Había llegado muy cansada a casa, eran cerca de las tres de la madrugada y ya no
sentía mis piernas. El show había salido muy bien, tanto así que mi jefe me dijo
que había sido una de las pocas escogidas para un gran evento que harían en el
bar la otra semana, el cual era tan exclusivo que tendríamos el doble de seguridad
nunca antes visto. Además de que vendrían famosos y personas muy importantes,
la verdad es que era algo increíble. Sin embargo, no podía creer que esos
hombres tan importantes y con tanto dinero pagaran por show tan baratos y
desprolijos para las mujeres que como yo lo hacíamos por necesidad.
Que más daba, igual necesitaba ese dinero. Annie ha estado enferma, por lo que
llevarla al hospital y las medicinas me quitaban gran parte de mi sueldo.
Teníamos deudas, por lo que sería una gran ayuda, ese extra. Me quede dormida
luego de recordar mis cuentas y que debía pagarle la colegiatura a Annie, ya que
luego de que mi hermana nos abandonará. Decidí darle el mejor futuro a mi
sobrina y la mejor educación posible. Haría todo por sacarla de este barrio tan
peligroso, no era apto para una niña tan ingenua y noble como ella. además de ser
riesgoso porque aún venían a buscar a Hannah sus vagos amigos, los cuales su
mayoría eran drogadictos y los quería lo más lejos posible de mi pequeña.
Al siguiente día desperté muy temprano, quería hacerle un rico desayuno a
Annie, así que salí a comprar tocino, huevos, queso y tostadas. Luego de preparar
todo lo lleve hasta su cama, sorprendiéndola, se levantó muy contenta.
—¿A qué se debe despertar tan maravillosamente?—preguntó sonriente.
—¿Qué? ¿Tú tía no puede levantarte con un desayuno a la cama?—pregunté
sirviéndole la bandeja en sus piernas, luego de que se sentará.
—Sí, pero es raro que lo hagas. Es más es raro que estés despierta a esta hora, si
ayer llegaste más tarde de lo usual—respondió dándole un mordisco enorme a la
tostada.
—Lo sé, pero me quede una hora extra ayudándole a limpiar a dory, además que
me pagaron un poco más—respondí.
—¿Por qué trabajas tanto? Tía no quiero que te enfermes, trasnochar todos los
días puede ocasionarte enfermedades—respondió con dulzura.
—Porque las cuentas no se pagan solas, Ann—respondí—, Además no te
preocupes por mí, yo soy la adulta aquí, ¿Esta bien?—respondí divertida y ella
me abrazo.
—Sí, tía. Gracias por cuidarme y quererme tanto, no como mi mamá que me dejo
tirada como si fuese una muñeca trapo—respondió triste.
—Eso ya no importa, ¿sí?—respondí—, Me tienes a mí, nunca te dejaría.
—Lo sé, te quiero mucho, tía—respondió abrazándome nuevamente.
—Y yo a ti, preciosa—le contesté—, Ahora corre a colocarte el uniforme, se nos
hace tarde.
Asintió y se levantó de la cama, la tendí mientras ella se duchaba y vestía. La
miraba peinar su cabello rubio con tanto esmero que me dolía el corazón creer
que Hannah decidió perderse esto, ver a una niña tan hermosa y buena como
Annie crecer.
Pero así era la vida, sé que fue consciente al tomar su decisión. Annie tenía trece
años, no era una niña ingenua y fácil de engañar. Cada vez que volvíamos del
colegio la veíamos drogándose con desconocidos que traía constantemente a la
casa, me daba pavor el solo hecho de imaginarme que alguno de ellos drogado
pudiera abusar de mi pequeña niña. Así que le agradecí inmensamente al
universo que ella haya tomado la decisión de dejarnos y vivir su vida de vicios y
hombres lejos, sobretodo de Annie. Era más difícil para mí mantener la casa sola,
ella a pesar de no trabajar siempre conseguía dinero. Supongo que se prostituía,
porque más de una vez me lo dijo, no quise creerlo, pero desde que murieron
nuestros padres Hannah perdió la cabeza, dejo su carrera, dejo a su buen novio
Thom, dejo su trabajo, dejo todo. No sabe ni siquiera quién es el padre de Annie,
por lo que fue madre soltera, desde siempre. Annie sufrió mucho durante todos
estos años, así que era necesario que ahora fuera una niña feliz. Así que lejos de
quejarme de mantener sola la casa, le agradecía al universo, por darnos una
segunda oportunidad de vivir mejor y alejadas de la toxicidad de Hannah.
Mi día pasó muy rápido, luego de llevar al colegio a Annie, pagar su colegiatura
y comprar su nuevo uniforme de deportes. Me había quedado con poco más de
doscientos dólares y debía pagar la luz o nos la cortarían. Así que fui a la oficina
y pedí el recibo, eran exactamente ciento setenta y ocho dólares. Me quedaría
veintidós dólares para la comida, así que anhelaba como nunca que llegará ese
dichoso evento.
Los días pasaron, logré reponerme un poco de los gastos gracias a las propinas de
los clientes del bar. Me sentía mucho más tranquila porque al menos había
logrado pagar las cuentas, Annie estaba estudiando y tenía su tan necesario
uniforme. Ya que al no saber que lo habían cambiado, no lo tenía y no había
asistido a dos clases por esa razón. Hoy finalmente era el gran día, serían los diez
mil dólares mejores recibidos.
Estaba alistándome en el camerino con mi compañera de escenario. Me coloque
mis medias de red negras, la falda extra corta de color rojo. Los tacones altos y
puntiagudos, la blusa que dejaba ver gran parte de mi pecho, la corbata roja y
unos guantes largos de seda. Y claro mi infaltable antifaz, que cubría gran parte
de mi rostro, dejando ver solo mis labios. También use mis lentillas de color rojo,
para verme más como el tema “un demonio”. No entendía porque de tantas
temáticas a elegir, habían escogido está, pero como decía mi jefe “Al cliente lo
que pida”.
La música sonó y con mi compañera nos dimos un asentimiento, saliendo juntas
al mismo tiempo. Ella por la derecha y yo por la izquierda, corrí hacía ella y ella
coloco su mano como un escalón, de forma que salté para llegar a lo más alto del
tubo, hice mi silueta y pose, para luego bajar a través del tubo con mucha
sensualidad. Mientras mi compañera hacía sus pasos, acompañada de la canción.
Los silbidos y gritos del público no tardaron en hacerse oír, me centré en cada
pieza de la rutina, no podía salirnos mal. Seguí la pista de la canción y baje
jugando con mis piernas alrededor del tubo, mientras acariciaba mis muslos con
mis manos. Podía escuchar los comentarios de todos esos hombres enloquecidos
por nuestro show, la tentación es nuestra mejor arma. Así que volví a repetir la
escena pero esta vez baje mucho más lento, para luego incorporarme al cambio
de ritmo, ahora iba más rápida y era turno de mi compañera en subirse al tubo.
Así que me mantuve caminando por el escenario con movimientos atrevidos,
hasta bajarme y caminar por los entre los expectantes. Me detuve en uno y baile
sentada en sus piernas, mientras el foco apuntaba hacía mí, hasta que logré mi
cometido, al sentir su erección me levanté volviendo al escenario.
El show había salido simplemente espectacular, mi jefe nos felicitó y nos dio
nuestro pago en efectivo, además de darnos un extra porque le había encantado
escuchar las felicitaciones de los clientes.
Sonreí satisfecha, esto era lo que necesitaba. Más dinero y así poder comprarle el
teléfono que tanto me pedía mi sobrina, estaba por irme cuando un hombre me
tomó con una fuerza sobrenatural del brazo y me llevó a la parte trasera del
escenario. No me gustaba quitarme el antifaz en el bar, porque podría revelar mi
identidad. Por lo que solo me cambiaba la ropa. Y el antifaz lo quitaba al llegar a
la estación de servicio de combustible de enfrente. Me asusté mucho pero no
podía ver su rostro, ¿Acaso fue al cliente que le baile sensual? ¿Por qué me trajo
aquí? Cuando estaba por gritar tapó mi boca con su mano, me desespere
intentando patearlo. Pero el solo me olfateaba, luego mis vellos se erizaron
cuando me habló.
—Mía—dijo gruñendo en mi oído.
—¿Có-cómo? ¿Sa-sabe, mi no-nombre?—articule a preguntar, mientras sentía
mucho más temor.
De repente dejándome totalmente confundida desapareció en cuestión de
segundos, sin entender nada hui del bar. Volviendo a casa, sin comprender aún lo
sucedido y simplemente sintiéndome descubierta, ¿Qué haría ahora?
Había hablado con mi jefe para explicarle la situación que pasó luego del evento,
le dije que uno de esos hombres me reconoció. Él dijo “es imposible, ¿Vamos,
Mia de dónde vas a conocer tu a un hombre de esa clase?”. Era cierto, al ser un
invitado del evento lo convertía en un magnate de la ciudad, pero no logré ver su
rostro, ¿Cómo se suponía que sabría quién era? Estaba asustada, no quisiera que
alguien supiera a lo que me dedico realmente. Pero tampoco podía dejar de
trabajar, así que mi jefe no muy convencido, aceptó que faltará un par de días.
Había llevado a Annie al colegio, hable con su profesora de música y me dijo que
sería un honor para ellos si ella eligiese unirse al club de música. Le dije que
tendría que hablarlo personalmente con ella, ya que me gustaba que tomará sus
propias decisiones. Asintió satisfecha y se retiró, para mi suerte. Tome el autobús
hasta el supermercado, al llegar tome un carrito y comencé a guardar cosas,
necesitaba llenar la dispensa. Me sentía vigilada y la verdad comenzaba a
molestarme. ¿Acaso estaba paranoica? Podría ser, al sentirme descubierta en mi
trabajo, podía estar imaginando cosas. Me acerque a pagar en la caja y Maik el
empacador me saludó. Éramos amigos, habíamos estudiado juntos en primaria.
—¿Qué tal, Mia?—preguntó.
—Estoy bien, ¿y tú?—respondí.
—Bien, ¿Y Hannah?—preguntó, sentí una punzada en el pecho, pero la ignore y
le sonreí devuelta.
—Muy bien, está de viaje…—alargué y el asintió—, Adiós, Maik. Gusto
saludarte.
—Adiós, Mia. Saludos a Annie—respondió.
Tome las bolsas y camine hasta el departamento, cuando estaba por subir escuche
el “click” de una cámara. No estaba alucinando, sabía lo que había escuchado.
Me gire mirando para todos lados pero no vi a nadie con un teléfono o algún
aparato electrónico. Me sentía confundida, sé que escuche ese sonido. Con un
sentimiento de incomodidad, continué caminando hasta la entrada. Subí al
pórtico y saludé al señor Will, el portero.
Subí en el ascensor y al llegar a nuestro piso me fije por la ventana del pasillo, no
había nadie sospechoso en la avenida. ¿Entonces por qué escuche como sí me
tomarán una fotografía? Suspire con pesadez y entré, guarde todo en la alacena.
Aproveche el día libre para limpiar todo, sacar cosas antiguas y ropa que no
usáramos. Preparé el almuerzo, ya que muy probablemente Annie viniera muerta
de hambre, el tiempo se pasó entre mis canciones favoritas y los quehaceres de la
casa. Escuche las llaves y finalmente entró mi sobrina.
—Hola, tía preciosa—saludó acercándose a mí y dejando un beso en mi mejilla,
tiró su bolso en el sofá.
—¿Cómo te ha ido cariño?—pregunté—, Recoge tú bolso y llévalo a tu
habitación.
—Genial, ¿Adivina quién tiene un puesto para el club de música?—respondió
con ilusión, sabía que le encantaría esa propuesta, amaba tocar el piano. Eso lo
heredo de mi madre, también era una artista increíble.
—¿Aceptaste?—pregunté y asintió repetidas veces.
—¡Tía, quieren que participe en el evento de talento del mes!—respondió
contenta.
—Entonces participarás, sé que es tú sueño ser una gran pianista—respondí—,
¿Y el club de arte qué?—pregunté.
—También entré, fue inevitable no hacerlo. Soy genial—respondió divertida y
me reí.
—Bien niña sabelotodo, ven a comer—avisé sirviendo los platos de ambas en la
mesa.
Nos sentamos juntas y disfrutamos de los macarrones con queso cheddar que
había preparado, Annie no paraba de conversarme de lo mucho que le gustaba su
nuevo colegio. Lo eficaces que eran las clases, lo bien que la recibieron sus
compañeros y lo divertido que era poder pertenecer a clubes. Lo cual solo
significaba una cosa para mí, debía trabajar muy duro para mantenerla así, feliz,
contenta, plena. Me daba vida verla tan brillante, serena, pero sobretodo
tranquila. Le dije que se cambiará el uniforme para irnos de compras, ya que
había sido invitada al cumpleaños de una nueva amiga y no tenía que ponerse.
—Tía, Dana es la niña más popular de toda la escuela. Le caí bien, ¿sabes lo que
eso significa? ¡Debo ser su mejor amiga! Además es muy buena persona, asiste
los fines de semana como voluntaria al ancianato de la ciudad. ¿Crees que yo
también pueda hacerlo?—preguntó esperanzada.
—Claro que sé lo que significa, también fui al colegio. ¿Sabes?—divertí y ella
se rio—, Y si claro que puedes hacerlo, querer ayudar en esos lugares es muy
noble de tu parte, Annie.
—¡Eres la mejor! Iré a cambiarme—avisó yéndose.
Recogí los platos y los deje en el lavabo, seguía pensando en esa extraña
sensación de sentirme vigilada. ¿Acaso me estaba afectando haber sido
descubierta por un cliente? Pero estaba segura de lo que escuche, fuerte y claro.
Para nada disimulado, no podía ser una simple coincidencia. Estaba algo
nerviosa, esperaba internamente que fuera solo una paranoilla.
Annie se arregló y salimos juntas al bulevar, iríamos a su tienda favorita. “Jojo
Beauty”. El camino fue rápido ya que para nuestra suerte el departamento se
encontraba en una buena zona. Al entrar se volvió loca buscando vestidos,
blusas, pantalones y zapatos, no sabía de donde tenía tanta energía. Me dispuse a
revisar los armadores, conseguí bonitos vestidos que le haría probar, solo por
diversión. Ya que sabía que los odiaría porque “son infantiles” y ella es
“grande”.
—Tía, tengo todo. Iré a probarme—me avisó mientras arrastraba un carrito de
compras lleno. Me sorprendí lo mucho que había elegido.
Asentí y le coloque los que yo escogí, tomé asiento y espere a que se probará.
Hacía pasarelas y bailes divertidos cada que salía del probador, haciéndome
carcajear. Era tan ocurrente, sumándole que la tienda mantenía buena y movida
música, estalle en risas al verla usar unas medias de fresas, con una falda roja y
un suéter de lana color naranja. A eso le sumamos un sombrero de playa y unas
gafas en forma de corazón.
—Decídete, ¿es un look de verano o invierno?—divertí, ya que había mezclado
ambas tendencias.
—¡Ni de chiste saldría así!—respondió riendo.
La estaba pasando muy bien, teníamos tiempo sin compartir esto. Ya que
trabajaba de noche, pero dormía de día. O siempre estaba cansada como para
salir con ella o llevarla al colegio. Me hacía feliz verla disfrutar de mi compañía,
al final terminó decidiéndose por unos vestidos muy bonitos y acordes a su edad,
unos zapatos y un collar. Luego de pagarlo todo, salimos con las bolsas y
caminamos hasta su heladería favorita. Nos compramos una banana Split y nos
sentamos en la mesa de la avenida, mientras contábamos los autos rojos y azules
que pasaban, era una vieja tradición que teníamos.
Regresamos a casa entre risas y diversión, ya que Annie había sido “bendecida”
con la popo de una paloma. Venía quejándose y maldiciendo su mala suerte. A
pesar de que le dije que había un dicho que decía que vendría algo bueno, al
llegar Will aparte de saludarme, me llamó.
—¿Qué ocurre, Will?—pregunté confundida.
—Señorita Mia, le han dejado un paquete—respondió. Lo mire confundida, no
recordaba haber ordenado nada, fue a su garita y lo sacó.—, Aquí tiene.
Lo recibí confusa, mientras subía con Annie por el ascensor. Estaba muy
nerviosa, quizá seguía paranoica por el percance del evento, la sensación de estar
siendo perseguida y el sonido que creí escuchar. Pero ¿Un paquete? Esto era muy
extraño. Luego de dejar a Annie con sus compras en su habitación, me dispuse a
abrirlo. Tenía mucho miedo, así que rompí el lazo enorme que tenía y quite la
tapa, era una zapatilla de ballet. La que solía usar cuando lo practicaba hace años,
sabía que era mía porque mi madre les bordo una M en color rojo. Me sentía muy
sensible, mis ojos se humedecieron, ¿Qué significaba eso? ¿Acaso una broma de
mal gusto de Hannah? Era imposible, esa zapatilla la perdí hace muchos años.
Había una nota, lo cual hizo erizar mi piel.
“Cómo olvidar cuando solía verte bailar, sin duda alguna fuiste la mejor en el
recital del lago de los cisnes”.
Finalmente luego de varios días de falta, volví al bar. Practique las rutinas y los
bailes nuevos que había aprendido, hoy era viernes, los mejores días pagados.
Así que me esforzaría bastante para intentar reponer los días perdidos, no podía
darme el lujo de desperdiciar el dinero. Ya que cada centavo cuenta, más ahora
que probablemente Annie necesitaría sus materiales para el club de arte, los
cuales no son nada baratos. Pero haría lo necesario para conseguirlos, todo por
verla feliz. Por suerte se había mejorado y ya no gastaba en medicinas o
consultas médicas.
Me vestí con mis mallas de red negras, tacones altos color negro y suela roja,
guantes de seda rojos, short rojo de cuero, corcel negro con cordones rojos y mi
peluca roja trenzada. Un leve maquillaje, labios rojos y antifaz negro.
Ensaye muchas veces la rutina de hoy, le agregué algunos pasos que había visto
por internet. Sin más el show comenzó, luces blancas apagadas, luces rojas
encendidas. Me senté con las piernas abiertas, recostando mí espalda al tubo,
lleve mis piernas a mis pechos y luego estire una hacia arriba, luego la otra, al
ritmo de la canción, luego abrí las dos al mismo tiempo y las cerré atrayendo mis
piernas hacía mi pecho. Me eché hacía atrás y estire mi brazo por el tubo,
mientras con el otro me apoyaba del suelo, los deslice hasta quedar acostada y
dar una vuelta hacia atrás impulsando mis piernas. Quede de rodillas, por lo que
use mis brazos para hacer un movimiento envolvente, tome el tubo con ambas
manos mientras estiraba mis piernas y las enrollaba en él. Me coloque de pie y
camine alrededor del tubo dando vueltas, sensualmente, hice algunos
movimientos de ballet, combinándolos con la rutina del pooldance, enrolle mi
pierna derecha en el tubo mientras con la otra impulsaba mi cuerpo para
deslizarme a lo largo del tubo. Volví al suelo y jugué con mis piernas,
abriéndolas, cerrándolas, todo al ritmo de la música sensual, me coloque de pie y
comencé a contornear mi cuerpo a la vez que rosaba el tacón de mis zapatos con
el tubo. Terminé finalmente sentada con las piernas apretadas en mi pecho. El
público estaba eufórico, gritaban, silbaban y pedían más, el local estaba
abarrotado de hombres. Nunca antes lo había visto tan lleno, quizá era por la
quincena. Ya que muchos cobraban su sueldo hoy, ¿Y adivinen cual es el mejor
lugar para gastarlo? Exacto, un bar.
Estaba por salir del escenario cuándo escuche un rebullicio, un hombre había
golpeado fuertemente la mesa hasta romperla. Y luego había golpeado a otro
tipo, ¿Qué estaba ocurriendo? Era típico este tipo de situaciones, siempre se
peleaban cuando se les pasaba la mano con los tragos. Ignorando el gran
espectáculo que hicieron, me baje del escenario y camine a mi camerino. Quería
agua y cambiarme de ropa, ya que de igual manera me tocaba atender las mesas.
Al llegar me sorprendí mucho al verlo lleno de girasoles. Sonreí amaba las flores,
pero sobretodo los girasoles. ¿Qué clase de fan sabía eso? Qué bonita casualidad,
cerré la puerta con seguro y me percaté de algo. En mi mesa había una caja de
terciopelo, la tomé y la abrí, era un reloj rolex original. ¡Esto vale miles de
dólares! ¿Quién pudo haberme regalado tan costoso obsequio? Estaba admirada,
había una tarjeta. “Para la mejor bailarina y la más sensual, A”. Al menos tenía
una pista de tan bonito regalo, “A”. Podría ser ¿Alejandro? ¿Alexander? ¿Arturo?
No lo sabría nunca, me cambié, colocándome el uniforme del bar, un vestido
ceñido al cuerpo color negro con dorado. Salí y me sorprendí al ver a mi jefe
esperándome.
—Wow, parece que tienes una gran fanaticada—dijo divertido viendo al interior
de mi camerino—, Mia hay alguien que me está haciendo una propuesta.
—Sé más explícito, ¿Qué clase de propuesta? Sabes bien que no soy prostituta—
respondí firme, ya que ese tipo de “propuesta” la había recibido muchísimo.
—No Mia, no es eso—respondió rodando sus ojos—, Mi bar es muy prestigioso
como para prostituir a mis empleadas—se defendió—, Él dice que quiere pagarte
un sueldo, con tal que no bailes más aquí y lo hagas solo para él.—respondió y
quedé totalmente atónita.
—¿Bajo qué términos?—pregunté, no sonaba mal para ser sincera. Me sentiría
mucho menos expuesta bailando para un solo hombre que para cientos. Claro si
solo era eso, bailar. No otro servicio.
—No me dijo nada más, sólo que pensó que eras exclusiva del bar—respondió
encogiéndose de hombros—, ¿No me abandonarás verdad? ¡Mia si me dejas me
iré a la quiebra!—respondió divertido, sabía que me lo contaba porque
seguramente ese hombre quería proponérmelo directamente a mí y si el me lo
decía primero, podía usarlo a su favor.
—Pues eres un gran jefe, pero si me ofrecen un buen sueldo. Sabes que me iré—
respondí y el asintió, pero había algo más.
—Mia, duplicaré tu sueldo si no te vas—ofreció y abrí mucho mis ojos, era una
propuesta bastante interesante.
—¿Dónde está ese hombre? Quisiera saber más, no digo que te abandonaré. Pero
quisiera saber mis opciones—respondí y el suspiro con drama.
—Está en la sala vip, esperándote—respondió rindiéndose. Asentí y estaba por
dirigirme hacía allá cuando me detuvo del brazo—, Quizá sea una mejor
oportunidad, no te lo tomes personal, piensa en ti y en lo mejor para tu sobrina—
añadió comprensivo y asentí musitándole un “gracias”.
Seguí el camino hasta la sala vip del bar, era grande, tenía muebles de cuero,
mesas de vidrio y tubos en el centro. Aquí ofrecíamos “show privados”, pero
eran muy costoso, solo venían multimillonarios o algo así. Lo cual sucedía muy
poco, por eso estaba atónita, no podía creer que uno de esa magnitud estuviera
interesado en mis bailes. Al llegar le pedí al guardia pasar, me lo permitió luego
de revisar que no estuviera armada. Sentado en la mesa principal se encontraba
un hombre joven, admitía que no era lo que esperaba ya que para ser
multimillonario esperaba un setentón regordete y con canas. Pero no, este
hombre podía fácil pasar por modelo de Calvin Klein, era fornido, ya que el traje
se ajustaba muy bien a su cuerpo, el cabello corto y bien peinado de lado en color
negro azabache, piel blanca y ojos color miel. Casi amarillos, ¿acaso usaba
lentillas? era imposible que fuera su color natural, su mirada estaba fija en mí.
Estaba rodeado de otros hombres más, en total doce. ¿Así de importante era?
Como para tener tanta seguridad.
Sus ojos brillaban mucho y estaban con ese color ámbar intenso, me sentí
escaneada de pies a cabeza. Estaba muy nerviosa, sentía que perdería el
equilibrio en cualquier momento. Y por mirarlo fijamente no me di cuenta hasta
que mi tacón se atascó con la alfombra de felpa, esperaba el impacto de la caída
ya que no pude estabilizarme de nuevo. Pero lejos de sentirla, sentí unos brazos
muy fuertes envolver mi cuerpo. Me gire a mirarlo, ¿Cómo es que sabía que me
caería? Su corazón latía tan rápido como el mío, como si estuviésemos
sincronizados.
—Vaya, entrada. Digna de un premio—divirtió ayudándome a estabilizarme
nuevamente. Tomé su mano y aproveche acomodar mi vestido.—, Alessandro
Silver.
—Mia, Mia Boland—respondí.—, Disculpe mi torpeza, estaba nerviosa.
—¿La pongo nerviosa, señorita Boland?—preguntó, hablándome muy cerca del
oído y sentí una descarga en mis pantis al mismo tiempo que una corriente
eléctrica me recorría el cuerpo. ¿Tan potente era el efecto de ese hombre?—,
¿Por qué no se sienta?—invitó y asentí.
Lo seguí hasta donde anteriormente estaba sentado, abrió la silla para mí y le
agradecí para luego sentarme. Cruce mis tobillos para sentarme mejor, él lo hizo
delante de mí y me seguía mirando fijamente. ¿Por qué eran tan guapo? ¿En serio
trabajaría para aquel hombre? Porque estaba segura que quería hacerlo.
—Cuéntame Mia, ¿Por qué trabajas en este lugar tan…exótico?—preguntó
dando un sorbo a su copa.—, ¿Gustas un vino?—preguntó y asentí. Con su mano
le indicó a uno de sus hombres que me trajera una.
—Bueno, esa respuesta es muy personal—respondí manteniendo la calma e
intentando no sonar grosera—, ¿Podría saber qué hace un hombre como usted en
este lugar?—pregunté recibiendo la copa que me entregó su hombre.
—Me temó que también es muy personal—respondió, siguiendo lo que le había
contestado.
—Touché—mencioné mientras levantaba mi copa hacía él, sonrió de lado para
luego darle otro sorbo a su copa.—, Me dijo mi jefe, ¿Qué tiene una propuesta
para mí?
—No quiero que trabajes más aquí, no enfrente de tantos…babosos—respondió
tajante, abrí mucho mis ojos “ante lo posesivo que sonó eso”—, Quiero que
bailes solamente para mí, te pagaré muy bien, además de otros beneficios—
respondió.
—¿Qué clase de beneficios?—pregunté con curiosidad—, ¿Y por qué me elegiste
a mí? Miriam es más antigua, baila mucho mejor.
—Pagaré el colegio de tu sobrina, un mejor departamento para ambas y te daré
un auto por el simple lujo de tu exclusividad—respondió dejándome anonadada,
¿cómo era que sabía que tenía una sobrina? Sentí un escalofrió envolverme por
completo—, Y Miriam no produce nada en mí, como tú con tu forma de bailar.
—¿Cómo sabe que tengo una sobrina? Es información personal, no entiendo—
pregunté tomando valor, era parte de identidad, ¿acaso él sabía quién era
realmente?
—¿Crees que no te mandaría a investigar si quiero que trabajes para mí?—
preguntó con una sonrisa cínica—, Cariño, sé todo de ti.
—¿Por qué cree que tiene derecho a saberlo todo de mí? aún no acepto su
propuesta—respondí acomodándome en la silla.—, Eso es invadir mi privacidad,
por algo uso antifaz y no revelo mi identidad.
—Lo siento si sientes que invadí tu privacidad, pero debía asegurarme de a quien
quería contratar—respondió con tono sincero—, Cómo sabrás tengo que
cuidarme.
—Entiendo, lo pensaré—respondí poniéndome de pie, su rostro era sorpresa
pura, pero no me sentía segura. ¿Acaso él podría ser el hombre del evento? Aleje
esa pregunta de mí cabeza, mientras me disponía a salir de la zona vip.
—¿En serio rechazarás mi propuesta?—preguntó tomándome del brazo—, ¿Cuál
es tu mayor aspiración? ¿Bailar aquí para siempre?—preguntó, me gire a mirarlo
con rabia. ¿Qué insinuaba?
—¿Qué? Mis aspiraciones no son su problema, estimado—respondí cordial—,
Simplemente no me siento segura de querer trabajar para usted.
—¿Por qué? Ni siquiera hemos hablado de tu salario, puedo pagarte mucho más
de lo que ganarías aquí en años—respondió—, Siéntate y negociemos.—pidió,
mi orgullo me gritaba que fuera, pero debía pensar en lo que era mejor para
Annie, si él ofrecía pagarme más, le daría una mejor vida a ella. Suspirando
acepte y tome asiento nuevamente—, ¿Otra copa?—preguntó y asentí.
—Bueno, Alessandro. ¿Qué me ofreces?—pregunté, ¿Qué más daba si ya sabía
quién era? igual no podría mantener mi identidad oculta por mucho tiempo.
—¿Cuánto es tu salario?—preguntó entrelazando sus manos y adquiriendo una
pose más demandante.
—Eso es confidencial, puedes preguntárselo a mi jefe—respondí—, Quiero
decir, firme un contrato.
—Entiendo, en ese caso, te ofrezco cinco mil dólares más los beneficios que ya
te mencione—respondió con mucha seriedad, mirándome fijamente, sus ojos
brillaban tanto que parecían irreales. Mi mente maquinaba sus palabras, ¿Cinco
mil dólares? Era mucho más del doble de lo que ganaba aquí, abrí un poco mi
boca. Recibí la copa que me tendían disimulando la sorpresa, claro que aceptaría.
—Acepto—respondí, era increíble. Podría hacer muchas cosas, además de juntar
dinero para colocarme el café que siempre quise.
—Sabía que eras inteligente, bien, mañana te pasará buscando uno de mis chicos
a las once.—respondió—, De momento, recoge tus cosas y ve a casa.
—Entendido, ¿Comenzaría mañana mismo entonces?—pregunté, era raro que
quisiera un baile tan temprano—, Y si recogeré mis cosas al finalizar mi turno,
tendré mi última noche.
—No, mañana solo firmaremos un contrato—respondió serio—, ¿Tú última
noche? De ninguna manera, no quiero verte más trabajar aquí.
—¿Y quién dice que trabajaré? Quizá me tome el día para despedirme de este
lugar. —respondí con entusiasmo. Su rostro cambió totalmente, no podía
identificar si se encontraba molesto o sorprendido.
—¿Y qué harás?—preguntó con su quijada tensa, ¿le molestaba que quisiera
despedirme del lugar que me ha dado de comer por tanto tiempo?
—Te veo mañana, Alessandro—respondí despidiéndome, me tome de un solo
golpe toda la copa y la deje encima de la mesa.
Camine hasta la salida dejándolo totalmente sorprendido, no entendía a este
hombre. Era un dios griego, ¿Qué hacía en lugares como estos? ¿Por qué quería
una bailarina? ¿No era casado? Ni siquiera le pregunté, ¡Dios! ¿Cómo es que me
salte tantas preguntas que pude haberle hecho? ¿Acaso solo me importaba el
pago? Bueno en realidad sí, necesitó pagar deudas. De igual manera ya era tarde
para retratarme. Busque con la vista a mi jefe y lo vi en su oficina, la puerta
estaba semi abierta, así que lo vi sentado contando billetes. Di unos toquecitos en
la puerta, alzó su mirada a mí y me hizo un ademan de que entrará y eso hice
cerrando la puerta tras de mí.
—¿Aceptaste verdad?—preguntó suspirando.
—Sí, era imperdible la oferta, Leo—respondí—, Vengo a darte las gracias por
haberme dado empleo todo este tiempo. Y a entregarte esto—dije tendiéndole el
antifaz.
—Llévatelo, es tuyo, te pertenece—respondió—, Toma, esto es para ti.—dijo
tendiéndome un sobre que recibí—, Sabía que no podría contra ese millonario,
¿Cuánto te ha ofrecido?—preguntó cotilla.
—Gracias, ¿Qué es?—pregunté, al abrirlo divise varios billetes de cien. Era
mucho más que mi pago—, Pues me ofreció un sueldo de cinco de los grandes,
departamento, auto y pagar el colegio de Annie—le conté.
—Es tu liquidación, debo pagarla por ley—respondió encogiendo sus hombros,
suspiró y luego resopló—, ¡Vaya! Eso es increíble, no podría competir contra eso
jamás—dijo—, Te has ganado la lotería, Mia. Sin embargo ten mucho cuidado y
si algo llega a suceder, recuerda que aquí siempre serás bien recibida—apoyó y
me acerqué a darle un abrazo.
—Gracias, Leo. Eres el mejor—respondí—, Adiós, iré a despedirme del bar—
avisé.
—¿Un trago?—preguntó elevando su ceja.
—Que sean tres, por favor—divertí y salimos juntos a la barra.
Antes de sentarme a tomar con él, fui a mi camerino y vi que no estaban todas las
flores que me habían dejado. ¿Qué rayos? ¿Quién pudo habérselas llevado?
Tampoco estaba el reloj, ¿Me habían robado? Me cambie rápidamente por ropa
cómoda y vi una nota pegada en el espejo. “Tranquila, le pedí a mis chicos que
llevarán todo a tu casa, diviértete, A” ¿otra vez A? ¿Quién podía ser?
Espera…Alessandro, ¿A? ¿Era él? Claro no podría tratarse de nadie más. ¿Por
qué parecía tener todo fríamente calculado? Comenzaba asustarme, salí resignada
a disfrutar como nunca mi última noche en aquel bar.
Respire profundo y me senté junto a Leo, ordenamos una ronda de tequilas.
Chocamos los pequeños shots y los bebimos de golpe. Sentí arder mi garganta
pero no me sentía como nunca, la música subió de tono y colocaron mi canción
favorita del momento, así que aproveche a sacar a bailar a leo, nos tomamos
otros shots y comenzamos a contornearnos y disfrutar de la melodía. Uno, dos,
tres, cuatro, cinco, seis, siete… shots después comenzaba a ver todo borroso.
Estaba mareada, pero me sentía diferente, todo me daba risa y estaba disfrutando.
Subí a la barra y comencé a bailar, pasaba mis manos por todo mi cuerpo,
mientras movía las caderas, el público enloqueció. Podía escuchar las palmas
pidiendo más, silbidos, gritos, bardo. El bar estaba en su máxima capacidad de
personas, la música alta y mi cuerpo caliente de tanto licor.
—¡Mucha ropa!—gritaban al unísono, me reí con fuerza y comencé a quitarme el
suéter que tenía puesto. Todo parecía ser una buena idea, escuchaba a Leo
decirme “Déjalo, Mia, no lo hagas”. Pero era un aburrida, bah. ¿Qué sabía ese
hombre amargado divorciado de la vida? ¿De disfrutar?
Seguí bailando y estaba por alzar mi blusa, cuando unos brazos me tomaron con
fuerza bajándome de la barra, ¿Qué carajo? Mi pecho reposaba en el hombro de
ese hombre, no podía ver su rostro, pero me cargaba como si de un saco de papa
se tratase, por más que lo golpee y patalee no me soltaba. ¡Bájame! Le gritaba y
no me hacía caso, luego de subir en su auto me quede profundamente dormida.
Desperté sintiendo que mi cabeza me mataría, me dolía horrores, ¿Qué había
pasado? Me removí en la cama, hasta que me percate de algo. Esta no era mi
casa, ¿Qué carajos? ¿Dónde estaba? Me repuse rápidamente y me senté de golpe,
estaba vestida con una camiseta de algodón de hombre, olía muy bien. ¿Acaso
había tenido…? No, no, no podía ser. Estaba mareada y a punto de vomitar,
cuando alguien entró a la habitación. Mierda, Alessandro…¿Acaso él y yo
habíamos tenido…?
—No, no ha pasado mayor cosa—respondió.
—¿Y qué hago aquí?—pregunté.
—Bueno, usted vomito su ropa y estaba muy borracha. ¿No esperaba que la
llevara así a su casa y que su sobrina la viera ebria o sí?—preguntó y baje mi
cabeza con vergüenza.
—Gracias, supongo—respondí y el asintió, había algo que me estaba matando—,
¿Usted me cambió de ropa?—pregunté.
—Sí, lo siento pero su ropa olía mal—respondió y volví asentir—, No se
preocupe que por mucho que quise ver, no vi nada que no debiera.
Sentí erizarse mi piel, mis mejillas tomaron un tono carmesí. ¿Por qué bebí
tanto? ¿Qué me sucedió? Yo nunca hago esto, jamás dejaría sola a Annie por
tomar. Rayos, Annie.
—¿Y mis pertenencias?—pregunté pro mi bolso y ropa.
—Aquí tiene su teléfono—respondió entregándomelo, estaba en su mesita de
noche.
Le agradecí y le marque enseguida a Annie. No me atendía el teléfono y me
preocupe mucho, ¿Acaso le había ocurrido algo? Mis alarmas mentales estaban
encendidas, ella siempre contestaba, seguramente le había sucedido algo. Estaba
por levantarme como un resorte cuando atendió.
—¿Hola? Tía ¿Por qué me llamas a las siete de la mañana un domingo?—se
quejó—, Sé que no viniste a dormir, pero no es necesario reportarte tan
temprano.
—Annie, ¿Estás bien? Lo siento por no avisarte—respondí.
—No te preocupes, ¿Te quedaste con alguien?—preguntó divertida y tape por
instinto la bocina del teléfono, que vergüenza que mi nuevo jefe la escuchará.
— Sí, estoy con Shelsey—respondí rápidamente—, Ayer salimos por unos tragos
y se me hizo tarde, ya voy al departamento. Ya sabes no le abras a nadie,
adiós.—colgué sin darle tiempo a decir palabra alguna.
—¿Ahora soy mujer y me llamó Shelsey? ¿No podía ser un nombre más
apropiado?—divirtió y me reí liberando la tensión de la situación.
—Bueno, teniendo en cuenta que Annie ya es adolescente. No podía decirle “Si
annie me quede en casa de mi nuevo jefe”—respondí obvia.
—¿Acaso le cuenta todo a ella? ¿Y qué le dirá? “Ya no trabajaré bailando en un
bar para millones de hombres, si no solo para uno”—intentó imitar mi voz.
—Sí, quiero que ella sea transparente también—respondí—, Y no, ella no tiene
idea de a lo que me dedico. Moriría de vergüenza, si se enterará.
—¿Por qué? Es un trabajo como cualquier otro, no se acuesta con hombres—
respondió encogiendo sus hombros.
—Es muy pequeña para entender aún ciertas cosas—respondí—, De momento no
sabrá, le diré que me contratará para limpiar su casa y cocinar—finalicé.
—Su sobrina podrá ser niña aún, pero no será tonta. ¿Cree que se creerá ese
cuento que trabaja como servidumbre y gana cinco mil dólares?—me preguntó
con una sonrisa irónica.
—¿Y qué prefiere? ¿Qué le diga? “Annie le haré bailes privados a un
millonario”— respondí.
—Sí quiere que ella sea transparente con usted, debería hacer lo mismo—
respondió.
Permanecí en silencio, tenía razón y lo sabía. Pero quería cuidar tanto mi imagen
con Annie, quería que se sintiera segura que jamás preferiría un vicio o a un
hombre antes que a ella. ¿Qué más podía hacer? Sí todo lo que hago es por y para
ella. Me mató trabajando muchas horas, lo hacía en aquel bar por el simple hecho
de juntar el dinero necesario para que a ella no le falte nada y sobretodo poder
pagar las cuentas. Suspire con cansancio y me coloque de pie. Me di cuenta que
solo llevaba puesta una camiseta, me daba por la rodilla como si se tratase de un
vestido. Me regañe mentalmente cuando recordé la ropa interior que llevaba
puesta. Cerré mis ojos y los apreté con fuerza.
—¿Qué ocurre?—preguntó mirándome fijamente, podía notar como le causaba
gracia mi incomodidad.
—¿Usted me ha visto en ropa interior?—pregunté lo obvio, pero quería
escucharlo de su boca.
—¿Cómo evitaba no verla de esa manera si necesitaba cambiarla?—preguntó
respondiendo lo obvio, sentí más vergüenza aún.
—Es entendible, gracias por…la amabilidad—respondí—, ¿Dónde está mi ropa?
Necesito irme.
—No pensará que le permitiré irse con esa ropa sucia, además tampoco es como
que fuese posible. Ya que la deseche—respondió y mi boca se abrió
ligeramente.—, Pero no se preocupe, tenga, mande a pedir esto para usted—se
adelantó entregándome una bolsa con la marca “Lan Perlet” la recibí y entreabrí.
Era ropa nueva.
—Muchas gracias, Alessandro—respondí—, ¿O prefiere que lo llamé por
señor?—respondí.
—Alessandro está bien—respondió—, Y no es nada, pasaré por ti y tu sobrina
hoy en la tarde.
—¿No era a las once?—pregunté confundida—, ¿Y por qué con Annie?
—Le enseñaré una de mis propiedades, para que crea que si mereces ganas cinco
mil dólares por limpiar una casa—respondió comprensivo.
—Muchas gracias, es demasiado lo que está haciendo por mí—respondí
avergonzada.
Él asintió y yo tomé mis zapatos del suelo y entré al baño que estaba en la
habitación. Tomé una ducha rápida y me vestí, por suerte Alessandro pensó en
todo, hasta en ropa interior de encaje me había comprado. ¿Acaso me imaginaría
usándola? ¡Mia que son esos pensamientos! Me regañe a mí misma, tomé la ropa
y me vestí muy rápido. Era un blue jeans, una blusa holgada y unos zapatos de
tacón medio. Arregle mi cabello y lave mis dientes. Salí del baño y ahí seguía el
sentado.
—Gracias por la ropa, está perfecta—agradecí.
—¿Lo hará siempre?—preguntó mirándome fijamente, lo cual me hacía poner
muy nerviosa.
—¿Qué cosa?—pregunté confundida.
—Agradecerme por cualquier cosa—respondió obvio.
—Sí claro, es costumbre—respondí encogiendo mis hombros—, Bueno, me
retiro. De nuevo muchas gracias por ayudarme y por todo en general. Lo veo
después.
—Liam la llevará, está esperándola abajo—respondió y asentí, estaba por bajar
cuando lo escuché nuevamente—, Por cierto muy adorable su ropa interior, creía
que solo las niñas usaban pantys con dibujos de unicornios y arcoíris.
Mi cara parecía un tomate y estaba segura de ello, así que ignorando y fingiendo
no haber escuchado su comentario sobre mi muy infantil ropa interior. Baje
rápidamente las escaleras de esa enorme casa y busque la salida, al hacerlo vi a
una camioneta gris con la puerta abierta, subí y enseguida me llevaron hasta el
departamento. Moría de vergüenza, ¿Por qué tenía tan mala suerte? Justo el día
que uso mi ropa interior favorita por lo suave y cómoda que es, un millonario
sexy me desviste.
Al llegar a casa me encontré con Annie despierta desayunando y a su lado estaba
Shelsey, mi amiga. Abrí mis ojos con sorpresa, mierda. Ahora ¿Qué le diría a
Annie? Mentir no era un ejemplo que quería darle, ambas me miraron con los
ojos entrecerrados.
—Creí que te habías quedado en casa de Shelsey—comentó Annie con sus
brazos cruzados.
—¿Cómo es eso que fuimos de tragos anoche?—preguntó Shelsey con diversión.
Estaba acabada.
—Queremos la verdad y con detalles—pidió Annie.
—Se los contaré todo—respondí con cansancio, busque un bol y serví leche con
cereal. Moría de hambre y dolor de cabeza. Así que me tomé una pastilla para la
migraña.—, Bien, tengo un nuevo trabajo donde ganaré mucho más. No pude
evitarlo y celebre por adelantado—conté.
—¿Y dónde pasaste la noche?—preguntó entrecerrando sus ojos, Annie.
—En su casa, ¡Pero no paso absolutamente nada! Les juro, solo me quede
dormida borracha—respondí con vergüenza.
—Sospechoso—dijeron ambas al unísono y quería hundir mi cabeza en mi taza
de cereal.
Habíamos pasado el día conversando, intente defenderme de los
comentarios que me hacían ese par. La verdad es que no podía creer la enorme
imaginación que tienen las dos. ¿Cómo es que creían que sería capaz de dormir
con alguien que conocí en una noche? No soy de esa clase de mujeres, no podría.
No está en mí, soy más pasional. Me gusta hacer el amor, no tener sexo y ya. Soy
demasiado chapada a la antigua como diría Hannah. Pero así me criaron mis
padres, aprendí mucho de mi valor como persona, como mujer y no se me hace
fácil entregarme a cualquiera. ¿Era amargada? Quizá. Terminé de ondular mi
cabello, no sé porque pero quería lucir bonita para mi nuevo jefe. ¿Acaso había
enloquecido? Pero es que aquel hombre demandaba atención, era crucial para mí
seguirle agradando. Espera, ¿Le agrado verdad? creo que sí, ya que me eligió a
mí.
—¿Ti a estás lista?—preguntó Annie entrando a mi habitación—, Uhlala, ¿Por
qué te arreglas tanto?
—¿Cómo que por qué? Es mi nuevo jefe, Ann. Debo agradarle, ya sabes—
respondí.
—Sí, claro, como digas—respondió divertida—, ¿Te gustó no es así?
—¡No! Que barbaridades dices, niña—respondí—, Será mi jefe, Annie. Sólo eso.
—Bien, si tú lo dices—respondió encogiendo sus hombros. Estaba creando un
monstruo sarcástico y muy metiche.
El sonido de un claxon nos alertó a ambas, seguido claro de una llamada
telefónica. Busque mi móvil por todos lados y no lo encontraba, hasta que
finalmente lo divise dentro de la chaqueta que aún no me colocaba.
—¿Hola?—respondí.
—La estoy esperando en frente de su casa—respondió y colgó.
—Es él, vamos Annie—le avisé y ella asintió—, No te olvides de llevar tú suéter.
Salimos juntas hasta la calle de enfrente, una camioneta negra con los vidrios
polarizados estaba aparcada. Estaba nerviosa, no sabía porque, pero tenía un
extraño presentimiento. Cruzamos la calle y uno de esos hombres se bajó para
abrirnos la puerta, le agradecí y Annie subió, seguida de ella yo.
—Buenas tardes—dijimos al unísono Annie y yo.
