PRIMERA PARTE:
ETICA ANTIGUA. SOCRATES,
PLATON, ARISTOTELES Y EL
HELENISMO
Apuntes elaborados por Abel Fernández Rivera
1. Teoría y praxis: el problema de la ética
Recordemos algunas de las ramas de la filosofía que estudiamos en el tema anterior: Metafísica,
teoría del conocimiento, estética, ética, política, antropología... El presente tema pretende ser una
introducción al problema de la ética, encuadrado en la pregunta “¿Qué debo hacer?”.
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Afirmamos al comienzo del tema anterior, siguiendo a Aristóteles, que todos los seres humanos
deseamos por naturaleza saber. Pero, ¿tenemos algún deseo igual de importante que este?
¿Por qué queremos conocer? Porque somos ignorantes: porque no somos divinos, no tenemos una
sabiduría perfecta. Somos animales, finitos, cuyo conocimiento es limitado. Pero también tenemos
carencia de otra cosa en tanto que animales que sufren, enferman y mueren: nos cuesta vivir bien.
¿Pero en qué consiste vivir bien? ¿En ser buenos? ¿En ser felices? ¿Y qué es ser bueno o feliz?
De esto trata la ética y por eso es parte de la filosofía práctica: ¿qué tenemos que hacer o qué es
aconsejable que hagamos en la vida? Por ello muchos dirán que esta es la principal cuestión de la
filosofía: deseamos conocer, sí, pero a menudo deseamos conocer para vivir mejor. Para darnos
cuenta de ello sólo tenemos que observar que el progreso científico, a menudo, se dirige a este fin.
Ética y moral. Etimología
Ética: proviene del griego êthos, palabra que significa “residencia”, “morada”, “lugar donde se
habita” o “carácter”. El carácter es el modo de ser, cambiante a lo largo de la vida, de un individuo.
Cicerón tradujo este vocablo griego con la frase philosophia morum, filosofía de las costumbres:
Moral: tiene su origen en la palabra latina mores, que significa “manera de comportarse”
determinada por la costumbre. La moral concierne a las costumbres de una persona o sociedad.
Ambas tratan de la acción humana, de cómo nos comportamos, pero no son sinónimas. Ambas
reflexionan acerca del comportamiento humano, pero mientras que la moral designa un conjunto de
prescripciones aceptadas socialmente o establecidas por u cierto pensamiento, la ética (también
llamada filosofía moral) constituye la reflexión filosófica acerca de estas prescripciones.
Todos los hombres somos así, morales, y a todos nos concierne razonar y dialogar acerca de ética:
ser conscientes de cómo usamos nuestra libertad a la hora de obrar según normas sociales. Por ello,
dice Schopenhauer, la ética es la parte de la filosofía que más nos interesa a todos.
Actividad para casa
Responder, en unas tres líneas, a cada una de estas preguntas:
1) ¿Qué entiendes por ser feliz? ¿Qué entiendes por ser bueno?
2) ¿Qué es más importante: ser feliz o ser bueno? ¿Por qué?
3) ¿Crees que los hombres buenos son felices?
4) ¿Crees que los hombres buenos deberían ser felices?
5) Tú concretamente, ¿actúas pensando en tu propio bien, pensando que con tu acción vas a causar
un bien mayor a tus seres queridos, o según lo que crees que es bueno en general?
2. Los sofistas y Sócrates, relativismo y universalismo moral
2.1. Definiciones
La ética busca definir qué es el bien y el mal, o qué es bueno y malo (acciones, caracteres, vidas...),
qué normas han de regir la acción... pero ante esta cuestión caben dos grandes grupos de respuestas:
El relativismo moral: doctrina que afirma que los conceptos de bien y mal, así como todas las
normas e ideas morales, son convencionales, contingentes y subjetivas. Según los relativistas, esto
se demuestra en la experiencia: cada hombre tiene su criterio para valorar lo justo, lo bueno, etc.
- Convencional: aquello que se alcanza por un acuerdo y que por lo tanto es a su vez:
- Contingente: algo que es de un modo pero puede ser de otro. (Ej: mi existencia es contingente).
- Subjetivo: que depende enteramente del sujeto/de la persona. (Ej: La belleza es subjetiva).
El universalismo moral: doctrina que afirma que los conceptos de bien y mal, así como todas las
normas e ideas morales, son universales, necesarias y objetivas. El universalismo moral afirma que
si no fuera así la comunicación y el entendimiento entre los seres humanos sería imposible.
- Universal: aquello que es válido para todos los humanos independientemente de sus diferencias.
- Necesario: algo que es de un modo y no puede ser de otra manera (Ej: leyes naturales, Dios...).
- Objetivo: que no depende del sujeto, que tiene “entidad” o ser propio independiente de él.
(Las verdades matemáticas son objetivas, universales y necesarias. Que 2+2 = 4 no depende de mí).
La primera postura será defendida por los sofistas (Protágoras: “El hombre es la medida...”) en la
antigua Grecia y especialmente por Hume y Nietzsche en la modernidad. La segunda postura será
defendida por Sócrates (y por tanto Platón) en la antigua Grecia y por Kant en la modernidad.
En la actualidad el debate ético acerca del relativismo y el universalismo se ve, por ejemplo, en los
dilemas que plantean el relativismo cultural (respetar las costumbres de cada cultura) o los derechos
humanos (que son planteados como derechos universales: en los que todos estamos de acuerdo).
2.2. Los sofistas: utilidad y retórica
Se denomina “sofistas” (de sophós, sabio) a un grupo de pensadores griegos del S. V a. C., cuyas
figuras más destacadas son Gorgias y Protágoras, que comparten al menos dos rasgos:
- Enseñan disciplinas humanísticas (retórica, política, derecho, moral, etc.).
- Son los primeros profesionales de la enseñanza (cobrando grandes cantidades por ello).
