Folleto Discipulado Revision 2022
Folleto Discipulado Revision 2022
DISCIPULADO
“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” Juan 5:39
1. La Caída del Hombre – El Pecado
2. La Persona y obra de Jesús
3. El Arrepentimiento y la fe
4. La Salvación
5. Seguridad de Salvación
6. Las Ordenanzas
7. La CCS
8. El señorío de Cristo
9. Viviendo en el Espíritu/Santificación
La Caída del Hombre - El Pecado
El pecado no es un tema popular, y muchas veces se critica a los cristianos por insistir demasiado en el asunto. Pero es que los cristianos son realistas al respecto. El pecado no es
un cómodo invento de los ministros religiosos que quieren mantenerse en su puesto: es un hecho universal de la experiencia humana.
Muchas de las cosas que inadvertidamente se aceptan en una sociedad "civilizada" suponen el pecado humano. Casi toda la legislación ha crecido porque no se puede confiar que
los seres humanos resuelvan sus disputas con justicia y sin buscar sus propios intereses. No basta una promesa: se requiere un contrato. No bastan las puertas: hay que cerrarlas y
ponerles cerrojos. No basta cobrar el pasaje: hay que entregar un boleto y poner inspectores. No basta la ley y el orden: hay que tener una policía que les de fuerza. Todo esto se
debe al pecado del hombre. No podemos confiarlos unos en los otros. Necesitamos protegernos de los demás.
Cristo nos declara que somos pecadores. “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.” Lucas 5:32, Mc. 2:17, Mt. 18:11, Is. 55:7
El pecado es universal. 1 Reyes 8:46, Ecl. 7:20 Rom. 3:10 1Jn. 1:8-10
Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres,
ciertamente morirás – Génesis 2:16-17
Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del
huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él,
ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como
Dios, sabiendo el bien y el mal. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y
comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Gen 3:1-6
Satanás apeló a los deseos humanos, empequeñeció el pecado, atacó el carácter de Dios, al indicar que a Dios le hace falta amor y que no es digno de confianza, les propuso la
semejanza con Dios. En primer lugar siembra la semilla de la duda poniendo a discusión la buena intención de Dios y sugiriendo que su mandato había sido, efectivamente, un
atropello a la libertad y a los derechos del hombre. Cuando se da cuenta mediante la disposición de Eva, de que la semilla ya tenía raíz, añade las semillas de la incredulidad y del
orgullo negando que la transgresión tuviera que resultar en muerte e intimando claramente que el mandato había sido inspirado con el propósito egoísta de conservar al hombre en
sujeción. Y afirma el tentador, que comiendo del árbol el hombre se volverá como Dios. Las grandes esperanzas engendradas así, indujeron a Eva a mirar ansiosamente el árbol, y
mientras más lo veía, mejor le parecía el fruto. Por último, el deseo le alzó la mano, comió, le dio a su marido, y también él comió. Es así, mientras Adán y Eva lograban la
independencia de Dios, llegaban a ser esclavos del pecado.
1. Muerte física. Dios creo a Adán con la posibilidad de vivir para siempre Gen. 2:9, pero Adán peco Gen. 3:19, y por lo tanto tuvo que experimentar la muerte física. Gen.
5:5, Sal. 90:10, Jn. 19:30
La muerte es una naturaleza, una esencia que penetró profundamente en el ser humano, pues estar muerto es estar definido por una esencia maligna, corrupta, oscura y perversa, y
esa es la real condición de hombres y mujeres a los ojos de Dios, esto explica lo fundamental del problema entre Dios y el ser humano: es un radical conflicto entre naturalezas que
se repelen. La naturaleza de Dios es Santidad, la naturaleza del hombre, Pecado.
… y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Ef. 2:1-3
4. El hombre se hace esclavo del pecado. “Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis
entregados.” Rom. 6:17
6. El hombre se hace esclavo de sí mismo. El pecado es la inversión de ese orden. Primero, nos colocamos nosotros, después a nuestros semejantes y luego a Dios en algún
rincón.
7. El hombre entra en conflicto con los demás. Este egocentrismo básico afecta toda nuestra conducta. No nos es fácil adaptarnos a los demás. Tendemos a despreciarlos o
envidiarlos; somos víctimas de sentimientos de superioridad o de inferioridad. Rara vez demostramos que al pensar en nosotros mismos, lo hacemos "con moderación", así
es el consejo de Pablo a sus lectores (Romanos 12.3).
Además, el pecado:
Para reflexionar:
3. ¿Cómo le afectó?
La Biblia revela a un Dios interesado en el hombre, que toma la iniciativa, se acerca (encarnándose en el vientre de una mujer), deja su gloria, se rebaja y humilla para darle al hombre
la salida a su condición de pecado. No es un Dios, que sentado en su trono, se aísla y se queda inmutable mientras el hombre se pierde, sino que actúa a favor del hombre, al enviar
a su “Hijo Unigénito para que todo aquel que en El crea no se pierda, mas tenga vida eterna.” Jn, 3:16
Jn 1:1 nos dice que Jesús es el verbo de Dios, el verbo encarnado de Dios,
Jn 1: 14 su existencia era desde antes de la creación del mundo,
Jn. 1:3 por quien y para quien todo fue hecho Col. 1:15-17.
Y en Heb. 1:2-3 nos dice que Dios habiendo hablado de muchas maneras, ahora habla a través de su Hijo…
Dios habló y actuó en Jesucristo. Dijo algo. Hizo algo. El cristianismo no es un catálogo de reglamentos. Es un "Evangelio", o sea, buenas nuevas, buenas noticias. En palabras de
Pablo, es "el mensaje que trata de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor"(Romanos1.3)
La característica más sobresaliente de la enseñanza de Jesús es que él hablaba frecuentemente acerca de sí mismo, otros profetas señalaban sus enseñanzas en tercera persona, las
enseñanzas de Cristo apuntan hacia sí mismo.
“Yo soy el pan que da vida. El que viene a mí, nunca tendrá hambre; y el que cree en mí, nunca tendrá sed.” Juan 6:35
“Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, tendrá la luz que le da vida, y nunca andará en la oscuridad.” Juan 8:12
“Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que todavía está vivo y cree en mí, no morirá jamás.” Juan 11.25-26
“Yo soy el camino, la verdad y la vida. Solamente por mí se puede llegar al Padre.” Juan 14.6
“Vengan a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas, y yo los haré descansar. Acepten el yugo que les pongo, y aprendan de mí.” Mateo 11.28-29
Lucas 4:18-19 describe con cierto detalle la dramática visita que Jesús hizo a la sinagoga de su pueblo de Nazaret. En esta ocasión le fue dado el rollo de las Escrituras del Antiguo
Testamento, y se puso de pie para leer. El pasaje era Isaías 61.1-2, que dice:
El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y dar vista a los ciegos; a poner
en libertad a los oprimidos; a anunciar el año favorable del Señor.
