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50 Años de Fe en Bashalan

La historia conmemorativa celebra 50 años de la llegada del Evangelio a la comunidad de Bashalan, comenzando con la familia Teñe Aulla en 1974, quienes, tras encontrar esperanza en el mensaje cristiano, regresaron a su tierra natal para compartirlo. A lo largo de los años, la comunidad enfrentó desafíos y conflictos, pero logró construir la Iglesia Evangélica 'Perla de Dios', que ha crecido y se ha consolidado como un pilar espiritual. Este aniversario no solo celebra el pasado, sino que también inspira a futuras generaciones a continuar llevando el mensaje de salvación.

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Jaime Pomaquiza
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50 Años de Fe en Bashalan

La historia conmemorativa celebra 50 años de la llegada del Evangelio a la comunidad de Bashalan, comenzando con la familia Teñe Aulla en 1974, quienes, tras encontrar esperanza en el mensaje cristiano, regresaron a su tierra natal para compartirlo. A lo largo de los años, la comunidad enfrentó desafíos y conflictos, pero logró construir la Iglesia Evangélica 'Perla de Dios', que ha crecido y se ha consolidado como un pilar espiritual. Este aniversario no solo celebra el pasado, sino que también inspira a futuras generaciones a continuar llevando el mensaje de salvación.

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Historia Conmemorativa: 50 Años de la Llegada del Evangelio a la

Comunidad

En el año 1974, un pequeño pero significativo cambio se gestó en la


comunidad de Bashalan, un lugar donde la fe y la esperanza
comenzarían a florecer. La familia Teñe Aulla, compuesta por Fidel
Teñe y María Rosa Aulla Guzmán, dejó atrás su hogar en busca de un
futuro mejor. La enfermedad de María Rosa y la desesperación por
encontrar respuestas a sus sufrimientos llevaron a esta familia a un
punto de quiebre. A través de la radio, descubrieron el mensaje
transformador del Evangelio, y fue entonces que la semilla de la fe se
plantó en sus corazones.

Obligados por la necesidad, decidieron emigrar a la hermana


República de Colombia. Allí, la familia Teñe Aulla comenzó a asistir a
cultos y a recibir enseñanza espiritual. Con la guía de Dios, y tras
superar diversas dificultades, sintieron la llamada a regresar a su
tierra natal para compartir con su comunidad la esperanza que
habían encontrado en Cristo.

En este proceso, el hermano Manuel Pomaquiza León se unió a la


causa. Redimido en una iglesia evangélica en Quito, donde conoció el
amor y la salvación de Dios, Manuel regresó a su comunidad con la
firme intención de llevar el mensaje de Jesús a sus paisanos. Era un
desafío considerable, ya que enfrentaba el miedo y la resistencia de
algunos miembros de la comunidad que no estaban familiarizados con
la nueva fe. Sin embargo, su valentía y dedicación fueron
fundamentales para iniciar la obra misionera en Bashalan, logrando
así que otros se unieran a esta misión de evangelización.

La comunidad comenzó a reunirse en casas y espacios prestados para


realizar cultos, oraciones y actividades evangelísticas. La necesidad
de un lugar propio se hacía evidente, y en 1981, la hermana Juana
Conya se convirtió en un pilar fundamental al ofrecer un terreno para
la construcción de la iglesia. Este acto de generosidad encendió la
esperanza en el corazón de los creyentes, quienes comenzaron a
trabajar incansablemente para hacer realidad su sueño: un templo
donde podrían adorar libremente a Dios.
A pesar de la oposición y las críticas que surgieron, el fervor de la
comunidad no se apagó. En medio de incertidumbres y desafíos, los
hermanos y hermanas unieron esfuerzos para preparar el terreno y
realizar las primeras obras de construcción. El esfuerzo colectivo
culminó en la edificación de un templo que, aunque modesto al
principio, se convirtió en un refugio espiritual para muchos. La
perseverancia de la comunidad a través de la oración y el trabajo
arduo sentó las bases para un crecimiento significativo.

La iglesia creció rápidamente, y con ello también surgieron nuevas


necesidades. En 1991, ante el aumento de la congregación, la
comunidad decidió adquirir un nuevo terreno, un paso decisivo que
garantizaría espacio suficiente para todos. La unanimidad en la
decisión fue un reflejo de la unidad que se había cultivado a lo largo
de los años. El nuevo terreno, destinado originalmente a la
construcción de una Red Comunitaria, se convirtió en la base de la
Iglesia Evangélica "Perla de Dios". Con cada avance, la comunidad
experimentaba un nuevo nivel de esperanza y visión.

