FORO DE CONSULTA
NACIONAL PARA
LA REVISION DEL
MODELO EDUCATIVO
Educación Básica
¿Cómo garantizar la inclusión y la equidad en la escuela de educación
básica?
II) La incorporación a la escuela de estudiantes con capacidades diferentes
De la Integración a la Inclusión: una
educación para todos
Región 4 (Colima, Guerrero, Hidalgo, México, Michoacán y Puebla.)
Lic. D.M. Oscar David Graneros Ruiz.
park666_d@hotmail.com
La educación en México es un derecho fundamental de todas las niñas y los
niños, los adolescentes y jóvenes mexicanos, tal como se señala en el Artículo 3º
Constitucional.
La Ley General de Educación distingue los siguientes tipos de servicios
educativos: educación inicial (0-4 años), educación básica (5-14 años; niveles:
preescolar, primaria y secundaria); educación especial; educación media superior y
educación superior; educación básica para adultos, y formación para el trabajo. Los
tipos y niveles enunciados ofrecen servicios educativos en modalidades
escolarizada, no escolarizada y mixta.
El Art. 41 de la Ley General de Educación cita: la educación especial está destinada
a individuos con discapacidades transitorias o definitivas, así como a aquellos con
aptitudes sobresalientes. Atenderá a los educandos de manera adecuada a sus
propias condiciones, con equidad social.
Tratándose de menores de edad con discapacidades, esta educación propiciara
su integración a los planteles de educación básica regular, mediante la aplicación
de métodos, técnicas y materiales específicos. Para quienes no logren esa
integración, esta educación procurara la satisfacción de necesidades básicas de
aprendizaje para la autónoma convivencia social y productiva, para lo cual se
elaboraran programas y materiales de apoyo didácticos necesarios.
A fines de 1970, por decreto presidencial, se creó la Dirección General de
Educación Especial con la finalidad de organizar, dirigir, desarrollar, administrar y
vigilar el sistema federal de educación especial y la formación de maestros
especialistas. A partir de entonces, este servicio prestó atención a personas con
deficiencia mental, trastornos de audición y lenguaje, impedimentos motores y
trastornos visuales.
Durante la década de los ochenta, los servicios de educación especial se
clasificaron en dos modalidades: indispensables y complementarios. Los de
carácter indispensable —Centros de Intervención Temprana, Escuelas de
Educación Especial y Centros de Capacitación de Educación Especial—
funcionaban en espacios específicos, separados de la educación regular, y estaban
dirigidos a los niños, niñas y jóvenes con discapacidad. En esta modalidad también
estaban comprendidos los Grupos Integrados B para niños con deficiencia mental
leve, así como los grupos integrados para hipoacúsicos, que funcionaban en las
escuelas primarias regulares. A partir de las reorientaciones que se dan en los años
de 1993, 1994, 1995, 2001, 2010 se reorganizan en; servicios de apoyo: Unidades
de Servicio de Apoyo a la Educación Regular (USAER Preescolar, Primaria y
Secundaria), servicios escolarizados: Centros de Atención Múltiple (educación
inicial, preescolar y primaria especial), Telesecundaria Especial y Bachillerato
Especial (en algunos estados), servicios de orientación: Centros de Recursos e
Información para la Integración (CRIE).
En México existen más de dos millones 700 mil niños y niñas, con algún signo de
discapacidad; de ellos poco más de 606 mil menores no reciben algún tipo de
servicio educativo. De los dos millones 100 mil que obtiene alguna ayuda, más de
303 mil son atendidos por los servicios de educación especial, mientras que los
niños restantes (con excepción de 11 mil que ya han sido integrados) asisten a
escuelas regulares sin recibir apoyo que probablemente necesiten.
La atención de las alumnas y los alumnos que presentan necesidades educativas
especiales representa un desafío para el Sistema Educativo Nacional, porque
implica, entre otras cosas, eliminar barreras ideológicas y físicas que limitan la
aceptación, el proceso de aprendizaje y la participación plena de estos alumnos.
Sin embargo, cada vez son más las escuelas que abren sus puertas a estos
alumnos y enfrentan el reto de ofrecerles una respuesta educativa con equidad,
asegurando que todos reciban la atención que requieren para el desarrollo de
conocimientos y habilidades para la vida. Estas escuelas, más allá de integrar
alumnos que presentan necesidades educativas especiales en sus aulas,
promueven la atención a la diversidad y, con ello, una sociedad más flexible y
abierta.
La atención de los alumnos que presentan necesidades educativas especiales ha
estado asociada principalmente con los servicios de educación especial, que a lo
largo de su historia han brindado respuestas educativas a esta población, a través
de acciones congruentes con los distintos momentos educativos; sin embargo, en
los últimos años y a partir de la promoción de la integración educativa, la educación
básica ha asumido esta responsabilidad parcialmente.
