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Poemas María Negroni

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POEMAS

Anne Carson (Canadá, 1951)


Charla breve sobre Le bonheur d´etre bien aimée
Día tras día cuando me despierto pienso en vos. Alguien colgó
en el aire gritos de pájaros como si fueran joyas.
(Charlas breves, 2015)
Octavio Paz (México, 1914- 1998)
Hermandad

Soy hombre: duro poco


y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea.
(Obra poética (1935-1988), 1990)
Ana Cristina César (Brasil 1952- 1983)

Este es el cuarto, Augusto. Avisó que


venía. Me lavé las axilas y los
piececitos. Preparé té. Por si me olía...
Ay, qué mareo me da el azúcar del
deseo.
(Escenas de abril, 1979)
Juan Carlos Bustriazo Ortiz
(Argentina,929-2010)

Tan huesolita que te ibas


tan envidiada de qué sombras la tierra ardía
huesolita la siesta ardía melodiosa tan como
ibas tu sonrisa era una piedra arrobadora y era
otra piedra mi costilla
dulcequeamarga solasola cuajada de alta
pedrería eran tus voces tan palomas eran tus
manos piedras finas
guitarra tan azuladiosa eras la piedra que
acaricia piedra te ibas quién te roba última brisa
de la brisa o
flauta mía o leja y rota tan huesolita que te ibas tan
de la gracia mucha y poca si cuando vuelvas
ves mis días oh piedra llena llaga
hermosa!
(Elegías de la piedra que canta, 2007)
Marosa di Giorgio (Uruguay, 1932-2004)

En la tarde estaba en el pasto hablando con Amelia. Amelia


tenía los ojos celestes, rodeados de oscuro, vestido de organdí
amarillo; la falda con tres volados.
Corté algunos manzanas; rápidamente, hice una ensalada de
menta, que no se probó.
Pasaban los pastores de la caída de la tarde, con la pica al
hombro. Decían por mí: Ahí está con su muñeca. Es más grande
que ella. O casi.¨ Amelia tenía ojos oscuros, volados dorados.
Parecía, de nuevo, inquirir, ansiosa. Expliqué que no podía decirle
nada. Que, tal vez, todo aquello fuera mentira, que figuraba en los
libros como cuando no es cierto. Sus ojos semejaron brillar de
lágrimas.
Entonces llamé al último pastor; dije el secreto.
El pastor le ordenó algo. Ella obedeció. El decía:
¨Parece viva¨. Lo que ocurrió fue hermosísimo y
horrible.
Yo miraba, fijamente, y no miraba. El se alejó primero.
Después, yo también, seguí hacia la casa, como si fuera a
contarlo.
Sólo Amelia quedó tendida, allá, y aún se le movían las
alas doradas.
(La liebre de Marzo, 1981)
César Moro (Perú, 1903-1952)
Vienes en la noche con el humo fabuloso de tu cabellera
Apareces
La vida es cierta
El olor de la lluvia es cierto
La lluvia te hace nacer
Y golpear a mi puerta
Oh árbol
Y la ciudad el mar que navegaste
Y la noche se abren a tu paso
Y el corazón vuelve de lejos a asomarse
Hasta llegar a tu frente
Y verte como la magia resplandeciente
Montaña de oro o de nieve
Con el humo fabuloso de tu cabellera
Con las bestias nocturnas en los ojos
Y tu cuerpo de rescoldo
Con la noche que riegas a pedazos
Con los bloques de noche que caen de tus
manos Con el silencio que prende a tu
llegada
Con el trastorno y el oleaje
Con el vaivén de las casas
Y el oscilar de luces y la sombra más dura
Y tus palabras de avenida fluvial
Tan pronto llegas y te fuiste
Y quieres poner a flote mi vida
Y sólo preparas mi muerte
Y la muerte de esperar
Y el morir de verte lejos
Y los silencios y el esperar y el tiempo
Para vivir cuando llegas
Y me rodeas de sombra
Y me haces luminoso
Y me sumerges en el mar fosforescente donde acaece tu
estar Y donde sólo dialogamos tú y mi noción oscura y
pavorosa de tu ser Estrella desprendiéndose en el
apocalipsis
Entre bramidos de tigres y lágrimas
De gozo y gemir eterno y eterno
Solazarse en el aire rarificado
En que quiero aprisionarte
Y rodar por la pendiente de tu cuerpo
Hasta tus pies centelleantes
Hasta tus pies de constelaciones gemelas
En la noche terrestre
Que te sigue encadenada y muda
Enredadera de tu sangre
Sosteniendo la flor de tu cabeza de cristal moreno
Acuario encerrando planetas y caudas
Y la potencia que hace que el mundo siga en pie y
guarde el equilibrio de los mares
Y tu cerebro de materia luminosa
Y mi adhesión sin fin y el amor que nace
sin cesar Y te envuelve
Y que tus pies transitan
Abriendo huellas indelebles
Donde puede leerse la historia del
mundo Y el porvenir del universo
Y ese ligarse luminoso de mi vida
A tu existencia
(La tortuga ecuestre, 1939)
H.A. Murena (Argentina,
923-1975)
La Reina Blanca

