Sentencia 355-2013 Libertad Condicional
Sentencia 355-2013 Libertad Condicional
Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia: San Salvador, a las doce horas con
veintinueve minutos del día diez de abril de dos mil quince.
El presente proceso de hábeas corpus ha sido promovido por la abogada Zuleyma Yanira
Escobar Alvarenga a favor del señor Fredis Osmin E. A., procesado por el delito de lavado de
dinero y activos, contra actuaciones del Juzgado Primero de Vigilancia Penitenciaría y de
Ejecución de la Pena de San Salvador y la Cámara Primera de lo Penal de la Primera Sección del
Centro.
Analizado el proceso y considerando:
I. La peticionaria aduce plantear un hábeas corpus contra ley heteroaplicativa en virtud de
que al señor Fredis Osmin E. A. se le denegó la libertad condicional ordinaria al estar prohibido
en el artículo 27 inciso 2° de la Ley contra el Lavado de Dinero y Activos. A ese respecto,
sostiene los siguientes argumentos:
1. Que el día 29/9/2009 el Tribunal Tercero de Sentencia de San Salvador condenó al
señor Fredis Osmin E. A. a cumplir una pena de siete años de prisión por el delito de lavado de
dinero y activos, la cual se encuentra ejecutoriada, según refiere.
2. Que se presentó escrito al Juzgado Primero de Vigilancia Penitenciaria y de Ejecución
de la Pena de San Salvador en que se requirió el beneficio de la libertad condicional a favor del
señor Fredis Osmin E. A., solicitud discutida en la audiencia de fecha 7/3/2013, considerando
dicha autoridad"... que el favorecido s[í] cumplía con todos los requisitos personales que exige el
artículo 85 del Código Penal. Sin embargo, denegó otorgar el beneficio de la Libertad
Condicional sobre la base del artículo 27 de la Ley contra el Lavado de Dinero y de Activos, en
la que se establece que: ‘Los condenados por el delito de Lavado de Dinero y de Activos no
gozarán del beneficio de la libertad condicional’..." (sic).
3. "... Ante la negativa de otorgar el beneficio de la Libertad Condicional se presentó
recurso de apelación para ante la (...) Cámara Primera de lo Penal de la Primera Sección del
Centro. Esa (...) Cámara, mediante resolución (...) del día veinte de agosto de dos mil trece,
resolvió: ‘a) Confírmase en todas sus partes la interlocutoria venida en apelación por encontrarse
dictada conforme a Derecho...’. La razón para confirmar la resolución apelada y en consecuencia
denegar la libertad condicional, fue el tenor del inciso segundo del artículo 27 de la Ley CLDA.
Dentro de los argumentos que la (...) Cámara esgrimió están: 'no obstante que en autos se
establezca que el peticionario ha cumplido con los requisitos establecidos en el Art. 85 Pn. (...)
con el hecho de no otorgársele la Libertad Condicional solicitada no es porque no ha hecho
méritos, sino que es por la clase de delito cometido y que por disposición legal expresa está
prohibido..."(sic).
4. La peticionaria cita la sentencias dictadas en los procesos de inconstitucionalidad con
referencias 70-2006 y 11-2006, de fechas 16/11/2012 y 3/10/2011, respectivamente, a partir de lo
cual considera que "... el artículo 27 inciso segundo de la Ley CLDA impone una restricción al
derecho del condenado por estos delitos de beneficiarse con la libertad condicional. (...) [L]a
existencia de una ley que expresamente prohíba de forma automática que un penado pueda gozar
de la oportunidad que un juez le otorgue la libertad condicional, atenta contra el Principio de
reinserción del condenado a la sociedad y necesidad de la pena contenidos en el artículo 27 inc.
3° Cn., art. 10 del PIDCP y art. 5.7 de la CASDH, pues el único fin de esa norma prohibitiva,
de manera exclusiva es hacer que el penado pague por su hecho y sirva de ejemplo
disuasivo para los demás. (...) Para reforzar lo dicho, debemos señalar que el presente Habeas
Corpus se plantea en el sentido de atacar] la constitucionalidad de la resolución dictada porque
deniega la libertad condicional basándose en una norma inconstitucional (...) por lo que
procedemos a pedir a esta Honorable Sala, que realice su examen de constitucionalidad..." (sic).