Cerró el rollo y lo entregó al ministro de la sinagoga y se sentó mientras los ojos de toda la congregación estaban fijos en él. Luego rompió el silencio que lo envolvía todo con las
sorprendentes palabras: "Hoy mismo se ha cumplido la Escritura que ustedes acaban de oír"(Lucas 4.21). En otras palabras: "Esto es lo que Isaías describió de mí".
JESUS ES DIOS
Todas las prerrogativas que Jesús asumió son exclusivas de Dios, por lo tanto, Jesús es Dios.
-Jesús se asocia con Dios como hijo. El Padre y yo somos uno solo. Juan10.30
Yo estoy en el Padre, y el Padre está en mí. Juan 14.11
-Jesús revela a Dios en términos que son accesibles al entendimiento humano. Jn. 1:18 14:9
Jesús da testimonio de su eternidad. Juan 8:58 “Les aseguro que yo existo desde antes que existiera Abraham".
-Paga la deuda del pecado ya que esta debía ser pagada por alguien que no tuviera pecado. 1 Juan 3:5; Colosenses 2:14
-Se convierte en nuestro sumo sacerdote habiendo experimentado nuestras debilidades. De acuerdo a las ordenanzas de Dios, alguien debía ofrecer sacrificio por los pecados del
pueblo. Esta era la función del sumo sacerdote, pero ante Dios el único que se puede presentar, a favor de la humanidad, es Cristo por su carácter Santo. Heb. 2:17, 9:11-12
-Destruye las obras de Satanás. Al pagar la deuda el poder del pecado es quitado de la vida del creyente. 1 Juan 3:8, Rom. 6:14; 6:22
A través de su vida en la tierra nos dejó un modelo de servicio Mt. 20:28, que honró al Padre de tal manera que en Fil. 2:9-10, Pablo nos dice que le dió un nombre que es sobre todo
nombre…
2. Nació en un pesebre únicamente atendido por sus padres terrenales. Lc. 2:1-7
3. Nunca le pidió a sus discípulos que hicieran algo que él no hiciera primero.
4. Entró a Jerusalén montado sobre un burro y no sobre un caballo digno de la realeza. Lc. 19:28-35
7. Resumió su liderazgo al decir: El hijo del hombre no vino a ser servido sino para servir. Mat. 20:28
Para reflexionar:
3. Nombra dos formas que llamen tu atención de como Jesús se describió a sí mismo.
¿Qué es el arrepentimiento?
El mensaje inicial de Juan el Bautista, quien fue como un heraldo para Jesús fue: “Arrepentios, porque el reino de los cielos se ha acercado” Mat. 3:2 y 4:17. Este llamado al
arrepentimiento era una demanda urgente para con los pecadores. Nadie que se niegue a arrepentirse puede entrar al reino de Dios. El arrepentimiento es un requisito previo, una
condición necesaria para la salvación.
En la Escritura, el arrepentimiento significa “experimentar un cambio de mente de uno” Lc. 3:8; Hch. 3:19 y 26:20. Este cambio de mente no es solo un mero cambio de opiniones
de poca importancia, sino un cambio completo en la dirección de la vida de la persona. Implica un cambio radical de darle la espalda al pecado y dirigirse a Cristo.
El arrepentimiento no es la causa del nuevo nacimiento o regeneración; es el resultado o el fruto de la regeneración. Si bien el arrepentimiento inicia con la regeneración, es una
actitud y una acción que debe repetirse a lo largo de la vida cristiana. A medida que seguimos pecando, somos llamados a arrepentirnos cuando el Espíritu nos convence de nuestro
pecado Jn. 16:8.
El arrepentimiento no es un lamento para librarme del castigo, es contrición, o sea implica un profundo remordimiento por haber ofendido a Dios. La persona contrita confiesa
abierta y completamente su pecado sin tratar de justificarlo. Este reconocimiento de pecado va acompañado de una disposición de hacer restitución siempre que sea posible y de una
resolución de alejarse del pecado. Este es el espíritu del arrepentimiento que mostró David en el Salmo 51.
Cuando el arrepentimiento se ofrece a Dios en un espíritu de contrición, El promete perdonarnos y restaurarnos a la comunión con El. 1 Jn. 1:9
- El orgullo en nosotros
- Justificamos el pecado
- Pensamos que la culpa es del otro
- No queremos abandonar el pecado, aunque quizás no lo admitamos de manera consciente.
No importa lo que el otro haga, yo soy siempre responsable de cómo reacciono ante las circunstancias o estímulos que rodean mi vida.
Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan. Hch. 17:30
Porque no quiere que ninguno se pierda, sino que todos vengan al arrepentimiento.
2 Cor. 7:9-10, 2 P. 3:9
Vemos la importancia del arrepentimiento, a través del énfasis que tenía en los ministerios de todos los predicadores del Nuevo Testamento.
- Juan el Bautista predicó el arrepentimiento Mateo 3:1-2
- Jesucristo predicó el arrepentimiento Mateo 4:17
- Jesucristo mandó que los doce lo predicaran Lucas 24:47
- Jesucristo mandó que los setenta lo predicaran Lucas 10:9
- Pedro predicó el arrepentimiento Hechos 2:38
- Pablo predicó el arrepentimiento Hechos 20:21
Arrepentirme es una decisión, elegimos la vida o la muerte, más Lc. 13:3 declara: ‘Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.”
El arrepentimiento y la fe forman un todo indivisible, componen dos caras de una misma moneda llamada salvación. El arrepentimiento se dirige hacia el pecado y lo rechaza. La
fe se dirige hacia Dios y cree en Cristo. Hch. 20:21
¿Qué es la fe?
Según Heb. 11:1 “La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”
La fe es un elemento indispensable que viene por el oír la Palabra de Dios Rom. 10:17.
1. Por ella nos acercamos a Dios. “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que
le buscan.” Heb. 11:6
2. Por ella nos arrepentimos. Es a través de nuestra fe en Cristo (Hch. 3:16, Col. 1:4, Gal 2:16, 3:6), que tenemos acceso a la Gracia. Rom. 5:2, Ef. 3:12 y podemos confesarle
como Señor. Rom. 10:8-10
Efesios 2:8 “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios,”
Rom. 5:1 “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”
Rom. 3:25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados
pasados.
