Facultad de Ciencias Económicas, Jurídicas y Sociales
Facultad Regional Tartagal - Universidad Nacional de Salta
Contador Público Nacional – Derecho Civil
Prof. Daniel Mansilla Muñoz
Unidad N° 10 RELACIONES DE FAMILIA. MATRIMONIO.
Los cambios socioculturales de la familia argentina cuentan con el peso de la historia,
a fines del siglo pasado ciertas leyes como la 23.264 de 1985, sobre igualdad de los
hijos extramatrimoniales; la 23.515 de 1987, sobre divorcio; y la 26.618 del año 2010
incorpora el matrimonio igualitario, puntualizan dos principios fundamentales, que
reflejan el paradigma constitucional e internacional de libertad e igualdad.
El Código Civil y Comercial considera al matrimonio un proyecto de vida compartido,
donde está incluido el compromiso de repartir esfuerzos y que las decisiones que se
tomen respeten los intereses de las partes, todo bajo la perspectiva de la
responsabilidad familiar: apoyo mutuo, contención y la búsqueda de bienestar de sus
integrantes. El art. 431 del Código alude a:
- “Cooperación”, la que implica el deber de colaborar entre las partes para la
consecución del fin, y la obligación de compartir esfuerzos y sacrificios en pos
del objetivo buscado; su fundamento está en el principio de solidaridad.
- “Convivencia”, debe ser considerado un deber moral ya que su violación no
produce efectos, no existe posibilidad de obtener su cumplimiento coactivo o
sanción para el cónyuge que rompe la convivencia, tampoco puede admitirse
acción de daños y perjuicios.
- “Fidelidad” como deber moral. Se fomenta la libertad de intimidad, de
conciencia y religiosa. La fidelidad escapa a la esfera jurídica, no puede exigirse
coactivamente, ni su incumplimiento sancionarse por el derecho porque
pertenece al terreno íntimo de los cónyuges y de cada pareja.
- “Asistencia mutua” el único deber jurídico exigible, comprensiva tanto de los
cuidados que ambos cónyuges deben dispensarse, la ayuda y el respeto
recíproco como la prestación alimentaria en sentido estricto.
La decisión de casarse debe ser adoptada en forma libre y sin ninguna clase de
condicionamientos. La libertad de elección de la persona impide, que pueda
realizarse con anterioridad, un pacto que constriña al matrimonio. Lo dicho
encuentra su fundamento último en la Convención sobre la Eliminación de todas las
formas de discriminación contra la Mujer; art. 401:
Este Código no reconoce esponsales de futuro. No hay acción para exigir el cumplimiento
de la promesa de matrimonio ni para reclamar los daños y perjuicios causados por la
ruptura, sin perjuicio de la aplicación de las reglas del enriquecimiento sin causa, o de la
restitución de las donaciones, si así correspondiera.
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Los esponsales de futuro son la promesa bilateral, mutuamente aceptada, que dos
personas se hacen de contraer matrimonio en el futuro. La promesa recíproca de
casarse, realizada entre los novios, nunca ha sido exigible, ni se ha autorizado su
cumplimiento forzado. El art. 401 sigue la tradición jurídica y reitera esta indiscutible
prohibición. Por eso, aunque se haya realizado una promesa de matrimonio, si luego
uno se arrepiente y la rompe, no es posible que el otro lo demande para obtener su
cumplimiento forzado. También se prohíbe reclamar los daños y perjuicios causados
por la ruptura del noviazgo.
REQUISITOS: IMPEDIMENTOS DIRIMENTES
Las prohibiciones legales para que las personas no puedan contraer matrimonio se
denominan impedimentos, los impedimentos se clasifican en dirimentes e
impedientes. Los dirimentes dan lugar a nulidad, los impedientes son prohibitivos y el
acto celebrado es válido. El art. 403, son impedimentos dirimentes:
a) el parentesco en línea recta en todos los grados, cualquiera que sea el origen del
vínculo;
b) el parentesco entre hermanos bilaterales y unilaterales, cualquiera que sea el
origen del vínculo;
c) la afinidad en línea recta en todos los grados;
d) el matrimonio anterior, mientras subsista. El fundamento es la esencia del
matrimonio la monogamia;
e) haber sido condenado como autor, cómplice o instigador del homicidio doloso de
uno de los cónyuges;
f) tener menos de dieciocho años. La intención es asegurar que los contrayentes
tengan la madurez suficiente y comprendan el compromiso;
g) la falta permanente o transitoria de salud mental que le impide tener
discernimiento para el acto matrimonial. Refiere a una persona que no comprende el
significado del matrimonio: • La sentencia de restricción de capacidad deja a salvo la
posibilidad de casarse, si no lo prohíbe expresamente. • Si la sentencia contiene
expresamente la restricción, el impedimento procede, aunque el contrayente
siempre puede solicitar la revisión en los términos de lo expresado por el art. 40
CCCN o la dispensa. • Si no se ha dictado sentencia, o no se ha planteado
judicialmente la restricción de la capacidad, para que funcione el impedimento debe
acreditarse la falta permanente o transitoria de salud mental.
