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Freud y el Catolicismo: Un Análisis

El documento explora la posibilidad de interpretar la obra de Freud desde una perspectiva cristiana, destacando la necesidad de elevar su antropología materialista a una dimensión más alta a través de la revelación cristiana. Se argumenta que, aunque Freud se centró en lo fisiológico y lo inferior del ser humano, su aguda observación puede ser utilizada para construir una comprensión más profunda del hombre a la luz de la filosofía y teología católica. La propuesta es asumir y elevar lo inferior por lo superior, buscando un diálogo entre el psicoanálisis y la doctrina cristiana.

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Freud y el Catolicismo: Un Análisis

El documento explora la posibilidad de interpretar la obra de Freud desde una perspectiva cristiana, destacando la necesidad de elevar su antropología materialista a una dimensión más alta a través de la revelación cristiana. Se argumenta que, aunque Freud se centró en lo fisiológico y lo inferior del ser humano, su aguda observación puede ser utilizada para construir una comprensión más profunda del hombre a la luz de la filosofía y teología católica. La propuesta es asumir y elevar lo inferior por lo superior, buscando un diálogo entre el psicoanálisis y la doctrina cristiana.

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1

[publicado por REVISTA CUADERNOS de la Universidad, Universidad Católica de Cuyo, Año


XXVI, N° 36, San Juan, Argentina 2002]

FREUD Y EL CATOLICISMO
Para un intento de asunción y superación de la antropología freudiana
a la luz de la doctrina cristiana

Lic. Marcos Samaja

1- Introducción

Se lee en el prólogo de las Obras Completas de Freud que el Padre Gemelli, rector y profesor de
la Universidad Católica de Milán, dice: "... el psicoanálisis debe ser estudiado con espíritu claro y
ecuánime por el psicólogo e interpretado con un sentido cristiano. Lo mismo que los escolásticos
hicieron de Aristóteles un filósofo cristiano, así, hoy día, podemos hacer que cuanto hay de útil en la
doctrina de Freud sea aplicado con equilibrada mesura al mejor conocimiento de la mente humana." 1
Ahora bien, ¿es posible tal interpretación cristiana del psicoanálisis freudiano? ¿Es posible
bautizar a Freud como lo hizo Santo Tomás con Aristóteles? Si leyéramos al prestigioso psiquiatra
católico R. Allers nos provocaría desaliento, ya que él lo considera imposible. Para muchos católicos
no es para menos. Allers plantea en su libro, entre muchas cosas más, por ejemplo, que "Jamás podrá
ningún católico sentirse tentado a hacer suyas ideas como las siguientes: que la religión es una
neurosis compulsiva; que Dios es la imagen del propio padre; que la comunión es una renovación de
la comida totemista -ideas que no pueden menos de juzgarse falsas y sacrílegas."2 Concuerdo
totalmente con su pensamiento. Además, no creo que se pueda bautizar a Freud del mismo modo que lo
hizo Santo Tomás con Aristóteles, pero tampoco creo que haya que abandonar el desafío que plantea
Gemelli. Es posible interpretar cristianamente a Freud, sólo si llevamos su doctrina a otra dimensión, a
una dimensión más elevada. ¿A qué me refiero? Quiero recordar que Freud construye el psicoanálisis
desde "lo más bajo" en el hombre, es decir, desde la fisiología y sobre el modelo físico-naturalista que
imperaba en su época. Él nos recuerda en una de sus obras que la más grande influencia que tuvo en su
vida se llamó Von Brucke y por él, quedó fijado a la fisiología. 3 Además, según lo que refiere la
psicoanalista católica Marise Choisy, en la época de Freud, un joven universitario europeo, y más si era
israelita, era por obligación ateo y materialista. 4 Esta es la mentalidad de Freud, él no podía ver "otra
realidad" más que la que bebió toda su vida. Evidentemente, el católico no puede aceptarla, aunque si
puede considerar lo que es el gran mérito de Freud, que pocos críticos han sabido reconocer: la enorme
agudeza de observación y la sutil intuición de su pensamiento, a pesar de sus condicionantes. Su
enorme talento le permitió observar la naturaleza humana en profundidad, pero sus bases no le
permitieron llegar hasta el fondo, hasta lo más profundo, y es así, porque paradójicamente no pudo ver
lo más elevado en el hombre. No podía hacerlo tampoco, porque la mentalidad de la época lo dejó
miope, es decir, no le permitió ver "más allá".
Ahora, ¿cuál es la nueva dimensión a la que hago referencia? La dimensión de la revelación
cristiana. Si intentáramos iluminar el pensamiento freudiano con la luz de la teología católica creo que
podríamos llegar a un sorprendente hallazgo. Hay una hermosa anécdota que describe Choisy: "Cierto
día en el círculo de alumnos de la Bergasse, Nunberg leyó su Teoría de las Neurosis que acababa de
1
Freud, Sigmund - Tomo I, España, Editorial Biblioteca Nueva y Editorial Losada, 1997, prólogo pág. XIII.
2
Allers, Rudolf: "El psicoanálisis de Freud", 1ª edición, Buenos Aires, Editorial Troquel S. A., 1958, pág. 232.
3
Freud, Sigmund: "Análisis profano" en Los textos fundamentales del psicoanálisis, España, Editorial Altaya, 1997, pág.
99.
4
Choisy, Marise: "Psicoanálisis y catolicismo", 1ª edición, Argentina, editorial La Pléyade, 1974, pág. 24.

1
2
crear... Freud quedó pensativo algunos instantes, luego dijo: - ¿Habéis visto en la Pinacoteca el
célebre cuadro donde se muestra a Jerónimo y al diablo inclinado detrás de aquél? El diablo ofrece
magníficos materiales al santo para que pueda construir su catedral. Entre Nunberg y yo, ¿quién es el
santo y quién el diablo? Naturalmente, los alumnos, con sus lisonjas habituales, exclamaron: - Vos
sois San Jerónimo y Nunberg el diablo. - No - replicó Freud -, nada habéis comprendido. Soy yo el
diablo. Otros construirán las catedrales..." 5 Quizás Freud tenga razón, y si es así, nos queda a los
psicólogos católicos, como decía Choisy, construir las catedrales con los materiales que el mismo
Freud nos proporciona. Freud, a la luz de la doctrina filosófica y teológica, nos conduce a las
catedrales.

2- Asunción y elevación de la visión freudiana del hombre

Hay una frase que Freud escribe en una carta a uno de sus amigos, al existencialista L.
Binswanger, que dice: "Siempre me he mantenido en la planta baja y en el sótano del edificio" 6 El
comentario que hace Frankl de la misma es que Freud era lo suficientemente genial para darse cuenta
que su punto de partida restringía su teoría. Ahora, pienso en el sentido que le quiso dar Freud a la frase
y dudo que él podría haber cambiado su teoría (sus fundamentos filosóficos) al toparse con los "pisos
superiores del hombre". Como buen materialista hubiera estado tentado a reducir lo superior a lo
inferior, como de hecho lo hizo. Por ejemplo, se lee a lo largo de la obra freudiana que la angustia, el
sufrimiento, el placer "son sólo" (o también podría ser "no son más que") sensaciones. No pretendo
realizar una refutación del sistema freudiano, hay otros que lo han hecho y mejor de lo que yo podría. 7
Es preciso entonces, centrarme en el propósito del escrito, es decir, elevar la doctrina freudiana
a otro nivel para dar esa interpretación cristiana que pide Gemeli. Para ello, habrá que rastrear los
fundamentos o pilares de la obra freudiana, sacarlos del contexto en que nacieron y seguir el camino
inverso al materialista. La consigna no es ahora "reducir lo superior a lo inferior", sino "asumir y
elevar lo inferior por lo superior". Entonces, ¿cuáles son los principales puntos del sistema freudiano
que nos hablan estrictamente del hombre y sus realidades más importantes que nos van a servir para
nuestra construcción? A mi parecer son los siguientes:
• Metapsicología freudiana
• Eros y Muerte
• Dios Padre y padre biológico
• Complejo de Edipo
• El amor sexual y la felicidad
Es necesario primeramente exponer la doctrina de Freud tal cual él la pensó y desde ahí iniciar
la elevación a la luz de la filosofía y teología católica. Ese es el paso que daremos ahora.

2- 1- Metapsicología freudiana

5
Ibíd. pág. 20.
6
Frankl, Viktor E.: "Psicoanálisis y existencialismo", 5ª reimpresión, México, editorial Fondo de Cultura Económica, 1992,
pág. 52.
7
Presento diversas obras críticas del sistema freudiano que pueden consultarse: "El psicoanálisis de Freud", título original
en inglés (The successful error), del psiquiatra y filósofo católico R. Allers, en la que básicamente crítica y refuta los
fundamentos y la construcción de la doctrina freudiana; la obra del neoconductista H. Eysenck llamada "Caída y decadencia
del imperio freudiano" en la que refuta desde la psicología experimental algunos conceptos psicoanalíticos; "El método
psicoanalítico y la doctrina freudiana" del filósofo Roland Dalbiez; "Freud en cifra" del padre Leonardo Catellani; "En qué
se equivocó Freud" de C. Eschenroder y; "Freud ha muerto" de A. Francia. También hay determinados autores que discuten,
corrigen y superan en sus obras determinados conceptos del sistema freudiano, como ser Alfred Adler, Carl G. Jung, Erich
Fromm, Karen Horney, Víktor Frankl, Heinz Kohut, entre otros.

