RELACIONES
SALUDABLES
Estudio de 6 semanas
Grupos Pequeños/ Satélite Iglesia Cristiana
SEMANA 1. Fuimos creados para relacionarnos
SEMANA 2. Buscando la madurez relacional
SEMANA 3. Cuando el pasado no resuelto nos alcanza
SEMANA 4. Hablando se entiende la gente
SEMANA 5. Diferentes niveles de intimidad
SEMANA 6. Estableciendo límites saludables
INTRODUCCIÓN
Dios creó al ser humano como un ser relacional. Hombres y mujeres, desde que nacen
hasta que mueren, tejen un sinnúmero de relaciones a lo largo de su vida en este mundo.
Sin embargo, no todas las maneras de relacionarnos son saludables. En ocasiones caemos
en vicios de conducta que entorpecen o lastiman nuestras relaciones.
En este sencillo estudio de 6 semanas buscaremos la guía de la Palabra de Dios para la
construcción de relaciones saludables.
Les invitamos a que aprovechen al máximo su tiempo juntos en el gurpo, conversando
cada uno de los temas que contiene este estudio. Respeten la opinión de los demás, sean
breves al hablar teniendo en cuenta que hay limitaciones de tiempo y que otros también
desean también participar.
Eviten juzgar o menospreciar las opiniones de otros que no coincidan con la suya.
Respétense unos a otros y confíen en el Espíritu Santo para guiar al grupo a la verdad de
las Escrituras.
Recuerden que tampoco debe existir la presión para participar si alguna persona del
grupo no desea hacerlo. Observen la confidencialidad de todo lo que se comparta en los
momentos de testimonios y oración. A fin de crear un ambiente seguro para la
participación franca, cualquier cosa que alguien exprese dentro del grupo no debe
contarse fuera de este. Sin embargo, siéntanse libres de hablar y compartir su propia
historia y sus experiencias de crecimiento personal, si así lo desean.
Recuerden también animarse como grupo en los días siguientes. Tomen muchas notas.
Hagan resúmenes de lo reflexionado en cada sesión, y repásenlos en días posteriores.
¡Que Dios los bendiga!
Satélite Iglesia Cristiana
SEMANA 1. Fuimos creados para relacionarnos
Una de las primeras frases de la Biblia es la siguiente: “No es bueno
que el hombre esté sólo” (Génesis 2:18). Desde el principio de los
tiempos Dios expresa esta frase, no solamente para describir la
complementariedad que existe entre hombre y mujer, sino también
para hacernos reflexionar sobre la necesidad que tenemos de
compañerismo.
Dios dese le principio pensó en que el ser humano viviera en
comunidad. Esto es claro en la unión matrimonial, en la familia, en las
sociedades. Hombres y mujeres fuimos creados para el
compañerismo.
Compañerismo con Dios y compañerismo con
otras personas.
De forma simple, observamos que el ser humano tiene 2 relaciones
básicas en la vida: su relación con Dios, y su relación con los demás.
Jesús lo confirmó con claridad cuando en su tiempo le preguntaron
acerca del más grande e importante mandamiento. Él respondió:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y
con toda tu mente. Este es el primero y más importante
mandamiento. Y el segundo es semejante al primero: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda
la ley y los profetas.” (Mateo 22:37-40 RVC)
El pastor Rick Warren en su devocional “esperanza diaria” lo expresó
de la siguiente manera:
“Si no vives una vida de amor, entonces nada de lo que dices importará,
nada de lo que sepas importará, nada de lo que creas importará, y nada
de lo que des importará. Finalmente, si no vives una vida de amor, nada
de lo que logres importará. La Biblia dice en 1 Corintios 13:3: “Si diera todo
lo que tengo a los pobres y hasta sacrificara mi cuerpo, podría jactarme
de eso; pero si no amara a los demás, no habría logrado nada”(NTV).
Puedes hacer una lista de grandes logros personales. Puedes aparecer en
la portada de la revista Fortune. Puedes ganar el premio Nobel de la paz.
Puedes tener grandes logros, ser el empresario del año, construir una
empresa que valga millones de dólares, tener un increíble éxito en el área
de trabajo. Pero la Biblia dice que no tiene valor si no amas. La Biblia dice
—Dios dice— las relaciones son más importantes que los logros. La vida
se trata de relaciones no de logros. Es tan simple como esto: Tu puedes
tener la elocuencia de un orador, el conocimiento de un genio, la fe de un
hacedor de milagros, la generosidad de un filántropo, los logros de una
superestrella, pero si no tienes amor en tu corazón, no vale nada, no
cuenta. Lo único que le importa a Dios es esto: ¿Amas a Dios?, y ¿Amas a
otras personas? Un día morirás, y estarás parado frente a Dios. Cuando Él
evalúe tu vida, Él no mirará tu cuenta bancaria o a tu lista de logros o
calificaciones. No le importará todos tus trofeos de deportes Él no mirará
quién te recomienda o tu hoja de vida. Dios evaluará tu vida bajo una
regla, tus relaciones. Él te preguntará “¿Cuánto me has amado y cuánto
has amado a otras personas?”.
Preguntas para la reflexión en grupo:
¿Qué tan importante es para ti relacionarte con otras
personas?
¿Eres el tipo de persona a la que se le dificultan las relaciones
personales, o del tipo de persona que disfruta relacionarse
con otros? ¿Habías considerado antes que el mayor y más
grande mandamiento habla de relaciones?
¿Qué relación crees que exista (si crees que existe alguna)
entre el amor a Dios y el amor a los demás?
La pandemia de la soledad
La BBC, en un artículo publicado el 7 de agosto de 2023, presentó
varios estudios efectuados por diversas instituciones de salud,
realizados a mediados del presente año. Los resultados son
alarmantes: “Hay una epidemia de soledad”.
Pareciera paradójico que en una generación cada vez más conectada
en lo tecnológico, dichos estudios revelen que la gente está
padeciendo trastornos fuertes debido a la soledad en la que viven. 3
de cada 5 personas del mundo occidental se sienten solos. Esto
resulta en una amenaza para su bienestar físico y emocional,
convirtiéndose ya en un problema serio de salud pública.
El principal vocero en asuntos de salúd pública del gobierno federal
de los Estados Unidos, Vivek Murthy, afirma categóricamente: “El
impacto en la mortalidad de estar socialmente desconectados es
similar a fumar 15 cigarrillos al día.” ¡Es asombroso el efecto que la
soledad produce en el ser humano!
Las tendencias hacia el aislamiento siguen creciendo. Según otro
estudio llevado a cabo en diversas metópolis de Estados Unidos y
Latinoamérica, el tiempo que los jóvenes pasaban con amigos se
redujo en un 70% durante los últimos 20 años. Una encuesta de Ipsos
realizada en 2020, reveló que en Brasil el 36% de los encuestados
manifestaron sentir profunda soledad; en Perú un 32%, en Chile un
30%, mientras que en Argentina y en México un 25%.
¡Al menos una de cada cuatro personas en América Latina dice
sentirse solo! Esta situación, según expertos, está asociada con
mayores riesgos de enfermedades cardiovasculares, demencia,
accidentes cerebrovasculares, depresión, ansiedad y muerte
prematura.
Algunas de las razones que expresan las personas que se sienten
solas, es que no tienen el suficiente tiempo para dedicarse a la
interacción social. Para otros, socializar no es una necesidad primaria
y la relegan como algo de poca importancia. Algunos más se sienten
culpables apartando tiempo para ver a sus familiares o amigos,
argumentando que podrían “estar haciendo algo productivo”.
Preguntas para la reflexión en grupo:
¿Te cuesta trabajo apartar el tiempo para conectar con otras
personas?
¿Crees que la socialización es una actividad prioritaria o
secundaria en la vida del ser humano?
