Unidad 4
Unidad 4
Historia de la Civilización I
CRONOLOGÍA
Antes de Cristo
58 - 50 César en Galia.
47 Derrota de Farneces.
46 Batalla de Tapsos.
45 Batalla de Munda.
44 Muerte de César.
43 Guerra de Módena.
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41 - 40 Guerra de Perusa.
40 Tratado de Brindisi.
39 Acuerdo de Miseno.
31 Batalla de Accio.
9 Muerte de Druso.
8 - 7 Expedición de Tiberio.
Después de Cristo
14 Muerte de Augusto.
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14 - 37 Tiberio.
19 Muerte de Germanico.
31 Caída de Sayano.
37 - 41 Calígula.
41 - 54 Claudio.
41 - 42 Rebelión de Mauritania.
43 Conquista de Britania.
54 - 68 Nerón.
55 Muerte de Británico.
64 Incendio de Roma.
66 - 70 Rebelión en Judea.
68 - 69 Guerra civil.
69 - 79 Vespaciano.
69 Revuelta de Aniceto.
70 Toma de Jerusalén.
79 - 81 Tito.
79 Erupción de Vesubio.
81 - 96 Domiciano.
86 - 89 Guerra dácica.
96 - 98 Nerva.
98 - 117 Trajano.
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270 - 275 Revuelta de los monetarios en Roma. Aureliano contra los bárbaros.
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Julio César
  En el año 65 a. C., fracasó un intento de golpe de Estado, encabezado por Lucio Sergio
  Catilina(1), detrás del cual estaban Craso y Julio César. Catilina, desprestigiado gobernador
  en Africa, ávido de poder, no pudo soportar que por cuarta vez se le negara el consulado.
  Reunió a nobles y caballeros, endeudados, de mala reputación y, aprovechando                su
  descontento, preparó una conjuración, para imponerse por la fuerza. El censor Craso, fracasó
  en su intento de obtener más partidarios, al proponer otorgar plena ciudadanía a los
  transpadanos, propuesta a la que se opuso el censor Quinto Lutecio Catulo. También fracasó
  la propuesta de encargar a Julio César la reducción de Egipto a provincia romana, debido a la
  oposición de Cicerón. El proyecto de ley agraria, presentado por Publio Servilio Rulo, en 64 a.
  C., según la sugerencia de Craso, otorgaba grandes poderes a una comisión de decenviros,
  también fue rechazado, a instancias de Cicerón, por caballeros y optimates.
  Ante esta situación, Catilina, que había intentado acceder al poder en dos oportunidades (64
  y 63 a. C.), decidió tomarlo por la fuerza. Explotando el descontento general, en toda Italia,
  frente a los grupos dominantes en Roma, planeo una insurrección general. Sin embargo, el
  cónsul Cicerón, enterado de la conjura, logró, con sus soberbias arengas ante el Senado, las
  Catilinarias, que se detuviera y condenara a la pena de muerto, a los lideres de la conjura. El
  ejército de Catilina, fue derrotado en Etruria, en el año 62 a. C., cerca de Pistoia, y su jefe
  murió en combate.
  Pompeyo, al regresar a Italia, para ganar las simpatías del Senado, temeroso de un nuevo
  intento de golpe de Estado, licenció a su ejército, privándose así de una poderosa fuerza
  propia, hecho que le resultó fatal. Sin embargo, no logró su objetivo, los senadores no
  ratificaron la distribución de tierras que Pompeyo había realizado, entre sus veteranos, en
  Oriente, humillándolo sin ningún reparo. Había entregado al tesoro del Estado un enorme
  botín, donó a Roma edificios suntuosos como: el primer teatro de piedra, un pórtico y un
  templo, pero todo fue inútil.
  Entre tanto, Julio César, que había sido nombrado, pretor en 62 a. C., y gobernado España
  como propretor, decidió regresar a Roma, en 59 a. C, para presentar su candidatura a cónsul.
  César, a diferencia de Pompeyo, político mediocre, fue ascendiendo pacientemente la escala
  de los honores. Gracias a los préstamos que le había realizado Craso, cuando era edil curul,
  ofreció al pueblo romano luchas de trescientos pares de gladiadores, que le dieron una gran
  popularidad. Sus maniobras en el Foro, le permitieron hacerse nombrar Gran Pontífice. Sin
  embargo, la enemistad del Senado hacia Craso, se extendía a Julio César. Craso, Julio César y
  Pompeyo, realizaron un acuerdo privado, en 60 a. C., conocido históricamente como primer
  triunvirato, por el cual se comprometían en apoyarse mutuamente. Craso, aportaría su
  fortuna y el apoyo del sector financiero, Pompeyo el ejército y Julio César el pueblo. Este
  acuerdo secreto, en principio, se reforzó con vínculos familiares, debido a que Pompeyo se
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  caso con Julia, hija de Julio César. Finalmente, Julio César, elegido cónsul, ratificó las medidas
  de Pompeyo en Oriente, hizo donar tierras a los soldados de Pompeyo, y obtuvo de la
  Asamblea del pueblo el mando de la Galia Narbonense, de la Cisalpina y de Iliria, por cinco
  años, con imperium proconsular. En el año 58 a. C., Julio César se trasladó a Narbona.
  (1) “Porque después que la República ha venido a caer en manos de ciertos poderosos, de ellos, y no
  del pueblo romano(...) A ellos han pagado el estipendio militar los pueblos y naciones; todos los
  demás, fuertes, honrados, nobles y plebeyos hemos sido indistintamente vulgo, sin favor, sin
  autoridad, sujetos a los mismos que nos respetarían si la República mantuviese su vigor. Así que todo
  el favor, todo el poder, la honra y las riquezas las tienen ellos, o están donde ellos quieren; para
  nosotros son los peligros, los desaires, la pobreza y la severidad de las leyes. Esto, pues, oh varones
  fuertes, ¿hasta cuándo estáis en ánimo de sufrirlo? (...)¿ quién que piensa como hombre tendrá valor
  para sufrir que a ellos les sobren riquezas para derramarlas (...) y que a nosotros nos falte hacienda
  aun para el preciso vivir? (...) nosotros ni un pequeño hogar tenemos donde recogernos con nuestras
  familias? (...) Siendo, pues, esto así, ¿por qué no acabáis de despertar y resolveros? A la vista tenéis
  aquella libertad que tanto deseasteis; a la vista el honor, la gloria y las riquezas. Todo esto propone
  la fortuna por premio a los vencedores. Sean (...) los ricos despojos de la guerra más eficaces que
  mis palabras para persuadir.” SALUSTIO, La Conjuración de Catilina y la guerra de Yugurta.
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  La Galia transalpina no era un Estado unitario. Existían grandes diferencias étnicas: los celtas
  se habían infiltrado lentamente, durante todo el primer Milenio a. C., en Bélgica, fusionándose
  con los pueblos locales. En Armórica, se conservaron en mayor medida las culturas
  anteriores, y en Aquitania, se mezclaron celtas e iberos, mientras que en                la zona
  mediterránea predominaban los ligures. Los romanos llamaban galos a los individuos producto
  de la mezcla de celtas e indígenas.
  Las tribus más poderosas, como los auvernios o los eduos, trataron de imponerse, lo cual
  indujo a las otras a solicitar ayuda a otros pueblos, entre ellos a los romanos, que se fueron
  asentando en el territorio galo.
  Roma ejercía, después de la conquista de Narbona, una gran influencia económica: los galos
  imitaban sus monedas, los comerciantes galos importaban vino y fina alfarería etrusca,
  etcétera.
  César al llegar a la provincia, no autorizó a los helvecios a cruzar territorio romano. Estos,
  ante el fracaso de su intento de pasar por la fuerza, se dirigieron hacia la región de los eduos,
  y la saquearon. Los eduos solicitaron la ayuda de los romanos. César los derrotó en Bibracte,
  en 58 a. C., y los obligó a volver a Helvética (Suiza). Los galos, entusiasmados con la ayuda
  de César, le solicitaron que frenara las correrías de Ariovisto, jefe de los germanos, que se
  habían instalado en Alsacia. Ante el rechazo insolente del arbitraje propuesto por César, el
  procónsul empujó a los germanos al oeste del río Rhin. Con el pretexto de evitar una nueva
  invasión, las legiones romanas invernaron próximas al río Sena.
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  Sin embargo, muchos galos no aceptaban la presencia de las legiones romanas de Julio César
  en su territorio. Los belgas, se coligaron contra César, pero fueron rápidamente sometidos,
  mientras Publio Licinio Craso, en 57 a. C., obtenía el triunfo en Armórica, y en 57 a C.,
  sometía Aquitania, mientras el procónsul enfrentaba la rebelión de los vénetos, morinos y
  menapios(2). En el 56 a C., las tribus germánicas entraron por la región de los menapios,
  César los enfrentó y los exterminó. Después de hacer construir un puente sobre el río Rhin,
  penetró en el territorio de los germanos, con el fin de realizar una demostración del poderío
  romano e impedir otros intentos de invasión. En el mismo año, 55 a C., con el mismo fin,
  penetró en Britania, derrotando en 54 a. C. al rey Casivelauno. El triunfo fue efímero, pero el
  respeto al potencial romano, impidió que los británicos intervinieran en el continente.
  Vuelto al continente, César debió enfrentar una creciente rebelión de los pueblos galos, y una
  nueva insurrección de los belgas. En 53 a. C. realizó una nueva expedición contra los
  germanos, y actuó contra los pueblos rebeldes en Galia, que pretendían expulsar a los
  romanos. Ocurrían graves incidentes como: emboscadas contra las legiones, asesinato de
  todos los comerciantes italianos en Orleans. El auvernio Vercingetórix, utilizando la caballería
  y la     táctica     de     “tierra   arrasada”,   trató    de     desgastar   a   los   romanos,   evitando los
  enfrentamientos directos e impidiendo que recibieran suministros. Sin embargo, Vercingetórix
  no pudo evitar que los romanos tomaran la “ciudad”, fortaleza de Avaricum, pero César debió
  abandonar el asedio de Gergovia, después de sufrir importantes pérdidas. César unió fuerzas
  con su lugarteniente Tito Labieno, sitió la fortaleza de Alesia, y después de derrotar a
  importantes fuerzas galas que acudieron en su ayuda, logró que en 52 a. C., Vercingetórix se
  rindiera.
  Durante el 51 a. C., los romanos fueron eliminando todos los focos rebeldes, sometiendo al
  último de ellos en la fortaleza de Uxellodunum, que al quedarse sin agua, debido al bloqueo,
  ser rindió. César pudo dedicarse a organizar lo conquistado, con una estructura política
  adecuada al modelo romano.
  (2) “Este es el pueblo más poderoso con mucho de toda aquella región marítima, porque los vénetos
  tienen muchísimas naves, y aventajan a los demás en el conocimiento y práctica de la navegación y
  porque, siendo ellos dueños de los pocos puertos que se encuentran en aquel mar, casi todos los que
  acostumbran a surcar aquellas aguas les pagana tributo (...) Movidos por su ejemplo los vecinos,
  pues así de prontas y arrebatadas son las resoluciones de los galos (...) se conjuran a no hacer nada
  sino de común acuerdo. Al mismo tiempo incitan a los demás pueblos (...).” CESAR, Guerra de las
  Galias.
