Presagio - Gleen Black
Presagio - Gleen Black
Nicklaus Romano
PROLOGO
“The Devil is a Gentleman”
S
u imagen estaba torturándome más de lo que creí. Mientras preparaba mi taza de café, no
paraba de imaginar su cuerpo desnudo en la maldita ducha. Escuchaba el agua caer y
sabía exactamente el tiempo que a ella le tomaría salir.
Odiaba aprenderme toda su rutina y a la par, no sabía hacer otra cosa que no fuera memorizar.
¿Por qué Don la había enviado conmigo? ¿No tenía a alguien más a quien torturar? Escuche el
agua detenerse, conté los tres minutos que duraba antes de salir y gemí cuando la puerta se cerró,
espere paciente escuchar los pasos con dirección a su habitación.
Debería ir allí… La línea de control se estaba agotando. Bebí de mi café amargo esperando que
fuera un trago de Whisky, pero eran las siete de la mañana demasiado temprano para perderme en
el alcohol y olvidar la tentación que tenía bajo mi techo. El aroma fresco de su acondicionador fue
lo primero que note, luego la presencia que se deslizaba en la butaca detrás del desayunador.
No debía mirarla, ¡no debía!
—Buenos días escorpión —dijo con esa voz melodiosa suya.
Cerré mis dedos con más fuerza alrededor de la taza. Ella me creía venenoso, sin comprender
que ella era quien ya me había infectado.
—El desayuno está listo, Don espera que hoy entrenes tu defensa y lo superes.
—Eres un aburrido —canturreó con burla.
Trataba en la medida de lo posible de mantener mi distancia y no delatar mis pensamientos
cochinos. Me gire, era una batalla perdida. Quería mirarla, siempre lo deseaba. Para ella yo estaba
de pie, siendo un come culo malhumorado. Era un jodido made man, mostrar la tormenta que traía
en el interior no era opción.
Mi polla se exaltó alegre mientras mis ojos curiosos analizaron con un rápido vistazo la criatura
en mi cocina. Gotas de agua en sus hombros y pecho, la toalla tapaba las partes que moría por
descubrir y meterme en la boca para saborear por la eternidad.
Su pelo marrón chocolate húmedo igual peinado hacia atrás me dejaba apreciar ese rostro joven
y malvado. Alaska Kozlova era una belleza, pequeña, menuda, ojos enormes e intensos azules
distintivos de los Cavalli. Es la pequeña hermana extraviada de mi jefe, del jodido Capo con la
cual fantaseo en poseer cada noche. A Satanás que me joda. Se paso la lengua por los labios y
aparte rápido la vista.
—¿Te incomodo? —pregunto con sus ojos oscureciéndose. Este juego morboso le encantaba—
. Si sigues evitándome creeré que soy horriblemente fea.
—Dudo que mi rechazo llegue a hacerte sentir de tal manera —revire rápido.
Eso la hizo sonreír. Se paro de la butaca, por mi parte me bebí el líquido caliente de golpe sin
apenas sentirlo. Ella se aproximó, dejándome ver esas piernas bajo la corta toalla. Se detuvo a mi
lado, mirando su plato servido y luego alzando el rostro, cerca del mío, tentador, caprichoso. Ella
era mi veneno. Abrí la boca soltando el poco aire que tenían mis pulmones, me incline lo hacía
idiotizado sin ser capaz de retroceder.
—Estaré lista en media hora —dijo, sus palabras apenas se registraron.
Busco mis labios con sus ojos pasándose la lengua por los suyos antes de girarse con rapidez.
Me quede rígido, sin moverme no tenia el suficiente control de no correr tras ella si pensaba en su
boca o cuerpo. La porcelana finalmente se rompió en mi mano, eso llamó su atención
engrandeciendo su sonrisa.
Le fascinaba tentarme, saber que la deseaba pero mi deber era mayor con la Famiglia. Ninguno
fingía aquí. Yo quería su cuerpo, lo anhelaba como un pescador perdido en el mar suplicando por
lluvia. Sostuvo su toalla deshaciendo el nudo sobre su pecho retándome con la mirada. Permanecí
impasible incluso cuando empezó a deslizarla, no moví mis ojos de los suyos los cuales
curiosamente eran idénticos.
—Mientras más intensa la mordida, más puro el veneno.
La toalla toco el piso de mi cocina mientras ella empezó a caminar fuera completamente
desnuda, dándome un vistazo de su espalda y ese culo en forma de corazón. La casa de campaña
en mi jodido pantalón iba a explotar. Las ganas me vencieron y camine hasta tener el trozo
esponjoso y húmedo de tela en mis manos. Como el adicto que era lo llevé bajo mi nariz aspirando
su aroma.
Iba a perder todo, solo por una pequeña mordida venenosa.
CAPITULO 01
“Deal with the Devil”
En el presente…
S
olo una persona en el universo me llamaría a las ocho de la mañana, de forma continua
hasta que responda. Y lo que es aun mejor, es al único a quien le permito tal acto. No solo
por ser mi capo, sino por cuidar de los míos y hacerme parte de los suyos, incluso si
vengo de la sangre traidora de Michael Romano. Empujo la pierna bronceada fuera de mi cuerpo,
sentándome en la cama restriego mi rostro, buscando mi móvil en la mesita de noche.
Tengo cinco llamadas perdidas… Joder.
Levanto los tres condones usados del piso, ¿a que hora me dormir? Mi mente es un desastres y
mi cuerpo no tiene el suficiente descanso. La mujer en mi cama gimotea, su pelo rojo cubriendo
mis sabanas blancas. Gruñendo de frustración me pongo de pie y voy al baño, tiro los condones al
escusado y marco la llamada rápida.
—Tienes quince minutos —sisea malhumorado.
—Trae café —respondo.
—Hijo de puta.
—Gracias —Corto la llamada. Desde que dejo rusia y se traslado a New York, su humor ha
sido una mierda. Deduzco que se debe a su lejanía de Roth Nikov, ya que El Capo y el ruso siempre
fueron inseparables. Me baño con agua fría, necesito despertar. No he dormido más de dos y cuatro
horas en los últimos meses gracias al tener a un inquieto Dominic Cavalli me lleva a trabajar doble.
Odio este departamento, no tengo suficiente ropa debido a que lo uso técnicamente para follar
y la que me quite anoche tiene la camisa manchada de sangre. Entro al closet y me pongo un
pantalón de vestir gris con una camisa azul, me arreglo el pelo observando el pequeño rasguño en
mi pómulo por la pelea de anoche. La satisfacción de saber que ese maldito esta muerto lo vale.
Mendoza, un narco del cartel mexicano quiso pasarse de listo interceptando cinco camiones que
pasaban Sinaloa a Estados unidos cargados de droga, creyó que podría jugar con nosotros y termino
muerto anoche. Cuando salgo a la habitación, Savannah William se encuentra sentada en la cama,
encendiendo uno de sus cigarrillos. Tenemos una transacción juntas, maneja uno de mis negocios
legales en Italia, follamos cuando quiero, sin compromisos y recibe el dinero que tanto ama.
—Mi vuelo sale en la madrugada, no creo que te vea hasta mi próximo viaje.
Cree que debe darme explicaciones de lo que hace, y tristemente para ella su vida personal no
me importa. Relleno el cheque tirando el papel a la cama, mira la cifra complacida.
—Don llegara en cualquier momento —digo, ya que no tienen la mejor de las relaciones entre
ellos. Cavalli la soporta por Emilie y Emma, y Savannah se lo traga para poder ver la niña.
—Una lástima, pensaba hacerte una mamada en compensación por tu generosa propina.
—No será necesario —digo guardando mi cartera y tomando mi arma. Ella se arrastra por la
cama, hasta pegárseme al cuerpo, sus manos rodean mi cuello y su lengua me lame la piel del
mentón. Nada, no siento absolutamente nada. Algo jodido tiene que sucederle a mi mente para
estar desprovisto de emociones, cuando una mujer hermosa me esta tocando y mi mente no percibe
nada… Fastidio, quizás porque está llenándome de baba. Empujo sus hombros despacio, hacia
atrás. Es hermosa, su pelo rojo, el bronceado natural permanente que luce, y su cuerpo curvilíneo.
En mi mente sigue siendo nada. Ella no espera besos o promesas de amor, no dudo que alguna vez
fue una chica que soñaba con romance, pero la mujer que yo conocí es fría, calculadora. Y solo
ofrece su cuerpo, para seguir teniendo los lujos que, gracias a eso posee.
La dejo detrás, caminando a la sala enciendo el mecanismo de abrir las ventanas justo cuando
Dominic irrumpe sin pedir permiso, obviamente. Uno de los soldados vienes detrás, con dos cafés
en sus manos.
—¿Dónde esta tu seguridad? —gruño la pregunta, porque estoy seguro de que antes de irme a
la cama verifique un escuadrón, donde tenía diez hombres competente y no un chiquillo de
dieciocho siguiéndolo.
—Soy capaz de defenderme.
—Eres el jodido capo de capos, ¡no puedes andar sin seguridad!
—Cuida tu tono conmigo —amenaza—. Hoy amanecí con ganas de asesinar, no quieres ser el
primero de la lista.
—Cuidare mi tono, cuando interpongas tu seguridad.
—Largate —sisea al chiquillo. Agarro uno de los cafés dando un trago. Es una basura, el café
americano apesta, pero es lo que hay—. Emilie salió de casa, envié la seguridad con ella.
—Según mi horario, ella no tenía ningún compromiso hoy…
—No me digas, genio.
Su humor es horrible, puede que sea porque su esposa se retiro el GPS de rastreo y ahora camina
en ciego con relación a su seguridad.
—Buscare un equipo para ella, los mejore por supuesto.
Se afloja el nudo de la corbata, si lo inspecciono vere las bolsas bajo sus ojos. No está durmiendo
bien. Desde el ataque en la mansión de Rusia, donde Damon Jr. resulto herido, la relación con su
familia se ha deteriorado.
—Eso me ayudaría, sin embargo estoy aquí por otros problemas.