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Sí pueden casarse tíos y sobrinos, y por lógica consecuencia, primos. Y la prohibición
de casarse entre personas unidas por un vínculo adoptivo queda comprendida en los
dos primeros supuestos, eliminándose la distinción entre adopción plena y simple.
Requisitos de existencia del matrimonio. Para la existencia del matrimonio, conforme
al art. 406, es indispensable:
a) el consentimiento personal y conjunto de los contrayentes;
b) la exigencia de que ese consentimiento sea expresado ante la autoridad
competente para celebrarlo.
Para que los contrayentes queden emplazados en un estado de familia matrimonial
no es suficiente que manifiesten su voluntad recíproca de casarse, sino que además
esa voluntad debe ser expresada en el marco de un acto administrativo, que permite
al Estado realizar el control de legalidad por medio del oficial del registro civil.
El art. 409 del CCCN expresa que son vicios del consentimiento:
a) la violencia, el dolo y el error acerca de la persona del otro contrayente;
b) el error acerca de las cualidades personales del otro contrayente, si se prueba que
quien lo sufrió, no habría consentido el matrimonio si hubiese conocido ese estado
de cosas y apreciado razonablemente la unión que contraía.
c) La violencia importa una afectación a la libertad para la celebración de un acto
jurídico, la fuerza irresistible y las amenazas que generan el temor de sufrir un mal
grave e inminente que no se puedan contrarrestar o evitar en la persona o bienes de
la parte o de un tercero, causan la nulidad del acto.
CELEBRACIÓN DEL MATRIMONIO
La celebración del matrimonio tiene modalidad: ordinaria y extraordinaria, la primera
se regula en los arts. 416 a 420, y la segunda en los arts. 421 y 422. Las diligencias
previas se llevan a cabo en el ámbito administrativo y tienen por finalidad que el
funcionario público que va a celebrar el matrimonio constate la identidad, aptitud e
intención de los futuros contrayentes a fin de que pueda realizar el adecuado control
de legalidad del acto. Los que pretenden contraer matrimonio deben presentar ante
el oficial público, encargado del Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas,
correspondiente al domicilio de cualquiera de ellos, una solicitud que debe contener:
a) nombres y apellidos, y número de documento de identidad, si lo tienen;
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b) edad;
c) nacionalidad, domicilio y el lugar de su nacimiento;
d) profesión;
e) nombres y apellidos de los padres, nacionalidad, números de documentos de
identidad si los conocen, profesión y domicilio;
f) declaración sobre si han contraído matrimonio con anterioridad. En caso
afirmativo, el nombre y apellido del anterior cónyuge, lugar de celebración del
matrimonio y causa de su disolución, acompañando certificado de defunción o copia
debidamente legalizada de la sentencia.
El matrimonio debe celebrarse públicamente, con la comparecencia de los futuros
cónyuges, por ante el oficial público encargado del Registro del Estado Civil y
Capacidad de las Personas, que corresponda al domicilio de cualquiera de ellos. Si se
celebra en la oficina del oficial público, se requiere la presencia de dos testigos y las
demás formalidades previstas en la ley. El número de testigos se eleva a cuatro si el
matrimonio se celebra fuera de esa oficina.
En el acto de la celebración del matrimonio el oficial público da lectura al artículo
431, recibe de cada uno de los contrayentes la declaración de que quieren
respectivamente constituirse en cónyuges, y pronuncia que quedan unidos en
matrimonio en nombre de la ley. La persona que padece limitaciones en su aptitud
para comunicarse en forma oral debe expresar su voluntad por escrito o por
cualquier otra manera inequívoca (art. 148).
“Los esposos se comprometen a desarrollar un proyecto de vida en común basado en la
cooperación, la convivencia y el deber moral de fidelidad. Deben prestarse asistencia
mutua”.