—Que adorable, ¿Así que tú eres Annie?—preguntó él.
—Sí, mucho gusto señor…—alargó sin saber su nombre.
—Alessandro, pero no me digas señor por favor, no soy tan viejo—respondió
amable.
—Está bien, ¿A dónde nos lleva?—preguntó ella tan curiosa como siempre.
—A mi casa, quiero que observes donde trabajará tú tía—respondió y ella
asintió.
El chofer condujo por todas las calles de la ciudad hasta detenerse frente a una
enorme mansión, uso un aparato para abrir el gigantesco portón y siguió hasta
estacionarse en un lugar. Nos abrió la puerta y le agradecí bajando, ayude a
Annie a hacerlo sin tropezar. La casa era demasiado grande, increíblemente
agradecía que fuese mentira el ser contratada para la limpieza. Admiraba a las
que trabajaran en el área de limpieza para él, ¿Cuánto tiempo demoraran
limpiando todo esto? ¿Un año? ¡Es demasiado gigante! Tenía columnas doradas
muy relucientes, lo que significa que deben pulirlas. Alessandro bajó del auto y
comenzamos el recorrido, el piso era de granito blanco y estaba muy bien pulido
también, todo se veía extremadamente pulcro. ¿Cuántas personas trabajaban para
él? ¿Cien? Muy pocas, ¿Quinientas? Es sorprendente, ¿Tanto dinero tiene este
hombre? ¿En qué me estoy involucrando? Seguimos caminando, los salones eran
espectaculares, tenía un cine propio, un gimnasio muy completo, una piscina de
la longitud de un lago, una pista de carreras, canchas de deportes, un mini campo
de golf, más de quince habitaciones, veinte baños y varios ambientes. ¿De dónde
sacaba tanto dinero? ¿En que trabajaba? Tenía muchas dudas, Annie caminaba en
silencio, lo cual era extraño. Ella era muy parlanchina y siempre tenía algo que
decir, le choque su hombro.
—Tía, ahora todo tiene sentido. ¡Esto es un palacio real!—dijo admirada—, ¡Te
llevaría siglos limpiar todo!—dijo espantada y con mucho drama haciéndome
reír.
—¿Tú crees? Será un sueldo bien merecido, ¿no?—respondí mordiéndome los
labios, odiaba mentirle.
—¡Muy bien merecido! Pobre de ti—respondió.
—¿Y bien? ¿Qué te pareció pequeña, Annie?—le preguntó y ella ladeo una
sonrisa. ¿Acaso estaba nerviosa? Ella nunca lo está.
—Increíble, su casa es muy bonita—comentó de manera educada, al menos se
sabía comportar—, Mi tía tendrá un arduo trabajo.
—Así es, todo lo hace por el bien de ambas—respondió dándome una mirada.
—Lo sé—contestó ella—, ¿Y yo puedo venir a echarle una mano?—preguntó
tomándonos por sorpresa.
Él me dio una mirada buscando ayuda, lo cual me causo risa. Mordí mi labio
inferior para no reírme, Annie se me quedó mirando desconcertada.
—Supongo que sí, no veo porque no. Claro si tú tía no tiene inconveniente en
traerte a su trabajo— respondió acentuando el “su trabajo”, lo odio. Annie volvió
a centrar su atención en mí.
—Después hablaremos sobre eso, aún no firmó ningún contrato—repuse
zafándome de aquella tensión.
Annie asintió y continuamos el recorrido, Alessandro me dio una mirada y se rio
de lado mientras se le marcaba un hoyuelo en su mejilla. Lo mire con mis ojos
entrecerrados, caminamos hasta el precioso jardín que era tan extravagante como
todo el lugar. Había flores de muchos tipos y algunas que nunca jamás vi antes,
algunas eran exóticas, Annie las admiró una por una, le gustaba mucho la
jardinería. Me percaté de una mesa con comida y bebidas al final.
—Annie, ¿Te gustaría nadar?—preguntó señalando la piscina.
—Sí me encantaría, pero no traje bikini—respondió haciendo un gesto triste.
—No te preocupes por eso, tengo uno perfecto para ti—respondió—, Liam,
tráeme lo que compramos esta mañana—ordenó y el chico asintió perdiéndose
por los pasillos.
Annie me dio otra mirada curiosa pero cargada de emoción, él la estaba
sorprendiendo. Liam apareció con una bolsa de la marca “Le perle”, muy famosa
por diseñar los mejores bikinis según las revistas de moda. Annie abrió mucho su
boca por la sorpresa, ya que era muy fanática de la moda. Cuando se la entregó,
pego un gritó que me hizo asustar.
—¡Annie! ¿Qué son esos modales?—regañe.
—¡Gracias, gracias, gracias!—dijo rápidamente mientras abrazaba a Alessandro,
abrí mucho los ojos porque no esperaba esa reacción de ella claramente, él lejos
de reaccionar mal, le devolvió el abrazo.
—No es nada, ahora ve a probártelos—le respondió, ella asintió como loca y se
fue a buscar un baño.
—¿Qué fue eso?—le pregunté, cuando Annie estaba lo suficientemente lejos.
—¿Qué? ¿No le puedo hacer regalos?—preguntó.
—¿Por qué lo haces?—pregunté.
—Es de mala educación responder una pregunta con otra—respondió rodando
sus ojos.
—Lo hiciste primero—defendí.
Estaba por responder pero Annie apareció cambiada, el bikini le quedó a la
perfección. Es como si hubiese sido hecho a su medida, le sonreí.
—¿A que me queda divino?—preguntó contenta.
—Divino es poco, te queda precioso—respondí.
—¡Iré a la piscina!—avisó—, De nuevo, muchas gracias Alessandro. Me
encantó, siempre quise uno de la diseñadora Amelie Le perle.
—Sabía que te gustaría, puedes disfrutar todo lo que gustes de la piscina—
respondió. Ella asintió contenta y se fue a la piscina. —, Bien ahora hablemos de
negocios—dijo refiriéndose a mí.
Asentí y me hizo una seña para que lo siguiera hasta la mesa que vi a lado de la
piscina. Suspire y me senté en la silla frente a él. Me sirvió una copa de vino y
me alcanzó algunos bocaditos, estaba nerviosa y no entendía el porqué. Quizá era
por su forma de mirarme, como si quisiera morderme. Sus ojos brillaban mucho,
era increíble que fueran de ese color tan ámbar.
—Esté es el contrato puedes leerlo y tomarte tu tiempo—dijo tendiéndome un
folder con muchas hojas.
Lo acepté y me dispuse a leerlo completamente, hablaba de mis obligaciones
como empleada y las de él como empleador. Tendría un horario flexible, es decir
debía amoldarme a la hora que me citará. Debía acceder a usar los vestuarios que
él deseará, lo cual me hizo erizar los vellos. ¿Fetiches acaso? Oculte la risita
burlona que quería escaparse de mi boca. Seguí leyendo, los bailes deberían
durar dos horas al menos. Era mucho tiempo, mis rutinas no pasaban de hora y
veinte minutos. Pero podía lograrlo supongo, continué leyendo. Esas eran sus
exigencias, en cuánto a mis obligaciones. No sonaba mal, en cuanto a las suyas.
Me pagaría un sueldo fijo de cinco mil dólares, el colegio de Annie, un
departamento en una mejor zona y un auto para transportarme. Eso no solo
sonaba increíble, si no soñado. ¿Esto era real? ¿Acaso estaba soñando? Le di una
mirada y el seguía mirándome fijamente.
—¿Hay algo que no le gusté?—preguntó elevando su ceja y negué—, Hay una
cláusula que le agregué, puede aceptarla si está de acuerdo, si no, simplemente
no la firme.
Lo miré desconcertada pues no había visto nada de eso, así que abrí el folder
nuevamente y le di la vuelta a cada hoja hasta encontrarla. La cláusula hablaba
sobre ser su dama de compañía, en eventos donde amerite ir acompañado. Cómo
“Cenas, celebraciones o reuniones del trabajo”, Las cuales serían remuneradas
con un bono especial de mil dólares más. Abrí mucho mis ojos, por la sorpresa.
¿Cómo es que un hombre tan guapo y adinerado necesitaba de esto? Estaba
segura que debe tener millones de pretendientes, ¿Por qué quería aquello?
—¿Y? ¿Acepta?—preguntó con ansiedad, podía notar como su pierna se movía
debajo de la mesa.
—Acepto—respondí tomando el bolígrafo y firmando el contrato completo,
incluyendo la cláusula especial.
Luego de la visita a casa de Alessandro, pasé todo el fin de semana con Annie.
Según decía aquel papel él dispondría de mis horarios, pero no me llamó o
escribió en dos días. Hoy era lunes, salí temprano a trotar. Me gustaba hacer
deporte muy temprano, sentí pasos, me giré rápidamente pero no vi a nadie.
Ignoré el caso y me coloque nuevamente los audífonos, seguí el camino de
siempre y regresé al departamento nuevamente. Esta zona no era la mejor, era
algo peligrosa, pero era económica. Desde que Hannah se fue, siempre he
querido mudarme de aquí. Aun suelen venir “amigos” de ella a buscarla y temo
que lo hagan un día que no esté con Annie. Por eso no le permito abrir la puerta
nunca, siempre estoy al pendiente de ello. Prepare el desayuno y escuché como
corría el agua en la ducha de la habitación de Ann, se había levantado por cuenta
propia lo cual era extraño. La vi salir con su cabello escurriendo, se sentó en el
taburete de la isla.
—Buenos días, tía—saludó.
—Buenos días, ¿Quieres eres y que has hecho con la vaga Ann que duerme como
koala?—pregunté divertida y se echó a reír.
—¿Qué? ¿No me felicitarás por levantarme sin tu ayuda?—respondió haciéndose
la ofendida.
—Bien, felicitaciones—respondí sirviéndole un plato de panqueques y miel—,
¿Algún motivo especial por el cual levantó temprano, bella durmiente?
—¡Lo olvidaste! Lo sabía—respondió cruzándose de brazos—, ¿Cómo
pudiste?—fingió estar ofendida.
—¿Qué olvide? Sabes que mi cabeza está con muchas cosas a la vez—respondí
defendiéndome.
—Hoy es mi presentación, haré una gran interpretación—respondió—, Espero
que no olvides ir, ¿Podría invitar a tu jefe?—preguntó y me atore con el bocado
que había engullido.
—No creo que pueda, Ann. Es un hombre muy ocupado—respondí.
—¿Al menos podrías preguntarle?—respondió.
—Lo haré—respondí suspirando.
—Él me agrada tía, es un buen hombre—respondió y se fue a su habitación,
¿Qué rayos fue eso?
Respire profundo y tomé el valor de llamarlo, debía hacerlo por Annie. Marque
su nombre y deslice mi dedo presionando llamar, al segundo pitido contestó y
sentí mi corazón a mil por hora.
—¿Hola? Mía no la he llamado, no porque no quiera, he estado ocupado—dijo
apenas descolgó.
—Entiendo, pero no lo llamaba por eso—respondí y escuche un suspiro—, Annie
tiene un recital hoy, me pidió que lo invitará. Le dije que es una persona muy
ocupada, pero ya ha visto como es de terca. Entiendo si no puede…—iba a seguir
pero me interrumpió.
—Iré, envíeme la ubicación y la hora—dijo colgando, sin darme tiempo a
responderle.
Estaba totalmente sorprendida, él había aceptado. No entendía porque lo hizo,
pero siempre lograba dejarme anonadada. Annie salió de su habitación con su
cabello seco, le hice una trenza y ella sonrió feliz. Amaba las trenzas, le di su
lonche y lo guardó en su bolso.
—¿Y? ¿Qué dijo?—preguntó ansiosa.
—Hora y lugar—respondí y ella sonrió mostrando sus dientes.
—¡Lo sabía! Es a las cinco en el teatro de mi colegio—respondió y asentí. —,
Bien ya me voy, adiós tía. Te espero también.
—Adiós cariño, allí estaré—respondí feliz.
La observe salir con su bolso a cuestas, la miré por la ventana hasta perderla
cuando subió al autobús escolar. Le envíe un mensaje a Alessandro con la
dirección que probablemente ya sabe y la hora. Me respondió “Estaré allí” y no
le dije nada más. ¿Qué podía decirle? Había aceptado y eso era mucho, por otra
parte me daba cierto pánico que me pidiera comenzar mi trabajo, ¿Por qué me
intimidaba tanto? ¿Qué tenía que lo hacía tan especial?
Terminé de hacer las compras y me acerqué a pagar los productos, estaba en la
fila hasta que vi como venía rodando una lata de pepinillos hacía mis pies. Me
agache y la recogí, sin comprender de donde se había caído. Hasta que vi a un
chico avergonzado caminar hacia mí.
—Lo siento, se me cayó—se disculpó.
—No te preocupes, aquí tienes—respondí sonriente y se la entregué, me dio una
mirada nerviosa y entonces lo reconocí. Fue al chico que le baile en el último
evento. Esperaba que no me dijera nada más.
—¿Te conozco?—preguntó mirándome con sus ojos entrecerrados.
—No lo creo, no soy de aquí—respondí evadiéndolo y girándome a la fila
nuevamente.
—Espera, sé que he visto esos ojos antes—respondió—, ¿Acaso tú no eres la
bailarina?—preguntó en voz alta y lo miré mal.
—No, no sé de qué hablas—respondí.
—Estoy seguro que eres tú—dijo seguro, ignorándolo camine a la cajera y
coloque los productos en la caja para pagarlos y huir, pero esté chico seguía
insistiendo—, Vamos, sé que eres tú.
—Déjame en paz—respondí finalmente.
Después de pagar mis productos, los empaque yo misma y salí a paso rápido de
la vista de aquel chico. No podía creer que fuese tan indiscreto, estaba por subir a
un taxi, cuando me tomaron del brazo con fuerza.
—¡Eres tú! Lo sé, ¿Sabes cuantos sueños húmedos he tenido contigo después de
ese fabuloso baile?—preguntó lamiendo sus labios, me produjo un escalofríos y
mucho asco.
—¡No sé de qué hablas! ¡Ya déjame en paz!—respondí zafándome de su agarre,
tomé mis bolsas e intente salir corriendo, pero me detuvo del cabello con fuerza.
—No, no perra. De aquí no te vas sin cumplirme cada fantasía en la cual eres la
protagonista—me susurró en el oído.
Intente golpearlo y salir corriendo pero me sostenía con mucha fuerza, siempre
temí que sucediera esto. No sabía que hacer porque siempre me ganaban los
nervios. Quería llorar, gritaba y nadie parecía querer ayudarme, logré asestarle un
golpe, pero no fue lo suficientemente fuerte para que me dejará libre. Me dio un
golpe en el abdomen y comenzó a arrastrarme a su auto, seguí gritando, pero
nadie parecía querer intervenir. Lloraba con desesperación, hasta que alguien me
lo quitó de encima. Golpeándolo con tal fuerza, que escuche un ruido seco. Su
rostro siendo estrellado con el suelo, abrí mis ojos y lo vi sus inconfundibles ojos
color ámbar me miraban con preocupación.
—Súbete al auto—ordenó y corrí abriendo la puerta de copiloto, subí y me cerré
la puerta poniéndole el seguro.
—Súbete al auto—ordenó y corrí abriendo la puerta de copiloto, subí y me cerré
la puerta poniéndole el seguro.
Podía ver como se golpeaban entre ambos, sólo que Alessandro era muy bueno.
No había recibido un solo golpe, mientras ese asqueroso chico estaba
ensangrentado, no se rendía. Seguía golpeándolo, estaba muy asustada. No sabía
ni entendía como era que él estaba aquí, pero le agradecía al cielo y a todo ente
poderoso por eso. Si él no hubiese llegado, no sé qué hubiese sido de mí. ¿Acaso
fue una gran casualidad? No podía creer la suerte que tuve. Finalmente
Alessandro noqueó a ese chico y subió rápidamente al auto, aceleró como nunca
y salimos disparados del lugar. Entendí por qué al mirar por el retrovisor y ver a
los guardias del supermercado corriendo hacia donde estaba ese chico tirado.
Suspire con pesar mientras me abrazaba a mí misma, él me miraba de reojo.
Mientras yo moría de vergüenza, lágrimas salían a borbones por mis ojos, me
sentía muy humillada. ¿Qué les hacía creer que tenían el poder sobre otras?
Odiaba sentirme así, pero me sentía muy avergonzada.
—¿Se encuentra bien?—preguntó finalizando el silencio incómodo que se había
formado, asentí en su dirección sin poder mantenerle la mirada—, No es su
culpa, él era un hijo de puta cualquiera.
—Gracias, no sé qué hubiese pasado si usted no aparecía en el momento
justo…—respondí sintiendo que me faltaba el aire.
—Eso no es importante, me alegra haber llegado a tiempo—respondió—, Ahora
limpiese esas lágrimas, que iremos al recital de su sobrina—dijo comprensivo
sonriéndome, abrió la guantera y me tendió un pañuelo. Lo recibí e intente
limpiar el desastre que era.
—Muchas gracias, de verdad—respondí—, Es increíble todo lo que ha hecho por
mí y por Annie. ¿Puedo saber porque lo hace?
—Quizá más adelante lo entienda, de momento déjelo ser.—respondió y asentí.
Al llegar al colegio de Annie, estaba mucho más tranquila y serena. Había
limpiado mi rostro del desastre que era, respire hondo y entré en conjunto de
Alessandro al teatro. Estaba repleto, anunciaron a mi pequeña por los micrófonos
y grite como loca, ganándome unas divertidas miradas de parte de él. Ann tenía
el talento de mi madre, lo había heredado y lo sabía. Era increíble lo bien que
tocaba el piano, su interpretación fue muy limpia y magnifica. Al terminar todo
el lugar estalló en aplausos y ovaciones, incluyéndome. Estaba muy orgullosa de
ella, bajó y enseguida se acercó a nosotros. La abracé fuertemente y bese su
cabello.
—Estuviste grandiosa, Ann. Estoy tan orgullosa de ti, eres increíble—le die
mirándola con amor.
—Gracias tía, eres la mejor—respondió abrazándome con fuerza. Había perdido
de vista a Alessandro, pero apareció con un enorme ramo de rosas, ambas nos
sorprendimos mucho.
—Felicitaciones pequeña, me has dejado completamente impresionado—la
felicitó entregándole las flores, ella gritó como loca por segunda vez gracias a él.
Sonreí, Ann se merecía todo lo bueno. Y tenía razón él era un gran hombre.
Desperté agitada por segunda vez, nuevamente había tenido esa pesadilla con el
chico psicópata del supermercado. En la que él abusaba de mí y Alessandro no
llegaba a tiempo. ¿Desde cuándo dependía de él? Me sentía segura de alguna
forma, quizá solo me gustaba el hecho de sentirme protegida o que nos cuidará.
Porque también lo hacía con Annie y solo con las atenciones y detalles que tenía
con ella se había ganado mi cariño. Divise la hora en el reloj de mi mesita de
noche eran poco más de las seis, me coloque de pie y prepare el desayuno para
Ann, le prepare su favorito. Huevos, tocino y fruta picada. Fui a despertarla y
luego de batallar un buen rato, logré entrará a la ducha. Treinta y dos minutos
después estaba sentada frente a mí comiendo. Mi teléfono vibro y sonó la música
de jazz que había seleccionado como timbre de llamada. Lo busque en mi bolso y
contesté.
—¿Si?—respondí.
—Buenos días, Mía—saludó Alessandro, escuchar su voz así de ronca me causo
una sensación extraña—, Hoy quiero que venga, necesitó una dosis de sus bailes.
Pero también que me acompañe a una cena.
—Entiendo, ¿A qué hora?—pregunté.
—La espero a las cuatro—respondió—, Pero pasaré por usted y Ann en veinte
minutos—avisó.
—No entiendo, ¿Para qué?—pregunté preocupada, no me había ni duchado.
—¿Se olvidó de mis obligaciones como empleador?—preguntó con diversión—,
Las llevaré a su nuevo hogar, también necesitó que firme el cambio de colegio de
Annie y su licencia de conducir ya que le entregaré el auto—respondió y me
quede totalmente petrificada. No podía creerlo, ¿Todo esto era real?
—Perfecto, lo esperamos—respondí y él me colgó.
—¿Por qué sonríes como posesa?—preguntó Annie con diversión.
—Ann, la vida nos cambiará—respondí con alegría, por fin la sacaría de este
lugar. Era un barrio peligroso para una niña tan linda como Annie, también para
mí. Pero mi mayor temor eran los amigos y enemigos de Hannah.
—¿Cómo?—preguntó sin entender.
—Annie nos mudaremos de aquí, irás a una de esos colegios que siempre quisiste
y tendré un auto—respondí y pude ver como un brillo que nunca vi en sus ojos
salía a relucir.
—¿Estás jugando conmigo, tía?—preguntó entrecerrando sus ojos y mirándome
como sí buscará algo en mis ojos.
—Sabes que jamás jugaría con algo así—respondí.
—¡Entonces eso es fantástico! Pero espera, ¿Cómo es que haremos todo eso?—
preguntó con desconfianza.
—Alessandro—respondí y sus ojos brillaron nuevamente.
—¡Lo sabía! ¿Te casarás con él?—preguntó ilusionada.
—¡No! Ann, por Dios—respondí—, Es parte del…contrato—repuse.
—Eso suena interesante, bien. ¿Cuándo?—preguntó.
—Viene por nosotras en veinte—respondí y me alarme, salí corriendo a la ducha.
Tome la ducha más rápida que jamás había tenido, me vestí con un jean claro, un
suéter de lana y unas botas para el frío. El invierno comenzaba a hacer acto de
presencia, me maquille un poco y escuché el claxon que ya conocía muy bien.
Ann estaba lista y me esperaba sentada en el sofá, salí tomando el bolso y las
llaves.
—¿Tan arreglada, tía?—preguntó mientras jugaba con sus cejas.
—No seas exagerada, es sólo un poco de maquillaje—respondí. Bajamos hasta
el auto y al subir lo saludamos como de costumbre.
Nos contestó y comenzó a conversar con Annie, sobre música clásica. Me
sorprendió que supiera tanto del tema, que conociera a todos los autores favoritos
de Ann, ahora ella se obsesionaría más con él. ¡Gracias! Por nada. El chofer se
detuvo frente a un conjunto privado de edificios de los que tienen piscina y
canchas privadas. Nos abrió la puerta y no entendía que hacíamos aquí. Baje con
cuidado de la camioneta que era bastante alta y ayude a bajar a Ann, luego de que
él lo hiciera y nos pidiera que lo seguiríamos, entramos a la residencia y subimos
al muy moderno elevador. Se detuvo en el quinto piso y bajamos siguiéndole el
paso.
—¿Qué les parece?—dijo mientras nos indicaba el lugar por dentro.
Era muy espacioso y lujoso, tenía tres habitaciones. Sofás muy bonitos y
elegantes en el recibidor. Estaba pintado de blanco y café, una enorme tv en la
sala, la cocina era impecable y muy moderna. Todo parecía ser increíblemente
caro.
—Está muy lindo su departamento—comenté.
—¿Mío? Es de ustedes—respondió entregándome las llaves, mi boca formó una
o. estaba más que sorprendida, muy impresionada, Ann me miraba con emoción.
Pero ese brillo en sus ojitos me llenaba de alegría.
—¿Para nosotras? Es mucho, Alessandro—respondí segura, no podíamos
permitirnos algo así.
—Muy tarde, ya lo compre porque estaba seguro que les gustaría—respondió
insistiendo, tomó mi mano y la abrió guardando en ella la llave—, Está a su
nombre, tranquila—me susurró en el oído.
Sentí una corriente eléctrica subir por toda mi columna vertebral, éste hombre
estaba causando en mí cosas inexplicables. No sabía que decir, estaba más que
anonada conmocionada. Ann caminaba de un lado a otro mientras observaba
todo.
—No sé qué decir, muchas gracias en serio—respondí—, Nos hubiésemos
conformado con algo menos costoso, pero le agradezco mucho.
—Deje de agradecerme por todo, debía sacarlas de ese barrio. Es peligroso para
dos señoritas, además es parte de mis obligaciones—respondió.
—En realidad no tiene por qué preocuparse, es más que suficiente con el sueldo
que me ofrece—respondí.
—Acostúmbrese, soy muy… ¿Cómo decirlo? ¿Consentidor?—respondió
mirándome fijamente con esa mirada irresistible que tenía y tanto me gustaba—,
Además sé lo mucho que quería sacar a Ann de ese lugar.
—De nuevo muchas gracias, sé que no le gusta que le agradezca por todo. Pero
es inevitable—respondí.
—Está bien, ahora vamos que se hace tarde—respondió y asentí.
Llame a Ann y nos fuimos en seguida para el nuevo colegio. Era cerca al
departamento y me gustaba que toda la zona estuviera monitoreada por cámaras
de seguridad. Me sentía mucho más segura, la directora no tuvo ningún
inconveniente con que Annie ingresará a mitad de año. Lo cual me pareció
sumamente extraño, pero suponía que Alessandro había arreglado todo. Así que
le darían dos semanas para que se colocará al día de todo lo que habían visto,
luego de salir de allí. Finalmente pasamos por el registro y firme mi licencia,
también pose para la foto. Y ahí afuera de la oficina estaba él con un Porsche
blanco y la llave colgando en su mano mientras me daba otra de esas miradas
suyas.
—¿Está lista para su nueva vida?—preguntó meneando la llave de un lado a otro,
asentí sonriente.
—Gracias Alessandro, no sé qué hice para que me suceda todo esto. Pero no me
cansaré de agradecerle—respondí—, Eres un gran hombre.
—Envíe a una empresa de mudanza a encargarse de todo, pueden estar
tranquilas—avisó ignorando mi comentario—, Debo irme, la espero a las cuatro
en mi casa—respondió y solo asentí
Se marchó y Ann saltaba como loca, había subido al auto. Subí también y respire
hondo, todo esto era increíble, no podía creer lo misterioso que era el destino.
Jamás imagine conocer a un hombre así, es decir, todos los que conocí en el bar
querían algo de mí. A diferencia de un baile, querían mucho más. Y él apareció
desafiando todo, haciendo por mí cosas que no sabía que necesitaba pero que de
verdad las quería. Sabía que había algo detrás de todo esto, pero también amaba
disfrutar de todo lo que siempre he querido para Annie. Conduje hasta nuestro
antiguo departamento y vi un camión con cajas, fueron muy rápidos. Tampoco
era como que tuviésemos muchas cosas y también imaginaba que llevaban lo
estrictamente necesario, ya que el nuevo lugar lo tenía todo.
Conduje detrás del camión hasta el edificio nuevo, sinceramente por más que
tanteaba todo y tenía la llave en mi mano. No podía creerlo, nunca imagine vivir
en un lugar así. Lo veía muy lejano, quizá por nuestros limitados ingresos. Pero
ahora lo veía tan real que parecía estar soñando y deseaba que si así era jamás me
despertarán. No había visto a Annie tan feliz, desde que su madre se fue. Así de
trágico, así de fuerte.
—¿Tía viste mi habitación?—preguntó emocionada chillando de alegría. Negué,
no había prestado mucha atención.
Al entrar me sorprendí de lo mucho que se había molestado, había decorado las
paredes con cuadros de revistas y cosas de moda. Además de sus colores
favoritos, ¿Cómo es que sabía tanto de nosotras? Yo solo sabía su nombre. Ni
una pista de a lo que se dedica, ni lo que hace, nada. ¿Cómo no me detuve a
pensar en ello antes? Me dejé impresionar con tanto lujo, no podía creer lo bajo
que había caído…
Después de cerciorarnos que habían empacado nuestras cosas más importantes y
significativas. Ayudamos a colocar todo en su puesto. Annie estaba
irreconocible, estaba hiperactiva y muy feliz, me sentía más segura en este lugar.
Podía dejarla sola y no sentir miedo, lo seguía haciendo claramente. Pero al
menos sabía que podía estar vigilándola por las cámaras. Me fije en la hora y me
arregle un poco, era mi primer día en el nuevo trabajo. No podía negar que estaba
extremadamente nerviosa, pero sabía que debía cumplir mi parte. Él ya había
cumplido la suya, tome un vestido y unos tacones. Me cambiaría en su casa para
la cena que mencionó o eso suponía, me despedí de Annie y salí del edificio.
Subí al auto y conduje hasta su casa, la enorme a donde nos llevó a Annie y a mí.
Luego de unos minutos interminables, abrieron el portón y pude pasar,
estacionando el auto en uno de los sitios del jardín. Mis manos sudaban y mis
piernas temblaban, no entendía porque me sentía así. Lo había hecho siempre,
bailar era mi momento feliz. Bailaba para cientos de personas, ¿Que tan difícil
podía ser hacerlo solo para una?
Lo vi sentado en el sofá del recibidor, estaba tomando un vaso de whisky.
—Buenas tardes, Alessandro—salude.
—Mía, puntual como siempre—alabó—, En la tercera habitación del lado
derecho, encontrará su vestuario. La espero en el salón del fondo—avisó y asentí.
Camine en silencio hasta donde me dijo, al entrar vi prendas de ropa encima de
una cama. Había un espejo enorme en la pared, así que me dispuse a darme prisa.
La vergüenza inundó mi rostro al ver las diminutas prendas, pero más aún al ver
de lo que iban, eran unas mallas de red negras, un short de cuero extra corto con
una colita de conejo. Un top verde brillante de lentejuelas manga larga. Unos
tacones negros altos y una diadema con orejas de conejo. ¿Qué clase de fetiche
tenía este hombre? Imaginaba que no podía ser tan perfecto, algo oscuro debía
esconder. Me di una última mirada en el espejo antes de salir, era una imitación
de las conejitas playboy. Respire hondo y armándome de valor e intentando dejar
la vergüenza a un lado salí a buscar el dichoso salón. Cuando lo encontré no
podía creer lo que mis ojos veían, había un pequeño escenario con una luz roja,
un tubo en el centro y una tela. En frente de la tarima había un trono, literalmente
era un trono. ¿Eso lo hacía sentir un rey? ¿Qué carajo significaba esto? Sin
comprender mucho comencé a caminar hasta el escenario, lo vi moverse hasta la
pared, presionó algo y la música comenzó.
Contornee mis caderas de lado a lado, para luego abrirlas y hacer un Split
perfecto. Usando mi posición en el piso, junte ambas piernas y comencé a
moverme. Abriendo y cerrando mis piernas, enrosque una en el tubo para con un
ágil movimiento levantarme, pegando mi trasero al tubo me deslice hasta volver
nuevamente al suelo. Donde use ambas piernas para subir al tubo, di un giro, para
luego mover mi cabeza en círculos. La música era enérgica, lo cual iba
perfectamente con la rutina que había creado hace días. Use la tela para hacer
algunas maniobras que había aprendido, podía escucharlo gemir, ¿Acaso estaba
excitado? Me sentí un poco incómoda, pero ignorando aquella sensación,
continué mi baile. Moví mis caderas al son de la música a pesar que me
encontraba en el aire, baje de una manera muy sensual para continuar con el
tubo, mezclando algunos pasos del ballet. Delicada pero sexy, así solían
llamarme.
—Deténgase…—pidió y eso hice.
—¿Ocurre algo?—pregunté, no podía haber pasado mucho tiempo.
—No quiero más, en la misma habitación que se cambió. Dúchese y arréglese
para la cena—ordenó y salió rápidamente del salón.
No entendía ¿Qué había sido todo eso? ¿Acaso no le gustó mi baile? ¿Había sido
aburrido? No comprendía, salí suspirando al pasillo, hasta la habitación. Tome
una toalla y me duche un largo rato, al salir vi unas bolsas encima de la mesa con
una nota. La leí “Disculpe por lo que sucedió, no le puedo explicar mucho. En
fin, aquí tiene lo que usará para la cena, si necesita algo hágamelo saber”. Suspire
confundida, ¿Acaso era bipolar? No entendía, ignorando todo, revise las bolsas.
En una había maquillaje, saque todo y lo use para hacerme uno muy sutil pero
bonito. En otra estaba un precioso vestido azul marino largo con una abertura en
la pierna izquierda, me lo coloque y no podía creer lo perfecto que se adhirió a
mi cuerpo. Resaltaba mi figura, use los tacones altos y quedaba perfecto, no sabía
qué hacer con mi cabello, así que para resaltar el bonito escote lo recogí en un
peinado sencillo. Me eche un vistazo en el enorme espejo, me veía increíble, me
coloque unos pendientes que estaban en la otra bolsa y aplique ese perfume que
encontré. Estaba lista, pero me sentía insegura de salir. Luego que suspendiera mi
baile, no sabía cómo actuar. Ni tampoco que decirle, ¿Lo había incomodado?
¿Había hecho algo que no le gustaba? No entendía nada y eso me consumía
lentamente.
Armándome de valor y luego de respirar profundo un buen rato salí, él me
esperaba sentado en el sofá nuevamente con su vaso de whisky. Llevaba puesto
un traje color azul marino, casi que combinado con mi vestido. Se veía el doble
de irresistible, sus ojos amarillos se juntaron con los míos y baje la mirada sin
poder evitarlo. Se levantó como un resorte y se acercó a mí a paso lento.
—Está muy hermosa—comentó y le di una mirada.
—Gracias—respondí.
—¿Vamos?—preguntó y asentí.
Lo seguí hasta el jardín, donde uno de sus hombres nos abrió la puerta de una
muy lujosa camioneta negra. Subimos juntos en el asiento de atrás, mientras el
chofer subió al piloto y condujo. Los minutos se hicieron eternos, podía sentirse
una gran tensión entre ambos. Incluso el chofer pudo sentirla porque notaba sus
indiscretas miradas por el retrovisor. Luego de un torturante silencio, finalmente
habló.
—Sí no es mucha molestia, quisiera pedirle que finja ser mi novia en esta cena—
dijo y me sorprendí. ¿Por qué quería eso? ¿Acaso me estaba usando para darle
celos a alguna ex novia? No entendía ni un poco a este hombre.
—Está bien, no será problema—respondí encogiendo mis hombros, daba igual.
Pasamos una hora durante el viaje hasta el gran hotel, donde se llevaría a cabo la
cena. Llamé a Annie y le dije que no me esperará para dormir, que le había
dejado la cena en el refrigerador y que cualquier cosa Shelsey iría más tarde.
Bajamos del auto y él tomó mi mano, lo acepte e intente relajarme. Estaba muy
nerviosa, confundida y molesta. Pero ignore todo aquello y camine siguiéndolo.
Después de anunciar su nombre unos hombres nos dejaron pasar, el salón estaba
decorado muy bonito, lucía elegante pero sencillo. Por fin algo que no irradiaba
lujo, caminamos hasta una mesa enumerada. Nos sentamos y unos meseros nos
sirvieron champan.
—¿Puedo saber por qué está molesta?—preguntó.
—¿Qué le hace creer que lo estoy?—pregunté.
—Su rostro es muy expresivo y se lo pregunté y no lo negó—respondió
encogiendo sus hombros—, ¿Acaso es mi culpa?
—De hecho sí, ¿Por qué me pidió que me detuviera?—pregunté yendo al grano.
—¿Alessandro?—preguntaron a nuestras espaldas, rodee mis ojos. Lo habían
salvado de mí. Él sonrió con cinismo encogiendo sus hombros.
—¡Adam!—saludó éste de regreso, tendiéndole un apretón de manos.—, Quiero
presentarte a mi novia, Mía.
—No hace falta que digas que es tuya, ha quedado claro—divirtió el chico, era
alto, rubio cuerpo fornido y ojos verdes—, Un gusto, Adam Weller.
—Mía Boland, el gusto es mío—respondí estrechando su mano.
—Sí bueno, ¿Qué tal todo, Adam?—interrumpió Alessandro y rodee los ojos.
¿Por qué siempre todo tenía que tratar sobre él?
Comenzaron a conversar entre ellos sin tomarme en cuenta para nada, no creí que
esto fuese tan aburrido. Al leer ese contrato pensé que esto sería diferente y más
emocionante. Tome otra copa de champan y otra, dos, tres, cuatro, más.
Comenzaba a sentirme un poco mareada, ¿Quién se emborrachaba tomando
champan? Parecía que yo. Alessandro me dio una mirada, luego suspiro y negó
con su cabeza. Encogí mis hombros y lo ignore, necesitaba algo más fuerte. Así
que me levante y fui a la barra del restaurante. Me senté en un taburete, mientras
pedía una copa.
—¿Por qué tan sola, my lady?—preguntó algún idiota, sentándose a mi lado.
—¿Por qué tan metiche?—respondí recibiendo mi copa, era la cena más aburrida
del mundo.
—Uy que carácter, así me gustan, fieras.—respondió a modo de broma, pero
lejos de causarme gracia. Me recordó al idiota del supermercado.
—¿Por qué mejor no te largas?—respondí y se rio.
—¿Cómo te llamas?—preguntó de regreso, ¿En serio no se rendía?
—Es Mía—respondió Alessandro por mí, él chico abrió sus ojos con mucho
temor y se fue casi corriendo. ¿Por qué reaccionó así? Mi nombre no era tan feo.
—Gracias por presentarme, pero podía haberlo hecho yo sola—respondí.
Me besaba pasionalmente, tanto que sentía calor en todo mi cuerpo, bajo su boca
besando mi cuello y sentí como mojaba mis bragas, comenzó desabrochando mi
pantalón, para luego bajarlo hasta mis rodillas, yo por instinto hice lo mismo con
el suyo. Volvió a besarme con aquella intensidad que me estaba volviendo loca,
poso su mano en mi entrepierna y comenzó a dar suaves masajes por encima de
mi braga, haciéndome estremecer, moví mi cabeza hacía atrás y el aprovecho eso
para llenar de besos todo mi cuello aumentando mi deseo que me hiciera suya, su
mano hizo a un lado mi braga mientras introducía sus dedos, estaba tan mojada
que entraron sin problema, mi cuerpo estaba a mas no poder, sentía mucho placer
y ganas de él, siguió besándome cada vez con más intensidad, mis piernas
temblaban y me faltaba el aliento, sentía una corriente eléctrica por todo mi
cuerpo, un cosquilleo incansable por todo mi abdomen, pase mis manos con
timidez por su pecho y abdomen, Introdujo otro dedo haciéndome estallar de
placer, sentí aún más humedad , me sentía en otra galaxia. Estaba tocando las
estrellas, el ritmo de sus dedos aumento la velocidad. Mi clítoris estaba muy
hinchado, lo exigía a él. Arquee mi espalda, mientras mis manos exploraban su
miembro. Estaba muy duro y erecto, lo deseaba, lo quería. Su cuerpo estaba
tenso, pero también podía ver el deseo en sus ojos ámbar…
Me desperté sobresaltada y sintiéndome muy mojada, ¿Qué carajos? Había
tenido un sueño húmedo con él…bastante húmedo a decir verdad. No podía
creerlo, me levanté rápidamente de la cama y entré a la ducha. ¿Qué estaba
ocurriendo conmigo? Me toque un largo rato, hasta drenar todo el frenesí que
tenía dentro de mí. ¿Cómo es que un simple sueño me había hecho levantar tan
caliente? Mi dios, termine de ducharme y me vestí con ropa fresca.
Luego de la cena de aquel día no me había llamado más, no quería imaginarme
porque no lo hacía. Pero tampoco quería preguntarle. Esperaría a que me llamará
cuando lo creyera prudente, le preparé el desayuno a Annie y salí a correr. Quería
despejar mi mente, trote un buen rato por la ruta nueva que había aprendido
desde que nos mudamos. ¿Qué estaba ocurriendo entre los dos? ¿Acaso pasaba o
solo era mi mente? No podía entenderlo, sentía una atracción muy fuerte por él.
Pero no podía permitir confundirme, las relaciones y el trabajo son una pésima
combinación. Regresé al departamento y ya no estaba Annie, me sentía cansada
así que me recosté un poco, hasta volver a dormirme.
Seguimos besándonos con más fiereza que nunca, toqueteo mi intimidad hasta
estimular suficiente a mi clítoris y este se hinchara, yo cedí a cada toque,
mientras hacía lo mismo con él. Se posiciono frente a mí, dejándome con
suavidad debajo de él. Beso mis pechos, mientras lamia mis pezones, luego dejo
un camino de besos mojados por todo mi cuello y pecho hasta llegar a mi
intimidad nuevamente, esta lo reclamaba a él y solamente a él, su lengua recorrió
cada extremo de mí, haciendo que mis piernas temblaran como gelatina, sentí
algo totalmente nuevo para mí, había conseguido llegar al orgasmo más
placentero que nunca imagine poder llegar a sentir. Mi cuerpo jadeaba a la vez
que sentía innumerables espasmos de puro placer. Sonrió enormemente al verme
de esta manera, una sonrisa de satisfacción fue lo último de su parte, para luego
deslizarse dentro de mí. Lentamente, como si su solo tacto pudiera hacerme daño,
pero al ver mi expresión se tranquilizó, yendo mucho más rápido. Una a una me
hacía sentir que tocaba el cielo y las estrellas estaban más cercanas que nunca.
Cada vez que aceleraba el ritmo, me besaba con más fuerza…
Desperté nuevamente con el corazón a mil por hora, ¿Por qué estaba teniendo
está clase de sueños? No podía ser, simplemente no estaba segura que el sintiera
atracción por mí. Se comportaba raro desde que me pidió que dejará de bailar.
¿Qué debía hacer? ¿Qué le diría? No podía simplemente volverlo a ver de la
misma manera, no después de habérmelo comido hasta con chocolate en mis
sueños. Tenía años sin tener esa clase de sueños, digo, mis fantasías sexuales
eran con algunos compañeros de la universidad, antes de dejarla claro. Si no eran
con algún artista reconocido o modelo, pero jamás había sido con alguien que me
llamará la atención. ¿Acaso él despertaba eso en mí? mordí mi labio imaginando
que él sintiera lo mismo por mí. Un poco de deseo, lujuria y pasión, no me
vendría nada mal. ¡Qué carajos estás pensando Mía! Escuche a mi
subconsciente, era verdad. No podía confundir las cosas, era mi jefe, solo eso.
Además no me consta nada, no lo entiendo, es un hombre complicado,
misterioso, malhumorado y muy sexy. Digo amargado. ¿Qué rayos está pasando
conmigo? concéntrate Mía, deja de pensar boludeces. ¿Y si lo llamó? ¿Qué le
diría? “Hola Alessandro, ¿Adivina quién tiene sueños húmedos contigo? Si
adivinaste yo”. Patética, soy patética.
Como si las señales del universo funcionaran, mi teléfono comenzó a vibrar y esa
relajante música de jazz sonó por el altavoz. Lo rebusque por todos lados hasta
encontrarlo en mi sudadera en el suelo.
—¿Hola?—contesté.
—Necesito verla, hoy dos de la tarde—colgó.
Ahora estaba aún más confundida, ¿Qué me quería decir? “Necesito verla”, ¿Qué
significaba eso? ¿Necesitaba de necesitar? Toda la mañana pasó tan lenta como
un caracol corriendo, quizá era la ansiedad que me estaba carcomiendo viva. Pero
moría porque llegarán las dos de la tarde, tenía muchas ganas de verlo.
Finalmente llegó la hora y yo me encontraba más que lista, tome las llaves y
conduje como una bala hasta su casa. Estacione el auto y entré, mis piernas
temblaban como siempre que lo veía, pero lo disimule. Al llegar lo vi sentado en
su sofá, lucía mal. Tenía bolsas debajo de sus ojos y un aspecto desgastado. ¿Qué
estaba pasando?
—¿Qué ocurre contigo?—pregunté dejando de tratarlo de usted.
—¿Son ideas mías o me está tuteando?—preguntó sorprendido.
—No son ideas suyas, lo hice—respondí—, ¿Qué ocurre?
—La necesitaba, digo, quería ver—respondió.
—Aquí estoy, ¿Qué sucede?—pregunté nuevamente, pero su mirada era vacía.
—Báilame, por favor—pidió. ¿Él suplicante? Algo estaba sucediendo y era muy
grave.
—¿Aquí?—pregunté dispuesta hacerlo.
—De ninguna manera, no soportaría que uno de mis hombres te mirarán—
respondió y me desconcertó. ¿Acaso fue una escena de celos? ¿Qué estoy
diciendo? Estoy actuando como una tonta.
—¿Entonces?—pregunté obviando que me tuteo.
—Vamos al salón—respondió—, Cámbiate—pidió nuevamente y acepté.
Se levantó yéndose al salón del fondo, suspire confundida y entré a la habitación.
Sorprendiéndome esta vez era un traje de bailarina de ballet. Coloque las medias
transparentes y el diminuto traje de ballet, los tacones altos y deje que mi cabello
cayera en ondas por mi espalda. Salí al salón y lo vi sentado en su trono, colocó
la música y comencé mi rutina. Mezclé muchos más pasos de ballet, para darle
sentido al traje. Su mirada era como en mis sueños. Así que tragando en seco y
armándome de una valentía innata en mí, camine sensualmente hasta él. Me
detuve en frente de él y pase una de mis piernas por encima de las suyas y luego
la otra sentándome a horcajadas de él en su regazo.
—No juegues conmigo, Mia—susurró muy cerca de mí.
—¿Y quién dice que quiero jugar?—pregunté.
Su mirada conectó con la mía y sin pensarlo mucho uní nuestros labios, era un
beso dulce y atrevido. Pero su boca tomó el control acelerando el ritmo, tal como
en mis sueños. Su lengua se abrió pasó en mi boca, estudiándola, examinándola
con delicadeza. Sus manos se aferraron a mi trasero y podía sentir como algo
comenzaba a moverse debajo de mí.
Se separó de golpe y huyó con una velocidad inhumana, dejándome ahí sentada
en su trono. Sintiéndome humillada y como una completa idiota. ¿Qué había
ocurrido? Creí que lo estaba disfrutando tanto como yo, no entendía nada. Él era
tan complicado e inexpresivo, pensé que lo deseaba tanto como yo. Que moría
porque sucediera y que así como mi mente me jugaba en contra con esos sueños
mojados. Él sentía lo mismo, pero me había equivocado. Nuevamente me deje
llevar por mi instinto y lo arruiné, era mi jefe. Nada más, debí haberlo previsto.
