CONSTRUIR, HABITAR, PENSAR1
Martin Heidegger 1951
En lo que sigue, intentamos pensar sobre el habitar y el construir.
Este pensar sobre el construir
no se arroga la pretensión de
encontrar pensamientos constructivos o dar reglas al construir.
Este intento de pensamiento no concibe el construir,
en general,
desde el arte de la construcción y de la técnica,
sino que retrotrae el construir
al dominio al que pertenece todo lo que es.
Preguntamos:
1. ¿Qué es el habitar?
2. ¿Hasta qué punto el construir pertenece al habitar?2
1
¿Qué es el habitar?
Planteamiento del problema.
1.- En el habitar, al parecer, ingresamos ante todo por medio del construir.
Este, el construir, tiene por meta a aquél, el habitar. Pero sin embargo, no
todas las construcciones son simultáneamente habitaciones. Un puente y
un hangar, un estadio y una central eléctrica son construcciones, pero no
son habitaciones; la estación de ferrocarril y la autopista, el dique y el
mercado techado son construcciones pero, no son habitaciones. Sin
1
Este texto de Heidegger fue expuesto por primera vez en Darmstadt, en 1951. En aquella
época Alemania pasaba por una aguda carencia de viviendas, ya que innumerables
construcciones habían sido destruidas por los bombardeos aliados durante la Segunda
Guerra Mundial. El escrito, en buena medida, es una reflexión sobre esas horribles
construcciones masivas que hoy sirven de vivienda a millones de personas en nuestras
grandes ciudades. Y sigue siendo actual porque, aún en nuestros días, en muchos lugares, la
construcción de viviendas masificadas sigue destruyendo la base misma de la habitabilidad.
El amplio concepto de "habitar" expuesto aquí por Heidegger abarca la totalidad de nuestra
permanencia terrenal en cuanto "mortales de la tierra" que somos. De esta forma, el
pensamiento puede ir más allá del simple construir y, con ello, el habitar adquiere una
dimensión superior y trascendente.
2
Este texto ha sido transcrito de una traducción de origen desconocido que se encuentra en la
Biblioteca de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica de Chile. Los subtítulos
son delTraductor.
embargo, las construcciones mencionadas están en el ámbito de nuestro
habitar, el cual va más allá de esas construcciones y no se limita a la
vivienda. El conductor de un camión de carga está en la autopista como
en su casa, pero no tiene allí su hospedaje; la trabajadora está en la
hilandería como en su casa pero, no tiene allí su habitación; el ingeniero
director está en la central eléctrica como en su casa, pero no habita allí.
Todas estas construcciones encasan (behausen) al hombre; éste las
habitúa, pero no habita en ellas, si habitar quiere decir únicamente que
poseemos un alojamiento. Por cierto que en la actual crisis habitacional
ocupar una vivienda es ya tranquilizador y alegra; la construcción de
viviendas permite perfectamente alojamientos; las habitaciones pueden
estar, incluso, bien repartidas y organizadas para facilitar la vida práctica;
pueden ser deseablemente baratas y estar abiertas al aire, a la luz y al
sol; pero, ¿las habitaciones albergan ya en sí todo lo que implica un
habitar?
Por una parte, las construcciones que no son habitaciones quedan
determinadas, desde el habitar, en cuanto que sirven al habitar del
hombre. Desde este punto de vista, el habitar sería, siempre, el fin que
preside a todas las construcciones. Habitar y construir estarían
mutuamente referidos en una relación de fin a medio. Pero, mientras
opinemos de esa manera, estamos tomando el habitar y el construir por
dos actividades superadas. Con ello pensamos algo correcto pero, al
mismo tiempo, con dicho esquema medio - fin nos cerramos el camino
hacia lo rasgo esencial. Porque construir no es sólo medio y camino para
el habitar; el construir es ya en sí mismo habitar.
El hablar del habla
¿Quién nos asegura esto? ¿Quién nos da una medida con la que poder
calibrar la esencia del habitar y del construir? El soplo acerca de la
esencia de una cosa nos viene del habla siempre que prestemos
atención a su propia esencia. Con todo, hace furor alrededor de la tierra
un desenfrenado y, al mismo tiempo, prolijo decir, escribir y emitir dichos.
El hombre se comporta como si él fuera el formador y el patrón del
lenguaje (Sprache), siendo así que es éste quien sigue siendo el señor
del hombre. Entre todas las inversiones impulsadas por el hombre, quizás
esta inversión de la relación de señorío sea la que empuja a la esencia
humana a la desazón. Que mantengamos el esmero en el hablar es
bueno pero, no nos ayudará para nada mientras utilicemos al habla como
un medio al servicio de la expresión. Entre todos los murmullos
(Zusprüche) que nos hablan y que podemos contribuir, desde nosotros, a
hacer hablar (sprechen), el lenguaje (Sprache) es el más elevado y,
ciertamente, lo primero.