2
3
2- 1- 1 Planteo inicial

Desde lo etimológico, se aclara el significado del prefijo griego metá, que se traduce por 'más
allá', por lo tanto, metapsicología significaría 'más allá de la psicología o de lo psicológico'. Es decir,
todas las afirmaciones que hace Freud en su Metapsychologie no son conclusiones o interpretaciones a
las que arriba a partir de hechos clínicos, sino en un sentido estricto, la posición filosófica que tiene
acerca del hombre. La metapsicología es su postura antropológica de base, sobre la cuál va a interpretar
los diversos acontecimientos observados y así entonces, construir su doctrina psicológica. La llamada
segunda tópica: ello, el yo y el superyó, que son los componentes o instancias del aparato psíquico,
constituyen parte de lo que se denomina metapsicología. Estas instancias tienen su origen,
características propias y son interdependientes, es decir, entre las tres se produce un interjuego de
relaciones en el psiquismo humano.
Ahora bien, en el aparato anímico, la instancia que adquiere mayor relevancia es el ello, ya que
es "el núcleo de nuestro ser..."8 De él surgen las otras dos provincias psíquicas y la energía que
necesitan para la realización de sus fines. Es en el ello donde se encuentra la clave de la antropología
freudiana. Empezamos entonces a sumergirnos en lo especulativo que nos propone la obra freudiana.
En el año 1923, Freud publica El yo y el ello y afirma en las primeras páginas de esa obra: "Ahora,
creo, nos deparará una gran ventaja seguir la sugerencia de un autor, quien por motivos personales,
en vano protesta que no tiene nada que ver con la ciencia estricta, la ciencia elevada. Me refiero a
Georg Groddeck, quien insiste, una y otra vez, en que lo que llamamos nuestro "yo" se comporta en la
vida de manera esencialmente pasiva y - según su expresión - somos "vividos" por poderes ignotos
{umbekannt}, ingobernables... y no nos arredrará indicarle a la intelección de Groddeck su lugar en la
ensambladura de la ciencia."9
Diez años más tarde, Freud hace una comparación entre el yo y el ello: "Podría compararse la
relación entre el yo y el ello con la que media entre el jinete y su caballo. El caballo produce la
energía para su locomoción; el jinete tiene el privilegio de comandar la meta, de guiar el movimiento
del fuerte animal. Pero entre el yo y el ello se da con harta frecuencia el caso no ideal de que el jinete
se vea precisado a conducir a su rocín adonde éste mismo quiere ir..." Pocos renglones después, afirma
Freud: "Un refrán nos previene que no se debe servir a dos amos al mismo tiempo. El pobre yo lo pasa
todavía peor: sirve a tres severos amos, se empeña en armonizar sus exigencias y reclamos... Esos tres
déspotas son el mundo exterior, el superyó y el ello... Así, pulsionado por el ello, apretado por el
superyó, repelido por la realidad, el yo pugna por dominar su tarea económica...10 Lo mismo sostiene
al final de sus días en Esquema del psicoanálisis. Comenta Freud: "Según nuestra premisa, el yo tiene
la tarea de obedecer a sus tres vasallajes - de la realidad objetiva, del ello y del superyó - y mantener
pese a todo su organización, afirmar su autonomía... El más duro reclamo para el yo es probablemente
sofrenar las exigencias pulsionales del ello, para lo cual tiene que solventar grandes gastos de
contrainvestiduras. Ahora bien, también la exigencia del superyó puede volverse tan intensa e
implacable que el yo se quede como paralizado frente a sus otras tareas." (op. cit., pág. 173)
Pues bien, a partir de lo citado ¿qué se puede deducir? Si somos vividos por fuerzas ignotas e
ingobernables, si nuestro jinete es 'cabalgado' por el caballo, y nuestro yo es un 'pobrecito' ante tres
severos amos a los cuales sirve como vasallo, evidentemente no queda lugar alguno para la libertad
personal en el sistema freudiano. Siendo materialista y ateo, como se ha dicho previamente, ha de negar
también la existencia real del alma racional, es decir, del espíritu. En su obra se lee varias veces la

8
Freud, Sigmund: "Esquema de psicoanálisis", Tomo XXIII, Buenos Aires, Obras Completas, Amorrortu Editores, 1996,
pág. 199.
9
Freud, Sigmund: "El yo y el ello",. Tomo XIX, 6ª reimpresión, Buenos Aires, Obras Completas, Amorrortu Editores,
1996, pág. 25. El subrayado es mío.
10
Freud, Sigmund: "La descomposición de la personalidad psíquica" - Tomo XIX - Obras Completas, 4ª reimpresión,
Amorrortu Editores, 1996, págs. 72 y 73. El subrayado es mío.

3
4
palabra 'espíritu', pero no la entiende como una sustancia no corpórea, distinta de lo material. Freud
sabe de la existencia de lo superior. No lo niega, sólo que no le queda otra cosa más que reducirlo a lo
inferior, a lo pulsional. Freud dice que todas las fuerzas que animan al aparato psíquico provienen del
soma, de lo corpóreo. Desde allí pasan al ello y éste le otorga expresión psíquica; y es el ello, cómo se
dijo anteriormente, de dónde surgen y reciben energía el yo y el superyó.11 Por lo tanto, toda
motivación humana es fisiológica, biológica. No habría, en sentido estricto, motivaciones espirituales.
A esto se refiere el término sublimación. Es decir, energía pulsional reprimida que se transforma en
actividad psíquica superior, llámese arte, filosofía, ciencia o cultura en general. Recapitulando, en
Freud se niega la existencia de Dios, del alma racional y de la libertad humana. No es para menos,
Freud es coherente con su visión materialista del mundo.

2- 1- 2 Intento de superación. Asunción eminente de lo inferior por lo superior.

Vamos a intentar una superación valiéndonos de su doctrina. Se observa una realidad analógica
muy interesante entre el ello, el yo y el superyó y el mito del carro alado en Platón. Repasemos
entonces el mito de Platón. El alma (psiquis) es semejante a un carro alado del que tiran dos caballos, el
uno blanco y el otro negro, los cuales están regidos por el auriga moderador. El caballo blanco
simbolizaría todo lo noble y bueno del alma; el negro, todo lo que se relaciona con la pasión baja y
bestial; mientras que el auriga es la razón que debe regir y gobernar el conjunto. El alma vivía en el
cielo empíreo, donde existió pura y bienaventurada. Pero en un momento ocurre que el tirar del caballo
negro, torcido y traicionero, puede más que el blanco y es así que da por tierra el coche junto a su
auriga, es decir, se produce la caída del cielo empíreo; el alma recibe entonces un cuerpo material en
donde queda encerrada.
Traslademos el mito de Platón al pensamiento de Freud: el caballo negro sería el "oscuro y
bestial ello"; el caballo blanco sería el superyó y al final, el auriga moderador, estaría simbolizado en el
yo. Freud piensa que el caballo negro siempre tira más fuerte que el caballo blanco y que el auriga;
aunque en el ámbito de lo terapéutico, el yo puede robustecerse de modo tal que pueda ser gobernador
de las pulsiones. "Donde está el ello tiene que realizarse el yo" decía Freud. Ahora bien, en las últimas
páginas del Porvenir de una ilusión transmite (y tiene) la vaga esperanza de que algún día (lo ubica en
un futuro más bien remoto) la inteligencia pueda más que lo pulsional, aunque 'todavía no'. 12 Fíjense
que, leyendo entre líneas la doctrina freudiana, se nos hace posible afirmar que Freud quiere y desea la
tesis que podríamos llamar 'espiritualista', es decir, la convicción de que la fuerza reside en el 'yo', en el
espíritu y es capaz de gobernar lo pulsional en pro de su realización, pero su doctrina no permite
afirmar sus deseos.
Siguiendo con la analogía presentada entre Freud y Platón, podemos dar un paso más. Platón
entiende que el auriga es la razón (y el apetito racional, es decir, la voluntad libre), el caballo negro el
apetito concupiscible (el apetito sensible que busca lo agradable y placentero), y el blanco, el apetito
irascible (apetito sensible que se enfrenta a lo desagradable, difícil y arduo con el motivo de vencer y
obtener un bien). Entendía Platón, como se dijo más arriba, que el alma se encontraba encarcelada en
un cuerpo material. Ahora, según él, debía liberarse del cuerpo para así volver al mundo de las Ideas.
Aristóteles y más tarde, Santo Tomás de Aquino, asentaron la doctrina hilemórfica, por la que el

11
Freud, Sigmund: "Análisis profano", págs. 34, 39, 64 y 65.
12
Se observa una enorme semejanza entre el planteo freudiano y el planteo neomarxista de Bloch en 'El principio
esperanza', nombre de la obra del autor, en la que afirma la doctrina del 'todavía no' o del 'aun no'. La redención humana la
coloca en un fututo lejano. En pocas palabras, Bloch plantea (en teoría) que una vez que la humanidad se haya liberado de
sus enajenaciones, valga decir, la propiedad privada y la religión, y llegue por tanto al paraíso comunista, surgirá un nuevo
dilema y enajenación en el hombre peor que lo anterior, la realidad de la muerte. Por lo tanto, Bloch sustituye el término
liberación, por el de salvación. Transmite la esperanza que por una realidad dialéctica 'probablemente' (puede, como no
suceder) el hombre 'todavía' ser mortal, se haga hombre-dios, por lo tanto ser inmortal; he ahí su nuevo paraíso.

4
5
hombre es una unidad substancial de cuerpo y alma. En el compuesto, el alma es la forma del cuerpo.
Ahora bien, Aristóteles y Tomás, abrigan la convicción de que el alma racional, el espíritu, no ha de
liberarse del cuerpo, sino que ha de asumirlo con todas sus fuerzas. Es preciso que el espíritu (lo
superior) asuma, eleve y gobierne a las pasiones (lo inferior). Es decir, lo concupiscible y lo irascible
(lo que sería el ello y el superyó) pueden ser asumidos y elevados por el espíritu (por el yo). Esto se
llama, según los antiguos, asunción eminente.
Tomamos entonces un planteo actual referido a lo sexual, en la que intervienen términos
freudianos y en la que la doctrina freudiana ha tenido un papel enormemente relevante. Se sabe que la
doctrina freudiana ha tenido un alto impacto en la cultura occidental y muchos de sus términos han
pasado a ser parte del vulgo. Represión es uno de ellos, en la acepción que utiliza en la obra El
malestar en la cultura, cuando se refiere Freud a la sublimación como un destino de la pulsión forzado
por la cultura. La cultura se construiría sobre la renuncia de lo pulsional. Freud lo designa como
'renuncia, sofocación o represión de lo pulsional.'13
Me refiero al tema de la represión sexual. Mucho se escucha (se piensa y se vive) en la
actualidad la siguiente frase: "No te reprimás, si te reprimís la vas a pasar mal" o "... te vas a
enfermar." El mensaje en afirmativo es "Liberate, liberá tu sexualidad".14 Pareciera ser uno de los
slogans más fuertes de nuestra sociedad occidental de consumo. Ahora, ¿hay algo de cierto en la
cuestión represiva? En parte sí, es evidente que la represión (o supresión) realizada de modo rigorista y
sin sentido alguno, puede producir daño psíquico, aunque también lo contrario, es decir, la denominada
'liberación sexual' puede producir perturbación mental y aun peor.
Erich Fromm en su obra El arte de amar decía: "Según Freud, la satisfacción plena y
desinhibida de todos los deseos instintivos aseguraría la salud mental y la felicidad. Pero hechos
clínicos obvios muestran que los hombres - y las mujeres - que dedican su vida a la satisfacción sexual
sin restricciones no son felices, y que a menudo sufren grandes síntomas y conflictos neuróticos. La
gratificación completa de todas las necesidades instintivas no sólo no constituyen la base de la
felicidad, sino que ni siquiera garantiza la salud mental."15
Transcribe J. B. Torelló las palabras de Henri Baruk (psiquiatra judío, fundador de la psiquiatría
moral): "El célebre psiquiatra francés, Baruk, ha puesto de manifiesto que si bien - según la opinión
de Freud - la represión de los impulsos instintivos podía llevar a cuadros característicos de neurosis,
resulta más grave, desde el punto de vista clínico, la represión de la conciencia moral (en otras
palabras, liberación de las pulsiones) que puede conducir no sólo a neurosis, sino incluso a psicosis
graves y a reacciones de tal categoría que provoquen verdaderas catástrofes."16
Entonces, ¿en qué quedamos? Si tanto una y otra posibilidad es perturbadora para la mente
humana... ¿represión o liberación?... Ninguna de las dos, sino ordenación de las potencias inferiores por
las superiores. En otras palabras, las pulsiones sexuales (y toda pulsión) deben estar asumidas y
elevadas por las instancias superiores de la persona, que son la inteligencia y la voluntad libre (el auriga
moderador en Platón) y dirigidas a la realización de los valores más altos.
La ordenación no significa una desvalorización de las potencias inferiores (eso sería la
represión), sino todo lo contrario, una valoración en su justo sentido otorgando mayor preeminencia a
la consecución de intereses superiores. En la ordenación no se dice: "no... porque no" (léase