II. Conforme lo dispone la Ley de Procedimientos Constitucionales se procedió a
nombrar juez ejecutor a María Elisa González Valencia, quien concluyó que "...no han existido
vulneraciones constitucionales en perjuicio del interno Fredis Osmín E. A., porque se ha hecho
una correcta aplicación de la norma sustantiva especial en vista de existir una prohibición, pese
haber cumplido con los requisitos que señala el código penal volviéndose esta una decisión legal
al denegarle dicho beneficio por existir como ya se dijo prohibición expresa por la naturaleza del
delito"
III. 1. La Cámara Primera de lo Penal de la Primera Sección del Centro, en ejercicio del
derecho de defensa concedido, remitió informe el 7/5/2014, en el cual indicó que: "...el inciso
segundo del art. 27 de la Ley de contra el Lavado de Dinero y activos señala que los condenados
por el delito de lavado de dinero y activos no gozarán del beneficio de la libertad condicional ni
la suspensión condicional de la ejecución de la pena; por lo tanto y en razón del presente precepto
legal, aunque el interno E. A. reuniera los requisitos establecido en el Art. 85 PN, la naturaleza
del delito cometido lo priva de gozar de los mismo, en razón de establecerlo de esta manera una
ley especial que priva sobre una ley general (Código Penal). En atención a lo expuesto en el
párrafo que antecede, cabe aclarar que dicha prohibición establecida en la ley especial no
significa perse una violación a la finalidad constitucional de readaptación y prevención del delito,
regulada en el art. 27 Cn., por cuanto la libertad condicional no es el único modo de poder lograr
la readaptación del imputado, sino que el mismo se logra también a través de los programas tanto
educativos, laborales, deportivos y otros en los que esté o se haya incorporado el condenado, los
que no han sido coartados o limitados al interno; razones, todas estas, que fueron incorporadas en
la resolución de esta Cámara de las quince horas y cincuenta minutos del día veinte de Agosto de
dos mil trece, para fundamentar la negativa a la libertad condicional del interno Fredis Osmin E.
A. (...) cabe advertir que la peticionaria señala que el presente Habeas Corpus se presenta con la
finalidad de atacar la Constitucionalidad de la resolución dictada que deniega la libertad
condicional basada en una norma también inconstitucional, pretensiones que, no pueden ser
atendidas mediante un proceso Constitucional de Habeas Corpus por cuanto este tiene como
única finalidad establecer o no violación al Derecho de libertad física del beneficiado,
restituyéndosela, si es posible, pero no la verificación sobre la constitucionalidad de una norma o
sentencia (...) La demandante (...) ataca el presupuesto de procedencia para el beneficio de
libertad condicional, esto se advierte al mencionar que solo deben tomarse en cuenta los
referentes al art. 85 Pn., y no lo señalado en el Art. 27 inciso 2° de la Ley contra el Lavado de
Dinero y Activos, reclamo que constituye una cuestión de mera legalidad, pues hace referencia a
los requisitos que según ella deben tomarse en cuenta para decretar beneficios penitenciarios, sin
delimitar respecto a la violación de rango constitucional que este tribunal supuestamente ha
cometido y que devino en la negación de libertad del interno (...) De tal forma que no existe
vulneración alguna a los derechos del justiciable con la resolución pronunciada en aquel
momento negando en beneficio de la libertad condicional, por cuanto la demandante alega
aspectos de mera legalidad y por ello la pretensión debe ser desestimada" (Sic).
2. Por su parte, el Juzgado Primero de Vigilancia Penitenciaria y de Ejecución de la Pena
de San Salvador, mediante oficio número 6049 del 15/5/2014, luego de hacer una cronología de
lo acontecido en el procedimiento de ejecución de la pena impuesta al favorecido, concluyó que:
"...todas las actuaciones hechas en el presente proceso, respecto del privado de libertad E. A., se
han realizado en estricto cumplimiento al principio de Legalidad, tanto en el diligenciamiento de
las solicitudes hechas por las partes técnicas como en el cumplimiento de los plazos dispuestos
por el legislador penal tanto en la Ley Penitenciaria y el Código Procesal Penal..."
