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Presagio - Gleen Black

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SINOPSIS

Ellos hicieron un juramento…


Una noche desbordada de pasión, unas horas donde actuarían como dos amantes desconocidos
con un único objetivo: Saciarse las ganas que los quemaba a ambos.
Era una noche y nada más…
Y la promesa iba bien, lo fue durante años. Fingieron en cada oportunidad donde se volvían a
reencontrar que esa llama había muerto. La Mafia seguía tirando sus hilos, el pasado gobernaba su
futuro, la sangre los convertía en un pecado, ¡Eran inmorales!
Ellos eran el secreto más peligroso. Su deseos impuros los convertían en enemigos, mientras la
pasión ardía a fuego lento.
La paz en la Mafia Italiana y La Bratva empezaba a tambalearse por el arrebato de dos cuerpos.
Ellos eran tentación sin cordura, dos amantes bailando la danza de la lujuria.
El verdadero amor sufre, y sufre en silencio.
Oscar Wilde
¿Cómo algo impuro puede sentirse tan bien…?
Somos el presagio de la guerra.

Nicklaus Romano
PROLOGO
“The Devil is a Gentleman”

S
u imagen estaba torturándome más de lo que creí. Mientras preparaba mi taza de café, no
paraba de imaginar su cuerpo desnudo en la maldita ducha. Escuchaba el agua caer y
sabía exactamente el tiempo que a ella le tomaría salir.
Odiaba aprenderme toda su rutina y a la par, no sabía hacer otra cosa que no fuera memorizar.
¿Por qué Don la había enviado conmigo? ¿No tenía a alguien más a quien torturar? Escuche el
agua detenerse, conté los tres minutos que duraba antes de salir y gemí cuando la puerta se cerró,
espere paciente escuchar los pasos con dirección a su habitación.
Debería ir allí… La línea de control se estaba agotando. Bebí de mi café amargo esperando que
fuera un trago de Whisky, pero eran las siete de la mañana demasiado temprano para perderme en
el alcohol y olvidar la tentación que tenía bajo mi techo. El aroma fresco de su acondicionador fue
lo primero que note, luego la presencia que se deslizaba en la butaca detrás del desayunador.
No debía mirarla, ¡no debía!
—Buenos días escorpión —dijo con esa voz melodiosa suya.
Cerré mis dedos con más fuerza alrededor de la taza. Ella me creía venenoso, sin comprender
que ella era quien ya me había infectado.
—El desayuno está listo, Don espera que hoy entrenes tu defensa y lo superes.
—Eres un aburrido —canturreó con burla.
Trataba en la medida de lo posible de mantener mi distancia y no delatar mis pensamientos
cochinos. Me gire, era una batalla perdida. Quería mirarla, siempre lo deseaba. Para ella yo estaba
de pie, siendo un come culo malhumorado. Era un jodido made man, mostrar la tormenta que traía
en el interior no era opción.
Mi polla se exaltó alegre mientras mis ojos curiosos analizaron con un rápido vistazo la criatura
en mi cocina. Gotas de agua en sus hombros y pecho, la toalla tapaba las partes que moría por
descubrir y meterme en la boca para saborear por la eternidad.
Su pelo marrón chocolate húmedo igual peinado hacia atrás me dejaba apreciar ese rostro joven
y malvado. Alaska Kozlova era una belleza, pequeña, menuda, ojos enormes e intensos azules
distintivos de los Cavalli. Es la pequeña hermana extraviada de mi jefe, del jodido Capo con la
cual fantaseo en poseer cada noche. A Satanás que me joda. Se paso la lengua por los labios y
aparte rápido la vista.
—¿Te incomodo? —pregunto con sus ojos oscureciéndose. Este juego morboso le encantaba—
. Si sigues evitándome creeré que soy horriblemente fea.
—Dudo que mi rechazo llegue a hacerte sentir de tal manera —revire rápido.
Eso la hizo sonreír. Se paro de la butaca, por mi parte me bebí el líquido caliente de golpe sin
apenas sentirlo. Ella se aproximó, dejándome ver esas piernas bajo la corta toalla. Se detuvo a mi
lado, mirando su plato servido y luego alzando el rostro, cerca del mío, tentador, caprichoso. Ella
era mi veneno. Abrí la boca soltando el poco aire que tenían mis pulmones, me incline lo hacía
idiotizado sin ser capaz de retroceder.
—Estaré lista en media hora —dijo, sus palabras apenas se registraron.
Busco mis labios con sus ojos pasándose la lengua por los suyos antes de girarse con rapidez.
Me quede rígido, sin moverme no tenia el suficiente control de no correr tras ella si pensaba en su
boca o cuerpo. La porcelana finalmente se rompió en mi mano, eso llamó su atención
engrandeciendo su sonrisa.
Le fascinaba tentarme, saber que la deseaba pero mi deber era mayor con la Famiglia. Ninguno
fingía aquí. Yo quería su cuerpo, lo anhelaba como un pescador perdido en el mar suplicando por
lluvia. Sostuvo su toalla deshaciendo el nudo sobre su pecho retándome con la mirada. Permanecí
impasible incluso cuando empezó a deslizarla, no moví mis ojos de los suyos los cuales
curiosamente eran idénticos.
—Mientras más intensa la mordida, más puro el veneno.
La toalla toco el piso de mi cocina mientras ella empezó a caminar fuera completamente
desnuda, dándome un vistazo de su espalda y ese culo en forma de corazón. La casa de campaña
en mi jodido pantalón iba a explotar. Las ganas me vencieron y camine hasta tener el trozo
esponjoso y húmedo de tela en mis manos. Como el adicto que era lo llevé bajo mi nariz aspirando
su aroma.
Iba a perder todo, solo por una pequeña mordida venenosa.
CAPITULO 01
“Deal with the Devil”
En el presente…

S
olo una persona en el universo me llamaría a las ocho de la mañana, de forma continua
hasta que responda. Y lo que es aun mejor, es al único a quien le permito tal acto. No solo
por ser mi capo, sino por cuidar de los míos y hacerme parte de los suyos, incluso si
vengo de la sangre traidora de Michael Romano. Empujo la pierna bronceada fuera de mi cuerpo,
sentándome en la cama restriego mi rostro, buscando mi móvil en la mesita de noche.
Tengo cinco llamadas perdidas… Joder.
Levanto los tres condones usados del piso, ¿a que hora me dormir? Mi mente es un desastres y
mi cuerpo no tiene el suficiente descanso. La mujer en mi cama gimotea, su pelo rojo cubriendo
mis sabanas blancas. Gruñendo de frustración me pongo de pie y voy al baño, tiro los condones al
escusado y marco la llamada rápida.
—Tienes quince minutos —sisea malhumorado.
—Trae café —respondo.
—Hijo de puta.
—Gracias —Corto la llamada. Desde que dejo rusia y se traslado a New York, su humor ha
sido una mierda. Deduzco que se debe a su lejanía de Roth Nikov, ya que El Capo y el ruso siempre
fueron inseparables. Me baño con agua fría, necesito despertar. No he dormido más de dos y cuatro
horas en los últimos meses gracias al tener a un inquieto Dominic Cavalli me lleva a trabajar doble.
Odio este departamento, no tengo suficiente ropa debido a que lo uso técnicamente para follar
y la que me quite anoche tiene la camisa manchada de sangre. Entro al closet y me pongo un
pantalón de vestir gris con una camisa azul, me arreglo el pelo observando el pequeño rasguño en
mi pómulo por la pelea de anoche. La satisfacción de saber que ese maldito esta muerto lo vale.
Mendoza, un narco del cartel mexicano quiso pasarse de listo interceptando cinco camiones que
pasaban Sinaloa a Estados unidos cargados de droga, creyó que podría jugar con nosotros y termino
muerto anoche. Cuando salgo a la habitación, Savannah William se encuentra sentada en la cama,
encendiendo uno de sus cigarrillos. Tenemos una transacción juntas, maneja uno de mis negocios
legales en Italia, follamos cuando quiero, sin compromisos y recibe el dinero que tanto ama.
—Mi vuelo sale en la madrugada, no creo que te vea hasta mi próximo viaje.
Cree que debe darme explicaciones de lo que hace, y tristemente para ella su vida personal no
me importa. Relleno el cheque tirando el papel a la cama, mira la cifra complacida.
—Don llegara en cualquier momento —digo, ya que no tienen la mejor de las relaciones entre
ellos. Cavalli la soporta por Emilie y Emma, y Savannah se lo traga para poder ver la niña.
—Una lástima, pensaba hacerte una mamada en compensación por tu generosa propina.
—No será necesario —digo guardando mi cartera y tomando mi arma. Ella se arrastra por la
cama, hasta pegárseme al cuerpo, sus manos rodean mi cuello y su lengua me lame la piel del
mentón. Nada, no siento absolutamente nada. Algo jodido tiene que sucederle a mi mente para
estar desprovisto de emociones, cuando una mujer hermosa me esta tocando y mi mente no percibe
nada… Fastidio, quizás porque está llenándome de baba. Empujo sus hombros despacio, hacia
atrás. Es hermosa, su pelo rojo, el bronceado natural permanente que luce, y su cuerpo curvilíneo.
En mi mente sigue siendo nada. Ella no espera besos o promesas de amor, no dudo que alguna vez
fue una chica que soñaba con romance, pero la mujer que yo conocí es fría, calculadora. Y solo
ofrece su cuerpo, para seguir teniendo los lujos que, gracias a eso posee.
La dejo detrás, caminando a la sala enciendo el mecanismo de abrir las ventanas justo cuando
Dominic irrumpe sin pedir permiso, obviamente. Uno de los soldados vienes detrás, con dos cafés
en sus manos.
—¿Dónde esta tu seguridad? —gruño la pregunta, porque estoy seguro de que antes de irme a
la cama verifique un escuadrón, donde tenía diez hombres competente y no un chiquillo de
dieciocho siguiéndolo.
—Soy capaz de defenderme.
—Eres el jodido capo de capos, ¡no puedes andar sin seguridad!
—Cuida tu tono conmigo —amenaza—. Hoy amanecí con ganas de asesinar, no quieres ser el
primero de la lista.
—Cuidare mi tono, cuando interpongas tu seguridad.
—Largate —sisea al chiquillo. Agarro uno de los cafés dando un trago. Es una basura, el café
americano apesta, pero es lo que hay—. Emilie salió de casa, envié la seguridad con ella.
—Según mi horario, ella no tenía ningún compromiso hoy…
—No me digas, genio.
Su humor es horrible, puede que sea porque su esposa se retiro el GPS de rastreo y ahora camina
en ciego con relación a su seguridad.
—Buscare un equipo para ella, los mejore por supuesto.
Se afloja el nudo de la corbata, si lo inspecciono vere las bolsas bajo sus ojos. No está durmiendo
bien. Desde el ataque en la mansión de Rusia, donde Damon Jr. resulto herido, la relación con su
familia se ha deteriorado.
—Eso me ayudaría, sin embargo estoy aquí por otros problemas.
—Neutralice a Mendoza, la carga ya está en Texas y tengo una reunión con la banda de
corredores…
—Tienes que cuidar a mi hermana —dice dejándome atónito.
—¿Qué? —cuestiono, según mis conocimientos, no tiene ninguna hermana. Entonces recuerdo
a la chica rusa, ¿Kozlova? Le ha dado trabajo en el casino, también entrenan juntos—. Pensé que
follaban, no que eran hermanos.
—¿De qué hablar?
—Esa chica Kozlova.
—¡Joder! ¿Por qué deduces que la follo? —sisea alzando las manos al aire.
—La entrenas, Don. Es tu sombra, le diste acceso a las cuentas de los casinos.
—No follamos, y no metas tu narices en mis mierdas. Mantente al margen —Camina a las
ventanas, a observar New York—. Tengo una hermana, ella no sabe que lo es y así debe
mantenerse. Necesito un hombre centrado cuidándola, ha estado dos semanas en una casa de
seguridad.
—¿Qué edad tiene? Podemos buscarle un campamento.
—No fue a la escuela convencional, pero es una genio. Sabe cuatro idiomas, y no puedo
encerrarla —su voz baja mientras lo dice. Es extraño verlo así—. Ella es como yo.
Y esa sentencia me atemoriza, controlar un Cavalli es suficiente.
—¿Edad?
—Dieciséis o diecisiete, no lo se.
—Bien, podemos manejar eso, es menor aún se tiene algún tipo de control…
—Ninguno —Me corta de raíz—. Tienes que verla para entenderme, es complicado
explicártelo, pero no confió en nadie más. No puedo llevarla a casa y tampoco dejarla sola.
—Es una chiquilla, Don. Puedo tenerla en mi departamento, ¿Cuánto tiempo necesitas?
—Tres o seis meses.
El teléfono interno del departamento suena, extrañado bebo un sorbo largo de café y descuelgo
la línea, es de seguridad avisando que cierta rubia esta subiendo al departamento. Autorizo su
entrada y debería decirle a don para advertirle, pero antes de abrir mi boca su esposa esta
ingresando, ella si viene con tres de los chicos que están asignados para Cavalli.
—¿Em? —cuestiona—. ¿Qué haces aquí?
La rubia gira sus ojos, le entrega a uno de los grandotes su bolso.
—Vino por mi —responde Savannah, saliendo de la recamara arreglada. Los ojos de Don se
trasladan a mi persona acusándome con solo una mirada, disimuladamente encojo mis hombros.
—Hola, Nicklaus —saluda la Joya Cavalli, ignorando a propósito a su marido.
—Reina —murmuro inclinando mi cabeza.
—¿Podemos hablar? —pregunta Don hacia su esposa, quien le sonríe fingida.
—Cariño, se me hace tarde estoy segura de que nuestra conversación puede esperar, ¿No?
Al Capo no le gusta discutir, tampoco que le lleven la contraria, pero con Emilie Cavalli tiene
un montón de concesiones. Y esta no es la excepción. Ellos están teniendo un problema enorme a
puertas cerradas de su matrimonio, para mi que los he visto enamorados y siendo la luz del otro,
se que algo entre ellos va terriblemente mal.
—Vamos, Nicklaus.
—Señor.
Él no desaprovecha la oportunidad de recalcarle a la Joya a quien pertenece, pues la agarra con
rabia y un segundo luego la besa. Le hago seña a la seguridad de girarse. Esta claro que, sea lo que
sea que atraviesan, Dominic no le dará una pelea justa y usara todo lo que tenga para mantener su
mujer a su lado.
Salimos en mi deportivo, con la seguridad detrás, va incomodo observando el retrovisor.
—Te diré algo, pero te pido calma —murmuro—. Emilie me pidió mantener otro GPS activo,
no debes preocuparte tengo dos dispositivos de seguridad siempre pendiente de ella.
—Gracias, por apoyarla. Es bueno que tenga a quien recurrir.
—No la dejaremos sola, jamás.
Manejo hasta la casa de seguridad que me indica a las afueras de New York, es raro que trajera
la chica a este lugar. Es una mansión vacía, demasiado grande y por lo que veo desolada. Hay
soldados de la Famiglia desplegados, pero también militares a los cuales no reconozco. Esta niña
es extremadamente importante para él o un peligro para los demás.
Bajamos de mi vehículo, cuando una señora nos indica donde esta la joven “Kozlova” porque
nadie parece llamarla Cavalli y recuerdo que menciono anteriormente, que ella no sabe que lleva
su sangre. No es difícil encontrarla, puesto que en el jardín tiene montando un tiro al blanco.
—Ella no duerme, es difícil de controlar. Le he comprado cada juego de lego disponible, armar
esas cosas la calma. Sabe, english, alemán, italiano y ruso. Nunca ha ido a una escuela, pues la
entrenaron para otra misión.
Me quedo paralizado, observando la figura pequeña. Es una chica, tiene votas militares verdes,
un pantalón de camuflaje y una playera negra, su pelo chocolate, muy parecido al de Dominic
amarrado en una coleta alta, con unos neutralizadores de sonido en las orejas de color rosa, por
ello no le molesta cuando dispara el rifle de alto calibre que descansa en su hombro. No se inmuta
por la fuerza de la descarga y hace cuatro descargar al tiro al blanco, destruyendo la madera.
—Necesita entrenar dos veces al día mínimo —continua Cavalli—, hace gimnasia y ejercicio
constante. No sabe usar un cuchillo, pero es buena con las armas y la tecnología.
—No —digo cortando su palabrería. Reconozco cuando hay algo que escapa de min control, y
esa chiquilla ya rebaso el nivel de Don, lo cual quiere decir que, ella es toda una joyita.
—Estuvo recluida en un Psiquiátrico, vivió en un burdel prácticamente su vida. No se inmuta
bajo la muerte o la sangre. Si la dejo a la derriba, en menos de una semana recolectare o su cerebro
o el de miles en New York.
La chica deja el rifle en la mesa delante de ella y luego sus neutralizadores, que lucen mas como
un par de audífonos de esos tontos que usan los chicos en internet hoy en día, pero esta chica no
es como ellos, ni por asomo.
—Señorita, Kozlova —Llama Dominic. Entonces el problema alza la mirada hacia nosotros,
por encima de su hombro. Su pelo se mueve del otro lado y ella se queda analizándonos a la
distancia, antes de que una sonrisa que haría temblar a un hombre normal aparezca en su rostro.
Ella sabe que es mala y lo disfruta.
—Espero que, vengas a decirme que mi hermana está de regreso, señor Cavalli.
—Quiero presentarte a alguien.
Empezamos a caminar hacia ella y me guardo las manos en mis bolsillos sin parpadear
observándola. Es como un depredador herido, que te advierte con la mirada y su lenguaje corporal
que, solo una provocación es suficiente para acabarte.
—Nicklaus Romano, Italiano quien es tu mano derecha o debería llamarlo reemplazo.
Aprieto los dientes, para que no vea en mis facciones el odio por su provocación.
—La dama conoce demasiado de mi persona, perdone que yo desconozca de la suya —murmuro
sin medirme—, al parecer no es usted muy relevante.
Sus ojos están oscuros, en un punto donde he vistos los de Dominic dos veces así, cuando
asesino a Michael Romano y cuando atacaron su familia. Ella tiene esa misma aura. Su cabeza se
inclina hacia un lado, tiene pequeñas pecas en su nariz y mejillas, el rojo en ellas no es de sonrojo,
parece de esfuerzo, ¿desde que hora esta en el jardín?
—Umm me parece que lo contrario, si el mismísimo capo dejas sus compromisos para venir a
vigilarme —apostilla con burla. Touche—. Supongo que te contaron las buenas nuevas.
—No puedes…
—¿Cortarle la lengua y ambas manos a unos de tus estúpidos por tocarme?
Joder. Don cierra la boca y traga saliva.
—Me disculpo, nuevamente es algo que no sucederá.
—Me entretuvo —Ella responde suspirando—, lastima que no duro mucho. Se desangro muy
rápido.
Entrecierro mis ojos.
—¿Por qué? —Me escucho preguntar, encandilado con la pequeña sanguijuela.
—Bueno, las tijeras de jardinería no fueron muy buena idea y no cortaban el hueso. Debí usar
una cierra —musita pensativa—. Y luego quería su lengua, pero no tenia un cuchillo.
—¿Y que usaste?
—Mi rifle —responde fría, sin una pisca de sentimiento en su voz. Ella no tiene salvación.
Le haría un favor si le disparo a la cabeza en este instante. No hay nada humano en ella.
—Esta psicótica —indico viendo a Dominic.
—Eso no es muy educado, señor Romano —dice dando tres pasos en mi dirección. Al pararse
frente a mí, su estatura queda bajo mi pecho, mientras su seguridad y actitud anda por el cielo—.
¿Crees que fui muy cruel? ¿Por qué le quite las manos a un asqueroso?
—Tus manos están temblando —susurro inclinándome hacia ella, sin perder detalles de sus
ojos—. Tienes sudor en la frente, pareces estar en abstinencia ¿cierto? Y tus labios están resecos,
sin mencionar que tus pecho se mueve con irregularidad.
—¿Estabas mirándome las tetas y los labios? Mmm eres un chico muy sucio —reta logrando
ponerme nervioso, no le miraba los labios de esa manera—. Te explicare, asesine un hombre, pelee
con siete y mira a tu alrededor, ¿ves esos militares? No están aquí para protegerme, sino para
contenerme. Y tu capo —Escupe con desprecio—, sabe cuanto odio sentirme encerrada.
Un movimiento, ella tiene los cojones de alzar su mano, es simple y rápido hacia Dominic. Mis
instintos toman dominio y control tanto de mi cuerpo como de mi mente. Don grita mi nombre,
cuando agarro la chiquilla, girando su cuerpo, el objeto de su muñeca cae al piso y ella se ríe, hace
intento de buscar algo a su espalda, creyendo que es un arma atrapo sus manos y neutralizo ambas
frente a ella, con una de las mías, mientras la otra le rodea el cuello.
—No quieres jugar ese juego —advierto apretando mi agarre.
—Respuesta defensiva en menos de dos segundos —murmura intentando mirar a Don—. Tu
juguetito es bueno.
—Suéltala, esta jugando contigo —anuncia—. Una de sus mejores tácticas es la manipulación
Psicológica.
—Joder —exclamo soltándola, doy un paso atrás de inmediato. El pequeño demonio muestra
sus dientes, sonriendo abiertamente.
—Me llamo psicótica —dice parpadeando, al hacerlo parece una niña inocente.
—Era una pluma —explica Dominic pegándome en el pecho con dicho objeto. Una pluma
plateada, que parecía dirigirse a su cuello.
—Entonces chico sucio será mi nueva niñera…
—No —respondo yo.
—Si —contradice Don—, con él no tienes que temer. Te doy mi palabra de que, no te tocara
jamás de forma inapropiada. Nicklaus Romano tiene mi total confianza.
—Don, la chica necesita un Psiquiátrico, lo siento pero si no te das cuenta alguien debe
decírtelo. Asesinar un hombre no será suficiente.
—Tienes una boca muy venenosa —reta la chiquilla.
—No ira a un Psiquiátrico —gruñe mi Capo—, vas a cuidarla y protegerla hasta que te lo
indique. Y se la entregaremos a Kozlova cuando regrese. Ella se hará cargo.
—Sigo aquí, no hablen sobre mi actuando como que soy incompetente o cabeza hueca —
demanda el problema monumental que tengo delante.
—Ve por tu bolso, te vienes con Nicklaus en este momento.
—Respira, escorpión. Seré una niña buena…
Esto es una locura y que Don no lo vea es aun peor. Ambos nos apartamos para que pase entre
nosotros, se dirige hacia la mansión silbando, tranquilamente. Esta desquiciada, es una bomba en
potencia. Si pensaba que Cavalli seria un arma letal es porque no conocía a esta chiquilla.
—No tiene emociones, alguna conexión, humanidad… Dime que estas viendo lo que yo, ¡joder,
Don!
—Tiene una conexión con Avery Kozlova, pero si, tienes razón. No hay una onza de
sentimientos o emociones en ella. Manipula por diversión, cuando se aburre causa desastres por
doquier.
—Si la llevo conmigo, voy a asesinarla —advierto.
—Estoy mas preocupado de que ella sea quien te asesine —Y en el tono de su voz, la
preocupación es tangible—. No tengo a nadie quien la pueda cuidar, y sé que tu jamás la tocarías
o lastimarías.
—¿La abusaron? —pregunto, ese seria un detonante.
—Como te dije, su vida se forjo en un burdel… de la mafia rusa. Lamentablemente, no hay
nada inocente o bueno en ella.
—Mierda.
—Es tu responsabilidad, confió en ti.
Está dándome un problema, una carga que incluso para su persona sobrepasa sus límites. La
chica regresa treinta minutos mas tardes, con una bolsa de guerra en su hombro y cinco hombres
a su espalda cargando su equipaje. No tengo idea del infierno al cual me enfrento, pero si la mirada
en sus demoniacos ojos dice algo es, que será ella quien se piensa divertir conmigo.
Esto será un desastre de proporciones épicas… no sé cómo mantendré la cordura, si le tomo un
segundo sacarme fuera de control.
Y yo siempre he tenido control sobre mí, la chiquilla lo fracturo, y lo que es peor.
Ella lo sabe…
CAPITULO 02
“The Devil Temptation”
Alaska

