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Innovación, gestión y desafíos:
Hacia el desarrollo
empresarial en México
Elías Alvarado Lagunas
Esteban Picazzo Palencia
(coordinadores)
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Primera edición: febrero 2019
D.R. © Elías Alvarado Lagunas y Esteban Picazzo Palencia
© Plaza y Valdés S. A. de C. V.
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Formación tipográfica: José Guadalupe Rivera Arroyo
ISBN: 978-607-8624-24-9
Impreso en México / Printed in Mexico
El trabajo de edición de la presente obra fue realizado en el taller de edición de Plaza y
Valdés, ubicado en el Reclusorio Preventivo Varonil Norte en la ciudad de México, gracias a
las facilidades prestadas por todas las autoridades del Sistema Penitenciario, en especial, a la
Dirección Ejecutiva de Trabajo Penitenciario.
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Contenido
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
La innovación como oportunidad para las empresas
agroindustriales: un análisis en prospectiva
Karina Valencia Sandoval, Danae Duana Ávila
y Brenda Odeth Lemus Vallarta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Capacidades de absorción y desempeño de empresas hortícolas
en el sur de Sonora, evidencia de asociación
Zulema Isabel Corral Coronado, Alfonso López Lira Arjona,
María Elvira López Parra y Cristian Zamora Matute . . . . . . . . . . . . 43
El emprendedor social vulnerable y su comportamiento
de consumo, diferencias entre diferentes niveles
socioeconómicos y densidades de población
Mario César Dávila Aguirre, Israel Martínez Chimal,
Gerardo Lozano y Alma Yazmín Rivera Maldonado . . . . . . . . . . . . . 67
Diagnóstico del capital social de las mujeres ñäñho del estado
de Querétaro para acceder a actividades remunerativas
Rosalía Alonso Chombo, Jorge Adán Romero Zepeda,
Agustín Martínez Anaya, Xenia Paola Cárdenas Álvarez
y Jorge Arturo Velázquez Hernández . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
Gestión pública del gasto de gobierno
y productividad empresarial en México
Oscar Rodríguez Medina, Josué Zavaleta González
y Juan Alberto Vázquez Muñoz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
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Análisis de la eficiencia de los municipios del estado de Oaxaca
Mario Rojas Miranda y Mervin Girón Román . . . . . . . . . . . . . . . . 141
La experiencia en gestión de proyectos, factor clave
en el desarrollo empresarial a través de la innovación
Jorge Alejandro Cúpich Guerrero, Fernando Banda Muñoz
y Aldo Raudel Martínez Moreno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173
El emprendimiento social: contexto, evolución y medición
José Guadalupe Quevedo Garza y Juan Gerardo Chapa Barrera. . . . . . 203
Diagnóstico e impacto sobre la delincuencia
en negocios en Monterrey
Saul Ramírez Garza y Eduardo Valdez Escamilla . . . . . . . . . . . . . . 231
El robo a negocios y su relación espacial
en el área metropolitana de Monterrey
Elías Alvarado Lagunas, Dionicio Morales Ramírez
y Oscar Iturralde Mota . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247
Identificación de oportunidades empresariales
en beneficio del desarrollo regional sustentable en México:
Cluster espaciales de los servicios médicos privados
Jeyle Ortiz Rodríguez y Esteban Picazzo Palencia . . . . . . . . . . . . . 271
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Gestión pública del gasto de gobierno
y productividad empresarial en México
Oscar Rodríguez Medina
Josué Zavaleta González
Juan Alberto Vázquez Muñoz
Introducción
E
n años recientes, el debate en torno a la gestión del gasto público como un
instrumento fundamental de política económica se ha revitalizado (ver, por
ejemplo, Arestis y Sawyer, 2004 y 2010; Cárdenas y Perry, 2011; Perrotini et
al, 2011; Vázquez y Tlatelpa, 2016; entre otros). Particularmente después de la crisis
financiera global de 2007-2008 y, ante el minúsculo efecto de la reducción en las
tasas de interés para reactivar a las economías afectadas por tal crisis, se comenzó
mirar hacia instrumentos tradicionales, entre los que destaca el gasto público.
El gasto público es de suma importancia en la dinámica económica porque su
papel como uno de los componentes de la demanda agregada permite a los gobiernos
contar con una herramienta para combatir problemas económicos como las
restricciones en la demanda efectiva, las fluctuaciones en los niveles de producción
y empleo, así como la escasez de infraestructura, la concentración de la riqueza y el
estancamiento de la productividad, entre otros.
No obstante, existe un amplio debate sobre la conveniencia de usar este
instrumento para incidir en dichas áreas a través de este mecanismo. A partir de un
análisis ortodoxo, por ejemplo, se plantea que el gasto público productivo puede
desplazar a la inversión privada e incluso contraerla porque compite con ella en
el mercado de fondos prestables (Blanchard, 2008). Sin embargo, este efecto del
gasto es posible únicamente en un escenario en el que la economía goza de pleno
empleo (Pelagidis y Desli, 2004). Si esto último no se cumple y, por el contrario,
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una economía padece de altas tasas de desempleo y baja ocupación de su capacidad
productiva instalada, el gasto público podría contribuir positivamente a superar tales
circunstancias.
En este sentido, es posible que la gestión pública a través de un ejercicio
adecuado del gasto del gobierno contribuya a mejorar el desempeño de una
economía, lograr altas tasas de desempleo, incentivar a la inversión privada, crear
infraestructura productiva y mejorar situaciones como sociales como la pobreza y el
subdesarrollo económico (ver Moreno-Brid y Ros, 2010, Aschauer, 1989a y Wang,
2002). El objetivo de este capítulo es contribuir a esta literatura explorando teórica y
empíricamente el efecto del consumo e inversión públicos de la productividad y, en
función de esto, identificar cuál es la mejor vía para influir positivamente en ella y
así en el crecimiento económico.
Como se sabe, el gasto público está integrado por la inversión pública y el
consumo público. A partir de esta desagregación, es posible sugerir que la inversión
pública ejerce al menos un efecto positivo y directo sobre la productividad mediante
la creación de infraestructura, lo cual a su vez, hace caer los costos de producción
de las empresas. Un efecto positivo alterno de la productividad ocurre a través de
incentivos a la inversión privada. Estos efectos están ausentes cuando los recursos
públicos se destinan al consumo púbico. En este sentido, diferenciar los efectos de
la inversión y consumo públicos sobre la productividad se convierte en un elemento
importante para la gestión pública.
El capítulo versa en el siguiente sentido. Después de esta introducción, se
discute la relevancia del gasto público como herramienta de política económica y la
importancia de la productividad en el crecimiento económico. Enseguida, se plantean
los argumentos y relaciones teóricas que nos permiten construir la relación entre los
componentes del gasto público y la productividad. Posteriormente, se realiza una
estimación de los efectos del consumo e inversión públicos sobre la productividad.
Finalmente se exponen las conclusiones.
El rol del gasto público como promotor
del crecimiento económico
El propósito de esta sección es enfatizar a través de la revisión de la literatura que
el gobierno puede estimular y acelerar el crecimiento económico a través de la
administración de la demanda agregada mediante la gestión del gasto público, esto
sobre todo en economías alejadas del pleno empleo. En este sentido, Bhaduri (2000)
considera los distintos componentes de la demanda agregada, léase, el consumo
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privado, la inversión privada, las exportaciones netas y el gasto público, y sostiene
que la estrategia más adecuada para lograr la administración de la demanda agregada
consiste en la propia administración de gasto público. Esto es así debido a que, en
un entorno de lento crecimiento económico, los otros componentes de la demanda
agregada no tienen incentivos suficientes para impulsar la reactivación económica y
generar expectativas de mejoras estables en la demanda.
