31 - Sistemas Integrados de Produccion - Arg. Productiva
31 - Sistemas Integrados de Produccion - Arg. Productiva
Documento N°
Economías regionales en
Argentina: sistemas integrados
de producción acuícola-vegetal
y cultivos arroceros
Aportes de políticas públicas para el impulso
local en cadenas productivas ligadas a la
agroindustria
Julio 2022
Autoridades
Presidente de la Nación
Vicepresidenta de la Nación
4. Arroz...................................................................................................................................................... 37
6. Conclusiones ....................................................................................................................................... 87
Referencias ................................................................................................................................................ 93
Tras una contracción del 3,4% en 2020, en 2021, la economía mundial se expandió 5,5%, la
mayor tasa de crecimiento en más de cuatro décadas. En este año, el producto bruto mundial
fue 1,9% mayor que en 2019, pero todavía 3,3% por debajo del nivel de producción previsto antes
de la pandemia. Cabe aclarar, también, que estas cifras de recuperación ocultan marcadas
divergencias entre los países y regiones: en América Latina y el Caribe, el alza del PIB real fue
del 6,5% en 2021, recuperación que no logró saldar la caída del 7,4% de 2020 (ONU, 2022). En
Argentina, luego de una contracción del 9,9% en 2020, se registró un incremento del 10,4% en
2021 (INDEC, 2022).
El conflicto bélico entre Rusia y Ucrania supone una nueva dificultad para el comercio global
ante una contracción en la oferta de alimentos por parte de ambos países, que se posicionan
entre los principales exportadores de trigo, maíz y girasol y derivados. Asimismo, los posibles
inconvenientes en la provisión de insumos energéticos y fertilizantes provenientes de Rusia
implican un aumento de costos para los productores que se traducen en un incremento de
precios de los bienes alimenticios. Los precios mundiales de los alimentos han superado los
máximos de la crisis de 2008-2011, debido a que han aumentado de manera sostenida desde
mediados de 2020, y la guerra constituye un factor adicional que han impulsado el alza. La
inflación en el precio de los alimentos es alta en muchos lugares, alcanzando el 15% o más en
40 países. Esto repercute principalmente en las familias pobres, quienes destinan la mayor parte
de sus ingresos a la compra de alimentos (AMIS, 2022).
Por otra parte, y volviendo al análisis estructural, tampoco se han modificado positivamente las
críticas teorizadas por Thomas Malthus. El crecimiento de la población (y de la urbanización),
provoca una competencia progresiva por los recursos naturales. Sin dudas esto supone un gran
desafío para la agricultura. Se espera que la población aumente a más de 10.000 millones de
En este sentido, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha declarado el año 2022 como el
Año Internacional de la Pesca y la Acuicultura Artesanales con el fin de reconocer el potencial
de las actividades de pequeña escala para promover cambios en los procesos de obtención,
elaboración y distribución de alimentos y productos acuáticos, así como en los actores y los
destinatarios de dichos procesos y dar cuenta de los peligros que genera la pesca ilegal y la
sobrepesca (FAO, 2 de marzo de 2022).
Este documento analiza, por un lado, la acuicultura integrada que consiste en una práctica
particular de gestión de recursos naturales que vincula dos o más actividades productivas, de
las cuales al menos una es la acuicultura, en la que los productos y los insumos de un
subsistema se convierten en insumos de otro subsistema, lo que da lugar a una mayor
eficiencia (Edwards, 1987, como se citó en Islam, 2021). Este enfoque de circularidad junto con
el aumento de la productividad proveniente del manejo conjunto de cultivos dan cuenta de la
sostenibilidad como premisa básica de la actividad.
Por el otro, se presenta el caso del cultivo de arroz. Bien es sabido de los impactos ambientales
significativos de esta industria. Lo que se procura hacer en este texto es investigar acerca de
las posibles mejoras del desempeño productivo de este sector, a partir de la incorporación de
técnicas ambientalmente amigables. Por lo tanto, este documento tiene como objetivo
proponer lineamientos de política pública, que impulsen incrementos en la productividad y
brinden valor agregado a las exportaciones. Asimismo, pretende exponer las principales
preocupaciones en materia ambiental y sugerir prácticas alternativas que actúen como
El documento se organiza del siguiente modo: en primer lugar, se retoman las ideas
establecidas en Carciofi y Rossi (2021) sobre las ventajas de la acuicultura para garantizar el
recurso íctico sin poner presión sobre los ecosistemas marinos y continentales. Luego, se
detallan nociones básicas sobre la acuicultura integrada y se resume el estado de la producción
de arroz local y mundial con el fin de introducir al lector sobre las características distintivas de
ambos complejos. La segunda sección se dedica al estudio de la agro-acuicultura integrados,
con énfasis en los beneficios económicos con respecto a los monocultivos. Dentro de las
posibles integraciones, se focaliza en el caso de la cría de peces en conjunto con el cultivo de
arroz. Para ello, se analiza el estado de situación en Argentina y se pone en perspectiva con la
experiencia de Egipto. El fin es detectar los cuellos de botella que limitan la expansión de los
sistemas integrados a nivel local. En tercer lugar, se presentan otras técnicas de agro-
acuicultura sostenible como es el caso de la acuaponía. La particularidad de esta actividad
radica en la incorporación de la hidroponía en las formas del cultivo vegetal en conjunto con la
producción de peces por acuicultura. Es por ello que fue pertinente hacer una primera
introducción a los sistemas hidropónicos, entendidos como la producción de alimentos sin el
uso de tierras, para luego adentrarse a la caracterización de la acuaponía. En la cuarta sección
se brinda un análisis descriptivo de la situación local y mundial de la cadena arrocera, para luego
establecer ejes para abordar el desafío de aumentar la producción de manera sostenible, y se
estudian los casos de China y Brasil que lograron este objetivo sin aumentar sus emisiones de
metano. Finalmente, se exponen recomendaciones de política pública y las conclusiones del
trabajo.
Según FAO (2008), la acuicultura consiste en el cultivo de organismos acuáticos tanto en zonas
costeras como en el interior, lo cual implica intervenciones antrópicas directas en el proceso de
cría para mejorar la producción.
Entre 2014 y 2015, Argentina registró su máximo nivel de producción de peces cultivados,
superando las 4000 toneladas en todo el país. Posteriormente, la producción entró en declive
durante los años posteriores hasta llegar a 2.592 toneladas en 2019, y tocó las 2.100 toneladas
en 2020, nivel comparable con el de hace 15 años atrás.1 Esta información es producto del
cruzamiento de datos entre los establecimientos productivos y las provincias en las que se
desarrolla la actividad, que luego fueron comparados con el Registro Nacional de Acuicultura
(RENACUA).2
1Para mayor detalle sobre la evolución de la producción de la producción acuícola se sugiere consultar Carciofi y
Rossi (2021).
2El RENACUA constituye un elemento novedoso, dado que la existencia de un sistema de registro activo que sirva
para identificar a los actores y verificar la información recabada es poco frecuente en las actividades primarias.
Generalmente, los datos con fines estadísticos suelen recopilarse mediante relevamientos de las cámaras del sector
y/o de las autoridades provinciales.
3La producción acuícola se integra fácilmente con otros complejos; por ejemplo, dos de las tres firmas con mayor
producción acuícola en el NEA son yerbateras, y la restante es arrocera.
4 El consumo de pescado total en el país, incluyendo todas las especies y las de captura, está en alrededor de
7,9 kg/hab./año, aunque existen ciertas disparidades dependiendo de la jurisdicción: se han registrados regiones con
un consumo inferior a 5 kg/hab./año, mientras que en CABA la cifra fue de 13,5 kg/hab./año. De todos modos, se
consideran registros bajos, teniendo en cuenta que el consumo mundial ronda los 20 kg/hab./año (Curto, 2021).
Otros limitantes son la falta de una regulación sectorial específica que complemente y
acompañe a la Ley Nacional 27.231 (Ley de Desarrollo Sustentable del Sector Acuícola), el
escaso conocimiento acerca de la actividad acuícola por parte de potenciales emprendedores,
que redunda en un bajo nivel de inversión productiva, y que históricamente ha habido pocos
instrumentos de fomento (Carciofi y Rossi, 2021). Asimismo, si bien existe una vasta diversidad
de actores, sus acciones no suelen estar coordinadas, lo que debilita la formalización de
cadenas bien definidas que sean motores del desarrollo (Hennig et al., 2021). Por último, y para
lograr una expansión productiva del cultivo de peces podrían aprovecharse factores tales como
el conocimiento técnico de productores e instituciones existentes en las distintas regiones
(Carciofi y Rossi, 2021).
Acuicultura integrada
5
La productividad del agua se define generalmente como el rendimiento de los cultivos por metro cúbico de consumo
de agua, incluyendo el agua "verde" (lluvia efectiva) para las zonas de secano y tanto el agua "verde" como el agua
"azul" (agua desviada de los sistemas de agua) para las zonas de regadío (Cai y Rosegrant, 2003). En la acuicultura,
la productividad económica del agua puede aumentarse mediante el uso de fertilizantes y alimentos formulados , y
también mediante la selección de peces de alto valor (Verdegem et al., 2006; Verdegem y Bosma, 2009; Ali y Talukder,
2008, como se citó en Ahmed et al., 2014).
6
Los registros arqueológicos y escritos indican que el cultivo de peces junto con arroz se remonta a hace más de
1.700 años en China y que la práctica puede haber comenzado cuando los piscicultores soltaban los excedentes de
alevines en sus campos de arroz (Li, 1992; y Cai y Wang, 1995, como se citó en Halwart y Gupta, 2004).
Cabe destacar que la efectiva implementación de este tipo de sistemas depende, en cierta
medida, del nivel de desarrollo previo con el que cuentan las actividades involucradas en el
territorio y fundamentalmente del resultado económico neto que se obtenga. Es decir, si la
integración genera pérdida de productividad en uno de los complejos pero a nivel agregado las
sinergias desembocan en resultados positivos, es más factible que se logre una consolidación
de los sistemas integrados. En el caso de la combinación arroz-peces es importante contar con
experiencias y conocimientos tanto de acuicultura como de la cadena arrocera y que el
producto resultante del proceso sea superior al que se obtendría de forma aislada por ambas
actividades.
Arroz
El arroz, junto con el maíz, es uno de los principales cereales en la alimentación humana debido
a su gran aporte calórico y los costos accesibles en la mayor parte del planeta. El consumo
mundial de arroz se estima en 515,8 millones de toneladas en 2021 según datos de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y FAO, concentrado
fundamentalmente en el continente asiático (85,7% del total anual).
El arroz es el tercer cultivo más producido en el mundo (525,1 millones de toneladas de arroz
elaborado7), detrás de la caña de azúcar (1.774,3 millones de toneladas) y del maíz (1.183,4
millones de toneladas) de acuerdo con la información estimada para el año 2021 por el portal
de estadísticas de OCDE y FAO.8
El sector arrocero se caracteriza por una alta concentración en regiones específicas: el 89% de
la producción se encuentra en el continente asiático con participaciones destacadas en China
(28,2% del total global en 2019), India (23,6%) e Indonesia (7,2%). Asimismo, Asia es la región de
mayor consumo de arroz en el mundo y también presenta la mayor concentración de las
exportaciones. Dentro de este último sobresale India (31,3% del total exportado en el mundo en
7 Arroz elaborado es el arroz blanco, elaborado a partir del arroz cáscara cultivado localmente. Incluye el arroz
semielaborado, totalmente elaborado y parbolizado (FAO, s/f).
8 Estimaciones de julio de 2021.
En Argentina, el rendimiento promedio de la producción desde 2011, se ha ubicado entre las 6,5
y 7 toneladas por hectárea, lo que posiciona al país en el puesto 20º entre las zonas de mayores
rindes a nivel internacional. Los cultivos se concentran en el Litoral. Según datos del Sistema de
Información Simplificado Agrícola (SISA) para la campaña 2020-2021, existen 349
explotaciones agropecuarias pertenecientes a 333 productores que cultivaron arroz en 189.275
hectáreas. El 47,7% de estas explotaciones se localizaron en la provincia de Corrientes, el 31,5%
en Entre Ríos, en menor medida en Santa Fe (12%) y Formosa (5,8%), mientras que el 3%
restante, en Chaco (INASE, 2022).
Los rindes del cultivo de arroz, teniendo en cuenta la tecnología predominante actual, dependen
casi exclusivamente de la disponibilidad de fuentes de agua, por lo que la crisis climática actual
supone también una limitante para el normal desarrollo de la actividad. En un escenario
recurrente de sequías y falta de precipitaciones por el aumento generalizado de la temperatura
global, los productores impulsan nuevas técnicas que maximizan la productividad en un
contexto de creciente necesidad de adaptación a los desafíos que impone el cambio climático.
Esta sección surge como complemento del lineamiento para el impulso exportador de la
acuicultura propuesto en Carciofi y Rossi (2021), que sugiere el aprovechamiento de sinergias
con otros cultivos y menciona la experiencia de la integración arroz-pacú que practica una
empresa arrocera localizada en la provincia de Chaco desde 2010. En este sentido, se analizará
este caso de éxito mediante la identificación de limitaciones y el establecimiento de un marco
orientativo sobre los beneficios económicos de la acuicultura integrada. Para ello, primero se
explica el concepto de agro-acuicultura integrada, luego se analiza la experiencia argentina,
estableciendo puntos de comparación con lo ocurrido en Egipto (uno de los principales
productores acuícolas globales), en donde se llevaron a cabo diferentes sistemas de integración
de agro-acuicultura. Finalmente, se desarrollan las limitaciones detectadas y las oportunidades
latentes para el desarrollo de la acuicultura integrada.
La AAI promueve el uso completo de todos los materiales disponibles dentro del sistema
productivo para la elaboración de alimentos para el consumo humano. De este modo, puede
responder a los desafíos para alcanzar la seguridad alimentaria y aprovechar, al máximo, un
recurso escaso como es el hídrico. Existen dos tipos principales de sistemas en función de las
condiciones biofísicas: la AAI en estanques, y el cultivo de arroz y peces. En el primer caso, los
peces representan el cultivo principal (en términos de producción e ingresos), y por el contrario,
el arroz es el cultivo principal en la cría de arroz-peces. En los sistemas integrados con arroz,
los peces pueden ser provistos por criaderos, originando sistemas de cultura, mientras que en
los países tropicales del sudeste asiático existe la posibilidad de sistemas de captura, con peces
salvajes que ingresan a los arrozales durante los monzones. Las especies suelen ser de
crecimiento rápido (carpa, bagre, langostino y tilapia) (Ahmed et al., 2014).
El modelo de producción de peces en los arrozales no cuenta con una técnica homogénea, sino
que surge de distintas adaptaciones sobre una base común, por ejemplo, la producción puede
realizarse de manera rotativa o simultánea. La piscicultura en los arrozales es un sistema de
cultivo extensivo que depende principalmente de los alimentos naturales (como el plancton).
Los aspectos positivos de esta práctica vienen aparejados por la utilización de alimentos no
artificiales, permitiendo así generar un valor agregado vía precio explotando esta característica.
Por otra parte, los puntos negativos radican en que, por lo general, no se logra tener una alta
productividad, justamente por la imposibilidad de utilizar alimentos que no sean naturales
(Ahmed et al., 2014). Existen, también, sistemas semiintensivos que incorporan el alimento
balanceado ante la presencia de peces en altas densidades o cuando los restos de las vainas
de arroz son insuficientes para la alimentación de los peces, como puede ocurrir en los sistemas
alternativos. Un ejemplo de esto ocurre en el único sistema de escala comercial de arroz-peces
en Argentina, que consiste de un sistema semiintensivo rotativo, y en la que la firma optó por
formular alimentos balanceados diferenciados para alevines y juveniles. En el anexo 2 se detalla
el funcionamiento de este sistema.
Los beneficios económicos de la AAI fueron muy bien descritos por un texto pionero en la
materia, Shang y Costa-Pierce (1983). Resulta sumamente interesante que la sistematización
planteada por los autores sigue más vigente que nunca a casi 40 años de la publicación del
artículo. Aquí se detalla un breve resumen de algunos de sus hallazgos:
Sobre este último punto, Ahmed et al. (2014) sostiene que la AAI permite aumentar la
productividad del agua. En comparación con dos monocultivos, la AAI permite obtener “más
cultivo por gota”, y esto se debe a que la cría de peces es una actividad que, a diferencia del
riego, no agota el agua, por lo que permite la reutilización del recurso hídrico. Desde el punto de
vista ambiental, los autores argumentan que la agricultura integrada es una forma de
“intensificación sostenible”. Esto significa que los desechos de los peces aumentan la cantidad
de abono orgánico y reponen el nitrógeno y el fósforo, mejorando así la fertilidad del suelo.
