PEDRO JUAN CABALLERO, 09 DE SEPTIEMBRE DE 2024.
INTRODUCCION A LACAN
Trabajo Grupal
“FOLIE À DEUX”
INTEGRANTES
-Ana G. Coronel
-Pamela B. Manzur Cáceres
-Daisy M. Serviano Oviedo
ENCARGADA DE CATEDRA
Lic. Rocio Almeida
CURSO
Cuarto Año, octavo semestre
MOTIVOS DEL CLIMEN PARANOICO
EL CRIMEN DE LAS HERMANAS PAPIN, DE LA PSICOSIS
PARANOICA EN SUS RELACIONES CON PERSONALIDAD.
Historia Familiar
Nacidas en Le Mans, Francia, del matrimonio formado por Clémence Derré y Gustave
Papin, las hermanas procedían de una familia problemática. Clémence, trabajadora
doméstica, salía con Gustave, y se rumoreaba que tenía al mismo tiempo un amorío con
su patrón. Sin embargo, después de quedar embarazada, Gustave se casó con ella en
octubre de 1901. Cinco meses más tarde, nació su hija Emilia. Sospechando que
Clémence todavía tenía un asunto con su empleador, Gustave encontró un nuevo trabajo
en otra ciudad y anunció que mudaría a la familia. Clémence declaró que prefería
suicidarse ante que dejar Le mans. El matrimonio se deterioró. Gustave empezó a beber
en exceso.
Christine nació el 8 de marzo de 1905 y fue dada a su tía paterna y marido poco después
de su nacimiento. Vivió feliz con ellos siete años. Léa nació el 15 de septiembre de
1911 y fue entregada a su tía materna, con quien se quedó hasta su muerte.
En 1912, cuando Emilia tenía casi 10 años, alegando que Gustave la había violado,
Clémence la envió al orfanato católico Bon Pasteur. Poco después, a Emilia se unieron
sus hermanas Christine y Léa, que Clémence pretendía que se quedaran en el orfanato
hasta los 15 años, cuando podrían ser empleadas. Se divorció de Gustave en 1913.
En 1918, Emilia decidió entrar en un convento, poniendo fin a la relación con su
familia. Allí residió hasta su muerte.
Durante el tiempo de Christine en el orfanato, también decidió convertirse en monja.
Clémence se lo prohibió, y en cambio le buscó trabajo como empleada doméstica.
Christine fue descrita como trabajadora y buena cocinera, aunque a veces se volvía
insubordinada. Léa fue descrita como tranquila e introvertida pero obediente, y era
considerada menos inteligente que Christine. Las hermanas fueron trabajadoras
domésticas en varias casas de burgueses de Le Mans. Preferían trabajar juntas siempre
que fuera posible.
Crimen
En 1926, Christine y Léa comenzaron a trabajar en el 6 rue Bruyère para la familia
Lancelin. René Lancelin, abogado retirado, su mujer Léonie y su hija menor Geneviève
vivían en la casa (la hija mayor ya estaba casada).
El jueves, 2 de febrero de 1933, el señor Lancelin tenía previsto ir a cenar con su esposa
y su hija a casa de un amigo de la familia. Léonie y Geneviève habían salido de
compras. Cuando regresaron al atardecer, no había luz en la casa. Las hermanas Papin
explicaron a la señora Lancelin que cuando Christine enchufó la plancha se había
producido un apagón eléctrico. Dijeron que la señora Lancelin se puso furiosa y que
atacó a las hermanas en el rellano del primer piso. Christine se abalanzó sobre
Geneviève y le arrancó los ojos, y le ordenó a Léa que hiciera lo mismo con la señora
Lancelin. Christine bajó a la cocina, donde cogió un cuchillo y un martillo. Con ambas
armas, las hermanas continuaron el ataque. En un momento dado, una de ellas fue a por
una jarra de peltre para continuar golpeando las cabezas de las mujeres. Los expertos
que investigaron la escena del crimen estimaron que se ensañaron con los cuerpos
durante algo más de una hora.
Cuando el señor Lancelin regresó a casa y la vio a oscuras, supuso que su mujer y su
hija ya se habían ido a la cena sin esperarlo. Cuando llegó a la casa de su amigo,
encontró que su familia no había ido allí. Fue a casa de su yerno aproximadamente a las
18:30 - 19:00 horas, y juntos regresaron a la casa a oscuras, y vieron que había luz en la
habitación de las señoritas Papin, pero la puerta principal estaba cerrada por dentro, así
que no podían entrar. Los dos hombres encontraron todo muy sospechoso y buscaron
ayuda de un agente en la comisaría de policía. Junto con el policía regresaron a la casa
de los Lancelin y el agente consiguió entrar trepando por la pared del jardín. Una vez en
el interior, alumbrando con su linterna, encontró los cuerpos de la señora Lancelin, de
57 años, y de su hija Genevieve, de 21, tendidos en el rellano junto a sus bolsos y varios
paquetes. Ambas habían sido golpeadas y acuchilladas brutalmente, especialmente las
cabezas, irreconocibles y casi reducidas a pulpa, según el informe forense. Les habían
levantado las faldas, les habían bajado las bravas y les habían acuchillado los muslos.