La celebración del matrimonio se consigna en un acta que debe contener:
a) fecha del acto;
b) nombre y apellido, edad, número de documento de identidad si lo tienen, estado
civil, nacionalidad, profesión, domicilio y lugar de nacimiento de los comparecientes;
c) nombre y apellido, número de documento de identidad, nacionalidad, profesión, y
domicilio de sus respectivos padres, si son conocidos;
d) lugar de celebración;
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e) dispensa del juez cuando corresponda;
f) mención de si hubo oposición y de su rechazo;
g) declaración de los contrayentes de que se toman por esposos, y del oficial público
de que quedan unidos en matrimonio en nombre de la ley;
h) nombre y apellido, edad, número de documento de identidad si lo tienen, estado
de familia, profesión y domicilio de los testigos del acto;
i) declaración de los contrayentes de si se ha celebrado o no convención matrimonial
y, en caso afirmativo, su fecha y el registro notarial en el que se otorgó;
j) declaración de los contrayentes, si se ha optado por el régimen de separación de
bienes;
k) documentación en la cual consta el consentimiento del contrayente ausente, si el
matrimonio es celebrado a distancia.
El acta debe ser redactada y firmada inmediatamente por todos los que intervienen
en el acto, o por otros a su ruego, si no pueden o no saben hacerlo. El oficial público
debe entregar a los cónyuges, de “modo gratuito”, copia del acta de matrimonio y de
la libreta de familia expedida por el Registro de Estado Civil y Capacidad de las
Personas.
Modalidad extraordinaria de celebración:
- Matrimonio en artículo de muerte, con prescindencia de todas o de alguna de
las formalidades, cuando se justifica que alguno de los contrayentes se encuentra en
peligro de muerte, con el certificado de un médico y, donde no lo hay, con la
declaración de dos personas. En caso de no encontrar al oficial público encargado del
Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas, el matrimonio en artículo de
muerte puede celebrarse ante cualquier juez o funcionario judicial, quien debe
levantar acta de la celebración, haciendo constar las circunstancias (art. 421).
- Matrimonio a distancia. Es aquel en el cual el contrayente ausente expresa su
consentimiento personalmente, en el lugar en que se encuentra, ante la autoridad
competente para celebrar matrimonios. Intervienen dos funcionarios: el del lugar
donde se encuentra el ausente, que recibirá el consentimiento personalmente del
contrayente y expedirá la documentación correspondiente al acto. Posteriormente, el
oficial público del domicilio del restante analizará las razones invocadas y
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comprobará que no existan impedimentos, teniendo por celebrado el matrimonio en
el lugar donde se perfecciona el acto.
Prueba del matrimonio
El matrimonio se prueba con el acta de su celebración, su testimonio, copia o
certificado, o con la libreta de familia expedidos por el Registro de Estado Civil y
Capacidad de las Personas. Cuando existe imposibilidad de presentarlos, la
celebración del matrimonio puede probarse por otros medios, justificando esta
imposibilidad. Por ejemplo: fotografías de la boda, testigos.
La posesión de estado, por sí sola, no es prueba suficiente para establecer el
estado de casados o para reclamar los efectos civiles del matrimonio. Si existe acta de
matrimonio y posesión de estado, la inobservancia de las formalidades prescriptas en
el acto de celebración no puede ser alegada contra la existencia del matrimonio (art.
423).
Derechos y deberes de los cónyuges. Los esposos se comprometen a desarrollar un
proyecto de vida en común, deben prestarse asistencia mutua (art. 431), bajo el
compromiso de repartir esfuerzos y que las decisiones que se tomen respeten los
intereses de ambos, bajo la perspectiva de la responsabilidad familiar.
Alimentos: los cónyuges se deben alimentos entre sí durante la vida en común y la
separación de hecho. Con posterioridad al divorcio, la prestación alimentaria sólo se
debe en los supuestos previstos en este Código, o por convención de las partes.
La obligación alimentaria es recíproca, regla que concuerda con el principio de
igualdad, no debe estarse al género del que pide los alimentos, sino a las concretas
circunstancias de ese matrimonio, valorando las características del grupo familiar, la
distribución de roles en la pareja, las posibilidades de cada cónyuge, la existencia de
bienes productores de rentas, y todos los otros elementos que puedan servir para
determinar la necesidad alimentaria y la posibilidad del demandado de atender a ella.