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  Publio Clodio, que pertenecía a la gens Claudia, una de las familias patricias más importantes,
  se convirtió en plebeyo, para ser elegido tribuno de la plebe. En 58 a. C., siendo tribuno, hizo
  distribuir gratuitamente trigo, lo que le hizo ganar la simpatía del pueblo, lo que le permitió
  desembarazarse de sus enemigos sin mayores inconvenientes. Con una nueva ley, contra los
  magistrados que hubieran condenado a muerte a un ciudadano romano sin permitir que
  apelaran al pueblo, con efecto retroactivo, obligó a Cicerón, que había condenado a los
  cómplices de Catilina, a tomar el camino del exilio. A Catón, para alejarlo de Roma, se le
  confió la misión de apoderarse de Chipre. Con sus bandas armadas atacó a Pompeyo. Para
  contrarrestar el poder de Clodio, los nobles nombraron tribuno, en 57 a. C., a Tito Annio
  Milón. Por presión de Pompeyo, en el mismo año, Cicerón fue traído del exilio. La lucha de
  facciones paralizó la vida política de Roma.
  En Lucca, se entrevistaron los miembros del triunvirato, para realizar un nuevo acuerdo.
  Pompeyo y Craso deberían lograr que se los nombrara cónsules en 55 a. C., y luego
  procónsules por cinco años, el primero en España y el otro en Siria, mientras que César
  obtendría otros cinco años de procónsul en Galia.
  La muerte de Craso, en 53 a. C., en la batalla de Carre, contra los partos, dejó a Pompeyo y
  César, quienes desde la muerte de Julia en 57 a. C., no tenían vínculos de parentesco, más
  enfrentados. Pompeyo decidió permanecer en Roma para supervisar los aprovisionamientos
  (annonae),      encargando       la     administración   de   las   provincias   a   él   confiadas,   a sus
  lugartenientes (legati). Pompeyo se alió a los optimates, que lo reconocieron como princeps,
  (primero entre los ciudadanos), protector de la constitución y la legalidad.
  En 52 a. C., un grupo dirigido por Milón, asesinó a Clodio. Ante los disturbios que se
  produjeron, durante el proceso a Milón, que era defendido por Cicerón, se nombró a
  Pompeyo, excepcionalmente, único cónsul. Poco tiempo después, el cónsul asocio como
  colega a Metelo Pío Escipión, pero este hecho no ocultaba que se trataba de una forma de
  dictadura.
  César, ahora ciudadano privado, perdido su prestigio, solicitó poder conservar su manto, y, a
  pesar de estar fuera de Roma, poder presentar su candidatura a cónsul. Pompeyo se opuso.
  El tribuno Curión, propuso al Senado, a sugerencia de César, que los dos cesaran en su
  mando. El Senado rechazó la propuesta y declaró a César, en 49 a. C., enemigo público,
  mientras encargaba a Pompeyo la defensa del Estado romano. César debía volver a Roma sin
  sus soldados para someterse al Senado.
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Guerra Civil
  César se presentó como víctima de una confabulación contra él, pero, en principio trato de
  ser conciliador. Pero finalmente, convencido de que el enfrentamiento era inevitable, en enero
  de 49 a. C., cruzó el Rubicón al frente de su ejército, comenzando las hostilidades. La guerra
  civil era de César contra Pompeyo y la aristocracia, nueva aliada de este último. Pompeyo,
  huyó a Macedonia, seguido por gran cantidad de senadores y caballeros, esperando reunir las
  tropas de refuerzo de Oriente. César, entró fácilmente a Roma, se dedicó a combatir a los
  amigos y aliados de Pompeyo en Occidente, y no lo persiguió. Mientras Curión derrotaba a los
  pompeyanos en Cerdeña y Sicilia, César se dirigía a España. Curión era derrotado y muerto,
  en el Norte de Africa, por el rey númida Juba, aliado a Pompeyo. César vencía en Ilerda y
  Marsella, en el 49 a. C. Sin lucha se apoderó de la Hispania ulterior, y otorgó, a los gaditanos,
  la ciudadanía romana.
  Segura la retaguardia, César volvió a Roma, asumió por pocos días la dictadura, y se hizo
  nombrar cónsul en el 48 a. C, reiniciando luego su campaña contra Pompeyo.
  Ptolomeo XIV y su hermana y esposa, Cleopatra VII, estaban enfrentados en una lucha
  fratricida por el poder. Los seguidores de Ptolomeo, intentando ganarse la simpatía de César,
  mandaron asesinar traicioneramente a Pompeyo. César no reaccionó según los esperado, e
  impuso a Ptolomeo XIV, la restitución de sus derechos a Cleopatra. Cerca del Nilo, Ptolomeo y
  sus seguidores fueron derrotados por César, en una batalla en la cual murió el soberano
  egipcio. Cleopatra fue puesta por César en el trono de Egipto.
  En 47 a. C., César abandonó Egipto, para iniciar una campaña contra Farneses, hijo de
  Mitrídates VI, que trataba de reconstruir el reino de su padre. En Zela,                  Farneses fue
  derrotado, y César regresó a Roma.(3)
  En Roma, César tomó algunas medidas económicas urgentes, logró la adhesión a su causa de
  Cicerón y numerosos adversarios, y partió hacia Africa, donde el hijo menor de Pompeyo,
  Sexto, junto a Catón y Labieno, preparaban un ejército para atacarlo. Lo mismo ocurría en
  España, donde el otro hijo de Pompeyo, Cneo, preparaba el desquite. En Thapsus, César
  obtuvo la victoria, después tres meses de indecisiones. Catón, se suicidó en Utica, en 46 a.
  C., poco antes de que la ciudad cayera en poder de César. Sexto Pompeyo y Labieno, se
  refugiaron en España, mientras César, después de “poner orden” en Numidia, regresó a
  Roma. La resistencia de los hijos de Pompeyo, obligó a César a trasladarse a España, donde
  en Munda, logró una victoria completa. Cneo Pompeyo fue tomado prisionero, pero Sexto
  logró huir.
(3) En Roma, el anuncio de la victoria habría sido la famosa frase: “Veni, vidi, vinvi”. Nota del autor.
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La Dictadura
  En Roma, César fue nombrado dictador, en principio por diez años, luego, siguiendo el
  ejemplo de Sila, se hizo nombrar en forma vitalicia, con derecho a decidir sobre la paz y la
  guerra, a elegir todos los magistrados y propiciar la sanción de las leyes. Además se le otorgó
  la prefectura de las costumbres, el sumo pontificado, la inviolabilidad de los tribunos de la
  plebe y el título vitalicio de Imperator. Nombrado oficialmente “Padre de la Patria”, se le
  concedió el derecho a sentarse en el Senado en un sillón de oro, llevar siempre la toga
  púrpura y la corona de laurel de los triunfadores. Asumió las principales responsabilidades de
  los senadores: la custodia del tesoro y la administración provincial. Con todo el poder en sus
  manos, inició un ambicioso programa de reformas. Aumento de 600 a 900, el número de
  magistrados y senadores, admitiendo ciudadanos de diverso origen y condición social (“divide
  y triunfarás”). Realizó repartos controlados de cereales a los sectores populares (“al pueblo
  pan y circo”). Dicto disposiciones a favor del trabajo libre, y dio nuevas posibilidades de
  trabajo, fundando nuevas colonias en España. Otorgo la ciudadanía a los habitantes de
  muchas ciudades, en diversas regiones. Intento proteger de los abusos de los gobernadores a
  los habitantes de muchas provincias, a quienes fue igualando a los ciudadanos romanos.
  ¿Pretendía crear una monarquía universal?.
  La plebe lo había elevado al poder, y César, para adularla se había hecho nombrar
  tribuno, para satisfacerla aplicó el programa del partido popular, debilitó al Senado y los
  caballeros, distribuyó entre los plebeyos, gratuitamente, tierras, cereales, y creó, para ellos,
  talleres de trabajo. Organizó y reconstruyó el centro de Roma. Además, levantó un conjunto
  de monumentos, entre los que se destacan: la basílica Julia y la nueva curia (el foro de
  César).
  El mundo dominado por Roma, comprendía diversos pueblos, César trató de darles una
  dirección única y una paz duradera. Multiplicó las colonias en las provincias, creo ciudades
  (Lisboa). Impuso en todas partes las mismas instituciones romanas, el mismo calendario, la
  misma moneda. Trato de crear un gran consejo del mundo romano, permitiendo el ingreso al
  Senado de italianos, españoles, narbonenses, centuriones y hasta libertos.
  Como Gran Pontífice , utilizó en su favor el sentimiento religioso. Pretendió que los dioses
  Marte y Venus, que según él eran sus antepasados, habían participado en sus victorias. Se
  hizo otorgar atributos divinos. En los templos, sus estatuas estaban junto a las de los dioses
  y, el mes de su nacimiento fue llamado Julio. El Senado reconoció su poder sobrenatural,
  tratándolo de “divo Julio”.
  El programa de César produjo violentas reacciones entre los ciudadanos “ilustres” de Roma.
  Senadores nostálgicos de la República, caballeros privados de sus extraordinarias
  ganancias gracias a la exacción impositiva, demagogos, etcétera, se conjuraron
  contra César. Los líderes de la conspiración eran Marco Junio Bruto y Cayo Casio. En 44 a.
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  C., antes de partir para una nueva campaña, César quiso terminar su obra, proclamando la
  monarquía. Los libros sibilinos, indicaban que los partos solamente serían derrotados por un
  rey. El Senado fijó los idus de marzo (15 de marzo), para deliberar sobre el oráculo y,
  posiblemente, la mayoría servil a César, proclamaría la monarquía. Pero, al llegar a la sesión
  del Senado, fue asesinado, de treinta y cinco puñaladas, irónicamente, a los pies de la estatua
  de Pompeyo.(4)
  La guerra civil que siguió a la muerte de César, terminó con la república y dio lugar a la
  llegada del imperio.
  (4) “(...) ¿quién oyó mi nombre en la conspiración de este hecho gloriosísimo? Si los que ejecutaron
  el hecho de libertar a la patria hubieran necesitado consejo, ¿sería yo quien impulse a los (...) que
  constantemente tenían a sus ojos la imagen de Bruto? (...) Me encierras en compañía con los autores
  de esta gloriosa acción (...)”. Cicerón; Filípica II.
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Imperio Romano
  Quienes asesinaron a César, creían que con ese acto se           restauraría inmediatamente la
  república, por ello no pensaron que acciones emprenderían con posterioridad al magnicidio, y
  entonces el control de la situación quedó en manos de los cesarianos. El “Magister equitum”
  Marco Emilio Lépido y el cónsul Marco Antonio, fueron los lideres visibles del nuevo poder.