Los ojos arrancados de la señora Lancelin se encontraron entre los pliegues de la
bufanda que llevaba al cuello, y uno de los ojos de Geneviève se encontró debajo de su
cuerpo y el otro, en la escalera cercana. Creyendo que las sirvientas habían conocido el
mismo horrible destino, el policía continuó arriba sólo para encontrar la puerta de su
habitación también cerrada. Después de golpear y no recibir respuesta, fue a buscar a un
cerrajero para abrir la puerta. Dentro de la habitación encontraron a las hermanas Papin
arrodilladas sobre la cama, abrazadas, desnudas en bata (se habían lavado tras la
agresión). En una silla, se hallaba un martillo ensangrentado, con cabellos pegados. Al
preguntarles, las hermanas confesaron el crimen.
Juicio y encarcelamiento
Las hermanas fueron llevadas a prisión y las encerraron en celdas separadas. Christine
se afligió mucho por no poder ver a Léa. Finalmente, los oficiales de prisión cedieron y
dejaron a las hermanas verse. Según se dice, Christine se arrojó sobre Léa,
desabotonándose la blusa y suplicando: "¡Por favor, di que sí!", lo que hizo pensar que
había una relación incestuosa. En julio de 1933, Christine experimentó "accesos" o
ataques, en los que intentó arrancarse los ojos o arrancárselos a quien tratara de
sujetarla, y le pusieron una camisa de fuerza. Entonces declaró que el día del crimen
había sufrido un episodio similar, y que esto era lo que había precipitado los asesinatos.
El tribunal nombró tres doctores para aplicar evaluaciones psicológicas de las hermanas,
a fin de determinar su estado mental. Concluyeron que ninguna tenía desórdenes
mentales y las consideraron sanas y aptas para ser juzgadas. También creyeron que el
afecto de Christine para su hermana se fundaba en los lazos familiares y no en una
relación incestuosa como otros habían sugerido. Sin embargo, durante el juicio en
septiembre de 1933, el testimonio médico señaló una historia de enfermedad mental en
la familia. Su tío se había suicidado ahorcándose mientras su primo vivía en un asilo
mental. La comunidad psicológica luchó y debatió sobre un diagnóstico para las
hermanas. Después de mucha consideración, se concluyó que Christine y Léa padecían
un "trastorno paranoico compartido” el cual ocurre cuando parejas o grupos de
personas están aislados del mundo, desarrollan paranoia y una de las dos personas
asociadas domina a la otra. Esto era especialmente cierto sobre Léa, cuya mansa
personalidad se comprobó que estaba eclipsada por la obstinada y dominante Christine.
Al principio, sus declaraciones habían sido tan similares, que se llegó a hablar de "almas
siamesas", pero una vez separadas, con el transcurso de las semanas, Léa se fue
distanciando de Christine.
Ambas eran solteras y, en efecto, no tenían experiencia sexual alguna: nunca habían
tenido novio o amante. De hecho, ni siquiera habían socializado nunca con un hombre.
No se relacionaban con los empleados de las casas vecinas, y los repartidores las habían
visto en muy contadas ocasiones. Sus días libres no salían a ninguna parte, se lo pasaban
cociendo y bordando en su habitación. Solo los domingos, bien vestidas, acudían a
misa. Aunque los grupos de izquierda las creían víctimas de explotación y clasismo, la
realidad es que habían sido bien vestidas, bien alimentadas y bien tratadas, incluso
tenían un salario un poco más alto de lo habitual y ahorros suficientes para haberse ido
en cualquier momento y montar un negocio para asegurar su futuro. Su habitación
contaba con luz y agua corriente, que en ese entonces aún no era lo más común. Durante
el juicio, Christine describió el comportamiento de los Lancelin hacia ellas como
"irreprochable". El forense indicó que las víctimas no presentaban heridas de las
denominadas defensivas, lo que indica que el ataque fue repentino e inesperado. La
prensa conservadora las tildó de "perras rabiosas que muerden la mano que les da de
comer".
Después del juicio, los miembros del jurado tardaron 40 minutos en determinar que las
hermanas Papin eran culpables del atroz e inmotivado crimen. Léa, que se consideró
bajo la influencia de su hermana mayor, recibió una condena de diez años de prisión.