U
n penthouse en la torre más exclusiva de New York, con
ventanales de tres metros de alto, en una decoración
moderna monocromática. Ser el reemplazo del Capo
tiene sus Beneficios. Damon Cavalli -su nombre real- nos liberó de
un Psiquiátrico a las afueras de Moscú, donde mi hermana Avery
Kozlova, y la madre de Cavalli estuvieron recluidas.
Manipule a la señora, ella requería de un confidente y me convertir
con sumo cuidado en todo lo que necesitaba. Soy muy buena con las
personas, envolviéndolas en lo que deseo. La mayoría no se dan
cuenta, hasta que es demasiado tarde. Poco a poco escuche su historia
y secretos que no debieron estar en mi poder, sin embargo los use a
mi ventaja.
Por ello ahora mi hermana y yo somos libres, bueno más o menos.
Ella se ha marchado a cumplir una especie de misión que el Capo le
ha encomendado y yo estoy enredada en los hilos de Damon Cavalli,
a quien me gusta referirme como Don, menos complicado y más
directo. Así no caeré en el error de exponer su muy elaborada
mentira.
Me pregunto cómo alguien puede vivir tanto tiempo con la
identidad de otro… Si yo se manipular, entonces Don es el dios de la
manipulación.
—En el piso de arriba tienes la sala de entrenamiento, también la
piscina temblada —continúa hablando Nicklaus Romano.
Entrecierro mi mirada en su persona—. Esta es tu habitación.
Dos de sus hombres entran mis pertenencias y el hombre se hace
a un lado, para darme el honor de entrar. Es amplia e igual de
iluminada que la sala y recibidor. Me gusta.
—¿Cuál es la tuya? —pregunto girando alrededor.
—La puerta al frente —revira.
Nicklaus Romano es guapo, con el pelo castaño con sus buenos
dos metros y tanto de altura. Sus ojos son azules, quizás no de mi tipo
de azul, pero cercano, si lo miras detalladamente, junto al Capo, veras
pequeñas similitudes entre ellos. Gestos, mirada, tic en el ojo, como
inclinan la cabeza… Es perturbador ¡Me encanta!
—Bien, iré a visitarte por las noches —digo tirándome en la cama.
El hombre gira sus ojos, seguro cree que bromeo—. ¿Duermes con
tu arma cerca o sin ella? Lo pregunto porque no quiero recibir un tiro
en la cabeza a mita de la noche, no sería sexy.
—Esa puerta está prohibida —gruñe.
—Las tentaciones se disfrutan más cuando son prohibidas.
—No te dejare jugar conmigo —responde con esa voz autoritaria.
Umm, por algún extraño motivo me gusta. Su voz firme, el porte
recto y su aura de hielo. Frio e indiferente, usando un poco el
sarcasmo para cubrir, ¿qué exactamente?
—Una lástima, yo si te dejaría jugar conmigo.
—No me van las niñas.
—¿Niña, eh? —burlo sentándome correctamente en la cama.
—¿Tienes pasaporte? ¿Licencia de conducir?
Ummm, terreno seguro ¿Qué pasa escorpio? ¿Te asusta una niña?
No te conviertas en un reto para mí. Me muerdo el labio inferior,
divirtiéndome un poco con su control.
Los made man odian perder la autoridad y mucho más contra una
niña. Mis ojos caen en su pecho trabajado, ¿Cómo será sin traje?
Seguro duro, lleno de músculos. Es raro para mi querer jugar en un
terrero sexual, lo evito todo el tiempo, pero Romano es distinto.
—Si —gimo la respuesta—. Me hermana me enseñó a conducir.
—¿Hermana?
—Avery Kozlova —murmuro. Sus ojos se entrecierran.
Es la respuesta de todos. Es muy probable que no tengamos la
misma sangre, y es algo que yo reconozco y Avery se niega, pero
necesitaba aferrarme a algo de cordura. Y ella es lo único que me
mantiene, media humana y no una bestia necesitada y sedienta.
Asesino por diversión, voluntad y placer.
—Te hare un horario —Cambia de tema nuevamente, se gira para
marcharse y salto de la cama—. Ahora debo buscar a mi madre en el
aeropuerto. Eres un imprevisto que tengo que ajustar.
—No puedes dejarme sola —le advierto empezando a sentir
pánico—. Dejare tres cosas claras, gastar energía es una necesidad
para mí, como lo es para ti comer, no puedo estar sola, me aburro y
si lo hago, las cosas no son buenas… Para los demás. Y no me
encierres, odio estar encerrada.
—Y yo te dejare dos cosas clara, una, haces lo que yo digo, dos
¡No me contradices!
—Cuida tu tono conmigo.
—¿Si no, que? —Me enfrenta en el pasillo, no retrocedo o me
amedranto y le cabrea, está la flama de molestia en sus ojos.
—Entonces necesitaras esa arma en tu cama —Doy un paso al
frente, invadiendo su espacio seguro—. No quieres conocer el, “¿y,
sí?” detrás de tu pregunta.
—Que te quede claro, a mí no me puedes manipular o amenazar.
No me lances un reto, ¡maldita sea! Retrocedo, descanso mis
hombros y mi labio inferior empieza a temblar, como si estuviera a
punto de llorar, incluso mi vista se empaña.
—Lo siento —susurro bajando la cabeza.
—Yo…
—No sucederá, solo quiero portarme bien, para estar con mi
hermana cuando vuelva.
Regreso por el pasillo a la que será mi nueva habitación, dejando
que la sonrisa real se deslice por mi labio. Dejando atrás al hombre
confundido. Quizás pueda divertirme un poco…
Él puede revolcarse en la culpa de no saber tratar una niña
incomprendida. Y si, Nicklaus Romano me ha lanzado un reto sin
saberlo. ¿Hasta dónde puedo quebrar su perfecto mundo?
Oh, cuanta diversión.
Organizar es bueno para mí, y tengo un closet enorme en mi
recamara provisional, también mi baño. No lo usare, porque
merodeando la casa encuentro otro, al lado de la habitación de
Nicklaus. Una tortura que estoy segura, el hombre va a disfrutar.
Tengo un lego de edición especial para armar, me baño antes y pongo
ropa cómoda. No me gusta tener hambre, por ello cuando una señora
toca mi puerta estoy agradecida. Se presenta como una Chef, parece
que Romano la ha llamado por este día en particular. En el comedor
tiene distintas bandejas cerradas, ¿Cuántas horas han pasado?
—El señor Romano llegara con su madre en diez minutos —
informa la mujer—. Me ha indicado instrucciones de prepararle lo
que necesite, señorita.
—No me gusta la avena, por lo demás como casi cualquier cosa.
La avena me recuerda mi crecimiento y mis necesidades, lo que
sufrí alimentándome de esta para sobrevivir. Me estremezco. Para,
no estas allí.
—Estoy a su disposición.
—Gracias —asiento, tragándome las náuseas. Bebo una copa de
vino, esperando por cortesía a la madre e hijo Romano, ¿Está vivo el
señor Romano aun?
He leído los reportes de Avery, entre los cuales figuraban
Vladimir Ivanov, es un mafioso ruso al cual mi hermana debe seducir
por orden del Capo, también esta Roth Nikov, quien vive en Rusia y
antiguamente era la mano derecha de Don, leí por supuesto un
resumen detallado de la Joya Cavalli y Britney Nikova -quien ahora
se encuentra desaparecida- esposa de Roth. Debí prestar mayor
interés en el archivo de Romano, ahora no estaría caminando a ciegas
aquí.
Se escucha ruido en la entrada, un perro ladrando y la voz del
Romano, me acomodo en la silla a la cabecera -solo por fastidiarlo-
dejo la copa a un lado para cuando ingresan. Él sigue usando ese traje
oscuro suyo, que le queda ardiente. Una mujer de edad viene con una
rata en los brazos o la simulación de un perro diminuto, las joyas en
su cuello y brazos es lo primero que vez y el crucifijo de oro en su
pecho. Su pelo recortado hasta sus hombros, muy elegante y
sofisticada. Tan distinto de mi pantalón corto y la blusa de tirantes
negra de tela delgada.
—Madre te presento a Alaska —señala el hombre abriéndole una
silla a la señora—. Laska, mi madre Amarác Portisino.
Ah, ya no es la señora Romano.
—Hola suegra, un placer tenerla en casa.
Un jadeo asustado de la señora elegancia, quien abre los ojos
alarmada, sosteniendo fuertemente el antebrazo de su hijo.
—Le gusta bromear —gruñe él.
—Tus ojos —exclama la mujer—. Son…
—Madre, Jodi te ha preparado tus dulces favoritos.
—¿Cuánto tiempo durara esto, Nick? —Arremete su madre. Odio
ver a la gente hablar de mí, como si no estoy delante de ellos. Y estoy
hambrienta, una combinación peligrosa.
—Lo que sea necesario.
—No me gusta…
Clavo el cuchillo de la carne en la madera fina de cerezo.
—La comida se enfría, es una descortesía y falta de respeto hacia
los alimentos.
Los ojos azules del hombre caen en mi mano y el cuchillo en la
mesa, se me marcan las venas y los nudillos están blanco, debidos a
la presión.
—Tienes razón —concede Nicklaus, sorprendiéndome—. Madre
no seas irrespetuosa con mi invitada.
—Le persone come lei non hanno niente di buono nel sangue —
habla en italiano.
«La gente como ella no tiene nada bueno en la sangre».
—Il mio sangue è il minimo che dovrei temeré —respondo en un
perfecto Italiano, sin acento porque no domino esa parte aun, pero es
mi segunda lengua preferida luego del ruso. Me identifico bastante
con ambos idiomas, se sienten de algún modo familiares.
«Mi sangre es a lo que menos debería temer».
—Oh, y ella sabe italiano —burla Nicklaus con una sonrisa
maliciosa. Parece estar orgulloso de que me atreva a responderle a su
madre—. Por muy entretenido que esto me resulte, a comer. Ahora.
—Provecho —digo alzando mi copa hacia él.
El veneno viene de familia, mientras que el de su madre me
incomoda, el suyo me tienta. Las personas me repelen, es normal de
algún modo la advertencia ante el peligros le dicen que no soy de
confianza. Ha sido normal crecer donde la mayor parte del tiempo se
te rechaza, hasta Avery.
Para ella no fui una amenaza y me acepto tal cual soy, aunque tiene
la manía de creer que somos normales, gente común que podrá dejar
la mafia y ser felices para siempre en un pueblito costero. Si eso la
hace feliz, engañarse a sí misma ¿quién soy yo para romper sus
ilusiones? No somos normales, y podremos dejar la mafia, pero eso
no significa que la mafia no nos persiga hasta la muerte.
Cuando naces en esta oscuridad, tienes dos opciones, volverte más
oscuro o dejarte aplastar. Lo bueno es que la serpiente dura poco a
mi lado, su hijo la envía a otro lugar. Al parecer esta es su casa, donde
nadie más tiene acceso salvo él y ahora mi persona. Me pide
acompañarlo a su despacho, donde me entrega una caja negra, con un
lazo rojo. Intrigada la abro, una Mac, iPhone último modelo, la llave
de un coche y varias tarjetas de crédito a su nombre y otro distinta…
—Es para entrar y salir del penthouse cuando desees —Se inclina
hacia mí, aturdiéndome momentáneamente. Su perfume es
embriagador, muy varonil y algo extraño se despierta en mí.
Hambre… del tipo voraz, intensa y desmedida—. No estarás
confinada a estas paredes, ¿puedo confiar en que sabrás comportarte?
Parpadeo, nadie me ha dado esta confianza antes. Ni siquiera
Avery, ella secretamente se mantiene a mi alrededor esperando
verme explotar o enloquecer.
—No prometo mucho —respondo mirándole los labios.
Quiero besarlo, entrelazar mis manos en su cuello y que destroce
mi ropa, luego le abriré mis piernas y lo dejare follarme en este lindo
escritorio de madera. Alejo las imagines eróticas y fantasiosas de mi
cabeza.
—Me sirve, por ahora —dice. Él levanta la mano, su pulgar me
toca la mejilla. Una cercanía que no espero, y que tampoco me
desagrada del todo—. Mi madre es una mujer complicada, no se lo
tomes personal.
Inclino mi rostro, buscando más de ese toque. Me gusta. Cierro los
ojos y dejo salir un suspiro entre mis labios.
—Lo tendré presente —murmuro. Me pesan los parpados, casi
podría dormirme.
—Pareces exhausta.
—Necesito mi medicina, y ejercicio.
—La piscina está disponible, ¿Qué tanto medicamento tomas?
—Supresores, cinco distintos.
Estoy hablando demasiado, ¡ya cállate!
—¿Sino los tomas que pasa? —cuestiona, su aliento me acaricia
la piel de mi hombro. Está muy cerca, ¿Por qué está actuando así?
Me manipula. Ja.
No me aparto, como haría sino que abro los ojos. Estamos muy,
muy cerca. Este juego es de dos cariño.
—Termino en una versión que a casi nadie le gusta.
—Pero que tu disfrutas —revira dando en el clavo. Veo sus labios,
podría besarlo.
—Si —me sincero. Merece saber el problema que su jefe le ha
pedido cuidar.
—¿Cuándo fue la última vez que sentiste alguna emoción?
Oh, la pregunta peligrosa. Dejo de jugar. Soy un monstruo,
escorpión.
—Cuando escuche sus gritos llamándome perra y me moje al tener
su lengua en mis dedos. Si hubiera tenido una erección al morir, me
lo hubiera follado allí mismo, en ese colchón lleno de su sangre.
Su mano se aleja inmediatamente, viéndome como lo que soy en
realidad, dejando de intentar jugar con mi mente. Soy demasiado
superior para eso, Nicklaus.
Se convierte en una caja hermética, no es tan diferente de mí. Me
pregunto, ¿Cuándo fue la última vez que él sintió algo?
—Retírate —ordena frio. Me pongo de pie y recojo las cosas que
me ha regalado. Tengo que reconocer su detalle.
—Gracias por dentro de todo, no encerrarme.
—Muy temprano para eso, eres tan libre según te comportes.
Me marcho, volviendo a mi habitación abro la Mac,
configurándola para ingresar a mi correo electrónico. Respiro al ver
una actualización de Avery. Este es nuestro método seguro de
comunicación, hace cinco días ha dejado un correo diciendo que me
extraña, pregunta que tal me va.
Con miedo de que mi correo este interferido, ya que solo podía
usarlo desde uno de los celulares del capo, le respondo lo que espera
saber, sin decirle donde o con quien estoy. No puedo distraerla y
pasaran otros cinco o sietes días antes que me responda. Si me
comporto, dentro de lo que cabe quizás consiga poder hablar con ella
en una llamada.
La primera vez que sentí una emoción «gratitud», fue cuando
Avery Kozlova decidió defenderme o a su modo protegerme. Ella es
un soldado de la Bratva, le enseñe algunos trucos mientras estuvimos
juntas, es pésima con las armas -donde yo soy buena- pero maneja el
cuchillo con una superioridad extraordinaria.
Saco el cuchillo de cortar carne de mi espalda, el que guarde
mientras la dulce madre de Nicklaus despotricaba veneno. No puedo
andar sin ninguna arma, y aquí es una de las tantas reglas.
No me dejan divertirme.
Me quito la ropa, busco una de las toallas blancas y me cubro,
antes de salir de la habitación, camino por el pasillo hasta las
escaleras. El lugar es más de lo mismo, impersonal sin recuerdos o
detalles que se puedan definir con Nicklaus, que te hablen de su
personalidad, ¿mi pequeño escorpión se esconde? ¿de qué? Cuando
tienes un hogar lo haces tuyo, dejas huellas de tu presencia, pero aquí
todo es vacío, incluso su despacho no dice nada.
Dejo caer la toalla en la silla antes de tirarme de cabeza al agua,
desnuda. Odio la tela mojada, prefiero sentirme ligera. Nado en forma
de crol, braseando ida y vuelta varias veces. La piscina tiene una
extensión casi olímpica, deduzco no ser la única que necesita sacar
energía. Me hundo hasta el fondo, meditando mi respiración.
Soporto una media de quince a veinte minutos, bueno en una
ocasión soporte veinte, pero termine desmayada cuando el oxígeno
se fue de mi cerebro. Prometí no repetir, para no asustar a Avery.
Desde eso, solo cuento quince minutos.
Es un ejercicio de resistencia y mi mente requiere concentrarse al
límite. Hare unas repeticiones de tres posiblemente. Mis ojos están
cerrados, cuando de repente siento un brazo envolver mi cintura con
fuerza e impulsarme hacia la superficie. Abro la boca y respiro, pero
también el agua se me entra en la boca y termino tosiendo, dándome
cuenta de que un hombre me arrastra hasta la orilla.
¿Pero que coños…?
Su traje esta empapado de agua y una especie de terror lo ciega de
darse cuenta de que estoy perfectamente bien. Saca mi cuerpo del
agua y no consigo formular ninguna palabra cuando me pega la boca
en los labios, dándome respiración boca a boca, luego esta por
empezar reanimación cuando lo manoteo.
—¡¿Qué carajos te pasa?! —chillo.
Entonces se detiene, con los ojos muy abiertos.
—¡Tenias mucho tiempo bajo el agua!
—Si, estúpido estaba muy bien.
—¿Y cómo iba a saberlo…?
—¿Estabas espiándome? —Corto poniéndome de pie.
Él hace lo mismo con elegancia, mojado de agua, goteando está
en su cara donde su peinado perfecto ha desaparecido. Y los labios
se le miran apetitosos. Me toco los míos, entendiendo que su boca
estuvo en la mia por unos segundos. Joder.
—Tengo cámaras, ¡no estaba espiándote!
—Me besaste —acuso.
—¡No! ¡Eso no es así! —exclama alarmado—. Te di respiración,
boca a boca ¡es totalmente distinto!
¿Por qué estoy conmocionada por sus labios sobre los míos y no
porque estoy desnuda delante de él? No importa, pero me beso.
—Labios, contra labios significa beso —Ahora solo quiero
molestarlo. Giro mis ojos fastidiándolo—. No estaba intentado
suicidarme, eso no es divertido. Entreno mi respiración bajo el agua.
—Fue mucho tiempo.
Encojo mis hombros indiferente. Y descubre la tierra prometida,
mi cuerpo. Deja de respirar. Tengo un buen cuerpo, con marcas pero
muy trabajado, como de todo, pero lo empujo al límite de resistencia
con mis ejercicios y natación. Tengo culo, no tan grande, porque soy
delgada, mi cintura es pequeña y mis tetas están duras, apetecibles.
No me afeito, eso al menos da un manto de discreción a la trayectoria
de sus ojos, porque me está entrando el calor. Él es alto, unas dos
cabezas más que yo. Esa hambre de más temprano regresa, atracción.
La reconozco, la saboreo en la punta de mi lengua. Y hay algo, en
el ambiente, su propio deseo. Mis pezones responden a su mirada,
endureciéndose, mi respiración se altera.
—Cúbrete —demanda.
—Como ordenes, señor.
Ummm tres palabras que revolotean entre nosotros, sus ojos se
dilatan a un punto que reconozco, desvía el rostro, evitando mirarme.
Camino hasta la silla, tomando la toalla. Está observándome,
puedo sentirlo, aunque le de la espalda.
—No te han besado —habla.
Podría mentir, pero siento la necesidad de ser franca.
—No, la gente suele temerme.
Me cubro anudando la toalla y lo enfrento.
—Te criaste… No lo entiendo.
—En mis primeros años asesinaba animales, jugaba con ellos de
forma bastante sádica. Luego jugué con los adultos que querían
tocarme y los que se me atravesaban en el camino.
Entrecierra sus ojos, le paso por el lado ignorando su aspecto y lo
que acaba de suceder.
—¿Cuántos años tienes?
Otra vez, podría mentir, decir la versión que Avery quiere que los
demás sepan, son una adulta buena y responsable. No una chica
inestable, menor, que ha asesinado a decenas.
—Diecisiete.
—Dios mio.
—No somos tan diferentes, seguro para tus diecisietes ya eras todo
un hombre —Caminamos de regreso al primer piso, empapando por
donde pasamos. Su mirada va a la punta de sus zapatos, ocultándose
otra vez—. ¿Qué edad tenías con tu primero?
No quiero decir “asesinato”.
—Ocho —confiesa—. En una iniciación, mi padre no fue
ejemplar.
—¿Fue…?
—Don lo asesino en Italia.
—Vaya, ¿Traición? —deduzco. Es la única regla de un made man.
Para que Nicklaus continué sirviéndole al Capo y no muerto, tuvo
que ser leal a su juramento.
—Rompió la regla primordial de la orden.
Estamos frente a mi puerta y la suya, cuando levanta la mirada
inyectada en sangre. La orden es la mafia siciliana, bautizada así por
Damon Cavalli cuando tomo el poder, según su archivo.
—¿Cuál es esa?
—No follar o violar, que para el caso es lo mismo, a menores.
Y eso es todo lo que escucho, antes del portazo que deja detrás al
cerrar su puerta. Este reto solo se multiplica…
Porque los juegos peligrosos son mi especialidad y llevarte a los
límites de la moral un placer, ¿Cuánto durara antes que Nicklaus
Romano rompa esa regla?
Ya veremos, muy pronto.
CAPITULO 03
“The Devil in me”
NICKLAUS