  Deseosos de evitar una guerra civil, los moderados de los dos bandos, realizaron un pacto
  según el cual: mantenían vigencia todas las disposiciones adoptadas durante el gobierno de
  César y, se proclamaba una amnistía para todos los conjurados, quienes, prudentemente se
  fueron de Roma.
  En Hispania Citerior, Sexto Pompeyo seguía siendo el dueño de la situación. Marco Antonio,
  envió a Marco Emilio Lépido a negociar con Pompeyo, mientras él, aspirante a ser el sucesor
  de César, trataba de acaparar poder(5). Sin embargo entró en conflicto con el Senado y con
  el sobrino e hijo adoptivo de Julio César, Cayo Octavio. Este joven de dieciocho años, que se
  encontraba en Iliria, preparando una nueva expedición contra los partos, decidió cambiar su
  nombre por el de Cayo Julio César Octaviano y regresar a Roma para hacerse cargo de la
  herencia de César. Marco Antonio, no tomó seriamente los reclamos de quien, para él, era un
  joven inexperto, y no acepto los reclamos de Octaviano. Octaviano, ayudado por amigos y
  vendiendo todos sus bienes, hizo celebrar los juegos prometidos por César y
  distribuyó 300 sestercios a cada ciudadano, según lo dispuesto por su padre adoptivo en
  el testamento. Consiguiendo el apoyo popular con estas medidas, y aprovechando el
  enfrentamiento entre el Senado y el cónsul Antonio, después de formar un ejército de
  veteranos del de César, logró que los senadores sancionaran a Marco Antonio por conducta
  anticonstitucional.
  En el año 43 a C., Marco Antonio atacó a Décimo Junio Bruto, gobernador de Galia Cisalpina.
  El Senado romano, por iniciativa de Cicerón, envió en ayuda de Bruto al nuevo pretor
  Octaviano junto a los cónsules Aulo Hircio y Cayo Vibio Pansa. Marco Antonio fue derrotado, y
  huyó a Galia.
  A pesar de que Cicerón consideraba a Octaviano un dócil instrumento del Senado, este no le
  otorgó ninguna misión importante, y si lo hizo con los conjurados contra César. A Casio se le
  asignó la provincia de Siria, a Marco Bruto la de Macedonia y, al mando de la flota pusieron a
  Sexto Pompeyo. Ante la negativa del Senado a otorgarle el consulado, Octaviano reunió a
  los partidarios de César y con su ejército ocupó Roma, donde se proclamó cónsul e
  hizo condenar a los asesinos de su padre por un tribunal constituido con tal motivo.
  Para conseguir más apoyos, se reconcilió con Marco Antonio y con Lépido, con los cuales
  formó un nuevo triunvirato. Una ley de 43 a C., propuesta por el tribuno Publio Ticio,
  constituyó el “Triunviri reipublicae constituendae", por cinco años, con poderes casi absolutos,
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  Cicerón fue una de las primeras víctimas del Triunviri. Luego, en 42 a. C., siguieron Bruto y
  Casio, que cerca de Filipos fueron derrotados por Marco Antonio, y muertos (¿suicidio?).
  Octaviano en Italia, distribuía tierras a los veteranos y enfrentaba las operaciones de piratería
  de Sexto Pompeyo. En 41 a. C., Octaviano debió regresar a Roma para enfrentar el
  descontento de los colonos expropiados, y a los veteranos que reclamaban más tierras,
  ambos apoyados por el hermano y la esposa de Marco Antonio, Lucio Antonio y Fulvia. En 40
  a C., en Perusa, Octaviano asedió y obligó a rendirse a los familiares de Marco Antonio,
  quien, en principio neutral, ahora se presentaba con una gran flota en Brindisi. Sin embargo,
  los intereses comunes primaron y llegaron a un acuerdo, sellado con el matrimonio entre
  Marco Antonio y la hermana de Octaviano, Octavia. Lépido, que había sido paulatinamente
  apartado del poder, fue enviado a Africa y, a Sexto Pompeyo, con quien se llegó a un
  acuerdo, se le otorgó el gobierno de Cerdeña, Córcega y Sicilia. Sin embargo, estos acuerdos
  no duraron mucho, Octaviano que ambicionaba todo el poder, en 38 a. C., se enfrentó a
  Sexto Pompeyo, siendo derrotado. Esto lo obligó a renovar el triunvirato por otros cinco años,
  asegurándose la colaboración de Lépido, después de entrevistarse en Tarento, con Marco
  Antonio. En 36 a. C., en la batalla de Nauloco, gracias a la ayuda de Lépido y la pericia militar
  de Marco Vipsanio Agripa, Octaviano logró eliminar a Sexto Pompeyo. Luego le llegó el turno
  a Lépido, que después de obligarlo a cederle Africa y Sicilia, se retiró a la vida privada,
  dejando a Octaviano con todo el poder en Occidente.
  En 36 a. C., Marco Antonio emprendió una expedición contra los partos, que fracasó
  rotundamente, quedando como único resultado la ocupación de Armenia. En Roma, los
  caballeros y optimates, y la mayoría de los romanos, sentían que la actividad de Antonio en
  Oriente lesionaba sus intereses y los de Roma. Se había unido a una “barbara”, y había
  repartido posesiones romanas con ella y sus hijos, como si se trataran de propiedades
  personales.
  En Occidente, Octaviano en 38 a. C., se había casado con Livia Drusila, matrimonio que lo
  relacionó con la familia de los Livios y la de los Claudios, dos de las familias más importantes
  de Roma, que lo aproximaban a los optimates. Eliminó a Sexto Pompeyo, y con una política
  filosenatorial, además del apoyo de los caballeros y del pueblo, lograba restablecer una
  normalidad casi total en toda Italia. En 35 a 33 a. C., Octaviano intervino personalmente en
  la guerra en el Ilírico y Marco Valerio Mesala Corvino, en 34 a C., atacó a los sálaces, en los
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  En 32 a. C., Octaviano que debía volver a la vida privada, puesto que caducaban sus poderes
  triunvirales, consiguió que el Senado y los ciudadanos romanos le juraran fidelidad personal,
  logrando mayores poderes. A partir de ese momento, como jefe supremo, le declaró la guerra
  a Cleopatra VII, dejando a Marco Antonio, aliado a ella, como enemigo de Roma. En la batalla
  de Actium, la escuadra egipcia de Cleopatra, huyó hacia Egipto y, Marco                      Antonio,
  abandonando su flota fue tras la reina egipcia. En 31 a. C., la flota de Antonio fue derrotada
  por las fuerzas de Octaviano. Sin embargo, el vencedor regresó a Roma para distribuir tierras
  entre los veteranos de su ejército. En 30 a. C. se decidió la expedición contra Egipto. Marco
  Antonio, sin posibilidades de defenderse, aparentemente se suicidó, y Cleopatra prisionera de
  Octaviano, reconociendo la imposibilidad de un acuerdo, también se suicidó. Egipto, se
  convertía en una dependencia más del imperio romano.
  (5) “Los que no sufrieron a César, ¿te sufrirán a ti? A porfía, créeme, correrán en adelante a realizar
  tal empresa, sin esperar a que se presente ocasión oportuna. Mira, pues, Antonio, por la República;
  te lo ruego encarecidamente. Considera de quiénes naciste y con quienes vives. Haz conmigo lo que
  te guste, pero reconcíliate con la República. Tú harás de ti lo que te parezca; yo, por mi parte,
  declaro que en mi juventud defendí la República, y no la desamparare en mi vejez. Desprecié las
  espadas de Catilina, y no he de temer las tuyas; antes bien, ofrezco gustoso mi vida si a costa de
  ella recupera Roma su libertad y acaba alguna vez el dolor del pueblo romano arrojando lo que ha
  tiempo le embaraza. Si hace veinte años negué en este mismo templo que para un consular pudiese
  haber muerte prematura, ¿con cuánta más razón no lo he de negar ahora con la vejez? En verdad,
  padres conscriptos, después de desempeñar los cargos que alcancé y de hacer tantas cosas, sólo
  debo optar a la muerte. Sólo dos cosas anhelo: una, dejar libre, a mi muerte, al pueblo romano, y
  éste será el mayor favor que puedan concederme los dioses inmortales; otra, que a cada cual le
  suceda lo que merezca por el bien o el mal que haya hecho a la República.” CICERON, Filípica II.
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  En 29 a. C., Roma recibió en triunfo a Octaviano, quien después de largos años de guerras
  civiles, aparecía como el restaurador de la paz, cerrando el templo de Jano, que permanecía
  abierto en tiempos de guerra. Los romanos pensaban que la paz, y la organización del
  imperio, dependían de la permanencia de Octaviano en el poder. Octaviano debía
  renunciar a todos los poderes que se le habían otorgado, lo que hubiera dado lugar a nuevas
  luchas por su sucesión. Por otra parte, temía instaurar un poder “monárquico” y enfrentarse
  a la misma situación que había terminado con el asesinato de Julio César. Hábilmente,
  consiguió que se le otorgara la condición de princeps e imperator (primero y jefe supremo del
  ejército), manteniendo en apariencia las instituciones republicanas, de las cuales él se
  reservaba funciones y prerrogativas de varias magistraturas. Por otra parte, seguía como
  consul (desde 31 a. C.) y, como tribuno de la plebe (desde 36 a. C.), era inviolable. En 28 a.
  C., fue nombrado presidente del Senado, “Princeps Senatus” y posteriormente, asumió el
  cargo de Sumo Pontífice.
  En 27 a. C., Octaviano informó al Senado su decisión de renunciar a todos sus poderes, los
  senadores le rogaron que no lo hiciera y le otorgaron el título de Augusto (término otorgado a
  cosas y lugares divinos). En 23 a. C. renunció al consulado y asumió los tribunicia potesta
  (poderes de los tribunos) y el “Imperium Proconsulare Maius et Infinitum. Estos poderes, de
  hecho, eran la base de la autoridad imperial(6).
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  Reorganizó los cultos y ceremonias religiosas, que habían caído en desuso, según la más pura
  tradición romana e itálica. Promovió leyes que limitaban la separación de los matrimonios,
  contra el adulterio, desfavorables para los solteros, y otorgó privilegios a las familias
  numerosas, con la intención, por cierto ineficaz, de frenar la inmoralidad y la decadencia de la
  institución del matrimonio.
  Terminada la organización interna del imperio romano, Octaviano Augusto pudo dedicarse a
  las amenazas externas, por vía diplomática, evitando los intentos de soluciones militares
  como las de César y Marco Antonio. Tiberio, hijastro de Augusto, obtuvo la liberación de los
  prisioneros romanos por parte de los partos, y la restitución de las enseñas quitadas a Craso
  y Marco Antonio. Los partos, también aceptaron el nombramiento de un rey en Armenia, por
  parte de Roma. Si bien la diplomacia de Tiberio fue exitosa, y así la consideró Augusto, la
  inestabilidad de Armenia y Partia, terminaron provocando en 1 d. C., nuevas intervenciones
  de los romanos. En España, y pese a que Augusto acudió personalmente, sólo en 18 a. C.,
  Agripa pudo someter las constantes rebeliones de cántabros y astures. La península ibérica,
  quedó dividida en las provincias romanas de Bética, Lusitania y Tarraconense. Narbonense
  (Francia), al igual que Bética, fueron confiadas al Senado. Galia fue dividida en las provincias
  imperiales de Aquitania, Bélgica y Lugdunense. En Egipto, Octaviano Augusto, fue reconocido
  como sucesor de los Ptolomeos. La anexión de Numidia a la provincia de África, dio lugar a
  una nueva provincia senatorial.