Por ejemplo, bajo condiciones económicamente adversas es probable que el sector
privado de la economía se encuentre endeudado y con fuertes restricciones para
generar incrementos en el consumo. Por otra parte, el lento crecimiento económico
trae consigo una acumulación de inventarios no deseada por las empresas, esto
reduce los incentivos para la inversión. Las exportaciones netas, por su parte,
son altamente dependientes del ingreso del exterior y de otros factores que no
están al alcance de las decisiones de política económica. En consecuencia, parece
evidente que el mejor instrumento para la administración de la demanda agregada es
la gestión del gasto público.
Por su parte, Kalecki (1943, 1956) demuestra que, en una economía alejada del
pleno empleo, el gasto público, financiado a través de déficit público, puede hacer que
la demanda efectiva de bienes y servicios aumente hasta un punto en el que se alcance
el pleno empleo. A partir de dividir al ingreso nacional entre ganancias y salarios y,
suponiendo que los asalariados no ahorran, se puede demostrar que las ganancias del
sector privado son la suma de la inversión privada, el consumo no asalariado, las
exportaciones netas y el déficit fiscal. A partir de esta sencilla derivación, se puede
concluir que un incremento en el déficit público (mayor gasto público) tendrá un
efecto positivo sobre las ganancias privadas, la demanda efectiva y el empleo (López,
1998). El efecto concreto del déficit púbico en las ganancias privadas consiste en que
los empresarios reciben más recursos en forma de gastos gubernamentales que lo
que pagan en impuestos, lo cual hace crecer las ganancias privadas por arriba de
lo determinado por la inversión privada y el consumo capitalista. Adicionalmente,
López y Carvalho (2008) sostienen que el déficit público puede gestionarse como un
recurso determinante cuando una economía se encuentra en recesión y ningún otro
instrumento ayuda a combatirla. La fuerza que opera aquí es la confianza que se crea
en los agentes privados cuando perciben que el gobierno intervendrá para enfrentar
escenarios recesivos.
Otro efecto del gasto público es aquel que se presenta en las expectativas de los
empresarios. En buena medida, la inversión que realizan las empresas se encuentra
determinada por las expectativas de la demanda de su producción. En este sentido, un
gasto público expansionista puede provocar un incremento en la demanda que haga
cambiar positivamente tales expectativas, lo cual podría incrementar la inversión o
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aumentar la utilización de la capacidad instalada y, con esto, disminuir el desempleo
(véase Cruz, 2008).
Por otra parte, el efecto del gasto público no es sólo de carácter inmediato, sino
que sus beneficios se propagan en la economía a través de rezagos en el tiempo.
Por ejemplo, en la construcción de un hospital o escuela, el efecto del gasto público
no se limita a dinamizar al sector de la construcción y las ramas relacionadas a él,
sino que también está presente posteriormente cuando la población favorecida por
estos inmuebles construidos los utiliza. En este sentido, el gasto público ejerce
también un importante papel distributivo del ingreso, es decir, cuando el gasto
del gobierno se financia a través de impuestos a los sectores de la población con
mayores ingresos y estos se trasforman en inversión en infraestructura pública que
proporciona servicios como educación, salud, transporte, viviendas, etcétera, se
cumple con una obligación fundamental del sector público, garantizar sociedades
más equitativas.
De lo expuesto hasta ahora, se deriva que el manejo de la demanda agregada a
través de la gestión del gasto público ejerce beneficios que se extienden al menos
en dos formas importantes: mejorar las expectativas de beneficios de las empresas
y la creación de infraestructura pública. La primera atiende puramente al principio
de la demanda efectiva. Y la segunda a una de las causas más importantes del
subdesarrollo, las limitaciones en la capacidad productiva.
La carencia de infraestructura y la baja inversión son elementos que contribuyen
en buena medida a explicar el pobre desempeño de las economías en materia de
productividad. Por lo tanto, si el gasto público puede influir para superar estos dos
elementos, a través de los mecanismos que hemos descrito, se verifica una conexión
entre el gasto público y la productividad, misma que se abordará en detalle más
adelante. Ahora bien, es importante resaltar que no obstante los beneficios ya descritos
del gasto público, existen, como mencionamos en la introducción, diversas críticas al
uso del gasto público como herramienta de política económica. Por ejemplo, a decir
de Barro (1974) el efecto del gasto público, financiado a través de deuda pública,
será compensado por el comportamiento racional de los agentes económicos a través
de un ajuste en sus expectativas. Esta idea se conoce en la literatura económica como
la Hipótesis de la Equivalencia Ricardiana ( ).
En general, la consiste en establecer que la percepción de los agentes privados
respecto del crecimiento de déficit público, les permite anticipar una mayor carga
tributaria necesaria para pagar la deuda contraída. Ante esto, los agentes privados
responden disminuyendo su consumo e inversión para poder almacenar recursos
que les permitan pagar tales requerimientos tributarios, esto hace caer la demanda
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agregada y en consecuencia el efecto expansivo del gasto público es compensado por
la contracción de la demanda que realizan los agentes privados.
Si las predicciones de la se cumplen, todo intento de promover mayor actividad
económica, a través del gasto público financiado con deuda pública es ineficaz, en
el sentido que su efecto en la producción y el empleo se nulifica por la racionalidad
de los agentes privados. Por otra parte, si se prevé una reducción de déficit público,
se anticipan menores impuestos y el crecimiento del ingreso disponible estimula el
consumo y la inversión privados, lo cual influye positivamente en el crecimiento
económico. En consecuencia, la austeridad fiscal es la mejor forma de estimular el
crecimiento económico.
Adicionalmente, otros autores como Páges (2010) y Levy (2008) plantean
una influencia negativa del gasto público sobre la productividad1 y el crecimiento
económico, ahora a través de incentivos que favorecen el crecimiento de la economía
informal. Este hecho se presenta cuando una parte de los recursos públicos se utiliza
para financiar programas universales y gratuitos que proveen seguridad social,
particularmente salud y vivienda.
En este sentido, la relación gasto público-informalidad-baja productividad
se puede construir en la forma siguiente. Un individuo que tiene como objetivo
maximizar sus beneficios y utilidad discrimina entre dos opciones, insertarse en
el mercado laboral a través del sector formal o informal de la economía, por lo
tanto, evalúa los beneficios y costos de un puesto de trabajo en cada sector. Entre los
beneficios que existen en el sector formal se encuentran prestaciones laborales como
fondos de ahorro para el retiro, vacaciones y principalmente el acceso a la seguridad
social que comprende vivienda y salud.
Sin embargo, estos beneficios están acompañados por reducciones a su salario
bruto que son destinadas al pago de impuestos, entre ellas sus contribuciones a
la seguridad social. Por lo tanto, si un trabajador prefiere un salario elevado, es
decir, aquel que no sufra las reducciones salariales del sector formal, tendrá fuertes
incentivos para insertarse en el mercado laboral a través del sector informal donde
tales reducciones no existen.
1
El análisis de la productividad en estos trabajos se hace a partir de ejercicios de contabilidad de
crecimiento al estilo de Bosworth y Collins (2003, 2008), Iridian (2007) y Faal (2005), entre otros. Es
así como desde esta perspectiva contable, el crecimiento del producto se puede dividir entre sus fuentes
principales: el crecimiento de capital, el crecimiento del empleo y el crecimiento de la Productividad
Total de los Factores ( ); este último es una medida del crecimiento no explicado por el incremento
de los factores de la producción y se atribuye al uso eficiente de ellos.
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Además, si los trabajadores informales pueden encontrar en los servicios de
seguridad social, provistos y financiados por el sector público, un sustituto a la
seguridad social que ofrece un puesto de trabajo en el sector formal, tal seguro médico
gratuito o programa de acceso a la vivienda reduce los incentivos de buscar un puesto
de trabajo en el sector formal y favorece la inserción laboral en el sector informal.
Por lo tanto, toda vez que el gasto público se use para proveer estos servicios de
seguridad social gratuitos, a decir de Páges y Levy, provocará efectos a favor de la
informalidad y, en consecuencia, afectaría negativamente a la productividad.