E lla le da pelea al capo, todos los hombres en el gimnasio la


observan, su culo, su teta, su maldito cuerpo. Ninguno
debería estar pasando ese límite. Gruño hacia el soldado
que entrena conmigo, derribándolo con fuerza.
—¡Atención en tu oponente! —ladro colocándole mi pierna en el
cuello. Tres semanas, ese es el tiempo que lleva la serpiente venenosa
en mi casa, caminado por mi lugar, ocupando todo lo que me
pertenece, provocándome… Ejerzo más fuerza y el imbécil golpea su
palma en el piso. ¿Qué carajos? ¿Cree que somos una puta guardería?
Aquí no vienes y pides paz, tampoco te rindes. O luchas con rabia, o
caes con valor, pero jamás haces maricadas.
Y sus ojos se abren alarmado al descubrir su error. Le quito el pie
de la garganta dejándolo respirar, se levanta del suelo sosteniéndose
el cuello. Don ha dejado de pelear contra ella, y esos ojos azules me
miran. Ella siempre tiene esa inquietante mirada en mí. Joder, la odio.
No puedo evitar mirarla sobre mi hombro, la descarada sonrisa
que va tomando forma. Y esa canción, en los altavoces. Es su
favorita, lo sé, la escucha para entrenar o para mortificarme.
Kehlani cantando “Gangsta”.
«La estas dejando entrar a tu cabeza». Maldita sea.
—Señor —gimotea el soldado devolviéndome al presente.
«I’m fucked up, I’m Black and blue. I built for it, all the abuse. I
got secrets, that nobody, nobody Knows». Canta la voz de Kehlani.
A la mierda.
—¡Una mocosa aguanta entrenar con nuestro capo! —grito
girando en círculos, teniendo la atención de todos sobre mi—, pero
uno de los nuestros se rinde ¡Se rinde!
—No vuelve a ocurrir —responde tocándose su tatuaje. Es una
vergüenza.
—Claro que no… —murmuro sonriendo. Estoy descalzo, con el
torso al descubierto y sudor bañando mi cuerpo, apenas soporto los
pantalones deportivos para no alarmar a la señorita en el ring. Casi
suelto una carcajada, si no tuviera el pantalón ella probablemente
seria feliz de verme la polla, después de todo anda empujando mi
limite en esa dirección.
Tres malditas semanas.
Levanto mi pierna, pegándole una patada en el pecho, lo
suficientemente alto para dejarlo sin respiración. Retrocede un paso,
porque espera que ese sea todo mi castigo, antes de verme girar en el
aire prácticamente y reparar en el segundo golpe.
Ese siempre es mortal.
«Crac» el sonido del hueso al romperse es un jodido camino de
éxtasis por mi cuerpo. Lo disfruto y lo saboreo, obteniendo una
erección al instante. Necesito joder esta noche, si no, el pequeño coño
en el ring obtendrá lo que tanto busca.
La sangre de su corazón y venas le sale por la boca, cuando cae al
suelo no hay nada que hacer. Su torso debe estar astillado, una costilla
o probablemente tres perforaron su interior.
—Limpien esa mierda de mi camino —ordeno sin darle una
segunda mirada—. El próximo que quiera rendirse lo torturare día y
noche.
Mi amenaza queda velada en el aire. Salgo del gimnasio hacia las
duchas. No son ni las siete de la mañana y ya asesine once hombres,
diez anoche en una entrega fallida. Odio la ineptitud, exijo perfección
en su máximo nivel. Y este pendejo.
Me arranco el pantalón golpeando la llave y suspiro en cuanto el
agua cae en mi cabeza. Solo entonces puedo volver a serenarme. Es
culpa de ella, ¡todo esto!
Soportar su presencia ya es difícil, pero vivir bajo su burla es
demasiado. Le gusta bañarse y la escucho, cada día junto a mi
habitación -aunque tiene su baño particular- usa el del pasillo para
hastiarme. Ropa extremadamente corta, provocativa.
Necesito follar, eso es. Alaska es una chiquilla, no, ella es un
monstruo cruel y venenoso. En algún punto me he convertido en su
reto personal. Es normal en una persona desequilibrada buscar retos
que le entretenga. Se cansará y pasará a otro, estoy seguro.
Hasta el momento, si contar su insistencia sobre mí, ha manejado
bien su control. Bueno, tuvimos un incidente, del cual cubrí sus
huellas. En su segunda semana me siguió hasta uno de los casinos, y
digamos que un tipo no tuvo buena suerte.
El problema con ella es la falta de límites y de medir que está bien
o mal, lo correcto de lo impropio. Esa línea no está en su cabeza. Es
una pesadilla.
No tiene remordimientos, ni uno en ese cuerpo… Borro ese hilo
de mis pensamientos. No puedo pensar en su cuerpo cuando estoy
duro bajo la ducha. Vamos, hombre para ya.
—¿De qué iba eso? —grazna Don. Cierro la llave y agarro una de
las toallas azules para secarme.
—¿Necesitas coños en tus filas?
—Parecía más que eso.
—Se rindió, es inaceptable.
—Estabas destrozándolo mientras entrenabas, ¿Qué te sucede?
¿Laska está afectándote? Puedo…
No, ella no ganara esta guerra.
—Es una chiquilla —le recuerdo a él o quizás a mi—. Estoy
molesto por la entrega, eso es todo.
Entrecierra sus ojos, pero decide dejar pasar lo que sea que su
jodida mente analice.
—Si, eso fue una mierda.
—Que no sucederá —sentencio—. Te repondré el dinero.
—Eso no es necesario, lo sabes. Deja de echarte culpas que no son
tuyas. Te conozco, eres de mis mejores hombres.
El segundo, eso es lo que no dice. No puede admitir ese golpe de
ego. No me molestas que antes sus ojos Roth Nikov sea todo lo que
puede ver, porque su hermandad es tan fuerte como los cimientos de
La Orden e incluso cuando estén alejados. La lealtad -que nunca creí
un hombre como Don podría sentir- esta toda dirigida hacia su
antiguo Consigliere.
—Confió en ti —dice palmeando mi hombro—. Nunca me has
decepcionado, te ganaste ser mi mano derecha. No pierdas eso de tu
mente, no por un mal negocio.
—Bien —concuerdo mordiéndome la lengua.
—Lleva a Laska a comer, le prometí sacarla, pero tengo una cita
con Damon y no puedo cancelar. Es importante.
—Descuida, la llevare.
—En algún restaurante de la familia —indica. Porque sabe que
ella sigue siendo un volcán a punto de erupción. Se marcha y termino
de cambiarme informal, porque aún debo volver al departamento. Mi
jugada es estar alejado de ella todo cuanto me sea posible.
Esta sentada en la entrada como una niña buena, escuchando
música de su iPod cuando me ve llegar.
—Nos vamos —indico. No veo a Don por ningún lado. Mi actitud
es grosera y no la espero, empujo la puerta y respiro al ver mi
juguetito. Me complace verlo aparcado al lado de mi camioneta,
camino hasta el abriendo la puerta del copiloto para la chiquilla.
—Obvio es tu auto —murmura con un tono orgulloso.
—Llego anoche —respondo a modo de explicación. Frunzo el
ceño cuando me doy cuenta de que ella ocupara algo más mio, mi
bonito y lujoso deportivo. No me gusta compartir.
—¿A cuántos debo asesinar para tener uno?
—Es un bebe costoso —respondo.
—Quiero conducirlo.
—No.
—¿Por favor? —Hace el intento de un puchero—. He sido una
niña muy buena.
—Dile eso al cadáver que desaparecí hace días.
—Si somos sinceros, en tres semanas y solo un incidente es una
media buena ¿no crees?
Y aquí estamos, esto es lo que le gusta. Este tira y afloja, estar
continuamente tirando de mi paciencia.
—¿Qué ganaría yo con dejarte conducir mi auto?
¿Por qué sigo hablando con ella, mientras tengo la puerta abierta
de mi coche?
Tiene el pelo recogido en una coleta, sin una gota de maquillaje
recordándome lo joven -menor de edad- que es. Su leggins es corto,
inapropiado y el top deja su cintura desnuda. La piel la trae roja, por
el esfuerzo de lucha, entonces veo cuatro dedos marcados en su
antebrazo y sin fijarme le agarro la muñeca, inspeccionando esos
dedos, es muy reciente.
—Ganarías ver una mujer sexy detrás del volante —habla,
respondiendo mi pregunta.
—¿Quién te hizo esto? —magullo. No me gustan esas marcas. Su
piel es suave, y blanca.
—¿Recuerdas que estaba entrenando? Tu capo siempre queda con
peores.
—No me importa sus marcas, me molestan las tuyas.
¿Qué, coños? ¿Por qué acabo de decir eso?
Ella alza la mirada, sus pupilas dilatándose.
—Es tu Capo, tu prioridad…
—Le diré que baje la intensidad. Eres una niña.
Se acerca y me toma un nivel supremo no retroceder. Esta
demasiado cerca, su cuerpo pegado al mio, sus tetas contra mi pecho,
suelto su mano, quizás eso la haga recapacitar.
—Mi cuerpo y mi mente no son de una niña, Escorpión. Estas
fingiendo no ver lo que tienes en tus narices —Una de sus manos
agarra mi playera y entrecierro mis ojos. Ella se alza, en las puntas
de sus pies para poder más o menos estar a mi nivel—. Mi cuerpo te
levanta el deseo, que vivas fingiendo que no, eso es otra cosa.
—No sabes lo que dices —magullo.
—Estas mirándome los labios —acusa. Dejo de hacerlo al
instante. Ella sigue jugando con mi mente. Don no la conoce del todo
u omitió decir lo desquiciada que esta.
—Sube al coche.
—Por lo regular me disgustan las ordenes, pero las tuyas me
encantan.
Me suelta riéndose y sube al coche, pero no se queda en el asiento
del copiloto y al darme cuenta quiero agarrarle una de sus piernas
mientras pasa la caja de cambios y se sienta detrás del volante.
¡Maldita chiquilla!
—No vas a manejar mi coche —grazno.
—Anda, sube guapo. No quieres montar una escena aquí, no otra
luego de tu drama allá dentro. Me gusto, por cierto. Me enseñaras ese
juego de patadas, fue muy caliente.
—Alaska —gruño apretando los puños. Me reta con la mirada y
me paso la mano por el pelo antes de deslizarme de copiloto.
Chiquilla del carajo. Alza la palma de su mano, pidiéndome la
llave—. Voy a estrangularte.
Le doy las llaves de mi Bugatti divo, la edición de oro. Limitada a
solo cuarenta modelos en todo el mundo y es esta chiquilla quien
manejara mi máquina. Don debe empezar a subir mi sueldo.
—¿Se puede hacer en el sexo? —pregunta genuinamente curiosa.
Satán, mátame.
—Si —respondo entre dientes.
«Es un límite, es una cría. Es un puto limite».
—Lo probaremos, cuando me pierdas el miedo.
—Jamás pasara y no tengo miedo de nada.
—¿Ni a tu capo?
Sonrió cuando pregunta, y la observo.
—Ni a mi capo. Le tengo respeto, pero no miedo.
—Somos muy similares —pronuncia sacando el coche de reversa.
—Si le haces una ralladura, te matare —amenazo. Y no es vacía,
es una sentencia. Por primera vez dejo que perciba mi oscuridad. El
reducido espacio se llena de una tensión inexplicable. Y empiezo con
ese hormigueo leve detrás de cuello, en el comienzo de mi pelo. Es
raro, y a la par reconfortante.
Ella tenía razón, gane ver a una mujer ardiente detrás de mi coche.
Y maneja rápido, al nivel de adrenalina que me gusta, aunque no lo
admitiré jamás. Al llegar a casa estoy molesto, conmigo por ser débil,
por verla, robar vistazos cuando estaba concentrada en la carretera.
—A las doce iremos a comer.
—Creí que era con tu capo —revira confundida.
—Tiene un compromiso importante —Como la veo entrecerrar los
ojos continuo—: con su hijo, Damon.
—Oh —Parece estar fuera de balance con eso—. ¿Es buen padre?
—El mejor —Y no tengo que pensar un segundo mi respuesta.
Dominic Cavalli es de los pocos hombres dentro de la mafia que daría
todo por sus hijos y su esposa, incluso su vida.
—Usare la piscina —anuncia parpadeando. Siempre hace eso
cuando se siente incomoda con un tema—. Sin abolladuras.
Me tira la llave de mi deportivo y me quedo viéndola desaparecer
por las escaleras.
¡No pienses en ella desnuda! Debería ir al banco, es viernes y
siempre es bueno pasar unas horas en la administración. Don ha
dejado el banco de lado, enfocándose más en los casinos donde la
Joya Cavalli pasa todo el tiempo. Me deslizo detrás de mi escritorio,
resistiendo la tentación de abrir las cámaras de seguridad y espiarla.
Me estoy volviendo loco.
Mi móvil vibra y veo varios mensajes, entre ellos el más reciente.

Savannah Williams:

¿Me necesitas en NY?

No.

Solemos vernos frecuentemente, pero no estoy de ánimos.

¿Estas bien?

Si.

¿Por qué estaría mal? Y eso es todo, no necesita más información.