Además, los peces desempeñan un papel importante en el control de las malezas acuáticas que
reducen la productividad y de las algas portadoras de enfermedades. Por último, la cría de arroz
y pescado también puede reducir la emisión del gas metano en un 30% en comparación con el
cultivo tradicional de arroz (Lu y Li, 2006, como se citó en Ahmed et al., 2014).
Por último, cabe alertar al lector de la dificultad para estudiar la viabilidad económica de los
sistemas agrícolas integrados en comparación con los monocultivos, o, incluso, el mismo tipo
de sistema integrado entre diferentes zonas. El análisis debe combinar variables ecosistémicas,
agroecológicas con otras de tipo económico y social. En este sentido, se requiere de
experimentos controlados y pruebas piloto para comprobar la viabilidad de los distintos
sistemas integrados en una localidad y escala de explotación determinadas. Es de suponer, por
tanto, que estos sean algunos de los motivos que hagan de la AAI una producción poco
frecuente y extendida a nivel mundial y mucho más en determinados países en vías de
desarrollo.
En Argentina, las experiencias de AAI son escasas. Con respecto al cultivo de arroz y peces,
existen al menos dos casos llevados a cabo por organismos vinculados a la investigación, uno
por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y el otro por el Instituto Universitario
de Formosa. En la Estación Experimental Agropecuaria INTA Corrientes, durante las campañas
Por su parte, el Instituto Universitario de Formosa realizó la primera siembra de arroz en rotación
con pacú dentro del ámbito académico, con la intención de poder convertirlo en una escuela
donde se capacite a los productores en la piscicultura y se provean alevines para iniciar sus
emprendimientos. En febrero de 2020 realizaron la primera cosecha de arroz, en la que se
estimaron rindes de entre 9 y 10 toneladas por hectárea en un predio de 2.500 metros
cuadrados. La producción tuvo como destino el comedor universitario, gratuito para los
estudiantes (Instituto Universitario de Formosa, 19 de febrero de 2020). Esta experiencia no
solamente mostró muy buenos resultados sino que, a nivel piloto, significó un aporte social para
la comunidad local. De esta manera, se puede pensar como una buena política pública si se
logra llevar a mediana-gran escala.
Una experiencia que vale la pena destacar fue la rotación arroz-pacú que se lleva a cabo por
primera vez en 2011 en la provincia de Chaco por parte de una de las principales empresas
arroceras del país, Grupo Puerto Las Palmas (PLP). La inserción de esta empresa en la actividad,
junto con la creación del Clúster Acuícola del NEA, generaron que la producción de pacú supere
a la de trucha arcoíris por primera vez en 2012, aunque esta participación relativa volvió a
invertirse en 2019 a raíz de una caída en la producción de pacú del 42% interanual (de 1.821 a
1.063 toneladas) (Carciofi y Rossi, 2021).
Pese a los beneficios socioeconómicos y ambientales que presenta la actividad de cría de peces
en arrozales, su desarrollo comercial es bajo a nivel mundial y también a nivel doméstico. Esto
se debe a que la producción de peces en ambientes controlados es novedosa, aunque en
Argentina viene cobrando un fuerte impulso en los últimos años desde la Dirección Nacional de
Acuicultura, mientras que la producción de arroz es ya de arraigo tradicional con tecnologías
modernas. En este sentido, la descripción de los escenarios presentados a continuación son
posibles cuellos de botella del sector que, de irse solucionando, permitirían dinamizar la
actividad piscícola y, por ende, de la rotación de arroz-pacú. Los puntos aquí señalados
pretenden ser un complemento a las limitaciones detectadas en Carciofi y Rossi (2021). Al
tratarse de un sector con potencialidad, es importante que aquellas dificultades que aún existen
puedan solucionarse para tener una actividad exportadora económicamente viable y social y
ambientalmente sostenible.
El Grupo PLP exporta el 80% de su producción arrocera con Brasil como único destino. En cambio, la totalidad
de su producción de pacú arrocero se distribuye en el mercado interno. Sin embargo, el pacú no llega a la
mayor parte de Patagonia y el Noroeste Argentino. Se comercializa como pieza entera eviscerada (siendo el
tamaño ideal de al menos 1,2 kg), de a mitades con piel y sin espinas, y en varias otras presentaciones como
hamburguesas, lonjitas, filetes, nuggets, etcétera.
El ciclo de rotación completo consiste en 6 meses de cultivo de arroz y 15 meses de cultivo de peces (este
proceso se explica con mayor detalle en el anexo “Caracterización del ciclo de rotación arroz-pacú”). Si se lo
compara con un esquema de rotación soja-trigo-maíz, los márgenes de arroz-pacú son superiores ya que se
producen 3 toneladas de proteína animal por hectárea y entre 7 y 8 mil kilos de arroz. En 2018, la tonelada de
arroz rondaba en los USD 200 y la tonelada de peces entre USD 3.500 y 4.000. Asimismo, en la comparación
de la piscicultura continua y rotada, el margen bruto por hectárea de la primera es de USD 1.597, mientras que
para la segunda es de USD 2.989. Es decir, en el caso del cultivo de peces en rotación con el cultivo de arroz,
el margen bruto asciende un 87% (Meichtry, 2019).
Al comparar la rentabilidad del cultivo de arroz entre provincias se observa que en Chaco el margen bruto por
hectárea es de USD 199,9, mientras que en Corrientes y Entre Ríos es de USD 222,7 y USD 215,2,
respectivamente (dado los menores rendimientos en territorio chaqueño). Ahora bien, si se considera el cultivo
de arroz bajo el sistema de rotación llevado a cabo en Chaco, el margen bruto asciende a USD 665,4 por
hectárea, lo que quiere decir que el cultivo de arroz rotado permite obtener un margen bruto tres veces mayor
que el cultivo continuo. De todos modos, es importante destacar que este sistema permite lograr una
considerable reducción de los costos a escala, pero requiere una inversión adicional del orden del 57% respecto
del sistema continuo (Miranda et al., 2019). Tal como se describe en la subsección “Limitaciones en la
expansión de la actividad y oportunidades latentes”, este es uno de los principales obstáculos para la aparición
de nuevos productores.
La firma tiene como objetivo alcanzar las 25.000 hectáreas de producción rotativa arroz-pacú, y sostiene que es
posible alcanzar una superficie sembrada de arroz de 100.000 hectáreas. en los próximos diez años a través del
proyecto Cuenca Arroz-Pacú. Si se decidiera llevar a cabo dicha expansión productiva, de 25.000 hectáreas en
rotación junto con 105.000 hectáreas de arroz, se crearían unos 9.300 puestos de trabajo en toda la cadena. En
2017 el conglomerado totalizó unos 126 trabajadores en todas las actividades que realizan. En el eslabón
primario, poseen 44 empleados en el cultivo de arroz, 8 dedicados a la piscicultura y 3 que se dedican a ambos
cultivos, mientras que la superficie de arroz cultivada en ese año fueron unas 4.500 hectáreas, y 850 hectáreas
adicionales se destinan al cultivo rotatorio (Velardez, 19 de junio de 2017).
El arroz es un cultivo intensivo en mano de obra, al demandar siete trabajadores cada cien hectáreas, cifra
muy superior a los requerimientos de otros cultivos, como ser la soja, que demanda un trabajador. Si se
consideran los requerimientos de mano de obra para el arroz en rotación, la demanda cae a dos trabajadores
cada cien hectáreas, aunque esa reducción en el cultivo se compensa con mayores requerimientos de mano
de obra calificada en el procesamiento del pacú (Miranda et al., 2019).
Por último, se han identificado al menos un millón de hectáreas en la región este de las provincias de Chaco y
Formosa que presentan características productivas aptas para el desarrollo de la rotación: bajos extendidos
sin bosques y una total disponibilidad de agua para el cultivo de arroz. Meichtry (2019) menciona que la
explotación de solo 10% de esa área agreste no produciría daño ambiental alguno, pues no afecta el
ecosistema natural ni compite con otras actividades agrícolas, ya que se trata de dos producciones que se
ajustan perfectamente a las potencialidades socioeconómicas del lugar. De este modo, se podría dar el
despegue de un núcleo productivo con agregado de valor en origen, alta demanda de mano de obra y
generación de oportunidades para proveedores emprendedores.
Varios productores han planteado que la alta inversión inicial que supone la piscicultura es uno
de las principales limitantes para iniciar este tipo de proyectos. Particularmente la preparación
de los estanques y la adaptación de la infraestructura (abastecimiento de agua, filtros,
desagües, accesos y alambrados, por ejemplo) suelen ser los desembolsos iniciales más
elevados.
Entre los costos directos que un acuicultor debe enfrentar en cada ciclo productivo se
encuentran: labores de preparación y mantenimiento de estanques; compra de alevines y/o
juveniles, tratamiento del estanque (cal viva, calcáreo domilítico, etcétera); abonos (orgánicos,
químicos y similares); alimentación del cultivo; cosecha y seguros, comercialización y fletes, y
las amortizaciones directas.
En el caso de que una empresa arrocera opte por dedicarse a los cultivos rotativos con peces,
se requiere ciertas adaptaciones adicionales. El Grupo PLP reporta que les ha costado
USD 2.068 por hectárea, por lo que la inversión por hectárea es un 57% mayor en el cultivo
rotativo en comparación con el monocultivo de arroz (valor de la tierra de USD 1.500 por
hectárea y la sistematización para arroz USD 1.989 por hectárea).
Alimento balanceado
Uno de los principales inconvenientes que todavía persiste en la cadena piscícola es la ausencia
de proveedores que ofrezcan alimento balanceado para el engorde de peces de forma regular
y que sea de calidad. Si bien otros insumos (como redes y medicamentos) también presentan
el problema de falta de productores, no llegan a consolidarse como una traba para el normal
desarrollo de la actividad como sí se genera con el alimento balanceado por el rol clave que
presenta este último para el normal crecimiento de los peces durante el período de cultivo y la
baja regularidad de su provisión.
Los alimentos derivados de la soja han sido utilizados durante muchos años en las fórmulas de
las dietas para la producción acuícola de numerosas especies de peces. Diversas especies de
peces de aguas dulces que presentan un comportamiento de alimentación omnívora,
históricamente han sido alimentadas con dietas preparadas a base de niveles relativamente
altos de harina de soja (hasta un 60% por peso). Sin embargo, la principal limitación tiene que
ver con la presencia de antinutrientes para ciertas especies, aunque hay desarrollos científicos
que permiten inactivar estos antinutrientes, o aditivarlos con enzimas. Hoy en día el alimento
para salmónidos posee alrededor de 18% de contenido de soja, pero podría elevarse al 30% a
partir de estos desarrollos (Fasce Pollicellli, 2016).
La cría de ovas (hatchery) y el transporte de peces vivos para la etapa de engorde o faena son
de los servicios dentro de la cadena productiva acuícola que más cuidados y atención requiere
y de los más importantes para alcanzar resultados satisfactorios. Con respecto al caso del
hatchery, actualmente cinco productores distribuidos entre las provincias de Río Negro y
Neuquén (Sarmiento et al., 2019, como se citó en Carciofi y Rossi, 2021). Asimismo, hay un
En el polo productivo del norte argentino, solo el pacú se encuentra naturalmente en aguas
continentales. Los alevines se compran en establecimientos especializados que se dedican a la
reproducción y se comercializan por unidad. Existen proveedores de especies subtropicales
(pacú, boga, sábalo, etc.) en las provincias de Misiones, Formosa y Entre Ríos que entregan la
mercadería durante diciembre y enero, dado que las compras se realizan con antelación
(Hegglin, 19 de enero de 2021).
La construcción de estanques es otro de los servicios necesarios y con escaso desarrollo dentro
de la cadena pese al rol clave que presenta para un buen desenvolvimiento de la producción de
peces. La viabilidad comercial de un proyecto piscícola y su escala quedarán sujetas en gran
medida a las prácticas e insumos utilizados por el productor. Esto se debe a que los procesos
productivos no son homogéneos a lo largo del sector y van a depender tanto de la especie
cultivada como de la disponibilidad de recursos como la tierra. En este contexto, la provisión de
servicios de construcción de estanques debe ser lo más calificada posible atendiendo a los
factores particulares de cada emprendimiento acuícola.
9 El INTA mantiene un listado de proveedores de alevines y juveniles para la piscicultura. Asimismo, el listado
elaborado por ReFACUA incluye otros bienes y servicios de la cadena, como alimento balanceado.
En el caso de la acuicultura, si bien el desafío que supone levantar las trabas al desarrollo del
sector es ambicioso, a nivel internacional existen ejemplos de países que han logrado
desarrollar redes de proveeduría para mejorar la rentabilidad. Uno de ellos es Egipto, el cual
caracterizamos a continuación.
La crisis ambiental es un fenómeno que atraviesa a todo mundo, aunque su impacto por región
es heterogéneo y ciertamente dependiente del perfil de especialización productiva y de la
disponibilidad de recursos naturales, ambientales y económicos para hacer frente a sus
consecuencias adversas. Basándose en esto, los países productores de alimentos aparecen
como los más vulnerables a los cambios en el ambiente asociado en gran medida a la alta
dependencia de los recursos hídricos, cada vez más escasos.
En este contexto, los sistemas integrados de agro-acuicultura surgen como alternativas viables
para hacer frente a los desafíos de adaptación a varias de las problemáticas ambientales. Una
de ellas es la del cambio climático. Este fenómeno está provocando zonas de inundaciones que
contrastan con intensas y prolongadas sequías. Ambas afectan fuertemente a la producción de
alimentos y a quienes de ellos dependen, tanto del lado de la oferta, como de la demanda.
Asimismo, en el caso concreto de las sequías, el mejor aprovechamiento de los insumos
hídricos y las sinergias generadas por dos o más actividades integradas hacen que la AAI sea
la alternativa casi ideal.
En lo que a esto respecta, el caso de Egipto es de destacar, ya que supo atender el desafío de
mantener el suministro de alimentos a la población, producir de forma sostenible y adaptarse a
los nuevos escenarios generados por el calentamiento global mediante el fomento de la
acuicultura. Este país africano lo pudo lograr sobre la base de una fuerte presencia del sector
público en la actividad. El Gobierno asumió gran parte de los costos de la curva de aprendizaje
minimizando la incertidumbre de la implementación de emprendimientos acuícolas en la región
y con esto fomentó las inversiones privadas.
Asimismo, el desarrollo de la acuicultura permitió sentar las bases para una diversificación de
sectores y subsectores como los sistemas integrados de arroz y peces, la acuaponía y la
acuicultura en zonas tradicionalmente inapropiadas para la producción agropecuaria como son
los desiertos. Particularmente, realizar acuicultura en desiertos evita los problemas de
competencia de tierra fértiles con la agricultura y aprovecha el agua con niveles altos de
salinidad. De hecho, el avance de la acuicultura en zonas áridas se dio en un contexto en el que
el Gobierno no permitía el cultivo de peces en zonas económicamente viables para la
producción de granos (Zwirn, 2002).
2,0%
1400000
1200000
1,5%
1000000
800000
1,0%
600000
400000
0,5%
200000
0 0,0%
2008
2012
2016
1980
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2009
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2013
2014
2015
2017
2018
Entre 1970 y 2018 la producción de acuicultura del país africano aumentó a una tasa media
anual acumulada del 12,2%. Particularmente se observan tres períodos de crecimiento
acentuado: una primera etapa (1998-2001) en la que la producción creció 58,3%; una segunda
etapa que abarcó entre 2010 y 2011 en donde la tasa fue de un 30,3% y una tercera fase
(2016-2018) con un incremento en torno al 11,2%.
Este impulso de la acuicultura en Egipto permitió sentar las bases para una efectiva aplicación
de otros sistemas de producción como los cultivos acuapónicos y sistemas integrados de pez
y arroz. El área de campos de arroz utilizados para el cultivo de arroz-peces alcanzó un máximo
de 224.917 hectáreas en 1989 y luego disminuyó, fluctuando entre 173.000 y 183.000 hectáreas
desde 1991. En 1995, el área de arroz-peces (172.763 ha) estaba por debajo de lo informado
para 1987 y contribuyó alrededor del 32% de la producción acuícola nacional. Desde entonces
y hasta 1997 se sumaron 58.000 ha de tierras de cultivo. En términos de producción, los
sistemas de cría de peces en arrozales en Egipto registraron un salto a partir de 2010 con una
Distintos eventos dan cuenta de este fuerte dinamismos en el sector dentro de los que se
pueden mencionar los siguientes:
Como se dijo, el gobierno egipcio jugó un rol fundamental a la hora de crear redes de proveeduría
para el normal funcionamiento de la actividad acuícola como lo son la provisión de alimentos
balanceados y alevines. Una de las primeras medidas del Gobierno fue la creación de la primera
granja comercial semiintensiva moderna en 1961, con un área de 120 hectáreas de estanques
de tierra donde se cultivaban tilapias del Nilo, carpa común y lisa gris (FAO, 1996).