13
Freud, Sigmund: "El malestar en la cultura", Tomo XXI, 5ª reimpresión, Buenos Aires, Obras Completas, Amorrortu
Editores, 1996, pág. 96.
14
Preguntaba el Obispo norteamericano Fulton Sheen que si es cierto que, liberar los instintos sexuales le hace bien al
hombre, ¿por qué no liberar el instinto de caza? ¿Por qué no organizar una cacería de 'mata a tus enemigos'; o el instinto del
temor, por lo que tendríamos que alabar al soldado cuando deja su puesto de guerra en medio de la batalla, del mismo modo
como lo hacen algunos escritores, cuando alaban a los maridos que abandonan a sus esposas; o ¿por qué no condenar las
dietas? entre otras cosas. ["Paz en el alma", Argentina, Editorial Lumen, 2000, pág. 172.]
15
Fromm Erich: "El arte de amar", Argentina, Editorial Paidós, 1992, pág. 92.
16
Torelló, Juan Bautista: "Psicoanálisis y confesión", Ediciones Rialp, pág. 34.

5
6
nuevamente 'represión') a las pulsiones sexuales, sino que es un "no" para dar un gran "sí" a la
realización de los valores superiores. Tampoco hay que entender la ordenación como celibato; no
significa negación de la sexualidad genital, sino vinculación a la expresión amorosa de dos personas
que se entregan la vida, en cuerpo y alma, de manera permanente y responsable. Se sigue respetando
incluso el "no" en función del "sí", porque en el caso de una pareja estable se dice que no a la sola
expresión de las potencias inferiores (búsqueda exclusiva del placer), pero para dar un sí total y
comprometido a la otra persona (búsqueda de la persona en el amor).
Pensemos por un instante en términos de metapsicología freudiana: ¿qué ocurre en la represión?
El yo rechaza los contenidos del ello, se opone a sus impulsos, es decir, no actúa toda la personalidad; y
¿en la liberación? el yo simplemente deja pasar los impulsos, "cede" ante sus "requerimientos" (o lo
que es peor, se somete al ello, subordinando de esta manera lo superior a lo inferior). El que obra de
una u otra forma ¿actúa con toda su personalidad, obra plenamente en 'cuerpo y alma', realiza su acto
como decía Santo Tomás, apasionadamente bien? La respuesta es negativa. En cambio, en la
ordenación de lo inferior por lo superior no se deja abierta la posibilidad a la perturbación porque el
actuar que se realiza es pleno y totalizador, es decir, toda la personalidad se encuentra interviniendo de
manera armoniosa y equilibrada, sin mutilación alguna. Nuevamente en términos de metapsicología
freudiana, en la ordenación actúa el yo, el ello y el superyó de modo armonioso. El yo (director de la
orquesta psíquica) por un lado, toma en consideración y asume las pulsiones que provienen del ello;
por otro, atiende a los valores superiores que le propone el superyó (diría más bien: el 'ideal del yo')
para luego decidir y ejecutar su conducta, actualizándola de un modo sano y libre.
A Freud le costaba entender la soberanía de la inteligencia sobre las pulsiones, aunque quería
creer en ella, a pesar de su doctrina. Dice Freud: "... ni siquiera en los hombres llamados normales el
gobierno sobre el ello puede llevarse más allá de ciertos límites. Si se exige más, se produce en el
individuo rebelión o neurosis, o se lo hace desdichado."17 Freud no entiende que el quid de la cuestión
no ha de representársela en función de una magnitud cuantitativa, sino cualitativa. La idea no es sofocar
o reprimir tiránicamente las pulsiones del ello, sino valerse de ellas en pro de la actualización de
valores superiores. Encauzar las fuerzas pulsionales es la consigna, como se hace con el agua contenida
en las compuertas de un dique.

2- 2- EROS Y MUERTE

2- 2- 1 Eros y Muerte en Freud

A partir del año 1920, con su obra Más allá del principio del placer, la doctrina de Freud sufre
una modificación decisiva, inaugurando una nueva y última etapa de su pensamiento, en la que
introduce un concepto capital que sostiene hasta el fin de sus días: la denominada 'pulsión de muerte',
enormemente resistida por la mayoría de sus discípulos. Hasta ese momento la libido (la energía
sexual) y el principio del placer eran la máxima del aparato psíquico en el pensamiento freudiano. Todo
en la vida psíquica se remitía a tal principio, incluso la función del yo, el proceso secundario y el
principio de realidad, ya que la adaptación a la realidad (función del yo) era sólo una forma más
elaborada de conseguir el placer de un modo 'más realista' y en conformidad con las normas sociales.
Ahora bien, las pulsiones de vida (principio del placer) dejan su corona a las pulsiones de muerte. Es
así, que en las últimas páginas de su obra, observa Freud: "es también harto extraño que las pulsiones
de vida sean las que con mayor intensidad registra nuestra percepción interna, dado que aparecen
como perturbadoras y traen incesantemente consigo tensiones cuya descarga es sentida como placer,

17
Freud, Sigmund: "El malestar en la cultura", pág. 138.

6
7
mientras que las pulsiones de muerte parecen efectuar silenciosamente su labor. El principio del
placer parece hallarse al servicio de las pulsiones de muerte..."18
Existe entonces bajo la nueva concepción freudiana, además de la pulsión sexual, la pulsión de
vida, única fuerza constructiva - el EROS -, una pulsión destructiva y destructora (y autodestructiva) en
el interior de la naturaleza humana, la pulsión de muerte o pulsión de destrucción - MUERTE -. Y es
esta última la que domina 'silenciosamente' la vida anímica en su conjunto.
En El malestar en la cultura, Freud pone de manifiesto cuál es la obra del EROS y de la
MUERTE. Dice: "En algún momento de nuestra indagación se nos impuso la idea de que la cultura es
un proceso particular que abarca a la humanidad toda en su transcurrir, y seguimos cautivados por
esa idea. Ahora agregamos que sería un proceso al servicio del Eros, que quiere reunir a los
individuos aislados, luego a las familias, después a las etnias, pueblos, naciones, en una gran unidad:
la humanidad. Por qué deba acontecer así, no lo sabemos; sería precisamente la obra del Eros. Esas
multitudes de seres humanos deben ser ligados libidinosamente entre sí; la necesidad sola, las ventajas
de la comunidad de trabajo, no los mantendrían cohesionados. Ahora bien, a este programa de cultura
se opone la pulsión agresiva natural de los seres humanos, la hostilidad de uno contra todos y todos
contra uno. Esta pulsión de agresión es el retoño y el principal subrogado de la pulsión de muerte que
hemos descubierto junto al Eros, y que comparte con este el gobierno del universo. Y ahora, yo creo,
ha dejado de resultarnos oscuro el sentido del desarrollo cultural. Tiene que enseñarnos la lucha entre
el Eros y Muerte, pulsión de vida y pulsión de destrucción, tal como se consuma en la vida humana.
Esta lucha es el contenido esencial de la vida en general, y por eso el desarrollo cultural puede
caracterizarse sucintamente como la lucha por la vida de la especie humana."19 Hasta aquí la
traducción del pensamiento freudiano.

2- 2- 2 Asunción teológica de Eros y Muerte

Dice el Padre Castellani que: "... Freud se puede considerar como investigador, como psicólogo
y como teólogo. ¿Cómo teólogo? Si me oyera Freud levantaría de su tumba la testa con asombro, ¿yo
teólogo? Pues sí, señor. ¿De qué tratan sus últimos libros, 'Tótem y tabú', 'El porvenir de una ilusión' y
'Moisés y el monoteísmo'? Para un teólogo no es problema clasificar al freudismo teológicamente: es
una herejía judaico-cristiana, una especie de maniqueísmo luterano."20 No sé si considerar a Freud
teólogo, quizás en cierto sentido lo sea, podemos decir, por ejemplo, que era un 'teólogo de la negación
de Dios'. Tampoco sé si se lo puede catalogar teológicamente como un hereje judeo-cristiano, aunque
algunas de sus afirmaciones lo sean para un católico (y también para un judío).
Ahora bien, no es muy difícil darse cuenta que Freud, sin quererlo ni pretenderlo, ha observado
desde la fisiología y la biología (diría también desde la filosofía, aunque a Freud no le agrade) una
realidad teológica; MUERTE Y EROS recuerdan al teólogo la miseria y la grandeza del hombre: su
naturaleza caída y su naturaleza redimida. 21 Muchas de las afirmaciones freudianas nos permiten
inferirlo.

18
Freud, Sigmund: "Más allá del principio del placer", en "Los textos fundamentales del psicoanálisis", España, Editorial
Altaya, 1997, pág. 333. El subrayado es mío.
19
Op. cit., pág. 117 y 118.
20
Castellani, Leonardo: "Freud", Argentina, Ediciones JAUJA, 1996, pág. 13.
21
En pocas palabras, la naturaleza caída es la tendencia espontánea que existe en el hombre a actuar el mal, producto del
pecado original, producido por nuestros primeros padres, Adán y Eva. Nuestra naturaleza humana quedó entonces
debilitada, herida e inclinada al desorden, que puede provocarnos la autodestrucción. La contracara de la naturaleza caída es
la naturaleza redimida en el hombre, producida por la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, por la que
el hombre se vuelve capaz de reordenar su vida de un modo superior al que había perdido por el pecado de los primeros
padres. Es así que ahora, a pesar de las dificultades que se le presentan por ser naturaleza caída, el hombre puede llegar a la
plena realización personal de su vida, es decir, a la santidad.