Tengo varias llamadas de mi madre, porque ahora se porta más
interesada en mi persona que de costumbre. Esta media paranoica,
creo que saber que Laska es hija de Gabriel Cavalli la desquicio o tal
vez quizás que sea descendiente de Isabella Schiavone.
Mi madre repudio la madre de Don por años, no se cansa de repetir
como Isabella fue la destrucción de Gabriel y bla, bla. Nuestros
padres fueron buenos amigos antes de mi nacimiento, y escuchar sus
nombres en pláticas o discusiones de mis padres fue normal en mi
casa. De pequeño no se me permitió convivir con Don o su hermano,
siempre apartado. Supe que su infancia era un asco en manos de
Gabriel y mi madre del mejor modo posible, buscaba protegerme.
Cuando se nace en la mafia, conservar una niñes intacta es algo casi
imposible, pero no tuve el mismo destino que los gemelos Cavalli.
Aunque en la parte de mis hermanos fue distintos, mi hermano del
medio murió peleando para entretener a Gabriel y el tercero se
suicidó. Mi pequeña hermana fue vendida a un Narco -por eso mi
interés en conectarme con los narcos mexicanos y colombianos- y la
trasladaron a la selva donde nunca se ha sabido de ella. Si vive o está
muerta, quizás sirviendo a la guerrilla. No tengo idea y tuve que hacer
en cierta forma las paces con el destino cruel que tuvo.
Demasiado temprano para pensar en eso… Niego concentrando
en varios correos de trabajo. Respondo mis pendientes, con un
pensamiento carcomiendo mi cabeza.
«Somos muy similares». Ídem, Laska. Ídem.
***
El coño de… ¿Ann? ¿O es Serafina? ¿Bella? ¡A la mierda!
Las tetas le rebotan y chilla, su coño no está haciendo el trabajo, o
mi mente no está en follar del todo. “¿Estrangular?” Mi mano derecha
le rodea el cuello, buscando algo, joder estoy frustrado sexualmente.
Tres semanas sin sexo, es la sequía más larga que he tenido.
Follo con Savannah cuando me place y también tengo mujeres a
mi alrededor, de donde elegir o cuales cazar en algún que otro bar.
Sexo de una noche sin más.
Como la chica sobre mí, entro al bar le invite una copa y
terminamos follando en una casa de seguridad. Aunque no lo llamaría
follar, ella es quien está usando mi polla como un vibrador.
El sonido de mi móvil, ¡gracias lucifer!
—Debo contestar eso —digo lanzando mi mano hacia el sofá—.
Romano —ladro al responder sin ver el número.
—Señor —Treston, el seguridad de Laska es quien me ha
llamado—. Creí prudente informarle que la señorita, Alaska ha traído
un chico a su departamento.
—¡¿Qué?!
—Creo que es un amigo…
—¡¿La dejaste meter un extraño a mi casa?!
Empujo el cuerpo de tetas saltonas fuera de mi polla cubierta por
un preservativo. Ella se queja de algo pero me vale. ¡Esa chiquilla de
mierda cree que puede follar en mi casa con un maldito imbécil!
—No se me informo de prohibiciones.
Joder, tiene razón. Jamás prohibí que ella recibiera amigos porque
creí ¡que no tenía ninguno!
—Quédate vigilante, ¡que no entre a ninguna habitación!
Corto antes de que siga hablando y me levanto, quitándome el
condón.
—¿Qué…?
—Largo —le ordeno a la mujer sin nombre, le tiro el vestido que
ella misma se arrancó al entrar y saco unos billetes—. Toma para el
taxi.
—No necesito tu dinero, imbécil.
Me encojo de hombros, me importa una mierda. Toma su vestido
y sale indignada. Giro mis ojos y termino de acomodarme saliendo
de la casa. Señorita sin nombre está caminando por el sendero
mientras se termina de poner el vestido. Era un buen pedazo de culo.
Entro a mi bugatti y acelero, cruzándole a toda velocidad, la casa
de seguridad está relativamente cerca de mi penthouse y el tiempo se
me hace eterno mientras la imagino dejándose tocar por un idiota
cualquiera, ¿quién coños es? ¿Desde cuándo tiene un amigo?
Quizás quiere asesinarlo… ¿Llamo al equipo de limpieza?
La idea de que quiera asesinar a un hombre y no follárselo no
debería ser tan buena en mi mente. ¡Jesús! Estoy perdiendo la razón.
Aparco en mi plaza y troto hacia el ascensor, digitando el código
de seguridad. Golpeo mi pie desesperado hasta que recuerdo
arreglarme el pelo y entrarme la camisa en el pantalón. Parezco un
adolescente a quien atraparon teniendo sexo. Finalmente las puertas
se abren y lo que me recibe es una risa. Vivaz, natural y contagiosa.
Ella está riendo… No recuerdo haber escuchado su risa antes. Ver
sus labios alzarse de vez en cuando si, mayormente cuando está
siendo burlona o sanguinaria.
Sonrió cuando asesino aquel hombre, ella lo disfruto cada segundo
en que vio la luz salir de sus ojos y gimió como si el más dulce de los
orgasmos la sacudiera.
Irrumpo en mi sala, paralizándome un segundo. Hay un hombre
en mi sala, con un pantalón rosa chillón y una camisa de flores en
distintos tonos de rosa, también tiene una boina crema en su cabeza
y unos botines -que seguro son de mujer- marrones en sus pies.
Treston, el seguridad que adjudique para Laska está parado como
un militar haciendo guardia. Él hombre tiene treinta y tanto años, es
una máquina de músculos y piel canela que no se atrevería a tocarle
una hembra de pelo a la chica o a mirarle de forma inapropiada. Es
uno de mis mejores y particulares hombres, me lo traje directo desde
Italia.
Y ella, oh esa mujer… chiquilla. Esta sentada en la alfombra
blanca con dos cafés de Starbucks en esos horribles vasos de cartón
verde. Y hay un motón de telas de colores y texturas encima de mis
muebles. No entiendo lo que veo, espera un escenario donde debía
asesinar a un hombre y luego darle a ella unas buenas nalgadas por
follarse a quien sea en mi casa.
—No te esperábamos en casa amor —musita lamiéndose la crema
batida de los labios. Joder, esta preciosa. Parpadeo.
—No soy tu amor —gruño.
—¿Este es el famoso Romano? —cuestiona el hombre en una voz
muy sugerente.
—Él mismo, te dije que era un bombón —suspira la serpiente
venenosa.
—Sal —le ordeno a Treston. Con su agilidad y silencio habitual
desaparece—. ¿Por qué hay un hombre en mi casa?
—¡Hombre dices! —se ofende su amigo—, ¡no, no cariño!
—Nicklaus te presento a Knox Kennedy, artistas y pronto dueño
de su propia marca de ropa.
—Puedes llamarme, Knox, no ella o él, no me gustan las etiquetas.
Miro a Alaska, quien seguro perdió la cabeza.
—¿Por qué traes un extraño a mi casa? —rujo molesto.
—Es mi amigo —Hace un puchero desde el piso, trae el pelo
suelto algo que es raro en ella, mayormente le gusta en una coleta y
está usando jeas azules con una blusa de seda roja. Joder, el rojo es
su color. Su piel resalta y sus ojos parecen dos esferas de azul
brillante.
—¿Desde cuándo lo conoces?
—Hace dos o tres horas —Tiene que ser una maldita broma—.
Dame crédito, ni quiera intente matarlo. Algo es algo.
—No puedes traer gente para follar o matar a mi casa —acuso
entrecerrando mis ojos.
—No quiero follar a Knox.
—Eso —Secunda el hombre.
—Y tampoco asesinarlo, al menos no aun —continua.
—Gracias por eso —Vuelve a hablar el tipo.
—Knox me está ayudando, necesito un guarda ropas. Don dijo que
podía renovar mi vestuario —Explica desde el piso—. Estamos
viendo telas y colores. Así que puedes ir a tu despacho y vigilarnos
desde allí, ¿te parece? Knox no tiene intenciones de follarme y el
único que me gustaría que lo hicieras eres tú, pero no te atreves.
—¿Por qué? Si eres un bombón —Jadea el hombre sorprendido.
—Está esperando que sea legal —responde la chica pasando mi
limite. Gruño y me giro dejando a esos dos monstruos juntos. De
camino al despacio le escribo a Treston, lo quiero en mi oficina
inmediatamente. Recibo su respuesta.

En su correo.

Abro lo que me indica y respiro relajándome. Eficiencia y rapidez,


dos cosas que me gustan más que nada y Treston lo sabe.
Un informe detallado del tal Knox Kennedy ya se encuentra en mi
correo. Un australiano, familia conservadora -él claramente no lo es-
fue desheredado por un escándalo con su sexualidad. Se dedica a la
moda y el arte. Y los vínculos que tiene, veo algunos nombres
conocidos dentro de La orden y también de la mafia. Eso explica
porque no se asustó cuando su nueva amiguita menciono lo de
matarlo.
Enciendo los monitores de las cámaras, enfocando las tres de mi
sala, no quiero dejar ningún ángulo libre. Me importa una mierda si
cree que la estoy espiando o no.
La está tocando… Quien quiere asesinar a alguien ahora soy yo.
Le prueba las telas, le toca la cadera y a veces cerca de los pechos.
Mueve mucho las manos y voy perdiendo la tranquilidad a cada
segundo. No me concentro en mi laptop y tampoco puedo pensar con
mucha claridad. Llamo a mi madre para distraerme, más de lo mismo
si Laska ya no está viviendo conmigo, que cuanto espero para
retornarla. Termino cortando la llamada y mejor entrando en los
negocios. Debo ir al club esta noche, dar un par de vueltas y dejarme
notar. Podría llevarla conmigo, quiero llevarla.
Sera beneficio tener otro ambiente y distraerse. Cansado de mirar
la pantalla, salgo del despacho. Les di una hora, eso es suficiente.
—La sección de moda termino —digo señalando el camino de la
puerta. Alaska gira sus ojos, pero se despide del hombre que me pasa
por el lado haciendo una clase de garra con su manos y el sonido con
su boca. Que hombre de lo más extraño.
—Me quitas toda la diversión, ¿Qué parte de que no puedo estar
sola no has entendido?
—Vendrás conmigo esta noche, cámbiate con algo rojo. Ese es tu
color —magullo antes de intentar marcharme pero su voz me detiene.
—No iré a cenar o a aburrirme en un restaurante contigo. No soy
una niña, se asesinar, pelear, manipular y ¡estas tratándome como un
bebe! —grita.
—Baja tu tono cuando te dirijas a mí.
—¿O vas a castigarme? ¿golpearme? Me gustaría verte intentarlo
—reta. Se acerca, pegándome en el pecho con uno de sus dedos—.
Ustedes hombres de mierda se creen superiores, pero conmigo eso no
te queda. Ambos nos criamos en la mafia he visto y echo lo mismo
que tú. No somos diferentes.
La agarro de la cintura y tiro de ella hacia mi cuerpo. Jadea
sorprendida, no es miedo, sino el movimiento rápido.
—¿Qué es lo que quieres de mí? —Corto en un gruñido inclinando
mi cabeza—. ¿Follar? Porque puedo hacerlo, en esta jodida sala. Te
arrancaría la ropa y ardería tu piel con mi boca, cada recóndito lugar.
Y luego me adentraría en ti, y golpearía tan duro Alaska que me
suplicarías que pare, ¿eso es lo que necesitas?
El azul de sus ojos se evapora, reemplazado por su pupila negra
dilatada. Y su respiración se ha alterado, porque aunque asesine,
manipule y juegue, hay algo en lo cual le llevo ventaja. Tengo la
experiencia de como seducir a una mujer, se volverlas locas. Pedir…
implorar más. Llevarlas al punto de que sus piernas tiemblen mientras
se vienen.
—Voy a lamer el sudor de tu cuerpo y estarás tan débil que
terminaras desmayada, y ni eso impedirá que vuelva a follarte, tu
coño terminará rojo y adolorido, tan fuerte y tan mal.
Nuestras miradas están enfrentadas. Mírame, no somos diferentes.
—Entonces hazlo, estoy aquí y dispuesta.
Esto no se trata de amor, ni de sentimientos. Es puro deseo, placer,
ardor. Ella es capaz de sentir mi erección, la que se presiona entre
nuestros cuerpos.
Cierro mis ojos, porque esto se trata de asustarla y apartarla, no de
alimentar su juego, pero es tarde. Camino en esa línea y la cruzo…
—Solo se destruir las cosas bonitas y hermosas, Laska.
—Destrúyeme, por favor.
La alzo, sus piernas se enredan en mi cadera y camino al sofá. Mi
cuerpo cubre el suyo al recostarla, mi mano sin permiso bordea la tela
de su blusa, tocándole la piel. Abro los ojos cuando ella deja caer la
cabeza hacia atrás y se brinda. Si fuera un poco más hijo de puta la
tomaría. Es un límite, no lo pases.
—El problemas es —murmuro casi llegando a donde está su
pecho. No tiene sostén—, que las crías como tú, no saben complacer
a hombres como yo.
La suelto y me despego de ella, alejándome. El deseo se muere,
cuando la humillación entra.
Nicklaus uno, Alaska, joder Alaska mil… Porque este solo es el
comienzo de su juego.
Donde la línea, ya es demasiado difusa. Y ella va a atacar, no sé si
este preparado para su revancha.
CAPITULO 04
“The Devil house”
ALASKA