2.- Entonces, ¿a qué se llama construir? La palabra del alto alemán
medieval para construir “buan”, significa habitar y ello quiero decir:
permanecer, demorarse. Sin embargo, esta significación propia del
verbo construir, o sea, habitar, se nos ha extraviado. Una huella
encubierta, sin embargo, ha sido conservada en la palabra “Nachbar”,
vecino. El Nachbar” en el “Nachgebur”; el “Nachgebauer”, aquél que
habita en las cercanías (Nähe). Los verbos “buri”, “büren”, “beuren”
significan todos habitar, hogar. Entonces, la vieja palabra “buan” nos
dice no sólo que construir es habitar, sino que además nos da al mismo
tiempo una señal sobre cómo tendríamos que pensar el habitar nombrado
por ella.
Habitualmente, cuando se habla habitar nos representamos un
comportamiento que ejecuta el hombre junto a otros muchos modos de
comportarse. Trabajamos aquí y habitamos allá. Decir: no habitamos
sería casi la inactividad; tenemos una profesión, hacemos negocios,
viajamos y, en el camino, habitamos aquí o allá. Construir quiere decir
originariamente habitar.
Cuando la palabra “construir” habla todavía originariamente, dice, al
mismo tiempo, hasta qué punto se realiza la esencia del habitar.
Existir, habitar, cuidar y cultivar.
Pero, “Beuen”, “Buan”, “Bhu”, “beo” es también la palabra alemana, “bin”
(soy) en las expresiones: “ich bin” (yo soy),“du bist” (tú eres), el imperativo
“bis” (sé tú).3
Entonces, ¿qué significa “ich bin”? La vieja palabra “bauen”, a la que
pertenece “bin” nos responde: “ichbin”, “du bist” significa: yo habito, tú
habitas. El modo como tú eres y yo soy, la manera según la cual son los
hombres sobre la Tierra, es el “Buan”, el habitar. Ser hombre quiere
decir: ser como mortal sobre la Tierra; quiere decir: habitar.
3
En español a diferencia del alemán, inglés y francés existen dos verbos distintos que en
estos idiomas son uno sólo: SER y ESTAR. Es importante caer en la cuenta de la diferencia
que implica decir YO SOY (esencialmente) y YO ESTOY (existencialmente)
La vieja palabra “bauen”, pues, dice que el hombre es en cuanto habita.
Pero, esta palabra significa al mismo tiempo cuidar y cultivar, es decir,
cultivar (bauen) el campo, cultivar (bauen) las viñas. Este construir -
cultivar: “bauen” sólo protege el crecimiento que por sí mismo madura los
frutos. Construir, pues, en el sentido de cuidar y cultivar, no es producir.
La construcción naval y la construcción de templos produce, en cierto
modo, su propia obra. En este caso, construir es, a diferencia de cultivar,
un edificar. Sin embargo, ambos modos del construir: construir en cuanto
cultivar (en latín “collere”, “cultura”) y construir en cuanto edificar
construcciones ("aefificare”), están contenidos en el construir auténtico,
en el habitar.
El construir así como el habitar, es decir, ser sobre la tierra, es en la
experiencia cotidiana del hombre, como lo dice de antemano el lenguaje,
algo “habitual”. Por eso, permanece retraído (oculto) tras los múltiples
modos en los que el hombre realiza el habitar; permanece detrás de las
actividades del cultivar y del edificar. La consecuencia es que estas
actividades reclaman como exclusivo suyo el término “construir” y con ello
el asunto del construir. Entre tanto, el sentido propio del construir, es
decir, el habitar, cae en olvido.
Este acontecimiento aparece primeramente como si fuera únicamente un
mero proceso de cambio de significación de las palabras. Sin embargo,
en ello se oculta, en verdad, algo decisivo, a saber: no se experimenta el
habitar como el ser del hombre; el habitar no es pensado jamás, ni en
absoluto, como el rasgo fundamental del ser-hombre.
Que la lengua recupere, por decirlo así, la significación propia de la
palabra “bauen”(construir), habitar, atestigua, sin embargo, lo originario de
ésta significación. En las palabras esenciales de la lengua cae fácilmente
en el olvido aquello que es dicho por ellas, y lo que se trae a la mente es
la significación superficial. El misterio de este proceso apenas lo ha
meditado aún el hombre. El lenguaje le retira al hombre su hablar sencillo
y profundo pero, por ello no enmudece su soplo primigenio; sólo calla. Por
cierto que el hombre omite prestar atención a ese callar
3.- Si oímos lo que el habla dice en la palabra “bauen” (construir),
percibimos tres cosas:1.- Construir es propiamente habitar. 2.- Habitar es
el modo como los mortales son sobre latiera. 3.- El construir como habitar
se despliega en el construir que cuida el crecimiento y en el construir que
edifica construcciones.