IV. La propuesta de la peticionaria es que se analice la constitucionalidad de una
disposición legal —Art. 27 de la Ley Contra el Lavado de Dinero y Activos— que considera
inconstitucional y que por su aplicación las autoridades demandadas han negado al favorecido un
beneficio —la libertad condicional—, lo que incide de manera directa en su derecho de libertad.
En primer lugar, se debe señalar que el artículo 63 de la Ley de Procedimientos
Constitucionales determina que los casos dispuestos legalmente para proceder al conocimiento de
afectaciones al derecho de libertad personal mediante este proceso no son taxativos, lo que
permite el análisis de otros supuestos en los que de darse vulneración a este derecho, sea
procedente su protección a través del hábeas corpus.
Dentro de la tipología elaborada por este tribunal en su jurisprudencia respecto a este
proceso constitucional se tiene el hábeas corpus contra ley, concebido en razón de que las
vulneraciones o afectaciones en la libertad física del individuo pueden provenir de una ley o de su
aplicación, cuando su contenido sea contrario a la Constitución, por lo que resulta procedente
analizar si lo propuesto por la peticionaria ha generado vulneración a dicho derecho y,
consecuentemente, haga procedente la invalidación del acto de autoridad que empleó el precepto
aducido como inconstitucional. Para tal efecto, inicialmente debe hacerse una distinción entre las
leyes de naturaleza autoaplicativa y heteroaplicativa.
En cuanto a las primeras implica que una ley es de acción automática cuando sus
preceptos tienen un carácter obligatorio con su sola entrada en vigencia, por lo que no es
necesaria la existencia de un acto de autoridad para que puedan ocasionar un perjuicio directo en
los sujetos a los cuales va dirigida la norma, por ejemplo, las leyes cuyos preceptos revistan una
forma general, pero que designan personas o comprenden individuos innominados, pero bien
definidos por las condiciones, circunstancias y posición en que se encuentren.
Es decir, que esta clase de leyes reúnen dos condiciones: i) el particular se encuentra en la
situación prevista por la norma, desde la iniciación de su vigencia; y ii) no se exige ningún
ulterior acto de autoridad para que aquel esté obligado a hacer o dejar de hacer algo. Esto
significa que el principio de ejecución acontece cuando los preceptos de la norma imponen una
obligación a una comunidad definida e identificable, independientemente de cualquier acto de
autoridad; por lo que, una ley es autoaplicativa cuando basta el imperativo de la norma para que
el particular no pueda dejar de cumplirla.
Por otro lado, las leyes heteroaplicativas son aquellas que contienen un mandamiento que
no afecta a persona alguna por su sola entrada en vigencia, dado que se necesita de un acto de
autoridad para que la norma despliegue sus efectos y vincule por consiguiente la aplicación de los
preceptos normativos a una situación jurídica concreta, y es hasta entonces cuando se produce o
puede producir un perjuicio real al particular:
Así, al contrario de lo que ocurre con las leyes autoaplicativas, en las leyes
heteroaplicativas se requiere que una autoridad administrativa o judicial constate y declare la
existencia de los elementos del supuesto legal en el caso concreto, y a partir de dicha constatación
y declaración es que nace la obligatoriedad del precepto en cuanto a la regulación respectiva o
consecuencia jurídica. Es decir que una ley es heteroaplicativa cuando la norma establece una
regulación obligatoria con vista a determinadas circunstancias abstractas cuya individualización
requiere la realización de hechos concretos que las produzcan particularmente, como por
ejemplo, las leyes que imponen sanciones por la ejecución o la omisión de ciertos actos —v. gr.
resolución de HC 12-2002 de fecha 5/12/2002—.
Ahora bien, se ha expuesto —por ejemplo en la resolución de HC 5-2004 de fecha
28/04/2004— respecto a los alcances del hábeas corpus contra ley que se encuentran limitados a
las partes que intervienen en él, por atender, el análisis y confrontación constitucional, a las
circunstancias propias de cada caso. Consecuentemente, esta sala no puede —en atención a
dichas circunstancias— emitir un fallo generalizado pues de hacerlo atentaría contra la naturaleza
del hábeas corpus: ser una garantía para la tutela de los derechos de libertad personal e integridad
física de una persona, cuando se encuentren ilegal o arbitrariamente vulnerados.