Christine fue inicialmente condenada a muerte en la guillotina, aunque luego la
sentencia se conmutó por encarcelamiento de por vida, considerando su
comportamiento. En Francia, en ese momento, ya no se ejecutaba a las mujeres
condenadas a muerte. Sin embargo, la práctica de la guillotina para mujeres se
restableció durante el régimen petainista.
Muerte
La separación de Léa resultó ser demasiado para Christine. Su condición se deterioró
rápidamente una vez separadas. Experimentó episodios de depresión y "locura”, y
finalmente rechazó comer. Los funcionarios de la prisión la transfirieron a una
institución mental en Rennes esperando que la ayuda profesional la beneficiaría.
Continuó negándose a comer, padeció caquexia y falleció finalmente de inanición el 18
de mayo de 1937
Léa cumplió solo ocho años de su condena de diez. Después de su liberación en 1941,
regresó a Nantes y vivió con su madre. Adoptó una identidad falsa y se ganó la vida
como empleada de hotel. Hasta que murió en 2001 por un ataque al corazón
El caso tuvo un enorme impacto en Francia y fue debatido intensamente por la
intelectualidad Algunas personas consideraron que los asesinatos habían sido el
resultado de la explotación de los trabajadores, considerando que en ese entonces las
empleadas domésticas trabajaban catorce horas diarias, con solo medio día libre cada
semana. Muchos intelectuales simpatizaron con las hermanas "oprimidas" en la lucha de
las clases sociales.
TRASTORNO PSICOTICO COMPARTIDO O FOLIE À DEUX
También es conocida como “locura a dos”, es un síndrome psiquiátrico en donde la
psicosis, del tipo paranoica o delirante, es transmitida de un individuo a otro. Este
también es compartido por mas de dos personas y puede también llamarse folie à
trois, folie à quatre, folie à famille o incluso folie à plusieurs (locura de muchos).
Se han propuesto varias clasificaciones de este trastorno, para describir como la idea
delirante se mantiene por más de una persona.
Folie imposée: donde una persona dominante (primario, inductor o principal)
crea inicialmente una idea delirante durante el episodio psicótico y lo impone a
la otra persona (secundario). Se supone que este segundo no habría delirado si
no hubiera interactuado con el inductor. Supongamos que estos individuos son
ingresados al hospital de manera separada, las ideas delirantes de la persona
inducida de la persona, usualmente desaparecen sin necesidad de medicación.
Folie simultanée: es donde dos personas, que independientemente sufren de
psicosis, influencian el contenido de las ideas delirantes de cada uno de ellos, se
vuelve muy similar o idénticas
Este síndrome se diagnostica normalmente cuando los individuos afectados viven
próximos, están socialmente o físicamente aislados y tienen poca interacción con otras
personas. No deja de ser una curiosidad psiquiátrica, actualmente el manual diagnóstico
y estadístico de los trastornos mentales, establece que una persona no puede
diagnosticarse como delirante si su creencia en cuestión esta comúnmente aceptada por
otros miembros de su cultura o subcultura.
Cuando un gran numero de personas terminan creyendo algo que obviamente sea falso y
potencialmente angustioso basándose únicamente en rumores, estas creencias no se
consideran como clínicamente delirante en psiquiatría y se etiqueta como HISTERIA
COLECTIVA.
¿Quién puede sufrir Folie à Deux?
Generalmente, las personas que sufren Folie à Deux suelen tener una estrecha
relación, son personas que viven juntos o muy cerca y que, además, no interactúan con
otras personas o lo hacen en muy pocas ocasiones, es decir, hay un alto nivel de
aislamiento social significativo. De ahí que existan casos en matrimonio, hermanos o
padres e hijos.
Suele además darse en situaciones estresantes proclives al desencadenamiento de
síntomas psicóticos.
Como vemos, las condiciones que tienen que darse para poder llegar a este extremo son
varias, aparte de que en ambos haya una vulnerabilidad a enfermar de psicosis, la
dependencia emocional extrema también es un factor muy importante, donde se da la
confluencia entre ambos, es decir, vivir los síntomas de la otra persona como si fueran
míos.
Posibles causas del trastorno psicótico compartido
Algunas posibles causas del trastorno psicótico compartido pueden ser factores
psicosociales y biológicos, que actuarían como predisponentes para su aparición. De
igual manera, según Torres et al. (2012), se postula también la existencia de factores
genéticos asociados.
Por otra parte, es necesario realizar los exámenes de rigor para descartar otro tipo de
trastornos, ya sean de origen facticio, de simulación o trastornos psicóticos secundarios
a una enfermedad médica. También, hay que descartar demencias y psicosis derivadas
por el uso de sustancias psicoactivas (Gálvez, 2003).
