1) Jorge Washington Abalos
Shunko
Ecorregión: Chaco seco
Sentado al escritorio, el maestro escuchaba la lectura; distraídamente
jugueteaba con el lápiz, mirando por la ventana el áspero paisaje campesino,
cuya agresiva vegetación espinosa y de hojas chiquitas era detenida por el
alambrado de hilos que delimitaba el terreno limpio de la escuela
El maestro ha quedado contemplando la llanura abierta a través de la pequeña
ventana que es más una tronera en la pared de barro. Los matorrales están
salpicados por las hermosa flores del chaguar; el chaguar que ha empollado a
ras del suelo, entre sus largas hojas bordeadas de dientes agresivos, el
maravillosos racimo color fucsia que se eleva en una vara de insólita delicadeza
y suavidad. El maestro se concilia ahora con el hosco chaguar que es capaz de
la bondad de una flor de seda.
Tres de la tarde. Siesta santiagueña en la que el sol, en un cielo de azul
implacable, reina inmerso, desecando aún más el cielo seco de la tierra caldeada
y cubierta por una ligera capa de polvo de sequía.
El viento norte trota por el campo lamiendo con su lengua ávida las hojas de los
árboles, que protestan mugiendo perezosamente al ser sacudidos de su
modorra.
Los quimiles erizan sus largas y delgadas espinas frente al viento desecante y
esconden tras su tersa piel impenetrable, los jugos trabajosamente sacados a la
tierra.
Se lastima el viento al desflecarse en la defensa agresiva del cacto; hace una
mueca de dolor y luego de pasar acaricia el suelo levantando tras de sí pequeñas
polvaredas como si rebotara en la tierra. Luego, allá a lo lejos a lo lejos, para
salir de su aburrimiento hace un "uaira muyu", gira vertiginosamente y eleva los
brazos como queriendo alcanzar el cielo lejano. Pero se cansa de este juego y
trota nuevamente levantando su rastro de polo.
Lanzando gritos destemplados, un grupo de rubialas planea de árbol en árbol;
levantan la cola al posarse, como si las empujaran de atrás, se pierden entre las
hojas y planean otra vez, siguiendo ala caprichosa compañera que las dirige.
La majada sombrea en el montecito de chañares, verde isleta en el raso pelado
de la extensa abra que se extiende hasta más allá de donde alcanza la vista,
cuando se eal poniente; hacia los otros puntos cardinales se adivina, más que
se ve, la del monte, límite de las aguas del inmenso bañando que es esa
pampa...cuando llega la creciente del Saldo..., cuando llega.
Hacia fines de agosto los chañares. que antes de verdecer florecen, se cubren
de amarillo fuerte y aparece la isleta un puñado oreo, que se destaca aún más
en el suelo negro, pues en esa época se ha quemado ya el campo para apresurar
el brote de los pastos.
El abra está aquí y allá salpicada de quimilies que avanzan a medida que los
años pasan (y van tres) sin que llegue el agua que purifica los campos. En su
diario procurarse el difícil sustento, la hacienda come los frutos maduros del
quimil y siembra luego la dura semilla, ayudando a la plaga en su avance.
Algunos de los cactos, en defensa pasiva contra la sequía que se prolonga
demasiado, han comenzado a desembarazarse de sus prolongaciones extremas
dejándolas secar, y han de reducirse, si la situación lo exige, a la mínima
expresión a ras del suelo, para de allí, agazapados, surgir victoriosos cuando
lleguen las lluvias.
El algarrobo aguantará la seca con todo su trapo desplegado y la bandera al
tope. Cuanto más dura sea la sed, más frutos dará, para sus semillas repongan
la pérdida de los que zozobraron, en el sequedal. ¡Algarrobo macho!
2) Cesar Aira
La costurera y el viento
Ecorregión: Estepa patagónica
“El mundo, la vida, el amor, el trabajo: vientos. Grandes trenes cristalinos que
pasan pitando por el cielo. El mundo está envuelto en vientos que van y
vienen…Pero no es tan simple, tan simétrico. Los vientos de verdad, las masas
de aire que se desplazan entre diferencias de presión, terminan volviéndose
siempre para el mismo lado, y se reúnen en los cielos argentinos; vientos
grandes y pequeños, los vientos cosmopolitas y oceánicos tanto como los
diminutos soplos de jardín: un embudo delas estrellas los reúne a todos,
adornados con sus velocidades y direcciones como cintas en los peinados, y van
a parar a esa región privilegiada de la atmósfera que es la Patagonia. Es por eso
que allí las nubes son lo momentáneo por excelencia, como decía Leibniz que
eran las cosas («las cosas son mentes momentáneas»: una silla es exactamente
como un hombre que viviera un solo instante). Las nubes patagónicas acogen y
acomodan todas las transformaciones dentro de un solo instante, todas sin
excepción. Por eso el instante, que en cualquier parte es seco y fijo como un clic,
en la Patagonia es fluido, misterioso, novelesco. Darwin lo llamó: la Evolución.