Los efectos adversos en la productividad se manifiestan al menos en tres formas
posibles. Primero, el sector informal se caracteriza por realizar menores esfuerzos en
innovación y mejora productiva. Segundo, las bajas posibilidades de financiar el uso
de bienes de capital en sus actividades de producción restringen el crecimiento de su
productividad. Finalmente, los trabajadores y empleadores del este sector no tienen
incentivos para invertir en capital humano que, a decir de esta perspectiva de análisis,
es un determinante fundamental de la productividad. La conclusión, por lo tanto, es
que cuando el gobierno provee seguridad social universal y gratuita, indirectamente
influye de forma negativa sobre la productividad y en el crecimiento económico2.
En suma, las críticas al uso del gasto público como instrumento de política
económica se enfocan en su efecto nulo sobre el crecimiento, o bien, en su fomento
al sector informal. Una primera respuesta a las críticas mencionadas se enfoca en la
reasignación entre gasto de consumo e inversión públicos como un sustituto del uso
del déficit público. En este sentido, Acosta-Ormaechea y Atsuyoshi (2013), plantean
que bajo el contexto de la reciente crisis económica mundial y, ante la necesidad de
mantener un régimen de austeridad fiscal para poder equilibrar un periodo previo
de déficit público, un país puede promover crecimiento económico a través de un
cambio en la composición de su dotación de gasto. En otras palabras, es posible
financiar un mayor gasto productivo trasladando recursos asignados al consumo
público y orientarlos a la inversión pública.
En su trabajo Acosta-Ormaechea y Atsuyoshi calculan que un aumento de la
razón gasto público/Producto Interno Bruto ( ) tiene un impacto negativo debido a
la necesidad de imponer una carga tributaria mayor para sufragar este mayor gasto.
Lo anterior se realizó a través de una estimación de panel dinámico, bajo el enfoque
de método general de momentos, el estudio fue para 56 economías de distintos
Páges y Levy toman como variable determinante del crecimiento económico el incremento de la
2
productividad total de los factores, que es vista como el crecimiento del producto no explicado por el
crecimiento de los factores de la producción y que carece de alguna relación con el crecimiento de la
demanda. Esta es una perspectiva exógena a la Solow del estudio de la productividad.
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niveles de desarrollo entre 1970 y 2010. Sin embargo, un aumento del gasto público
en activos no financieros del 1% que sea compensado por una caída del mismo
porcentaje en rubros no productivos provocaría un crecimiento económico de 1.4%
en cinco años (0.27% por año).
En la misma dirección, Kneller et al (1999), en un análisis para 22 países de
la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos ( ) entre
1970 y 1995 a través de cinco técnicas de estimación usando datos panel: mínimos
cuadrados ordinarios agrupados, estimadores de efectos fijos y aleatorios, modelos
de efectos fijos y aleatorios de dos vías, encuentran evidencia que muestra que los
gastos productivos son positivos para el crecimiento económico y afirman que el
gasto en protección social es a menudo improductivo y lo proponen como un recurso
disponible para reasignar hacia inversiones productivas. En concreto, estiman que un
crecimiento del gasto productivo en 1% respecto del provoca un crecimiento del
per cápita en 0.27 puntos porcentuales.
A la luz de estos argumentos, Kneller et al (1999) y Acosta-Ormaechea y Atsuyoshi
(2013) priorizan la reasignación del gasto público por encima del incremento del déficit
fiscal como un instrumento para promover el crecimiento económico, esto estaría en
línea con las recomendaciones de política económica que se desprenden de la ,
es decir, garantizar austeridad fiscal. Sin embargo, existe un amplio debate en torno
a la que aborda desde los supuestos en los que se apoya, las recomendaciones de
política económica y la evidencia empírica que intenta probar su veracidad.
Por ejemplo, al respecto de los supuestos, uno de los más cuestionados consiste
en asumir que los agentes económicos no se enfrentan a restricciones en el uso de
mercados financieros. Sin embargo, hay evidencia de que aún en los países más
desarrollados al menos un tercio de la población no tiene acceso al mercado de
crédito, esto impide realizar de manera perfecta un proceso de maximización inter-
temporal que involucra fuertes modificaciones en sus patrones de consumo y ahorro
(ver Botman y Kumar, 2006). Esto mismo hace que en el mejor de los escenarios, la
optimización de los planes de consumo y ahorro se realicen en el corto plazo y no se
tomen en cuenta horizontes temporales muy amplios como lo supone la .
Por otra parte, respecto de las recomendaciones de política económica que se
derivan de la , se destaca que la austeridad fiscal es la principal de ellas. Además,
es claro que la descansa sobre el supuesto de que las decisiones de los agentes
económicos se basan en sus expectativas sobre el futuro, por más incierto que este
pudiera ser. Sin embargo, en un contexto de recesión económica es más probable
que el pasado próximo (por ejemplo, bajo crecimiento económico, elevaciones de la
tasa de desempleo, endeudamiento de los agentes privados, acumulación de inventarios,
etcétera) y el presente (recortes al gasto público invocados por la austeridad fiscal)
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pesen más en las decisiones de los agentes económicos que sus expectativas futuras
(Arestis, 2012). De esta forma, durante una recesión es más probable que una
expansión de la inversión pública reestablezca la confianza de los consumidores y las
empresas y aliente al gasto privado en lugar de deprimirlo como lo plantea la . Por
lo tanto, durante fases recesivas de los ciclos económicos, es más pertinente realizar
una política fiscal expansiva que ayude a mejorar las condiciones económicas, que
abogar por medidas en privilegien la austeridad.
Finalmente, por lo que se refiere a la evidencia empírica, los trabajos de Reinhart
y Rogoff (2009, 2010) son los más citados en torno a corroborar empíricamente
lo planteado por la . La base de esos trabajos consiste en probar una relación
negativa entre el nivel de endeudamiento público como proporción del y la tasa
de crecimiento del ; incluso calculan un umbral del 90% para la relación deuda
pública/ después del cual el crecimiento económico comienza a verse afectado
negativamente por los niveles de deuda.
Sin embargo, este trabajo ha sido criticado en varias formas. Primero, no existe
en ellos un sustento teórico robusto para evaluar la dirección de la causalidad entre
los niveles de deuda y el crecimiento económico, simplemente se asume que mayor
deuda genera menos crecimiento. En este sentido, la crítica establece que hace más
sentido pensar en que durante periodos en los que la tasa de crecimiento económico
es baja, los ingresos tributarios disminuyen y los gastos públicos destinados a cubrir
problemas como el desempleo (en forma de seguros de desempleo, por ejemplo) se
elevan, lo cual hará que la razón deuda/ también se eleve.
Segundo, hay evidencia empírica que demuestra que existe una fuerte relación
negativa y significativa entre el déficit primario del gobierno como porcentaje del
y la relación deuda pública/ . En este sentido, McCausland y Theodossios (2016)
estiman que un incremento del 1% del déficit primario como proporción del
producen una caída de entre el 0.76 y 0.98% en la relación deuda/ ; al mismo
tiempo estiman que un incremento del 1% del déficit primario como proporción del
está relacionado con una caída del 0.06% en la tasa de variación del desempleo.
Por lo tanto, en relación con todo lo expuesto, es evidente que hay fuerte razones para
dudar de la pertinencia de la a nivel teórico y en torno a sus recomendaciones
de política económica.