Madurez espiritual y madurez emocional
Una de las cartas más interesantes de todo el Nuevo Testamento es
la primera carta de Pablo a los Corintios. A todas luces la carta nuestra
lo bendecida que era esta iglesia. La iglesia en Corinto estaba llena de
dones y bendiciones de parte de Dios, sin embargo, había un grave
problema: entre ellos existían grandes conflictos.
Entre los problemas relacionales que el apóstol Pablo menciona en la
carta estaban los pleitos, sectarismos, favoritismos, clasismo,
tolerancia al pecado, entre muchos otros. A pesar de ser una iglesia
tan bendecida, es evidente por el contenido de la carta, que sus
relaciones personales estaban bastante deterioradas.
Es por ello que aparece en el capítulo 13 de la carta la preeminencia
del amor. Básicamente el apóstol sitúa al amor y las relaciones por
encima de cualquier ejercicio espiritual o ministerial. Pablo relaciona
la verdadera espiritualidad con nuestra capacidad de amar bien a los
demás.
Preguntas para la reflexión en grupo:
¿Cambia en algo tu concepto de madurez espiritual la lectura
de 1era de Corintios 13:1-3?
Conclusión
El ser humano fue hecho un ser social. ¡Necesitamos
relacionarnos con Dios y con otras personas! Ese fue el diseño
que Dios puso en nosotros. Somos seres relacionales.
La soledad y el aislamiento no solamente van en contra del diseño
que Dios puso en el ser humano, sino que trae graves efectos en
nuestra persona (como lo hemos visto en esta sesión).
Seamos intencionales en la construcción de relaciones. Apartemos
tiempos y lugares para encontrarnos con Dios y con otras personas.
¡Todo en la vida se trata de relaciones! Recordemos que la medida de
la madurez espiritual va de la mano con la medida de nuestra
madurez emocional y relacional.
Versículo para memorizar esta semana:
“No es bueno que el hombre esté sólo”
(Génesis 2:18)
SEMANA 2. Buscando la madurez relacional
El apóstol Juan es conocido popularmente como “el apóstol del
amor”. Mucho del contenido de su evangelio y sus cartas hablan
acerca del amor. El apóstol escribió en su primera carta, en el capítulo
4, versículo 21:
“Nosotros recibimos de él este mandamiento: El que ama a
Dios, ame también a su hermano.”
Tener relaciones saludables con otras personas (sobretodo nuestros
hermanos en la fe) es un mandamiento de Jesús que Juan le recuerda
a sus lectores en el primer siglo. El amor debe ser la carácterística
primordial de las relaciones que tenemos con otros.
Algunos de nosotros podemos excusarnos: “Yo no tengo ningún
problema con Dios, pero no me pidan relacionarme con otras
personas en la iglesia”. Juan respondería, inspirado por el Espíritu
Santo, que eso es imposible. Que aquella persona que profesa amor
por Dios, debe asimismo esforzarse por amar a sus hermanos en la
fe y a toda persona a su alrededor.
“Si lo que llamamos amor no nos lleva más allá de nosotros
mismos, entonces no es amor”
Oswald Chambers.
Amar a Dios nos capacita para amar a los demás
Podemos empezar diciendo que la capacidad que tenemos para amar
a los demás debe surgir de nuestra relación íntima, profunda y
personal con Dios. Es Él quien nos dará la capacidad para amar a los
demás como Él quiere que los amemos. Nuestra capacidad para amar
es limitada. La de Dios es ilimitada.
La Biblia declara categóricamente que “Dios es amor”
(1era Juan 4:8)
Dios no solamente tiene amor; Dios no solamente da amor.
Dios ES amor. Es parte de su carácter y naturaleza. Es parte de
su esencia. Él es amor.
Es por eso que si deseamos amara otros, todo comenzará por nuestra
relación íntima, profunda y personal con Dios. Dicha intimidad con
Dios nos llevará a mejorar nuestra relación con otros.
La Biblia también nos enseña Romanos 5:5b: “…porque Dios ha
derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos
ha dado...” (memoriza este versículo durante la semana)
¿Qué significa esto?
Que si descansamos en nuestras fuerzas o nuestra capacidad para
amar a otros fracasaremos casi de inmediato. Sin embargo, si
echamos mano del amor de Dios que Su Espíritu Santo da como fruto
al creyente (Gálatas 5:22) es mucho más probable que tengamos
éxito al amar y relacionarnos saludablemente con los demás.
Necesitamos que el amor de Jesús fluya dentro de nosotros si
queremos que fluya fuera de nosotros.
Preguntas para la reflexión en grupo:
¿Has experimentado alguna vez que el amor de Dios te
capacita para amar a otros?
¿Puedes compartir con el grupo alguna ocasión en donde el
Espíritu Santo te animó a amar a alguien a pesar de qué tal
vez tú no querías hacerlo?
«Cercanía a Dios trae parecido a Dios. Cuanto más veas a
Dios, más de Dios será visto en ti»
Charles Spurgeon.
Niveles de madurez emocional
En su material de estudio “Relaciones Emocionalmente Sanas”,
Peter Scazzero identifica diferentes grados de madurez emocional.
Es un sano ejercicio identificar con claridad cual puede ser nuestro
nivel de madurez emocional al relacionarnos con otros.
Este no es un ejercicio para examinar a otros. Es un ejercicio para
examinarnos a nosotros mismos. Jesús hablaba fuertemente en
contra de la tendencia de juzgar a otros y ser indulgentes con
nosotros mismos (Mateo 7:1-5). Pablo, escribiendo su 2da carta a los
Corintios invita a los mismo, luego de reprenderlos por todos los
conflictos que existían en dicha iglesia:
“Examínense ustedes mismos y vean si permanecen en la fe;
pónganse a prueba ustedes mismos. ¿O acaso ustedes mismos no se
conocen? ¿Acaso no saben que Jesucristo está en ustedes? ¡A menos
que no hayan pasado la prueba!”
2 Corintios 13:5 RVC
Scazzero identifica estos 4 niveles básicos de madurez
emocional (reproducido con permiso expreso del autor):
“Es fácil crecer físicamente hasta llegar a ser adultos en términos
cronológicos. Otra cosa es crecer como adultos en términos emocionales.
Muchas personas pueden ser adultos jóvenes, de mediana edad o mayores
desde el punto de vista cronológico, pero seguir siendo bebés, niños o
adolescentes emocionales. El siguiente diagnóstico es una herramienta
sencilla que te ayudará a determinar tu nivel de madurez
espiritual/emocional. Aparta unos minutos para reflexionar sobre esta
sencilla evaluación y tener una idea de dónde te encuentras como un
discípulo de Jesucristo. Esto te ayudará a comprender si tu discipulado ha
tenido un impacto en los componentes emocionales de tu vida y, si es así,
en qué grado. Será un reto para que consideres si eres un bebé, un niño,
un adolescente o un adulto en términos emocionales... Es natural que te
sientas incómodo o preocupado por algunas de las preguntas. Trata de
ser tan vulnerable y sincero como sea posible. Recuerda que el inventario
no te revelará nada que sea nuevo para Dios. Busca un momento para
orar de manera que Dios guíe tus respuestas, y para recordar que puedes
permitirte ser honesto porque él te quiere mucho y de manera
incondicional.
Tiempo de inventario personal:
Tomen 15 minutos para contestar el siguiente cuestionario de forma
individual. Contesten lo más sinceramente posible. Al finalizar,
comparen sus resultados personales con los 4 niveles de madurez
emocional.