E l rojo es tu color… Jamás lo habría pensado, hasta que me


ha hecho vibrar con unas pocas palabras, una promesa que
pretende ser vacía. Me encanta su mente, como cree poder
engañarse a sí mismo. Resistir el placer que tiene a su alcance y se
niega a tomar.
«Las crías como tú no saben complacer a hombres como yo».
Un reto desafiante, ¡me encanta! Lo llevare hasta mis pies,
Nicklaus Romano será mi deseo. Mi juguete nuevo. Cierro los ojos
tocándome el cuerpo frente al espejo que refleja la chica vestida de
rojo. Mis juguetes siempre mueren… Terminan dejando salir su
ultimo respiro en mis brazos. Él es distinto, mierda. Somos
demasiado semejantes. Ambos girando en un círculo.
Tomo mi pequeño bolso y salgo al pasillo, camino directo a la
sala principal donde se encuentra hablando con cuatro hombres
vestidos de traje, aunque mi atención está en él. Trae el pelo revuelto,
algunos mechones le tocan la frente y viste muy elegante. Siempre
tiene traje, hoy a elegido una camisa negra sin corbata y un pantalón
en el mismo color.
Es la ropa que usas para asesinar.
—Estoy lista —anuncio cortando sus instrucciones. Su personal
no me dirige ni una sola mirada, parecen entrenados para ignorarme.
Bueno, es lo mejor para ellos. En cambio él puede tener sus ojos
azules clavados en mi cuerpo. Se aclara la garganta luego de que me
recorre por completo.
—Cinco minutos —dice haciendo que sus hombres desaparezcan
apresurados por la puerta principal de su penthouse—. Me llamo la
atención que no usas joyería.
Se inclina tomando una caja negra de la mesa central.
—No tengo el dinero para comprar las que me gustan, y nunca me
veras con algo falso o mediocre.
—Umm, lo imagine. Tengo algo para ti —Se acerca a mí con la
caja extendida—. Te has portado bien, mereces ser recompensada.
—¿Me inclino o me pongo de rodillas?
Sus ojos brillan con malicia, quiero sacar ese demonio que trata
desesperadamente por esconder. Vi una sombra de eso en el
gimnasio. No asesino a ese soldado porque era débil, lo hizo para
mostrar que podía y lo disfruto.
—Un gracias bastara —revira abriendo la caja. Es una hermosa
gargantilla, con un par de aretes y pulsera a juego. Es una delicia de
diamantes. Le ofrezco mi mano, para que empiece a decorar su linda
muñeca. Soy hermosa y lo sé, no hay nada en mí que no atraiga lo
que quiero.
Mi cuerpo, mi rostro, mis palabras… Una combinación peligrosa.
Sus dedos me rozan la piel mientras me decora a su antojo y hay algo,
eso que siempre parece latir cuando estamos demasiado cerca.
Aquello que me nubla la cabeza, va más alla de un simple reto.
Es lujuria y descontrol. Es aterrador como puedo simular las
emociones que los demás esperan de mí. Puedo imitar de forma
perfecta cualquier papel que quiera, dejo ver lo que los demás
esperan, sin embargo con él esa barrera no está alzada.
Su respiración me acaricia el hombro, sus dedos cierran la
gargantilla y luego aparta mi pelo. Mi corazón late furioso y por
primera vez ese impulso de tocar, reconocer y adorar claman salir.
Quiero pasar mis manos por su cuerpo, mi lengua dentro de su boca.
—Listo —musita a mi espalda, no sé cuándo ha llegado allí. Estoy
perdida en su olor, su calor y presencia. Tómame, ahora, aquí… Por
favor.
—Olvide mi abrigo —reviro y me alejo, confundida por mi mente.
Regreso a mi habitación y cierro la puerta. Respiro en lo que se siente
una eternidad. Mi mano tiembla.
«Las crías como tú, no saben complacer a hombres como yo».
Débil, me hace sentir débil. Debería asesinarlo.
***
Nos estacionamos en la carretera, Treston quien se ha convertido
en mi seguridad -como si necesitara una- abre mi puerta. Bajo del
deportivo y él hace lo mismo. Le gusta conducir y lo hace con
elegancia, nunca me había excitado viendo a un hombre hacer algo
tan normal como guiar un coche. Rodea el coche y hace la cosa más
simple del mundo. Tomar mi mano, sin preguntar o pedir permiso.
Nos guía entre la fila de personas esperando en la entrada.
—Señor Romano —Un hombre en la puerta inclina la cabeza y
quita la cinta roja dejándonos ingresar.
—Bienvenida a La Mazmorra —dice cerca de mi oído—. Es una
de mis mejores obras, paso de ser un gimnasio sucio al club más
exclusivo de New York.
Parpadeo, cuando entramos a un pequeño pasillo corto antes de
pasar al bullicio. Una marea de cuerpos baila bajo luces rojas y el
techo alto, tiene jaulas con chicas bailando dentro de ellas.
Tubos donde otras bailan, y un lugar especial una especie de
tarima donde hay un poco más de luz. Bajamos los cinco escalones
hasta estar a la misma altura que el resto. Su personal nos abre
camino. Las miradas caen en Nicklaus un segundo y luego se desvían
hacia mí. Me encanta que me miren como lo hacen, envidia en
algunas y admiración en otros.
Subimos directamente al segundo nivel, donde desde un palco
exclusivo se puede ver todo el club, las personas perdidas en ellos.
Treston me ayuda con mi abrigo y bolso y un mesero aparece
ofreciéndonos bebidas. Para él tienen un bourbon listo.
—Solo una copa —ordena abriendo la botella de vino blanco—.
Es un Pouilly Fumé, te gustara su sabor afrutado.
—Si tu intención es apartarme, no deberías consentirme tanto.
Acepto la copa por primera vez hablando directo y sin trucos
involucrados.
—¿No quieres ser consentida?
—El mundo no suele tratarme así.
—Yo no soy el mundo, Laska —pronuncia. Giro la copa, dejando
respirar el vino antes de darle un sorbo. Esta expectante,
observándome mientras saboreo el vino en mi paladar. Sabe a gloria.
Es suave y si, ligeramente dulce.
—Mas, por favor —sonríe ante mi petición. Esta alzando su mano
para tocarme cuando alguien entra en el reservado.
—Mi buen amigo —murmura un hombre rubio, sin prestarme
atención van directo a saludar a Nicklaus quien le corresponde
encantado. Se dan palmadas en el hombro.
—Callum, no sabía que estabas de regreso en la ciudad.
—Italia es muy aburrido —comenta—. ¿Y esta…?
—No —corta Nicklaus rodeando mi cintura. Me lleva hasta su
cuerpo, como si estuviera marcando territorio. Me agrada su
posesividad al instante—. Laska te presento mi mejor amigo, Callum
Barbieri.
Ofrezco mi mano libre al rubio. Tiene los ojos cafés y el pelo
peinado en un copete, a diferencia de Nicklaus, quien adora un estilo
más oscuro en su ropa, su mejor amigo opta por el blanco. Es joven,
quizás unos veinticinco o poco más. Tiene un brillo burlón en sus
ojos.
—Un placer señorita —musita besando el dorso de mi mano—.
Me recuerdas a alguien, ¿nos hemos visto antes?
Entrecierra los ojos y mira a Nicklaus y luego a mí, alternando la
mirada.
—No soy italiana o americana, dudo haber coincidido contigo en
el pasado a menos que te divierta visitar rusia.
Su sonrisa se amplía negando.
—No soy grato en rusia, sin embargo tus ojos… ¿Tienes otra
hermana de la que no me dijiste nada? —Bromea hacia Nicklaus
quien se tensa. Me llama la atención ese detalle.
—Ya que estas en la ciudad, podrías hablar con Draco —
interviene aun tenso.
—¿Ese idiota sigue dando problemas?
—Algo —concede—. Quiero quedarme el circuito para mí.
—¿Fuera de Cavalli?
—A él no le interesan esas cosas.
—¿Qué es el circuito? —pregunto. No me gusta ser un objeto
decorativo.
—Carreras de autos ilegales —responde inclinando su cabeza
hacia mí.
—¿Autos, eh?
—Me gustan y la adrenalina.
Ya lo creo, me libero de su agarre mirando al mesero que ha
permanecido apartado y le muestro mi copa. Me sirve mientras los
dos hombres comparten unas palabras en voz baja. Debido a la
música no puedo escuchar que están hablando.
Observo hacia las jaulas, desde esta altura quedan muy cerca al
palco. Bebo un poco más de mi copa, embrujada por los cuerpos de
las chicas. Allí seductoras e inalcanzables. Y a él le fascina esto, por
ello las tiene allí, son una especie de espectáculo. Esta animado,
platicando con su amigo.
—Me gustaría dar una vuelta por el club, Treston me acompañara.
Entrecierra sus ojos.
—Bien, está prohibido subir o bajar —advierte.
—¿Por qué? —Me termino el vino saboreando las gotas de mis
labios. Él no pierde detalle mientras responde.
—Sexo arriba, muerte abajo y contigo no sé cuál de los dos sea
más peligroso.
Su amigo se encuentra intrigado, sin perdernos detalles parece
querer descifrar que sucede entre Nicklaus y mi persona. Dejo mi
abrigo y me acerco a la puerta.
¿Sexo o muerte? Es algo que aun deberemos descubrir.
Mi sombra no pierde detalle de todo lo que hago, paseo desde el
bar a la pista de baile analizando las jaulas que tanto me llaman,
vamos por los camerinos donde las chicas se alistan y alguien les
cuenta el tiempo entre vestuarios. Treston se encuentra incomodo
mientras me mezclo con ellas, soy buena alagando y pronto tengo al
menos cinco de ellas maravilladas con mi vestido y cabello. Me gusta
ser el centro de atención, ¿Qué puedo decir?
—Esto es hermoso —murmuro con mi voz dulce, la mejor que
puedo fingir.
—Con esas joyas se te vería perfecto —coincide la rubia de quien
no memorice su nombre. Le sonrió, tiene un lindo cuello.
—¿Crees…? —Muestra inseguridades que no tienes y la gente
sacara su empatía.
—¡Por supuesto! Pruébatelo.
—No, no… No podría —Niego entregándole las dos prendas
pequeñas cargadas de pedrería artificial—. Además mi seguridad no
me pierde de vista.
Murmuro señalando con mis ojos hacia Treston en la puerta. Le
demostrare a Nicklaus Romano quien es la cría aquí.
—Eso déjamelo a mí, cariño.
Me guiña un ojo dándosela de chica malota. Necesito amigas o no,
terminaría envolviéndolas en mierdas duras sin dudar. Sonrió cuando
se le para al frente, Treston no sabe dónde meterse teniendo una rubia
semidesnuda frente a él. Finjo estar entusiasmadas con las demás
chicas. Funciona de maravilla tener una distracción.
Me quito mi vestido y las braguitas pequeñas que esperaba ver a
ese pecaminoso hombre quitarme. Dejo el vestuario con tres chicas
que saldrán a bailar y me llevo mi vestido en la mano. El top brilla
con las gotas de lluvia que cuelgan del encaje que bordea mis pechos
y la parte de abajo bien pasaría por una braga.
Son de color blanco, me hubiera gustado un rojo, pero improvise
mi jugada sin tiempo o recursos. Tres de las jaulas están abajo,
dejando a las chicas para el cambio de baile, elijo la más cercana al
Palco esa que lo hará verme. Está hablando animadamente con su
amigo, sus brazos en la baranda mientras busca algo con sus ojos. Me
quito mis tacones dándole estos y mi vestido al técnico de las jaulas.
—Si fuera tú, no haría eso —advierto cuando intenta tocarme el
muslo. Entro a la jaula y la cierra ahora más cauteloso. Me gusta que
sepan, con quien pueden o no pasar la línea.
—Tendrás un turno de media hora.
No creo lograr cinco minutos, pero no se lo digo. El espacio es
amplio, lo cual permite moverte sin dificulta, encima de mi cabeza
hay dos muñequeras de cuero. La empiezan a subir en el instante que
Taylor Swift empieza a cantar Vigilante Shift.
Sus ojos dejan de buscar cuando encuentra esa tentación que se le
había perdido. Se endereza al instante. Saco la lengua y lamo la palma
de mi mano antes de bajar y abrir mis piernas, una vista deliciosa para
él y tocarme en el centro. Empiezo a mover mis caderas sin perder el
contacto directo con sus ojos.
No corre a dar la orden de bajarme, no me amenaza con castigos
estúpidos. Se queda allí, admirando su nuevo juguetito. La tentación
que lo puso duro hace unas horas, a quien no puede sacar de su
cabeza. Estoy vestida para mi revancha cariño.
No soy tímida tocándome el cuerpo o seduciéndolo, y pronto las
personas dejan de existir. Es solo nuestras pelea de desafió entre
ambos, si me lanzas un reto lo tomare hasta convertirlo en tu contra.
Y jugare a seguir tus reglas todo lo que sea conveniente, pero
eventualmente cederás pequeñas partes de ti, hasta darme todo. Las
frutas prohibidas se disfrutan más, cuando les das pequeños
mordiscos. «I see Red». Las luces rojas caen en mí, haciendo brillar
el bronceado de mi piel. Me inclino hacia adelante, mis rodillas y
palmas tocando la rejas. Allí es donde su mascara se cae… Ven por
tu pequeño ángel, escorpión.
Dejo salir una carcajada que la música no deja escucharse cuando
se gira furioso, su amigo ¿Callum dijo que se llamaba? Intenta
detenerlo. Viene por mí, quizás furioso consigo mismo por caer en
mi juego o lleno de ira por fingir que no disfruta dicho espectáculo.
Vuelvo a tierra saliendo de la jaula con Treston al frente, mi
vestido, braga y zapatos en sus manos.
—¿Una chica no puede divertirse?
—¡Te volare la cabeza! —gruñe Nicklaus hacia el pobre hombre
quien le extiende mis posesiones. Me agarra del hombro bullendo de
rabia y tira de mí.
—No te hará nada —le digo a Treston mientras me dejo conducir
por el hombre molesto.
Nos lleva por un pasillo y luego a una oficina muy linda, que
apreciaría si él no me empujara como un animal.
—Modales —pido.
—¿En qué coños estabas pensando? —grita pasándose las manos
por el pelo—. ¡Mostrándote para todos…!
—¿Prefieres que sea solo para ti?
Estoy cansada de este juego tonto, quiero algo y lo tomare ahora.
Es mi turno de hacerlo retroceder contra el escritorio, desconcertado
lo que trae mio cae al piso y su mano rodea mi cuello al segundo.
—Deja de retarme —Nos gira, mi culo presiona el borde de
madera y sus ojos muestran ese infierno que oculta. Me siento sobre
el escritorio y abro mis piernas.
—Creía que las crías no saben complacer, escorpión.
—Eres una…
—Cierra los ojos —ordeno. Parpadea confundido. Me lamo los
labios antes de buscar su otra mano, sus dedos largos y dejarla encima
de mi coño, solo la tela entre nosotros—. Estoy mojada por ti, y tu
estas duro por mí. Toma lo que quieres, esta noche. Y mañana te
dejare olvidarlo.
Sus dedos se aprietan en mi cuello, restringiéndome el aire. Mi
cintura se curva, ofreciéndome por completo. Él no va a rechazarme,
perdió ese poder.
Sus dedos se mueven en el borde de la tela, tocándome la piel libre.
Me aparto la tela, empapando dos de mis dedos en los fluidos que he
liberado y la alzo hasta su boca.
—Chúpalos.
Su respiración se acelera y la mirada se desvía a mis dedos
brillantes. Le toco los labios y abre estos, dejando que los introduzca.
Parece casi gemir al saborearme, su lengua lame y luego la boca se
le cierra en torno a mis dedos. La lava ardiente que siento me toma
por sorpresa. Asesinar es adictivo, pero esto es más fuerte. El placer
es electrizante.
Entonces se lanza por completo, el calor de su palpa contra mi
vagina sin tela de por medio. Su agarra en mi cuello no flaquea, ni
siquiera cuando introduce uno de sus dedos y luego un segundo.
Aprieto mis piernas… Nadie me ha tocado allí jamás.
—Mas —suplico sin reconocer mi voz.
—Silencio —demanda—. Tú no tienes ningún control aquí.
—Tú lo tienes —garantizo.
Suelta mi cuello, empuja todo lo que hay en su escritorio y luego
deja caer una de sus arrodilla en el piso, alza mis piernas en sus
hombros y me ve, realmente lo hace un segundo, al siguiente sus
dedos están separando mis labios vaginales y lo siguiente es su lengua
reemplazando cualquier pensamiento o palabra.
Pierdo el control de mi cuerpo en la primera lamida y caigo hacia
atrás, una de mis manos en su cabello porque lo quiero en ese lugar
por la eternidad si es necesario. No sé lo que está haciendo ni como,
pero me retuerzo y suplico en ruso -un idioma que no entiende- que
me penetre, me rompa y fragmente en todo cuanto desee y más, pero
que no deje jamás de tener su boca en mí.
Mis piernas empiezan a temblar y se detiene…
—No, no ¡Por favor!
—No vas a venirte —advierte poniéndose de pie. Se está
limpiando la boca con su pulgar y luego se lo chupa.
—Sabes que lo quieres —Jadeo, no dejare que venga a jugar a la
moral conmigo.
—¿Qué si quiero joderte en esta mesa? ¿Ahora? Si, mierda claro
que sí.
Su confesión me toma con la guardia baja.
—Hazlo, ahora. Tómame.
—Sabes porque no lo hago —revira arreglándose el pelo.
—Sino me das lo que quiero, saldré por esa puerta y lo tomare del
primero que vea.
Se mueve con rapidez, mi cuello vuelve a estar bajo su poder y esa
mascara se cae del todo.
—Dejare una estela de sangre, de cualquiera que te toque o este
remotamente cerca de ti, ¿esto era lo que buscabas? Que cayera a tus
pies, que perdiera la razón por ti. Un juego seductor —amenaza
lamiéndome la mejilla. Estoy a punto de venirme solo con esas
palabras—. Y muy peligroso, sin embargo no tienes miedo. Porque
te gusta…
—Si —gimo—. Por favor, tócame.
—Está mal en tantos malditos niveles —gruñe.
—Son tus reglas, eres el dueño de tu universo —murmuro—. En
tu mundo y en tus reglas eres libre, ambos lo sabemos —Le agarro la
mano, devolviéndola a mi coño, ahora a un punto de arder solo con
un toque—. Hazme venir, sería mi primera vez y te pertenecería.
Ambos sabemos que lo deseas, por eso las joyas, el color. Soy tu
muñeca bonita, solo tuya. Tan igual a ti, eso es lo que te asusta… Te
recuerdo lo que te niegas a mostrar.
—Maldita —sisea moviendo sus dedos sobre mi clítoris.
—¿Por qué asesinaste a ese hombre en el gimnasio, Nicklaus?
—Porque puedo —gruñe. Empieza a follarme con sus dedos,
entrando y saliendo encontrando esa barrera que lo obliga a tenerse.
—La verdad, ¿Por qué? ¡¿Por qué?!
—¡Te miro! —confiesa—. Te observo como si podrías ser suya,
algo tan precioso y maravilloso, en sus sucias manos.
La lujuria extrema que experimenta mi cuerpo va más alla de lo
correcto y me abro, dejándolo tomar todo lo que quiera. Ahora, en
este momento soy suya. Mis piernas empiezan a temblar, es
incontrolable, subo en una espiral y caigo hacia un precipicio,
sintiendo el placer y la adrenalina correr desde la punta de mi dedo
gordo del pie hasta la punta de mi cabeza.
—Di mi nombre —demanda cuando grito en la nube más elevada
de esta nueva droga.
—¡Nicklaus! —chillo cerrando mis piernas con sus dedos dentro
de mí. Me contorsiono sobre su escritorio, en prácticamente sus
brazos cuando deja mi cuello y me rodea la cintura.
—Eso es… Respira ángel, vuelve a este infierno conmigo.
Nunca he sentido mi cuerpo tan liviano y satisfecho, sus labios me
recorren el hombro y la clavícula. Sus dedos se empujan en mi boca
y lamo, saboreándome en ellos. Los limpio como una niña buena.
—Ummm —gimoteo cuando los aleja.
—No vuelvas a mostrarte así o hablare enserio sobre castigarte —
dice dejando de besarme el hombro. Su mirada esta oscurecida—.
Vamos a casa.
Nunca tuve una casa a la que volver y se siente bien tener una por
primera vez.
Está a punto de dejarme cuando la puerta de su oficina se abre, me
cubre con su cuerpo, tapándome del intruso. Escucho un pequeño
grito, hasta que muevo mi pelo y veo a la pelirroja en el marco con
los ojos muy abiertos por la sorpresa. Me observa y luego a él. Su
rostro me suena de algo, pero me siento tan drogada en este instante
que mi cerebro no conecta con quien o de dónde.
—Savannah —murmura Nicklaus con desinterés, esa voz neutra
y fría que emplea con los demás—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Creí… Creí que estabas mal —Ella responde parpadeando.
—Cúbrete —me ordena a mi dejando de lado la complicidad que
teníamos hace segundos—. Tú y yo, afuera.
Salen de la oficina y me quedo procesando la mujer, ¿Por qué me
suena de algo y no logro ubicarla en mi cabeza? Levanto mi vestido
poniéndomelo y sostengo en mis manos las zapatillas. Las bragas la
guardo en una de sus gavetas, encima de unas carpetas amarillas. Ha
tumbado todo al piso, ¿desde cuándo no se permitía perder el control?
Sonrió saliendo al pasillo, donde la mujer está discutiéndole.
—¡Creí que estabas mal!
—No eres mi niñera —revira Nicklaus. Treston está antes que
ellos en el pasillo, alzo mis zapatillas para que las sostenga.
—Llévame a casa, grandote.
—Señorita —Asiente. La pelirroja me mira con la rabia
destilándole por todas partes.
—¿Quién es esta zorra?
—¿Enserio ese será tu plan? ¿Llamarme zorra y ponerte a hacer
una escenas de celos ridícula? Follaste un hombre de la mafia, ¿creías
que habría fidelidad o un felices para siempre?
—Calla a tu puta o lo hare yo —Se atreve a decir.
—Me gustaría verte intentarlo.
—Laska —regaña Nicklaus—. Ve al coche, ahora.
—Pero quiero asesinarla —reviro—. Imagina lo divertido que
sería quitarle la piel poco a poco, usaría un taladro para su cerebro, el
que claramente necesita una revisión urgente. Treston —llamo al
hombre en mi espalda—. Lleva a la señorita, donde sea que vive. El
señor Romano se encargará de mí.
—No te atrevas —le advierte la mujer, mientras Nicklaus me
desafía con la mirada y le sonrió.
—Treston llévate a Savannah —ordena sin dejar de verme. La tipa
chilla indignada y zapatea un poco mientras se aleja, con el seguridad
siguiéndola.
—¿Tengo que asesinarla? —pregunto cuando han desaparecido.
—No —responde—. No es nadie importante.
—Bien, mantelo así —Palmeo su pecho—. Quedamos en la parte
donde me llevas a casa. Y tendrás que cargarme, Treston se llevó mis
zapatillas.

Sonrió más abiertamente cuando bufa… Bienvenido Nicklaus


Romano a mi juego más peligroso. Porque aquí todos tenemos algo
que perder. Algunos la vida y otros el poder.
CAPITULO 05
“Devil like to play”
NICKLAUS