Para fines de 1970 se lanzó el Plan de Desarrollo Acuícola mediante el cual se crearon cuatro
granjas de criaderos, seis piscifactorías y cinco estaciones de recolección de alevines. A la vez
se iniciaron otras técnicas de cultivo de peces con resultados alentadores para empezar su
proceso de expansión, entre las que aparecen los sistemas integrados de arroz y peces (FAO,
1996).
Las primeras actividades productivas de la acuicultura bajo el mando del Estado sirvieron como
medio para mostrar al sector empresarial la viabilidad de la producción acuícola. Esto último,
sumado a la amplia promoción de la actividad y el fácil acceso a la tierra, generaron las
condiciones ideales para aumentar la participación del sector privado en la acuicultura nacional.
En 1983 se creó la Autoridad General para el Desarrollo de los Recursos Pesqueros (GAFRD por
sus siglas en inglés) con sede principal en El Cairo y, que posteriormente, inauguró tres
sucursales en las principales regiones pesqueras y siete direcciones generales. El objetivo
explícito de la GAFRD se centró en la aplicación de las legislaciones reguladoras de la pesca y
la acuicultura del país y la realización de actividades de extensión y apoyo al sector.
En la actualidad, cada una de las sucursales principales cuenta con un centro de extensión que
incluye una granja piloto, un criadero y varios laboratorios para análisis de suelos y agua con
servicios que se brindan a pedido de forma gratuita. Los temas de investigación específicos
generalmente se seleccionan a través de un diálogo cercano entre las instituciones de
investigación, la Sociedad Egipcia de Acuicultura y los productores, dando cuenta de la fuerte
mancomunión entre el sector público y el privado. Tal es así que, con frecuencia, se llevan a
cabo conferencias, talleres y reuniones en las que se invita a los productores a discutir los
problemas productivos con los científicos y las direcciones de extensión y capacitación están a
cargo de transferir información a los agricultores con un menor grado de educación mediante
la publicación de documentos simples de extensión.
Los éxitos obtenidos, junto con el apoyo estatal, alentaron a algunos propietarios de granjas a
buscar asesoramiento técnico para integrar la piscicultura en sus negocios agrícolas. A su vez,
la acuicultura integrada con la producción de arroz es considerada por el Gobierno como un
subsidio indirecto en el consumo de proteína animal entre la población rural más pobre. Bajo
este esquema se idearon un conjunto de políticas orientadas a fomentar la actividad como
subsidios a los precios de los alevines o distribución directa a los cultivadores de arroz. El
Una de las granjas del desierto más citada como caso de éxito en Egipto es la granja El-Keram,
la cual destaca por la utilización de sistemas integrados, fuerte aprovechamiento de sinergias
y alta diversificación productiva. La finca utiliza el agua subterránea para el policultivo de tilapia
con bagre y luego el agua residual se reutiliza para regar los campos de trébol. En esta primera
etapa se logran producir 200 toneladas de peces al año y 7.800 toneladas de trébol. Con la
cosecha de trébol se alimentan ovejas para alcanzar una cantidad de faena de 1.300 cabezas
al año. Sin embargo, las sinergias no finalizan allí, con el estiércol del ganado se abonan las
granjas de tréboles y también se utiliza como insumo para la producción de biogás para
mantener la temperatura del agua en los criaderos de tilapia (Shaalan et al., 2018).
Resulta relevante intentar trazar una comparación entre la experiencia acuícola de Egipto y la
de Argentina para lograr identificar medidas concretas que se puedan replicar a nivel local. En
principio, si bien no tienen exactamente las mismas funciones específicas, en ambos países
existe una institución de carácter nacional que tiene como fin regular y promover la actividad:
en el caso del país africano se trata de la GARFD y en Argentina, la Dirección Nacional de
Acuicultura, que al igual que ocurre en Egipto, posee un organismo de extensión, el Centro
Nacional de Desarrollo Acuícola (CENADAC). En segundo lugar, y teniendo en cuenta las
medidas llevadas adelante por las instituciones, para ambas experiencias se han identificado el
ofrecimiento de líneas de financiamiento y asesoramiento técnico a productores acuícolas. La
GARFD profundizó aún más su intervención y asumió un rol de productor y proveedor de
insumos (como alevines y alimento balanceado) considerados claves para impulsar la cría de
peces a escala comercial. De esta forma, actuó como especie de unidad demostrativa con el
fin de volver atractiva a la acuicultura para la radicación de mayores inversiones privadas. En
tercer término, el establecimiento de metas y objetivos concretos sobre producción y
rendimientos en los planes de fomento parece haber sido un rasgo distintivo de Egipto en
comparación al recorrido hecho en Argentina. Esto le permitió al gobierno africano marcar una
Además de los sistemas de rotación arroz-peces, existen otras formas de cultivo dentro de la
actividad agropecuaria que presenta aristas de sistema integrado y que tiene en cuenta
aspectos vinculados a la sostenibilidad, en especial a la ambiental. Una de ellas es la hidroponía,
cuya característica distintiva de la agricultura tradicional es la ausencia de suelos en el
desarrollo del cultivo. Esto es posible gracias a la utilización de disoluciones minerales en agua
en constante contacto con las raíces de la planta. La segunda actividad agrícola es la acuaponía
en donde se combinan técnicas hidropónicas con acuicultura. La principal diferencia con el
cultivo de hidroponía es la utilización de peces para la generación de fertilizantes naturales por
desechos orgánicos. De esta forma, se logran enlazar dos actividades productivas mediante el
uso común de algunos recursos y/o la utilización como insumo de algún componente del
producto o de un residuo.
3.1. Hidroponía
La hidroponía es una técnica de cultivo que ha cobrado gran relevancia en los últimos años en
los países desarrollados, la cual permite una expansión de la frontera agrícola compatible con
un menor requerimiento de suelos y recursos naturales en un contexto de crisis ambiental.
Asimismo, puede generar aumentos en los rendimientos y mayor grado de cultivos, así como
una mejora en la calidad del empleo agrícola y rentabilidad económica.
Los sistemas hidropónicos pueden dividirse en cuatro tipos según Gilsanz (2007). En primer
término están los denominados sistemas flotantes, que suelen ser los de menores
requerimientos técnicos, costos y demanda energética y muy utilizados para el cultivo de hojas
como lechuga, espinaca y plantas aromáticas. Consiste en un recipiente en donde se vierte la
solución nutritiva y sobre ella queda flotando una plancha de espuma que funciona como
soporte de las plantas. En este primer sistema el cambio de la solución debe realizarse
semanalmente, por lo que el consumo de agua es muy elevado, y requiere de una aireación por
medio del agite de la solución diariamente.
El tercer tipo de sistema es por técnica de flujo profundo (DFT) que suele denominarse como
un híbrido entre los dos tipos descriptos anteriormente, ya que presenta una recirculación de la
solución nutritiva igual que el NFT impulsada por medio de una bomba y a su vez dispone de
una plancha sobre la superficie de la solución como en el sistema flotante. Finalmente existe el
sistema estático de hidroponía en donde se prevé una sola carga de solución nutritiva y al
comienzo de ciclo de crecimiento, de esta forma se elimina el bombeo y la aireación y por ende
se utiliza mucho menos energía que en otros sistemas.
Existen diversas formas de clasificar los sistemas hidropónicos en base a distintos criterios
entre los que se puede mencionar, por ejemplo, la disposición de las raíces. De esta forma
aparecen técnicas como el cultivo en sustrato, en la que se utilizan diferentes tipos como arena,
perlita, turba, etcétera, para suministrar la solución nutritiva mediante el fertirriego a las raíces;
y la aeroponía, en la cual las raíces de las plantas quedan suspendidas en el aire y los nutrientes
son asperjados sobre estas mediante una bomba.
Una de las características del cultivo por hidroponía es su bajo uso de agua en relación al cultivo
de tierra ya que se evitan en gran medida los problemas de infiltración y evapotranspiración
característicos de este último tipo de sistema (Beltrano y Giménez, 2015). Al mismo tiempo, la
producción hidropónica puede funcionar bajo sistemas de flujo cerrado constante, generando
un mejor aprovechamiento de los recursos hídricos por la mayor reutilización del agua.
El hecho de no utilizar el suelo como medio de cultivo, permite evitar en gran medida los
problemas de maleza y con ella se reduce también la aplicación de agroquímicos.
10
Un ejemplo de ello pueden ser las lechugas, las cuales su ciclo en tierra antes del consumo es de aproximadamente 3,5 meses,
mientras que en un sistema hidropónico de raíz flotante se puede cultivar en 1,5 meses a partir de su germinación.
Entre las limitaciones que presenta aplicar una tecnología de hidroponía en comparación con el
cultivo con tierra están los altos costos iniciales, los cuales van a variar dependiendo del tipo de
sistema de producción hidropónico que se desee realizar.11 Mientras más se necesite controlar
las variables que determinan el desarrollo del cultivo (como clima, humedad y luz), se requerirán
mayores grados de inversión en equipos de medición y control. Asimismo, se necesita de un
mayor conocimiento y especialización y hay una dependencia de la energía mucho más elevada.
Dado esto último, si los requerimientos energéticos son mayores (como en el caso de los
sistemas circulantes), más altos serán los costos de aquellos de menor dependencia (tal es el
caso de los sistemas flotantes o estáticos).
Las técnicas hidropónicas junto con el cultivo en sustrato ocuparon 40.000 hectáreas de la
superficie mundial de cultivos en 2015. Países Bajos es el país con mayor superficie cubierta
con aproximadamente 5.000 hectáreas, le siguen España con 2.500 y Bélgica y el Reino Unido
con 2.000. China y Japón ocuparon 1.500 hectáreas cada uno, mientras que en Francia el cultivo
sin suelo demandó 1.000 hectáreas. En menor medida aparecen Israel (750), Canadá (500) y
Estados Unidos (250) (Beltrano y Giménez, 2015).
Especialistas del sector mencionan que en Argentina hay bajo cubierta 10.000 hectáreas de las
cuales 10 hectáreas son de hidroponía bajo agua y 30 hectáreas en sustrato, mientras que en
Brasil hay 26.000 hectáreas de cultivos bajo cubierta y 6.000 son de hidroponía (Winograd, 24
de julio de 2021). Localmente, los sistemas hidropónicos empezaron a tomar impulso hace más
11Según un estudio del INTA, la inversión inicial para un sistema hidropónico de verduras de hoja bajo cubierta y con
una capacidad productiva de 17,8 mil unidades se encuentra en torno a USD 20.229,16 tomando como base el dólar
mayorista del BCRA (Birgi et al., 2018).
Sin embargo, la actividad empezó a ganar terreno en áreas urbanas y periurbanas de los
cinturones verdes donde los requerimientos de alta productividad por superficie son más
elevados, debido al elevado costo que supone el alquiler de la tierra y la necesidad de atender
una alta demanda por la cercanía a los centros de consumo (Valenzuela, 2019). La extensión
en áreas urbanas responde a la menor dependencia del uso y calidad del suelo que trae
aparejado la hidroponía, así como de las condiciones climáticas, si es que se decide realizar el
cultivo bajo cubierta.
De esta forma, el potencial resultado económico del primer año mostraría un margen bruto
positivo y con capacidad de hacer frente también a los costos indirectos, mientras que el
resultado neto se torna negativo si se incluye las amortizaciones. En términos financieros, el
período de retorno de la inversión es de siete años y medio aproximadamente, y se mantiene
así dentro de los parámetros esperados para una actividad intensiva en mano de obra como la
del proyecto propuesto.
12Curiosamente, la hidroponía se practica en la Antártida Argentina por una iniciativa de la Estación Experimental del
INTA Santa Cruz y la Universidad de la Patagonia Austral con el fin de probar el funcionamiento de los sistemas
hidropónicos en condiciones externas extremas y satisfacer la demanda de hortalizas de los trabajadores de la Base
Marambio (Birgi, 18 de julio de 2019).
El atractivo por los productos agroecológicos cobró fuerte impulso en los últimos años en los
mercados de los países desarrollados a la par de una mayor exigencia por parte de los
consumidores por adquirir alimentos saludables, frescos y ambientalmente amigables. Un
reflejo de ello es el fuerte dinamismo que evidenció la producción hortícola en invernaderos
(dentro de la cual se incluye la hidroponía) en el mercado norteamericano y europeo (Resh,
2022). En este apartado se pondrá el foco de análisis en el primer caso.
En América, Canadá emergió como el principal productor de bienes agrícolas bajo invernadero
a partir de la década del 90 y consolidó su posición hasta la actualidad. En 2019 se registraron
838 operadores especializados en la producción de hortalizas y frutas de invernadero, los cuales
en su conjunto alcanzaron un nivel de superficie cosechada de 17,6 millones de metros
cuadrados. Esta cifra representó un aumento del 21% en base a los últimos cinco años y del
48% en la última década (División de Cultivos y Horticultura, Agricultura y Agroalimentación
Canadá, 2020). De igual modo, las exportaciones se mantuvieron en alza desde 2015 y
alcanzaron en 2019 un valor de USD 1.100 millones (segundo año consecutivo que se supera el
umbral de los 1.000 millones de USD) explicado en su gran mayoría por los envíos al mercado
estadounidense (99% del valor exportado) y en menor medida por Japón y Taiwán.
3.2. Acuaponía
La acuaponía ha tomado auge a partir de la década del 80, cuando se empezaron a cuidar
ciertas pautas de manejo, y ha crecido a través de estos años con un particular interés por parte
de algunos organismos internacionales, como FAO, para fomentar su producción a escalas
mayores. El atractivo de la actividad radica en su capacidad de contribuir a la seguridad
alimentaria, así como por los beneficios que presenta tanto desde el punto de vista de la
producción y distribución, como el de la autoproducción de alimentos.
La acuaponía es una forma de agricultura que combina dos técnicas sumamente intensivas por
separado: la piscicultura con la circulación y la hidroponía. La piscicultura implica una alta
densidad de peces y de oxigenación y el tratamiento de fuentes, mientras que la hidroponía es
una producción intensiva de hortalizas que requiere de fertilización. Estos dos cultivos se
articulan a través de un tercer sistema fundamental, el de los microorganismos. Estos se
encargan de transformar los desperdicios del sistema de peces en nutrientes para las plantas.
El único ingreso del sistema es el alimento balanceado de los peces, y representa la fuente de
nutrientes tanto del sistema de peces como el de plantas y bacterias. Los desechos que generan
los peces suelen estar compuestos de amoníaco y otros residuos sólidos, y las bacterias
durante el proceso de nitrificación transforman el amoníaco en nitratos, que son absorbidos por
las plantas. Las altas concentraciones de amoníaco en el agua son letales para los peces. Los
desechos sólidos son transformados por otro tipo de bacterias en el proceso de mineralización
para convertirse en nutrientes que pueden ser absorbidos por las plantas, y así permitir la
recirculación de agua sin toxinas en el sistema.
Cosecha de
cultivos
Cultivo de Cultivos
Alimento peces hidropónicos
balanceado Desechos
SISTEMAS ACUAPÓNICOS
Agua
Cría de peces
Productos
hidropónicos
y acuícolas
Además del estanque de peces que debe cubrirse a media sombra para protegerlo de la
radiación solar, el sistema acuapónico contiene un separador de sólidos donde ocurre el
proceso de mineralización en el que los desechos sólidos sedimentables son transformados en
nutrientes para las plantas gracias a la acción de las bacterias heterótrofas. En el biofiltro se
alojan las bacterias nitrificantes que mediante la nitrificación convierten los residuos de
amoníaco en nitratos que son absorbidos por las plantas, y así permitir la recirculación de agua
sin toxinas en el sistema ya que las altas concentraciones de amoníaco en el agua son letales
para los peces. Por último, las plantas se ubican en las llamadas camas de cultivo del sistema
acuapónico que también contiene el tanque de reserva donde se encuentra la bomba que
impulsa la circulación del agua.
Entre las limitaciones, cabe mencionar los altos costos iniciales,13 que dependen de las
dimensiones del sistema, como así también la necesidad de capacitaciones para conocer a los
organismos del sistema, ya que cualquier error puede generar el colapso del sistema a pesar de
sus sencillas tareas de mantenimiento. Asimismo, se requiere seguridad y estabilidad en la
provisión de recursos eléctricos e hídricos, y también en la provisión de peces y plantines que
permiten la perpetuación del sistema.