7
8
En El malestar en la cultura haciendo referencia a la naturaleza caída (según el enfoque
teológico presentado), por ejemplo, se lee: "Es imposible desconocer los beneficios del orden;
posibilita al hombre el mejor aprovechamiento del espacio y el tiempo, al par que preserva sus fuerzas
psíquicas. Se tendría derecho a esperar que se hubiera establecido desde el comienzo y sin compulsión
en el obrar humano, y es lícito asombrarse de que en modo alguno haya sido así; en efecto, el hombre
posee más bien una inclinación natural al descuido, a la falta de regularidad y de puntualidad en su
trabajo, y debe ser educado empeñosamente para imitar a los arquetipos celestes."22 Más adelante,
haciendo referencia al mandamiento bíblico de "amar al prójimo como a uno mismo" dice Freud: "¿Por
qué deberíamos hacer eso? ¿De qué nos valdría? Pero, sobre todo, ¿cómo llevarlo a cabo? ¿Cómo
sería posible? Mi amor es algo valioso para mí, no puedo desperdiciarlo sin pedir cuentas. Me impone
deberes que tengo que disponerme a cumplir con sacrificios. Si amo a otro él debe merecerlo de
alguna manera. (Prescindo de los beneficios que pueda brindarme, así como de su posible valor como
objeto sexual para mí; estas dos clases de vínculo no cuentan para el precepto del amor al prójimo). Y
lo merece si en aspectos importantes se parece tanto que puedo amarme a mí mismo en él... tengo que
confesar que (el prójimo) se hace más acreedor a mi hostilidad, y aun a mi odio... Y si se comporta de
otro modo; si, siendo un extraño, me demuestra consideración y respeto, yo estoy dispuesto sin más,
sin necesidad de precepto alguno, a retribuirle con la misma moneda. En efecto; yo no contradiría
aquel grandioso mandamiento si rezara: 'Ama a tú prójimo como tu prójimo te ama a ti'. Hay un
segundo mandamiento que me parece todavía menos entendible y desata en mí una revuelta mayor.
Dice: 'Ama a tus enemigos'... el ser humano no es un ser manso, amable, a lo sumo capaz de
defenderse si lo atacan, sino que es lícito atribuir a su dotación pulsional una buena cuota de
agresividad. En consecuencia, el prójimo no es solamente un posible auxiliar y objeto sexual, sino una
tentación para satisfacer en él la agresión, explotar su fuerza de trabajo sin resarcirlo, usarlo
sexualmente sin su consentimiento, desposeerlo de su patrimonio, humillarlo, infligirle dolores,
martirizarlo y asesinarlo. 'Homo hominis lupus' (el hombre es un lobo para el hombre) ¿quién en vista
de las experiencias de la vida y de la historia, osaría poner en entredicho tal apotegma?... 23 Quizá
puedan parecer hasta repugnantes las afirmaciones de Freud, pero no se equivoca, está describiendo
una realidad patente en el hombre. Jung piensa del mismo modo: "Homo homini lupus, es una
sentencia triste, pero de validez eterna."24
Ahora bien, fíjense como razona Freud cuando presenta su nuevo mandamiento: 'Amar al
prójimo como el prójimo me ama a mí', está repitiendo la lógica del Antiguo Testamento, la famosa
Ley del Talión: 'Ojo por ojo, diente por diente'. Su argumentación está muy lejos de la nueva lógica
que vino a traer Jesucristo, el Hombre Nuevo. Freud le da primacía a Muerte sobre Eros y desde
nuestra nueva lectura del pensamiento freudiano, mayor primacía a la naturaleza caída por sobre la
naturaleza redimida; he aquí su error. No es para menos, no podía hacerlo de otra manera. Él pensaba
que lo profundo del hombre, es decir, el ello era (o es) "... la parte oscura, inaccesible de nuestra
personalidad... Nos aproximamos al ello con comparaciones, lo llamamos un caos, una caldera llena
de excitaciones borboteantes."25 Freud concibe lo profundo y nuclear del ser del hombre de un modo
caótico, oscuro, inaccesible. Es decir, lo más profundo de la naturaleza humana es básicamente
desorden.
Pero, es desde el mismo terreno del psicoanálisis en donde surge una visión más acorde,
optimista y a la vez realista de las 'profundidades' del hombre. Velasco Suárez nos hace llegar el
pensamiento del psicoanalista Kohut en su pequeño y hermoso artículo llamado Las luminosas

22
Op. cit., pág. 92.
23
Ibíd., pág. 106, 107 y 108. Por supuesto que muchas de las cosas que él plantea hay que entenderlas en el contexto en el
que le tocó vivir a Freud. La familia de Sigmund y él vivieron muchos rechazos por ser judíos.
24
Jung, Carl Gustav: "Psicología y religión", 4ª reimpresión, España, Editorial Paidós, 1994, pág. 32.
25
Freud, Sigmund: "La descomposición de la personalidad psíquica", Tomo XXII, 4ª reimpresión, Buenos Aires, Obras
Completas, Amorrortu Editores, 1996, pág. 68. El subrayado es mío.

8
9
profundidades de vuestro corazón. Dice V. Suárez: "El 'cimiento último' no son las pulsiones caóticas,
sino la realidad central de la persona y sus exigencias... El núcleo central es personal, el self: (aquí
cita a Kohut) 'un centro independiente de iniciativa y de percepción integrado en nuestras ambiciones
e ideales más básicos'. El desarrollo normal de este núcleo central de la personalidad, que la
psicoterapia debe tratar de reestablecer en caso de alteración, implica una armónica correlación entre
tres factores fundamentales: una sana afirmación del sí-mismo que, a través de un adecuado sistema
de talentos y aptitudes, encauza un flujo vigoroso de energías hacia ideales de perfección firmemente
internalizados, dándoles expresión creativa en la realidad."26
El núcleo de la personalidad no es caótico ni oscuro, sino luminoso y ordenado. Es la verdad
que siempre han transmitido los diversos maestros, santos y las más ricas tradiciones espirituales
cristianas. Es la realidad humana de ser 'imago Dei', imagen de Dios. Velasco Suárez recuerda la frase
de Macario de Optina, monje ruso que dice: "Explorad los más escondidos meandros de los oscuros
laberintos que rodean las luminosas profundidades de vuestro corazón." Santa Teresa de Jesús plantea
en sus Moradas la misma realidad: "Es de considerar aquí que la fuente y aquel sol resplandeciente
que está en el centro del alma no pierde su resplandor y hermosura, que siempre está dentro de ella y
cosa no puede quitar su hermosura; mas si sobre un cristal que está a el sol se pusiese un paño muy
negro, claro está que anque el sol dé en él, no hará su claridad operación en el cristal."27 Toda una
invitación a la psicología dinámica y a toda psicología. No se niega el caos, lo oscuro y las excitaciones
borboteantes a las que alude Freud cuando se refiere al ello; si se quiere, no se niega el ello. Se afirma
su existencia, pero no es lo central de la vida humana, es sólo lo periférico, lo que rodea al núcleo, es el
paño negro que refiere Teresa de Jesús, son los meandros y oscuros laberintos que menciona Macario.
Es en el centro donde se encuentra el corazón, donde hay luz y orden, es el lugar donde mora, según
Kohut, el self; según Jung, 'la Flor de oro'; y según los santos, Dios.

2- 2- 3 Breve conclusión del apartado

Desde una visión teológica, el distingo freudiano MUERTE Y EROS, aparece como la realidad
de la naturaleza humana caída y redimida, realidad que Freud tiene el mérito de haber percibido y
sostenido, aún en contra de la mayoría de sus discípulos más fieles. Freud le otorgó primacía a Muerte
por sobre Eros, y no podía ser de otro modo, el concebía el centro de la vida humana como caótico y
oscuro.
De este modo, la obra freudiana queda anclada en un enorme pesimismo por no haber podido
contemplar a fondo la realidad del hombre nuevo, de la naturaleza redimida por sobre la naturaleza
caída. Parece que en su vida personal, Freud se encontró cruda y vivencialmente con la realidad de
Muerte (recordemos los enormes sufrimientos por el que tuvo que pasar Freud en su vida; como ser, su
condición de pertenecer a un pueblo judío minoritario, la vivencia de la primer guerra mundial, la
vivencia de la gestación de la nueva guerra que él no vivió y las múltiples operaciones de cáncer bucal
por las que atravesó, entre otras).
Sin embargo, creo que Freud tuvo también la posibilidad de encontrarse con la naturaleza
redimida y su realidad profunda e intrínseca en el hombre, pero no la entendió, aunque sí la honró sin
quererlo y sin darse cuenta. Tal realidad se describe más adelante, en el apartado del 'amor sexual y la
felicidad'.

2- 3- Dios padre y padre biológico

26
Velasco Suárez, Carlos A.: "Las luminosas profundidades de vuestro corazón", 1989, págs. 9 y 10.
27
Santa Teresa de Jesús: "Las Moradas", 2ª edición, Barcelona, Ediciones Juventud, S. A., 1982, capítulo segundo, pág. 37.

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10
Para la mayoría de las personas entendidas, Freud niega la existencia real de Dios. Algunos
católicos y psicoanalistas a la vez dudan de la exactitud de la misma, tal es el caso de la autora ya
citada M. Choisy. Pero nos remitamos a las fuentes, a las obras de Freud. Dice Freud en Tótem y tabú:
"... la exploración psicoanalítica del hombre individual nos enseña con particularísimo énfasis que, en
cada quien, dios tiene por modelo al padre; que su vínculo personal con dios depende de su relación
con su padre vivo, sigue las oscilaciones y mudanzas de esta última; y que dios en el fondo no es más
que un padre enaltecido."28
En el Porvenir de una ilusión plantea Freud en el capítulo III que existen fuerzas naturales que
"parecen burlarse de todo yugo humano... la Tierra, que tiembla y se desgarra... el agua... que lo
ahoga todo; el tifón, que barre cuanto se halla a su paso; las enfermedades...; por último el enigma de
la muerte, para la cual hasta ahora no se ha encontrado ningún bálsamo ni es probable que se lo
descubra. Con esta violencia la naturaleza se alza contra nosotros, grandiosa, cruel, despiadada; así
nos pone de nuevo ante los ojos nuestra endeblez y desvalimiento... 29 Tal situación, según Freud no es
nueva, dice: "... tiene un arquetipo infantil, en verdad no es sino la continuación de otra, inicial: en
parejo desvalimiento se había encontrado ya una vez, de niño pequeño frente a una pareja de
progenitores a quienes se temía con fundamento, sobre todo al padre, pero de cuya protección,
también, se estaba seguro contra los peligros que uno conocía entonces. Ello sugería igualar ambas
situaciones. Y aquí como en la vida onírica, el deseo reclama su parte..."30
De ahí en más Freud plantea que Dios Padre se hace necesario al hombre, en función de buscar
protección ante el desvalimiento y desconcierto a los que está sometido el género humano. Entonces:
"Ahora que Dios era único, los vínculos con él podían recuperar la intimidad e intensidad de las
relaciones del niño con su padre." (ibíd., pág. 19).
Más adelante, en el capítulo VI expone Freud: "Nos decimos que sería por cierto muy hermoso
que existiera un Dios creador del universo y una Providencia bondadosa, un orden moral del mundo y
una vida en el más allá; pero es harto llamativo que todo eso sea tal como podríamos menos que
desearlo. Y más raro aún sería que nuestros antepasados, pobres, ignorantes y carentes de libertad,
hubieran tenido la suerte de solucionar todos esos difíciles enigmas del universo." (ibíd., pág. 33). No
estoy de acuerdo en la descalificación dirigida a los antiguos, pero dejándola de lado, se aprecia en la
obra freudiana la negación de Dios.
Ahora bien, ¿hay algo de verdadero en el planteo que hace Freud entre las relaciones del padre
terreno y del padre divino? La respuesta es sí y no. Claro que Freud tiene razón en la constatación del
hecho. Se observa repetidamente el caso de huérfanos, niños ilegítimos, niños que han tenido padres
ausentes (aunque físicamente estén presentes) para los que la idea de Dios no convence. Para ellos no
es 'familiar' (desde lo afectivo) la idea de un Dios que es Amor e Infinita Misericordia. Tenderán a ver
a Dios como lo percibieron a su padre terreno, ya sea como 'ausente' o como 'lejano', por lo tanto,
adoptarán probablemente una postura atea, escéptica o una creencia en Dios muy poco convincente
para ellos mismos.
M. Choisy refiere: "Cuando el psicoanálisis... nos muestra la idea de Dios que nace en cada ser
humano de la sublimación de las "imagos" paternas... (esto) no nos prohibe, de ningún modo, pensar
que la misma analogía puede, desde el punto de vista finalista, interpretarse de manera descendente,
por un designio divino. Dios puede, muy bien, haber trazado ese camino biopsicológico al Amor que
debe elevarse hasta Él. La Gracia elige los caminos naturales."31 C. Meves es del mismo pensar, ella

