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Tema - El Problema de La Existencia de Dios en ST

El documento analiza el pensamiento de Santo Tomás de Aquino sobre la existencia de Dios, destacando su contexto histórico y filosófico en la Edad Media. Se exploran las relaciones entre razón y fe, así como la posibilidad de la teología como ciencia, enfatizando la importancia de la obra de Aquino en la conciliación de ambas. Finalmente, se presentan sus argumentos sobre la existencia de Dios, incluyendo las cinco vías que propone para demostrarla.

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Tema - El Problema de La Existencia de Dios en ST

El documento analiza el pensamiento de Santo Tomás de Aquino sobre la existencia de Dios, destacando su contexto histórico y filosófico en la Edad Media. Se exploran las relaciones entre razón y fe, así como la posibilidad de la teología como ciencia, enfatizando la importancia de la obra de Aquino en la conciliación de ambas. Finalmente, se presentan sus argumentos sobre la existencia de Dios, incluyendo las cinco vías que propone para demostrarla.

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El problema de la existencia de Dios en St.

Tomás
de Aquino

1. Presentación

2. El autor y su contexto filosófico.

3. La relación razón–fe y la posibilidad de la teología como ciencia.

4. La demostración de la existencia de Dios.

5. Ética y Política: la Ley Moral y su relación con el bien común.


1. Presentación
La Edad Media es un largo periodo de la Historia de Europa que dura
aproximadamente diez siglos y que, tradicionalmente, ha sido considerado
como un periodo de decadencia y oscuridad que "media" entre (o está en la
mitad de) dos periodos "luminosos" y brillantes: la Antigüedad y el Renacimiento.
Normalmente, se considera que tiene sus comienzos en el siglo V después de
Cristo, con la caída del Imperio Romano de Occidente (caída producida por la
profunda crisis interna del Imperio y por la invasión de los pueblos bárbaros
procedentes del Norte del Imperio), y tiene su final en el siglo XV, siglo en
que tienen lugar dos acontecimientos "claves": la caída del Imperio Romano de
Oriente, tras la toma de la ciudad de Constantinopla por los turcos en el año 1453, y
el "descubrimiento" de América en el año 1492. En estos diez siglos que van del
siglo V al XV tienen lugar distintos acontecimientos de tipo religioso y cultural que
poseen una gran relevancia para comprender el tipo de filosofía "hecha" en esta
época.

El cristianismo no es un sistema filosófico, sino una doctrina religiosa. No obstante,


ofrece una nueva interpretación de la realidad que, en muchos aspectos, se
diferencia de la tradición filosófica anterior, aunque también mantiene algunas
semejanzas.

Con la filosofía medieval se mantiene la exigencia racional para el pensamiento,


pero bajo una radical novedad insospechada para el espíritu griego, a saber, el
orden es un orden creado por Dios desde la nada. Esto implica que toda la
realidad ha de verse bajo la idea de Dios. De esta forma el pensamiento medieval
sobre Dios buscará dar razón de aquellas verdades que ya se tienen por la fe.

Etapas del pensamiento cristiano antiguo y medieval:

PATRÍSTICA S. III-V d. de C. Establecer los dogmas de la iglesia

La Patrística. Los cristianos van sintiendo la necesidad de defenderse de los


ataques de sus adversarios (de los judíos, paganos y luego de los herejes, sobre
todo los gnósticos) buscando unificar el mensaje cristiano para alcanzar una
mayor cohesión entre un número de creyentes cada vez más numeroso, y de
exponer racionalmente y de forma comprensible sus creencias más relevantes.
A esta tarea se dedicaron los que conocemos como padres de la Iglesia.
Aunque algunos de ellos rechazaron de plano la filosofía,
mayoritariamente vieron su utilidad. Durante esta etapa, y hasta el siglo XII,
los cristianos descubrieron en el platonismo, y en menor medida en el
estoicismo, ideas y teorías que utilizaron para esta labor, lo cual explica que
hasta el siglo XIII el platonismo dominará en el pensamiento cristiano. Dentro
de este grupo la figura más importante es la de San Agustín de Hipona.