Una de las principales dificultades es encontrar un equilibrio en cuanto a las necesidades y las
características del agua de los tres sistemas, pero en términos generales, lo que se busca es un
pH de 6 a 7 y una temperatura de entre 18ºC a 30ºC según la especie de los peces, entre otros
parámetros (dureza, salinidad, etcétera).
En resumen, los desafíos que conlleva incursionar en un proyecto basado en la acuaponía implican
evaluar la inversión inicial, las complejidades del cultivo integrado, los requerimientos de las
especies cultivadas, la dependencia de energía eléctrica, la disponibilidad de insumos, la formación
técnica específica y la necesidad de realizar estudios de mercado (Carvalho, 13 de julio de 2021).
La actividad acuapónica cobró impulso a partir de la década del 80 en parte por la necesidad de
atender los problemas ambientales, cada vez más presente en la agenda política internacional,
sin dejar de lado las cuestiones de seguridad alimentaria y prosperidad social. Sin embargo, la
acuaponía como industria sigue siendo joven y los proyectos existentes son en su gran mayoría
de baja escala orientados al autoconsumo familiar y a la enseñanza.
13Aún no se ha publicado ningún relevamiento que incluya el detalle de los costos e ingresos estimados de operar
un emprendimiento acuapónico.
Sin embargo, hay otras firmas que ya están incorporando a la acuaponía dentro de sus
actividades. Finca El Sauce, en el departamento de Guaymallén (Mendoza), es un
emprendimiento que inició realizando agricultura tradicional, pero el desgaste de los suelos
obligó a implementar nuevos métodos para no resignar la productividad. Es así, que se optó por
la hidroponía (NFT y balsas flotantes), y desde 2019, la acuaponía con un estanque de alrededor
de 1.000 truchas arcoíris cuya agua que contiene el residuo de los peces es filtrada y se
convierte en fertilizante nitrogenado para las lechugas hidropónicas (David, 2021).
En Ángel Gallardo (Santa Fe) también se realiza una experiencia de acuaponía y resulta de una
colaboración entre el INTA y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas (CONICET) en el
marco de la “Convocatoria Piloto 2019. Proyectos de vinculación tecnológica para atender
problemas de vulnerabilidad social", del Científicas (CONICET). Este proyecto busca capacitar a
10 familias en la producción de pacú y hortalizas. El objetivo es brindar capacitación a la población
en la generación de alimentos a través del sistema acuapónico, con el fin de promover la
seguridad y soberanía alimentaria de la comunidad beneficiaria (Carvalho, 13 de julio de 2021).
14La ralentización del crecimiento económico global, la alta inequidad social y la mayor degradación ambiental son
los principales desafíos que debe abordar la comunidad internacional. En este contexto, la Organización de las
Naciones Unidas (ONU) ha elaborado lo que se conoce como Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS) para lograr
reorientar los esfuerzos a la resolución de los problemas establecidos anteriormente agrupados en la Agenda 2030.
Particularmente, el segundo de estos ODS busca erradicar el hambre a nivel global y mejorar la calidad de la nutrición
mediante el cuestionamiento a las formas en que actualmente producimos y distribuimos nuestros alimentos.
c) Escape de las especies cultivadas: otro efecto ambiental que puede llegar a tener la
acuicultura es por la fuga de las especies en cultivo, la cual puede amenazar a las especies
nativas por contagio de enfermedades, competencia por alimentos y lugares para vivir y la
atracción de depredadores. Del mismo modo, pueden significar un daño a la solidez genética
ya que los genes aceptables para adaptarse a las granjas pueden diluir aquellos que fueron
desarrollados para vivir en ambientes naturales.
En la actividad acuapónica, por ejemplo, los desechos generados por los organismos acuáticos
pueden ser aprovechados por las plantas y transformarse en materia orgánica vegetal; de esta
forma, se les da un tratamiento más rentable a los materiales orgánicos y amigable con el
ambiente, mediante la optimización de los usos de los recursos. Del mismo modo, al
combinarse con técnicas productivas propias de la hidroponía, se prescinde de la utilización de
tierras permitiendo diseñar sistemas productivos en regiones no fértiles e inclusive cercanos a
los centros comerciales. De este modo se reduce la huella de carbono por el acortamiento de
las distancias entre el eslabón productivo y de consumo. En tanto, la utilización tanto de
Además de las ventajas ambientales que presentan las formas alternativas de cultivo
hidropónicas y acuapónicas, aparecen otros beneficios basados en una mayor inclusión social
y participación de la agricultura familiar. Estas actividades se caracterizan por realizarse en
ambientes controlados y por una baja dependencia de factores ambientales como el clima y la
disponibilidad de suelos fértiles. Esto permite acoplar los cultivos en regiones cuyas
características ecológicas no harían posible la producción de alimentos bajo la forma
tradicional. Así se lograría una integración productiva de familias y comunidades radicadas en
zonas geográficas con poco margen para la explotación agrícola y una mayor diversificación
productiva y acceso a alimentos de buena calidad.
En síntesis, los sistemas de hidroponía y acuaponía, junto con los sistemas integrados de
rotación cultivo-peces, presentan un elevado potencial tanto desde el punto de vista económico
y social como desde el lado ambiental. Sin embargo, su desarrollo sigue siendo incipiente no
solo a nivel nacional sino a nivel mundial. Este último punto abre un abanico de posibilidades
para la Argentina de adentrarse a estas prácticas alternativas de producción primaria más
sostenibles y ganar mercados globales cada vez más exigentes en términos ambientales. Al
mismo tiempo, dada la flexibilidad de estas técnicas, se lograría fomentar la agricultura familiar
y urbana e incluirlos dentro del sistema económico mediante la creación de autoempleo y el
ofrecimiento de sus productos frescos y de calidad a los centros de consumo locales. En este
sentido, entre los aspectos para tener en cuenta a la hora de realizar políticas públicas que
permitan el crecimiento de estas actividades están los elevados costos iniciales, la falta de
conocimiento y capacitación y los casi inexistentes eslabones de suministros.
El arroz es un cultivo que se desarrolla en los seis continentes y forma parte de la base de la
alimentación de aproximadamente la mitad de la población mundial. La producción mundial de
arroz cáscara pasó de 215,6 millones de toneladas en 1961 a 598,6 millones en 2000 y 756,7
millones en 2020. Aunque más de 100 países de América Latina, África y Europa cultivan arroz,
la mayor parte se produce en Asia (89% del arroz mundial).
1978
2002
2009
1961
1962
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2017
2018
2019
2020
De cara a 2022 se espera que Asia siga dominando la economía mundial del arroz con un
aumento del consumo mundial de arroz del 1% anual; aunque este ritmo de expansión puede ser
15 Período comprendido entre la década del 60 y la del 80 en el que gracias a los avances de la biotecnología, se
produjeron importantes incrementos en la productividad agrícola. En Asia, La Revolución Verde del arroz supuso un
proceso evolutivo a largo plazo que abarcó más de cuatro décadas desde mediados de los años 60. Estudillo y Otsuka
(2013) identifican las consecuencias y lecciones aprendidas de aquella fase. Por otra parte, Kubo y Purevdorj (2004)
analizan las tendencias en la producción arrocera y en el consumo a nivel mundial desde la Revolución Verde hasta
fines del siglo XX.
En 2021 las importaciones mundiales de arroz alcanzaron un valor total de USD 26.492
millones. En este sentido, se incrementaron 1,4% en relación con 2020, monto cercano al
máximo de 2018. Según el reporte de Perspectivas Alimentarias de FAO, se prevé que el
comercio mundial de arroz en 2022 (enero-diciembre) alcance los 51,4 millones de toneladas,
un 4,9% más respecto al nivel previsto para 2021.
La demanda mundial tuvo un importante proceso de crecimiento a partir de 2002 hasta 2012
(ver gráfico 3) motorizado por el arroz semiblanqueado que, mientras en 2001 había registrado
importaciones por USD 4.239,5 millones (59,3% del total), en 2012 la demanda mundial por este
tipo de arroz fue de USD 19.199,1 millones (+352,9% de crecimiento acumulado), representando
el 77,8% del total. En este período, las importaciones de arroz semiblanqueado solo presentaron
una contracción interanual en 2009 (-13,2%).
Entre 2012 y 2021 se puede señalar una segunda etapa, en la cual la demanda mundial se
estancó, presentando cinco años de crecimiento (2014, 2017, 2018, 2020 y 2021) y cuatro de
contracciones (2013, 2015, 2016 y 2019) interanuales. Aun así, la tasa de variación acumulada
del período es del 0,7% gracias a la recuperación de la demanda en el últimos dos años. Tres de
los cuatro tipos de arroz también presentaron subas acumuladas en los últimos nueve años: la
demanda mundial del arroz semiblanqueado en 2021 fue 6,9% superior a la de 2012; la del arroz
partido, 21% y la del arroz descascarillado, 5,2%. La única contracción fue en el arroz con
cáscara cuya demanda en 2012 era de USD 1.181,6 millones y en 2021, de USD 1.138,8 millones,
lo que equivale a una caída del 4,8%.
Finalmente, la demanda mundial del arroz descascarillado fue la única que se contrajo entre 2001
y 2021, (-4,8% acumulado), dado que sus importaciones en valor pasaron de USD 1.935,2 millones
a USD 1842,3 millones. Así, perdieron peso en la participación total: en 2001 representaban el
27,1% de la demanda total de arroz, mientras que en 2021 su participación fue del 7%.
25.000
20.000
15.000
10.000
5.000
En relación con los principales importadores de arroz (ver gráfico 4), en 2021 representaron el
22,3% de la demanda total y el principal fue China (7,3% del total), que totalizó importaciones
por USD 1.927,9 millones, fundamentalmente de arroz semiblanqueado (55,7%) y de arroz
partido (44,2%). Desde 2016 el gigante asiático es el mayor demandante arrocero, salvo en 2019
cuando fue superado por Irán y Arabia Saudita. Durante la primera década del siglo XXI Arabia
Saudita fue el país de mayor participación, pero en 2016 fue desplazado por China y en 2021,
por Filipinas. Este último en 2021 registró compras externas por USD 1196,9 millones (90,3% de
arroz semiblanqueado y 7,1% de arroz con cáscara).
20%
15%
10%
5%
0%
A nivel local, la producción primaria arrocera se dinamizó en la década del 90, lo que significó
una etapa de crecimiento casi sostenido desde que se posee registro, a partir de 1970. En la
campaña 2010/2011, tanto la producción, como la superficie cosechada alcanzaron un valor
récord: se cosecharon 289.200 hectáreas, obteniéndose 1,7 millones de toneladas de arroz.
Luego del máximo de la serie en el año 2011, el sector arrocero ingresó en una etapa de
estancamiento y contracción de la producción. Entre 2012 y 2015, la producción se mantuvo
estable entre 1,56 y 1,58 millones de toneladas. En 2016 el cultivo de arroz cáscara retrocedió
19,6% con respecto al récord hasta 1,4 millones de toneladas.
1.800
Corrientes | Entre Ríos | Santa Fe
Formosa | Chaco
1.600
1.400 15,0%
16,0%
12,7%
14,4%
1.200 14,6%
10,8%
9,6% 14,5% 12,2%
1.000 5,1% 7,4% 35,9% 32,6%
36,4%
35,6%
36,1%
800 3,4% 40,4% 41,0% 32,7%
42,6% 46,7%
600 45,3%
39,6%
48,7%
400
41,2% 42,9% 45,3% 44,5% 49,3%
46,2% 43,3%
46,1%
200 42,7% 51,6% 32,8%
Son varios los factores que explican la evolución del desempeño de la producción primaria en
Argentina. Entre ellos se destacan, por un lado, las condiciones climáticas y la disponibilidad de
recursos hídricos, y por otro, la evolución de los precios internacionales; ambos factores se
analizan a continuación.
La radiación solar y las precipitaciones son elementos clave en el desempeño de este cultivo,
principalmente en el momento de su floración. Por este motivo, los pronósticos del fenómeno
Niño-Oscilación del Sur (ENOS), que comprende la oscilación de parámetros meteorológicos
del Océano Pacífico ecuatorial, son útiles para tener previsiones sobre la campaña estival y
diseñar un planteo agronómico en función de esa información. Generalmente, el evento Niña es
el que se asocia a mejores campañas de arroz, por la mayor luminosidad y menores
precipitaciones.
Según el Servicio Meteorológico Nacional (SMN, s/f), los efectos de esta oscilación sobre
nuestro país son diversos y varían dependiendo de la fase, la región y la época del año. En
particular, durante la primavera y el verano, el noreste argentino registra precipitaciones
superiores a las normales durante una fase de El Niño. Contrariamente, durante la fase de La
Niña, la misma zona acumula precipitaciones por debajo de lo normal. El fenómeno tiene una
periodicidad irregular, usualmente ocurre cada dos a siete años, y se declara una fase El Niño/La
Niña cuando las temperaturas del mar en el Pacífico oriental tropical aumentan/disminuyen
0,5°C por encima/por debajo del promedio durante varios meses consecutivos (5 trimestres).
0,8 0,7
0,6
0,4
0,2
0,0
De esta forma, la otra problemática de suma importancia para todos los cultivos de la Cuenca
del Plata es la bajante del Río Paraná. La bajante pronunciada afectó y continúa afectando la
captación de agua para regar las arroceras. En julio de 2021, la ocupación del río era de 253.000
hectáreas, 150.000 hectáreas menos de lo normal. Frente a este escenario, los especialistas del
INTA advirtieron la posible necesidad de reducir áreas de siembra dado que hay zonas que no
pueden ser regadas correctamente, sumado al incremento de los costos debido a las
inversiones necesarias para adecuar el sistema de bombeo o por ineficiencia en el uso de
productos, como fertilizantes o herbicidas (INTA, 5 de agosto de 2021).
En todos los meses transcurridos desde entonces se observó con frecuencia una sequía que
predominaba en casi toda la Cuenca del Plata. Como resultado, el déficit hídrico se fue
agudizando, reduciendo la disponibilidad del recurso en todos los países de la región (Borús, 3
de enero de 2022). En Argentina, esta situación afecta prácticamente a la totalidad de las
economías regionales y se estiman pérdidas del 40% de la cosecha para los productores
arroceros correntinos (Diario El Libertador, 21 de marzo de 2022), mientras que en Entre Ríos
aumentó el costo del riego y se registraron retrasos en la zafra debido a la heterogeneidad en
la maduración de las panojas (Agencia Télam, 22 de marzo de 2022).
Esta problemática evidencia que las acciones de mitigación aún no han podido contrarrestar
los efectos de los fenómenos climáticos, y de no ser así la dependencia de los recursos hídricos
continuará en incremento año tras año, ya que la producción primaria tiene que responder al
crecimiento poblacional. Este hecho pone de manifiesto la urgencia de una gestión eficiente del
agua, elemento indispensable para el desarrollo sostenible.
El mercado de arroz se caracteriza por ser estructuralmente inestable. A lo largo de los años la
producción y el comercio de arroz han sido vulnerables a la volatilidad en los precios
internacionales de otros productos agrícolas, a la incertidumbre y especulaciones en los
mercados y, particularmente, a las condiciones climatológicas (Blengino, 2014).
El gráfico 7 muestra la evolución de los precios internacionales del arroz. Se puede observar
tres períodos clave, entre 2007-2012, con incrementos en los precios debido a la crisis
económica internacional y sus efectos de mediano plazo, la etapa 2013-2019 en la que ocurre
un declive casi sostenido de las cotizaciones del arroz, con repuntes caudados por cuestiones
climáticas, y una última etapa que se inicia en 2020, con la irrupción de la pandemia de COVID-
19 que causó una parálisis en los flujos comerciales.
GRÁFICO 7. EVOLUCIÓN ANUAL DEL ÍNDICE DE PRECIOS PARA TODOS LOS TIPOS DE
ARROZ DE LA FAO, 2006 A 2021
153,9 2014-2016 = 100
Todos los tipos de arroz | Variedad Índica
139,4
127,9
118,3 113,1
117,8 107,7
107,7 112,3
108,4 106,5
99,0 101,5
84,3
91,4
79,3
71,2
65,4
2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018 2019 2020 2021
Nota: los precios internacionales del arroz están medidos por el Índice de precios para todos los tipos de arroz. Este
índice se basa en 21 cotizaciones de exportación de arroz, organizadas en cuatro grupos que comprenden las
variedades Índica, Japónica, Aromática y Glutinosa. Dentro de cada grupo varietal, se calcula un promedio simple de
los precios relativos de las cotizaciones correspondientes. Para el cálculo del índice general, se ponderan las cuatro
variedades de acuerdo con las cuotas comerciales para el período 2014-2016 (FAO, 2 de marzo de 2022). En el caso
de Argentina, el país se encuentra en los primeros 5 exportadores de mejor calidad de la variedad Índica, y el precio
por tonelada para el arroz de calidad superior promedió los USD 546,1 en 2020. El arroz de calidad superior es aquel
que presenta menos de 15% de arroz quebrado.
