CARTA DE JESUS A MARIA
Hola ma.:
Te escribo esta carta porque quiero; no, mejor dicho, porque necesito contarte tantas cosas.
Tengo un torbellino de emociones dentro mío, ¡Siento que el corazón se me acelera, como si se me fuera a
salir del pecho! Te cuento mami, que recién terminé de cenar con mis amigos: mis discípulos. Han preparado
un lugar muy cálido y familiar para nuestro compartir, en la mesa estaban todos, nadie quedo afuera. Se muy
bien que entiendes a qué me refiero. Ahora, me encuentro solo escribiéndote estas líneas. Con cada palabra
que escribo, imagino tu rostro y te siento tan cerca. Ma, ¡no te das una idea de lo bien que me vendría un
abrazo tuyo ahora mismo! ¡Estoy tan emocionado, profundamente conmovido porque la Hora está más cerca!
Esa hora de la que tantas veces hemos conversado y que vos deseabas que no llegara nunca. Me tiembla el
pulso, me cuesta escribir, pero NO quería irme sin antes tomarme un tiempo dedicarte unas palabras. ¡En
cada línea de esta carta es mi corazón el que habla!
Te confieso, ahora que estoy solo ¡Me estoy muriendo de miedo ma.! No sé qué va a ser de mí. Tengo
miedo de dejarte sola, de dejar solos a mis amigos. Me siento fatal, siento que esta misión me queda grande.
Hace varias noches que vengo rezando y le pido a mi Padre que aleje de mi este sufrimiento, ¡Aparta de mi
este cáliz! Pero todo es silencio. Es ahora cuando voy comprendiendo lo que vos sentiste al experimentar este
mismo silencio. Pero quiero hacer Su Voluntad, no quiero que se haga lo que yo quiero, y esto me lo
enseñaste vos mami, he aprendido tantas cosas de vos, ¡y por todo eso te doy gracias! Me abandono en sus
manos, confío en su Palabra. Aprendiste a amar en el misterio, a amar en la oscuridad; como yo ahora. En lo
profundo de mi corazón tengo la certeza de que esto vale la pena.
Aunque la angustia me abraza fuertemente y parece que no me va a dejar, eso no mata mi confianza.
Porque sigo confiando en mis discípulos, mi mayor regalo. Ellos son el alivio a tanta angustia. Mañana cada
uno de ellos se van a encontrar con otros hermanos. Pero hay algo que me frustra, y es que no se tengan
confianza. No confían en los dones que mi Padre ha puesto en sus corazones. ¡Si tan solo pudieran ver lo que
yo veo en cada uno de ellos! Son muy duros consigo mismos y me duele ver como se castigan por haber
cometido un error. Veo cada vez que sienten ganas de tirar la toalla y consideran dejar de seguirme. Sé de sus
lágrimas cada vez que piensan en sus familias, siento la angustia de cada uno al sentirse solos. ¡Sus dolores y
sus angustias son las mías también! ¡Si tan solo supieran cuanto los amo y nunca los dejo solos! Y que los elegí
por algo. Los elegí, así como son, y no me importa sus errores, ni cuantas veces se han equivocado. Los he
llamado porque los amo, los elegí porque los amo y yo sé a quién elijo ma. Si tan solo supieran el bien que
obran en la vida de las personas. De hecho, mañana muchos de ellos van a visitar a unos hermanos míos
buscando ser consuelo también, y servirles como yo mismo hice con ellos. Ya he pasado por esos lugares, y vi
los rostros llenos de emoción esperándolos para compartir la vida, y llenarse de la alegría que contagian estos
jóvenes adonde quieran que vayan… Verlos sonreír me ensancha el corazón, ¡y así quiero verlos siempre!
Prepare la mesa para que sientan que en esta cena estamos todos juntos. Cada vez que se reúnan en
mi nombre, yo voy a estar presente en medio de ellos y cada vez que yo esté presente, es en ese momento
cuando estaremos todos juntos, compartiendo como familia. Mami, quiero pedirte algo: por favor, no los
dejes solos. Como te conté, mañana van a ir de misión, y tienen la esperanza y el deseo de poder ver mi rostro
en cada uno de esos rostros que serán visitados. Te pido que vayas con ellos, que los protejas como me
protegías a mi cuando era niño. Mama, estos amigos míos, ahora también son tus hijos, cuídalos y déjate
cuidar por ellos.
Porfa mami, que se amen unos a otros, como yo los amé y los amo. Ellos no me eligieron a mí, sino
que fui yo el quien le eligió a ellos. Espero que ellos también se elijan mutuamente, y se tengan paciencia.
Mama, podría seguir escribiendo tantas cosas, pero es hora de despedirme, voy a rezar porque se está
acercando mi hora. Quédate tranquila mami que todo va a salir bien, confío en mi Padre, y también confío en
ellos. Ma., esta despedida no es para siempre porque te prometo que voy a volver. Te amo con toda mi vida.
Gracias por tu sí, porque tu sí me permitió ser hijo tuyo ¡y soy tan feliz por eso! Tu sí, mamá, ha cambiado la
historia y la vida de toda la humanidad. Que tu valentía sea la de ellos, mi hora llego. Prometo seguir
degustando en mi corazón y en mi mente esa dulce intimidad que habíamos vivido en Nazaret, el calor de tu
abrazo que me hacía sentir en casa…
Hasta pronto, con amor, Jesús, tu Hijo.