—Neutralice a Mendoza, la carga ya está en Texas y tengo una reunión con la banda de
corredores…
—Tienes que cuidar a mi hermana —dice dejándome atónito.
—¿Qué? —cuestiono, según mis conocimientos, no tiene ninguna hermana. Entonces recuerdo
a la chica rusa, ¿Kozlova? Le ha dado trabajo en el casino, también entrenan juntos—. Pensé que
follaban, no que eran hermanos.
—¿De qué hablar?
—Esa chica Kozlova.
—¡Joder! ¿Por qué deduces que la follo? —sisea alzando las manos al aire.
—La entrenas, Don. Es tu sombra, le diste acceso a las cuentas de los casinos.
—No follamos, y no metas tu narices en mis mierdas. Mantente al margen —Camina a las
ventanas, a observar New York—. Tengo una hermana, ella no sabe que lo es y así debe
mantenerse. Necesito un hombre centrado cuidándola, ha estado dos semanas en una casa de
seguridad.
—¿Qué edad tiene? Podemos buscarle un campamento.
—No fue a la escuela convencional, pero es una genio. Sabe cuatro idiomas, y no puedo
encerrarla —su voz baja mientras lo dice. Es extraño verlo así—. Ella es como yo.
Y esa sentencia me atemoriza, controlar un Cavalli es suficiente.
—¿Edad?
—Dieciséis o diecisiete, no lo se.
—Bien, podemos manejar eso, es menor aún se tiene algún tipo de control…
—Ninguno —Me corta de raíz—. Tienes que verla para entenderme, es complicado
explicártelo, pero no confió en nadie más. No puedo llevarla a casa y tampoco dejarla sola.
—Es una chiquilla, Don. Puedo tenerla en mi departamento, ¿Cuánto tiempo necesitas?
—Tres o seis meses.
El teléfono interno del departamento suena, extrañado bebo un sorbo largo de café y descuelgo
la línea, es de seguridad avisando que cierta rubia esta subiendo al departamento. Autorizo su
entrada y debería decirle a don para advertirle, pero antes de abrir mi boca su esposa esta
ingresando, ella si viene con tres de los chicos que están asignados para Cavalli.
—¿Em? —cuestiona—. ¿Qué haces aquí?
La rubia gira sus ojos, le entrega a uno de los grandotes su bolso.
—Vino por mi —responde Savannah, saliendo de la recamara arreglada. Los ojos de Don se
trasladan a mi persona acusándome con solo una mirada, disimuladamente encojo mis hombros.
—Hola, Nicklaus —saluda la Joya Cavalli, ignorando a propósito a su marido.
—Reina —murmuro inclinando mi cabeza.
—¿Podemos hablar? —pregunta Don hacia su esposa, quien le sonríe fingida.
—Cariño, se me hace tarde estoy segura de que nuestra conversación puede esperar, ¿No?
Al Capo no le gusta discutir, tampoco que le lleven la contraria, pero con Emilie Cavalli tiene
un montón de concesiones. Y esta no es la excepción. Ellos están teniendo un problema enorme a
puertas cerradas de su matrimonio, para mi que los he visto enamorados y siendo la luz del otro,
se que algo entre ellos va terriblemente mal.
—Vamos, Nicklaus.
—Señor.
Él no desaprovecha la oportunidad de recalcarle a la Joya a quien pertenece, pues la agarra con
rabia y un segundo luego la besa. Le hago seña a la seguridad de girarse. Esta claro que, sea lo que
sea que atraviesan, Dominic no le dará una pelea justa y usara todo lo que tenga para mantener su
mujer a su lado.
Salimos en mi deportivo, con la seguridad detrás, va incomodo observando el retrovisor.
—Te diré algo, pero te pido calma —murmuro—. Emilie me pidió mantener otro GPS activo,
no debes preocuparte tengo dos dispositivos de seguridad siempre pendiente de ella.
—Gracias, por apoyarla. Es bueno que tenga a quien recurrir.
—No la dejaremos sola, jamás.
Manejo hasta la casa de seguridad que me indica a las afueras de New York, es raro que trajera
la chica a este lugar. Es una mansión vacía, demasiado grande y por lo que veo desolada. Hay
soldados de la Famiglia desplegados, pero también militares a los cuales no reconozco. Esta niña
es extremadamente importante para él o un peligro para los demás.
Bajamos de mi vehículo, cuando una señora nos indica donde esta la joven “Kozlova” porque
nadie parece llamarla Cavalli y recuerdo que menciono anteriormente, que ella no sabe que lleva
su sangre. No es difícil encontrarla, puesto que en el jardín tiene montando un tiro al blanco.
—Ella no duerme, es difícil de controlar. Le he comprado cada juego de lego disponible, armar
esas cosas la calma. Sabe, english, alemán, italiano y ruso. Nunca ha ido a una escuela, pues la
entrenaron para otra misión.
Me quedo paralizado, observando la figura pequeña. Es una chica, tiene votas militares verdes,
un pantalón de camuflaje y una playera negra, su pelo chocolate, muy parecido al de Dominic
amarrado en una coleta alta, con unos neutralizadores de sonido en las orejas de color rosa, por
ello no le molesta cuando dispara el rifle de alto calibre que descansa en su hombro. No se inmuta
por la fuerza de la descarga y hace cuatro descargar al tiro al blanco, destruyendo la madera.
—Necesita entrenar dos veces al día mínimo —continua Cavalli—, hace gimnasia y ejercicio
constante. No sabe usar un cuchillo, pero es buena con las armas y la tecnología.
—No —digo cortando su palabrería. Reconozco cuando hay algo que escapa de min control, y
esa chiquilla ya rebaso el nivel de Don, lo cual quiere decir que, ella es toda una joyita.
—Estuvo recluida en un Psiquiátrico, vivió en un burdel prácticamente su vida. No se inmuta
bajo la muerte o la sangre. Si la dejo a la derriba, en menos de una semana recolectare o su cerebro
o el de miles en New York.
La chica deja el rifle en la mesa delante de ella y luego sus neutralizadores, que lucen mas como
un par de audífonos de esos tontos que usan los chicos en internet hoy en día, pero esta chica no
es como ellos, ni por asomo.
—Señorita, Kozlova —Llama Dominic. Entonces el problema alza la mirada hacia nosotros,
por encima de su hombro. Su pelo se mueve del otro lado y ella se queda analizándonos a la
distancia, antes de que una sonrisa que haría temblar a un hombre normal aparezca en su rostro.
Ella sabe que es mala y lo disfruta.
—Espero que, vengas a decirme que mi hermana está de regreso, señor Cavalli.
—Quiero presentarte a alguien.
Empezamos a caminar hacia ella y me guardo las manos en mis bolsillos sin parpadear
observándola. Es como un depredador herido, que te advierte con la mirada y su lenguaje corporal
que, solo una provocación es suficiente para acabarte.
—Nicklaus Romano, Italiano quien es tu mano derecha o debería llamarlo reemplazo.
Aprieto los dientes, para que no vea en mis facciones el odio por su provocación.
—La dama conoce demasiado de mi persona, perdone que yo desconozca de la suya —murmuro
sin medirme—, al parecer no es usted muy relevante.
Sus ojos están oscuros, en un punto donde he vistos los de Dominic dos veces así, cuando
asesino a Michael Romano y cuando atacaron su familia. Ella tiene esa misma aura. Su cabeza se
inclina hacia un lado, tiene pequeñas pecas en su nariz y mejillas, el rojo en ellas no es de sonrojo,
parece de esfuerzo, ¿desde que hora esta en el jardín?
—Umm me parece que lo contrario, si el mismísimo capo dejas sus compromisos para venir a
vigilarme —apostilla con burla. Touche—. Supongo que te contaron las buenas nuevas.
—No puedes…
—¿Cortarle la lengua y ambas manos a unos de tus estúpidos por tocarme?
Joder. Don cierra la boca y traga saliva.
—Me disculpo, nuevamente es algo que no sucederá.
—Me entretuvo —Ella responde suspirando—, lastima que no duro mucho. Se desangro muy
rápido.
Entrecierro mis ojos.
—¿Por qué? —Me escucho preguntar, encandilado con la pequeña sanguijuela.
—Bueno, las tijeras de jardinería no fueron muy buena idea y no cortaban el hueso. Debí usar
una cierra —musita pensativa—. Y luego quería su lengua, pero no tenia un cuchillo.
—¿Y que usaste?
—Mi rifle —responde fría, sin una pisca de sentimiento en su voz. Ella no tiene salvación.
Le haría un favor si le disparo a la cabeza en este instante. No hay nada humano en ella.
—Esta psicótica —indico viendo a Dominic.
—Eso no es muy educado, señor Romano —dice dando tres pasos en mi dirección. Al pararse
frente a mí, su estatura queda bajo mi pecho, mientras su seguridad y actitud anda por el cielo—.
¿Crees que fui muy cruel? ¿Por qué le quite las manos a un asqueroso?
—Tus manos están temblando —susurro inclinándome hacia ella, sin perder detalles de sus
ojos—. Tienes sudor en la frente, pareces estar en abstinencia ¿cierto? Y tus labios están resecos,
sin mencionar que tus pecho se mueve con irregularidad.
—¿Estabas mirándome las tetas y los labios? Mmm eres un chico muy sucio —reta logrando
ponerme nervioso, no le miraba los labios de esa manera—. Te explicare, asesine un hombre, pelee
con siete y mira a tu alrededor, ¿ves esos militares? No están aquí para protegerme, sino para
contenerme. Y tu capo —Escupe con desprecio—, sabe cuanto odio sentirme encerrada.
Un movimiento, ella tiene los cojones de alzar su mano, es simple y rápido hacia Dominic. Mis
instintos toman dominio y control tanto de mi cuerpo como de mi mente. Don grita mi nombre,
cuando agarro la chiquilla, girando su cuerpo, el objeto de su muñeca cae al piso y ella se ríe, hace
intento de buscar algo a su espalda, creyendo que es un arma atrapo sus manos y neutralizo ambas
frente a ella, con una de las mías, mientras la otra le rodea el cuello.