Además, hay evidencia empírica que documenta ampliamente los beneficios
del gasto público sobre el crecimiento económico. Por ejemplo, Gabe y Bell
(2004) en un estudio sobre los efectos de la política fiscal local sobre la decisión
inicial de ubicación de 3,763 establecimientos en el estado de Maine, en Estados
Unidos, entre 1993 y 1995. Sus resultados, estimados a través de modelos de
regresión binomial-negativos y Poisonn, indican que las empresas favorecen a los
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municipios que gastan en bienes y servicios públicos, incluso cuando estos gastos
son financiados por un aumento en los impuestos locales, por lo cual concluyen
que gastos locales, por ejemplo en educación, tiene una relación positiva con el
crecimiento económico, cuando este se destina a la creación de infraestructura
educativa, pero una relación negativa cuando el gasto se utiliza para gestiones
administrativas.
En el mismo sentido, Chude y Chude (2013) estiman, a través de un Modelo
de Corrección de Error, para Nigeria entre 1977 y 2012, que un incremento
del 1% en el gasto público en educación provoca un incremento de 0.3% en el
crecimiento del de Nigeria. En este trabajo se sostiene que cuando el gobierno
aumenta su gasto en educación, las aptitudes humanas se refuerzan y esto,
eventualmente conducirá a mayor crecimiento económico. Por su parte, el gasto
ejercido en infraestructura carretera para el caso de regiones de Estados Unidos
está correlacionado positivamente con el crecimiento del ingreso per cápita (ver
Bollinger y Ihlanfeldt, 2003).
Asimismo, otro efecto positivo del gasto público registrado en trabajos empíricos,
consiste en impulsar la inversión privada a través de la inversión pública. Serven y
Solimano (1993), en un análisis de sección cruzada para 15 países subdesarrollados
encuentran la presencia de efectos de complementariedad entre estas variables.
Para el caso específico de México, Castillo y Herrera (2005) encuentran efectos
desplazamiento entre el consumo público y el privado, sin embargo, al referirse al
caso de la inversión pública versus inversión privada hallan una relación peculiar
pues en el corto plazo parece dominar el efecto desplazamiento, pero en el largo plazo
sobresale la complementariedad. En este sentido, el impulso que genera la inversión
pública en la acumulación de capital privada tiene importantes implicaciones para
las ganancias de productividad.
Finalmente, en torno a la idea de que el gasto público genera incentivos en favor
de la informalidad, Ros (2011) sostiene que hay evidencia de que tales argumentos
podrían ser adecuados para explicar los bajos niveles de productividad, pero no
su estancamiento, es decir, no pueden explicar las bajas, incluso negativas tasas
de crecimiento de la productividad. Por ejemplo, en América Latina la caída de la
productividad coindice con un periodo en el que no han empeorado las condiciones
en el mercado de crédito, ni cambiado de forma sustancial los sistemas tributarios y
tampoco la cobertura de los programas de política social. Por lo tanto, las hipótesis
vertidas desde el punto de vista de Páges (2010) y Levy (2008) tienen poco que decir
en cuanto al estancamiento de la productividad. Adicionalmente, podemos señalar
que la informalidad es más bien resultado de la baja capacidad de absorción de la
mano de obra del mercado laboral en América Latina, lo cual se explica a su vez por
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el bajo crecimiento económico de esta región. Es decir, en cierto grado, el empleo
informal es más bien consecuencia y no causa del bajo crecimiento económico.
A la luz de la teoría y evidencia presentada, son claras las funciones que tiene el
gasto público en el desempeño de una economía. Con lo visto hasta ahora, es posible
construir un vínculo entre el gasto público y la productividad. A esto dedicamos la
siguiente sección.
Gasto de consumo y capital
y sus efectos en la productividad
En esta sección profundizaremos el análisis de la relación entre los componentes
del gasto público explicaremos por qué el efecto de cada uno de ellos es distinto.
Existe un buen número de trabajos empíricos que abordan la relación entre la
descomposición del gasto público y desempeño económico, sin embargo, algunos de
ellos descomponen el gasto público para evaluar sólo uno de sus componentes, ya sea
consumo o inversión. Muchos otros trabajos analizan el tema desde una perspectiva
del gasto público agregado.
Por ejemplo, Lächler y Aschauer (1998) evalúan la hipótesis que atribuye al descenso
de la inversión pública la desaceleración del crecimiento económico de México, esto en
años posteriores a la crisis de deuda de principios de los años ochenta. En este trabajo se
toma uno de los componentes del gasto público, la inversión y se examinar su influencia
en el desempeño económico de México. A nivel teórico, los autores establecen que hay
razones para pensar que un efecto positivo de la inversión púbica sobre el crecimiento
económico pueda ser nulo. Entre estas razones está la competencia por fondos de
financiamiento de la inversión pública y privada, la competencia por los espacios de
negocios3 y que caiga la productividad total de los factores como resultado de una
disminución de la acumulación de capital agregada, esto a su vez es consecuencia del
posible desplazamiento de la inversión privada por parte de la inversión pública.
Al tenor de este marco de análisis, Lächler y Aschauer estiman, a través de
mínimos cuadrados y mínimos cuadrados en dos etapas con variables en diferencias,
que un crecimiento unitario de la inversión pública afecta negativamente a la
inversión privada en 0.45 unidades. Dado esto, los autores concluyen que la caída en
el crecimiento económico de México posterior a la crisis de principios de los ochenta
no se puede atribuir a la caída de la inversión pública.
3
Siempre que la inversión pública sea un sustituto de la inversión privada.
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Otro trabajo que toma sólo a uno de los componentes del gasto público, nuevamente
la inversión, es el que realizan Noriega y Fontenla (2007). Los autores se enfocan
en analizar el papel de la infraestructura pública en la producción agregada entre
1950 y 2003, es decir, utilizan el mismo periodo que Lächler y Aschauer (1998).
El trabajo de Noriega y Fontenla (2007) utiliza como medida del stock de capital
público los kilovatios de electricidad, los kilómetros de carreteras y el número de
líneas telefónicas. Sus resultados establecen una relación positiva entre la provisión
de energía y el crecimiento per cápita, el coeficiente estimado para la variable
explicativa es de entre 0.6 y 0.7, mientras que para el caso de la infraestructura
carretera se estima un efecto positivo en el crecimiento del per cápita de 0.4.
Bajo esta misma línea, Fonseca (2009) en un estudio para la economía mexicana
con datos trimestrales entre 1980 y 2007 estima a través de modelos de cointegración,
un efecto débil de complementariedad entre la inversión pública y privada en el
largo plazo, mientras que para el corto plazo calcula un desplazamiento parcial de
la primera sobre la segunda. Como se puede observar, no existe consenso sobre el
efecto del gasto público sobre la economía, aun usando el mismo periodo para una
misma economía. Aún más, la mayoría de estos trabajos desagrega el gasto público,
pero en el análisis teórico o empírico se enfocan sólo en alguno de sus componentes,
generalmente el de la inversión.
Esta revisión de la literatura permite observar que utilizar como elemento
central de análisis la desagregación del gasto público y considerar en el estudio a
ambos componentes, consumo e inversión, tanto a nivel teórico como empírico,
es un enfoque escaso en la literatura reciente. Bajo este entendido procedemos a
identificar las diferentes formas en que el consumo e inversión públicos afectan a la
productividad. Para esto, es importante señalar las diferencias fundamentales entre
el consumo y la inversión públicos.
Primero, la inversión pública contribuye a la creación de infraestructura pública,
lo cual influye directamente sobre los costos de producción de las empresas del sector
privado. Segundo, el consumo público, incluye rubros como el pago de sueldos y
salarios a los empleados de los servicios de salud y educación públicos, por ejemplo
y, estos recursos pueden ser ahorrados o destinarse a otros fines, tales como el pago
de deudas o la compra de bienes de consumo importados4, por lo que no generarían
incrementos en la demanda doméstica. Tercero, el consumo público también incluye
Un tema relevante asociado a esta discusión –sobre la inversión pública–, es sí la inversión pública
4
tendría los mismos efectos positivos si esta se realizara en importaciones. Esto se aborda en el siguiente
capítulo y por lo pronto podemos decir que la creación de infraestructura y sus efectos positivos sobre
la productividad se mantienen aún si se realizan a través de bienes importados.
