3 Manual de Educación Constitucional UNIDAD III
3 Manual de Educación Constitucional UNIDAD III
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UNIDAD III: EL PODER Y LA SEPARACIÓN DE PODERES
Para estar en condiciones de cumplir sus fines el Estado necesita contar no solo con un sistema robusto
de normas jurídicas, sino también con una estructura de instituciones que respondan a un sistema
coherente de frenos y contrapesos. En esta unidad vamos a analizar el significado y fundamento del
principio de separación de poderes y las instituciones principales del sistema de frenos y contrapesos
de la República Dominicana.
EL PRINCIPIO DE SEPARACIÓN DE PODERES
Desde la antigüedad diversos autores describieron y defendieron algunas formas de distribución de las
funciones estatales. Sin embargo, fue Montesquieu quien, perfeccionando los planteamientos
avanzados por John Locke, propuso la doctrina de la separación de poderes y la concepción de las tres
funciones (poderes) fundamentales del Estado que hoy consideramos clásica. Se trata de un método o
guía para alcanzar un gobierno eficaz, pero, sobre todo, de una forma de organizar del poder político
que busca garantizar la libertad, la seguridad personal, los derechos individuales y el imperio del
Derecho.
Cabe aclarar que, aunque tenga diversidad de funciones, el poder del Estado es uno solo. De ahí que,
cuando se acude a los términos ‘división’ y ‘separación’ de los poderes del Estado, de lo que se trata
propiamente no es de dividir el poder del Estado, sino de repartir sus funciones entre órganos o
instituciones del mismo. Por poderes del Estado se entiende tanto las funciones del mismo como los
órganos responsables de su puesta en práctica.
Montesquieu1 advirtió que toda persona que tiene poder se ve impulsado a abusar de él y llega hasta
donde encuentra límites, añadiendo que ese abuso solo se ve impedido si el poder detiene al poder.
En ese mismo sentido, Madison decía: «No se puede negar la naturaleza expansiva del poder, y por
ello debería ser frenado para evitar que exceda los límites que se le han asignado»2.
Cuando el poder del Estado está concentrado en un único punto es muy difícil limitarlo. En cambio,
cuando se encuentra repartido es un poder que se va a limitar a sí mismo de manera mecánica. En
consecuencia, la clave para el buen gobierno, según Montesquieu y estos otros autores de la tradición
liberal, radica en que ninguna persona, institución o clase social monopolice el poder.
Esta doctrina surgió porque la historia había demostrado que la concentración del poder político en un
solo sujeto, el rey, conducía a numerosas arbitrariedades por parte de gobiernos tiránicos, incapaces
de reconocer ni siquiera los derechos más elementales de las personas. De ahí que se considerara
necesario encontrar un mecanismo efectivo para contener dicho poder.
Así, Montesquieu propuso la división del mismo en tres: el Poder Legislativo, el Poder Ejecutivo y el
Poder Judicial. Sostuvo, además, que el poder político correspondía al pueblo, quien lo ejercería por
medio de sus representantes, debido a la imposibilidad de que los ciudadanos lo ejercieran ellos mismos
en los Estados extensos y a los inconvenientes que surgirían en los pequeños.
En la concepción de Montesquieu, la función legislativa quedaría a cargo de dos cámaras, que deberían
ejercer mutuamente funciones de fiscalización y refrenamiento, tanto en la aprobación de las leyes como
en el desempeño de otras tareas a su cargo. Aun así, para evitar leyes o decisiones arbitrarias y
opresivas por parte de las cámaras, estimó necesario que el Poder Ejecutivo interviniera en esto con la
1
MONTESQUIEU, El Espíritu de las leyes, tomo I, Librería General de Victoriano Suárez, Madrid, España, 1906,
pp. 227 y ss.
2
MADISON (James), «Sobre los medios de dar eficacia en la práctica al principio de la separación de poderes», en
HAMILTON (Alexander), MADISON (James) y JAY (John), El federalista, Ediciones Akal, Madrid, España,
2015, p. 384.
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facultad de vetar la ley.
Al Poder Ejecutivo le atribuyó, además de las funciones de disponer de la guerra y la paz, prevenir las
invasiones, garantizar la seguridad, recibir y enviar embajadores etcétera, así como otras relacionadas
con la legislación, como la facultad de convocar las cámaras legislativas y de introducir proyectos de
leyes para su discusión y aprobación (iniciativa legislativa).
Al órgano legislativo, por su parte, también le correspondería una responsabilidad de control, en ese
caso sobre el órgano ejecutivo. Más exactamente, tendría la función de examinar la puesta en práctica
de las leyes por él aprobadas y los derechos, entre otros, de juzgar a los ministros y de aprobar el
presupuesto del Estado presentado por el órgano ejecutivo.
En lo tocante al órgano judicial, a él le correspondería, siempre, según Montesquieu, la responsabilidad
de castigar los delitos y de juzgar los conflictos entre particulares, siempre con el más estricto apego a
las leyes, hasta el punto de que llegó a afirmar que los jueces debían ser «la boca por donde habla la
ley»3.
De este modo, el conjunto de voluntades resultaría condicionado, limitado, equilibrado y diverso. Por
lo tanto, el fundamento de la doctrina de Montesquieu no reside en la independencia absoluta de cada
uno de los tres órganos estatales superiores, provistos cada uno de ellos de exclusividad en sus
respectivas funciones. Reside en el reparto nivelado de las tres funciones del Estado, a fin de impedir
su monopolio por cualquiera de las autoridades estatales, y eso bajo un sistema de frenos y contrapesos
mutuos. Esto es lo que, para él, constituye la base del Estado de Derecho.
Concomitantemente, en este sistema también los ciudadanos ven limitada su voluntad. Para ese autor,
la libertad es el derecho de hacer todo lo que las leyes permiten, pues, si un ciudadano pudiera hacer lo
que prohíben, ya no tendría libertad dado que los demás ciudadanos tendrían igualmente ese poder.
Tenemos, a fin de cuentas, que el poder limitado, tanto para las autoridades como para los ciudadanos,
permite garantizar a través de la ley la libertad de las personas, su seguridad y el goce de los derechos
individuales.
Comprobamos así lo dicho más arriba: la separación de los poderes constituye un método o una guía
de buen gobierno. Es un principio que puede ser implementado mediante diferentes fórmulas o
esquemas.
En Europa Central y muchos países de América se plasmó en la división de los tres poderes clásicos
(ejecutivo, legislativo y judicial). En cambio, en Estados Unidos y otros países se adoptaron dos
divisiones distintas de poderes: una de tipo horizontal (ejecutivo, legislativo y judicial) y otra de tipo
vertical (federación y Estados miembros).