Pero esto pasa cuando me dejo llevar por mis emociones y no pienso las cosas,
no aprendo la lección. Soy tan tonta, no sabía qué hacer. ¿Lo buscaba y le pedía
perdón? Debía pedirle que no me despidiera, contaba con todo esto para Annie.
No me lo perdonaría nunca si le negaba el derecho a ser feliz con todo esto que le
causaba tanta ilusión. ¿Cómo no me di cuenta que él no sentía lo mismo? Todas
las señales parecían coincidir, pero que errada estaba. Además de ciega porque
claramente malinterprete todo.
Suspire y salí del salón, me cambie rápidamente y hui del lugar. Me sentía
humillada y tonta. Necesitaba un trago y una amiga para contarle toda mi
desgracia. Llame a Shelsey que para mi suerte estaba libre y la pase recogiendo,
nos fuimos a uno de nuestros bares favoritos. Al llegar nos bajamos y tomamos
asiento en nuestra mesa favorita.
—¿Cuánto teníamos sin venir?—preguntó Shelsey asombrada.
—Desde tu rompimiento con el idiota de Luke—respondí y ella asintió, nos
reímos al recordar.
—Muy bien, cuéntamelo todo—respondió dándome una mirada acusadora y eso
hice, le conté todo lo que había sucedido. Las miradas, los gestos y las señales
que creí haber notado.—, Es obvio que también siente lo mismo, con todo lo que
me cuentas no tengo dudas.
—Pues también estas ciega, entonces—respondí—, porque claramente no es así,
¡El huyo! Así sin más.
—¿Quizá tenía algún pendiente?—intentó defenderlo—, Ya sabes que es un
hombre muy ocupado.
—No lo creo, me rechazó—respondí—, Soy una tonta, Shels.
—Lo eres, no puedo estar más de acuerdo contigo—respondió dándole un sorbo
a su vaso, habíamos pedido dos whisky.
—¡Oye!—me queje y se rio—, ¿Qué haré ahora?
—Hablar con él como el par de adultos que son, no creo que sea la gran cosa—
respondió.
—¿Y qué le diré?—pregunté—, ¡Me muero de vergüenza, Shels!
—¿Y? sí crees que se merece una disculpa, entonces hazlo—respondió—, O
podrías darle tiempo, que piense bien las cosas.
—Esa opción me gusta más, esperaré—dije dándole un sorbo a mi vaso.
—¡Eres tan cursi!—se quejó y rodee mis ojos.
Pasamos el resto de la tarde conversando de cualquier cosa mientras bebíamos
whisky, comenzaba a marearme. Pero me sentía cuerda aún. Sin embargo no
podía emborracharme, debía ir a ver a Annie. Perdí la cuenta de cuantos vasos
más pedimos. Hasta que me sentí muy mal, no podía conducir así. Pero era la
única manera de llegar a casa, así que lo hice. No sé como pero llegue sana y
salva hasta el edificio, deje el auto estacionado y subí por el ascensor. Al llegar al
departamento mis alarmas se encendieron, no estaba Annie por ningún lado. Me
desesperé y comencé a buscarla por doquier, a pesar que mi cabeza daba vueltas.
Tome una ducha con agua muy fría y me tome un café muy cargado, estaba
despabilada y desesperada. Mi sobrina no aparecía y era mí jodida culpa, ¿Por
qué carajo no vine por ella antes? ¡Por estar tomando como una puta
alcohólica! Llame a Shelsey pero no me atendía, llamé a la policía y me
preguntaron que desde cuando no la veía, les dije que desde esta mañana y me
colgaron. Esa cuerda de inútiles no servían, tome las llaves nuevamente y me fui
por las calles buscándola pero no aparecía por ningún lado. Estaba echa un mar
de lágrimas, era mi culpa, la deje sola, la hice sentirse nuevamente como lo hacía
su madre. No me lo perdonaría nunca si le pasaba algo, la desesperación estaba
apoderada de mi mente. No me dejaba pensar con claridad, pero aun así no me
importaba mi orgullo o dignidad, solo quería encontrarla.
Busque mi teléfono y marque su número, como era de esperarse no me atendió.
Le deje un mensaje de voz.
—No entiendo lo que sucedió entre nosotros, pero eso no es importante. Ya
entendí que no hay nada, que confundí o vi unas señales que no existen, esta
bien, no pasa nada. Soy tonta y a veces confundo mis sentimientos con cosas que
no debería como el trabajo por ejemplo, no debí hacerlo Solo esperaba que al
menos me dijeras que no sentías nada por mí. Nos hubiésemos ahorrado todo este
drama innecesario. Pero ¿sabes? Bah, no tiene sentido. Lo importante es
que Annie no está, no la encuentro por ningún lado y estoy desesperada. Por
favor ayúdeme—colgué.
¿Dónde podía estar? Entonces vino a mí, como una ráfaga. Su casa, ella dijo que
quería echarme una mano con “la limpieza”. Conduje como loca en dirección a
su casa, pero me sentía mal. Estaba mareada y con muchas nauseas, sin contar
que todo me daba vueltas. Mi pulso temblaba y no veía con claridad. Debí haber
dejado el auto y tomado un taxi, pero estaba tan asustada y desesperada por
encontrarla, es lo único y más sagrado que tengo. No podía permitirme que le
ocurriera nada, no a ella. Seguí conduciendo, me faltaba poco y lo sabía, solo
debía resistir. Mi teléfono sonó y conteste sin percatarme quien era.
—¿Hola?—contesté.
—Mia, ella está aquí—contestó y sentí un profundo alivio instalarse en mi
pecho—, No sabía que lo estaba, hasta que fui notificado. ¿Dónde estás?
—Yo estoy…por aquí por allá—respondí mareada.
—¿Estás borracha?—preguntó.
—No…si, bueno un poco—respondí—, Cuídamela que ya voy por ella…—fue
lo último que alcancé a articular porque el impacto contra algo me hizo perder la
conciencia.
Me desperté sintiendo el olor del alcohol, había mucha iluminación por lo que
tarde en adaptar mis ojos a las luces. Sentí como estaba conectada a varios
cables, ¿Qué había sucedido? ¿Por qué estaba en el hospital? Me repuse con
cuidado, sentía doler mi cabeza y mucha presión en el lado izquierdo. ¿Qué me
había pasado? No recordaba nada, solo que Annie no aparecía por ningún lado y
necesitaba encontrarla. Después todo estaba en negro, como si no hubiese
sucedido nada más.
—¿Tía? —escuché su voz, sentí como si me devolvieran mitad de mi alma.
—¿Annie? ¡Ahí estas! —respondí al verla entrar a la habitación, me senté y ella
corrió a abrazarme. —, ¿Dónde estabas traviesa? —le pregunte y entonces fue
donde él también entró. Se veía ojeroso, decaído y cansado.
—Tía, Alessandro cuido de mí. Todos estos días mientras tu te recuperabas. —
respondió—, Bueno nos cuidó, porque no se despego de ti ni una sola noche. —
comento, divertida.
—¿Es eso verdad? —pregunté mirándolo con atención y entendí porque lucia así
de cansado—, Muchas gracias, no tenia porque hacerlo. ¿Qué fue lo que me
pasó?
—Conducía ebria, es una irresponsable. Por suerte no paso a mayores, se saltó un
alto. No hubo heridos por suerte, ya me encargué de los daños del coche del
chico perjudicado—anuncio en tono cansado y suspirando.
—Lo siento, Alessandro. No quise causarle molestia alguna, igual puede
descontarlo de mi sueldo—respondí.
—No es molestia, pero pudo haberle sucedido algo. ¿Se imagina lo que hubiese
sido de Annie si usted moría? —pregunto frio dándome una mirada de reproche.
—Pero no ocurrió—respondí.
—Pero pudo, debería concentrarse más en sus responsabilidades—respondió,
mirándome severo, ¿Qué le ocurría?
—Tiene razón, debo concentrarme y prestar más atención. Así no me equivoco
de nuevo—respondí, pude notar como entendió a lo que quise referirme, a lo que
sucedió el día que me rechazó. Su rostro se torno tenso y su mandíbula se
apretujo.
—Debo retirarme, Annie pasare por ti para almorzar—aviso y esta quien nos
escuchaba atentamente asintió. Se retiro y suspire, me dolía el cuerpo y la
cabeza.
—¿Qué fue eso? —preguntó Ann, mientras se sentaba en el borde de la camilla
en la que me encontraba.
—Nada, cosas de adultos—respondí—, ¿Qué ha pasado mientras yo
estaba…dormida? —pregunté intentando sentirme ubicada y no tan perdida.
—Tía, llevabas dos semanas en coma. Estaba muy asustada, imaginaba que no
despertarías nunca—dijo Annie y su voz se entrecorto, la aprete con fuerza
dándole un abrazo de oso—, Alessandro cuido de mí, me dejó quedarme en su
casota, mientras me llevaba al colegio nuevo y además pasaba a recogerme. Me
llevó de compras, al cine, al teatro, fuimos a un recital de ballet, es un excelente
hombre tía. ¿Por qué no te casas con él? —se repuso y me contaba cada detalle
con suma alegría, ¿Por qué hizo todo aquello? ¿Por qué se involucraba de esa
manera con mi sobrina? Pero ¿A mi me rechazaba? ¿Acaso era un pervertido
enamorado de Annie? Suspire con cansancio, pensar tanto me agotaba.
—Me alegra que haya cuidado de ti—respondí—, Ann, ¿El te trato muy amable,
se sobre paso o algo contigo?
—¿Qué? ¡No tía! Dijo que me veía como una hija…—respondió defendiéndolo.
Suspire con alivio, porque donde le hiciera algo a mi pequeña tendría que
despellejarlo vivo, lo que seria una pena, porque ese hombre estaba mas bueno
que el pan. ¡Concéntrate Mia! —, Es una buena persona, solo que ha sufrido
mucho.
—¿A que te refieres? —pregunté intrigada, parecía saber mucho de él.
—Tía, Alessandro perdió a alguien muy importante hace años, por eso es así
como un tempano de hielo. Pero si logras conversar con él, te darás cuenta que es
solo un cachorrito asustado—respondió con ternura.
—¡Vaya! Pero que cursi te has convertido, Annie—respondí burlándola y se rio
mientras me hacía cosquillas defendiéndose.
—Déjame, soy cursi pero no tonta. ¿Acaso creías que no me daría cuenta de lo
que ocurre entre ustedes dos? —preguntó sonriente. La sorpresa invadió mi
rostro, ¿Cómo es que he creado un monstruo tan pequeño e inteligente?
—Pues si eres tonta, porque no sucede absolutamente nada entres los dos—
respondí divertida siguiendo su juego—, Soy su empleada, Annie. No soy una
mujer en la cual podría fijarse.
—Eso no es cierto, eres preciosísima—respondió acurrucándose conmigo en la
camilla—, Además eres trabajadora, independiente y muy lista. Tía cualquier
hombre quisiera tener a una mujer como tú, pero no eres para cualquiera.
Sus palabras me habían conmovido de tal manera que una lagrima traicionera
salió de mi ojo derecho, la abrace con más fuerza. Mientras ella reposo su
cabecita en mi pecho, Annie era una niña muy madura para su edad. Y gracias a
ella entendí que no se madura con los años o la edad, si no por los daños y las
vivencias. Ann vivenció muchas cosas fuertes, vio a su mamá drogarse, traer a
hombres a la casa, un día se la llevo y estaba tan trabada que la dejo botada en un
parque. Muchos malos recuerdos y muy pocos por no decir inexistentes buenos.
Nos quedamos abrazadas, mientras yo acariciaba su cabello y le daba besitos en
su cabeza. No tenia palabras para responderle, simplemente le daba gracias a la
vida por habérmela dado. Nos quedamos dormidas, sin darnos cuentas.
Me desperté sintiendo frio y vi a Annie dormida, con la boca abierta y babeando,
lo cual me hizo reír. Se veía muy chistosa, su cabello estaba despeinado. La
abrigue con la cobija y le acaricie su carita, cerrando su boca.
—Es una niña increíble, ¿verdad? —escuche su potente y viril voz, la cual me
hizo dar un respingo. ¿Hace cuánto tiempo había llegado? No me percate de su
presencia, me gire hacia él. Estaba recostado en el umbral de la puerta.
—¿Por qué cuido de ella? Shelsey pudo hacerlo—respondí—, Annie sabe de
memoria su número, también donde vive. ¿Acaso es usted una especie de
degenerado?
—Tranquilícese, Annie es una niña que me recuerda a alguien especial. No soy
un pedófilo si es a lo que se refiere—respondió indignado y con una sonrisa de
lado. ¿Le divertía acaso la situación? Tenia que proteger a mi sobrina de
cualquier situación engorrosa.
—Está bien, solo la protejo—respondí, suspirando—, Me ha contado todo lo que
han hecho en mi ausencia y me asusté de que la viera con otros ojos.
—¿Segura? ¿O son celos, señorita Mia? —pregunto perspicaz.
—¿Enloqueció? Es mi sobrina, ¿Por qué me pondría celosa de ella? —respondí
indignada.
—Es lo que parece, por su interrogatorio claramente—respondió con una sonrisa
triunfal.
—Es usted un engreído, le agradezco por todo lo que ha hecho por nosotras. Pero
le devolveré cada centavo, no me gusta deber favores, menos dinero—respondí
levantándome, estaba cansada de estar recostada. Comencé a quitarme las vías y
los cables que me conectaron.
—Pero ¿Qué hace? Aun no le dan el alta—respondió ignorando todo lo que le
dije—, ¿Acaso quiere enfermarse?
—Estoy bien, gracias por preocuparse. Pero no lo necesito—respondí.
Después de quitarme la vía de la vena me dolió terriblemente. Sangre un poco,
pero disimule el dolor, fui en búsqueda de mi ropa que la divise en un mueble
cercano a la ventana. Dándole la espalda a Alessandro, pero me arrepentí
inmediatamente cuando recordé que llevaba la bata quirúrgica. La cual tiene
abertura en la espalda, sentí arder mis mejillas.
—Bonita forma de alegrarme el día, su ropa interior cada vez es
más…interesante. —comentó y quería que me tragara la tierra—, Entiendo que le
gusten los arcoíris y los unicornios, pero… ¿Dinosaurios en la ropa íntima? muy
maduro de su parte, señorita Mia.
Habíamos salido del hospital e íbamos en dirección a nuestro departamento.
Annie iba a mi lado y a su derecha Alessandro. El silencio reinaba, mientras yo
seguía sintiendo mis mejillas rojas por el comentario de él sobre mi ropa interior.
¿Qué tenia de malo? Me gustaba la ropa intima con un toque divertido, quizá no
era muy maduro de mi parte. Pero no existía ninguna ley que prohibiera usar
pantys de dinosaurios, unicornios, vacas o Spiderman ¿o sí? ¡claro que no!
Entonces no tenía razón alguna para no usarla, además de que es super cómoda y
fresca. Miraba por la ventana sumida en mis pensamientos, me dolía un poco la
cabeza. Pero era por el golpe, había recibido un fuerte impacto contra el volante
en el accidente. Para mi suerte estaba bien, no fue nada de que preocuparse.
—¿Qué se te antoja comer, Annie? —preguntó entonces Alessandro.
—¡Pizza! —respondió está feliz, es que solo a él se le ocurría ponerla a elegir.
Ella tenía un profundo amor por la comida italiana, pero la pizza era su favorita
desde niña. Literalmente podía comer todos los días y jamás se cansaría.
—¿Y a usted? —preguntó mirándome fijamente, sus ojos amarillos me
escaneaban.
—Cualquier cosa esta bien, gracias—respondí.
Sin recibir respuesta llegamos al edificio, subió con nosotras y me sentía
inquieta. Su sola presencia erizaba cada vello de mi piel, peor si recordaba la
escena de la otra noche. Donde claramente me rechazó y humilló, ¿O acaso fue
mi culpa suponer en vez de preguntar? No lo sabría a ciencia exacta. Al llegar a
nuestro piso bajamos del ascensor y entramos, él se sentó en el sofá y Annie lo
imitó colocando una película en la tv. Yo camine hasta mi habitación y me
despoje de la ropa para adentrarme al baño, ya que me moría de ganas de tomar
una ducha caliente. Cuarenta y seis minutos más tarde me encontraba subiendo la
cremallera de mi vaquero azul cuando escuché.
—¿Mia? Necesito que hablar con usted—dijo abriendo la puerta, me tense
inmediatamente. ¿Por qué no había tocado? Eso era invasión del espacio
personal. —, ¡Lo siento! Yo estaba tocando y como no recibí respuesta me atreví
a entrar—dijo torpemente cubriendo sus ojos con sus manos.
Tome rápidamente un jersey deportivo y me la pase por los brazos sin siquiera
ponerme sujetador, igual estábamos en casa. Me gustaba sentirme libre, estaba
nerviosa y era muy notorio. ¿Por qué mi cuerpo reaccionaba así ante esos ojos
ámbar?
—Ya puede abrir sus ojos—respondí.
—¿Segura? —inquirió nuevamente y respondí un “si”. Los abrió con lentitud,
podía notar el color que tenían sus pómulos—, Me disculpó nuevamente por mi
impertinencia.
—No se preocupe, solo no lo repita—respondí—, ¿Y bien? ¿Qué es tan
importante hablar conmigo?
—Siéntese, por favor—respondió, le hice caso sentándome en el borde de la
cama. Su rostro se tornó serio y no entendía por qué—, Como sabrá tenemos un
contrato…—comenzó y sentí nervios, ¿me despediría?
—¡Le suplico que no me despida! Sí es por lo que sucedió la otra noche, me
disculpó. Múlteme si lo hace sentir mejor, pero por favor no me quite el
empleo—lo interrumpí y el me miro sorprendido—, Annie está feliz con todo
esto, no puedo decepcionarla.
—¡Cálmese! No es lo que usted cree, para comenzar no la despediré—respondió
y suspire con tranquilidad—, ¿Recuerda la cláusula especial? Donde se menciona
el tema de la compañía—respondió puntualizando y asentí, recordé, debo
acompañarlo a eventos y reuniones—, El asunto es que necesito que me
acompañe a un viaje, pero Annie no puede venir. ¿Estaría usted dispuesta a
conseguirle una niñera? —preguntó.
¿Un viaje? Esto no lo esperaba, no me gustaría dejar sola a Annie. Menos con
una desconocida, podía preguntarle a Shelsey. Le pagaría claro, además Ann la
adora. Y ella es muy responsable, la intriga me carcomía. ¿A que tipo de viaje
me quería llevar? Esto cada vez se ponía mas interesante, me gustaba ese tipo de
atenciones.
—Supongo que podría preguntarle a Shelsey—respondí segura—, ¿A dónde es el
viaje? —pregunté intrigada.
—A las vegas—respondió con simplicidad—, Tengo unas reuniones
empresariales, pero también serán reuniones de sociedad y detesto asistir solo y
ser acosado—comentó.
—Suena divertido—respondí—, Llamare a Shelsey. ¿De cuántos días sería el
viaje?
—Perfecto, gracias—respondió—, No más de tres, debo irme, espero su
respuesta.
Asentí y se retiró, luego de haber ordenado una pizza enorme para que
comiéramos juntas. Le agradecimos y se fue, ¿Qué le diría a Annie? No podía
simplemente decirle “me iré de viaje con Alessandro” “si te quedaras sola,
mientras yo me voy como dama de compañía de él”. Annie se quedó dormida
luego de que su película favorita “A todos los chicos que me enamoré”
terminará, la abrigue con una cobija y tome mi celular para irme a la habitación y
llamar a Shelsey. Marque su numero y me atendió al cuarto pitido.
—¡Mia querida! Al fin se de ti, fui a visitarte y me dijeron que ya te habías ido.
Entonces fui a tu departamento y me notificó el señor Matt que ya no vivías ahí.
¿Me puedes explicar? —respondió apenas descolgó.
—Es una larga historia, te pasaré nuestra nueva dirección—respondí—, Necesitó
tu ayuda.
—¿Para que soy buena? —preguntó en respuesta—, Aunque ahora que lo pienso
soy buena para las matemáticas, para la literatura, para la gastronomía,
manualidades, soy todo en una—respondió divertida.
—Acabo de enviarte la dirección por WhatsApp, ven lo antes posible por favor—
respondí.
—Como ordene capitana, nos vemos en veinte—respondió y colgó.
Mientras Shelsey venía al departamento, ordene un poco la habitación y saque la
ropa sucia de la lavadora enviándola a la secadora. Ya que apenas se fue
Alessandro, coloque mi ropa a lavar. Bueno la más elegante, el teléfono fijo del
departamento sonó, imaginaba que era ella quien había llegado y requería de mi
autorización para subir y así fue, le dije al guardia que le permitiese subir. Luego
de unos minutos el ascensor se abrió y mi muy buena amiga de toda la vida salió
asombrada observando todo a su alrededor. Sabia que gritaría por lo que le hice
señales de que Ann estaba dormida y ella al verla tendida en el sofá, asintió
siguiéndome por el pasillo hasta mi habitación.
—¡No lo puedo creer! ¡Esto esta alucinante! —exclamó con toda la emoción que
tenía contenida—, ¿Qué hiciste para vivir aquí? ¿Con quien te acostaste Mia?
¡Exijo saberlo todo!
—¡Hey! —me queje—, No me he tirado a nadie eh, era parte del contrato.
¿Recuerdas que te conté?
—Cierto, pero no especificaba que seria en la mejor zona de la ciudad y uno tan
lujoso ¿O sí? —pregunto aturdida.
—No, pero ese no es el caso, Shels—mencione—, Quiere que lo acompañe a un
viaje de negocios.
—¿Qué? ¿Qué? —repitió incrédula—, ¡Claro que iras! No te preocupes por Ann,
me encargare de todo—se adelantó como siempre un paso adelante.
—Sabia que dirías algo así, pero no lo sé, Shels—respondí—, Desde ese rechazo,
me siento incomoda en su presencia.
—¡Es obvio que le gustas! ¿Tu crees que no debe tener miles de pretendientes?
¡Y sin embargo te escogió a ti para ser su compañía en esa reunión! —regañó y
mi cabeza daba vueltas. ¿Realmente le gustaré?
CIUDAD DEL PECADO. LAS VEGAS.
PARTE 1
Era temprano poco más de las seis de la mañana, me había levantado enérgica y
con los nervios de punta. Hoy viajaría con Alessandro, a la ciudad mas famosa de
todo Estados unidos. La ciudad del pecado, las vegas. Tenía muchos nervios, a
decir verdad, no dejaba de pensar en cómo seria. Nunca había salido de la ciudad,
moría de ganas por conocer que había fuera de los límites. Me sentía incompleta
porque no llevaría a Ann conmigo, pero entendía que era parte de un “trabajo” y
no de vacaciones. Shelsey vendría a quedarse con ella en el departamento ya que
estaba completamente enamorada del lugar. Era imposible no estarlo, siempre
hemos vivido con lo necesario y ahora entre todo este lujo. Es casi increíble no
querer pasar el rato aquí, me asegure de dejarles suficiente dispensa y dinero para
emergencias o cualquier cosa que necesitaran. Termine de guardar mi ropa en la
valija y me duche, no sabia que colocarme. ¿Qué se usa para viajar? Ropa
cómoda claramente, pero Alessandro era tan refinado y bien vestido, que no
quería decepcionarlo.
Treinta minutos después me vestí con un pantalón negro corte alto de tela ceñida
al cuerpo, una blusa blanca manga larga de botones, una chaqueta de cuero negra
y unos botines negros. Me veía elegante pero casual, según mi visión de moda.
La cual no era muy refinada, siempre he sido muy sencilla para vestirme.
Vaqueros y camiseta o máximo una falda de blue jeans y una blusa y listo estaba
perfecto para mí. Ondule un poco mi cabello y me maquille con suavidad, no era
muy fanática del maquillaje a excepción que fuera para los eventos o shows.
Nuevamente sonó el teléfono fijo y sabia que era Shelsey, conteste cediéndole el
paso y aproveche a decirle al guardia que siempre podía dejarla subir.
—¿Mia? —preguntó buscándome por la sala y le hice señales desde la
habitación—, ¡Ulala! ¿Quién eres y que hiciste con la chica de vaqueros y
camiseta?
—No te burles, aun no conoces a Alessandro, pero es un hombre muy
elegante—me defendí—, Además no sabia que ponerme, fue lo más elegante que
encontré.
—Luces muy bien, tranquila—respondió sonriéndome mientras dejaba su
mochila en la cama—, ¿Son tres días no?
—Si, eso me dijo—respondí encogiendo mis hombros—, De igual manera te
llamare todos los días, ya sabes.
—Si se lo sobreprotectora que eres—burló—, ¿Llevas ropa interior bonita? —
preguntó meneando sus cejas de arriba abajo.
—¡Shelsey! —la regañe—, ¡Pero que babosadas dices!
—¡Ni te hagas! Ya sabes el popular dicho de esa ciudad, “Lo que pasa en las
vegas, se queda en las vegas”—divirtió y le di un golpe en su brazo—, ¡Auch!
Yo solo decía que puede haber acción…
—¡Es trabajo! —respondí—, Además ya sabes que no volveré a intentar nada,
muero de vergüenza cada vez que recuerdo mi equivocación.
—¡Bah aburrida! Lo tienes loco y actúas como si no lo supieras—respondió—,
Pero bueno creo que…—no alcanzó a finalizar ya que escuchamos abrirse las
puertas del ascensor.
—¿Mia? —escuchamos ambas su viril y ronca voz, Shelsey meneó sus cejas de
arriba abajo con diversión mientras se levantaba de la cama y salíamos a su
encuentro.
—Buenos días, Alessandro—saludé y sentí la mirada fija de Shelsey en él, no
podía culparla era imposible resistirse a su hipnótica mirada—, Ella es Shelsey
mi mejor amiga, Shels el es mi jefe, Alessandro—los presente, él el estrecho la
mano muy formal.
—Un gusto conocerlo finalmente—dijo mi amiga—, He escuchado muchas
cosas de usted…—alargo Shels y le di un codazo.
—El gusto es mío—respondió amable—, Espero que sean buenas—respondió
ladeando su cabeza y una sonrisa, mientras me miraba con atención.
—Claro que lo son—respondió afirmante Shelsey y quería matarla, sentí mis
mejillas arder.
—¿Nos vamos? —interrumpí antes de que la situación se tornara más vergonzosa
para mí.
—Por supuesto, ¿Se encuentra lista? —preguntó y asentí.
—¿No pensarán irse sin despedirse de mí o sí? —preguntó Annie mientras
entraba a la sala fregando su ojo con el dorso de su mano.
—Pequeña, creí que seguías durmiendo—respondí—, Ya nos vamos, te echare
mucho de menos—le dije mientras la estrechaba en mis brazos—, Obedece las
ordenes de Shels, de igual manera te llamare todos los días.
—Tranquila tía estaremos bien, disfruta tu…viaje de negocios con Aless—
respondió divertida y la mire con advertencia—, Digo, tu viaje de trabajo.
—Adiós cuídate, pequeño demonio—respondí besando su cabeza.
Fui por mi valija en la habitación y recogí mi bolso de mano también, arrastré la
valija a la sala y vi como Ann abrazaba a Alessandro quien parecía contento y
nada serio, Shels lo miraba tan sorprendida como yo.
—Adiós Alessandro, cuida bien de mi tía, por favor—pidió Ann mientras el
asentía—, Y tú también cuídate mucho.
Finalmente bajábamos en el ascensor y mis manos sudaban mucho, mis piernas
estaban como gelatina. ¿Por qué causaba ese efecto en mí? ¿Acaso este hombre
controlaba las emociones de todas las mujeres? No lograba comprenderlo, abrió
la puerta de su auto y subí seguida de él. Todo el camino hasta el aeropuerto
permanecimos en absoluto silencio, al llegar así mismo me ayudó a bajar del auto
y le pidió a uno de sus hombres que llevará mi valija. No nos formamos en
ninguna de las filas para abordar el avión, lo cual me pareció extraño. Hasta que
finalmente pasamos por un túnel especial, saliendo directamente a la zona de
abordaje. Un jet negro no tan grande, esperaba por nosotros. Trague saliva al
entender que era de su propiedad y que viajaríamos los dos solos en semejante
transporte. ¿De cuanta riqueza era dueño? ¿De que trabajaba este hombre? No
podía creerlo. Me había relacionado con uno de los hombres mas millonarios de
toda la ciudad probablemente y yo ni enterada. Oculte mi admiración y continué
caminando hasta donde esperaba uno de sus hombres en la escalera, me ayudo a
subir y al entrar al jet me quede mucho mas sorprendida. Los asientos eran de
cuero color café oscuro, tenía un mini bar y las ventanas redondas. Era increíble,
con temor me senté en uno de los muebles. Él se sentó frente a mí, nos separaba
una mesa de vidrio.
—Está muy callada, ¿Le sucede algo? —preguntó rompiendo el silencio que
habíamos formado al quedarnos solos.
—No, todo está bien—respondí—, ¿Le puedo hacer una pregunta?
—La está haciendo, pero adelante—respondió.
—¿A que se dedica? Es decir, ¿Cómo es que tiene tanta riqueza? —me animé a
preguntar, pude notar como se colocó un poco tenso. Pero era necesario saberlo,
la intriga me carcomía.
—¿A que se debe su pregunta? —respondió, lo cual me confirmó que no se
sentía cómodo con la pregunta.
—Curiosidad, pero siéntase libre de no responder—respondí en seguida. Me dio
una mirada a la vez que abría una botella de vino y me cedía una copa.
—Soy inversionista, tengo muchos porcentajes de ganancia de las diferentes
empresas que patrocino—respondió con tranquilidad, pero sentía que mentía—,
En pocas palabras tengo muchos y diferentes negocios, propiedades y bienes.
—Comprendo—respondí acercando mi copa para que vertiera el vino—, Era
simple curiosidad, claro que también quería saber un poco más de para quien
trabajo.
—Me alegra resolver su inquietud—respondió con una sonrisa mientras señalaba
su copa hacía en mí, en forma de brindis. Hice lo mismo ladeando mi cabeza,
para finalmente darle un sorbo.
Los motores del jet comenzaron a rugir y eso significaba una cosa, estábamos por
despegar. El miedo se apodero de mí y abroche rápidamente mi cinturón.
Alessandro me miraba intrigado y eso me ponía más nerviosa, sin embargo, en
mi mente rondaba su respuesta. Un hombre de negocios, pero era increíble la
cantidad de dinero que tenía este hombre. Tanto como para comprarme un
departamento lujoso, un auto en cuestión de días, ni hablar de sus propiedades.
Ya que el día que desperté en su cama, era un departamento, pero su casa era un
palacio. Y ahora un jet privado, simplemente estaba muy atónita.
—Tranquilícese, le gustará la vista que admirará—comentó al ver como me
aferraba al asiento, asentí quedamente.
LA CIUDAD DEL PECADO, LAS VEGAS.
PARTE 2
La verdad es que tenía razón, la vista era increíble desde las alturas. Podía ver los
enormes edificios de la ciudad, tan diminutos como si de una hormiga se tratase.
Las nubes parecían enormes motas de algodón, el sol las iluminaba de una
manera muy bonita. Simplemente era un espectáculo natural, me gustó mucho.
Me transmitía tranquilidad, justo lo que necesitaba. Luego de más de seis horas
de viaje, llegamos al aeropuerto Internacional McCarran. Me dolía el trasero por
tantas horas sentada, bajamos y en seguida subimos a uno de sus autos.
Admiraba a través de la ventana lo bonita y moderna que era la ciudad, había
carteles con luces por todos lados y muy exagerados, a decir verdad. Eran la una
de la tarde y todos estaban encendidos igual, muchas fuentes de agua, una torre
Eiffel no del tamaño originario, pero era muy similar a la original. Miraba todo
con mucho asombro, era increíble tener la oportunidad de conocer tan aclamada
ciudad. El auto se detuvo frente a un hotel que me dejo sin respiración, una
laguna con una gran fuente estaba en frente, detrás se admiraba un edificio
enorme, con muchas ventanas de cristal, al final del edificio había una especie de
cúpula. Era fascinante y muy imponente, bajamos del auto y en seguida un
botones se acercó a darnos la bienvenida y a subir nuestro equipaje en un carrito
dorado, me sentía como una plebeya en un palacio real. Me guio por las escaleras
hasta la enorme recepción del hotel, era magnifico, una alfombra roja con dorado
adornaba las escaleras y todo el piso de la entrada. Había una lampara colgante
enorme, que lucia brillante y muy elegante. Todas las decoraciones lucían
costosas y muy limpias, Alessandro se acercó a la recepcionista y está le entregó
una tarjeta.
Caminamos hasta el ascensor y este era de cristal, dejando ver mas el interior del
increíble hotel, tenia salones de apuestas, como era de esperarse, un bar muy
sencillo, pero con un toque elegante y un increíble restaurante. Me sentía
diminuta, entre tan grande acidificación. Subimos al ultimo piso y no podía creer
que era el de la cúpula. Al bajar del ascensor me sentí mareada, pues todas las
paredes eran de cristal. Podía admirar toda la ciudad desde aquí, la habitación era
grande, tenia un recibidor con una mesa, un sofá y una tv enorme. Un mini bar y
dos puertas, una alfombra de felpa color rojo adornaba todo el centro. Era
sencillamente fantástico, ni en mis mejores sueños imaginaria un lugar así de
elegante y bonito. Me acerque al ventanal del centro, divise mas edificios y
muchos locales con carteles iluminados enormes, todos muy llamativos y con
figuras de cartas, maquinas de apuestas y ruletas.
—¿Qué opina? ¿Le gusta? —preguntó Alessandro a mis espaldas.
—Claro que sí, es un lugar muy encantador—respondí—, Me gusta el toque que
le da el que no haya paredes si no solo ventanales de cristal.
—¿Increíble no? Siempre que vengo a la ciudad, me gusta reservar está
habitación—respondió.
—Es entendible es muy bonita—respondí—, Debe costar una fortuna este lugar.
—Bueno el hotel Bellagio no es tan costoso en realidad—respondió—, Hay otros
lugares más exclusivos, solo que sabía que le gustaría esta habitación.
—¿Y que le hizo creer eso? —pregunté intrigada.
—Comienzo a conocer sus gustos—respondió y abrí un poco mi boca, pero él
continuó—, Tengo que encargarme de unos asuntos, si gusta puede descansar o
usar el spa.
—¿El spa? ¿Qué es eso? —pregunté confundida.
—¿Nunca ha ido a uno? —respondió sorprendido y negué con mi cabeza—, Es
un lugar donde la harán relajarse totalmente, debería ir lo necesita—comentó.
—Tiene razón—respondí, no sonaba nada mal—, Lo haré supongo.
—Perfecto, siéntase de libre de ordenar lo que guste y pida que todo sea cargado
a mi cuenta—respondió—, Igual puede ir almorzar hay un excelente bufet,
Samuel quedará a cargo de su cuidado. Me retiro, señorita Mia.
Asentí y él se dio media vuelta marchándose, escuché como le daba ordenes a
uno de los chicos que se encontraba fuera de la habitación. Imagine que él era
Samuel, suspire y camine a explorar las dos puestas que había en la habitación.
Abrí una de ellas y quedé más que sorprendida, era un baño. Pero no uno
cualquiera, era grande, tenía un jacuzzi con burbujas y una pequeña cascada le
caía. A su lado había una ducha en un cubículo de cristal, una taza de baño y un
lavamanos. Un estante con toallas, cremas y sales para la tina. Simplemente un
sueño, imaginaba pasar horas en ese jacuzzi sintiendo el agua caer por los
hombros como si de una cascada real se tratase. Salí abriendo la otra puerta, era
la habitación. Espera, ¿Por qué hay una sola cama? Sentí mis mejillas ruborizarse
luego de que pasara por mi mente una imagen de ambos durmiendo de cucharita.
La habitación era increíble, como todo en esta ciudad. La cama enorme muy
grande a decir verdad estaba en la mitad del espacio, el ventanal tenía una
maravillosa vista a la torre Eiffel y demás fuentes gigantescas de la zona. Una
mesita de noche muy coqueta, una puerta que suponía sería el armario. Había una
tv pantalla plana enorme, del tamaño de la pared y un espejo. Arrastré las valijas
hasta la habitación y ordené correctamente las pertenencias de ambos en el
armario, la mitad del lado derecho era para él y la otra mitad para mí. No sabía si
se molestaría por tocar sus cosas sin permiso, pero me fue inevitable, su ropa olía
a él. El aroma me recordaba una y otra vez a la escena en su casa, aparte esa fatal
escena donde perdí la poca dignidad que tenía. Entonces note algo nuevo, esa
corbata la había visto. Fue lo único que alcance a notar del extraño hombre del
evento de ricos, ¡Fue él! ¡Era el extraño que me reconoció en el evento privado!
¿Qué significaba esto? No podía creerlo, parecía ser mucha casualidad. Quizá
solo era una coincidencia, una casualidad. Es decir, podían existir miles de
corbatas iguales. ¿No?
Suspire con frustración y me lance en la enorme cama, era muy suave y
acolchada. Así que sin evitarlo comencé a saltar en ella hasta sentirme mas
tranquila. Busqué mi teléfono móvil en el bolso de mano y le hice video llamada
a Shelsey, me atendió enseguida.
—¡No puedo creer lo sexy que es tu jefe! —exclamó apenas descolgó, esperaba
un comentario así. No pudimos hablar luego de presentárselo y sabia que
reaccionaria como loca—, ¡Tienes tanta suerte! Espera, ¿Dónde estás?
—¡Cálmate! Estoy en el hotel, llegamos a la ciudad hace unos minutos. ¡Shels
tiene un jet privado! —respondí y cambie de cámara frontal a la trasera para
indicarle todo el lugar—, Pellízcame, porque no me creo estar aquí.
—¡Eso es increíble! ¡Y eso está de infarto! —exclamó enérgica como solía ser
siempre—, ¡Te llevó al lugar perfecto para tu primera vez con él! —exclamó
ilusionada.
—¡Shh! Que cosas dices, Shels—regañé—, ¡Podría escucharte Ann!
—Tranquila, la pequeña esta en clases—respondió—, ¡Piénsalo! Esta increíble,
mira esa vista—dijo emocionada.
—¡Deja de decir tonterías, Shels! —la regañe mientras me reía.
—¡Es la verdad! Imagínate hacerlo mirando esa vista, yo me inspiraría si fuera
Alessandro—respondió mientras hacía gestos divertidos.
—¡Déjalo! ¡Para! —respondí entre risas.
—¿Y donde está él? Porque si me llamaste quiere decir que estás sola—
respondió.
—Salió a encargarse de asuntos—respondí intentando imitar su voz masculina—,
Me dijo que fuera al spa.
—¿Y que esperas? Deja de perder tu tiempo conmigo y anda a disfrutar de todos
esos lujos—respondió contenta—, Te mereces todo eso y más, Mia. Siempre has
sido responsable cuidando de tu sobrina, una responsabilidad que tu no pediste.
Desde que te conozco has vivido solo para trabajar, nunca te diste la oportunidad
de conocer a nadie, ni de vivir. ¡Así que aprovéchalo!
—Gracias por tus palabras—respondí sincera—, Tienes razón, debo
aprovecharlo porque no sé cuánto duré todo esto—finalicé. Ella asintió y nos
despedimos al instante. ¿Quién era yo para negarme a todo esto? Quizá Shels
tenia razón, debía disfrutar de los pequeños y muy beneficiosos momentos. Y eso
haría, aprovecharía este viaje hasta mas no poder.
LA CIUDAD DEL PECADO, LAS VEGAS.
PARTE 3.
—¿A dónde va, señorita? —me preguntó el hombre de Alessandro cuando abrí la
puerta para salir.
—Al spa y almorzar, Alessandro me dijo que podía hacerlo—respondí.
—Sí claro, vamos—respondió amablemente—, Le recuerdo que a las cinco debe
ir de compras.
—¿Cómo? —pregunté sin entender.
—Sí, el señor Alessandro me dejo instrucciones de llevarla al centro. Debe
comprar ropa para los días que estarán en la ciudad, el dice que puede que no
tenga la adecuada—respondió y me sentí avergonzada. Claramente mi ropa no
estaba a la altura de todo esto. Asentí quedamente.
Bajamos en el ascensor y le pregunte a uno de los trabajadores por la zona del
spa, amablemente me llevó hasta el lugar. Entre y me hicieron cambiarme,
guardando toda mi ropa en un casillero. Me dieron un bikini y una bata blanca,
luego una diadema hecha de tela de toalla para recoger mi cabello. Me dirigieron
a unas camillas y me pidieron quitarme la bata, me recosté boca abajo y me
dieron una serie de masajes que me daban sueño. Me sentía en el paraíso, no
recordaba ni mi nombre. Estaba en un estado de relajación increíble, luego de
acabar con los masajes y sentirme liviana, me colocaron rocas calientes en la
espalda. Lo cual me relajó todavía mas como si fuera posible, después entre en
un baño de chocolate, exquisito. Finalmente tome una ducha y cambiándome de
bikini, entre en los hidromasajes que tenían y la sauna, la tensión que sentía
siempre se había marchado. Ahora me envolvía una nube de relajación en su
máxima expresión, para terminar, fui al área de belleza. Donde mi arreglaron las
uñas de las manos y pies, mientras me hacían una limpieza y exfoliación facial.
La chica encargada era muy conversadora, me había hecho múltiples preguntas.
—La verdad es que siempre he deseado la vida que tienes—dijo de repente y en
mi mente solo respondí “créeme que no, no la quieres”—, Sabes a lo que me
refiero, viajes, ropa de diseñador, autos de lujo y lo mejor de todo. ¡No tener que
trabajar! —comentó con ilusión para terminar riéndose, la seguí de una manera
amable. No me sentía en confianza como para decirle la verdad.
—Solo diré que no todo es lo que parece—respondí guiñándole mi ojo derecho—
, Gracias Marian, me encantó tu trabajo— agradecí luego de que terminará de
pintar mis uñas en unos tonos pasteles muy bonitos.
—No hay de qué, lindo día—respondió contenta.
Camine hasta el casillero y busque mi ropa, fui al vestidor y me cambie. Me
sentía como toda una millonaria, agradecí por los servicios y entregué la bata
blanca a la señorita.
—Un momento, ¿A nombre de quien ponemos la cuenta? —preguntó cuando me
di la vuelta para retirarme.
—Ah cierto, del señor Alessandro Silver—respondí y ella me miró sorprendida,
recorrió con sus ojos mi cuerpo entero. ¿Qué estaba sucediendo?
—¿Es acaso usted la afortunada señora Silver? —preguntó con asombro. Y un
poco de incredibilidad.
—Yo…—comencé a decir, pero me interrumpió.
—Es decir, nunca en todos los años que tiene viniendo a traído a alguien…—
alargó—, Y honestamente no pareces ser el tipo de mujer en el que un hombre
como él se fijaría—dijo con una risita muy mal intencionada. Me sentí muy mal
por su comentario, pero sabía que tenía razón.
—Señorita Mia, es hora de irnos. Recuerde que debemos ir de compras, la
diseñadora Martha Volturi espera por usted. Además del estilista Franchesco
Bonard. Y el señor Alessandro la espera a las siete en punto en el vestíbulo—
comentó con propiedad en voz alta, le agradecía internamente que me haya
salvado de esa bruja envidiosa.
—Ya lo escuchó, debo retirarme—respondí con una sonrisa—, Un gusto haber
charlado con usted…—alargué con ironía mientras su boca estaba totalmente
abierta.
Sabía que no era una mujer refinada o de la alta sociedad digna de salir con un
hombre tan apuesto y socialmente conocido como Alessandro. Pero tampoco era
para que quisiera humillarme o hacerme sentir menos. No me gustaba ese tipo de
personas, puede que tenga razón. Pero como dijo Ann, soy mucho, valgo mucho
y merezco mucho.
—Muchas gracias, Samuel—le agradecí al guardaespaldas de Alessandro—, Me
has salvado.
—No hay de que señorita, Mia—respondió guiñándome su ojo—, Esas mujeres
son envidiosas, quisieran estar en su puesto.
—De igual manera gracias, no sabía que responder—respondí, él solo asintió.
Salimos del lobby y uno de los valet, le entregaron la llave de un auto negro a
Samuel. El abrió la puerta y subí con cuidado, el rodeo el auto y lo encendió,
conducía por todas las bonitas y adoquinadas calles, mientras yo solo admiraba
todo a mi alrededor. El resto de horas se pasaron entre diseñadores que me
escogían los atuendos, un estilista que me arreglo el cabello y maquillo. Y
finalmente regresamos al hotel, eran poco mas de las seis y aun no estaba lista. Y
según Samuel, a las siete pasaría por mi Alessandro. Así que subimos muy rápido
a la habitación, me coloque el vestido verde esmeralda, ya que fue el que mas
llamó mi atención. Era de seda y muy ligero, tenia unos tirantes de cadena
plateada y era suelto pero ceñido en la cintura. Me llegaba unos ocho dedos mas
arriba de la rodilla, lucia muy elegante. Los zapatos eran preciosos, tacón aguja,
plateados y con una cadenita en el tobillo. Aplique mi perfume favorito y estaba
lista. Mire la hora en mi teléfono y eran las siete en punto, salí y baje en
compañía de Samuel.
Ahí estaba el con su porte serio y frío, llevaba puesto un traje negro muy elegante
y a simple vista se podía ver la calidad de la tela. Me llamó la atención el moño
verde que llevaba puesto, hacía juego con mi vestido. Estaba peinado de lado y
se veía doblemente guapo en traje. ¿Acaso fui víctima del tan mencionado efecto
smoking? Camine hasta él y al sentir su mirada en mí, escrutándome de arriba
abajo, sentí que mis piernas no responderían y haría el ridículo cayéndome en
pleno lobby.
—Que maravilla, le ha quedado perfecto—halagó cuando me encontraba frente a
él—, Luce muy hermosa, señorita Boland.
—Muchas gracias, Alessandro—respondí sonrojada—, Usted también luce muy
atractivo.
¿Usted también luce muy atractivo? ¿En serio Mia? ¡Bah! No puedes actuar más
boba, cuando lo tienes en frente. Él sonrió de lado, mientras me ofreció su brazo.