RESULTADOS:
Bebé emocional: Busco que otras personas me cuiden
emocional y espiritualmente. A menudo tengo dificultades para
describir y experimentar mis sentimientos de una manera sana, y rara
vez entro al mundo emocional de los demás. Me siento motivado
constantemente por la necesidad de gratificación instantánea,
usando con frecuencia a otras personas como objetos para satisfacer
mis necesidades. La gente en ocasiones me percibe como
desconsiderado e insensible. Me siento incómodo con el silencio o
cuando estoy solo. Cuando se presentan pruebas, dificultades o
problemas, me dan deseos de abandonar a Dios y la vida cristiana. A
veces experimento a Dios en la iglesia y cuando estoy con otros
cristianos, pero rara vez cuando estoy en el trabajo.
Niño emocional: Me siento contento cuando la vida transcurre
como yo quiero. Sin embargo, tan pronto como la desilusión o el
estrés entran en escena, rápidamente me desmorono por dentro. A
menudo me tomo las cosas personalmente, interpretando los
desacuerdos o las críticas como una ofensa personal. Cuando no me
salgo con la mía, con frecuencia me quejo, hago un berrinche
emocional, me retiro, manipulo, soy evasivo, me vuelvo sarcástico o
decido vengarme. A menudo termino viviendo de la espiritualidad
de otras personas, porque estoy muy sobrecargado y distraído. Mi
vida de oración consiste principalmente en hablar con Dios, decirle
qué hacer y cómo arreglar mis problemas. La oración es un deber, no
un placer para mí.
Adolescente emocional:No me gusta cuando los demás me
cuestionan. Con frecuencia hago juicios e interpretaciones rápidas del
comportamiento de las personas. No perdono a los que pecan contra
mí, y los evito o rechazo cuando me hieren de alguna manera. Llevo
la cuenta a nivel subconsciente del amor que doy. Tengo problemas
para escuchar realmente el dolor, las decepciones o las necesidades
de otras personas sin preocuparme por mí mismo. A veces me
encuentro demasiado ocupado para pasar el tiempo adecuado
cultivando mi vida espiritual. Asisto a la iglesia y sirvo a los demás,
pero disfruto de pocos deleites en Cristo. Mi vida cristiana sigue
consistiendo principalmente en hacer, y no en estar con él. La oración
sigue consistiendo principalmente en que yo hablo, pero dedico poco
tiempo al silencio, la soledad, o escuchar a Dios.
Adulto emocional: Respeto y amo a los demás sin tener que
cambiarlos ni juzgarlos. Valoro a las personas por lo que son, no por
lo que me puedan dar o por cómo se comporten. Asumo la
responsabilidad por mis propios pensamientos, sentimientos, metas
y acciones. Puedo expresarles mis propias creencias y valores a
aquellos que no están de acuerdo conmigo, sin que se conviertan en
adversarios míos. Soy capaz de autoevaluar con precisión mis límites,
fortalezas y debilidades. Estoy profundamente convencido de que soy
amado de forma absoluta por Cristo y, como resultado, no busco que
otros me digan que estoy bien. Soy capaz de integrar el hacer por Dios
y el estar con él (María y Marta). Mi vida cristiana ha pasado de servir
simplemente a Cristo a amarlo y disfrutar de la comunión con él.
Tiempo de oración en grupo:
Tomen 10 minutos para orar unos por otros. Pidan a
Dios avanzar en su grado de intimidad con Él, y como
consecuencia en su madurez emocional para
relacionarse con otros.
SEMANA 3. Cuando el pasado no resuelto nos alcanza
¿Qué relación puede tener un pasado no resuelto con nuestras
relaciones presentes? ¡Mucho!
Nota lo que el autor a los Hebreos escribe: “Tengan cuidado. No
vayan a perderse la gracia de Dios; no dejen brotar ninguna raíz de
amargura, pues podría estorbarles y hacer que muchos se
contaminen con ella.”
Hebreos 12:15 RVC (versículo para memorizar esta semana)
Este pasaje nos enseña varias cosas. La primera de ellas es que la
gracia de Dios está disponible para nosotros, pero existe la posibilidad
de perderla. La Gracia de Dios presenta la oportunidad de hacernos a
nosotros mismos las personas que Dios quiere que seamos, y disfrutar
la vida que Dios quiere que disfrutemos. Todas estas cosas están
disponibles únicamente en la gracia, favor y misericordia de Dios.
Sin embargo, existe un enemigo para que disfrutemos de estas cosas:
la amargura.
Una definición muy práctica de amargura sería la siguiente: la
amargura es el producto residual de tropiezos y heridas del pasado
que no fueron adecuadamente tratados conforme a la voluntad de
Dios. Ninguna persona está exenta de tropiezos, fallos o dolores; sin
embargo, hay personas que las tratan adecuadamente y personas que
no. Hay personas que se pierden de las bendiciones que Dios quisiera
para ellas simplemente por estar atados a heridas del pasado. Su
amargura no les permite disfrutar de las cosas que por gracia Dios
quiere darles en el futuro.
Piénsalo por un momento: una relación amorosa fallida (y que no fue
sanada correctamente conforme a la voluntad de Dios) corre el riesgo
de producir amargura en la persona, la cual le impedirá abrirse a una
nueva relación; una amistad quebrantada en el pasado (y no tratada
adecuadamente) evitará a la persona disfrutar de nuevas y mejores
amistades en el futuro tal vez por el miedo de volver a ser lastimado.
La amargura nos impide disfrutar de las nuevas bendiciones y
misericordias que Dios quiere darnos cada día.
¡Y no solamente eso! ¡Afecta nuestras relaciones presentes! ¡Afecta
a otras personas! El pasaje dice que “muchos se contaminan con
ella”. Una persona que carga con amarguras y dolores en su corazón
por pasados no resueltos, no solamente le afecta a ella, muy
probablemente contaminará sus relaciones presentes. Las personas
amargadas muy difícilmente pueden tener relaciones saludables.
Hay una nota importante también en este pasaje: el escritor reafirma
la responsabilidad corporativa de los creyentes. “Mirad que nadie
deje de alcanzar la gracia de Dios”. Como miembros del cuerpo de
Cristo, somos responsables de vigilar el uno por el otro. Tenemos la
tarea de acompañarnos los unos a los otros en asuntos espirituales y
emocionales que puedan producir raíces de amargura, de manera
que podamos crecer y florecer en la gracia de Dios y no nos veamos
privados de ella. En otras palabras, hay que evitar la indiferencia
manifestada por Caín, quien preguntó: “¿Soy yo el guarda de mi
hermano?” (Génesis 4:9). En vez de ello debiéramos preguntarnos el
uno al otro por nuestro bienestar espiritual, emocional y relacional.
Preguntas para la reflexión en grupo:
¿Puedes identificar alguna herida o dolor del pasado que nos has
resuelto conforme a la voluntad de Dios? ¿Has identificado que
esto puede dañar tus relaciones presentes? ¿Has compartido con
algun creyente maduro en la fe estas situaciones aún sin resolver?
Celebremos la recuperación
Como iglesia hemos identificado la necesidad de un espacio seguro
para tratar asuntos dolorosos del pasado. “Celebremos la
Recuperación” es un ministerio donde puedes encontrar ayuda y
esperanza para sanar de heridas, hábitos y complejos, y así
comenzar la recuperación a través de Jesucristo.
A través de diferentes espacios, este precioso ministerio de nuestra
iglesia ofrece la posibilidad de encontrar paz, serenidad y gozo, a
medida que se desarrolla una relación personal más fuerte con Dios,
contribuyendo significativamente a una mejor y más sana relación
con nuestros semejantes.
Si deseas más información acerca de este ministerio, no dudes
en llamar a las oficinas de nuestra iglesia, o buscar en redes sociales
las cuentas oficiales de “Celebremos la Recuperación”.
¡Avancemos hacia la sanidad interior!