Es indudable que nuestro sistema educativo —a pesar de logros notables, como
la expansión de la cobertura y el aumento del promedio de la escolaridad— aún
enfrenta retos que impiden que algunos niños, niñas y jóvenes tengan acceso a la
educación que requieren, como es el caso de la población que presenta
necesidades educativas especiales, principalmente aquella con alguna
discapacidad, que ha tenido menores posibilidades de acceder o permanecer en los
servicios educativos.
En este sentido, es conveniente entender la diversidad como un elemento
enriquecedor en los salones de clase, en las familias y en la comunidad, y no como
una barrera que limita el aprendizaje de los alumnos. El respeto y la aceptación de
la diversidad van forjando una nueva sociedad y una mejor convivencia entre los
individuos, condición básica para el desarrollo de un país multicultural, como el
nuestro. Cuando se hace referencia a la diversidad no se está hablando solamente
de la población que presenta necesidades educativas especiales, con o sin
discapacidad, sino de la heterogeneidad de características del ser humano.
Existe cierta confusión con el concepto de integración, inclusión o educación
inclusiva, ya que se está utilizando como sinónimo de integración de niños y niñas
con discapacidad, u otros con necesidades educativas especiales, a la escuela
común. Es decir, se está asimilando el movimiento de inclusión con el de integración
cuando se trata de dos enfoques con una visión y foco distintos. Esta confusión
tiene como consecuencia que las políticas de inclusión se consideren como una
responsabilidad de la educación especial, limitándose el análisis de la totalidad de
exclusiones y discriminaciones que se dan al interior de los sistemas educativos, e
impidiendo el desarrollo de políticas inclusivas integrales.
En primer lugar, es importante señalar que el foco de la inclusión es más amplio
que el de la integración. Esta última, en los países de América Latina y en otras
partes del mundo, está ligada al colectivo de los alumnos con necesidades
educativas especiales, y aspira a hacer efectivo el derecho de estas personas a
educarse en las escuelas comunes, como cualquier ciudadano, recibiendo las
ayudas necesarias para facilitar su proceso educativo y su autonomía.
El movimiento de la inclusión, representa un impulso fundamental para avanzar
hacia la educación para todos, porque aspira a hacer efectivo para toda la población
el derecho a una educación de calidad, ya que como hemos podido observar hay
muchos niños y niñas, además de aquellos con discapacidad, que tienen negado
este derecho. La inclusión está relacionada con el acceso, la participación y logros
de todos los alumnos, con especial énfasis en aquellos que están en riesgo de ser
excluidos o marginados, por diferentes razones. Desde esta perspectiva, la
inclusión es una política educativa en su conjunto y no de las divisiones de
educación especial.
En segundo lugar, el foco de atención es de naturaleza distinta. La preocupación
de la integración ha estado más en transformar la educación especial, para apoyar
los proceso de integración, que cambiar la cultura y práctica de las escuelas
comunes para que sean capaces de atender la diversidad del alumnado y eliminar
los diferentes tipos de discriminación que tienen lugar al interior de ellas. Se da la
paradoja de que muchas escuelas integran niños y niñas con discapacidad y
simultáneamente están expulsando o discriminando a otro tipo de alumnos, por lo
que se podría afirmar que estas escuelas no son verdaderamente integradoras ni
inclusivas.
Aunque en muchas escuelas se han producido procesos de cambio como
consecuencia de la incorporación de alumnos con necesidades educativas
especiales, el movimiento de la integración no ha logrado alterar los sistemas
educativos de forma significativa. En general, se ha transferido el modelo de
atención propio de la educación especial a las escuelas comunes, centrándose más
en la atención individualizada de estos alumnos (programas individuales,
estrategias y materiales diferenciados, etc.) que en modificar aquellos factores del
contexto educativo y de la enseñanza que limitan la participación y el aprendizaje
no sólo de los niños y jóvenes integrados, sino de todo el alumnado.
La situación anteriormente señalada nos muestra la persistencia de una visión
individual de las dificultades de aprendizaje, en la que éstas se atribuyen solamente
a variables del individuo (sus competencias, su origen social, el capital cultural de
su familia, etc.), obviando la gran influencia que tienen los entornos educativo,
familiar y social en el desarrollo y aprendizaje de las personas. En el enfoque de la
inclusión, por el contrario, se considera que el problema no es el niño sino el sistema
educativo y sus escuelas. El progreso de los alumnos no depende sólo de sus
características personales sino del tipo de oportunidades y apoyos que se le brindan
o no se le brindan, por lo que el mismo alumno puede tener dificultades de
aprendizaje y de participación en una escuela y no tenerlas en otra. La escasez de
recursos, la rigidez de la enseñanza, la falta de pertinencia de los currículos, la
formación de los docentes, la falta de trabajo en equipo o las actitudes
discriminatorias son algunos de los factores que limitan el acceso, permanencia y el
aprendizaje del alumnado en las escuelas.
Por ello es de suma importancia no solo la integración a los centros educativos de
los alumnos con necesidades educativas de la educación con o sin discapacidad,
actitudes sobresalientes y/o talentos específicos, sino una inclusión en todos los
aspectos, dejando de lado el currículo paralelo, el modelo de atención
individualizado que segrega y etiqueta a los alumnos.
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