Disputa entre Góngora y Quevedo
Eva Sanz
Selene Suarez
Nerea Negrín
Marta del Rey
1. Introducción
Cuando hablamos de la poesía española, muchos autores aparecen directamente en
nuestras mentes; introduciéndonos en la época del barroco, dos poetas destacaron: Góngora y
Quevedo (y su disputa). Este enfrentamiento no solo encapsula dos estilos poéticos
distintivos, sino que también arroja luz sobre las complejidades del contexto histórico y las
tensiones culturales que caracterizaron a esta época efervescente.
En el contexto histórico, aparte de encontrar la riqueza literaria nada más y nada menos que
del Siglo de Oro español datado entre los siglos XVI y XVII, se apreciaron diversos cambios
y transformaciones.
Fue un periodo de florecimiento tanto del arte como de la literatura españolas, destacando
especialmente la pintura. Esta época de esplendor, coincide con el apogeo del estilo barroco,
el cual acabó sustituyendo al estilo renacentista, el cual se había encontrado en cabeza hasta
entonces.
Durante los años en los que vivieron Luis de Góngora y Francisco de Quevedo, España se
encontraba en una época de metamorfosis, donde experimentó cambios políticos entre otros;
la dinastía Habsburgo se encontraba en la cima con Felipe III al que siguió Felipe IV, y acabó
sufriendo una decadencia política.
Los campos artístico, literario y científico experimentaron una evolución notable, haciendo
florecer al país culturalmente y convirtiéndolo en el epicentro de muchos artistas europeos.
Los movimientos a destacar en este periodo, son el Renacimiento y el Barroco, del cual se
hablará a continuación.
La poesía barroca se caracteriza por la gran cantidad de adornos y elementos elaborados que
la convierten en una exageración en sí misma. El empleo de hipérbole y metáforas son
esenciales para identificar este tipo de poesía.
Esta rivalidad, surgió con el traslado de la corte a Valladolid en el año 1601, cuando ambos
poetas trataban de buscar fama y patrocinadores. El joven Quevedo criticó de manera satírica
la poesía cultista a lo que Góngora lo tachó de ignorante; estos fueron los comienzos y
primeros ataques de su famosa disputa, a partir de entonces, los asaltos entre ellos fueron más
frecuentes, hasta convertirse en un verdadero pasatiempo para el público.
La contienda entre Luis de Góngora y Francisco de Quevedo marcó profundamente la poesía
barroca española. El estilo satírico de Quevedo y la complejidad y elaboración lingüística de
Góngora colisionaron en una rivalidad en la que se criticaban mutuamente, atacando tanto a
su estilo como a sus propias personas. Esta contienda trascendió a debates ideológicos y
sociales. Sus escritos no solo fueron expresiones literarias, sino también herramientas para
posicionarse en la sociedad de la época.
2. Francisco de Quevedo
Durante el s.XVII, la poesía se mantiene ampliamente en la épica, la lírica o el teatro.
Muchos de nuestros poetas más importantes se inscriben en este periodo.
La poesía barroca surge de la transformación de las formas renacentistas, aunque se
aparta del equilibrio característico del siglo anterior: las formas se intensifican con la
exploración del lenguaje y la exageración de recursos formales.
También se mantienen algunos de los temas del Renacimiento, pero se plantean con
una visión desencantada. Algunos de los más importantes son el amor, que se concibe como
causa de sufrimiento o como un sentimiento tan intenso que supera a la muerte (Lope de
Vega, Soneto 126), los temas morales y filosóficos que se encuentran relacionados con el
desengaño barroco (López de Andrada, Epístola moral a Fabio), en cuanto a la naturaleza
esta aparece en las obras llena de sensualidad, tensión y color (Lope de Vega, Soneto IX), la
temática religiosa se intensifica durante este siglo por la Contrarreforma (Lope de Vega, ¿Qué
tengo yo…?), el humor se adapta en temas serios para satirizar la sociedad, sus costumbres y
sus valores, y así brindar una visión degradada y burlesca de la realidad (Francisco de
Quevedo, Poderoso caballero), por último la mitología sigue mostrando motivos a la lírica,
como lo hacía el Renacimiento (Francisco de Quevedo, Si tú fueras…).