Los filósofos presocrácticos se habían encargado sobre todo de una filosofía de la naturaleza,
preocupándose por cómo era el universo y sus principios. Por el contrario, los sofistas darán un giro
humanístico al pensamiento. Serán relativistas (en general: negarán que haya verdad absoluta),
como Protágoras, y escépticos (si la hubiera no seríamos capaces de conocerla), como Gorgias.
El conocimiento nunca es verdadero, siempre es relativo: ello hace que el lenguaje no sea una
herramienta para comunicar la verdad. El lenguaje es un instrumento de manipulación para ellos.
Así, los sofistas son ante todo oradores (gente con gran dominio del lenguaje) que enseñan, ganando
mucho dinero con ello, a usar el lenguaje para sacar algún beneficio o utilidad. Por ejemplo,
enseñan a convencer a un jurado de que se es inocente (aunque en realidad se sea culpable).
2.3. Sócrates: en busca de los universales
Sócrates, según Platón (que escribirá muchos diálogos donde los sofistas son los protagonistas que
discuten con Sócrates, su maestro), defenderá, en contra de los sofistas, un planteamiento
universalista moral llamado intelectualismo moral. Según Sócrates, sólo sabiendo qué es la justicia
se puede ser justo, sólo sabiendo qué es bueno o qué es el bien se puede obrar bien.
Intelectualismo moral: doctrina que identifica la virtud con el saber y el vicio con la ignorancia.
Es decir: obra bien aquel que conoce lo que es bueno y mal aquel que no conoce el bien.
Igual que sólo aquel que sabe con detalle qué y cómo es un zapato puede hacer zapatos (y lo
llamamos zapatero), sólo aquel que sabe qué es el bien puede hacer el bien (y lo llamamos bueno).
En este caso, el obrar mal no es ni pecado ni culpa: es simplemente ignorancia.
Esto es precisamente lo que pondrá en marcha la búsqueda filosófica de los conceptos universales:
en efecto, si lo importante para obrar bien, o ser valiente, o ser justo, es conocer el bien, la valentía
o la justicia, nuestro deber es buscar una definición universal (que valga para todos) de dichas
palabras. La principal pregunta socrático-platónica es: ¿Qué es X (la justicia, el bien, el amor)?.
Se parte así de una ignorancia que ha de ser subsanada con el preguntar y responder, con el diálogo,
con el método mayéutico1 que nos hará encontrar la Idea que buscamos en nosotros mismos.
Así, Sócrates:
- Cree que la educación debe consistir en buscar conjuntamente la verdad para hacerse mejores.
- No enseña, sino que dialoga para intentar buscar en común las definiciones. (Tampoco cobra).
1 La mayéutica, o método mayéutico, era el modo de hacer filosofía propio de Sócrates. Consistía en establecer un
diálogo con otro interlocutor de tal manera que él mismo se diera cuenta de su ignorancia y buscara por sí mismo la
verdad. Sócrates hacía preguntas de tal modo que el otro individuo que con él dialogaba se diera cuenta de que no
estaba tan seguro de aquello que creía saber con certeza. Así, podían buscar la verdad entre los dos nuevamente.
Sócrates VS Sofistas (Textos)2
Desconozco, atenienses, el efecto que habrá producido en vosotros la intervención de mis
acusadores. Lo que es yo, he estado a punto de perder la noción de mí mismo, tan elocuente era la
forma en que se expresaban. Y eso que, digámoslo así, no han pronunciado ni una sola palabra
verdadera. Pero de las muchas mentiras que han dicho me ha sorprendido especialmente una, la de
que, a tenor de lo hábil que soy a la hora de hablar, debéis estar pendientes de no dejaros engañar
por mí. [...] En absoluto soy hábil hablando en público [...] a no ser que llamen hábil orador a quien
dice la verdad. [...] No vais a oír bellos razonamientos, como los suyos, aderezados de expresiones y
conceptos, sino dichos al azar, según vengan las palabras, ya que creo en que es justo lo que digo."
"El bien máximo para un hombre es reflexionar cada día acerca de la virtud y otras cosas sobre las
que me habéis oído conversar cuando me sometía a examen tanto a mí mismo como a los demás, y
es que para un hombre una vida sin examen no merece ser vivida"
"A mí la muerte, si se me permite lo grosero de la expresión, me importa un rábano, porque lo único
que me interesa es no cometer acciones injustas ni impías"
3. La ética platónica. Universalismo racional y las virtudes
3.1. El universalismo moral y Platón
Como acabamos de comentar, Sócrates tiene el mérito de ser el primer filósofo que se lanzó en
busca de definiciones universales (así, al menos, lo afirma Aristóteles en la Metafísica). Así, los
diálogos de Platón -especialmente los de juventud, donde estaba más apegado a Sócrates- a menudo
tienen un subtítulo: “Sobre el amor, sobre la justicia, sobre la virtud”, etc. porque en dichas obras
se establece un diálogo, una conversación, en busca de la definición de X (amor, virtud, etc.).
Platón, pues, seguirá sosteniendo un universalismo moral contrario a los sofistas e incluso lo
radicalizará al defender la teoría de las ideas. Según esta teoría, los conceptos éticos (justicia,
virtud, moderación, valentía, piedad, etc.) son absolutos, existen independientemente de las
opiniones humanas en un “mundo” (ya veremos más adelante en qué sentido) más allá de este.
3.2. La razón y el diálogo contra las pasiones y el monólogo
Las ideas o los conceptos universales existen independientemente de que las conozcamos o no (de
hecho, la mayor parte de los hombres no llegan a conocerlas a lo largo de su vida), en un mundo
más allá del que conocemos por los cinco sentidos. Ahora bien, para conocerlas, para recordarlas
(pues antes de nacer nuestra alma estuvo en dicho mundo), el hombre necesita, principalmente, dos
herramientas: la razón y el diálogo, herramientas principales del ser humano a la hora de buscar la
verdad. Esta característica de la filosofía de Sócrates y Platón se contrapone a los sofistas, que
usaban la razón como instrumento para su propio interés y enseñaban mediante monólogos.