ESCOLÁSTICA S. XI - XV d. de C. Justificar la fe y armonizarla con la


razón

La Escolástica. “Escolástica” (de “schola”, escuela) designa la enseñanza que


en la Edad Media se practicaba en las escuelas. En especial, se utiliza para
denominar la doctrina filosófico-teológica que se cultivó y se desarrolló en las
escuelas y universidades cristianas medievales.
En la Escolástica los esfuerzos se dedican resueltamente a la elaboración de una
filosofía cristiana, lo que convertirá en un caballo de batalla el problema de las
relaciones entre fe y razón, o teología y filosofía. En esta etapa destacan San
Anselmo y Santo Tomás de Aquino.
En el siglo XIV la síntesis razón y fe ya no se sostiene, y se da una separación
entre razón y fe. Filosofía y religión sigue cada una su camino, pues se afirma
que Dios es únicamente una cuestión de fe. En esta última etapa crítica
destaca Guillermo de Ockham.

2. El autor y su contexto filosófico.

La figura de Santo Tomas de Aquino se entreteje con una serie de acontecimientos


primordiales que es necesario mencionar. El aquinate nace en 1225 en el Castillo de
Roccasecca, no lejos de Nápoles. Su vida se desarrolla con un telón de fondo
cambiante, la edad de oro del mundo islámico fue paralela a los tiempos oscuros en
el occidente cristiano. Ahora bien, los grande avances que se producen en el mundo
árabe, como son los primeros intentos de relación entre la filosofía griega y la
religión, serán heredados por el mundo latino (teoría de la doble verdad de
Averroes o la conciliación de Maimónides)

Será a partir del año 1000 cuando comienza el resurgimiento económico de


Occidente. Así, en 1204 (21 años antes del nacimiento del aquinate) la IV Cruzada
toma Constantinopla abriendo Occidente a los escritos griegos (sobre todo los de
Aristóteles hasta entonces prácticamente desconocidos). En la misma línea en 1236
se produce la toma de Córdoba por los cristianos. Todos estos acontecimientos
fermentan un revivir de un Occidente puramente feudal, lo que posibilita la
proliferación de universidades, es decir, espacios en los que se da precisamente el
intento de conciliación entre la fe y la razón.

En este escenario se desarrolla la producción de Santo Tomás, una vida dedicada al


estudio de la fe cristiana. Objetivo que no se entiende sin la recepción que hace el
aquinate de la obra aristotélica. Por ello, su objetivo fundamental es fundir la filosofía
con la fe, la obra de Aristóteles con las verdades que Dios ha revelado al hombre.
Tomás de Aquino toma de Aristóteles: la distinción entre sustancia y accidentes, el
hilemorfismo (entendiendo que el ser humano es una única sustancia compuesta
por alma y cuerpo, cuyo fin último es alcanzar la felicidad), la teoría del movimiento
entendido como paso de la potencia al acto, la teoría de las cuatro causas, la
interpretación teleológica de la naturaleza, la concepción de Dios como acto puro y
la convicción de que todo conocimiento procede de los sentidos.

La obra literaria de Tomás de Aquino es enorme. Entre sus obras filosóficas


más importantes se incluyen varios libros en los que hace comentarios a diferentes
obras de Aristóteles. Las dos obras principales son, sin duda alguna, la Suma
contra gentiles, (escrita en torno al año 1260, es una obra de encargo solicitada
por el General de la orden dominica para la misión evangelizadora de esta orden
religiosa) y, sobre todo, la Suma Teológica, compuesta entre 1266 y 1273 (su obra
más importante en la que expone de un modo sistemático su pensamiento
teológico y filosófico)

3. La relación razón–fe y la posibilidad de la teología como ciencia.

El problema de las relaciones entre la razón y la fe fue muy debatido en la filosofía


medieval, como hemos visto más arriba: ¿Qué tipo de relaciones pueden
establecerse entre dos facultades tan diferentes en sus procedimientos como
la razón y la fe? ¿Es posible algún tipo de colaboración entre ambas? ¿Hay
que defender su separación y autonomía?

Antes de profundizar en la conciliación que efectúa Santo Tomás, es preciso


detenerse en otras plataformas desde las que se ha planteado la relación entre fe y
razón.

Agustín de Hipona. Para Agustín de Hipona la razón y la fe están


indisolublemente unidas. Ahora bien, es la fe la que nos indica las verdades que
deben aceptarse, mientras que la razón puede ayudarnos a comprender mejor el
sentido de estas creencias. De ahí su famosa divisa “Creo para entender”, ya que
la fe tiene prioridad ante la razón, a la que debe orientar y conducir.