Por ende, en el habeas corpus contra ley la declaración de inconstitucionalidad de la
norma —efectuada para determinar la ilegalidad de la restricción a los derechos mencionados--
no puede tener consecuencias generales ni, por tanto, expulsar del ordenamiento jurídico la
disposición legal —en caso de reconocerse su oposición constitucional—, ya que dicha
declaración se hace con el solo fin de verificar si de la interpretación y aplicación del artículo
refutado inconstitucional, deriva alguna violación a derechos fundamentales con incidencia
directa en el derecho de libertad de la persona que se pretende favorecer.
De ahí que al alegarse la aplicación de una disposición inconstitucional –ley
heteroaplicativa–, lo analizado por esta sala se limita a determinar si dicha aplicación de la ley
genera una afectación en el ámbito de protección al derecho de libertad del favorecido, ya que tan
ilegítima puede ser la restricción de libertad de una persona cuando se actúa en contra de lo que
la ley dispone, como cuando se actúa bajo la cobertura de una ley cuyos preceptos son contrarios
a la Constitución.
En ese sentido, los criterios hermenéuticos que se empleen para resolver el conflicto
surgido tras la lesión de un derecho fundamental tienen vocación de permanencia, puesto que más
allá de las particularidades específicas de la litis y de su resolución a favor —si es el caso— del
restablecimiento del derecho lesionado, la fundamentación jurídica de la decisión posee, en
muchas ocasiones, un valor objetivo que supera la singularidad del caso planteado para afectar al
conjunto del cuerpo social.
Por tanto, este tribunal al momento de analizar las actuaciones judiciales, no puede partir
de una valoración apriorística y aislada sobre la utilización o no de la disposición legal que se
califica de inconstitucional; sino que debe realizar un estudio integral de la resolución dictada por
el Juez a efecto de determinar si la aplicación de la norma —cuyo contenido se alega contrario a
la Constitución— es determinante en la restricción al derecho de libertad o integridad personal, o
si la resolución mantendría un igual sentido aún y cuando no se hubiere utilizado la disposición
inconstitucional; pites de ser así, esta Sala ha de respetar la decisión que con plenitud de
jurisdicción hubiera dictado el juez en cuestión — ver resolución de HC 114-2007/125-2007 Ac.
del 22/7/2011—.
V. Una vez dispuesta la modalidad de hábeas corpus que permite el análisis de la
propuesta efectuada por la peticionaria de este proceso constitucional, es necesario advertir que el
artículo 27 de la Ley Contra el Lavado de Dinero y de Activos fue sometida a control
constitucional en el proceso de inconstitucionalidad con referencia 64-2006/66-2006/67-2006/73-
2006/74-2006/86-2006/89-2006 mediante sentencia del 11/7/2008; sin embargo, en esa ocasión
únicamente se propuso para dicho análisis lo dispuesto en el inciso primero de tal disposición,
relativo a la prohibición de sustitución de la detención provisional por otra medida cautelar para
las personas acusadas por el delito de lavado de dinero y de activos.
En ese sentido, hay una diferencia entre lo conocido en ese proceso y lo planteado en el
presente, ya que ahora se alega la inconstitucionalidad del inciso segundo del artículo 27
relacionado, en virtud de haber aplicado la prohibición de conceder el beneficio de la libertad
condicional al favorecido por haber sido encontrado culpable del delito de lavado de dinero y de
activos. En ese sentido, esta sala debe verificar la constitucionalidad de dicha norma a partir del
contraste normativo propuesto que, en este caso, está referido a la supuesta vulneración del
artículo 27 de la Constitución.
VI. El análisis constitucional propuesto por la solicitante requiere retomar algunos temas
que ya han sido conocidos por esta sala y de los cuales se ha construido un criterio
jurisprudencial vinculado con los aspectos que constituyen el fundamento del reclamo planteado,
así:
1. Esta sala de manera recurrente ha considerado que conforme al principio de
resocialización existe una orientación constitucional de la ejecución de las penas −y en particular
de la pena privativa de libertad— a la reeducación y reinserción del condenado, lo cual permite
renunciar a la pura retribución como finalidad preventiva en esta sede, e igualmente limita los
fines preventivo-generales que pueden prevalecer sobre la dignidad humana.
