230. ¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!
El libro del Eclesiastés, también conocido como
Cohélet1, que forma parte del Antiguo
Testamento, comienza y concluye con una frase
que todos conocemos: ¡Vanidad de vanidades,
todo es vanidad!2 Esta expresión puede resultar
difícil de entender, especialmente cuando el
autor sagrado, después de proclamarla,
cuestiona aspectos naturales de la vida temporal
y de nuestras actividades cotidianas. El Cohélet
hace profundas argumentaciones: ¿Qué saca
una persona de toda la fatiga con que se afana
bajo el sol? Una generación va, otra generación
viene; pero la tierra permanece donde está. Sale
el sol, se pone el sol; corre hacia su lugar y de allí
vuelve a salir. … Todos los ríos van al mar, y el mar
nunca se llena. … Todas las cosas cansan. Nadie
puede decir que no se cansa el ojo de ver ni el
oído de oír. Lo que fue, eso será; lo que se hizo,
eso se hará. Nada nuevo hay bajo el sol. Si de
1
El Cohélet es el más breve de los libros sapienciales, su nombre proviene de una palabra hebrea que significa
"el que preside la asamblea" o "el predicador". En la Biblia Católica, se le conoce como Eclesiastés, que
proviene de la palabra griega Ekklesiastés, que significa "miembro de la congregación”. Este libro presenta una
serie de cuestiones sobre el propósito de la vida. Su autor fue probablemente un sabio judío de Palestina.
2
Eclesiastés 1, 2; 12, 8
1
algo se dice: «Mira, eso sí que es nuevo», aun eso
ya sucedía en los siglos que nos precedieron3.
Desde la perspectiva de nuestro camino hacia
Dios, estas palabras nos invitan a reflexionar.
Esto que dice el Cohélet no se trata tanto del
desarrollo científico o intelectual, sino de la vida
humana en sí misma; de nuestras decisiones,
criterios, acciones y sus consecuencias; todo se
repite. La historia de muchos países también
sigue patrones similares: a las épocas doradas
les siguen épocas de complicaciones. Aunque las
cosas se dificulten hoy, mañana pasarán. Todo
cambia, y lo que parece nuevo ya ha sucedido.
En México, por ejemplo, tuvimos en la historia
siglos de oro que pasaron, y luego vinieron
épocas de muchas turbulencias, que también
han pasado. Hoy las cosas se complican, pero
también pasarán. Todo cambia, y lo que sucede
que parece nuevo, ya había sucedido.
La frase vanidad de vanidades se traduce del
hebreo “habel habalim”. La palabra clave aquí es
3
Ibid. 3-5; 7-10
2
“habel”4, que significa “aliento” o “vapor”,
(habalim es el superlativo de habel). Estas
palabras no dicen que las cosas del mundo sean
malas, sino que son efímeras, como el aliento
inconsistente. Para comprender mejor la
intención del autor, consideremos la definición
de “habel” según una nota al pie de la Biblia de
Jerusalén: El término habel significa en primer
lugar vaho o aliento, que es una imagen como la
sombra o el humo, que en la poesía hebrea
describen la fragilidad humana. Y en el Cohélet
evoca lo ilusorio de las cosas, y en consecuencia
la decepción que estas le reservan al ser
humano5. En idioma portugués el traductor de la
Biblia eligió para esta frase las palabras: “Ilusão
de ilusões. Tudo é ilusão”; esto es, Ilusión de las
ilusiones. Todo es ilusión. Ilusión es algo que no
es, no existe. Solo lo eterno perdura: Dios, María
y todo lo relacionado con la vida eterna siempre
son.
4
En la Biblia hebrea es el nombre dado al segundo hijo de Adán y Eva, Abel o Hāḇel, quien tuvo una corta vida.
5
Cf. Biblia de Jerusalén, Desclée de Brouwer, Bilbao 2019. Eclesiastés 1,2 nota al pie (b).