Fuente: elaboración propia con base en FAO.
En Argentina los acontecimientos ocurridos durante la primera etapa mejoraron los márgenes
de los productores. Este hito se plasmó en los excelentes resultados de la campaña 2011/2012,
en la que se sembraron más de 250.000 hectáreas y se obtuvieron 1.748.100 toneladas de arroz,
la mejor cosecha desde que se tiene registro. Luego de esta fase, los precios mostraron una
tendencia bajista que sostuvo hasta 2019 y cuyo mínimo ocurrió en 2016 dadas las excelentes
Luego de ser cosechado y/o almacenado, el arroz con cáscara es llevado a las plantas de
industrialización. La producción argentina de arroz elaborado ha mostrado una tendencia
creciente desde la década del 90 aunque con ciertos vaivenes tal como se muestra en el gráfico
8. En 1997, el procesamiento fue de 912.000 toneladas, valor que no fue superado hasta 2011.
Luego del máximo de 1997, la producción entró a una fase recesiva y el desplome en las
cantidades producidas se sostuvo hasta 2003. En este año, las toneladas producidas fueron un
60,4% menos que en 1997.
Desde 2013, la producción de arroz con cáscara entró en una fase de inestabilidad que persiste
hasta la actualidad, con alternancias entre los años de caída y recuperación. Con niveles
comparables a la molienda de 2008, la molienda de 2015 fue de 777,9 mil toneladas, cifra 18%
menor a la registrada el 2014, año en que alcanzó 947 mil toneladas. Si bien esta situación
afectó a las economías regionales en su conjunto, esta merma se explica por la desmotivación
de algunos productores dado el aumento generalizado de los principales costos en dólares de
la actividad. En el caso particular del arroz, luego de la crisis de precios de 2007/2008, muchos
países optaron por brindar ayudas a sus productores arroceros, tal es el caso de Tailandia, que
implementó un sistema de precios sostén, que terminó motivando aumentos en la oferta de
arroz, lo que condujo a una caída en los precios internacionales, que incidió negativamente en
la competitividad de los productores argentinos (Zorraquín, 2015).
Después de una importante caída durante los tres años previos, el arroz industrializado alcanzó
un nivel muy alto en 2016, año en el que la producción se ubicó en 1.053 mil toneladas, lo que
representó un crecimiento del 39,9% comparado con el año anterior. En 2017, el volumen
La mayor capacidad industrial arrocera del país está instalada en San Salvador, Entre Ríos. Allí
se procesa el arroz de todas las provincias productoras (Olivera Taleb, 25 de febrero de 2021).
En 2021, Entre Ríos industrializó 75,7% del arroz con cáscara, seguida por Santa Fe con el 16,5%
y Chaco que una participación del casi 5% de la molienda.
625,1 633,7
437,4
361,5
En este sentido, referentes del sector mencionan que con motivo de la pandemia de COVID-19,
se produjo un aumento de los precios internacionales de los cereales estratégicos para la
alimentación humana. Este hecho, junto con la sanción del Decreto 410/2021 de fines de junio
de 2021 que establece la reducción de los derechos de exportación de los productos de arroz
envasados, mejoraron los márgenes de rentabilidad de los productores, lo que genera
incentivos para continuar en la actividad (Fundación Proarroz, 8 de marzo de 2021).
150.000 126.435
100.000
50.000
Corrientes y Entre Ríos son las principales provincias productoras y están orientadas a los
mercados de exportación, sin embargo, presentan heterogeneidades en cuanto a las
condiciones en las que se desempeña la actividad. Por su parte, Santa Fe se caracteriza por
haber atravesado un proceso de concentración, lo que resulta en la desaparición de pequeños
productores y la emergencia de pools de siembra (Pujadas, 2014). La situación en Chaco y
Formosa es similar, con pocos productores que concentran grandes explotaciones.
En 2021, la balanza comercial del complejo arrocero registró un superávit de USD 215,1
millones, lo que implicó un aumento de USD 51,3 millones en relación con un año atrás (+31,3%).
Si bien el sector es históricamente superavitario, desde 2011 se aprecia una fase contractiva de
la balanza comercial, explicado por una contracción en el saldo exportable mientras que el
monto anual de importaciones se mantuvo constante entre USD 6 y USD 7 millones. El promedio
anual de importaciones de arroz y sus productos derivados entre 1994 y 2021 es de USD 4,4
millones, mientras que el promedio anual de exportaciones durante este período es de USD
178,7 millones.
A lo largo de los 28 años de registro, se observan diferentes etapas en la evolución del saldo
comercial del complejo. Entre 1994 y 1998, el superávit se incrementó de USD 76 millones a
USD 228,5 millones, por el gran dinamismo que presentaron el arroz semiblanqueado y el arroz
con cáscara. Luego hay un segundo momento, hasta el 2002, en donde el saldo comercial se
redujo fuertemente hasta los USD 46,3 millones. El período 2002-2011 es el de mayor
incremento del saldo a partir de un nuevo despegue de las exportaciones de los cuatro
productos de arroz, llegando a un superávit máximo de USD 359,4 millones en 2011. Finalmente,
entre 2012-2015 el saldo cayó sostenidamente hasta USD 152,1 millones y a partir de allí se
mantuvo relativamente estable, con oscilaciones. En 2021, las exportaciones del complejo
arrocero alcanzaron los USD 217 millones y, si bien permanecieron por debajo del registro
histórico de una década atrás, lograron registrar el mayor valor de los últimos siete años.
-10%
-100 -3,5% -4,0%
-14,5% -16,8% -15,8% -10,7%
-26,2% -26,5%
-40,6% -37,1% -43,9%
-200 -60%
2011
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2012
2013
2014
2015
2016
2017
2018
2019
2020
2021
Fuente: elaboración propia con base en Aduana.
Blanqueado o semiblanqueado
Comparando las exportaciones del año 1994 con las de 2021 de este tipo de arroz, se observa
un crecimiento anual promedio acumulado del 2,8%, al pasar de USD 70,7 millones a USD 147,2
millones (+16,4% respecto de 2020). Dado que las exportaciones de este producto
representaron el 68,4% de la suma del valor exportado entre 1994 y 2021, y a su vez representa
el producto de mayor valor por tonelada del complejo, su comportamiento es determinante para
el sector.
Así, la evolución de las exportaciones de la totalidad del sector arrocero replican lo que sucede
con este producto en particular, cuya evolución se compone de una breve caída entre el 2000 y
el 2002, seguido por un marcado crecimiento hasta 2013 cuando se alcanza el máximo
exportado con US$ 220,0 millones -en parte gracias a un aumento de los precios en ese año, las
cantidades exportadas en 2013 fueron apenas menores que las exportadas en 2011 (-0,3%),
máximo para el período; y caída pronunciada desde entonces, un -42,5% acumulado.
Descascarillado
Las exportaciones de arroz sin cáscara alcanzaron los USD 56,3 millones en 2021 y anotaron el
mayor valor desde 2013 (+84% con respecto a 2020).
La evolución también es similar a la del arroz blanqueado y el total de la cadena, aunque alcanzó
su máximo valor exportado en 2012 con USD 72,5 millones. Luego de dicho récord, las
exportaciones muestran una fase descendente, con un mínimo en 2015 (USD 12,7 millones).
Sin embargo, hasta 2019 ocurre un proceso de recuperación sostenida, de modo que las
exportaciones alcanzaron el monto de USD 34,7 millones en 2019, un -12,0% más bajas que en
2013, pero 172,3% más altas que en 2015. Este breve proceso de crecimiento fue impulsado
por un aumento del 259,2% de las cantidades exportadas entre 2015 y 2019.
En 2021 las exportaciones tuvieron como principales destinos a España con el 37,4% del total
exportado, seguido por Países Bajos con el 23,6%, Brasil con el 12,5% y Estados Unidos con el 10,2%.
Con cáscara
En los últimos años se ha dado un aumento en las exportaciones de arroz blanco en detrimento
del arroz cáscara, con el consiguiente impacto favorable en el procesamiento interno y la
demanda de mano de obra, y el mayor valor agregado en las exportaciones (Blengino, 2014).
Los años 2020 y 2021 fueron totalmente atípicos para las exportaciones de este producto, que
cayeron casi 100% con respecto a 2019, es decir pasaron de USD 27,6 millones a USD 135,2 mil
en 2021. La evolución de las exportaciones de este tipo de arroz presenta una gran volatilidad.
A partir del 2000, las exportaciones sufren una caída casi sostenida hasta 2006 cuando se toca
un mínimo de US$ 361,2 mil; luego un gran aumento hasta 2011 cuando se llega a un máximo
de US$ 55,6 millones; y desde entonces oscila con importantes fluctuaciones tanto en precio
como en cantidades exportadas.
En 2021 hubo solo tres compradores de este producto: Uruguay (86,4%), España (11,3%) y
Bélgica (2,3%).
Partido
Las exportaciones de arroz partido también siguen la misma dinámica que el resto de los
productos. En 1994, el total exportado de este producto fue de USD 3,5 millones, pero en 2003
tocó un mínimo de USD 158,2 mil, lo que representa una contracción del -95,5% con respecto al
año 1994. A partir de 2004, ocurre una fase expansiva de las exportaciones, que alcanzan un
máximo de USD 38,6 millones en 2011. Desde aquel momento, los montos y cantidades
Los principales destinos de exportación en 2022 fueron: Chile (55,7%), Países Bajos (12,2%),
Reino Unido (10,7%) y Bélgica (7,2%).
El agregado de valor dentro de la cadena arrocera es posible mediante una segunda etapa de
industrialización. De este modo, es posible obtener una diversa gama de productos elaborados
a base de arroz que tienen potencial de ser novedosos a nivel internacional. Una de las grandes
ventajas de los alimentos a base de arroz es que no contienen gluten, por lo que son aptos para
personas con celiaquía o sensibilidad al gluten.
En esta categorización se encuentran los productos a base de arroz obtenidos por inflado o
tostado, el arroz precocido en envases de hasta 1 kilogramo, la harina y el almidón de arroz y
los residuos de la industria arrocera, como el salvado y el moyuelo. En 2000, las ventas externas
fueron de USD 516,6 mil, y en 2021, alcanzaron los USD 3,8 millones. El período de despegue
ocurrió a partir del 2006 y hasta 2013, en el que las exportaciones crecieron a una tasa
acumulativa anual del 45,2% y se alcanzó el récord en el total exportado de USD 3,8 millones
durante 2013. Entre 2014 y 2019, se denota cierto estancamiento en la dinámica exportadora
ya que el valor total de las ventas se sostuvo en torno a los USD 2,6 millones promedio. Sin
embargo, en 2020 las exportaciones dieron un gran salto (+52,9% respecto de 2019) y
alcanzaron los USD 3,7 millones. En 2021, estos resultados se mantuvieron y se realizaron
ventas por USD 3,8 millones, apenas por debajo del máximo de 2013 (-0,6%).
Entre 2010 y 2021, las exportaciones en valor del salvado de arroz crecieron 248,6%, pasando
de USD 536.400 a USD 1,8 millones en el último año. Entre 2009 y 2013 se incrementaron de
manera casi persistente (acumulando una suba de 292%) mientras que entre ese mismo año y
2019 se contrajeron 62,8%. Finalmente, en 2020 se incrementaron 105,9% para el año siguiente
retroceder en un 7,2% interanual.
Con respecto a los productos a base de arroz obtenidos por inflado o tostado, se multiplicaron
por 40 entre el año 2000 y el 2021, al pasar de ventas por USD 39,1 mil a USD 1,6 millones. El
gran boom se inicia en el 2002, cuando las exportaciones dan un salto interanual de 1.693,4%.
En 2021, el salvado representó el 49,2% del total exportado dentro los subproductos, seguido
de los productos a base de arroz obtenidos por inflado o tostado (43,2%) y de las harinas de
arroz (7,5%). Los principales destinos de exportación del conjunto de los subproductos fueron:
Uruguay (72,3%), Paraguay (8,8%), Chile (8,4%) y Nueva Zelanda (5,6%).
305,0
294,7
273,3 278,2
240,1 235,0
235,4 214,7 217,0
204,9 181,5 187,8
173,5 168,9
173,4 158,5
148,9
139,4 136,4
104,4 90,4
79,8 77,4 74,6
57,7
48,6
2000
2021
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
2013
2014
2015
2016
2017
2018
2019
2020
El tamaño de las explotaciones es diverso según las provincias. En el caso de Entre Ríos es la
región con mayor presencia de pequeñas y medianas explotaciones con una superficie media
de 248 hectáreas. Las dimensiones de las explotaciones son mayores en Corrientes cuya
superficie media es de 1.038 hectáreas y aún más en Santa Fe que tiene una media de 1.265
hectáreas por explotación. Por último, Chaco y Formosa registran promedios de 1.898
hectáreas y 2.180 hectáreas, respectivamente (INASE, 2022).
Con respecto a la mano de obra primaria, se estima que la producción de arroz emplea, en
promedio, a unas 7 personas cada 100 hectáreas (De Bernardi, 2017), que, por las condiciones
particulares del cultivo, requieren capacitación específica.
Una porción relevante de los productores tiene vinculación directa con la industria. Según datos
del Censo del 2018, el 38,8% de las explotaciones agropecuarias realiza la primera venta en
forma directa a la industria, mientras que el 35% comercializa el arroz cosechado con
acopiadores, cooperativas, y/o consorcios.
En el Plan Estratégico de la Cadena Arrocera (2016) se estimó que el 86% de los productores
cuentan con menos de 1.000 hectáreas. Esto implica unos 1.000 campos en producción. Cabe
señalar que, en muchos casos, los productores primarios grandes integran en una misma
empresa la etapa de secado, almacenaje y elaboración.
En cuanto a la etapa industrial, los principales molinos arroceros también se ubican en el litoral
argentino. Según datos del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, entre enero y junio de
2021, Entre Ríos procesó el 75,3% de la producción, Santa Fe el 17,1%, Chaco el 5,2%, Corrientes
el 2% y Misiones el 0,4%.
En la producción secundaria participan tres tipos de agentes: las cooperativas, que a cambio de
la materia recibida de los productores primarios proveen herbicidas, fertilizantes y asistencia
técnica en la producción primaria y cuentan además con elevados grados de tecnificación y
calidad de producción. Luego, existen productores pequeños y medianos, con algún grado de
integración vertical con la producción agrícola. Y por último están los grandes molinos
integrados verticalmente a la producción primaria, sea en control, es decir, dueños de los
campos productores y de toda la producción que se obtenga, o en contrato, procurando cierta
producción y a cambio adelantando servicios para la producción primaria como semillas y
fertilizantes (Arguissain, 2010, como se citó en Pujadas, 2014). Este último caso es el más
común en la actualidad, debido a que el productor debe asumir costos muy altos como
arrendamiento de las tierras, riego y fertilización, y la energía. Entonces, para las firmas
completamente integradas, les resulta más sencillo absorber estos costos, ya que se
compensan con el valor creado en la etapa de industrialización y comercialización.
El sector arrocero presenta un rol relevante para preservar la seguridad alimentaria pero aparece
también como una de las actividades que mayor presión genera en los ecosistemas. Dentro de
la cadena de valor, el cultivo es el eslabón de mayor impacto ambiental negativo. Esto se asocia
básicamente a la particularidad que presenta frente a otros cultivos de crecer en campos
inundados, lo que provoca tres problemáticas a tener en cuenta: en primer lugar las emisiones
de gases de efecto invernadero (GEI), sobre todo metano (CH4); en segundo lugar el aumento
de la huella hídrica; y en tercer término el mayor contenido de arsénico en el alimento. Asimismo,
aparece un cuarto problema muy relevante como es la generación de residuos.
Estas problemáticas deben tratarse como limitaciones del sector y sus posibles soluciones
(técnicas y formas de producción más eficientes) deben interpretarse como inversiones con
futuros rendimientos positivos y no como costos adicionales. En otras palabras, muchas de las
técnicas alternativas que presentan evidentes mejoras ambientales en el complejo arrocero
pueden desembocar en beneficios económicos para el productor. Un ejemplo de ello es la
valorización de residuos, la cual facultaría a una menor dependencia de insumos provistos por
agentes externos e inclusive podría posicionar a la firma como proveedora industrial de otras
cadenas de valor. Del mismo modo, la utilización de técnicas de riego más eficientes como el
intermitente, permitiría un ahorro en el uso del agua (así como de los costos energéticos
asociados a su extracción) y una reducción en el contenido de arsénico del arroz. Así, se lograría
elaborar alimentos más saludables y ambientalmente amigables permitiendo ganar mercados
cada vez más exigentes.