3. ¿Cuáles son las evidencias del arrepentimiento? ¿Ha experimentado estos cambios en su vida?
5. ¿En quién debo tener fe? ¿Entiendes ahora porque solo se consigue a través de las Escrituras?
Salvación
La salvación se refiere a la obra de Dios en favor del hombre que provee un camino de liberación de la condena y castigo del pecado y la justa ira de Dios. Es el bondadoso e
inmerecido regalo de Dios (Efesios 2:5, 8) que sólo está disponible a través de la fe en Jesucristo (Hechos 4:12).
En la cruz, Cristo murió en sustitución nuestra, y esto hizo posible la reconciliación entre Dios y el hombre que estaban enemistados. Y esta reconciliación fue hecha posible porque
Cristo aplacó la ira de Dios contra el pecado del hombre al morir en la cruz (propiciación). De esta manera Cristo hizo posible y real nuestra redención, que implica el ser comprado
por precio, nosotros fuimos comprados por la sangre de Cristo. Todo esto conlleva un proceso de regeneración de mi espíritu, y esto pudo ser hecho posible porque mis pecados
fueron imputados (cargados a la cuenta de) Cristo en la cruz y desde la cruz entonces, cuando yo creo en Jesús como Señor y Salvador, Él me imputa (carga a mi cuenta) Su santidad.
Cuando Cristo hace esto, entonces Dios nos adopta como hijos suyos; nos hace parte de su familia, hasta el punto que en Efesios 1:5 nos llama hijos adoptados. Y una vez hemos
sido adoptados, Dios comienza un proceso de santificación a través del cual vamos siendo limpiados de todos nuestros hábitos pecaminosos.
Estas tres bendiciones de gracia fueron obtenidas por la muerte expiatoria de Cristo e impartida al hombre por el Espíritu Santo.
Justificación es una palabra legal que trae a la mente un tribunal de justicia. El hombre, culpable y condenado ante Dios, pero Dios mismo hizo provisión en Jesuscristo (2 Cor. 5:21),
nosotros, que no hemos sido justos, somos hechos justicia; es decir, Dios nos trata como si fuésemos perfectamente buenos. Dios trató a Cristo como nosotros merecíamos ser
tratados, y nos trata a nosotros como Cristo merecía ser tratado. Él nos perdona porque Cristo murió por nuestros pecados, y nos toma por justos porque Cristo obedeció en nuestro
lugar. Rom. 3:22-24
2. A través de la regeneración, el hombre llega a ser un hijo de Dios, un miembro del cuerpo de Cristo, un miembro del Reino de Dios.
La regeneración es comparable con el nacimiento de un bebé. Cuando Dios nos regenera, Él nos da nueva vida espiritual. De hecho, Jesús usa una ilustración parecida cuando habló
con Nicodemo sobre el nuevo nacimiento. Jesús estaba hablando sobre la importancia de nacer de nuevo para ver el reino de Dios, y le dijo: «En verdad te digo que el que no nace
de nuevo no puede ver el reino de Dios» (Jn 3:5). En esta afirmación, Jesús se estaba refiriendo a la obra del Espíritu Santo llamada regeneración, como afirmó el apóstol Pablo en
una de sus cartas:
«Él nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a Su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el
Espíritu Santo» (Tito 3:5).
La regeneración es una necesidad del hombre porque está muerto en sus pecados y no puede darse vida a sí mismo, es una iniciativa de Dios, es instantánea y nos abre el entendimiento
para que podamos comprender el evangelio. 2 Cor. 5:17
Lucas 13:23-24 "Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo: Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no
podrán."
La fe en Jesucristo como Salvador es el único “paso” a la salvación. El mensaje de la biblia es abundantemente claro. Todos hemos pecado contra Dios (Romanos 3:23). Y como
resultado de nuestro pecado, merecemos estar separados de Dios eternamente (Romanos 6:23). Como resultado de su amor por nosotros, (Juan 3:16), Dios tomó la forma humana y
murió en nuestro lugar, tomando así el castigo que nosotros merecemos (Romanos 5:8; 2 Corintios 5:21). Dios promete el perdón de los pecados y la vida eterna en el cielo a todos
los que reciben a Jesucristo como su Salvador, por gracia, por medio de la fe. (Juan 1:12; 3:16; 5:24; Hechos 16:31).
La salvación no tiene que ver con ciertos pasos que tenemos que dar para ganárnosla. Sí, los cristianos deben bautizarse. Sí, los cristianos deben confesar públicamente a Cristo como
su Salvador. Sí, los cristianos deben apartarse del pecado. Sí, los cristianos deben comprometer sus vidas a obedecer a Dios. No obstante, estos no son pasos a la salvación. Son
resultados de la salvación. Debido a nuestro pecado, no podemos de ninguna manera ganar la salvación. Podríamos seguir 1000 pasos, y no sería suficiente. Es por eso que Jesús
tuvo que morir en nuestro lugar. Somos absolutamente incapaces de pagar nuestra deuda de pecado a Dios o de limpiarnos de nuestro pecado. Sólo Dios podría lograr nuestra
salvación, y así lo hizo. Dios mismo completó los “pasos” y de ese modo ofrece la salvación a cualquiera que lo reciba de Él.
Para reflexionar:
3. ¿Podrías explicar en tus propias palabras lo que pasa cuando reconoces a Cristo como salvador?
4. ¿Has tomado tu decisión por Cristo? Si la respuesta es no, ¿Qué impide que lo hagas?
Seguridad de Salvación
¿Cómo puedes estar seguro de ser salvo? Considera 1 Juan 5:11-13 “Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en Su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene
la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para
que creáis en el nombre del Hijo de Dios”. ¿Quién es quien tiene al Hijo? Aquellos que han creído en Él y lo han recibido (Juan 1:12).
¿Qué es la seguridad de la salvación? Es la convicción plena y absoluta de que nuestros pecados han sido perdonados, y que, desde el momento mismo en que creemos de corazón
al evangelio de Cristo, Dios nos aseguró nuestra salvación eterna.
Dios quiere que tengamos la seguridad de nuestra salvación. No podemos vivir nuestra vida cristiana dudando y preocupándonos cada día por saber si realmente somos o no salvos.
Esto es por lo que la Biblia hace tan claro el plan de salvación. “... cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo...” (Juan 3:16; Hechos 16:31). “Si confesares con tu boca que Jesús es el
Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9). ¿Te has arrepentido de tus pecados? ¿Crees que Jesús es el Salvador, que Él murió
para pagar el castigo por tus pecados y resucitó de entre los muertos? (Romanos 5:8; 2 Corintios 5:21). ¿Estás confiando solamente en Él para tu salvación? Si tu respuesta es sí,
¡entonces eres salvo! La seguridad significa “no tener nada de duda”. Al creer la Palabra de Dios de corazón, puedes estar completamente seguro acerca de la realidad de tu eterna
salvación.