  La presencia de grupos “bárbaros” en la zona alpina, era una importante amenaza para el
  Norte de Italia y las galias, y una preocupación para Augusto. Sus hijastros Druso y Tiberio,
  en 16 y 15 a. C. conquistaron Retia y Vindelicia y en 13 a 8 a. C., Panonia. Octavio pretendía
  extender la frontera del imperio romano a los ríos Elba y Danubio, pero la muerte de Druso
  en 9 a. C., las revueltas en Dalmacia y Panonia, y la constitución de un reino germano en
  Bohemia, por parte del rey Maroboduo, impidieron esta empresa, que fue finalmente
  abandonada, cuando tres legiones al mando de Publio Quintilo Varón, fueron aniquiladas por
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  Económicamente Roma se vio beneficiada por la paz interior, la seguridad en las fronteras y
  un gobierno estable, durante el período de Augusto. Se desarrolló la actividad artesanal y el
  intercambio comercial en todo el imperio. La difusión del latín, dio cierta cohesión a un
  imperio constituido por numerosos pueblos de diferentes culturas. También contribuyó a la
  integración el culto a la “diosa” Roma y el “culto imperial” hacia Augusto. En este marco de
  prosperidad y poderío político, se pudo desarrollar el arte y la literatura, que             fueron
  protegidas por Augusto y Mecenas.
  Posiblemente mejor organizador, pero menos genial y estratega que César, Octavio Augusto,
  supo rodearse de brillantes generales como: Agripa, Druso y Tiberio. Prudente y realista,
  supo ser el portavoz de las aspiraciones de la mayoría de los romanos                 y, cuando las
  circunstancias lo requerían, supo adecuar su accionar. Gobernó, prácticamente sin oposición,
  más de cuarenta años, con principios y métodos que influyeron sobre sus sucesores
  inmediatos, quienes se enfrentaron para resolver quien lo reemplazaría, pero sin proponer
  ningún cambio en la forma de gobierno. El 19 de agosto de 14 d. C., a los 76 años, moría
  Octaviano Augusto. El Senado romano decretó la apoteosis, es decir, la deificación               de
  Augusto, siendo divinizado oficialmente junto a Rómulo y César.
CALIGULA
  Con el apoyo del ejército, el pueblo y el Senado, Calígula asumió el poder. Su gobierno, en
  principio parecía muy prometedor, pero pronto se transformó en un cruel y sanguinario
  tirano. Despreció totalmente al Senado, se lanzó a descabelladas aventuras militares,
  destruyó los logros financieros de Tiberio. Trató de instalar una monarquía de tipo oriental. Su
  principado duró desde 37 a 41, siendo asesinado por Casio Querea, uno de los tribunos de los
  pretorianos.
CLAUDIO
  Al morir Calígula se impuso un nuevo sistema de nombramiento del sucesor: los pretorianos
  le impusieron al Senado su candidato, Claudio, el tío de Gayo(8). El nuevo príncipe, que
  gobernó entre 41 y 54, un estudioso de filología e historia, era muy poco apreciado por su
  carácter sumiso y sus problemas corporales. Sin embargo, demostró ser práctico e innovador.
  Para administrar el imperio, decidió la centralización del poder, creó una importante
  burocracia administrativa y creó cuatro departamentos, cada uno a cargo de un canciller
  imperial: el ab epistulis (de correspondencia), a libellis (de justicia), a studiis, (de archivos) y
  a rationibus (de finanzas). Organizó el       ficus (arca imperial), separándolo del      aerarium
  (patrimonio del emperador). En estos departamentos se emplearon libertos, quienes, por su
  influencia sobre el emperador, provocaron el resentimiento de los sectores senatoriales. Por
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NERON
  Agripina, mujer de Claudio en el año 49, intrigó constantemente a favor de su hijo Nerón
  Claudio César y contra el hijo de Claudio, Británico. Logró que Nerón fuera adoptado por
  Claudio, que además se casara con su hija Octavia y fuera nombrado               emperador. La
  influencia de Séneca y de Afrinio Burro, prefecto del pretorio, designados como preceptores y
  consejeros por Agripina, fue decisiva en la designación de Nerón. Sin embargo, la intrigante y
  codiciosa madre, pretendía gobernar a través de su hijo.
  Los primeros años del principado son considerados por los historiadores, como uno de los
  mejores períodos del imperio romano, caracterizado por muy buenas relaciones con el
  Senado, buena administración y exitosa defensa de las fronteras. Pero al cabo de cinco años,
  la situación cambió drásticamente. Nerón eliminó a su hermanastro Británico, al cual Agripina
  comenzó a postular como candidato a emperador. En 59 asesinó a su propia madre y a su
  esposa, Octavia, reemplazada como esposa, en 62, por Popea Sabina. En el mismo año,
  Burro, “muerto”, fue reemplazado por Ofinio Tigelino y Séneca se retiró a la vida privada.
  Libre de toda tutela, Nerón se convirtió en un tirano, e intentó convertirse en un rey absoluto.
  Las con juras de la oposición, entre ellas la encabezada por Cayo Calpurnio Pisón, y la de
  Antonio Viniciano (llamada “La Viniciana”), que fueron, cada vez más, apoyadas por
  intelectuales, como Séneca y Lucano, nobles y altos oficiales del ejército, dieron lugar a una
  brutal represión.
  Entre tanto, en Oriente, Cneo Domicio Corbulón resolvía un nuevo conflicto con los partos,
  logrando que el rey armenio aceptara el protectorado romano. Las revueltas en Britania,
  contra los abusos de los funcionarios romanos, dieron lugar a un levantamiento encabezado
  por la reina Boudicca. La situación en Judea, no dejaba de complicarse. Después de un largo
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  viaje por Grecia, Nerón debió enfrentar la rebelión de Cayo Julio Vindice en Galia, reprimida
  por Lucio Verginio Rufo, gobernador de Germania. Sin embargo, este último, dando un
  cambio radical, apoyó la rebelión de Servio Sulpicio Galba en Hispania Tarraconense, a quien
  además apoyaron los gobernadores de África, Egipto, Lusitania y Egipto. Finalmente los
  pretorianos aclamaron a Galba como nuevo emperador, y Nerón después de intentar fugarse
  se “suicidó”(10).
GALBA
  Como todavía estaba sin resolver la condición de la sucesión, se inició a partir de 68 una
  grave crisis sucesoria en la cual se sucedieron cuatro emperadores en un año. La muerte de
  Nerón, último miembro de la familia Julio- Claudia, dejó a la sucesión sin el factor dinástico,
  que había permitido el traspaso del poder.
  Galba, fue proclamado por las legiones instaladas en las provincias, enfrentando al Senado y
  a las cohortes pretorianas que, hasta entonces, habían proclamado a los emperadores. Galba
  se dirigió a Roma con el objeto de ser proclamado por el Senado. Galba, un severo anciano,
  rápidamente cosecho fuertes opositores. La elección de Lucio Culpinio Pisón Liciano, como
  corregente, provocó la reacción de Marco Salvio Otón, gobernador de Lusitania, que esperaba
  ser el sucesor de Galba. Los pretorianos, ante el incumplimiento de un pago adicional
  prometido por Galba, asesinaron al emperador, a Pisón, y proclamaron a Otón.
OTON – VITELIO
  Las legiones estacionadas en el río Rhin, en rebeldía, proclamaron emperador a Aulo Vitelio,
  quien se dirigió hacia Roma con un ejército dirigido por Fabio Valente y Aulo Cecina Alieno.
  En Bedriacum, Otón, derrotado, se “suicidó”, y Vitelio fue aceptado por el Senado como
  emperador. Sin embargo, las legiones de Oriente aclamaron emperador a Tito Flavio
  Vespasiano, apoyado por Cayo Licinio Muciano y Tiberio Julio Alejandro, gobernadores de Siria
  y Egipto, respectivamente.
VESPASIANO
  El comandante Marco Antonio Primo, logró que las legiones del Danubio, que habían apoyado
  a Otón, se dirigieron a Roma en apoyo de Vespasiano, derrotando a Vitelio en Bedriacum y
  ocuparon Roma en nombre de Vespasiano. Vitelio fue asesinado y el Senado se apresuró a
  reconocer a Vespasiano como nuevo emperador.
  El primer problema del nuevo emperador, fue finalizar las guerras civiles y asegurarse la
  lealtad del ejército. Restablecida la paz, trató de repara los daños producidos por las guerras
  y poner en orden la administración imperial.
  El hijo del emperador, Tito, en 70, conquistó y destruyó Jerusalén. Mientras tanto en Galia,
  una rebelión trataba de crear un nuevo imperio, el “Imperium Galliarum, tentativa que
  fracaso, pero demostraba que el ejército distaba mucho de subordinarse. Para asegurarse la
  fidelidad de los pretorianos, el emperador nombró prefecto a Tito.
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  Las relaciones de Vespasiano con el Senado pueden calificarse como buenas, formalmente lo
  consultaba continuamente, incluyó en él numerosos aristócratas italianos y de las provincias
  de Occidente. En las provincias promovió la romanización, concedió numerosas ciudadanías
  romanas, fundó colonias y controló a los gobernadores. Las ciudades de la Península Ibérica
  recibieron el “Ius Latii Minus”, mediante el cual, al año de servicio, sus magistrados recibían
  la ciudadanía. En la administración, reemplazó a los libertos, con miembros de la clase de los
  caballeros, como funcionarios. Saneó las finanzas de Roma, realizó grandes obras públicas,
  como el Coliseo (Anfiteatro Flavio), a pesar de lo cual se lo acusaba de “avaro”. El refuerzo de
  las fronteras imperiales fue un tema prioritario para el Emperador y, si bien, en líneas
  generales, no amplió el imperio, por motivos de seguridad realizó modestas adquisiciones
  territoriales.
  Vespasiano reforzó el poder imperial mediante una acción eficaz de gobierno, sin embargo,
  persistía cierta oposición a este sistema de gobierno, principalmente, entre los filósofos
  cínicos y estoicos, que fueron expulsados de Italia.
TITO
  Al morir en 79, y después de ser divinizado, a Vespasiano, lo sucedió su hijo Tito, que había
  ascendiendo los peldaños del poder, en vida de su padre, hasta ser asociado a él. Tito reinó
  de 79 a 81. Hábil diplomático, hombre de una gran generosidad y muy clemente, fue llamado
  “delicia del género humano”. Su principado, corto, pero considerado un o de los mejores de la
  historia de Roma, sin embargo, soportó dos terribles catástrofes, como la destrucción de
  Pompeya y Herculano, por la erupción del volcán Vesubio en 79 y, el incendio de Roma en el
  80.