—No quieres jugar ese juego —advierto apretando mi agarre.
—Respuesta defensiva en menos de dos segundos —murmura intentando mirar a Don—. Tu
juguetito es bueno.
—Suéltala, esta jugando contigo —anuncia—. Una de sus mejores tácticas es la manipulación
Psicológica.
—Joder —exclamo soltándola, doy un paso atrás de inmediato. El pequeño demonio muestra
sus dientes, sonriendo abiertamente.
—Me llamo psicótica —dice parpadeando, al hacerlo parece una niña inocente.
—Era una pluma —explica Dominic pegándome en el pecho con dicho objeto. Una pluma
plateada, que parecía dirigirse a su cuello.
—Entonces chico sucio será mi nueva niñera…
—No —respondo yo.
—Si —contradice Don—, con él no tienes que temer. Te doy mi palabra de que, no te tocara
jamás de forma inapropiada. Nicklaus Romano tiene mi total confianza.
—Don, la chica necesita un Psiquiátrico, lo siento pero si no te das cuenta alguien debe
decírtelo. Asesinar un hombre no será suficiente.
—Tienes una boca muy venenosa —reta la chiquilla.
—No ira a un Psiquiátrico —gruñe mi Capo—, vas a cuidarla y protegerla hasta que te lo
indique. Y se la entregaremos a Kozlova cuando regrese. Ella se hará cargo.
—Sigo aquí, no hablen sobre mi actuando como que soy incompetente o cabeza hueca —
demanda el problema monumental que tengo delante.
—Ve por tu bolso, te vienes con Nicklaus en este momento.
—Respira, escorpión. Seré una niña buena…
Esto es una locura y que Don no lo vea es aun peor. Ambos nos apartamos para que pase entre
nosotros, se dirige hacia la mansión silbando, tranquilamente. Esta desquiciada, es una bomba en
potencia. Si pensaba que Cavalli seria un arma letal es porque no conocía a esta chiquilla.
—No tiene emociones, alguna conexión, humanidad… Dime que estas viendo lo que yo, ¡joder,
Don!
—Tiene una conexión con Avery Kozlova, pero si, tienes razón. No hay una onza de
sentimientos o emociones en ella. Manipula por diversión, cuando se aburre causa desastres por
doquier.
—Si la llevo conmigo, voy a asesinarla —advierto.
—Estoy mas preocupado de que ella sea quien te asesine —Y en el tono de su voz, la
preocupación es tangible—. No tengo a nadie quien la pueda cuidar, y sé que tu jamás la tocarías
o lastimarías.
—¿La abusaron? —pregunto, ese seria un detonante.
—Como te dije, su vida se forjo en un burdel… de la mafia rusa. Lamentablemente, no hay
nada inocente o bueno en ella.
—Mierda.
—Es tu responsabilidad, confió en ti.
Está dándome un problema, una carga que incluso para su persona sobrepasa sus límites. La
chica regresa treinta minutos mas tardes, con una bolsa de guerra en su hombro y cinco hombres
a su espalda cargando su equipaje. No tengo idea del infierno al cual me enfrento, pero si la mirada
en sus demoniacos ojos dice algo es, que será ella quien se piensa divertir conmigo.
Esto será un desastre de proporciones épicas… no sé cómo mantendré la cordura, si le tomo un
segundo sacarme fuera de control.
Y yo siempre he tenido control sobre mí, la chiquilla lo fracturo, y lo que es peor.
Ella lo sabe…
CAPITULO 02
“The Devil Temptation”
Alaska
U
n penthouse en la torre más exclusiva de New York, con
ventanales de tres metros de alto, en una decoración
moderna monocromática. Ser el reemplazo del Capo
tiene sus Beneficios. Damon Cavalli -su nombre real- nos liberó de
un Psiquiátrico a las afueras de Moscú, donde mi hermana Avery
Kozlova, y la madre de Cavalli estuvieron recluidas.
Manipule a la señora, ella requería de un confidente y me convertir
con sumo cuidado en todo lo que necesitaba. Soy muy buena con las
personas, envolviéndolas en lo que deseo. La mayoría no se dan
cuenta, hasta que es demasiado tarde. Poco a poco escuche su historia
y secretos que no debieron estar en mi poder, sin embargo los use a
mi ventaja.
Por ello ahora mi hermana y yo somos libres, bueno más o menos.
Ella se ha marchado a cumplir una especie de misión que el Capo le
ha encomendado y yo estoy enredada en los hilos de Damon Cavalli,
a quien me gusta referirme como Don, menos complicado y más
directo. Así no caeré en el error de exponer su muy elaborada
mentira.
Me pregunto cómo alguien puede vivir tanto tiempo con la
identidad de otro… Si yo se manipular, entonces Don es el dios de la
manipulación.
—En el piso de arriba tienes la sala de entrenamiento, también la
piscina temblada —continúa hablando Nicklaus Romano.
Entrecierro mi mirada en su persona—. Esta es tu habitación.
Dos de sus hombres entran mis pertenencias y el hombre se hace
a un lado, para darme el honor de entrar. Es amplia e igual de
iluminada que la sala y recibidor. Me gusta.
—¿Cuál es la tuya? —pregunto girando alrededor.
—La puerta al frente —revira.
Nicklaus Romano es guapo, con el pelo castaño con sus buenos
dos metros y tanto de altura. Sus ojos son azules, quizás no de mi tipo
de azul, pero cercano, si lo miras detalladamente, junto al Capo, veras
pequeñas similitudes entre ellos. Gestos, mirada, tic en el ojo, como
inclinan la cabeza… Es perturbador ¡Me encanta!
—Bien, iré a visitarte por las noches —digo tirándome en la cama.
El hombre gira sus ojos, seguro cree que bromeo—. ¿Duermes con
tu arma cerca o sin ella? Lo pregunto porque no quiero recibir un tiro
en la cabeza a mita de la noche, no sería sexy.
—Esa puerta está prohibida —gruñe.
—Las tentaciones se disfrutan más cuando son prohibidas.
—No te dejare jugar conmigo —responde con esa voz autoritaria.
Umm, por algún extraño motivo me gusta. Su voz firme, el porte
recto y su aura de hielo. Frio e indiferente, usando un poco el
sarcasmo para cubrir, ¿qué exactamente?
—Una lástima, yo si te dejaría jugar conmigo.
—No me van las niñas.
—¿Niña, eh? —burlo sentándome correctamente en la cama.
—¿Tienes pasaporte? ¿Licencia de conducir?
Ummm, terreno seguro ¿Qué pasa escorpio? ¿Te asusta una niña?
No te conviertas en un reto para mí. Me muerdo el labio inferior,
divirtiéndome un poco con su control.
Los made man odian perder la autoridad y mucho más contra una
niña. Mis ojos caen en su pecho trabajado, ¿Cómo será sin traje?
Seguro duro, lleno de músculos. Es raro para mi querer jugar en un
terrero sexual, lo evito todo el tiempo, pero Romano es distinto.
—Si —gimo la respuesta—. Me hermana me enseñó a conducir.
—¿Hermana?
—Avery Kozlova —murmuro. Sus ojos se entrecierran.
Es la respuesta de todos. Es muy probable que no tengamos la
misma sangre, y es algo que yo reconozco y Avery se niega, pero
necesitaba aferrarme a algo de cordura. Y ella es lo único que me
mantiene, media humana y no una bestia necesitada y sedienta.
Asesino por diversión, voluntad y placer.
—Te hare un horario —Cambia de tema nuevamente, se gira para
marcharse y salto de la cama—. Ahora debo buscar a mi madre en el
aeropuerto. Eres un imprevisto que tengo que ajustar.
—No puedes dejarme sola —le advierto empezando a sentir
pánico—. Dejare tres cosas claras, gastar energía es una necesidad
para mí, como lo es para ti comer, no puedo estar sola, me aburro y
si lo hago, las cosas no son buenas… Para los demás. Y no me
encierres, odio estar encerrada.
—Y yo te dejare dos cosas clara, una, haces lo que yo digo, dos
¡No me contradices!
—Cuida tu tono conmigo.
—¿Si no, que? —Me enfrenta en el pasillo, no retrocedo o me
amedranto y le cabrea, está la flama de molestia en sus ojos.
—Entonces necesitaras esa arma en tu cama —Doy un paso al
frente, invadiendo su espacio seguro—. No quieres conocer el, “¿y,
sí?” detrás de tu pregunta.
—Que te quede claro, a mí no me puedes manipular o amenazar.
No me lances un reto, ¡maldita sea! Retrocedo, descanso mis
hombros y mi labio inferior empieza a temblar, como si estuviera a
punto de llorar, incluso mi vista se empaña.
—Lo siento —susurro bajando la cabeza.
—Yo…
—No sucederá, solo quiero portarme bien, para estar con mi
hermana cuando vuelva.
Regreso por el pasillo a la que será mi nueva habitación, dejando
que la sonrisa real se deslice por mi labio. Dejando atrás al hombre
confundido. Quizás pueda divertirme un poco…
Él puede revolcarse en la culpa de no saber tratar una niña
incomprendida. Y si, Nicklaus Romano me ha lanzado un reto sin
saberlo. ¿Hasta dónde puedo quebrar su perfecto mundo?
Oh, cuanta diversión.
Organizar es bueno para mí, y tengo un closet enorme en mi
recamara provisional, también mi baño. No lo usare, porque
merodeando la casa encuentro otro, al lado de la habitación de
Nicklaus. Una tortura que estoy segura, el hombre va a disfrutar.
Tengo un lego de edición especial para armar, me baño antes y pongo
ropa cómoda. No me gusta tener hambre, por ello cuando una señora
toca mi puerta estoy agradecida. Se presenta como una Chef, parece
que Romano la ha llamado por este día en particular. En el comedor
tiene distintas bandejas cerradas, ¿Cuántas horas han pasado?
—El señor Romano llegara con su madre en diez minutos —
informa la mujer—. Me ha indicado instrucciones de prepararle lo
que necesite, señorita.
—No me gusta la avena, por lo demás como casi cualquier cosa.