2 Platón, Apología de Sócrates, 17a, 38a, 32d.
3.3. Las virtudes del alma
Entonces, en fin, ¿qué es la virtud? ¿Qué es la valentía? ¿Qué es la piedad? Platón, aunque en
muchos de sus diálogos no llega a dar una definición exacta de estos valores éticos, sí apunta varias
características que tenemos que tener en cuenta. Para Platón las virtudes (es decir, las buenas
capacidades del ser humano a la hora de actuar) se deben buscar en la naturaleza humana (lo cual
también defendían los sofistas). El alma del hombre, según Platón, posee tres facultades o partes:
1) Concupiscible: es la parte del alma que desea lo sensible, que busca saciar los apetitos. Así, por
ejemplo, la comida, la bebida, el sexo... por ello, será virtuosa si posee templanza o moderación.
2) Irascible: es la parte del alma donde residen las pasiones nobles. Así, por ejemplo, es donde
podemos encontrar la voluntad, el amor, etc., siendo virtuosa si tiene valentía o fortaleza.
3) Racional: es la parte más divina del alma, donde residen la razón/entendimiento/inteligencia...
esta parte es la única capaz de conocer lo que está bien y mal. Por ello es la que debe gobernar o
dirigir al resto para hacer de cada persona un ser humano ordenado y justo. Su función propia, por
lo tanto, o su virtud será la prudencia, la inteligencia que conoce el bien y obra en consecuencia.
La justicia es, tanto en nosotros como en la ciudad, la armonía entre estas partes y virtudes.
4. La política platónica: justicia y kallipolis
4.1.La decepción política y la alternativa utópica
Platón vivió múltiples fracasos políticos: una democracia degenerada, una oligarquía que mató al
“más justo de los hombres” (Sócrates) y una tiranía opresora. Ante esto propondrá su República:
Una utopía o ciudad ideal3 que busca la buena vida, feliz y justa para todos sus miembros. Esta
ciudad ideal es un planteamiento puramente racional, un “ideal”, pero posible, realizable y, lo más
importante de todo: capaz de poner de relieve las insuficiencias de la política “real”, existente.
Así, la utopía no es una “mera idea irrealizable”: es un modelo perfecto al que tender, en el que
fijarse, si se quiere construir una ciudad lo más justa, feliz y digna posible.
4.2. Estado justo, estado ordenado, estado feliz
Platón cree que una ciudad justa, igual que un alma justa, depende de una armonía u orden ideal
entre sus partes. Igual que el alma humana, la ciudad tiene diferentes partes o clases sociales:
1.- Los artesanos/campesinos deberán encargarse de la producción y ser templados/moderados.
2.- Los guardianes deben cuidar el bienestar y la seguridad de la ciudad con su fortaleza/valentía.
3.- Los gobernantes deben dirigir la polis pensando en el bien común mediante su sabiduría.
Es muy importante recalcar que se busca la felicidad de toda la ciudad, nunca de una de las clases.
Ejemplos: los guardianes no pueden tener propiedades. El gobernante lo es por obligación y muy
viejo, pues debe recibir muchos años de educación. El estado se encarga de la crianza de los hijos,
por lo que los niños serán apartados de sus respectivas familias desde la más tierna infancia.
3 Una distopía es lo contrario a una utopía, a saber, un modelo de gobierno o tipo de sociedad indeseable.
Para Platón, pues, lo que otorga bienestar y prosperidad a una ciudad y a sus habitantes no es una
igualdad total (que gran parte de los sofistas, democráticos, defendían), sino que cada uno, según su
clase, cumpla la función que le es propia según el “tipo de alma” y virtud que le correspondan.
La ciudad justa será aquella, por tanto, en la que se dé la armonía social entre las distintas partes,
como el hombre bueno es aquel que tiene “ordenadas” las partes de su alma conforme a la razón.
4.3. Otros aspectos de la kallipolis
1. Abolición de la propiedad privada (en guardianes y gobernantes, no así en los campesinos).
2. Abolición de la familia y eugenesia: parejas “amañadas” y separación de los hijos y los padres.
3. Igualdad sexual “política”: Leer textos (451c, 455d, 540c). Igual educación para ambos sexos.
4. Importancia de la educación: se estudian, en este orden: gimnasia, música (poesía),
matemáticas, filosofía. Los campesinos comienzan a trabajar tras estudiar gimnasia y música.
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ACTIVIDAD:
1) ¿Conoces algún planteamiento utópico aparte del de Platón, ya sea en libros, cine, cómics, etc.?
2) ¿Qué te parece la propuesta de Platón? ¿Crees que hay cosas interesantes hoy en día? ¿Cuáles?
3) ¿Por qué crees que Platón elimina la familia y la propiedad privada en las “clases altas”?
5. Ética de Aristóteles I. El bien supremo o el fin final.
5.1. Los fines de la acción humana
Aristóteles, discípulo de Platón, se opondrá en parte al intelectualismo moral de su maestro. Aunque
también reconoce la importancia de la inteligencia en la ética, dirá que el conocimiento del bien es
condición necesaria pero no suficiente del obrar bien (puedo saber lo que es el bien, pero hacer
el mal). Comenzará su más importante libro de ética (Ética a Nicómaco) preguntándose cuál es el
fin de las acciones que llevamos a cabo en nuestra vida. En efecto, ¿por qué y para qué actuamos?
Dice Aristóteles que toda acción tiende a un fin. Es decir, actuamos con un “para qué” en mente.
Por ejemplo, fabricamos zapatos para no hacernos daño en los pies (estos actos son parte de la
técnica), escribimos obras de teatro para entretenernos y embellecer la vida (estos actos son arte).
