin
embargo, la salvación no se hace efectiva en la
vida de una persona por el mero conocimiento
de estos hechos, sino por la fe que los abraza.
26
YONATHAN LARA

En conclusión, el “Evangelio eterno” no solo


destaca la infinita perfección y santidad de
Dios, sino que muestra cómo su amor y su
gracia se extienden a lo largo de toda la
historia humana. Esta verdad vivificante sigue
tocando corazones hoy, capacitándonos para
enfrentar los desafíos contemporáneos con la
certeza de que la victoria de Cristo es
permanente e inquebrantable.

Es aquí donde entra la “obra subjetiva”: el


Espíritu Santo aplica los méritos de Cristo en
el corazón de cada creyente. Por ejemplo, el
apóstol Pablo señala que Dios nos dio vida
“juntamente con Cristo” y nos resucitó
“juntamente con Él” (Efesios 2:5-6). Desde el
punto de vista divino, esa resurrección se
efectuó al resucitar Jesús, pero desde nuestra
perspectiva personal, se hace real cuando
ponemos nuestra fe en el Salvador.

La obra subjetiva implica regeneración,


justificación, adopción y santificación. En la
regeneración, el Espíritu Santo nos concede
un nuevo nacimiento espiritual. En la
justificación, somos declarados justos ante
Dios por la obra de Cristo. En la adopción,
pasamos a formar parte de la familia de Dios.
Y en la santificación, somos transformados
gradualmente para parecernos más a Jesús.

27
EL PODER DEL EVANGELIO

Aun así, la acción de Dios no anula la


responsabilidad humana. La obra subjetiva se
manifiesta a medida que respondemos con fe
y obediencia, cooperando con la acción del
Espíritu. Este proceso puede incluir pruebas,
disciplina y crecimiento continuo, lo que
demuestra que la salvación no es un evento
aislado, sino un camino de vida.

Es importante destacar que, aunque la


santificación sea progresiva, la base de
nuestra salvación permanece en la obra
objetiva de Cristo. No es que empecemos por
la gracia y continuemos por nuestras obras;
desde el principio hasta el fin, dependemos
de lo que Dios hizo y sigue haciendo. Nuestro
rol es recibir y vivir en consonancia con esa
realidad.

Cuando se entiende esta dinámica entre la


obra objetiva y la subjetiva, desaparece la
dicotomía entre gracia y obediencia. No
obedecemos para ganar la salvación, sino
porque ya hemos sido salvados. La
obediencia brota de la gratitud y del poder
del Espíritu, no de la búsqueda de méritos o
aprobaciones divinas.

Este equilibrio se rompe cuando la gente


enfatiza solo la parte subjetiva, pensando que

28
YONATHAN LARA

la salvación depende de su esfuerzo, o


cuando enfatiza solo lo objetivo, asumiendo
que no tiene importancia cómo vivan, puesto
que “Cristo ya pagó”. La Biblia enseña que
hay una armonía entre lo que Cristo ha hecho
y la respuesta que se nos pide.

En conclusión, la obra de Dios es integral: un


hecho histórico que ofrece un fundamento
sólido (lo objetivo) y un proceso interno que
nos transforma (lo subjetivo). Al abrazar
ambos aspectos, descubrimos que el
Evangelio no se queda en teoría, sino que
opera poderosamente en el creyente, dándole
una nueva identidad y capacitándole para
vivir en santidad y servicio.

29
EL PODER DEL EVANGELIO

“EN CRISTO” Y “CON CRISTO”:


IMPLICACIONES PARA EL CREYENTE
Una de las expresiones más repetidas en los
escritos de Pablo es “en Cristo” o “con Cristo”.
Estas frases condensan el misterio de la unión
entre el creyente y Jesús, describiendo una
relación tan cercana que lo que sucedió en la
vida, muerte y resurrección de Cristo repercute
directamente en quienes ponen su fe en Él.

Estar “en Cristo” significa que nuestra identidad


esencial se ancla en lo que Él es y ha hecho.
Pablo explica que, al creer, somos “bautizados
en Cristo Jesús” (Romanos 6:3-4),
simbolizando nuestra muerte al pecado y
nuestro resurgir a una nueva vida. Esta unión no
es meramente simbólica; implica una realidad
espiritual que cambia la posición del creyente
delante de Dios.

Asimismo, la Biblia dice que Dios nos bendijo


“con toda bendición espiritual en los lugares
celestiales en Cristo” (Efesios 1:3). Esto
enfatiza que las riquezas de la gracia divina
están disponibles en esa unión espiritual. El
creyente no necesita merecerlas, pues le
pertenecen en virtud de su relación con el Hijo
de Dios.