Así pues, en general, no se han estipulado causas concretas, pudiendo ser producto de
una serie de circunstancias diversas.
Sintomatología
Se lo considera un trastorno mental con una serie de síntomas psiquiátricos de corte
psicótico. Estos se manifiestan en un individuo que tiene una relación excesivamente
cercana con otra persona que, usualmente, presenta delirios. En estos casos los factores
psicosociales son vitales para su aparición y desarrollo.
Ambas personas implicadas tienen una relación asimétrica. Se aíslan de las personas
que les rodean y de su ambiente, desarrollando una proximidad enfermiza entre ellos.
Esto puede ocurrir, por ejemplo, en varios miembros de una misma familia. Lo que
puede generar que las intervenciones sean difíciles de llevar a cabo.
Por otro lado, una de las personas presenta una idea delirante debido a cierta cronicidad
psiquiátrica, por ejemplo, la primera persona que manifiesta la sintomatología vive con
un trastorno psiquiátrico como la esquizofrenia paranoide, el trastorno delirante, etc.
Esta suele tener una personalidad llamativa y dominante sobre el segundo individuo. Y,
por ende, dada la relación de poder que este mantiene, y cierta predisposición del otro,
el delirio compartido puede manifestarse. Cuando observamos aspectos anormales
contenidos en ideas, percepción y conductas, se pueden reconocer algunos aspectos de
dicho tipo de delirio.
LA TESIS DE LACAN DE 1932
En el texto “Motivos del crimen paranoico” (1933) Lacan analiza el crimen perpetrado
por las hermanas Christine y Lea Papin, y enlaza la locura simultánea con el pasaje al
acto criminal. De ese artículo queremos remarcar especialmente la articulación que
realiza con el estadio del espejo. Lacan escribe: “el mal de ser dos no las libera sino
apenas del mal de Narciso, pasión mortal y que acaba por darse la muerte” […]
“es como si las hermanas no hubieran podido siquiera tomar, respecto la una de la
otra, la distancia que habría sido necesaria para hacerse daño. Verdaderas almas
siamesas, forman un mundo cerrado para siempre. Cuando se leen las
declaraciones que hicieron después del crimen, dice el Dr. Logre: “Uno cree estar
leyendo doble””. Y continúa: “la noche fatídica, en la ansiedad de un castigo
inminente, las hermanas entremezclan la imagen de sus patronas con el espejismo
de su propio mal. Es su propia miseria lo que ellas detestan en esa otra pareja a la
que arrastran en su atroz cuadrilla”. Luego de ser separadas, en la cárcel, separación
que produce en Christine un “desgarro de su otro yo”, ella cree ver alucinatoriamente
a su hermana muerta. Respecto de esta alucinación, Allouch apunta que Christine se
aferra a un desconocimiento sistemático de la existencia de Lea, hasta cuando las ponen
en mutua presencia, ella dice: “si fuera mi hermana yo no estaría en el estado en el
que estoy”, por esto, no ubica virtud curativa en el pasaje al acto al decir que se
precipita en Christine la forma esquizofrénica de una paranoia. Explica que es la
agresión a imágenes y a sí mismas en estas “almas siamesas”, lo que Lacan percibe
en el signo de delirio de Christine al ver a su hermana muerta, dice Allouch: “es la
muerte de una siamesa arrastrando la muerte de otra siamesa”.
En La Familia, al exponer los factores familiares de la psicosis, Lacan, plantea la
disposición “en circuito cerrado” -la frecuente transmisión de la paranoia en línea
familiar directa y la elección casi exclusivamente familiar- recurriendo a dos
designaciones psiquiátricas “nido de paranoicos” y “pareja psicológica” que se
manifiestan en los casos de delirio de a dos. Entonces indica por un lado que: “(…) los
delirios de a dos son los que mejor permiten aprehender las condiciones
psicológicas que pueden desempeñar un papel determinante en la psicosis” y por
otro, que la clínica demuestra que en el grupo familiar “descompletado”, es el
aislamiento social el que determina el máximo efecto favoreciendo a la eclosión de las
psicosis.
Folie à deux y lazos llegados a este punto, nos preguntamos ¿De qué tipo de lazo se
trata en la folie à deux? En el recorrido realizado, la alienación radical al otro especular
en la folie à deux, tiene una doble condición: la estructural, es decir, la no función del
Otro de la palabra, -aquel que permitiría la mediación de la relación especular; y el
aislamiento de lo social, que deja a la pareja que devendrá delirante en una casi fusión
de esa relación especular, (siendo aquí lo social lo que funcionaría como tercero que
permitiría la mediación simbólica). Podríamos aventurar que en la folie à deux no se
trata de dos, ya que, en el delirio, la distinción entre el yo y el otro se pierde “en el filo
mortal del estadio del espejo”.