Entrelazándolo con el mío caminamos hasta el restaurante del mismo hotel,
moría de hambre y es que entre el spa y las compras no alcance a almorzar. Al
llegar pude ver que había una parte donde era una especie de VIP, todas las
mesas tenían un cristal y un mantel blanco con rojo muy elegante. Caminamos
hasta esa zona y luego de anunciarnos, nos permitieron pasar. Si por fuera lucia
bien, por dentro era otro nivel. Las mesas tenían luces por debajo del cristal,
mientras todo el lugar era iluminado con una luz muy tenue. Como todo en este
lugar era sumamente elegante, caminamos hasta una mesa y nos sentamos uno
frente al otro.
—¿Qué tal su tarde, señorita Boland? —preguntó, mientras tomaba la carta en
sus manos. ¿Por qué se refería a mi por el apellido? Creí que dijimos que cero
formalidades, claro además del no tutearnos.
—Muy bien, ha sido muy relajante asistir al spa—respondí.
—Me alegra escuchar eso—respondió con una sonrisa que cubría con la carta,
pero note ver gracias al espejo que había en la columna de enfrente—, Puede
ordenar lo que desee.
—Gracias—respondí.
Todo lucia tan extravagante que no se me antojaba nada. Es decir, no conocía
ningún plato de lo que ofrecían en todo el menú. Cuando vino el mesero ordene
exactamente lo mismo que Alessandro, adicional él ordeno una botella de vino.
Me estaba volviendo adicta a ese trago, la cena llegó. Era un salmón en una salsa
exquisita, acompañado de ensalada y pure de papa. También nos trajeron un
postre divino de melocotón, no conversábamos como de costumbre. Solo
intercambiábamos miradas, al terminar me pidió que lo acompañará a donde lo
esperaban sus socios. Salimos subiendo al auto y bajamos frente a un enorme
anuncio. El casino “Póker black”, tenía todas las áreas de apuestas posibles. Sus
trabajadores muy bien uniformados, elegancia total. Me tomo del brazo
entrelazándolo con el suyo y caminamos hasta una mesa donde jugaban póker.
Saludó a todos los presentes eran hombres mayores que él claramente, quienes
me miraban con atención.
—Ella es Mia Boland, mi acompañante esta noche—mencionó presentándome
hacia a todos.
—Buenas noches, un gusto conocerlos—respondí lo mas formal posible, ellos
asintieron en forma de saludo y una chica trajo una silla para mí.
Los observé jugar un largo rato, Alessandro era realmente malo. Iba perdiendo
una suma de dinero bastante elevada, lo cual me sorprendía. ¿Por qué seguía
apostando si estaba perdiendo? Era su dinero, no tenía forma de regañarlo. Pero
realmente me daba pena que lo desperdiciara de esa forma.
—Alessandro, tan bonita tu compañía, pero tan mala tu racha—comentó con
diversión uno de los presentes.
Note el disgusto por el comentario en el rostro de Alessandro, suspiró con
cansancio y no le respondió. Era la última mano que jugaría, puesto que no le
quedaban fichas. Otro de los presentes tomó una carta y pude percibir que estaba
contento, a la siguiente ronda mostró sus cartas y tomó todas las fichas.
Alessandro se levantó de mala manera y tiró sus cartas sobre la mesa, los
presentes se rieron.
—Cálmate muchacho, es solo un juego—comentó con diversión el que había
ganado.
—Juguemos rummy1—propuso uno de ellos e inmediatamente llamó mi
atención, ya que ese juego era conocido para mí. No es por presumir, pero era
demasiado buena, mi padre me enseñó y a pesar de ser adicto a las apuestas. Era
el mejor en ello.
—Vámonos, no soy bueno en ese juego—susurró Alessandro en mi oído, pero lo
detuve.
—Quédese y juegue, le ayudaré—respondí segura—, Recuperaré todo su dinero,
Alessandro.
—Bien, pero si pierde lo descontaré de su sueldo—respondió con una sonrisa
burlona en sus labios.
—Acepto—respondí confiada—, Cambié de asiento conmigo.
El asintió y se levantó a comprar mas fichas, me senté en la mesa con los
ancianos y saqué pecho. Ellos me miraron y soltaron una carcajada, ¿En serio
eran tan machistas? Odiaba a los hombres de su clase. cuando regresó todos se
sorprendieron.
—¿Es una broma? ¿Pondrá a su novia a jugar por usted? —comentó uno de ellos.
—Sólo le permitiré humillarlo, Gustavo—respondió con burla al señor, sonreí en
su dirección. Me había defendido muy bien.
Repartieron las cartas, eran siete para cada uno por la cantidad de jugadores que
había. Se cerró en solo cuatro personas, ya que los otros ancianos no quisieron
jugar. Se ahorraban una humillación segura, quisiera haberles dado una lección.
Pero fueron cobardes, revise las siete cartas que tenía en mis manos. En la mesa
estaba puesta un as rojo de diamante, yo tenía dos ases uno negro de tréboles y
uno rojo de corazones. Me servía para armar una jugada, pero por otra parte me
ponía en desventaja ya que cada uno valía 15 puntos.
—Comienza tú niña, las damas primer—comentó burlón uno de ellos.
Sonreí de lado y tome el as rojo, me arriesgaría. De igual forma ya le tenía juego
con los otros dos ases. Ellos se rieron y ese tal gustavo comentó:
—Mal comienzo, nadie toma los ases—dijo riendo.
—Así habla un perdedor—respondí en voz alta, no me rebajaría a sus
comentarios machistas. Pero tampoco pensaba quedarme callada.
Se sorprendió y seguía él ya que estaba a mi izquierda, miraba de reojo a
Alessandro quien estaba con gesto divertido. Todos tomaron su carta y botaban
una a la mesa, tal como las reglas del juego lo advertían. Llegó mi turno
nuevamente, tenía un dos y un tres de corazones rojos. En la mesa estaba el as de
corazón negro, así que finalmente lo tomé. Ya tenia mi juego armado, uno de
solo ases y el otro en escalera desde el as rojo de corazones, el dos y el tres. Me
faltaba solo una carta, la ronda siguió y estaba por gritar cuando vi que llegó mi
turno y el jugador había botado justo la carta que me faltaba.
—Siento informarles caballeros, que esta noche una chica les ha pateado su
trasero machista—anuncié en voz alta, mientras mostraba mis juegos en la mesa,
ganándome una sonrisa grande de Alessandro.
—¡No puede ser! Conté las cartas, es imposible—comentó Gustavo.
—Siento dañar tu frágil ego, pero te he ganado limpiamente—respondí—, ¿Juez
hay alguna objeción?
—Ninguna, muy buen juego señorita—respondió guiñándome el ojo.
—Sí me disculpan iré a canjear mi dinero y al tocador—respondí tomando todas
las fichas de la mesa.
Alessandro me miraba entre sorprendido y admirado, mientras llevábamos las
fichas al banco. Luego de cambiarlas y que me entregaran el dinero en billetes se
los devolví.
—Lo prometido es deuda, recuperé su dinero—dije triunfal y él me miro con
diversión.
—Es usted increíble y fascinante—respondió aceptándolo—, ¿Qué más no sé de
usted? ¿Es corredora de autos? ¿Piloto? —divirtió.
—Puedo ser muchas cosas, supongo—respondí entre risas.
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(1) Juego de cartas Rummy:
El Rummy es un juego de cartas de 2 a 4 jugadores. El objetivo principal es
quedarse sin cartas. Para ello se crearán escaleras del mismo palo o grupos de 3 o
más cartas del mismo valor. También se puede añadir cartas a otras jugadas sobre
el tapete, tanto propias como de otros jugadores.
LA CIUDAD DEL PECADO, LAS VEGAS.
PARTE 4
—No me queda duda de que es magnífica—respondió galante y sentí arder mis
mejillas—, ¿Qué le parece si vamos a celebrar esa gran victoria?
—Excelente idea, lo merezco. Derroté a esos machistas—respondí con diversión
y el asintió con una gran sonrisa.
—Créame que he disfrutado verle la cara a Gustavo, un poema totalmente—
comentó haciéndome reír—, él nunca pierde en las cartas, siempre ha sido muy
buen apostador.
—Incomparable con mi padre, era el mejor en esto—respondí—, Me enseñó todo
lo que sé, antes solía ir a los casinos de la ciudad y ganar un dinero extra, ya sabe
para los gastos. Pero me prohibieron la entrada, ya que esos estirados se quejaron
de que hacía trampa.
—Interesante el término que usó—comentó y sentí vergüenza nuevamente, ¿Por
qué era tan tonta? Debía pensar mejor lo que diría—, ¿Así también se refiere a
mí?
—Usted no es como ellos—respondí encogiendo mis hombros.
—¿Y cómo soy entonces? —preguntó.
Enterré mis uñas en la palma de mi mano, era una respuesta difícil de responder.
No tenía calificativos con exactitud, él me miraba atento mientras yo pensaba
muy bien mis palabras a usar.
—Diferente, me refiero a que es muy…amable—respondí torpemente. ¿En serio
Mia? ¿Amable? Me sentía tonta cada vez que hablaba con él, es como si no
conectara mi cerebro con mi lengua.
—Vaya, eso es fascinante—respondió con ironía.
Me di una palmada mental mientras seguía caminando, detrás del casino había
un bar. Nos sentamos en la barra en los taburetes altos, me daba miedo caerme de
esta cosa. Pidió un whisky para él y yo una margarita. Ronda tras ronda mientras
me hacía preguntas personales, las respondía porque yo también quería saber de
él.
—¿Por qué su hermana no se hizo cargo de Annie? —preguntó y me estremecí
un poco al recordar a Hannah. Tome de golpe mi copa.
—Porque se perdió en el mundo de las drogas, Annie solo me tiene a mí—
respondí.
—¿Y su padre? —preguntó y sentí presión en mi pecho. Le pedí al bartender otra
ronda.
—Hannah no sabía quién era, se acostaba con muchos hombres al mismo
tiempo—respondí y su rostro se llenó de sorpresa —, ¿Por qué usted sigue
soltero? —me animé a preguntar.
—Porque no encontraba a la persona indicada—respondió sincero mientras me
miraba a los ojos—, No soy de estar con cualquiera, solo con personas
especiales…—alargó y me sentí bien, no le gustaba cualquiera, eso era una
ventaja. ¿Para quién para ti? No lo creo Mia.
—Eso es interesante, digo debe ser muy codiciado—respondí torpemente,
¿Neuronas? ¿Quieren funcionar de una vez por todas? —, ¿Tiene hermanos?
¿Padres?
—Mis padres murieron hace mucho tiempo, señorita Mia—respondió serio y le
agradecí al destino que haya ignorado mi comentario de “debe ser muy
codiciado” ¡Por favor cámbienme el cerebro vino defectuoso! —, Solo tengo una
hermana su nombre es Alejandra, pero vive en otro continente con su hijo Jace,
que por cierto tiene la edad de Annie.
—Yo también perdí a los míos hace tiempo—respondí con dolor, no por su
muerte si no por la forma en que murieron—, Es una pena que vivan tan lejos.
—Sí, los echo de menos—respondió sincero mientras el bartender nos servía otra
ronda, comenzaba a marearme—, Y usted señorita Mia, ¿Cómo es que sigue
soltera?
—Desde joven me dediqué a cuidar de mi sobrina y trabajar, no me quedaba
tiempo para esas cosas—respondí sincera—, Mi prioridad siempre será ella.
—Es usted una gran persona, sin duda alguna—respondió—, Es muy noble de
su parte entregarle tanto a su sobrina.
Sonreí con satisfacción, seguimos las rondas de margaritas y whisky. Me sentía
bastante mareada, veía un poco doble. Todo a mi alrededor me daba vueltas, él
pareció notarlo y era increíble que con tanto licor que habíamos tomado ambos,
él luciera en perfectas conficiones y yo estuviera ebria. ¿Cuál era su secreto?
Intenté bajarme del taburete y mi tacón se enredo con el asiento, por suerte el me
sostuvo si no me hubiese caído de bruces.
—Ya está bastante mal, es hora de irnos—avisó.
—No…esp. espere quiero…otra…cop..copa—farfulle mientras me resistía a
irme, pero me tomó en brazos como recién casados y me quede dormida sin
darme cuenta.
Me desperté al sentir un fuerte golpe en mi cabeza, me encontraba en brazos de
Alessandro. Todo me daba vueltas, pero me había golpeado con la puerta del
auto.
—Lo siento, lo siento—se disculpó mientras evitaba reírse.
Todo a mi alrededor parecía moverse, me sentía cansada y con nauseas. ¿Por qué
había bebido tanta margarita? Debí controlarme, pero es que tomando me sentía
menos tonta cuando hablaba con él. Subimos en el ascensor, él aun me llevaba en
brazos y lejos de molestarme le agradecía que lo haya hecho. Porque no sentía
mis piernas, ¿Cómo se caminaba? Me había olvidado de cómo hacerlo.
—Eresh…muy guapo—musite tocándole su mejilla, mientras me reía como
posesa. Él se miraba serio pero la risa surcaba sus labios también.
Llegamos a la habitación y me bajo dejándome suavemente en la cama, me quitó
los zapatos y estaba por quitarme el vestido. ¿Por qué no le había hecho caso a
Shels? ¡Vería de nuevo mi ropa interior! Maldito gusto por la ropa intima
infantil. Subió mi vestido por mis brazos hasta quitármelo y estalló en risas.
—No deja de sorprenderme, ¿Batman? Sin duda mi superhéroe favorito—dijo
entre risas, se veía tan tierno. ¿Qué me gustaba más su sonrisa o sus ojos? Difícil
elección.
—¿Por…qué..me…mejor…no..me…besa?—dije con hipo—,
En…vez…de…burlarse…de…mi..ropa…inte..rior—. hipé.
—Está ebria, jamás me perdonaría abusar de usted de esa forma—respondió con
seriedad.
—No, yo…quiero…en serio—respondí hipando.
—No se acordará mañana, no es buena idea—se resistió.
—¡Lo…que…pasa en las vegashh…se queda en las vegash..!—farfulle y él se
rio con ganas—Déjeme…el…mejor…recu..erdo de…es..esta ciudad…
—¿Segura, Mia? —preguntó.
—Có-como…no …se..imagina—respondí y eso bastó para que me besará con
fuerza.
El beso era lento y suave con ternura y temor, pero logré intensificarlo
atrayéndolo hacía mí. No quería que volviera a irse y me dejará deseosa de más
como aquella noche, descendió sus manos por mi espalda mientras me
presionaba más contra él. Sus manos continuaron bajando hasta mi trasero el cual
también presiono con fuerza, haciendo que jadeara y un pequeño, pero muy
audible gemido resonara en la habitación. Mi cabeza pareció sentarse gracias a
todas las sensaciones que él producía en mí. Seguía mareada, pero podía ver con
más claridad todo.
Me besaba con intensidad como si ya no quisiera contenerse, sus caricias por mi
cuerpo me tenían totalmente perdida. ¿Así se sentía ser deseada? Disfrutaba cada
toque, sus manos acariciaban mis pechos por encima del sujetador que llevaba el
cual tenía dibujos de la señal de batman. Con necesidad de sentir la seguridad
que no se iría o alejaría en este momento, sus manos siguieron recorriendo mi
cuerpo hasta posicionarse en el elástico de mi braga a juego del sujetador de
batman. Estaba muy nerviosa, pero cada roce de sus dedos con mi piel me dejaba
con ganas de más. Había esperado por este momento desde hace días atrás y es
que Alessandro provocaba en mí un deseo irreconocible. Sus dedos me tocaban
enviando corrientes eléctricas por toda mi columna, dejó de besarme para
comenzar a dejar besos húmedos en todo mi cuello, mientras que sus manos
seguían tocando, presionando, jugando. Su boca tomo posesión del lóbulo de mi
oreja.
—¿Segura de esto? Puedo detenerme, no quiero que tenga una mala impresión
mía—susurró en mi oreja con su voz tan ronca que sentí una descarga en mi
braga. ¡Me había hecho mojar con solo escucharlo tan cerca!
Sus pupilas me miraban con tanto deseo que era imposible no sentirme más que
atraída por él, eran como un imán. intentaba no fijarme en esos ojos ámbar que
me perdían y enloquecían. Me miraba con tanta atención, estudiando cada rincón
de mi cuerpo. Podía notarlo, pero lejos de sentir inseguridad. Me sentía deseada y
muy correspondida. Mi dignidad había regresado, ya no sentía su rechazo. Sus
manos con un ágil movimiento se deshicieron de toda la ropa posible que nos
separaba, exceptuando la suya. Así que torpemente comencé a quitarle su moño,
blazer y desbotonar su camisa, para luego deslizarla por sus brazos y lanzarla por
la habitación. Seguí con sus pantalones, quitando la hebilla de su cinturón.
Dejándolo solo en ropa interior, trague saliva al sentir y tantear lo duro y erecto
que se encontraba su amiguito. Se posiciono arriba de mí dejándome a su
merced, desnuda y con su boca succionó uno de mis senos. Mientras que con su
mano jugaba con el otro. Mi boca se entreabrió con la calidad sensación que me
embargo, estaba muy excitada y extasiada, su boca buscó la mía nuevamente
mientras se unían con anhelo podía sentir como mi centro estaba palpitante,
deseoso y necesitado de sentirlo.
Sus caricias siguieron, lejos de detenerse y deseaba que no fuera así, no podría
soportar su rechazo. No en este momento tan mágico e increíble que estábamos
compartiendo. Sus dedos bajaron al resorte de mis bragas, comenzó a juguetear
con ella hasta bajarla de un jalón. Su boca nuevamente surcó en mis pechos, mis
pezones estaban hinchados, erguidos y duros. Sus besos comenzaron a descender
por el medio de mis pechos hasta bajar a mi monte venus, donde se detuvo para
acomodarse mejor. Abrió mis piernas y las levanto un poco colocando cada una
en su hombro, sabía lo que se venía, sin duda alguna me dio el mejor sexo oral de
mi vida. Sentir su pasearse por mis labios vaginales, era lo mejor de esta vida.
Habilidosamente deslizo dos dedos a la vez que su lengua hacia círculos en mi
clítoris. Hinchándolo y preparándolo. Este hombre me estaba enloqueciendo, me
torturaba de una manera exquisita, lo deseaba como nunca. Quería ya sentirlo, lo
necesitaba.
—¡Me está enloqueciendo, señor Silver! —exclamé en un gemido sonoro.
—Me encanta que me diga así en el sexo—respondió mientras introdujo con más
fuerza sus dedos.
—¡Ahh, señor Silver! —grité de placer.
—Pídame que la haga mía, así como su nombre—divirtió.
—¡Hágame suya, por favor! —suplique y él sonrió con perversidad.
Sin borrar su sonrisa triunfal deslizo su ropa interior por sus piernas rápidamente
y dejando a la vista gran virilidad, erguido y duro. Rebuscó en la mesita de noche
que había alado de la cama y saco una tira plateada de envoltorios, rasgo una y lo
abrió con los dientes. Era un preservativo, se lo colocó y se adentró en
mí. Posiciono sus manos en mis caderas y comenzamos a movernos al mismo
tiempo. Hacía círculos con sus caderas y yo sentía que me desfallecería en
cualquier momento. Sus embestidas subieron de ritmo, una más rápida que la
otra, me estaba llevando al clímax y no podía estar mas satisfecha. Me moví más
rápido y escuchar un gemido de salir de boca fue la melodía que mis oídos
degustarían nunca. Sentí como su cuerpo perdía fuerza y el condón se llenaba,
habíamos llegado casi al mismo tiempo. Claro que me adelante, eso estuvo más
que fantástico.
LA CIUDAD DEL PECADO, LAS VEGAS.
Desperté sintiendo mi cabeza dar vueltas, una fuerte punzada de dolor se instalo
en la parte derecha de mi cabeza. ¿Qué había pasado? ¿Cómo es que…? Me
sorprendí de verlo tan cerca de mí, dormía tan plácidamente que seria una pena
total despertarlo. Estábamos a centímetros, no recordaba mucho de la noche
anterior. Tenia especies de lagunas mentales, divise mi ropa interior en el suelo y
me hallaba desnuda. Oculte mi rostro entre las sabanas, mientras me esforzaba
por recordar. Con una gran oleada de dolor, el recuerdo apareció en mi mente.
Había tenido la mejor noche de pasión con mi jefe, ¿Cómo es que había
sucedido? ¿Por qué no me rechazo esta vez? ¿Cómo debía actuar ahora que…nos
habíamos acostado? ¿Cambiaba algo? Tenia muchas preguntas, pero la
vergüenza me ganaba como para buscar las respuestas que solo obtendría
encarándolo. Se removió a mi lado, mientras yo seguía observándolo. Su cabello
desordenado, su torso fornido y sus brazos musculosos, me mordí el labio.
—¿Por qué me observa tanto? —preguntó aun con los ojos cerrados y una
sonrisa bobalicona—, Le advierto que por las mañanas suelo ser muy salvaje—
abrí mucho mis ojos, mientras me cubría la cara con las sabanas, para ocultar mi
vergüenza. El trago definitivamente era mi mejor aliado para lidiar con la
vergüenza que siempre solía mantener. Era ese empujoncito que necesitaba,
cuando de él se trataba. —, ¿Qué hacia mirándome?
—Yo…—había perdido mi voz, ¿Qué le podía responder? Mi cerebro estaba
atrofiado, sentía arder mis mejillas—, Lo siento, es imposible no mirarlo…—
respondí luego de carraspear, quería golpearme. ¿Es imposible no mirarlo? Mia
por dios, ¿Qué rayos sucede contigo? Él sonrió con malicia.
—Es un ángel muy perverso, esconde muy bien su diablura en ese rostro tan
angelical—comentó poniéndose de pie, seguía desnudo y cubrí mis ojos para no
verlo—, No es como que haya algo nuevo que no ha visto antes—burló al ver mi
reacción.
—Necesito que hablar con usted, ¿Podría vestirse? —pregunte armándome de
valor, no podía seguir permitiendo que jugara así conmigo. Un día me rechaza y
al otro me hace el amor como nunca, ¿Qué era para él? ¿Un simple juego?
—¿Le molesta mi desnudez? Porque ayer parecía encantarle…—respondió y
nuevamente sentí arder mis mejillas, le encantaba avergonzarme, sabía que lo
disfrutaba—, ¿Qué quiere hablar conmigo?
—¿A que juega, señor Silver? —pregunté firme y noté como su espalda se tensó.
—¿Jugar? Creo que ayer he dejado claro lo pésimo que soy jugando cartas—
respondió con astucia.
—Sabe a lo que me refiero, no puedo decirle que no me afecta. Porque
desafortunadamente soy muy sentimental, no me avergüenza reconocerlo. Si
usted es de jugar con las mujeres, le pido que no lo haga conmigo. Simplemente
déjeme hacer mi trabajo y ya—respondí sacando todo el aire que había
contenido.
—¿A que se refiere señorita Boland? —pregunto desconcertado, podía sentirlo
tenso y muy pensativo—, ¿Cree que la he usado para una noche y ya? —
preguntó acercándose peligrosamente a mí.
—Usted respóndase, la otra noche me rechazo y ayer…ya sabe—respondí firme,
retrocediendo. Lo tenía muy cerca y eso acallaba mis pensamientos y me distraía.
—Mia, no puedo explicarte lo que sucedió esa noche. Luche conmigo…mismo,
para no hacerle daño—respondió dejándome desconcertada, ¿Lucho con él
mismo? ¿A qué se refería? ¿A sus sentimientos? —, Pero creo que es notorio lo
mucho que me gusta.
Lo mire perpleja, no podía creer lo que acaba de musitar. ¿Yo le gustaba? ¡Le
gustaba al hombre que me quitaba el aliento! ¿Por qué era tan complicado para él
decirlo? Pudo ahorrarme tantas preguntas y dudas, sobre todo el accidente
automovilístico, ya que si estaba ebria esa noche fue su culpa. Bueno, no
exactamente. Mas seria mi culpa por entender mal las cosas y suponer en vez de
preguntarle.
—¿Mia? Dígame algo, por favor—pidió.
—No se que decir, me ha dejado sin palabras—respondí en voz alta—, ¿Le
puedo hacer una pregunta? Pero necesitó que sea muy honesto conmigo.
—Jamás le mentiría, puedo asegurárselo—respondió mirándome con sus
preciosos ojos ámbar.
—¿Era usted el hombre que me acorraló detrás del escenario en el evento privado
del bar? —le pregunte mientras lo miraba fijamente, esa duda era como una
espinita enterrada en mi corazón. No podía dejar de pensar en esa corbata que
había reconocido.
—Si, fui yo—respondió sincero, sin titubeos y sin desviar su mirada.
—¿Y cómo sabía quién era yo? Si nunca nos habíamos visto con anterioridad—
pregunte incrédula.
—Hay muchas cosas que todavía no puede saber, pero le diré una cosa muy
importante. No me referia a su nombre cuando mencione el “Mia” —respondió
dejándome desconcertada, eso no tenia sentido alguno.
—No comprendo, eso no tiene sentido—respondí confundida—, ¿A que se
refiere? ¿Acaso pretende confundirme?
—Mia, deja que el tiempo sea quien responda. Hay cosas que es mejor no
saberlas o comprenderlas—respondió pasando sus manos por mis brazos y
enseguida sentí como me estremecía por su solo tacto.
—¿Cómo puede decirle eso a una persona que sufre ansiedad? ¿Sabe cuánto
duran las palabras en mi cabeza? ¿Sabe cuantas preguntas maquina mi mente por
segundo? Necesito respuestas, necesito entender—respondí.
—Hágame caso, quien ignora más la verdad, es más feliz—respondió como si
fuera la cosa mas sencilla del mundo. ¿Qué ocultaba ese hombre de ojos
amarillos?—, ¿Qué le parece si mejor vamos a desayunar?
—Mejor—respondí confundida, tomé un vestido del armario y ropa interior para
adentrarme a la ducha.
¿Si en el evento no se refirió a mi nombre, entonces a que lo hizo? Esto era muy
extraño y desconocido para mí. Sabia muy bien que mi nombre era una especie
de pronombre posesivo. ¿Acaso se refería a eso? ¿A que era suya como una
propiedad? Necesitaba comprenderlo, así mi mente descansaría de una vez por
todas. Llevaba mucho tiempo repitiéndome una y otra vez quien podría ser ese
hombre misterioso del evento y ahora que lo encontré no podía entender a qué
refería con todo ese discurso. ¿Acaso me ocultaba algo muy grande? Tenia que
descubrir de que se trataba. Termine de ducharme y me vestí con corto vestido,
era ceñido al cuerpo, su color blanco champan, le daba un aire despreocupado,
peine mi cabello en un recogido bajo. Y aplique un poco de cremas hidratantes,
maquillaje y me calce las sandalias a juego.
—¿Se encuentra molesta? —pregunto mientras me miraba en el espejo y
arreglaba unos aretes en mi oreja.
—¿Por qué no puede decirme toda la verdad? Se que me esta ocultando algo, eso
no me gusta ni me da confianza—respondí seria.
—¿Por qué siempre quiere saberlo todo? —preguntó con un deje de molestia—,
¡Debería dejar de ser tan calculadora!
—Y usted debería dejar de ocultar cosas y ser más transparente—respondí—,
¿Qué pretende conmigo, Alessandro?
—Mis intenciones no son solo follar, si es lo que le preocupa—respondió y sentí
encenderse a mis mejillas—, Me gusta el amor a la antigua, soy un romántico
empedernido. Es por eso que lo sucedido ayer no me lo puedo perdonar. Usted
estaba ebria y yo…no debí ceder.
—Estaba ebria si, pero recuerdo cada detalle—respondí y él ladeo una sonrisa—,
También me gusta, Alessandro. Pero no quiero que esto…influya sobre mi
trabajo.
—¿Y entonces que propone? —preguntó tomándome de la cintura de espaldas y
apretándome contra él—, Deme una buena razón, para no arrebatarle ese vestido
en este instante y hacerla mía mirando ese ventanal—señaló con su barbilla.
Sentí mis piernas temblar, mientras me estremecía al su boca impactar en mi
cuello—, Tic tac, sigo esperando.
El viaje a la ciudad del pecado, había llegado a su fin. Luego de dos días más que
estuvimos en las vegas, entre cenas ejecutivas, apuestas en el casino y momentos
con Alessandro se pasaron volando. Había pasado días muy intensos, estábamos
en el jet de regreso a la ciudad. No sabría describir lo que habíamos estado
viviendo, no podía afirmar que estábamos juntos, porque claramente no era así.
Pero podrìa asegurar que existe algo entre ambos, se comportaba de una manera
muy tierna, pero a la vez posesiva y dominante. Y eso me molestaba, no era suya,
porque no soy un objeto. En el casino, él fue a saludar a sus socios y yo me
quede apostando en la mesa de rummy, se me acercó un chico muy apuesto y
Alessandro le había gruñido para luego “marcar su territorio” de una manera muy
brusca, empujando al chico. Cuando Samuel nos interrumpió luego de esa escena
del “Tic tac, sigo esperando” lo gritó. Esa agresividad tampoco me gustó, no
sabia que pensar de él. Nos habíamos acercado bastante el uno al otro, gracias a
este viaje, pero no podía confiar en el totalmente. ¿Por qué no me decía la verdad
de todo? ¿Qué es eso de “no me refería a tu nombre” ¿Entonces a que se refería?
Las dudas carcomen mi mente por eso no puedo evitar pensar y maquinar
posibles respuestas. ¿Quizá se trataba de lo mismo? ¿Qué era muy posesivo?
Entrelace mis manos y las repose en mis piernas, estaba ansiosa por llegar a la
ciudad y ver a Ann, la extrañaba demasiado. Pero sobre todo quería un respiro,
organizar mis sentimientos y pensamientos. Quizá Alessandro no estaba
equivocado, era muy calculadora y quería tener el control de toda mi vida. Pero
¿Y si eso me funcionaba para mantenerla equilibrada que podía hacer?
—¿Ansiosa de ver a Annie? —preguntó Alessandro sentado frente a mí,
estábamos por aterrizar.
—Si, muero de ganas de abrazarla—respondí jugando con mis dedos.
—Sé que tiene muchas preguntas y pocas respuestas, pero…téngame un poco de
paciencia, por favor—pidió sorprendiendome y mirándome con esa hipnotizante
mirada, sus ojos amarillentos brillaban con intensidad—, Le prometo que muy
pronto, le responderé cada una.
—Esta bien, pero ¿Y mientras? —pregunte—, ¿Qué…que hay entre nosotros?
—Lo que usted quiera que haya—respondió con una sonrisa pícara—, Solo sepa
una cosa, no jugué con usted. Ni la use para una noche y ya. Me interesa para
mucho mas que eso, espero que lo entienda.
—¿Y si quiero salir con usted? ¿Qué pasaría con mi trabajo? —pregunté
avergonzada de admitirlo en voz alta.
—¿Salir? Mia, no tema decirme lo que desea—respondió sonriente—, No se
preocupe por eso, más me interesa que no se sienta usada.
—¿Qué desea usted de mí? —pregunté con vergüenza, pero decidida a
escucharlo.
—Muchas cosas, provoca en mi, tantas sensaciones…—respondió con su gruesa
voz, haciéndome erizar los vellos—, Pero es decisión suya, ya le he expuesto lo
que siento por usted.
—Y yo he hecho lo mismo, sabe que me gusta. Di el primer paso aquella noche,
usted dio el segundo en las vegas—admití orgullosa—, Pero si algo aprendí es a
no mezclar el trabajo con los sentimientos, si vamos a tener una relación no
seguiré trabajando para usted y si, por el contrario, continuó trabajando, entonces
no podría pasar nada de nuevo entre los dos.
—¿Esta segura de esa decisión? —preguntó, aflojando su corbata, lo había
puesto entre la espada y la pared. Pero era lo correcto, nunca se debían mezclar
cosas como trabajo y relaciones, estudio y relaciones o vecinos y relaciones.
—Sí, Alessandro—respondí segura, no sabía que era peor si que escogiera el
trabajo por encima de la relación. O la relación y me dejara sin trabajo.
—¿Y si le propongo trabajar para una de mis empresas y tener una relación? —
preguntó dudoso.
—Seguiría trabajando para usted, lo que nos llevaría al punto de comienzo. No lo
hago por capricho, sino que aprendí a la mala a separar lo profesional, laboral y
sentimental. —respondí firme, no podía dejarme envolver por esos preciosos ojos
ámbar. A largo plazo podríamos tener inconvenientes y no podía permitirme
semejante cosa, ya que no solo estaba en juego mi estabilidad, si no la de Ann
también. —, Es su decisión, si gusta pensarla mejor. Puede responder después.
Permaneció en silencio lo que me dio a entender que lo pensaría mejor, no le
insistiría o presionaría. Porque entendía que era una difícil decisión, ambas
podrían ser correctas o equivocadas. El jet aterrizo de manera suave y pudimos
bajar, samuel me ayudó a bajar las escaleras del jet hasta el suelo. Le agradecí y
estábamos caminando hacia el auto cuando unos autos nos encerraron en una
especie de triangulo. Por las ventanas de los vehículos se asomaron unos
hombres armados con fusiles, ¿Qué era todo esto? Comencé a temblar y mis
piernas a flaquear, cuando los disparos empezaron a presenciarse.
—¡Samuel, sácala de aquí! —le ordeno Alessandro a su guardia, desde las
escaleras del jet. Los demás hombres comenzaron a disparar también—, Ve por
su sobrina y sácalas de la ciudad.
Samuel asintió y me tomo fuertemente del brazo, mientras usaba a otros hombres
como protección y me llevaba a rastras por la pista de aterrizaje hasta detrás de
un auto. Samuel le disparaba a la distancia a esos hombres en sus autos, temía
por la vida de Alessandro. ¿Acaso querían robarlo? ¿Conocía a estos hombres?
Estaba muy nerviosa y el pánico me consumía, Samuel me arrastró rápidamente
hasta una camioneta, me abrió la puerta del copiloto y subí rápidamente. ¿Que
era lo que estaba pasando? No comprendìa nada.
—Samuel, ¿Qué esta sucediendo? —pregunté en un hilo de voz—, ¿Quiénes son
esos hombres?
—Señorita, no puedo responderle esas preguntas. De momento iremos a su
departamento, tome a la niña y a la niñera, empaque la mayoría de cosas que
pueda y la espero en la camioneta. Tiene menos de veinte minutos—respondió
mientras conducía con absoluta velocidad, sentía los nervios a flor de piel. Pero
le haría caso, después de todo lo que presencie, no quería desobedecer.
Llegamos al departamento y samuel se estaciono justo en la entrada. Se bajo
primero y se aseguro que no nos siguieran, siguiendo sus instrucciones corrí al
pórtico y sin saludar al guardia tomé el ascensor. Las manos me sudaban y me
temblaba todo el cuerpo. Apenas se abrieron las puertas del elevador, divise a
Ann y Shelsey cocinando.
—¡Tía! Te eche tanto de menos—corrió hacia mi Ann, la abrace con fuerza.
—¡Amiga! Que gusto verte, tienes tanto que contarme…—alargo con diversión.
—¡Chicas! Tenemos menos de veinte minutos para tomar todo lo que podamos
de equipaje y bajar a la camioneta—respondí rápidamente.
—¿Qué? ¿Cómo así? ¿Nos vamos de vacaciones? —preguntó Shelsey contenta.
—No, es algo grave. Solo háganlo por favor, luego les explico—respondí
rápidamente mientras abría el armario del pasillo y sacaba dos valijas grandes.
No sabía por cuanto tiempo nos iríamos—, Shels usa una de estas para guardar
ropa mía para ti también, igual somos la misma talla. ¡Corran!
Asintieron y nos pusimos en marcha, recogiendo ropa y zapatos. Annie se fue a
su habitación y también recogió sus pertenencias, pedí el ascensor y bajamos
rápidamente. Ambas estaban asustadas, quizás mis nervios eran mas notorios de
lo que creía. Al llegar al lobby escuche unos disparos afuera, ¡Nos habían
seguido! Caminé a la puerta de cristal y vi a samuel al lado de la camioneta con
el arma en su mano. Los disparos cesaron y me hizo una seña que corriéramos al
auto. Le hicimos caso y todas subimos rápidamente las cosas y nosotras.
—Mantengan la calma, estarán a salvo—intento tranquilizarnos, pero estaba
segura que Ann y Shels estaban tan asustadas como yo.
Hace unas horas había bajado de este mismo jet, ahora nuevamente me
encontraba abordo. Samuel nos trajo al aeropuerto, esto se ponía cada vez mas
intenso. ¿Qué sucedía? ¿Que fuera tanto como para sacarnos de la ciudad? No
comprendía y nadie nos aclaraba que estaba ocurriendo. ¿Alessandro estará bien?
esa pregunta me carcomía la cabeza, esos hombres armados disparando por
diestra y siniestra, venían a mi mente. ¿Y si estaba herido? Necesitaría un
hospital. Suspire con frustración, Annie estaba muy sorprendida y contenta
explorando el jet. Shels me miraba pícara y con mucha intriga. Sabia que se
moría de curiosidad por saberlo todo sobre mi viaje a las vegas.
—Sabía que era un jodido millonario, pero ¿un jet privado? ¿En serio? —
preguntó admirada.
—Estaba igual de atónita que tú, Shels—respondí—, ¡Es impresionante!
—¿Y bien? Cuéntamelo todo—pidió—, Pero primero quiero saber porque
estamos en un jet privado con rumbo a quien sabe dónde. No me malinterpretes,
nunca he salido de la ciudad y lo sabes. ¡Es genial! Pero se que hay un motivo,
para que sea de forma tan repentina.
Asentí y comencé relatándole como habíamos aterrizado y esos hombres
aparecieron de la nada disparando por doquier, luego de mirarme con sus ojos
muy abiertos, le seguí contando todo lo sucedido en el viaje. Incluso lo de la
chica del spa que quiso hacerme menos.
—¡Lo sabía! ¡Que emoción! —chilló queriendo levantarse del asiento, pero
Samuel le advirtió que estábamos por despegar y no podíamos movernos. Ann
iba con audífonos viendo una película en la tablet que le obsequió Alessandro—,
¡Es grandioso! ¡Enamoraste a un millonario sexy!
—Cállate, Shels—respondí con vergüenza sintiendo la mirada divertida de
Samuel.
—¡Es que es increíble! ¿Y que tal esa noche de pasión con el señor elegante? —
preguntó, subiendo y bajando sus cejas de manera picarona.
—¡Shelsey! —la regañe, mientras ladeaba mi cabeza—, No pienso contarte eso.
—¿Por qué? Es normal que cuando personas se quieren mucho, tengan
intimidad—respondió divertida y la mire mal.
—¡Ya cállate! —respondí con vergüenza, Samuel nos miraba con diversión.
Sentía que miraba mucho a Shels, ¿Acaso ella le gustaba?
El jet despego y creí que Annie tendría miedo, pero era todo lo contrario. Iba
feliz mirando por la ventana y disfrutando de los paisajes, Shels no tardó en
quedarse dormida. Por mi parte no podía dejar de pensar en Alessandro, me latía
muy rápido el corazón al pensar que lo habían herido. Samuel estaba ansioso,
podía notarlo por como movía su pie. Ese tip, yo también lo tenía y muchas veces
predominaba cuando esperaba algo.
—¿Samuel? —llamé su atención, se giró hacia mi—, ¿Sabes algo de Alessandro?
—pregunté y él negó con su cabeza.
—Estoy esperando su llamada, es raro que no se comunique—respondió
temeroso, lo que alerto aún más a mis nervios.
—Sé que no puedes decirme muchas cosas, pero necesito saber algo—respondí y
el me miró intrigado—, ¿Por qué nos sacas del país? Digo, ¿Qué esta pasando?
Merezco saberlo, no solo se trata de mí si no también de mi sobrina y amiga.
—Esos hombres eran… enemigos del señor—respondió alargando, algo
ocultaba, pero no importaba, estaba respondiendo—, La han visto con el señor,
así que probablemente la investigaron. Y eso las pone en riesgo, ya que podrían
querer llegar al señor por medio de alguna de ustedes.
Mi boca se abrió un poco por la sorpresa de su pregunta, ¿A que se refería
exactamente? ¿Acaso Alessandro estaba metido en problemas? Bien era cierto
que es millonario y corre peligro todos los días, pero ¿Por qué querrían llegar a él
por medio de alguna de nosotras? Suspire sin comprender, quedándome dormida.
Desperté por las turbulencias que estábamos teniendo, el piloto hablo por su
megáfono intentando tranquilizarnos. Annie estaba muy asustada y no podía
abrazarla porque estaba prohibido moverse de los asientos. Así que solo podía
apretar su mano con fuerza. Intentaba calmarla cantando su canción favorita, el
jet se estabilizó y pudimos respirar con tranquilidad, habían pasado varias horas.
Cuando por fin comenzábamos a descender, odiaba las alturas y peor aun
después de esta terrible experiencia de turbulencias, al bajar del jet sentí paz.
Estábamos en el medio de la nada, literalmente, no había más que una pista de
aterrizaje improvisada en un plano de mucha tierra. Samuel nos llevó hasta una
camioneta negra, ¿Dónde estábamos? ¿Por qué estábamos en medio de la nada?
Me sentía abrumada y muy confundida y sabía que las chicas estaban igual que
yo.
Subimos a la camioneta y Samuel condujo por largas horas, ¡Mas y mas viaje!
¿A dónde nos llevaba? Estaba muy nerviosa, mi cabeza amenazaba con salirse de
su eje, la migraña estaba apoderándose de todo a su paso. La ansiedad estaba
como siempre acechándome a la espera de alguna preocupación para aparecerse.
Luego de finalmente salir de los lotes de tierra, el auto recorría los rieles de una
transitada carretera. Me acomode en mi asiento, para intentar divisar algún cartel
que me sacara de mis dudas. Entonces lo vi, verde y de letras blancas.
“Bienvenidos a México”.
¿En qué momento habíamos salido de Estados Unidos? No podía creerlo,
estábamos fuera de nuestro país. Sin ningún tipo de identificación, porque
ninguna de nosotras teníamos pasaporte. ¿Qué era todo esto? Sentí mucho mas
miedo, el auto se detuvo frente a una enorme verja color café. Por un
intercomunicador Samuel dijo una serie de palabras incomprensibles y
finalmente la abrieron, nos dejaron entrar y todo apuntaba a que era una finca.
Había mucho césped por cada lado del auto, un camino de tierra que terminaba
en un recibidor de concreto. Había dos autos más parqueados en el
estacionamiento, la casa era grande muy grande y lujosa. Sin duda alguna llevaba
el nombre de Alessandro por doquier, su característico toque rustico, pero
elegante.
—Hemos llegado, bienvenidas a la casa de descanso del señor Alessandro—
anunció Samuel, abriéndonos la puerta.
Nos bajamos admiradas de tan hermoso lugar, pero sobre todo cálido. Era
bastante acogedor, tenia una piscina a la lejanía y caballos. Annie enloqueció
cuando los vio, los amaba desde niña. Samuel nos dirigió a la casa y por dentro
era doblemente hermosa, espaciosa y amplia. Se veía un poco descuidada, quizá
por el poco uso que le daban. Nos llevó hasta una habitación grande con cuatro
camas, un armario, baño y balcón que dejaba ver toda la propiedad.
—Pueden ponerse cómodas, señorita Mia acompáñeme, por favor—pidió y sin
comprender de que se trataba lo seguí.
Lo seguía por los pasillos de la enorme casa, era como un laberinto. Algunos
pasadizos conectaban con otras partes del piso de arriba. También había un
piano, seguramente Annie estaría doblemente feliz. Me llevó hasta una puerta
color café oscuro, la toco y cuando susurraron un “entre”. La abrió dejándome
pasar, no entendía nada. Hasta que lo vi, tendido en una camilla de hospital.
Vinculado a varias vías y cables de maquinas hospitalarias, un medico a su lado
lo atendía. Mis piernas estaban peor que una gelatina de solo verlo en el estado
que se encontraba, magullado y con una venda cubriendo la parte derecha de su
torso.
—¿Que le ha pasado? ¿Se encuentra bien? ¿Cómo es que tiene un medico
privado y esta casa? —se que no era correcto atacarlo con preguntas en la
condición que se encontraba, pero estaba desesperada por respuestas y ahora peor
que lo veía así.
—Déjenme a solas con ella—ordenó y sus hombres incluyendo al médico
salieron—, Estoy bien, Mia. Tenerte a ti conmigo es tenerlo todo.
—¿Qué le a sucedido? —pregunté con intriga mientras me acercaba a él.
—Simples rasguños, estoy bien—respondió, pasando sus dedos por mi rostro—,
¿Te gustó el viaje?
—¿Por qué esos hombres nos atacaron? —preguntó—, No me gustó la forma en
que fuimos traídas, sin saber a dónde nos llevaban.
—Eran enemigos antiguos, querían venganza—respondió—, No tienes nada de
que preocuparte, pero te advierto que, si quieres estar conmigo, deberás estar
dispuesta salir de la ciudad cuando sea necesario. Y por favor, tutéame.
—¿A que te refieres? ¿Estas…eligiéndome? —pregunté, con la voz entrecortada
por la sorpresa que causó en mi escucharlo decir aquello—, ¿Si sabes que tendré
que encontrarme un trabajo?
—Sí Mia, te escogí a ti. Siempre se ha tratado y se tratará de ti—respondió,
mientras acariciaba mi rostro nuevamente, me encontraba petrificada delante
suyo. Nunca nadie me escogió por encima de nada, sabia que el disfrutaba verme
bailar. —, Puedes trabajar en lo que gustes, pero no volverás a ese bar.
—Estoy sin palabras, Alessandro—respondí—, ¿Por qué no? En ese bar nos
conocimos, no es tan malo como parece.
—¿Enloqueciste? Mia no soportaría ver como te miran esos hombres del bar de
esa manera tan inapropiada y con deseo. —respondió—, No puedo permitirlo.
—Entiendo, buscaré otro trabajo—respondí—, De igual manera me ayudaste
mucho comprando un departamento, por lo cual ya no debo pagar una renta.
Pagaste la colegiatura de Ann por 4 años, por lo que solo debo preocuparme por
la universidad.
—Y te seguiré ayudando, si fui generoso contigo siempre mi empleada.
Imagínate como lo seré, cuando seas mi novia—respondió sonriente, mientras
tomaba mi mano y le depositaba un suave beso. Le devolví la sonrisa.