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YONATHAN LARA

La idea de estar “con Cristo” resalta la


participación conjunta en su experiencia.
Cuando Cristo murió, los creyentes, en un
sentido espiritual, murieron al pecado.

Cuando resucitó, resucitaron a una vida


nueva. Incluso se menciona que “estamos
sentados en los lugares celestiales con Cristo
Jesús” (Efesios 2:6). Aunque físicamente
estemos en el mundo, nuestra posición legal y
espiritual está en la presencia del Padre.

Esta unión profunda tiene implicaciones en


nuestra lucha diaria contra el pecado.
Romanos 6:11 instruye: “Consideraos
muertos al pecado, pero vivos para Dios en
Cristo Jesús.” Al comprender nuestra posición
“en Cristo”, dejamos de vernos como meros
pecadores derrotados y empezamos a vivir
como hijos adoptados que tienen la victoria
de Cristo a su favor.

La comunión con Cristo también abarca el


sufrimiento. Pablo deseaba “conocerle [a
Cristo], y el poder de su resurrección, y la
participación de sus padecimientos”
(Filipenses 3:10). Estar “con Cristo” implica
que incluso en los momentos de prueba y
dolor, podemos identificarnos con su pasión,
recibiendo consuelo y fortaleza para
perseverar.

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EL PODER DEL EVANGELIO

Además, esta unión cambia la forma en que


vemos la muerte física. Para el creyente, la
muerte se convierte en un tránsito hacia la
plenitud de la presencia divina. Pablo podía
decir: “Para mí el vivir es Cristo, y el morir es
ganancia” (Filipenses 1:21), porque entendía
que estar “con Cristo” era lo más valioso,
tanto en la vida presente como en la
eternidad.

En el ámbito comunitario, la unión con Cristo


crea la “comunión de los santos”. Todos los
creyentes comparten la misma vida de Cristo,
lo cual forja un cuerpo espiritual, la Iglesia,
donde cada miembro aporta dones y recibe
cuidado. De ahí que la división o el desprecio
entre hermanos contraríen la unidad esencial
que tenemos “en Cristo”.

Vivir “en Cristo” y “con Cristo” no es un ideal


inalcanzable, sino la realidad que define la
vida cristiana auténtica. No es simplemente
imitar a Jesús en nuestras fuerzas, sino
permitir que su Espíritu fluya en nosotros,
transformando actitudes y modelando nuestro
carácter según su imagen.

Esta verdad deja en claro que la fe cristiana


no se basa en un sistema religioso frío ni en la
mera adopción de una filosofía. Se trata de
una relación viva con el Hijo de Dios,

32
YONATHAN LARA

en la que participamos de sus sufrimientos y


de su gloria, de su cruz y de su victoria. Así,
cada creyente descubre que su verdadera
vida se encuentra “escondida con Cristo en
Dios” (Colosenses 3:3).

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EL PODER DEL EVANGELIO

LA OBRA SUBJETIVA: LA
PARTICIPACIÓN HUMANA
Aunque la salvación es un regalo divino, el
creyente es llamado a participar activamente en
lo que se ha denominado la “obra subjetiva” de
Dios. Esta obra interior, realizada por el Espíritu
Santo, requiere la colaboración de nuestra
voluntad para que se exprese y madure a lo
largo de la vida cristiana.

La participación humana inicia con la fe y el


arrepentimiento, actitudes que marcan el punto
de partida en el encuentro con Dios. Fe no es
solo creer intelectualmente, sino depositar la
confianza plena en la eficacia del sacrificio de
Cristo. El arrepentimiento, por su parte, implica
un cambio de mentalidad y la determinación de
apartarse del pecado.

Una vez que el creyente es regenerado, el


proceso de santificación comienza. Aquí, el
Espíritu Santo trabaja en nuestro interior para
conformarnos gradualmente a la imagen de
Jesús. Esto no ocurre automáticamente; la
persona debe cooperar, sometiendo su mente y
corazón a la Palabra de Dios, practicando la
oración y ejerciendo la obediencia.

34
YONATHAN LARA

La disciplina espiritual forma parte de esta


participación humana. Orar, leer las
Escrituras, congregarse, servir y compartir el
Evangelio no son exigencias para “ganar” la
salvación, sino medios de gracia que
fortalecen nuestra relación con Dios y
estimulan el crecimiento espiritual. En la
medida en que el creyente se ejercita en estas
prácticas, la obra subjetiva se hace más
evidente.