Hudson: la Atención.
Los cielos de la Patagonia están siempre limpios. Allí se reúnen los vientos, en
una gran feria de transformaciones invisibles. Es como decir que allí sucede todo,
y el resto del mundo se disuelve en la lejanía, inoperante, la China, Polonia,
Egipto… París, la miniatura lumínica. Todo. Sólo queda ese espacio radiante, la
Argentina, hermosa como un paraíso.
¿Cómo viajar? ¿Cómo vivir en otra parte? ¿No sería una locura, una
autoaniquilación? No ser argentino es precipitarse en la nada, y eso a nadie le
gusta.”
3) Juan Bautista Alberdi.
Viajes y descripciones
Ecorregión: Yungas
“Si desde la cumbre vuelve uno los ojos al oriente, todo el territorio de Tucumán
queda bajo sus pies como un palmo de tierra, los ríos como cintas de raso blanco,
y la ciudad como un pequeño damero. Vuélvense los ojos al poniente, y queda
uno con el cerro que tiene bajo sus pies como un pigmeo miserable, delante del
Aconquija cuya eminencia sólo es posible admirar desde la cumbre de los otros
cerros. Allí no hay más monotonía que la de la variedad. Cada paso nos pone
en nueva escena. Un aire puro y balsámico enajena los sentidos. No hay planta
que no sea fragante, porque hasta la tierra parece que lo es. Los pies no pisan
sino azucenas y lirios. Propáganse lenta y confusamente por las concavidades
de los cerros, los cantos originales de las aves, el ruido de las cascadas y
torrentes. Repentinamente queda envuelto uno en el seno oscuro de una nube y
oye reventar los truenos bajo sus pies y sobre su cabeza y se encuentra envuelto
en rayos, hasta que impensadamente queda de nuevo en medio de la luz y la
alegría.”
4) Roberto Artl
Aguasfuertes patagónicas
Ecorregión: Estepa patágonica
Neuquén podría llamarse el país del viento, y estoy seguro que semejante
nombre reflejaría mejor su calidad geográfica.
Viento que viene desde la cordillera y llega a través de cientos de leguas
hasta el océano Atlántico imprimiéndole a la región, escasa de agua hacia el
este, un carácter árido y desolado. El desierto patagónico.
Los días calmos de esta región son idénticos a los ventosos de Buenos
Aires.
Cierto es que el viajero termina por acostumbrarse y es recién cuando
observa este fenómeno que comprenda su permanencia. Y su fuerza.
Porque reparando en las alamedas y en los árboles que coronan los cerros
y se empinan en sus laderas, no es necesario preguntar en qué dirección queda
el lado este, de dónde llega el viento, pues los troncos con sus copas inclinadas
en esa dirección, demuestran cuán continua, día y noche, es la fuerza elástica
que termina por doblar el tronco de los árboles y fijar en sus células una total
inclinación hacia el Atlántico.
En los mismos valles, honduras entre dos cerros, parajes protegidos del
viento, este, perdiendo parte de su fuerza, no deja de doblar los arbolados que
rodean los caseríos, y el mismo trabajo, pero ya más arduo, arquitectura de los
elementos, increíble de no verla, se constata en los cerros de piedra y en los
médanos de grava.
Y es que las fachadas montañosas que dan la cara a la cordillera están todas
casi cortadas a pico, y son enhiestas, perpendiculares a tierra, mientras que su
prolongación hacia el este ondula, como si encalmada la furia del viento, este
acariciara el material que un poco más atrás ha herido con su violencia.
En los médanos, semejante dibujo aerográfico guarda una tan constante
simetría que no es posible dudar de su origen.
Este mismo trabajo es más nítido, aún, en las aguas de los ríos.
Los ríos del norte de nuestro país se diferencian de los del sur, en que los
del norte son blandos, lechosos, tibios. Por ancho que sea su lecho, por más
intenso su declive, por más traidora que se repute su linfa, no se les teme y su
aspecto convida a la existencia perezosa, muelle.