121
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el rubro de compra de bienes y servicios, lo cual podría asociarse con el incremento
de la escala de producción, sin embargo, estas compras no contribuyen a la creación
de infraestructura lo cual hace que sus incentivos al incremento de la productividad
sean inferiores a los que genera la inversión pública (Presmman, 1994).
En este sentido, asentadas las diferencias que hay entre el consumo e inversión
del gobierno, en adelante nos enfocamos a examinar los distintos mecanismos por
medio de los cuales la inversión pública favorece el crecimiento de la productividad.
Como lo mencionamos, la contribución más importante de la inversión pública,
en favor de productividad, es la creación de infraestructura. No obstante, debemos
también considerar su efecto en la productividad a través del incremento de la escala
de producción que resulta del crecimiento del mercado en las ramas de producción
industrial asociadas a la creación de infraestructura pública.
Al respecto de la contribución que realiza la infraestructura pública a la producción
agregada de una economía, Wang (2002) considera que hay al menos tres formas en
las que la infraestructura pública influye en la producción. Primero, la infraestructura
contribuye de manera contable al producto agregado final de una economía. Por
ejemplo, la producción de electricidad, gas y agua potable está incluida como un
componente del sector industrial en el cálculo de las cuentas nacionales, mientras
que el transporte y las comunicaciones se incluyen en el sector servicios. Segundo,
la infraestructura pública puede ser considerada como un insumo intermedio de
producción. Así, por ejemplo, los insumos privados como el trabajo y el capital
físico, se benefician de las inversiones en infraestructura mediante la facilidad que
esta provee en actividades como el transporte de bienes o la provisión eficiente de
energía. Finalmente, hay externalidades positivas de la infraestructura que pueden
influir positivamente en las decisiones de inversión y así provocar crecimiento
económico acelerado y de largo plazo.
Las externalidades de la infraestructura pública están asociadas a la disminución
de los costos de producción de las empresas privadas y al incremento de su
rentabilidad. Por ejemplo, Aschauer (1989a,1989b), Nourzad y Vrieze (1995) y
Ramírez (2002) proporcionan evidencia empírica de la relación entre el gasto
productivo del gobierno y la productividad del sector privado en Estados Unidos, un
grupo de siete economías de la y para la economía mexicana, respetivamente.
La idea central es que carreteras, autopistas, aeropuertos, alcantarillado, sistemas de
aguas, puertos marítimos, estaciones hidroeléctricas y, en general el stock de capital
público, tienen un alto poder explicativo sobre la productividad a través de efectos
directos e indirectos.
Los efectos directos se deben a la facilidad provista por la infraestructura pública
en actividades como la producción, distribución y el transporte tanto de insumos
122
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productivos como de bienes finales. Los efectos indirectos, por su parte, involucran la
complementariedad entre el capital público y privado. Por ejemplo, si un incremento
del stock de capital público incrementa la rentabilidad del capital privado a través de
las externalidades positivas antes mencionadas, esto puede estimular la expansión
del stock de capital privado.
Por otra parte, la gran mayoría de estos servicios de infraestructura, provistos por
el gobierno a través del stock de capital público, se caracterizan por ser de difícil o
nulo desarrollo por el sector privado. Esto se debe a los grandes montos de inversión
requeridos, por ejemplo, para construir un puerto marítimo, en contraste con la lenta
apropiación de los beneficios que resultan de dicha inversión.
Los resultados empíricos, por su parte, soportan bien la contribución del gasto
público productivo a la productividad. Aschauer (1989a), por ejemplo, estima que
un incremento de 1% en la razón capital público/capital privado, resultado de un
aumento del stock de capital público no militar, incrementa la productividad en 0.39
por ciento. Esto permite dar una explicación a la reducción de la tasa de crecimiento
de la productividad en Estados Unidos, la cual promedió 2% entre 1950 y 1970
y 0.8% entre 1971 y 1985, en función de la caída en la inversión pública, lo que
provocó menores tasas de crecimiento del stock de capital público pasando de 4.1%
entre 1950 y 1970 a 1.6% en el periodo de 1971-1981.
Por su parte, Nourzad y Vrieze (1995)5, para el caso de siete economías de la
, encuentran una relación positiva entre la formación de capital público y la
tasa de crecimiento de la productividad laboral. Los autores toman en cuenta factores
olvidados por Aschauer (1989a) que suscitaron diversas críticas. Primero, se incluye
en la estimación un índice de producción física de energía, en sustitución del uso
de los precios de la energía, el índice considera la producción de las principales
fuentes de energía6. Segundo, se aplican pruebas de raíz unitaria y las variables son
estacionarias. Finalmente, se hacen pruebas de diagnóstico para el modelo estimado y,
en función de ellas, realizan un procedimiento de estimación que corrige la violación
de los supuestos gaussinos de correcta estimación. Sus resultados son consistentes
con los de Aschauer, sin embargo, estiman una relación positiva entre el stock de
capital púbico y la productividad laboral en estas economías7 con un coeficiente más
pequeño, entre 0.045 y 0.063 por ciento.
Los países analizados son Canadá, Finlandia, Francia, Alemania, Suecia, Reino Unido y
5
Estados Unidos.
6
Carbón, gas natural, electricidad y petróleo.
7
Canadá, Finlandia, Francia, Alemania, Suecia, Reino Unido y Estados Unidos.
123
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En cuanto al trabajo de Ramírez (2002), éste estima un efecto positivo y
estadísticamente significativo del stock de capital público sobre la productividad
laboral de la economía mexicana cuando el stock de capital público se rezaga
uno, tres y cinco periodos. Esto no es del todo sorprendente, pues es un resultado
esperado que la construcción de autopistas, escuelas, hospitales, puertos
marítimos, etcétera, afecten a la productividad en periodos sucesivos a su
construcción.
Wang (2002), por otra parte, plantea la idea de que la creación de infraestructura
pública sea una respuesta de su demanda por parte del sector privado, la cual se
incrementa en forma considerable cuando la producción privada se encuentre en
una fase de crecimiento acelerado. Además de esto, Wang critica la concepción del
stock de capital público como un factor de producción y, por lo tanto, su inclusión
en la función de producción del sector privado como un factor productivo al mismo
nivel que el trabajo y el capital.
Tomando en cuenta esos dos aspectos, Wang ofrece una alternativa para
modelar el efecto que tiene el capital público en la producción privada a través
de un modelo de dos sectores. En su modelo, Wang asume que cada sector tiene
su propia función de producción y la especifica de tal forma que entre ellos se
pueden presentar efectos spillovers. De acuerdo a esto, no es la infraestructura
pública la que debería entrar en la función de producción, porque no se trata de
una planta de energía la que se usa en la producción manufacturera privada sino
la electricidad que aquella genera y, por otro lado, son los servicios de transporte,
y no las carreteras o puertos marítimos en sí mismos, lo que facilita distintos
procesos de producción y distribución. Por lo tanto, este modelo de dos sectores
captura la importancia del capital público de forma similar a los vínculos inter-
industriales presentes en los modelos de insumo-producto. De esta manera, la
construcción de una autopista o vía ferroviaria crea encadenamientos con las
industrias que proveen insumos para su producción, dando impulsos a sectores
como el inmobiliario, la industria del acero y la construcción civil. Por otro lado,
al finalizar la construcción de obras de infraestructura muchas otras actividades
productivas se benefician indirectamente al contar con mejores vías de transporte
y de menor costo de operación.