La esencia del habitar.
4.- Si meditamos este tríptico, percibimos una señal y observamos lo
siguiente: no podemos ni siquiera preguntar suficientemente lo que es en
su esencia edificar construcciones (para no hablar de decidir con
conocimiento de causa), mientras no pensemos que todo construir es en
sí un habitar. Habitamos no porque hayamos construido, sino que
construimos y hemos construido, en cuanto habitamos, esto es, en
cuanto somos habitantes.
Pero ¿en qué consiste la esencia del habitar? Oigamos una vez más el
soplo del lenguaje. La palabra del antiguo sajón “wuon”, la gótica
“wunian”, significan igual que la vieja palabra “bauen”, permanecer,
demorar-se. La palabra gótica “wunian” dice más claramente este
permanecer como experiencia. “Wunian”, en efecto, significa: estar
contento, llevado la paz, permanecer en ella. Ahora bien, la palabra
“Friede” (paz) quiere decir lo que está libre (“das Freie”, “das Frye”), y
libre (“Fry”) significa al abrigo de daños y de amenazas. Al abrigo de...,
es decir, protegido. Liberar “Freien” significa, pues, proteger.
El proteger no consiste únicamente en que nosotros no hagamos nada
contra lo protegido. El proteger auténtico es algo positivo y acontece
cuando, antes que nada, dejamos algo en su esencia, cuando retro
albergamos algo en su esencia y lo ponemos a salvo allí salvaguardando
su paz ; cuando lo rodeamos de una protección. Circundar = “einfrieden”
corresponde a la palabra “freien”. Habitar, ser llevado a la paz, significa
pues: permanecer circundado en aquello que nos es familiar (“frye”) esto
es, en la libertad (“Freie”) que protege atodo en su esencia. El rasgo
fundamental del habitar es este proteger. Lo atraviesa en toda su
amplitud.
El habitar protege la esencia de lo humano
Esta amplitud se nos muestra tan pronto como pensamos que el ser-
hombre descansa en el habitar, en el sentido de la morada de los
mortales sobre la Tierra.
5.- “Sobre la Tierra” quiere decir “bajo el cielo”. Ambas expresiones traen
a la memoria otras dos: “permanecer ante los divinos” y “perteneciendo a
la comunidad de los hombres”.
Estos cuatro, se co - pertenecen el uno al otro debido a una unidad
originaria: Tierra y Cielo, los Divinos y los Mortales.
a) La Tierra es la servidora, la fructificadora floreciente, que se expande
en rocas y manantiales, que brota por plantas y animales. Cuando
decimos Tierra co-pensamos a los otros tres pero, no meditamos el
despliegue de los cuatro.
b) El Cielo es la marcha abovedante del sol, el curso de la luna,
cambiante de figura, el brillo chispeante de las estrellas, las estaciones
del año y su tránsito, la luz y las tinieblas del día; el oscuro y el claro de la
noche, lo hóspito e inhóspito de las temperies, el paso de las nubes y el
profundo azul del éter. Decimos Cielo y entonces co-pensamos a los otros
tres pero, no meditamos el despliegue unitario de los cuatro.
c) Los Divinos son los mensajeros signos de la Deidad. En su sagrado
imperar aparece el Dios en su presente o se retira en su embozamiento.
Nombramos a los Divinos y entonces co-pensamos ya a los otros tres
pero, no meditamos el despliegue unitario de los cuatro.
d) Los Mortales son los hombres. Se llaman “los mortales” porque tienen
el poder de morir. Morir quiere decir, tener el poder de la muerte en
cuanto muerte. Solamente muere el hombre y, ciertamente, sólo y en
cuanto que permanece sobre la Tierra, bajo el Cielo, ante los Divinos.
Entonces, nombramos el despliegue-unitario de los cuatro.
6. A este despliegue unitario lo llamamos lo cuadrante (“das Geviert”).
Los mortales son en lo cuadrante, habitando. Pero, el rasgo fundamental
del habitar es el proteger. Los mortales habitan de manera que ellos
protegen lo cuadrante en su esencia. Según esto, el proteger habitante es
cuádruple:
a) Los mortales habitan en cuanto salvan la Tierra, tomada la palabra
“salvar” en el antiguo sentido, que aun Lessing conocía. La salvación
(“retten”) no es solamente quitar de un peligro; salvar significa
propiamente: liberar algo en su propia esencia. Salvar a la tierra es más
que sacarle provecho y, con mayor razón, (algo más que) agotarla. El
salvara la Tierra no domina a la Tierra, ni hace esclava a la Tierra, de lo
cual sólo se sigue un paso hasta su explotación sin límites.
b) Los mortales habitan en cuanto acogen al Cielo en cuanto Cielo.