1. LA SALVACIÓN QUE NOS FUE DADA NO DEPENDE EN ABSOLUTO DE NOSOTROS SINO DE DIOS.
Efesios 2:8-9 dice lo siguiente “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.”
Veamos lo que dice Romanos 8:35-39 “Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro o espada? Como está escrito: «Por
causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero». Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por
lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos
podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.”
Las Escrituras sostienen en 1 Juan 1: 9: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.” El mismo Juan nos escribe
en el capítulo 2:1 de esta epístola Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo, el justo. Él es
la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.
?
1. El conocimiento de que Dios es nuestro Padre Celestial es una de las preciosas experiencias que pertenecen a quien ha puesto su confianza en Cristo. En Mateo 11:27 se declara
que ninguno conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo lo quiera revelar. Una cosa es saber algo acerca de Dios, experiencia posible en una persona no creyente, pero es
algo muy distinto conocer a Dios, lo que solo puede ser realizado en la medida que el Hijo lo revele, y “esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo a quien has enviado” Jn. 17:3. La comunión con el Padre y con el Hijo es algo conocido solamente por quienes «andan en luz» (1 Jn. 1:7).
2. Una realidad nueva es que la oración se convierte gradualmente en su recurso más vital. Por medio de la acción interior del Espíritu que mora en él, el creyente ofrece alabanzas
y acciones de gracias (Ef. 5:18-19), y por obra del Espíritu es capacitado para orar en conformidad con la voluntad de Dios (Ro. 8:26-27; Jud. 20).
3. Una nueva capacidad para comprender las Escrituras. Según la promesa de Cristo, el hijo de Dios entenderá por obra del Espíritu las cosas de Cristo, las cosas del Padre y las
cosas venideras. Jn. 16:12-15; 1 Jn. 2:27
4. Un nuevo sentido de la pecaminosidad del pecado. La Palabra de Dios desplaza todas las concepciones humanas e implanta los ideales de Dios (Sal. 119:11), y por la acción de la
Palabra de Dios aplicada por el Espíritu, la manera divina de estimar el pecado desplaza la estimación humana.
5. Se recibe un nuevo amor por los inconversos. Dejando a un lado todas las distinciones terrenales, Pablo consideraba a los hombres, a través de sus ojos espirituales, como almas
por las cuales Cristo murió. 2 Co. 5:18-19
6. Se experimenta también un nuevo amor por los hermanos en la fe. En 1 Juan 3:14 se presenta el amor por los hermanos como una prueba absoluta de la salvación personal.
7. Una base suprema para la seguridad de la salvación es la manifestación del carácter de Cristo en el creyente. Gal. 4:19, Filp. 2:5-8, 1 Jn. 2:6
8. Las experiencias combinadas de la vida cristiana producen una conciencia de salvación por fe en Cristo. La fe salvadora en Cristo es una experiencia bien clara. El apóstol Pablo
decía acerca de Si: «Yo sé a quién he creído» (2 Ti. 1:12). El cristiano recibe el testimonio del Espíritu de que es hijo de Dios (Ro. 8:16).
Para reflexionar:
2. ¿Cómo se relaciona la seguridad de la salvación con el significado de la obra de Cristo y su muerte en la cruz?
4. ¿En qué forma entendemos que esta seguridad está relacionada con el conocimiento de que la salvación es por gracia solamente?
En la iglesia decimos que las ordenanzas son aquellas ceremonias o prácticas establecidas por Dios por medio de su palabra y que fueron escritas para que sus hijos las cumplan.
Cada una de estas ordenanzas tiene un significado espiritual; simboliza un aspecto de nuestra vida cristiana. Cumplir una ceremonia o mantener una práctica no tendrá ningún valor
a menos que esté acompañada de la fe y una vida espiritual. De esta manera nosotros creemos que estas ordenanzas establecidas por Dios son de gran valor en la experiencia de la
iglesia. Cada cristiano las querrá obedecer porque ama al Señor quien las ordenó, y porque él ha experimentado su bendición al guardar la verdad que las mismas simbolizan.
Dicho de otra forma, las ordenanzas actúan como reconstrucciones simbólicas del mensaje del evangelio, que Cristo vivió, murió, resucitó de entre los muertos, subió a los cielos,
y algún día regresará. “señales visibles de la gracia invisible”. En vez de requisitos para la salvación, las ordenanzas son ayudas visuales para hacernos comprender mejor, y apreciar
lo que Jesucristo logró por nosotros en Su obra redentora.
Ya que el bautismo y la comunión son los únicos ritos que cumplen con esos criterios, sólo puede haber dos ordenanzas.
Bautismo
El acto del bautismo por inmersión en agua expresa externamente la experiencia interna de cambio que se produce en la vida de cada creyente en el momento de la salvación.
Demuestra que se ha terminado el viejo estilo de vida y que ha comenzado una nueva vida de fe en Jesucristo (2 Corintios 5:17). El bautismo es importante porque proporciona un
testimonio visual - una declaración pública al mundo - que de manera simbólica identifica al nuevo creyente con la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo.
La Biblia da varias razones por las que el bautismo es un paso importante en la vida cristiana:
1. El bautismo es una expresión de la fe salvadora. Al igual que un sello de aprobación, el bautismo representa nuestra experiencia de salvación y la magnífica obra de Jesucristo al
morir por nuestros pecados y resucitar para nuestra justificación: "Sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios
que le levantó de los muertos" (Colosenses 2:12).
2. El bautismo es algo que Dios ha ordenado y que Jesús mandó. Como parte de Su Gran Comisión a la iglesia, Jesús dio estas instrucciones: "Por tanto, id, y haced discípulos a
todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28:19-20). El bautismo es una parte integral del discipulado cristiano y debe ser una práctica continua de la iglesia.
3. El bautismo es un acto de obediencia a nuestro Salvador, en el que expresamos nuestro deseo de agradar a Dios. La palabra cristiano significa "seguidor de Cristo". Puesto que
Cristo nos llamó a bautizarnos y dio el ejemplo al bautizarse él mismo (Mateo 3:16), el hecho de no bautizarse es una desobediencia al mandato de Cristo.
4. El bautismo nos une a Cristo identificándonos con Su muerte, sepultura y resurrección: "¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido
bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así
también nosotros andemos en vida nueva" (Romanos 6:3-4). Cuando nos arrepentimos de nuestros pecados y llegamos a la fe en Jesucristo, el bautismo da testimonio de nuestra
unión con Él.