La Constitución de la República Dominicana, al igual que las de muchos otros Estados contemporáneos,
recoge la fórmula de Montesquieu. En primer lugar, indica en su artículo 2 que la soberanía o poder
político supremo reside exclusivamente en el pueblo y que de este emanan todos los poderes del
Estado. A continuación y en ese mismo artículo, establece que el pueblo ejerce dichos poderes por
medio de sus representantes o de forma directa (en la unidad VI analizaremos los principales
mecanismos que permiten la participación directa del pueblo en algunos asuntos políticos concretos
pertenecientes al gobierno local).
n segundo lugar, el artículo 4 de la Constitución reitera que nuestro gobierno es democrático y
representativo. Asume la clásica división tripartita de poderes propuesta por Montesquieu y advierte,
además, que, por más que sus encargados son responsables de sus atribuciones, se encuentran
3
MONTESQUIEU, El Espíritu de las leyes, obra citada, tomo I, p. 237.
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limitadas a los mandatos que establecen la Constitución y las leyes.
Vale la pena reproducir literalmente ese texto constitucional: «El gobierno de la Nación es
esencialmente civil, republicano, democrático y representativo. Se divide en Poder Legislativo, Poder
Ejecutivo y Poder Judicial. Estos tres poderes son independientes en el ejercicio de sus respectivas
funciones. Sus encargados son responsables y no pueden delegar sus atribuciones, las cuales son
únicamente las determinadas por esta Constitución y las leyes».
Cada poder del Estado debe respetar y no puede invadir las atribuciones de otro ni interferir en ellas.
Tampoco puede delegarlas sus propias atribuciones, promoviendo con ello que otro poder asuma
funciones que no le corresponden. La relación entre los poderes del Estado se basa en el deber de
trabajar en coordinación y colaboración, con la finalidad de complementarse y controlarse
recíprocamente, nunca con pretensiones de subordinación o imposición.
Dicho principio de separación e independencia de los poderes públicos es de una importancia tan
elevada para el sistema democrático de nuestro país que así lo precisa nuevamente la Constitución en
su artículo 7 al referir que se trata de uno de los principios que fundamentan la República Dominicana.
A continuación, analizaremos el funcionamiento de estos tres poderes en nuestro país y el sistema
diseñado por el constituyente dominicano para que el poder político se autolimite y los poderes puedan
limitarse unos con otros en sus respectivas funciones (los frenos y contrapesos) con el propósito de
garantizar un buen gobierno. Asimismo, examinaremos el funcionamiento de otras instituciones que
han sido creadas para estos fines por el constituyente y que también juegan un rol importante a la hora
de garantizar nuestros derechos fundamentales.
LOS PODERES DEL ESTADO EN LA REPÚBLICA DOMINICANA
El Poder Legislativo
El Poder Legislativo, del que se ocupa la Constitución dominicana en sus artículos 76 a 121, es ejercido
por el Congreso Nacional, compuesto por dos cámaras: el Senado y la Cámara de Diputados.
El Congreso debe organizar la convivencia de la Nación, proteger los derechos fundamentales y
asegurar el desarrollo sostenible del Estado. Para ello, no solo legisla o elabora leyes en una gran
diversidad de temas, sino que, además, supervisa el cumplimiento de las políticas públicas, fiscalizando
y controlando las actividades del Poder Ejecutivo y de otras instituciones esenciales para el Estado.
Senado Cámara de Diputados
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– 5 elegidos a nivel nacional por
acumulación de votos,
preferentemente de partidos, alianzas
o coaliciones que no hubiesen
obtenido escaños y hayan alcanzado
no menos de 1% de los votos válidos
emitidos.
– 7 elegidos en representación de la
comunidad dominicana en el exterior.
Requisitos – Ser dominicano.
para ejercer – Estar en pleno ejercicio de los derechos civiles y políticos.
el cargo
– Tener 25 años de edad.
– Ser nativo de la demarcación territorial que lo elija o haber residido en
ella por lo menos durante 5 años consecutivos.
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misión.
7) 7)Autorizar, previa solicitud del
presidente de la República, en ausencia
de convenio que lo permita, la
presencia de tropas extranjeras en
ejercicios militares en el territorio de la
República, así como determinar el
tiempo y las condiciones de su estadía.
8)Aprobar o desaprobar el envío al
extranjero de tropas en misiones de
paz, autorizadas por organismos
internacionales, fijando las
condiciones y duración de dicha
misión.
El Poder Legislativo siempre ha sido entendido como el órgano más representativo de la voluntad
popular. Si observamos la cantidad de legisladores que integran esa institución en la República
Dominicana y los requisitos exigidos para poder ejercer los cargos, podemos comprender que con este
diseño nuestro Estado se propone garantizar el mayor nivel posible de pluralismo político.
El pluralismo constituye un principio fundamental para el ejercicio democrático de todo Estado, porque
obliga, como en este caso, a que las cuestiones más sensibles y trascendentales para la vida de un
pueblo tengan que ser discutidas, analizadas y, sobre todo, consensuadas con la mayor cantidad y
diversidad de sectores y personas pertenecientes a dicho país.
Para poder deliberar, en cada una de las cámaras se necesita la presencia de más de la mitad de sus
miembros. Las decisiones se adoptan por mayoría absoluta de votos, salvo los asuntos declarados
previamente de urgencia o disposición en contrario.
La reunión del quorum necesario para la deliberación y la presencia de la diversidad de sectores a la
hora de tomar las decisiones se encuentran protegidas por la garantía parlamentaria de prohibición de
privación de libertad de los legisladores durante el periodo de la legislatura. Para
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poder privarles de libertad se requiere la autorización de la cámara a la que pertenezcan, excepto en
aquellos casos en que sean aprehendidos en el momento de la comisión de un crimen.
Por otro lado, la exigencia de que los legisladores procedan o hayan residido en la demarcación
territorial de quienes los eligen, aún más en el caso de los diputados, obedece a la necesidad de que
dichos servidores sean cercanos a su pueblo y directamente conocedores de las necesidades de las
personas que van a representar.
Es importante que el trabajo de los legisladores dé respuesta oportuna y eficaz a los problemas que
enfrenta la sociedad. Es la razón por la que las dos legislaturas anuales (períodos del trabajo legislativo)
tienen una duración de ciento cincuenta días, iniciando ordinariamente el 27 de febrero y el 16 de agosto
de cada año. El Poder Ejecutivo puede extender dicho periodo al convocar a una legislatura
extraordinaria.