DOMICIANO
  Al morir Tito, lo sucedió su hermano Domiciano, relegado a un papel secundario por su padre
  y su hermano. Su carácter autoritario y ambicioso, obscurecieron sus virtudes de buen
  gobernante y, pasó a la historia como un tirano cruel y autoritario. Su gobierno fue lo más
  parecido a una monarquía absoluta, en la cual solamente el Consilium Principis, controlado
  por Domiciano, tenía alguna importancia, a expensas del Senado. Impuso para él, el apelativo
  de “Dominus et Deus”, es decir, “Señor y Dios”, he hizo que se le tributaran honores divinos.
  Mediante rigurosos controles, logró mayor eficacia de la administración, de la justicia y de las
  provincias. Nombrado “Censor perpetuo”, y apoyado por la clase de los             caballeros, se
  convirtió en el custodio de las costumbres y de la religión romana, oponiéndose a todo culto
  extranjero, sobre todo a los judíos, que durante los principados de su padre y hermano,
  habían gozado de una gran tolerancia.
  Trato de dar mayor seguridad al imperio, expandiéndolo por Escocia en 84, por el sector
  renano-danubiano, en 83 -84, en el que creó las provincias de Germania Superior e Inferior.
  Organizó un eficaz sistema de “caminos” fortificados con Limes. Sin embargo, Decébalo, rey
  de los dacios, cruzó en varias ocasiones la frontera danubiana aniquilando completamente a
  un ejército romano. En 88 los romanos derrotaron a los dacios, pero los movimientos de los
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  marcomanos, hicieron que Domiciano pusiera fin a las hostilidades, estableciendo un tratado
  de paz que sus opositores consideraron vergonzoso.
  La aristocracia senatorial ejercía una fuerte oposición que, Domiciano, trató de aniquilar
  estableciendo un régimen de terror, realizando confiscaciones de bienes, condena a muerte,
  incluso a miembros de su propia familia, que le proporcionaron grandes riquezas. En 89, Lucio
  Antonio Saturnino, gobernador de Germania Superior, inició una rebelión que fue rápidamente
  reprimida, pero la conjura contra el príncipe siguió adelante. En 96, su propia esposa Domicia
  Longina, participó en la conjura que finalizó con la vida de Domiciano.
NERVA
  Sin embargo, su falta de experiencia militar, hacía que no tuviera poder sobre las legiones y
  los pretorianos, que lo obligaron a castigar a los asesinos de Domiciano.
  Como era anciano y carecía de herederos, Nerva, para evitar peligrosas crisis sucesorias,
  adoptó como hijo y sucesor al gobernador de Germania Superior, Marco Ulpino Trajano, un
  experto general, amado por sus soldados, con gran experiencia y capacidad.
TRAJANO
  Trajano, nacido en Itálica (Sevilla), perteneciente a una poderosa familia de Bética, fue el
  primer hombre proveniente de las provincias en llegar al imperio. A pesar de ser nombrado en
  el 98, permaneció algún tiempo en Germania para asegurar la frontera y entró en Roma en el
  99. Su gran habilidad militar y su capacidad de mando, le granjearon rápidamente el respeto,
  la simpatía y la obediencia de los ejércitos. Pudo gobernar sin la constante injerencia militar.
  Constituyó una nueva guardia, los “Equites Singulares”, escogida entre los caballeros, con el
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  Trajano estableció una gran colaboración con el Senado, respetando su autoridad y dignidad,
  aunque en realidad disminuyó sus poderes. Sin rechazar a los poderosos, se presentó como
  “protector natural de los humildes”. Su poder era similar al de Domiciano, pero en vez de
  presentarse como un “Dominus autoritario”, lo hacia como “Princeps augusteo”. En lo político
  y administrativo, realizó una mayor centralización del poder, controló severamente a los
  magistrados y funcionarios. Alivió de gravámenes a las administraciones provinciales y
  municipales, asignándolos a la administración imperial, en la que se continuó la sustitución de
  libertos por los caballeros. Ejecutó gran cantidad de obras públicas, y amplio el sistema de los
  alimenta, especialmente en Italia, donde la crisis económica se hacía notar más. Obligó a los
  senadores a invertir, como mínimo, un terció de su patrimonio en bienes raíces en Italia.
  Propuso para la justicia: equidad, firmeza y humanidad, como lo demuestran las instrucciones
  que envió al gobernador de Bitania, Plinio el Joven(11), con relación al trato que debía darse
  a los cristianos.
  En lo externo, reanudo la expansión del Imperio, reanudando las guerras contra los dacios y
  los partos, intentando resolver definitivamente los problemas fronterizos. Las        sucesivas
  guerras, de 101 a 102 y de 105 a 106, terminaron con la derrota de Decébalo, que se
  “suicido”, aseguraron la frontera en el bajo Danubio, y Dacia fue convertida en una provincia
  romana, mientras que se convirtió en una colonia romana a su capital Sarmizegetusa. El botín
  obtenido revitalizó las finanzas del Estado romano y permitió realizar un gran programa de
  obras públicas como: acueductos, un foro y termas. En Oriente, en 105 a 106, fue anexada la
  llamada “Arabia Pétrea”, por Aulo Cornelio Palma. Pero, la guerra contra los partos, costó
  enormes cantidades de hombre y medios, sin que por ello se lograra un resultado “positivo”.
  Entre 114 y 115, Trajano consolidó el poder romano en Armenia, Asiria y Mesopotamia. Pero,
  rápidamente contraatacaron los partos, favorecidos por una gran rebelión de judíos. Enfermo,
  Trajano decidió regresar a Roma, dejando al mando de la campaña contra los partos a su
  designado sucesor, Publio Elio Adriano. La muerte de Trajano se produjo en 117, durante su
  regreso a Roma.
ADRIANO
  En líneas generales puede afirmarse que, el principado de Adriano, fue pacífico. Solamente las
  rebeliones judías (131 a 135), opuestas a la fundación de la colonia Aelia Capitolina en
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  Para disponer de una organización militar capaz de asegurar la estabilidad del imperio,
  Adriano hizo modificar el sistema de reclutamiento, estableciendo que las tropas que
  componían las legiones debían reclutarse en los territorios en los cuales estaban
  instaladas para su defensa. Se reemplazó, en los altos grados del ejército, a los senadores
  por caballeros, que poseían una mayor experiencia militar. Pero, al introducir en las legiones
  elementos “no romanos”, se puso en marcha un proceso por el cual, el ejército romano
  comenzó a tener entre sus filas a grupos pertenecientes a los mismos “bárbaros” que debía
  combatir. Por otra parte, al reemplazar a los senadores, contrariamente a                             la tradición
  romana, se dio mayor importancia a los elementos militares sobre los civiles.
  Con respecto a las provincias, dejaron de ser consideradas zonas de conquista, para ser
  ahora parte integrante del imperio. Adriano, que las visitaba constantemente, mejoró su
  administración, sobre todo Italia, a la cual le asignó cuatro cónsules. Además,                                 el
  nombramiento de senadores procedentes de las provincias, disminuyó la autoridad de los
  romanos, en un Senado ya debilitado por el Consilium Principis. Este Consilium, instituido por
  Augusto, fue ampliando sus funciones, en principio consultivas. Debido a estas medidas, las
  relaciones entre el Senado y Adriano, que no poseía la habilidad diplomática de Trajano, se
  tensaron peligrosamente. En cambio, los caballeros alcanzaban elevadas posiciones dentro de
  la burocracia imperial.
  Los últimos años del imperio de Adriano, fueron de preocupación por el problema sucesorio.
  Como Trajano, sin descendientes directos, Adriano adoptó a Antonino Pío, quien lo reemplazó
  al morir en 138. El emperador fue sepultado en la “Mole Adriana”, un mausoleo imponente
  que él mismo se hizo construir en vida.
ANTONINO PIO
  Antonino procedía               de   una   rica   y   noble    familia   romana,   pacífico   y   sencillo, estaba
  profundamente vinculado a las tradiciones y al antiguo culto, de ahí el agregado de “Pío” a su
  nombre, Tito Helio Adriano Antonino. En su principado, los hechos más trascendentales
  tuvieron que ver con el restablecimiento de buenas relaciones con el Senado, entre otras
  cosas, mediante la eliminación de los cuatro cónsules de Italia, de la cual no salió durante su
  gobierno.
  Las principales preocupaciones de Antonino Pío, parecen haber sido la paz y el bienestar. A
  este respecto, mostró una gran preocupación por la problemática social, ampliando                               el
  asistencialismo, y solicitando la ampliación de las leyes. Realizó una correcta administración
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  Sin embargo, durante los años que duró su principado, 138 a 161, debió enfrentar rebeliones
  en Egipto, Mauritania, Numidia y en las comunidades judías. Además, los partos y los
  bárbaros, ejercieron una presión cada vez mayor en las fronteras imperiales. En Britania,
  siguiendo el ejemplo de su antecesor, construyó una nueva línea de fortificaciones, la “Vallum
  Antonini”, que sin embargo resultó ineficaz para detener las correrías de las tribus norteñas.
  Trajano, padre adoptivo de Antonino, le había hecho adoptar a Marco Annino Vero y a Lucio
  Helio Vero. Al morir Antonino Pío, el sucesor fue su hijo adoptivo mayor.
MARCO AURELIO
  Emperador de origen español, hijo de un senador de Bética, seguidor des estoicismo, poco
  inclinado hacia las actividades militares y, para algunos historiadores, desprovisto de la
  capacidad organizadora que requería el imperio, Marco Antonio, ejerció un principado firme y
  decidido. Sospechando que no podía enfrentar él solo los grabes problemas que aparecían en
  el horizonte imperial, hizo que el Senado le otorgara poderes similares a los de él, a su
  hermano Lucio Vero, convirtiendo su principado en una diarquía, y pretendiendo eliminar de
  raíz el problema sucesorio.
  Pese a que algunos historiadores contemporáneos, como Dión Casio, sostienen que el período
  de Marco Aurelio fue la “Edad de Oro”, en realidad la situación del imperio fue critica. Los
  bárbaros presionaban en las fronteras de los ríos Danubio y Rhin, en Britania las rebeliones
  eran permanentes y los partos, después de derrotar a los romanos, en 162, invadieron
  Armenia y atacaron Siria. Lucio Vero, marchó contra los partos con un poderoso ejército, y
  con la ayuda del gobernador de Siria, Avidio Casio, en 166, restableció el protectorado
  romano sobre Armenia y se apoderó de pare de Mesopotamia en 166.
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  rebeló uno de los síntomas del malestar al proclamarse emperador en Oriente, pero fue
  asesinado por dos de sus oficiales. Marco Aurelio, normalizada la situación en Oriente, en 177,
  tuvo que regresar a la frontera danubiana, para rechazar nuevos ataques de marcomanos,
  cuados y otros grupos de germanos.