El Averroísmo latino. Encuentra su germen en Averroes que había defendido


como solución del problema de las relaciones razón-fe la denominada Teoría de la
Doble Verdad. Según esta teoría, acerca de determinadas cuestiones (origen del
mundo, inmortalidad del alma, etc.), razón y fe pueden llegar a verdades distintas,
incluso contradictorias, es decir, pueden entrar en conflicto ya que llegan a
verdades y conclusiones distintas. Dicho de otra manera, acerca de determinadas
cuestiones hay una doble verdad: la verdad a la que nos conduce la razón y la
verdad a la que nos conduce la fe. En el fondo era un intento de defender la
autonomía de la razón frente a la fe. Esta posición fue declarada herética en el año
1277.

El Nominalismo. Su mayor representante es Guillermo de Ockham. El


franciscano frente al intento tomista de efectuar una armoniosa síntesis entre razón
y fe apuesta por el primer artículo del Credo: “ Creo en Dios, Padre todopoderoso”.
Es decir, superpone la fe a la razón, Dios es sólo objeto de la fe, no de la
demostración racional.

Concepción de Tomás de Aquino:


Tomás de Aquino se opone a la Teoría de la Doble Verdad del averroísmo latino y
defiende la imposibilidad de contradicción entre la razón y la fe, ya que ambas
proceden de Dios. Si se diese el caso de que la razón contradijera a la fe eso sería
señal de que el ser humano se ha equivocado al hacer uso de su razón pues
entre la razón y la fe tiene que haber coincidencia. De hecho la razón colabora
con la fe en la demostración de algunas de las verdades reveladas. Según Tomás
de Aquino, mediante la razón y la fe el ser humano es capaz de descubrir
diferentes tipos de verdades. Ahora bien, tampoco están indisolublemente
unidas como afirma Agustín de Hipona, sino que cada una (fe y razón) tienen su
ámbito de validez.

Entonces nos encontramos con un orden natural procedente de las fuerzas de la


razón humana, y por otro lado un orden sobrenatural que tiene origen en la
revelación de Dios descubridora de muchas verdades, algunas al alcance de la
razón y otras que exceden sus límites siendo sólo objeto de la fe. Estos órdenes si
bien son distintos no son opuestos, sino que se complementan como diferentes
participaciones de la verdad. Se dará entonces una mutua colaboración en la que
la revelación (la fe) orienta a la razón, y ésta actúa como clarificadora de los
misterios de la revelación. En todo caso, se advierte la primacía que le otorga el
aquinate a la fe sobre la razón.

Este espacio de verdades religiosas que pueden conocerse como racionalmente es


la teología natural. A esta teología natural pertenecen algunas verdades de gran
importancia, los preámbulos de fe aceptadas mediante la fe pero que también son
accesibles a la razón humana, como la existencia de Dios.

- Teología como ciencia:


Además, para Santo Tomás esta teología es verdadera y rigurosa ciencia. Ahora
bien, si sus principios no son evidentes, y sus conclusiones tampoco lo son, ¿cómo
se puede decir que sea ciencia? El aquinate resuelve este problema acudiendo a
la subalternación de las ciencias. Tenemos dos géneros de ciencias, unas que se
basan en principios conocidos por el entendimiento (subalternantes) y
otras(subalternadas) que se apoyan en los principios demostrados por otra
superior. Es el caso de la música que coge los principios de la aritmética, y también
es el caso de la teología que parte de unos principios que no son evidentes para
nosotros, sino que son evidentes en sí mismos por la ciencias de Dios y los
bienaventurados.

No obstante, la teología no debe contentarse con estas “conclusiones” que deduce


de los principios, sino que debe esforzarse por conocer mejor y demostrar la
doctrina divina. Como es el caso de la propia existencia de Dios.

4. La demostración de la existencia de Dios.

Al plantearse el problema de la existencia de Dios, de su conocimiento, el dominico


se pregunta en primer lugar si se trata de una verdad evidente en sí misma y, por lo
tanto, al alcance de nuestra inteligencia. El Doctor Angélico se opondrá a lo largo de
la cuestión segunda de la Suma Teológica a esta visión ontologicista
(representada en San Juan Damasceno y San Anselmo), así como ante el
tradicionalismo y el agnosticismo (que niegan la demostrabilidad racional de
Dios) y el ateísmo (que niega la existencia misma de Dios).