La avena me recuerda mi crecimiento y mis necesidades, lo que
sufrí alimentándome de esta para sobrevivir. Me estremezco. Para,
no estas allí.
—Estoy a su disposición.
—Gracias —asiento, tragándome las náuseas. Bebo una copa de
vino, esperando por cortesía a la madre e hijo Romano, ¿Está vivo el
señor Romano aun?
He leído los reportes de Avery, entre los cuales figuraban
Vladimir Ivanov, es un mafioso ruso al cual mi hermana debe seducir
por orden del Capo, también esta Roth Nikov, quien vive en Rusia y
antiguamente era la mano derecha de Don, leí por supuesto un
resumen detallado de la Joya Cavalli y Britney Nikova -quien ahora
se encuentra desaparecida- esposa de Roth. Debí prestar mayor
interés en el archivo de Romano, ahora no estaría caminando a ciegas
aquí.
Se escucha ruido en la entrada, un perro ladrando y la voz del
Romano, me acomodo en la silla a la cabecera -solo por fastidiarlo-
dejo la copa a un lado para cuando ingresan. Él sigue usando ese traje
oscuro suyo, que le queda ardiente. Una mujer de edad viene con una
rata en los brazos o la simulación de un perro diminuto, las joyas en
su cuello y brazos es lo primero que vez y el crucifijo de oro en su
pecho. Su pelo recortado hasta sus hombros, muy elegante y
sofisticada. Tan distinto de mi pantalón corto y la blusa de tirantes
negra de tela delgada.
—Madre te presento a Alaska —señala el hombre abriéndole una
silla a la señora—. Laska, mi madre Amarác Portisino.
Ah, ya no es la señora Romano.
—Hola suegra, un placer tenerla en casa.
Un jadeo asustado de la señora elegancia, quien abre los ojos
alarmada, sosteniendo fuertemente el antebrazo de su hijo.
—Le gusta bromear —gruñe él.
—Tus ojos —exclama la mujer—. Son…
—Madre, Jodi te ha preparado tus dulces favoritos.
—¿Cuánto tiempo durara esto, Nick? —Arremete su madre. Odio
ver a la gente hablar de mí, como si no estoy delante de ellos. Y estoy
hambrienta, una combinación peligrosa.
—Lo que sea necesario.
—No me gusta…
Clavo el cuchillo de la carne en la madera fina de cerezo.
—La comida se enfría, es una descortesía y falta de respeto hacia
los alimentos.
Los ojos azules del hombre caen en mi mano y el cuchillo en la
mesa, se me marcan las venas y los nudillos están blanco, debidos a
la presión.
—Tienes razón —concede Nicklaus, sorprendiéndome—. Madre
no seas irrespetuosa con mi invitada.
—Le persone come lei non hanno niente di buono nel sangue —
habla en italiano.
«La gente como ella no tiene nada bueno en la sangre».
—Il mio sangue è il minimo che dovrei temeré —respondo en un
perfecto Italiano, sin acento porque no domino esa parte aun, pero es
mi segunda lengua preferida luego del ruso. Me identifico bastante
con ambos idiomas, se sienten de algún modo familiares.
«Mi sangre es a lo que menos debería temer».
—Oh, y ella sabe italiano —burla Nicklaus con una sonrisa
maliciosa. Parece estar orgulloso de que me atreva a responderle a su
madre—. Por muy entretenido que esto me resulte, a comer. Ahora.
—Provecho —digo alzando mi copa hacia él.
El veneno viene de familia, mientras que el de su madre me
incomoda, el suyo me tienta. Las personas me repelen, es normal de
algún modo la advertencia ante el peligros le dicen que no soy de
confianza. Ha sido normal crecer donde la mayor parte del tiempo se
te rechaza, hasta Avery.
Para ella no fui una amenaza y me acepto tal cual soy, aunque tiene
la manía de creer que somos normales, gente común que podrá dejar
la mafia y ser felices para siempre en un pueblito costero. Si eso la
hace feliz, engañarse a sí misma ¿quién soy yo para romper sus
ilusiones? No somos normales, y podremos dejar la mafia, pero eso
no significa que la mafia no nos persiga hasta la muerte.
Cuando naces en esta oscuridad, tienes dos opciones, volverte más
oscuro o dejarte aplastar. Lo bueno es que la serpiente dura poco a
mi lado, su hijo la envía a otro lugar. Al parecer esta es su casa, donde
nadie más tiene acceso salvo él y ahora mi persona. Me pide
acompañarlo a su despacho, donde me entrega una caja negra, con un
lazo rojo. Intrigada la abro, una Mac, iPhone último modelo, la llave
de un coche y varias tarjetas de crédito a su nombre y otro distinta…
—Es para entrar y salir del penthouse cuando desees —Se inclina
hacia mí, aturdiéndome momentáneamente. Su perfume es
embriagador, muy varonil y algo extraño se despierta en mí.
Hambre… del tipo voraz, intensa y desmedida—. No estarás
confinada a estas paredes, ¿puedo confiar en que sabrás comportarte?
Parpadeo, nadie me ha dado esta confianza antes. Ni siquiera
Avery, ella secretamente se mantiene a mi alrededor esperando
verme explotar o enloquecer.
—No prometo mucho —respondo mirándole los labios.
Quiero besarlo, entrelazar mis manos en su cuello y que destroce
mi ropa, luego le abriré mis piernas y lo dejare follarme en este lindo
escritorio de madera. Alejo las imagines eróticas y fantasiosas de mi
cabeza.
—Me sirve, por ahora —dice. Él levanta la mano, su pulgar me
toca la mejilla. Una cercanía que no espero, y que tampoco me
desagrada del todo—. Mi madre es una mujer complicada, no se lo
tomes personal.
Inclino mi rostro, buscando más de ese toque. Me gusta. Cierro los
ojos y dejo salir un suspiro entre mis labios.
—Lo tendré presente —murmuro. Me pesan los parpados, casi
podría dormirme.
—Pareces exhausta.
—Necesito mi medicina, y ejercicio.
—La piscina está disponible, ¿Qué tanto medicamento tomas?
—Supresores, cinco distintos.
Estoy hablando demasiado, ¡ya cállate!
—¿Sino los tomas que pasa? —cuestiona, su aliento me acaricia
la piel de mi hombro. Está muy cerca, ¿Por qué está actuando así?
Me manipula. Ja.
No me aparto, como haría sino que abro los ojos. Estamos muy,
muy cerca. Este juego es de dos cariño.
—Termino en una versión que a casi nadie le gusta.
—Pero que tu disfrutas —revira dando en el clavo. Veo sus labios,
podría besarlo.
—Si —me sincero. Merece saber el problema que su jefe le ha
pedido cuidar.
—¿Cuándo fue la última vez que sentiste alguna emoción?
Oh, la pregunta peligrosa. Dejo de jugar. Soy un monstruo,
escorpión.
—Cuando escuche sus gritos llamándome perra y me moje al tener
su lengua en mis dedos. Si hubiera tenido una erección al morir, me
lo hubiera follado allí mismo, en ese colchón lleno de su sangre.
Su mano se aleja inmediatamente, viéndome como lo que soy en
realidad, dejando de intentar jugar con mi mente. Soy demasiado
superior para eso, Nicklaus.
Se convierte en una caja hermética, no es tan diferente de mí. Me
pregunto, ¿Cuándo fue la última vez que él sintió algo?
—Retírate —ordena frio. Me pongo de pie y recojo las cosas que
me ha regalado. Tengo que reconocer su detalle.
—Gracias por dentro de todo, no encerrarme.
—Muy temprano para eso, eres tan libre según te comportes.
Me marcho, volviendo a mi habitación abro la Mac,
configurándola para ingresar a mi correo electrónico. Respiro al ver
una actualización de Avery. Este es nuestro método seguro de
comunicación, hace cinco días ha dejado un correo diciendo que me
extraña, pregunta que tal me va.
Con miedo de que mi correo este interferido, ya que solo podía
usarlo desde uno de los celulares del capo, le respondo lo que espera
saber, sin decirle donde o con quien estoy. No puedo distraerla y
pasaran otros cinco o sietes días antes que me responda. Si me
comporto, dentro de lo que cabe quizás consiga poder hablar con ella
en una llamada.
La primera vez que sentí una emoción «gratitud», fue cuando
Avery Kozlova decidió defenderme o a su modo protegerme. Ella es
un soldado de la Bratva, le enseñe algunos trucos mientras estuvimos
juntas, es pésima con las armas -donde yo soy buena- pero maneja el
cuchillo con una superioridad extraordinaria.
Saco el cuchillo de cortar carne de mi espalda, el que guarde
mientras la dulce madre de Nicklaus despotricaba veneno. No puedo
andar sin ninguna arma, y aquí es una de las tantas reglas.
No me dejan divertirme.
Me quito la ropa, busco una de las toallas blancas y me cubro,
antes de salir de la habitación, camino por el pasillo hasta las
escaleras. El lugar es más de lo mismo, impersonal sin recuerdos o
detalles que se puedan definir con Nicklaus, que te hablen de su
personalidad, ¿mi pequeño escorpión se esconde? ¿de qué? Cuando
tienes un hogar lo haces tuyo, dejas huellas de tu presencia, pero aquí
todo es vacío, incluso su despacho no dice nada.
Dejo caer la toalla en la silla antes de tirarme de cabeza al agua,
desnuda. Odio la tela mojada, prefiero sentirme ligera. Nado en forma
de crol, braseando ida y vuelta varias veces. La piscina tiene una
extensión casi olímpica, deduzco no ser la única que necesita sacar
energía. Me hundo hasta el fondo, meditando mi respiración.
Soporto una media de quince a veinte minutos, bueno en una
ocasión soporte veinte, pero termine desmayada cuando el oxígeno
se fue de mi cerebro. Prometí no repetir, para no asustar a Avery.
Desde eso, solo cuento quince minutos.
Es un ejercicio de resistencia y mi mente requiere concentrarse al
límite. Hare unas repeticiones de tres posiblemente. Mis ojos están
cerrados, cuando de repente siento un brazo envolver mi cintura con
fuerza e impulsarme hacia la superficie. Abro la boca y respiro, pero
también el agua se me entra en la boca y termino tosiendo, dándome
cuenta de que un hombre me arrastra hasta la orilla.