La reina blanca
es
una corteza
de paraíso
una sombra
arco iris
un amor perdido.
¿Quién es
la reina
blanca?
En la vida
a todos
una vez
se muestra.
¿Qué te dijo
con su beso
espada?
El águila
que desaparece
impera
sobre la tierra
siempre.
(El águila que desaparece, 1975)
Susana Thénon (Argentina, 1935-1991)

hay un país (pero no el mío)


donde la noche es solo por la
tarde (pero no el nuestro)
y así canta una estrella su tiempo libre
toda la muerte pensaré
ya que morir no es mío
y aún alumbro con sangre
deslumbrada el rayo en la cabeza
(hay un país) el sueño de caída
(hay un país)
y yo conmigo (y siempre)
de amor inmóviles
(Distancias, 1984)
Mario Montalbetti (Perú,1953)

El canto de las aves

El canto de las aves escondidas en el


follaje Apenas alcanza las tres sílabas
Luego silencio
Luego otra vez alcanza las tres sílabas
Luego silencio
Es la forma que tienen las aves de no
decir nada Luego otra vez
Tres sílabas luego silencio y luego otra vez
Es el canto de las aves escondidas en el follaje de
los ficus Tres sílabas silencio otra vez
Es la forma que tienen las aves
De no decir nada
Tres sílabas silencio tres sílabas
Pero el canto
Es hermoso y se repite regularmente al
atardecer Y luego otra vez
Y luego otra vez
Y no dice nada
(Apolo Cupinisque, 2012)
Juan Gelman (Argentina, 1930-2014)