5. Asimismo, el bautismo representa nuestra muerte a la vieja vida de pecado y nuestro nuevo nacimiento a la vida de resurrección y a la liberación de la esclavitud del pecado:
"Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado
juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado" (Romanos 6:5-7).
6. El bautismo también nos identifica con el cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:12-13). Es un símbolo que dice que ahora pertenecemos a Jesucristo y a Su pueblo: "Pues todos sois
hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos" (Gálatas 3:26-27).
7. El bautismo da testimonio público de la obra interna del Espíritu Santo que limpia nuestros pecados: "El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las
inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo" (1 Pedro 3:21; ver también Hechos 22:16; 1 Corintios 6:11).
Entender correctamente el bautismo significa comprender que es más que un ritual religioso o una tradición eclesiástica. El significado del bautismo se origina en la muerte de
Jesucristo, el propio Hijo de Dios, que murió en nuestro lugar para pagar por nuestros pecados, y que triunfó sobre la muerte mediante Su resurrección, asegurándonos una nueva
vida en el Espíritu y una vida eterna para siempre con Dios.
La Santa Cena
Fue durante la antigua celebración de la Pascua, en la tarde de Su muerte, que Jesús instituyó una nueva y significativa cena que celebramos hasta el día de hoy. Es una parte integral
de la adoración cristiana. Nos hace recordar la muerte y resurrección del Señor, mirando hacia el futuro, esperando Su regreso en gloria.
La Pascua era la festividad anual más sagrada de la religión judía. Conmemoraba la última plaga en Egipto, cuando los primogénitos de los egipcios murieron y los israelitas fueron
perdonados por la sangre del cordero que fue rociada en los postes de sus puertas. Las familias asaron el cordero y se lo comieron con pan sin levadura. El mandato de Dios era que
esta festividad fuera celebrada a través de todas las generaciones futuras. La historia se registra en Éxodo 12.
Durante la celebración de la pascua, Jesús tomó un pedazo de pan y dio gracias a Dios. Mientras partía el pan y se los daba, Él dijo, “Tomad, comed; esto es Mi cuerpo que por
vosotros es partido” Lc. 22:19. Asimismo, tomó también la copa, después de haber cenado. Les dio la copa, y bebiendo ellos de ella, Él dijo; “Esta copa es el Nuevo Pacto en Mi
sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis en memoria de Mí”. Después Él concluyó la fiesta cantando un himno (Mateo 26:30) y todos salieron esa noche al Monte de los
Olivos. Fue ahí donde Jesús fue traicionado por Judas, como se predijo. El día siguiente Él fue crucificado.
La biblia enseña que la muerte de Jesús fue tipificada en la ofrenda del sacrificio de la pascua (Juan 1:29). Juan señala que la muerte de Jesús se asemeja a el sacrificio de la pascua
en el que Sus huesos no fueron rotos (Juan 19:36; cf. Éxodo 12:46). Y Pablo dijo, "Cristo, nuestra pascua, ya ha sido sacrificada" (1 Corintios 5:7). Jesús es el cumplimiento de la
ley, y esto incluye las fiestas del Señor (Mateo 5:17).
Si no fuera por Su gracia no seríamos dignos de tomar la cena, participemos de ella pensando en el sacrificio tan grande y precioso que hizo Jesucristo por nosotros, al morir en la
cruz por nuestros pecados y brindarnos una nueva forma de vivir y la vida eterna y como una manifestación de dependencia de Su obra y Su gracia.
Para reflexionar:
7. ¿Por qué decimos que solo los que han recibido a Jesucristo como salvador pueden participar de ella?
El Señorío de Cristo
El señorío de Cristo nos enseña que una verdadera profesión de fe, será respaldada por la evidencia de la fe. Si una persona está realmente siguiendo al Señor, entonces él o ella
obedecerá las instrucciones del Señor. Una persona que está viviendo intencionalmente en pecado y sin arrepentirse, obviamente no ha decidido seguir a Cristo, porque Cristo nos
llama del pecado a la justicia. De hecho, la Biblia claramente enseña que la fe en Cristo resultará en una vida cambiada (2 Corintios 5:17; Gálatas 5:22-23; Santiago 2:14-26).
El señorío de Cristo no es una doctrina de salvación basada en las obras. Sabemos que la salvación es solamente por gracia, que los creyentes son salvos incluso antes de que su fe
produzca alguna buena obra, y que los cristianos pueden pecar y de hecho lo hacen. Sin embargo, la verdadera salvación conducirá inevitablemente a una vida cambiada. Los salvos
estarán consagrados a su Salvador. Un verdadero cristiano no se sentirá cómodo viviendo en un pecado que no ha confesado y no ha abandonado. Rom. 14:7-8; 1 Cor. 6:19-20
Vivir bajo el Señorío de Cristo es buscar y hacer su voluntad en todos los aspectos de mi vida.
Pero, para “reconocer” y “hacer” la voluntad de Dios, necesitamos “CAMINAR EN EL ESPIRITU” (Ver Gálatas 5:16)
La sumisión bíblica es ceder tus propios derechos o voluntad a otro por respeto a Dios o respeto a otra persona. 1 Pedro 2:13, Romanos 13:2
Es por esto que la llenura del Espíritu es necesaria para vivir bajo el Señorío de Cristo.
Cuando somos “Llenos del Espíritu” el conflicto se reduce al mínimo... (Romanos 8:5). Todos hemos sido bautizados en el Espíritu (1 Corintios 12:13), pero no todos hemos sido
llenos (Hechos 4:8;31;13:9). Ser llenos del Espíritu de Dios es un mandato (Efesios 5:18). Un vaso con líquido es distinto a un vaso rebosante de líquido (Juan 7:38-39). Recordemos
que servimos a un Dios “Todopoderoso” que opera sobrenaturalmente.
1) El arrepentimiento no es un mero sinónimo de la fe. La Biblia enseña que los pecadores deben ejercer su fe junto con el arrepentimiento (Hechos 2:38; 17:30; 20:21; 2 Pedro 3:9).
El genuino arrepentimiento, que surge cuando una persona se somete al señorío de Cristo, no puede resultar sino en un cambio de comportamiento (Lucas 3:8; Hechos 26:18-20).
2) La fe debe implicar un compromiso personal con Cristo (2 Corintios 5:15). Es mucho más que estar convencidos de la verdad del evangelio; es un renunciar a este mundo y seguir
al Maestro. El Señor Jesús dijo, "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen" (Juan 10:27).