Es evidente, por lo tanto, que la infraestructura creada por el sector público crea
estímulos a la producción privada. Sin embargo, también es posible considerar el
hecho de que el crecimiento de la producción privada esté acompañado por una
fuerte demanda por servicio de infraestructura. A medida que el sector privado se
desarrolla, demanda que los servicios y productos provistos por el sector público
se incrementen. Es decir, la demanda por servicios de infraestructura pública
124
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fomenta su crecimiento. Este enfoque de modelación se aplica para el estudio de
seis economías del Este Asiático8 y los resultados muestran que un crecimiento del
1% en la infraestructura pública genera el incremento de la producción privada
en 0.2%; por otra parte, el crecimiento del 1% en la producción privada provoca
el incremento de la infraestructura de entre 0.81% y 1.08 por ciento. Lo anterior
valida la hipótesis de interdependencia entre los sectores público y privado (Wang,
2002). En suma, el papel de la infraestructura pública como factor de producción,
proveedor de servicios de comunicación, trasporte y energía, permite observar la
influencia positiva de la inversión pública en el producto y en la productividad del
sector privado.
Ahora bien, como mencionamos al inicio de esta sección, el otro elemento a
considerar son los efectos a escala de producción que se activan cuando la inversión
pública provoca el crecimiento del mercado de actividades industriales. Al respecto,
Palazuelos y Fernández (2009) sostienen que mientras en una economía exista
capacidad ociosa instalada, el nivel de producción efectivo está determinado por
el tamaño de la demanda agregada. Por lo tanto, si la demanda agregada determina
el nivel de producción efectivo, entonces también prescribe tanto la tendencia
como la tasa de crecimiento de la productividad. La demostración de lo anterior se
sustenta en el papel de los efectos de la escala de producción.
De esta forma, si se admite que una empresa trabaja por debajo de su máxima
capacidad, cualquier incremento de su mercado provocado por algún componente
de la demanda agregada, como la inversión o el consumo públicos, producirá un
mayor uso de la capacidad instalada y, en consecuencia, ganancias de productividad.
Palazuelos y Fernández llegan a esa conclusión a través de la construcción de las
siguientes identidades:
Y/L = (K/L)/(K/Y) Ecuación (1)
Donde Y el es producto agregado, L es trabajo y K el capital. A través de esta
ecuación, se puede determinar que la tasa de crecimiento de la productividad laboral
(q), o el crecimiento de Y/L, es igual a la diferencia entre la tasa de crecimiento de
K/L igual a k y la tasa de crecimiento de K/Y que es igual a s:
q=k–s Ecuación (2)
8
Japón, Corea, Malasia, Singapur, Tailandia y Taiwán.
125
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Asimismo, la relación K/Y también puede verse como el inverso de:
Y/K = (Ku/K)(Y/Ku) Ecuación (3)
Donde Ku es el grado de utilización del capital.9 En tasas de crecimiento
tenemos que:
[– s] = a + b Ecuación (4)10
Donde a es la tasa de crecimiento de y b es la tasa de crecimiento de
que se supone constante y determinado por un nivel tecnológico fijo. Por lo tanto,
cualquier aumento de la demanda agregada hace crecer a e incrementar q. En suma,
el crecimiento del mercado de un bien, provocado por cualquier componente de
la demanda agregada, ya sea público o privado, incrementa la tasa de utilización
del capital, lo cual reduce la relación capital/producto e incrementa el producto por
trabajador.
Más aún, si entre los diferentes componentes de la demanda agregada lo que
se incrementa es la inversión no residencial, esto conduce a un crecimiento de
la oferta potencial a través del incremento del capital productivo. De esta forma,
habrá un crecimiento de la relación capital/trabajo (k), así como de la tasa de
crecimiento de la productividad del trabajo (q). Es evidente, por lo tanto, el papel de
la demanda agregada, y asimismo el del gasto público, de consumo e inversión, en la
determinación de la productividad.
Es claro que los argumentos que hemos vertido en torno al efecto positivo del
gasto público sobre la productividad se encuentran estrechamente relacionados
con la hipótesis de la endogeneidad de la productividad respecto de la demanda
agregada. Esta hipótesis es atribuible a León-Ledesma y Thirlwall (2002) y a
Thirlwall (2003) en donde se sostienen que la dinámica de la productividad de
una economía está estrechamente relacionada con la dinámica de la demanda
agregada.
Definido como el porcentaje del total de la capacidad instalada que se encuentra en uso.
9
O alternativamente tendríamos s = –a –b. Por lo que cualquier incremento de (a) hace reducir (s)
10
e incrementar (q).
126
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En este sentido, toda esta argumentación teórica tiene una fuerte implicación
de política económica. El gobierno posee herramientas que le permiten generar las
condiciones necesarias para promover altas tasas de crecimiento de la productividad
a través de la gestión de la inversión pública. Políticas macroeconómicas que
contribuyan a la administración de la demanda agregada y a la creación de
infraestructura pública, son un medio claro que favorece la productividad.
Así, el gasto público agregado puede tener efectos positivos o negativos en la
productividad y otras variables económicas. No obstante, a nivel desagregado, es
claro que los efectos positivos provienen de la inversión pública a través de los
mecanismos y relaciones ya establecidas. Por otra parte, es posible que el consumo
público tenga efectos tanto positivos como neutros.11 Esta distinción existente del
efecto del gasto público sobre la productividad es la base de la evaluación empírica
que hacemos en la siguiente sección.
Análisis empírico del gasto público
y su relación con la productividad
La evaluación empírica de la relación entre el gasto público desagregado y
la productividad se divide en dos partes. Lo primero consiste en realizar un
diagnóstico de las variables fundamentales para nuestro trabajo, es decir, la
productividad y el consumo e inversión públicos. Y la segunda parte se enfoca
en capturar el efecto que tiene uno y otro tipo de gasto en la productividad, a
través de un ejercicio econométrico que relaciona a la productividad con el gasto
público desagregado.
Evolución del gasto público
y de la productividad en México
El diagnostico comienza analizando el comportamiento de largo plazo de
la productividad en la economía mexicana entre 1970 y 2016. Para esto, se
utilizan los datos disponibles en la base de 10 sectores productivos del Centro
de Crecimiento y Desarrollo de Groningen ( por sus siglas en ingles), la
11
Por su parte, los efectos negativos podrían aparecer, en teoría, si es que el gasto corriente, en
forma de subsidios y transferencia, por ejemplo, provocaran incentivos a la informalidad.
127
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Comisión Económica para América Latina y el Caribe ( ), los Indicadores
de Desarrollo Mundial del Banco Mundial y el Instituto Nacional de Estadística
y Geografía ( ).
Este ejercicio permite comparar el comportamiento de la productividad laboral
durante dos periodos en los que se implementaron distintos enfoques de política
económica. Es decir, se toma un periodo entre 1970 y 1980 durante el cual la
intervención del estado en la economía es sobresaliente y se compara con el periodo
de 1981 en adelante cuando las reformas de libre mercado son las que dominan la
política económica.
En el gráfico 1 se puede observar la evolución de la productividad laboral en
México. Es claro que a partir de 1981 el compartiendo de la productividad ha
sido decepcionante. El mejor sub-periodo, después de 1980, alcanza una tasa de
crecimiento promedio anual apenas del 0.1%, registrado entre 2011 y 2016. Tal
crecimiento es muy inferior al crecimiento de la productividad observado entre 1971
y 1980, 1.4% promedio anual.
Gráfico 1. Productividad laboral en México, 1970-2016
(Tasa de variación)
Fuente: elaboración propia con base en datos del Banco Mundial y del .
128
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Por su parte, el comportamiento del consumo y la inversión públicos se puede
observar en las gráficas 2 y 3. Las bajas tasas de crecimiento de la productividad
coinciden con una caída de las tasas de crecimiento del consumo y de la inversión
públicos. Asimismo, tanto el consumo como la inversión pública sufren caídas muy
importantes a partir de 1980, sin embargo, es la inversión pública la más afectada
debido al cambio de enfoque de la política económica.