  Marco Aurelio, durante su principado, trató de aliviar la situación de los sectores más
  humildes con medidas sociales, jurídicas y económicas, además, mantuvo buenas relaciones
  con el      Senado.        Pero,   acelero   la   concentración   de   poder,   aumento   el   proceso   de
  burocratización.
COMODO
  Una conjura, en la cual parece haber participado Marcia, terminó en el asesinato de Cómodo,
  en 192, desencadenando un grave conflicto por la sucesión del último de los Antoninos.
  Severo, con la colaboración del Senado, logró que Didio Juliano fuera depuesto y muerto;
  venció a Pescenio Niger, a quien hizo condenar a muerte, en 194, junto con sus partidarios. Y
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  si bien reconoció, al principio, el título de César a Clodio Albino, lo derroto y mandó matar en
  197.
  Si bien, el poder lo había obtenido por medio de las armas, Septimio Severo, sostuvo un falso
  parentesco adoptivo con Marco Aurelio, para darle cierta legalidad a la dinastía que se
  proponía iniciar. En 196, hizo nombrar César, y en 198 Augusto a su hijo Caracalla y, en 198
  y 209, respectivamente, se le dieron los mismos títulos a su hijo Geta. De hecho se
  instauraba una monarquía absoluta, con el apoyo de los caballeros que, desplazando a la
  aristocracia senatorial, recibieron los principales cargos de gobierno, y el mando de las
  legiones. Con          Septimio   Severo,   en   la   estructura   del   Estado   romano,   obtenía   neta
  preponderancia el sector militar sobre el civil. Continuaba el proceso de concentración del
  poder, de organización burocrática, y un control más estricto sobre las administraciones
  provinciales y municipales.
  En este período se produjo la definitiva separación entre los bienes de la corona (patrimonium
  principis), y los bienes personales del emperador (res privata). El primero era alimentado por
  los tributos, por lo cual, dadas las crecientes necesidades del Estado, la presión tributaria se
  hacía cada vez mayor. Las “res privata” se acrecentaba, fundamentalmente,                       mediante
  confiscaciones.
  Septimio Severo, utilizó los servicios de             grandes juristas, como Papiniano, Julio Paulo y
  Ulpiano, con la pretensión de asegurar la igualdad ante las leyes que, además, debían ser
  más equitativas y humanas. Trató de eliminar la posición preponderante de Italia, que fue
  guarnecida y convertida en una provincia más. Se reorganizó el reclutamiento de                        los
  pretorianos, en lo sucesivo, elegidos entre las legiones, quitándole a Italia, este tradicional
  factor de poder.
  En las provincias, Septimio Severo, trato de asegurar una eficiente administración y defensa.
  Pero, debió hacer frente a una nueva invasión de los partos, a los que                           derrotó,
  reconquistando Mesopotamia. Sin embargo, en Britania, prefirió retroceder hasta el Vallum
  Adriani. En 211, Septimio Severo, moría en Britania, dejando como herederos a sus hijos
  Caracalla y Geta.
  (6) “Después que por la muerte de Bruto y Casio cesaron las armas públicas; viendo Pompeyo en
  Sicilia, despojado Lépido, muerto Antonio, sin que del bando de los Julios quedase otra cabeza que
  Octavio César; dejado por él el nombre de uno de los tres varones (triunviros), llamándose cónsul, y
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  por agradar al pueblo encargándose de su protección, contentándose con la potestad del tribuno;
  después de haber halagado a los soldados con donativos, al pueblo con la abundancia y a todos con
  la dulzura de la paz, comenzó a levantarse poco a poco, llevando a sí lo que solía estar a cargo del
  Senado, de los magistrados y de las leyes, sin que nadie le contradijese. Habiendo faltado a causa de
  las guerras y proscripciones los más valerosos ciudadanos, y los otros nobles cayendo en que cuanto
  más prontos se mostraban a la servidumbre tanto más presto llegaban las riquezas a los hombres;
  viéndose engrandecidos por este medio, quisieron más el estado presente seguro que el pasado
  peligroso. Ni a las mismas provincias fue desagradable esta forma de estado, sospechosas del
  Gobierno, del Senado y del pueblo a causa de las diferencias entre los grandes y avaricia de los
  magistrados, siéndoles de poco fruto el socorro de las leyes enflaquecidas con la fuerza, con la
  ambición y finalmente con el dinero. . .” TÁCITO, los Anales.
  (7) “Terminó los monumentos que Tiberio había dejado incompletos, el templo de Augusto y el
  teatro de Pompeyo. Comenzó un acueducto cerca de Tiber, y un anfiteatro cerca del campo de Marte
  (...) Por orden suya se reconstruyeron en Siracusa las murallas de la ciudad y los templos de los
  dioses que estaban arruinados (...) Hasta aquí he hablado de un príncipe; ahora hablaré de un
  monstruo. Habíase hecho llamar piadoso, hijo de los campamentos, padre de los ejércitos, César
  óptimo y máximo. Oyendo un día a varios reyes, disputar entre sí en su mesa, acerca de la nobleza
  de su origen, exclamó en griego: “No hay más que un señor, no hay más que un rey”; y poco faltó
  para que en el acto tomase la diadema, y en vez de las insignias de su autoridad, toma los signos de
  la realeza.
  Jamás dejaba de recomendar a los verdugos, “que hiciesen de manera que se sintieran morir (...)”.
  Furioso por ver a la multitud favorecer en el circo a un partido al que era él contrario, exclamó:
  “¡Ojalá tuviese una sola cabeza el pueblo romano! Tanto quería a su caballo llamado Incitatus, que
  (...) mandó construirle una caballeriza de mármol, un pesebre de marfil, mantas de púrpura y
  collares de perlas y hasta se dice que le destinaba el consulado.” SUETONIO, Los Doce Césares.
  (8) “Cuando los asesinos de Calígula separaron a todo el mundo, Claudio, alejado como los demás,
  sobrecogido de miedo (...) permaneció oculto detrás dl tapiz que cubría la puerta. Un soldado, a
  quien la casualidad llevó hasta allí, le vio los pies, quiso saber quien era, le reconoció. Le saludó
  como Emperador, le llevó a sus compañeros indecisos todavía (...) el Senado nombra a Claudio, éste
  recibió delante del pueblo reunido los juramentos del ejército; prometió a cada soldado quince mil
  sextercios, y fue el primero de los Césares que compró a precio de oro la fidelidad de las legiones
  (...)” SUETONIO, Los Doce Césares.
  (9) “ La muerte de Nerón causó varios movimientos de ánimo, no sólo en Roma entre los senadores,
  el pueblo y los soldados pretorianos, sino también en las legiones que estaban en las provincias, y en
  los capitanes de ellas, habiéndose descubierto ya aquel secreto del imperio que podía elegirse el
  príncipe en otra parte que en Roma. Estaban contentísimos los senadores (...) los caballeros
  principales, y aquella parte del pueblo entera y sencilla, junto con los amigos y libertos de los
  muertos y desterrados, y los allegados y dependientes de casas grandes. Solamente la hez del vulgo,
  acostumbrado a los juegos del circo y a los teatros, y con ella los esclavos disolutos y los que,
  consumidas sus herencias, se alimentaban de las infamias y vituperios de Nerón, estaban tristes y
  deseosos de revueltas.
  Los soldados de la guardia de la ciudad, viendo que no se daba el donativo prometido en nombre de
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  Galba, y que la gracia del príncipe se la había ganado por la mano de las legiones que le eligieron
  (...) no faltaban discursos de algunos que vituperaban la avaricia de Galba. Y a la verdad, aquella
  severidad suya no agradaba a los que estaban de suerte habituados a la manera de vida de Nerón.
  TACITO, Las Historias.
  (10) “Tenía once años cuando lo adoptó Claudio, dándole por maestro a Anneo Séneca, que ya era
  senador (...) Comenzó su reinado con demostraciones de piedad filial: hizo magníficos funerales a
  Claudio, pronuncio su oración fúnebre y le puso en el rango de los dioses (...) y entregó a su madre
  autoridad ilimitada.
  Al principio solamente se entregó por grado, y en secreto, al juego de sus pasiones, avaricia y
  crueldad que quisieron hacer pasar como errores de juventud, pero sin que al fin pudiese dudar nadie
  que eran vicios de carácter y no de edad (...) Le apasionaron los ejercicios de caballos (...) Tampoco
  vaciló en representar con los actores en los espectáculos que daban los particulares. Exhibióse por
  primera vez en Nápoles, y a pesar de un terremoto que conmovió repentinamente el teatro, no dejó
  de terminar la canción comenzada (...) El mismo se proclamaba vencedor, por cuya razón luchaba en
  todas las ocasiones con el heraldo (...) No tardó en pesarle su madre, que, observando sus acciones
  y palabras, le reprendía a veces amargamente (...) Mandó matar a su madre, y dijo que se había
  suicidado (...) Su vida no fue en adelante más que una serie de asesinatos; nadie estaba libre de sus
  golpes, y todo pretexto le era bueno (...)”. SUETONIO, los Doce Césares.
  (11) “Te quedó, aún siendo emperador, la humanidad de antes. ¿Andabas a pie? También ahora
  andas. ¿Te holgabas de trabajar? También te huelgas; nada te mudó la fortuna. Libertad hay, cuando
  sale el príncipe en público, de pararse o pasar adelante; está a tu lado cualquiera que llega; da fin a
  la plática la vergüenza de cada uno, no tu soberbia (...) Abriste los ojos, y como antes al ejército, así
  pacificaste al tribunal, ordenaste de manera que no pareciese que arruinabas con leyes la ciudad
  fundada con leyes (...) Tú elegiste mujer que es tu decoro y tu honra; ¿quién es más santa?; ¿quién
  es más noble?; (...) ¡Qué moderada en su adorno! (...). PLINIO, EL JOVEN: Panegírico de Trajano.
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CARACALLA
  Avido de poder, Caracalla, entre las primeras medidas que tomó, sobresale la orden de
  asesinar a su hermano Geta y a sus partidarios. Necesitado de obtener apoyos, trató de
  ganarse las simpatías del ejército, aumentando la soldada y otorgándole todo tipo de
  concesiones. Las sumas que utilizó con ese fin, más la construcción de grandes edificios,
  agravaron la crisis económico financiera que afectaba a Roma. Para poner fin a la crisis,
  propuso nuevos gravámenes y adoptó una reforma monetaria, acuñando una nueva moneda
  el “antoniniano”, de valor nominal inferior al real, por lo tanto, la reforma tuvo carácter
  inflacionista.
  Caracalla, realizó un plan de invasión y conquista de los partos, pero cuando intentó ponerlo
  en práctica fue asesinado, según algunos historiadores, por motivos personales por el prefecto
  Marco Opelio Macrino, en 217.
LOS MILITARES
MACRINO Y HELIOGABALO
  Macrino se hizo proclamar emperador por sus soldados, sin embargo, sus pactos y tratos con
  los partos, considerados indignos, hicieron que las tropas se rebelaran y lo mataran. Basiano,
  un joven de quince años, primo de Caracalla, conocido como Heliogábalo, fue proclamado
  emperador.