¿Pero que coños…?
Su traje esta empapado de agua y una especie de terror lo ciega de
darse cuenta de que estoy perfectamente bien. Saca mi cuerpo del
agua y no consigo formular ninguna palabra cuando me pega la boca
en los labios, dándome respiración boca a boca, luego esta por
empezar reanimación cuando lo manoteo.
—¡¿Qué carajos te pasa?! —chillo.
Entonces se detiene, con los ojos muy abiertos.
—¡Tenias mucho tiempo bajo el agua!
—Si, estúpido estaba muy bien.
—¿Y cómo iba a saberlo…?
—¿Estabas espiándome? —Corto poniéndome de pie.
Él hace lo mismo con elegancia, mojado de agua, goteando está
en su cara donde su peinado perfecto ha desaparecido. Y los labios
se le miran apetitosos. Me toco los míos, entendiendo que su boca
estuvo en la mia por unos segundos. Joder.
—Tengo cámaras, ¡no estaba espiándote!
—Me besaste —acuso.
—¡No! ¡Eso no es así! —exclama alarmado—. Te di respiración,
boca a boca ¡es totalmente distinto!
¿Por qué estoy conmocionada por sus labios sobre los míos y no
porque estoy desnuda delante de él? No importa, pero me beso.
—Labios, contra labios significa beso —Ahora solo quiero
molestarlo. Giro mis ojos fastidiándolo—. No estaba intentado
suicidarme, eso no es divertido. Entreno mi respiración bajo el agua.
—Fue mucho tiempo.
Encojo mis hombros indiferente. Y descubre la tierra prometida,
mi cuerpo. Deja de respirar. Tengo un buen cuerpo, con marcas pero
muy trabajado, como de todo, pero lo empujo al límite de resistencia
con mis ejercicios y natación. Tengo culo, no tan grande, porque soy
delgada, mi cintura es pequeña y mis tetas están duras, apetecibles.
No me afeito, eso al menos da un manto de discreción a la trayectoria
de sus ojos, porque me está entrando el calor. Él es alto, unas dos
cabezas más que yo. Esa hambre de más temprano regresa, atracción.
La reconozco, la saboreo en la punta de mi lengua. Y hay algo, en
el ambiente, su propio deseo. Mis pezones responden a su mirada,
endureciéndose, mi respiración se altera.
—Cúbrete —demanda.
—Como ordenes, señor.
Ummm tres palabras que revolotean entre nosotros, sus ojos se
dilatan a un punto que reconozco, desvía el rostro, evitando mirarme.
Camino hasta la silla, tomando la toalla. Está observándome,
puedo sentirlo, aunque le de la espalda.
—No te han besado —habla.
Podría mentir, pero siento la necesidad de ser franca.
—No, la gente suele temerme.
Me cubro anudando la toalla y lo enfrento.
—Te criaste… No lo entiendo.
—En mis primeros años asesinaba animales, jugaba con ellos de
forma bastante sádica. Luego jugué con los adultos que querían
tocarme y los que se me atravesaban en el camino.
Entrecierra sus ojos, le paso por el lado ignorando su aspecto y lo
que acaba de suceder.
—¿Cuántos años tienes?
Otra vez, podría mentir, decir la versión que Avery quiere que los
demás sepan, son una adulta buena y responsable. No una chica
inestable, menor, que ha asesinado a decenas.
—Diecisiete.
—Dios mio.
—No somos tan diferentes, seguro para tus diecisietes ya eras todo
un hombre —Caminamos de regreso al primer piso, empapando por
donde pasamos. Su mirada va a la punta de sus zapatos, ocultándose
otra vez—. ¿Qué edad tenías con tu primero?
No quiero decir “asesinato”.
—Ocho —confiesa—. En una iniciación, mi padre no fue
ejemplar.
—¿Fue…?
—Don lo asesino en Italia.
—Vaya, ¿Traición? —deduzco. Es la única regla de un made man.
Para que Nicklaus continué sirviéndole al Capo y no muerto, tuvo
que ser leal a su juramento.
—Rompió la regla primordial de la orden.
Estamos frente a mi puerta y la suya, cuando levanta la mirada
inyectada en sangre. La orden es la mafia siciliana, bautizada así por
Damon Cavalli cuando tomo el poder, según su archivo.
—¿Cuál es esa?
—No follar o violar, que para el caso es lo mismo, a menores.
Y eso es todo lo que escucho, antes del portazo que deja detrás al
cerrar su puerta. Este reto solo se multiplica…
Porque los juegos peligrosos son mi especialidad y llevarte a los
límites de la moral un placer, ¿Cuánto durara antes que Nicklaus
Romano rompa esa regla?
Ya veremos, muy pronto.
CAPITULO 03
“The Devil in me”
NICKLAUS
Savannah Williams:
No.
¿Estas bien?
Si.
En su correo.
***
L
a excitación me recorre el cuerpo a cada paso, mi corazón
está sufriendo algún tipo de arritmia descontrolada.
Caminamos uno al lado del otro, por el pasillo que ahora
se me hace interminable. Lo deseo tanto, solo obtuve una probada de
su oscuridad. Quiero más.
Su puerta y la mia colisionan, una frente a la otra. Nos detenemos,
¿Por qué me siento nerviosa? ¿Qué es esto en mi cuerpo? Es peor que
la adrenalina. Expectación… dulce en mi paladar.
—Si entras a mi habitación… —susurra sacando la llave de su
pantalón. Alzo mi mirada hacia la suya, saboreándome los labios—.
Solo tendrás esta noche, no más. Es todo lo que puedo ofrecerte,
Alaska. Una noche.
Su corbata está envuelta en mi cuello y su chaqueta sobre mis
hombros. Parpadeo antes de dar un paso a un lado, hacia mi recamara.
Sus labios se inclinan en una casi sonrisa.
—Buena elección —dice. Abro mi puerta y entro deprisa dejando
caer mi cabeza en la madera. Lo deseo, lo quiero para mí. Una
noche… ¿Eso sería suficiente?
Me quito su chaqueta y la corbata, luego mi ropa sintiendo
confusión. El deseo de la muerte baila en mi interior, es lo único que
conozco semejante a el caos que Nicklaus Romano está despertando.
Quería jugar con él, pero he termino siendo su juguete.
El poder está en sus manos, y lo sabe. Voy directo a la dusha,
entrando bajo la lluvia de agua fría. Me mojo el pelo y mis manos
tocan mi piel, mis ojos se cierran… Una noche.
Se ha metido bajo mi piel. Me seco el cuerpo, con la imagen de él
en mi mente. Mientras me tenía de rodillas, entregada, dócil, fui suya
y me gusto serlo. Abro mi tocador, encontrando lo que busco bajo mi
ropa interior. La tela sedosa enciende mis terminaciones nerviosa, me
cubro la piel y alzo el rostro al espejo. Mi pelo húmedo, tengo por
primera vez las mejillas encendidas y los ojos dilatados. Lo cepillo
retirando el excedente de agua con la toalla y respiro hondo antes de
abrir mi puerta, la suya está cerrada.
Avery me ha repetido tantas veces el tema de no necesitar un
hombre, de querer ser independiente y vivir fuera de la mafia, sin
embargo ¿es eso lo que espero de mi futuro?
Cruzo el pasillo con la respiración alterada y alzo mi mano,
tocando el tomo de la puerta al girarlo esta sin seguro. La abro y doy
un paso en su territorio. Una noche, prefiero caer en la tentación unas
horas que jamás experimentar lo que Nicklaus ha despertado en mí.
Jadeo impresionada, pensé que entraría a una recamara sin más,
pero la primera estancia es una sala, un sofá verde y dos butacas en
el mismo tono. Tiene una chimenea con un retrato abstracto, el techo
es alto y una lampara circular cae en el aire. Es precioso.
El culpable de mi mente atormentada esta al móvil, hablando
italiano mientras se sirve un trago de su bar. No un bar pequeño, sino
un bar real. Esta es su cueva. La madriguera donde el lobo se esconde
y puede ser él, sin restricciones. El amo del universo, un título que le
excita.
Candelabros en las paredes con velas decorándolo… Él se está
quitando la camisa cuando nota mi presencia. Me observa sobre su
hombro, entre la sorpresa y la fascinación.
—Madre debo colgar… —Deja el móvil inmediatamente—.
Olvida lo que dije sobre el rojo, dorado, ese es tu color.
—Si elijo esta noche… ¿Qué pasara mañana?
—Seguiré siendo quien debe cuidarte y nada más —responde.
—Quiero estas horas, pero debes tener en claro que mañana te
ignorare sexualmente por completo y puedo hacer mi vida como me
plazca. No tienes derecho sobre mí, no te pertenezco.
—Somos dos personas que quieren saciarse las ganas, tan fácil
como eso.
—Me agrada —concuerdo sonriendo.
—¿Una copa?
Cierro finalmente la puerta a mi espalda y camino hacia él,
tocando las vitrinas que exhiben una colección de vino espectacular.
He descubierto algunas cosas sobre Nicklaus. El vino es uno de sus
mayores placeres. Hay una botella que destaca, abro el cristal, la
temperatura fría del interior golpea mi pecho ocasionando que mis
pezones se yerguen de inmediato.
—¿Segura que quieres ese? —cuestiona tocándose los labios. Sus
ojos están inspeccionando mi cuerpo. Son llamas salvajes que
envuelven mi piel, así es su mirada, depredadora—. Es un Romanèe
Conti de mil novecientos noventa y cinco, único en su clase.
—Parece que tenemos algo en común, el vino y yo, me refiero,
somos únicos y exquisitos.
Acepta la botella sonriendo.
—Lo comprobaremos —musita lamiéndose los labios, parece
estar degustándome en su mente. Empieza a trabajar el corcho con
maestría sin siquiera despegar los ojos de mi persona—. La tela de
seda es tan delgada que me otorga la certeza de algo…
—¿Sí?