Pero también hay un “hacer” o actuar que se puede llamar obrar: la acción moral que llevamos a
cabo en relación a los otros integrantes de la sociedad (como ser fiel, poner los cuernos, etc.).
La conducta humana, dice Aristóteles, siempre se guía por intenciones (este es el “para qué” que
comentábamos): es teleológica, tiende a un fin (télos). Toda acción se dirige hacia un bien pero,
¿hay un fin final o un bien supremo que persigamos todos los seres humanos?
5.2. La felicidad como fin final o bien supremo de la vida humana
Podríamos decir que alguno de los fines o bienes que perseguimos son la salud, la riqueza, el poder,
el reconocimiento social, el saber… ¿pero para qué los queremos, en último término? En esto, dice
Aristóteles, todos estamos de acuerdo: para ser felices.
Podemos decir, así, que el fin final o el bien supremo de la vida humana es una vida feliz. El resto
de bienes (riqueza, salud) los queremos sobre todo porque creemos que con ellos estaremos más
cerca de la felicidad. La ética de Aristóteles se denomina ética eudaimonista (ya que eudaimonía,
en griego, significa "tener un buen daimon", lo que se traduce como felicidad).
Los que creen que otros son los fines o bienes supremos de la vida humana (por ejemplo el placer,
como los hedonistas, la riqueza o el poder, como los políticos) no se dan cuenta de que en realidad
lo que buscan en ellos es la felicidad. Pero ¿qué es una vida feliz? Nos dice Aristóteles que es una
vida plena, digna y satisfactoria: merecedora de vivirse.
Puesto que todo conocimiento y toda elección tienden a algún bien, volvamos de nuevo a plantearnos
la cuestión: cuál es la meta [de la ética y] de la política y cuál es el bien supremo entre todos los que
pueden realizarse. Sobre su nombre, casi todo el mundo está de acuerdo, pues tanto el vulgo como los
cultos dicen que es la felicidad, y piensan que vivir bien y obrar bien es lo mismo que ser feliz. Pero
sobre lo que es la felicidad discuten y no lo explican del mismo modo el vulgo y los sabios. Pues unos
creen que es alguna de las cosas tangibles y manifiestas como el placer, o la riqueza, o los honores;
otros, otra cosa; muchas veces, incluso, una misma persona opina cosas distintas: si está enferma,
piensa que la felicidad es la salud; si es pobre, la riqueza.4
4 Aristóteles, Ética a Nicómaco, Libro I, 4 (1095a 12-25).
5.3. La vida contemplativa como la vida más feliz posible del ser humano
Ahora bien, ¿cómo ser felices? Aristóteles opina, como vimos en Platón, que el bien de cada ser
reside en cumplir la función que le es propia por naturaleza. Así, el bien (y por lo tanto la
felicidad) del humano consistirá en su actividad propia por naturaleza: vivir una vida racional, esto
es, ejercer del modo más perfecto posible la racionalidad. Esto es lo que Aristóteles llama una vida
contemplativa: vida de actividad intelectual, de contemplación de la verdad.
Aristóteles afirma que esta es la vida más perfecta que puede llevar una ser humano en consonancia
con lo que opinaba (como vimos en el Tema 1) sobre el saber: igual que amamos el saber por sí
mismo, amamos también la vida que se dedica simplemente a buscar la sabiduría. El resto de cosas
que hacen agradable la vida (salud, riqueza, placer, etc.), dice Aristóteles, las buscamos para
hacernos más fácil satisfacer el afán de conocimiento y ejercer la vida contemplativa.
6. Ética de Aristóteles II. Las virtudes y la justicia
6.1. La necesidad de las virtudes para llevar una vida feliz
Así pues la vida contemplativa es la vida más propia y feliz del hombre. Pues el entendimiento o la
inteligencia es lo más excelso o divino que hay en nosotros: con una vida contemplativa nos
acercamos a lo divino, según Aristóteles. Ahora bien, a Aristóteles (como a Platón) no se le escapa
que somos seres racionales, sí, pero también animales: somos cuerpo, no sólo inteligencia. Y esto
nos impone ciertos cuidados (con sus necesarias acciones): alimentarnos, vivir en sociedad, etc.
Por ello, no podemos simplemente mantenernos en la vida contemplativa, como haría un dios.
Tenemos que actuar de cara a vivir y, sobre todo, de cara a vivir con otros. El hombre es un animal
racional pero también un animal político: que vive en comunidad. Y aquí se desenvuelve la acción
y, por tanto, la ética: en buscar una felicidad limitada pero alcanzable para nosotros los hombres.
Aristóteles llamará a este segundo modelo de vida feliz vida política, menos perfecta que la vida
contemplativa pero mucho más apropiada para nosotros, los seres humanos.
Como estamos obligados a actuar y relacionarnos con otros, lo lógico es que influya mucho en
nuestra felicidad la capacidad de comportarnos bien con ellos. Aquí entran en juego las virtudes.
6.2. Las virtudes intelectuales y las virtudes éticas: el justo medio
Así, para alcanzar la felicidad “terrenal” y posible se necesita ejercitar las virtudes. Hay dos tipos:
1) Virtudes intelectuales: la más importante en la ética es la prudencia: es el conocimiento de lo
que es bueno en cada caso y en cada problema. Por ello, y como ejemplo, Aristóteles habla de “la
facultad que tiene el hombre prudente de saber cómo actuar correctamente en cada situación”.
Es la capacidad “misteriosa” de elegir la acción que es preferible en los casos concretos.
2) Virtudes éticas (o del carácter): ahora bien, la prudencia conoce qué es lo bueno en cada caso,
pero además hace falta tener “fuerza de voluntad” o un buen carácter para llevar la acción a cabo,
para ejecutarla. Es necesario tener la capacidad de hacer lo que dicta la prudencia.
Un buen carácter es aquel que es firme en la elección y ejecución de lo que la prudencia cree bueno.