Es interesante notar que el autor a los Hebreos ocupa un ejemplo de
la maleza para referirse a la amargura. Es como una raíz que comienza
pequeña y crece; y en la medida que se desarrolla va contaminando a
otros.
Las raíces de diversas malezas se propagan rápidamente y producen
plantas en todos los lugares donde crecen tales raíces. Esto significa
que nuestras actitudes de amargura, com mucha facilidad pueden
resultar en actitudes de amargura en nuestros más cercanos. Es decir,
si los hijos constantemente escuchan a un padre quejándose por
todo, seguramente pronto los hijos repretirán el mismo patrón de
queja. El verbo contaminar, manchar (μιαίνω – miainō) comunica la
idea de darle color a algo pintándolo o manchándolo. Literalmente el
autor a los Hebreos nos recuerda que la amargura mancha. Es
contagiosa. ¡Eviten la amargura porque mancha!
Y no solamente eso, tales raíces y plantas traen dificultades para las
plantas útiles que se ven privadas de los nutrientes necesarios; como
resultado, hay una cosecha escasa. Lo mismo pasa con la amargura.
Una persona amargada, difícilmente encontrará el ánimo de ser
productivo a favor de otros. Por el contrario, una persona sana
emocionalmente, encotrará gozo y satisfacción a la hora de poner sus
dones, recursos, talentos, tiempo, al servicio de los demás. ¡La
productividad está íntimamente relacionada con el estado de
nuestro corazón!
Preguntas para la reflexión en grupo:
¿Habías considerado la relación entre amargura y falta de fruto?
¡Avancemos a la gracia de Dios!
Así como vimos las nefastas consecuencias de la amargura, hay que
reconocer las enormes bendiciones cuando esta se va de la vida del
creyente.
El primer paso para superar la amargura es reconocerla en nuestras
vidas. En ocasiones, las últimas personas en enterarse de nuestra
amargura ¡somos nosotros mismos! De ahí la importancia de la
comunidad. Hermanos maduros en la fe nos dirán con amor y firmeza
cuando encuentren un cambio de actitud en nosotros que denote que
la raíz de amargura está brotando.
Un segundo paso es reconocer aquello que está produciendo
amargura en nuestro corazón. Tal vez púeda ser una herida del
pasado. Tal vez puede ser una conversación inconclusa con alguien
que nos defraudó. Identificar la fuente de nuestra amargura nos
facultará para dar los pasos hacia la sanidad.
Un tercer paso es decidir perdonar. El perdón es un ingrediente
fundamental para avanzar hacia la gracia de Dios. Perdonamos a otros
porque Dios nos ha perdonado a nosotros (Efesios 4:32). El perdón es
una decisión más que un sentimiento. Es un acto de obediencia a Dios
en pos de nuestra sanidad espiritual y emocional. ¡Aún la Clínica Mayo
destaca los beneficios del perdón y de dejar atrás el resentimiento y
la amargura! En un artículo publicado el 8 de febrero de 2023, la
Clínica Mayo menciona que perdonar conduce a relaciones más
saludables, a una mejor salud mental, a un menor grado de ansiedad,
estrés y hostilidad, a menos síntomas de depresión, a la disminución
de la presión arterial, a un sistema inmunitario más fuerte, a una
mejor salud del corazón y a una mayor autoestima. ¡Perdonar te hará
bien! Por cierto, es necesario recordar que el perdón no
necesariamente significa continuar con una relación tóxica o
continuar relacionándote con alguien que no cambia en sus
comportamientos nocivos hacia tu persona (a veces es mejor tomar
distancia).
Por último, enfócate en lo que Dios tiene para ti en el presente. No
permitas que cuestiones del pasado te dejen estancado en el
pasado. ¡Permite que la incomparable gracia de Dios te llene
de sus mejores bendiciones para ti el día de hoy!
Conclusión
Nuestro pasado puede afectar positiva o negativamente a
nuestras relaciones hoy. Cuando hemos sufrido algún dolor o
decepción en el pasado, esto puede producir amargura en
nuestros corazones si no es tratado a la manera de Dios.
¡No permitamos que esto ocurra y dañe nuestras relaciones
presentes llenándolas de amargura! Tomemos las decisiones,
acciones y pasos concretos necesarios para vivir una vida libre
de amargura, y así poder disfrutar de la gracia que Dios tiene
para nosotros hoy.
SEMANA 4. Hablando se entiende la gente
El ser humano, a diferencia del resto de la creación, fue dotado por
Dios para verbalizar de manera clara, explícita e inteligible, sus
pensamientos, sentimientos, emociones, anhelos. Hombres y
mujeres recibieron de parte de Dios la capacidad de comunicarse
libremente y a voluntad. Palabras, frases, gestos, lenguaje no verbal,
son herramientas que nos permiten expresar lo que deseamos
expresar.
Sin embargo, aunque la comunicación es una facultad inherente al ser
humano, no siempre la llevamos a cabo de la mejor manera. Aunque
podemos comunicarnos debemos aprender a hacerlo. Los malos
entendidos son frecuentes dada la falta de pericia a la hora de
comunicarnos con otros.
La Biblia en muchos pasajes nos enseña el tipo de comunicación
saludable que espera de aquellos que buscan a honrar a Dios.
Versículo tras versículo la Sagrada Escritura nos invita a comunicarnos
bien para relacionarnos bien.
Por ejemplo, el libro de Santiago, capítulo 1, versículo 19, dice: "Mis
queridos hermanos y hermanas, sed prontos para oír, tardos para
hablar y lentos para la ira". Este pasaje nos recuerda que la escucha
atenta nos abre la puerta para mejorar nuestras relaciones, y que a
menudo, una tarea más importante que hablar es escuchar con
atención. También nos recuerda que cuando apresuramos nuestras
palabras sin escuchar al otro, fácilmente podemos responder con ira.
Es muy similar a lo que enseña Proverbios 18:13: “¡Cuán presuntuoso
y ridículo se muestra el que responde antes de oír!”
Otro claro ejemplo es Proverbios 15:1, donde dice: "Una blanda
respuesta ahuyenta la ira, pero la palabra áspera provoca la cólera".
Muchas veces en las discusiones perdemos los estribos, sin embargo,
este pasaje anima a los cristianos a lidiar con el antagonismo de una
manera que demuestre empatía, perdón y buena voluntad. También
deja en claro la idea de que el ataque invita siempre al contraataque,
ofender propicia la ofensa y el rencor alienta la maldad, volviéndose
un circulo vicioso interminable.
En Efesios, capítulo 6, versículo 4, se les habla a los padres: "no
provoquen a sus hijos con la ira, sino criadlos en disciplina y
amonestación del Señor". De acuerdo con la Biblia, un padre o una
madre deben ser considerados por los hijos en casa como su
autoridad directa, sin embargo esto no debe resultar en abusos
verbales, ridiculizaciones u ofensas hacia los hijos abusando de la
autoridad. El versículo señala que los padres deben tener tacto en el
trato con los hijos y que la obediencia se alcanza mejor a través del
respeto que del miedo. A los padres cristianos se les advierte en
contra de reprender a los hijos de una manera excesivamente dura y
hostil.
Preguntas para la reflexión en grupo:
¿Conoces algún otro pasaje de las Escrituras que enseñe
sobre comunicación efectiva que honra a Dios?
¿Puedes compartirlo con el grupo?
