[go: up one dir, main page]

0% encontró este documento útil (0 votos)
214 vistas6 páginas

Guion La Venganza Del Rojo

Cargado por

Ami
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
214 vistas6 páginas

Guion La Venganza Del Rojo

Cargado por

Ami
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 6

GUION

LA VENGANZA DEL ROJO


CAPITULO I
ESCENA 1
NARRADOR:

La historia empieza así:


Lo llamaban el Rojo porque su pelo, sus barbas, sus ropas estaban siempre teñidas de la sangre de las víctimas. Había masacrado a familias enteras sin perdonar
siquiera a los niños.
Lo atraparon dormido, estaba borracho y lo encerraron dentro de una jaula.
EL JUEZ: la horca para él en el cerro de la muerte, allí donde había asesinado a muchas de sus víctimas. (sin temblar la voz)
EL ROJO (amenaza) ¡Volveré para vengarme en quien más amas!
NARRADOR: En la cabeza del juez se dibujó nítida la imagen de Clara (su pequeña hija) y un temblor lo sacudió.
NARRADOR: Cuando le pusieron la soga al cuello a rojo, el criminal se orinó de miedo mojando la tierra bajo sus pies. Luego, el cuerpo quedó colgando como un enor-
me muñeco roto.
NARRADOR: Después de la muerte de rojo, la tranquilidad volvió al pueblo, el cerro y su sangrienta historia fueron quedando en el olvido. Salvo para la anciana
madre que iba allí a llorar la muerte de su hijo.
En donde se había levantado la horca, crecía una planta de larga cabellera desordenada. La mujer, que practicaba la magia, adivinó que se trataba de
la poderosa mandrágora que solo crece en tierra regada por el orín de un ahorcado.
NARRADOR: La madre espesó a contarle sus penas y esperanzas, la mandrágora parecía escucharla como jamás el Rojo lo había hecho.
MADRE: hijo tu vives en esta planta mágica y yo vengaré tu muerte.

CAPITULO II

EL NARRADOR: Clara, hija del juez se quedó huérfana desde muy pequeña, ella crecía y se transformaba en una hermosa muchacha, tenia muchos amigos y algunos enamorados
a quienes no prestaba atención, pero de pronto algo sucedió.

NARRADOR:
Clara bordaba un pañuelo, sentada a la sombra fresca de un tilo. Cuando levantó los ojos, vio venir hacia ella a un desconocido. El corazón echó a latir, desenfrena-
do. La joven se asustó de lo que sentía. Jamás le había pasado algo así. El muchacho, ajeno a la pasión que había despertado en ella, pasó junto a Clara sin verla.
CLARA: ¿Quién será ese muchacho?, voy a averiguar

NARRADOR: Clara, Llena de curiosidad, no tardó en averiguar que Edmundo había venido a visitar a su primo Fabio a quien ella conocía bien.

FABIO: Clara, te invito a una fiesta en mi casa

CLARA: Sii claro que iré Fabio.

NARRADOR: La víspera de la fiesta, Clara se probó un vestido detrás de otro. Ninguno parecía quedarle bien.

EL JUEZ: ¿hija que te pasa? Me sorprende tu conducta.

NARRADOR: Catalina es el ama de llaves que la había criado a Clara desde niña y la conoció muy bien y respondió al padre cuál podía ser el motivo del asombroso
cambio.

CATALINA: señor, yo se que le está pasando a Clara. Ella se enamoró

JUEZ. ¿De verdad crees que mi hija se enamoró? ¡Pero si es una criatura!

NARRADOR: Cuando finalmente Clara pudo decidir cuál era la ropa que le quedaba bien, el padre no tuvo más remedio que admitir que su hija había crecido.

(Clara luce puesta su vestido cuando el padre va hablando)


JUEZ: Mi hija ya no es una hija tengo que admitirlo. Se ha convertido en una hermosa señorita

(En la fiesta hay parejas bailando)