Cada cámara cuenta con un presidente, un vicepresidente y dos secretarios, elegidos por los
legisladores de sus respectivas cámaras el 16 de agosto de cada año. El presidente cuenta con poderes
disciplinarios durante las sesiones y representa a su cámara en todos los actos legales. Debe rendir un
informe anual sobre las actividades legislativas, administrativas y financieras realizadas durante dicho
periodo. También los legisladores tienen que rendir un informe anual de su gestión a los electores que
representan.
Principales atribuciones generales del Congreso Nacional en materia
legislativa
– Establecer los impuestos, tributos o contribuciones generales y determinar cómo
serán recaudados y en qué será invertido lo recaudado.
– Conocer de las observaciones que el Poder Ejecutivo haga a las leyes.
– Disponer todo lo concerniente a la conservación de monumentos y al patrimonio
histórico, cultural y artístico.
– Crear, modificar o suprimir regiones, provincias, municipios, distritos municipales,
secciones y parajes y determinar todo lo concerniente a sus límites y organización, previo
estudio que demuestre la conveniencia política, social y económica justificativa de la
modificación.
– Autorizar al presidente de la República a declarar los estados de excepción.
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– En caso de que la soberanía nacional se encuentre expuesta a un peligro grave e
inminente, el Congreso podrá declarar que existe un estado de defensa nacional, suspendiendo el
ejercicio de derechos individuales.
– Establecer las normas relativas a la migración y el régimen de extranjería.
– Aumentar o reducir el número de las cortes de apelación y crear o suprimir tribunales y
disponer todo lo relativo a su organización y competencia, previa consulta a la Suprema Corte de
Justicia.
– Votar anualmente la Ley de Presupuesto General del Estado, así como aprobar o rechazar
los gastos extraordinarios para los cuales solicite un crédito el Poder Ejecutivo.
– Legislar cuanto concierne a la deuda pública y aprobar o desaprobar los créditos y
préstamos firmados por el Poder Ejecutivo.
– Aprobar o desaprobar los contratos que le someta el presidente de la República, así como
las enmiendas o modificaciones posteriores.
– Aprobar o desaprobar los tratados y convenciones internacionales que suscriba el Poder
Ejecutivo.
– Declarar por ley la necesidad de la reforma constitucional.
– Conceder amnistía por causas políticas.
– Pronunciarse a través de resoluciones acerca de los problemas o las situaciones de orden
nacional o internacional que sean de interés para la República.
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Atribuciones del Congreso Nacional en materia de fiscalización y control
– Examinar anualmente todos los actos del Poder Ejecutivo y aprobarlos, si son
ajustados a la Constitución y a las leyes.
Nótense la gran cantidad de actividades del Congreso Nacional, que se relacionan con el Poder
Ejecutivo. Como dijimos anteriormente, se trata de un sistema de colaboración y de frenos y
contrapesos para que el poder no sea arbitrario y se garantice el buen gobierno.
En ese mismo orden, también corresponden al Poder Legislativo, entre otras, las atribuciones de
supervisar todas las políticas públicas que implemente el Ejecutivo y aprobarle los préstamos y
contratos cuyo valor ascienda a los doscientos salarios mínimos del sector público. Puede también citar
e invitar a miembros del Gobierno, pedirles informes y nombrar comisiones especiales de investigación
para asuntos específicos, de modo que pueda prevenir violaciones a la Constitución y las leyes por parte
de los funcionarios.
El Congreso Nacional también se relaciona con el Poder Judicial, por ejemplo, cuando le corresponde
la creación de tribunales. Igualmente, con las instancias de gobierno local o municipal, como es el caso,
entre otros, de la creación, modificación o supresión de regiones, provincias, municipios, etcétera o de
la conservación de monumentos y del patrimonio histórico, cultural y artístico.
Además, a través del juicio político, el Poder Legislativo puede sancionar disciplinariamente la comisión
de faltas graves de los legisladores, del presidente y vicepresidente de la República, de los alcaldes, de
los regidores y de los jueces tanto los de la Suprema Corte de Justicia como los del Tribunal
Constitucional y los del Tribunal Superior Electoral. Los legisladores pueden incluso determinar la
destitución de dichos funcionarios por la gravedad de la falta cometida.
Las cámaras también pueden interpelar (exigir explicaciones) a los ministros y viceministros, al
Gobernador del Banco Central y a los directores o administradores de organismos autónomos y
descentralizados del Estado, así como a los de entidades que administren fondos públicos sobre asuntos
de su competencia.
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El Senado y la Cámara de Diputados celebran sus sesiones de forma separada, excepto cuando se
reúnen en Asamblea Nacional. Para esto deben estar presentes más de la mitad de los miembros de
cada cámara y las decisiones se toman por mayoría absoluta de votos, excepto cuando se convoca para
reformar la Constitución.
Corresponden a la Asamblea Nacional, entre otras, las funciones de 1) conocer y decidir sobre las
reformas constitucionales, actuando en este caso como Asamblea Nacional Revisora, 2) examinar las
actas de elección del presidente y del vicepresidente de la República y 3) proclamarles, recibirles su
juramento y aceptar o rechazar sus renuncias en caso de presentarlas.
En cambio, a la Reunión Conjunta de las Cámaras corresponde recibir el mensaje y la rendición de
cuentas del presidente de la República y las memorias de los ministerios, así como celebrar actos
conmemorativos o de naturaleza protocolar.
El Poder Ejecutivo
Como es propio de los regímenes presidenciales, nuestro Poder Ejecutivo es ejercido en nombre del
pueblo por el presidente de la República en su doble condición de Jefe de Estado y de gobierno. A él
corresponde dirigir la política interior y exterior del país y la administración civil y militar, siendo la
autoridad suprema de las Fuerzas Armadas, de la Policía Nacional y de los demás cuerpos de seguridad
del Estado. El Poder Ejecutivo se encuentra descrito en los artículos del 122 al 137 de la Constitución
dominicana.
Según el artículo 17 de la Ley Orgánica de la Administración Pública (núm. 247-12), el presidente ejerce
la dirección superior del aparato administrativo en su conjunto, con el propósito de garantizar una gestión
administrativa armónica y eficiente. También dirige las políticas públicas, los planes, los programas y
los proyectos nacionales, regionales y sectoriales con el fin de orientarlos hacia 1) el logro de los
objetivos y metas de desarrollo humano sostenible, 2) el respeto a la libertad de las personas, 3) la
erradicación de las desigualdades y de la discriminación y 4) el mejoramiento de la calidad de vida de
la ciudadanía.