Algunos principios básicos para mejorar nuestra
comunicación
El principio del momento correcto: “A todo el mundo le gusta una
respuesta apropiada; ¡es hermoso decir lo correcto en el momento
oportuno!” Proverbios 15:23 NTV (versículo para memorizar esta
semana)
¡Qué importante encontrar el momento oportuno para tener
conversaciones cruciales! El Dr. James Dobson, especialista en temas
familiares, apunta lo siguiente: “El amor perece en una
conversación cuando olvidamos cómo debemos hablarnos
unos a otros. Pero de igual importancia que las palabras adecuadas
son los momentos adecuados para hacerlo. Si hay algo que tengas que
hablar con alguien, espera a que no haya otras personas alrededor
(por ejemplo, si tienes que hablar con tu cónyuge no lo hagan frente
a los niños). Tampoco saques temas importantes a la hora de la cena,
en donde probablemente la familia está agotada y resuelta a tomar
un baño y descansar (a menos que sea algo de extrema urgencia).
Aparta también de las conversaciones importantes aparatos
electrónicos, teléfonos celulares, computadoras, o todo
aquello que distraiga la comunicación efectiva.”
Creo incluso que hablar de ciertos temas requerirá de apartar
tiempo intencionalmente en tu agenda. Hacer una cita previa con tu
cónyuge, o con tu amigo, o con tu compañero de trabajo. Esto
recuerda a ambas partes que lo que se conversará tiene suma
importancia y por ello se busca el momento oportuno para tratarlo.
El principio de las formas correctas: “Hay gente cuyas palabras son
puñaladas, pero la lengua de los sabios sana las heridas.” Proverbios
12:18 RVC
Formas son fondos. Es una verdad. Cuando en verdad tenemos
la intención de honrar a Dios con nuestras relaciones, nuestro corazón
estará alineado con el suyo en nuestras conversaciones. Así que si
nuestra intención es honrar a Dios, esto se verá claramente
demostrado en las formas que ocupemos en nuestras
conversaciones.
Pasar tiempo en oración y en la lectura de la Biblia como un hábito,
y hacerlo de forma particular antes de entablar una conversación
crucial, son aspectos importantes a recordar. No por nada Jesús
decía que “de la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6:45).
Si una persona está pasando tiempo con Dios de forma diaria, será
evidente en la forma en la que converse con otras personas.
No está de más recordar que palabras altisonantes, groserías, gritos,
insultos, manoteos, golpes, y cualquier clase de expresión verbal o
no verbal proferida con la finalidad de lastimar a otra persona, está
completamente fuera de la voluntad de Dios. (Efesios 4:29).
Recordemos que “las palabras NO se las lleva el viento” pues de
cada una de ellas daremos cuentas a Dios (Mateo 12:36). Para hablar,
busquemos hacerlo respetuosa, clara, honesta, precisa y
oportunamente. Para escuchar, busquemos prestar toda la atención
(aún cuando no estemos de acuerdo), ponernos en los zapatos del
otro, no minimizar lo que nos está diciendo, evitar juzgar o
interpretar (somos incapaces de leer la mente de otros) y terminar
con una pregunta: «¿Qué es lo más importante que quieres que
yo recuerde de lo que me contaste?».
Y hablando del tema de las formas, es importante también la
comunicación no verbal. Por ejemplo, si vas a hablar un tema sensible
con tu pareja, tomar de la mano, mirarse cara a cara, ver a los ojos,
son aspectos importantes para cuidar. Dar un abrazo sincero y
respetuoso cuando la persona nos cuente algo y comience a llorar.
Detalles que probablemente puedan parecernos pequeños e
insignificantes, marcan una gran diferencia a la hora de comunicarnos
con otros.
El principio de verificar: “Inclina tu oído y escucha las palabras de los
sabios; aplica tu corazón a mi sabiduría.” Proverbios 22:17 RVC
¿Alguna vez te ha pasado que le has dicho algo a alguien y esa persona
ha malentendido aquello que le dijiste? ¿O viceversa? ¿Qué alguien
te dice algo que tu entiendes de cierta forma, y resulta que no era de
la forma en que pensabas? Por otra parte, muchas veces pensamos
algo pero no lo expresamos como lo pensamos. Hay una distancia
entre lo que queremos decir y lo que realmente decimos.
Un buen ejercicio para las sanas conversaciones es verificar. ¿Qué es
verificar? Es simplemente preguntar a tu interlocutor: “Lo que me
quieres decir es que…” y expresar lo que has entendido para ver si lo
has entendido bien. Busca expresar con tus propias palabras, y lo más
claramente posible, aquello que crees haber oído y espera a ser
confirmado o corregido.
Cuando verificamos, estamos comprobando que nuestra
comunicación esta siendo efectiva. Que realmente estamos diciendo
lo que queremos decir, y la otra persona ha escuchado lo mismo.
El principio de orar: “Oren sin cesar”
(1era Tesalonicenses 5:17)
La oración es la respiración del cristiano. La continua
invitación de la Palabra es a mantener una vida de oración constante.
¡Cuánto más en momentos en donde necesitamos sabiduría para
comunicarnos mejor (Santiago 1:5)!
Un excelente hábito es iniciar y terminar orando con la persona que
vamos a conversar. Orar al principio pidiendo la guía del Espíritu
Santo y orar al final pidiendo al mismo Espíritu Santo que lo
conversado y los acuerdos tomados glorifiquen a Dios. Cuando
iniciamos orando de forma honesta y sincera, estamos
“pavimentando” el camino para una conversación sana y
respetuosa. Estamos sometiendo ambos nuestra voluntad a la
voluntad de Dios, lo que muy probablemente resultará en un “tono”
mucho mejor en la plática.
Preguntas para la reflexión en grupo:
¿Conoces algún otro u otros principios que te hayan ayudado a tener
conversaciones sanas con otras personas?
¿Puedes compartirlos con el grupo?
¿Qué tan bueno soy comunicándome “encarnacionalmente”?
Peter Scazzero, en su material de discipulado “Relaciones
emocionalmente sanas” comparte 10 preguntas clave para
evaluarnos a nosotros mismos en cuanto a nuestra capacidad de
comunicarnos con otros (utilizado con autorización expresa del autor)
Al igual que el cuestionario de la sesión número 2, te invitamos a
contestar cada una de estas preguntas de forma personal y lo más
honestamente posible.
Recuerda: la intención no es evaluar a los demás sino a nosotros
mismos en nuestra capacidad de comunicarnos.
“El fruto de una espiritualidad madura es ser una presencia encarnada
para otra persona. Así lo fue para Jesús. Y creo que lo es para todos
sus seguidores. [. . .] Cuándo fue la última vez que alguien te dijo:
«Déjame decirte algo acerca de esos cristianos . . . ¡son unos
oyentes fantásticos! Nunca he visto a un grupo de personas más
interesadas en conocer mi mundo, curiosas, que hacen preguntas . . .
¡y que me escuchan!» [. . .] Haz esta pequeña prueba de escucha.
Marca con un círculo todas las declaraciones que puedas afirmar.
1. Mis amigos íntimos me describirían como un oyente receptivo.
2. Cuando las personas están molestas conmigo, puedo
escucharlas sin estar a la defensiva.
3. Escucho no solo las palabras que dicen las personas, sino
también los sentimientos que hay detrás de sus palabras y su
lenguaje corporal.
4. Tengo poco interés en juzgar a otras personas o en darles
rápidamente mi opinión.
5. Soy capaz de validar los sentimientos de otra persona con
empatía.
6. Soy consciente de mis mecanismos de defensa en las
conversaciones estresantes (por ejemplo, apaciguar, ignorar,
culpar, distraer).
7. Soy profundamente consciente de cómo la familia en la que
crecí ha moldeado mi actual estilo de escucha.
8. Pido aclaraciones cuando escucho en vez de «llenar los espacios
en blanco» o hacer suposiciones.
9. No interrumpo para transmitir mi punto de vista cuando otra
persona está hablando.
10. Les presto toda mi atención a las personas cuando me
hablan.