NARRADOR: El baile ya había comenzado cuando Clara llegó, inmediatamente sus ojos buscaron a Edmundo que, disputado por las muchachas, cambiaba una y
otra vez de pareja. Cuando llegó a sus brazos, ella sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies y tuvo la sensación de volar, un vacío en el estómago, de pronto
una muchacha vino y se llevó a Edmundo.
Clara los vio alejarse y sintió un dolor al separarse de él.
CLARA: Edmundo es muy especial para todos, tiene muchos amigos y amigas, solo falta tres días para que se regrese a su tierra. Solo tres días me quedan para
enamorarlo y para tenerlo junto a mí ¿Qué puedo hacer? Si cada día me enamoro más de él,
NARRADOR: Clara entró a la tienda en busca de puntillas para adornar un vestido. Ahí estaba Edmundo, Asombrada, lo vio elegir telas de delicada textura: sedas, ga-
sas, encajes.
CLARA: Edmundo escoges ¿Un regalo para tu madre?
EDMUNDO: No, es para mi novia. Para el vestido de bodas
NARRADOR: Clara recibe la noticia y se quedó muda, pálida, herida y regresa a su casa.
NARRADOR. Clara está triste en su cama no quería desayunar ni levantar y Catalina va a verla.
CATALINA: ¿qué te pasa mi niña? Pareces muerta (grita desesperada, Clara está muerta llamen al doctor)
PADRE: el doctor solo recomendó que clara debe descansar todo el día.
CATALINA: yo la cuidaré todo el día y la noche
CLARA: Despierta y llora, no tengo a mi madre para confiarle lo que me pasa
CATALINA: mi niña cuéntame lo que te pasa yo te puedo ayudar, tu eres una hija para mí
CLARA: no hay esperanza para mi amor Edmundo ama a otra persona. Otra a la que odio con toda mí fuerza.
CATALINA: soy capaz de lo que fuera para evitar tu sufrimiento mi niña.
NARRADOR: Catalina era capaz de lo que fuera por evitar el sufrimiento de Clara. Pero tenía que hacerlo cuidadosamente para evitar el enojo de su amo el juez.
Catalina creía firmemente en el poder del hechizo, inmediatamente pensó en conseguir un filtro de amor, un brebaje para Edmundo que quedará prendado de la
dulce Clara.
Entonces Catalina recordó a una anciana que vivía en las afueras de la aldea y que practicaba la magia. A ella le encargaría la bebida.
ANCIANA: Tomó entre las manos el muñeco que tenía la figura del juez y que tenía alfileres clavados en distintos lugares del cuerpo.
(rió con ferocidad y luego, hablándole como a una persona)
¡Por fin mis conjuros han tenido efecto! ¡Ha llegado el momento que preparé durante años! ¡Ahora será la vida de tu hija por la vida del mío! ¡Ya lo verás!

NARRADOR: Catalina, que había olvidado por completo que esa anciana era la madre del Rojo, el feroz asesino condenado a la horca por el padre de Clara, le había pe-

dido que elaborara un filtro de amor. Y ahora, inocente de la tragedia que había puesto en marcha, se lo contaba a Clara que, feliz, la cubrió de besos y de abrazos has-

ta hacerla gritar. Aquella misma noche, la hechicera se dirigió al Cerro de la Muerte iluminando la frondosa cabellera de la planta.

ANCIANA. —Perdóname por lo que voy a hacerte (acariciando las hojas de la mandrágora como si fueran los rojos cabellos del hijo)
Ésta es nuestra oportunidad de venganza.
arrancando la mandrágora de un tirón. Herida de muerte, la planta lanzó al aire espantosos gemidos
—¡Ay hijo! Perdóname, pero te juro que no será en vano
NARRADOR. La anciana puso hervir la raíz mágica que desprendió un líquido verde y espeso. Lo recogió en una botella.
CATALINA: iré a recoger de la anciana el filtro que haría la felicidad de Clara.

CLARA: ¿Cuándo lo tomará Edmundo? (Preguntaba llena de emoción)

CATALINA: Yo me encargo de eso mi niña

NARRADOR: Edmundo sostenía la copa como si no se decidiera a beberla. Un criado, sobornado por Catalina, había cambiado la bebida preferida del muchacho, el li-
cor de menta, por ese brebaje verde y espeso. Ajeno al engaño Edmundo bebió el contenido. Inmediatamente lo vio desplomarse, Clara corrió hacia él con el temor de
haberlo enfermado. O peor, envenenado.

CLARA: ¿Estas bien Edmundo?

EDMUNDO: si, no es nada estoy bien, sentía algo extraño, difícil de explicar. Era como si un desconocido se hubiera apoderado mi cuerpo. Y miro a Clara

