CAPÍTULO TERCERO
LA RESPUESTA DEL HOMBRE A DIOS
142 Por su revelación, «Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran
amor y mora con ellos para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía»
(DV 2).
143 Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios.
I La obediencia de la fe: 144 Obedecer (ob-audire) en la fe es someterse libremente a la
palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios, la Verdad Abraham, «padre
de todos los creyentes»
145 La carta a los Hebreos, en el gran elogio de la fe de los antepasados, insiste particularmente
en la fe de Abraham: «Por la fe, Abraham obedeció y salió para el lugar que había de recibir en
herencia, y salió sin saber a dónde iba» (Hb 11,8; cf. Gn 12,1-4). Por la fe, vivió como extranjero
y peregrino en la Tierra prometida (cf. Gn 23,4). Por la fe, a Sara se le otorgó el concebir al hijo
de la promesa. Por la fe, finalmente, Abraham ofreció a su hijo único en sacrificio (cf. Hb 11,17).
146 Abraham realiza así la definición de la fe dada por la carta a los Hebreos: «La fe es garantía
de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven» (Hb 11,1). (Abraham fue hecho
«padre de todos los creyentes» (Rm 4,11.18; cf. Gn 15, 5).
147 El Antiguo Testamento es rico en testimonios acerca de esta fe. La carta a los Hebreos
proclama el elogio de la fe ejemplar por la que los antiguos «fueron alabados» (Hb 11, 2.39)
María: «Dichosa la que ha creído»
148 La Virgen María realiza de la manera más perfecta la obediencia de la fe. En la fe, María
acogió el anuncio y la promesa que le traía el ángel Gabriel, creyendo que «nada es imposible
para Dios» (Lc 1,37; cf. Gn 18,14) y dando su asentimiento: «He aquí la esclava del Señor;
hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Isabel la saludó: «¡Dichosa la que ha creído que se
cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1,45). Por esta fe todas las
generaciones la proclamarán bienaventurada (cf. Lc 1,48).
149 Durante toda su vida, y hasta su última prueba (cf. Lc 2,35), cuando Jesús, su hijo, murió en
la cruz, su fe no vaciló. María no cesó de creer en el «cumplimiento» de la palabra de Dios. Por
todo ello, la Iglesia venera en María la realización más pura de la fe.
Creer solo en Dios
150 La fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e
inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado. (cf. Jr 17,5-
6; Sal 40,5; 146,3-4).
Creer en Jesucristo, el Hijo de Dios
151 Para el cristiano, creer en Dios es inseparablemente creer en Aquel que él ha enviado, «su
Hijo amado», en quien ha puesto toda su complacencia (Mc 1,11). Dios nos ha dicho que les
escuchemos (cf. Mc 9,7).
Creer en el Espíritu Santo
152 No se puede creer en Jesucristo sin tener parte en su Espíritu. Es el Espíritu Santo quien
revela a los hombres quién es Jesús. Porque «nadie puede decir: "Jesús es Señor" sino bajo la
acción del Espíritu Santo» (1 Co 12,3).
La fe es una gracia:153 Cuando san Pedro confiesa que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo,
Jesús le declara que esta revelación no le ha venido «de la carne y de la sangre, sino de mi
Padre que está en los cielos» (Mt 16,17; cf. Ga 1,15; Mt 11,25).
La fe es un acto humano: 154 Sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del
Espíritu Santo.
155 En la fe, la inteligencia y la voluntad humanas cooperan con la gracia divina: «Creer es un
acto del entendimiento.
La fe y la inteligencia: 156 El motivo de creer no radica en el hecho de que las verdades
reveladas aparezcan como verdaderas e inteligibles a la luz de nuestra razón natural. Creemos
«a causa de la autoridad de Dios mismo que revela y que no puede engañarse ni engañarnos».
157 La fe es cierta, más cierta que todo conocimiento humano, porque se funda en la Palabra
misma de Dios, que no puede mentir.
158 «La fe trata de comprender, La gracia de la fe abre «los ojos del corazón» (Ef 1,18) (San
Anselmo de Canterbury).
159 Fe y ciencia. «A pesar de que la fe esté por encima de la razón, jamás puede haber
contradicción entre ellas.
La libertad de la fe: 160 «El hombre, al creer, debe responder voluntariamente a Dios;
La necesidad de la fe: 161 Creer en Cristo Jesús y en Aquel que lo envió para salvarnos es
necesario para obtener esa salvación (cf. Mc 16,16; Jn 3,36; 6,40 e.a.).
       La perseverancia en la fe: 162 La fe es un don gratuito que Dios hace al hombre. Este
don inestimable podemos perderlo; san Pablo advierte de ello a Timoteo: «Combate el buen
combate, conservando la fe y la conciencia recta; algunos, por haberla rechazado, naufragaron
en la fe» (1 Tm 1,18-19). Para vivir, crecer y perseverar hasta el fin en la fe debemos alimentarla
con la Palabra de Dios; debemos pedir al Señor que nos la aumente (cf. Mc 9,24; Lc 17,5;
22,32); debe «actuar por la caridad» (Ga 5,6; cf. St 2,14-26), ser sostenida por la esperanza
(cf. Rm 15,13) y estar enraizada en la fe de la Iglesia.
      La fe, comienzo de la vida eterna
163 La fe nos hace gustar de antemano el gozo y la luz de la visión beatífica, fin de nuestro
caminar aquí abajo. Entonces veremos a Dios «cara a cara» (1 Co 13,12), «tal cual es» (1
Jn 3,2). La fe es, pues, ya el comienzo de la vida eterna.
164 Ahora, sin embargo, «caminamos en la fe y no [...] en la visión» (2 Co 5,7), y conocemos a
Dios «como en un espejo, de una manera confusa [...], imperfecta" (1 Co 13,12).
165 Entonces es cuando debemos volvernos hacia los testigos de la fe: Abraham, que creyó,
«esperando contra toda esperanza» (Rm 4,18) y en la Virgen Maria.
166 La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela.
Pero la fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo.
167 "Creo" (Símbolo de los Apóstoles): Es la fe de la Iglesia profesada personalmente por cada
creyente, principalmente en su bautismo.
I "Mira, Señor, la fe de tu Iglesia":168 La Iglesia es la primera que cree, y así conduce,
alimenta y sostiene mi fe. La Iglesia es la primera que, en todas partes, confiesa al Señor.
II El lenguaje de la fe: 169 La salvación viene solo de Dios.
170 No creemos en las fórmulas, sino en las realidades que estas expresan y que la fe nos
permite "tocar".
171 La Iglesia, que es "columna y fundamento de la verdad" (1 Tm 3,15), guarda fielmente "la
fe transmitida a los santos de una vez para siempre" (cf. Judas 3).
III Una sola fe: 172 Desde siglos, a través de muchas lenguas, culturas, pueblos y naciones, la
Iglesia no cesa de confesar su única fe, recibida de un solo Señor, transmitida por un solo
bautismo.(cf. Ef 4,4-6).
173 "La Iglesia, diseminada por el mundo entero hasta los confines de la tierra, recibió de los
Apóstoles y de sus discípulos.” Como si tuviera una sola alma y un solo corazón.”
174 "Porque, aunque las lenguas difieren a través del mundo, el contenido de la Tradición es
uno e idéntico. Los la fe, como si tuviera una sola alma y un solo corazón.
175 "Esta fe que hemos recibido de la Iglesia, la guardamos con cuidado, sin cesar, bajo la
acción del Espíritu de Dios.