Si marcaste un círculo en 8-10 declaraciones, eres un oyente
sobresaliente; si marcaste un círculo en 6-7, eres muy bueno; 4-5,
bueno; 3 o menos, deficiente… Si quieres ser realmente valiente,
después de calificarte, pídele a tu cónyuge o a alguien cercano a ti que
te califique como oyente. Es posible que te sorprendas.
Una nota final: Al comunicarnos con otras personas, debemos
encontrar un sano equilibrio. Tal como Jesús. Ser empáticos con otros
sin perder nuestra propia identidad. Para ser un discípulo de Jesús
emocional y espiritualmente maduro, este es quizá el principio más
difícil y desafiante de aplicar. Sin equilibrio, podemos fluctuar entre
dos extremos peligrosos: ser un muro cerrado, infranqueable e
insensible frente a otros, lastimando por nuestra frialdad o dureza; o
por el otro extremo ser un camaleón que se transforma frente a cada
persona con la que interactúa, perdiendo totalmente su identidad
buscando satisfacer a todos. ¡Pidamos a Dios un sano equilibrio a la
hora de relacionarnos con los demás!
Tiempo de oración en grupo:
Tomen 10 minutos para orar unos por otros. Pidan a Dios
avanzar en su grado de intimidad con Él, y como consecuencia
en su madurez emocional para relacionarse con otros.
SEMANA 5. Diferentes niveles de intimidad
Un factor clave para mejorar nuestras relaciones interpersonales es
entender que no todas las relaciones deben tener el mismo nivel de
intimidad. ¡Ninguno de nosotros (en su sano juicio) iría por la calle
contándole intimidades o cuestiones muy personales a cualquier
desconocido que se atraviese por el camino! ¡Es obvio que ese tipo
de conversaciones las reservamos para aquellos con quienes
disfrutamos un mucho mayor nivel de intimidad!
Es importante también señalar que una relación puede comenzar con
casi ningún grado de intimidad (apenas ser personas conocidas)
pero con el tiempo y por circunstancias particulares van avanzando
hasta mayores niveles de intimidad y amistad. Lo mismo pasa en
sentido inverso: tal vez en alguna etapa de nuestra vida alguna
relación resultó sumamente importante para nuestras vidas pero con
el paso del tiempo dicha relación se “enfrió” (puede ser por un
cambio de residencia, por diferencia en las etapas de vida, o
simplemente por cambio de hábitos de alguna de las partes) y dejaron
de ser tan importantes en nuestra vida. Esto es completamente
normal y es parte del dinamismo de las relaciones interpersonales.
De la misma forma, entender qué tipo de relación tenemos con otras
personas, nos evitará crearnos (o generar) falsas expectativas,
estableciendo así límites saludables.
Aunque hay diferentes clasificaciones de nuestras relaciones y
amistades, podemos considerar de forma general al menos estos 3
tipos de relaciones:
Conocidos
Se trata de esas personas que, por la cotidianeidad, puedes saludar
a diario en tu vecindario, trabajo, escuela, iglesia. Les llamamos
“conocidos” porque si bien sabemos sus nombres y algunos datos
sobre sus personas, aún no han escalado al nivel de “amigos”. La
lista de nuestros “conocidos” puede ser muy amplia.
A los conocidos la Biblia nos llama a tratarlos con toda amabilidad.
“Que la gentileza de ustedes sea conocida de todos los hombres...”
Filipenses 4:5a RVC. Aún cuando tal vez no compartamos pláticas
profundas o demasiado íntimas con los conocidos, hemos sido
llamados a ser cordiales, respetuosos y atentos con ellos.
No está por demás decir que es peligroso abrir nuestro corazón con
una persona apenas conocida. Desconocemos mucho de dicha
persona como para aventurarnos a confiarle cosas demasiado
personales sobre nosotros. Hacer esto sería una franca falta de
sabiduría. Tristemente un error que algunas personas cometen es
aventurarse a relacionarse demasiado íntimamente con personas que
apenas acaban de conocer. Existe mucho riesgo en ello. Por el
contrario, en alguna situación complicada o dolorosa,
podemos acercarnos respetuosa y cuidadosamente a ofrecer
nuestra ayuda a personas conocidas (si está en nuestras
posbilidades hacerlo), y así mostrarles el amor de Cristo.
Amigos
Dice la Biblia en Proverbios 18:24 “El hombre que tiene amigos ha de
mostrarse amigo; Y amigo hay más unido que un hermano.”
(versículo para memorizar esta semana). Los amigos son la familia que
elegimos. La amistad podría entenderse como aquella estimación
personal, sin mancha y sin egoísmo hacia una persona. La amistad se
fortalece y se mantiene fuerte con la confianza. Amigo es aquel que
ofrece su amistad, amigo es aquel que demuestra con hechos cuanto
realmente ama y le importa una persona.
En este nivel de relación, temas como la comunicación, la aceptación,
el perdón, la lealtad, juegan papeles importantes. Una amistad es algo
que se cultiva intencionalmente en ambas partes. Según la Biblia, la
verdadera amistad es estar en las buenas y en las malas: “En todo
tiempo ama el amigo, el amigo es como un hermano en tiempo de
angustia” (Proverbios 17:17) Los amigos son amigos en todo
tiempo. La verdadera amistad se prueba ante las dificultades y los
problemas. Son amigos fieles aquellos que permanecen antes,
durante y después de las tribulaciones.
A los amigos podemos confiarles cosas que hay en nuestro corazón,
sabiendo que guardaran la confidencialidad. “La gente chismosa todo
lo cuenta; la gente confiable sabe callar.” Proverbios 11:13 TLA
La amistad es actuar y hablar con la verdad: “Fieles son las
heridas del que ama; pero importunos los besos del que aborrece.”
(Proverbios 27:6) Los verdaderos amigos son transparentes y
siempre nos dirán la verdad, haciéndonos ver nuestras fallas
con amor o amonestándonos cuando actuamos mal aunque nos
duela, pero todo será para nuestro bien.
Los amigos gustan de estar juntos y defenderse mutuamente: “Uno
solo puede ser vencido, pero dos pueden resistir. ¡La cuerda de tres
hilos no se rompe fácilmente!” (Eclesiastés 4:12) La amistad
verdadera respeta el valor de la persona tal como lo dice Romanos
12:10: “Ámense los unos a los otros con amor fraternal,
respetándose y honrándose mutuamente.”
Un verdadero amigo ayuda a su compañero cuando saben que él está
experimentando dificultades o problemas. “No abandones a tu amigo
ni al amigo de tu padre. No vayas a la casa de tu hermano cuando
tengas un problema. Más vale vecino cercano que hermano distante.”
(Proverbios 27:10)
Mejores Amigos
Los mejores amigos tienen las mismas carácterísticas que
mencionamos en el punto anterior, con la diferencia que los mejores
amigos permanecen con el paso del tiempo. Tal vez muchos de
nosotros experimentamos verdaderas amistades en alguna etapa de
nuestra vida escolar o profesional o ministerial, sin embargo, una vez
concluida esa etapa dichas relaciones perdieron vigor.
Los mejores amigos son aquellos que, a pesar del paso del tiempo
y de las circunstancias de la vida, permanecen. ¡Esto ha requerido
intencionalidad! De esto hablaremos más adelante en esta sesión.
El ejemplo de Jesús
Jesús tenía claras sus “listas” de intimidad relacional.
En primer lugar Jesús era una persona conocida y popular. Según
Lucas 4:37, en cada lugar que Jesús visitaba su fama se extendía: “Y
su fama se extendió por todo aquel lugar.” Es por ello que podemos
concluir que la lista de “conocidos” de Jesús era muy amplia. Desde
cobradores de impuestos, maestros de la ley, pescadores, soldados
romanos; judíos, griegos o romanos. Jesús tenía una lista grande de
conocidos.