Mirando uno un río del norte, dice o piensa: «Aquí me quedaría viviendo
siempre tendido en una hamaca paraguaya».
El río del sur no da pie a tan holgadas imaginaciones.
Oscuro, violeta, azul turquí, el río del sur precipita sus aguas de color tinta
violentamente hacia el este. Corre entre barrancas casi siempre perpendiculares
al agua que las roe, orillas de piedra o de greda, verdes de pasto, y enmarcando
en su fondo esa corriente de agua rápida, que desciende sin zumbar casi, con
una elástica cautela de indio que tiene asegurada su puñalada o el punto de mira
de la saeta.
Camina así rápidamente, empujado por el viento….
Todo está aquí sometido al imperio del viento, que sopla, aúlla, se queja y
brama, dando en pleno verano la sensación de la proximidad del invierno.
5) Eduardo Belgrano Rawson "Fuegia"
Fuegia
Ecorregión: islas del Atlántico Sur
"En invierno bajaban al mar. Llegaban hambrientos de la montaña y antes de
trasponer los últimos árboles contemplaban por largo rato, con sus ojos
resplandecientes, la oscuridad de la costa. La playa estaba invariablemente
vacía, pero los guanacos tenían buena memoria y no daban un paso en la arena
hasta que el sol salía del todo y disipaba la niebla."
6) Selva Almada.
“No es un rio”
Ecorregión: Delta e Islas del Paraná
“El Negro entra al monte. Remera colgada al hombro, paso largo pero lento. Aquí
todo en penumbras. Afuera el sol, una bola de fuego que se apaga en el río. Hay
ruiditos de pájaros, de bichos chicos. Un bisbiseo de yuyos. Aperiás, comadrejas,
vizcachas se escurren entre los pastos. Anda cauteloso el Negro, con respeto,
como entrando a la iglesia. Andar liviano, de guazuncho. Igual no va que pisa
una ramita fina, un manojo de chauchas de curupí y sobreviene el estruendo. El
sonido de las vainas secas se amplifica entre los troncos de los alisos y los
timbós, sube, sale del círculo compacto del monte. Alerta la presencia del intruso.
Este hombre no es de este monte y el monte lo sabe. Pero lo deja. Que se meta,
que se quede el tiempo que le lleve juntar leña. Después, el propio monte va a
escupirlo, los brazos llenos de ramas, otra vez hacia la orilla.
Los ojos del Negro se van acostumbrando y distingue, allá adelante, un camuatí
agarrado de la rama de un árbol, como una cabeza colgada de sus pelos. El aire
tiembla, lleno de avispas. Respira hondo y el pecho se llena de olores a flores,
miel y algún animalito muerto. Todo huele dulce.”
“Tilo agarra sus aparejos y se manda solo. Pasando el montecito, una lengua de
agua viborea entre pastizales y duraznillo blanco todo florecido. Son las diez de
la mañana y el sol le pega sobre la espalda desnuda. Siempre que viene a la isla
extraña a su padre. Debe ser que algo de uno queda donde se muere. Hay
muchas fotos de los dos juntos pescando”
“Entran al monte con paso confiado. A la humedad del sereno que viene desde
el río. Todo oscuro pero ellos, como los gatos, se mueven mejor en la oscuridad.
Saben el nombre de cada pájaro por su chillido; el nombre de cada árbol por la
corteza del tronco, de cada planta por el tamaño o la dureza de sus hojas. Andan
por el monte como por su rancho. Saben dónde pisar para no molestar a las
culebras. Para que no los pique el alacrán. El monte los conoce desde gurisitos.
Si más de uno fue engendrado y hasta parido ahí mismo entre los sauces, los
alisos, el espinillo y los lapachos de fuego rosado. Si fueron sus cunas el junco
y la espadaña. Nacidos y criados en la isla. Bautizados por el río.”
7) Jorge Luis Borges,
El Aleph
Ecorregión Pampa
“Hay una hora de la tarde en que la llanura está por decir algo; nunca lo dice o
tal vez lo dice infinitamente y no lo entendemos, o lo entendemos pero es
intraducible, como una música”
8) Manuel J. Castilla
"Esta tierra es hermosa "
Ecorregión de las Yungas
"Esta tierra es hermosa.
Crece sobre mis ojos como una abierta claridad asombrada.