El presidente es elegido cada cuatro años por voto directo. La Constitución le autoriza a optar por un
segundo período constitucional consecutivo, pero le prohíbe volver a postularse nunca más tanto para
ese cargo como para el de la Vicepresidencia de la República.
Para ser presidente de nuestro país se requiere: 1) ser dominicano de nacimiento u origen, 2) haber
cumplido treinta años de edad, 3) estar en pleno ejercicio de los derechos civiles y políticos y 4) no
haber estado en el servicio militar o policial activo por lo menos durante los tres años previos a las
elecciones presidenciales.
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Principales atribuciones del presidente como Jefe de Estado
- Promulgar y publicar las leyes y resoluciones del Congreso Nacional y cuidar de su fiel
ejecución.
- Disponer todo lo relativo a las zonas aéreas, marítimas, fluviales, terrestres, militares
y policiales en materia de seguridad nacional.
- Hacer arrestar o expulsar a los extranjeros cuyas actividades sean o puedan ser
perjudiciales al orden público o la seguridad nacional.
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Principales atribuciones del presidente como Jefe de Gobierno
- Nombrar los ministros, viceministros y demás funcionarios públicos que ocupen cargos
de libre nombramiento, así como aceptarles su renuncia y removerlos.
- Depositar ante el Congreso Nacional las memorias de los ministerios y rendir cuenta
de su administración presupuestaria, financiera y de gestión ocurrida en el año anterior.
- Dirigir las negociaciones diplomáticas y recibir a los Jefes de Estado extranjeros y a sus
representantes.
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Como puede observarse, también en las atribuciones del presidente de la República Dominicana
identificamos herramientas del sistema de frenos y contrapesos características del principio de
separación de poderes.
En ese mismo orden, el Poder Ejecutivo se relaciona con el Legislativo en el proceso de formación de las
leyes, puesto que el presidente, además de tener iniciativa legislativa y la facultad de poder observar
la ley, desempeña la función de promulgarla y publicarla.
Con el Poder Judicial, se relaciona, por ejemplo, a través de la atribución presidencial de conceder
indultos. El indulto no es más que una gracia otorgada por el presidente de la República para perdonar
y liberar a una persona que está cumpliendo una pena privativa de libertad que ha sido impuesta en
virtud de una sentencia dada por el Poder Judicial.
Con los gobiernos locales o municipales se relaciona cuando corresponde a la Presidencia autorizar la
enajenación (venta o donación) de inmuebles municipales.
Por otra parte, para el despacho de los asuntos de gobierno el presidente cuenta con la colaboración
inmediata del vicepresidente y de los ministros.
El vicepresidente de la República es elegido conjuntamente con el presidente, en la misma forma, por
igual período y con la exigencia de los mismos requisitos. De acuerdo con el artículo 19 de la Ley
Orgánica de la Administración Pública (núm. 247-12), tiene como funciones, entre otras, 1) colaborar
con el presidente en la dirección de la acción gubernamental, 2) presidir determinadas reuniones del
Consejo de Ministros en representación del presidente y de los órganos colegiados,
3) coordinar la ejecución de las políticas, planes, programas y actividades que le atribuya el presidente,
4) suplir las faltas temporales y definitivas del mismo y 5) ejercer las atribuciones legales que este le
delegue.
Los ministerios son los órganos esenciales del Poder Ejecutivo para la planificación, dirección,
coordinación y ejecución de la función administrativa del Estado. El artículo 24 de la Ley Orgánica de la
Administración Pública (núm. 247-12), les encarga, en especial, de la formulación, adopción,
seguimiento, evaluación y control de las políticas, estrategias, planes generales, programas, proyectos
y servicios en las materias de su competencia o campo específico de su actuación (puede ser salud,
educación, trabajo, hacienda, etcétera) y sobre las cuales ejercen su rectoría.
Cada ministerio se encuentra a cargo de un ministro y cuenta con los viceministros necesarios para el
despacho de sus asuntos. Todos ellos, como hemos indicado, son nombrados por el presidente.
El Consejo de Ministros es el órgano de coordinación de los asuntos generales de gobierno y tiene como
finalidad organizar y agilizar el despacho de los aspectos de la Administración Pública en beneficio de
los intereses generales de la Nación y al servicio de la ciudadanía. Está integrado por el presidente de
la República, quien lo preside; el vicepresidente de la República y los ministros.
El presidente de la República designa también libremente en cada provincia un gobernador civil para
que lo represente en dicha demarcación y para que actúe de conformidad con sus instrucciones.
Dada la importancia de la figura del presidente para la gestión administrativa diaria que requiere el
Estado, la Constitución prevé en su artículo 129 cómo proceder para su sucesión si se produce su falta.
También es importante resaltar que tanto el presidente como el vicepresidente de la República, tanto
si son electos como si se encuentran en funciones, están protegidos por la prohibición de privación de
su libertad. Esta garantía se establece como un mecanismo de defensa contra las injerencias que
pudieran buscar obstaculizar el desempeño de sus importantes funciones.
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El Poder Judicial
El Poder Judicial en nuestro país está conformado por la Suprema Corte de Justicia, que es su más alto
tribunal, y por los demás tribunales y juzgados creados por la Constitución y las leyes. La Constitución
atiende a este poder en sus artículos 149 a 168.
Se trata del poder que Hamilton consideraba como el menos peligroso de todos, puesto que no influye
ni sobre armas o la fuerza ni sobre el tesoro, siendo un cuerpo intermedio entre el pueblo y los
legisladores, capaz de mantener a las autoridades dentro de sus límites asignados y de garantizar los
derechos de la ciudadanía4.
El Poder Judicial se encarga gratuitamente de la justicia en nombre de la República Dominicana.
Administra justicia al decidir y hacer ejecutar lo decidido respecto de los conflictos jurídicos que les
presenten las personas o las instituciones públicas o privadas en cualquier tipo de proceso, ya sea
laboral, civil, administrativo, municipal, ambiental, comercial, penal, etcétera.
Esta institución es de suma importancia porque satisface la necesidad que tienen las personas de recibir
por parte del Estado una respuesta judicial efectiva cuando acuden a él para reclamar sus derechos e
intereses legítimos en el entendido de que han sido afectados o de que pudieran verse afectados.
Ahora bien, todo Estado democrático y de Derecho que se proponga ofrecer a sus habitantes una
respuesta judicial efectiva debe garantizar, entre otras cosas, que los jueces que conozcan de los casos
o reclamos sean competentes en la materia y, además, que actúen con independencia e imparcialidad.