Dios se fue al vacío que dejó su muerte. La


sombra traga los regresos y los favores del
amor en cualquier calle se abandonan. La vida
se pareció a la vida alguna vez/ya la mentira ni
siquiera vuela. Hay que barrer el mundo en
sucio estado/otra vez ponen huevos de
serpiente/viejos.
(Hoy , 2014)
Roberto Juárroz (Argentina, 1925-1995)
19
La campana está llena de viento,
aunque no suene.
El pájaro está lleno de vuelo,
aunque esté quieto.
El cielo está lleno de nubes,
aunque esté solo.
La palabra está llena de voz,
aunque nadie la diga.
Toda cosa está llena de fugas,
aunque no haya caminos.
Todas las cosas huyen
hacia su presencia.
(Poesía Vertical. Antología Esencial, 2001)
César Vallejo (Perú, 1892- 1938)
EL TRAJE QUE vestí mañana
no lo ha lavado mi lavandera:
lo lavaba en sus venas otilinas,
en el chorro de su corazón, y hoy
no he de preguntarme si yo
dejaba
el traje turbio de injusticia.
A hora que no hay quien vaya a las
aguas, en mis falsillas encañona
el lienzo para emplumar, y todas las
cosas del velador de tánto qué será
de mí, todas no están mías
a mi lado.
Quedaron de su propiedad,
fratesadas, selladas con su trigueña bondad.
Y si supiera si ha de volver;
y si supiera qué mañana entrará
a entregarme las ropas lavadas, mi
aquella lavandera del alma. Que
mañana entrará satisfecha, capulí de
obrería, dichosa de probar que sí
sabe, que sí puede
¡CÓMO NO VA A PODER!
azular y planchar todos los caos.
(Trilce, 1922)
María Auxiliadora Álvarez (Venezuela,
1956) Piedras de reposo
Todo lo que quiero decirte hijo
es que atravieses el sufrimiento.
Si llegas a la orilla si su orilla te llega
entra en su noche
y déjate hundir.
Que su sorbo te beba que su espuma te
agobie déjate ir
déjate ir
Todo lo que quiero decirte hijo
es que del otro lado del sufrimiento
hay otra orilla.
Encontrarás allí grandes lajas.
Una de ellas lleva tu forma tallada
con tu antigua huella labrada
donde cabrás exacto y con anchura.
No son tumbas hijo son piedras de
reposo con sus pequeños soles grabados
y sus rendijas.
(Piedra en :U:, 2016)
Blanca Varela (Perú, 1926-2009)
Casa de cuervos
porque te alimenté con esta
realidad mal cocida
por tantas y tan pobres flores del
mal por este absurdo vuelo a ras
de pantano ego te absolvo de mí
laberinto hijo mío
no es tuya la culpa
ni mía
pobre pequeño mío
del que hice este impecable
retrato forzando la oscuridad
del día
párpados de miel
y la mejilla constelada
cerrada a cualquier roce
y la hermosísima distancia
de tu cuerpo
tu náusea es mía
la heredaste como heredan los
peces la asfixia
y el color de tus ojos
es también el color de mi ceguera
bajo el que sombras tejen
sombras y tentaciones
y es mía también la huella
de tu talón estrecho
de arcángel
apenas pasado en la entreabierta
ventana y nuestra
para siempre
la música extranjera
de los cielos batientes
ahora leoncillo
encarnación de mi amor
juegas con mis huesos
y te ocultas entre tu belleza
ciego sordo irredento
casi saciado y libre
con tu sangre que ya no deja
lugar para nada ni nadie
aquí me tienes como siempre
dispuesta a la sorpresa
de tus pasos
a todas las primaveras que
inventas y destruyes
a tenderme –nada infinita–
sobre el mundo
hierba ceniza peste fuego
a lo que quieras por una mirada
tuya que ilumine mis restos
porque así es este amor
que nada comprende
y nada puede
bebes el filtro y te duermes
en ese abismo lleno de ti
música que no ves
colores dichos
largamente explicados al silencio
mezclados como se mezclan los
sueños hasta ese torpe gris
que es despertar
en la gran palma de dios
calva vacía sin extremos
y allí te encuentras
sola y perdida en tu alma
sin más obstáculo que tu
cuerpo sin más puerta que
tu cuerpo así este amor
uno solo y el mismo
con tantos nombres
que a ninguno responde
y tú mirándome
como si no me conocieras
marchándote
como se va la luz del mundo
sin promesas
y otra vez este prado
este prado de negro fuego
abandonado otra vez esta casa
vacía
que es mi cuerpo
a donde no has de volver
(Ejercicios materiales, 1993)
Leopoldo Castilla (Argentina,
1947) Un pájaro
Para descreer de los pájaros
debes primero tocar un pájaro
su sonido
es más pájaro que él
pero su ficción más
verdadera hizo un cuerpo
un instante
tócalo:
lo que llamamos nunca
es la primera superficie
(Campo de Prueba, 1985)
Antonio Gamoneda (España, 1931)
Aún
Hubo un tiempo en que mis únicas pasiones eran la
pobreza y la lluvia.
Ahora siento la pureza de los límites y mi pasión no
existiría si dijese su nombre.
(Libro del frío, 1992)
Vicente Huidobro (Chile
1893-1948) (fragmento)
Viene gondoleando la
golondrina Al horitaña de la
montazonte
La violondrina y el goloncelo
Descolgada esta mañana de la
lunala Se acerca a todo galope
Ya viene viene la golondrina
Ya viene viene la golonfina
Ya viene la golontrina
Ya viene la goloncima
Viene la golonchína
Viene la golonclima
Ya viene la golonrima
Ya viene la golonrisa
La golonniña
La golongira
La golonlira
La golonbrisa
La golonchilla
Ya viene la golondía
Y la noche encoge sus uñas como el leopardo
Ya viene la golontrina
Que tiene un nido en cada uno de los dos
calores Como yo lo tengo en los cuatro
horizontes Viene la golonrisa
Y las olas se levantan en la punta de los pies
Viene la golonniña
Y siente un vahído la cabeza de la
montaña Viene la golongira
Y el viento se hace parábola de sílfides
en orgía Se llenan de notas los hilos
telefónicos Se duerme el ocaso con la
cabeza escondida Y el árbol con el pulso
afiebrado
(Altazor, 1931)
Gonzalo Tavares (Portugal 1970)
Roberto Juarroz
Él tenía una mesa vertical. En su mesa vertical no apoyaba
cosas, las dejaba caer. Su mesa vertical era el objeto donde
él apoyaba las cosas que quería que cayesen al piso. Él
nunca apoyó la alegría en su mesa vertical. Pero varios días
apoyó la tristeza.
Pero un día fue la Naturaleza la que lo apoyó a él, en su
mesa vertical. Y también yo un día. Y también tú un día.
Porque la naturaleza no tiene mesas horizontales.
(Biblioteca, 2004)
Charles Simic (Serbia- EEUU, 1938)
El viejo me dijo
Antes aquí había un cine. Pasaba películas mudas. Era como
mirar el mundo con gafas negras una tarde de lluvia.
Cierta noche, misteriosamente, el pianista desapareció. Nos
quedamos solos con un mar tempestuoso que no hacía ningún ruido,
y una mujer hermosa en una larga playa vacía, cuyas lágrimas
rodaban en silencio por sus mejillas al ver cómo yo me quedaba
dormido en los brazos de mi mamá.
(Totemismo y otros poemas (sobre el arte de Joseph Cornell), 2000)
Giuseppe Ungaretti (Italia, 1888
–1970) TEDIO
También esta noche pasará
Esta soledad en torno
titubeante sombra de los cables del
tranvía sobre el húmedo asfalto
Miro las cabezas de los cocheros
en el entresueño
vacilar
(La alegría, 1919)