- Argumento ontológico de San Anselmo

El punto de partida del argumento de Anselmo de Canterbury es la noción o


concepto que de Dios tienen los hombres. Esta noción o concepto de Dios es la
siguiente: Dios es el ser más perfecto que pueda pensarse. El ateo, a pesar de
que reconoce que Dios es el ser más perfecto, considera que sólo existe Dios como
concepto, como noción mental, y no como algo existente en la realidad. Ahora bien,
un ser tal ha de existir en la realidad ya que si no existiese no sería el ser más
perfecto pues le faltaría la existencia en la realidad. Por tanto, si Dios, por
definición, es el ser más perfecto necesariamente tiene que existir en la realidad.

1.º Premisa: Todos los hombres tienen la misma noción de Dios: el ser más
perfecto que pueda pensarse

2.º Premisa: el ser más perfecto tiene que existir tanto en el pensamiento como
en la realidad, porque de lo contrario existiría un ser más perfecto (aquel que
también existe en la realidad) que el ser más perfecto, lo cual es contradictorio

- Las cinco vías de Santo Tomás

Para el aquinate se entiende que una verdades es evidente cuando el predicado de


una proposición está contenido en el sujeto de la misma, por ejemplo, “el todo es
mayor que la parte”. Ahora bien, hay dos tipos de verdades evidentes.
El error de San Anselmo (error que volverá a cometer Descartes) es que si bien la
afirmación “Dios existe” es evidente por sí misma (“quoad se”) el hombre no tiene
conocimiento a priori (anterior a la experiencia) de la naturaleza divina, es decir,
no es evidente para nosotros (“quoad nos”) en tanto la inteligencia humana es
incapaz de conocer directamente un ser completamente perfecto, espiritual e
infinito.
Además, el ontologismo en su apriorismo da por hecho que todo el mundo entiende
lo mismo por Dios y, más aún, que se puede dar un salto del pensamiento de la
existencia real a la realidad de la existencia pensada.

Ahora bien, esto no quiere decir que la existencia de Dios sea absolutamente
incognoscible. pues puede ser demostrada, no “a priori”, pero si “a posteriori” a
través de sus efectos, de la experiencia. Si Dios ha creado el mundo ha tenido que
dejar en él alguna huella o sello, igual que la obra de un artista manifiesta de alguna
manera las peculiaridades de su autor. Es así que no nos queda más remedio que
intentar conocer a Dios a través de la analogía con los seres de los que si tenemos
experiencia real.

Así a través de cinco vías Santo Tomás examina como la razón humana puede
elevarse hacía Dios. Las encontramos en su Suma Teológica en el artículo 3 de
la cuestión 2. Como hace siempre el aquinate utiliza aquí el estilo didáctico de la
“questio”, “disputatio”, “responsio” y “veras solutio”.

PRIMERA: Vía del movimiento.


Es un hecho real observable que existe el movimiento y el cambio. Todo lo que
cambia o se mueve debe su movimiento a otro ser. Según la teoría aristotélica, que
recoge el aquinate, cambiar consiste pasar de potencia a acto.

Se afirma que todo lo que se mueve es movido por otro, es decir, la causa de que
algo se mueva no puede ser la misma cosa que se mueve sino otra cosa que actúe
como motor del cambio, es decir, no es posible que una misma cosa esté a la
vez en potencia y en acto respecto a lo mismo. Por lo tanto para que haya
movimiento es preciso otro ser distinto que impulse ese movimiento. Y, a su vez,
ese otro ser habrá sido impulsado por otro ser anterior. Pero resulta inconcebible
que haya una cadena infinita.

Entonces es necesario que exista un primer ser, un primer motor (Aristóteles) que
provoca el movimiento, pero no es movido por nadie. Este motor es Dios.
SEGUNDA: Vía de la causalidad
Observamos en la realidad que cualquier cosa es efecto de otra cosa que la ha
producido y a la que llamamos causa eficiente (Aristóteles).Es imposible que una
cosa sea causa eficiente de sí misma pues necesitaría ser anterior a sí misma ya
que la causa siempre es anterior en el tiempo al efecto. Por tanto, tiene que tener
su causa en otra cosa que existe con anterioridad.No es posible continuar
indefinidamente la serie o cadena de cosas que se producen unas a otras (causas
eficientes).Existencia de una primera causa eficiente o causa incausada (causa
sui) y este es Dios.