La nombro con las cosas que voy amando y que me duelen;
Montañas pensativas, lunas que se alzan sobre el chaco
Como una boca de horno de pan recién prendido,
Yuchanes de leyenda
En donde duermen indios y ríos esplendentes,
Gauchos envueltos en una gruesa cáscara de silencio
Y bejucos volcando su azulina inocencia"
9) Haroldo Conti
"Sudeste"
Ecorregión Delta e Islas del Parana
"El río es espléndido y el hombre se siente misteriosamente atraído por él. Esto
es todo lo que se puede decir. Ese hombre se detiene junto a sus aguas y
observa la susurrante vastedad con cierta nostalgia, como si hubiera extraviado
algo muy querido y absolutamente primordial en medio de este río semejante a
la eternidad.
Eso, tal vez, lo induce a pensar que el río es bueno. Pero lo cierto es que, en el
fondo, más a menudo este río parece endiabladamente astuto y torvo y hasta
ruín.
Sus hombres, los hombres de este río, este hombre que ahora observa las aguas
con sus ojos de pez moribundo suspendidos sobre ellas como dos espejuelos
suspendidos del aire, son en todo semejantes a él. Por eso todavía sobreviven.
Por eso parecen tan viejos y lejanos y solitarios.
No aman al río exactamente, sino que no pueden vivir sin él. Son tan lentos y
constantes como el río. Y sobre todo, son tan indiferentes como el río. Parecen
entender que ellos forman parte de un todo inexorable que marcha animado con
cierta fatalidad"
10) Julio Cortázar.
Carta a Mercedes Arias, 1 de junio de 1941
Ecorregiones Chaco Seco y Chaco Húmedo
“Volvimos a Jujuy –¿no la estoy aburriendo?– y de allí, en una terrible etapa de
36 horas, cruzamos el valle salteño y todo el Chaco hasta Resistencia. Tierra
hasta cegar y aturdir; un calor horrible, agua tibia y sucia, miríadas de insectos
de inaudito tamaño. Yo era feliz, vuelto a una antigua condición de niño, y sentía
el trópico. Aquello era Salgari, Horacio Quiroga, Somerset Maugham, Kipling.
¡Dormí con una toalla mojada sobre la cara, hasta despertar, al amanecer, en un
sitio llamado "Pampa del Infierno"! Eso es el Chaco, y me alegro de haberlo
cruzado así, en su época bravía, que es la legítima de esas tierras”
11) Mempo Giardinelli.
Final de novela en Patagonia
Costa de Santa Cruz. Ecorregión Estepa Patagónica
“La carretera se pone hermosa al salir de Comodoro Rivadavia. Entre el
balneario de Rada Tilly y Coleta Olivia, ya en Santa Cruz, la ruta 3 muestra su
tramo más bello. La carretera ha sido pavimentada sobre los acantilados y
bordea el Atlántico como un larguísimo balcón construido especialmente para
mirar el horizonte helado y contemplar el cielo impecable. Uno viaja y sabe que
30 o 40 metros debajo hay pingüineras, loberías, rompientes maravillosas. Uno
siente el impulso de detenerse y caminar sobre esas playas que son una sola y
larga playa infinita. Pero a la vez uno tiene la sensación de que el tiempo es
poco, que no alcanza. Es la certeza de que no se puede todo. La inmensidad
tiene esa virtud: de tan ilimitada impone límites”
12) Domingo Faustino Sarmiento.
“Facundo. O Civilización y barbarie”
Ecorregión Yungas
“Es Tucumán un país tropical, en donde la naturaleza ha hecho ostentación de
sus más pomposas galas; es el Edén de América, sin rival en toda la redondez
de la tierra. Imaginaos los Andes cubiertos de un manto verdinegro de vegetación
colosal, dejando escapar por debajo de la orla de este vestido doce ríos que
corren a distancias iguales en dirección paralela, hasta que empiezan a
inclinarse todos hacia un rumbo, y forman, reunidos, un canal navegable que se
aventura en el corazón de la América. El país comprendido entre los afluentes y
el canal tiene, a lo más, cincuenta leguas. Los bosques que encubren la
superficie del país son primitivos, pero en ellos las pompas de la India están
revestidas de las gracias de la Grecia.
El nogal entreteje su anchuroso ramaje con el caoba y el ébano; el cedro deja
crecer a su lado, el clásico laurel, que a su vez resguarda bajo su follaje el mirto
consagrado a Venus, dejando todavía espacio para que alcen sus varas el nardo
balsámico y la azucena de los campos.