En el caso dominicano, la Constitución otorga un alto valor a dichos principios de independencia e
imparcialidad de los jueces, posicionándolos como pilares del derecho de toda persona a la tutela judicial
efectiva y al debido proceso.
En ese sentido, digamos, en primer lugar, que el constituyente dominicano concedió al Poder Judicial
autonomía, tanto funcional como administrativa y presupuestaria.
En segundo lugar, la Constitución se estipula que la persona aspirante a ser juez del Poder Judicial debe
someterse a un concurso público de méritos mediante el sistema de ingreso a la Escuela Nacional de
la Judicatura establecido por la ley y, además, aprobar satisfactoriamente el programa de formación de
dicha escuela.
Ambas medidas buscan asegurar que los jueces puedan administrar justicia libres de influencias y
presiones y que sean profesionales idóneos para hacerlo.
En tercer lugar, se establece a nivel constitucional que, una vez un juez ingresa al Poder Judicial, se
somete al régimen legal de carrera judicial para su ascenso, promoción, desvinculación y retiro. De ahí
que los jueces no pueden ser removidos, separados, suspendidos, trasladados o jubilados sino
conforme a lo establecido en la ley. Es lo que sucede, por ejemplo, cuando se demuestra una falta
cometida por el juez mediante un cuidadoso procedimiento disciplinario.
Ahora bien, esta garantía de estabilidad en el cargo (inamovilidad) de la que gozan los jueces exige, a su
vez, 1) que solo puedan dedicarse a sus funciones y a la docencia, 2) que no se les permita participar
en actividades políticas partidistas y 3) que deban capacitarse y actualizarse permanentemente.
Con todo ello el Estado se propone que, en sus decisiones, los jueces se encuentren libres de influencias
o presiones tanto por parte de los demás poderes públicos como de otras personas y que, siendo ajenos
o sin interés o relación con el caso y las partes en él implicadas, puedan ser neutrales.
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HAMILTON (Alexander), «El poder judicial y su permanencia con la condición de buena conducta», en
HAMILTON (Alexander), MADISON (James) y JAY (John), El federalista, obra citada, pp. 549 y 551.
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En el Poder Judicial existe una estructura jerárquica de tribunales. En su cúspide se halla la Suprema
Corte de Justicia y, en rangos inferiores, las cortes de apelación o tribunales superiores, los juzgados
de primera instancia y, en el primer nivel inferior, los juzgados de paz.
La Suprema Corte de Justicia está integrada por no menos de 16 jueces divididos por salas. Tiene las
siguientes atribuciones:
– Conocer en única instancia de las causas penales seguidas a: 1) el presidente y el
vicepresidente de la República, 2) senadores y diputados, 3) jueces de la Suprema Corte de Justicia y
del Tribunal Constitucional, 4) ministros y viceministros, 5) el Procurador General de la República, 6)
jueces y procuradores generales de las cortes de apelación o equivalentes, 7) jueces de los tribunales
superiores de tierras, de los tribunales superiores administrativos y del Tribunal Superior Electoral, 8) el
Defensor del Pueblo, 9) miembros del Cuerpo Diplomático y jefes de misiones acreditados en el exterior
y 10) miembros de la Junta Central Electoral, de la Cámara de Cuentas y de la Junta Monetaria.
– Conocer de los recursos de casación. Dichos recursos persiguen anular sentencias dictadas
por los jueces del Poder Judicial cuando entiende que fueron dictadas en función de una incorrecta
interpretación o aplicación de la ley o sin cumplir con las garantías del debido proceso.
– Conocer en último recurso de las causas cuyo conocimiento en primera instancia sea
competencia de las cortes de apelación y sus equivalentes.
– Designar, de conformidad con la Ley de Carrera Judicial, los demás jueces del Poder
Judicial.
La Suprema Corte de Justicia, como vemos, es el tribunal encargado de dictaminar el resultado de las
acusaciones penales contra los más altos funcionarios de nuestro país. De este modo, se relaciona con
varios de los poderes públicos, pudiendo incluso sancionar a sus representantes por los delitos que
cometan durante sus funciones. Se trata de una herramienta más para garantizar la buena marcha del
sistema dominicano de frenos y contrapesos.
Las cortes de apelación o tribunales superiores, por su parte, son responsables, entre otras, de las
siguientes atribuciones: 1) conocer de las apelaciones a las sentencias y 2) conocer en primera instancia
de las causas penales seguidas a jueces de primera instancia o sus equivalentes, procuradores fiscales,
titulares de órganos y organismos autónomos y descentralizados del Estado, gobernadores provinciales
y alcaldes del Distrito Nacional y de los municipios.
Las atribuciones de los demás tribunales del Poder Judicial se encuentran determinadas por las leyes.
Un órgano muy importante para el Poder Judicial es el Consejo del Poder Judicial, encargado de las
labores administrativas y disciplinarias de la institución.
El Consejo del Poder Judicial está integrado por: 1) el presidente de la Suprema Corte de Justicia, que
es quien lo preside, 2) un juez de la Suprema Corte de Justicia elegido por el pleno de la misma,
3) un juez de corte de apelación o su equivalente, 4) un juez de primera instancia o su equivalente y
5) un juez de paz o su equivalente, elegidos estos tres últimos por sus pares.
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El gobierno local
El Distrito Nacional, los municipios y los distritos municipales constituyen la base del sistema político
administrativo local. Gozan de autonomía política y administrativa. La finalidad de estos entes públicos
es procurar el bienestar general y el mejoramiento de la calidad de vida de sus respectivos territorios.
Lo expuesto en este apartado relativo al régimen de los municipios se encuentra señalado en los
artículos 199 a 202 de nuestra Constitución.
El gobierno del Distrito Nacional y los de los municipios se encuentran cada uno de ellos a cargo de los
respectivos ayuntamientos. Estos están constituidos por dos órganos complementarios entre sí: 1) el
Concejo de Regidores, que es un órgano exclusivamente normativo, reglamentario y de fiscalización
integrado por regidores con sus respectivos suplentes y 2) la Alcaldía, órgano ejecutivo encabezado
por un alcalde, cuyo suplente se denomina vicealcalde. Los alcaldes y los regidores son elegidos cada
cuatro años por el pueblo de su jurisdicción.
En el caso de los distritos municipales, el gobierno se encuentra a cargo de una Junta de Distrito. Está
integrada por: 1) un director que actúa como órgano ejecutivo y que también tiene suplente y
2) una Junta de Vocales con funciones normativas, reglamentarias y de fiscalización.