3) La fe verdadera siempre produce un cambio de vida (2 Corintios 5:17). La persona en su interior es transformada por el Espíritu Santo (Gálatas 2:20), y el cristiano tiene una
nueva naturaleza (Romanos 6:6). Aquellos con una fe genuina, los que están sometidos al señorío de Cristo, siguen a Jesús (Juan 10:27), aman a sus hermanos (1 Juan 3:14), obedecen
los mandamientos de Dios (1 Juan 2:3; Juan 15:14), hacen la voluntad de Dios (Mateo 12:50), permanecen en la Palabra de Dios (Juan 8:31), guardan la Palabra de Dios (Juan 17:6),
hacen buenas obras (Efesios 2:10), y continúan en la fe (Colosenses 1:21-23; hebreos 3:14).
4) Dios por medio de Su "divino poder nos ha dado todo lo que necesitamos para una vida piadosa" (2 Pedro 1:3; ver Romanos 8:32). La salvación, entonces, no es simplemente un
boleto para ir al cielo. Es el medio por el cual somos santificados (prácticamente) en esta vida y por medio de la cual vamos creciendo en gracia.
5) La Biblia enseña que Jesús es el Señor de todos. Cristo exige entrega incondicional a Su voluntad (Romanos 6:17-18; 10:9-10). Aquellos que viven en rebeldía a la voluntad de
Dios, no tienen la vida eterna, porque "Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes" (Santiago 4:6).
6) Aquellos que verdaderamente creen en Cristo, lo amarán (1 Pedro 1:8-9; Romanos 8:28-30; 1 Corintios 16:22). La Biblia enseña que el comportamiento es una prueba importante
de la fe. La obediencia es la evidencia de que nuestra fe es genuina (1 Juan 2:3). Si una persona sigue negándose a obedecer a Cristo, está evidenciando que su "fe" es sólo de nombre
(1 Juan 2:4).
7) Los creyentes genuinos pueden tropezar y caer, pero van a perseverar en la fe (1 Corintios 1:8
Una persona que ha sido liberada de su pecado por medio de la fe en Cristo, no desearía permanecer viviendo una vida de pecado (Romanos 6:2). Por supuesto, el crecimiento
espiritual puede ocurrir rápida o lentamente, dependiendo de la persona y de sus circunstancias. Y los cambios pueden no ser evidentes para todos al principio. En última instancia,
Dios conoce quiénes son Sus ovejas, y Él nos madurará de acuerdo a Su tiempo perfecto.
Para reflexionar:
1. ¿Es posible ser cristiano y vivir en la carne toda la vida, disfrutando los placeres del pecado, y nunca buscar glorificar al Señor quién lo compró?
2. ¿Puede un pecador despreciar el señorío de Cristo y aun así decir que Él es su Salvador?
3. ¿Puede alguien decir ser “salvo” y seguir con su vida como si nada hubiera ocurrido y continuar llamándose "cristiano"?
Viviendo en el Espíritu
Santificación Inicial, Progresiva y Final
La santificación es aquella obra espiritual interna que el Señor Jesús hace a través del Espíritu Santo en aquel que ha nacido de nuevo. El Señor también lo separa de su amor natural
al pecado y al mundo, y pone un nuevo principio en su corazón, que lo hace apto para el desarrollo de una vida de fe. Para efectuar esta obra El Espíritu se sirve, generalmente, de la
Palabra de Dios y la determinación misma del individuo.
El que ha nacido de nuevo y ha sido hecho una nueva criatura, ha recibido una nueva naturaleza y un nuevo principio de vida. Se nos dice en la Escritura que el que ha nacido de
Dios, “no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque ha nacido de Dios” (1 Jn.3.9).
En principio, la santidad se atribuyó a la naturaleza pura de Dios, quien está apartado de toda maldad. Más tarde, las Escrituras aclaran que la santidad debe caracterizar a los que
están en una relación de pacto con Dios. Así que la Palabra nos ordena: “Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios.” Esas palabras están en Levítico 19:2, pero se
repiten a través de las Escrituras, incluso en el Nuevo Testamento, y en 1 Pedro 1:15.
La santificación constituye la única evidencia cierta de que el Espíritu Santo mora en el creyente. “Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Ro. 8.9).
Ahora veamos este término en sentido teológico para comprender mejor su significado, como se usa en las Escrituras:
1. Santificación posicional. En el momento en que una persona cree en Cristo, ésta es santificada. Esto se resalta en 1 Corintios 1:2, donde Pablo escribe: “A la iglesia de Dios que
está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos…”
Cuando aceptamos a Cristo somos santificados, y considerados como “santos”. Alguien pudiera responder: “No me parece que la mayoría de los que conozco son muy santos.”
Ahora bien, considerémoslo de la manera correcta: Nos es impartida la santidad de Cristo, así que es Su santidad. Cualquier santidad que haya no es obra nuestra, sino que es lo que
Cristo nos imputa y nos imparte. Así que la Palabra nos dice: “Mas por él [Dios] estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación
y redención” (1 Corintios 1: 30). Cristo es hecho por nosotros santidad, y sólo en esa santidad podemos ser lo que Dios quiere que seamos.
Así que los creyentes, en la conversión, son apartados para Dios y purificados de la maldad moral. En su primera carta, Pedro se dirige a los cristianos como los “elegidos según la
presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo” (1 Pedro 1:2). El Espíritu Santo hace una obra de santificación,
que nos permite andar en verdadera santidad.
En 1 Corintios 6:9-11, Pablo describe a algunas personas que habían llevado vidas corruptas e inmorales, y luego nos dice que ellos han sido cambiados: “¿No sabéis que los injustos
no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los
borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados
en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.” ¡Gracias a Dios que Él puede cambiar a los más viles y hacerlos santos!
2. Santificación progresiva: Ahora bien, esta santificación posicional (o, inicial) demanda una santificación progresiva— la demostración de una santidad externa y progresiva en
la vida de aquel que es santo. En la regeneración (el nuevo nacimiento), tanto la simiente incorruptible de la Palabra de Dios (1 Pedro 1:23) como el Espíritu Santo (Juan 3:5-8; Tito
3:5) tienen su parte. En consecuencia, los mismos dos agentes envueltos en la santificación inicial provocan la santificación progresiva del creyente.
No crecemos hacia la santificación, sino que crecemos en santidad. Como proceso, la santificación continúa durante toda nuestra vida. Esta santificación es el resultado de nuestra
rendición a Dios y de la liberación de la esclavitud del pecado.