añana te dejare olvidarlo…

M El cielo de New York desde esta altura se encuentra


gris, las nubes empañan la visión que tendría de la
ciudad desde el último piso de Cavalli Corporation Inc. Me gustar
estar en esta altura, siento que de algún modo me encuentro en la
cima del mundo. «Eres el dueño de tu universo».
Ella lo sabe, menos de un mes viviendo en mi casa y observo más
alla de lo que todos ven. Me toco los labios confundido, su sabor
sigue muy fresco y no lo he olvidado, por el contrario quiero repetir.
Mierda. Anoche soñé con ella en mi cama… Estaba sobre mí,
montándome y yo la observaba maravillado. Mis manos estaban en
su cintura y cuando se inclinó a besarme el cuello, su pelo toco mi
pecho. Era una fantasía, dulce y tentadora.
Sus gemidos, maldita sea. Están reproduciéndose en mi cabeza, no
dejan de dar vueltas y vueltas. Estoy duro desde que me desperté y
hui de mi apartamento. Está entrenando con Treston, lo sé porque soy
el hijo de puta acosador que ha revisado las cámaras del gimnasio
varias veces. También tuvo su sección de natación, esta vez rompió
su propio récord de aguantar la respiración bajo el agua.
¿Lo peor de todo esto? Ella sabe que la estoy vigilando, que detrás
de ese lente, me tiene loco y posesivo.
La puerta de mi oficina se abre, me recuesto hacia atrás en mi silla
viendo a Don avanzar con un periódico en la mano.
Olvidé ponerme al corriente con las noticias esta mañana y mi café
se encuentra frio en el escritorio, porque estuve más interesado en
cierta mujer.
—¿Qué es esto? —cuestiona dejando caer el montón de papeles.
Una imagen, estoy saliendo del club anoche—. ¿Por qué tengo a mi
consigliere en primera plana cargando a una chica que ambos
conocemos?
—¿Cómo dejaste filtrar esto?
Alzo el papel viéndonos a ambos, al menos su rostro está cubierto
por su pelo en mi pecho, tiene los pies descalzos y las zapatillas
colgando de su mano. Es la imagen de una chica alcoholizada. Y el
título es escandaloso.
—La otra opción era entrando de las manos a la mazmorra, ¡con
el rostro de una chica que no tiene edad para tomar una onza de
alcohol! ¡¿En que estabas pensando?!
—En hacer lo que me pediste —respondo anotando el nombre del
periodista, sin mirar a mi Capo a la cara. Estoy furioso con esta
imagen. Me importa una mierda si aparezco, pero ¿Cómo ha podido
exponerla a ella? Ahora tendré un cerquitos de periodistas tras mi
persona. Joder.
—Y ese maldito se atrevió a chantajearme.
—No lo volverá hacer —replico.
—Que sea limpio, y no se nos vincule a nosotros ni a La Orden —
dice pasándose la mano por el pelo cuando alzo la mirada.
—Me encargare.
—¿Qué hacía en la Mazmorra?
—No se la puede tratar como prisionera y mis métodos han
funcionado, está controlada ¿no lo vez así? —pregunto tirando a la
trituradora esa basura de papel—. Fue su premio.
—¿Está sucediendo contigo algo que deba saber? —indaga.
Entrecierro los ojos, las imágenes de ella gimiendo vuelven a mi
cabeza de golpe.
—Hasta donde recuerdo, nunca te he guardado secretos.
La mentira se filtra por mi boca sin un ápice de vacilación. Alaska
es mi perdición… Jamás le he mentido a mi Capo y lo acabo de hacer
por ella. Don se sienta en la silla, bajando la guardia.
—Estoy siendo un hijo de puta —gruñe para sí mismo—. Dejaste
Italia en cuanto te llame, te haces cargo de todos los negocios, y te
doy el problema de Alaska y vengo aquí a juzgarte, cuando tu estas
manejando todo de forma impecable.
—Unas vacaciones te vendrían bien —murmuro. No diré que sus
palabras me agradan, porque he trabajado duramente todos estos años
para hacerlo sentir orgulloso de tenerme en sus filas, de la confianza
que me da.
—No hasta que la encuentre.
Britney Ginore, a lo cual ha dedicado todo su tiempo cuando no
está tratando de conquistar a su esposa. No sé cuál de los dos temas
lo tenga más irritado. Ginore es la esposa de Roth Nikov, su antigua
mano derecha, quien siempre dirigió todo su mundo en las sombras.
La chica desapareció hace un año.
—¿Alguna noticia?
—No aun, pero pronto —dice seguro. Siempre tiene un
movimiento bajo su manga—. El cumpleaños de los mellizos se
acerca y con la llegada sorpresiva de Savannah William a mi casa,
Emilie empezó los preparativos. Deberías aprovechar la ocasión.
—¿Para qué? —pregunto enviándole el nombre a Treston del
periodista.
—Necesitas casarte y creí que Savannah era la destinada. Es la
única mujer que te he conocido —susurra extrañado por su elección
de palabras, supongo—. Así los periodistas dejaran de acosarte como
el soltero de oro, además tu oportunidad de tener hijos.
—Sabes mi opinión sobre los hijos.
—Yo decía lo mismo y tengo cuatro —revira.
—Odias a Savannah —le recuerdo mirándolo directamente a los
ojos. Bufa.
—Es insoportable.
—Y aun así, quieres que me case con ella.
—Ya veo el punto —Murmura riéndose. Se pone de pie
arreglándose el traje—. Dejare de incordiar. Nos vemos, encárgate
del estúpido periodista.
—Claro jefe, si deseas puedo manejar yo la prensa. Estas
demasiado estresado con todo.
—Si, tienes razón —concuerda. Me levanto de mi silla caminando
hacia la salida para despedirlo. Abro la puertas y nos estrechamos la
mano. Mi asistente, Grace salta de su lugar rápidamente. Casi
corriendo a marcar la llamada del ascensor.
Es una buena chica, me agrada trabajar con ella. No se lanza a
querer follar y tampoco pone ojitos. Es profesional y eficiente, como
me gustan mis empleados.
Parte de la seguridad de Don lo siguen y desaparecen en cuestión
de segundos.
—Grace necesito una cita con Charles esta noche, el director de
prensa —ordeno.
—Muy bien, señor. ¿Quiere su almuerzo o prefiere salir?
Mi agenda está vacía esta tarde, aun así no me apetece ir por la
ciudad.
—Almorzare en la oficina.
—Señor.
Cierro la puerta de regreso a mi lugar, buscando en mi MacBook
lo que me atormenta. Veo que tengo un texto de Treston. Laska
planea ir a comer con su amigo. Algo que no permitire.
Le doy indicaciones de llevarla a Eleven Madison Park, es de mis
restaurantes favoritos. El sistema de seguridad se despliega y paso de
una cámara a otra hasta encontrarla. En el balcón de mi departamento,
está admirando la vista cuando Treston aparece.
El pelo se le mueve con el viento. No tengo el sonido activado,
pero sé que se acaba de enterar de mis planes. Mueve la cabeza y mi
hombre la deja sola, cuando alza la mirada a la cámara. Sabe que
estoy aquí, espiándola. Sonríe y luego se lame esos labios seductores,
rojos y gordos que quiero morder.
Estoy tocándome la polla sobre mi pantalón sin percatarme.
Hago un acercamiento a su rostro y veo el sudor marcado en su
blusa y tetas. Ha tenido un buen entrenamiento. Me saca el dedo
medio y se desaparece de la cámara, podría seguirla por todo mi
departamento hasta su habitación, el único lugar con privacidad. No
porque no tenga varias cámaras allí, sino porque es el único límite,
que por el momento no cruzare.
El teléfono interno suena; Grace.
—El director de prensa fue informado, puede venir cuando usted
lo solicite.
—Iré personalmente a visitarlo. Informa a Eleven madison Park
que llegare en una hora, cancela mi almuerzo. Y, Grace hoy no
volveré a la oficina.
—De acuerdo señor —Cuelgo el teléfono.
Abro varios correos y redacto las respuestas, mayormente son de
recursos humanos. También firmo tres acuerdos comerciales que
expanden el negocio legal. Dejo todo organizado, incluido los tres
acuerdos en la mesa de trabajo de Grace y me marcho.
Mi nuevo juguete aún no está blindado, pero no puedo evitar
llevármelo recordando que a ella le encanto. Manejo hasta la 11th
avenida, la mayoría me conoce. Es el único lugar donde vengo
regularmente, mi punto débil. Ella aún no está, como suponía. El
gerente está en la entrada dirigiéndome personalmente hasta mesa,
situada contra la ventana de cristal donde puedo disfrutar la vista.
—Bienvenido, nuevamente señor Romano, ¿Qué puedo ofrecerle
de nuestros vinos este día?
—Quiero un Domaine georger 1990, y mi plato habitual para dos.
Mi invitada aun no llega —indico. Trata de no mostrar su sorpresa.
Es mi lugar, jamás he venido con nadie. Y a ella la dejo invadir mi
casa, y ahora partes mías. ¿Qué coños estoy haciendo?
No obtengo respuesta, porque ella viene caminando hacia mí, con
Treston a su espalda. Los comensales del frente dejan de comer para
mirarla, hombres y mujeres por igual. El vestido azul royal que trae
la hace resaltar aún más, se mira una mujer sofisticada y elegante,
con unos botines negros de tacón alto. Sus hombros al desnudo, tiene
puesto el collar que le regale y peinada en una coleta alta, lo cual deja
su hermoso y largo cuello -muy apetecible- a la vista.
—Disculpa la demora —musita como una diosa mística, su dedos
tocan mi antebrazo y se pone de puntitas para besarme la mejilla. Casi
gimo en voz alta cuando respiro su fragancia. Es un perfume
exquisito.
—Llegas justo a tiempo.
—Me alegra saberlo.
Abro su silla, como un caballero. El gerente se escabulle con
discreción y Treston igual. Es mi momento de paz y solo quiero
compartirlo con ella.
—Estas muy hermosa —digo sin pensar sentándome frente a ella.
Parpadea con una sonrisa más discreta asomando en sus bellos labios.
—Pensaba venir de cuero y con un látigo en la mano para
castigarte por arruinar, sorpresivamente mi salida con Knox…
—¿Knox? —Interrumpo.
—Mi amigo, conmigo no debes fingir.
—No me agrada la idea de que salgas con otro hombre —respondo
sincero.
—Es gay.
—No deja de ser un hombre.
—Dejas a Treston conmigo —Prueba a indagar en otras aguas.
El mesero aparece, añadiendo su lugar en la mesa y también la
botella de vino.
—Nunca te tocaría, Treston conoce su lugar —señalo mientras nos
sirven nuestras copas.
—Quieres decir; No se atrevería a ver lo que me pertenece.
—Eso también —Agarro mi copa y doy un sorbo al vino.
Ah, exquisito, no tanto como ella.
Alaska es más un Romanèe Conti del 1945. Aromático y jugoso,
es difícil verla sorprendida y lo consigo con esas palabras. Por la
ventana veo disimuladamente al periodista que identifique de la
imagen de la primera plana, está tomando algunas fotos.
Saco mi móvil y envió un mensaje corto a Treston mientras el
mesero desaparece.
—Tengo un regalo para ti —susurro. Ella parpadea coqueta
bebiendo de su vino.
—Creí que ibas a ignorarme hoy.
—¿Y eso te asustaba?
—Si —confiesa. Abro el botón de mi traje y me inclino hacia
adelante, colocando mis codos en la mesa. Ella no tiene idea del
terreno que empieza a caminar. Yo no soy un caballero.
—Voy a destruir cada linda parte tuya —advierto.
—Destruye el mundo entero si quieres o puedes dejarme ayudarte
a hacerlo, juntos.
—Fuiste una princesa que nadie salvo, ¿no es así? —tanteo el
terreno de su pasado. Alaska no se amedrantar por un desafío. Ella
no duda.
—He vivido en un palacio vació y frio, sin ningún rey poderoso
quien me rescatara. Así que nunca he sido una princesa, Escorpio —
Deja la copa en la mesa, empujándola hacia mí, intercambia nuestras
copas—. Y te cedo el poder de ser arruinada, solo si es por ti. Ambos
sabemos que eres una bestia cubierta de piel humana, pero en tu
interior no eres tan diferente de mí. No tienes moral, ni reglas.
Acéptalo.
—No tengo moral, ni reglas. Al menos no sigo las de la sociedad
—Se lame los labios antes de pasar la lengua en el cristal de la copa
donde tome, justo donde estuvieron mis labios—. Deberías saber que,
el poder siempre procede del dolor y los sacrificios.
—Y del placer, como anoche.
Su tacón se me clava en la pierna, mientras la sube con discreción
por debajo de la mesa. El mantel cubre su movimiento y llega al punto
que quiere. Nuestra comida llega, dos servicios de mi plato favorito;
dos Kobe strip, los mejores cortes de carnes. Papas salteadas, pan de
ajo y mi pasta, Trenette al Pesto. Su pie travieso desaparece cuando
la atención se posa sobre su comida.
—Huele exquisito —gime.
—¿Necesita algo más, señor?
—¿Alaska? —cuestiono dándole la oportunidad a ella.
—No, todo es perfecto. Gracias.
—Señora —Se inclina, antes de marcharse. Ella corta un trozo de
su carne y cuando lo entra en su boca gime cerrando sus ojos. Disfruto
su placer.
—Esto es delicioso.
—Concuerdo —Muerdo mi propio bocado. Si, es un manjar.
Una canción de Michael Bublè se escucha suave y baja, no
tenemos mesas a nuestro alrededor ocupadas por lo cual todo viene a
eso, la calma que me gusta. Ella se adhiere a mi burbuja y me siento
bien, por lo regular cualquier compañía comienza a ser aburrida o
insignificante. A no ser que este asesinando, ese es otro tema más
entretenido.
Comemos todo en silencio, toma dos copas de vino, el cual
también aprecia. La enseñare a disfrutar del buen vino, los más
exclusivos y de lujos, como es ella.
Oh, esa línea se sigue difuminando…
«Te doy mi palabra de que, no te tocara jamás de forma
inapropiada. Nicklaus Romano tiene mi total confianza». Esas fueron
las palabras de Don, y anoche le comí el coño y no he dejado de
fantasear desde ese instante con repetirlo.
Termina de comer su porción de pasta y el ultimo trozo de carne.
—Cuando tu Capo nos sacó del Psiquiátrico su gente me dio de
comer una hamburguesa, y creí que era el cielo de la carne, pero esto
es el paraíso de los cortes.
No parece darse cuenta de sus palabras.
—¿Cuánto tiempo estuviste allí? ¿Por qué? —Es un tema que me
intriga. Estaba en el mismo Psiquiátrico que la madre de Don, que
coincidencia.
—Igor Kozlov nos enterró allí. Avery quería dejar la mafia, y
sacarnos de nuestro mundo, intento delatar a Igor, y eso hizo que él
nos encerrara. Ella se sacrificó por mí.
Se limpia los labios con la servilleta de tela.
—¿Cómo?
—La torturaban a ella, terapia de electrochoques. Recibí algunos,
pero nada como ella. Es un milagro que viva, si yo no hubiera… —
Niega.
—¿Cómo Don llego a ustedes? —Es algo que no entiendo.
—Porque se cosas, que nadie sabe de tu Capo. Y lo use a mi favor,
para salvar mi hermana. Te lo dije, mi palacio no tenía un rey
protector, me convertir en juez y verdugo.

***

La llevo al casino para darle tiempo a Treston de tenerme listo lo


que requiero para su sorpresa. Ella me ayuda activando las maquinas
con la tarjeta digital, la cual reinicia un nuevo siglo de juego.
Avery Kozlova trabajo por aquí, y eso anima a Laska, veo esa
conexión que Don menciono. Aunque ella se volvió reacia a decirme
que puede saber de Dominic, que los demás no. Es ilógico, estoy
seguro de que soy uno de sus hombres más importante.
Él está en su palco probablemente analizando a Laska quien va de
maquina en maquina con mi tarjeta, bastante entretenida. Todo lo que
requiere de un patrón la entretiene. Eso me hace recordar sus legos y
verificar con Treston si necesita más de esas cosas, las cuales
aparecen en mi apartamento por doquier.
Está terminando cuando la Joya Cavalli ingresa con tres de su
seguridad y Savannah a un lado, vienen animadas hablando.
La pelirroja me ve primero y sonríe abiertamente.
—Reina —murmuro hacia Emilie, besándole el dorso de la mano.
—Tu siempre tan bello, Nicklaus.
—¿Y yo no obtengo nada de bienvenida? —Hace un puchero
Savannah.
Se me lanza encima rodeando mi cuello y me planta un beso
rápido en los labios, como detesto las muestras de afecto públicas.
—¡Ustedes son tan bellos juntos! Ya deberían casarse —Sugiere
Emilie dando unas palmadas. Alejo a Savannah disimuladamente. Es
la segunda vez en el día que sugieren esa mierda. Y miro
acusadoramente a la culpable, estoy seguro de que algo comento para
que Don y Emilie estén hablando de matrimonio. Nuestro acuerdo y
trato hasta este momento siempre fue simple. Me daba sexo, yo la
recompensaba con dinero.
No somos una pareja, no andamos juntos y rara vez ha sido mi
acompañante. El tiempo máximo que he pasado a su lado han sido
veinticuatro horas, y eso fue al principio literalmente el primer día
que follamos, porque me apetecía repetir. Y ambos lo hablamos como
adultos, ningún jodido sentimiento ¿a qué viene esta payasada?
—No voy a casarme, Reina. Y de hacerlo, sería como mis
tradiciones mandan.
—Don puede liberarte de esas tradiciones —revira animando a
Savannah.
—Respeto a mi Capo, pero él no tiene ningún control sobre con
quien elija casarme, algo que no deseo —Dejar las cosas claras es lo
mejor, incluso si estoy siendo brusco, pero lo que menos deseo es
alimentar cosas que no pasaran. Falsas esperanzas.
Savannah sin duda ve a la mujer detrás de mí, su cara se vuelve
purpura y no tengo que girarme para saber que ella viene
acercándose.
—Oh, ahora sé quién eres —murmura con sarcasmo Laska—.
Eres Savannah William, la amante esporádica de Nicklaus Romano.
Se detiene a mi lado, con esa actitud de mírenme, soy el maldito
centro del universo.
—Hola, Emilie —continua—. Es un placer conocerte.
—¿Reina? —cuestiono. Está perdiendo el color del rostro y doy
un paso al frente para detenerla de caerse. Su piel se siente fría al
tacto—. Tráele una botella de agua —le ordeno a la pelirroja de
inmediato.
—¿Em? —Dominic llega en un segundo a nuestro lado,
sosteniendo a su mujer pálida. Ella parpadea entonces mirando a su
esposo y luego de Alaska a mí—. ¿Qué sucede, mia reginna?
—Na-ada.
—Necesitas aire, vamos a casa —musita Don, inspeccionándole
las pupilas.
—Aquí está el agua.
Savannah le entrega la botella abierta y Emilie se bebe la mitad
sin respirar. Quizás este embarazada nuevamente, aunque luego de
Anais dijo que no tendrían más bebes. Es la única explicación que le
encuentro a su descompensación.
Don intenta cargarla, pero ella se queja de poder caminar por su
cuenta, así que él la agarra y la sostiene fuerte sacándola del casino.
Ella observa hacia nosotros antes de desaparecer.
—Treston, acompaña a Savannah —le indico—. Y te advierto, la
carta que quieres jugar no va conmigo —gruño hacia la pelirroja.
—Hablas de tradiciones, pero es una mocosa ¿acaso no es esa una
tradición de Dominic?
—Tengo dieciocho años, actualízate —sisea Alaska.
—Es mejor que te muerdas esa lengua —continuo con la mujer—
. Se silenciar de muchas formas, y que creas que puedes chantajearme
hace que desee hacerlo de una en particular, ¿he sido claro?
—Volverás a mí, como todas las veces anteriores —Se aparta para
ver a Laska—. Si, mocosa, ¿crees que eres la primera? No, no lo eres.
Se acostará contigo una noche y luego no volverá a tocarte. Entonces
ira a Italia y me hará suya, para recordarse que solo yo puedo tomarlo,
¿no es así cariño?
—Vete, ahora.
Sonríe, ganando una guerra que solo sucedió en su mente. Se aleja
con Treston pisándole los talones. No la mato porque Dominic
perdería los estribos si la Joya se enterara.
—Qué triste cuando una mujer no se da cuenta, que ese hombre
no va a ella porque la ame, sino porque ella es lo fácil, donde no tiene
que esforzarse. Que patético seria llegar a eso —Suspira aburrida—.
En fin, ¿Dónde está mi regalo?
—Ella no te va a molestar.
—Ricitos rojos es tu problema, no el mio —Encoje sus hombros—
. Si fuera el mio estarías limpiando la alfombra de su sangre.
Estoy seguro de que si, y que también yo le aplaudiría.
—Vamos por algo interesante.
Agarra una botella de agua dándomela para beber, es una de esas
cosas raras que hace que no comprendo.
Nos vamos por el estacionamiento subterráneo, luego de negarme
dos veces a que condujera mi coche. Sin seguridad manejo directo a
la torre, es uno rascacielos medio abandonado, donde almacenamos
cosas no importantes. Ella no entiende donde la llevo, sin embargo
no hace preguntas. Subimos al último piso, otras de mis vitas
preferidas. Las puertas del ascensor se abren en el recibidor del
apartamento no hay muebles elegantes, sino un platico cubriendo el
piso de la sala. Ha oscurecido y en la ciudad se ve llena de luces, pero
eso no emociona a la criatura oscura. Ella chilla de alegría por lo que
está en el piso.
Un cuerpo, un hombre de treinta años, quien nos mira asustado.
Tiene una mordaza en la boca que le impide hablar y sus manos y
piernas restringidas, completamente desnudo.
—Dime que es mi regalo, ¿puedo matarlo? —murmura
entusiasmada. Sonrió tomando la maleta que Treston dejo junto con
el periodistas, saco el maso y un par de guates amarillos de jardinería.
—Póntelos —ordeno. No sé si sus huellas están borradas del
sistema judicial, algo que debo probar con urgencia—. Puedes
matarlo, las paredes están insonorizadas, de igual modo la torre
completa está vacía de no ser por nosotros.
—¡Esta es tu guarida!
—Si te refieres a mi lugar para torturar, sí.
—Lo haces de noche, te gusta la vista ¡que romántico! Dime, por
favor que es mio —señala el cuerpo que se retuerce como gusano.
—Es todo tuyo.
—¡Si! ¡Si!
—Pero hay reglas —corto su emoción.
—No me gustan, ya los sabes.
—Estas si, son un reto —Eso a viva su interés—. Tienes que
matarlo sin derramar una gota de sangre y además, que su cuerpo
entre en esa maleta.
Dejo caer el maso junto al cuerpo, espantando a la basura que
llora. Me inclino muy cerca suyo.
—Serás un lindo mensaje, trata de no llorar mucho. Mi chica aun
no empieza y le tengo mucha fe, ella me hará sentir condenadamente
orgulloso, ¿no es así, mariposa?
—Si, señor.
Está a mi lado, levantando el maso. Tan oscura y retorcida.
—Diviértete —Doy un paso atrás.
Que tan vacíos y oscuros sus ojos se vuelven, muestran la poca
alma que posee. Y eso es lo que está gustándome. Su oscuridad.
Retrocedo, dándole todo el espacio que necesita para divertirse.
Es sexy como se cuadra y sostiene el mango con fuerza. Esperaba
que le ropa el cuello primero, le evitaría sufrimiento, pero jamás he
visto a una mujer torturar o jugar, porque eso es lo que ella hace.
Alaska juega con su presa y se alimenta de su dolor. El primer
golpe es contundente, va por sus manos, romperá sus huesos.
Y es perfecta.
Controla la fuerza de romper huesos, pero no abrir la piel. Su
animalito se retuerce, intenta salir del dolor, ella no da tregua, pasa
de las manos a las piernas, primero un golpe en un tobillo, luego
varios en la rodilla. Mi respiración se acelera.
«Soy tu muñeca, solo estabas adornándome».
Oh, pequeña Laska no estaba adornándote, te preparaba para ser
mia. Ella continúa fracturando huesos y yo libero mi corbata, necesito
respirar. Ladeo la cabeza, observando sus curvas.
Ya no puedo ver esa línea, la que traza donde debo estar y de cual
lado ella se supone este. Debo enseñarle que la paciencia es una
virtud cuando quieres sacar el mayor placer. Las manos y piernas
están en ángulos antinaturales cuando golpea en su columna.
Voy a venirme con tan solo verla romper huesos, ¿Qué tan
enfermo me hace eso?
Tres golpes más y deja caer el maso, ya no escucho el chillido de
angustia de su animalito, solo nuestras respiraciones alteradas. Se
gira y me enfrenta, sus pupilas dilatadas al máximo.
—De rodillas —le ordeno.
Hay dos parpadeos, sorpresa, esa emoción surca su cara. Ve la
corbata en mi mano y cae de rodillas. Entregada.
Camino hasta ella y me inclino rodeando su cuello con la tela,
aprieto un extremo con fuerza. Podría tirar de ella y hacerla caminar
a cuatro patas hasta el dormitorio, donde se encuentra una solitaria
cama.
—No —advierto cuando intenta alzar las manos hacia mi
cinturón—. Abre la boca, eso es… Saca la lengua —Sigue mis
instrucciones, entro mi pulgar en sus labios, los cuales se cierran y
chupan.
Cierro los ojos, imaginando mi polla en su boca mientras me hace
una mamada, mi mano tirando de la corbata, apretando su cuello y la
otra golpeando su mejilla. La saliva goteando por su mentón, y las
lágrimas que bañarían sus mejillas. Ese maquillaje corrido…
Me esclavizaría a sus pies por eso. Abro los ojos y retiro mi dedo,
a lo cual se queja.
—Quiero más, por favor.
—La paciencia es una virtud, dulce criatura mia.
Suelto la corbata y la dejo de rodillas, no se pone de pie. Se queda
donde la dejo, mientras alzo al hombre que solo es un montón de
huesos rotos. Lo arrastro hasta la maleta y acomodo el cuerpo para
cerrarla. Hizo un trabajo majestuoso.
Voy a recompensarla… a su tiempo.
Está ansiosa, desesperada, expectante y muy, muy excitada.
Me encanta.
—Al tamaño justo, ha sido perfecto.
Levanto la maleta, sobre sus cuatro ruedas. No hay rastro de
sangre.
—¿Estas orgulloso de mi?
—Mucho —Respondo. Llego hasta ella arrastrando la maleta y le
ofrezco mi mano—. Tenemos algo que terminar.
Acepta mi mano y la pongo de pie, intenta caminar cuando la
domino por la corbata inclinando su rostro para mí.
—Recibir placer es bueno, pero darlo es supremo. Te enseñare eso
esta noche.
—Sabía que eras un monstruo camuflajeado de luz —Se saborea
los labios, pasándose la lengua de un lado a otro.
La tentación es tan grande, están allí para mí. Puedo esperar un
poco más. Joder. Salimos de la torre y conduzco tres cuadras antes de
llegar a nuestra última cita, luego de esto la llevare a casa.
Treston está en el lugar y se encarga de la maleta, le abro la puerta
a Laska y tomo los papeles. No intenta quitarse la corbata e ignora la
mirada de Treston, quien lidera el camino cargando la maleta. Le
quite los guantes a ella en el coche y los guarde para deshacerse de
ellos. Ingresamos a uno de los periódicos más respetados de la
ciudad. Mi cita, Charles el director de prensa está esperándome en su
oficina, los demás cubículos vacíos, mis chicos han limpiado todo.
—Hola, Charles.
—Señor Romano —saluda dándome su mano, esta pálido de
miedo.
Treston sube la maleta en el escritorio de Charles, abriéndola.
—Tengo algo para ti —El viejo de canas y barriga extragrande
abre los ojos desmesuradamente—. Este chico publico unas fotos que
no debía, también estuvo siguiéndome. Y odio que la gente crea
poder hacer esa mierda conmigo, Charles. Y sé que no nos
conocemos, probablemente creíste que te traía alguna tonta entrevista
de finanzas, lamento las falsas ilusiones, ¿ves ese cuerpo allí,
Charles? Respóndeme, no seas descortés.
—Si-si —tartamudea.
—Podrían ser tus dos hijas, o ese chico tuyo mariscal de campo,
incluso podrías ser tú, pero entonces debo regalarle una cierra a mi
chica, porque ella deberá divertirse cortándote en pedacitos.
Entonces él la mira…
—No hagas eso, Charle —gruño. Su mirada se desvía hacia mí en
un segundo—. No me gusta que la miren y menos ojos tan sucios
como los tuyos.
Tiro el sobre en el escritorio, las fotografías de niñas salen. Las
imágenes asquerosas. Y solo se hizo una búsqueda superficial.
—Que asco —sisea Alaska.
—Concuerdo cariño —digo dando un paso al frente—. Entonces,
Charles estoy aquí porque eres el cerdo que controla la narrativa en
las noticias. Y quiero que seas mi filtro, primero el lamentable
fallecimiento de tu colega; “suicidio” esta es la palabra que repetirán
cada uno de tus empleados y por consiguiente toda la nación mañana.
Mi chico te entregara un listado de nombres, si alguno de ellos sale
en alguna noticia sin mi autorización, estarás acabado ¿entiendes
eso? Publicare tus aberraciones y luego matare, uno por uno a tus
hijos, tu mujer, el joven amante que tienes y cada jodido miembro
cercano a tu familia. Y te dejare ser espectador, de cómo arruinó tu
mundo. Treston, termina este acuerdo.
Estoy a punto de irme cuando recuerdo…
—No quiero ser molestado esta noche.
CAPITULO 06
“Devil like to play”
“ALASKA”