(Ejemplo: mi prudencia me dice que debería dejar de fumar. Pero no tengo voluntad para hacerlo).
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Para Aristóteles las virtudes éticas siempre son “el hábito de elegir consistente en un término
medio relativo a nosotros”. Las virtudes éticas consisten en tener una tendencia a obrar siempre de
modo equilibrado entre dos extremos que no serían recomendables. Por ejemplo: la moderación
respecto a la comida es no comer ni mucho ni poco, y en esto consiste el término medio: comer
hasta saciarse pero no empacharse. Ahora bien, este término medio será, tal vez, 200 gramos de
carne para alguien que va a pasar la tarde estudiando y 500 gramos de carne para un atleta de élite.
En este ejemplo la prudencia me indicaría que lo bueno para mí es comer un plato y medio de pasta
si me voy a poner a estudiar, pero requiero de un hábito y un carácter firme que me permitan
comerme un plato y no tres (vicio por exceso). O que lo bueno para mí es comer 1 kg. de
zanahorias a la semana, pero yo voy y me como 200 g. porque odio su sabor (vicio por defecto).
El término medio (la virtud) entre ambos será la moderación: es difícil, como dar a una diana.
Así, en contra de Sócrates y Platón, no basta con saber deliberar y “acertar” con la inteligencia a
saber cual es ese término: también hay que elegirlo y ejecutarlo en la práctica. Esto es: es necesario
estar dispuesto y tener la fuerza (virtud) de carácter (êthos) para realizarlo efectivamente.
TEXTO SOBRE LOS DOS TIPOS DE FELICIDAD Y LAS VIRTUDES:
Si la felicidad es una actividad de acuerdo con la virtud, es razonable que lo sea de acuerdo
con la virtud más excelente, y esta será una actividad de la parte mejor del hombre [y esta es
la inteligencia, lo más divino que hay en nosotros]. Y esta actividad es la contemplativa.[...]
Tal vida, sin embargo, sería superior a la de un hombre, pues el hombre viviría de esta
manera no en cuanto hombre, sino en cuanto que hay algo divino en él. [...] La vida de
acuerdo con la otra especie de virtud [la(s) virtud(es) ética(s)] es feliz de una manera
secundaria, ya que las actividades conforme a esta virtud son humanas.5
6.3. Los tipos de justicia en Aristóteles
Para Aristóteles, que reconoce que el hombre es un animal político por naturaleza (sólo puede vivir
en comunidad), la virtud más importante, especialmente en la ciudad, es la justicia. Pues la justicia
hace mejorar a todas las virtudes y, además, sirve para mantener el orden en la sociedad. Existen
según él tres tipos de justicia, teniendo todas ellas en común la idea de proporción o equilibrio:
1) Justicia distributiva: proporción entre bienes (riqueza, honores) y méritos (virtud de cada uno).
2) Justicia correctiva: proporción entre los delitos y sus penas (igualdad entre crimen y castigo).
3) Justicia recíproca: proporción en los intercambios de bienes equivalentes (precios de productos)
5 Aristóteles, Ética a Nicómaco, Libro X, 7-8 (1177a-1178a).
7. Estoicos, epicúreos y cínicos: felicidad y sabiduría
7.1. El ideal del sabio tras Platón y Aristóteles
Llamamos helenismo al período de la Antigua Grecia que va desde la muerte de Alejandro Magno
(discípulo de Aristóteles, muerto en el 323 a.C.) hasta prácticamente el Siglo I (30 a.C.). En este
período surgen varias escuelas filosóficas que se centrarán, de nuevo, en el ser humano, realizando
un giro humanístico similar al de los sofistas pero desde una nueva perspectiva, especialmente ética.
La sabiduría, como hemos visto, tiene un papel fundamental en Platón y Aristóteles (tanto a la hora
de realizar filosofía teórica como a la hora de llevar la filosofía a la práctica).
Pero las escuelas helenísticas, principalmente los estoicos y los epicúreos, propondrán un modelo
ideal del sabio al que debemos aspirar, y que se caracteriza, en general, por ser el hombre realmente
feliz, que se caracteriza por su autodominio, su constancia y su sencillez. El sabio es, así, modelo de
hombre virtuoso en la Grecia helenística, así como el santo lo fue en la Edad Media.
Así, siguiendo el intelectualismo moral socrático (el hombre sabio es, también, el hombre virtuoso y
feliz), cada escuela filosófica helenística propondrá un modelo de sabiduría y, por tanto, de vida:
7.2 División de las escuelas éticas helenísticas
1) Estoicos: la auténtica felicidad consiste en virtud, como autodominio y fortaleza de ánimo que
hacen al sabio imperturbable frente a la desgracia y el destino (Ataraxia). Dominio razón >pasiones.
La sabiduría consiste en aceptar el destino (regido por el orden natural) serenamente y con control.
2) Epicúreos: la auténtica felicidad consiste en la consecución del placer sabiamente administrado
mediante la razón (haciendo un “cálculo racional de placeres”) junto con el alejamiento del dolor.
El fin de la vida es, así, el placer (hedonismo) y centrarse en lo privado alejándose de la política.
3) Cínicos: sus ideales son la frugalidad, el individualismo y la libertad total: el sabio es una
especie de “asceta anarquista” que no se deja dominar por las normas o convenciones sociales.
SEGUNDA PARTE:
ETICA MODERNA.
KANT, EL EMOTIVISMO Y EL
UTILITARISMO
IMMANUEL KANT
1. Ética material, formal/Ética heterónoma, autónoma
Las éticas anteriores a Kant (1724-1804) son éticas materiales y heterónomas: proponen que la
acción debe estar dirigida a un fin (por ejemplo, alcanzar la felicidad) y unas pautas o normas para
conseguirlo (llevar una vida contemplativa y practicar las virtudes). Kant planteará, por el contrario,
una ética formal y autónoma (las acciones deben regirse por una regla o principio racional).