En la poesía barroca conviven lo culto y lo popular al igual que en el Renacimiento.
La influencia de la lírica culta italianizante permanece en los versos endecasílabos, solos o
combinados con heptasílabos en sonetos, tercetos, octavas reales, etc.
La imitación de formas populares en octosílabos se había iniciado ya en el siglo anterior con
los romances, villancicos, seguidillas, etc. No obstante, en el Barroco incluso los temas más
graves se introducen con formas tradicionales.
En el siglo XVII, el modelo renacentista se ha consumido la poesía barroca ansía la
sorpresa y lo extraordinario. El poeta demuestra su ingenio mediante la perfección estética y
el refinamiento formal, por lo que no se pretende conseguir la serenidad, una característica de
la literatura anterior, sino la complicación del lenguaje, que representa también un reto para el
lector ya que todo tiene que ser descifrado.
De acuerdo con el estilo, se distinguen dos escuelas: el culteranismo y el conceptismo.
Se trata de estilos cuya base común es el concepto, que establece relaciones entre elementos
de la realidad, pero cada una busca sorprender al lector de diferente forma.
En cuanto al culteranismo, se intenta crear belleza a través del uso de latinismos y
cultismos del hipérbaton como también de recursos que favorecen la musicalidad los cuales
pueden ser la aliteración, esdrújulas, etc.
Acerca del conceptismo, este se basa en la asociación ingeniosa entre palabras e ideas,
pero se eliminan los puentes trazados entre ellas, lo que resulta en ocultar el camino que el
lector debe descifrar.
Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos, más conocido como
Francisco de Quevedo fue un escritor, poeta y dramaturgo español del Siglo de Oro.
Nació en Madrid en el seno de una familia noble y murió a los 64 años en Ciudad Real.
Desde muy pequeño fue entregado a la lectura lo que le llevó a tener una inteligencia precoz,
por ello fue llevado al colegio de San Pedro y San Pablo donde estudió lenguas clásicas,
idiomas, filosofía, matemáticas, etc. También llevó a cabo estudios de teología en la
Universidad de Alcalá.
Francisco de Quevedo es el máximo exponente del conceptismo. En su obra se
expresa el ingenio, el humor, la intensidad lírica con un especial dominio del lenguaje.
Gran parte de su obra se publicó en Parnaso Español, en 1648. Sus versos destacan en todo
el ámbito que comprende, en la poesía moral o filosófica, trata temas como el paso del tiempo
o la muerte con un profundo pesimismo, la poesía amorosa, inspirada en la tradición
petrarquista y expresada en versos de una gran intensidad lírica en los que son frecuentes los
sentimientos de dolor y de desamor (Amor constante más allá de la muerte), y la poesía
satírica y burlesca, que emplea el humor para parodiar la mitología clásica y la literatura
culterana, para satirizar a ciertos grupos (los médicos, notarios, alguaciles, etc.), y para
criticar vicios y costumbres (A un hombre de gran nariz).
Amor constante, más allá de la muerte:
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.
Francisco de Quevedo.
3. Luis de Góngora
Luis de Góngora y Argote fue un poeta y dramaturgo español que vivió durante los
años 1561 y 1627, y es considerado uno de los máximos exponentes del conocido como Siglo
de Oro, creador de lo que actualmente se conoce como gongorismo o culteranismo.