Deber de contribución: los cónyuges deben contribuir a su propio sostenimiento, el
del hogar y el de los hijos comunes, en proporción a sus recursos. Esta obligación se
extiende a las necesidades de los hijos menores de edad, con capacidad restringida, o
con discapacidad de uno de los cónyuges que conviven con ellos. El cónyuge que no
da cumplimiento a esta obligación puede ser demandado judicialmente por el otro
para que lo haga, debiéndose considerar que el trabajo en el hogar es computable
como contribución a las cargas (art. 455).
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Actos que requieren asentimiento, art. 456, ninguno de los cónyuges puede, sin el
asentimiento del otro, disponer de los derechos sobre la vivienda familiar, ni de los
muebles indispensables de ésta, ni transportarlos fuera de ella. El que no ha dado su
asentimiento puede demandar la nulidad del acto o la restitución de los muebles
dentro del plazo de caducidad de seis meses de haberlo conocido, pero no más allá
de seis meses de la extinción del régimen matrimonial. La vivienda familiar no puede
ser ejecutada por deudas contraídas después de la celebración del matrimonio,
excepto que lo hayan sido por ambos cónyuges conjuntamente o por uno de ellos
con el asentimiento del otro. Y el art. 457 enuncia los requisitos del asentimiento,
dice que en todos los casos en que se requiere el asentimiento del cónyuge para el
otorgamiento de un acto jurídico, aquél debe versar sobre el acto en sí y sus
elementos constitutivos.
UNIONES CONVIVENCIALES:
El término “unión” refleja la idea de proyecto de vida compartido en el marco de una
relación de pareja signada por el afecto; y “convivencial” como denotación de uno de
los rasgos de este tipo familiar no formal, entendido sin papeles, pero con la
convivencia.
El art. 509 determina que las disposiciones sobre “uniones convivenciales” se aplican
a la unión basada en relaciones afectivas de carácter singular, pública, notoria,
estable y permanente de dos personas que conviven y comparten un proyecto de
vida común, sean del mismo o de diferente sexo. El tiempo y la fuerza de la realidad
hicieron que el concubinato sea reconocido, otorgándosele algunos efectos jurídicos.
La convivencia y el proyecto de vida en común son los primeros elementos
tipificantes de estas uniones. Por ejemplo, relaciones de pareja pasajeras que no
conviven, no traslucen un proyecto de vida en común. La singularidad o exclusividad
en el vínculo, responde al modelo monogámico. Los rasgos de notoriedad y
publicidad que se mencionan responden a la necesidad de prueba, a diferencia del
matrimonio que se instituye a partir del hecho formal de su celebración, la unión
convivencial no exige formalidad alguna; por tanto, siendo un hecho fáctico, requiere
de elementos objetivos para su constitución, como ser la notoriedad y la relación
pública. Permanencia y estabilidad durante cierto plazo: dos años.
Requisitos, art. 510:
a) dos integrantes sean mayores de edad;
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b) no estén unidos por vínculos de parentesco en línea recta en todos los grados, ni
colateral hasta el segundo grado;
c) no estén unidos por vínculos de parentesco por afinidad en línea recta;
d) no tengan impedimento de ligamen ni esté registrada otra convivencia de manera
simultánea;
e) mantengan la convivencia durante un periodo no inferior a dos años.
A los fines de evitar relaciones incestuosas y para diferenciar las “uniones
asistenciales”: amigos que conviven, hermanos, y conforme lo establece el art. 529 se
comprende al parentesco surgido de la filiación por naturaleza, por técnicas de
reproducción humana asistida o por adopción. La prohibición alcanza, en línea recta
ascendente y descendente, a todos los grados y, en línea colateral, hasta el segundo
grado. Es decir, no podrán constituir una unión convivencial hermanos.
En este punto, cabe aclarar que la unión convivencial, a diferencia del matrimonio, no
genera estado civil alguno y, por tanto, al no producirse parentesco por afinidad
entre el/la conviviente y los parientes de su pareja, es posible que una vez cesada la
unión convivencial, alguno de sus miembros constituya una nueva unión con uno de
los parientes de su expareja.
Registración: la existencia de la unión convivencial, su extinción y los pactos que los
integrantes de la pareja hayan celebrado, se inscriben en el registro que corresponda
a la jurisdicción local, sólo a los fines probatorios (art. 511). No procede una nueva
inscripción de una unión convivencial sin la previa cancelación de la preexistente. La
registración de la existencia de la unión convivencial debe ser solicitada por ambos
integrantes.