Dejan su curso al Sol y a la Luna, su ruta a las Estrellas, a las estaciones
del año su bendecir y su inclemencia; no convierten la noche en día ni el
día en fatiga llena de ajetreos.
c) Los mortales habitan en cuanto esperan a los Divinos, en cuanto
Divinos. Esperando mantienen, por contraposición, lo inesperado.
Aguardan la señal de su llegada sin desconocer los indicios de su
ausencia. No se hacen sus dioses y no practican el culto de ídolos. En la
desgracia esperan aún la gracia escondida.
d) Los mortales habitan en cuanto conducen su esencia, que es
tener el poder de la muerte, hacia el uso de ese poder para que sea
una buena muerte. Los mortales guiados hacia la esencia de la muerte,
no significa, de ningún modo, poner como meta la muerte en cuanto nada
vacía. Tampoco significa el entenebrecer, el habitar como un ciego poner
la vista en el fin.
7.- En el salvar a la Tierra, pues, en el acoger al Cielo, en el esperar a
los Divinos, en el guiar de los Mortales, acontece el habitar en
cuanto cuádruple proteger de lo cuadrante. Proteger, por tanto, quiere
decir: custodiar lo cuadrante en su esencia. Aquello que es tomado en
custodia tiene que ser albergado. Pero ¿dónde el habitar guarece su
esencia de proteger lo cuadrante? ¿Cómo realizan los mortales el habitar
en cuanto este proteger? Los mortales no tendrían jamás ese poder si el
habitar fuera sólo una morada sobre la Tierra, bajo el Cielo, ante los
divinos, con los Mortales. El habitar, sin embargo, es siempre una
morada junto a (“bei”) las cosas. El habitar en tanto que proteger, pues,
guarece a lo cuadrante en aquello junto a lo cual los mortales se
mantienen: en las cosas.
La morada junto a las cosas es el despliegue cuádruple del proteger no
como algo quinto, añadido. Por el contrario: la morada junto a las cosas
es el único modo cómo se realiza unitariamente, en cada caso, la
cuádruple morada en lo cuadrante. El habitar protege lo cuadrante,
llevando a su esencia a las cosas. Más aun, las cosas mismas albergan lo
cuadrante, sólo si y cuando ellas mismas en cuanto cosas son dejadas en
su esencia. ¿Cómo es que ocurre eso? Los mortales dispensan cuidado a
las cosas que crecen y a las, que no crecen, las edifican. El cuidar y el
edificar es el construir en sentido estricto. El habitar es, en tanto
guarece lo cuadrante en las cosas, en cuanto guarecer, un construir.
Con esto hemos llegado al camino de la segunda pregunta:
2
¿Hasta qué punto pertenece el construir al habitar?
La cosa construida: meditación acerca del puente.
8.- La respuesta a esta pregunta nos aclara lo que es el construir pensado
desde la esencia del habitar. Nos limitamos al construir en el sentido de
edificar cosas y nos preguntarnos: ¿Qué es una cosa construida? Sirva
como ejemplo a nuestra meditación: un puente.
El puente oscila ligero y fuerte sobre el río. No une solamente las orillas
ya existentes ahí. En el tránsito por el puente es que se destacan las
orillas, ante todo, como orillas. El puente las hace emerger una frente a
otra. El “otro lado” está separado de éste por medio del puente. Las orillas
tampoco trazan la tierra firme a lo largo del río como indiferentes líneas
fronterizas. El puente, con las orillas, trae al río, a las orillas y al país a la
vecindad recíproca.
El puente recolecta la Tierra como comarca en torno al río. Así la
conduce a través de las praderas.
Los pilares del puente soportan, reposando en el lecho del río, el trazado
de los arcos, que dejan al agua del río su camino. Ya sea que las aguas
corran tranquilas y alegremente, ya sea que los torrentes del Cielo en el
temporal o el deshielo en olas gigantescas choquen contra los arcos de
los pilares, el puente está preparado para las temperies del Cielo y su
esencia cambiante. También allí donde el puente cubre el río, tapa él su
ríar al Cielo, de modo que lo acoge por un momento, en el ojo del arco, y
lo deja nuevamente libre.
El puente deja al río su curso y, al mismo tiempo, guarece su camino a los
mortales que por el andan y viajan, de país en país. Los puentes
conducen de muchas maneras. El puente de la ciudad lleva desde el
recinto del castillo a la plaza catedral. El puente de río lleva los coches y
los carros desde la capital de provincia a las aldeas aledañas. El
insignificante paso de arroyo del viejo puente de piedra da su camino al
carro para transportar gavillas desde la campiña hacia la aldea; lleva al
carro de leña desde el camino nacional hasta la carretera. El puente de la
autopista está tejido con la red de líneas de servicio directo, calculado y,
en lo posible, rápido. Siempre, en cada caso de manera distinta, los
puentes conducen, de acá para allá, a los lentos y presurosos caminos de
los hombres llevándolos a la otra orilla y, finalmente, en cuanto mortales,
“al otro lado”.