El gongorismo, también conocido como culteranismo, es una corriente literaria que
surge en el barroco español, cuyo máximo exponente es el poeta Luis de Góngora, quien le
proporcionó su forma definitiva . La principal intención de esta corriente es la de intensificar
la expresión, utilizando para esto la perífrasis embellecedora y evitando el uso del
vocabulario común, latinizado la sintaxis y el léxico. Se caracteriza principalmente por la
utilización de los cultismos y recursos literarios como el hipérbaton, las metáforas puras o las
perífrasis elusivas. También es muy común las referencias a la mitología griega en este tipo
de poemas.
Nació en Córdoba, hijo de un juez de bienes confiscados y una dama de la nobleza.
Acudió a la Universidad de Salamanca donde llamó la atención por su poesía.
Se sabe que formó parte de órdenes menores, para posteriormente ser canónigo1 beneficiado
de la Catedral de Córdoba, donde fue amonestado por el obispo debido a su mal
comportamiento, ya que asistía en escasas ocasiones al coro y cuando lo hacía “charlaba”,
además de componer versos satíricos y acudir a diversiones profanas.
Fue en la corte de Valladolid donde conoció a otro gran poeta de la época, Francisco de
Quevedo, con quien inmediatamente entabló una enemistad que es conocida hasta nuestros
días.
Se dice que esta disputa comenzó por parte de Góngora, quien acusó a Quevedo de
imitar su poesía satírica bajo un seudónimo. Pero este no fue el único enemigo que hizo a lo
largo de su carrera, tras escribir las “Soledades” una gran cantidad de poetas conceptistas y
clasicistas se posicionaron en su contra debido a la gran “oscuridad” ; entre ellos se
encontraba el ya mencionado Francisco de Quevedo, el clasicista Lope de Vega, Bartolomé
Leonardo de Argensola o Lupercio Leonardo de Argensola.
1
Los canónigos son aquellos que asesoran al obispo, y deben tener un grado en derecho canónico.
Pasos de un peregrino son, errante,
Cuantos me dictó versos dulce Musa
En soledad confusa,
Perdidos unos, otros inspirados.
¡O tú que de venablos impedido
-Muros de abeto, almenas de diamante-,
Bates los montes que de nieve armados
Gigantes de cristal los teme el cielo,
Donde el cuerno, del eco repetido,
Fieras te expone, que - al teñido suelo,
Muertas, pidiendo términos disformes-
Espumoso coral le dan al Tormes!:
Arrima a un frexno el frexno, cuyo acero,
Sangre sudando, en tiempo hará breve
Purpurear la nieve;
Y, en cuanto da el solícito montero,
Al duro robre, al pino levantado
-Émulos vividores de las peñas-
Las formidables señas
Del oso que aun besaba, atravesado,
La asta de tu luciente jabalina,
-O lo sagrado supla de la encina
Lo Augusto del dosel, o de la fuente
La alta cenefa, lo majestuoso
Del sitïal a tu Deidad debido-,
¡O Duque esclarecido!
Templa en sus ondas tu fatiga ardiente,
Y, entregados tus miembros al reposo
Sobre el de grama césped, no desnudo,
Déjate un rato hallar del pie acertado
Que sus errantes pasos ha votado
A la real cadena de tu escudo.
Honre suave, generoso nudo,
Libertad, de Fortuna perseguida;
Que, a tu piedad Euterpe agradecida,
Su canoro dará dulce instrumento,
Cuando la Fama no su trompa al viento.
De él se decía que era jovial, sociable, hablador, amante del entretenimiento y los
lujos, con aficiones como el juego o la tauromaquia, vicios por los cuales se le llegó a echar
en cara el poco respeto que tenía por los hábitos eclesiásticos. Es considerado como un
maestro de las sátiras y los romances burlescos, de los cuales su eterno enemigo, Francisco de
Quevedo, fue víctima:
¿No imitaréis al terenciano Lope,
que al de Belerofonte cada día
sobre zuecos de cómica poesía
se calza espuelas, y le da un galope?