La registración de la existencia, el cese y los pactos que la pareja haya celebrado, se
instituye únicamente a los fines de facilitar su prueba. Las uniones registradas tienen
un plus de derechos respecto de la protección de la vivienda familiar y los muebles
indispensables de ella: a) necesidad de asentimiento del otro conviviente en caso de
disposición; y b) inejecutabilidad por deudas contraídas con posterioridad a la
registración, excepto que hayan sido contraídos por ambos convivientes o por uno
con el asentimiento del otro.
La unión convivencial puede acreditarse por cualquier medio de prueba; la inscripción
en el Registro de uniones convivenciales es prueba suficiente de su existencia. La
registración no es un elemento ad solemnitatem sino solo ad probationem, la sola
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registración de la unión es prueba suficiente de su existencia y no requiere de otros
medios probatorios para su acreditación.
Al cese de la convivencia, la distribución de los bienes, y a falta de pacto, los bienes
adquiridos durante la convivencia se mantienen en el patrimonio al que ingresaron,
sin perjuicio de la aplicación de los principios generales relativos al enriquecimiento
sin causa, la interposición de personas y otros que puedan corresponder (art. 528).
No se establecen acciones particulares que puedan entablarse entre convivientes
para resolver el conflicto sobre determinado bien, sino que manda a aplicar las reglas
atinentes a los principios generales del derecho civil constitucionalizado.
RÉGIMEN PATRIMONIAL DEL PATRIMONIO: Convenciones matrimoniales, forma.
Las convenciones matrimoniales pueden conceptualizarse como el contrato que
celebran los cónyuges o los futuros contrayentes, con el fin de regular cuestiones
inherentes a sus relaciones económicas, conforme las disposiciones del derecho
positivo vigente. El art. 446 del Código dice que antes de la celebración del
matrimonio los futuros cónyuges pueden hacer convenciones que tengan únicamente
los objetos siguientes:
a) la designación y avalúo de los bienes que cada uno lleva al matrimonio;
b) la enunciación de las deudas;
c) las donaciones que se hagan entre ellos;
d) la opción que hagan por alguno de los regímenes patrimoniales previstos en este
Código.
Nulidad de otros acuerdos: significa que toda convención entre los futuros cónyuges
sobre cualquier otro objeto relativo a su patrimonio es de ningún valor (art. 447).
Forma de las convenciones, conforme con el art. 448 deben ser hechas por escritura
pública, antes de la celebración del matrimonio, y sólo producen efectos a partir de
esa celebración y en tanto el matrimonio no sea anulado. Pueden ser modificadas
antes del matrimonio, mediante un acto otorgado también por escritura pública.
Después de la celebración del matrimonio, el régimen patrimonial puede modificarse
por convención de los cónyuges. Esta convención puede ser otorgada después de un
año de aplicación del régimen patrimonial, convencional o legal, mediante escritura
pública. Para que el cambio de régimen produzca efectos respecto de terceros, debe
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anotarse marginalmente en el acta de matrimonio. Los acreedores anteriores al
cambio de régimen que sufran perjuicios por tal motivo pueden hacerlo declarar
inoponible a ellos en el término de un año a contar desde que lo conocieron (art.
449). Debe tratarse de una decisión conjunta, asumida por ambos cónyuges mayores
de edad. Luego, se establece un recaudo temporal: que haya transcurrido un año en
el que se haya mantenido un régimen. El tercer requisito alude a la inscripción en el
acta matrimonial para que el cambio surta efectos ante terceros. No se limita la
cantidad de cambios de régimen, aunque resulta poco probable que anualmente los
matrimonios modifiquen las reglas que gobiernan sus cuestiones patrimoniales.
RÉGIMEN DE COMUNIDAD: Concepto
A falta de opción hecha en la convención matrimonial, los cónyuges quedan
sometidos desde la celebración del matrimonio al régimen de comunidad de
ganancias (art. 463). Hasta la sanción de la ley 26.994 el régimen de comunidad era el
único régimen aplicable en el derecho argentino, bajo la idea de ser el régimen que
mejor responde a la idea de “proyecto de vida en común”; de allí que el Código se
inclina por receptar como régimen legal supletorio el que está totalmente instalado
en la cultura jurídica nacional. Se trata de un régimen de comunidad restringido a las
ganancias, excluye todos los bienes de los esposos anteriores al matrimonio y los que
adquieran después de la celebración por un título que les confiera el carácter de
propio (art. 464). Lo esencial de este régimen es la formación de una masa común
integrada por los bienes gananciales destinada a ser dividida entre los cónyuges, o
entre uno de ellos y los herederos del otro, al momento de la disolución de la
comunidad.