Mientras que Hebreos 10:10 se refiere al aspecto posicional de la santificación como algo consumado (“… somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha
una vez para siempre”), 10:14 se refiere al aspecto progresivo al hablar de esos mismos cristianos como literalmente “los santificados”. Además, Hebreos 12:14 nos dice que
sigamos “la santidad”.
En la santificación progresiva vemos manifiesta la salvación que ya ha sido llevada a cabo por Cristo en la forma en que el creyente vive—la santificación inicial se exhibe a sí
misma, exteriormente, en la santificación progresiva. En otra parte MacArthur también escribe, “Esta es la obra del Espíritu, apartarnos del pecado, consagrarnos, hacernos santos.
El nos está conformando a la imagen de Cristo” (ver 2 Cor. 3:18). En efecto, el Fruto del Espíritu (Gál. 5:22-23) consiste de las virtudes inherentes al carácter propio del Salvador.
Su amor, Su gozo, Su paz, Su paciencia, Su benignidad, Su bondad, Su fidelidad, Su mansedumbre y Su templanza.
En Efesios 4:22-24, se nos exhorta a despojarnos “del viejo hombre”, que representa la antigua vida carnal, no regenerada, y que nos vistamos “del nuevo hombre” creado en Cristo
Jesús. Y debemos añadir a nuestra vida las virtudes que vienen del Señor. Nos ayudan a ser más completos como cristianos, para que podamos ser mejores testigos del Señor
Jesucristo y de su obra de santificación en nuestras vidas.
Asimismo, en Colosenses 3:8-14, se nos exhorta a que nos despojemos de toda maldad y que nos vistamos de las virtudes cristianas. Cuando nos convertimos y somos santificados,
es algo así como quitarnos un viejo terno o vestido manchado y ponernos uno nuevo, impecable y hermoso.
3. Santificación Final
El Espíritu de Dios nos hace santos (santificados) en la medida que contemplamos (fijar nuestra atención en) la santidad de Dios en Jesucristo.
Cuando fijamos nuestra atención en la santidad de nuestro Salvador, llegamos a ser como El—empezamos a deleitarnos en imitar Su ejemplo santo (ver 1 Tes. 4:1-3).
Nuestra santificación es gradual y va en aumento en ésta vida.
La santidad total llega a ser nuestro carácter solo cuando al fin vemos a Jesús (1 Juan 3:2).
Propósito de la Santificación
El mayor motivo de santificación sin duda debe ser para agradar a Dios. “Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir;
porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:15,16).
Otro motivo para la santificación es que seamos dignos de nuestro llamado. En Efesios 4:1, Pablo dice: “Os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis
llamados.”
En 1 Corintios 9:24-27, sale a la luz otro motivo, y es la de ser apto para el servicio. “Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien
golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.” Debemos desear sobre todo
vivir de tal manera que adornemos el evangelio de Cristo.
Tres agentes operan juntos para santificar al creyente: el Espíritu, las Escrituras y el individuo. El individuo no puede alcanzar la santificación sin el Espíritu y las Escrituras.
Noventa y una veces en el Nuevo Testamento se denomina “santo” al Espíritu. Él es el Espíritu Santo. El Dios nuestro es santo. Y la norma de Dios para su pueblo es sagrada, por
lo cual el Espíritu Santo desempeña un papel importante en nuestra santificación, inicialmente y de forma progresiva.
En primer lugar, el Espíritu Santo efectúa la santificación en nosotros a través de La Palabra de Dios, tanto inicial como progresivamente. Juan 17:17, “Santifícalos en la verdad;
tu palabra es verdad”. De este modo, la Palabra de Dios santifica. Sin el Espíritu Santo y las Escrituras nadie puede ser santo. En Romanos 15:16, Pablo escribe que los gentiles eran
santificados por el Espíritu al recibir el evangelio que él predicaba. Y, a menudo, la Palabra de Dios se asocia con el Espíritu de Dios. Necesitamos esa asociación de la Palabra y el
Espíritu. La Palabra dice que los corintios habían sido santificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de Dios (1 Corintios 6:11).
Luego, el Espíritu Santo nos ayuda a controlar nuestra mente y a hacer morir los malos hábitos del cuerpo, que es otro medio de santificación por el Espíritu. La santificación
requiere disciplina, concentración y esfuerzo, como está claro por las múltiples exhortaciones de las Escrituras, especialmente aquellas donde se refiere a la vida cristiana con figuras
tales como una carrera o un combate (1 Cor. 9:24-27; Efe. 6:10-17). ¡Qué importante es que controlemos nuestros pensamientos! Las obras de pecado comienzan en la mente, van
al corazón, e influyen en la voluntad. Así que el Espíritu nos ayuda a controlar nuestra mente y a hacer morir los malos hábitos del cuerpo. Romanos 8:5-14 es un pasaje clásico en
este sentido. Pablo dice: “Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es
muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. … Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.”
Como tercer medio de nuestra santificación, el Espíritu Santo produce en nosotros el fruto del Espíritu. Esto es evidente en Gálatas 5:22,23: “El fruto del Espíritu es amor, gozo,
paz...”
QUE CREEMOS EN LA COMUNIDAD CRISTIANA DE SANTIAGO
Las palabras Trinidad y personas, según se relacionen con la Deidad, aunque no se encuentran en la Biblia, están en armonía con ella. Por tanto podemos hablar debidamente del
Señor nuestro Dios, que es un solo Señor, como una Trinidad o como un Ser de tres personas, sin apartarnos por ello de las enseñanzas bíblicas. Mateo 28:19; 2 Corintios 13:14.
Cristo enseñó una distinción de personas en la Deidad que expresó en términos específicos de relación, como Padre, Hijo, y Espíritu Santo, pero que esta distinción y relación, en lo
que a su forma se refiere, es inescrutable e incomprensible, pues la Biblia no lo explica. Lucas 1:35; 1 Corintios 1:24; Mateo 11:25-27.
Ninguna de las personas de la Deidad existe ni opera separada o independiente de las otras. Juan 5:17- 30, 32,37; 8:17,18.