José Angel Valente (España, 1929- 2000)


ESPACIO
Y todas las cosas para llegar a ser se miran en el vacío espejo
de su nada. (Fragmentos de un libro futuro, 2000)

Arnaldo Calveyra (Argentina- Francia, 1929- 2015)


No me has encontrado, me anduve empapando de rocío. Temprano
irisado. Iba cantando, iba contándome, iba abriendo maizales con el
canto al canto. Los perros lo toreaban a Dios de tan visible.
(Libro de las mariposas, 2001)
Fernando Pessoa (Alberto Caeiro) (Portugal 1888-1935)
XLVII
En un día excesivamente nítido,
día en que daban ganas de haber
trabajado tanto para no trabajar nada en
él,
entreví, como un camino entre los árboles,
lo que tal vez sea el Gran Secreto,
aquel Gran Misterio del que los poetas falsos hablan.
Vi que no hay Naturaleza,
que la Naturaleza no existe,
que hay montes, valles, planicies,
que hay árboles, flores, hierbas,
que hay ríos y piedras,
pero que no hay un todo al que eso
pertenezca, que un conjunto real y
verdadero
es de nuestras ideas una enfermedad.
La Naturaleza es partes sin un todo.
Esto es tal vez aquel misterio del que hablan.
Fue esto lo que sin pensar ni parar
acerté que debía ser la verdad
que todos andan buscando y no encuentran,
y que sólo yo, porque no fui a buscarla,
encontré. (El Guardador de Rebaños,
1946)

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