—Gracias, por tanto, de verdad—respondí—, ¿Puedo saber como es que llegaste
primero que nosotras? —pregunte intrigada.
—No tienes nada que agradecerme, te mereces muchas cosas, Mia—respondió—
, Tome ventaja porque vine en helicóptero. Sé que todo esto te parece extraño,
pero no estaremos aquí por mucho tiempo.
—Entiendo, pero sigo sin comprender—respondí—, ¿Qué hacemos nosotras
aquí?
—No me gusta alardear, pero como sabrás, tengo mucho dinero… y eso me pone
un blanco en mi espalda—respondió—, Y como te han visto conmigo, pueden
querer llegar a mí por medio de ti o de tus allegados. En este caso Ann y Shels.
—Entiendo eso, fue lo mismo que me dijo Samuel —respondí—, Pero hay algo
que no comprendo, ¿Por qué? No creo que sea solo por tu dinero. Hay algo más,
mi intuición me lo dice.
—¿Debería preocuparme que tengas muy bien desarrollada tu intuición? —
preguntó divertido y lo mire mal—, Sigues insistiendo en querer saberlo todo,
date un descanso.
—No puedo, tengo muchas dudas. Necesito respuestas—respondí y me miro con
severidad.
—Las tendrás, solo dame tiempo. Hasta eso disfruta de los momentos, que puedo
ofrecerte—respondió—, Ve con las chicas a la piscina, monten a caballo, tomen
sol, disfruten como si fueran unas improvisadas vacaciones.
—¿Estarás bien? puedo quedarme contigo, cuidando de ti—respondí.
—Lo estaré, ve a disfrutar con Annie—respondió sonriente—, Todo lo mío, será
tuyo, Mia. Apenas me recupere volveremos a la ciudad.
—Está bien, igual vendré a verte mas tarde—respondí sonriéndole—,
Comprendo, Ann debe ir a clases.
—Ven a dormir conmigo, me haría bien sentirte en la noche—respondió coqueto
y le sonreí sin mostrar los dientes.
—Lo haré, nos vemos en la noche—respondí y me di media vuelta para salir de
la habitación.
—Mia, ¿No te parece que te olvidaste de algo? —preguntó a mis espaldas. Me
gire a su encuentro, sin comprender.
—¿Qué cosa? —pregunté.
—Mi beso de despedida—respondió tocándose los labios.
Avergonzada me acerque hasta él y deposite un casto beso en sus labios, pero él
lo intensifico tomándome de la nuca y metiendo su lengua en mi boca. Nos
separamos por la falta de aire, me sonrió y le devolví el gesto. Sali y fui en
búsqueda de las chicas, se encontraban en el comedor. Almorzando, me senté
junto a Annie, mientras una muchacha me servía un plato con arroz, pure y pollo.
—¿A dónde fuiste, tía? —preguntó Ann.
—A ver a Alessandro, fue herido—respondí.
—¿Esta aquí? ¿En que momento? —respondió Shels.
—¿Alessandro está bien, tía? —preguntó Annie, preocupada mientras comía.
—Sí, está recuperándose—respondí—, ¿Qué quieren hacer hoy? ¿piscina?
¿montar caballo?
—¿Puedo ir a verlo? —preguntó—, ¡Montar caballo!
—Mas tarde cariño, esta descansando—respondí—, Podemos disfrutar de la
hacienda, hasta que él se recupere.
—¿Me ignoraras? —preguntó Shels con fingida molestia.
—No, lo siento. Vino en helicóptero, por eso se nos adelantó—respondí.
Terminamos de comer y salimos al jardín, ver tantas áreas verdes me transmitían
paz. Estar lejos de la gran ciudad definitivamente era encantador, no había
ruidos, ni montones de personas. Lo cual era terapéutico, habíamos decidido
montar a caballo y luego disfrutar del sol y la piscina. Le encargado de la
hacienda nos ensillo tres caballos, por suerte sabíamos montar gracias a que mis
padres nos llevaban de viaje a Luciana, una vez lleve a Annie. Disfrutamos de los
grandes caminos y hasta encontramos un rio en la lejanía. Parecía ser un gran
ambiente para descansar, me gustaba lo que estaba sucediéndonos, después de
todo no era tan malo. Tendría paciencia con Alessandro, esperaría a que me
contase todo en su momento. Luego de unas horas volvimos a la hacienda y nos
cambiamos por nuestros bikinis, bueno los que Alessandro nos compró,
estábamos disfrutando bastante de la piscina y el sol veraniego que nos ofrecía
México. Moria de sed por lo que fui en búsqueda de agua, camine hasta la
cocina, pero escuche a algunos hombres de Alessandro reunidos en la parte
posterior, tomando cerveza y jugando cartas al parecer.
—¿Qué creen que haga el señor cuando se entere del traidor? —preguntó uno de
ellos.
—Nada bueno, ya sabemos de lo que es capaz—respondió otro y sentí erizarse a
mis vellos.
—¿Nada del otro cargamento? Debió haber sido enviado hace unos días—
preguntó otro.
—¡Dejen de hablar del Alfa y ocúpense de sus cosas! —ordeno Samuel, podía
reconocer su voz. ¿De que estaban hablando? ¿Por qué se referían a él como
Alfa?
—Si beta, como ordene—respondieron.
¿Qué es un Beta? ¿Alfa? Es numerología griega, lo vi en la universidad. ¿Acaso
eran nombres claves? No comprendía mucho, así que estaba por seguir
caminando, pero fui atrapada por samuel.
—¿Escuchando conversaciones ajenas? No le gustara nada al señor...—preguntó
cruzándose de brazos.
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Habíamos regresado a la tan aclamada ciudad, me costó trabajo convencer a
Samuel de que no había escuchado mayor cosa en su conversación con aquellos
hombres. Pero lo había conseguido, por suerte, le caía bien. Y no me delataría
con Alessandro, quien ya por fin se encontraba bien. Las cosas habían cambiado
bastante, ya no bailaba para él. Lo cual era algo aburrido, me gustaba bailar, es lo
que soy una bailarina. Leo me había escrito y fue muy tentador decirle que
volvería. Pero lo rechace inmediatamente, le había prometido a Alessandro que
no bailaría para nadie nunca más. Annie había regresado a su colegio, tenía
amigas y luego de las clases solía ir a sus casas o ellas venían. Era gratificante,
verla tan feliz y alegre. Las niñas eran de buena familia y muy bien portadas, solo
había una que era un poco rebelde.
Les había contado a Annie y Shels sobre mi especie de relación con Alessandro y
estaban mas que felices, no dejaban de hacerme preguntas y molestarme. La
verdad es que cuando me dijo que era detallista, no tenía ni la más mínima idea
de lo mucho que lo era. Me enviaba constantemente flores, pero no cualquieras si
no mis favoritas, girasoles. Era muy romántico y amaba eso de él, su corazón era
muy noble y sublime. Estaba terminando de asear el departamento cuando el
sonido del ascensor me sacó de mis pensamientos, Samuel se había vuelto mi
guardaespaldas personal. ¿Qué por que tenia uno? por elección de Alessandro,
claramente después de todo lo que había visto no me negaría nada de lo que
hiciera. Se acercó a mi con una bonita caja color rojo y un moño pomposo
blanco.
—Hola Samuel, ¿Qué es? —pregunté cuando me la tendió.
—Buenos días, señorita. Se lo envía el señor, dice que espera que le guste—
respondió contento, la recibí y se marchó.
Camine a la isla de la cocina y la deje reposando sobre ella, le quite la tapa y mis
ojos viajaron por el hermoso contenido, estaba llena de pétalos y tenia una nota
encima. “Te espero hoy a las 3, tengo una sorpresa para ti”. Sonreí como tonta
mientras veía su perfecta caligrafía, ¿Mas sorpresas? ¿Qué planeaba? Sentí
nervios de solo imaginarlo, moví los pétalos y sentí una tela y dos cajas de
terciopelo. Saque de ella un precioso vestido largo, ceñido al cuerpo, pero suelto
de la cintura para abajo, su color salmón me cautivo. Las cajas de terciopelo eran
accesorios, aretes y un collar para acompaña tan preciosa prenda. No podía creer
lo romántico que era este hombre, me enloquecía con todo lo que hacía por mí.
Pero mi corazón se lo ganó cuando hizo todas esas cosas por Annie mientras yo
estaba hospitalizada y claro que el que Annie lo quisiera tanto, también era un
plus. Simplemente era increíble que todo esto me estuviera pasando, por mucho
tiempo he estado sola, centrada y dedicada a darle la mejor vida a mi sobrina. En
sacarla adelante y trabajar muy duro, llegue a tener doble trabajo, todo por pagar
las deudas que nos había dejado Hannah. Pero por suerte conseguí aquel trabajo
en el bar de leo, si no nunca hubiese conocido al hombre que me cambio la vida,
Alessandro. Y aunque es un enigma para mí, disfruto ir resolviendo poco a poco
el acertijo que él representa.
Termine de limpiar todo el departamento y me prepare una copa de vino, la lleve
al lujoso baño de mi habitación y llene la tina. Me tomaría un día de relajación y
sobre todo cuidado personal, debía lucir hermosa esta tarde. Vertí algunas sales y
esencias en la tina, haciendo burbujas, comencé aplicándome una mascarilla para
el rostro y cabello. Me desnude y entre a la tina, coloque música en mi teléfono y
me metí sintiendo la letra de la canción. Me sentía muy bien, relajada, tranquila.
La duda pico mi cabeza y aproveche el tiempo a solas para leer un poco,
investigue en Google, la numerología griega para poder entender a que se
referían con “alfa” “beta”. ¿Acaso se coordinaban siguiendo la numerología? Es
decir, el alfa (jefe) es Alessandro, el beta (de confianza) Samuel y así iban
subdelegando, ¿O hacia referencia a otra cosa? Mi cabeza daba vueltas
intentando comprender, había muchas más páginas que hacían referencias a
leyendas populares de manadas de hombres lobos y esas eran sus jerarquías,
¿Hombres lobos en serio? ¿Dónde estamos en Disney? ¿Para ser cosas
fantásticas? No lo creo, me reí de mi misma mientras le daba un sorbo a mi copa.
Me había pasado un largo rato leyendo, hasta que algo me desconcertó
totalmente.
<Cuando un alfa de una manada de hombres lobos, encuentra a su otra mitad
(mate) su lobo interior logra reconocerla, ya que esta tendrá un olor peculiar, la
mayoría de veces se asocia a vainilla y flores. El alfa gruñe un poderoso “Mia”,
anunciando que encontró a su alma gemela.>
<También como lo indica la tradición, debe marcarla como suya, para compartir
el vínculo de mates, “comunicación telepática” >
¿Qué carajo significaba esto? Sentí revolverse a mi estómago, era una simple
casualidad, ¿verdad? Los hombres lobos son una fantasía, una leyenda, así como
los vampiros, brujos, hadas. Todo es fantástico, no existe, no es real. La escena
del evento privado se repite una y otra vez en mi cabeza, su fuerza sobrehumana,
su manera de gruñir y decirme “Mia”. ¡El lo dijo! “No te dije Mia por tu nombre”
¿Qué carajo quiere decir eso? ¿Acaso Alessandro es un hombre lobo? Me
carcajee sin poderlo evitar, era imposible. No es real, solo es una leyenda o mito.
Sacudí mi cabeza ahuyentando los pensamientos sin sentido que generó mi
mente, no podía creer que por un momento en realidad creí que Alessandro era
un hombre lobo. ¿En qué cabeza cabía semejante insensatez? No podía creerlo,
termine duchándome. Mi cabello estaba reluciente gracias a la mascarilla y mi
rostro igual, eran las dos, tenia una hora para alistarme. Tome el vestido y lo pase
por mis brazos, era sorprendente el excelente gusto de Alessandro en cuando de
moda se trataba, combine el vestido con unos tacones en punta blancos. Mi
cabello lo ondule y me maquille muy poco, solo resaltando mis labios con un
sutil rosado. Estaba lista para mi cita con Alessandro Silver.
Estaba por bajar al lobby cuando por mi ventana entro un avión de papel, me
sorprendió mucho. Pensé que seguramente a algún niño del edificio de enfrente
se le había volado, pero cuando la tomé en mis manos. Tenía escrito algo, la
desenvolví.
“Querida Mia Boland, ¿Quieres saber quien es realmente Alessandro Silver? Te
aseguro que es mucho mas que un simple empresario, millonario y guapo.
Llámame”.
Baje desconcertada y con algo de temor, no entendía mucho sobre esa nota.
¿Quién podía ser? ¿Qué era lo que yo no conocía? Al llegar al lobby, saludé al
guardia y salí al pórtico, Alessandro estaba parado al lado de su auto. Lucia
impecable, con su traje de diseñador en color azul marino. Estaba recién afeitado
y podía notar que también se había cortado su cabello. Baje las escaleras al
encuentro y me acerque sutilmente hasta él, sentía un extraño cosquilleo por toda
mi columna vertebral. Me atrajo hacia él con fuerza y deposito un suave beso en
mis labios.
—Estas hermosa, Mia—saludó al separarnos, por la falta de aire.
—Gracias, tú también luces muy bien—respondí sonriente—, ¿A dónde vamos?
—Es una sorpresa, mi lady—dijo galante, abriendo la puerta del auto.
Subimos juntos y el chofer condujo, mientras samuel se encontraba de copiloto.
Ese toque misterioso me gustó, Alessandro entrelazo nuestras manos y las apoyo
en su pierna. Un gesto muy romántico de su parte, tenia un poco de nervios
porque no sabía que sorpresa podría tenerme. El camino se me hacia eterno,
mientras Alessandro hablaba por teléfono, entendía que estaba resolviendo algo
de sus negocios.
—Perdóname, quería dejar todo en orden, para pasar la mejor velada contigo—
dijo—, Pero se me escaparon unos pendientes.
—No te preocupes, comprendo—respondí. Le había enviado un mensaje de texto
a Shels para que pasará por Annie.
—¿Qué tal tu día? —preguntó.
—Aburrido, no me gusta pasar en casa. Quiero trabajar—respondí.
—Lo harás, te conseguiré entrevistas—respondió—, ¿En que tienes experiencia?
—Bueno, no acabe la universidad. Pero se de contabilidad y finanzas. —respondí
encogiéndome de hombros—, Soy bailarina, buena vendedora y pastelera.
—Increíble, mi chica sabe muchas cosas—dijo llevando nuestras manos a su
boca y dándole un casto beso. —, ¿Y si te colocó un negocio donde seas tú
propia jefa?
—Seguiría siendo tuyo—respondí suspirando.
—¿Y que te parece si nos hacemos socios? Yo coloco el dinero y tu lo llevas a
cabo. Será como un préstamo, mensual me pagas cuotas hasta que sea totalmente
tuyo. ¿Qué te parece? —preguntó sonriente. —, Lo se soy un genio, vamos
acepta.
—Me gusta esa idea, siempre quise tener un café-bar. Hornear muffins y preparar
café por el día y por la noche ofrecer tragos—respondí convencida.
—Me gusta, dalo por hecho—respondió sonriendo triunfal. —, Mañana mismo
me encargare de todo, tu tranquila.
—Muchas gracias, Alessandro—respondí dándole una sonrisa sincera.
—¿Alessandro? ¿Puedes usar cualquier mote para mi y usas mi nombre? —
pregunto indignado.
—¿Cuál te gusta? ¿Amor? ¿Cariño? ¿querido? —pregunte divertida.
—Todos me gustan, si salen de tu boca—respondió, acariciando mis labios con
sus dedos.
—Eres un cursi…—dije sonriente.
—Y tu una preciosa—respondió besando mi mejilla, me sentía avergonzada un
poco. Al sentir la mirada divertida de Samuel, quizá disfrutaba ver a su amargado
jefe ser tan dulce como la miel.
—Tú también lo eres—respondí, acariciando el dorso de su mano con mi pulgar.
Intentaba distraer mi mente, no pensar en todo lo que había leído y la extraña
nota que me enviaron a mi habitación. Digo, ¿Cómo pudieron enviarme un avión
de papel? Pero lo que más me interesaba, era ¿Por qué afirmaban saber sobre
Alessandro? Mas preocupante, decirme que no era lo que pensaba, ¿Acaso
Alessandro era una mala persona? ¿Quién era realmente? Ahora que lo pensaba,
no sabia mucho de él. ¿Tiene familia? ¿sus negocios son legales? Estaba segura
que había algo extraño en todo esto, llamaría al numero que me enviaron sin
dudarlo. Pero de momento quería entregarme a las sensaciones que él provocaba
en mí.
El auto se detuvo en un aparcamiento muy grande, no había nada, hasta que
localice un helicóptero en el fondo. Bajamos del auto y caminamos hasta subir en
él, tenía miedo, nunca había subido en uno. Solo en el jet claro, me dieron una
especie de audífonos, los cuales bloqueaban cualquier sonido, era bueno porque
el ruido que hacía era tedioso. Aterrizamos en una planicie, al mirar más allá
note que era un lugar fantástico, había muchas luces tipo navideñas que
adornaban el camino de tierra, con faroles y moños. Se veía muy mágico, al
llegar noté un lago oscuro, un hermoso muelle de madera color caoba algo
antiguo pero muy acogedor y una cabaña con un balcón precioso. Alessandro fue
el primero en bajar y ayudarme, caminamos hasta la entrada donde nos dirigieron
hasta el balcón, una mesa adornada muy hermosa nos esperaba, de fondo se veía
una cascada y el lago tenía luces flotantes, era maravilloso. Estaba sin palabras,
conmocionada y petrificada en mi lugar. Alessandro entrelazó nuestras manos y
estábamos caminando hasta la entrada de la cabaña.
—¿Dime por favor que logre sorprenderte? —pidió.
—Más que eso, cariño. Me has dejado anonadada, nunca nadie había hecho tanto
por mí, gracias—respondí en un hilo de voz, estaba por echarme a llorar de
alegría. Mis anteriores citas, siempre fueron un total desastre, esto era
maravilloso, parecía salido de un cuento de hadas.
—Y aun no termina, tengo mas sorpresas para ti. Te mereces todo lo bueno,
Mia—respondió. —, Y yo estoy para dártelo.
Quedándome nuevamente sin palabras, simplemente no podía creer que todo
aquello que siempre vi en películas me estuviera pasando. ¿Acaso me había
quedado dormida durante el trayecto y estaba soñando? Por instinto me
pellizque, dolió, era real. Me sentía muy agradecida por todo lo que Alessandro
hacía por mí, por Annie. Pero esta cita, simplemente supero mis expectativas
sobre “la cita perfecta”. Entramos a la cabaña, tenía una separación donde había
unos sofás muy elegantes, una cocina a la derecha y al fondo el balcón que tenia
una vista increíble del lago, el cual estaba iluminado por luces flotantes, todo era
mágico. Salimos a la terraza, estaba puesta una mesa con una cena fantástica para
dos personas, copas, vino y cubiertos. Nos sentamos y comimos la deliciosa
comida tailandesa, conversábamos de las cosas que han pasado entre los dos y la
conexión que tuvimos desde el primer día.
—Mia, eres una mujer independiente, genuina, parlanchina, pero muy
encantadora. Sé que hemos estado saliendo, pero no me gustaría estar sin
formalismo contigo. ¿Te gustaría ser mi novia? —preguntó tomándome por
sorpresa, casi escupo mi trago de vino sobre él, por la emoción. Tragué
rápidamente y sonreí como posesa, asintiendo repetidas veces.
—Claro que sí, no estoy tan loca como para rechazar a un hombre tan increíble
como tú—respondí acercándome a él y dándole un corto beso.
Sonrió al separarnos por la falta de aire, sacó una venda de su blazer y me cubrió
los ojos.
—Viene la mejor parte, cariño—avisó y sentí un hormigueo por toda mi
columna.
Me guiaba paso por paso, caminamos poco, hasta que quitó la venda de mis ojos.
La habitación era iluminada por una luz led suave y tenue de color azul cielo, una
cama con mantas blancas estaba en el centro, tenía pétalos de rosas rojas
esparcidos por todo el lugar, pero formaba un corazón y una luna llena. Había un
valde con hielo y dos botellas en la mesita de noche, alrededor de la cama habían
muchos ramos de girasoles, pero lo que más llamó mi atención fue un peluche de
un lobo color café gigante.
Lo bese con una intensidad que nunca antes había sentido, con necesidad. él no
tuvo problema alguno para devolverme aquel beso apasionado. Ambos nos
deseábamos desde el primer baile privado que le hice, sentíamos esa química
imparable, nos separamos para acomodarnos mejor en la acolchada y suave
cama. Nos volvimos a besar con más furor y necesidad, mis manos las enrede en
su cabello, mientras el me acomodaba a horcajadas encima suyo. Su lengua se
introdujo en mi cavidad bucal con intensidad, demandando el control de la
situación. Con fuerza, apretándome hacia él, queriendo traspasarme con su solo
tacto.
Corrientes eléctricas subían y bajaban por todo mi cuerpo, sintiendo la
electricidad del momento y las vibras de aquel beso. Mis manos tomaron el
control quitándole su blazer, para seguir con su camisa, acariciaba su torso una y
otra vez mientras el bajo las mangas de mi vestido hasta dejarlo caer por mi
cintura. Mis ojos no dejaban de mirarlo, era imposible no querer besarlo viendo
esas pupilas tan grandes, llenas y cargadas de deseo. De hacerme suya, de
sentirme y no podía culparlo me sentía igual siempre que lo veía, tan apuesto, tan
romántico, pero sobre todo tan detallista. La lujuria y el deseo irradiaban todo su
brillo a través de sus ojos, baje mis manos hasta su pantalón, sintiendo como él
me deseaba también de la misma manera que yo a él. Se separó un poco de mi
permitiéndome quitárselos con más eficacia, al mismo tiempo que aprovecho
para quitarme por completo el vestido, dejándolo tirado a un lado. Seguimos con
más y más besos mojados, haciéndome estremecer, sus manos juguetonas
pasaban por mi espalda, hasta mis nalgas, para luego presionar por mi zona v, por
un momento se separó mientras me observaba fijamente.
—Eres solamente Mía, muy mía—gruñó en mi oído, mientras masajeaba mi
clítoris.
—Soy tuya, Alessandro—respondí jadeante, deseosa de mas y que no se
detuviera.
—Buena chica, muy bien—respondió mientras movía su dedo más y más,
presionando, jugueteando. Haciendo que se hinche y lo desee más.
Seguimos besándonos con más fiereza que nunca, yo cedí a cada toque, mientras
hacía lo mismo con él. Se posiciono frente a mí, dejándome con suavidad debajo
suyo. Beso mis pechos, mientras lamia mis pezones, luego dejo un camino de
besos mojados por todo mi cuello y pecho hasta llegar a mi intimidad
nuevamente, esta lo reclamaba a él y solamente a él, su lengua recorrió cada
extremo de mí, haciendo que mis piernas temblaran como si tratase de una
gelatina aguada, de esas que no cuajan, sentí algo totalmente nuevo para mí,
había conseguido llegar al orgasmo más placentero que nunca imagine poder
llegar a sentir. Mi cuerpo jadeaba a la vez que sentía innumerables espasmos de
puro placer. Sonrió enormemente al verme de esta manera, una sonrisa de
satisfacción fue lo último de su parte, para tomar la bolsita plateada que esperaba
en la mesita de noche, sacar el condón, colocárselo y luego deslizarse dentro de
mí. Lentamente, como si su solo tacto pudiera hacerme daño, pero al ver mi
expresión se tranquilizó, yendo mucho más rápido. Cada embestida era causante
de colisiones de placer dentro de mí. Una a una me transportaba a otra galaxia,
una lejana, inexplicable. Cada vez que aceleraba el ritmo, me besaba con más
fuerza. Los gemidos sonaban fuertemente dejando un eco en aquella cabaña, no
había nadie que pudiera escucharme y eso lo hacía todavía mejor. Por su
expresión supe que también estaba llegando a su clímax, lo confirmo cuando
sentí como se llenaba el condón y su cuerpo caía rendido sobre el mío. Luego de
tomar una merecida ducha, permanecí desnuda, porque así el lo pidió. Mientras
me sentaba a su lado enrollados en las mantas y disfrutamos una copa de
champan.
—Brindo, por haberte encontrado—dijo inclinando su copa hacia mí.
—¿Haberme encontrado? —respondí confundida.
—Llevo años buscándote, por no decir siglos…—respondió enigmático, lo bese
sin saber que decía la verdad.
Desperté sintiendo los rayos de la luz del sol en mi cara, se filtraban por la
ventana abierta. Me removí un poco en la cama, empujando sin culpa a
Alessandro. Lo vi dormido, disfrutando sus horas de sueño. La luz adornaba su
rostro, dejándole verse mas guapo de lo común. Intente levantarme, pero me
abrazo con fuerza, atrayéndome.
—¿A dónde vas? —preguntó con su voz ronca, adormilada.
—Quiero prepararte el desayuno…—iba a continuar, cuando fui interrumpida
por disparos.
¿De nuevo? ¿Disparos? Los gritos de samuel resonaban por toda la cabaña, me
asusté y abrí mucho los ojos cuando Alessandro sacó un arma de su mesita de
noche. Se vistió rapidísimo y yo solo alcance a colocarme el vestido, me tomo de
la mano y me arrastró fuera de la cabaña, corría mientras me llevaba a rastras, me
molestaba las piedras el camino. Apuntaba a todos lados, disparaba por sus
alrededores. ¿Qué estaba pasando? Me subió bruscamente a la camioneta,
mientras sus hombres cubrían el lugar, el subió al piloto, me gritó que me
agachara lo mas que pudiera y cubriera mi cabeza con mis brazos. Solo alcance
asentir, no podía hablar, estaba muy asustada. Encendió el auto y escuche el gritó
desgarrador de samuel, Alessandro dio retroceso y luego acelero el auto, se
detuvo un minuto en el cual samuel subió rápidamente al asiento de copiloto.
Podía ver como sacaba la mitad de su cuerpo y disparaba. No entendía habíamos
venido en helicóptero, pero ya no estaba. ¿Qué había pasado? ¿Qué estaba
ocurriendo? No comprendía nada, tenia los nervios a mil por hora y mi corazón
latía con mucha fuerza. Alessandro conducía muy rápido, no reconocía el camino
por el que estábamos yendo, ya que habíamos venido por aire. La carretera se
veía vacía y poco concurrida, los disparos se disiparon y respire con tranquilidad.
—Ya puedes sentarte, Mia—dijo Samuel.
—¿Qué carajo fue eso? ¿Disparos otra vez? —pregunte confundida, quería
respuestas. Samuel le dio una mirada asustadiza a Alessandro, quien acomodo el
retrovisor y me miró fijamente.
—Te dije que después hablaríamos de esas cosas, de momento estamos a salvo—
respondió en seco, ¿Dónde había quedado ese dulce y romántico hombre de
ayer?
—Esto no me gusta, merezco saber que carajos es todo esto—respondí—, ¡Es la
segunda vez que pasa!
—No es momento, Mia—respondió Alessandro respirando profundo.
—¿Y qué? ¿De nuevo tengo que tomar a mi sobrina y amiga y llevarlas a tu casa
de descanso? —pregunte de mala gana cruzando mis brazos.
—No será necesario, solo aguarda un poco. Te lo diré todo luego—respondió
suspirando con suavidad.
Permanecí en silencio, el regreso a la ciudad fue tardío. Notaba las miradas de
Alessandro por el retrovisor, pero las ignore. Estaba muy molesta, ¿Por qué nos
recibían a disparos dos veces? ¿Acaso este hombre esta acostumbrado a eso? No
podría simplemente verlo como algo tan normal, porque claramente no lo es. Me
preocupaba que algo nos pudiera suceder en esos encuentros, una bala perdida y
una muerte segura. Yo tenia todo que perder, si me pasaba algo Annie quedaría
sola y eso era algo que no estaba en mis planes. Luego de dos horas y veintidós
minutos finalmente llegamos a la ciudad, resople algunas veces. No me gustaba
no saber lo que pasaba en mi entorno, ¿Por qué simplemente no me decía que era
lo que realmente estaba pasando? ¿Tan difícil era decírmelo? ¿Acaso es tan malo
como para no querer contármelo? Tenia muchas preguntas y como siempre pocas
respuestas. El auto se detuvo frente al edificio y me baje sin musitar palabra
alguna.
—¡Mia! ¡Mia! ¡Espera! —gritó Alessandro, mientras se bajaba del auto. Pero ya
había subido al pórtico y no pensaba detenerme, entré y cerré la puerta del
recibidor en sus narices. Si no tenia la llave no podría pasar, pedí el ascensor y
subí a mi piso.
Al llegar note que olía delicioso, moría de hambre. Shels y Annie estaban
cocinando juntas, al verme enloquecieron y vinieron hasta mí.
—¡Tía! —saludo Ann corriendo hacia mí, la abrace con fuerza.
—Hola mi amor, ¿Cómo estás? —le pregunté besando su cabeza.
—¡Bien tía, todo genial! ¿Cómo te fue en tu cita con el guapetón de Alessandro?
—preguntó divertida, meneando sus cejas de arriba abajo.
—¿Qué hay amiga? ¿Cómo les fue? —preguntó Shels, luego de que Annie me
saludara.
—Un cuento larguísimo, se los contare mientras comemos. Muero de hambre—
respondí.
Por suerte Alessandro no subió, quizá entendió que necesitaba mi espacio.
Asimilar que esta enredado en algo extraño, porque pase analizando durante todo
el viaje la situación. ¿No es extraño que cada vez que estamos juntos lo ataquen?
Es porque baja la guardia, tiene menos seguridad. Lo que me lleva a creer que él
pertenece a algo ilegal. Y por eso tanta riqueza, dinero, lujo. ¿Acaso estaba
dispuesta a pertenecer a ese mundo? No estoy segura, desde niña me criaron
creyendo en valores y principios, no podría simplemente hacer la vista gorda y
ya. Suspiré con cansancio y me senté en la isla con Annie y Shels, mientras
desayunábamos les conté todo sobre la cita y como me había pedido ser su novia.
Claro que no les dije de nuestra noche y mañana llena de acción. Primero tenia
que cerciorarme de que no era lo que pensaba, por lo que recordé al avión de
papel. Necesitaba saberlo todo, lavé los platos y fui a mi habitación. Busqué mi
móvil y recordé que no tuve tiempo ni de recoger mi bolso o zapatos, suspiré y le
pedí el móvil a Shels.
Marque el numero escrito en el papel y luego de dos pitidos me atendieron.
—¿Hola? ¿Quién habla? —respondió una voz femenina.
—Hola, Soy Mia Boland y quiero saberlo todo sobre Alessandro Silver—
respondí en voz alta.
—Sabia que me llamarías, Mia. Eres una mujer inteligente y protectora, te
enviare la dirección de un café. Te espero allí a las cuatro de la tarde—respondió
colgándome.
Me moría de nervios por el simple hecho de no saber de quien se trataba, ¿Qué
tal si era una trampa de esas personas que quieren muerto a Alessandro? ¿Esas
que nos disparan? Todo podía ser posible, pero quería respuestas y sabía muy
bien que él no me las daría, no todavía. Y yo necesitaba saberlo todo, porque por
mucho que quisiera a ese hombre, primero siempre estaría Annie.
Había conversado con Shels todo lo que había sucedido, estaba tan asustada y
confundida como yo. ¿Por qué todo era tan complicado? Nunca me había puesto
en el plan de conocer o salir con nadie, ¿Por qué cuando por fin decidía hacerlo
pasaban estas situaciones? ¿Acaso moriría sola? Respiré con profundidad y tomé
mi bolso, eran cerca de las tres y media de la tarde. Estaba lista para saber un
poco mas de quien era realmente Alessandro.
—Shels, Annie, ya me voy—avise—, ¡Les deje preparado café con galletas!
—Adiós tía, cuídate mucho por favor—respondió Annie.
—Tranquila amiga, estaremos bien—respondió Shels.
Baje tranquila en el ascensor, mientras mi mente daba muchas vueltas. ¿Quién
era específicamente la mujer que se había comunicado conmigo? ¿Acaso alguna
ex novia? ¿Alguna ex esposa? ¿Quién podría ser? Me preguntaba sin parar, al
llegar al pórtico note a los hombres de Alessandro haciendo guardia. No podía
dejarme ver por ellos, así que con cuidado de ser vista salí por el área de la
piscina, atravesando la residencia y saliendo por la puerta del otro edificio. Tome
un taxi y le pase la dirección que me había enviado la mujer, al llegar me sentí un
poco mas tranquila, era un lugar concurrido y público. ¿No podían hacerme nada
en un lugar abierto verdad? Siguiendo las indicaciones del mensaje, entre y
pregunte por la mesa numero ocho. Estaba al fondo, un poco retirada de las otras.
Tome asiento y mire en mi reloj de muñeca la hora, aun faltaban diez minutos
para las cuatro de la tarde. Después de unos minutos, una mujer rubia, de tez
blanca, pecas y vestida de negro, apareció en mi campo de visión. Sentándose
frente a mí, con una sonrisa.
—Mia, un gusto conocerte soy Heather—saludó extendiendo su mano, la
estreche sin presentarme pues eso ella ya lo sabía—, Se que tienes muchas
preguntas y yo tengo las respuestas, ¿Te parece si pedimos algo de tomar?
—Si, lo necesitare. Usted parece conocer todo de mí, pero yo no sé ni siquiera
quien es usted—respondí confusa.
El mesero hizo aparición y nos tomó la orden, había pedido un café bien cargado
con un muffin de Nutella. Mientras la extraña del papel de avión que ahora sé
que se llama Heather, pidió un chocolate caliente con una magdalena. Estaba
muy nerviosa, verla sentada frente a mi con aquella seguridad, imponencia y
determinación. Me hacia sentir insegura y pequeña, como si fuera una simple
hormiga delante de un elefante. ¿Quién era ella? ¿Qué quería de mí?
—Adelante, pregúntame lo que gustes—dijo escrutándome con su mirada.
—¿Quién es usted? Digo, ya me ha dicho su nombre. —respondí
atropelladamente, su mirada me intimidaba un poco.
—Soy agente de la DEA, ¿Sabes lo que es? —preguntó, el hecho de que me
tratara con tanta confianza, me daba miedo.
—Por supuesto, la administración de control de drogas. —respondí asintiendo, el
mesero nos sirve nuestro pedido y le doy las gracias, mientras mi mente procesa
la información recibida. ¿Qué hace una agente hablando conmigo? ¿Cómo es que
ella puede saber tanto de Alessandro? ¿Acaso Alessandro es un agente? —, ¿Y
que tiene que ver su profesión con Alessandro? Digo, usted menciono que me
diría quien es él.
—Eres muy inocente, Mia—respondió con una sonrisa de lado, como si sintiese
pena por mí. ¿Por qué me sentía inferior a ella? —, Alessandro es el jefe de un
cartel muy reconocido en todo el país y me atrevería a decir que en el mundo.
—¿Qué? ¡Esta loca! Alessandro seria incapaz de eso—respondí a la defensiva.
—, él no es un delincuente, es empresario. Tiene muchas acciones en diferentes
negocios, no puede ser cierto lo que usted menciona…
—Repito, eres muy ingenua, cariño—respondió bebiendo de su taza—, No te
has preguntado, ¿Por qué siempre lo atacan? Digo, no creo que no hayas estado
en alguna balacera.
—Si, pero eso es porque es alguien muy reconocido y…—defendí, pero me
interrumpió con una carcajada. La mire con molestia y mucha indignación.
—¿Es en serio? ¿Crees que le disparan para robarle o cómo? —respondió entre
risas, como si fuese el mejor chiste—, Cariño, Alessandro tiene el mayor negocio
de lavado de dinero de todos estados unidos. —mencionó y casi escupo mi café
en sus narices.
—¿Lavado de dinero? ¿Qué es eso? —pregunte confundida.
—Produce dinero falso, lo cambia por dinero real. Es un negocio muy antiguo,
con el cual llevamos años luchando—respondió segura—, Lo transporta desde
Canadá donde tiene su imprenta, en los negocios que tiene alrededor del país
cambia esos billetes falsos por dinero legítimo. ¿Comprendes?
—¡Eso no puede ser cierto! Alessandro es un hombre honrado, señora—respondí
mirándola mal. —, Es una buena persona, yo he visto su bondad y el inmenso
corazón que tiene.
—Eso lo dices porque estas enamorada de él, no es real. —respondió regia—, Es
un delincuente y uno muy peligroso, la mafia es un tema delicado, Mia.
—¿Tiene pruebas de lo que me esta afirmando? Porque de lo contrario, solo sería
difamación— respondí cruzándome de brazos.
Mi pecho dolía, no podía ni siquiera imaginar que era cierto todo lo dicho por
esta mujer. ¿Alessandro era realmente un delincuente? ¿Acaso me ha mentido
todo este tiempo? ¿He estado exponiendo a Annie? ¡No puede ser cierto! ¡Ella
esta mintiendo! La vi sonreír triunfal mientras rebuscaba dentro de su cartera,
saco un folder y lo deslizo por la mesa hasta mis manos.
—Échale un vistazo, estoy segura que entenderás mejor la situación en la que
estas inmiscuida—respondió segura, lo recibí sin siquiera atreverme a mirarla.
Al abrirlo me encontré con muchas hojas, algunas tenían fotografías, otras
informes del departamento de inteligencia. Trague en seco, no podía ser cierto.
Las fotografías eran de Alessandro reuniéndose con hombres que en otras
estaban señalados como los encargados de la producción del dinero. Las
máquinas, los montones de billetes, los negocios en los que cambiaban el dinero.
Todo estaba ahí en la carpeta, no podía creerlo. Esto no podía ser real, no podía
simplemente imaginarlo. ¿Alessandro era un mafioso? Estaba enamorada de un
delincuente, había expuesto a mi sobrina al hombre mas peligroso del país.
Porque eso decía en el informe de conducta, que era un hombre despiadado,
cruel, extra peligroso y un asesino de primera. Las lágrimas hicieron presencia en
mi rostro, era inevitable no sentirme engañada y peor aun usada. ¿Acaso el
negocio que me propuso Alessandro era para usarlo para lavar su dinero falso?
¿Pretendía usar mi sueño de tener un café para su sucio negocio?
—Si esto fuese real, ¿Por qué no la capturado? —pregunté, mi corazón estaba
roto. —, ¡Responda! Tiene pruebas, esto demuestra lo que hace. ¿Por qué no lo
ha llevado a un juez?
—Porque no son suficientes pruebas, no conseguiría que pague todos sus delitos.
—respondió firme—, Por años hemos intentado infiltrar a chicas en la vida de
Alessandro, pero siempre las descubre y adivina lo que hace con ellas…
—¿Qué? —pregunte temerosa.
—Las asesina a sangre fria. —respondió fría, sentí recorrer un escalofríos toda
mi columna vertebral.—, ¿Segura que es bondadoso?
Mi mente estaba nublada, había dejado de escuchar. Mi vista se desenfoco y
trague mucha saliva al mismo tiempo. ¿Qué era esto? ¿Una broma de muy mal
gusto? ¡No podía ser cierto! ¡Me negaba a creerle a esta extraña! Estaba mareada
y tenía nauseas, no podía ser verdad, él no era un asesino, mucho menos un
mafioso, no era ningún delincuente. ¿o sí?
—Cálmate, Mia—dijo—, Estas muy pálida, toma un sorbo de tu café tiene
azúcar—pidió y asentí. —, No me gusta mentir, míralo tu misma. Son los
reportes de la medicina forense, los cuerpos de las chicas eran hallados en
terrenos a nombre de Alessandro.
Respirando profundo y armándome de valor, tome las hojas que me entregaba.
Desdoblándolas y con mucho temor las leí. Habían sido tres chicas en total, las
cual intentaron entrar en la vida de Alessandro de una manera romántica, su fin
era espiarlo y mantener al tanto a la DEA. También conseguir pruebas
contundentes, pero ninguna había salido con vida. Todas al ser descubiertas por
pequeños errores, eran asesinadas. Pero esa no era la peor parte, al hacerle las
autopsias encontraban signos de tortura, amputaciones, cortes y demás
atrocidades. Estaba perpleja, petrificada, inquieta. Y muy asustada, era un
monstruo. Claro si todo era cierto, me había juntado con el hombre mas
despreciable del mundo.
—¿Y qué papel tengo yo en todo esto? —pregunté luego de respirar
profundamente un buen rato.
—Buena pregunta, te investigamos apenas te vimos intimar con Alessandro—
respondió bebiendo su chocolate caliente—, Queremos reclutarte.
—¿Reclutarme? ¿Enloqueció? ¿Cree que después de ver lo que les sucede a las
que lo intentan lo haría? —respondí aterrorizada—, ¡Tengo una sobrina que
depende de mí!
—Mia, por lo que hemos logrado investigar. Esta muy enamorado de ti, lo que
ha hecho por ti nunca lo ha hecho antes por nadie. —respondió segura—, Es una
buena oportunidad, tienes que trabajar para nosotras. Te pagaremos muy bien,
además de ofrecerle seguridad extrema a tu sobrina y amiga.
—La respuesta es no, señora. No me arriesgaré, mucho menos a mi sobrina.
Bastante lo hice ya, estando con una persona a la cual no conocía ni un poco—
respondí.
—Yo que tú, lo pensaría mejor, te recuerdo que si no lo haces pasarías a ser
cómplice del cartel. —respondió—, Por lo que podrías ir a prisión y tu linda
sobrina se iría a protección infantil, donde seguramente le asignarían una casa
hogar. ¿Es lo que deseas para ella?
Palidecí, su frialdad era totalmente sorprendente. Nunca había conocido a una
mujer tan fría, pero sobre todo tan seca. ¿Acaso no tenia hijos? ¿Familia? ¿Cómo
podía actuar de esa manera? Estaba atemorizada y lloraba sin ser consciente, no
podía ni siquiera imaginarme un mundo lejos de Annie, ella siendo enviada a una
casa hogar. ¡Me rehusaba! No podía solamente aparecerse y pretender que trabaje
para ella por obligación, Alessandro no podía ser todo eso. Seguramente estaba
ocultándome algo, pero estaba segura que no esto. ¿Qué había de malo con esa
chica?
—Es usted una despreciable mujer, no le permitiré usarme para su lucro. —
respondí levantándome de la mesa—, Fue una muy mala idea haberla llamado,
solo le diré que no cuenta conmigo. No estoy dispuesta a trabajar con ustedes,
haga lo que crea pertinente. Pero recuerde una cosa, yo no soy culpable de nada y
si me alejo de él no tendrá como comprobarlo. Además, he grabado nuestra
conversación desde que comenzamos a hablar, si usted intenta quitarme a Annie,
no descansare hasta terminar con su carrera en el departamento. Y recibirá una
denuncia de mi parte. Feliz tarde, Heather.
Salí hecha un manojo de emociones, estaba totalmente afectada por lo mucho que
había visto y por lo dicho por parte de esa mujer. Quería usarme para su
beneficio, como una rata de laboratorio. Ella misma me había mostrado lo que les
sucede a las chicas que intentan infiltrarse de esa forma en la vida de Alessandro.
Si era cierto o falso, no estaba dispuesta a descubrirlo, tenía mucho que perder y
nada que ganar. Pero ahora que lo pensaba tenia algo de sentido con la
conversación que había escuchado entre los hombres de Alessandro, justo cuando
fui descubierta por Samuel. Ellos mencionaban algo de un cargamento, ¿Acaso
era un cargamento de dinero falso? Podría ser, todo era tan incierto, que dudaba
hasta de los sentimientos de él por mí. ¿Qué podía hacer? Necesitaba
comprobarlo, pero confrontarlo no era una opción. ¿Qué podía decirle? “He sido
abarcada por una agente de la DEA y lo sé todo”. Claramente no sabía como
podía reaccionar y que tan malo podría ser para mí.
Baje del taxi dando un fuerte portazo, no me percate hasta que escuche la queja
del conductor. Me disculpe con él y camine al pórtico. Sin importarme que los
hombres de Alessandro me vieran, claro que sus miradas desconcertadas fueron
evidentes. Samuel fue quien me detuvo, con su brazo.
—Señorita Mia, ¿Cómo salió sin que nos diéramos cuenta? —preguntó
asustado—, Ya sabe que estamos en una situación compleja, no puede salir sin
protección.
—Samuel, puedes decirle a Alessandro que se vaya a la mierda—respondí—, No
quiero volver a verlo y no quiero que ustedes estén aquí cuando vuelva a salir, de
lo contrario llamare a la policía y diré que me están acosando.
Dejándolo consternado y muy confundido, continúe mi camino hasta el ascensor.
Caminaba con desanimo, perdida y sumida en mis pensamientos, era un zombie
andante. Al llegar a nuestro piso, noté que estaban viendo una película en el sofá
de la sala estar.
—¡Tía! —saludo Annie levantando su cabeza, corrió hasta mi abrazándome.
Sonreí, estaba loca esa mujer si pensaba que iba a permitir que me separaran de
lo único que llena mi vida.
—Hola mi amor, tengo que decirles algo a las dos—respondí, cuando Shels
caminó hasta mi curiosa por saber que me habían dicho. —, ¿Shels, tus padres
aun tienen esa casa de campo en Luisiana?
—Claro, es mía. ¿Por qué? —preguntó confundida.
—Tenemos que irnos por un tiempo, chicas—respondí—, Hay mucho en juego
en estos momentos, no permitiré que me quiten a Annie.
—¿Qué? —respondieron las dos atemorizadas al mismo tiempo.
—Se los diré todo cuando lleguemos, necesito que nuevamente empaquen todo
lo necesario. —pedí con pesar.
Sin oponerse y asintiendo me hicieron caso, odiaba tener que desestabilizar la
vida de ambas en cada momento. Pero nuestra vida había cambiado
drásticamente desde que permití el acercamiento con Alessandro. Claramente me
deje deslumbrar por todo lo que me ofreció, por los lujos, el dinero, por eso bien
dice el dicho “no todo lo que brilla es oro” y que cierto resultó ser. Me asomé por
la ventana y ya no estaba Samuel ni los otros, suspiré con tranquilidad. Me
apresure con las chicas a juntar nuestras pertenencias, intente llevarnos todo lo
posible. Media hora después, el taxi estaba afuera esperándonos, subimos todo y
le pedimos que nos llevará al aeropuerto. Por suerte podíamos viajar
nacionalmente solo con el documento de identidad, ya que no teníamos
pasaportes. Gracias a Alessandro tenia una buena suma de dinero en mi cuenta
por lo que podríamos mantenernos un tiempo y por supuesto buscaría un trabajo.