TERCERA: Vía de la contingencia


La experiencia muestra que las cosas pueden existir o no existir pues percibimos
que comienzan a ser y dejan de ser. Estas cosas que pueden existir pero también
no existir se llaman seres contingentes o posibles.

Si los seres que vemos en la realidad son todos seres contingentes es


imposible que existan desde siempre, es decir, desde la eternidad, pues lo que
tiene la posibilidad de no existir (y los seres contingentes la tienen), alguna vez no
existió, y, por lo tanto, cabe inferir que hubo un tiempo en que nada existió. Ahora
bien, si hubo un tiempo en que nada había o nada existió, en la actualidad nada
habría o existiría, cosa evidentemente falsa pues vemos que existen cosas. Por
tanto, tiene que haber algún ser que exista y que no pueda no-existir y que sea la
causa de la existencia de los seres contingentes. Ese ser o realidad es un ser
necesario, esto es, un ser que existe y no puede no-existir, esto es, un ser que
necesariamente tiene que existir y, por tanto, eterno ya que su esencia implica la
existencia.Existencia de un ser absolutamente necesario e identificación de Dios
con él; por tanto, existencia de Dios.

- Esencia y existencia
Para comprender más en profundidad lo que aduce aquí el dominico debemos
acudir a su distinción entre esencia y existencia. La esencia es lo que define cada
cosa, está asociada para el aquinate con la potencia de ser, porque no todo lo que
tiene esencia se encuentra realmente presente en el mundo. El centauro, por
ejemplo, tiene esencia, pero no existe en la realidad. Para que algo exista de
verdad hace falta que su esencia (la potencia de ser) se actualice y se transforme
en auténtica existencia (acto de ser)
¿Y por qué algunos seres existen y otros no? Para el Doctor Angélico todas las
esencias están presentes en la mente divina. En el acto de creación, Dios decidió
traer a la existencia algunas de esas esencias. Por eso en el ente creado (por
ejemplo, nosotros) no se da una vinculación necesaria entre esencia y
existencia, de ahí su contingencia. De esta forma el ente creado “participa” de la
esencia divina, cuestión que nos recuerda a la “participación” platónica
(“methesis”), pero cabe matizar que en este caso participar no es tanto “imitar”
aquello de lo que se participa, sino tener su propio ser recibido de otro ser, en este
caso Dios.
¿Y qué pasa entonces con Dios? A diferencia de lo entes creados, Dios no es un
ser compuesto, es un ser simple, es decir, su esencia se identifica con su
existencia, de ahí que sea el único ser que forzosa y necesariamente debe existir.
Por eso decimos que Dios es necesario, mientras que todas sus criaturas son
contingentes.

CUARTA: Grados de la perfección


Vemos que en las cosas existen diferentes grados de perfección pues son más o
menos buenas, bellas, nobles, veraces, etc. Este más o menos se dice de las
perfecciones en cuanto que se aproximan más o menos a lo máximo (así, más
caliente se dice de aquello que se aproxima más al máximo calor o temperatura).
Si sabemos que unos seres son más perfectos que otros es porque somos capaces
de reconocer cuando algo está más próximo a la perfección máxima. De esta forma
esta graduación debe estar en relación con algo máximo, máximo varadero, noble,
bueno… Ese ser es Dios.

QUINTA: Orden del universo


Todo lo que existe en el universo actúa persiguiendo un propósito, una finalidad
determinada (teleologismo aristotélico). Observamos incluso que las cosas
carentes de inteligencia, como por ejemplo un planeta, actúan siempre, o casi
siempre, de la misma manera pues tienden siempre al mismo fin, lo que significa
que esa actuación no se desarrolla al azar sino siguiendo una determinada pauta.
Lo que carece de conocimiento no puede tender a un fin, luego debe existir un ser
inteligente, que como el arquero dirige la flecha, ordene todas las cosas a un fin, y
este es Dios. Se trata de prueba teleológica que todavía mantiene en la actualidad
su fuerza de atracción para aquellos que se esfuerzan por contemplar la
naturaleza, incluso desde una perspectiva atea.

5. Ética y Política: la Ley Moral y su relación con el bien común.

5.1. La Étíca

Tomás de Aquino va a seguir muy de cerca a Aristóteles en su teoría ética.