NARRADOR. Un sentimiento salvaje se despertó en Edmundo, agarró a Clara y la tomó en sus brazos. Los demás los miraron asombrados. Luego, se apartaron para dar
lugar a ese baile que parecía conducir el mismo demonio.
Al día siguiente, para sorpresa y escándalo de todos, Edmundo pidió al juez la mano de su hija.
EDMUNDO. Sr Juez quiero pedirle la mano de Clara, me quiero casas con ella
JUEZ: No, un hombre que se enamora de un dia para otro es alguien que no puedo confiar
CLARA: Papá yo amo a Edmundo. Y comenzó a llorar.
JUEZ: no clara. No permitiré que te unas a ese hombre.
NARRADOR: Clara, dispuesta a no perder lo que había logrado, decidió fugarse con Edmundo. Supuso que, frente a los hechos consumados, el padre no tendría
más remedio que aceptar la situación. Él la juzgó con la misma severidad que aplicaba a los delincuentes.
JUEZ; Mi hija ha muerto para mí (dijo sin que le temblara la voz)
CATALINA: (por su parte, estaba desolada)
Yo soy responsable de este conflicto, ¡No debí haberle pedido el filtro a la hechicera!, Con el tiempo, Clara seguramente se habría olvidado del muchacho. En cam-
bio, ahora ya no hay nada que hacer, Clara esta muy decidida del amor hacia Edmundo.
NARRADOR:
Estos pensamientos daban vuelta en la cabeza de Catalina, cuando de repente se recordó que la hechicera es madre de Rojo. Entonces, comprendió que, sin querer-
lo, había puesto en marcha una tragedia. Desesperada, se echó a los pies del juez confesándolo todo y rogándole que perdonara a Clara.
CATALINA. Perdóneme no sabía lo que hacía. Solo quería la felicidad de Clara.
JUEZ: fuera de mi casa, has puesto en riego la vida de mi hija, y no te perdono. ¡Fuera!

CAPITULO III

NARRADOR: En la calle. En la plaza. En la iglesia. En cualquiera de los negocios a los que entraba, Clara podía sentir las miradas de odio. Y oír los comentarios malig-
nos. Ella era la culpable de que Edmundo hubiera abandonado a María, la novia de toda la vida. Ella era también la responsable de los oscuros cambios del mucha-
cho. Él siempre tan bondadoso, alegre y solidario se había vuelto hosco, grosero y egoísta. Más que eso, decían algunos. Malvado. Parecía gozar con el sufrimiento de
los demás. Y se ensañaba sobre todo con los más débiles e indefensos.
Clara, que había creído tocar el cielo con las manos al conseguir a Edmundo, pronto comprendió el error que había cometido. Transformado en un ser cruel y despia-
dado, no perdía ocasión de humillarla y hacerla sufrir. Clara era su víctima preferida.

CLARA: (fue en busca de su padre para pedirle perdón) papá perdóname, me siento sola, triste, Edmundo me maltrata

PADRE: Clara, Tú tienes ahora lo que querías esto es lo que tú estabas buscando y no te perdono
NARRADOR: Clara, en su inmensa angustia, encontró consuelo en un animalito, un pequeño gato abandonado que entró al patio de la casa en busca de comida. Lo
acogió en secreto. Si Edmundo se enteraba de su presencia, podría lastimarlo. Lo llamó Sombra. Como en sombra se había convertido la felicidad que había creído
alcanzar. Sombra fue su amigo y confidente. A él le contaba sus recuerdos felices. Le hablaba de su casa y de Catalina, de sus amigos. De la gente y de los lugares a
los que deseaba volver. El gato le correspondía ronroneando en su falda o durmiendo a sus pies.
EDMUNDO: ¿en dónde está? (gritó el hombre)
CLARA ¿Quién? ¿Dónde está quién? ¡Aquí no hay nadie más que yo!
EDMUNDO ¡No me mientas!
—¡Ah, querías esconderlo de mí! —y abalanzándose sobre el gatito, lo tomó de la cola dispuesto a arrojarlo por el aire.
CLARA ¡No! No hagas Edmundo (y fuera de sí, se lanzó sobre él)
NARRADOR. Edmundo entorpecido por el alcohol, no alcanzó a reaccionar.
Clara, L e arrancó el puñal que llevaba en la cintura y, ciega de desesperación, lo hundió, una y otra vez, en el pecho del hombre. Él intentó tomarla del cabello y,
finalmente, cayó herido de muerte.

NARRADOR: llegaron los guardias. Venían a capturar a Edmundo que, en una pelea, había matado a un hombre. Lo que vieron, les partió el corazón. Sentada junto
al cadáver ensangrentado, Clara, perdida la razón, canturreaba una cancioncilla infantil mientras un gato ronroneaba en su regazo. Como no podía ser juzgada, la
encerraron, para siempre, en el hospital psiquiátrico
PADRE: siento mucha tristeza por mi hija, la hubiera perdonado y nada hubiera pasado. Mi corazón se ha convertido en piedra, así como el corazón de aquel asesino
condenado a morir en la horca.
Ahora recuerdo aquella amenaza
¡Volveré para vengarme en quien más amas!
NARRADOR
la cruel amenaza resonó en su memoria.
Y entonces, lleno de remordimientos, el juez comprendió que, sin quererlo, él mismo había sido un instrumento para que se cumpliera la terrible venganza del Rojo.

También podría gustarte