  Heliogábalo dejo los asuntos de Estado en manos de su madre, Julia Soemia. Entre tanto, el
  se ocupó de imponer el culto al dios Helegábalo, del cual era sacerdote. La corrupción del
  joven emperador y el mal gobierno de su madre, provocaron el odio generalizado sobre la
  corte imperial. En 222 Heliogábalo y su madre, fueron asesinados por los pretorianos, pasando
  el poder a Severo Alejandro, primo del emperador.
SEVERO ALEJANDRO
  Alejandro fue asesorado y guiado, durante su principado, por su abuela, Julia Mesa, y por su
  madre, Julia Mamea, logrando para el imperio algunos años de prosperidad                  y paz.
  Políticamente se logró la colaboración del Senado, a cuyos miembros les dio mayoría absoluta
  en el Consilium Principis, en detrimento de los caballeros, a los cuales se reservó la prefectura
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del pretorio.
  Por otra parte, enfrentó la situación en las fronteras, que había empeorado dramáticamente,
  repeliendo a los persas sasánidas en Oriente, y a los germanos en la frontera renana. Sin
  embargo, los legionarios mantuvieron una actitud muy critica al intento de resolver los
  conflictos con los bárbaros, ofreciéndoles dinero para que se retirasen. La                     resolución de
  reducir la soldada, para hacer frente a los problemas financieros, fue otro hecho que enfrentó
  al emperador con los soldados, que decidieron darle muerte, en 235, acusándolo de ser un
  títere de su madre.
  Con Maximino, fue aclamado, en África, el procónsul Gordiano, que debido a su edad, ochenta
  y un años, asoció al poder a su hijo Gordiano II, a quien el gobernador de Numidia, derrotó y
  mato. Ante la noticia, Gordiano, se suicidó, en 238, habiendo cumplido veintidós días de
  principado. El Senado, presurosamente nombró dos sucesores, Balbino y Pupieno, y un César,
  de trece años, sobrino de Gordiano II, Gordiano III. Por otra parte, Maximino fue asesinado
  por sus propios soldados. A los tres meses, los pretorianos asesinaron a Pupieno y Balbino,
  quedando como emperador único Gordiano III.
  El nuevo emperador, demasiado joven para gobernar, dejó esta función en manos de su
  madre, y con posterioridad, de los prefectos Timesiteo y Filipo, llamado el                           Árabe.
  Aprovechando una expedición contra los persas, Filipo el Árabe, amotinó al ejército contra
  Gordiano III, en 244, y lo hizo asesinar.
  Aclamado nuevo emperador, Filipo concluyó una paz con los persas y regresó a Roma, donde
  trató de establecer buenas relaciones con los senadores. En 247, logró una gran victoria en el
  Danubio, contra los carpios que, junto con la celebración de los 1000 años de la fundación de
  Roma, dieron un gran brillo a su principado. Sin embargo, en 248, Decio fue aclamado
  emperador por las legiones de Mesia y Panonia.
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  Entre 250 y 251, la presión de los germanos y la invasión de los godos a Mesia, obligaron a
  Decio a organizar una expedición punitiva. El emperador murió en combate, traicionado por
  su lugarteniente Treboniano Galo.
  Entre 251 y 253, se sucedieron como emperadores Galo y Marco Emilio Emiliano, ambos
  aclamados y asesinados por sus propios legionarios. Mientras que en Retia, era elegido por
  las legiones Publio Licinio Valeriano.
  Entre tanto los persas sasánidas, se apoderaban del Imperio Parto.           Este nuevo peligro
  externo y las continuas perturbaciones en Roma, hicieron que Valeriano asociara al poder a su
  hijo Galieno, el cual quedo a cargo de las provincias Occidentales, mientras él se dirigía a las
  provincias Orientales invadidas por el rey persa Sapor I, y a Grecia y las costas del Asia
  Menor, asoladas por los godos. Como las tropas romanas fueron diezmadas por la peste,
  Valeriano trató de negociar con los persas, pero en 260, fue apresado con todo su ejército, y
  terminó sus días en las prisiones persas.
  Odenato, rey de Palmira, rechazó a los invasores persas de Sapor I, manteniéndose fiel a
  Roma. Galieno, ahora emperador, confió el gobierno de las provincias Orientales a Odenato,
  para tener las manos libres contra los godos, contra los alamanos, y los francos, que
  atacaban respectivamente Grecia, Italia y Renania, mientras que los sajones saqueaban las
  costas del canal de la Mancha.
  Si la situación en la frontera era cada vez más grave, no lo era menos la de Roma, donde
  innumerables usurpadores y pretendientes, conocidos como los “Treinta Tiranos”,              se
  disputaban el poder. En 259, el general Póstumo,       asesinó al hijo de Galieno, Salomino,
  constituyó en “Imperium Galliarum”, por todas las Galias, Hispania y Britania. Galieno, sin
  poder controlar completamente la rebelión, tampoco pudo impedir que Palmira se proclamara
  reino independiente de Roma. Después de obtener una gran victoria sobre los godos, Galieno
  debió regresar a Roma, para reprimir la rebelión del general Auréolo. En el asedio de Milán,
  en 268, Galieno fue asesinado por sus oficiales.
  Uno de estos oficiales, Claudio II, después de librarse de Auréolo, fue aclamado sucesor de
  Galieno. En su principado, puso fin, temporalmente, a las correrías de los godos, venciéndolos
  en Macedonia y en Nis, por lo cual se le dio el sobrenombre de “Gótico”. En 270, fue sucedido
  por su hermano Quintilo, sustituido por Aureliano, comandante de la caballería, impuesto por
  sus tropas.
AURELIANO
  El nuevo emperador logró eliminar la independencia del Imperium Galliarum, y del reino de
  Palmira, reconstituyendo la unidad imperial. Aureliano trató de imponer un poder imperial
  absoluto, impidió que el Senado recuperara sus antiguos poderes, acentuó de idea de que su
  persona, como emperador, era sagrada, haciéndose llamar “Deus et Dominus”, instituyó el
  culto del “Sol Invictus”, como señor y protector del imperio.
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  Aureliano fue asesinado mientras se dirigía contra Persia, en 275, siendo sucedido por varios
  emperadores aclamados por sus legiones. Tácito, en 275, Floriano, en 276, Probo, en el
  mismo años, se dedicaron a combatir a los enemigos de Roma, y entre ellos.
  Probo, trató de reordenar y pacificar el imperio, aseguró las fronteras de Renania y el río
  Danubio, eliminó a los usurpadores Bonaso y Próculo. Pero en 282, fue asesinado. Su sucesor
  Caro, terminó, en 283, del mismo modo. Sus hijos, Numeriano y Carino, fueron asesinados en
  284 y 285, respectivamente, mientras luchaban contra Diocleciano, proclamado emperador.
DIOCLECIANO
  En 306, muere Constancio Cloro, y su hijo adoptivo, Flavio Severo, sucesor designado, vio
  aparecer como competidores a Constantino, hijo de Constancio Cloro, aclamado emperador
  por las legiones de Britania, y a Majencio, proclamado emperador en Roma con el apoyo de
  su padre, Maximiano.
  Galerio, ante la difícil situación, pidió a Diocleciano que asumiera nuevamente el poder o, en
  todo caso, utilizara su influencia para reducir a la obediencia a Majencio, y resolver el
  problema. En Carnuntum, en 308, se reunieron Diocleciano, Galerio y Maximiano, llegando a
  un acuerdo: Maximiano renunciaba al poder definitivamente, se nombraba un nuevo Augusto
  para Occidente, Valerio Licinio Liciniano, y Constantino, junto con Maximino Daya, César de
  Galerio, se los nombraba           “Filius Augusti”. Esta solución no satisfizo a Majencio, ni a
  Constantino y Maximino, que tenían ambiciones mayores. El caos dio lugar a la existencia de
  seis augustos en el mismo momento. Las alianzas y traiciones, en las que cumplieron un
  importante papel, los cristianos, que habían adquirido gran predicamento entre los romanos,
  pese a las persecuciones desencadenadas por Diocleciano en 303, se pusieron a la orden del
  día.
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CONSTANTINO
  Galerio, quien había sido un decidido perseguidor de los cristianos, en los últimos años de su
  principado, mediante el edicto de Sárdica (310 -311), adoptó una actitud tolerante.
  Constantino, para ganar la adhesión de los cristianos, se presentaba como su decidido
  defensor, contra Majencio. Aliado a Licinio Liciniano, en la batalla de Saxa Rubra, en 312, dio
  muerte a Majencio. Según alguna tradición, mandó representar en el escudo de sus soldados
  el monograma cristiano. Entre tanto, Licinio, mediante el edicto de Nicomedia, había puesto
  fin a la persecución de cristianos en Oriente. En 313, Constantino y Licinio, con el edicto de
  Milán, otorgaron a los cristianos la plena libertad de su culto.
  La influencia de las culturas orientales en Roma, entro otras cosas, se venía produciendo en el
  cambio de concepción del sistema de gobierno, que se fue transformando de principado en
  “dominatus”. Es decir, Roma se convertía en una suerte de “teocracia oriental”, donde el
  soberano se transformaba en un vicario de la divinidad. Diocleciano, se había atribuido el
  título de Júpiter, marcando la divinidad de su poder. Constantino, se presentaba como el
  enviado de Dios. Con ropas de seda, de púrpura, de oro, con un fastuoso ceremonial, se
  pretendía marcar el carácter sagrado del soberano, ante el cual solamente cabría el respeto y
  la postración. Se debía               “consistere”, es decir, estar de pie. El Consilium Principis, se
  transformó en el “Sacrum Consistorium” (permanecían en pie ante el emperador),y la “casa”
  del príncipe en el “Sacrum Palatium”. Las magistraturas republicanas y el Senado, perdieron
  lo poco que les quedaba de autoridad.
  En las provincias, se consolidó una casta burocrática hereditaria, controlada por el Estado
  romano.         La    gran      cantidad   de   provincias    existentes,   hizo   necesario    agruparlas en
  circunscripciones ( “diócesis”), administradas por un                 “vicario”, mientras que el gobierno
  provincial era confiado a un “presidí”. Cuatro prefectos del pretorio, ocuparon las cuatro
  prefecturas en las cuales fueron agrupadas las diócesis(12).
  El ejército fue también reorganizado: se creó una guardia de palacio (tropas “palatinas”),
  unidades móviles imperiales (tropa “comitatensi”), dividida en caballería, con un “magister
  equitum”, e infantería, con un “magister peditum”, y en las fronteras tropas “limitaneas o
  ripariensi”, bajo los “duces”.