¿Cuál es el fundamento o la razón por la que actúo?
Ética Fundamento de la moral: Imperativos (reglas de acción)
- Existe un bien o un fin (el placer en el caso Hipotéticos:
del hedonismo epicúreo, la felicidad en el
caso del eudemonismo aristotélico, etc.) al -Técnicos: reglas de habilidad.
que la acción debe ir encaminada.
Material "Si quieres pan construye un molino".
- Mi acción, por tanto, debe seguir las normas
que pueden conseguir dicho fin: mi acción es ------------------------------------------------
un medio para alcanzar el bien planteado. -Pragmáticos: consejos de sagacidad.
- Fundamento subjetivo: pues cada cual "Si quieres vivir una vida larga y
tendrá sus propios fines y los medios saludable no bebas en exceso".
adecuados para obtenerlos según su criterio.
- No existe un bien que se halle en la
experiencia y que debamos perseguir: el bien
reside en la intención con la que actuamos, Categórico:
en el cómo (la regla) de nuestra acción.
- Ley de la moral:
Formal - La ética, pues, no define normas concretas
para alcanzar un bien, sino que trata de "Obra de tal modo que la máxima de tu
elucidar racionalmente el criterio por el cual voluntad siempre pueda valer al mismo
una acción es buena. tiempo como principio de una
legislación universal" (KpV Ak. V, 30).
- Fundamento objetivo: pues este criterio ha
de ser racional y universal, válido para
todos los hombres y sea cual sea la situación.
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¿Quién o qué determina mi obrar?
Ética ¿Quién o qué me dice cómo obrar? Ejemplos
Heteró- - El bien que persigo en las éticas - Persigo la felicidad y, por ello, trato bien a
noma materiales: la felicidad, la palabra de los demás: pues si no, es seguro que me
(Otro) Dios, mi naturaleza insaciable... ganaría enemigos y no conseguiría ser feliz.
Autó- - Yo mismo: mi razón (que es la misma - La razón me ordena ser bueno con todo ser
noma razón que en todos los hombres y por vivo, pues inflingir sufrimiento es algo malo
(Yo ello puede dar reglas universales), y entiendo que no podría ser, en ningún
mismo) independientemente de las condiciones caso, elevado a ley universal (ser malo
empíricas en las que me hallo. nunca puede ser una norma moral válida).
2. Las éticas materiales y heterónomas (el principio de la felicidad)
Las éticas materiales son aquellas que proponen un bien supremo o fin final para el ser humano
(por ejemplo la felicidad, en el caso de Aristóteles) y una serie de normas o consejos para
alcanzarlo (ejercitar la virtud como justo medio y llevar en la medida de lo posible una vida
contemplativa, en dicho caso). Estas éticas se rigen por el principio de la felicidad propia o amor a
sí mismo, porque para ellas las acciones tienen que conducir a conseguir nuestros fines.
Kant criticó este tipo de éticas porque son empíricas o a posteriori: tanto el fin como las normas
(que son medios para conseguir ese fin) son extraídos de la experiencia.
Esto hace que sean subjetivas y contingentes: cada sujeto tiene sus propios medios o normas con las
que cree poder ser feliz, y de hecho nunca podemos saber si una acción nos acerca o no a dicho
objetivo hasta que ha sucedido, es decir, hasta que comprobamos sus consecuencias.
Sus normas son entonces consejos de prudencia, es decir, son imperativos hipotéticos o
condicionales: sus imperativos o supuestas leyes tienen la forma “Si quieres X, haz Y” (ejemplo:
“Si quieres ser feliz, busca siempre en tu acción el término medio”).
Estas éticas son heterónomas: no es la razón la que se da a sí misma una ley, sino que lo que nos
impulsa a obrar es un deseo o inclinación, como puede ser el deseo de ser felices. Todas las normas
dependen dicho deseo, siendo así este lo que nos impulsa a obrar. La razón, en este sentido, está
siendo, como afirmó Hume, “esclava de las pasiones”: un mero instrumento para satisfacer nuestro
egoísmo. La razón está guiada aquí por la voz de la naturaleza, que nos inclina a ser felices.
3. La ética formal y autónoma (el principio de la moralidad o el deber)
La ética formal de Kant no propone ni fines ni medios que nos permitan saber qué acción es
buena, sino que esta será correcta si está hecha por respeto al deber (principio de la moralidad).
La “voz celestial” de la razón nos dicta qué debemos hacer en forma de imperativo categórico
(es decir, universal y necesario: vale para cualquier ser humano en cualquier situación).
Este imperativo, que es la verdadera ley moral, dice así: “Obra de tal modo que la máxima de tu
acción pueda valer, al mismo tiempo, como ley universal”, siendo la máxima el principio o regla
que seguimos en cada caso. No posee contenido concreto, sino sólo una forma o estructura que
toda acción debe seguir para ser moralmente buena (a saber, la exigencia de que pueda valer como
ley universal, para cualquiera, esto es: que yo actúe según lo que mi razón dicta que debería hacer
cualquier otro en mi lugar. Por eso, de nuevo, es universal y necesaria).
Esta ética es, pues, autónoma: el sujeto es autónomo, es decir, se da a sí mismo la ley, pues actúa
según su propia razón, no condicionado ni por normas ajenas a él, ni por la experiencia o los fines
que espera conseguir con su acción, como por ejemplo su propio bienestar futuro (que al fin y al
cabo siempre son imprevisibles, al ser contingentes). La razón o la inteligencia se da, aquí, la ley
a sí misma sin tener en cuenta nuestros deseos o normas externas de conducta: es libre.