El odorífero cedro se ha apoderado por ahí, de una cenefa de terreno que
interrumpe el bosque, y el rosal cierra el paso en otras, con sus tupidos y
espinosos mimbres.
Los troncos añosos sirven de terreno a diversas especies de musgos
florecientes, y las lianas y moreras festonan, enredan y confunden todas estas
diversas generaciones de plantas.
13) Homero Manzi.
“La objetividad del folklore”
Ecorregion Chaco seco
“El santiagueño ama en primera instancia a su tierra, tiene una patria chica para
ubicar su corazón. Conoce su cielo, abierto y celeste durante el día cuando
apenas lo transitan el sol y las majaditas de nubes blancas, oscuro y profundo
en la noche, cuando los tachonan los tucu-tucu inmóviles de las estrellas.
Conoce sus ríos madres que traen el pan en las entrañas, conoce sus montes,
intrincados, misteriosos, aguerridos, conoce la tremenda ansiedad de sus
sequías, ejemplo bíblico que le afirma la sobriedad y conoce el terror de sus
tormentas calientes, cuando braman los huracanes del sur y del norte cargando,
sobre los lomos enfurecidos, nubes negras que desparraman la bendición del
agua…Las canciones de la tierra volverán a nutrirnos de savia auténtica y en la
voz de las vidalas reconoceremos el arrullo de la urpila, despenadora impenitente
de las tardes, cuando se abren en colores pálidos las flores del cardón y
reconoceremos en cada danza, en cada ritmo, un pedacito del paisaje agrestre
donde ponen adornos los algarrobos, donde adelantan cuchillos de espinas los
vinales, donde corren y revientan los ríos para secarse luego, donde cantan las
hachas mordiendo las carnes duras del quebracho, donde pastan las majadas,
donde se clavan las puntas del arado, donde galopan los caballitos criollos,
donde ladran perros inverosímiles, donde se sufre, se trabaja, se ama, se baila
y se canta”
14) Samanta Schweblin
Distancia de rescate
Ecorregiòn: Pampa, Chaco húmedo
–¿Con qué fue que se intoxicó?
Carla volvió a hacer lo del hombro
–Eso pasa, Amanda, estamos en un campo rodeado de sembrados. Cada dos
por tres
alguno cae, y si se salva igual queda raro. Los ves por la calle, cuando aprendés
a
reconocerlos te sorprende la cantidad que hay
15) Atahualpa Ypanqui
Y cantaban las piedras en el río
Ecorregion: Monte de sierras y bolsones
Y cantaban las piedras en el río
mientras mi corazón buscaba en vano
las palabras exactas en la tarde.
El Cerro Colorado soltó sus aguiluchos
y se quedó en silencio como un nido vacío.
El agua tiene pájaros; yo siento sus gorjeo,
El agua tiene penas, insomnios y delirios.
El agua es la conseja del abuelo
que midió el mundo con su paso firme
hasta encontrar la arena,
y envejecer tranquilo.
16) Raúl Scalabrini Ortíz. “El hombre que está solo y espera”
Ecorregión Pampa
“Aquí la lucha no encara a la naturaleza física, aquí la lucha encara a la
naturaleza espiritual. Aquí la tierra es opulenta, dócil; es tierra apurada por
germinar. El trabajo es de alientos lánguidos, es trabajo que no jadea y está
henchido de promisiones que se cumplen a la primera genuflexión. Pero es una
tierra que amilana los sentidos, que postra la sensualidad, una tierra invisible,
aun para el cuerpo que la holla, una tierra casi inhumana, impía, chata, acostada
panza arriba bajo un cielo gigantesco…
El labriego europeo invadió la pampa fascinado. La verdad de las extensiones
fértiles excedía en mucho los más ávidos ensueños de su imaginación. La labró,
la dividió en predios, la rayó con su arado, la aspergó con su simiente,
embriagado por la largueza con que le eran devueltos sus afanes. La llanura se
inflamó un rato, alborotada por el animoso vigor europeo. Parecía que un barullo
cándido desarrugaba el ceño adusto de la pampa. En cada rancho había un
botellón de vino, un hombre melodioso y un acordeón. Pero, poco a poco, la
tierra se fue recobrando: aplacó los bullicios extemporáneos; apaciguó las
exhuberancias del bienestar corporal. Volvió a imponer su despotismo de
silencio y de quietud, volvió a quedar en suspenso y como en éxtasis. Manejando
la tierra, el hombre fue allanado por la tierra.”