El puente oscila sobre ríos y desfiladeros ya sea de arcos elevados o
planos, ya sea que los mortales retengan en su atención o que olviden lo
oscilante del viaducto porque están siempre en camino hacia el último
puente y, en base a eso, piensan superar lo habitual y desgraciado de sí
mismos y atraerse la gracia de lo divino. El puente colecta, en cuanto
tránsito oscilante, ante lo divino. Su presenciar podría ser meditado
(“bedacht”) y visiblemente agradecido (“bedankt”), como lo es en la figura
del santo protector del puente, o bien podría quedar descompuesto o,
incluso, echado a un lado. El puente recolecta junto a sí, a su modo,
Tierra y Cielo, los Divinos y los Mortales.
La densidad de las cosas.
Según una vieja palabra de la lengua alemana, recolección se dice
“thing”. El puente es, en cuanto recolección de lo cuadrante, una cosa
(“Ding”). Se opina comúnmente que el puente es ante todo y propiamente
un mero puente y nada más. Posterior y ocasionalmente, podría expresar
distintos tipos de cosas. Como una de dichas expresiones, el puente se
convertiría después en símbolo, por ejemplo, para todo lo que fue dicho
hace un rato.
Pero el puente, cuando es un puente legítimo, nunca es primero un
simple puente y después un símbolo. Tampoco es primero un símbolo, en
el sentido de que expresa algo que, estrictamente, no le pertenece. Si
tomamos el puente en sentido estricto no se muestra jamás como una
expresión.
El puente es una cosa y sólo eso ¿Sólo eso? El puente, en cuanto cosa
recolecta lo cuadrante. Por cierto que nuestro pensar está acostumbrado
a evaluar la esencia de una cosa demasiado pobremente. Esto ha tenido
como consecuencia, en el correr del pensar occidental, que la cosa se
conciba como una desconocida revestida de propiedades perceptibles.
Visto así, es cierto que todo lo que pertenece a la esencia recolectadora
de esta cosa nos aparece como un añadido suplementario, como algo
inter - pretado. Sin embargo, el puente no sería nunca un mero puente si
no fuera una cosa.
9.- El puente es, por cierto, una cosa de tipo peculiar; pues, recolecta lo
cuadrante de manera tal que localiza (“verstatten”) un paraje (“Stätte”).
Pero, sólo aquello que es en sí mismo un lugar puede localizar un paraje.
El lugar no está ahí antes que el puente.
Ciertamente, antes de que el puente esté, hay muchos sitios a lo largo del
río que podrían ser ocupados por algo. Uno entre ellos resulta ser un
lugar y, por cierto, gracias al puente. Así pues, el puente no llega primero
a estar dentro de un lugar, sino que es desde el puente que surge un
lugar. El puente es una cosa, recolecta lo cuadrante, pero lo recolecta de
tal manera que localiza a lo cuadrante como paraje. Desde este paraje se
determinan los demás sitios y caminos mediante los cuales un espacio se
espacia. Cosas que son lugar de manera tal, localizan espacios, en cada
caso.
Ahora bien, lo que nombra esta antigua palabra “espacio”, lo dice su vieja
significación.es, es algo espaciado, liberado entre un límite (en griego:
peruz). El límite no es aquello en donde algo acaba sino que por el
contrario, como lo supieron los griegos, el límite es aquello desde donde
algo comienza su esencia. Por eso el concepto se llama opeiros, esto es,
límite. Espacio es esencialmente lo espaciado, lo introducido en su límite.
Lo espaciado, encada caso, es localizado es decir, es recolectado
mediante un lugar, mediante una cosa del tipo “puente”. Según esto, los
espacios reciben su esencia de los lugares y no de “el” espacio.
Cosas que, en cuanto lugares, localizan un paraje, las llamamos ahora,
anticipadamente, construcciones. Se llaman así porque son producidas
por medio del construir que edifica. Sin embargo, de qué clase tiene que
ser este pro-ducir (construir), lo experimentaremos si previamente hemos
meditado la esencia de aquellas cosas que por su confección exigen el
construir como un pro-ducir. Estas cosas son los lugares, que localizan un
paraje en lo cuadrante paraje que en cada caso, espacia un espacio. En
la esencia de estas cosas como lugares yace la referencia del lugar al
hombre, que se mantiene en él. Por eso, intentamos ahora aclarar la
esencia de estas cosas que llamamos construcciones, de manera que
meditamos brevemente lo siguiente: Por una parte, ¿en qué relación
están lugar y espacio? Y por otra, ¿cuál es la relación entre el hombre y el
espacio?
Construcciones, lugares, espacio.
10.- El puente es un lugar. En cuanto tales una cosa que localiza un
espacio en que son introducidos Tierra y Cielo, los Divinos y los Mortales.