Nada resulta más contrario al principio de la moralidad que convertir en fundamento
para determinar la voluntad a la felicidad propia. […] se trata de un antagonismo
práctico [el de la felicidad y el imperativo categórico como principio moral] y dicho
antagonismo arruinaría por completo a la moralidad, si la voz de la razón no fuera tan
clara en la relación con la voluntad, ni resultara tan perceptible e inextinguible incluso
para el más común de los mortales.6
4. Tres tipos de acciones: obrar contra el deber, conforme al deber y por deber
Uno de los conceptos fundamentales que subyace a toda la filosofía moral kantiana es la intención
(Gesinnung7). La intención es “El primer fundamento subjetivo de la adopción de las máximas”8, es
decir, la elección que hacemos los sujetos de un principio que va a presidir nuestras acciones.
En la intención del hombre se funda su comportamiento moral: si el hombre tiene una buena
voluntad, su intención será pura, esto es, obrará sólo por mor del deber, por puro respeto a la ley
moral; si el hombre tiene una voluntad mala, obrará contra el deber o incluso conforme al deber,
pero su acción será moralmente mala al haber acogido principios heterónomos en su máxima (si ha
obrado para satisfacer sus inclinaciones, persiguiendo de este modo su propia felicidad).
Tras lo expuesto resulta sencillo comprender los tres tipos de acciones que distingue Kant:
1) Las acciones realizadas contra el deber son aquellas en las que tanto la intención del que realiza
la acción como sus consecuencias son malas. Es decir, es hacer el mal (lo contrario a lo que nos
dicta la razón) con una intención egoísta (poniendo nuestra felicidad por encima de nuestro deber).
2) Las acciones conforme al deber, pero no por deber, son aquellas que siguen la ley moral “según
la letra”, mas no según el espíritu: esto es, la acción, desde un punto de vista externo, es buena
(porque sigue lo que dicta el imperativo categórico) pero no se hace con una buena intención o
voluntad, sino por el amor a sí mismo o egoísmo, por el principio de la felicidad, es decir, el que
actúa lo hace para su propio bienestar, buscando satisfacer sus inclinaciones o deseos.
3) Las acciones por deber son, según Kant, las únicas verdaderamente buenas. La acción misma
cumple con lo que dicta la razón (es decir, cumple el imperativo categórico), pero, además, se hace
simplemente por deber, sin buscar ningún tipo de satisfacción a cambio, sin rastro de egoísmo.
Por ejemplo: no ceder el asiento en el autobús a un anciano es una acción contraria al deber (pues
la razón nos dice que deberíamos cedérselo). Si se lo cedemos, pero para quedar bien ante nuestro
acompañante, nuestra intención es egoísta: es una acción conforme al deber. Cedérselo porque nos
lo dicta el imperativo categórico, sin pensar en nuestra felicidad, es una acción por deber.
6 I. Kant, Crítica de la razón práctica, p. 104. Ak. V, 35.
7 La traducción del término Gesinnung es problemática. Elegimos traducirlo por «intención» con Aramayo y Marzoa.
Otra posible traducción es la de García Morente, «disposición de espíritu», que indica un aspecto fundamental de la
Gesinnung: no es una intención particular en una acción concreta, sino una decisión que comporta un modo de
pensar y de ser que se plasma en nuestro carácter.
8 I. Kant, La Religión dentro de los límites de la mera Razón, p. 42. Ak. VI, 25.
ETICAS MODERNAS MAS ALLA DE KANT
Emotivismo moral y utilitarismo
Hasta ahora hemos visto cómo la ética kantiana se puede denominar, sin tapujos, una ética del deber
(ética deontológica) de corte racionalista (pues, para Kant, es la razón la que dicta lo que debemos
hacer y la que es capaz de determinar si una acción es buena o mala). Pero hay además otras
corrientes éticas en la modernidad que denunciarán la incapacidad de la razón para fundamentar
la ética o, incluso, la propuesta kantiana por ser, según ellos, demasiado fría e inhumana. Estas son:
1. El EMOTIVISMO MORAL:
A) DAVID HUME (1711-1776): David Hume fue uno de los autores que más inspiró a Kant a la
hora de plantear su ética pese a sus claras diferencias. Fue el padre del emotivismo moral, doctrina
ética que afirma que la base de la moral son los sentimientos (en concreto el sentimiento moral, al
que podríamos denominar empatía) y no la razón. Llamamos buenas acciones a las que nos
producen satisfacción y malas a aquellas que nos producen tristeza o dolor. Así, si condenamos el
asesinato de una persona inocente no es porque nuestra razón "diga" que está mal, sino porque
sentimos lástima ante la muerte de dicho ser y llamamos malvado al que ha cometido dicha acción.
B) J.J. ROUSSEAU (1712-1778): otro autor de referencia para la ilustración y para Kant que
destacó en filosofía política e inspiró los ideales de la revolución francesa. Su aportación a la ética
-de plena actualidad a día de hoy- es haber defendido que hay que proteger los derechos de los
animales no porque sean seres racionales, sino porque son, como nosotros, seres sintientes (capaces
de sentir dolor y sufrimiento). Para Rousseau el principio moral básico es la piedad que sentimos
ante el sufrimiento ajeno: por ello no podemos tolerar, por ejemplo, el maltrato animal.
C) A. SCHOPENHAUER (1788-1860): este autor alemán criticó duramente a Kant (al que aun así
consideró su maestro) y afirmó que la ética no nos puede dictar deber alguno. Muy al contrario, la
ética parte del sentimiento de compasión, entendido como padecer-con-los-otros, es decir, sentir su
dolor como si fuera el nuestro. Las buenas personas y acciones son aquellas en las que la
compasión vence al egoísmo: el ideal de la ética es dejar de actuar buscando nuestro bienestar y
comprender que, por el contrario, todo ser vivo tiene la misma importancia que nosotros mismos y
nuestros intereses. En este sentido también defendió a los animales, de los cuales llegó a afirmar
que eran, sin duda, mejores que los humanos (únicos seres vivos que hacen daño conscientemente).