16 Cabe mencionar, que las problemáticas abordadas no son las únicas y existen otras igual de importantes como la
deforestación de bosques nativos. La problemática se asocia en parte a la instalación de represas para riego
(fundamentalmente en algunas regiones de Entre Ríos) las cuales, además de provocar mayores emisiones de GEI
por la menor presencia de sumideros de carbono, coadyuvan a la extinción de distintas especies nativas y a la
contaminación visual.
Una de las alternativas al riego por inundación en los arrozales que permitiría la menor
utilización del agua es el riego intermitente el cual, a diferencia de la técnica tradicional, consiste
en la alternancia de períodos de inundación del cultivo con períodos de reducción del nivel de
agua. En otras palabras, se busca mantener la tierra cultivable húmeda sin tener que acudir a la
inundación de forma constante. Al mismo tiempo, el cultivo se encuentra menor tiempo en
situación de anaerobiosis, por lo que las emisiones de metano también se reducirían.
Las mejoras ambientales son claras: aumenta la productividad del agua debido a que existe un
mayor control y medición en su uso, se minimizan las pérdidas hídricas en chacras por
escurrimiento, infiltración o evaporación y hay un mejor aprovechamiento del recurso por la
mejor distribución de la lámina de agua a lo largo de toda la tierra cultivable (esto se asocia a
que la aplicación de riego intermitente requiere de una laminación previa de la tierra que tiene
como consecuencia la uniformidad de la capa de agua).
Sin embargo, las ventajas del riego intermitente no solo se reducen al cuidado ambiental, sino
también en una mejora económica por parte del productor ante el menor costo que
representaría el ahorro en el consumo del agua. El prescindir en menor magnitud del agua para
17Desde 1961 hasta 2017 se redujeron las emisiones por kilogramo de arroz de 1,9 a 1, junto con una reducción
absoluta de las emisiones de metano (-30% comparado con el pico alcanzado en 1999).
18 Como por ejemplo nuevas técnicas de cultivo y riego y también la incorporación de avances biotecnológicos.
19Esta técnica logra reducir hasta un 90% la emisión de metano durante la temporada de crecimiento (IRTA, 2017) y
un 30 y 40% el consumo de agua con posibilidad de alcanzar rendimiento equivalente al sistema de riego
convencional (IRTA, 21 de septiembre de 2017).
Cabe destacar que las posibilidades de reducir los rendimientos son mayores bajo el riego
intermitente por lo que, para evitar una caída significativa de los mismos, se requerirá al mismo
tiempo de tareas controladas de nivelación de la chacra y buena fertilización. Esta parte es
fundamental a la hora de incentivar la adopción de esta técnica ya que puede ocurrir que el
ahorro de costos derivados del menor bombeo de agua no sea suficiente como para compensar
la caída de los ingresos ante los menores rendimientos.
La valorización de los residuos generados en la cadena arrocera puede ser una actividad
empresarial con gran potencial para maximizar la productividad y, al mismo tiempo, reducir el
En las molineras de arroz del país, el proceso de secado (donde se separa la cáscara de arroz del
grano) representó cerca del 6% de la estructura de costos del productor, lo que en montos se
tradujo entre 102 y 114 USD/hectáreas (ASPA, 2012). Dentro de esta actividad uno de los insumos
utilizados como principal fuente energética es la leña, la cual es provista por agentes externos a
la cadena productiva. En este sentido, el uso de la cáscara de arroz en reemplazo de la leña podría
actuar como una alternativa viable para la reducción de costos ya que la biomasa no requeriría
ser adquirida por terceros ni transportada hasta el centro de producción. La lógica detrás de esto
es que la cáscara de arroz ya se encuentra disponible en la misma molinera y los costos
operativos ya serían tomados por la normal actividad en el proceso productivo intrafirma.
Colombia: en 2018 el Molino de Federal instaló la primera planta cogeneradora de energía con
cascarilla de arroz obtenida por su propia actividad de molienda. Con una inversión inicial de 1,2
millones de USD, la planta colombiana logró ahorrar un 80% el consumo anual de energía
eléctrica. De esta forma, no solo logró mejorar su estructura de costos sino también mejorar su
imagen comercial como empresa sostenible gracias a la menor emisión de GEI alcanzada.
20
El proceso se basa en la quema de la cascarilla de forma parcial, de manera que los gases resultantes sean
utilizados para alimentar un motor de combustión interna acoplado a un generador y así obtener energía.
Uno de los subproductos que se puede mencionar es el salvado (derivado del arroz que surge
del pulido o blanqueado), el cual puede tener aplicaciones como alimento para animales y en
las industrias alimenticias y farmacéuticas en su forma de aceite de arroz (Alexandri et al.,
2020). Asimismo, la producción de aceite de arroz a partir del salvado lleva a la existencia de
otro subproducto como es el salvado desgrasado (defatted rice bran) con usos interesantes
para ser valorado, desde suplemento de fibra para dietas hasta la producción de
biocombustibles (dentro de estos el biobutanol se presentaría como una alternativa más
lógica debido a que tiene mayor contenido energético que otros biocombustibles como el
bioetanol). Otra aplicación del salvado desgrasado es la producción de ácido láctico, un
componente muy utilizado en la industria alimenticia, cosmética, farmacéutica y química.
Además, a partir de este ácido se puede obtener ácido poliláctico, una alternativa
prometedora para la fabricación de plásticos sin petróleo (Alexandri et al., 2020).
En resumidas palabras, los residuos de la producción de arroz como la cáscara pueden ser
utilizados por los productores como alternativas para aminorar la dependencia de insumos
energéticos en los eslabones industriales y con ello reducir su peso dentro de la estructura de
costo. Esto sucede por el potencial que presenta la cáscara de arroz para la generación de
energía eléctrica y su alta disposición dentro de los mismos molinos arroceros. En simultáneo
se lograrían mejoras ambientales en el proceso productivo dado que se evita la quema del
subproducto (lo que generaría mayor contaminación por partículas) o su disposición en campos
abiertos para su posterior descomposición (lo que se traduciría en mayores emisiones de
metano) y una mayor presión de los recursos materiales de los ecosistemas. De esta forma, se
transforma en un activo energético a un subproducto que supondría un costo por su
tratamiento, mitigando al mismo tiempo los efectos de la crisis ambiental.
Las técnicas de monocultivo generan pérdidas de nutrientes y materia orgánica en los suelos,
lo que termina por impactar de forma directa en su productividad y en los rendimientos del
productor. Esto último, sumado al potencial aumento de costo que supondría la aparición de
plagas y malezas por la especialización productiva en un solo tipo de cultivo, condiciona la
rentabilidad del sector arrocero. En este sentido, la rotación de cultivos es una de las prácticas
sostenibles de fácil aplicación que puede contribuir al cuidado ambiental e incrementar el
ingreso de los productores.
No se debe dejar de mencionar a la rotación de arroz-piscicultura dentro de los AAI, los cuales
combinan la producción de administración de actividades agrícolas y acuícolas. A partir de esta
integración se producen sinergias estimuladas por un mejor aprovechamiento de los recursos
y la introducción de dinámicas circulares, lo que permite una menor dependencia de insumos
externos. Con la rotación arroz-peces se logra obtener carbohidratos (el grano de arroz) y
proteína animal sin perjudicar la calidad y la cantidad de cereal producido. Este esquema de
producción brinda al productor una fuente de ingresos adicional, en comparación al
monocultivo (Reddy y Kishori, 2019), al mismo tiempo que genera externalidades positivas en
términos sociales (por ejemplo, en producciones familiares mejora la nutrición del hogar y sus
posibilidades de desarrollo, mientras que en esquemas más avanzados impulsa la creación de
puestos de trabajo y el arraigo territorial).
El aumento de la productividad, es decir producir más con la misma utilización de insumos, trae
aparejados beneficios evidentes desde el lado económico, pero también desde una perspectiva
ambiental. El hecho de elaborar más alimentos demandando menos cantidad de agua, por
ejemplo, contribuye a la adaptación de la escasez hídrica sin necesariamente dejar de atender
la seguridad alimentaria. La incorporación de variedades de arroz más productivas irían en este
sentido ya que permiten un aumento del rendimiento, intensificando la producción de alimentos
sin seguir presionando en los recursos naturales del planeta.
La experiencia evidenciada en Asia ante la introducción del arroz híbrido da cuenta de esto: el
rendimiento del arroz chino ha aumentado de 1,89 toneladas por hectáreas en 1.949 a 6,71 t/h
en 2012, lo que implicó un nuevo récord histórico de los rendimientos en China. El hecho de no
requerir de mayor superficie cultivada pudo haber tenido como segundo efecto un menor
requerimiento de agua y una reducción de la intensidad de emisiones en la producción de arroz
(este punto se abordará de forma detallada en la siguiente sección).
A nivel regional, Argentina ha hecho un largo recorrido en el mejoramiento genético del arroz, lo
que permitió aumentar la rentabilidad de los productores locales. Recientemente el INTA
elaboró el arroz Memby Porá INTA CL caracterizado por su tolerancia a bajas temperaturas.
Sin embargo, hay que tener presente que el traslado a mejoras ambientales no es automático.
Aumentar los rendimientos a la par de una mayor ampliación del área sembrada redundaría en
mayores emisiones y consumo de recursos. Es por ello que se enfatiza aumentar la
productividad de los arrozales en el sentido de lograr congeniar un aumento de la producción
con un menor requerimiento de insumos y en donde las semillas comerciales jugarían un rol
clave.
Garantizar la provisión de los alimentos y reducir la hambruna en el mundo son algunos de los
objetivos centrales de los sistemas agroalimentarios. Sin embargo, el cumplimiento de estas
metas no debe dejar de lado la búsqueda por la preservación de los ecosistemas dado que
existen formas de producción que permiten la intensificación de alimentos, pero a costa de una
degradación ambiental. Es por ello que el objetivo de este apartado es tratar de encontrar una
relación entre el aumento de la producción de arroz y las emisiones de metano asociados al
mismo en distintos países, identificando las posibles variables detrás de sus comportamientos.
A su vez, y en base a los resultados obtenidos, se pretende elaborar un marco de explicación
para aquellos casos en los que se logró alcanzar el ideal de mayor producción y relativa mejora
ambiental.
El gráfico 12 muestra la relación entre producción y emisiones de metano para el período que
comprende de 1970 a 2017. A simple vista se observa una relación positiva entre ambas
variables, es decir, cuanto más aumenta la producción más se incrementan las emisiones. Esto
es lógico debido a que en su gran mayoría los aumentos de las cantidades producidas fueron
acompañadas por un incremento del área sembrada (y por ende mayor cobertura de tierra
inundadas y uso de agua).
En este sentido, pueden observarse cuatro grupos de países. Un primer grupo ubicado en el
cuadrante uno, en el cual se concentran gran parte de los países de la muestra. Este conjunto se
caracteriza por un aumento de la producción y de las emisiones de metano. No es de extrañar
que entre los casos más sobresalientes aparecen gran parte de los países africanos, en donde el
incremento en la cantidad de alimento producido fue resultado de una expansión de la frontera
agrícola y no de mejoras en la productividad (Wise, 3 de diciembre de 2021). En este cuadrante
también aparecen los principales países productores de arroz como Indonesia, Vietnam e India.
Por su parte, el cuadrante 3 muestra la relación opuesta, en donde hubo una evolución negativa
en la producción acompañado con menores emisiones de metano liberadas a la atmósfera. Son
ejemplo de ello Jamaica, Puerto Rico, Argelia y Japón. Cabe destacar el caso de Zimbabwe ya
que aparece como el único país con aumentos en las emisiones, pero caídas en la producción.
Esto podría asociarse a malas prácticas de cultivo lo que se evidenció en malos rendimientos.
De hecho, la cantidad de arroz producido por hectárea cultivada tocó su punto máximo en 1986
con una cifra de 3 toneladas por hectárea y a partir de allí cayó de forma sistemática hasta
anotar en 2020 un rendimiento de 0,3 toneladas por hectárea.
Sin embargo, existe otro pequeño grupo de países que ha logrado un aumento de la producción
de arroz en sintonía con una caída de las emisiones de metano. Distintos factores darían cuenta
de esto y muchos de ellos estarían asociados a la introducción de paquetes tecnológicos que
conjugan, por ejemplo, el uso de otras técnicas de riegos más productivas en términos de
utilización del agua, con la utilización de nuevas variedades de semillas de alto rendimiento y
técnicas de labranza y cultivo más productivos. Destaca el caso de China y Brasil que
expondremos a continuación.
21
Como se ha mencionado en apartados anteriores, cuando el arroz crece bajo riego constante sin drenaje,
aumentan las emisiones de metano por la descomposición de materia orgánica debajo del agua.
15%
H4 1970-2017
10%
Argentina
5%
0%
-5%
-10%
V .
-15%
-15% -10% -5% 0% 5% 10% 15%
Variación anual acumulada producción (1970-2017)
China es el principal productor de arroz del mundo. Según datos de FAO, en 2020 alcanzó una
producción de 213,6 millones de toneladas de arroz con cáscara, el cuarto nivel más alto de su
historia solo superado por 2017 (-0,4%), 2018 (-0,2%) y 2015 (-0,1%). Desde 1961 hasta 2020 las
cantidades producidas aumentaron a una tasa acumulada anual del 2,3% explicado en su gran
mayoría por mejoras de la productividad.
● Utilización de área de cultivo: cuanto más aumenta el uso de tierras cultivadas para arrozales,
mayor es la intensidad en el uso de riego y mayores son las emisiones;
Teniendo en mente las variables mencionadas se prosigue a explicar cada período identificado
empezando por el más actual hasta aquel posicionado más atrás en el tiempo.
Una de las etapas identificadas va desde 2004 hasta 2019; aquí se observó un aumento de la
producción de arroz en sintonía con un incremento de las emisiones de metano liberadas a la
atmósfera por el eslabón de cultivo. Esto último se asoció en parte a una leve recuperación en
la utilización del área cosechada (como se mencionó, el aumento del área sembrada suele estar
relacionada con un incremento en las emisiones de metano), tras el punto mínimo alcanzado
en 2003, ante la creciente necesidad de alimentar a una población cada vez mayor, con mejores
niveles de ingreso y estándares de vida.
El segundo período abarca los años comprendidos entre 1977 a 2003 y se caracterizó por un
incremento sostenido de los rendimientos a la par de una reducción escalonada en las
emisiones de metano: mientras los primeros crecieron en un 2% (de 3,6 toneladas a 6), la
cantidad de metano liberado a la atmósfera retrocedió en un 9,5%. En esta etapa aconteció la
llamada Revolución Verde en China cuya principal consecuencia fue un alza considerable en la
productividad agrícola por la mayor difusión de la biotecnología y técnicas de riego más
eficientes (puntos que se abordarán más adelante en la sección). La mayor cantidad de
toneladas producidas por tierra cultivable que significó la tecnificación del agro, sumado al
cambio en las técnicas de inundación en los arrozales, tuvo como resultado adicional la menor
necesidad de aumentar el consumo del agua y con ello una reducción de las emisiones de
metano. Un factor adicional que motivó a la búsqueda de aumentos en la producción de arroz
por hectárea fue la intensificación de la competencia por la tierra entre los cultivos y la creciente
proliferación de las urbes en dicho período (Mishra et al., 2022). Esto generó que los suelos
destinados al cultivo sean menores, presionando a los productores a que incrementen su
productividad.
Cabe mencionar que estos escenarios descritos de menores emisiones de metano no fueron
consecuencia de acciones deliberadas del Estado para reducir el impacto ambiental de la
producción de arroz, sino más bien un “efecto secundario” de la Revolución Verde y la
tecnificación del sector agrícola que aconteció en aquellos años. Asimismo, la mejora de la
calidad de vida en China implicó mayores niveles de exigencia en la calidad del arroz ofrecido
por parte de los consumidores locales. Para el año 2000 cerca del 40% del área sembrada de
arroz la ocupaban variedades de granos de alta calidad (Zhang et al., 2005, como se cita en
Peng et al. 2009). Estos estándares de producción más exigentes pudieron haber desembocado
en un incentivo para la producción de arroz agroecológico y a nuevas inversiones en
tecnologías.
