MITOS
El origen del sol y la luna
En un momento no existían ni el sol ni la luna y los dioses se reunieron para
decidir quién iba a iluminar el universo. Tecuciztécatl dijo que él tenía que
hacerlo, los dioses aceptaron esta propuesta y dijeron que Nanahuatzin se
convertiría en la luna.
Los dioses decidieron que, para convertirse en Sol, Tecuciztécatl tenía que
arrojarse al fuego, pero el dios tuvo miedo y no lo pudo hacer. En su lugar,
Nanahuatzin se tiró al fuego y, por su acto valiente, se transformó en el sol.
Tecuciztécatl se avergonzó por su actitud y decidió tirarse al fuego y, entonces,
se transformó en la luna.
                         Thor y su martillo
El martillo que tenía Thor era mágico, porque cuando el dios lo lanzaba daba
en el blanco y después volvía a su mano. Pero un día, Thor se despertó y su
martillo no estaba.
Thor se enteró de que Thrym, el rey de los gigantes, tenía el martillo. Este rey
le dijo a Thor que se lo devolvería solo si se casaba con la diosa Freyja, pero
ella no quería. Thor y otros dioses acordaron que Thor se disfrazaría de Freyja,
para simular que se casaría con Thrym, y así podría recuperar el martillo.
Thor se disfrazó de Freyja, y en la celebración, Thrym pidió que trajeran el
martillo para bendecir la ceremonia. Pero Thor lo tomó, mató a Thrym y
entonces pudo recuperar su martillo.
                                   Toborochi
El
toborochi es un árbol nativo de Bolivia que posee una forma bastante peculiar y florece
en la víspera del otoño con bellas flores de color rosado.
Según la tradición guaraní, Araverá, la hija del cacique, se casó con el dios Colibrí. Muy
felices y enamorados, esperaban el nacimiento de su primer hijo que, según las
predicciones, crecería para convertirse en un famoso chamán.
Sin embargo, los Añas, deidades malignas, querían acabar con ese niño que podría
amenazar su fuerza. Asustada, Araverá huyó en una silla voladora que le había regalado
su esposo. Para su mala fortuna, los Añas resultaron ser implacables y la buscaron por
todos lados.
Así, volvió al bosque cercano a su aldea y se ocultó dentro de un toborochi que la acogió
amablemente y poco a poco fue tomando la forma de su panza.
Finalmente, Araverá pudo dar a luz a un chico fuerte que podría cumplir su destino. No
obstante, decidió quedarse dentro del árbol y se convirtió en parte de su esencia. De
todos modos, cada año sale en forma de flor para encontrarse con su amado colibrí que
se alimenta de ella con su néctar y da paso a la nueva vida.
                     Anansi y la caja de las historias
En África Occidental existen innumerables historias sobre la araña Anansi, dios
embaucador y maestro en la narración de historias.
Hijo de Asase Yaa, diosa de la tierra, y de Nyame, dios del cielo, poseía la habilidad de
cambiar de aspecto y era muy inteligente, por lo que siempre conseguía sus objetivos.
Aunque era manipulador y gustaba de las travesuras, también buscaba ayudar a las
personas.
En el mundo faltaban las historias, pues Nyame las guardaba todas para él en una caja
con llave. Por ello, Anansi hiló una larga hebra y escaló a los cielos para hablar con su
padre y convencerlo de compartir los relatos.
El dios accedió, pero con la condición de que le trajera tres cosas: Onini la serpiente pitón,
Osebo el leopardo y Mboro, el enjambre de avispones. Nyame sabía que eran animales
extremadamente peligrosos y que su hijo no lo conseguiría.
Sin embargo, Anansi sabía que su astucia podía resultar más poderosa. Primero se acercó a
Onini diciendo que seguro era más larga que el palo que cargaba. La serpiente quiso saber
qué pasaba y la araña le explicó que la gente decía que realmente no era tan grande. Así, le
propuso medirla y cuando la pitón se tumbó, la ató con uno de sus hilos, dejándola presa.
Luego fue con el leopardo exclamando "¿Cómo pueden decir eso de Osebo?". Esto lo intrigó
y se acercó inquisitivo. Anansi le informó que decían que no era lo suficientemente listo para
meterse en un saco que le enseñó. Para demostrar su astucia, saltó en la bolsa, donde fue
apresado.
Finalmente, se dirigió al avispero sobre el que vertió agua. Las avispas salieron del interior,
preguntando si se habían adelantado las lluvias y la araña les tendió una vasija para que se
refugiaran. Una vez que entraron, cerró la abertura y subió al cielo con su botín.
Su padre, sorprendido, liberó a los animales y le entregó la caja. Cuando la abrió, las
historias comenzaron a rodar hacia la tierra, alegrando a los seres humanos.