El espacio, localizado por el puente, encierra distintos sitios con diferentes
cercanías y lejanías respecto del puente. Ahora bien, estos sitios se
pueden evaluar como simples localizaciones entre las que existe una
distancia que es medible. Una distancia, en griego: stadion, está siempre
espaciada por simples localizaciones. Lo así espaciado por localizaciones
es, a la vez, un espacio de tipo peculiar. Es, en cuanto distancia, en
cuanto “stadion“, lo que nos dice en latín la palabra “spatium”, un
intervalo. Así, la cercanía y la lejanía entre los hombres y las cosas
podrían convertirse en simples alejamientos, en distancias de intervalo.
En un espacio que es concebido únicamente como “spatium”, aparece
ahora el puente como un simple algo en una localización, que puede ser
ocupada por cualquiera otra cosa o sustituida por una simple marca. Por
si fuera poco, del espacio como intervalo se pueden desprender
dimensiones más simples según el alto, el ancho y lo profundo. Esto así
desprendido, en latín abstractum, lo concebimos como la pura diversidad
de las tres dimensiones. Sin embargo, lo que espacia esta diversidad no
se determina por medio de distancias, no es ningún “spatiun” más, sino
sólo extensión. El espacio como extensión se puede separar todavía en
relaciones analítico -algebraicas. Lo que estas relaciones espacian es la
posibilidad de la pura construcción matemática de diversidades con
cuantas quiera dimensiones.
Se puede llamar a ese espaciar matemáticamente “el” espacio. Pero, “el”
espacio en este sentido no encierra espacios, ni sitios. En él jamás
concentramos nosotros lugares, es decir, cosas del tipo del puente. Por el
contrario, en los espacios que son espaciados por lugares, yace siempre
“el” espacio en cuanto intervalo y en éste, a su vez, “el” espacio como
pura extensión. “Spatium” y “extensio” ofrecen siempre la posibilidad de
medir las cosas y la posibilidad de calcular esa medida según distancias,
trechos y direcciones. Pero, en ningún caso, lo números (la medida) y sus
dimensiones, porque sean aplicables a todo lo extenso son el fundamento
de la esencia de los espacios y lugares que son medibles con ayuda de lo
matemático. Hasta qué punto la física moderna fue forzada por este
mismo asunto a concebir el medium espacial del espacio cósmico como
unidad de campo, que es determinado por medio de los cuerpos en
cuanto centrum dinámico, no puede ser elucidado aquí.
Los espacios que nosotros recorremos cotidianamente están espaciados
por lugares; su esencia se fundamenta en cosas del tipo de las
construcciones. Si prestamos atención a estas relaciones entre lugar y
espacios, entre los espacios y el espacio, entonces ganamos un punto de
apoyo para meditar la relación entre el hombre y el espacio.
El ser humano y el espacio.
11.- Cuando se habla del hombre y del espacio, suena como si el hombre
estuviera en una parte y el espacio en otra. Pero el espacio no es algo
contrapuesto al hombre. No es ni un objeto exterior ni una vivencia
interior. No existen los hombres y además el espacio; pues si digo “un
hombre” y pienso con esa palabra aquello que es de modo humano, es
decir, que habita, entonces menciono junto con el hombre “un Hombre”: la
morada en lo cuadrante junto a las cosas. Incluso, cuando nos
relacionamos con cosas que no están en una cercanía asible, nos
mantenemos junto a las cosas. No concebimos simplemente las cosas
lejanas como suele enseñarse- interiormente, de tal modo que como
sustituto de las cosas lejanas, en nuestro interior y en nuestra cabeza,
discurrieran sólo representaciones suyas.
Si pensamos desde aquí en el viejo puente de Heidelberg, el pensar en
aquel lugar no es ninguna mera vivencia interior de las personas aquí
presentes; más bien pertenece a la esencia de nuestro pensar en dicho
puente, que ese pensar trans-porte en sí la lejanía respecto de ese lugar.
Desde aquí estamos nosotros allí, en el puente, y no, por ejemplo, en un
contenido representativo de nuestra conciencia. Incluso, desde aquí
podemos estar más cerca del puente y de lo que él espacía, que quien lo
utiliza diariamente en un indiferente pasar el río.
Los espacios y con ellos “el” espacio están siempre espaciados en la
morada de los mortales. Los espacios se abren siendo introducidos en el
habitar del hombre. Los mortales son, quiere decir: habitando trans-
portan espacios por el hecho de su morar junto acosas y lugares. Y
sólo porque los mortales, conforme a su esencia, trans-portan (“durch-
Stehen”) espacios es que pueden trans-itar (“durch-gehen”) espacios.
Pero, en el ir no abandonamos el portar. Al contrario, vamos siempre a
través de espacios, que soportamos en toda su extensión,
manteniéndonos constantemente junto a los lugares ya las cosas,
cercanos y lejanos. Cuando yo voy hacia la salida de la sala, estoy ya allí
y no podría ir a hacia allí, si no fuera de manera tal que ya estuviera allí.