Además, en el cuadro 1 se aprecia como la caída más severa, entre el consumo e
inversión del gobierno, se registra en la década de 1981 y 1990 cuando la inversión
padece una reducción en promedio de 7.3 puntos porcentuales en promedio. Por otro
lado, el consumo púbico, si bien es cierto que sus tasas de crecimiento son menores
a la registrada entre 1971 y 1980, en ningún subperiodo ha dejado de crecer. Las
variables que han experimentado tasas de variación negativas son la productividad y
la inversión pública, ambas posteriores a 1980.
Gráfico 2. Consumo público en México, 1970-2016
(Tasa de variación)
Fuente: elaboración propia con base en datos del Banco Mundial y del .
129
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Gráfico 3. Inversión pública en México, 1970-2016
(Tasa de variación)
Fuente: elaboración propia con base en datos del Banco Mundial y del .
Cuadro 1. Productividad, consumo e inversión públicos
en México, 1971-2016 (Tasas de variación)
Periodo Consumo Público Inversión Pública Productividad
1971-1980 7.70 14.20 1.40
1981-1990 1.70 -7.30 -2.00
1991-2000 1.70 1.00 -0.04
2001-2010 1.40 6.70 -0.50
2011-2016 1.80 -4.70 0.10
Fuente: elaboración propia con base en datos del Banco Mundial y del .
Adicionalmente, el gráfico 4 muestra claramente cómo ha sido la gestión del
gasto público en México. En algunos años del periodo que comprende el gráfico
130
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mencionado, la diferencia entre el consumo y la inversión públicos es de hasta 4
veces. Sin embargo, este análisis descriptivo no es suficiente para atribuir a la caída
de la inversión pública el pésimo desempeño de la economía mexicna en términos
de su productividad. Para dar evidencia más robusta realizamos un ejercicio
econométrico que captura la relación existente entre el consumo e inversión públicos
y la productividad.
Gráfico 4. Consumo e Inversión públicos en México, 1970-2016
(Porcentaje del )
Fuente: elaboración propia con base en datos del Banco Mundial y del .
Análisis econométrico
El método de análisis consiste en relacionar la tasa de crecimiento de la productividad
con las tasas de crecimiento del consumo e inversión públicos. Tal relación la
capturamos en una regresión realizada a través de método de mínimos cuadrados
ordinarios. La elección de esta técnica de estimación se fundamenta en la evidencia
que presenta las pruebas de raíz unitaria hechas a las variables utilizadas en la
estimación.
131
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Además del consumo e inversión del gobierno, se utilizaron algunas variables
de control. El papel de las variables de control consiste en probar el grado de
robustez de la relación estimada entre las variables de interés. La prueba de robustez
consiste en observar si el signo o la significancia estadística, de los parámetros
asociados al consumo e inversión públicos cambian al incluir estas variables de
control. Las variables de control son la inversión privada, el coeficiente de apertura
comercial y la producción manufacturera. Estas tres variables han sido utilizadas,
tanto en análisis teóricos como empíricos como determinantes de la productividad
de una economía.
Las pruebas de raíz unitaria se pueden observar en el cuadro 2. Para su realización
se aplicaron dos pruebas de raíz unitaria con la finalidad de ofrecer resultados lo
más robustos posibles. Tanto la prueba Dickey-fuller aumentada como la prueba
Phillips-Perron confirman que las series utilizadas en la estimación son estacionarias
de grado cero. Dada la estacionariedad de las series el método de estimación por
mínimos cuadrados ordinarios es válido.
Cuadro 2. Pruebas de raíz unitaria
(Series en tasas de variación)
Dickey-fuller Aumentada Phillips-Perron
Intercepto Sin Sin
Intercepto Intercepto
Intercepto Intercepto
y Intercepto y
y y
Tendencia Tendencia
Tendencia Tendencia
Estadístico t -5.635 -5.604 -5.690 -5.632 -5.605 -5.688
Productividad
laboral: I(0)
Probabilidad 0.000 0.000 0.000 0.000 0.000 0.000
Estadístico t -3.366 -2.494 -3.161 -3.517 -4.331 -2.621
Consumo
público: I(0)
Probabilidad 0.018 0.330 0.002 0.012 0.007 0.010
Estadístico t -6.191 -6.434 -5.963 -6.232 -6.451 -6.032
Inversión
Pública: I(0)
Probabilidad 0.000 0.000 0.000 0.000 0.000 0.000
Estadístico t -5.837 -5.769 -5.172 -10.090 -9.850 -5.084
Inversión
privada: I(0)
Probabilidad 0.000 0.000 0.000 0.000 0.000 0.000
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Estadístico t -5.052 -4.980 -4.048 -4.906 -4.816 -4.079
Apertura
comercial: I(0)
Probabilidad 0.000 0.001 0.000 0.000 0.002 0.000
Estadístico t -5.346 -5.619 -3.915 -5.268 -5.544 -3.915
Producto
manufacturero: I(0)
Probabilidad 0.000 0.000 0.000 0.000 0.000 0.000
Fuente: elaboración propia con base en datos del Banco Mundial, el Centro de Crecimiento y Desarrollo
de Groningen, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe ( ) y el Instituto Nacional
de Estadística y Geografía ( ).
Las funciones estimadas son las siguientes:
Ecuación (5)
Ecuación (6)
Ecuación (7)
Ecuación (8)
Donde q es la tasa de crecimiento de la productividad laboral, Cp es el consumo
público, Ipu es la inversión pública, Ipr es la inversión privada, AC es el grado de
apertura comercial y ym es la tasa de crecimiento del producto manufacturero. Los
resultados de las estimaciones de estas funciones se presentan en el cuadro 3. En las
estimaciones se usaron tres variables dummys para años específicos relacionados con
la crisis económica de México de principios de los años ochenta y de mediados de
los noventa. Las variables asociadas a tales años son d86 para 1986, d95 para 1995
y d85 para 1985.
133
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Las estimaciones de las funciones anteriores confirman un efecto positivo tanto
del consumo público como de la inversión pública, sin embargo, la consistencia del
parámetro estimado sólo se verifica para el caso de la inversión pública. Además, se
puede apreciar que el parámetro asociado al consumo público es significativo sólo al
10% de significancia estadística en los modelos 2 y 3, mientras que en los modelos
1, 4 y 5, el parámetro no es estadísticamente significativo. Esto nos permite concluir
que no existe una relación clara entre el consumo público y la tasa de crecimiento de
la productividad.
Por su parte, el parámetro estimado asociado a la inversión pública es consistente
en su signo y es estadísticamente significativo. Por lo tanto, podemos establecer
una relación positiva entre la tasa de crecimiento de la inversión pública y la tasa
de crecimiento de la productividad. Las estimaciones de esta investigación se
respaldan por el análisis teórico y podemos esperar que, ante un crecimiento del 1%
de la inversión pública, la tasa de crecimiento de la productividad laboral responda
incrementándose entre un 0.04% y un 0.05 por ciento.
Los resultados de este trabajo pueden compararse con los estimados por Lächler y
Aschauer (1998), ya que ambos estudios confirman un efecto positivo de la inversión
pública sobre la productividad. Sin embargo, sus resultados deben ser leídos con
precaución debido a distintas razones. Primero, la medida de productividad que
utilizan Lächler y Aschauer surge de los ejercicios de contabilidad del crecimiento
del producto. Estos ejercicios descomponen el crecimiento del producto agregado
de una economía en el crecimiento de los factores de producción, capital y trabajo,
y un residuo del crecimiento de producto que no se explica por el crecimiento de
los factores; tal residuo es lo que se considera como el crecimiento del producto
atribuible al crecimiento de la productividad total de los factores. Tal medida
de productividad, como lo establece Shaikh (1974), es simplemente una media
ponderada de las tasas de crecimiento de los salarios y de los beneficios. Por lo
tanto, usar tal medida para verificar si la inversión pública es o no productiva
ofrece resultados poco fiables.