Según el artículo 19 de la Ley del Distrito Nacional y los municipios (núm. 176-07), los ayuntamientos
tienen las siguientes atribuciones: 1) ordenar el tránsito de vehículos y personas en las vías urbanas y
rurales, 2) normar y gestionar el espacio público, 3) prevenir, extinguir incendios y financiar las
estaciones de bomberos, 4) ordenar el territorio, realizar el planeamiento urbano, la gestión del suelo,
la ejecución y disciplina urbanística, 5) normar y gestionar el mantenimiento y uso de las áreas verdes,
parques y jardines, 6) normar y gestionar la protección de la higiene y salubridad públicas para
garantizar el saneamiento ambiental, 7) construir infraestructuras y equipamientos urbanos,
pavimentar las vías públicas urbanas, construir y mantener caminos rurales, construir y conservar
aceras, contenes y caminos vecinales, 8) preservar el patrimonio histórico y cultural del municipio, 9)
construir y gestionar mataderos, mercados y ferias, 10) construir y gestionar cementerios y servicios
funerarios, 11) instalar el alumbrado público, 12) realizar la limpieza vial, 13) brindar servicios de
limpieza y ornato público, recolección, tratamiento y disposición final de residuos sólidos, 14) ordenar
y reglamentar el transporte público urbano y 15) promover, fomentar y desarrollar la economía local.
Los ayuntamientos pueden, además, colaborar con el Poder Ejecutivo y trabajar conjuntamente con él
en las siguientes tareas: 1) coordinación en la gestión de la prestación y financiación de los servicios
sociales y la lucha contra la pobreza, dirigido a los grupos socialmente vulnerables y, principalmente, a
la infancia, la adolescencia, la juventud, la mujer, las personas con discapacidad y los adultos mayores,
2) coordinación, gestión y financiación de la seguridad ciudadana y mantenimiento del orden público,
3) coordinación y gestión de la prestación de los servicios de atención primaria de salud, 4) promoción
y fomento de la educación inicial, básica y capacitación técnico vocacional, así como el mantenimiento
de los locales escolares públicos, 5) coordinación de la provisión de los servicios de abastecimiento de
agua potable, alcantarillado y tratamiento de aguas residuales, 6) promoción de la cultura, el deporte
y la recreación, 7) defensa civil, emergencias y previsión de desastres, 8) promoción de la prevención
de la violencia intrafamiliar y de género, así como apoyo y protección de derechos humanos, 9)
desarrollo de políticas públicas focalizadas a mujeres jefas de hogar y madres solteras y 10) promoción
y fomento del turismo.
Se trata, como puede notarse, de un conjunto de instituciones locales que el Estado ha creado para
poder cumplir sus fines y brindar de manera más eficaz los servicios públicos.
Por último, debemos resaltar que la Liga Municipal Dominicana promueve la interrelación entre todos
los municipios del país, alentando su adecuada organización y el espíritu de cooperación entre ellos a
fin de que establezcan mejores niveles de servicios. Sus funciones están descritas en el artículo 106 de
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la Ley del Distrito Nacional y los municipios (núm. 176-07).
ENTES Y ÓRGANOS DE RANGO CONSTITUCIONAL EN LA REPÚBLICA DOMINICANA
Con el propósito de satisfacer el interés general y las necesidades del pueblo, el Estado crea por ley
organismos autónomos y descentralizados, transfiriéndoles funciones administrativas públicas y
otorgándoles autonomía administrativa, financiera y técnica para que realicen tales funciones en su
propio nombre y bajo su propia responsabilidad.
Estos organismos no se subordinan jerárquicamente a ninguno de los poderes clásicos, sino que tienen
funciones independientes. Se encuentran dotados de patrimonio propio y, como indica el artículo 141
de la Constitución, están adscritos al sector de la administración que es compatible con su actividad,
bajo la vigilancia del ministro titular del sector. Mediante su existencia y funcionamiento, la
Administración busca ser más cercana al pueblo, menos arbitraria y más eficiente.
Como expuso el Tribunal Constitucional, «los órganos autónomos son creados directamente por la
Constitución para actualizar y perfeccionar el principio de la separación de los poderes. Surgen de la
necesidad de separar determinadas funciones públicas de los procesos normales de gobierno. Así, la
autonomía constituye una garantía institucional asociada a la independencia con que han de ejercer las
funciones encomendadas por la Constitución»5.
La autonomía de estos órganos les permite: 1) planificar sin injerencias de otras autoridades las
políticas, estrategias, metas y objetivos que resulten necesarios para el ejercicio de sus funciones y
2) disponer de sus recursos humanos, materiales y financieros de la forma que resulte más
conveniente para los cometidos y fines que les han sido asignados.
En la unidad II ya hemos presentado el Tribunal Constitucional de la República Dominicana y en el
apartado anterior lo referente a los ayuntamientos. A continuación mencionaremos otros entes
autónomos y descentralizados que se encuentran también en nuestra Constitución y que son de suma
importancia para el país, a saber, la Junta Central Electoral, el Tribunal Superior Electoral y la Cámara
de Cuentas.
Posteriormente, procederemos a describir algunos órganos presentes en la Constitución que, a pesar de
no ser autónomos ni descentralizados, también resultan imprescindibles para nuestro Estado. Se trata
de la Contraloría General de la República, las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional y el Consejo Nacional
de la Magistratura.
La Junta Central Electoral
La Junta Central Electoral es la encargada de organizar y dirigir las asambleas electorales para la
celebración de elecciones y de otros mecanismos de participación popular. Constituye la máxima
autoridad en materia de administración y organización de los procesos electorales. Es responsable
también de los procesos que llevan internamente los partidos, agrupaciones y movimientos políticos
para la escogencia de candidatos a cargos de elección popular y de conocer respecto del reconocimiento
o extinción de las organizaciones políticas, sus alianzas, coaliciones o fusiones, entre otras.
Dicha institución, descrita en los artículos 212 y 213 de la Constitución y en la Ley Orgánica del Régimen
Electoral (núm. 20-23), está integrada por un presidente, cuatro miembros y sus suplentes, elegidos para
un período de cuatro años por el Senado de la República, con el voto de las dos terceras partes de los
senadores presentes.
5
TC/0001/15 de 28 de enero de 2015, 9.1.2.
17
La Junta Central Electoral es responsable de la custodia, el mantenimiento y la conservación del
Registro Civil y de la Cédula de Identidad, así como de todo lo relativo a la inscripción de los ciudadanos
en el Registro Electoral.
El Registro Civil es el lugar donde se asientan las informaciones personales de los ciudadanos, como el
nombre, el domicilio y la fecha de nacimiento, entre otros datos que permiten individualizar a las
personas. El Registro Electoral, por su parte, es el lugar donde se asienta la inscripción personal,
obligatoria y gratuita de todo individuo y ciudadano dominicano que se encuentre en aptitud de ejercer
el sufragio.