3
Aunque nos involucremos en asuntos
mundanos, debemos mantener una perspectiva
trascendente. Las preocupaciones por los
asuntos temporales y pasajeros no deben
oscurecer nuestra fe. No olvidemos que todo
esto pasará, y que incluso ya sucedió algo
parecido en el pasado, en nuestra historia, o en
la historia de toda la humanidad. En el Sermón
de la montaña, Jesús toca el mismo asunto
usando imágenes de lo que vemos alrededor
nuestro, cuando nos habla del abandono en la
providencia: «¿Por qué preocuparos? Observad
los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan,
ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda
su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la
hierba del campo, que hoy es, y mañana se echa
al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más
con vosotros, hombres de poca fe? No andéis,
pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a
comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos
a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan
4
los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial
que tenéis necesidad de todo eso.»6
Esto confirma que Dios interviene en todo lo
temporal, que se ocupa por todos y cada uno de
nosotros. Y esta preocupación por nosotros se
repite de nuevo en la historia de toda la
humanidad. Lo que escribe el autor del Cohélet,
expresa que siempre de nuevo Dios se ocupa por
nosotros. Siempre notamos que la vida del
hombre pasa, y que nuestra vida es muy frágil.
Sin embargo, muchos viven como si este mundo
fuera eterno. Obviamente no es así, todo pasa y
todo pasará. Pasaron los grandes imperios de la
antigüedad: el imperio romano, el imperio
mongol, el imperio japonés, etc.; así como los
imperios coloniales: el imperio español, el
imperio inglés, el imperio portugués, etc. Y
recientemente, el imperio nazi y el imperio
comunista soviético también pasaron.
Lo único que permanece y es constante es Dios,
así como constante es el amor de Dios. Lo mejor
es no olvidar sobre esta realidad, es mejor no
6
Mateo 6, 28-32
5
vivir como si Dios no existiera, porque si uno vive
como si Dios no existiera se preocupa
excesivamente por lo que sucede en la política,
se preocupa excesivamente por los gobernantes
que toman posesión de sus puestos, y que
trabajan para los partidos con los que ganaron
las elecciones. Si uno se preocupa
excesivamente por estas cosas tan efímeras,
descuida la vida eterna, descuida su relación con
Dios.
En resumen, si en la cita del Eclesiastés:
¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!,7
usamos en lugar de vanidad otra acepción como
lo es ilusión, esta ilusión se puede tener hoy y
mañana pasará, y luego puede aparecer de
nuevo. La historia se repite. Y de una cosa se
pasa a la otra, pero ninguna de estas cosas es
constante. Entonces, solo El que Es8, es quien
puede dar apoyo verdadero, solo Dios es quien
se ocupa por nosotros. «Por eso os digo: No
andéis preocupados por vuestra vida, qué
7
Eclesiastés 1, 2
8
Cf. Éxodo 3, 14; Dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy.»
6
comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os
vestiréis... Buscad primero el Reino de Dios y su
justicia, y todas esas cosas se os darán por
añadidura».9 Si uno mira lo que pasa alrededor
y se olvida de Dios, El que Es, apoyándose en lo
que no es, hace de lo que no es su ídolo, y tarde
o temprano se desilusionará. Santa Teresa de
Ávila dice: Gran remedio es para esto tener
frecuentemente en el pensamiento la vanidad
que son todas las cosas, y lo rápido que se
acaban, para no tener afecto de las cosas que
son tan superficiales y ponerlo en lo que nunca
se ha de acabar10.
Si tenemos en México hoy una situación política
y social complicada, esta puede ser una muy
fuerte llamada para que los mexicanos
escojamos a María como Madre, como Reina de
nuestra patria. Y descubramos en ella lo que es
estable, lo que no cambia y permanece. Como
dice también Santa Teresa en uno de sus
poemas: Nada te espante. ¿Ves la gloria del
9
Ibid. 25
10
Santa Teresa de Ávila. Camino de Perfección, capítulo 10, n. 2
7
mundo? Es gloria vana; Nada tiene de estable.
Todo se pasa. Aspira a lo celeste, que siempre
dura. Fiel y rico en promesas, Dios no se muda11.
Para quienes se apoyan en los que gobiernan, se
apoyan en pura ilusión porque estos pasarán. Tal
vez en un muy corto plazo todo cambiará a una
forma completamente opuesta. Tarde o
temprano, esto necesariamente sucederá. A la
luz del Eclesiastés lo que hay pasará, y lo nuevo
vendrá.
Finalmente, en nuestra vida solo Dios y María
permanecen. Y en este sentido lo que hoy pasa
es como el humo que pasará. Cada uno de
nosotros lo podemos entender a la luz de
nuestra preparación individual para el quinto
centenario de la presencia de nuestra Madre
Santa María de Guadalupe en estas tierras. Dios
quiere que todos y cada uno de sus hijos en esta
Nación, la Nación de María, la escojan
nuevamente como Madre, y pongan toda su
confianza en la comunión con ella.
¡Con María!
11
Santa Teresa de Ávila, Poseías, Nada te Turbe.
8