Desde esta perspectiva, si se entiende la resocialización como el proceso encaminado a
combatir las causas de la delincuencia y evitar que la persona vuelva a delinquir procurando
evitar la reincidencia, todas las penas −conforme al mandato contemplado en el inc. 3° del art. 27
de la Constitución— deben ir enfocadas a esta finalidad desde el momento de su creación y
aplicación. En este sentido, sólo las penas proporcionadas —art. 246 Constitución— a la
gravedad del injusto como de la culpabilidad son las más aptas por lograr un éxito dentro de la
fase de ejecución penitenciaria —por ejemplo, resolución de proceso de inconstitucionalidad 27-
2006 Ac. del 9/10/2007—.
Asimismo, se ha afirmado sobre los incs. 2° y 3° del. art. 27 Cn., que de ellos se
desprende la intención constitucional de dotar a la fase de ejecución penitenciaria de una
orientación predominante hacia la prevención especial de carácter positivo, entendida como la
reeducación y reinserción social de los condenados.
Por tanto, al defender en primer término la finalidad, resocializadora de la pena. —y en
consonancia con lo establecido tanto en el preámbulo como en el art. 1— la Constitución
determina que el penado no puede ser eliminado de la, sociedad, sino que es parte de la misma, a
la que debe reintegrarse de forma posterior al cumplimiento de la pena, llevando una vida alejada
del delito –ver sentencia del 23/12/2010 del proceso de inconstitucionalidad 5-2001 Ac–.
Entonces, la rehabilitación del delincuente es uno de los elementos fundamentales de una
política criminal democrática y que la pena privativa de libertad tiene como finalidad esencial la
resocialización del penado. Esto implica la creación de un sistema de ejecución que, en lugar de
una sustitución coactiva de los valores del individuo por los valores sociales dominantes, le
ofrezca posibilidades de participación social que le permitan en el futuro llevar una vida en
libertad sin cometer delitos.
La resocialización o "readaptación" procura la adecuación del comportamiento externo de
los delincuentes a lo jurídicamente posible, al marco de la legalidad, demostrando que son
capaces de una convivencia comunitaria respetuosa de las leyes. No se trata de una "reforma
moral", sino de una especie de normalidad social a la que están sujetas todas las personas y que
no implica de ningún modo una manipulación de la personalidad o una violación de los derechos
de los condenados, sino el ofrecimiento al imputado de alternativas al comportamiento criminal.
Por supuesto, la pena no sólo intenta promover la reeducación y la reinserción social, sino
que también es un instrumento de protección de los valores e intereses esenciales (bienes
jurídicos) de la vida en comunidad. Aunque se ha aclarado que la Constitución no establece una
exclusiva finalidad de la pena, con base en el inc. 3° del art. 27 Cn. si se reconoce una directriz
constitucional de asignar a la ejecución penitenciaria una orientación preventiva especial positiva,
entendida como la búsqueda de la reeducación y reinserción social de los condenados.
La finalidad resocializadora de la prisión tiene como pilares esenciales el fomento de
alternativas, la humanidad del cumplimiento, los contactos con el exterior y una duración
respetuosa con la dignidad humana. En concordancia con ello, esta Sala ha determinado que la
resocialización debe ser el criterio preponderante en la fase de cumplimiento de la pena; que el
proceso de ejecución penitenciaria debe tener como objetivo poner al interno en condiciones de
llevar en el futuro una vida en libertad con responsabilidad para la sociedad; y que la pena no
puede constituirse en impedimento alguno en el proceso de reinserción gradual del condenado,
cuando exista una prognosis positiva de éxito en cuanto al tratamiento resocializador.
Como una manifestación de lo anterior, el diseño de un sistema progresivo de
cumplimiento de la pena constituye la estructura fundamental sobre la cual se asienta el régimen
penitenciario salvadoreño, a partir de la individualización del penado. Dicho sistema progresivo
consiste en una división en grados, fases, periodos o etapas —adaptación, ordinaria, confianza,
semilibertad y libertad condicional—, en las cuales, conforme a su evolución positiva, el recluso
va adquiriendo más ventajas y privilegios, pero también una mayor responsabilidad de cara a su
salida definitiva de la prisión. De lo que se trata es que la persona supere cada una de ellas, hasta
alcanzar el cumplimiento total de la pena o ser beneficiada con la libertad condicional. La
progresividad del régimen penitenciario convierte la ejecución de la pena en un proceso de
transición escalonada hacia la libertad, donde la conducta o el comportamiento del recluso es el
que determina los avances de su reintegración social —ver resolución de inconstitucionalidad
63-2010 del 29/4/2013—.