Ambos órganos pertenecen a la Junta Central Electoral por la importancia que tiene para esta el manejo
y control absoluto de estos datos de cara a prevenir cualquier injerencia de externos que pudiera alterar
la voluntad del pueblo a la hora de votar y de elegir a sus representantes.
En el Distrito Nacional y en cada municipio se cuenta, además, con una Junta Electoral subordinada a la
Junta Central Electoral. Estas juntas electorales son las encargadas, entre otras cosas, de: 1) designar
los funcionarios de los colegios electorales, 2) velar por la distribución del equipo y de los materiales
electorales, 3) verificar el cómputo de la votación, 4) expedir los certificados de elección a los candidatos
y 4) anular las elecciones en uno o varios colegios electorales por razones indicadas en la ley.
Las asambleas electorales funcionan en colegios electorales, que se abren cada cuatro años para elegir
al presidente y al vicepresidente de la República, a los senadores y diputados, a las autoridades
municipales y a los demás funcionarios o representantes electivos. Estas elecciones se celebran de modo
separado e independiente. Las de presidente, vicepresidente y representantes legislativos y
parlamentarios de organismos internacionales, el tercer domingo del mes de mayo y las de las
autoridades municipales, el tercer domingo del mes de febrero.
La Junta Central Electoral desempeña un papel fundamental en el sistema político dominicano. Debe
velar para que los procesos electorales se realicen con sujeción a los principios de libertad y equidad en
el desarrollo de las campañas y de transparencia en la utilización del financiamiento. En consecuencia,
puede reglamentar los tiempos y límites en los gastos de campaña, así como el acceso equitativo a los
medios de comunicación.
Tanto la Junta Central Electoral como las juntas electorales deben organizar, dirigir y supervisar las
elecciones y garantizar la libertad, transparencia, equidad y objetividad de las mismas. Para garantizar
la integridad de los procesos, la Junta Central Electoral asume incluso la dirección y el mando de la
fuerza pública durante las elecciones. Esto es así porque es imprescindible que la ciudadanía pueda
confiar en los procesos de elección de sus representantes, en quienes se delega la toma de las
decisiones que marcarán el futuro de nuestro país. Esa confianza, a su vez, sirve de motivación para
que los ciudadanos participen con entusiasmo en los espacios democráticos.
El Tribunal Superior Electoral
El Tribunal Superior Electoral es la institución responsable de juzgar y decidir con carácter definitivo
sobre los asuntos contenciosos electorales y de estatuir sobre los diferendos que surjan a lo interno de
los partidos, agrupaciones y movimientos políticos o entre estos. Entre sus funciones: 1) conoce de los
recursos de apelación de las decisiones adoptadas por las juntas electorales y de las impugnaciones y
recusaciones de sus miembros, 2) puede ordenar la celebración de nuevas elecciones en los casos en
que hayan sido anuladas y 3) conoce de las rectificaciones de las actas del Estado Civil y de los conflictos
que surjan a raíz de la celebración de plebiscitos y referendos.
Dicho Tribunal se encuentra descrito en los artículos 214 y 215 de la Constitución y en la Ley Orgánica
del Tribunal Superior Electoral (núm. 29-11). Está integrado por no menos de tres y no
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más de cinco jueces electorales y sus suplentes, designados por un período de cuatro
años por el Consejo Nacional de la Magistratura, quien indica cuál de ellos ocupa la
presidencia.
El hecho de que haya sido creada una instancia exclusivamente para estos fines nos
indica la importancia para nuestro sistema político que el constituyente ha otorgado
al respeto de la voluntad popular y al cumplimiento de las normas en materia de
participación y elección de nuestros representantes.
También esta institución goza de la autonomía e independencia de los otros poderes,
elementos imprescindibles para poder ejercer su importante función dentro del
sistema de frenos y contrapesos de que disponemos.
La Cámara de Cuentas
La Cámara de Cuentas es la institución superior externa (independiente del Poder
Ejecutivo) responsable de velar tanto por la administración eficiente y transparente
de los recursos públicos como por el control fiscal de los procesos administrativos y
del patrimonio del Estado. Se encuentra descrita en los artículos 248 a 250 de nuestra
Constitución y en el artículo 10 de la Ley de la Cámara de Cuentas de la República
Dominicana (núm. 10-04).
Está integrada por cinco miembros, elegidos por un período de cuatro años por el
Senado de la República de las ternas que le presenta la Cámara de Diputados. Entre
sus funciones se encuentran:
1) examinar las cuentas generales y particulares de la República, 2) presentar al
Congreso Nacional los informes sobre la fiscalización del patrimonio del Estado, 3)
auditar y analizar la ejecución del Presupuesto General del Estado que cada año
apruebe el Congreso Nacional, 4) realizar investigaciones especiales a requerimiento
de una o de ambas cámaras legislativas, 5) practicar auditoría externa financiera,
de gestión, estudios e investigaciones especiales a los organismos, entidades,
personas físicas y jurídicas, públicos o privados, sujetos a la ley, 6) identificar y
señalar en los informes los hechos relativos a la violación de normas establecidas
que originan responsabilidad administrativa, civil o indicios de responsabilidad penal,
7) requerir a las autoridades nominadoras la aplicación de sanciones a quien o
quienes corresponda en base a los resultados de sus actividades de control externo,
8) investigar las denuncias o sospechas fundamentadas de hechos ilícitos contra el
patrimonio público o apoyar, si es el caso, las labores de los organismos
especializados en la materia y 9) participar por iniciativa propia o apoyando a otros
organismos en actividades que prevengan o combatan la corrupción.
Para que el Estado pueda cumplir con sus fines, brindar los servicios públicos que la
población necesita y combatir los problemas estructurales que nos afectan, es
primordial que los escasos recursos de que disponemos sean efectivamente
distribuidos e invertidos. La Cámara de cuentas, como vemos, tiene la importante
misión de garantizar que así sea. Para ello, debe ser minuciosa a la hora de revisar
el cumplimiento de las normas jurídicas sobre la contratación pública, el uso y
cuidado de los bienes y el manejo del presupuesto y de los recursos.
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La Contraloría General de la República
La Contraloría General de la República está definida en el artículo 247 de la
Constitución y en la Ley que instituye el Sistema Nacional de Control Interno y de la
Contraloría General de la República (núm. 10-07). Es el órgano del Poder Ejecutivo
que ejerce la fiscalización interna de todos los órganos subordinados al Poder
Ejecutivo y la evaluación del debido recaudo, manejo, uso e inversión de los recursos
públicos. Además, previa comprobación del cumplimiento de los trámites legales y
administrativos, autoriza las órdenes de pago de las instituciones bajo su ámbito.