—No tienes ropa interior.
—Nos estorbaría, ¿no crees? —reto.
—Arrodíllate —ordena llevándonos a su terreno. Parpadeo, ¿Por
qué me gustan sus órdenes? Eso que despierta en mi cuando me habla
en ese tono que no permite replica. Jadeo haciendo lo que demanda,
levanto un poco la tela de seda dejando al descubierto mis rodillas
cuando tocan la alfombra negra—. Separa las piernas, así… Justo de
esa manera, ahora inclínate hacia atrás, sobre tus talones y sube la
tela sobre tus caderas.
Expuesta, así es como me siento y de algún modo arrebatara. Mi
sexo se encuentra al descubierto y con mis piernas abiertas, solo
necesita acercarse para tenerlo a su disposición. Mi respiración no ha
dejado de ser alterada y escucho mi propio pulso punzante en mis
oídos.
—Mírame, cariño. Alza esa mirada —Mis ojos lo buscan de
inmediato, mientras se quita la camisa y sus músculos quedan al
descubierto, curiosa detallo algunos tatuajes que tiene a un costado,
son simples muy delicados. El tatuaje sobre su corazón destaca,
jamás vi el sello de la famiglia. Su piel tiene algunas marcas,
pequeñas heridas de batalla al parecer.
Se quita el cinturón dejándolo caer junto a mi pierna, entonces
sostiene la copa, donde ha vertido el vino y acorta la distancia entre
nosotros.
—Te has quedado sin voz, Alaska… Parece que te gusta rendirte
ante mí.
—Si —confieso deleitándolo con una simple afirmación.
—Inclina la cabeza y prueba el vino —Hago lo que me indica sin
dejar de mirar sus ojos—. Abre la boca, eso es…
El vino cae en mi boca y un poco se derrama en mis labios,
bajando por mi mentón y cuello, pretendo limpiarlo con mi mano
cuando él se inclina sorpresivamente y saca su lengua, lamiendo el
líquido de mi piel. El placer explota incontrolable e irreverente. El
dolor en mi vientre se intensifica y mis manos se mueven a su cuello,
quiero su boca, pero no consigo moverlo un centímetro en esa
dirección. Su mano cae en mi rodilla y cierro los ojos, los dedos
largos suben, quemándome literalmente con su toque. Los entra en el
medio de mis piernas, es su pulgar el encargado de mojarse entre mi
húmeda. Gimo bajo mordiéndome el labio, su dedo juega con mi
clítoris en apenas un rose, luego se aleja y abro los ojos desesperada.
Tómame, por favor, ahora.
El dedo cubierto de mis fluidos va dentro de su boca, cierra sus
labios saboreándome en su lengua.
—Mmmm… Exquisita —ronronea—. Mucho más que el vino.
—Quiero probar —suplico.
Sonríe e intenta darme su dedo, cuando mis manos van a su cuello
y lo atraigo hacia mí, nuestras bocas chocan y mi lengua sale a
dominar la suya, saboreándome a mí y el vino. Sabe a frutos dulces.
Su mano rodea mi cintura y me alza sobre sus piernas. Ahora es su
turno de estar arrodillado. Todo a nuestro alrededor dicta que esto es
incorrecto, que estamos rompiendo miles de reglas con esta noche.
Él tiene una misión con Italia, mientras yo pertenezco a rusia y
aun así, mi deseo por Nicklaus es mayor que mi lealtad por Avery
Kozlova y esa parte es aterradora, porque estoy dispuesta a
quebrantar el mundo, por unas pocas horas. He perdido mi rumbo y
la razón, dejando que un hombre ciegue mi mundo.
Percibo cuando pasa el cuero de su cinturón por mi cuello y luego
tira quitándome el aire. Tira con fuerza, mi cuerpo se curva sobre el
suyo. Aprovecha a empujar la tela de mi camisón dorado revelando
uno de mis pechos y lo amasa, provocando unos gemidos fuera de
mis labios. Su mano es fuerte y posesiva, sin tanteo. Nadie ha hecho
esto conmigo, tocar las partes que él ha dominado. El pulgar y su
dedo índice pellizcan el pezón y muevo mi cadera, buscando alivio.
—Quiero lastimarte, Alaska —murmura mordiéndome el pecho.
—Y yo asesinarte —me sincero. Siento su sonrisa en mi pecho
antes de que tire de mi pezón. Grito empapándole el pantalón
mientras me restriego con fuerza, mis caderas tienen vida propia. Tira
de mi camisón, sacándomelo por la cabeza, dejándome desnuda por
completo.
—¿Qué tanto me deseas? —pregunta tirando del cinturón.
—Mucho —jadeo.
—Demuéstrame que estas dispuesta a hacer —demanda lamiendo
mi otro pecho, torturándome. Sopla aire luego de morderme—, para
tenerme en tu interior. Abriré tu carne y te golpeare muy duro, cariño.
Vas a sostenerte de lo que puedas y rogaras, Laska.
—Por favor…
—Quiero que gatees hasta mi cama y en ella, me supliques.
No está jugando con su petición, se aleja apartándome de su
cuerpo. Él lo quiere todo, por supuesto. Trato de hurgar en mi mente
la ira que vendría con un acto como el que me pide. Mataría por tales
palabras a cualquiera y con él, simplemente quiero complacerlo.
Bajo de sus piernas volviendo a mi posición de rodillas, el cuero
me cae en medio de los pechos. No es un cinturón, para él es una
correa y yo soy su juguete nuevo. Estoy muy excitada cuando me
muevo, colocándome a cuatro, las palmas de mis manos contra la
alfombra. Lo siento moverse levantando la copa del suelo, no sé si la
dejo caer o yo la he girado.
Curvo un poco mi espalda, logrando destacar mi culo hacia afuera.
Debería sentirme como una perra domesticada, pero en mi interior
soy una maldita leona. Empiezo a gatear, escuchando el siseo de
lujuria detrás. Puede ver mi intimida y el hilo de excitación que ya se
desliza por mi muslo interno. Me arrastro por su alfombra, gateando
hacia el arco donde deduzco sigue su habitación.
Es su respiración la que se vuelve pesada y me persigue unos pasos
detrás, admirando lo que pidió tener. La segunda estancia es más
amplia que la primera y el tono verde destaca, una cama enorme es
el centro, otra pared está cubierta de trofeos y espadas, párese que le
gusta el esgrima, pues tiene dos trajes elegantemente colocados en
unos maniquíes, también su espacio de trabajo.
Un mapa en la pared sobre un escritorio de madera y luego la vista,
es otra de sus fascinaciones, tener la vista de New York. Gateo sobre
un banco frente a su cama y luego sobre esta, girandome, abro las
piernas, ofreciéndome.
Él deja la botella de vino y la copa en la mesa redonda centrar,
abriéndose el pantalón, mientras mi mano curiosea mi cuerpo, bajo
al medio de mis piernas abriéndome los labios con mis dedos y
tocándome sin pudor.
Se quita los zapatos con desesperación y luego se abre los
pantalones, antes de venir hacia mi como un animal rabioso, deja una
de sus rodillas en el banco y espera oírme suplicar, sin apartar los
ojos de mi coño.
—Pídemelo, Nicklaus Romano —desafío, su ceño se frunce y la
ira cruza su mirada—. Eres tú quien está saltándose todas las reglas
de la Famiglia para probar tu tentación, eres tú quien me desea tan
fuerte que estás dispuesto a traicionar a tu Capo. Eres quien quiere
esto…
Alzo mis dedos mostrándole los hilos de húmeda que juega de un
dedo al otro, antes de abrir mi boca e intentar chupar mi propio sabor.
—Detente —ordena y sonrió.
—¿Lo quieres, Escorpio? —burlo ofreciéndole mis dedos—. Este
es tu veneno, ¿cierto?
—Alaska —gruñe, las venas en su cuello y brazos están alteradas.
—¡Suplícame! —demando con autoridad—. Pídeme dejarte
follarme, implora que te deje sentirme…
Tira de mi pierna llevándome al borde de la cama, mi culo cae en
el banco cuando su agarre se apodera del cinturón. Su mirada brilla
con rabia y malicia.
—Gánatelo —revira—. Y te suplicare.
Su rostro está a la par del mio, saca su lengua y lame mi mejilla
cortándome el aire. Mis manos van a su pantalón, lo empujo hacia
abajo con desespero y escucho su gruñido cuando mis dedos rodean
su verga dura y orgullosa. Nos mueve nuevamente, y termino
arrodillada en el piso y él sentado en el banco. Su miembro cae
encima de su ombligo, se me antoja con solo verlo. Y la saliva se me
vuelve agua en la boca, sin que deba pedírmelo me inclino sacando
mi lengua para lamerlo. Sisea algo en italiano, palabras que no logro
descifrar en medio del deseo.
—Quiero entrármelo en la boca —vocalizo mis pensamientos.
—Es tuyo, cariño. Tómalo.
Mio… Es la palabra que no debió usar. Lo rodeo con ambas
manos, subiendo y bajando, sintiendo sus venas alteradas y
observando el líquido en la punta, con mi lengua lo limpio
saboreando las gotas. Abro mi boca tomándolo en ella, guiándome
por mis instintos. Alza su cadera, impulsándose profundo. Una de sus
manos agarra mi pelo y la otra tira de la correa, cerrándome hasta
cierto punto el aire. Tiene la mirada cargada de lujuria en mis labios
con los suyos entreabiertos apenas dejando salir aire. Esto le gusta.
Suelta la correa para tocarme la mejilla, los actos cariñosos no son
esperados para mí, por ello mi reflejo es apartarme hasta que da una
palmada en mi mejilla, no es dura, pero tiene la fuerza suficiente para
escocer. Me encanta y sonríe, leyendo mi cuerpo.
Su verga la tomo a la mitad, sintiendo que casi me ahoga
retrocedo, parte de mi saliva me rueda por el mentón.
—Puedes hacerlo mejor —reta volviendo a metérmela
profundo—. Mierda… Eso es, ¡joder! —chilla cuando le muerdo.