L
a excitación me recorre el cuerpo a cada paso, mi corazón
está sufriendo algún tipo de arritmia descontrolada.
Caminamos uno al lado del otro, por el pasillo que ahora
se me hace interminable. Lo deseo tanto, solo obtuve una probada de
su oscuridad. Quiero más.
Su puerta y la mia colisionan, una frente a la otra. Nos detenemos,
¿Por qué me siento nerviosa? ¿Qué es esto en mi cuerpo? Es peor que
la adrenalina. Expectación… dulce en mi paladar.
—Si entras a mi habitación… —susurra sacando la llave de su
pantalón. Alzo mi mirada hacia la suya, saboreándome los labios—.
Solo tendrás esta noche, no más. Es todo lo que puedo ofrecerte,
Alaska. Una noche.
Su corbata está envuelta en mi cuello y su chaqueta sobre mis
hombros. Parpadeo antes de dar un paso a un lado, hacia mi recamara.
Sus labios se inclinan en una casi sonrisa.
—Buena elección —dice. Abro mi puerta y entro deprisa dejando
caer mi cabeza en la madera. Lo deseo, lo quiero para mí. Una
noche… ¿Eso sería suficiente?
Me quito su chaqueta y la corbata, luego mi ropa sintiendo
confusión. El deseo de la muerte baila en mi interior, es lo único que
conozco semejante a el caos que Nicklaus Romano está despertando.
Quería jugar con él, pero he termino siendo su juguete.
El poder está en sus manos, y lo sabe. Voy directo a la dusha,
entrando bajo la lluvia de agua fría. Me mojo el pelo y mis manos
tocan mi piel, mis ojos se cierran… Una noche.
Se ha metido bajo mi piel. Me seco el cuerpo, con la imagen de él
en mi mente. Mientras me tenía de rodillas, entregada, dócil, fui suya
y me gusto serlo. Abro mi tocador, encontrando lo que busco bajo mi
ropa interior. La tela sedosa enciende mis terminaciones nerviosa, me
cubro la piel y alzo el rostro al espejo. Mi pelo húmedo, tengo por
primera vez las mejillas encendidas y los ojos dilatados. Lo cepillo
retirando el excedente de agua con la toalla y respiro hondo antes de
abrir mi puerta, la suya está cerrada.
Avery me ha repetido tantas veces el tema de no necesitar un
hombre, de querer ser independiente y vivir fuera de la mafia, sin
embargo ¿es eso lo que espero de mi futuro?
Cruzo el pasillo con la respiración alterada y alzo mi mano,
tocando el tomo de la puerta al girarlo esta sin seguro. La abro y doy
un paso en su territorio. Una noche, prefiero caer en la tentación unas
horas que jamás experimentar lo que Nicklaus ha despertado en mí.
Jadeo impresionada, pensé que entraría a una recamara sin más,
pero la primera estancia es una sala, un sofá verde y dos butacas en
el mismo tono. Tiene una chimenea con un retrato abstracto, el techo
es alto y una lampara circular cae en el aire. Es precioso.
El culpable de mi mente atormentada esta al móvil, hablando
italiano mientras se sirve un trago de su bar. No un bar pequeño, sino
un bar real. Esta es su cueva. La madriguera donde el lobo se esconde
y puede ser él, sin restricciones. El amo del universo, un título que le
excita.
Candelabros en las paredes con velas decorándolo… Él se está
quitando la camisa cuando nota mi presencia. Me observa sobre su
hombro, entre la sorpresa y la fascinación.
—Madre debo colgar… —Deja el móvil inmediatamente—.
Olvida lo que dije sobre el rojo, dorado, ese es tu color.
—Si elijo esta noche… ¿Qué pasara mañana?
—Seguiré siendo quien debe cuidarte y nada más —responde.
—Quiero estas horas, pero debes tener en claro que mañana te
ignorare sexualmente por completo y puedo hacer mi vida como me
plazca. No tienes derecho sobre mí, no te pertenezco.
—Somos dos personas que quieren saciarse las ganas, tan fácil
como eso.
—Me agrada —concuerdo sonriendo.
—¿Una copa?
Cierro finalmente la puerta a mi espalda y camino hacia él,
tocando las vitrinas que exhiben una colección de vino espectacular.
He descubierto algunas cosas sobre Nicklaus. El vino es uno de sus
mayores placeres. Hay una botella que destaca, abro el cristal, la
temperatura fría del interior golpea mi pecho ocasionando que mis
pezones se yerguen de inmediato.
—¿Segura que quieres ese? —cuestiona tocándose los labios. Sus
ojos están inspeccionando mi cuerpo. Son llamas salvajes que
envuelven mi piel, así es su mirada, depredadora—. Es un Romanèe
Conti de mil novecientos noventa y cinco, único en su clase.
—Parece que tenemos algo en común, el vino y yo, me refiero,
somos únicos y exquisitos.
Acepta la botella sonriendo.
—Lo comprobaremos —musita lamiéndose los labios, parece
estar degustándome en su mente. Empieza a trabajar el corcho con
maestría sin siquiera despegar los ojos de mi persona—. La tela de
seda es tan delgada que me otorga la certeza de algo…
—¿Sí?
—No tienes ropa interior.
—Nos estorbaría, ¿no crees? —reto.
—Arrodíllate —ordena llevándonos a su terreno. Parpadeo, ¿Por
qué me gustan sus órdenes? Eso que despierta en mi cuando me habla
en ese tono que no permite replica. Jadeo haciendo lo que demanda,
levanto un poco la tela de seda dejando al descubierto mis rodillas
cuando tocan la alfombra negra—. Separa las piernas, así… Justo de
esa manera, ahora inclínate hacia atrás, sobre tus talones y sube la
tela sobre tus caderas.
Expuesta, así es como me siento y de algún modo arrebatara. Mi
sexo se encuentra al descubierto y con mis piernas abiertas, solo
necesita acercarse para tenerlo a su disposición. Mi respiración no ha
dejado de ser alterada y escucho mi propio pulso punzante en mis
oídos.
—Mírame, cariño. Alza esa mirada —Mis ojos lo buscan de
inmediato, mientras se quita la camisa y sus músculos quedan al
descubierto, curiosa detallo algunos tatuajes que tiene a un costado,
son simples muy delicados. El tatuaje sobre su corazón destaca,
jamás vi el sello de la famiglia. Su piel tiene algunas marcas,
pequeñas heridas de batalla al parecer.
Se quita el cinturón dejándolo caer junto a mi pierna, entonces
sostiene la copa, donde ha vertido el vino y acorta la distancia entre
nosotros.
—Te has quedado sin voz, Alaska… Parece que te gusta rendirte
ante mí.
—Si —confieso deleitándolo con una simple afirmación.
—Inclina la cabeza y prueba el vino —Hago lo que me indica sin
dejar de mirar sus ojos—. Abre la boca, eso es…
El vino cae en mi boca y un poco se derrama en mis labios,
bajando por mi mentón y cuello, pretendo limpiarlo con mi mano
cuando él se inclina sorpresivamente y saca su lengua, lamiendo el
líquido de mi piel. El placer explota incontrolable e irreverente. El
dolor en mi vientre se intensifica y mis manos se mueven a su cuello,
quiero su boca, pero no consigo moverlo un centímetro en esa
dirección. Su mano cae en mi rodilla y cierro los ojos, los dedos
largos suben, quemándome literalmente con su toque. Los entra en el
medio de mis piernas, es su pulgar el encargado de mojarse entre mi
húmeda. Gimo bajo mordiéndome el labio, su dedo juega con mi
clítoris en apenas un rose, luego se aleja y abro los ojos desesperada.
Tómame, por favor, ahora.
El dedo cubierto de mis fluidos va dentro de su boca, cierra sus
labios saboreándome en su lengua.
—Mmmm… Exquisita —ronronea—. Mucho más que el vino.
—Quiero probar —suplico.
Sonríe e intenta darme su dedo, cuando mis manos van a su cuello
y lo atraigo hacia mí, nuestras bocas chocan y mi lengua sale a
dominar la suya, saboreándome a mí y el vino. Sabe a frutos dulces.
Su mano rodea mi cintura y me alza sobre sus piernas. Ahora es su
turno de estar arrodillado. Todo a nuestro alrededor dicta que esto es
incorrecto, que estamos rompiendo miles de reglas con esta noche.
Él tiene una misión con Italia, mientras yo pertenezco a rusia y
aun así, mi deseo por Nicklaus es mayor que mi lealtad por Avery
Kozlova y esa parte es aterradora, porque estoy dispuesta a
quebrantar el mundo, por unas pocas horas. He perdido mi rumbo y
la razón, dejando que un hombre ciegue mi mundo.
Percibo cuando pasa el cuero de su cinturón por mi cuello y luego
tira quitándome el aire. Tira con fuerza, mi cuerpo se curva sobre el
suyo. Aprovecha a empujar la tela de mi camisón dorado revelando
uno de mis pechos y lo amasa, provocando unos gemidos fuera de
mis labios. Su mano es fuerte y posesiva, sin tanteo. Nadie ha hecho
esto conmigo, tocar las partes que él ha dominado. El pulgar y su
dedo índice pellizcan el pezón y muevo mi cadera, buscando alivio.
—Quiero lastimarte, Alaska —murmura mordiéndome el pecho.
—Y yo asesinarte —me sincero. Siento su sonrisa en mi pecho
antes de que tire de mi pezón. Grito empapándole el pantalón
mientras me restriego con fuerza, mis caderas tienen vida propia. Tira
de mi camisón, sacándomelo por la cabeza, dejándome desnuda por
completo.
—¿Qué tanto me deseas? —pregunta tirando del cinturón.
—Mucho —jadeo.
—Demuéstrame que estas dispuesta a hacer —demanda lamiendo
mi otro pecho, torturándome. Sopla aire luego de morderme—, para
tenerme en tu interior. Abriré tu carne y te golpeare muy duro, cariño.
Vas a sostenerte de lo que puedas y rogaras, Laska.
—Por favor…
—Quiero que gatees hasta mi cama y en ella, me supliques.
No está jugando con su petición, se aleja apartándome de su
cuerpo. Él lo quiere todo, por supuesto. Trato de hurgar en mi mente
la ira que vendría con un acto como el que me pide. Mataría por tales
palabras a cualquiera y con él, simplemente quiero complacerlo.
Bajo de sus piernas volviendo a mi posición de rodillas, el cuero
me cae en medio de los pechos. No es un cinturón, para él es una
correa y yo soy su juguete nuevo. Estoy muy excitada cuando me
muevo, colocándome a cuatro, las palmas de mis manos contra la
alfombra. Lo siento moverse levantando la copa del suelo, no sé si la
dejo caer o yo la he girado.
Curvo un poco mi espalda, logrando destacar mi culo hacia afuera.
Debería sentirme como una perra domesticada, pero en mi interior
soy una maldita leona. Empiezo a gatear, escuchando el siseo de
lujuria detrás. Puede ver mi intimida y el hilo de excitación que ya se
desliza por mi muslo interno. Me arrastro por su alfombra, gateando
hacia el arco donde deduzco sigue su habitación.
Es su respiración la que se vuelve pesada y me persigue unos pasos
detrás, admirando lo que pidió tener. La segunda estancia es más
amplia que la primera y el tono verde destaca, una cama enorme es
el centro, otra pared está cubierta de trofeos y espadas, párese que le
gusta el esgrima, pues tiene dos trajes elegantemente colocados en
unos maniquíes, también su espacio de trabajo.
Un mapa en la pared sobre un escritorio de madera y luego la vista,
es otra de sus fascinaciones, tener la vista de New York. Gateo sobre
un banco frente a su cama y luego sobre esta, girandome, abro las
piernas, ofreciéndome.
Él deja la botella de vino y la copa en la mesa redonda centrar,
abriéndose el pantalón, mientras mi mano curiosea mi cuerpo, bajo
al medio de mis piernas abriéndome los labios con mis dedos y
tocándome sin pudor.
Se quita los zapatos con desesperación y luego se abre los
pantalones, antes de venir hacia mi como un animal rabioso, deja una
de sus rodillas en el banco y espera oírme suplicar, sin apartar los
ojos de mi coño.
—Pídemelo, Nicklaus Romano —desafío, su ceño se frunce y la
ira cruza su mirada—. Eres tú quien está saltándose todas las reglas
de la Famiglia para probar tu tentación, eres tú quien me desea tan
fuerte que estás dispuesto a traicionar a tu Capo. Eres quien quiere
esto…
Alzo mis dedos mostrándole los hilos de húmeda que juega de un
dedo al otro, antes de abrir mi boca e intentar chupar mi propio sabor.
—Detente —ordena y sonrió.
—¿Lo quieres, Escorpio? —burlo ofreciéndole mis dedos—. Este
es tu veneno, ¿cierto?
—Alaska —gruñe, las venas en su cuello y brazos están alteradas.
—¡Suplícame! —demando con autoridad—. Pídeme dejarte
follarme, implora que te deje sentirme…
Tira de mi pierna llevándome al borde de la cama, mi culo cae en
el banco cuando su agarre se apodera del cinturón. Su mirada brilla
con rabia y malicia.
—Gánatelo —revira—. Y te suplicare.
Su rostro está a la par del mio, saca su lengua y lame mi mejilla
cortándome el aire. Mis manos van a su pantalón, lo empujo hacia
abajo con desespero y escucho su gruñido cuando mis dedos rodean
su verga dura y orgullosa. Nos mueve nuevamente, y termino
arrodillada en el piso y él sentado en el banco. Su miembro cae
encima de su ombligo, se me antoja con solo verlo. Y la saliva se me
vuelve agua en la boca, sin que deba pedírmelo me inclino sacando
mi lengua para lamerlo. Sisea algo en italiano, palabras que no logro
descifrar en medio del deseo.
—Quiero entrármelo en la boca —vocalizo mis pensamientos.
—Es tuyo, cariño. Tómalo.
Mio… Es la palabra que no debió usar. Lo rodeo con ambas
manos, subiendo y bajando, sintiendo sus venas alteradas y
observando el líquido en la punta, con mi lengua lo limpio
saboreando las gotas. Abro mi boca tomándolo en ella, guiándome
por mis instintos. Alza su cadera, impulsándose profundo. Una de sus
manos agarra mi pelo y la otra tira de la correa, cerrándome hasta
cierto punto el aire. Tiene la mirada cargada de lujuria en mis labios
con los suyos entreabiertos apenas dejando salir aire. Esto le gusta.
Suelta la correa para tocarme la mejilla, los actos cariñosos no son
esperados para mí, por ello mi reflejo es apartarme hasta que da una
palmada en mi mejilla, no es dura, pero tiene la fuerza suficiente para
escocer. Me encanta y sonríe, leyendo mi cuerpo.
Su verga la tomo a la mitad, sintiendo que casi me ahoga
retrocedo, parte de mi saliva me rueda por el mentón.
—Puedes hacerlo mejor —reta volviendo a metérmela
profundo—. Mierda… Eso es, ¡joder! —chilla cuando le muerdo.
Una nueva bofetada se une haciéndome gotear. Mis pezones se
sienten pesados y ese dolor en mi vientre necesita liberarse.
La saliva me cae entre los pechos cuando alzo la mirada hacia él,
escuchando sus gruñidos. Esta ido en el placer, como si la del poder
soy yo en estos momentos. Se hunde una y otra vez, follandome la
boca mientras me inmoviliza el rostro y su palma me abofetea varias
veces. Podría jurar que estoy teniendo un orgasmo justo cuando él se
tensa y deja caer su cabeza atrás.
Se agarra la base del miembro y retrocede fuera de mi boca, un
poco de semen me golpea los labios y me inclino por más, mientras
mueve su mano con fuerza. El líquido me golpea un lado de la cara y
en su vientre otra parte, ¿Por qué lo desperdicia así?
Suelto un quejido que lo hace verme en medio de su disfrute.
—Quería probarte —refunfuño limpiándome el que ha caído en
mi cara y luego me lamo los dedos. Delicioso.
Antes de que me quite ese placer, paso mi lengua por su miembro,
limpiando el semen de allí y luego voy a su vientre, sus músculos se
tesan bajo mi lengua. Lamo y saboreo cada parte, maravillada de su
sabor.
—Te falta una parte —murmura con la voz más ronca que antes,
parece que está en un viaje de mariguana. Drogado en otro espacio.
—¿Sí?
—Aquí —señala su pie y una parte en su pantalón. Sonrió bajando
al piso y lo observo mientras paso mi lengua sobre su pie y luego en
el pantalón—. Eres una criatura fascinante.
—Sabes delicioso —respondo lamiendo mis labios.
El juego acabo, me pongo de pie, sus ojos viajan por mi cuerpo
rápidamente. Ve la cicatriz bajo mi costilla e intenta hacer preguntas
que no le corresponden cuando subo un pie sobre el banco y me alzo,
retrocede, inclinándose en la cama. Estoy de pie… parece que todo
se ha invertido ahora. Las puntas de los dedos de mi pie le tocan el
pecho, haciendo presión para que ceda y se recueste en la cama -lo
cual hace- lucha contra su pantalón quitando la última prenda que nos
estorbaba.
—Desde aquí, luces como Perséfone. Una diosa.
Curvo los labios en una sonrisa, admirando su cuerpo desnudo. Su
miembro nuevamente duro por completo.
—¿Y tú quién eres, Hades o Zeus…?
Grito cuando tira de mí, ocasionando que caiga en la cama, en su