2. EL UTILITARISMO de JOHN STUART MILL (1806-1873)
John Stuart Mill perfeccionó la corriente ética denominada utilitarismo, defendiendo que la mejor
acción (y por lo tanto la que deberíamos realizar) es aquella que trae la mayor felicidad al mayor
número de personas. Criticó por ello mismo a Kant: muchas veces actuar según la voz del deber es
inhumano: no otorga mayor felicidad a la humanidad (por ejemplo: desvelar a un niño la identidad
de los Reyes magos porque "nuestro deber es no mentir en ningún caso" sería un acto frío y cruel).
-------------------------------ACTIVIDAD PRINCIPAL DEL TEMA---------------------------------
"Para darnos mejor cuenta de cómo los buenos lo son contra su voluntad, porque no pueden ser
malos, bastará con imaginar que hacemos lo siguiente: demos a todos, justos e injustos, licencia
para hacer lo que se les antoje y después sigámosles para ver adónde llevan a cada cual sus apetitos.
Entonces sorprenderemos en flagrante al justo recorriendo los mismos caminos que el injusto,
impulsado por el interés propio, finalidad que todo ser está dispuesto por naturaleza a perseguir
como un bien, aunque la ley desvíe por fuerza esta tendencia y la encamine al respeto de la
igualdad. Esta licenia de que yo hablo podrían llegar a gozarla, mejor que de ningún otro modo, si
se les dotase de un poder como el que cuentan tuvo en tiempos el antepasado del lidio Giges.
Dicen que era un pastor que estaba al servicio del entonces rey de Lidia. Sobrevino una vez un gran
temporal y terremoto; abrióse la tierra y apareció una grieta en el mismo lugar en que él apacentaba.
Asombrado ante el espectáculo, descendió por la hendidura y vio allí, entre otras muchas maravillas
que la fábula relata, un caballo de bronce, hueco, con portañuelas, por una de las cuales se agachó a
mirar y vio que dentro había un cadáver, de talla al parecer más que humana, que no llevaba sobre sí
más que una sortija de oro en la mano; quitósela el pastor y salióse.
Cuando, según costumbre, se reunieron los pastores con el fin de informar al rey, como todos los
meses, acerca de los ganados, acudió también él con su sortija en el dedo. Estando, pues, sentado
entre los demás, dio la casualidad de que volviera la sortija, dejando el engaste de cara a la palma de
la mano; e inmediatamente cesaron de verle quienes le rodeaban y con gran sorpresa suya,
comenzaron a hablar de él como de una persona ausente. Tocó nuevamente el anillo, volvió hacia
fuera el engaste y una vez vuelto tornó a ser visible. Al darse cuenta de ello, repitió el intento para
comprobar si efectivamente tenía la joya aquel poder, y otra vez ocurrió lo mismo: al volver hacia
dentro el engaste, desaparecía su dueño, y cuando lo volvía hacia fuera, le veían de nuevo. Hecha ya
esta observación, procuró al punto formar parte de los enviados que habían de informar al rey; llegó
al Palacio, sedujo a su esposa, atacó y mató con su ayuda al soberano y se apoderó del reino. Pues
bien, si hubiera dos sortijas como aquélla de las cuales llevase una puesta el justo y otra el injusto,
es opinión común que no habría persona de convicciones tan firmes como para perseverar en
la justicia y abstenerse en absoluto de tocar lo de los demás, cuando nada le impediría dirigirse al
mercado y tomar de allí sin miedo alguno cuanto quisiera, entrar en las casas ajenas y fornicar con
quien se le antojara, matar o libertar personas a su arbitrio, obrar, en fin, como un dios rodeado de
mortales. En nada diferirían, pues, los comportamientos del uno y del otro, que seguirían
exactamente el mismo camino. Pues bien, he ahí lo que podría considerarse una buena demostración
de que nadie es justo de grado, sino por fuerza y hallándose persuadido de que la justicia no es
buena para él personalmente; puesto que, en cuanto uno cree que va a poder cometer una injusticia,
la comete. Y esto porque todo hombre cree que resulta mucho más ventajosa personalmente la
injusticia que la justicia." (Platón, La República, Libro II, III, 359b-360d.)
"Es desde luego conforme al deber que el mercader no cobre más caro a un comprador inexperto;
y en los sitios donde hay mucho comercio, el comerciante avisado y prudente no lo hace, en efecto,
sino que mantiene un precio fijo para todos en general, de suerte que un niño puede comprar en su
casa tan bien como otro cualquiera. Así, pues, uno es servido honradamente. Mas esto no es ni
mucho menos suficiente para creer que el mercader haya obrado así por deber, por principios de
honradez: su provecho lo exigía; mas no es posible admitir además que el comerciante tenga una
inclinación inmediata hacia los compradores, de suerte que por amor a ellos, por decirlo así, no
haga diferencias a ninguno en el precio. Así, pues, la acción no ha sucedido ni por deber ni por
inclinación inmediata, sino simplemente con una intención egoísta."
(I. Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, p. 25, Ak. IV, 397.)
Preguntas:
1. Explica la relación existente entre el interés propio y la bondad/justicia según el texto de Platón.
2. Explica la relación existente entre la intención egoísta y el obrar por deber según el texto de Kant.
3. ¿En qué sentido la visión de la ética que se da en el primer texto es una visión heterónoma de la
misma? ¿Cuál es el criterio o principio que, según el texto, siguen los hombres a la hora de actuar?
4. Desde la perspectiva de una ética formal, autónoma y deontológica, ¿qué cabría responder al
personaje que narra la historia del anillo de Giges acerca de la bondad o de la justicia? ¿Nos
comportamos moralmente sólo porque tenemos miedo de las consecuencias de nuestros actos?
5. De obtener tú un anillo como el del mito, ¿cómo crees que actuarías? ¿Crees que te sentirías
culpable tras tus acciones? ¿Crees que, de cometer todos los actos inmorales que se mencionan en el
texto -robos, violaciones, asesinatos, etc.-, te sentirías culpable por hacerlos?