Bienes de los cónyuges, art. 464: son bienes propios de cada uno de los cónyuges:
a) los bienes de los cuales los cónyuges tienen la propiedad, otro derecho real o la
posesión al tiempo de la iniciación de la comunidad;
b) los adquiridos durante la comunidad por herencia, legado o donación, aunque sea
conjuntamente por ambos, y excepto la recompensa debida a la comunidad por los
cargos soportados por ésta. Los recibidos conjuntamente por herencia, legado o
donación se reputan propios por mitades;
c) los adquiridos por permuta con otro bien propio, mediante la inversión de dinero
propio, o la reinversión del producto de la venta de bienes propios;
d) los créditos o indemnizaciones que subrogan en el patrimonio de uno de los
cónyuges a otro bien propio;
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e) los productos de los bienes propios, con excepción de los de las canteras y minas;
f) las crías de los ganados propios que reemplazan en el plantel a los animales que
faltan por cualquier causa. Sin embargo, si se ha mejorado la calidad del ganado
originario, las crías son gananciales y la comunidad debe al cónyuge propietario
recompensa por el valor del ganado propio aportado;
g) los adquiridos durante la comunidad, aunque sea a título oneroso, si el derecho de
incorporarlos al patrimonio ya existía al tiempo de su iniciación;
h) los adquiridos en virtud de un acto anterior a la comunidad viciado de nulidad
relativa, confirmado durante ella;
i) los originariamente propios que vuelven al patrimonio del cónyuge por nulidad,
resolución, rescisión o revocación de un acto jurídico;
j) los incorporados por accesión a las cosas propias;
k) las partes indivisas adquiridas por cualquier título por el cónyuge que ya era
propietario de una parte indivisa de un bien al comenzar la comunidad;
l) la plena propiedad de bienes cuya nuda propiedad se adquirió antes del comienzo
de la comunidad;
m) las ropas y los objetos de uso personal de uno de los cónyuges, sin perjuicio de la
recompensa debida a la comunidad si son de gran valor y se adquirieron con bienes
de ésta; y los necesarios para el ejercicio de su trabajo o profesión;
n) las indemnizaciones por consecuencias no patrimoniales y por daño físico causado
a la persona del cónyuge, excepto la del lucro cesante correspondiente a ingresos que
habrían sido gananciales;
ñ) el derecho a jubilación o pensión, y el derecho a alimentos, sin perjuicio del
carácter ganancial de las cuotas devengadas durante la comunidad y, en general,
todos los derechos inherentes a la persona;
o) la propiedad intelectual, artística o industrial, si la obra intelectual ha sido
publicada o interpretada por primera vez, la obra artística ha sido concluida, o el
invento, la marca o el diseño industrial han sido patentados o registrados antes del
comienzo de la comunidad.
• La presunción de ganancialidad (art. 466), salvo prueba en contrario, todo bien que
no pueda calificarse como propio pertenece a la comunidad.
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• Naturaleza de la adquisición, los bienes obtenidos a título gratuito son propios,
mientras que las adquisiciones onerosas son gananciales, siempre que no se presente
un supuesto de conservación del carácter del bien propio.
• Criterio temporal, determina que los bienes adquiridos con posterioridad, son
gananciales, el régimen de calificación nace y proyecta sus efectos desde que se inicia
la comunidad, no antes ni extinguida aquella.