2. En cuanto a la figura de la libertad condicional, se ha indicado que en el Código Penal,
específicamente en el Capítulo IV Título III del Libro 1, se regulan las denominadas "formas
sustitutivas de la ejecución de las penas privativas de libertad", entre las que se establecen la
"libertad condicional" y "la libertad condicional anticipada"; estas constituyen paliativos que
pueden ser aplicados durante la fase de ejecución penitenciaria, con lo cual se pretende propiciar
regularmente que las condenas no se cumplan en su totalidad, bajo el cumplimiento estricto de
ciertos requisitos dispuestos por ley.
Sobre la libertad condicional, el artículo 85 del Código Penal señala: “El juez de
vigilancia correspondiente podrá otorgar la libertad condicional en los delitos cuyo límite
máximo de prisión excede de tres años, siempre que el condenado reúna los requisitos
siguientes: 1) Que se hayan cumplido las dos terceras partes de la condena impuesta; 2) Que
merezca dicho beneficio por haber observado buena conducta, previo informe favorable del
Consejo Criminológico Regional; y, 3) Que haya satisfecho las obligaciones civiles provenientes
del hecho y determinadas por resolución judicial, garantice satisfactoriamente su cumplimiento
o demuestre su imposibilidad de pagar. Cuando se tratare de concurso real de delitos, además de
los requisitos establecidos, procederá la libertad condicional si el condenado hubiere cumplido
las dos terceras partes de la totalidad de las penas impuestas”.
De lo anterior se desprende, que para otorgar la libertad condicional, se observa, entre
otros aspectos, el desenvolvimiento del privado de libertad mientras se encuentra cumpliendo su
pena dentro del sistema penitenciario, en cuanto a su dirección conductual y previsión de
resocialización; aspectos sobre los cuales tiene posibilidad de emitir sus consideraciones el
Consejo Criminológico Regional, pero la decisión de otorgar o no dichas libertades, la ley se la
adjudica al Juez de Vigilancia Penitenciaria y de Ejecución de la Pena –véase resolución de HC
212-2006 del 18/3/2009–.
Precisamente, se ha sostenido que la libertad condicional aparece como etapa final de este
sistema progresivo, que consiste en la excarcelación del condenado otorgada por el juez de
vigilancia penitenciaria, para el cumplimiento del resto del tiempo de la pena señalada en la
sentencia fuera del establecimiento penitenciario y que se condiciona mediante una serie de
obligaciones, entre ellas, la de no delinquir durante el tiempo que falta de la condena. Es decir
que se trata de una medida que abrevia la duración de las penas de prisión cuando su
continuación es innecesaria, al existir un pronóstico positivo de reinserción del penado.
A ello se refiere el n° 2 del art. 60 de la Reglas Mínimas para el Tratamiento de los
Reclusos (adoptadas por el Primer Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito
y Tratamiento del Delincuente, celebrado en Ginebra en 1955), que prescribe: ―…[e]s
conveniente que, antes del término de la ejecución de una pena o medida, se adopten los medios
necesarios para asegurar al recluso un retorno progresivo a la vida en sociedad. Este propósito
puede alcanzarse, según los casos, con un régimen preparatorio para la liberación, organizado
dentro del mismo establecimiento o en otra institución apropiada, o mediante una liberación
condicional, bajo una vigilancia que no deberá ser confiada a la policía, sino que comprenderá
una asistencia social eficaz".
Entonces, la libertad condicional implica que la finalidad de resocialización se persigue
tomando en cuenta la realidad de la cárcel, ya que esta impone al recluso nuevas reglas de
conducta, debilita la memoria sobre las pautas sociales y los recursos de la vida cotidiana en
libertad y crea hábitos de pensamiento y de acción que son disfuncionales fuera de la prisión. En
otras palabras, para el éxito de cualquier política de reinserción es imprescindible el máximo
contacto de los internos con el exterior durante el cumplimiento de la pena; pues, junto con otras
medidas, esa es precisamente la .función de la libertad condicional. Con ella se pretende suavizar
la institucionalización de la prisión y facilitar la reincorporación normalizada del recluso a la
sociedad y a la libertad, acercándolo a esta de forma gradual, mediante un período de preparación
o adaptación al medio al que retornará cuando finalice su pena.