28
Freud, Sigmund: "Tótem y tabú", Tomo, Buenos Aires, Obras Completas, Amorrortu Editores, 1996, pág. 149.
29
Freud, Sigmund: "El porvenir de una ilusión", Tomo XXI, 5ª reimpresión, Buenos Aires, Obras Completas, Amorrortu
Editores, 1996, pág. 16.
30
Ibíd., pág. 17
31
Choisy, M: op. cit., pág. 27.

10
11
afirma que los padres deben ser "... como representantes de Dios, es decir, para hacerlo
simbólicamente presente, en una mínima medida, ante nuestros hijos."32
Entonces, Choisy y Meves con su iluminación, nos muestran que se puede interpretar
psicológicamente el hecho como válido sin necesidad de que por eso se niegue a Dios. Ahora bien, la
equivocación freudiana es la siguiente: no es el padre el modelo de Dios, sino Dios Padre el modelo del
padre terreno. Frankl le responde a Freud: "En realidad Dios no es una "imagen del padre", sino el
padre una imagen de Dios. Para nosotros no es el prototipo o imagen ideal de toda divinidad, sino más
bien exactamente lo contrario: Dios es el prototipo de toda "paternidad". El padre sólo es el primero
ontogénica, biológica y biográficamente; pero Dios es el primero ontológicamente. Así pues,
psicológicamente la relación hijo-padre es, sí, anterior a la relación hombre-Dios, pero
ontológicamente la primera no es modelo para la segunda, sino al revés."33
Freud comete un error epistemológico, pega un salto de la observación de los hechos en el
ámbito psicológico a la negación de Dios en el ámbito metafísico, que evidentemente lo hace porque
previamente no acepta la existencia de lo divino. Lo importante a resaltar es la observación fina y sutil
que hace Freud de la relación existente entre el padre terreno y el Dios Padre en el psiquismo humano,
más allá de que esto lo utilizará luego para negar la existencia de Dios.
Ahora bien, cambia mucho el panorama para el psicólogo que afirma la existencia de Dios que
para aquel que la niega. La realidad de lo observado en los hechos evidentemente adquiere otra lectura
e interpretación en uno y otro caso, como se lo ha demostrado en este apartado. Más adelante se harán
aún más patentes las diferencias. [ver el apartado del 'amor sexual y la felicidad'].

2- 4- Complejo de Edipo

La mayoría de las personas del mundo occidental saben relativamente bien qué es el Complejo
de Edipo que inmortalizó Freud en su doctrina; como también saben o tienen noticia de gran cantidad
de terminología freudiana que ha pasado ha ser parte del vulgo con mayor o menor precisión doctrinal.
Se sabe que Freud trata de atribuirle al Complejo de Edipo un estatuto universal, intento que realiza en
Tótem y Tabú, basado en diferentes antropólogos, fundamentalmente Frazer, Darwin y R. Smith. Más
allá de sus interpretaciones y conclusiones 34, lo importante es que observó con profunda agudeza dónde
se desarrolla el drama humano, dónde se construye la historia de la humanidad reconociéndole un
fundamento inconmovible.
Llámese Complejo de Edipo o no, la historia humana la hace depender de la familia humana.
Freud dice: "Así, para concluir esta indagación que hemos realizado en apretadísima síntesis, querría
enunciar este resultado: que en el Complejo de Edipo se conjugan los comienzos de religión, eticidad,
sociedad y arte, y ello en plena armonía de que este complejo constituye el núcleo de todas las
neurosis, hasta donde hoy ha podido penetrarlas nuestro entendimiento." 35 El nombre del complejo
nace de la tragedia griega de Sófocles Edipo Rey, en la que el protagonista Edipo, bajo la sentencia del
oráculo y sin saberlo, mata a su padre y se casa con su madre.
Ahora bien, ¿cómo entiende Freud el Complejo de Edipo? En pocas palabras, el niño se
enamora de la madre y desea poseerla sexualmente, pero encuentra un obstáculo importante que es el
padre. El padre no lo dejará ocupar su lugar, por lo tanto, lo odia y quiere su muerte. Al mismo tiempo,
lo ama porque ve en él a su ideal, lo que él puede llegar a ser, lo que sería su modelo (identificación),

32
Meves, C. - Illies, J.: "La agresividad necesaria - Cómo educar los impulsos de autoafirmación", España, Editorial Sal
Terrae, 1979, pág. 94.
33
Frankl, Viktor E.: "La presencia ignorada de Dios", 2ª edición, España, Editorial Herder, 1979, pág. 66.
34
Todas sus interpretaciones han sido refutadas por casi todos los antropólogos. Además, él mismo se percata de que
argumenta con datos extraídos de diferentes autores que los mismos ya no sostienen. Es el caso de Frazer (Tótem y tabú,
pág. 111)
35
Ibíd., pág. 158.

11
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por lo que el niño presentaría sentimientos ambivalentes de "amor-odio" hacia él. La resolución del
Complejo de Edipo estaría dada por otro complejo, el Complejo de Castración. El niño hace alarde de
su pene, conducta ante la cual la madre desespera y le hace promulgar una amenaza, la amenaza de
privarlo de la 'cosita', siéndole encargada al padre la ejecución de la sentencia. Continúa Freud: "Pero
si a raíz de esa amenaza puede recordar la visión de unos genitales femeninos o poco después le
ocurre verlos, unos genitales a los que les falta esa pieza apreciada por encima de todo, entonces cree
en la seriedad de la que ha oído y vivencia, al caer bajo el influjo del complejo de castración, el
trauma más intenso de toda su vida."36 Hasta aquí el Edipo según Freud. Resalto entonces, el tipo de
relación vincular que se establece en el Edipo, en la relación padre-hijo. Por un lado, el padre es odiado
y amado por el hijo, y es obstáculo para sus intereses (la posesión de la madre). Por otro lado, el padre
es el que va a provocar el 'trauma más intenso' de la vida del niño, la castración, como modo de
'eliminación' del pequeño competidor.
Pasamos ahora a considerar el tema desde otro enfoque, bajo una nueva perspectiva, la del
psicoanalista heterodoxo Heinz Kohut, partidario de la denominada psicología del self. Kohut, en su
artículo "Introspección, empatía y el semi-círculo de la salud mental"37, realiza una reinterpretación de
la historia de Edipo Rey y argumenta: "Es un hecho notable el que nadie haya señalado, al menos de
una manera efectiva, un aspecto del mito de Edipo que se refiere a las relaciones
intergeneracionales... Es como si los analistas hubieran revertido su postura acostumbrada en
relación al Rey Edipo, tomando el contenido manifiesto - asesinato del padre, incesto - como la
esencia, mientras que pasaron por alto indicios genéticos que podrían ayudarnos a ver la relación
entre padres e hijos desde una óptica diferente. ¿No es el aspecto dinámico y genético más
significativo de la historia de Edipo, el que Edipo era un hijo rechazado?... El hecho es que Edipo no
fue deseado por sus padres y que había sido dejado a la intemperie. Fue abandonado para morir...
¿Piensan que el prestar atención a esta parte de la historia podrá hacernos ver el Complejo de Edipo
desde una óptica diferente?..."38
Evidentemente sí; pero la refutación del Edipo no se queda aquí, Kohut propone su "anti-magia"
que contrarresta a la "magia freudiana" (la asombrosa habilidad para establecer firmemente sus ideas a
partir de su asociación con mitos, según refiere Kohut); contrapone al mito de Edipo, la historia de
Odiseo (relato de Homero).
Comenta Kohut la historia: "... los griegos comenzaron a organizarse para su expedición a
Troya, reclutaron a todos los capitanes para que se reunieran con sus hombres, sus barcos y sus
provisiones. Pero Odiseo, gobernante de Itaca, hombre recién entrado en la adultez, con una joven
esposa y un hijo bebé, no estaba entusiasmado con ir a la guerra. Cuando llegaron los delegados de
los estados griegos para determinar la situación y a pedir a Odiseo su apoyo, este fingió estar
mentalmente enfermo... lo encontraron con una yunta formada por un buey y un asno y tirando sal a
las zanjas por sobre sus hombros, tenía sobre su cabeza un estúpido sombrero de forma cónica, como
los que acostumbran a usar los orientales. Fingió no conocer a los visitantes y dio señales de haber
perdido la razón. Pero Palamedes sospechó el engaño. Tomó a Telémaco, el pequeño hijo de Odiseo, y
lo derribó al suelo, frente al arado que avanzaba hacia él. Su padre inmediatamente hizo un semi-
círculo con su arado para evitar lastimar a su hijo - movimiento que puso al descubierto su salud
mental y lo hizo confesar que solo había fingido insania para escapar de ir a Troya. Continúa Kohut:
"El semi-círculo del arado de Odiseo no prueba nada, pero sirve de símbolo para el regocijante
descubrimiento del self humano como siendo temporal... un símbolo que sirve para el hecho de que el
hombre sano experimenta con profunda alegría a la siguiente generación, como una extensión de su

36
Freud, Sigmund: "Esquema del psicoanálisis", pág. 189.
37
Presento primero la reinterpretación que hace Kohut del mito de Sófocles y luego, el relato de Homero sobre la historia de
Odiseo. No es el orden que sigue Kohut, lo hago sólo por motivos personales de exposición.
38
Kohut, Heinz: "Introspección, empatía y el semi-círculo de la salud mental", 1981, págs. 29 y 30.