segundo su cuerpo cubre el mio, arrastrándose hasta que su boca y la
mia se encuentran unidas y mis piernas se abren para recibirlo. Su
miembro se roza con mi entrada. Su cadera se mueve y la mia va a su
encuentro, necesitando sentirlo. Deja de besarme para amasarme los
pechos con energía.
—Déjame entrar en ti, Alaska… Cariño —implora respirando
entrecortado junto a mi cuello, luego alza el rostro encarándome—.
Permíteme el honor de escuchar tus gemidos, de provocarlos. Déjame
arruinarte, porque luego de mí no existirá ningún otro que te
provoque de esta manera.
Esta rogándome… alzo las manos sobre mi cabeza, entregándome.
Su suplicas se asemejan a una promesa. Un hoyuelo en su mejilla da
lugar, cuando sus labios se inclinan genuinamente hacia un lado. Es
una sonrisa real, no un juego de seducción.
—Pensé que el diablo no rogaba…
—A la persona correcta si, ¿me guardaras el secreto? —Está
besándome el cuello, dejando besos y mordiscos. Una de sus manos
entre nosotros, tocándome el clítoris, asegurándose de que sigo
dispuesta. Su miembro empieza a abrirme la carne.
—No le diré a nadie… Como le rogaste a una cría —apostillo con
saña. Mis manos caen en sus hombros, mis uñas se le clavan en la
piel con fuerza cuando se hunde en mí de una sola estocada. El dolor
crudo y fiel compañero llega de pronto y lo absorbo, saboreándolo
como un aliado. Su cuerpo y el mio unidos, su respiración es
trabajosa y el grito de la mia nos envuelve. Las lágrimas se desbordan
por los laterales.
—Eso es para que no seas impertinente —Su boca cae en mi seno
derecho, cerrándose sus dientes en mi pezón y tira con fuerza,
castigándome sin moverse.
—Maldito hijo de puta —siseo. Me silencia de inmediato.
—¿Quieres más? —pregunta dejando libre mi pecho. Su mano
está en mi boca, silenciándome y solo puedo mirarlo a los ojos,
observa las lágrimas en los laterales. Feliz de su obra—. No te
escucho.
¡Sí! Grito internamente, ¡por favor!
—Oh, eso creí... —burla empezando a sonreír, entonces se mueve
y cierro los ojos curvando mi cuerpo para él.
Esto es... Tan bueno.
Sus golpes contra mi cadera no son delicados ni meticulosos, son
violentos y certeros. Esta follandome como un animal salvaje y
primitivo, un hombre hambriento y sediento de una mujer.
Me quita la mano y caen al lado de mi rostro, tiene los ojos
cerrados mientras empotra. No sé porque alzo mis manos hacia su
rostro, haciendo que me observe.
—Escorpión —gimo. Parpadea y me mira, sus caderas bajan el
ritmo. Y vuelve a hacer eso de girarnos sin que lo espere, esta vez
quedo encima de su cuerpo. Lanzo un gritito cuando siento su
miembro profundo, mi pelo le cae en el pecho y escucho su gemido
de placer.
Sus manos me acarician las piernas hasta subir a mi cadera y
animarme a moverme. Lo cual hago, sintiendo un placer distinto, una
oleada de calidez mezclada con pasión. Me enderezo, mi cadera se
mueve con su ayuda y como si entendiera este tipo de baile. Esta
perdido observando el punto donde su miembro se pierde dentro de
mi coño, la vista le encanta por como sus ojos empiezan a dilatarse.
Es la mirada de la muerte, tan bella y única.
—Eres embriagante —gime dejando caer su cabeza hacia atrás,
las venas en su cuello alteradas. Esta perdido en disfrutar su fruta
prohibida, lo que le advirtieron de no tomar. Es un rebelde
sucumbiendo ante la tentación. Soy su pecado capital.
Mis uñas le arañan la piel del pecho, quiero dejarle marcas. “Mio,
mio… mio” canturrea la voz en mi cabeza. Me pertenece.
Nos gira, cerniéndose sobre mí, libera una de mis piernas hasta
llevar mis dedos a su boca y chupar, dándome un placer extremo.
—Mira como entro en ti —gruñe. Deja mi pierna en su hombro y
me toca el clítoris con sus dedos. Tiene el vientre manchado de sangre
y ahora sus dedos. Su mano me golpea mi monte de venus y es mi
destrucción, no sé qué rompe dentro de mi o si estaba reteniendo el
placer y llego ese punto a superar todo. Mi cuerpo se curva y Nicklaus
se hunde con precisión, siseando mi nombre. Mi vientre se tensa y mi
pierna que descansa en su hombro tiembla.
—Oh, no… ¡Oh!
—Eso es, córrete para mi… Solo para mi —demanda repitiendo
ese golpe. Abro mi boca gritando cuando alza mi cuerpo.
Desmadejada me lleva hasta su encuentro y me besa, bebiéndose mis
gemidos, adueñándose de cada parte mia. Atando mi cuerpo.
Arruinándome…
Parece agrandarse dentro de mis paredes internas y luego el
caliente de su semen alivia mi interior. Deja que mi respiración se
calme, su mano me acaricia la piel que me arde mientras bajo del
paraíso.
—Bienvenida a mi infierno, Perséfone —Las palabras son
pronunciadas en italiano como un dulce canto de sirena.
Mi cuerpo toca sus sabanas, mi piel sensible. Liviana y sin carga,
sintiéndome segura… Y protegida. Me gusta la sensación, con los
ojos cerrados quisiera acurrucarme. Su labios me besan la mejilla,
donde recibí varias palmadas y luego desciende a mi hombro. Creí
que luego de venirse se alejaría de mi sin más, pero se dedica a
besarme y masajear mis muñecas y hombro. Abro los ojos,
reaccionando entre la neblina.
—No usamos condón —murmuro alarmada. Avery me matara.
Escucho una risilla de su parte muy impropia, antes de que se
aparte. Me siento en la cama, alcanzando a ver su espalda.
Mierda, es muy caliente, se está alejando hacia la otra estancia.
Me bajo de la cama y gimo al estar de pie. Dios mio… es como si lo
tuviera dentro de mi aún. Sus sabanas tienen mancha de mi sangre y
por mi muslo baja un hilo de sangre y semen mezclados. Regresa a
la habitación dejando mi camisón en la mesa junto a la botella de
vino, ¿es esta su forma de decirme que es hora de irme? Al fin y al
cabo, ya nos hemos follado.
¿Qué más debe pasar? Tira su móvil en la cama con la pantalla
encendida.
—Los resultados de mi último examen médico —dice caminando
de largo al otro extremo, ¿dónde va? Quiere que me largue,
obviamente.
Veo la pantalla, muy por encima verificando los resultados.
Camino hacia la mesa redonda y agarro la botella de vino, sigue un
poco fría y bebo directamente desde la cabeza. Dios mio, este líquido
es una delicia. Me pongo mi camisón dorado y pretendo huir, cuando
me acerco hacia el espacio de esgrima. Una de las espadas llama mi
atención, tiene un mango bastante grueso. La sostengo en mi mano,
es pesada.
—Eso podría lastimarte —murmura a mi espalda.
—Lo siento, ya me retiro. Es que me fascino el filo.
Giro con la espada en mi mano, tiene una toalla cubriendo la mitad
de su cuerpo anudada en su cadera, donde aún tiene mi sangre. Trae
otra pequeña toalla en su mano.
—¿Retirarte…?
—Se que quieres que me vaya.
—La noche no ha acabado —señala a la oscuridad tras los
ventanales—. Fui al baño para tratar de ser un caballero.
Se acerca alcanzándome, toca la espada y sonríe, parece recordar
algo. La toma, caminando a la cama la deja en la mesita de noche. No
quiere que me vaya, ¿por qué? Y me percato que tampoco quiero
marcharme, no aún.
—Tienes muchos trofeos.
—Mi padrino me inscribió —murmura frunciendo el ceño—. Ven
aquí.
Alza su mano, llamándome a su lado en la cama.
—¿Tu padrino…?
—Gabriel Cavalli —responde—. Quería hacerlo sentir orgullo, así
que me dedique a destacar en todo. Estudie economía empresarial y
social porque fue la carrera que eligió y sigo su plan —señala sobre
su escritorio. Intrigada camino hacia ese especio. Todo está
organizado, una maqueta de la casa blanca destaca sobre la madera y
el cuadro que antes creí era un mapa, en realidad es un esquema. La
casa blanca. Se posiciona a mi lado, agarrando un hombrecito de
plástico y lo coloca en la entrada de la maqueta—. Ese es mi futuro.
—¿La casa blanca? ¿Cómo? —Estoy muy confundida.
—Don tiene poder absoluto detrás de los más grandes del sistema,
pero necesita a alguien directo en ese lugar, siendo la máxima
potencia.
—Eres italiano…
—No para la sociedad, en la próxima elecciones seré uno de los
candidatos.
—Eres muy joven —medito. Qué vida más triste, ser lo que otros
esperan de ti, no tener tu propio destino. Alguien ya gobierna su
vida—. Y necesitas una esposa para lograrlo.
—Puedo ser el primer presidente soltero —Burla. Añadiendo un
toque juguetón, para otra persona seria una especie de broma, pero
puedo ver sus ojos y la pisca de tristeza en ellos.
—El hombre más poderoso del mundo necesita una mujer dulce,
pero fuerte a su lado. Que venga de la humildad, la perciban diferente
al resto y a la par la amen por identificarse con ella. Tiene que ser
perfecta y a su vez llena de imperfecciones —Sostengo otro de sus
hombrecitos colocándolo a su lado en la entrada—. Véndeles la
familia perfecta y tendrás a los votantes a tus pies, aunque teniendo
al Capo detrás estoy segura de que es una elección ya ganada.
Parpadea observándome, alza su mano apartándome el pelo del
hombro y se acerca despacio, inclinándose hacia mí.
—Eres muy inteligente —murmura cerca de mis labios.
—Soy observadora, eso es todo.
—¿Ah, sí? ¿Qué observaste en mí? —indaga.
—Este futuro no te apasiona, pareces infeliz hablando de todo eso
—Se aleja de inmediato, cuando señalo su maqueta y el montón de
planes—. Cuando estabas con tu amigo en el club y hablabas de las
carreras y los coches, eso si te apasiona.
—Estás hablando como si me conocieras —revira a la defensiva.
—Te gusta el poder… ¿Crees que siendo el presidente de los
estados unidos de américa bajaras la cabeza para tu Capo? —bufo.
—No sabes nada de lo que haría por Don, es como un hermano
para mi ¡Me ha dado todo!
—Y aquí estamos, me follaste en esa cama desobedeciendo lo que
expresamente se te ordeno no hacer. Esa es la lealtad que
demuestras…
—¡Cállate! —me ordena regresando a mi violentamente. Había
olvidado el cinturón en mi cuello hasta que tira del cuero y me rodea
el cuello con su mano—. No estás aquí para cuestionar mi lealtad y
parece que necesitas volver a entretener esa boca y mantenerla
cerrada.
Comienza a caminar empujando mi cuerpo hacia su cama, el fuego
de esa ira está presente. Por mucho que quiera fingir, no nació para
estar por debajo de nadie y cuando decida no obedecer. Él será un
infierno para todos a su alrededor. No es algo que me interese, cuando
eso suceda no estaré remotamente cerca.
Caigo en la cama y me abre las piernas subiéndome la tela, su boca
cae en mi centro y me arqueo con violencia. Es cruel y castigador,
succionando sin piedad. Intento moverme cuando me retiene con sus
brazos. Lamiendo mi semen, el suyo y mi sangre, como un demente.
Tiro de su pelo, pegándolo con desespero contra mi coño. Es rápido
para llevarme al orgasmo ya que su lengua se mueve sobre mi clítoris
sin parar, trato de cerrar las piernas mientras me corro. Grito
escandalosamente y vuelve a dejarme el cuerpo hecho una mierda
sobre su cama, cuando alza la cabeza mi sangre está en sus labios. Es
un maldito bastardo.
—Quieta… aún no hemos terminado.
Nicklaus Romano me hace suya en todas las formas que imagino
posible, mi cuerpo le pertenece en cada hora que marca el reloj y nos
entregamos del tal manera que, cuando caigo en sus brazos en el
amanecer sé que estoy arruinada para alguien más.
***
Descansar plácidamente no es común en mí, pero me siento
relajada y sumamente cómoda cuando una vibración empieza a
incordiar mi sueño. Me encuentro desnuda, con una sábana suave
cubriendo mi cuerpo, una pierna enredada en la mia y el pecho de él
a mi espalda, uno de sus brazos bajo mi cuello -donde ya no tengo el
cinturón- y otro apretándome los pechos. Me tiene pegada a él, como
si temiera que escapase. La vibración continua sin detenerse. Es de
día, el sol esta iluminando todo. Y yo quiero fingir que aun esta oculto
y es la luna en su lugar.
—Mia… —gruñe el hombre que me abraza en la espalda. El
sonido de un teléfono lo hace despertar maldiciendo—. ¿Qué…?
¡Joder!
—Tu móvil no para de vibrar —murmuro levantándome.
—¿Sí? —sisea levantando el teléfono de su mesita de noche, el
cual no es su móvil—. ¿Qué? ¿Qué hace aquí? ¡Mierda!
Estoy tratando de encontrar mi bata cuando salta de la cama
cortando la llamada.
—¿Todo bien? —pregunto por cortesía. Entra como un relámpago
a lo que ahora se es su closet—. ¿Nicklaus…?
—Don está subiendo —pronuncia colocándose una playera negra.
Ya tiene un chándal puesto.
—Tengo un entrenamiento con él, ¿Qué hora es?
—¡Las once de la mañana! Seguro estuvo buscándonos a ambos…
Se dará cuenta, cuando te vea ¡maldita sea! ¡¿En qué estaba
pensando?!
Cierro la boca por su arranque descontrolado.
—Sal y recíbelo, estabas entrenando o trabajando y no viste sus
llamadas. Yo estoy en mi recamara dormida o lo que sea que hago en
su interior, eso es lo que tienes que decir. Así de fácil, Don no es mi
padre.
Agarro mi camisón colgando de unos de los candelabros, ¿Cómo
llego allí? Me lo pongo mientras me alejo. La noche termino, el
placer nos dominó y nuestro acuerdo llego a su fin. Es mi cuidador
hasta que Avery regrese y fin, nada de lo cual preocuparnos.
Abro su puerta y atravieso el pasillo escuchando como le abren la
puerta principal al Capo. Cierro la mia caminando al tocador. Tengo
el pelo descontrolado y el cuello rojo del cinturón, mis labios más
llenos de lo normal. Al caminar me siento un tanto incomoda
mientras mi cara se nota relajada, no dormir mucho, sin embargo las
bolsas negras debajo de mis ojos esta vez no están presente. Busco
en mi closet un jersey para cubrirme, y un pantalón vaquero. Tendré
que salir y es obvio, enfrentar al Capo. ¿Por qué debe interesarle mi
vida sexual? Al final yo debería ser capaz de decidir a quién me follo.
Me dejo el pelo suelto cuando tocan mi puerta, es la servidumbre.
—Nicklaus no seas molesto —chillo tratando de fingir.
—Señorita, el señor Cavalli la busca.
—Ahh, ¡Ya salgo!
Me peino rápidamente el pelo y verifico estar oculta dentro del
jersey. Dios, camino gracioso, debo enderezarme. Es un poco de
molestia que bien puedo camuflar. Abro la puerta, aun no memorizo
el nombre de la chica, no es la chef esta es más de la limpieza según
entiendo. Le sonrió y la sigo por el pasillo, la voz de los hombres se
empieza a escuchar. Gracias a la misericordia Cavalli esta de espalda
cuando entro a la sala y me acomodo al lado del sofá, donde puedo
sentarme en caso de que tenga los ojos en mí.
—No puedes dejarla sola tanto tiempo —gruñe el Capo.
—Puedo cuidarme perfectamente —digo girando mis ojos. El
hombre se gira y Nicklaus entrecierra sus ojos en mí, es quien está
buscando si tengo alguna señal de su salvajismo visible—. Me gusta
mi soledad.
—Teníamos un entrenamiento hoy y faltaste.
—Estuve nadando esta mañana, también practicando esgrima —
Lanzo para molestar a Nicklaus—. El mango de esa cosa es muy
grueso y se me cae todo el tiempo, por cierto tu hombre llego tarde
anoche, ¿Andabas follando?
Nicklaus se aclara la garganta disimulando que no se atraganta con
mis palabras.
—Estaba trabajando en lo que me pediste, Don. La prensa y eso…
—Cierto —medita el Capo—. No deberías estar encerrada tanto
tiempo en tu habitación.
—Te dije que se la pasa todo el tiempo allí, no entiendo que tanto
hace —silba Nick. Desgraciado.
—Masturbándome mientras pienso en ti claramente no es —gruño
entrecerrando los ojos.
—Y no sabe mantener esa boca cerrada —revira el imbécil.
—¿Por qué no te la llevas a Italia? —interfiere Don. Ambos lo
miramos, ¿se iba a Italia dejándome sola? Cabron desgraciado—. Así
no está encerrada aquí sola.
—Don… —Empieza Nicklaus.
—¿Quieres ir?
Sonrió abiertamente.
—Nunca he estado en Italian, ¡me encanta la idea!
¿Qué planeaba el bastardo? Tenerme encadenada en mi habitación
mientras se iba a Italia por solo Dios sabe cuánto. Le guiño un ojo
siendo una hija de perra.
Oh, dulce Italia ¿Qué nos deparas?

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