No estoy jamás solamente aquí, en cuanto este cuerpo encerrado en sí
mismo, sino que estoy allí, es decir, trans-portando ya el espacio; sólo así
puedo transitarlo.
Aunque los mortales “entren en sí mismos”, no abandonan con ello la
pertenencia a lo cuadrante. Cuando - como se suele decir- reflexionamos
sobre nosotros mismos, retornamos a nosotros mismos desde las cosas,
sin abandonar la morada junto a las cosas. Incluso la pérdida de relación
con las cosas, que ocurre en situaciones deprimentes, no sería posible
sino permaneciera también en estas situaciones lo que es propio de lo
humano, a saber, la morada junto a las cosas. Sólo si esta morada ya
no determina al ser- hombre, es que las cosas en las que estamos
pueden no decirnos nada, no concernirnos ya.
La relación del hombre con los lugares y, por medio de lugares, con los
espacios, estriba en el habitar. La relación del hombre y “el” espacio no es
otra cosa que el habitar pensado esencialmente.
La reflexión la que acabamos de hacer acerca de la relación entre lugar y
espacio ya cerca de la relación entre hombre y espacio arroja una luz
sobre la esencia de las cosas que son lugares , cosas que llamamos
construcciones.
La construcción como habitar humano.
12.- El puente es una cosa de tal tipo. El lugar introduce el despliegue
unitario de lo cuadrante: Tierra y Cielo, de los Divinos y los Mortales, en
un paraje, localizando el paraje en espacios. El lugar espacia a lo
cuadrante en un doble sentido: el lugar ad-mite a lo cuadrante y el lugar
compone a lo cuadrante. Ambos, a saber, espaciar como ad-mitir y
espaciar como com-poner, se co-pertenecen. En tanto doble espaciar, el
lugar es una custodia (“Hut”) de lo cuadrante o, como dice la misma
palabra: un “Huis”, una “Haus” (casa). Cosas de este tipo “encasan”
(“behausen”) la morada de los hombres; son caseríos (“Behausungen”),
pero no necesariamente habitaciones en sentido estricto.
El pro-ducir tales cosas es el construir. Su esencia estriba en que
corresponda al tipo de estas cosas: lugares que localizan espacios.
Porque el construir pro-duce lugares, con el tramado de sus espacios
viene necesariamente también “el” espacio como “spatium” y como
“extensio” en la trama cósica de las construcciones. Sólo que el construir
no da jamás forma “al” espacio. Ni inmediata ni mediatamente. Sin
embargo, el construir, porque pro-duce cosas como lugares, está más
cerca de la esencia de los espacios y “del” espacio que toda Geometría y
Matemáticas.
El construir instala lugares, que espacian un paraje para lo cuadrante. Del
despliegue unitario al que pertenecen mutuamente Tierra y Cielo, los
Divinos y los Mortales, acoge el construir la indicación para su instalar
lugares. De lo cuadrante asume el construir la medida para todo día -
metrar y para cada medir los espacios, que, en cada caso, están
espaciados por los lugares fundados. Las construcciones guarecen a lo
cuadrante. Son cosas que, a su manera, protegen a lo cuadrante.
Proteger a lo cuadrante Salvar a la Tierra, acoger al Cielo, esperar a los
Divinos, conducir a los Mortales, este cuádruple proteger es la sencilla
esencia del habitar. Así pues, las verdaderas construcciones acuñan al
habitar en su esencia y en - casan dicha esencia.
El construir así caracterizado es un dejar - habitar. Si de hecho es eso,
entonces ya ha respondido el construir a la llamada de lo cuadrante.
Sobre este responder queda fundado todo planear que, por su parte,
abre los proyectos particulares en sus grandes líneas a los ámbitos
adecuados.
Tan pronto como intentamos pensar la esencia del construir desde el
dejar - habitar, experimentamos más claramente en qué estriba aquel pro-
ducir en que se realiza el construir.
Comúnmente tomamos pro-ducir como una actividad cuya ejecución tiene
por consecuencia un resultado, la construcción terminada. Se puede
concebir así el pro-ducir y con ello se percibe algo que es correcto, sin
embargo, jamás se alcanzará con ello su esencia que consiste en un traer
(“herbringen”), en un poner delante (“verbringt”).
El construir trae lo cuadrante a una cosa: el puente, y pone a esa cosa
delante como un lugar, la coloca en el seno de lo ya presente pero, que
ahora es espaciado precisamente por medio de este lugar.
Desvelando la técnica y lo técnico.