12
13
propio self. Es la primacía del sustento para el éxito generacional lo que es normal y humano, y no la
lucha intergeneracional y los deseos mutuos de muerte y destrucción (en Edipo)"39
Plantea entonces Kohut que la realidad del Complejo de Edipo no es la realidad normal del
desarrollo del niño, sino una distorsión patológica presentada erróneamente por el análisis tradicional
como "normal". Es así que antepone a Edipo, la historia de Odiseo, como la manifestación normal de
vínculo y desarrollo intergeneracional. 40
Es cierto que la historia de Odiseo refleja mejor la naturaleza humana desde una perspectiva de
la psicología de la salud. Si bien la contracara del Edipo es cierta, no es del todo completa,
simplemente porque falta en la historia la intervención de uno de los personajes, la madre. Por lo tanto,
es preciso encontrar otra "imagen" que sea completa, en la que se encuentren todos los integrantes. Al
mito de Sófocles se le opone otro mito, más creo que es mejor contraponerle no un mito, sino una
realidad, que para algunos puede parecer un 'arquetipo', y en cierto sentido lo es. ¿A qué me refiero? La
contracara de Edipo es la Sagrada Familia.
La Sagrada Familia41 es un ejemplo más concreto y superador del relato que propone Kohut,
primero porque reúne a todos los personajes (como en Edipo); segundo, porque no es un mito; y por
último, porque explica mejor la realidad del desarrollo normal del niño.
Nos acercamos entonces a la intimidad de la Sagrada Familia de Nazaret. El Evangelio de Lucas
relata la aparición del ángel a María anunciándole el nacimiento de un niño que se debía llamar Jesús,
que el mismo iba a ser grande y sería llamado Hijo del Altísimo. Dice Lucas: "María dijo al Ángel:
¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre? El Ángel le respondió: El Espíritu
Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será
llamado Santo y será llamado Hijo de Dios... María dijo entonces: Yo soy la servidora del Señor, que
se cumpla en mí lo que has dicho. Y el Ángel se alejó." (Lc. 1, 31 - 38)
Lo primero que resalta en el texto, en función de nuestro propósito es la aceptación del hijo por
María. El niño es aceptado, deseado y querido, a pesar del peligro de muerte al que se exponía; y no
sólo a esto, sino también a quebrantar la confianza con su prometido José. 42 El segundo acto de esta
historia la protagoniza José. El Evangelio de Mateo comenta la reacción de José ante la noticia de la
concepción de María. Dice Mateo: "José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla
públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le
apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que
ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo..." (Mt. 1, 19 - 20)
Se observa la reacción inicial de José. José duda, pero no acusa gratuitamente a su prometida.
Todavía confía y ama a su esposa. No entiende qué es lo que ocurre, por eso piensa cuál va a ser su
actitud, aunque luego todo se aclara por la intervención de lo divino. José podría no haber aceptado su
destino, sin embargo asume su rol paterno de un modo admirable siendo el protector de la Sagrada
Familia; es así cómo lo muestra el Evangelio: "Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor
se apareció a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí
hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. José se levantó, tomó de
noche al niño y a su madre y se fue a Egipto." (Mt. 2, 13 - 14)

39
Ibíd., págs. 27, 28 y 29.
40
A. Adler plantea también que Edipo es algo patológico. Para él no es más que una de las múltiples manifestaciones de la
vida de un niño mimado por su madre ["El sentido de la vida", 7ª edición, Barcelona, Editorial Luis Miracle, 1959, pág. 66]
41
Se considera la Sagrada Familia desde un ámbito sólo psicológico, pero no entendiéndolo como el único plano de análisis.
No se realiza un reduccionismo del hecho. C. Meves, psiquiatra católica dice que "los misterios nos enseñan constantemente
que la gran verdad encierra la posibilidad de ser considerada desde muchos puntos de vista diferentes." ("Salud psíquica y
salvación bíblica", Barcelona, Editorial Herder, 1983, pág. 52).
42
Se sabe que en aquellos tiempos, jurídicamente José tenía dos posibilidades: 1º) acusar a María ante los tribunales, por los
cuales, según la ley de Moisés, la habrían condenado a muerte; y 2º) darle un "libelo de repudio", es decir, el divorcio.
Ninguna de las dos posibilidades asume José.

13
14
Invito al lector a que se detenga a considerar la actitud de los padres de Jesús. Los dos no
pensaron en sí ni en sus intereses (que de por sí eran totalmente legítimos y hasta realizantes), sino en
el bien del niño. Todo lo que hicieron fue por su hijo. El tercer acto de la historia se centra en el niño.
Comentan las Escrituras que "el niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de
Dios estaba con él" (Lc. 2, 40). Más adelante "Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en
gracia delante de Dios y de los hombres" (Lc. 2, 52)
Se constata en los Evangelios el éxito de la crianza de Jesús. Ahora, entre estos dos pasajes
neotestamentarios citados se observa un hecho particularísimo, que marca un paso de un estado a otro y
de una dimensión a otra, me refiero a la respuesta de Jesús a sus padres que lo buscaban en el Templo a
la edad de 12 años. C. Meves dice que con las palabras de Jesús "¿Por qué me buscaban? ¿No saben
que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?" (Lc. 2, 49) declara el término y el cumplimiento
del rol consumado de José en su función supletoria de padre protector. Sigue Meves: "En esas palabras
se pone claro de manifiesto que la obediencia de un hijo a su padre terreno debe terminar para
ponerse directamente al servicio del Padre verdadero, de Dios."43 [recordar que C. Meves nombra a
los padres como 'representantes de Dios' (pág. 5 del presente ensayo); y el objetivo de los mismos,
como representantes, es conducirlos a Dios Padre del mejor modo posible].
Quedan algunas cosas más por clarificar, sobre todo el rol de los padres en la constitución
psíquica de su hijo. Es la actitud de éstos hacia su hijo la que provoca resonancia en el mismo, y por lo
tanto, una determinada conducta, que puede ser psíquicamente normal o no. Kohut, en el trabajo citado
aclara bien esto: "Sólo cuando el self de los padres no es normal, no es sano, vigoroso, cohesivo y
armonioso self, éstos reaccionaran competitivamente, seductoramente y no con afecto y orgullo
cuando el niño, a la edad de cinco años, realiza un movimiento hacia un grado de generosidad, acierto
y afectividad no alcanzado hasta el momento. Es en respuesta a un tan defectuoso self parental, que no
resuena en una identificación empática con las nuevas experiencias del niño, que el recién constituido,
asertivo y afectuoso self del niño se desintegra, y los productos hostiles y lujuriosos del Complejo de
Edipo aparecen." (op. cit., pág. 29)
Fíjense, además de un hecho importante, la relación vincular entre Jesús y José, que si bien no
aparece en ningún momento en los Evangelios de un modo explícito, se deduce por la actitud de ambos
hacia su "Padre de los Cielos". José obedeció al mensajero de Dios, su ángel y Jesús obedece también a
su 'Abba' (Padre), realiza la Voluntad de Dios Padre y no la suya ("Padre, si quieres aleja de mí este
cáliz. Pero que no se haga mi voluntad sino la tuya." - Lc. 22, 42) Uno puede inferir, que el paso de la
obediencia del padre terreno al Padre Dios (sólo desde lo estrictamente psicológico, sin entrar en el
misterio de Jesús como Hombre-Dios) lo pudo dar porque previamente observó y vivenció la actitud de
su padre José con su Dios Padre; lo que nos habla evidentemente de un relación vincular positiva.
Es necesario ahora calar más hondo y darle sentido a toda la exposición anterior. Adviértase que
la centralidad que le da Freud al Complejo de Edipo en su sistema sería el equivalente al que la Iglesia
Católica le otorga a la Sagrada Familia en su doctrina. G. K. Chesterton afirma, sin pretenderlo ni
quererlo, mi hipótesis de comprensión: "La antigua Trinidad, compuesta del padre, la madre y el hijo,
tenía un nombre: la familia humana. La nueva se compone del hijo, la madre y el padre y tiene un
nombre: la Sagrada Familia. No se ha alterado en nada, aunque se haya invertido; lo mismo que el
mundo que ella transformó."44
Frase profunda y penetrante la de Chesterton. ¿En qué consiste la inversión que trae la Sagrada
Familia? Los actores no han cambiado, los roles tampoco, aunque sí el orden de importancia de los
mismos, ahora hay más acercamiento a la naturaleza real de los hechos. La nueva familia (la nueva
pareja) se centra en el hijo y es el hijo el que posee la mayor importancia, aun mayor que los mismos

43
Meves, Christa: op. cit., pág. 59.
44
Chesterton, G. K.: "El hombre eterno", México, Editorial Porrúa, S. A., 1986, pág. 141.