En el año 1617 es nombrado por Felipe II capellán real, para lo que se muda a la corte,
en Madrid, hasta 1627 cuando arruinado y enfermo vuelve a Córdoba, donde muere de una
apoplejía en una extrema pobreza.
4. Poemas de la disputa y diferencias entre ellos
Este duelo literario estuvo protagonizado por dos estetas del verso muy satírico, donde
se hacían alusión el uno al otro cada vez que podían. Tenían dos visiones de la vida y de la
forma de enfocar la poesía muy diferente.
Esta rivalidad surgió en Valladolid, cuando trasladaron la Corte en 1601, allí se
juntaron los dos poetas y para llamar la atención comenzaron a atacarse el uno al otro. En
Valladolid tenía que hacer méritos Quevedo, atacando a sus congéneres y uno que era
fácilmente atacable, en este caso es Gongora. Una persona mayor cuyos versos no encajaban
en el concepto poético y filosófico que tenía Quevedo. En ese tiempo Gongora era una
persona respetable y conocida, Quevedo, era casi veinte años más joven que Góngora, de
hecho el primer poema que fue publicado por Gongora ocurrió cuando Quevedo tenía un año.
Quevedo era concertista, por lo tanto era mucho más conciso y sin embargo Góngora
era más culteranista, a este le gustaba mucho el hipérbaton, las florituras literarias… etc.
La enemistad al principio, fue literaria cuando estaban en Valladolid, pero cuando llegaron a
Madrid no se cuidaron en ningún tipo de reparo lingüístico a la hora de lanzarse dardos.
Comenzando con Quevedo. Este autor constantemente le lanzaba a Góngora el peor
insulto que se podía lanzar en el Siglo de Oro, que era “Judio”. Decía que iba a untar sus
versos de tocino para que él no los mordiera:
Yo te untaré mis obras con tocino
porque no me las muerdas, Gongorilla,
perro de los ingenios de Castilla,
docto en pullas, cual mozo de camino;
apenas hombre, sacerdote indino,
que aprendiste sin cristus la cartilla;
chocarrero de Córdoba y Sevilla,
y en la Corte bufón a lo divino.
¿Por qué censuras tú la lengua griega
siendo sólo rabí de la judía,
cosa que tu nariz aun no lo niega?
No escribas versos más, por vida mía;
aunque aquesto de escribas se te pega,
por tener de sayón la rebeldía.
Quevedo contra el perro de los ingenios de Castilla, Francisco de Quevedo
Las continuas referencias a esta circunstancia nos obligan a reflexionar sobre el
fundamento de este feroz antisemitismo. Principalmente son dos, en principio, las causas que
se pueden señalar: la primera tiene que ver con el proceder social y moral del hombre y la
segunda tendria que ver con esta etapa de la historia de España en la que ya ha transcurrido
un siglo largo desde la expulsión de los judíos, la sociedad no ha borrado a éstos de su mente
presintiendo todavía un peligro importante en ellos.
Proseguirá Quevedo su burla del estilo de Góngora a lo largo de sus poemas. También
se ríe de los cultismos léxicos y de los neologismos o palabras nuevas que inventa Góngora
en su búsqueda de la dificultad y la belleza.
También encontraremos sátiras, en el famosísimo soneto A una nariz, dedicado, cómo
no, a su archienemigo:
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un pez espada muy barbado.
Érase un reloj de sol mal encarado,
érase un alquitara pensativa,
érase un elefante boca aariba,
era Ovidio Nasón mas narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito
frisón archinariz, caratulera,
sabañón garrafal, morado y frito.
A una nariz, Francisco de Quevedo
El poema casi íntegramente describe con ironía y crueldad, la gran nariz de Góngora.
Para ello, emplea una larga lista de metáforas, comparaciones e hipérboles para lograr su
objetivo (Érase un elefante boca arriba, Érase una nariz superlativa… etc).