En segundo lugar Jesús tenía una lista más reducida. La lista de sus
amigos. Algunos consideran que sus amigos eran los 120 que
aparecen mencionados en Hechos 1; otros consideran sus amigos a
los 70 que se mencionan en Lucas 10; algunos más cierran el círculo
de sus amigos a sus 12 apóstoles. Lo que sí es un hecho es que hubo
un grupo mucho más reducido que gozaba de mayor intimidad y
compañerismo con Jesús.
En tercer y último lugar, Jesús tenía a sus 3 amigos más cercanos:
Pedro, Jacobo y Juan. Estos 3 acompañarnos a Jesús en eventos
trascendentes de su vida como la transfiguración (Mateo 17) y la
noche previa a su arresto en Getsemaní (Mateo 26). Algunos añaden
a esta lista de 3 a Lázaro, María y Marta, sus fieles amigos que le
recibían con mucho cariño en Betania.
Preguntas para la reflexión en grupo:
¿Puedes hacer una lista clara de personas que se encuentren en los
3 distintos niveles de intimidad?
¿Reconoces algunos errores que has cometido al no identificar el
nivel de intimidad que tienes con alguien y tratarlo como si tuviera
otro nivel de intimidad contigo?
Algunas sugerencias para la elección de tus mejores amigos
Es innegable la enorme influencia que ejercen nuestras relaciones
en la vida de las personas. Somos incluidos e influimos en aquellos
con los que tenemos mayor grado de intimidad.
La Biblia es clara respecto a la intencionalidad que requerimos
dependiendo del tipo de personas con las que nos relacionamos. Por
ejemplo: tal vez tengamos un conocido en el trabajo o en la
universidad a quien tratamos con amabilidad, pero con quien no
compartimos la misma cosmovisión. Tal vez nos demos cuenta de
que su estilo de vida es completamente opuesto a nuestro estilo de
vida basado en la Palabra de Dios. ¿Es motivo suficiente para cortar
relación superficial con esa persona? ¡Por supuesto que no! ¡Sigamos
tratándolo con amabilidad! Sin embargo, la Biblia en el Salmo 1 nos
da una clara indicación de que no “andemos” o “caminemos” (un
mayor grado de intimidad e intencionalidad) con personas que no
comparten la misma escala de valores que nosotros. Seguirían siendo
nuestros “conocidos” pero es sabio mantenerlos en ese nivel pues no
hay muchas cosas que podamos compartir íntimamente cuando
tenemos pensamientos y voluntades tan opuestas.
A la hora de elegir quienes serán nuestros mejores amigos el doctor
Charles Townsend sugiere que busquemos estas cosas básicas:
1. Personas que te influyan para bien y que te ayuden a llegar a
ser la persona que Dios quiere que seas. “Como el hierro se afila
con hierro, así un amigo se afila con su amigo” (Proverbios 27:17
NTV). Las relaciones humanas son las herramientas que Dios
utiliza para hacer eso. Cuando estás con alguien,
pregúntate: ‘¿Me agrada quién soy cuando estoy con esta
persona? ¿Soy más abierto, más amable, más sincero?’ O ‘¿No
me gusta lo que veo en mí?’ Elige como mejores amigos a
quienes te ayuden a ser mejor individuo.
2. Personas que te apoyen cuando se agoten tus fuerzas. Habrá
ocasiones en donde estés desanimado o sin fuerzas. ¡Es justo en
esos momentos donde necesitas a tus mejores amigos para
reanimarte física, emocional y hasta espiritualmente! Rodéate
de amigos que no te juzguen cuando tengas dudas o cansancio,
sino más bien que sean instrumentos de Dios para levantarte los
hombros cuando te sientas cansado.
3. Personas que te permitan ser tú mismo. “En todo tiempo ama
el amigo” (Proverbios 17:17). Las mejores relaciones son esas
donde sabes que eres apreciado, que puedes ser tú mismo, que
no tienes que fingir y que puedes ser transparente acerca de las
dificultades de la vida. Cuando estás con esa clase de amistades
te sientes cómodo, relajado y puedes ser tú mismo.
4. Personas que te ayuden a crecer en la fe. Necesitas amigos que
te animen a orar, a leer la Biblia, a reunirte con otros cristianos.
En pocas palabras, que te acerquen a Dios. No quieras hacerlo
sólo. Escoge amigos a quienes puedas bendecir y de quienes
puedas recibir bendición.
Palabra clave: intencionalidad
La Biblia dice que “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse
amigo; Y amigo hay más unido que un hermano.” (Proverbios 18:24
RVR1960)
Muchas veces tenemos que reconocer que no fomentamos nuestras
relaciones de amistad como deberíamos. Las descuidamos. Y toda
relación necesita fomentarse. Necesita intencionalidad de ambas
partes.
¿Qué significa el versículo de Proverbios 18:24 que leímos? ¡Que si
queremos amigos debemos tomar la iniciativa! ¡Ser intencionales!
Toma el riesgo y saluda. Si eres extrovertido seguramente lo harás
con facilidad, si por el contrario eres tímido te costará dar el primer
paso pero no hacerlo tal vez de prive de una relación significativa en
tu vida. ¡Arriésgate!
Si te agrada alguien, profundiza un poco más y conversa sobre gustos
e interéses (ve poco a poco como lo mencionamos en la sección
“niveles de intimidad”). A eso se le llama “riesgo manejable” y te
permite valorar cómo va a reaccionar la otra persona cuando cuentes
temas un poco más personales. Si reacciona con empatía y se
identifica con lo que estás diciendo, es una buena señal. Si no
reacciona de buena forma estás muy a tiempo de considerarlo
simplemente como un “conocido” o un “amigo ocasional” sin lastimar
a nadie.
Si la relacón avanza satisfactoriamente con el tiempo, y existe cada
vez mayor empatía y bendición, invita a la persona a tu círculo
cercano. De esa manera sabrás si es una amistad que vale la pena
cultivar con una mucho mayor profundidad.
Frecuenta lugares donde se encuentra la gente que tenga las
carácterísticas que antes mencionamos. Insistimos: no significa que
quien no tenga dichas carácterísticas no goce te tu buen trato; lo que
te sugerimos es que tus mejores amigos compartan tu fe en Jesús y
tu visión de la vida lo más posible. Hay muchos sitios donde puedes
hacer buenas amistades saludables: la iglesia, el gimnasio, el colegio,
los deportes de equipo, un servicio de voluntariado. Tienes que estar
dispuesto a salir un poco de lo que te resulta familiar e intentar
nuevas situaciones. Recuerda que Dios usa todo tipo de amistades
para cumplir sus propósitos.
Pídele a Dios amigos, ¡pero luego ve y sé amigo!
Preguntas para la reflexión en grupo:
¿Agragarías alguna carácterística básica para que alguien pueda ser
parte de tus mejores amigos?
Comparte con el grupo
¿Te cuesta ser intencional en tus relaciones de amistad? Comparte
con el grupo
SEMANA 6. Estableciendo límites saludables
El último tema de este estudio es uno que es necesario abordar. El
tema de los límites saludables.
Jen Wilton en su libro “A su imagen”, le recuerda algo muy
interesante a sus lectoras hablando de un concepto que ella llama
“misericordia santa”:
“Perdonar generosamente no significa permanecer en situaciones de
riesgo. La Biblia hace un gran esfuerzo por abordar los peligros de
andar con los que hieren perpetuamente a otros. A los que no
aprenden de sus errores pasados se les llama “necios”. Aunque
podamos perdonar al necio por herirnos, no debemos darle
oportunidades ilimitadas para herirnos de nuevo. Si lo hacemos,
nosotros mismos estaríamos actuando como necios. Cuando Jesús
extiende misericordia en los Evangelios, siempre lo hace con un “ve y
no peques más”, ya sea explícita o implícitamente. Cuando nuestro
ofensor continúa pecando contra nosotros, lo sabio es poner límites
en donde sea debido. Hacerlo en sí mismo es un acto de misericordia
hacia el ofensor, ya que al limitar sus oportunidades de pecar contra
nosotros, le ahorramos más culpas ante Dios. La misericordia nunca
requiere someterse al maltrato, ya sea espiritual, verbal, emocional o
físico.”