Aunque legalmente se caracteriza como un "beneficio", hay que recordar que la libertad
condicional es una forma de cumplimiento de la pena, pues el condenado sigue sujeto al control y
a la vigilancia de las autoridades encargadas de su ejecución y continúa afectado por intensas
limitaciones sobre sus derechos fundamentales. La libertad condicional no es una gracia
discrecional o una concesión piadosa de la administración penitenciaria, sino la etapa final del
proceso de resocialización que debe ser cumplida, de acuerdo con la situación individual del
recluso y la superación de los requisitos legales conformes con la Constitución. Esto, para que el
penado tenga una oportunidad genuina de desarrollar un comportamiento responsable y
respetuoso de la legalidad penal, que le ayude a mantenerse alejado de la delincuencia, al
extinguirse la condena.
Finalmente, con relación a dichos requisitos legales para acceder a la libertad condicional,
esta Sala ha reconocido que la Asamblea Legislativa dispone de un amplio margen de regulación
que "no se limita a la definición de las consecuencias punitivas de un comportamiento delictivo,
sino también a las condiciones bajo las cuales dichas penas serán ejecutadas o a cómo estas
deberán ser cumplidas, siempre que se respeten los derechos fundamentales de las personas". A
esta última frase limitadora o restrictiva debe agregarse el respeto al llamado "programa penal de
la Constitución", es decir, el marco normativo en el seno del cual el legislador penal puede y debe
tomar sus decisiones y en el que el juez ha de inspirarse para interpretar las leyes que le
corresponda aplicar y que resulta vinculante, tanto para la estructuración normativa de los delitos
y las penas en sede legislativa, como en la aplicación judicial –ver resolución de
inconstitucionalidad 63-2010 indicada–.
3. Esta sala, de manera consistente, se ha referido a la importancia de la motivación de las
resoluciones judiciales, por su vinculación con el derecho fundamental de defensa, en tanto la
consignación de las razones que llevaron a una autoridad judicial a emitir una decisión en
determinado sentido permite examinar su razonabilidad, controlarla mediante los mecanismos de
impugnación y hacer evidente la sumisión del juez o cualquier autoridad a la Constitución -
resolución de HC 152-2008 de 6/10/2010, entre otras-.
En efecto, bajo el esquema de decisión judicial que la Constitución plantea desde los
principios de independencia e imparcialidad judicial, juzgar implica una serie concatenada de
decisiones previas y necesarias: la determinación del material normativo susceptible de ser
aplicado (verificación, depuración e interpretación normativa); la comprobación inductiva del
material fáctico que objetiva las alegaciones de las partes (depuración del material fáctico
probado); la connotación misma de los hechos al ser encauzados en la estructura normativa
depurada, y finalmente, la aplicación de las consecuencias jurídicas de la disposición hacia los
hechos establecidos.
Con la motivación se cumplen dos funciones esenciales, que no son privativas únicamente
de la actividad judicial, sino también de la administración, a saber: (i) por medio de tal exigencia
se intenta eliminar cualquier viso de arbitrariedad o voluntarismo que pueda introducirse en la
toma de decisiones públicas, fortaleciendo con ello la confianza de los ciudadanos en la sujeción
al derecho de los poderes estatales; y (ii) desde un punto de vista individual, permite al interesado
conocer las razones o motivos por los cuales resulta privado o restringido de un derecho
fundamental o de alguna facultad, posibilitando de esa forma el adecuado ejercicio de los medios
de impugnación.
Así, con la motivación de las resoluciones –sean judiciales o administrativas–, se hace
factible para las partes procesales conocer que una determinada decisión tiene como base un
irrestricto apego al ordenamiento jurídico vigente y que igualmente tiene como base una
interpretación racional del mismo. Con ello se descarta entonces, que su génesis devenga en una
voluntad antojadiza o caprichosa.