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Evolución Histórica de la Iglesia

Errores históricos de Monseñor Lefebvre
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"​ Monseñor Lefebvre tiene un sentido histórico muy escaso.

Está
ingenuamente persuadido de que la Iglesia primitiva, la Iglesia de
los Padres, la Iglesia medieval y la Iglesia de los tiempos modernos
no pasaron por ningún cambio y que, por consiguiente, lo que nos
legó el final del siglo XIX es totalmente la tradición más primitiva.
Hay ahí un fijismo histórico que evidentemente no se sostiene.
Pero, doctrinalmente, ese fijismo está ligado a un 'monofisismo'
eclesial inconsciente. Por analogía con el monofisismo cristológico
condenado en el Concilio de Calcedonia, puede llamarse
monofisismo eclesial una concepción que estima que todo en la
Iglesia es de origen divino y que por consiguiente, todo igualmente
es intocable y compromete a la fe igualmente. Este monofisismo
subestima todo lo que la Iglesia tiene de humano según la lógica
misma de la encarnación, un elemento humano que, a diferencia
de la humanidad de Cristo, sigue siendo pecador. Pueblo de Dios
viviendo en medio de los pueblos de los hombres, la Iglesia no
podía dejar de compartir con ellos una evolución histórica ligada a
la de la cultura y de la sociedad. En este sentido, la Iglesia se
encuentra en diálogo con el mundo desde siempre. Dentro de un
incesante intercambio, ella recibe cuestiones nuevas y las analiza a
la luz de la Revelación, a fin de darles la mejor respuesta posible.

En este contexto muy humano e incluso pecador, la Iglesia ha sido


llevada a través de luchas y disensiones, pero siempre conservada
por el Espíritu Santo dentro de la verdad de la fe, para vivir un
desarrollo dogmático considerable referido a las cuestiones
esenciales de su confesión. Hoy, cuando los resultados cristalizados
de esos debates nos llegan bajo la forma de una catequesis segura
de sí misma, corremos el riesgo de olvidar fácilmente las
contradicciones y/e incluso los escándalos que suscitó su
elaboración. Ante formulaciones nuevas, juzgadas 'innovadoras', se
rebelaron, casi cada vez, hombres para clamar 'que nos cambian la
religión'. Los unos querían atenerse ingenuamente a las fórmulas
de la Escritura y a las confesiones antiguas de fe, mientras a partir
de ellas justificaban interpretaciones erróneas. En situaciones de
crisis, los concilios se servían de nuevos vocablos al servicio de una
comprensión auténtica de las fórmulas antiguas".
- Bernard Sesboüé, SJ.
- El Magisterio a Examen, págs 154-155.
- Editorial Mensajero (2004).

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