Hablando de relaciones saludables es importantísimo reconocer el
principio de los límites. Recordar que los límites son buenos (¡Dios
mismo ha establecido límites en lo creado!) Y los límites que van de
acuerdo a la Palabra de Dios, brindan al creyente una seguridad
especial en sus relaciones con los demás.
Preguntas para la reflexión en grupo:
¿Cómo definirías en tus propias palabras el concepto de “límite”?
Comparte con el grupo
“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana
la vida.” Proverbios 4:23 (versículo para memorizar de esta semana)
La Biblia nos manda guardar nuestro corazón de todas aquellas cosas
que puedan afectar nuestra vida. Si bien esto incluye toda decisión
incorrecta que podamos tomar, también incluye cualquier peligro con
que otros puedan dañarlo.
Los límites marcan la línea divisoria entre aquello que es bueno para
nuestra vida y aquello que puede lastimarla. Los límites también
marcan la línea divisoria entre aquello que es bueno para la vida de
los demás y aquello que puede lastimarlos.
Henry Cloud y John Townsen en su libro “Límites” (lectura
ampliamente recomendada) menciona que pueden existir 4
conductas inadecuadas en nuestras relaciones con respecto a
los límites:
1. Las personas que son complacientes (no pueden decir NO). Son
aquellas personas que se sienten culpables cuando se niegan a
una exigencia de alguien más. No establecen límites saludables.
Permiten que otros controlen su tiempo, dinero, vida, etcétera
2. Las personas que son evasoras (no pueden decir SÍ). Son
aquellas personas que eluden aquellas responsabilidades que sí
les corresponden o que han adquirido libremente con
anterioridad. Ponen límites inadecuados a sus responsabilidad
(es decir, se conducen con falta de responsabilidad hacia otros
arguyendo que “violan” sus límites, cuando la realidad es que sus
límites están establecidos de forma poco comprometida o nula
mente comprometida con otros).
3. Las personas que con controladores (no pueden escuchar un
NO). Son personas agresivas y que buscan dominar a otros.
Manipulan para conseguir que otros hagan lo que ellos quieren
que hagan. Violan constantemente los límites ajenos.
4. Las personas que son aprehensivas (no pueden escuchar un SÍ).
Son aquellas personas que ponen límite al cariño de los demás.
Les cuesta trabajo recibir afecto o recibir ayuda. Todo debe ser a
su manera. Quieren hacer todo por ellas mismas sin que nadie
les colabore. Incluso pueden llegar a transgredir los límites de
otros con el fin de ayudarles.
Cada uno de nosotros, en determinado momento o situación puede
adoptar alguna de estas 4 posturas en nuestras relaciones personales.
Es natural. Sin embargo, si de forma continua nos relacionamos con
otros asumiendo alguna de estas 4 posturas, la invitación es avanzar
a establecer límites más equilibrados.
Preguntas para la reflexión en grupo:
¿Te identificas con alguno de estos 4 tipos de relacionarnos con los
demás?
¿Quisieras compartir con el grupo?
Viviendo en la verdad
“Los limites relacionales se refieren a la capacidad de decir la verdad
a las personas con quienes entablamos una relación”.
Henry Cloud y John Townsend
Cuando vivimos en la verdad, podremos establecer límites saludables
en nuestra relación con otros. Ya lo dijimos: Dios mismo establece
límites, y nosotros como sus hijos podemos hacerlo también.
Los caracteres maduros y las relaciones sanas se construyen con los
“No” oportunos. Es imposible decir a todo que sí. Imposible.
Estaríamos a expensas de los deseos de los demás, o buscando
aprovecharnos de los demás, lo cual en sí mismo es una pésima idea
de relación
Mitos comunes acerca de los límites
Mito 1: Si pongo límites soy una persona egoísta
Falso. Los límites adecuados en realidad aumentan nuestra capacidad
y oportunidad para dedicarnos a otros. Imagina por un momento una
vida sin límites. Que los demás decidieran todo sobre tu tiempo, tus
recursos y tu vida. ¡Sería imposible que dedicaras tiempo a tu pareja,
familia, hijos, amigos! ¡Más bien la falta de límites nos llevarían a una
vida donde no podríamos darnos a los más cercanos que nos
necesitan! Los límites no son egoístas. Los límites son un sano
concepto del término mayordomía.
Mito 2: Los límites significan desobediencia
Con mucha tristeza hay que reconocer que líderes abusivos disfrazan
su deseo controlador sobre otros, con el argumento de la obediencia
a las autoridades. No pocas veces se escuchan frases como “¡me
sorprende que no quieras colaborar en este proyecto. Esperábamos
más de ti”. ¡Esto es una terrible mentira y una crasa manipulación
psicológica!
Cuando a todas luces debemos decir “no”, pero decimos que “sí” bajo
la presión y hostigamiento de un jefe controlador, no solo estamos
mintiendo y mintiéndonos a nosotros mismos, sino que nos
colocamos a nosotros mismos en una posición de complacencia que
no es un tipo de relación edificante.
Mito 3: Si comienzo a poner límites perderé relaciones significativas
Falso. Ninguna relación significativa es abusador/complaciente. Si el
establecimiento de límites saludables y de acuerdo a la Palabra de
Dios nos lleva a perder algún tipo de relación abusiva, ¡que así sea!
Relaciones que se construyan sobre la base del abuso, el
condicionamiento, la manipulación, la violencia, o cualquier otra cosa
que ponga en alto riesgo nuestra vida, en nigún modo pueden ser
significativas. Si el último recurso es abandonar ese tipo de relaciones
(al no ver ninguna transformación positiva en la otra persona)
Mito 4: Los límites son permanentes: una vez establecidos nunca
pueden cambiar
Falso. Las relaciones son dinámicas. Tal vez alguien estableció un
límite con alguna persona, pero esta persona, abusando de la
confianza, lesionó a la otra. ¡Es obvio que los límites en esa relación
serán modificados!
Por el contrario. Tal vez una relación sufrió una traición por una de las
partes involucradas. Se establecieron de inmediato límites saludables
para comenzar un proceso de restauración. Y a medida qué pasa el
tiempo la parte ofensora muestra señales legítimas de
arrepentimiento y de deseos de continuar con la relación. ¿No sería
sabio establecer nuevos límites a medida que la confianza aumente?
Existen muchos testimonios de ello. Los límites, al igual que las
relaciones, son dinámicos.
Preguntas para la reflexión en grupo:
¿Tienes claros los límites que estableces con los diferentes tipos de
personas con los que te relacionas?
¿Ha cambiado tu concepto de los límites durante esta sesión?
Puedes compartir con el grupo
Tiempo de oración en grupo:
Tomen 10 minutos para orar unos por otros. Pidan a Dios avanzar
en su grado de intimidad con Él, y como consecuencia en su madurez
emocional para relacionarse con otros.
CONCLUSIÓN
La vida son relaciones. Relación con Dios y relación con otras
personas.
Y si bien no existen las relaciones infalibles ni perfectas, si podemos
pedir a Dios la sabiduría y la guía de Su Espíritu Santo para glorificarlo
a través de nuestras relaciones interpersonales.
Recordemos que todo lo que el creyente hace o no hace, debe hacerlo
o no hacerlo con el propósito en mente de glorificar a Dios.
¡Demos gloria a Dios viviendo relaciones saludables!