Otra expresión de la participación humana es


la lucha contra la carne y contra las
tentaciones. Gálatas 5:17 habla de la
oposición entre el Espíritu y la carne. Aun
teniendo el poder de Dios, el creyente ha de
decidir cada día rendirse a la voluntad del
Espíritu en lugar de dejarse dominar por
deseos contrarios a la santidad.

El arrepentimiento continuo se convierte en


un estilo de vida para el cristiano. Aunque la
regeneración sucede de una vez, la
sensibilidad al pecado y la corrección divina
acompañan al creyente durante todo su
caminar. Esta dinámica mantiene viva la
relación con Dios, evitando la insensibilidad y
la dureza de corazón.

35
EL PODER DEL EVANGELIO

El fruto de esta participación se observa en el


carácter transformado. El apóstol Pablo
describe en Gálatas 5:22-23 los llamados
“frutos del Espíritu” —amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza— como evidencias
de la obra interior de Dios. Cuanto más
cedemos al Espíritu, más de este fruto emerge
en nuestra conducta diaria.

La obediencia misionera también refleja la


obra subjetiva. El creyente que comprende la
magnitud del Evangelio siente el impulso de
compartirlo con otros, de actuar con
misericordia y justicia, y de contribuir a la
expansión del reino de Dios en diversos
contextos, ya sea en la familia, en la sociedad
o en culturas lejanas.

Cabe señalar que esta participación humana


no debe confundirse con el moralismo o el
esfuerzo meramente humano. Es Dios quien
da “el querer como el hacer” (Filipenses
2:13), pero nuestra respuesta es necesaria
para que el potencial de la gracia se traduzca
en acciones concretas y en una vida que
honre al Señor.

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YONATHAN LARA

En suma, la obra subjetiva es la aplicación


personal de lo que Cristo hizo de forma
objetiva. El creyente, al cooperar con el
Espíritu, madura en santidad, desarrolla un
testimonio coherente y crece en amor hacia
Dios y hacia el prójimo. Así, la salvación se
experimenta en toda su riqueza, no solo como
un evento pasado, sino como una realidad
continua que transforma al individuo y lo
habilita para servir al propósito divino.

37
EL PODER DEL EVANGELIO

EXPRESIONES DEL EVANGELIO


ETERNO EN LA ESCRITURA
El Nuevo Testamento describe el Evangelio con
diversos matices, presentándolo como el
“Evangelio del reino”, “Evangelio de la gracia
de Dios”, “Evangelio de Jesucristo”,
“Evangelio de la paz”, entre otras
denominaciones. Cada una de ellas enfatiza un
aspecto de la misma buena noticia, arrojando
luz sobre su riqueza y amplitud.

El “Evangelio del reino” (Mateo 4:23) resalta


la instauración del gobierno divino en la tierra.
Jesús proclamaba que el reino de Dios había
llegado, invitando a la gente a cambiar su forma
de pensar y a creer en este nuevo orden. Aquí
se subraya que el Evangelio no solo habla de
salvación individual, sino de la totalidad de la
vida sometida a la voluntad del Rey.

El “Evangelio de Jesucristo” (Marcos 1:1)


pone el foco en la persona del Hijo de Dios. Es
la buena noticia de que Él es el Mesías
esperado, el cumplimiento de las promesas del
Antiguo Testamento y el agente de la
reconciliación con el Padre. Todo lo que el
hombre necesita, lo halla en la persona de
Jesús.

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YONATHAN LARA

El “Evangelio de la promesa” (Hechos


13:32) recuerda el cumplimiento histórico de
las promesas hechas a los padres de la fe
(Abraham, Isaac y Jacob). Dios se revela fiel al
realizar todo lo que anunció mediante los
profetas. Cristo es la culminación de estas
profecías, trayendo a la realidad el plan de
salvación en el tiempo señalado.

El “Evangelio eterno” (Apocalipsis 14:6)


subraya la naturaleza inmutable de este
mensaje, que no depende de las fluctuaciones
culturales. Es la misma verdad proclamada
desde los inicios, válida para todas las
generaciones, y que seguirá resonando hasta
el final de los tiempos, invitando a todas las
naciones a volverse a Dios.