14
15
padres.45 ¿Quién adquiere relevancia capital en los primeros momentos de la vida del niño? La
psicología reconoce que tanto 'mamá' y 'papá' son imprescindibles para la constitución de la matriz del
psiquismo del niño. Ahora, la madre adquiere inicialmente, sobre todo en el primer año de vida, un
papel protagónico insustituible. Se produce lo que se conoce como la díada madre-hijo, díada a la que
el padre debe respetar y proteger; para luego, posteriormente romper con una presencia más manifiesta,
en pro del desarrollo normal del niño. Es decir, la aparición del padre en toda su dimensión, es en cierto
sentido, posterior al de la madre. El niño entonces reconocerá nuevas figuras (otras personas) y se
abrirá con más decisión al mundo exterior. Todo esto gracias a la intervención certera del padre.
Y ¿cuál es la transformación? Karol Wojtyla (actual Papa Juan Pablo II) afirma que cuando
María responde que es la servidora del Señor, da comienzo el Tiempo Nuevo y la formación del
hombre nuevo.46 Y es Jesús el 'hombre nuevo' en contraposición al 'hombre viejo'. Fíjense que Jesús es
descendiente del tronco de David y el evangelio de Mateo hace culminar la genealogía en José que es
padre de Jesús, pero no es padre según la carne. Este hijo desciende de los Cielos y es engendrado por
el Espíritu.
Ahora entonces, asumiendo desde una visión teológica la realidad psicológica de la familia
humana, Edipo sería como el símbolo de la humanidad caída y la Sagrada Familia es la nueva
realidad de la humanidad transformada y redimida. A Edipo se le opone la Sagrada Familia, como al
'hombre viejo' se opone el 'hombre nuevo'. Del mismo modo, el mito de Sófocles se refiere al niño no
deseado, no querido y abandonado, realidad que la psicología ampliamente ha demostrado como dañina
para el psiquismo humano; y la Sagrada Familia es el 'arquetipo' que desea, quiere y protege al niño,
permitiéndole una profunda integración psíquica y espiritual.
¿Cuál es el mérito de Freud? Sostener con firmeza el centro del drama humano, el lugar donde
reside en gérmen la historia de la vida humana, la familia. De ahí, según él, surgen la religiosidad, la
eticidad, la sociedad, el arte y en cierto sentido, no se equivoca. Igualmente de la nueva familia surge la
nueva religiosidad, eticidad, sociedad y el nuevo arte. También, según Freud, Edipo es el centro nuclear
en donde nacen todas las neurosis. Tampoco se equivoca, pero es en la nueva familia (y en el espíritu
de la misma) en donde puede surgir la sanidad psíquica, como nos lo muestra la Sagrada Familia de
Jesús, María y José.47

2- 5- El amor sexual y la felicidad

2- 5-1 La felicidad en la obra El malestar en la cultura

En el capítulo II de la obra El malestar en la cultura Freud se pregunta: "¿Qué es lo que los


seres humanos mismos dejan discernir, por su conducta, como fin y propósito de su vida?" Responde
Freud: "No es difícil acertar con la respuesta: quieren alcanzar la dicha, conseguir la felicidad y
mantenerla." (op. cit., pág. 76) Respuesta bastante acertada, aunque cuando se hablan de las cosas más
importantes de la vida humana ocurre que es muy difícil el consenso. Todos los seres humanos estamos
de acuerdo ¡queremos ser felices!
Pero, ¿qué entendemos por felicidad? Son varias las posibles respuestas, Freud tiene la suya. Le
damos la palabra: "Lo que en sentido estricto se llama 'felicidad' corresponde a la satisfacción más
bien repentina de necesidades retenidas, con alto grado de estasis, y por su propia naturaleza sólo es

45
Para los "nuevos padres" el hijo es lo más importante y más que sus propias vidas. No es que el hijo represente ahora la
máxima autoridad en la familia, sino el máximo interés. Fíjense que esta realidad permite ir más allá de cualquier contexto
cultural, es una realidad supra-cultural, ya que bajo el nuevo paradigma, no es posible o no sería posible (ni tendría sentido)
hablar de familias patriarcales o matriarcales.
46
Wojtyla, Karol: "Signo de Contradicción", 2ª edición, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1978, pág. 50.
47
El psicólogo norteamericano G. W. Allport afirma que Jesús de Nazaret es mentalmente sano ("La persona en psicología",
1ª edición, México, Ediciones Trillas, 1988, pág. 121 y 122).

15
16
posible como un fenómeno episódico... Ya nuestra constitución, pues, limita, nuestras posibilidades de
dicha." (op. cit., pág. 76)
Ensaya luego, varias alternativas que posibiliten dicha al ser humano, pasando por la posibilidad
de la intoxicación con drogas, las satisfacciones que puede producir el arte, el trabajo psíquico e
intelectual entre otros. Ahora, se le presenta a Freud un 'pero' en sus alternativas, que lo va a llevar a la
conclusión esperada. En cuanto a la intoxicación no hace falta ni mencionarlo, en cuanto al arte y al
trabajo intelectual dice que se nos aparecen como "más finos y superiores, pero su intensidad está
amortiguada por comparación a la que produce saciar mociones pulsionales más groseras, primarias;
no conmueven nuestra corporeidad." (op. cit., pág. 79)
Entonces Freud encuentra su 'arquetipo de la dicha' en el amor sexual, que nos procura la
experiencia más intensa de sensación placentera avasalladora. También el arquetipo freudiano de la
felicidad tiene un 'pero', él mismo lo plantea: "El lado débil de esta técnica de vida es manifiesto; si no
fuera por él, a ningún ser humano se le habría ocurrido cambiar por otro este camino hacia la dicha.
Nunca estamos menos protegidos contra las cuitas que cuando amamos; nunca más desdichados y
desvalidos que cuando hemos perdido al objeto amado o a su amor." (op. cit., pág. 82) Concluye, por
lo tanto, que el programa del principio del placer, el de ser felices, no es posible para el hombre. Lo
único que le queda es 'conformarse' con una aproximación a la dicha. (op. cit., pág. 83)
Al final del capítulo IV de la misma obra, aparece un párrafo muy interesante que nos invita a
una nueva búsqueda, una búsqueda 'más profunda' y satisfactoria para las exigencias del ser del
hombre. Dice: "Muchas veces uno cree discernir que no es sólo la presión de la cultura, sino algo que
está en la esencia de la función misma (amor sexual), lo que nos deniega la satisfacción plena y nos
esfuerza por otros caminos. Acaso sea un error; es difícil decidirlo." (op. cit., pág. 103) El texto nos
sugiere (o me sugiere) una invitación a ensayar otras respuestas, que se transforma inicialmente en
pregunta y se divide en dos: en primer lugar, ¿qué es ese algo que está en la esencia (o ese algo es ya la
esencia) de la función del amor sexual genital que nos deniega la satisfacción completa?; y en segundo
lugar, ¿cuáles son esos otros caminos? Para responder a esa pregunta doble, el mismo Freud nos
proporciona los elementos; por lo menos, él da el puntapié inicial.

2- 5-2 Una mirada 'profunda' del arquetipo freudiano de la felicidad

Profundicemos entonces en la obra freudiana. Freud establece que el paradigma o arquetipo de


la dicha o felicidad se encuentra en el amor sexual genital, ya que procura las máximas sensaciones
placenteras, pero las mismas son episódicas, en función de las posibilidades, o diría más bien, de las
limitaciones que nos impone nuestra constitución.
Ahora, hay un error que parece sorprendente, ya lo marcó Kohut en el Complejo de Edipo,
Freud (y varios de sus discípulos) se quedó fijado al 'contenido manifiesto' y no profundizó buscando
'lo latente', es decir, el mensaje real y esencial. Pero no sólo en Edipo, también en el tema actual que
nos compete. Sigmund Freud, creador de la psicología de lo profundo, aunque parezca paradójico, ni
siquiera intentó escarbar hasta lo latente (lo profundo). Su acierto es acercarse a la esencia de la
felicidad, pero no el develarla. Freud tiene razón, sólo en parte, cuando plantea su arquetipo de la
felicidad. Elige el fenómeno indicado, pero no lo descifra. Insiste en lo efímero de las intensidades
placenteras, pero no en 'ese algo' de la esencia de la función. No se dio cuenta que debía buscar el
'precioso metal' (como él decía en la terapéutica ante el material que proporcionaba el paciente por
medio del cumplimiento de la regla primordial) no en la intensidad placentera, sino en el anhelo que
surge en el espíritu humano en lo episódico del hecho.
Oswald Schwarz (en un tiempo discípulo de Freud) describe el fenómeno: "En cada acto sexual
encuentra hombre y mujer, el mismo misterio de la creación: queda abolida la Conciencia, se detiene

16
17
el Tiempo, y ambos se adentran en las profundidades insondables del Espacio..."48 Podemos decir con
Maslow, que el hecho se inscribe en lo que él denomina 'experiencias-cumbre', ya que en las mismas se
observa lo que describe Schwarz, se produce (desde aquí Maslow) "... una desorientación muy
característica respecto al tiempo y al espacio. Sería exacto decir que en esos momentos la persona se
encuentra subjetivamente fuera del tiempo y del espacio... Pero más frecuente que esto es aún el dato,
proporcionado especialmente por amantes, de una pérdida completa del sentido de extensión
temporal."49
Marise Choisy nos descubre un sentido finalista: "Un hecho sorprende a quienes observan el
aspecto puramente fisiológico del amor, y es la calidad particular del placer sexual. No es reductible
al placer de comer o de beber. La gastronomía no ha conducido a nadie hasta las confines de la
conciencia. Ahora bien, parece que desde el comienzo, aun sobre el plano somático, el orgasmo es una
superación y se vincula de una cierta manera a una búsqueda de lo infinito, a una tentativa de romper
los límites de lo conocido."50
Invito al lector a que vuelva a leer la frase que apunté de Freud. Hay "... algo que está en la
esencia de la función misma, lo que nos deniega la satisfacción plena y nos esfuerza por otros
caminos." A la luz de lo dicho hasta aquí, habiendo profundizado en el arquetipo freudiano, nos damos
cuenta que el fenómeno en sí considerado nos está señalando el camino. No es este el arquetipo de la
felicidad humana, pero nos lo señala. ¿Qué nos señala? Nos señala precisamente el anhelo profundo del
ser humano, el anhelo de infinitud y eternidad que vive en todos nosotros, a pesar de ser finitos y
temporales.
Este 'momento' no es sólo una sensación extremadamente placentera, sino el deseo y el anhelo
grandioso de vivirlo 'eternamente'. Un deseo que exige detención del tiempo para poder gozar
plenamente esa realidad sin que acabe más. Se sabe que la música es uno de los fenómenos humanos
que posibilitan la transmisión del espíritu humano con sus exigencias, y aun más cuando habla del
amor. En el estribillo del bolero llamado El Reloj dice: "Reloj detén tu camino, haz esta noche perfecta;
para que nunca te apartes de mí, para que nunca amanezca". De igual modo, en otro bolero, Los
enamorados, también en el estribillo dice: "Ay amor, si yo pudiera abrazarte ahora, poder parar el
tiempo en esta hora, para que nunca tengas que partir".
Transmiten esa necesidad y aspiración profundamente humana de detener el tiempo, de
'inmovilizarlo', para poder vivirlo de manera plena y total. He aquí el anhelo de lo eterno. Aún más, el
fenómeno mismo nos está indicando que 'no es eso' lo que nos realiza y hace felices, es algo más que
eso, es decir, no es una realidad finita que se encuentra en este mundo lo que se anhela, es algo más,
porque si así lo fuera no anhelaríamos nada más, y es precisamente lo que no ocurre. El fenómeno solo
señala hacia adónde hay que apuntar (como se dijo antes). Nada del mundo terreno, finito, contingente
sacia al hombre, sólo lo calma, alivia, pero nunca lo sacia; nunca el hombre dice: "¡ya es suficiente!"
Siempre se queda anhelante de algo más. He ahí el anhelo de lo infinito.
Hasta J. P. Sartre, filósofo existencialista ateo, se da cuenta del anhelo de infinitud que tiene el
hombre. Aun más, dice Sartre: "Así, puede decirse, que lo mejor que hace comprensible el proyecto
fundamental de la realidad humana es que el hombre es el ser que proyecta ser Dios... Ser hombre es
tender a ser Dios; o, si se prefiere, el hombre es fundamentalmente deseo de ser Dios."51 Es muy
interesante su planteo pero es preciso corregirlo y superarlo. Para ello debemos remitirnos al Génesis,
al capítulo III. Nos habla precisamente de la caída del hombre. Satanás tienta al hombre diciéndole
"serás como dios", pero dejando de lado a Dios; dios, sin Dios; dios por encima de Dios. Ahora bien, el
hombre tiene como fin último precisamente la deificación; es decir, ser dios, pero con Dios, unido a
48
Schwarz, Oswald: "Psicología del sexo", Impresiones Modernas, S. A., México, 1953, pág. 36.
49
Maslow, Abraham: "El hombre autorrealizado", 2ª edición argentina, Ediciones Kairós y Troqvel, Argentina, 1993, pág.
113.
50
Op. cit., pág. 39.
51 Sartre, Juan Pablo: "El ser y la nada", 9ª edición, Buenos Aires, Editorial Losada, 1993, pág. 691.