Bienes gananciales art. 465 son bienes gananciales:
a) los creados, adquiridos por título oneroso o comenzados a poseer durante la
comunidad por uno u otro de los cónyuges, o por ambos en conjunto, siempre que no
estén incluidos en la enunciación del artículo 464;
b) los adquiridos durante la comunidad por hechos de azar, como lotería, juego,
apuestas, o hallazgo de tesoro;
c) los frutos naturales, industriales o civiles de los bienes propios y gananciales,
devengados durante la comunidad;
d) los frutos civiles de la profesión, trabajo, comercio o industria de uno u otro
cónyuge, devengados durante la comunidad;
e) lo devengado durante la comunidad como consecuencia del derecho de usufructo
de carácter propio;
f) los bienes adquiridos después de la extinción de la comunidad por permuta con
otro bien ganancial, mediante la inversión de dinero ganancial, o la reinversión del
producto de la venta de bienes gananciales;
g) los créditos o indemnizaciones que subrogan a otro bien ganancial;
h) los productos de los bienes gananciales, y los de las canteras y minas propias,
extraídos durante la comunidad;
i) las crías de los ganados gananciales que reemplazan en el plantel a los animales
que faltan por cualquier causa y las crías de los ganados propios que excedan el
plantel original;
j) los adquiridos después de la extinción de la comunidad, si el derecho de
incorporarlos al patrimonio había sido adquirido a título oneroso durante ella;
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k) los adquiridos por título oneroso durante la comunidad en virtud de un acto
viciado de nulidad relativa, confirmado después de la disolución de aquélla;
l) los originariamente gananciales que vuelven al patrimonio ganancial del cónyuge
por nulidad, resolución, rescisión o revocación de un acto jurídico;
m) los incorporados por accesión a las cosas gananciales;
n) las partes indivisas adquiridas por cualquier título por el cónyuge que ya era
propietario de una parte indivisa de carácter ganancial de un bien al extinguirse la
comunidad;
ñ) la plena propiedad de bienes cuya nuda propiedad se adquirió a título oneroso
durante la comunidad, si el usufructo se consolida después de su extinción, así como
la de los bienes gravados con derechos reales que se extinguen después de aquélla,
sin perjuicio del derecho a recompensa si para extinguir el usufructo o los otros
derechos reales se emplean bienes propios.
No son gananciales las indemnizaciones percibidas por la muerte del otro cónyuge,
incluso las provenientes de un contrato de seguro, sin perjuicio, en este caso, de la
recompensa debida a la comunidad por las primas pagadas con dinero de ésta.
El fundamento de la ganancialidad reside en la presunción de concurrencia de ambos
esposos en un esfuerzo común empleado en lograr bienes, y en la solidaridad que el
matrimonio crea entre los esposos, con total prescindencia del aporte que aquellos
efectuaron para las adquisiciones.
Deudas de los cónyuges:
Cada uno de los cónyuges responde frente a sus acreedores con todos sus bienes
propios y los gananciales por él adquiridos. Por los gastos de conservación y
reparación de los bienes gananciales responde también el cónyuge que no contrajo la
deuda, pero sólo con sus bienes gananciales (art. 467). Es el principio de
responsabilidad separada de los cónyuges por las deudas que cada uno. Se condice
con el principio de libertad en la administración y disposición sobre los bienes que
cada uno tiene en su patrimonio; separación en la gestión de los bienes se traduce en
separación también en las responsabilidades. Así, la excepción al principio de
responsabilidad separada, que autorizara la agresión del patrimonio del cónyuge no
contratante, quedaba habilitada en tres casos: 1) la atención de las necesidades del
hogar; 2) la educación de los hijos y 3) la conservación de los bienes comunes.
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Recompensa. El cónyuge cuya deuda personal fue solventada con fondos gananciales,
debe recompensa a la comunidad; y ésta debe recompensa al cónyuge que solventó
con fondos propios deudas de la comunidad (art. 438).
Extinción de la comunidad. La extinción del régimen de comunidad implica el cese de
la ganancialidad. Las adquisiciones posteriores, en principio, resultan personales y
exclusivas de cada cónyuge. El art. 475 enuncia que la comunidad se extingue por:
a) la muerte comprobada o presunta de uno de los cónyuges;
b) la anulación del matrimonio putativo;
c) el divorcio;
d) la separación judicial de bienes;
e) la modificación del régimen matrimonial convenido.
Separación judicial de bienes, puede ser solicitada por uno de los cónyuges: a) si la
mala administración del otro le acarrea el peligro de perder su eventual derecho
sobre los bienes gananciales; b) si se declara el concurso preventivo o la quiebra del
otro cónyuge; c) si los cónyuges están separados de hecho sin voluntad de unirse; d)
si por incapacidad o excusa de uno de los cónyuges, se designa curador del otro a un
tercero.
Reconoce la facultad a cualquiera de los conyugues, puede ser el perjudicado, por
ejemplo: mal administrador, concursado, fallido, separado de hecho. Se trata de una
acción autónoma de carácter preventivo que tiene por fin proteger la integridad de la
masa ganancial, sujeta a partición una vez extinguida la comunidad. La extinción de la
comunidad por efecto de la separación de bienes no impacta sobre el vínculo
matrimonial que subsiste, pero, a partir de entonces, las relaciones de contenido
económico de los cónyuges se regirán por las normas previstas en los arts. 505 a 508.