Considera que todo ser humano busca ciertos fines en su vida, pero que el último
fin, aquel que buscamos por él mismo y no con vistas a alcanzar otro, es la
consecución de la felicidad. La felicidad no consiste en la adquisición de riquezas,
ni en la búsqueda del placer o de la fama, sino en alcanzar el Bien Supremo del ser
humano, que no es otro que amar a Dios. En este aspecto Tomás de Aquino se
distancia de Aristóteles, para el cual la felicidad radicaba en el conocimiento teórico
en general, mientras que para Tomás radica en la contemplación de Dios.
Para el aquinate ningún bien, excepto Dios es necesario para alcanzar la
felicidad. Para él algunos como Aristóteles limitan su noción de felicidad a la que
puede obtenerse en vida, una felicidad imperfecta, sin considerar la que puede
considerarse en la vida futura, es decir, la felicidad perfecta. Por ello son los
santos, y no el sabio, los que ofrecen el máximo ejemplo de vida feliz.

- Los preceptos de la ley natural


Aunque la verdadera y auténtica felicidad se consigue tras la muerte, en la
unión con Dios, debemos tener una orientación para conducir nuestra vida terrenal
a la felicidad.

¿Pero cómo decidimos que es bueno o malo los seres humanos? Para
Santo Tomás si acudimos a la razón podemos encontrar las tendencias naturales
que Dios ha dispuesto en nuestro interior. Estas tendencias forman la ley natural
que es la manifestación de la ley eterna (ley con la que Dios ordena todo el
universo) para el caso concreto de nosotros los seres humanos. Entonces para
orientarnos en vida hacia la felicidad debemos ajustar nuestro comportamiento a
ellas.

La razón nos indica de forma muy clara la primera norma básica de la


conducta moral, esto es, hacer el bien y evitar el mal. El problema está en que el
alma humana está dotada de libre albedrío, por lo que disponemos de la voluntad
libre para hacer el mal o el bien. Al igual que Aristóteles clasifica las virtudes en
virtudes morales e intelectuales, y añade las virtudes teologales: fe, esperanza
y caridad.

En todo caso encontramos una serie de tendencias naturales de las cuales


se derivan algunas normas éticas fundamentales:

- El ser humano como toda sustancia tiene la tendencia natural a seguir


existiendo. De ahí se deriva la tendencia natural de conservar nuestra
propia existencia. De aquí deriva la prohibición moral del suicidio.
- El ser humano es un animal y como tal tiene la tendencia natural a
reproducirse y formar una familia. La norma moral que de aquí se
desprende es la obligación de hacerse cargo de los hijos, cuidar de ellos…
- El ser humano es un ser racional y social, es decir, tenemos una tendencia
natural a conocer la verdad y a vivir en sociedad. De esta forma tenemos
el deber moral de alcanzar la verdad (en lo que se refiere a nuestra relación
con Dios) y encontrar formas adecuadas de convivencia.

Al igual que Aristóteles clasifica las virtudes en virtudes morales e intelectuales, y


añade las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.

5.2. La Política

Santo Tomás considera que el hombre es un ser sociable por naturaleza ya que no
es autosuficiente, de hecho su situación es la más precaria de todos los animales.
Además, al igual que Aristóteles esgrime el argumento de la posesión del lenguaje
como un signo claro de su sociabilidad. De esta forma, el Estado responde a la
necesidad natural que todos tenemos de vivir en sociedad.

Al igual que plantea Aristóteles, para Santo Tomás el Estado tiene como objetivo
buscar el bien común de los individuos. A la hora de clasificar las formas de
gobierno toma prestada la teoría de Aristóteles, y sitúa como regímenes justos
aquellos que buscan el bien común, esto es, la monarquía, la aristocracia y la
democracia, y como regímenes injustos la tiranía, la oligarquía y la demagogia.

Para poder vivir en sociedad es necesario que el Estado elabore reglas y normas de
convivencia recogidas en la ley positiva que es la ley elaborada por los seres
humanos Ahora bien, esta ley debe respetar los preceptos de la ley natural que
siempre está por encima de ella. Es por ello que las leyes positivas no serán
válidas cuando vayan en contra de una ley natural. Incluso en esos casos lo
correcto es desobedecer las leyes positivas injustas, respetando en todo
momento la ley natural establecidas por Dios.
Además, como sabemos las necesidad humana no son sólo naturales, sino
sobrenaturales (su salvación). Por eso es importante determinar el papel que
tiene la Iglesia. Para el aquinate ha sido fundada para ocuparse de los asuntos
espirituales que son los más importantes al ocuparse de la salvación del alma.

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