17
18
Dios. De esta manera se corrige y se supera a Sartre. El hombre es un ser finito y temporal que anhela
infinitud y aspira a vivir eternamente, pero no puede convertirse en infinito y eterno por sus propias
fuerzas, sólo puede unirse a Aquel que es Infinito y Eterno por el Amor (ya que el Amor es unitivo) y
así entonces encontrar realización plena, pero por intercesión de Dios (doctrina teológica de la gracia
santificante). Se sabe que Sartre sigue otra dirección, porque: "Dios es una idea contradictoria, y nos
perdemos en vano: el hombre es una pasión inútil."52, y lo sería en caso que Dios no existiera, porque
estaría anhelante de algo que no podría realizar.
La especulación y el análisis centrado en el amor sexual genital no es lo único que nos permite
el salto a lo infinito y eterno, pero es lo que más 'nos acerca' a tal realidad, ya que se produce en tal acto
de entrega amorosa, la unión de dos personas finitas, contingentes, limitadas y temporales, que tienen
'anhelos de infinitud y eternidad' y que 'viven' y experimentan las mismas en lo episódico del
fenómeno. Es precisamente la imagen que más nos acerca a la unión definitiva de la creatura con el
Creador, de lo finito con lo Infinito, de lo temporal con lo Eterno. 53 He aquí otro de los méritos de
Freud, a pesar, cómo he dicho antes, de sus condicionantes de base.
En pocas palabras y en pro de una mejor aclaración conclusiva, el amor sexual-genital, apunta y
señala, no hacia sí, sino hacia lo infinito y eterno, es decir, hacia Dios; he Ahí la dicha humana.

2- 5- 3 Reconocimiento del hombre feliz

A lo largo de la obra freudiana se observan 'idas y venidas', afirmaciones y negaciones de lo


mismo, todo y lo contrario de todo 54. Pareciera que las obras de Freud, y como no podía ser de otra
manera, nos hablan de su autor. Creo percibir en Freud un permanente conflicto, un 'algo' que no lo
dejaba decidirse del todo. Es en este terreno, diría ambivalente, en donde construyo el último punto del
ensayo.
Hay otro camino, además del postulado por Freud como arquetipo para la felicidad. Ya no es el
camino del amor sexual, sino simplemente el camino del amor. Recordemos el pro y el contra del
arquetipo freudiano de la felicidad en palabras suyas: "Dijimos que la experiencia de que el amor
sexual (genital) asegura al ser humano las más intensas vivencias de satisfacción, y en verdad le
proporciona el modelo de toda dicha, por fuerza debía sugerirle seguir buscando la dicha para su vida
en el ámbito de las relaciones sexuales, situar el erotismo genital en el centro de su vida. Y en aquel
lugar añadimos que por esa vía uno se volvía dependiente, de la manera más riesgosa, de un
fragmento del mundo exterior, a saber, del objeto amado escogido, exponiéndose así al máximo
padecimiento si era desdeñado o si se perdía el objeto por infidelidad o muerte."55
Unos renglones más abajo dice Freud: "A una pequeña minoría, su constitución le permite,
empero, hallar la dicha por el camino del amor. Pero ello supone vastas modificaciones anímicas de la

52
Op. cit., pág. 747.
53
Los santos místicos utilizan en la descripción que sus arrobamientos un lenguaje que es claramente erótico, sexual, en el
mejor sentido de la palabra. No es sólo sexual, ni se reduce a lo sexual. Lo correcto es decir que las experiencias místicas
tienen también un componente claramente sexual. Es la unión completa del hombre con
Dios, que involucra aspectos espirituales, cognitivos, afectivos, emocionales y sexuales, lo que tiene naturalmente una
profunda repercusión en todo su ser. Es una experiencia totalizadora en la que, tanto el espíritu como el cuerpo,
gozan plenamente del estado. Santo Tomás dice que en los místicos varones se produce, a veces, la emisión de semen por
efecto de las experiencias místicas.
54
Solo por mencionar algo, aunque es mucho lo que se puede decir. Dice Freud en El malestar en la cultura, en la pág. 84:
"La religión perjudica este juego de elección y adaptación imponiendo a todos por igual su camino para conseguir dicha y
protegerse del sufrimiento. Su técnica consiste en deprimir el valor de la vida y en desfigurar de manera delirante la
imagen del mundo real, lo cual presupone el amedrentamiento de la inteligencia." Más adelante, en la pág. 93: "No es lícito
dejarse extraviar por juicios de valor acerca de algunos de esos sistemas religiosos o filosóficos, o de estos ideales... es
preciso admitir que su presencia, y en particular su predominio, indica un elevado nivel de cultura."
55
Freud, Sigmund: "El malestar en la cultura", pág. 99.

18
19
función de amor. Estas personas se independizan de la aquiescencia del objeto desplazando el valor
principal, del ser-amado, al amar ellas mismas; se protegen de su pérdida no dirigiendo su amor a
objetos singulares, sino a todos los hombres en igual medida, y evitan las oscilaciones y desengaños
del amor genital apartándose de su meta sexual, mudando la pulsión en una moción de meta inhibida.
El estado que de esta manera crean -el de un sentir tierno, parejo, imperturbable- ya no presenta
mucha semejanza externa con la vida amorosa genital, variable y tormentosa, de la que deriva. Acaso
quien más avanzó en este aprovechamiento del amor para el sentimiento interior de dicha fue San
Francisco de Asís." (op. cit., pág. 99)
Parece sorprendente la cita de Freud, 'pero'... inmediatamente monta en guardia y establece dos
reparos: el primero se refiere a que considera una injusticia el hecho de no elegir objeto a quien amar,
al no hacerlo, el amor pierde valor; el segundo, plantea simplemente que 'no todos los seres humanos
son merecedores de amor.' Es preciso establecer reparos a los reparos freudianos. No es cierto que en el
caso de San Francisco, no haya elegido objeto de amor. Sí lo hizo. Su objeto de amor fue Dios (lo
infinito y eterno anhelado que es el objeto de la felicidad, como se dijo más arriba) y por medio de Él
toda la naturaleza y todo lo creado por Dios. Y es en Dios (aquí viene el reparo al segundo reparo
freudiano) en donde todos los hombres son merecedores de amor. Freud tenía una concepción muy
reducida y estrecha del amor humano. En la misma cita donde se refiere a San Francisco, dice que hay
hombres que modifican su actitud de ser-amados a amar ellos mismos. Es decir, si atendemos a lo
literal, para Freud 'el amor consiste en que me amen' y no en amar al otro y ser amado por el otro.
Además, creía que el amor tenía una dimensión cuantitativa, que el ser humano sólo disponía de
montos de energía psíquica, montos de amor que debía repartir entre las diferentes personas, por lo
tanto, para él era imposible la creencia en el amor universal a los hombres.
Ahora bien, nos damos cuenta que en ningún momento critica a San Francisco, no dice que es
neurótico, ni psicótico delirante, ni un 'reprimido sexual'. Es más dice que es un hombre feliz,
probablemente (según él) el más feliz de todos, que ha creado un sentir tierno, parejo e imperturbable.
Un hombre que halló la dicha por el camino del amor, según sus palabras. Es más, en su obra El
porvenir de una ilusión Freud plantea que se necesitan conductores y guías de la humanidad que sepan
encauzar las masas, las que describe cono indolentes, faltas de inteligencia y muy gustosas de toda
satisfacción pulsional. Ahora ¿cómo describe a esos conductores? Dice que deben ser personas de
visión superior en cuanto a las necesidades objetivas de la vida y que se han elevado hasta el control
de sus propios deseos pulsionales, además de ser serenos y abnegados. (op. cit., págs. 7 y 8) ¿No es
acaso la situación de San Francisco de Asís como la de tantos otros santos?... Además de ser un hombre
feliz, San Francisco tiene toda las características que pide Freud para ser un conductor de la
humanidad... Pareciera que Freud sí se encontró con la naturaleza redimida, y la encontró presente en
un caso bien concreto y particular, en la vida de un hombre. Y aun más, un hecho realmente
sorprendente. De las muchas obras freudianas que he tenido oportunidad de leer, no he encontrado
ninguna en la que se refiera a un hombre feliz. Sólo en ésta y es en ésta, que es una de las más
importantes, en donde presenta a uno, y es precisamente un santo de la Iglesia Católica, y no cualquier
santo, justamente a quien se lo denomina por su modo de vivir el Evangelio, 'el más parecido a Jesús'...

3- Conclusión

Es la anécdota que se refiere al diablo, al santo y a las catedrales, en donde encontramos el eje
por el que se desarrolla todo el trabajo. El mismo Freud se hizo llamar 'diablo', y es él quien quiso darle
los materiales al santo para que construya sus catedrales. El sorprendente hallazgo al que arribamos es
que Freud guía las conclusiones a las que él no arribó y a las que precisamente tampoco podía llegar
por su postura endeble de base. ¿Qué son las catedrales? La verdad acerca del hombre, hecho a imagen
y semejanza de Dios. Y es precisamente el santo el que encarna del modo más pleno esa realidad.

19
20
Por lo visto aquí, considero que la doctrina freudiana no es del todo errónea, es más bien
incompleta, parcial; y lo es porque no observó la dimensión del hombre total. A pesar de eso, se
encuentra en ella 'gérmenes de verdad' y muy hermosos por cierto, gracias a la enorme capacidad de
Freud de observar con profunda sutileza los hechos. Me animo a decir, parafraseando la última frase de
la gran obra crítica del filósofo francés Roland Dalbiez y a la luz de todo lo desarrollado hasta aquí, que
'la obra de Freud es el análisis más profundo que la historia haya conocido, de aquello que en el
hombre es sólo naturaleza caída.'

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