8 190.000
7 180.000
170.000
6
160.000
5
150.000
4
140.000
3
130.000
2
120.000
1985
1961
1963
1965
1967
1969
1971
1973
1975
1977
1981
1983
1987
1989
1991
1993
1995
1997
1999
2001
2003
2005
2007
2009
2011
2013
2015
2017
2019
Con base en lo descripto en el párrafo anterior, el período que va de 1976 hasta 2003 fue el
único con un incremento de los rendimientos debido a un aumento de la producción en sintonía
con una fuerte reducción en el área cosechada. Asimismo, las emisiones de metano cayeron de
forma escalonada y llegaron a anotar en 2003 el menor valor desde al menos 1961. Distintos
factores y eventos darían cuenta de este escenario entre los que se pueden mencionar la
introducción de nuevas tecnologías como el arroz híbrido y nuevas técnicas de riego y drenaje
y la aparición de políticas de fomento a la producción.
A fines de los 70 e inicios de los 80 China desarrolló una nueva variedad de arroz denominado
arroz híbrido (debido a que surgen del entrelazamiento de dos o más progenitores con
desarrollo genético diferentes), el cual contribuyó de forma significativa en los rendimientos
productivos del sector y se proliferó en gran parte de los campos arrozales chinos. El arroz
híbrido surgió de la cruza entre un cultivo de arroz silvestre y otro doméstico y presenta ciertas
El cultivo de arroz con la variedad de híbridos no solo permitió un aumento de los rendimientos
por misma área cosechada (lo que contribuyó a la menor utilización de recursos materiales y
menor presión al ambiente) sino que también generó menores emisiones de metano ya que su
ciclo de cultivo y su permanencia bajo inundación suele ser menor al de los cultivos
tradicionales (Myrteza, 2012). En ese sentido, la generalización del arroz híbrido en los arrozales
de China en el período analizado pudo haber contribuido a las menores emisiones de metano
en dichos años.
La introducción de nuevas tecnologías no fue el único evento que pudo haber marcado el
incremento de los rendimientos de arroz. Hubo también una política deliberada por parte del
Estado para incrementar la producción de arroz e incentivar la inversión por parte de los
productores agrícolas.
Un hecho importante fue la introducción del sistema de responsabilidad familiar (o HRS por sus
siglas en inglés) mediante el cual se entregó la administración de las tierras agrícolas a los
productores. El modelo consistió en la venta de una cantidad fija de arroz y a un precio cuota
por parte de los arrozales al gobierno y a cambio obtenían combustibles subsidiados,
fertilizantes y prepago en efectivo por sus ventas (Yap, 1994 tal como se cita en Xie et al., 2014).
Este sistema de producción posiblemente generó incentivos adicionales para mejorar los
niveles de producción de los arrozales, lo que se tradujo en incrementos de la rentabilidad.
Brasil se consolida como el mayor productor de arroz del mundo fuera de Asia. Según datos de
FAO, entre 1961 y 2020 las toneladas producidas de arroz aumentaron a una tasa media
acumulada del 1,2% y respondieron en gran medida a mejoras de la productividad de la tierra
(los rendimientos se incrementaron un 2,3% en el mismo período). Este desempeño tiene por
detrás varios fundamentos entre los que destaca una creciente tecnificación de la producción
primaria e introducción de técnicas productivas más eficientes (lo que permitió aumentar la
productividad agrícola); un avance de la biotecnología en los cultivos del arroz (que implicó
incrementar la calidad del producto ante las mayores exigencias del mercado); y un apoyo
estatal a los productores para acrecentar la inversión en los arrozales.
Desde una perspectiva ambiental relacionada al cambio climático, el sector arrocero del país
sudamericano logró reducir sus emisiones de metano en un 1,1% desde mediados de la década
del 90 hasta por lo menos el año 2019. Si bien se trata de una baja modesta, no deja de ser un
caso interesante para analizar dado que fueron pocos los países que lograron registrar una
expansión de la producción menos intensiva en emisiones de GEI. Similar al caso de China, las
relativas mejoras ambientales no fueron resultado de un actuar consciente por parte de los
agentes involucrados en la cadena arrocera para transitar a técnicas productivas menos
contaminantes, sino más bien una consecuencia adicional, no buscada, producto de las
mejoras en la productividad del sector.
A continuación, se resumen una serie de factores que darían cuenta del incremento en los rindes
del cultivo del arroz para luego exponer su relación con la reducción de las emisiones de metano.
El período que abarca de 1960 e inicios de 1980 se caracterizó por el primer gran impulso de la
producción en el sector arrocero de Brasil. Los productores llevaron adelante una fuerte
expansión de la frontera agrícola (el área sembrada aumentó 3,6% acumulado en dicho período,
A inicios de 2000 las toneladas producidas del sector se mantuvieron relativamente estables y
la productividad continuó acentuando su crecimiento (fenómeno generalizado en la agricultura
del país). Esto último se asoció a un aumento de la relación capital-trabajo, lo que quedó
evidenciado en un alza del stock de maquinaria y equipo en detrimento de la participación del
empleo agrícola (OCDE, 2015). En este mismo período se llevaron adelante una serie de
proyectos estatales que tuvieron por objetivo explícito mejorar los rendimientos del cultivo de
arroz. Entre ellos aparece, por ejemplo, el famoso Projeto +10, cuyas acciones más relevantes
fueron la búsqueda de una planificación de cultivos mediante el laboreo anticipado y la correcta
elección de la época de siembra para un mejor aprovechamiento de las condiciones
ambientales. Asimismo, se pretendió fomentar el uso de semillas certificadas y la fertilización
y riego eficiente de cultivos para garantizar la productividad de los arrozales. Del mismo modo,
las técnicas de rotación de cultivos aparecieron como una de las herramientas a enfatizar para
el control de malezas (IRGA, 2018).
En Brasil ocurrieron sucesos relativos tanto en la oferta como en la demanda de arroz que
parecieran haber tenido incidencia en el buen desempeño de sus rendimientos.
Desde el lado de la oferta, la producción de arroz brasileño pasó de realizarse bajo un sistema
de secano a un sistema de regadío. La principal diferencia entre ambas formas de producción
radica en que el arroz secano se realiza en zonas con mayor presencia de precipitaciones y no
depende en gran medida del riego artificial, contrario a lo que sucede con el arroz de regadío
(sistema utilizado mayoritariamente en el mundo y Argentina) donde el riego es factor
fundamental y la calidad del arroz suele ser mucho mayor. El hecho de que las precipitaciones
sean un factor no controlable por los productores vuelve al arroz de secano menos productivo
que el arroz de regadío.
En este sentido, gran parte del área sembrada de arroz en Brasil entre 1960 y 1980 la ocupaban
los arrozales con técnica de secano. No fue hasta pasados la década del 80 que empezó a
ganar predominancia el arroz irrigado asociado a los mayores rendimientos que traía aparejado
y al fuerte incentivo que iniciaron algunas instituciones estatales del país sudamericano para su
aplicación. De esta forma, entre 2010 y 2012 la producción de arroz irrigado promedió una
participación del 81,9% dentro del total producido, mientras que el resto lo concentró el secano.
En términos de rendimiento la brecha es aún más notoria: el rendimiento del primero fue cuatro
veces superior al del segundo (Fageria et al., 2014). Este cambio en las formas de producción
trajo aparejado un fuerte incremento de la productividad brasileña, lo que quedó reflejado en
una menor utilización de hectáreas cultivables (fundamentalmente aquellas que se destinaban
a los cultivos de secano).
Las mejoras productivas del cultivo de arroz en Brasil fueron también consecuencia de un apoyo
mutuo entre el sector público y privado. En la cadena arrocera fueron dos las instituciones
públicas que destacaron por su rol activo como proveedoras de nuevas tecnologías y
variedades de arroz, así como de asesoramiento técnico: una de ella es la Corporación Brasileña
de Investigación Agropecuaria (EMBRAPA, por sus siglas en portugués) y la otra es el Instituto
de Río Grande de Arroz (IRGA).
IRGA es la principal proveedora de variedades de arroz en Río Grande do Sul (principal región
productora de arroz en Brasil) y es la responsable del 60% de las variedades utilizadas en los
arrozales brasileños (USDA, 30 de marzo de 2007). Uno de los cultivos con modificaciones
genéticas más usado es el IRGA 4220, el cual representó un hito del organismo por presentar
rendimientos muchos mayores a otros tipos de variedades de arroz y con la ventaja adicional
de adaptarse satisfactoriamente a las especificidades climáticas de Brasil.
Otra de las actividades más destacables del IRGA es la de transferencia tecnológica y creación
de redes de apoyo. En este sentido, uno de sus planes más ambiciosos fue el ya mencionado
Projeto +10 (ideado a inicios de 2000) cuyo objetivo era lograr alcanzar rendimientos en el arroz
de Río Grande do Sul igual o superiores a las 10 toneladas por hectárea para el año 2010. Si
bien el objetivo inicial no logró alcanzarse (en 2010 se registró un rendimiento de 6,5 toneladas
por hectárea en dicha región, según datos de IBGE), las toneladas de arroz por hectárea
producida se mantuvieron en franco crecimiento en dicho período, lo que da cuenta de la
efectividad del programa.
22Según la página oficial del organismo se han lanzado al mercado 42 cultivares de arroz de secano y 43 cultivares
de arroz de riego.
Desde el inicio del proyecto hubo un respaldo por gran parte de los agentes intervinientes en la
cadena productiva del arroz tanto desde el sector privado empresarial (agrupadas en las
principales cámaras privadas arroceras de Brasil) hasta la comunidad científica y el sector
gubernamental. Una de las primeras medidas fue la realización de diagnósticos ambientales y
ecológicos (monitoreo de plagas y residuos de agroquímicos) para la posterior aplicación de
capacitaciones y transmisión de conocimientos productivos mediante Buenas Prácticas
Agrícolas. Otro paso importante fue la constitución de Comités Técnicos Regionales cuyos
objetivos consistían en la elaboración de normas técnicas específicas y de otros documentos
para auditoría. Con este conjunto de metas se esperaba reducir la cantidad de insumos en un
30% y aumentar los beneficios de forma considerable producto de una mejora en la
competitividad en la cadena arrocera (Mattos et al., 2009).
En ambos casos analizados se logró congeniar la mejora de la producción con una reducción
de las emisiones de GEI. El factor detrás de este comportamiento fue en gran medida las
mejoras productivas asociadas a la tecnificación del campo. Si bien no hubo una intención
explícita por enfatizar en formas de producción más amigables con el ambiente, actualmente
se han esquematizado planes productivos para la búsqueda de una producción sostenible del
arroz.
En el caso de China, existe un creciente interés por la sostenibilidad. Esto quedó plasmado en
el lanzamiento del “Plan Nacional de Desarrollo Sustentable Agropecuario (2015-2030)” cuyo
objetivo se centró en garantizar la sostenibilidad de la capacidad de seguridad alimentaria y la
utilización sostenible de los recursos agrícolas del país. Para el caso específico del cultivo del
arroz se dejó en evidencia la intención de promover el desarrollo de modelos agrícolas circulares
mediante la simbiosis de “arroz-pez”; estabilizar el área de siembra de los arrozales y fomentar
el uso de técnicas de riego ahorradoras de agua (y, en simultáneo, reducir la extracción de agua
subterránea). Finalmente, para la problemática del contenido de arsénico se propuso renovar
las zanjas de riego existentes y reducir el contenido de metales pesados en las fuentes de agua
de riego (Ministerio de Agricultura y Asuntos Rurales, 2015).
La intención de virar hacia técnicas productivas agrícolas más amigables con el ambiente es un
hecho evidente en los países productores de alimentos como Brasil y China. Esto responde en
parte a la necesidad de satisfacer las exigencias de los consumidores por conseguir productos
más saludables y agroecológicos. En este contexto, es imperante acentuar la posición de
Argentina como proveedor de alimentos sustentables y poder insertarse en esos nichos de
mercados con mayores precios ofrecidos y cuyos estándares de calidad obligan a los
productores a implementar nuevas tecnologías más eficientes. Este aspecto es de gran
importancia, especialmente cuando se enfoca al mercado internacional, que establece estrictos
requisitos sanitarios para la importación de alimentos, exigiendo una visión diferenciada de la
producción, priorizando la calidad del grano y el cuidado ambiental.
A lo largo del documento se realizó un recorrido por los complejos acuícola y arrocero, y con
mención a nuevas técnicas que promueven la integración entre las actividades económicas ya
conocidas, que llevan a un mejor aprovechamiento de los recursos naturales. A continuación se
presenta una serie de estrategias de política pública en pos de impulsar el desarrollo de los
sectores abordados a lo largo del documento: Estas se ordenan por sector y en ejes temáticos
según el área en la que tendrán principal impacto.
Eje legislativo
• Acuaponía: Sistema biointegrado que vincula una acuicultura en recirculación con el cultivo
hidropónico de hortalizas, flores o hierbas.
Por otra parte, si bien la Ley actual reconoce que las actividades de acuicultura deben
enmarcarse en los criterios de sustentabilidad de los recursos naturales, no se hace alusión
directa al cambio climático como problemática y a las medidas de adaptación que se deberán
seguir en pos de la mitigación de los efectos que causan la degradación ambiental.
Asimismo, las mujeres de una caleta de Antofagasta recibieron un dispositivo de Internet Móvil
con banda ancha (BAM) para que posean conectividad para participar virtualmente de las
mesas regionales, y también brindar un servicio a la comunidad, ya que el módem se encuentra
en una escuela a la que asisten 38 niños de familias en situación de vulnerabilidad (SUBPESCA,
30 de septiembre de 2021c).
Por otra parte, este Programa realizó un relevamiento a las mujeres en la pesca y acuicultura
para conocer sus condiciones laborales, su nivel educativo y su bienestar. Obtuvieron que el
48,5% de las mujeres tienen escolaridad incompleta, el 32,1% de las personas encuestadas
consideran que las mujeres reciben malos tratos por parte de los hombres en las caletas y el
56,2% indica que no hay igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en la pesca
artesanal, en cuanto al acceso a capacitaciones, proyectos, acceso a financiamientos y cargos
dirigenciales (SUBPESCA, 7 de marzo de 2022a).
Por este motivo, es de sumo interés realizar esta modificación en la normativa, y luego, un
estudio similar a nivel nacional, con el fin de generar espacios de trabajo basados en el respeto
y que representen oportunidades de empleo de calidad en las mujeres, para así contribuir al
cierre de brechas.
Eje productivo
En cambio, para las grandes iniciativas acuícolas que ya están en ejecución, el siguiente paso
es incrementar su capacidad de producción, ampliar sus redes de comercialización, acceder a
sellos y certificaciones, y entablar vínculos que generen oportunidades de exportación. Por este
motivo, el financiamiento, ya sea por préstamos a tasas preferenciales o ANR, deben ser para
proyectos que incluyan la adquisición de insumos y maquinarias, desarrollo de tecnologías de
cultivo. Asimismo, la asistencia técnica resulta imprescindible para la implementación de los
proyectos, junto con el fomento de emprendimientos asociativos que promuevan la
transferencia de conocimientos y tecnologías entre privados y la generación de capacidades
productivas.
Por último, cabe mencionar que el desarrollo de proyectos de acuicultura integrada –tal es el
caso del sistema de producción de arroz y pacú– requieren del diseño de una línea de
financiamiento específica, cuya evaluación y apoyo técnico se trabajará de manera específica
en la Comisión Asesora Técnica para la Acuicultura (CATA).
Desarrollar una cadena de proveedores para fortalecer la acuicultura nacional. Una de las
limitantes para la expansión de la acuicultura y los modelos productivos que se derivan de ella
(sistemas de agro-acuicultura, acuicultura familiar y multitrófica) es la carencia de actores que
actúen como proveedores para la cría y cultivo de peces. El alimento balanceado, los alevines y
los servicios de transporte de peces vivos y construcción de jaulas son algunos de los eslabones
productivos determinantes para la competitividad del sector y cuyo desarrollo nacional es más
bien escaso. En este sentido, es determinante trazar incentivos para aumentar las inversiones
en el sector y ampliar la disponibilidad de insumos tal como se realizó en Egipto.
Dentro del plan de acción del programa piscícola santafesino se encuentran, entre otras
actividades, capacitaciones y acompañamiento en los primeros pasos a productores
seleccionados. A su vez, el programa propone la conformación de las unidades demostrativas
agroecológicas de San Javier y Monte Vera como un “semillero provincial” para ampliar la
variación genética, la realización de demostraciones productivas, impulsar a la actividad y
desarrollar experimentación científica-tecnológica (MAGyP, 16 de noviembre de 2021).