Segundo, sus estimaciones utilizan como único determinante de la tasa de
crecimiento de la productividad a la variación de la razón inversión pública/
inversión privada. En este sentido, es posible que esta sea la razón por la que sus
coeficientes estimados sean tan grandes, entre 0.134 y 0.167, comparados con los
obtenidos en este trabajo, que rondan entre 0.052 y 0.036; sin embargo, se debe
notar que nuestras estimaciones incorporan otros determinantes del crecimiento
de la productividad. Las estimaciones de Lächler y Aschauer son muy parecidas
a las realizadas por Aschauer (1989), mientras las derivadas de esta investigación
son semejantes a las realizadas por Naurzad y Vrieze (1995), quienes utilizan la
134
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misma medida de productividad que en este trabajo e incluyen en sus estimaciones
otros determinantes de la productividad. Naurzad y Vrieze estiman un efecto de
la inversión pública de entre 0.045 y 0.063, mientras Aschauer (1989) estima un
efecto de 0.39 sobre el crecimiento de la de una variación de la razón capital
público/capital privado.
Tercero, los resultados presentados por Lächler y Aschauer son un tanto
contradictorios respecto a sus planteamientos teóricos pues plantean que la
inversión pública puede desplazar a la inversión privada; además, establecen que la
inversión privada es más productiva que la pública. Sin embargo, estiman un efecto
desplazamiento de la inversión púbica sobre la inversión privada y, al mismo tiempo,
un efecto positivo de la inversión pública en la . Esta ambigüedad no está presente
en las estimaciones de este trabajo. De hecho, se sugiere que una de las razones por
las que la inversión pública tiene un efecto positivo sobre la productividad es porque
estimula a la inversión privada.
Por otra parte, la demás evidencia empírica que estudia el efecto de la
inversión pública en la actividad económica se concentra en hallar una relación de
complementariedad o sustitución entre ésta y la inversión privada, o bien, en estimar
su efecto sobre el crecimiento económico. Al respecto del primer tema, debemos
decir que tal relación escapa a los horizontes de este trabajo. Por su parte, en cuanto
al efecto de la inversión pública sobre el crecimiento, los resultados presentados
permiten plantear la posibilidad de que, vía la productividad, la inversión pública
puede ejercer un efecto positivo sobre el crecimiento económico. Una estimación al
respecto es la planteada por Hernández (2016), respecto de un análisis de series de
tiempo por mínimos cuadrados ordinarios, calcula un efecto positivo de la inversión
pública sobre el crecimiento económico de México de entre 0.022 y 0.036%, para el
periodo de 1980-2012.
Así, los resultados presentados en esta investigación indican que siempre que
el gasto público sea utilizado para realizar actividades de consumo, el efecto en el
crecimiento de la productividad será incierto, y es probable que no tenga incentivo
alguno en la productividad. Sin embargo, si los recursos públicos se utilizan para
realizar inversión pública existe la certeza de que esto se traducirá en un mejoramiento
de las tasas de crecimiento de la productividad.
135
Innovación, gestión y desafíos.indd 135 29/01/2019 01:18:11 p. m.
Cuadro 3. Determinantes de la tasa de crecimiento de la productividad (1971-2016)
Modelo 1 Modelo 2 Modelo 3 Modelo 4 Modelo 5
Variables Independien-
tes: Errores Errores Errores Errores Errores
Coeficiente Coeficiente Coeficiente Coeficiente Coeficiente
Estándar Estándar Estándar Estándar Estándar
Constate -1.304*** 0.291 -1.288*** 0.323 -1.540*** 0.294 -1.451*** 0.311
Innovación, gestión y desafíos.indd 136
Consumo público 0.083 0.083 0.117* 0.060 0.115* 0.062 0.084 0.059 0.068 0.062
Inversión pública 0.052*** 0.052 0.045*** 0.014 0.045*** 0.015 0.034** 0.014 0.036** 0.015
Inversión privada 0.154*** 0.020 0.156*** 0.023 0.096*** 0.031 0.099*** 0.031
Apertura comercial -0.004 0.033 -0.03 0.033
Producto
manufacturero 0.198** 0.085 0.224** 0.090
d86 -5.969*** -5.969
d95 -6.222*** -6.222
d85 -3.498** 1.404 -3.536** 1.453 -3.718*** 1.337 -4.019*** 1.380
Pruebas de Estadístico Probabilidad Estadístico Probabilidad Estadístico Probabilidad Estadístico Probabilidad Estadístico Probabilidad
Diagnóstico:
Estadístico F 31.729 0.000 24.777 0.000 29.229 0.000 24.392 0.000
significancia conjunta
R2 Ajustado 0.492 0.732 0.725 0.758 0.757
Estadístico 1.554 1.824 1.824 1.816 1.815
Durbin-Watson
Jarque-Bera 0.872 0.647 0.403 0.817 0.372 0.83 0.888 0.641 0.676 0.713
Prueba LM Breusch- 2.21 0.145 0.253 0.617 0.249 0.621 0.236 0.63 0.248 0.621
Godfrey
Pruebas de
homocedasticidad:
Breusch-Pagan-Godfrey 0.436 0.782 1.647 0.181 1.47 0.221 1.379 0.253 1.853 0.114
ARCH 0.017 0.897 2.920 0.095 3.016 0.090 1.206 0.278 1.111 0.298
White 0.608 0.694 1.190 0.331 0.991 0.488 1.237 0.300 1.301 0.266
Test de Estabilidad 3.587 0.07 0.011 0.917 0.007 0.934 0.547 0.464 0.463 0.500
Ramsey RESET
Fuente: elaboración propia con base en datos del Banco Mundial, el Centro de Crecimiento y Desarrollo de Groningen, la Comisión Económica para América
Latina y el Caribe ( ) y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía ( ). Los astericos ***,** y * indican significancia estadística al 1, 5 y 10%,
respectivamente.
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G M
Conclusiones
En este capítulo abordamos la relación entre el gasto público y la productividad y
se argumenta la importancia del primero en el desempeño económico. Discutimos
acerca de la importancia de realizar un análisis de entre la relación del gasto público
y la productividad utilizando un enfoque que incorpore la desagregación del gasto
público en consumo e inversión públicos.
El análisis descriptivo del comportamiento del consumo e inversión públicos
mostró que, en México, el gobierno prioriza su gasto en consumo público. Las
diferencias entre uno y otro llegan a ser hasta de 4 veces en favor del gasto de
consumo. Al respecto, la evidencia empírica proporcionada por la estimación de los
modelos econométricos permite concluir que la distribución del gasto público en
México, prioriza justamente un tipo de gasto que tiene efectos sobre la productividad
positivos pero ambiguos, mientras desfavorece el gasto público que tiene efectos
positivos en la misma, es decir, la inversión pública.
Las estimaciones econométricas corroboran de forma consistente y robusta la
presencia de una relación positiva entre el crecimiento de la inversión pública y
el crecimiento de productividad. Esto permite considerar que una mejor gestión
del gasto público posibilita conseguir mejoras en la productividad de la economía
mexicana, siempre y cuando este se ejerza de tal suerte que el gasto productivo tome
un rol importante en la gestión pública del gasto del gobierno.
Finalmente, otra conclusión que emerge de este trabajo permite derivar que la
gestión pública de los recursos económicos con los que cuenta el gobierno puede
contribuir a mejorar las condiciones económicas de la economía mexicana. Es
prudente esperar que, de mantenerse este comportamiento, la gestión del gasto
público, así como otras decisiones de política económica tendrán poco efecto en
la economía. Por ejemplo, las reformas tributarias que tanto se han mencionado en
México, no podrán contribuir al crecimiento económico, mientras que el uso de los
recursos recaudados se utilice de la forma en que se hecho hasta hoy.
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Innovación, gestión y desafíos:
Hacia el desarrollo empresarial en México
se terminó de imprimir en febrero de 2019.
El tiraje consta de 1 000 ejemplares
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