Creemos que Dios es supremo en su persona, eterno en su ser, absoluto en sus atributos, y glorioso en su perfección. Dios es personal, espíritu, omnisciente, soberano, perfecto,
inmutable, eterno en su ser, en santidad, en amor, en sabiduría y en poder. Creemos que Dios es absolutamente independiente y por encima del mundo como su creador, sin embargo,
presente en todas partes del mundo como el sustentador de todas las cosas. Dios existe por sí mismo y se revela a sí mismo en su relación con su creación. (Génesis 1:1; Mateo 28:19;
Deuteronomio 4:35; 6:4; I Corintios 8:6; Juan 1:1-3; Romanos 1:2-4; Efesios 4:3-6)
La Persona de Jesucristo
Creemos en el nacimiento virginal de Cristo, su deidad, y su vida sin pecado, su muerte vicaria, junto con su resurrección corporal y ascensión, y, en su regreso en persona. El
Señor Jesucristo es la segunda persona de la Trinidad, Dios encarnado, de nacimiento virginal como ningún otro hombre ha nacido ni podrá nunca nacer. Él vivió una vida
absolutamente sin pecado y se convirtió en sustituto voluntario del pecador en la cruz por su muerte vicaria por el pecado del hombre. Jesucristo resucitó de entre los muertos al
tercer día, ofreciendo garantía eterna de la redención total y la satisfacción de la justa indignación de Dios hacia el pecado. El ascendió corporalmente al cielo, se sentó a la diestra
de la Majestad en las alturas, sujetándose a El ángeles, principados, y potestades y vendrá para arrebatar a sus santos para estar con Él mismo (Isaías 7:14; Mateo 1:18; Juan 1:1;
14:3; I Tesalonicenses 4:16; Lucas 1:35; I Pedro 2:22; 3:18, 3:22, Heb, 1:3, Hch. 2:32-36)
Creemos que el Espíritu Santo es el ejecutivo de la Divinidad. Es Él quien ejecuta el Plan de Dios para nuestra convicción y salvación. Los cristianos son hechos partícipes del
Espíritu Santo y capacitados para el servicio por él. También el Espíritu Santo es una persona que posee todos los atributos de la Deidad. Él convence al mundo incrédulo de pecado,
de justicia y de juicio. Él regenera, sella, mora, llena al creyente y otorga los dones a los creyentes para el servicio. El enseña al creyente y lo separa a una vida santa. (Juan 14:16,17;
16:8; I Corintios 3:16; Hechos 5:3,4; Efesios 1:13,14; Romanos 8:9)
La caída del hombre
Creemos que el hombre fue creado bueno y justo; porque Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Sin embargo, el ser humano por su
propia voluntad cayó en transgresión, sufriendo así no sólo en la muerte física sino también en la espiritual, que es la separación de Dios. Génesis 1:26, 27; 2:17; 3:6; Romanos 5:12-
19.
Creemos que la salvación de los pecadores es totalmente por gracia, y que Jesucristo es el único camino de salvación. Creemos en la salvación del hombre por gracia mediante la fe
en la obra terminada de Cristo en la cruz. Creemos que la salvación es el don gratuito de Dios, no por merecerlo, ni garantizado en parte ni en su totalidad por cualquier virtud o
trabajo del hombre, pero obtenida solamente por la fe personal en el Señor Jesucristo, en quien todos los verdaderos creyentes tienen como posesión presente el don de la vida eterna,
con postura perfectamente justa, y unidos a la familia de Dios por un nuevo nacimiento. Creemos que la cruz de Cristo es redentora, expiatoria, propiciatoria y la única base de la
reconciliación para todos los hombres perdidos que han creído en él y que no hay salvación posible fuera de Jesucristo y su sangre derramada. (Juan 3:3-6, 16;10:28-29; Hechos
16:31; Efesios 2:8-10; I Timoteo 2:5,6; I Pedro 1:18-23).
El Regalo de la Salvación
Creemos que las bendiciones de la salvación son gratis por medio del Evangelio, que nada impide la salvación del pecador más grande, solo su depravación inherente y el rechazo
voluntario del Evangelio. Creemos que la salvación se llevó a cabo en la cruz por Jesucristo y se extiende a todos los hombres como un don que se recibe por fe. La base de esta
salvación es totalmente de la gracia que fue provista mediante la cruz. Aunque todos los hombres son responsables de recibir el don de la salvación en Cristo, sólo aquellos que
responden al ministerio del Espíritu de Dios en la presentación del Evangelio, se salvarán. La salvación es el don gratuito de Dios a todos los que creen. (Juan 1:12; 3:16; 5:24; 12:46;
Hechos 16:31; Romanos 10:11-13).
Creemos que aquellos que reciben a Jesucristo como Salvador tienen vida eterna. Esta seguridad se basa en el pago total del pecado de los creyentes por la cruz de Cristo en su
expiación y la prueba de dicho pago recibido en la resurrección de Jesucristo. La única condición de salvación es la fe en Jesucristo y Su obra redentora. Por lo tanto, la seguridad
del creyente no está condicionada a su situación, ni las experiencias emocionales, ni la fuerza, pero es una aceptación de que la base de la reconciliación ya ha sido aceptada por
Dios. El creyente es posesión de Dios, que es lo contrario de estar perdido. Él está seguro porque Dios ha tomado la responsabilidad de los suyos. (Juan 10:27-30; I Juan 2:1-2;
Romanos 8:31-34, 38-39; I Corintios 6:19; Hebreos 2:10).
Creemos que la Cena del Señor es el símbolo que expresa nuestra participación de la naturaleza divina de nuestro Señor Jesucristo (2 Pedro 1:4); un recordatorio de sus sufrimientos
y de su muerte (1 Corintios 11:26); una profecía de su segunda venida (1 Corintios 11:26); y un mandato a todos los creyentes “¡hasta que él venga!”
La santificación
Creemos que la santificación es un acto de separación de todo lo malo, y de dedicación a Dios (Romanos 12:1, 2; 1 Tesalonicenses 5:23; Hebreos 13:12). La santidad puede ser
posicional y progresiva al mismo tiempo. Posicional porque somos llamados santos porque Cristo a través de su sangre nos aparta y limpia del pecado y progresiva porque es un
proceso que se lleva a cabo en nuestra vida y continua hasta el término de ella. La Biblia prescribe una vida de “santidad sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14.
La Iglesia y su misión
Creemos que la Iglesia es el cuerpo de Cristo, donde Cristo es su cabeza, una congregación de creyentes bautizados, que práctica los principios del Nuevo Testamento, creen en sus
doctrinas, la observación de sus ordenanzas, con el encargo divino de llevar a cabo su Gran Comisión. Todo creyente, nacido del Espíritu Santo, es parte integral de la asamblea
general e iglesia de los primogénitos, que están inscritos en los cielos. Efesios 1:22, 23; 2:22; Hebreos 12:23.
(Mateo 28:19-20; Efesios 1:22,23; Hechos 2:41-47; Efesios 4:11-13; I Corintios 12).
Para reflexionar:
2. Si tienes alguna duda, por favor, compártela para edificación de los demás participantes de este grupo.