Al contemplar estas expresiones,


comprendemos que el Evangelio es un
“poliedro” de múltiples caras, todas
apuntando a la misma esencia: la buena
noticia de la intervención divina para rescatar
a la humanidad y renovar el orden creado, en
y a través de Jesucristo. Ninguna de estas
facetas es prescindible; todas muestran un
aspecto vital de la salvación.

39
EL PODER DEL EVANGELIO

Estudiar y profundizar en estas diversas


descripciones enriquece nuestra visión del
Evangelio, evitando la tentación de reducirlo
a un solo tópico. Así, la Iglesia puede
predicarlo en su totalidad, mostrando un
mensaje que incluye salvación, restauración,
reconciliación, gracia, señorío, paz y
esperanza eterna. Este es el “Evangelio de
Dios” en toda su plenitud y poder.

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YONATHAN LARA

VIVIR EL EVANGELIO EN LO
COTIDIANO
Entender el Evangelio es un paso crucial, pero
vivirlo día a día es la verdadera meta de la fe
cristiana. Se trata de encarnar la buena noticia
en nuestras relaciones, decisiones, valores y
propósito de vida. Si el Evangelio se queda en
la teoría, pierde su capacidad transformadora.

Una forma concreta de vivir el Evangelio se


manifiesta en la adoración a Dios. No hablamos
solo de cantos congregacionales, sino de una
vida que reconoce la soberanía y la bondad
divinas en todo momento. El creyente que vive
el Evangelio agradece a Dios al levantarse, al
trabajar, al compartir con su familia y al tomar
decisiones que honren sus principios.

Otra esfera fundamental es la relación con el


prójimo. Quien experimenta la gracia divina
tiende a perdonar, a actuar con compasión y a
buscar la reconciliación en los conflictos. El
apóstol Juan enseña que no se puede amar a
Dios a quien no vemos, si no amamos a nuestro
hermano a quien vemos (1 Juan 4:20). El
Evangelio, por tanto, se refleja en la manera de
tratar a los demás.

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EL PODER DEL EVANGELIO

En el ámbito del trabajo y las


responsabilidades cotidianas, vivir el
Evangelio implica desempeñarse con
integridad, honestidad y excelencia. Ya sea
que se trate de un empresario, un ama de casa,
un estudiante o un obrero, el creyente
entiende que su trabajo es un servicio ofrecido
a Dios y a la sociedad. Esto promueve una
ética laboral que trasciende el simple afán de
lucro o reconocimiento personal.

La familia se convierte en un escenario


privilegiado para encarnar el Evangelio. El
matrimonio refleja la relación de Cristo con la
Iglesia, llamando a un amor sacrificial y
paciente. La crianza de los hijos, por su parte,
se fundamenta en la formación en la fe, la
disciplina amorosa y el ejemplo de vida
coherente. De este modo, la familia se
consolida como una pequeña comunidad
donde el reino de Dios se hace tangible.

La mayordomía del tiempo y los recursos es


otra forma de expresar la vida de fe. Quien
abraza el Evangelio comprende que nada es
verdaderamente suyo, sino que todo le ha sido
confiado por Dios para administrarlo con
sabiduría. Esto incluye el uso responsable del
dinero, el cuidado del medio ambiente y la
disposición de ayudar a los más necesitados.

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YONATHAN LARA

Vivir el Evangelio también implica un


compromiso con la justicia y la misericordia en
el entorno social. Jesús ministraba a
marginados, enfermos y pecadores, mostrando
la compasión divina ante el sufrimiento
humano. Siguiendo su ejemplo, el creyente
busca influir positivamente en su comunidad,
denunciando la injusticia y contribuyendo a
soluciones que honren la dignidad de las
personas.

Otro aspecto crucial es la formación del


carácter. El proceso de santificación nos lleva
a cultivar virtudes cristianas como la humildad,
la paciencia y la fidelidad. Día tras día, el
creyente confronta sus actitudes egoístas y
permite que el Espíritu Santo redireccione sus
deseos, alineándolos con la voluntad de Dios.

Al vivir el Evangelio cotidianamente, el


creyente desarrolla una esperanza firme que
trasciende las circunstancias adversas. Así
como Cristo venció la muerte, el cristiano
aprende a confiar en que el poder de la
resurrección actúa en medio del sufrimiento, la
incertidumbre económica o cualquier
dificultad. Esta esperanza no es pasiva, sino
activa y generosa, pues no duda en compartir
con otros el aliento recibido de Dios.