Llegamos al aeropuerto y compre tres tiquetes para Luisiana, Annie estaba triste
por dejar a sus amigas del colegio. Shels estaba tranquila, siempre quiso alejarse
de la gran ciudad y vivir en el campo. Ya que ella creció en ese lugar, suspire con
determinación, no podía seguir inmiscuida en la vida de alguien que ponía en
juego la estabilidad de mi familia, peor aun así era cierto todo lo que me dijo la
agente. Nuestro numero de vuelo fue anunciado por los altavoces y subimos al
avión tomadas de las manos, nos toco en la misma fila y respire con tranquilidad
cuando el avión despego.
—¿Puedes decirnos que esta sucediendo? —preguntó Annie triste.
—Alessandro resultó ser una persona…diferente, así que necesitamos alejarnos
de el hasta que nos pierda el rastro—respondí obviando el tema, no quería
desilusionarla ni romper su corazón, ella adoraba a Alessandro.
—¿Es una mala persona? —preguntó abriendo un poco su boca.
—Si, no nos conviene, Ann. Lo siento—respondí.
—Entiendo tía, no te preocupes—respondió—, Seré feliz siempre y cuando estes
contigo, tia.
Habíamos llegado a louisiana, tan mágica como siempre. Su aroma me envolvía,
tomamos el autobús que nos dejaba en el pueblo al que íbamos. No quedaba muy
lejos de la ciudad, si no poco mas de una hora. Era acogedor y muy rural, se vivía
de las siembras y cosechas durante las estaciones. También era conocido por sus
viñedos, los padres de Shels le heredaron una casa de campo cerca al lago, tenia
un viñedo, siembra de café y algunas hortalizas. Era el lugar perfecto para pasar
unos días hasta que saliéramos de la mira de la agente de la DEA y de
Alessandro. El taxi se detuvo frente al enorme recibidor de la casa de Shels, la
fachada era un poco antigua, pero seguía intacta, seguro la cuidaban muy bien.
Entramos y nos recibió una señora.
—¿Shelsey? ¿Qué haces aquí? —preguntó con sorpresa una señora muy mayor.
—¡Ana! ¡Mírate como estas de anciana! —respondió divertida mi imprudente
amiga—, Vine a pasar unos días, no sabia que tu cuidabas la casa.
—¡Anciana tu trasero! Yo soy como el vino, mientras más añejado mejor—
respondió divertida, me caía bien su buen humor—, ¿Quiénes son estas lindas
niñas? Y si, tu madre me dejo a cargo de la producción y cuidado de la casa.
—No tenía idea, creía que estaba abandonada—respondió Shels—, Ellas son Mia
y Annie, dos amigas, que son como familia.
—Entonces son familia para nosotros también, pasen—respondió sonriente—,
Llamare a Esteban, para que les ayude con su equipaje.
Luego de que la anciana se perdiera en el interior de la enorme casa, volvió con
un joven alto, muy apuesto y demasiado fornido. Su cuerpo musculoso dejaba
mucho que desear, Shels me dio una mirada cargada de sorpresa y admiración.
La cual correspondí con una sonrisa tímida.
—Chicas, el es Esteban, mi nieto—lo presentó, el nos dio una amplia sonrisa
mostrando sus enormes y blancos dientes.
—Yo soy Shelsey la dueña de la propiedad, ellas son Annie y Mia. —habló por
nosotras y solo le dimos un asentimiento.
—Eban, por favor lleva el equipaje de las señoritas a las habitaciones —pidió
amablemente la anciana, él asintió y busco la manera de cargar con todas
nuestras cosas. Mientras nosotras lo seguíamos, además de ser un bombón tenia
un semejante trasero. Que ni nosotras siendo mujeres fuimos dotadas con tan
buena obra de arte.
—¡Deja de babear, boba! —divertí dándole un codazo a mi amiga, quien no
paraba de mirarlo.
—¿Qué? Ni lo estoy mirando—se defendió con nerviosismo. —, ¿Ya viste su
botín? —susurró colocando su mano en la boca.
—¡Shels! —regañe mientras Annie se partía de risa.
—¡Cosas de mujeres adultas! —se quejó con diversión.
Nos reíamos de los comentarios que musitaba Shels, mientras admiraba al
caramelo que teníamos en frente. Finalmente nos guio por el interior de la casa,
hasta un circulo en el centro de la propiedad donde había una fuente de piedra. Y
alrededor de ella se encontraban las puertas con las habitaciones, como si de un
hotel se tratase. Nos asignaron una gran habitación a Annie y a mí, tenia dos
enormes camas acolchadas y altas, al pie había cofres de esos antiguos que
usaban para guardar ropa. También había una peinadora de madera enorme y
unos muebles, al fondo el armario y baño. El ambiente era acogedor y lugareño,
este pueblito siempre ha sido mágico. Tiene muchas leyendas y mitos, historia y
los lagos son deliciosos para el verano, sin duda alguna desconectaríamos
totalmente de la ciudad. Solo esperaba que Annie lo disfrutara y no se aburriera,
la ventaja es que había caballos y ella los ama. Por otra parte, también podíamos
trabajar un poco, era una suerte que tuviéramos en las vacaciones navideñas. Así
Ann no se atrasaba con sus clases.
intentaba alejar los malos pensamientos de mi cabeza, pero siempre conseguía
hacerme las mismas interrogantes, ¿Realmente Alessandro era todo eso? ¿Un
delincuente? ¿Cómo podría saber la verdad? No me sentía segura, por alguna
razón me sentía expuesta, ¿Acaso él nos podría encontrar? ¿O ella? ¡Todo era
posible! Ya no sabia en quien confiar. Suspire con frustración, mire a Ann,
dormía plácidamente en la acolchada cama. La cubrí con una manta y le di un
beso en la cabeza. Encendí mi teléfono luego de haberlo apagado en el
aeropuerto, sin si quiera fijarme en la cantidad exuberante de mensajes y
llamadas que tenia de Alessandro. Apenas el aparato encendió su pantalla, se
bugeo de la cantidad de notificaciones que llegaban. Espere con paciencia a que
finalmente recibiera toda la información y lo desbloquee, al apenas hacerlo me
entró una llamada de un numero privado. Seguramente era Alessandro, por lo
que no atendí. Siguió insistiendo y estaba harta, le diría unas cuantas cosas.
—¿Hola? —conteste con voz firme.
—Mia… ¡Por fin me contestas! ¿Tienes idea de lo muy preocupado que estoy?
¿Adonde te has ido? —preguntó con voz acelerada, como si estuviera realmente
preocupado, bufe.
—¿Acaso no te ha dado mi recado Samuel? —pregunté irónica.
—No, ¿Qué tenia que decirme el que no pudieras decirme tu? —respondió
confundido.
—¡Vete a la mierda Alessandro! No puedo creer que me hayas mentido todo este
tiempo, con esa fachada de hombre elegante y empresario, ¡Cuando lo que
realmente eres es un delincuente! ¡Lo se todo! ¿Y adivina? Lo averigüe por mi
cuenta, te ruego que me dejes en paz. Estaré fuera de la ciudad un tiempo y
espero que respetes mi decisión. —respondí firme, evitando que mi voz temblara
y se entrecortara. Me encontraba llorando, pero él no tenía por qué saberlo.
—¡Joder, Mia! ¡No es lo que crees! Déjame explicarte por favor, no quiero
perderte…—pidió.
—¿Ahora si quieres hablar? ¿Por qué ahora? ¿Por qué tienes miedo de perderme?
Las cosas no funcionan así, la comunicación es la base de una relación, si quieres
comunicarlo ahora por miedo a perderme. Pues estas muy equivocado y tienes
una idea de amor muy jodida—respondí con pesar, varias veces le pedí
explicaciones y nunca me las dio, las evadió siempre.
—¿Por qué estas tan agresiva? Esta no eres tú, Mia—respondió—, Comprendo tu
enojo por no haberte dado las explicaciones pertinentes, pero no es lo que crees.
No soy un delincuente, no de la manera en la que la crees.
—¿Sabes? La culpa ni siquiera es tuya, es mía por dejarme deslumbrar por tu
dinero, atenciones y caballerosidad—respondí sincera—, Nunca me abrí con una
persona como lo hice contigo y ahora no estoy segura de haber tomado la mejor
decisión.
—¡Ya basta! Esto no tiene sentido, necesito que hablemos y poder aclarar la
situación. Mirándote a los ojos para que entiendas que no te miento—respondio
dolido—, Mia, yo te amo… ¿Comprendes lo jodido que estoy? Cuando amas a
alguien es una bendición si esa persona te corresponde, pero se convierte en la
peor maldición si esa persona no siente lo mismo.
Me quede petrificada ante sus palabras, no podía creer lo que de su boca salía.
Trague saliva con lentitud, asimilando su confesión. ¿Realmente me amaba o
solo lo decía por miedo a perderme? ¿Por qué soy tan insegura? Porque en el
pasado me jodieron tanto el alma, que ahora dudo hasta de las palabras mas
bonitas. Mi mente daba vueltas, pero la sonrisa que se poso en mi boca me hizo
comprender que yo también lo amaba. Me había dado los mejores meses de mi
vida, se había ganado gran parte de mi con cada detalle, atención y gesto especial
que tenia para con Annie. Usurpo en mi corazón con una fuerza robándome los
miedos, las dudas, inseguridades y pesares, porque eso había hecho desde que lo
conocí. Pero el corazón y la razón no hablaban el mismo idioma, podía amarlo
mucho, pero no me convenia. Amar a un delincuente es como amar a un pollito
de colores, no dura mucho porque sus días están contados…
—¿Mia? ¿Sigues ahí? —preguntó con su voz ronca—, No nos hagas esto,
podemos arreglarlo…
—También te amo, Alessandro—respondí firme y pude escuchar un suspiro de
alivio de su parte—, Pero Annie siempre estará primero que cualquier hombre,
no estoy dispuesta a perderla. Lo siento…
—¿A perderla? ¿De que estas hablando? —preguntó confundido.
—Alessandro sé que eres perseguido por la DEA, me contactaron y amenazaron.
—respondí segura, no quería estar en medio de nada—, Esa chica dijo que me
quitarían a Annie si no colaboraba para ellos, no pienso hacerlo. Ella es lo único
y lo mas importante que tengo, jamás la pondría en riesgo por nada ni nadie. —
sentencie.
—¡Por un carajo, Mia! ¿Por qué no me lo dijiste? Ellos no te harán nada, mucho
menos te quitarán a Annie—respondió frustrado—, ¿Además crees que lo
permitiría? No quiero seguir hablando por un aparato, quiero verte. ¿Dónde
estás?
—Estoy muy lejos, no quiero estar en medio de lo que sea que tengas con la
DEA—respondí—, Te suplico que me dejes en paz, olvídate mi y de Annie.
—Lo hare, si me lo dices mirándome a los ojos, solo así cumpliré lo que me
pides—respondió tajante.
—No, no quiero que veas a Annie. Por favor, déjanos en paz, Alessandro. —
respondí, con el corazón roto—, Entiende que es lo mejor para ambos, adiós.
—¡Mia, no me cuelgues! Escúchame bien, te encontraré. No pienso perderte, no
después de tanto buscarte…—respondió, pero lo interrumpí, colgando.
Resople con pesar, no sabía en qué momento me había enamorado tan
profundamente de ese hombre. Era como si lo conociera de toda la vida, como si
ya lo amaba desde antes de conocerlo y luego de hacerlo se intensifico más. Así
se sentía, quemaba y dolía. Pero no había negado que era un delincuente, lo cual
dejaba mucho a mi imaginación. Pareció nervioso cuando mencione a la DEA,
como siempre con Alessandro tenia mas preguntas, que respuestas.
—¿Mia? ¿Estas despierta? —entró Shels, a la habitación sacándome de mi
ensimismamiento. Despeje mi mente y limpie los restos de las lágrimas que tenia
en mis mejillas—, ¿Has estado llorando? ¿Qué pasó?
—Nada, Shels. No te preocupes, ¿Qué ocurre? —pregunte recomponiéndome.
—¡Habla ya! ¿Qué ocurrió? —preguntó insistente, sentándose en la cama que me
encontraba, tomando aire le conté todo lo sucedido hace minutos y mi
conversación con Alessandro—, ¡Hombres! La pregunta es clara, ¿Tu lo amas?
—Mucho, pero…—respondí, pero me interrumpió.
—¡Pero nada! ¿Qué mas da si es mafioso? Mia, nunca te vi tan enamorada,
radiante y feliz como cuando se trata de Alessandro.
—No quiero hablar de él, por favor—respondí suspirando—, ¿A qué venias?
—Esta bien, bueno… ¡Se trata de justo lo que necesitas! —respondido contenta
dando aplausos—, ¡Hay una fiesta en el pueblo! Es el anuncio de boda de unos
vecinos, Esteban me invito y dijo que te llevara. ¿Vamos?
—¿Estas loca? ¡Es una cita! —repuse—, Anda con ese caramelo, yo me quedare
con Annie.
—¡No! Él llevara a un amigo… ¡Cita doble! Es justo lo que necesitas—
respondió alegre y la mire mal, hace unos segundos me quería dar un sermón
sobre Alessandro ¿y ahora quería llevarme a una cita doble? ¡Esta mujer está
loca! —, , La nana dijo que Annie podría llevarse muy bien con Tara, su nieta.
—No lo sé, no me gustaría dejarla sola por la noche…—respondí mirándola
insegura.
—¡Nada de eso! ¡Anda a la fiesta, tía! —respondió Annie a mis espaldas, me
sorprende. No la había escuchado despertarse.
—¿Ya ves? ¡Iremos! ¡Sera divertido! —responde triunfal y la miro con
diversión.
—Esta bien, pero Annie me avisas cualquier cosa y regreso inmediatamente—
respondí con una sonrisa de lado.
Luego de sacar nuestras pertenencias y percharlas en el armario, poner otras en la
peinadora. Tome una ducha con agua tibia, me relaje bastante. Había escogido un
vestido primaveral, largo hasta los tobillos con una abertura en la pierna derecha.
Era ceñido al cuerpo hasta la cintura y luego caía suelto, combine con sandalias
sin tacón y un bolso pequeño colgante. Me maquille un poco y resalte mis labios
con un rojo rubí, estaba lista. Aplique perfume y me di una ultima mirada en el
espejo del baño, lucia bonita.
—¡Estas preciosa, tía! —dijo Annie, admirándome desde su posición.
—Gracias, mi amor—respondí dándole una sonrisa.
Sali de la habitación y busque a Shels en su dormitorio, toque la puerta y apenas
me abrió. Note lo preciosa que estaba, llevaba puesto un vestido ceñido al cuerpo
en color azul, sandalias bajas y el cabello recogido en un moño. Me escaneo con
su mirada y asintió con una sonrisa.
—¡Te ves perfecta! —halagó.
— Tu estas preciosa, merece la pena eh—respondí divertida y ella me guiñó un
ojo.
—¡Gracias! Espero que a Esteban le guste tanto como a ti—respondió meneando
sus cejas con perversión. Esta chica era un caso perdido.
Entre risas bajamos en conjunto al primer piso, Shels me avisó que los veríamos
en la fiesta. Puesto que ellos eran organizadores y estarían algo ocupados. Cero
caballerosos, un punto menos. “¿Con quien los estas comparando, Mia?” me
preguntó mi voz interior, ¡Silencio! Menee un poco mi cabeza, ladeándola.
Evitando pensar tonterías, seguí a mi hasta el lobby. Le pidió las llaves de un
auto a la señora que nos recibió y me llevó hasta la cochera, un precioso
Volkswagen de color negro estaba estacionado. Tenia una especie de obsesión
por esos autos, me encantaban desde muy niña y siempre quise uno, el clásico
escarabajo.
—¡Tienes que dejarme conducir! —pedí con emoción.
—Sabia que lo pedirías, todo tuyo, baby—respondió con diversión,
entregándome las llaves.
Las recibí feliz y subí al puesto de conductor, ella subió al de copiloto y puse el
auto en marcha. Era una maravilla, seguía las instrucciones de Shels, puesto que
ella tenía mejor memoria que yo. Tampoco es como que yo viví tanto tiempo en
este pueblo como ella, veníamos mucho de vacaciones y mis padres también
tuvieron una casa. Pero con el tiempo la vendieron, salimos del pueblo, yendo al
que estaba al costado, uno muy cercano. “MoonBret”. Su nombre me gustaba
porque de niña había la leyenda de que en estos pueblos la diosa luna inmortalizo
a algunos humanos volviéndolos criaturas mágicas, como lobos, vampiros, hadas
y elfos. Claramente son cuentos de hadas que nos contaban nuestras abuelitas
cuando éramos menores.
—Por la derecha, ya estamos cerca de la casa—avisó Shels, asentí girando el
volante. —, Hemos llegado, aquí es.
Me detuve detrás de la pila de autos que ya estaban estacionados, no podía creer
que hubiese venido medio pueblo. Bajé del auto y seguí a Shels por el camino de
tierra que conducía hasta el interior de la casa. Era muy amplia, tenía un enorme
jardín con un muelle que daba al lago, un enorme y frondoso bosque quedaba
justo detrás, ni muy lejos ni muy cerca. La música resonaba con fuerza y ya había
chicas y chicos bailando y comiéndose. Porque si parecían pubertos adolescentes,
caminamos atravesando los grupos, hasta llegar a la barra. Donde se encontraba
Esteban junto con un chico de espaldas, acomodando sobre la mesa las bebidas
alcohólicas.
—¡Hey! ¡Esteban! —saludó Shels tocando su espalda.
—¡Chicas! ¡Que guapas! —saludó de regreso al girarse hacia nosotras. Su
acompañante también se dio la vuelta y mis ojos se conectaron con los suyos, no
podía creer que estuviera frente a mí, después de tantos años seguía intacto—, Él
es…—intentó presentarlo, pero lo interrumpí con sorpresa.
—Jace Lenard, vaya sorpresa—dije abriendo mi boca con sorpresa, Shels me dio
una mirada de conmoción.
—¿Cómo? ¿Ustedes dos ya se conocían? —preguntó confundido, Esteban.
—Imposible olvidar mi primer amor, Mia Boland—respondió sonriente, Jace.
Lo mire sorprendida, no había cambiado mucho. Su cuerpo era igual de fornido
que el de Esteban, su cabello rubio corto y peinado de lado. Su camisa a cuadros
abierta dejando ver su camiseta de alguna banda de rock, su blue jean rotos y sus
botas negras. Era él, tal como solía recordarlo.
—Que hace que me rompiste el corazón, ¿no? Pareciera que no hubiesen pasado
seis años…—respondí ante el comentario del mencionado, quien me miró con
una sonrisa incomoda y rasco su nuca.
—Sabes que no fue a propósito, no estábamos en la misma sintonía—intentó
defenderse, el ambiente se colocó algo tensó.
—¿Quién quiere algo de beber? —preguntó Esteban, rompiendo la tensión.
—Yo, por favor—respondí alzando mi mano, me dio una sonrisa nerviosa y me
tendió una cerveza. Le quité el seguro, abriendo la lata, le di un sorbo. —, ¿Y
bien? ¿Qué ha sido de tu vida, Jace? —pregunté ignorando nuestro drama
amoroso de hace años, no podíamos ser inmaduros, después de todo fue una
relación jovial, de cuando éramos tontos adolescentes.
—¿Quieres bailar, Shels? —le preguntó Esteban a mi amiga, quien asintió
huyendo de nosotros.
—Nada interesante, ya sabes. Herede la casa y producción de mis padres, estudio
en la universidad economía y salgo a veces con los chicos. No hay mucho que
contar la verdad—respondido serio, me escruto con la mirada. Mientras hizo una
extraña mueca, moviendo su nariz. Estábamos un poco cerca, ¿estaba
olfateándome? Que suerte que traía perfume puesto. ¿Y tú, Mia Boland que has
hecho con tu vida?
—No mucho, no pude terminar mis estudios porque me hice cargo de mi sobrina.
—respondí encogiendo mis hombros—, No me quejo, es lo mejor del mundo.
Supongo que mi vida es aburrida, solo trabajo para mantenernos a ambas.
—¿Aburrida? ¿Lo dices en serio? Mia, es admirable lo que haces—respondió
sorprendido—, No tienes la obligación de hacerlo, pero sin embargo lo haces por
amor. Eso es increíble de tu parte, da mucho que decir. Bueno claramente.
—Gracias, supongo—respondí con una sonrisa incomoda, mientras daba un
sorbo a mi cerveza. No me enorgullecía no haber hecho nada de provecho con mi
vida, pero si me sentía orgullosa de ser una buena tía para mi Annie.
—¿Y te casaste? ¿Estas de novia? —preguntó con diversión.
—¿Casarme? ¿Es en serio? No soy una cuarentona, ya sabes lo que pienso del
matrimonio…—alargue—, No he cambiado de opinión.
—“Que es una ridiculez atarse de por vida con alguien, porque al final todo
acaba. Y no es necesario un papel para demostrarse amor”. —respondió
imitándome, con una voz nasal fatal.
—¡No te sale mi acento! —reclame entre risas, había sido divertido.
—¿Cómo que no? ¡Me ha salido increíble! —divirtió, seguía haciendo ese
extraño movimiento con su nariz. ¿Por qué sentía que me olfateaba? ¿Acaso olía
mal? Me sentía un poco incomoda, pero como existía la misma confianza de
siempre entre ambos, opte por preguntarle.
—¿Acaso huelo mal? Llevas rato haciendo ese movimiento extraño con tu nariz,
me incomoda—admití en voz alta, él abrió mucho sus ojos y se me quedo
viendo.
—¿Qué? ¡No! ¡Para nada, Mia! —respondió nervioso, frotando su brazo—, Es
solo que huele muy bien, tu…perfume.
—Ah, en ese caso. Muchas gracias—respondí sonriente, no me había convencido
su respuesta. Lo medito mucho y se notaba nervioso, estaba muy raro.
—¿Quieres bailar? —preguntó de repente y asentí, después de todo a eso había
venido. A divertirme y sobre todo a descansar del drama que era mi vida.
La música que sonaba me encantaba, ese toque de electrónica le daba un poco
mas de sabor. Moví mis caderas al son de la canción, rebosaba mis manos por mi
cuerpo. Mientras me reía de las pisadas que me daba Jace, era un bailarín
bastante chistoso. Me la estaba pasando bien, sabía que Annie estaría
resguardada por la nana de Shels y pasaría un buen rato haciendo amistad con la
nieta. La canción cambio bruscamente por una mas lenta y romántica, en seguida
me sentí incomoda y pensé en una excusa para no bailar.
—Voy al…baño. Ya regreso—me disculpe y escape de la improvisada pista de
baile en el salón de la casa.
El asintió y se fue por otra puerta, salí de la casa por la puerta trasera. Daba a una
parte del lago y el bosque, sonaban pequeños ruidos que hacen los insectos al
volar. La luz de la luna comenzaba a resplandecer en lo más alto, iluminando al
lago de una manera de película. Entonces un grupo de chicos se golpeaban los
hombros para salir por la puerta que había usado y por inercia me escondí a un
lado, Jace y Esteban estaban en el grupo. ¿Dónde estaba Shels entonces? Iba a
darme la vuelta para entrar por la puerta principal, pero entonces los escuche
hablar de algo muy extraño.
—¿Estas seguro de lo que dices Jace? —preguntó Esteban, con voz fuerte.
—Si, tiene su olor. Huele a lobo de la manada SilverMoon—respondió Jace con
determinación.
—¿Crees que se haya convertido? Es imposible, no sentí su olor. —respondió
Esteban—, Si había cierto olor de lobo en la casa, pero no provenía de ella.
—Estoy seguro que es Mia, además la manada Silver se asienta en New York.
¿De donde vinieron las chicas? ¡Exacto! —respondió Jace, los demás los
observaban con recelo.
—¿Qué hacemos alfa? —preguntó uno de los chicos que estaba alrededor de
Esteban.
—De momento, nada. Debemos estar seguros, la guerra no puede comenzar
aun—respondió Jace. —, Aunque podríamos usarla en su contra…
Estaba petrificada en mi posición, su conversación había encendido todas mis
alertas. Retrocedí haciendo sonar una rama, inmediatamente mis instintos
tomaron el control de mi cuerpo y corrí rodeando la casa. Respire con cansancio
sentándome en uno de los sofás que habían puesto cerca de la fogata que
comenzaron a encender. ¿Qué carajo estaba sucediendo? ¿Por qué volvían a usar
la numerología griega? Mi cabeza daba vueltas, todo comenzaba a encajarse.
Todo lo que había escuchado, todo lo que había leído. ¡Las leyendas eran reales!
¡Los hombres lobos existían! ¡Alessandro era un hombre lobo! Por eso samuel se
refirió a él como <el alfa> y los demás a samuel como <beta>. Todo parecía
tener relación, pero ¿Cómo? ¿Desde cuando existían? ¿Acaso era posible? Sentía
que me faltaba el aire, me estaba ahogando con mi propia respiración.
—¡Aquí estas! Te llevó rato buscando—exclamó Shels, haciendo que me
sobresalte inmediatamente—, ¡Hey! ¿Qué ocurre? ¿Por qué estas tan alterada?
Abrí mi boca para responderle, pero no salía palabra alguna, estaba en estado de
shock. Mi mente luchaba por comprender todo, por encontrar un sentido.
Recordaba las leyendas de mi abuela, este pueblo era la casa de formación de los
lobos mas peligrosos de toda América. Ella solía decir que siempre habría
guerras entre las manadas por el poder, también una vez nos dijo que ella era una
loba, claro que de niñas Hannah y yo pensábamos que era una broma. Pero
siempre cuando era luna llena, se aparecía un lobo blanco, en nuestro jardín. Era
dócil, amoroso, juguetón, nunca nos hizo daño. Pero siempre creíamos que era
una raza de perro, no un lobo real, trague saliva con pesadez. ¿Acaso todo este
tiempo ignore la realidad?
—Me estas asustando, Mia—dijo Shels con temor—, ¿Quieres agua? Te veo
pálida.
—Shels, tenemos que volver—respondí rápidamente—, Por favor, te lo diré todo
en la casa.
—Esta bien, vamos—respondió asintiendo—, Espera y me despido de Esteban.
—No, no puedes. Shels estamos en peligro—respondí alterada, ella me miró con
preocupación, pero obedeció.
Mis pies se movían por inercia, mientras mi cabeza dolía y desbloqueaba
recuerdos que hace mucho tiempo había olvidado. Habíamos llegado al auto y
abrí la puerta del asiento de Shels, cuando me di la vuelta para abrir la mía. Sentí
la presencia de alguien a mis espaldas.
—¿Pensaban irse sin despedirse? —preguntó Esteban con una sonrisa.
Trague saliva y subí torpemente al auto, cerré la puerta y coloque los seguros.
Mis manos estaban temblorosas y mi cabeza seguía dando vueltas, arranque el
coche a toda la velocidad que me permitía. Mientras veía por el retrovisor que los
había dejado atrás, mi boca se cayo al suelo cuando comenzaron a correr detrás
del auto y dando un salto su ropa comenzó a romperse, sus huesos crujíeron y de
ellos salieron unos enormes lobos de mas de un metro ochenta de tamaño. Mis
ojos estaban por salirse de su eje, frené el coche de golpe por la impresión. Le di
una mirada a Shels quien estaba igual o peor que yo, aterrorizada.
—¡Arranca el puto coche, Mia! —gritó desesperada y solo alcance a asentir.
Mis manos sudaban tanto que se me resbalaban por el volante, mis piernas
flaqueaban y mi mirada iba del retrovisor al camino. Mi corazón iba a mil por
hora, estaba muy asustada. Uno de los lobos golpeo con fuerza la parte trasera
del auto, Shels gritó, nos volcarían. Respire hondo intentando controlar mis
nervios y acelere mas el auto, maniobre un poco para evitar los empujones de
esas bestias y cruce por una calle que no conocía. Había sacado un poco de
ventaja, pero no podía perderlos. La desesperación me hacia temblar, pensaba en
Annie y solo le rogaba al cielo que estuviera bien. No podía distinguir cual lobo
era Jace o esteban, desde su transformación deje de razonar. Mi mente estaba
dando muchas vueltas y no podía dejar de juntar las piezas en mi cabeza, Jace
dijo que yo olía a lobo, ¿Qué significaba eso? ¿Acaso su olor se contagia? Ahora
que lo pensaba, comprendía un poco más. Alessandro siempre hacía referencia a
que me había estado buscando por mucho tiempo, en internet leí sobre los mates.
¿Acaso yo era su mate? Abrí mucho mis ojos, no era posible. Yo no soy una
bestia, su transformación es a los dieciocho años y yo cumplí veintiuno.
—¡Mia! ¡Por dios! ¡Si ellos no logran matarnos, lo harás tú! ¡Fija tu vista en el
camino! —reclamó Shels, me recompuse en mi asiento. Casi chocábamos con un
árbol, no estaba en condiciones de conducir, me temblaba hasta el alma y mi
mente daba vueltas. Comenzaba a marearme, necesitábamos cambiar de asientos.
Pero Shels no podía manejar bajo presión, por eso no tenia licencia.
—¡Lo siento! ¿Vale? Tengo mucho en mente, Shels—respondí, dándole un
cambio de velocidad al motor.
Gire a la derecha al finalizar la calle y estábamos atrapadas, era una calle cerrada.
No había escape, intente ir en reversa y tomar el otro camino, pero era imposible.
Las bestias estaban a nuestras espaldas, trague saliva con fuerza. Le di una
mirada a Shels, su rostro estaba pálido y podía ver el miedo a través de sus ojos.
No podíamos morir, no de esta manera.
—¡Mierda, Mia! ¡Nos mataran! ¡Es todo! ¡Estamos jodidas! —exclamó Shels
desde su asiento, mientras me tomaba de los hombros y me zarandeaba. Estaba
tan asustada que sus ojos me miraban con dolor, estaba pensando una posible
salida. Pero era imposible nos tenían acorraladas, correr no era una opción. Ellos
eran animales, debía pensar algo y sacarnos de esta.
—No tenemos salida, Shels. —respondí intentando sonar calmada—, Bajemos
del auto y enfrentémoslos, quizá muestren piedad… ¡No lo sé! —respondí
asustada.
Respirando profundamente, tomamos el valor de bajar del auto y hacerles frente.
Ahora que los tenia de frente, no podía creer lo grande que eran. Nos duplicaban
el tamaño, su pelaje era espeso y sus colmillos eran tan filosos como los de un
perro con rabia, estábamos muy jodidas. No había poder humano que nos sacara
de esta, tragué saliva y di un paso lento hacia Shels, tomando su mano.
—¡No se que quieren de nosotras! Pero por favor, no nos maten—pidió Shels,
ignorando su petición comenzaron a caminar hacia nosotras con lentitud, dejando
ver sus dientes.
Todo pasó muy rápido, estaban por atacarnos, ya estaba viendo el tráiler de todo
lo que ha sido mi vida hasta ahora. Cuando cinco lobos enormes de pelaje oscuro
salieron de la nada y los atacaron, defendiéndonos. Un lobo de pelaje negro como
la noche y ojos amarillos, se quedo delante de nosotras. ¡Era él! ¡Estaba segura
de que era Alessandro! Esos ojos tan profundos y brillantes solo pueden
pertenecerle a él, son inconfundibles. Abrí mi boca desconcertada, ¿Por qué no el
temía? Por alguna razón inexplicable, no le tenia miedo. A diferencia de las
emociones y sensaciones terroríficas que me causaban los otros lobos, él no
provocaba eso. Al contrario, llamaba mi atención cada parte de su enorme forma
lobuna.
—¡Mia! ¿Qué haces? ¡Es momento de salir de aquí! —me gritó Shels, le
escuchaba lejana. Me encontraba hipnotizada por esos ojos color ámbar que me
miraban con tanta devoción, admiración y atención. —, ¿Enloqueciste?
¡Tenemos que ir por Annie y salir de este pueblo! —exclamó con desesperación,
mientras me arrastraba al auto.
Solo basto que la mencionará a ella, para que mi estado de shock acabará.
Apretujé las llaves del coche y rápidamente subimos, encendí el auto y le di una
mirada al retrovisor. Alessandro me dio un asentimiento, podía jurar que lo hizo.
No estaba loca, sin dejar de mirarlo por el espejito. Di la vuelta de dirección y
aceleré a fondo, dejando atrás la escena mas extraña, desgarradora, alucinante y
poco creíble que jamás creí observar. ¿Hombres lobo? Si me hubiesen contado
una historia como al que vi, nunca la hubiese creído. Pero existían, vivían como
humanos normales. ¿Acaso siempre viví rodeada de criaturas y nunca lo supe?
Mi mente estaba tan colapsada de información que necesitaba aire. Conduje por
las calles que habíamos pasado, volviendo al pueblo.
¿Y ahora que haríamos? No podemos volver a New York, la DEA seguirá
insistiéndome en trabajar para ellos. No se darán por vencidos tan fácilmente, si
nos quedamos aquí probablemente uno de esos lobos nos mate. Si no es que
Alessandro y sus lobos ya acabaron con ellos. Me desvié un poco antes de llegar
a la casa de Shels, frené el auto dejándolo a un lado del muelle del lago. Baje y
camine hasta el capo del auto, me senté encima de el y suspire con frustración.
¿En qué momento me había convertido la bailarina de un alfa?
—¡Eso estuvo tan cerca! ¡Joder! ¿Qué carajo esta pasando con nuestras vidas,
Mia? —preguntó respirando con tranquilidad Shels, mientras se sentaba a mi
lado. —, ¿En qué momento nos envolvimos en todo este desastre? No te niego
que es fantástico, nuestra vida era tan aburrida… ¡Pero casi fuimos comida para
lobos!
—¿Fantástico? ¿Es en serio? ¡Shels, todo esto es mi culpa! —respondí con
desconcierto—, Desde que firme ese contrato volviéndome la bailarina de
Alessandro, lo deje entrar a mi vida. Deje que la desordenara y me arrastrara al
caos.
—Espera, ¿Qué tiene que ver Alessandro con los perros que querían matarnos?
—preguntó confundida y olvide que no le había dado detalles de mis sospechas.
—El lobo negro azabache, el de ojos amarillos. Era Alessandro… —respondí y
sus ojos se abrieron muchísimo, me dio miedo que se le salieran.
—¡Que carajos! Además de ser un bombón de caramelo, millonario y mafioso.
¿También es un lobo? —preguntó tragando seco—, ¿Hay algo que ese hombre
no haga bien? —divirtió, me reí porque si fue chistoso.
—Mafioso y hombre lobo… —repetí—, ¿Qué falta? ¿Qué me diga que es el hijo
del rey de los lobos? —divertí riéndome en seco, pero ella negó con su cabeza y
me miro seria. No entendía porque, hasta que me señaló con los ojos y su barbilla
mis espaldas. —¿Está detrás de mí no? —pregunté suspirando y ella solo asintió.
—Iré a ver si… el lago esta limpio. ¡Nos vemos! —mintió Shels, dejándome a
solas con él. La mire mal, era una traidora.
—Mia, yo…—intentó comenzar a decir, estaba nervioso y vestía como
normalmente lo hacía. Con su traje de diseñador, ¿Dónde había quedado la bestia
peluda de dos metros de altura? Interrumpiéndolo me lance a sus brazos y enlace
mis manos por su cuello. No importaba nada en ese momento, solo quería
sentirme protegida. Había sentido tanto miedo, temía por Annie y por que seria
de ella si yo moría siendo comida para lobos. —, Tranquila, estoy aquí. Annie
esta a salvo, samuel la llevó a un lugar seguro. —susurró en mi oído, como si
supiera mis pensamientos.
—¿Cómo es que estas aquí? —pregunte separándome de él. Lo mire tan radiante,
como si hace unos minutos no estuviera mordiendo cuellos y lomos.
—¿En serio esa es tu pregunta después de ver lo que viste? —preguntó con
diversión, mientras alzaba mi barbilla y me miraba a los ojos fijamente. Asentí
quedamente—, Bueno, ahora que lo sabes todo. Supongo que no hay porque
mentir, seguimos tu olor. Es muy fácil encontrarte, porque eres mi…
—Mate, lo sé—complete su oración y me miro con su boca entreabierta. —,
Siento que te odio por haber desordenado tanto mi vida, pero también te amo con
cada partícula de mí ser.
—¿Cómo es que lo sabes? —preguntó sorprendido—, Mia… lo siento por todo
esto, quería decírtelo desde el primer momento que te vi en aquella reunión
privada. Pero no sabía cómo hacerlo, ¿Me hubieses creído si te decía que soy el
alfa de una manda de hombres lobos? —preguntó con una sonrisa ladina y negué
con mi cabeza—, Exacto, no es fácil de creer. No sabes lo mucho que enloquecí
cuando sentí que estabas en peligro, pero ya no tienes nada porque preocuparte.
—Lo leí en internet y bueno… también escuché una conversación de tus
hombres con samuel—conté avergonzada—, Sigo sorprendida, por alguna razón
les temí mucho a esos lobos, pero a ti…no.
—Tenemos una conexión especial por ser mates, si te hubiese marcado como
mía. Tendríamos el vinculo mental, es un enlace en el cual podemos
comunicarnos telepáticamente—respondió casual, como si fuera la cosa más
común del mundo. —, Mia, sé que tienes muchas preguntas y estoy dispuesto a
resolverlas todas. Pero por favor, no me saques de tu vida. Moriría sin ti, bueno
literalmente moriría si me rechaza mi mate…pero ese no es el tema de hoy—
completo con diversión, me reí sin comprender la gravedad del asunto que
mencionó.
Miraba por la ventana atentamente, estaba lloviendo con fuerza y las gotas
resbalaban con fluidez por el cristal. Íbamos en el auto de Alessandro con
dirección a donde estarían Samuel y Annie, moría de ganas por abrazarla, temí
tanto no volver a verla. Si no hubiese sido por él, probablemente todo hubiese
sido diferente. No comprendía porque quisieron atacarnos, mi abuela solía decir
que los lobos eran los guardianes de los habitantes de los pueblos. ¿Si mi abuela
fue una loba eso nos hacía a nosotras también descendientes? No lo creía, mi
madre no fue una criatura, Hannah tampoco y yo…pues nunca sufrí una
transformación. Era la mate de un alfa, eso me volvía la luna de su manada. O al
menos eso había leído y recordado de los cuentos de mi abuela, ella lo fue para la
manada de mi abuelo. Buscaría entre nuestras pertenencias en el apartamento al
volver, guardaba algunos tesoros que ella me heredó.
—¿Qué tanto piensas? Quisiera saberlo, sin tener que preguntarte…—susurró
Alessandro en mi oído, estaba sentado a mi derecha. Mientras Shels iba a mi
izquierda.
—En todo lo que sucedió, tengo muchas incógnitas—respondí, mirándolo de
reojo—, ¿Por qué Jace mencionó que olía a lobo?
—Tienes impregnado mi olor, pero no es normal que lo perciban otros lobos.
Porque no es perdurable, con el tiempo que teníamos separados seguro se
desvaneció…—respondió inseguro—, ¿Llevabas puesta alguna prenda mía? —
negué con la cabeza—, Entonces, es muy extraño.
—Esteban mencionó que había percibido el olor en la casa, lo cual es mas
extraño aun—respondí encogiendo mis hombros.
—Lo averiguare todo, no te preocupes, amor—respondió, besando mi cabeza y
asentí—, Te protegeré con mi vida, lo prometo.
Mentiría si dijera que no me siento protegida y amada por este hombre, no podía
culparlo. Ya me había explicado que no era un mafioso, bueno si, pero no. Fue
una herencia del fundador de su manada, un antepasado suyo se encargó de crear
una red de lavado de dinero y asuntos ilícitos por mucho tiempo. Como alfa, no
tenía más opción que continuar con el legado. No sintiéndose orgulloso, pero
intento hacer lo menos horrible, evitando la trata de blancas y drogas. Solo
lavaba activos con sus empresas. No estaba de acuerdo, pero no tuvo opción. Sin
embargo, me prometió alejarse de todo ese negocio. ¿Qué podía hacer? Me había
enamorado hasta la medula de esos ojos amarillos y ese cabello negro. Entrelazo
sus dedos con los míos y apoyo ambas manos en mi pierna, le sonreí de regreso.
Lo quería, no podía negarlo más.
—Gracias, por tanto, no debí haber dudado de ti. Es solo que no me decías nada
y me carcomida la duda—respondí sincera. —, ¿Estas seguro que la agente de la
DEA no insistirá?
—No te preocupes por ella, me encargare de todo—repitió. Y solo asentí
quedamente—, Mia, no dejaría que jamás nadie te quite a Annie.
—Gracias, no sabes el miedo que me da no tenerla conmigo…—respondí con la
garganta seca, el solo pensarlo me causaba un profundo dolor en el pecho. —, Te
amo, Alessandro.
Me apretujo con su brazo izquierdo atrayéndome hacia él, su aroma embriagaba
mi nariz. Me encantaba ese perfume que siempre llevaba, su traje bien
planchado. No comprendía, ¿Su ropa no se rompe al transformarse? Eran dudas
que esperaba tener respuesta pronto.
—¿Podrían dejar de ser tan afectuosos? Me deprimen, ¡Necesito un novio! —
divirtió Shels, desde su puesto. Haciéndonos reír, le di una mirada divertida. —,
Mejor no opines, Mia.
—¿Qué? Yo no iba a decir nada…—me defendí, me había confesado que el
gustaba Samuel. Por lo que se imaginó que lo mencionaría delante de Alessandro
y se avergonzaría.
Seguimos en el auto hasta la salida del pueblo, volviendo a la ciudad, Louisiana.
Se detuvo finalmente frente a un lujoso hotel, nos bajamos y Alessandro nos guio
hasta el ascensor. Al subir, marcó el numero seis en el panel. Nos bajamos del
elevador y sacó una tarjeta de su blazer, la paso por la puerta y se abrió. Samuel
fue el primero en alertarse y caminar hacia nosotros amenazante, pero se
tranquilizó al ver que se trataba de nosotros. Un remolino de cabello claro corrió
hacia mi abrazándome con fuerza, le devolví el abrazo con la misma intensidad.
Era de madrugada, no comprendía como no estaba dormida. Seguro tenía miedo,
algo debió pasar.
—¿Qué sucedió, cariño? —le pregunté, separándome un poco de ella.
—¡Esa nana! ¡Era un monstruo! ¡Tía, era una bestia gigantesca! ¡Tienes que
creerme! —respondió sobresaltándose, no podía creerlo. La nana era una loba
también. Expuse nuevamente a mi pequeña.
—Tranquila, Annie. Te creo, ya estas a salvo, cariño—respondí en voz suave,
intentando calmarla—, Estamos juntas y eso es lo importante. ¿Recuerdas?
—¡Tía, estamos rodeados de criaturas! ¡Samuel y Alessandro son bestias
también! —respondió con emoción—, Pero ellos son buenos, me salvaron.
—A nosotras también, pequeña, a nosotras también—respondí acariciando su
cabello.
No podía creer que Annie estuvo en peligro por esa terrible anciana, gracias al
cielo que Alessandro y Samuel la rescataron. Le habían revelado su forma lobuna
a una niña, ¿Acaso habían perdido la cabeza? Aunque pensándolo bien, fue lo
mejor, no me gusta ocultarle nada. Ella era muy madura para su edad y ya no
tendría que ocultarle nada.
—Cariño, ¿La nana te hizo algo? —pregunté atemorizada, pero ella negó con su
cabeza—, ¿Te dijo algo?
—Si, dijo que soy como ella—respondió encogiendo sus hombros—, Pero es
mentira, no soy una bestia. ¿Verdad?
Abrí mucho mis ojos, no podría ser cierto. ¿Annie una loba? Imposible, Hannah
tampoco era una mujer lobo. Alessandro me dio una mirada desconcertante,
Shels me miraba con atención y yo no sabia que responderle.
—No lo creo, cielo. —farfulle—, No te preocupes, lo dijo para asustarte.
—Pero no me asusta tía, me emociona—respondió dejándonos a todos en
desconcierto total. —, Alessandro y Samuel, son unos lobos enormes. No son
malos tía, son buenos.
—Ya hablaremos de eso, mas tarde. ¿te parece? —le pregunte, dándole una
mirada confundida.
—Está bien—respondió.
—¿Les parece si regresamos a la ciudad? —preguntó Alessandro, todos
asentimos en silencio.
¿Por qué la nana le había dicho eso a Annie? Era la preguntaba que mas circulaba
por mi mente, ¿pretendía asustarla? ¿Por qué decirle que también es una loba?
No tendría sentido, salimos del hotel y subimos al auto de Alessandro. Al llegar
al aeropuerto, tomamos el jet privado y viajamos de regreso a New York. Mi
mente estaba muy ofuscada, habían sido días muy largos, intensos y reveladores.
Shels se quedó dormida con Annie, pero yo bebía una taza de café que me había
dado Samuel. Alessandro caminó hasta mí y se sentó a mi lado, apretó mi mano.
—¿Qué te preocupa? —preguntó con interés.
—¿Por qué crees que la nana le dijo eso a Annie? —le pregunte, él sabía más del
tema. Quizá podía ayudarme a comprender mejor la situación.
—No lo sabremos hasta que cumpla los dieciocho—respondió—, Yo no siento
su olor, pero aún es muy niña.
—Mi abuela… pertenecía a una manada de lobos blancos—le conté y me miró
con sorpresa—, ¿Cómo funciona? ¿Es hereditario?
—No siempre, para que se fortalezca la conexión lobo-humano, es necesario que
ambos progenitores sean lobos—respondió y asentí—, Claro que hay casos
donde nacen híbridos, mitad lobos, mitad humanos y no siempre desarrollan su
parte lobuna.
—¿Y si te digo que ambos eran lobos? —respondí con temor.
—Entonces efectivamente tienen genes—respondió meditándolo —, ¿Esos
abuelos eran maternos? —preguntó y asentí—, Entonces no necesariamente tu
madre fue loba.
—¿Entonces? ¿Y si el padre biológico de Annie era un lobo? —pregunte con
temor.