También podemos ver cómo aparece la forma Érase, que se repetirá anafóricamente a
lo largo del soneto. Es la forma ritual de comenzar los relatos populares.
Habla ahora don Luis de Góngora, que también era fino insultando. Si Quevedo se
reía de la nariz de Góngora, Góngora se burlaba de los pies zambos de Quevedo, que hacían
que anduviera cojeando, y de sus gafas, los famosos «quevedos».
Anacreonte español, no hay quien os tope,
Que no diga con mucha cortesía,
Que ya que vuestros pies son de elegía,
Que vuestras suavidades son de arrope.
¿No imitaréis al terenciano Lope,
Que al de Belerofonte cada día
Sobre zuecos de cómica poesía
Se calza espuelas, y le da un galope?
Con cuidado especial vuestros antojos
Dicen que quieren traducir al griego,
No habiéndolo mirado vuestros ojos.
Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
Porque a luz saque ciertos versos flojos,
Y entenderéis cualquier gregüesco luego.
A don Francisco de Quevedo, Luis de Góngora
En su famoso poema titulado A don Francisco de Quevedo, acusa a Quevedo de
beber en exceso; Góngora decía de Quevedo que era “Francisco de Qué bebo”, por sus
excesos en las tabernas de la época:
Cierto poeta, en forma peregrina
cuanto devota, se metió a romero,
con quien pudiera bien todo barbero
lavar la más llagada disciplina.
Era su benditísima esclavina,
en cuanto suya, de un hermoso cuero,
su báculo timón del más zorrero
bajel, que desde el Faro de Cecina
a Brindis, sin hacer agua, navega.
Este sin landre claudicante Roque,
de una venera justamente vano,
que en oro engasta, santa insignia,
aloque, a San Trago camina, donde llega:
que tanto anda el cojo como el sano.
A Don Francisco de Quevedo, Luis de Gongora
5. Conclusión
A pesar de su rivalidad, reconocían el talento uno del otro y la relevancia que tuvo
cada uno en la literatura; es obvio que ambos poetas dejaron un importante legado en la
poesía barroca que ha sido objeto de estudio a lo largo del tiempo. Por esa misma razón, se
les ha considerado de los poetas más importantes del Siglo de Oro español. Además de esto,
ambos escritores junto a sus obras, se convirtieron en un reflejo de la sociedad española del
Siglo de Oro, siendo moldeados y moldeando por el contexto social, político y cultural
La divergencia estilística entre el culteranismo de Góngora y el conceptismo de Quevedo no
fue simplemente una cuestión de preferencias literarias, sino una manifestación de las
tensiones ideológicas y personales que impregnaban la sociedad de la época. Sus ingeniosas
batallas verbales no solo resonaron en las letras, sino que resonaron en los salones literarios y
en los corredores del poder, afectando las preferencias estéticas y la posición de los poetas en
la sociedad.
Góngora de la mano del cultismo y Quevedo del conceptismo, acabaron teniendo cierta
influencia mutua y aplicaron ciertas características del otro en su propia poesía, de alguna
manera enriqueciéndose el uno al otro.
Es por ello, que a pesar de la “guerra” existente en sus vidas, ambos fueron importantes
figuras influyentes hasta el día de hoy.
Bibliografía
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letras y ciencias humanas, pp. 3-4.
De Paz, Amelia (1999): «Góngora... ¿y Quevedo?». Criticón 75, pp. 29-47.
Gonzalez Martinez, Dolores (1989): «Góngora según Quevedo:breve relación una historia
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Instituto de estudios Gongorinos de la Real Academia de Córdoba, 2023.
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Jauralde Pou, Pablo (2021): «Entre Góngora y Quevedo». Calíope: journal of the Society for
Renaissance and Baroque Hispanic Society 26/2, pp.228-243.
Serrano Pedroche, Lucrecio (1983): «Aproximación a la literatura barroca española». Anales
del Centro Asociado de Albacete, pp. 113-165.