Una nueva bofetada se une haciéndome gotear. Mis pezones se
sienten pesados y ese dolor en mi vientre necesita liberarse.
La saliva me cae entre los pechos cuando alzo la mirada hacia él,
escuchando sus gruñidos. Esta ido en el placer, como si la del poder
soy yo en estos momentos. Se hunde una y otra vez, follandome la
boca mientras me inmoviliza el rostro y su palma me abofetea varias
veces. Podría jurar que estoy teniendo un orgasmo justo cuando él se
tensa y deja caer su cabeza atrás.
Se agarra la base del miembro y retrocede fuera de mi boca, un
poco de semen me golpea los labios y me inclino por más, mientras
mueve su mano con fuerza. El líquido me golpea un lado de la cara y
en su vientre otra parte, ¿Por qué lo desperdicia así?
Suelto un quejido que lo hace verme en medio de su disfrute.
—Quería probarte —refunfuño limpiándome el que ha caído en
mi cara y luego me lamo los dedos. Delicioso.
Antes de que me quite ese placer, paso mi lengua por su miembro,
limpiando el semen de allí y luego voy a su vientre, sus músculos se
tesan bajo mi lengua. Lamo y saboreo cada parte, maravillada de su
sabor.
—Te falta una parte —murmura con la voz más ronca que antes,
parece que está en un viaje de mariguana. Drogado en otro espacio.
—¿Sí?
—Aquí —señala su pie y una parte en su pantalón. Sonrió bajando
al piso y lo observo mientras paso mi lengua sobre su pie y luego en
el pantalón—. Eres una criatura fascinante.
—Sabes delicioso —respondo lamiendo mis labios.
El juego acabo, me pongo de pie, sus ojos viajan por mi cuerpo
rápidamente. Ve la cicatriz bajo mi costilla e intenta hacer preguntas
que no le corresponden cuando subo un pie sobre el banco y me alzo,
retrocede, inclinándose en la cama. Estoy de pie… parece que todo
se ha invertido ahora. Las puntas de los dedos de mi pie le tocan el
pecho, haciendo presión para que ceda y se recueste en la cama -lo
cual hace- lucha contra su pantalón quitando la última prenda que nos
estorbaba.
—Desde aquí, luces como Perséfone. Una diosa.
Curvo los labios en una sonrisa, admirando su cuerpo desnudo. Su
miembro nuevamente duro por completo.
—¿Y tú quién eres, Hades o Zeus…?
Grito cuando tira de mí, ocasionando que caiga en la cama, en su
segundo su cuerpo cubre el mio, arrastrándose hasta que su boca y la
mia se encuentran unidas y mis piernas se abren para recibirlo. Su
miembro se roza con mi entrada. Su cadera se mueve y la mia va a su
encuentro, necesitando sentirlo. Deja de besarme para amasarme los
pechos con energía.
—Déjame entrar en ti, Alaska… Cariño —implora respirando
entrecortado junto a mi cuello, luego alza el rostro encarándome—.
Permíteme el honor de escuchar tus gemidos, de provocarlos. Déjame
arruinarte, porque luego de mí no existirá ningún otro que te
provoque de esta manera.
Esta rogándome… alzo las manos sobre mi cabeza, entregándome.
Su suplicas se asemejan a una promesa. Un hoyuelo en su mejilla da
lugar, cuando sus labios se inclinan genuinamente hacia un lado. Es
una sonrisa real, no un juego de seducción.
—Pensé que el diablo no rogaba…
—A la persona correcta si, ¿me guardaras el secreto? —Está
besándome el cuello, dejando besos y mordiscos. Una de sus manos
entre nosotros, tocándome el clítoris, asegurándose de que sigo
dispuesta. Su miembro empieza a abrirme la carne.
—No le diré a nadie… Como le rogaste a una cría —apostillo con
saña. Mis manos caen en sus hombros, mis uñas se le clavan en la
piel con fuerza cuando se hunde en mí de una sola estocada. El dolor
crudo y fiel compañero llega de pronto y lo absorbo, saboreándolo
como un aliado. Su cuerpo y el mio unidos, su respiración es
trabajosa y el grito de la mia nos envuelve. Las lágrimas se desbordan
por los laterales.
—Eso es para que no seas impertinente —Su boca cae en mi seno
derecho, cerrándose sus dientes en mi pezón y tira con fuerza,
castigándome sin moverse.
—Maldito hijo de puta —siseo. Me silencia de inmediato.
—¿Quieres más? —pregunta dejando libre mi pecho. Su mano
está en mi boca, silenciándome y solo puedo mirarlo a los ojos,
observa las lágrimas en los laterales. Feliz de su obra—. No te
escucho.
¡Sí! Grito internamente, ¡por favor!
—Oh, eso creí... —burla empezando a sonreír, entonces se mueve
y cierro los ojos curvando mi cuerpo para él.
Esto es... Tan bueno.
Sus golpes contra mi cadera no son delicados ni meticulosos, son
violentos y certeros. Esta follandome como un animal salvaje y
primitivo, un hombre hambriento y sediento de una mujer.
Me quita la mano y caen al lado de mi rostro, tiene los ojos
cerrados mientras empotra. No sé porque alzo mis manos hacia su
rostro, haciendo que me observe.
—Escorpión —gimo. Parpadea y me mira, sus caderas bajan el
ritmo. Y vuelve a hacer eso de girarnos sin que lo espere, esta vez
quedo encima de su cuerpo. Lanzo un gritito cuando siento su
miembro profundo, mi pelo le cae en el pecho y escucho su gemido
de placer.
Sus manos me acarician las piernas hasta subir a mi cadera y
animarme a moverme. Lo cual hago, sintiendo un placer distinto, una
oleada de calidez mezclada con pasión. Me enderezo, mi cadera se
mueve con su ayuda y como si entendiera este tipo de baile. Esta
perdido observando el punto donde su miembro se pierde dentro de
mi coño, la vista le encanta por como sus ojos empiezan a dilatarse.
Es la mirada de la muerte, tan bella y única.
—Eres embriagante —gime dejando caer su cabeza hacia atrás,
las venas en su cuello alteradas. Esta perdido en disfrutar su fruta
prohibida, lo que le advirtieron de no tomar. Es un rebelde
sucumbiendo ante la tentación. Soy su pecado capital.
Mis uñas le arañan la piel del pecho, quiero dejarle marcas. “Mio,
mio… mio” canturrea la voz en mi cabeza. Me pertenece.
Nos gira, cerniéndose sobre mí, libera una de mis piernas hasta
llevar mis dedos a su boca y chupar, dándome un placer extremo.
—Mira como entro en ti —gruñe. Deja mi pierna en su hombro y
me toca el clítoris con sus dedos. Tiene el vientre manchado de sangre
y ahora sus dedos. Su mano me golpea mi monte de venus y es mi
destrucción, no sé qué rompe dentro de mi o si estaba reteniendo el
placer y llego ese punto a superar todo. Mi cuerpo se curva y Nicklaus
se hunde con precisión, siseando mi nombre. Mi vientre se tensa y mi
pierna que descansa en su hombro tiembla.
—Oh, no… ¡Oh!
—Eso es, córrete para mi… Solo para mi —demanda repitiendo
ese golpe. Abro mi boca gritando cuando alza mi cuerpo.
Desmadejada me lleva hasta su encuentro y me besa, bebiéndose mis
gemidos, adueñándose de cada parte mia. Atando mi cuerpo.
Arruinándome…
Parece agrandarse dentro de mis paredes internas y luego el
caliente de su semen alivia mi interior. Deja que mi respiración se
calme, su mano me acaricia la piel que me arde mientras bajo del
paraíso.
—Bienvenida a mi infierno, Perséfone —Las palabras son
pronunciadas en italiano como un dulce canto de sirena.
Mi cuerpo toca sus sabanas, mi piel sensible. Liviana y sin carga,
sintiéndome segura… Y protegida. Me gusta la sensación, con los
ojos cerrados quisiera acurrucarme. Su labios me besan la mejilla,
donde recibí varias palmadas y luego desciende a mi hombro. Creí
que luego de venirse se alejaría de mi sin más, pero se dedica a
besarme y masajear mis muñecas y hombro. Abro los ojos,
reaccionando entre la neblina.
—No usamos condón —murmuro alarmada. Avery me matara.
Escucho una risilla de su parte muy impropia, antes de que se
aparte. Me siento en la cama, alcanzando a ver su espalda.
Mierda, es muy caliente, se está alejando hacia la otra estancia.
Me bajo de la cama y gimo al estar de pie. Dios mio… es como si lo
tuviera dentro de mi aún. Sus sabanas tienen mancha de mi sangre y
por mi muslo baja un hilo de sangre y semen mezclados. Regresa a
la habitación dejando mi camisón en la mesa junto a la botella de
vino, ¿es esta su forma de decirme que es hora de irme? Al fin y al
cabo, ya nos hemos follado.
¿Qué más debe pasar? Tira su móvil en la cama con la pantalla
encendida.
—Los resultados de mi último examen médico —dice caminando
de largo al otro extremo, ¿dónde va? Quiere que me largue,
obviamente.
Veo la pantalla, muy por encima verificando los resultados.
Camino hacia la mesa redonda y agarro la botella de vino, sigue un
poco fría y bebo directamente desde la cabeza. Dios mio, este líquido
es una delicia. Me pongo mi camisón dorado y pretendo huir, cuando
me acerco hacia el espacio de esgrima. Una de las espadas llama mi
atención, tiene un mango bastante grueso. La sostengo en mi mano,
es pesada.
—Eso podría lastimarte —murmura a mi espalda.
—Lo siento, ya me retiro. Es que me fascino el filo.
Giro con la espada en mi mano, tiene una toalla cubriendo la mitad
de su cuerpo anudada en su cadera, donde aún tiene mi sangre. Trae
otra pequeña toalla en su mano.
—¿Retirarte…?
—Se que quieres que me vaya.
—La noche no ha acabado —señala a la oscuridad tras los
ventanales—. Fui al baño para tratar de ser un caballero.