No había forma de comprobarlo, tendríamos que esperar hasta que Annie
cumpliera su mayoría de edad. Al llegar al aeropuerto, nos bajamos del jet y
subimos a otro auto de Alessandro. Quizá en las pertenencias de la abuela,
encontrara información de todo lo relacionado a los lobos. Annie miraba animosa
por la ventana, la navidad era su época favorita del año y ya las calles estaban
siendo decoradas con renos, santa Claus y duendes. Las luces de navidad, los
bastones de caramelo y los obsequios.
—Mia, deberían venir a quedarse en mi casa un tiempo. Así despistamos un poco
a la agente de la DEA—dijo Alessandro desde el asiento del copiloto, las tres nos
encontrábamos en el asiento trasero. —, ¿Qué opinan?
Les di una mirada a cada una y para Annie era la mejor noticia, adoraba a
Alessandro, pero mas su enorme casa y piscina. Shels se encogió de hombros con
simplicidad, yo solo asentí. Le pedimos pasar por nuestro departamento para
buscar algunas cosillas y se aparcó frente al pórtico, Samuel se bajó escaneando
la zona y nosotras aprovechamos para bajarnos y subir al edificio. Bajamos del
ascensor y la escena que observábamos nos dejó petrificadas, toda la casa había
sido destrozada, las cosas estaban tiradas por doquier y había restos de botellas y
latas vacías. ¿Qué había sucedido aquí? ¿Qué clase de huracán pasó por aquí?
Por protección tome a Annie y esperamos a que reaccionara Alessandro.
—Esperen aquí, me encargare de revisar el lugar—avisó y las tres solo
asentimos.
Se alejó de nosotras cautelosamente y comenzó a inspeccionar el lugar. A la
distancia observe en la isla de la cocina una cuchara, un encendedor y una bolsita
diminuta transparente. Esto tenia nombre y apellido, Hannah Boland. Pero,
¿Cómo es que nos había encontrado? ¿Acaso ella estaba aquí aun? Le entregue a
Annie a Shels y camine a paso rápido a las habitaciones, entre a la de Ann y ahí
estaba ella, tirada entre las mantas de la cama. Su brazo tenia algunos pinchazos
y eran recientes, estaba trabadísima. Me alarmé y salí de la habitación cerrando
fuertemente la puerta.
—Shels, lleva a Annie a la casa de Alessandro y asegúrate de que este bien, por
favor—le pedí en voz baja, Alessandro me miraba intrigado.
—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó Annie desconcertada—, De aquí no me muevo, si
no vienes conmigo.
—Obedéceme, Annie—respondí calmada—, Luego te lo explico, anda con Shels.
Llevándosela a rastras, Shels logró sacarla del departamento, respire profundo y
mire a Alessandro quien me miraba atento. Esperando que respondiera sus
inquietudes, con la mirada le indique que me siguiera. Lo llevé hasta la
habitación de Annie y solo abrí la puerta.
—¿Ella hizo todo esto? —preguntó sorprendido y desconcertado.
—Siempre lo hace, esta muy drogada—respondí— No quiero que Annie la vea
así, ha tenido suficiente de ella.
—No te preocupes, la llevaremos a una clínica muy buena que conozco—
respondió, envolviéndome en sus brazos—, La ayudaremos, cariño. Por Annie.
—Por Annie, aunque no lo merezca. —respondí, suspirando.
Alessandro llamó a la clínica de adicciones, vinieron en seguida y se la llevaron
en una ambulancia. Samuel se había llevado a Shels y Annie a la mansión. Cada
vez que encontraba a Hannah de esta manera, se me rompía el corazón. Me
culpaba por no haberla ayudado antes, por no haber notado sus adicciones a
tiempo. Ella era la mayor, se suponía que ella debería cuidar de mí, de nosotras.
No al revés, esta vez solo deseaba que se recuperara. Que cambiara su vida y por
fin quisiera mejorar. No se puede ayudar a quien no quiere ser ayudado y Hannah
no quería salir del hoyo en el que se metió. Alessandro me apretaba con fuerza en
su pecho, tenia mucho que agradecerle a este hombre tan increíble.
—Tranquila, estará bien—respondió, mientras me acariciaba el cabello. —,
Llora, desahógate, grita, pero saca todo de ti, no te guardes nada.
—¿Familiares de Hannah Boland? —preguntó una enfermera de uniforme azul.
—Aquí—respondí reponiéndome y limpiando mis lagrimas—, ¿Cómo esta?
—Mejor, ya fue desintoxicada—respondió con una sonrisa de lado—, Esta
despertando, puede verla si gusta. De igual manera, ¿Sera internada en el
programa de rehabilitación verdad?
—Si, lo necesita—respondí con la voz entrecortada.
—En ocho meses estará limpia de todas esas toxinas, es nuestro récord. Somos la
mejor clínica de rehabilitación— respondió orgullosa—, No se aceptan visitas,
solo llamadas. Ya que el paciente necesita desconectarse del mundo, para
conectarse con sí mismo.
—Comprendo, entonces iré a despedirme…—acepte y ella asintió retirándose.
—¿Quieres que te acompañe, cielo? —preguntó Alessandro y asentí tomando su
mano.
Caminamos hasta la habitación que nos indico la amable enfermera, a través del
cristal. La vi sentada conectada a las vías, estaba inquieta mordiéndose las uñas.
Lucia tan demacrada, pálida, delgada, sus ojeras marcadas y su poco cabello,
causaba en mi un infinito dolor. ¿Dónde había quedado mi hermosa hermana? La
rubia arreglada, que no podía vivir sin su delineador negro y su labial rojo, sus
zapatos de tacón aguja y sus pantalones ceñidos. No había ni rastro de lo que fue
mi hermana en su buena época. Tragando saliva y armándome de valor, gire la
perilla de la puerta entrando seguida de Alessandro.
—¡Mia! ¡Hermanita, que alegría verte! ¿Tu debes ser el novio refinado de mi
hermana? —preguntó con cautela, estaba acelerada como solía ponerse cuando
tenía ansiedad.
—Hannah, él es Alessandro. —lo presente—, Ella es mi hermana—dije sin
ánimos.
—Un placer conocerla, Hannah—respondió formal con un asentimiento de
cabeza.
—¡No hay porque usar formalismos! Tu dime, Han—respondió despreocupada—
, Mia tienes un increíble departamento, me la he pasado increíble. Lo siento si lo
desordene mucho, es que los chicos se alocaron un poco…
—¿Un poco? ¡Destruiste mi hogar! ¡El hogar de tu hija! ¡Porque si, Annie vive
conmigo! ¿Sabes? —reclame, me molestaba su cinismo—, Hannah, no quería
hacer esto a tus espaldas. Pero ya es muy tarde para arrepentirme, te internare en
esta clínica. Vas a recuperarte y ser la misma de años atrás. ¡Basta de esta
mierda!
—¿Qué? ¿Qué mierda te pasa? ¡No puedes decidir por mí! ¡No es tu puto
problema! —se alteró e intento desconectarse las vías y levantarse, Alessandro
me susurró un “tranquila, voy por la enfermera” y yo solo asentí.
—¡Basta, Hannah! ¡Ya no seguirás arruinando nuestras vidas! Suficiente has
hecho con arruinar la tuya y la de Annie. —respondí tomándola de sus brazos,
rompió en llanto—, Esto es por Annie, quiero que vea a su madre sana. Sin
adicciones, no te estoy diciendo que te la devolveré. Porque no lo hare, lo siento.
Pero quiero que no tenga recuerdos horribles de quien era su madre, quiero que te
recuerde como una buena persona. No una drogadicta—finalice y la enfermera
entró colocándole un sedante. —, Adiós Hannah, vendré por ti en ocho meses.
—¡No puedes hacerme esto, Mia! ¡Me vengare de ti y tu novio bonito! ¡No
puedes encerrarme aquí para siempre! —gritó, odiaba escucharla así. Pero la
droga la había consumido, no era su culpa.
—No la escuches, no siente lo que dice solo esta enojada con la vida—dijo
Alessandro mientras me cubría con sus manos mis oídos. Era demasiado tierno.
—Eres muy adorable, gracias por estar conmigo cada vez que te necesito—
respondí abrazándolo con fuerza y depositando un beso en sus labios.
—Siempre me tendrás a tu lado, Mia—respondió devolviéndome el beso con
mas intensidad.
Regresamos a su casa, luego de firmar todos los documentos de la internación de
Hannah. Me sentía nostálgica, mi vida parecía un cubo de Rubik, cada vez que
conseguía arreglar una parte, se desarmaba la otra. Al llegar encontré a Shels
muy cariñosa con samuel, le guiñé el ojo y ella me sonrió avergonzada. Annie
disfrutaba de la piscina a la cual le activaron la calefacción. No entendía como
amaba tanto nadar si hacia frio, me senté en la silla cerca a la piscina y la admiré
nadando de un lado a otro. Finalmente salió y enrolle su cuerpo en una toalla,
Alessandro apareció con una bandeja en sus manos, donde traìa unas tazas de
chocolate caliente y galletas.
—Alessandro, ¿Puedo pedirte algo? —preguntó Annie en voz alta, ganándose la
mirada de todos los que estábamos presentes.
—Por supuesto, ¿Qué ocurre? —pregunto intrigado.
—¿Podemos decorar tu enorme casa? Digo, esta muy triste. Necesita espíritu
navideño y yo tengo de sobra. ¿Verdad tía? —preguntó divertida, haciéndonos
reír a todos.
Caminaba por la verduzca pradera, la recordaba muy bien. La casa de mis
abuelos quedaba en un valle muy alto, donde el aire era tan fresco y puro que
limpiaba tus pulmones de la toxicidad de la ciudad. Había una cascada bastante
alta su agua era tan cristalina, que dejaba ver a través de ella las especies de
peces. El espeso bosque con tantos animales silvestres y diversidad de plantas
exóticas. Solía jugar aquí con Hannah, teníamos un lugar secreto. Una cueva en
medio de la montaña, la encontramos hace un par de años. Se encontraba detrás
de la cascada, había que atravesar el enorme velo de agua para poder entrar.
Por eso siempre regresábamos empapadas, tiritando de frio y días después nos
daba gripa. Nos veía siendo inocentemente felices, jugando, disfrutando nuestra
niñez. Sentí como presionaron mi hombro, me giré encontrándome a la
responsable, mi abuela, quien me miraba con extremada dulzura y una sonrisa
genuina.
—Has venido a visitarme, te llevo esperando años, Mia—dijo mirándome
nostálgica. ¿Cómo era posible que la estuviera viendo? Mi abuela murió hace
diez años, cuando yo cumplí los once. —, ¿Cómo has estado?
—Abuela… ¿Cómo es posible si tu estas...? —quise preguntarle, pero me
interrumpió sonriendo.
—¿Muerta? Cariño, hay conexiones muy fuertes—respondió, seguía sin
comprender—, Escúchame con atención, Mia. Annie esta en peligro, mi preciosa
bisnieta es muy importante para ellos. No permitas que la encuentren… Es tu
deber cuidar de ella. Tu abuelo y yo estamos orgullosos de ti, siempre has
cuidado a Annie como si fuera tu propia hija.
—¿Para quienes es importante? No comprendo, abuela…—alargue, pero era
tarde se había esfumado.
Me desperté sobresaltada y sintiendo mi corazón latir a mil por hora. ¿Qué clase
de sueño había sido ese? Nunca antes desde la muerte de mi abuela había soñado
con ella. Por mucho que lo intente, porque la extrañaba jamás lo logre. ¿Por qué
ahora? ¿Por qué me dejo ese mensaje de advertencia? ¿Quiénes querían a Annie?
¿De qué o quién debo protegerla? ¡Necesitaba respuestas! Me levante de la cama
a paso firme.
—¿Mia? ¿Qué ocurre? —preguntó Alessandro con adormilada y refregando su
ojo.
—Yo… necesito ver a Annie, ya regreso—respondí apresurada, colocándome las
sandalias y cubriendo mi cuerpo con una bata de pijama.
Alessandro había arreglado una habitación increíble para Annie, todo en ella era
de color rosa, su favorito. En el techo le había colocando un cielo flotante que
parecía un enorme algodón de azúcar. Tenía luces, decoración juvenil de flores y
mariposas. Un columpio, muchos osos de felpa, una alfombra acolchada y ni
hablar del precioso baño que tenía. Además de un armario lleno de todas esas
marcas caras que tanto le gustaban de ropa. La vi durmiendo plácidamente, con
sus audífonos de gatito puestos. Respire con tranquilidad, la abrigue con las
mantas y le deposite un beso en su cabecita. Solo había sido un sueño muy
extraño. Regrese a la habitación de Alessandro, estaba sentado en la cama
recostado a la pared.
—¿Qué ocurre, amor? —preguntó mirándome con ternura—, ¿Una pesadilla?
—Algo así, cariño. Fue muy extraño…—respondí con confusión, contándole
todo tal como lo recordaba. —, ¿Qué crees que haya sido todo eso?
—Bastante complicado, parece un acertijo—respondió sincero—, Pero comienzo
a convencerme de que esa anciana no mentía cuando dijo que Annie era una loba.
—¿Y si lo fuera por que estaría en peligro? —pregunté con temor.
—Hay muchas cosas que aun no sabes, como por ejemplo de los cazadores—
respondió con cautela, asimilaba la información que me daba, pero me
preocupaba mucho más. —, Existen desde tiempos remotos, descendiendo a
través del tiempo y por generaciones. Quizá a ellos se refiere tu abuela.
—Tengo miedo, Alessandro—respondí, acercándome a él. —, ¿Cómo la
protegeré? Soy una simple humana.
—Pero tu mate es el alfa de la manada mas poderosa del país, no se de que te
preocupas—respondió divertido, haciéndome reír. Mientras depositaba mi cabeza
en su pecho y el me envolvía con sus brazos. —, Ya te he dicho que las protegeré
con mi vida, Mia, ustedes ahora son mi familia. Por ende, tienen a una manada de
lobos que las cuidara a toda hora.
—Te amo, gracias, por tanto—respondí, abrazándolo con fuerza.
Suspire con pesar, el simple hecho de que existiera la posibilidad de que Annie
fuera una loba. Me causaba escalofríos, por no que fuera una criatura mágica. Si
no porque fuera perseguida por los cazadores, saber de su existencia me dejaba
helada. Después de darle muchas vueltas al asunto en mi cabeza, conseguí
quedarme dormida.
Al despertarme nuevamente, había amanecido y los rayitos de luz solar
atravesaban la ventana. Alessandro no estaba por ningún lugar de la habitación.
Lo cual me pareció extraño, aún era muy temprano, divise en el reloj de la mesita
de noche que recién eran las 06:00 am. ¿A dónde se había ido tan de mañana?
Me desperece un poco y me levante de la cama, fui al servicio y me vestí con
ropa cómoda. Revise mi teléfono móvil y tenia un mensaje de Alessandro,
“Amor, he salido a una reunión urgente. Te veo en el almuerzo, te amo”. Sonreí
respondiéndole, tomando mis pertenencias y un bolso para guardarlas. Baje a
desayunar, tenia que hacer algo y debía hacerlo hoy mismo. Prepare café y unas
tostadas, en esta enorme cocina todo estaba perfectamente sectorizado y
arreglado, no encontraba la azúcar por ningún lado.
—¿Señorita Mia? ¿Qué esta haciendo? —preguntaron a mis espaldas y me
sobresalte, dándome la vuelta.
—Hola, Rosa. Estoy buscando el azúcar, no era mi intención invadir su cocina—
respondí, a una de las amas de llaves de Alessandro.
—¡No se preocupe! Mejor permítame atenderle, en ese lado se guardan los
granos y arroces. —señaló con amabilidad—, De este lado, se guarda el azúcar y
sal.
—Muchas gracias—respondí aceptándole el bote. Le coloque dos cucharadas a
mi café y converse un poco con la dulce mujer.
Un rato después, le deje una nota a Annie y Shels de que me encargaría de algo.
Le pedí ayuda a Samuel, ya que confiaba un poco en él y además era la mano
derecha de Alessandro. También le había avisado que saldría. Samuel conducía
en silencio, pensativo. Mientras yo me debatía en preguntarle por lo que estaba
sucediendo entre el y Shels, pero no quería parecer entrometida o metiche, sabia
que él era un gran hombre y ambos se merecían.
—A su departamento, ¿verdad? —preguntó samuel rompiendo el silencio.
—Si por favor, necesito buscar unas cosas—respondí—, Samuel, no quisiera ser
metiche. Pero me gustaría saber, ¿Qué sientes por Shels? —me anime a
preguntarle, en seguida se ruborizó confirmándome que efectivamente le gustaba.
—¿Por qué la pregunta? ¿Ella le ha dicho algo de mí? ¿También le gusto? —
respondió sonriente, me causaba ternura.
—Acabas de delatarte, pero no era tampoco como que lo disimularas mucho—
respondí divertida, sacándole una sonrisa—, No he conversado con ella, pero
estoy segura que también siente lo mismo por ti.
—¿De verdad lo cree? —preguntó con gracia—, La verdad es que no sabía cómo
se tomarían el hecho de que somos, ya sabe… hombres lobos. Pero me parece
que se lo han tomado de la mejor manera, entonces me arriesgare a conquistarla.
—respondió con una sonrisa genuina.
—Me parece perfecto, serás correspondido. Ambos merecen darse una
oportunidad—lo anime y él asintió sonriente en silencio.
Samuel salió primero del ascensor inspeccionando todo el departamento, seguía
intacto. Pero no sabíamos aun como Hannah había conseguido entrar, por lo que
podría ser peligroso y peor aun si alguno de sus amigos tenia acceso. Me dio un
asentimiento y camine hasta el armario del pasillo, entre en el y rebusque por
todos lados el gran cofre que había guardado por años. Lo encontré debajo de
algunas mantas, lo abrí explorando lo que había en su interior. Fotografías a
blanco y negro de los abuelos, algunas notas, un libro de tapa dorada llamó mi
atención. Lo aparte de las demás pertenencias, no tenía un título. Su lomo era
café y las paginas blancas estaban un poco amarillentas, era un diario. Al
hojearlo me percate de la perfecta y muy buena caligrafía que tenia la persona
que lo escribió. Había algunos dibujos y muchas hojas fueron arrancadas. Lo
firmaba “Maggie” era el diario de mi abuela, trague saliva y estaba por guardarlo
en mi bolso para leerlo con tranquilidad mas adelante, pero algo llamó mi
atención. Al alzarlo se resbalo un sobre blanco doblado a la mitad, era una
especie de carta. Iba emitida para “La última loba blanca”.
Tomando el sobre en mis manos, le di vuelta y no tenia nada mas escrito. ¿Era
correcto abrirlo? Suponía que si mi abuela lo había guardado allí era por algo
importante. Además, había soñado con ella, quizá era una señal o una especie de
casualidad que me guio hasta aquí. Al intentar abrirlo, noté que ya estaba abierto,
me sorprendí de sobremanera. Saque la hoja, estaba desgastada, amarillenta y
arrugada. La letra cursiva en tinta negra perdía un poco la intensidad, pero se
alcanza a leer todavía. ¿Quién pudo haberla leído antes?
“Querida, Mia. Siempre te dije que eras especial, que te deparaba un futuro
prometedor. Todas las historias que solía narrarte cuando eras niña, no eran
cuentos. Fueron mis aventuras como luna y loba de nuestra manada, tu abuelo
fue un poderoso alfa en aquellos tiempos. Tienes sangre del linaje más puro,
antiguo y poderoso de toda la historia de lobos, lastimosamente nuestra manada
se extinguió por culpa de ellos… Eres la ultima loba blanca, pero no solo eso es
lo que te hace especial. Cuando tu madre te dio a luz, naciste muerta, pero la
diosa luna escucho mis suplicas. Y te dio una segunda oportunidad, te trajo de
regreso a la vida, pero con una muy importante misión. Tu madre también fue
una loba, pero tu padre no lo era. Es por ello que solo una de ustedes dos, fue
descendiente. Y esa fuiste tu. Encuentra tu camino, sigue a tu intuición, despierta
a tu loba interior y descubre todo lo que esta oculto y lo que será desconocido
para ti. Recuerda que el tiempo esta corriendo, no se cuando logres conseguir
esta carta. Solo le pido a la diosa que no sea tarde cuando me leas, cuídate,
pequeña.”
PD: Tu madre esta en desacuerdo con las decisiones de la diosa, encuentra a
Sakiva.
Te ama, tu abuela…Maggie.
Mi mente daba vueltas, estaba muy confundida. ¿Yo era la ultima loba blanca?
¿Cómo era eso posible? ¡No recuerdo haberme transformado nunca! No podía ser
cierto, yo no podía ser una mujer lobo. No tendría sentido alguno, jamás había
vivido nada extraño. La abuela estaba equivocada, estaba segura que era una
confusión o una clase de juego. ¿Buscar a Sakiva? Mi madre nos prohibió todo
tipo de contacto con ella, dijo que no era una buena influencia y que era peligrosa
para nuestra integridad, nunca le preguntamos el porqué. A pesar de ser su
hermana, ella nunca nos explicó porque no se hablaban o porque no podíamos
verla, simplemente nos obligó a olvidarnos de su existencia.
¿Qué podía hacer? No tenia forma de saber dónde vivía o si seguía con vida,
quizás… ¡Hannah sabía algo! Tomando el diario en mis manos y la carta, los
guarde en mi bolso. Necesitaba respuestas, no podía seguir sin saber o
comprender que era lo que estaba sucediendo. ¿En que momento mi vida había
dado este giro tan inesperado? No me quejaba, amaba haber conocido a
Alessandro, pero mi vida era más fácil cuando solo era una bailarina que
mantenía a su sobrina. No estoy preparada mentalmente para ser una…loba.
—¿Se encuentra bien, Mia? —preguntó Samuel, al verme salir del armario—,
Esta muy pálida.
—Si, estoy perfecta—respondí—, Samuel, necesito ir a otro sitio.
—El señor la está esperando para almorzar, no es posible…—respondió con
tacto, le di una mirada desconcertada.
—Tendrá que almorzar sin mi presencia, necesito respuestas—respondí segura,
pidiendo el ascensor. En silencio subió conmigo al elevador y al bajar, entramos
en el auto—, Vamos a la clínica donde está internada mi hermana.
Sin mediar palabra me asintió conduciendo a la clínica, respire profundo. Tenia
que calmarme, mi peor enemigo era mi mente. Siempre lo había dicho,
terminaría internada en un psiquiátrico. Miraba por la ventana, el invierno me
gustaba mucho. El clima fresco, la lluvia y el olor a tierra húmeda me
teletransportaban a un lugar feliz. ¿Acaso realmente era una loba? ¿Tenia el
poder de transformar mi cuerpo en un animal peludo de dos metros? No podía ser
cierto, había leído toda la información necesaria para saber que claramente no lo
era. Mordí mis uñas con nerviosismo, quizá Samuel que estaba más al tanto del
asunto, pudiese responder algunas de mis incógnitas.
—Samuel, ¿Alguna vez ha existido un lobo que a pesar de serlo no se transformó
a los dieciocho años? —pregunté serena, intentando lucir casual y no
desesperada.
—Mm, imposible. Todos los lobos nos transformamos a los dieciocho años,
queramos o no, nuestro lobo interior toma el poder de nuestro cuerpo y lo hace
por voluntad propia—respondió, sin dejar de mirar el camino.
—¿Y si es “especial”? —pregunte acentuando el especial—, ¿Podría influir en su
transformación?
—Al contrario, la transformación seria prioritaria en el caso de “ser especial” —
respondió sereno, me alegraba que no preguntara el porque de mis preguntas,
sino simplemente respondiera.
—¿Sabes algo del linaje de los lobos blancos? —pregunte con curiosidad.
—Bueno, fueron muy importantes para la historia lobuna. Se decía que ellos
fueron los primeros hombres lobos bendecidos por la diosa luna, es decir fueron
los primeros en ser transformados. Hay leyendas que hablan del poder de
sanación que tienen, su sangre es pura, es muy anhelada por los vampiros y
brujas. —relató con una sonrisa en sus labios—, ¿Se está interesando en nuestra
especie, Mia?
—Si, algo así—respondí con una sonrisa nerviosa—, ¿Y qué les pasó a los lobos
blancos?
—Los cazadores acabaron con la manada entera, como te conté el poder de la
sangre de un lobo blanco causa maravillas en otras criaturas, intensifica su poder.
—respondió—, Ellos temían que esa información llegara a oídos de lideres de
vampiros y quisiera usarlo como una ventaja para luchar en su contra.
—¿Y aún existen los cazadores? ¿Ya no hay ningún lobo blanco? —pregunte con
curiosidad.
—Es muy curiosa, Mia—respondió con diversión—, Y si, existen aún. Las
generaciones descienden, claro, de los cazadores. Como te dije el linaje de lobos
blancos, se extinguió.
Asentí con atención, absorbiendo toda la información que acababa de recibir por
parte de samuel. Cada vez todo era mas confuso, ¿Vampiros? ¿Brujas?
¿Cazadores? ¡El mundo era más fácil cuando ignoraba su existencia! Mi mente
estaba a punto de colapsar, mucha información para un solo día. Si mi madre era
una loba blanca, ¿La tía Sakiva también? ¿Entonces por que la abuela se refería a
mi como la última loba blanca? Samuel se estacionó en el parqueadero de la
clínica, suspire con cansancio y baje del auto seguida de él. Encontré a la misma
enfermera que nos atendió la vez anterior en la recepción.
—Buenos días, ¿Qué necesita? —preguntó con amabilidad.
—Buen día, se que me dijo que están prohibida las visitas a los pacientes en
rehabilitación. Pero necesito hablar con mi hermana, es de vida o muerte. —
respondí con desesperación.
—¿Nombre de su hermana? —preguntó con una sonrisa de lado.
—Hannah Boland—respondí.
—Uhm, no será posible. Ha estado reacia a seguir el tratamiento, se encuentra en
aislamiento total—respondió con pesar.
—Le juro que, si me deja verla, hare que quiera cooperar. Tengo algo que decirle
y debe ser ahora, de verdad—pedí.
—Puedo perder mi trabajo, señorita…—respondió con temor.
—Le conseguiré el mejor trabajo de su vida, si eso llegará a pasar—respondí
segura—, Mi novio es Alessandro Silver, le aseguró que puedo hacer mucho por
usted…—intente sobornarla, soy malísima para las negociaciones. Pero él era
muy conocido en toda la ciudad.
—¡Esta bien, esta bien! sígame, pero solo puede pasar usted. él se queda aquí—
respondió refiriéndose a Samuel, asentí con alegría y le pedí que me esperara,
tampoco es como que tuviera otra opción. —, Es por aquí, tiene diez minutos ni
uno más—advirtió al abrir la puerta de la habitación.
Era amplia, de colores claros y frescos. Tenia una cama acolchada, un escritorio,
pinturas y lienzos. Hannah también era artista, aunque lo había dejado hace
mucho tiempo. Estaba sentada frente al caballete con un pincel en la mano,
retratando el hermoso paisaje que dejaba ver su ventana.
—Hannah, sé que soy a quien menos quieres ver en estos momentos. —comencé,
suspirando—, Pero necesito tu ayuda, tengo miedo por mí y por Annie.
—Hola, Mia. Perdóname por lo que te dije, no hablaba en serio—respondió
girándose hacia mí, se encontraba mas serena. Quizá eran los sedantes o
medicamentos, pero se le veía tranquila. —, ¿Qué ocurre?
—Quiero que me digas todo lo que sabes, sobre esto—respondí enseñándole la
carta de la abuela.
—Así que finalmente, la encontraste—respondió con tranquilidad, dejándome
anonadada. ¿Ella fue quien la abrió? No podía creerlo, lo supo todo este tiempo y
jamás me dijo nada. —, Ya era hora, te habías tardado mucho.
—¿Qué? ¿Cómo es que lo sabias? —pregunté sentándome en el borde de su
cama, la sorpresa había secado mi garganta.
—¿Por qué crees que me perdí en las drogas? —preguntó con una sonrisa triste y
rota—, ¡Es mejor estar drogada y saber que todo lo que ves es producto de tu
imaginación y no estar sobria y saber que todo es real! —chilló con una sonrisa
amarga.
—¿A que te refieres? —pregunté sin comprender.
—¡A que mi hermana y mi hija son unas putas bestias peludas de dos metros! —
respondió con amargura, levantándose de su silla—, ¡Era una simple humana
mortal, en una familia de criaturas! ¿Sabes lo frustrante que era ver a mamá
preocupada por que ellos te encontraràn?
—Lo sabias todo este tiempo y nunca lo mencionaste. ¿Por qué? —Le pregunte
confundida.
—¿Me hubieses creído? —preguntó con una sonrisa triste—, ¡Nadie lo hubiese
hecho sin verlo primero! Espera, ¿Cómo es que lo crees? Tú no puedes
transformarte…—musito en voz baja.
—¿Por qué no me transforme si lo soy? —pregunté con curiosidad—, ¡Todo este
tiempo supiste que Annie era una loba! ¿Cómo es que lo es?
—Mia, nuestra madre hizo una locura en un intento por protegerte…—respondió
con una expresión neutra—, Annie es hija de un beta, un hombre lobo de una
manada de la ciudad. No podía criar a una bestia, ¡Es inaudito!
—¿Qué locura, Hannah? Necesito saberlo todo, si estoy en peligro Annie
también—respondí con temor—, ¿Cómo puedes referirte así a tu propia hija? ¡La
bestia eres tú!
—Sakiva es una bruja muy poderosa, te hizo una hipnosis. Durmió a tu loba
interior para que nunca te transformaras ni pudieses saberlo—respondió mirando
por la ventana—, Y si tienes razón, es mi culpa por haberme acostado con ese
idiota y salir embarazada.
Mi boca se entreabrió por la sorpresa, la frialdad con la que hablaba me dejaba
petrificada. Todo este tiempo lo supo y nunca tuvo la menor intención de
contármelo. Se encerró en su mundo de drogadicción para salirse de la realidad,
era una excusa tan simple. Pero me dolía tanto verla así, perdida, hundida y
confundida, sentía que era mi culpa.
—¿Por qué la abuela se refiere a mi como la ultima loba blanca? ¿Qué hay de
Sakiva y mamá? —pregunte sin comprender.
—Porque nuestra madre no era una loba blanca, por alguna razón era café. Un
castigo de la diosa luna, según contaba la abuela—respondió—, Y Sakiva no era
hija biológica de nuestros abuelos, fue adoptada. Pero era una hibrida, mitad
humana, mitad bruja. —respondió. Intentaba comprenderlo todo, mi mente daba
vueltas buscando unir piezas, armar el rompecabezas que había formado en mi
interior.
—¡Esto es muy confuso! ¡Siento doler mi cabeza! —respondí con
exasperación—, Hannah, no debiste guardarte todo esto para ti. Podíamos
haberlo sobrellevado juntas y tu estarías libre de todas esas porquerías.
—Yo soy la mayor, debía protegerte. Pero el peso me terminó hundiendo, no lo
soporte—respondió con pesadez—, Mia, te prometo que saldré de aquí limpia.
Terminare mi tratamiento, pero no quiero tener a Annie conmigo.
—¿En serio? No sabes lo mucho que te has perdido, ser madre te quedo grande
sin duda alguna—respondí con decepción, no me quejaba de cuidarla porque lo
hacia con todo el amor del mundo. Pero odiaba que ella no tuviera ese instinto
materno, esas ganas de cuidarla y verla crecer. —, Tranquila, Annie estará
siempre bien cuidada. Y me encargaré de hacerla una niña feliz.
—No esperaba menos de ti, eres una excelente mujer, Mia—respondió
sonriéndome—, Sé que en algún momento tendrás problemas legales por Annie,
puedo firmarte la tutela total de ella.
—Me encargare de ello, creí que al rehabilitarte ibas a querer recuperar el tiempo
perdido con Annie. Pero ahora veo cuan equivocada estaba, ella no te
importa…—respondí con tristeza—, Nunca la quisiste y no supe darme cuenta,
¿Por qué, Hannah? Ella te ama, a pesar de todo el daño psicológico que le has
causado.
—No quiero a una bestia peluda, no es mi naturaleza. Es la tuya, puedes
quedártela. —respondió con frialdad—, Estará mejor con su tía loba, que con su
madre drogadicta.
—No puedo continuar escuchándote, me dueles—respondí entre lágrimas,
sonaba despiadada. ¿Cómo es que una madre puede pensar así sobre su hija? —,
Adiós Hannah, cuídate y espero que salgas de aquí pronto.
—Suerte descubriendo todo tu destino mágico y extraño, Sakiva espera por ti en
la St. Bell 345. —respondió con simplicidad—, Envíale mis saludos y Mia, cuida
tus espaldas. Ellos están mas cerca de lo que crees.
Salí de la habitación de Hannah, sumergida en una tristeza nostálgica. ¿Cómo era
posible que se haya vuelto tan fría? ¿Acaso era un efecto de las sustancias que se
metía? No era comprensible, Annie no era una bestia peluda como ella pensaba,
de esa manera tan despectiva. Era una niña preciosa, buena y educada. No tenia
idea de lo que se perdía.
De regreso a la mansión de Alessandro, mi mente se encontraba nublada y
perdida. Sin duda alguna tendría que visitar a la tía, Sakiva. Había una loba
dormida en mi interior, ¿Cómo es que no lo note nunca? Ahora que lo pensaba
mejor, siempre escuche voces en mi cabeza, que ignoraba alegando demencia o
convenciéndome de que era mi subconsciente. ¿Y es que quien no habla consigo
mismo? No estaba loca, era evidente. Pero ahora tenia mas dudas, ¿Era bueno
despertar a mi loba? ¿O era mejor dejarla dormida? ¿Por qué mi madre me había
hecho aquello? ¿Quizá por miedo a que su maldición continuara conmigo? ¿Por
qué había sido castigada? La respuesta la encontraría con Sakiva, algo me lo
decía.
—Señorita Mia, luce muy triste. ¿Quiere hablarlo? Soy bueno escuchando—dijo
Samuel con una sonrisa tímida.
—¿Alguna vez sentiste que no te conoces a ti mismo o a tu alrededor? —
pregunte con intriga.
—Honestamente creo que todos pasamos por ese proceso de auto
desconocimiento. Y es lo que nos lleva a encontrarnos con nosotros mismos, no
hay mejor sol que el que aparece luego de una propensa lluvia—respondió son
sabiduría y asentí. Tenia razón, para valorar los días buenos, teníamos que pasar
los días malos.
—Cuánta razón, Samuel—respondí agradeciéndole su comentario.
El resto del camino fue silencioso, pero nada incomodo al contrario era cálido. Al
llegar a la mansión estacionó el auto en el jardín y baje entrando a la enorme
casa, Annie se encontraba en clases y Shels no estaba. Pero Alessandro si, estaba
sentado en el sofá hablando por el móvil. Al verme entrar colgó inmediatamente
y se acercó a mi encuentro.
—Cariño, ¿A dónde te has ido? —preguntó luego de besar mis labios con un
casto beso.
—Tengo mucho que contarte, estoy muy confundida—respondí suspirando y
tomando aire. Caminamos hasta la piscina y nos sentamos en la mesa del jardín.
Le conté todo lo que había descubierto en una sola mañana, le indiqué la carta de
mi abuela y mi conversación con Hannah. —, Y solo me queda visitar a Sakiva,
quizá ella logre ayudarme a entender todo de mejor manera…
Su rostro estaba desencajado, había abierto un poco la boca por la impresión. Era
confuso, no podía culparlo. Tampoco comprendía del todo la situación y en lo
que estaba sumergida. Pero quería su opinión, él era un poderoso alfa. Podría
ayudarme a entender y sobrellevar todo esto.
—Estoy sin palabras, claro que ahora entiendo porque no sentí la conexión con tu
loba—respondió mas para él que ara mí—, Mi lobo si sintió que algo estaba mal
en ti. ¿Qué piensas hacer? ¿Despertarla?
—¿No crees que si fue dormida es por algo? —pregunté insegura—, Es decir,
tengo miedo de arruinarlo.
—Tienes mucha razón, tenemos que ser cuidadosos—respondió comprensivo—,
No puedo negarte que me hace muy feliz que seas una loba, pero quiero que te
sientas a gusto. Te apoyare en cualquier decisión que tomes, cariño—completó
abrazándome, asentí en silencio. Se sentía tan bien contar con alguien como
Alessandro.
—Gracias por todo, cielo—respondí acariciando su rostro—, No sé que haría sin
ti. ¿Crees que debería decírselo a las chicas?
—Aquí estaré siempre—respondió dulce—, Creo que deberías averiguar todo
primero, como quien es el padre de Annie y que tiene tu tía por decirte. —opinó
y asentí quedamente, tenia razón.
—¿Me acompañas a visitarla? —pregunté segura, tenia que llegar al fondo de
todo.
—Claro que si—respondió dándome un beso en la frente.
Alessandro conducía su deportivo, mientras Samuel nos seguía a una distancia
prudencial. Le pase la dirección que me había dado Hannah y al llegar note que
se trataba de una casa antigua. Con mucho cuidado y cierto temor, baje del auto
tomando y entrelazando la mano de Alessandro con la mía. Subimos al pórtico y
toque la puerta con cautela, el lugar se veía abandonado y poco transitado.
Esperaba que Sakiva se encontrará aquí, imaginaba que al ser una bruja seguiría
viva. La puerta se abrió sola, sin dejar ver quien lo había hecho. Alessandro se
adelantó, entrando primero de manera protectora.
—Mi dulce y tierna niña, que honor recibir tu visita finalmente—anunció una
aterciopelada voz, mire ambos lados buscando de donde provenía, pero todo
estaba a oscuras. A pesar de ser de día, reinaba la oscuridad. —, ¿Qué te trae a mi
morada?
—¿Sakiva? ¿Tía eres tú? —pregunte con temor, que no pudiera verla me ponía
los pelos de punta—, Quiero respuestas, sé que puedes ayudarme, por favor.
—Mia, dulce Mia. Nunca vendrías a mí, si no fuera porque ya lo sabes—
respondió, entonces una llamarada de humo negro se apareció delante nuestro,
tomando forma humana y dejando ver la figura de una hermosa mujer de tez
pálida, cabello negro, ojos rojos como la sangre, pero lo que llamó mi atención
fue su vestimenta. Llevaba puesto un vestido de la era del siglo XVI. Apompado
y muy clásico, su color escarlata hacia juego con el de sus ojos. —, La ultima
loba blanca en compañía del gran alfa de la manada SilverMoon. Que honor el
mío, ¿En que puede ayudarlos esta pagana?
Nos habíamos sorprendido mucho por la increíble aparición de mi tía, nos invitó
a sentarnos en su sofá. Y nos ofreció una infusión de té. Su casa era amplia, tenia
muchas plantas que echaron raíces dentro de su propio suelo. Muchas estanterías
con libros y al fondo divise una mesa con muchas botellas de vidrio de diferentes
tamaños. Todo parecía tener milenios, lo cual podría justificar la vestimenta que
usaba mi joven tía.
—¿Por qué mi madre durmió a mi loba? —pregunté con temor, Alessandro
apretó mi mano con ligereza.
—De hecho, yo fui quien lo hizo. Claro que por órdenes de ella—respondió con
ironía—, Tu madre siempre fue cobarde, tenia miedo del gran poder que tendrías.
También de que te encontraran, pero, aunque ella lo negase, tenía miedo de que
no fueras una loba blanca, si no café como ella. Una vergüenza para la familia.
—¿Una vergüenza? ¿A que te refieres? —pregunté confundida, Alessandro se
mantenía en silencio.
—No debería ser yo quien te lo cuente, pero tu madre deshonro al linaje de lobos
de tu abuela—respondió—, Antes de transformarse, debía mantenerse pura hasta
entonces. Pero desobedeciendo las reglas, estuvo con tu padre. Y como si fuera
poco, quedó embarazada de Hannah. —contó, mientras le daba un sorbo a su taza
de té. —, La diosa la maldijo por haberle faltado a su divinidad, así que la
convirtió en una rechazada. El día de su transformación fue bochornoso para mi
madre, quedo en ridículo ante la corte del linaje, su única hija, descendiente
directa, era un lobo café. Y como si fuera poco su nieta, no sería una loba.
Estaba completamente atónita, mi madre había deshonrado a la abuela. Por eso
era la ultima loba blanca, tenia mucho mas sentido. Mi madre me ocultó tantas
cosas, no era justo. Merecía saber la verdad, no vivir con una parte de mi misma
dormida.
—Gracias, tía. Ahora todo tiene mayor sentido y coherencia—respondí bebiendo
de mi taza—, ¿Y tu que me recomiendas hacer? ¿Debería despertar a mi loba?
—Es tu decisión, tu madre solo retrasó lo evidente—respondió segura—, Tarde o
temprano ibas a descubrirlo todo, Mia. Es hora de que la manada de lobos
blancos vuelva a resurgir, tu destino es reivindicarla.
—¿Y si ellos me encuentran? —pregunte refiriéndome a los cazadores—, ¿No
sería mejor dejarla dormida?
—Ya te lo he dicho, es tu decisión. Pero valdría la pena correr el riesgo, la diosa
te escogió por algo, Mia—respondió sonriente—, Aun recuerdo cuando naciste,
no abriste los ojos ni emitiste ningún sonido. Tu corazón tampoco latía, estabas
muerta. Pero tu abuela no podía permitirlo y te llevó al lago en luna llena, invocó
a la diosa y le pidió por ti. El resplandor que apareció nos dejo a todos ciegos por
unos segundos, pero se suspendió cuando tu llanto hizo presencia.
—¿Y por eso me volví una loba blanca? ¿Por la bendición de la luna? —pregunté
atónita.
—Supongo que sí, tu abuela siempre tuvo mucha preferencia por ti. No fuiste
concebida en pecado y eso te volvió pura—respondió con una sonrisa triunfal—,
Luego descubrió que serias una loba blanca y te quiso mucho más, haciendo a un
lado a Hannah. Por cierto, ¿Cómo está ella? ¿Su hija?
—Ahora entiendo mas a Hannah, fue rechazada…—respondí con pesar—, Ella
se perdió en las drogas, la interné en una clínica de rehabilitación. Y Annie vive
conmigo, me hice cargo de ella.
—La pequeña también tiene un futuro prometedor, es hija de uno de los betas de
tu manada—respondió mirando fijamente a Alessandro—, Pero eso ya lo sabias,
¿No? —preguntó con una sonrisa cómplice, me quede petrificada. ¿Alessandro
sabia quien era el padre de Annie y no me lo había dicho? —, Espera, no se lo
has dicho a Mia. Ups, no fue mi intención… Yo los dejare a solas para que lo
hablen, ya regreso. —finalizó desapareciendo por las escaleras de su hogar.
—¿Es cierto? ¿Lo supiste todo este tiempo? —pregunté mirándolo con tristeza,
no estaba enfadada. Pero si decepcionada, creía que ya no había secretos entre
nosotros.
—Mia no es lo que parece, no estaba ocultándolo—respondió con seriedad,
tomando mis manos—, No estaba seguro, si es quien creo que es. No es una
buena persona, es un desterrado.
—¿Desterrado? ¿A que te refieres? —pregunté preocupada.
—Intentó traicionarme para volverse el alfa, así que fue desterrado hace años
atrás. —respondió suspirando—, No estoy seguro si es él, pero tengo mis dudas.
—¿Por qué? —pregunté intranquila.
—Solía dormir con muchas humanas, era un mujeriego, adicto a las drogas
también. —respondió—, No creí conveniente decírtelo hasta no estar seguro,
pero honestamente si fuera el padre de Annie. No se estaría perdiendo de mucho,
ese hombre no sirve para nada, menos para padre. —terminó y asentí,
suspirando.
—¿Qué hizo la pobre Ann para tener tan malos padres? —pregunté resoplando.
—Nada, no es su culpa. De igual manera, la Diosa ha sido bondadosa al darle
una excelente y muy responsable, tía. —halagó besando mis manos.
—Gracias, lo siento por molestarme un poquitín—respondí dándole una
sonrisa—, De igual manera es mejor no decírselo a Annie, no soportaría
romperle el corazón con la falsa ilusión de un padre amoroso.
—Mia, ustedes dos son muy importantes para mí. Annie tendrá una figura
paterna o al menos te prometo intentarlo…—respondió con dulzura. Le di un
corto beso y entonces la presencia de mi tía nos hizo separarnos.
—Que escena tan… conmovedora. —dijo mirándonos con gracia—, El amor de
los mates siempre me ha causado envidia, nunca encontré a mi otra mitad. Pero
mírenme, soy feliz. En fin, esto es tuyo, Mia. —respondió entregándome un cofre
de madera pequeño.
—¿Qué es? —pregunte con intriga al recibirlo.
—Son tus recuerdos de niña que fueron bloqueados, te ayudarían a despertar a
Kiriah, tu loba—respondió con una sonrisa. Sakiva no era ni la sombra de quien
describía mi madre, era tierna y muy dulce. —, Claro que, si quieres despertarla,
tendrás que ofrecerle un sacrificio a la diosa luna.
—¿Un sacrificio? ¿A que te refieres tía? —pregunté confundida.
—La hipnosis no fue suficiente para dormir a una loba con tu poder, así que tu
madre recurrió a la magia negra, mi favorita—respondió con energía—, Así que
ofreciéndole un sacrificio a la diosa Hécate, logramos dormir a Kiriah.
—¿Qué especie de sacrificio? —pregunte tragando saliva.
—La vida de tu tercer hermano, una criatura inocente. —respondió con una
sonrisa triste. No era posible, yo no tenía un hermano. No lograba recordar
mucho de mi niñez, algunos recuerdos estaban en blanco. Pero si hubiese tenido
un hermano lograría recordarlo—, ¿No me crees? Mira esto—respondió
colocando su palma en mi frente.
Todo pasó muy rápido, como un tráiler de una película. Mi madre estaba con un
bebé en brazos cubierto por mantas azules, yo estaba a un lado asustada y con las
manos atadas. Mi tía estaba gritando palabras incomprensibles en otro idioma, el
sonido estremecedor de un trueno hizo presencia y una llamarada de humo negro
dejo ver el espíritu de una mujer vestida de negro. Sonreía malévolamente y
hablaba en una lengua antigua, mi madre entre llanto le dio al bebé que cargaba y
el espíritu lo tomó desapareciendo. Mi cuerpo cayó al suelo inconsciente.