Esta institución facilita así una transparente rendición de cuentas de los servidores
públicos.
Debemos también mencionar que la Contraloría, entre otras funciones, asesora a las
entidades y organismos bajo el ámbito de la ley para mejorar y fortalecer el control
interno y realiza investigaciones administrativas e inspecciones.
Se entiende, pues, que, junto con el Congreso Nacional, la Cámara de Cuentas y la
ciudadanía, sea el soporte fundamental del sistema de frenos y contrapesos para
garantizar la buena administración de los fondos públicos.
Las Fuerzas Armadas
Las Fuerzas Armadas es la institución que, de conformidad con los artículos 252 a
254 de la Constitución y la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas de la República
Dominicana (núm. 139- 13), tiene a su cargo la importante misión de defender la
independencia y soberanía de la Nación, la integridad de sus espacios geográficos,
la Constitución y las instituciones de la República.
Igualmente, puede intervenir en programas destinados a 1) promover el desarrollo
social y económico del país, 2) mitigar situaciones de desastres y calamidad pública,
3) auxiliar a la Policía Nacional para mantener o restablecer el orden público en casos
excepcionales y 4) combatir actividades criminales transnacionales que pongan en
peligro los intereses de la República y de sus habitantes.
Corresponde, además, a las Fuerzas Armadas la custodia, supervisión y control de
todas las armas, municiones y demás pertrechos militares, material y equipos de
guerra que ingresen al país o que sean producidos por la industria nacional, con las
restricciones establecidas en la ley.
Las Fuerzas Armadas están conformadas por la Fuerza Terrestre, constituida por el
Ejército de República Dominicana, la Fuerza Naval, constituida por la Armada de
República Dominicana, y la Fuerza Aérea, constituida por la Fuerza Aérea de
República Dominicana, valga la redundancia.
La institución es obediente al poder civil. Sus miembros no pueden pertenecer a los
partidos políticos. En el desarrollo de su misión, sus miembros tienen un carácter
esencialmente defensivo y no tienen facultad, en ningún caso, para deliberar o
apartarse de las instrucciones recibidas por el presidente de la República, quien es
su autoridad suprema.
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Ese estricto régimen obedece a la necesidad de que las Fuerzas Armadas respondan
solo a la autoridad correspondiente y ejecuten lo que se les ordene. Eso se debe a
que, al tener el control de las armas y seguridad de todo el territorio, las injerencias
externas o de los partidos podrían resultar peligrosas para la estabilidad de nuestro
sistema político.
Los miembros de las Fuerzas Armadas ingresan, son nombrados, ascienden y se
retiran conforme al régimen de carrera militar establecido en la ley. El reintegro de
sus miembros está prohibido, salvo en los casos en que la separación o retiro haya
sido realizada en violación a la ley.
Los tribunales militares solo pueden conocer de las infracciones y faltas disciplinarias
relativas a las funciones militares. Las faltas penales que constituyan una infracción
al régimen penal militar deben ser instruidas y conocidas por los tribunales penales
ordinarios del Poder Judicial6.7
La Policía Nacional
La Policía Nacional es otra institución armada, técnica, profesional y obediente al
poder civil. Tampoco sus miembros pueden pertenecer a los partidos políticos ni
deliberar o apartarse de las instrucciones recibidas del presidente de la República.
Esta institución, explicada en los artículos 255 a 257 de la Constitución y en la Ley
Orgánica de la Policía Nacional (núm. 590-16), es fundamental para la protección de
la vida, de la integridad y de la seguridad física de las personas. Más concretamente,
tiene como misión 1) salvaguardar la seguridad ciudadana, 2) prevenir y controlar
los delitos, 3) perseguir e investigar las infracciones penales bajo la dirección del
ministerio público, 4) mantener el orden público para proteger el libre ejercicio de los
derechos de las personas y la convivencia pacífica, 5) velar por el respeto de la
propiedad pública y privada y 6) prestar auxilio al Poder Judicial, al Ministerio Público
y a otras autoridades.
Al igual que sucede en las Fuerzas Armadas, el ingreso, nombramiento, ascenso y
retiro de sus miembros se realiza conforme al régimen de carrera policial establecido
en la ley y el reintegro de sus miembros está prohibido, excepto en los casos en que
la separación o retiro haya tenido lugar en violación a la ley.
Igualmente, los tribunales policiales solo pueden conocer de las infracciones
relativas a las funciones policiales. Las faltas penales que constituyan una infracción
al régimen penal policial deben ser instruidas y conocidas por los tribunales penales
ordinarios del Poder Judicial.
Además de la Policía y las Fuerzas Armadas, existe el Consejo de Seguridad y
Defensa Nacional. Es un órgano consultivo que asesora al presidente de la República
en la formulación de las políticas y estrategias en esta materia y en cualquier asunto
que el Poder Ejecutivo necesite.
6
TC/0350/19 del 16 de septiembre de 2019, 11.w.
21
El Consejo Nacional de la Magistratura
El Consejo Nacional de la Magistratura está integrado por ocho miembros: 1) el
presidente de la República, que lo preside, y, en su ausencia, vicepresidente de la
República, 2) el presidente del Senado, 3) un senador escogido por el Senado que
pertenezca al partido o bloque de partidos diferente al del presidente del Senado y
que ostente la representación de la segunda mayoría, 4) el presidente de la Cámara
de Diputados, 5) un diputado escogido por la Cámara de Diputados que pertenezca
al partido o bloque de partidos diferente al del presidente de la Cámara de Diputados
y que ostente la representación de la segunda mayoría, 6) el presidente de la
Suprema Corte de Justicia, 7) un magistrado de la Suprema Corte de Justicia
escogido por ella misma, quien funge de secretario y 8) el Procurador General de la
República.
El Consejo Nacional de la Magistratura es el responsable de designar los jueces de
la Suprema Corte de Justicia, del Tribunal Constitucional, del Tribunal Superior
Electoral y sus suplentes.
También le corresponde evaluar el desempeño de los jueces de la Suprema Corte
de Justicia una vez que hayan transcurrido siete años desde su elección. La decisión
de separar de su cargo a un juez de la Suprema Corte de Justicia debe estar
sustentada. En los artículos 178 a 183 de nuestra Constitución se encuentran
establecidos los principales aspectos relativos a este importante órgano.
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