Se acerca alcanzándome, toca la espada y sonríe, parece recordar
algo. La toma, caminando a la cama la deja en la mesita de noche. No
quiere que me vaya, ¿por qué? Y me percato que tampoco quiero
marcharme, no aún.
—Tienes muchos trofeos.
—Mi padrino me inscribió —murmura frunciendo el ceño—. Ven
aquí.
Alza su mano, llamándome a su lado en la cama.
—¿Tu padrino…?
—Gabriel Cavalli —responde—. Quería hacerlo sentir orgullo, así
que me dedique a destacar en todo. Estudie economía empresarial y
social porque fue la carrera que eligió y sigo su plan —señala sobre
su escritorio. Intrigada camino hacia ese especio. Todo está
organizado, una maqueta de la casa blanca destaca sobre la madera y
el cuadro que antes creí era un mapa, en realidad es un esquema. La
casa blanca. Se posiciona a mi lado, agarrando un hombrecito de
plástico y lo coloca en la entrada de la maqueta—. Ese es mi futuro.
—¿La casa blanca? ¿Cómo? —Estoy muy confundida.
—Don tiene poder absoluto detrás de los más grandes del sistema,
pero necesita a alguien directo en ese lugar, siendo la máxima
potencia.
—Eres italiano…
—No para la sociedad, en la próxima elecciones seré uno de los
candidatos.
—Eres muy joven —medito. Qué vida más triste, ser lo que otros
esperan de ti, no tener tu propio destino. Alguien ya gobierna su
vida—. Y necesitas una esposa para lograrlo.
—Puedo ser el primer presidente soltero —Burla. Añadiendo un
toque juguetón, para otra persona seria una especie de broma, pero
puedo ver sus ojos y la pisca de tristeza en ellos.
—El hombre más poderoso del mundo necesita una mujer dulce,
pero fuerte a su lado. Que venga de la humildad, la perciban diferente
al resto y a la par la amen por identificarse con ella. Tiene que ser
perfecta y a su vez llena de imperfecciones —Sostengo otro de sus
hombrecitos colocándolo a su lado en la entrada—. Véndeles la
familia perfecta y tendrás a los votantes a tus pies, aunque teniendo
al Capo detrás estoy segura de que es una elección ya ganada.
Parpadea observándome, alza su mano apartándome el pelo del
hombro y se acerca despacio, inclinándose hacia mí.
—Eres muy inteligente —murmura cerca de mis labios.
—Soy observadora, eso es todo.
—¿Ah, sí? ¿Qué observaste en mí? —indaga.
—Este futuro no te apasiona, pareces infeliz hablando de todo eso
—Se aleja de inmediato, cuando señalo su maqueta y el montón de
planes—. Cuando estabas con tu amigo en el club y hablabas de las
carreras y los coches, eso si te apasiona.
—Estás hablando como si me conocieras —revira a la defensiva.
—Te gusta el poder… ¿Crees que siendo el presidente de los
estados unidos de américa bajaras la cabeza para tu Capo? —bufo.
—No sabes nada de lo que haría por Don, es como un hermano
para mi ¡Me ha dado todo!
—Y aquí estamos, me follaste en esa cama desobedeciendo lo que
expresamente se te ordeno no hacer. Esa es la lealtad que
demuestras…
—¡Cállate! —me ordena regresando a mi violentamente. Había
olvidado el cinturón en mi cuello hasta que tira del cuero y me rodea
el cuello con su mano—. No estás aquí para cuestionar mi lealtad y
parece que necesitas volver a entretener esa boca y mantenerla
cerrada.
Comienza a caminar empujando mi cuerpo hacia su cama, el fuego
de esa ira está presente. Por mucho que quiera fingir, no nació para
estar por debajo de nadie y cuando decida no obedecer. Él será un
infierno para todos a su alrededor. No es algo que me interese, cuando
eso suceda no estaré remotamente cerca.
Caigo en la cama y me abre las piernas subiéndome la tela, su boca
cae en mi centro y me arqueo con violencia. Es cruel y castigador,
succionando sin piedad. Intento moverme cuando me retiene con sus
brazos. Lamiendo mi semen, el suyo y mi sangre, como un demente.
Tiro de su pelo, pegándolo con desespero contra mi coño. Es rápido
para llevarme al orgasmo ya que su lengua se mueve sobre mi clítoris
sin parar, trato de cerrar las piernas mientras me corro. Grito
escandalosamente y vuelve a dejarme el cuerpo hecho una mierda
sobre su cama, cuando alza la cabeza mi sangre está en sus labios. Es
un maldito bastardo.
—Quieta… aún no hemos terminado.
Nicklaus Romano me hace suya en todas las formas que imagino
posible, mi cuerpo le pertenece en cada hora que marca el reloj y nos
entregamos del tal manera que, cuando caigo en sus brazos en el
amanecer sé que estoy arruinada para alguien más.
***
Descansar plácidamente no es común en mí, pero me siento
relajada y sumamente cómoda cuando una vibración empieza a
incordiar mi sueño. Me encuentro desnuda, con una sábana suave
cubriendo mi cuerpo, una pierna enredada en la mia y el pecho de él
a mi espalda, uno de sus brazos bajo mi cuello -donde ya no tengo el
cinturón- y otro apretándome los pechos. Me tiene pegada a él, como
si temiera que escapase. La vibración continua sin detenerse. Es de
día, el sol esta iluminando todo. Y yo quiero fingir que aun esta oculto
y es la luna en su lugar.
—Mia… —gruñe el hombre que me abraza en la espalda. El
sonido de un teléfono lo hace despertar maldiciendo—. ¿Qué…?
¡Joder!
—Tu móvil no para de vibrar —murmuro levantándome.
—¿Sí? —sisea levantando el teléfono de su mesita de noche, el
cual no es su móvil—. ¿Qué? ¿Qué hace aquí? ¡Mierda!
Estoy tratando de encontrar mi bata cuando salta de la cama
cortando la llamada.
—¿Todo bien? —pregunto por cortesía. Entra como un relámpago
a lo que ahora se es su closet—. ¿Nicklaus…?
—Don está subiendo —pronuncia colocándose una playera negra.
Ya tiene un chándal puesto.
—Tengo un entrenamiento con él, ¿Qué hora es?
—¡Las once de la mañana! Seguro estuvo buscándonos a ambos…
Se dará cuenta, cuando te vea ¡maldita sea! ¡¿En qué estaba
pensando?!
Cierro la boca por su arranque descontrolado.
—Sal y recíbelo, estabas entrenando o trabajando y no viste sus
llamadas. Yo estoy en mi recamara dormida o lo que sea que hago en
su interior, eso es lo que tienes que decir. Así de fácil, Don no es mi
padre.
Agarro mi camisón colgando de unos de los candelabros, ¿Cómo
llego allí? Me lo pongo mientras me alejo. La noche termino, el
placer nos dominó y nuestro acuerdo llego a su fin. Es mi cuidador
hasta que Avery regrese y fin, nada de lo cual preocuparnos.
Abro su puerta y atravieso el pasillo escuchando como le abren la
puerta principal al Capo. Cierro la mia caminando al tocador. Tengo
el pelo descontrolado y el cuello rojo del cinturón, mis labios más
llenos de lo normal. Al caminar me siento un tanto incomoda
mientras mi cara se nota relajada, no dormir mucho, sin embargo las
bolsas negras debajo de mis ojos esta vez no están presente. Busco
en mi closet un jersey para cubrirme, y un pantalón vaquero. Tendré
que salir y es obvio, enfrentar al Capo. ¿Por qué debe interesarle mi
vida sexual? Al final yo debería ser capaz de decidir a quién me follo.
Me dejo el pelo suelto cuando tocan mi puerta, es la servidumbre.
—Nicklaus no seas molesto —chillo tratando de fingir.
—Señorita, el señor Cavalli la busca.
—Ahh, ¡Ya salgo!
Me peino rápidamente el pelo y verifico estar oculta dentro del
jersey. Dios, camino gracioso, debo enderezarme. Es un poco de
molestia que bien puedo camuflar. Abro la puerta, aun no memorizo
el nombre de la chica, no es la chef esta es más de la limpieza según
entiendo. Le sonrió y la sigo por el pasillo, la voz de los hombres se
empieza a escuchar. Gracias a la misericordia Cavalli esta de espalda
cuando entro a la sala y me acomodo al lado del sofá, donde puedo
sentarme en caso de que tenga los ojos en mí.
—No puedes dejarla sola tanto tiempo —gruñe el Capo.
—Puedo cuidarme perfectamente —digo girando mis ojos. El
hombre se gira y Nicklaus entrecierra sus ojos en mí, es quien está
buscando si tengo alguna señal de su salvajismo visible—. Me gusta
mi soledad.
—Teníamos un entrenamiento hoy y faltaste.
—Estuve nadando esta mañana, también practicando esgrima —
Lanzo para molestar a Nicklaus—. El mango de esa cosa es muy
grueso y se me cae todo el tiempo, por cierto tu hombre llego tarde
anoche, ¿Andabas follando?
Nicklaus se aclara la garganta disimulando que no se atraganta con
mis palabras.
—Estaba trabajando en lo que me pediste, Don. La prensa y eso…
—Cierto —medita el Capo—. No deberías estar encerrada tanto
tiempo en tu habitación.
—Te dije que se la pasa todo el tiempo allí, no entiendo que tanto
hace —silba Nick. Desgraciado.
—Masturbándome mientras pienso en ti claramente no es —gruño
entrecerrando los ojos.
—Y no sabe mantener esa boca cerrada —revira el imbécil.
—¿Por qué no te la llevas a Italia? —interfiere Don. Ambos lo
miramos, ¿se iba a Italia dejándome sola? Cabron desgraciado—. Así
no está encerrada aquí sola.
—Don… —Empieza Nicklaus.
—¿Quieres ir?
Sonrió abiertamente.
—Nunca he estado en Italian, ¡me encanta la idea!
¿Qué planeaba el bastardo? Tenerme encadenada en mi habitación
mientras se iba a Italia por solo Dios sabe cuánto. Le guiño un ojo
siendo una hija de perra.
Oh, dulce Italia ¿Qué nos deparas?