—¡No! ¡No puede ser cierto! —reaccione, cuando dejo de tocarme la frente.
—¿Qué le esta haciendo? —le reclamó Alessandro, cubriéndome con su cuerpo
en forma envolvente, protectora.
—Solo le mostré la verdad, la hora finalmente ha llegado. Mia debe saberlo todo,
así la atormente. —respondió con una risa seca—, Querida el pequeño Alexandri
fue sacrificado para que tu loba no saliera a la luz jamás, durmiese plácidamente
por toda la eternidad. Ahora, ¿Piensas despertarla? Si lo haces la muerte de tu
hermano habría sido en vano, si no lo haces deshonrarías a tu abuela por no
cumplir tu destino como loba blanca. Piénsalo muy bien, Mia.
—¿Qué consecuencias tendría si no la despierto? Aparte de deshonrar a mi
abuela…—pregunté.
—Muchas consecuencias, además de que claramente morirías en tu cuerpo
humano. Alessandro y Annie son inmortales, ¿Estas dispuesta a envejecer
mientras ellos se mantienen intactos?
Caminaba por la pradera que recordaba de niña, mi abuela me esperaba
sentada en el suelo con sus piernas cruzadas. Me acerque a ella con algo de
pavor, ¿Por qué estaba sentada en el borde del precipicio? ¡Podía caerse al
acantilado! La altura en la que estamos no la dejaría con vida, además del
agitante mar y rocas que amortiguarían su caída. Cuando estuve lo
suficientemente cerca suyo, noté como sus ojos estaban cerrados. ¿Acaso estaba
meditando? Nos enseño a hacerlo desde niñas para escuchar nuestra voz
interior. ¿O acaso de esa manera podíamos conectar con nuestra loba?
—Mi niña, el momento ha llegado—respondió con una sonrisa sin abrir los ojos.
¿Cómo sabia que era yo y no Hannah? —, Mia, sabes lo que debes hacer.
—Abuela, tu no eres real…Tu estas muerta, esto debe ser un sueño…—respondí
para mí misma, intentando despertar.
Una sonrisa malévola se posicionó en sus labios, de su boca salían sonidos
aterradores y perturbantes. Se colocó de pie y su forma fue cambiando hasta
volverse un niño, uno muy pequeño. Pero lo suficientemente grande para poder
caminar, retrocedí por inercia. Sus ojos irradiaban odio, pero sobre todo dolor.
—Hermanita, has venido por mí. Después de tantos años, finalmente has venido
a buscarme—dijo con voz tierna, aterciopelada. Caminó acercándose hacia mi
con prisa.
—No es real, no es real, tranquila—quise convencerme, pero su llanto y risa me
atemorizaban terriblemente.
—¿Vienes a liberarme de ella? ¡Sálvame, Mia! ¡He sido castigado, torturado,
mutilado por tu culpa! —reclamaba, entre llanto y rabia. Trague saliva y no
podía hablar, me temblaba la voz. —, ¡Sácame de aquí, por favor! ¡Mia! ¡Mia!
¡Mia!
—¡Mia, ya despierta! —escuche la suave y ronca voz de Alessandro, mientras
me zarandeaba. Abrí mis ojos con lentitud, estaba mojada en sudor, temblaba, mi
corazón y respiración estaban aceleradas. —, ¿Otra pesadilla, amor? —preguntó
y solo asentí quedamente, mientras me desbordaba en lágrimas al recordarlo.
Alessandro me abrazó con fuerza, apretándome hacia él. Estaba atemorizada,
cada día era peor que el anterior. Lo veía por la casa, en el baño, en la piscina,
cerca de Annie y en pesadillas. ¿Por qué me castigaba si yo nunca quise esto? Me
moví un poco, sentía mucho calor a pesar de que estaba nevando afuera. Me
levanté y coloqué a llenar la tina con agua tibia, quería ducharme y relajarme un
poco. Estaba enloqueciendo y eso no era una buena señal, ¿Qué me estaba
sucediendo? Sakiva no dijo que pasaría nada de esto, luego de abrir el cofre de
recuerdos. Fue como abrir la caja de pandora, había desatado el caos en mi
mundo personal. Annie estaba muy mal, pensaba que me estaba volviendo loca.
Me rompía el corazón verla de esa manera, aun no le había contado todo lo que
estaba sucediéndome. Shels lo sabía, no tuve opción de no contarle, luego de que
Samuel en su cita le contará que me había llevado a la clínica de rehabilitación.
Se molestó mucho conmigo, porque creyó que le estaba ocultando cosas. Pero
luego de explicarle toda la situación y contarle los secretos que mi familia me
mantuvo en secreto, lo comprendió.
La visita a Sakiva había sido hace unas semanas, desde ese entonces me he
debatido internamente en lo que debo hacer. Si despertar a Kiriah o no, ¿Qué tan
malo podría ser verme envejece? Shels tampoco es una criatura. Pero siento que
si no la despierto, no solo deshonraría a la abuela, si no a una manada de
antepasados antigua. Pero, si la despertaba todo podría complicarse, desatar más
caos. Ser perseguida por esos cazadores, pero reivindicar una manada entera. Era
mucho trabajo y una gran responsabilidad, yo era una simple humana bailarina.
Suspirando me quite el pijama con lentitud, hasta introducirme en la tina.
Alessandro trajo una silla y la coloco al lado de la tina, se sentó y comenzó a
acariciarme el cabello. Mientras yo reposaba mi cabeza a su costado, me hacia
sentir tan bien, esto era mas intimidad que cualquier otro acto. Me miraba con
comprensión, me sentía mal por irrumpir sus horas de sueño. Eran cerca de las
tres de la madrugada, él tenía una importante reunión a primera hora. Y aquí
estaba, acompañándome en esta agonía mental que me estaba consumiendo poco
a poco. Haber recuperado mis recuerdos de niña, solo me había hecho daño. La
abuela nos enseñó y lleno de conocimientos, lo cual era bueno recordar. Pero mi
memoria de cuando mi madre entregó a Alexandri, me lastimaba mucho. su
llanto desesperado y sus gritos desgarrantes me perturbaban, siendo llevado a la
oscuridad, por esa Diosa pagana. ¿Para qué quería el cuerpo y alma de un
inocente? Solo son usados para magia negra, mi madre no fue exactamente
buena.
—Todo estará bien, Mia—decía Alessandro, dándome caricias—, Debes estar
tranquila, todo lo que ves no es real. Es tu mente jugando con tu consciencia, lo
que le pasó a Alexandri tampoco es tu culpa. No fuiste tu quién lo ofreció en ese
ritual, fue tu madre. —completó, un sollozo ahogado fue mi respuesta.
El agua tibia rosaba mi cuerpo con tranquilidad, podía sentir mi energía
desgastada y suave. No podía dejar de pensar en ese niño con el rostro cubierto
por una espesa neblina negra. Sus gritos de auxilio, sus reclamos. ¿Por qué me
culpaba a mí? Yo no había sido quién decidió sacrificarlo, yo lo amaba, era mi
hermanito menor. El cofre que contuvo mis recuerdos por tantos años, había
desaparecido luego de ser abierto. ¿Acaso eso era una mala señal? ¿Debería
preocuparme de encontrarlo?
Sentí como algo se escurría por mi pierna desnuda y volví a verlo, su pequeña y
suave mano acariciaba mi pantorrilla. Quise gritar, pero mi voz no salía, sus ojos
me miraban entrecerrados, mientras sonreía maquiavélico. Me alteré, pataleé,
Alessandro me miraba con preocupación y no había nada que el pudiera hacer.
—¡Tranquila, Mia! No es real, recuérdalo. —exclamó exaltado, cerré mis ojos
con fuerza.
—¿Se fue? ¿Ya puedo abrirlos? —pregunté consiguiendo mi voz, salió como un
pequeño susurró.
—No hay nada, cariño. Solo estamos tu y yo—respondió acariciando mi rostro
con suavidad. —, Calma, pequeña.
Abrí un ojo para cerciorarme y al no verlo, abrí el otro. Suspirando con
resignación, no podía seguir viviendo así. Yo no era una persona asustadiza, era
valiente. Una guerrera, pero es que las imágenes que había visto, los recuerdos,
las leyendas, los mitos, la carta, las responsabilidades, Kiriah. Todo se había
juntado en mi contra, ¿Cómo luchaba con algo que desconocía? Era fácil para mi
lidiar con mis responsabilidades de adulto, como pagar cuentas, cuidar de Ann.
Pero esto de las criaturas mágicas, me pasaba. No era capaz y no era apta, por
mucha sabiduría que mi abuela me heredó. Me sentía perdida en un espeso
bosque mental, quizá si tan solo, logrará… ¡Conectarme con Kiriah!
Me levante de la tina como un resorte, tomando por sorpresa a Alessandro. Quien
me miraba asustado por mi reacción, lo volvería loco con mis cambios de actitud
y ánimo. Envolví mi cuerpo en una toalla y me vestí rápidamente. Tenia que
intentarlo, no podía seguir sintiéndome así, viendo apariciones o sin dormir por
esas oscuras pesadillas.
—¿Qué ocurre, amor? —preguntó Alessandro, recostando su peso en el marco
de la puerta del vestidor.
—Tengo que intentarlo, cariño. Necesito comunicarme con Kiriah—respondí
refiriéndome a mi loba, él ya sabía su nombre.
—¿Cómo? Es casi imposible, cielo… no quisiera desilusionarte. Pero si nunca te
transformaste, no tendrías una conexión con ella fuerte. —respondió confundido.
—, Ademas, esta dormida.
—Mi abuela me dijo una vez, que al nacer ya establecemos conexión con nuestra
loba. Pero al transformarnos la solidificamos, así que lo intentare. Sé que esta
dormida, pero quizá siga ahí. —respondí con esperanza.
Coloque una manta en el suelo y me senté cruzando mis piernas, junte mis puños
y presione mis dos pulgares. En una pose de yoga, tal como lo hacia mi abuela.
Respire hondo, abriendo mis canales. La respiración fuego, era clave. Inspire
muchas veces, exhalando el aire pesado acumulado en mis pulmones.
<¿Kiriah? ¿Estás ahí?>
No había respuesta, solo el silencio reinaba en mi mente. Volví a respirar con
prisa.
<¿Kiriah? ¡Sé que puedes escucharme, levántate! ¡Despiértate!>
<¡Arriba, dormilona!>
<¡Kiriah! ¡Te necesito!>
Sin respuesta. Estaba rindiéndome, quizá Alessandro tenia razón. Después de
todo, él era el alfa aquí. Sabia mejor que yo todo sobre los lobos y si él decía que
no podría tener conexión con ella por no haberme transformado nunca, tenia
razón.
«¡Oh, Mia! ¡Al fin, me has invocado!» resonó en mi mente, la potente, ronca y
majestuosa voz de Kiriah. Dulce y melosa, pero muy rígida y fuerte.
Siempre lo había dicho, cuando creemos tener las respuestas de las preguntas que
nos hace la vida. Sucede algún evento involuntario que cambia esas preguntas y
hace que ahora tengamos que nuevamente buscar las respuestas. Haberme
conectado con Kiriah, no había salido exactamente como esperaba. Respondió a
mi llamado, pero lo ultimo que dijo fue verdaderamente desconcertante. <Hagas
lo que hagas, no me despiertes, no te transformes>. ¿Qué debía hacer ahora?
Estaba comenzando a desesperarme aún más, no encontré solución alguna, si no
más incógnitas. Kiriah había sido dormida por algo grande, quizá nadie lo sabia
mas que mi madre y… Sakiva. Tenía la certeza de que ella lo sabia todo y no me
lo dijo. ¿Acaso quería que despertara a Kiriah? ¿Sin importar las consecuencias?
¿Por qué?
Abrí mis ojos con lentitud, volviendo a la realidad. Alessandro me miraba
expectante, intentando saber lo que había sucedido. Lo mire con tristeza,
desilusión. No sabía cómo decirle, que era un desastre y que lo llevaría al caos.
—¿Qué ocurrió? ¿Lo lograste? —preguntó con intriga, solo asentí. —, ¿Y?
Vamos amor, cuéntamelo todo.
—Solo me dijo que no lo hiciera, que no la despertara y se perdió la conexión—
respondí, resoplando.
—¿Qué? ¿Te dijo algo más? —preguntó alarmado.
—No, luego de decirme eso, no la escuche más—respondí triste. —, Creo que no
debo despertarla…
—¿Segura? Sabes que te apoyaré en cualquier decisión que tomes—respondió
abrazándome.
—Gracias, cariño. Eres calma y luz en todo este caos—respondí, suspirando.
Los días siguientes, fueron mas caóticos. Seguía teniendo visiones, pesadillas y
tormentos, mi mente no descansaba ni cuando dormía. Cada vez estaba más
decaída, ojerosa y pálida. ¿Cómo podía afectarme tanto? Sabia que todo era
producido por mi mente, quizá ese cofre tuvo algún efecto secundario. Sakiva no
contestaba el teléfono, había ido en búsqueda de mas respuestas, pero no parecía
querer verme. Necesitaba ayuda, estos tormentos estaban jugando con mi salud
mental, intentaba mantener la calma frente a cada aparición o pesadilla. Pero
cada vez eran más terroríficas y crueles, una voz siniestra susurraba en mi mente
“Despierta a Kiriah y todo esto acabará”. ¿Por qué querían que la
despertará? Ella explícitamente me pidió no hacerlo, ¿Cómo saber que es lo
correcto? Necesitaba tanto la sabiduría de mi abuela, no lograba soñar con ella
sin que fuera un monstruo queriendo asesinarme. Quisiera que estuviera viva y
pudiese ayudarme. Entonces lo recordé, el diario de la abuela.
Saliendo de la habitación, camine hasta la de Annie. Donde había guardado todas
nuestras pertenencias, revise en el armario y lo saque de la caja. Sentándome en
el suelo, lo abrí hojeando su interior. La abuela narraba en primera persona, todo
el proceso de su transformación. De su vida como luna, de lo mucho que amaba a
mi abuelo. De cuando el la marcó, era una ceremonia bastante peculiar. Sonaba
dolorosa, pero ella lo había hecho. ¿Acaso también tenia que hacerla con
Alessandro? Se lo preguntaría mas tarde, seguí leyendo cada hoja con mas
atención. Entonces leí sobre la maldición, la abuela estaba muy preocupada y
asustada.
“Querido diario, las cosas están empeorando. Hemos combatido con cada
cazador, pero hemos perdido a muchos integrantes de la manada. Estamos
desesperados por librarnos de ellos, nos cazan sin compasión alguna. Somos
minoría y me temo que ellos ganaran, es el fin del linaje. No hay posibles
descendientes, mi hija nos falló. Quizá si invocamos a la bruja originaria, podría
salvarnos…”
“Querido diario, todo empeoró. Quedamos menos de diez, tomamos la decisión
de invocar a la gran bruja. Pedirle auxilio y combatir a los cazadores, no
podemos permitir que se termine nuestro linaje. Es especial y mantiene el
equilibrio, tenemos que ganar esta guerra. Pero ellos son mas y se multiplican
como ratas, esperemos y ella responda a nuestra suplica…”
“Querido diario, ella respondió. Nos toco pagar un precio muy alto, pero fue
necesario para crear la esperanza y salvación del linaje, mi segunda nieta será una
loba blanca. Pero fue maldecida, temo por la vida de mi hija y su embarazo de
alto riesgo. Quizá no tuvimos que negociar con esa bruja, solo espero que mi
nieta sea lo suficientemente fuerte para acabar con el oscuro espíritu…”
“Querido diario, todo ha sido un éxito. Mi segunda nieta ha nacido, su loba será
la mas poderosa. Pero me temo que su espíritu fue afectado, esperemos que su
loba interior pueda soportarlo…”
“Querido diario, nuestra labor ha finalizado. Aseguramos el futuro del linaje, mi
nieta es la salvación. Esperemos y logre restaurar el equilibrio del linaje. Solo
espero que ella descubra su destino a tiempo, antes de que la encuentren…”
Mi cabeza daba vueltas, cada palabra escrita por mi abuela era confusa. La mitad
de la hoja donde estaba el último párrafo fue arrancada, resople con rabia. ¿Quién
pudo haberla arrancado? ¡Necesitaba saber que decía! ¿Qué clase de maldición
recibí cuando era bebé? ¿Acaso esa era la verdadera razón por la que mi madre
decidió dormir a Kiriah? ¿Cómo saldría de todo esto? Estaba cansada, me dolía
el cuerpo y mis ojos pesaban.
—¡Tía, tía! ¡Despierta! —escuche a la lejanía, mientras mi cuerpo era sacudido.
Abrí mis ojos con pesadez y la vi, Annie me miraba preocupada. Me había
quedado dormida en el suelo, con el diario en mi pecho.
—Mi pequeña, ¿Cómo te ha ido en la escuela? —pregunte recomponiéndome.
—Bien, todo está bien—respondió sonriente—, ¿Cómo estas tu? ¿Te sientes
mejor?
—Esto bien mi niña, no debes preocuparte por mi—respondí dándole una
sonrisa—, ¿Qué tal tus clases de arte?
—Muy buenas, he hecho un retrato de ti—respondió contenta, caminó a su cama
y rebusco en su mochila una hoja. —, ¿Qué opinas? —preguntó con timidez, me
había dibujado a lápiz y carboncillos. Era un genio, muy buena.
—Es increíble, pequeña—felicite—, Tienes un talento impresionante, seguro
serás una gran artista.
—Y música, porque recuerda que seré ambas—recordó con satisfacción, solo
asentí—, ¿Cuándo me contaras la verdad? Sé que están sucediendo muchas cosas
extrañas y quiero saberlas.
—Annie, es muy complicado—respondí—, No puedo decírtelo, no aún.
—Sabia que dirías algo como eso—respondió decepcionada—, ¿Al menos puedo
saber por qué estas actuando cómo loca?
—Estoy pasando por un trance de pesadillas y malos recuerdos—respondí
sincera—, Pero te prometo, que me recuperare.
—Esta bien, tía. No siempre tienes que poder con todo, solo no te rindas—
respondió con sabiduría, ¿Quién era? ¿Qué había hecho con mi sobrina de trece
años? —, ¿Por qué no me dijiste que internaste a Hannah?
Mi boca se abrió un poco por la sorpresa, no podía creer que lo supiera. ¿Cómo
era posible? No había forma de que ella se enterase, al menos que…
—¿Cómo lo sabes? —pregunte con una ceja alzada.
—Acabas de confirmarlo, pero escuche a Samuel hablando con Shels—admitió
en voz alta—, Sé que es de mala educación escuchar conversaciones ajenas, pero
estaba desesperada por saber que estaba sucediendo…
—El día que fuimos al departamento y estaba destrozado, ella estaba ahí…—
conté y vi como sus ojos se cristalizaron apenas terminé la frase—, Estaba muy
drogada y la llevamos a una clínica, aprovechamos la situación para internarla en
rehabilitación.
—¿Y crees que logre recuperarse? ¿Saldrá como nueva de ese lugar? —preguntó
con ilusión, sus ojitos brillaban.
—Seguramente logra liberarse de las adicciones, no lo sabemos a ciencia exacta.
Supongo que depende de ella—respondí sincera, suspirando.
—¿Y crees que luego de que se cure pueda vivir con ella? Digo, me gustaría
cuidarla—responde con dulzura, siento doler mi corazón y mi alma se me cae a
los pies. ¿Cómo le explico que su madre no la quiere por que es una loba? Trague
saliva y la mire con una sonrisa.
—Annie, ella no puede cuidar de ti… no, es apta. —respondí con cautela, no
tenía la suficiente valentía de decirle la verdad—, Ella me dará tu tutela, ¿No es
lo que siempre quisimos? —pregunté con una sonrisa.
—Comprendo, después de todo ella es peligrosa para mí. ¿Verdad? —responde
con lentitud, sus ojos se apagaron.
Muchas veces creía que mi vida era monótona y aburrida, que necesitaba
emoción, chispa y un cambio drástico. Y efectivamente todo lo que pedimos el
universo lo conspira a nuestro favor. Todo ha cambiado tanto desde hace unos
meses, hasta el presente. Intentaba no perder mi cabeza, no rendirme y ceder. Mis
pesadillas estaban cesando, las apariciones también. Los tormentos seguían,
intensificándose. Pero era más fácil sobrellevarlos. Había aprendido a luchar
contra mi propia mente, enseñándole a ir despacio y con tranquilidad. Mi
ansiedad no ayudaba mucho, pero al menos no interfería tanto como antes,
necesitaba encontrar la solución a todo y hacerlo funcionar. Sakiva seguía sin
hacer acto de presencia, necesitaba encontrarla lo antes posible. El diario de la
abuela me había servido para comprender mucho, algunas hojas estaban rasgadas
o no eran comprensibles. Pero sabia bastante de la manada y el cómo podría
restaurarla, tendría que trabajar mucho, pero sobre todo era momento de
despertar a Kiriah. Sin ella no podría cumplir con mi tan confuso destino.
Se acercaba el cumpleaños de Annie, lo que vendría siendo un gran dolor de
cabeza para mí. Ella quería celebrarlo a lo grande, con todos sus nuevos amigos.
Y estaba dispuesta a complacerla, después de todo se lo merecía, se portaba muy
bien y tenia muy buenas calificaciones en la escuela. Por otro lado, Shels estaba
en una relación bastante seria con Samuel y eso era extraño. Mi amiga tenia una
manera de pensar distinta y nada común, le gustaba el poliamor. Si, compartir su
pareja con otras personas, en una especie de relación abierta. Pero verla tan
contenta y satisfecha con el hombre de confianza de Alessandro, me hacía feliz.
Ambos se merecían y eran una pareja increíblemente complementaria.
Había muchas cosas que no podía comprender, esperaba hacerlo con el pasar de
los días. Tenia la esperanza de no tener que llevar a cabo un sacrificio tan
complejo para poder despertar a Kiriah. ¿Qué podría pedirme una diosa pagana a
cambio? Me aterrorizaba el solo pensar que hablaría con la causante de mis
pesadillas. Sakiva había mencionado que necesitaría hacer un sacrificio, creí que
a la diosa luna. Pero no, debía hacérselo a la misma diosa invocada por mi abuela
y me temo que mi madre, la diosa Hécate. No sabia que ritual tenia que realizar
para poder invocarla y por esa razón necesitaba encontrar a mi tía.
Me gustaba el agua tibia, lograba relajarme y despejar mi mente. Vi a la forma
negra frente a mí, pero no le daría el poder de afectarme. Cerré los ojos con
fuerza y susurré un “Solo vives en mi mente”, los volví a abrir y ya no estaba.
Suspirando con suficiencia y una gran sonrisa, enrolle mi cuerpo en una toalla
saliendo de la ducha. Alessandro llevaba fuera de la ciudad mas de dos días, lo
extrañaba como nunca. Pero entendía que no podía tenerlo para mí, las
veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Sus negocios y manada
también lo necesitaban, estaba teniendo muchos problemas con la manada que
nos atacó en Louisiana. Tenia mucho en que pensar, como para yo ser un
problema más, debía resolver todo esto por mi cuenta. Me vestí con ropa cómoda
y aprovechando la distracción de samuel con Shels, tomé las llaves de un auto y
salí de la mansión sin ser vista. Conduje con cuidado, respirando profundo y
secando mis manos con mi pantalón, me sudaban mucho. frene de golpe al ver
por el retrovisor la misma forma negra de mi hermanito, mirándome con sus ojos
entrecerrados. trague saliva y continúe conduciendo hasta la casa de Sakiva. Mi
corazón latía desbocado, estacione al auto frente a su pórtico. Subí las escaleras
hasta su puerta, no fue necesario tocar la puerta, ya estaba abierta, ella me estaba
esperando.
—Mia, querida. Te has dignado a enfrentar tu destino sola, finalmente…—
resonó su voz con eco en la oscuridad, al entrar la puerta se cerró con fuerza, el
impacto me sobresalto.
—Sakiva, ¿Por qué te has escondido de mí? —pregunte con firmeza, no podía
demostrarle debilidad.
—¿Esconderme? Nah, solo esperaba que tomaras el valor de venir sola. —
respondió con su voz ronca—, Es tu destino, no de Alessandro. ¿Por qué
involucrarlo?
—No lo involucro, solo me apoya—respondí firme—, ¿Por qué no me dejas
verte?
—¿Por qué me temes tanto, Mia? El monstruo fue tu madre, no yo—respondió
apareciéndose a mis espaldas y sobresaltándome nuevamente, trague saliva y gire
hacia ella, me sonreía con diversión—, No tengo porque hacerte daño, Mia.
—Entiendo, yo… solo quiero saber que tengo que hacer—respondí rendida—,
Me comunique con Kiriah, me dijo que no la despierte. Pero siento que tengo que
hacerlo, ¿Cómo saber que es lo correcto?
—Eres dueña de tu destino, confía en tu intuición. —respondió guiándome hasta
el sofá. Atravesando sus plantas, la seguí. Moviendo sus manos, hizo aparecer
frente a mí una tetera y tazas. Lo sirvió y me tendió una. —, ¿Por qué le temes a
lo desconocido? Mia, te sorprenderías lo mucho que lograrías si dejas el miedo a
un lado.
—Quiero despertar a Kiriah, necesito transformarme…—respondí en voz alta,
luego de darle un sorbo a mi taza. Ella tenía razón, no podía seguir sintiendo
miedo. —, ¿Puedes ayudarme a invocar a la diosa Hécate?
—¿Estas preparada para sacrificar algo importante? —preguntó tomando de su
taza con una mirada extraña.
—¿Tan malo podría ser? —pregunte con terror y ella asintió—, La diosa sabe
todo tus deseos, pensamientos y anhelos. No podrías mentirle, entra en tu cabeza
y se alimenta de lo que más cuidas.
—¿Es por eso que le pidió a cambio a mi hermano? —pregunte entendiendo.
—Tus padres siempre quisieron un varón, ya que tenían dos hijas. —respondió
asintiendo—, Para tu padre Alexandri lo era todo y la diosa lo supo apenas entró
en la cabeza de tu madre. Y, asimismo con tu abuela.
—¿Cómo? —preguntó aturdida—, ¿Qué era lo que mas deseaba y anhelaba la
abuela?
—Salvar su linaje, ¿Y quien era la salvación? —preguntó con sarcasmo.
—Yo…—alargue, ahora entendía a que se refería la maldición que mencionaba
mi abuela en su diario. El precio a pagar. —, ¿Y cual es mi maldición, tía? ¿Qué
es lo que me hizo la diosa?
—Maldijo a Kiriah, es por ello que al transformarte podrías perder tu parte
humana—respondió—, convirtiéndote en una bestia salvaje y nunca podrías
procrear… básicamente seguiría extinto el linaje de lobos blancos.
—¿Y entonces que tengo que hacer? ¿Pedirle que elimine la maldición o que
despierte a Kiriah? —pregunte confundida, luego de meditar su respuesta
anterior. Cada vez todo era más difícil de comprender, esperaba sus respuestas.
—La diosa solo concede una petición por persona, Mia—respondió
mirándome—, Tendrás que tomar la decisión tú, si eliges eliminar la maldición
no podrías despertar a Kiriah, no hay forma. Pero si la despiertas sin eliminar la
maldición, sufrirás la consecuencia.
—Entiendo, lo haré. ¿Cuándo puedes invocarla? —pregunte con decisión,
necesitaba terminar con todo esto de raíz.
—Me gusta tu determinación, no le temas a lo desconocido sobrina. —respondió
sonriéndome de lado—, Esta noche hay luna llena, podríamos ir a la cabaña del
lago. El mismo lugar donde tu madre la invoco por primera vez.
—Perfecto, entonces esta misma noche será—respondí asintiendo.
—Piensa muy bien que es lo que tu corazón mas anhela, porque será el precio a
pagar por tu petición a la diosa—respondió finalmente, dejándome a solas en su
tétrica casa.
¿Qué es lo que mi corazón mas anhela? Me preguntaba una y otra vez, supongo
que en lo material. Siempre he querido tener un café, hornear postres y preparar
deliciosas bebidas calientes o frías. En lo sentimental, quería ser feliz y vivir
tranquila con Annie, Alessandro y Shels. Mi única familia, anhelaba que Hannah
saliera de sus drogas. ¿Acaso ella podría pedirme sacrificar a alguno de ellos? No
podría, estaba segura de que no lo haría, preferiría sacrificarme yo.
Luego de pedirle encarecidamente a Shels, que cuidara de Annie. Y que me
cubriera con Alessandro, por si preguntaba por mí. Se asustó mucho cuando le
confesé lo que haría, pero entendió que era mi destino y tenia que hacerlo sola.
Sakiva parecía estar contenta, rebuscaba en sus estantes y cajones algunos
objetos, frascos y un libro. Por mi parte, estaba muy nerviosa, me sudaban las
manos y mis piernas estaban temblorosas. Si, si le tenía miedo a lo desconocido,
era innegable. ¿Cómo podía dejar de temerle a lo ignoto? Me estaba sumergiendo
en un mundo incognito y no sabia cuales serian las consecuencias de ello. Quizá
me gustaba calcular y manejar todo lo que sucedía a mi alrededor y por eso
estaba aterrada. Porque en este caso, no había forma de saberlo.
—¿Preparada? —preguntó Sakiva, asentí y me levanté de sofá.
—¿Vamos en mi auto? —preguntó y ella se ríe como si le hubiese contado el
mejor chiste.
—¿Por qué eres tan mundana? ¡No llegaríamos hoy a la cabaña! —respondió
mirándome con diversión—, Nos teletransportare.
—¿Teletransportación? ¿Eso existe? —preguntó anonadada y ella rueda sus ojos.
—Debí haberte criado yo—dijo con fastidio, tomó mis manos entrelazando sus
dedos con los míos. —, Procura cerrar la boca y aguanta la respiración, te
marearas un poco. —recomendó y asentí, sus ojos se colocaron totalmente
blancos, eliminando su pupila. Mi boca estaba por abrirse de la impresión, pero
recordé lo dicho por ella—, Non est hinc. —recitó.
Sentí como mi cuerpo se elevaba, para luego volverse partículas pequeñas por
unos segundos y luego volver a reformarse. Abrí mis ojos con sorpresa por la
envolvente sensación, estaba completa otra vez. ¿Cómo? La magia era increíble,
no podía creer que hace unos minutos estábamos en su casa y ahora nos
encontrábamos en la antigua cabaña de Sakiva. Estaba mareada y sentí nauseas,
lo cual me pareció extraño porque seguí las indicaciones de mi tía.
—¿Estas bien? —preguntó preocupada al verme vomitar todo mi almuerzo. —,
Te dije que cerraras los ojos y aguantaras la respiración—reclamó.
—¡Lo hice! ¡Lo juro! —me defiendo y rueda sus ojos. Me pide que la siga al
interior de la cabaña y lo hago.
Al llegar a la puerta, la abre como si nada. ¿No era peligroso? ¿Y había alguien
adentro? Llevaba años abandonada, era posible que alguien la invadiese, la
oscuridad fue remplazada por las luces y todo lucia tal como mi mente lo
recordaba. Mi tía me pidió que me pusiera cómoda, debíamos esperar a que
saliera la luna y se posicionará en el punto mas alto. Explore un poco el pequeño
lugar, el espacio era reducido por lo que constaba solo de una cocina, una sala y
dos habitaciones. Había una que otra fotografía colgada en la pared, de mis
abuelos, madre y tía. Un portarretrato llamó mi atención, su marco dorado
enmarcaba una fotografía de una mujer vestida como solía hacerlo Sakiva.
Llevaba un vestido dorado precioso y pomposo, clásico de la época antigua.
—Era mi madre biológica, la bruja mas poderosa del aquelarre de su época. —
comenta mi tía, haciéndome sobresaltar. Me lo arrebató de las manos y lo
desempolvo para ponerlo en su lugar. —, Intenta no arruinar nada.
Asiento y continuó admirando todo, una estantería llena de libros llama mi
atención. Recorro cada lomo con mis dedos, los títulos están en otra lengua que
no reconozco. Un libro de lomo dorado y con letras en negro recita “La diosa
luna”. Lo tomó entre mis manos e inspecciono el dorso, no hay una sinopsis. Lo
abro y sus amarillentas hojas, dejan leer un “Para mi hija, la gran Sakiva”.
Imaginaba que era un regalo para ella de su madre biológica, hojeo un poco y es
la historia de cómo se habían creado los lobos, bastante interesante. Pero lo que
más llamó mi atención, es la forma que tienen que “marcarse”. ¿Una ceremonia?
¿Mordida? ¿un tatuaje? Era bastante intenso, pero, ¿Por qué Alessandro no me
había pedido llevar a cabo la marca? Aquí decía que después de encontrar a sus
mates, tienen cierto tiempo para marcarlas o morirán. Pase horas leyendo cada
detalle de ese hermoso libro, parecía muy antiguo.
—Es hora, Mia. —avisó mi tía, aumentando mi tensión. Estaba mas nerviosa
ahora que nunca, cerré el libro y lo dejé en su puesto.
Respire profundo varias veces, tomando la valentía necesaria para superar esto.
Para no morirme de miedo al ver un ente de otro mundo frente a mí. Al salir a la
parte trasera de la cabaña, mi tía había lo hecho. Parecía tenerlo todo muy bien
arreglado y planeado. Muchas velas formaban una figura asimétrica, sin forma.
¿Cómo las mantendría encendidas si hace mucho viento? Un circulo de sal
dentro de la figura hecha con las veladoras, pétalos de rosas y un libro negro
descansaban en el césped. A centímetros de la orilla del lago, trague saliva y
camine hasta el sitio.
—Durante toda la invocación, no te salgas del círculo de sal—advirtió—, No le
demuestres miedo, tampoco inseguridad. —pidió, asentí y respire profundo
entrando en el circulo.
<O Hecate magnae. Invoco te virtutem meam: et donum in sanguine tenebris.
Venite ad me hac in humili domuncula habitans: veni, veni, veni.>
La voz fuerte y clara de mi tía resonaba por todo el patio, el viento soplaba con
fuerza y su silbido era aterrador. Todas las veladoras se encendieron de la nada,
retrocedí un paso por la impresión. El agua del lago comenzó a moverse como si
de un huracán se tratara, hasta que una ola muy grande se formó y venia en
nuestra dirección. Al estar cerca, se esparció en partículas, una llamarada de
humo dorado hizo presencia y la forma de agua tomó la figura de una mujer muy
hermosa. Su cabello negro y oscuro, ondeaba. Su vestido rojo carmesí, una
serpiente verde rodeaba su cuello, a juego con su capa del mismo color. Tenía
una antorcha en su mano derecha, levitaba claramente. Había leído que ella era
las tres mujeres en una y que su forma era esa. Pero era una diosa, podía tomar
cualquier forma.
—¿Quién osa irrumpir mi tranquilidad? —pregunta, su voz es grave y muy tosca.
Me mira intimidante, busco mi voz, pero se ha perdido.
—Gran diosa, gran mujer. He traído ante ti a mi sobrina, quién quiere hacerte una
petición—anuncia mi tía y le agradezco, carraspeo y tomó fuerza para dirigirme
hacia ella.
—Mia Boland, ¿Qué estas dispuesta a sacrificar? Sé lo que deseas y anhelas—
respondió la diosa con su voz de ultratumba, mis piernas estaban temblando—,
La ultima vez que te vi, eras tan solo una niña asustadiza. Has crecido, pero
puedo sentir todo tu miedo.
—Diosa Hécate, solo quiero recuperar lo que me fue arrebatado. —pido y ella
asiente—, Sé que solo puedo hacer una petición y he decidido que quiero
despertar a Kiriah.
—Dormir a tu loba, fue una lucha muy ardua contra la gran diosa luna. ¿Qué
sacrificio podría valer la pena para superar mi sacrificio por dormirla? —
preguntó en regreso—, Da un paso hacia mí, Mia. No muerdo—pidió con una
sonrisa pícara.
—Estoy bien aquí, gracias—respondí recordando no salir del circulo—, No sé
qué podría ser tan valioso para usted, pero es muy necesario para mi despertar a
Kiriah.
—¿Cómo te hace sentir el saber que la muerte de tu hermano quedara
injustificada por tu decisión? —pregunta con ironía, siento doler mi pecho. Mi
madre sacrifico a mi hermano, para dormir a Kiriah. Y yo estaba tirándolo a la
borda. —, Quiero el mismo sacrificio que hizo tu madre, un hijo varón.
—¿Un hijo varón? —pregunte desconcertada—, Me temo que no lo tengo, no
soy madre aun, diosa…
—Tu lo has dicho, aún. Llevas en tu vientre a un varón, hijo del gran alfa de la
manada SilverMoon. —anunció y abrì mi boca con mucha sorpresa. ¿Yo estaba
embarazada? No podía ser cierto, no podía… ¡Ahora que lo pienso si puede ser
cierto! —, Cuando nazca, tendrás que ahogarlo en este mismo lago.
—¡No puede pedirme eso! ¡Por favor! —suplique entre lágrimas, no podía
sacrificar a un hijo. No podía hacer lo mismo que hizo mi madre—, ¡Pídame otra
cosa! ¡Gran diosa, por favor!
—Es el precio que pagaras, tu primer y único hijo varón será sacrificado. Si no lo
ahogas, yo misma lo buscare—sentenció—, Podrás concebir, pero solo hembras.
Y de esa forma restauraras a la manada de lobos blancos…
—¡Me niego! ¡No quiero hacer ninguna petición! —exclamo mirándola aterrada
y sintiendo doler mi corazón. Muchas lágrimas salen de mis ojos. ¿Cómo es
posible que me pida semejante cosa? No lo haría, jamás.
—Muy tarde, he sido invocada por ti. —respondió—, Debiste pensarlo mejor
cuando decidiste llamarme, tu petición será cumplida. Te veo en ocho meses,
Mia. —su llamarada negra apareció envolviéndola y desapareciendo. Grite con
rabia al vacío, el aire golpeaba mi rostro con fuerza.
—Debiste pensarlo mejor, sobrina. Te dije que ella lo sabe todo—dijo Sakiva,
mirándome con pena. —, Si de algo te sirve, yo no puedo tener hijos.
—¡Es injusto! ¡No puede quitarme a mi hijo! —respondí con rabia, echándome a
llorar con desesperación. —, ¿Y ahora que se supone que haga?
—Seguir con tus planes, Kiriah ha despertado. En la siguiente luna llena será tu
primera transformación—respondió. —, Regresemos a la ciudad, deben estar
preocupados por ti.
Asentí quedamente y moví mis pies por inercia siguiendo a mi tía, volvió a
teletransportarnos. Las nauseas me hicieron devolver todo lo que llenaba a mi
estómago. Sakiva me miraba con atención, sentía que me estaba ocultando algo.
Cuando estaba por preguntarle, fui interrumpida.
—¡Mia! —gritaron Samuel y Alessandro, este último corrió hacia mí y me
abrazo con fuerza.
—¡Estaba muy preocupado por ti! ¿A dónde se han ido? —preguntó en mi oído.
—Hice algo de lo que me arrepentiré toda mi vida…—alargue, mientras lágrimas
salían de mi rostro. —, ¡Ella es muy cruel!
—Tranquilízate, todo estará bien—respondió calmándome. —, Salgamos de
aquí.
—Mia, no te olvides de tu transformación en la próxima luna llena—dijo Sakiva,
me gire mirándola mal.
—¿Transformación? ¿De que habla, Mia? —preguntó confundido Alessandro, lo
hizo a propósito.
—Te lo contaré todo cuando estemos en tu casa—respondí, suspirando con
tristeza.
Sentía doler mi pecho, me quemaba la sensación de haber provocado todo esto,
¿Cómo le explicaría a Alessandro que seriamos papás? ¿Y que una diosa pagana
nos lo arrebataría? ¡Es una locura! Pero si algo tenía claro era que no me daría
por vencida, no iba a entregarle mi hijo ni seguir sus órdenes. Ella no ganaría, la
desafiaría si era necesario para proteger a mi bebé. Alessandro me miraba en
silencio desde su asiento, Samuel conducía con cautela. Mientras yo me
encontraba mirando por la ventana atentamente, se venían grandes decisiones y
eventos. Tenia que ser mas fuerte que nunca, prepararme muy bien. Necesitaría
aprender muchas cosas, como ser una buena madre, es decir. Siempre cuide de
Annie, pero ya cuando fue grande, no cuando era un bebé indefenso. ¿Y si no era
lo suficientemente buena?
Hannah se hizo cargo de Annie por sus primero cinco años de vida, cuidaba de
ella y se mantenía sobria. No abusaba tanto de las sustancias, como ahora. Sin
embargo, dejo mucho que desear con sus cuidados hacia mi pequeña sobrina. Si
de algo estaba segura es que no podía cometer los mismos errores de ella. Tenia
que ser una buena madre para la criatura que habitaba en mi interior, claramente
la diosa Hécate estaba enloquecida si creía que le iba a entregar a mi hijo sin dar
pelea. También tenia el ejemplo de mi madre, ahora que lo pensaba tenia mas
ejemplos de la madre que no debía ser, de que la que debería ser. No importaba,
igualmente daría lo mejor de mí para serlo.
Llegamos a la mansión de Alessandro y Samuel aparcó el auto en su puesto. Nos
bajamos y entramos al interior, Annie y Shels nos esperaban sentadas en el sofá,
mientras veían una película de Netflix. Se levantaron asustadas al verme entrar,
les sonreí y me acerqué a ellas. Annie me abraza con fuerza y Shels se une a la
misma vez, sentir su calor me conforta.
—¡Tía! ¿Dónde estabas? —preguntó Annie asustada—, Estábamos muy
preocupadas por ti.
—Estaba haciendo unas cosas, debo contarles mucho…—alargo con una sonrisa
triste.
—Yo también tengo que darles una noticia, chicas—responde Shels y Annie y yo
la miramos con intriga.
—Creo que es necesario que tengamos una reunión como la familia que somos—
respondió Alessandro sentándose en un sofá.
—Empiezo yo…—respondí armándome de valor, era momento de afrontar las
cosas. —, Hace pocos días descubrí que soy la ultima loba de un linaje muy
misterioso y poderoso, los lobos blancos. Mis abuelos eran los alfas, soy
descendiente de cierta forma. Pero recientemente encontré el diario de mi abuela,
descubrí muchos secretos de mi familia. Y gracias a Sakiva logre saberlo todo o
eso creo, no estoy segura. Por alguna extraña razón, siento que hay mucho
más…—relaté ganándome la mirada de sorpresa absoluta de Annie y Samuel,
Alessandro y Shels ya sabían más.
—¿Qué? ¿Eso quiere decir que eres una bestia peluda como Alessandro y
Samuel? —preguntó Annie con su boca ligeramente abierta.
—Sí, mi loba fue dormida. Es por ello que nunca me transforme a los dieciocho
años como comúnmente sucede—respondí—, Pero como si fuera poco, mi
abuela en un acto desesperado de hacer perdurar a la manada invocó a una diosa
pagana, pidiéndole ayuda. Pero como si fuera poco, maldijo a Kiriah, mi loba
interior. Si me transformó cabe la posibilidad de que pierda mi mitad humana y
la razón…—complete, todos me miraron con sus ojos muy abiertos por la
angustia. Esta información ninguno la conocía.
—¿Qué? —gritaron todos a la vez, suspire y el llanto volvió a mí. ojalá y eso
fuera todo.
—No puedes arriesgarte, Mia. Los lobos errantes son muy peligrosos, no podrías
controlarte y…—respondió Alessandro desesperado, mirándome con tristeza—,
¿A eso se refería tu tía?
—No, viaje con mi tía a la cabaña del lago, donde mi madre entregó a mi
hermano menor, Alexandri a la diosa pagana como ofrenda, para que durmiera
mi loba interior—respondí suspirando—, Tenia dos opciones; pedirle que
despertara a mi loba o que me quitara la maldición. Si hacia una, me olvidaba por
completo de la otra. Así que le pedí despertar a Kiriah…
Los rostros de todos estaban palidecidos, Annie era la que menos comprendía la
situación. Se miraba admirada, pero silenciosa. Alessandro y Samuel quienes
estaban más al tanto del tema lobuno, eran los que me miraban con pánico. Y
Shels estaba desconcertada, tampoco entendía mucho, pero se notaba feliz. ¿Qué
estaba sucediendo? Se había creado una tensión muy incomoda en el ambiente,
estaba buscando la forma de dar la ultima y mas importante noticia de todas, mi
embarazo.
—Bueno, creo que es momento de dar una buena noticia para equilibrar el
ambiente. ¿Les parece? —preguntó Shels, mirándome buscando atención y asentí
con una sonrisa sincera.
—Por supuesto que sí, adelante—respondió Alessandro.
—Pero primero, quiero tener el valor de hacer algo que debí hacer tiempo atrás.
—nos toma por sorpresa Samuel, nuestras miradas se enfocaron en él.
—Desde que te vi por primera vez, algo en mí renació. Y fue entonces cuando al
escucharte hablar, lo supe. Eras Anastasia, mi ex esposa. Ella fue mi mate, pero
murió en manos de los cazadores. Desde entonces he vivido con la esperanza de
volverla a encontrar, Shelsey es mi mate. Mi otra mitad, la mujer de mi vida. Y
que diosa la luna me esté dando una segunda oportunidad, significa mucho. —
expuso Samuel, sacándonos una sonrisa a todos. Sacó de su traje una cajita de
terciopelo azul y se arrodilló ante ella—, ¿Shels, Quisieras concederme el eterno
honor de ser mi esposa? —preguntó con timidez.
—¡Si! ¡Claro que sí! ¡Si quiero! —respondió mi amiga feliz, la escena era tan
conmovedora que me hizo llorar de alegría por ella.
—¡Que vivan los prometidos! —gritó con alegría Annie, haciéndonos reír a
todos.
—Y eso no es todo, hay otra noticia…—dijo Shels—, ¡Estoy embarazada! —abrí
mucho mis ojos, no podía creerlo. Abrazó a Samuel quien al parecer no lo sabia y
estaba atónito mirando a su prometida, la estrecho en sus brazos con dulzura. Y
no quise arruinar su momento, era especial para ellos.
—¡Felicidades, tía Shels! —respondió Annie emocionada dando pequeños
brincos—, ¡Tendré primos! ¡Al fin! —musio acariciando su vientre.