A lo largo de los años, la iglesia no solo se dedicó a la construcción


física, sino que también se comprometió a llevar el mensaje del
Evangelio a cada rincón de la comunidad. La realización de
conferencias evangélicas, como la primera en 1988, fue un hito que
atrajo a nuevas almas al reino de Dios. El deseo de ver a otros
conocer a Cristo llevó a la realización de la Conferencia "La Gran
Comisión" en 1994, donde se brindó adiestramiento y discipulado
interno a los miembros de la iglesia.

Los años 1998 y 2008 marcaron eventos significativos en la vida de la


iglesia. La tercera conferencia evangélica, celebrada del 26 al 29 de
noviembre de 1998, se enfocó en ganar almas para el Señor,
anunciando sanidad física y espiritual a toda la comunidad. Estos
eventos no solo fortalecieron la fe de los congregantes, sino que
también demostraron que la iglesia estaba comprometida en hacer
discípulos y en expandir el reino de Dios.

En este contexto de crecimiento espiritual y físico, también surgieron


desafíos internos. A medida que la iglesia prosperaba, el maligno
intentó sembrar discordia entre los miembros. En diciembre de 1997,
la hermana Juana Conya, quien había sido una de las donantes más
importantes, se rebeló contra el liderazgo de la iglesia, alegando que
no se le había tomado en cuenta en la designación de la nueva
directiva. Este conflicto provocó una separación en la congregación,
con algunos miembros liderados por los hermanos Carlos Pillajo y
Carlos Salambay formando una nueva iglesia en su comunidad,
conocida como Iglesia Evangélica "Dios Cuida de Su Pueblo". A pesar
de estos conflictos, la iglesia continuó adelante, manteniendo su
visión y propósito en Cristo.

El hermano Manuel Pomaquiza León, un pilar fundamental desde los


inicios de la iglesia, presentó su renuncia como anciano, dejando un
vacío difícil de llenar. Sin embargo, la comunidad no se desanimó. La
designación del hermano Carlos León Llangarí y su esposa como
nuevos líderes fue un acto de confianza que ayudó a mantener la
cohesión y la misión de la iglesia. Con el apoyo del consejo pastoral
de Chimborazo, los nuevos líderes tomaron las riendas con dedicación
y amor por la congregación.

El proceso de legalización de la Iglesia Evangélica "Perla de Dios" en


1997 marcó un hito importante en la historia de la iglesia. Con el
respaldo del gobierno ecuatoriano, la iglesia fue reconocida
oficialmente, lo que permitió operar de manera formal y garantizar su
lugar en la comunidad. Este reconocimiento fue posible gracias al
esfuerzo y dedicación de personas comprometidas, como el teniente
político Manuel Pomaquiza y el asesor de la Presidencia de la
República, Pedro Manuel Guarnan Gualán, quienes trabajaron
incansablemente para hacer realidad este sueño.

Con el paso de los años, la iglesia ha seguido formando líderes


comprometidos con la misión de llevar el Evangelio a cada rincón de
la comunidad. Hermanos como José Antonio Guarnan Llangarí y
Matías Aulla Caín han demostrado su dedicación al servicio y su deseo
de continuar creciendo en la fe. José Antonio, luego de completar sus
estudios teológicos, fue nombrado pastor local en el año 2000,
mientras que Matías se convirtió en parte del personal docente de la
escuela de capacitación bíblica, impactando a futuras generaciones
de creyentes.
Al conmemorar los 50 años de la llegada del Evangelio a Bashalan,
celebramos la transformación que ha experimentado esta comunidad.
Desde las primeras semillas plantadas por la familia Teñe Aulla hasta
la floreciente iglesia que existe hoy, el legado de fe ha perdurado a
través de las generaciones. La historia de la Iglesia Evangélica "Perla
de Dios" es un testimonio del poder de la fe, la unidad y el amor de
Cristo que continúa impactando vidas.

Hoy, mientras reflexionamos sobre estos 50 años, no solo celebramos


lo que se ha logrado, sino que también miramos hacia el futuro con
esperanza. Que el legado de fe que comenzó hace cinco décadas
continúe inspirando a nuevas generaciones a seguir el llamado de
Dios, a vivir en unidad y a llevar el mensaje de salvación a todos los
rincones de la comunidad. Que este aniversario sea un recordatorio
de la fidelidad de Dios y de la dedicación de aquellos que, a lo largo
de los años, han trabajado incansablemente para expandir su reino.

Así, la historia de la llegada del Evangelio a la comunidad de Bashalan


se convierte en una historia de amor, redención y esperanza, un
legado que perdurará por los años venideros.

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