Pro-ducir se dice en griego “teknnh”. A la raíz “tec” de este verbo
pertenece la palabra “teknoz“: técnica. Esta no significa para los griegos
ni arte, ni artesanía, sino: dejar aparecer algo en lo presente, en cuanto
esto o lo otro, así o de otra manera. Los griegos piensan la “teknnh“, el
producir, desde el dejar aparecer. La “teknnh” se oculta desde antaño en
lo técnico de la Arquitectura. Aún se oculta moderna y más decisivamente
en lo técnico de las máquinas. Pero, la esencia del producir constructor
no se deja pensar ni desde el arte de la construcción, ni desde la
Ingeniería de la construcción, ni desde el simple acoplamiento de ambas.
El pro-ducir constructor tampoco sería pensado adecuadamente sólo en
el sentido de la originara “teknnh” griega, como un dejar aparecer que
colocara algo producido como una realidad presente en lo ya presente.
La esencia del construir es el dejar – habitar. La realización de la
esencia del construir es el instalar lugares por medio del entramado de
sus espacios. Sólo si tenemos el poder de habitar, podemos construir.
Pensemos por un momento en una casa de campo (“Hof”) de la Selva
Negra, que construyó el habitar campesino hace dos siglos. Aquí, el
poder de dejar introducir en las cosas, desplegándolas unitariamente, a la
Tierra y al Cielo, a los Divinos y a los Mortales, ha levantado la casa. La
han puesto en la ladera de la montaña, protegida de los vientos, contra el
mediodía, entre la pradera, en la cercanía de los manantiales. Se le ha
puesto el tejado con mucho realce, tejado que soporta con su inclinación
adecuada el peso de la nieve y que, llegando muy abajo, protege a los
aposentos de las tormentas en las largas noches invernales. No se ha
olvidado el rincón de Dios, detrás de la mesa común; se ha espaciado el
lugar sagrado para el puerperio y el “Totenbaum” (árbol del muerto) – así
se llama allí el ataúd- en los aposentos. Así se le ha designado a las
diferentes edades de la vida, bajo un mismo techo, el sentido de su curso
a través del tiempo. Una artesanía, originada en el mismo habitar, que
emplea aún sus herramientas y andamios como cosas, ha construido la
casa decampo.
Sólo si tenemos el poder de habitar es que podemos construir. La alusión
a la casa decampo de la Selva Negra, no significa, en absoluto, que
debamos y podamos retroceder a construir esas casas, sino que ilustra
en un habitar pasado cómo podemos construir
Habitar, construir, pensar.
13.- El habitar es el rasgo fundamental del ser conforme al cual son los
mortales.
Quizás por medio de este momento de pensar el habitar y el construir se
haga más claro que el construir pertenece al habitar y cómo recibe de él
su esencia. Se habrá ganado lo suficiente si habitar y construir se
incorporan a lo digno de ser preguntado y permanecieran así como algo
digno de ser pensado.
Que el mismo pensar pertenece al habitar en el mismo sentido que el
construir, sólo que de otra manera, podría atestiguarlo el camino – pensar
intentado aquí.
Construir y Pensar, según sus modalidades respectivas, son
indispensables para el Habitar. Pero ambas son también insuficientes
para el habitar, mientras impulsen lo que es propio de cada uno de ellos
en forma aislada, en lugar de oírse mutuamente. Tendrían este poder, si
ambos, construir y pensar, que pertenecen al habitar, quedaran en sus
límites y supieran que, tanto el uno como el otro, vienen del taller de una
larga experiencia y de una incesante ejercitación.
Hemos intentado meditar la esencia del habitar. El próximo paso en este
camino sería la pregunta: ¿Qué pasa con el habitar en nuestro tiempo?
Se habla por todas partes, con fundamento, de la penuria habitacional. No
sólo se habla, se pone manos a la obra. Se intenta solventar la penuria
por medio del acondicionamiento de habitaciones, por medio de la
construcción de viviendas, por medio de la planificación de todas las
construcciones. Tan dura y amarga, tan paralizante y amenazadora como
sea la crisis habitacional, sin embargo, la auténtica crisis de habitación no
consiste ante todo en que falten habitaciones. La auténtica crisis de
habitaciones es más vieja que la Guerra Mundial y que las destrucciones;
más vieja que el aumento del número de la población sobre la tierra y que
la situación del trabajador industrial.
La auténtica crisis del habitar estriba en que los mortales tendrían
ante todo que buscar nuevamente le esencia del habitar y que
tendrían que aprender ante todo a habitar. ¿Qué sucedería, entonces,
si la falta de hogar del hombre consistiera en que éste aún no medita, en
absoluto, la penuria habitacional en cuanto la penuria. Sin embargo, tan
pronto como el hombre medita la falta de hogar ésta no es ya ninguna
miseria. Es, meditada rectamente y mantenida adecuadamente, el único
llamado que invita a los mortales a habitar.
Pero, ¿de qué otra manera podrían los mortales responder a ese llamado
que intentando ellos pos su parte, llevar por sí mismos el habitar a la
plenitud de su esencia? Realizan eso, sí construyen a partir del habitar
y piensan para el habitar.
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