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EL PODER DEL EVANGELIO

En definitiva, vivir el Evangelio día a día


significa reconocer a Cristo como Señor de
cada área de la existencia. Es un camino de
progreso y no de perfección inmediata, pero es
la vía por la cual la fe se hace real y visible.
Cada decisión tomada a la luz del Evangelio,
cada acto de amor sincero y cada momento de
adoración privada se convierten en un
testimonio de la gracia y el poder
transformador de Dios en el mundo.

44
YONATHAN LARA

CONCLUSIÓN
El Evangelio, lejos de ser un mero concepto
teológico o una simple tradición religiosa,
constituye la noticia más radical y
transformadora que la humanidad pueda
escuchar. Es el anuncio de que Dios se acercó
para redimir a un mundo caído, definiendo a los
hombres y mujeres en la persona de Jesucristo.

A lo largo de estas páginas, hemos visto que la


“mala noticia” del pecado y la muerte enmarca
la urgencia y la profundidad de la “buena
noticia” de la salvación. Sin entender la
gravedad de nuestra situación, no
apreciaríamos la grandeza de la gracia divina,
ni la necesidad de la cruz como respuesta de
justicia y amor a la vez.

El contenido del Evangelio incluye tanto la


reconciliación individual como la restauración
cósmica. Es un mensaje que abarca la redención
del corazón humano y la renovación de la
creación entera. Se trata de la obra histórica y
objetiva de Cristo, aplicada subjetivamente a
cada creyente por el Espíritu Santo, quien hace
real en nosotros lo que el Hijo consumó en la
cruz y en la resurrección.

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EL PODER DEL EVANGELIO

Hemos analizado las distintas formas de


fragmentar o distorsionar el mensaje
(legalismo, hipergracia, sincretismos, etc.), las
cuales evidencian la tendencia humana a
querer alterar la perfecta armonía entre la
gracia y la verdad. Volver constantemente a las
Escrituras y a la figura de Cristo nos resguarda
de caer en extremos que empañan la gloria del
verdadero Evangelio.

El llamado “Evangelio eterno” nos recuerda su


vigencia para cada generación, sin importar los
cambios culturales o los embates de la historia.
Al ser de origen divino, permanece inmutable y
poderoso para salvar, liberar y transformar a
todos los que lo reciben con fe.

Dentro de este panorama, la unión “en Cristo”


y “con Cristo” redefine nuestra identidad y nos
otorga la posición de hijos adoptados, muertos
al pecado y vivos para Dios. Este maravilloso
misterio nos invita a vivir según la nueva
naturaleza, participando activamente de la
obra subjetiva del Espíritu en nuestro interior.

El creyente, por tanto, es llamado a cooperar


con esa obra a través de la fe, el
arrepentimiento y la disciplina espiritual,
dejando que el carácter de Cristo florezca en
su

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YONATHAN LARA

conducta y motivaciones. Es así como el


Evangelio no queda en un concepto abstracto,
sino que adquiere rostro en la vida cotidiana de
aquellos que lo encarnan.

Las diferentes expresiones bíblicas del


Evangelio (del reino, de la gracia, de la paz,
etc.) acentúan la riqueza de un mensaje que no
puede contenerse en un solo rótulo. Cada
facetaje ilumina un aspecto crucial,
contribuyendo a la plenitud de una noticia que
es a la vez histórica, cósmica y personal.
Finalmente, vivir el Evangelio en lo diario
implica una renovación constante del
pensamiento y la acción. El cristiano adopta la
perspectiva del reino de Dios en sus relaciones,
su trabajo, su familia y su participación social.
Todo se somete a la soberanía del Rey, en un
acto de adoración integral.

Que al concluir esta lectura, cada uno de


nosotros sea motivado a profundizar más en la
Palabra, a orar y a dejar que el Espíritu Santo
aplique estas verdades a nuestro corazón. El
Evangelio sigue siendo un poder transformador
que no ha perdido vigencia, y nos invita a
participar de la mayor historia jamás contada: la
de un Dios que se da a conocer, salva y
restaura, llevándonos de muerte a vida, de
tinieblas a luz, y de esclavitud a libertad.

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EL PODER DEL EVANGELIO

REFERENCIAS PRINCIPALES
La Biblia (citas de Lucas, Romanos, Efesios,
Mateo, Apocalipsis, etc.).

Bonhoeffer, Dietrich. Discipulado.

Keller, Timothy. Comentario y sermones sobre


Romanos 1, y otros escritos.

Wright, N. T. (Tom Wright). Diversos estudios


sobre el reino de Dios y la resurrección.

Material de referencia proporcionado (extractos


y reflexiones incluidas en el contenido).

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