De esta forma, se propone profundizar los casos de asistencia como los de Santa Fe con una
herramienta que promueva la radicación de inversiones en empresas proveedoras de bienes y
servicios. Esto se justificaría por la potencialidad que presenta la acuicultura para generar
divisas, sustituir importaciones y alcanzar mercados externos en bienes y servicios de alto valor
agregado. Una posible solución podría ser un programa similar al implementado por el
Ministerio de Desarrollo Productivo (“Programa Nacional de Desarrollo de Proveedores”,
mediante el cual se destinan inversiones en empresas elaboradoras de insumos industriales
estratégicos), con el fin de identificar nuevos agentes dentro de la cadena y potenciar su
capacidad productiva y rol como proveedor de los productores acuícolas.
Por otra parte, una oportunidad en la que pueden participar las mipymes acuícolas es la
convocatoria “Financiamiento para Saneamiento y/o adecuación ambiental”, enmarcada en el
Plan Desarrollo Productivo Verde del Ministerio de Desarrollo Productivo. Este Plan busca
promover la incorporación activa de la dimensión ambiental, especialmente en la ampliación de
la matriz productiva, la creación de empleos, la integración territorial, la mejora de la
productividad y el desarrollo exportador.
Esta línea de crédito brinda un monto de hasta $50 millones con un plazo de devolución a 60
meses con tasa de interés nominal anual del 20% bonificada por el FONDEP y financia proyectos
de inversión destinados al mejoramiento o implementación de buenas prácticas para la
prevención y el control de la contaminación, mediante la adquisición de equipos, construcción
de instalaciones y/o implementación de sistemas de gestión ambiental, con el objetivo de
abordar el saneamiento de efluentes líquidos y/o gaseosos, la optimización en el uso del agua
y la gestión de los residuos. Tienen prioridad los proyectos localizados sobre cuencas hídricas.
Eje social
Entonces, resulta interesante aprovechar el conocimiento que han generado estas experiencias,
y llevarlas a escala nacional, para que alcancen la envergadura que tiene, por ejemplo, el
Programa ProHuerta que posee sedes en todas las provincias argentinas y está dirigida a
familias y organizaciones de productores y productoras en situación de vulnerabilidad social.
Dicho programa data de hace más de 30 años y es ejecutado por el Ministerio de Desarrollo
Social, en conjunto con el INTA.
También existen programas provinciales, como la experiencia que se está llevando a cabo
actualmente en San Luis con la Granja Integral Agroecológica de Cruz de Piedra, que representa
un modelo que puede replicarse a lo largo del territorio. Este predio ofrece visitas a instituciones
educativas y próximamente dictará un ciclo de capacitaciones al público en general con fin de
fomentar la producción familiar y el autoconsumo. El elemento novedoso de esta granja es la
estación de acuaponía, lo que la distingue de las 70 huertas agroecológicas que se crearon en
dicha provincia durante 2021 (Ministerio de Producción de San Luis, 24 de marzo de 2022).
Un caso interesante es una iniciativa para las mujeres de la pesca artesanal en Chile que
consiste en el acceso a salas móviles montadas en estructuras similares a contenedores, y que
permiten que las beneficiarias agreguen valor a pescados, mariscos y algas, diversificar sus
actividades, y obtener así una mayor retribución económica por su trabajo. Las plantas están
adaptadas para cuatro tipos de procesos: ahumado, conserva, deshidratado y fresco
congelado. Junto con los módulos, también se ofrece la debida capacitación para que las
pescadoras puedan sacarle el máximo rendimiento a las salas. En Argentina, existió un proyecto
impulsado por SENASA, que entre diciembre de 2013 y mayo de 2014 faenó más de 1.400
animales entre porcinos, ovinos y lechones de pequeños productores en una sala de faena móvil
instalada en Villaguay, Entre Ríos (SENASA, 30 de julio de 2014). Por lo que esta estrategia
también convoca al desarrollo técnico local de instituciones como INTA, INTI, SENASA y las
Universidades.
Otro ejemplo es el Programa Tejiendo Redes, también de Chile, cuyo objetivo es integrar a las
mujeres en la pesca artesanal. En 2021, se entregaron 151 kits de equipos de cocina que
incluyen diversos elementos de trabajo: el kit "Producto Horneado" contiene un horno a gas,
estiradora de masa y procesadora de alimentos y "Producto Frito" se compone de una freidora
eléctrica, una estiradora de masa, un mesón de acero inoxidable y una procesadora. Los dos
restantes corresponden al kit "Ferias Gastronómicas" (toldo con pared, mesa y sillas plegables,
fogón y cooler con ruedas); y "Mantención" (conservador de 120 litros, un lavafondo y una
selladora al vacío) (SUBPESCA, 4 de febrero de 2021).
Una etapa posterior es una propuesta formativa para jóvenes acerca de la administración de
los espacios acuícolas. Una referencia de ello es el programa dirigencial lanzado en Santa Fe
que tiene por objetivo contribuir a la formación de jóvenes rurales con vocación de ocupar
espacios de liderazgo, y con la capacidad de implementar estrategias de desarrollo regional,
En este sentido, el primer recurso que se requiere es la información recabada por el Registro
Nacional de Acuicultura (RENACUA) en el que deben inscribirse obligatoriamente todos los
productores involucrados en el cultivo de organismos acuáticos conforme a la Resolución
N°1314/2004 (excepto los dedicados a la acuicultura familiar sin fines comerciales), por lo que
su continuidad resulta esencial para la generación de estadísticas periódicas, y así dar
cumplimiento con el inciso h del Artículo 2 que establece que el Ministerio de Agricultura
Ganadería y Pesca (MAGyP) deberá responder en materia de estadística de la acuicultura del
país frente al Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), así como frente a la FAO y
otras organizaciones.
Los informes periódicos sobre la evolución del sector deberían incluir la identificación de
actores en todo el país, la producción de biomasa por especie y provincia, mapeo de
establecimientos de elaboración industrial y capacidad instalada de los mismos, y un
seguimiento de los canales de comercialización. En esta tarea de generación de estadísticas es
de gran relevancia, por un lado, la coordinación con las administraciones provinciales, y por otro,
la conformación de alianzas con organismos que puedan aportar información primaria. Por
ejemplo, la participación de la Red de Fortalecimiento de la Acuicultura (ReFACUA), que depende
del CONICET, permitiría establecer contacto indirecto con otros entes, ya que el Consejo Asesor
del ReFACUA nuclea a las principales instituciones científicas y técnicas de la pesca y
acuicultura, entre las que se encuentra el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI)
dependiente del Ministerio de Desarrollo Productivo.
Poseer este tipo de información le permitiría al país establecer un diagnóstico y elaborar una
agenda para exponer y convalidar ante instituciones internacionales, tal como ocurrió en la
reunión bilateral entre Chile y Noruega, celebrada en el marco de la feria AquaSur de marzo de
2022. En dicho encuentro, se debatió acerca de los avances en el monitoreo y mitigación del
cambio climático, el balance sobre licencias especiales en acuicultura (investigación y
desarrollo) y se compartieron experiencias en diversificación productiva y acuicultura en
pequeña escala (SUBPESCA, 7 de marzo de 2022b). De este modo, Argentina podrá adaptar y
mancomunar su estrategia productiva y ambiental con los esfuerzos de otros territorios.
5.2. Arroz
Eje productivo
Por otro lado, la cuestión ambiental debe ser un eje transversal a toda política pública, es por
ello que se deben proponer soluciones que contribuyan al problema de la infraestructura y los
caminos rurales pero bajo un enfoque de sostenibilidad. En este sentido, una alternativa
innovadora la cual podría indagarse es la del “asfalto verde”. Generalmente la forma de
mantener los caminos rurales se basó en la remoción de tierra y la pérdida de cobertura vegetal,
lo que generó mayor erosión de los suelos. En este sentido, el empastado de banquinas y
cunetas, la creación de biorrefugios y la no remoción del suelo en la zona central del camino
(pilares del concepto de asfalto verde) permitirían que haya menos polvareda y
fundamentalmente que se hundan menos las rutas. Esto a su vez no requiere de arreglos
adicionales por lo que habría un ahorro de costos.
Eje ambiental
Fomento del uso de bombas solares para riego en arrozales. Las fuentes de agua para regadío
varían según la región de nuestro país, por lo que el diseño de políticas para mejorar las técnicas
productivas de riego dependerá de la especificación de cada provincia. En el caso de Entre Ríos
predomina la extracción de recursos hídricos mediante pozos profundos cuya fuente energética
principal son los combustibles. Esto representa un problema para los productores ante los
elevados precios y su alta volatilidad, tal como ocurre con el conflicto bélico entre Rusia y
Ucrania. Del mismo modo, el uso de combustibles fósiles genera un aumento de la huella de
carbono en la producción por lo que no se alinea con una transición a la producción sostenible.
En este sentido, podría avanzarse hacia la electrificación de las bombas para extracción de agua
acompañado de la utilización de paneles solares como suministro de energía. En principio, las
bombas eléctricas requieren un menor mantenimiento y presentan una mayor vida útil. En
segundo lugar, los paneles solares motivarían la transición hacia el uso de bombas eléctricas.
Si bien la electrificación de los procesos productivos supone un avance inicial hacia la
sostenibilidad de la producción de arroz, los elevados costos energéticos no generan incentivos
a los productores para realizar la transición hacia este tipo de equipamiento. El uso de energía
fotovoltaica para bombeo supondría una potencial solución a esta limitación ya que generan
una menor dependencia del suministro eléctrico de la red nacional y contribuiría aún más en la
descarbonización de la producción arrocera.
En Argentina el INTA dio apoyo a un productor de arroz en Entre Ríos para la implementación
del riego con energía solar con resultados satisfactorios (Gobierno de Entre Ríos, 31 de marzo
de 2019). Sobre la base de esta experiencia, se propone realizar charlas y asesoramiento en
donde se expongan los beneficios de la utilización de bombeo fotovoltaico y crear líneas de
financiamiento que permitan al productor afrontar los altos costos de capital y aumentar su
capacidad de adquisición de las bombas. De esta forma, la transición hacia bombas eléctricas
solares contribuiría a ampliar el sector de energías renovables en el país.
Sin embargo, muchas de estas prácticas no se encuentran difundidas, es por ello que se
propone realizar mesas de discusión entre distintos organismos para exponer las
preocupaciones y potenciales efectos de la crisis hídrica y en base a ello proponer un manual
de buenas prácticas en donde se detallen los costos, beneficios económicos y los potenciales
proveedores de esos equipos. Asimismo, pueden incorporarse nuevas líneas de financiamiento
para la transición hacia técnicas de riego más eficientes (intermitentes, por manga o
aspersores) mediante el Programa de Servicios Agrícolas Provinciales (PROSAP) e incentivar el
uso de instrumentos financieros ya existentes para los proyectos de adecuación ambiental
dirigido a pequeños productores.
Sin embargo, aún se deben superar algunas circunstancias que obstaculizan el desarrollo de
las actividades. En la acuicultura, se detectaron barreras a la entrada vinculadas a la inversión
inicial. Asimismo, la red de proveedores es pequeña, lo que dificulta el acceso a los insumos
necesarios, debido a que los costos de traslado encarecen la mercadería. También ocurre que
aún no se han desarrollado soluciones a necesidades específicas, tal como ocurre en el caso
de los alimentos balanceados para diferentes especies. Por otra parte, el proceso de
comercialización de los productos de acuicultura se circunscribe a las cercanías a las zonas
productoras.
Por otra parte, el sector arrocero representa una actividad productiva de arraigo, y es un
complejo exportador relevante. El próximo paso es responder a los desafíos que supone la
adaptación al cambio climático. Dada su alta dependencia hídrica, es particularmente
preocupante para la actividad la mayor frecuencia de escenarios de sequías. Es por ello que la
readaptación del sector mediante la adopción de prácticas que permitan ahorrar agua es
fundamental para hacer frente a este nuevo contexto. En tanto, en la acuicultura, uno de los
desafíos ambientales a los que se enfrenta se relaciona con la generación de residuos
proveniente del resto de alimentos no consumidos y la materia fecal de los organismos
acuáticos puede generar una sobrecarga de nutrientes en los cuerpos acuáticos (sobre todo en
aguas continentales) con fuertes impactos negativos en dichos ecosistemas.
En este sentido, es claro que el complejo arrocero y acuícola cumplen un rol fundamental en el
abastecimiento de alimentos, pero presentan ciertas características que las vuelven poco
sostenibles y resilientes al cambio climático. Sin embargo, algunos de estos condicionamientos
pueden resolverse mediante la integración de ambas cadenas bajo sistemas de agro-
La práctica de la AAI está reconocida como de uso eficiente del agua: aumenta su productividad
y reduce los riesgos asociados a su escasez. Por lo tanto, se considera que la AAI produce "más
cosecha por gota". El aumento de la productividad mediante la AAI es una estrategia clave para
lograr la seguridad alimentaria y podría desempeñar un papel importante en la alimentación del
mundo.
Cultivo: septiembre es el período ideal para iniciar la siembra de arroz, debido a que en dicho
período las ocurrencias de precipitaciones son menores y eso permite una eficaz aplicación de
las tareas de labranza y siembra. Asimismo, si se inicia la siembra en septiembre se logra hacer
coincidir la etapa de prefloración y floración (etapas donde el cultivo requiere mayor captación
lumínica) con diciembre y enero, meses en los cuales la disponibilidad solar es mucho mayor.
La cosecha se realiza entre febrero y abril y puede ser de forma manual o mecanizada (De
Bernardi, 2017).
Secado: el grano recién cosechado se conoce como arroz paddy o arroz con cáscara, y aún no
es apto para consumo. Para lo cual se traslada la cosecha al molino donde ocurre el proceso
de secado, en el que se reduce la humedad del grano y se remueven impurezas. Luego, el
producto puede ser industrializado o almacenado hasta el momento de la primera
transformación que es el descascarillado.
Descascarillado, pulido y envasado: en este eslabón el tratamiento del grano debe ser lo más
cuidado posible ya que puede quebrarse y esto afecta de forma notable la calidad del producto
final y el rendimiento en grano entero. Referentes del sector indican que la cosecha es aceptable
si al menos el 54% de la producción es de grano entero. Una vez que se le quita la cáscara se
obtiene el arroz integral el cual conserva todavía el pericarpio y el germen. Tras un proceso de
pulido se llega al arroz blanco tradicional. Los subproductos y derivados del proceso industrial
son el afrecho y el arroz partido que se destinan a alimento de animales. Antes del envasado,
se realiza una selección manual de los granos de arroz, ya que en la etapa de pulido pueden
partirse. Localmente, el arroz 0000 contiene hasta un 25% de quebrado, mientras que el arroz
00000, hasta un 15%.
Cultivo Envasado
Secado y
almacenamiento
Cosecha Descascarado Pulido Mercado
interno o
Arroz con Arroz blanco externo
cáscara Parbolizado
(arroz paddy)
Afrecho de
arroz y arroz
partido
Secretaría de
Fundación Agricultura,
Proarroz
T INASE ANMAT
Ganadería y
Pesca
Las sinergias son claras. El cultivo de pacú se beneficia por la disponibilidad de alimento natural
y por la infraestructura de riego de los campos de arroz, mientras que los desechos de la
producción piscícola contribuyen al normal desarrollo del cultivo de arroz por actuar como
fertilizantes naturales. A su vez se evita una pérdida de la materia orgánica en los arrozales por
recurrir a técnicas de cultivo de arroz pregerminado que no requiere de técnicas de laboreo de
suelos. De esta forma se logra una producción de arroz agroecológica en conjunto de una cría
de peces libre de uso de antibióticos. Esto último se asocia a que el uso de estos químicos en
la piscicultura integrada podría poner en riesgo el desarrollo del cultivo del arroz, por lo que los
productores evitan recurrir a su utilización.
El proceso productivo que lleva a cabo este conjunto de firmas se caracteriza por una fuerte
integración vertical. Tanto la cría, como el engorde y la provisión de alimentos balanceados se
generan dentro del mismo grupo empresarial. Según detalla Miranda et al. (2019), la planta de
alimento balanceado cuenta con una capacidad instalada de 24 toneladas por día en un turno
de 8 horas diarias, y además de posibilitar la producción para su propio abastecimiento, se
elaboran líneas de alimento balanceado para piscicultura y mascotas.
Siembra de
juveniles de pacú
Etapa de
engorde natural
Etapa de engorde
con alimento
alanceado
Cosecha de
arroz
Inicio de la
cría de Cosecha del pacú
alevines de Siembra de arroz Industrialización
pacú para la pregerminado | Faena
próxima
siembra reparaci n de los
suelos arro ales
Por otro lado, durante 2018, han instalado una planta de biocombustible, a partir del extrusado
de soja, que también se utiliza como insumo para la producción de alimento balanceado. El
biodiesel se utiliza en la producción de arroz, pacú y otros procesos industriales conexos. Por
último, el frigorífico de la empresa tiene capacidad instalada de 1.500 toneladas al año. La
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limitada) ronda el 50%.
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