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  La crisis económica y social no pudo ser solucionada. En 301, el Edicto de los Precios y las
  Mercancías, que mediante el control de precios pretendió frenar la inflación, fue totalmente
  ineficaz. Se fue imponiendo el pago en especie, incluidos los impuestos. Constantino, con el
  “solidus” de oro, pretendió imponer un nuevo sistema monetario. Diocleciano había creado un
  impuesto sobre la propiedad inmobiliaria, la “indicción”, que se cobraba cada quince años y
  se calculaba sobre la base de la “iugatio capitatio”, o sea, la relación entre el tamaño de los
  “iuga” (fundios) y la cantidad de pobladores “capita”. El cobro de impuestos, se convirtió en
  uno de los temas más importantes de la administración estatal y, su percepción tan difícil,
  que los funcionarios que se encargaban de ella, en forma colegiada, trataban de eludirla. Para
  evitar estas situaciones, el cobro de impuestos fue obligatorio y la función hereditaria.
  Por otra parte, en la Iglesia cristiana, aparecían enfrentamientos entre los partidarios de una
  rigurosa moral, herejía donatista, y los que negaban la divinidad de Cristo, herejía arriana.
  Al morir en 337, Constantino dejaba el imperio dividido entre sus hijos Constantino,
  Constante y Constancio, con el agregado de sus sobrinos Anibaliano y Dalmático.
  (12) A modo de ejemplo. Hispania fue una diócesis, dependiente el prefecto de Galia, integrada por
  las provincias : Baleare (capital, Pollensa), Bética (cap., Sevilla), Cartaginense (cap., Cartagena),
  Galica (cap., Braga), Lusitania (cap., Merida), Mauritania (cap., Támger) y Tarraconense (cap.,
  Tarragona).
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Judaismo y Cristianismo
  Los judíos creían en un solo Dios, en una única ley revelada por Dios a Moisés, resumida en el
  Decálogo, y un solo templo, el de Jerusalén, donde todos ellos debían ir, durante las fiestas
  de Pascuas (recordando la liberación de Egipto), a “sacrificar”.
  Varios grupos componían la nación judía, cada uno de los cuales, centraba su atención sobre
  uno u otro punto de la ley de “Moisés”.
  Los “Fariseos”, apegados a la ley “mosaica” que aplicaban con rigor, respetando todos los
  ritos, asignaban un lugar privilegiado a los judíos, “el pueblo elegido de Dios”. Los “rabinos”,
  sabios respetados por los judíos, explicaban la ley y efectuaban sus ruegos en lugares
  comunes, las           “sinagogas” de cada aldea y pueblo. Totalmente enfrentados con           los
  reformadores, fueron los principales “enemigos” de las prédicas de Jesús.
  Los “Esenios”, ubicados próximos al mar Muerto, eran célibes, se dedicaban a la agricultura,
  rechazaban todo sacrificio sangriento, y su actividad religiosa fundamental, era la plegaria.
  Los “Profetas”, anunciaban la próxima llegada del Mesías, el enviado de Dios, que vengaría a
  los judíos e impondría el reino universal del verdadero Dios.
  Por otra parte, los judíos no vivían todos en Judea. Prácticamente en todos los puertos, del
  Mediterráneo Oriental, había colonias de mercaderes judíos, por medio de las cuales difundían
  sus creencias religiosas, agrupando a los conversos en sus sinagogas.
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  Varios “falsos profetas”, engañaban a verdaderas multitudes, y las llevaban hacia distintas
  posturas críticas hacia los rabinos y el Sanhedrín, que desconfiaban            y consideraban
  sospechoso a todo supuesto “Mesías”, entre ellos a Jesús(13).
  Cristo (en griego: Ungido), nació en Belén de Judea, vivió modestamente en Nazaret (el
  Nazareno) durante treinta años, después recorrió con doce discípulos, durante tres años
  Judea y Galilea, predicando en las sinagogas y, haciéndose llamar Mesías e hijo de Dios.
  Bajo el principado de Tiberio, en el año 30, fue arrestado a pedido del Sanhedrin, en
  Jerusalén. Condenado a muerte por blasfemia, el Sanhedrín, exigió al procurador romano la
  inmediata ejecución de la condena. Poncio Pilatos, pensando que era un problema entre
  judíos, y para no enemistarse con el Sanhedrín, cedió. Como un bandido, junto a otros
  bandidos, Jesús, fue crucificado en la colina del Calvario (Gólgota), próxima
  a Jerusalén.
  1º) La salvación (17) dejaba de depender del cumplimiento de los ritos, para depender de la
  fe.
  2º) La igualdad, rechazada por seduceos y fariseos, fue aceptada por los humildes. Se trataba
  de una exaltación de la fraternidad humana, por encima de los intereses de los príncipes y los
  Estados. Proponía una nueva paz, no dependiente de la relación
  vencido – vencedor.
  3º) Amor, fraternidad, humildad, caridad(18) y fe, para los perseguidos y necesitados fueron
  fundamentales y le dieron, rápidamente, una gran fuerza numérica al cristianismo.
  “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”(19), planteaba, por un lado, el
  respeto a la autoridad del César, cosa que agradaba a los romanos, pero por otro, limitaba su
  poder a lo terrenal, lo que no satisfacía la mentalidad teocrática Oriental que se estaba
  desarrollando en Roma. El cristiano aparecía como un rebelde, un extremista que atentaba
  contra el poder de la religión oficial y del Estado.
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  Los “ Apóstoles” (enviados), comenzaron a organizar centros cristianos por toda Palestina,
  como discípulos de Cristo, quien les habría dicho: “Id y predicad a las gentes”. Según ellos,
  Jesucristo, Dios encarnado, había venido a salvar a todos los hombres, no solamente a los
  judíos. A fines del siglo I, existían ya importantes grupos cristianos entre             los pobres,
  artesanos y esclavos. Pero, en el siglo II, ya había penetrado en todos los grupos sociales,
  incluida la propia familia del emperador romano.
  Los judíos le solicitaban a las autoridades romanas que diferenciaran el judaísmo, tolerado
  por el Imperio Romano, del cristianismo, religión nueva y revolucionaria. Sin embargo, los
  gobernantes romanos, que consideraban a los judíos despreciables, veían en el cristianismo
  una secta judía más. Sin embargo el emperador Nerón, centró su odio en la cristiandad, que
  debió afrontar el “martirio”. En 64, Nerón acusó del incendio de Roma a los cristianos.
  Domiciano y Marco Aurelio, hicieron martirizar a quienes, al rehusar celebrar el               culto
  Imperial, (los cristianos) traían todas las calamidades sobre Roma.
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  (14) « No todo aquél que me dice: ¡Señor, señor!, entrará por eso al reino de los cielos, sino el que
  hace la voluntad de mi Padre Celestial, ése es el que entrará en el reino de los cielos (...). » San
  Mateo.
  (15) « Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna? Díjole Jesús: ¿qué es lo que se halla
  escrito en la ley? ¿Qué es lo que en ella lees? Respondió él: Amarás al Señor Dios tuyo de todo tu
  corazón; y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con toda tu mente y al prójimo como a ti
  mismo (...). » San Lucas.
  (16) « Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi
  discípulo ». San Lucas.
  (17) « Dichosos seréis cuando los hombres por mi causa os maldijeren y os persiguieren y dijeren
  con mentira toda suerte de mal contra vosotros. Alegraos entonces y regocijaos, porque es muy
  grande la recompensa que os aguarda en los cielos. Del mismo modo persiguieron a los profetas que
  ha habido antes de vosotros (...) ». San Mateo.
  (18) « Y así cuando das limosna, no quieras publicarla a son de trompeta, como hacen los hipócritas
  en las sinagogas y en las calles a fin de ser honrados de los hombres. En verdad os digo que ya
  recibieron su recompensa. Mas tú cuando des limosna, haz que tu mano izquierda lo que hace tu
  derecha para que tu limosna quede oculta y tu Padre, que ve en secreto, te recompensará ». San
  Mateo.
  (19) « Maestro, sabemos que eres veraz y que enseñas el camino de Dios conforme a la pura
  verdad, sin respeto a nadie, porque no miras a la calidad de las personas. Esto supuesto, dinos qué
  te parece de esto : ¿ es o no es lícito pagar tributo al César ?. A lo que Jesús, conociendo su malicia,
  respondió : « Enseñadme la moneda con que se paga el tributo » ; y ellas le mostraron un denario y
  Jesús les dijo :         « ¿De quién es esta imagen y esta inscripción ? » Respóndenle : « Del César. »
  Entonces les explicó : « Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. » Con cuya
  respuesta quedaron admirados y dejándole se fueron ». San Mateo.
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  Constantino pensó, posiblemente, que al dejar el imperio dividido entre sus hijos y sobrinos,
  el vínculo de sangre los mantendría unidos a ellos y al imperio. La realidad se encargó de
  demostrar lo contrario. En primer lugar fueron eliminados los sobrinos y, a partir de ese
  hecho, los hermanos comenzaron a enfrentarse duramente. El conflicto entre Constantino II y
  su hermano menor, terminó en 340, en proximidades de Aquilea, con la derrota y muerte del
  mayor. Siguió el enfrentamiento entre Constante y Constancio II. En 350, sin embargo,
  Constante fue muerto por el usurpador Magencio, quedando Constancio II como único
  emperador “legítimo”. En 353, el emperador logró eliminar a Magencio y a otro usurpador,
  Vetranio. En 355, el emperador, ocupado en una guerra con el persa Sapor II, confió el
  gobierno de las Galias a su primo Juliano. El nueva César, mostró rápidamente que, a pesar
  de su juventud, estaba a la altura de las circunstancias. Juliano, logró recuperar todas las
  ciudades ocupadas por los bárbaros y los expulsó más allá del río Rhin. Las tropas
  proclamaron a Juliano, Augusto, negándose a marchar a Oriente según lo dispuesto por el
  emperador. En 361, Constancio II negoció la paz con los persas y marchó hacia Occidente,
  pero murió en camino a combatir la rebelión de su primo.
  Juliano, sólo en el poder, trató de restaurar la antigua religión romana, por lo cual los
  cristianos lo llamaron “el Apóstata”. En joven y culto emperador, no había entendido los
  cambios que se estaban produciendo. Trató de organizar un nuevo               sacerdocio pagano,
  siguiendo el modelo del cristiano. Con respecto a los cristianos, sin llegar a una persecución
  sistemática, tomó una serie de medidas tendientes a discriminarlos.
  Con relación a la política exterior, abandonó la paz con Persia, pero, en 363 murió, en el
  transcurso de una campaña, en principio victoriosa, en Mesopotamia.
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  Valentiniano I, en 375, había nombrado sucesor a su hijo Graciano, quien puso al frente de
  los romanos en Oriente, al hábil general hispano Teodosio, asociándolo al trono. Teodosio
  logró derrotar a los bárbaros, estableciéndolos en Mesia, donde los federó, y obligó a prestar
  servicio militar para los romanos.
  En 382, Ambrosio, obispo de Milán, de gran in fluencia sobre Graciano y Teodosio, logró que
  se retirara de la Curia, el ara y la estatua de la Victoria, que habían sido erigidas por
  Octaviano Augusto. Por otra parte, el concilio de Nicea convirtió al cristianismo como la
  religión oficial del Estado romano, con lo cual se producía el triunfo definitivo de los cristianos,
  la persecución de las “sectas heréticas” y la prohibición de todos los cultos paganos.
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