Momento de la extinción.
La anulación del matrimonio, el divorcio o la separación de bienes producen la
extinción de la comunidad con efecto retroactivo al día de la notificación de la
demanda o de la petición conjunta de los cónyuges. Si la separación de hecho sin
voluntad de unirse precedió a la anulación del matrimonio o al divorcio, la sentencia
tiene efectos retroactivos al día de esa separación.
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El juez puede modificar la extensión del efecto retroactivo fundándose en la
existencia de fraude o abuso del derecho. En todos los casos, quedan a salvo los
derechos de los terceros de buena fe que no sean adquirentes a título gratuito. En el
caso de separación judicial de bienes, los cónyuges quedan sometidos al régimen
establecido en los artículos 505, 506, 507 y 508.
Extinguido el régimen por muerte de uno de los cónyuges, o producido el
fallecimiento, mientras subsiste la indivisión postcomunitaria se aplican las reglas de
la indivisión hereditaria.
Liquidación de la comunidad. El propósito es restablecer la debida composición de
las masas patrimoniales propias de cada cónyuge, teniendo en cuenta los bienes que
las constituían al iniciarse la sociedad conyugal y los que fueron adicionándose o
sustrayéndose después.
Recompensas que la comunidad debe a cada cónyuge y la que cada uno debe a la
comunidad (art. 488). El concepto teórico subyacente para reclamar el derecho a
recompensa es el de enriquecimiento sin causa, previsto expresamente en el art.
1794 CCCN. Es importante señalar que esta teoría recién cobra virtualidad una vez
extinguida la comunidad.
Cargas de la comunidad son:
a) las obligaciones contraídas durante la comunidad, no previstas en el artículo
siguiente;
b) el sostenimiento del hogar, de los hijos comunes y de los que cada uno tenga, y los
alimentos que cada uno está obligado a dar;
c) las donaciones de bienes gananciales hechas a los hijos comunes, y aun la de
bienes propios si están destinados a su establecimiento o colocación;
d) los gastos de conservación y reparación de los bienes propios y gananciales.
El art. 495 dice que efectuado el balance de las recompensas adeudadas por cada uno
de los cónyuges a la comunidad y por ésta a aquél, el saldo en favor de la comunidad
debe colacionarlo a la masa común, y el saldo en favor del cónyuge le debe ser
atribuido a éste sobre la masa común. En caso de insuficiencia de la masa ganancial,
en la partición se atribuye un crédito a un cónyuge contra el otro.
Partición de la comunidad. Disuelta la comunidad, la partición puede ser solicitada en
todo tiempo, excepto disposición legal en contrario (art. 496). La partición puede ser
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pedida por el cónyuge supérstite y por los herederos del cónyuge fallecido, si los
hubiera. Masa partible, es la masa común que, se integra con la suma de los activos
gananciales líquidos de uno y otro cónyuge (art. 497).
División de la masa común es por partes iguales entre los cónyuges, sin consideración
al monto de los bienes propios ni a la contribución de cada uno a la adquisición de los
gananciales. Si se produce por muerte de uno de los cónyuges, los herederos reciben
su parte sobre la mitad de gananciales que hubiese correspondido al causante. Si
todos los interesados son plenamente capaces, se aplica el convenio libremente
acordado (art. 498).
Atribución preferencial, uno de los cónyuges puede solicitar la atribución preferencial
de los bienes amparados por la propiedad intelectual o artística, de los bienes de uso
relacionados con su actividad profesional, del establecimiento comercial, industrial o
agropecuario por él adquirido o formado que constituya una unidad económica, y de
la vivienda por él ocupada al tiempo de la extinción de la comunidad, aunque
excedan de su parte en ésta, con cargo de pagar en dinero la diferencia al otro
cónyuge o a sus herederos. Habida cuenta de las circunstancias, el juez puede
conceder plazos para el pago si ofrece garantías suficientes (art. 499).
DISOLUCIÓN DEL MATRIMONIO: Causales. Divorcio. Efectos.
La disolución del matrimonio debe diferenciarse de la nulidad, porque en tal caso no
existió un matrimonio válido. La disolución del matrimonio importa la extinción del
contenido de la relación jurídica matrimonial. Según el art. 435 se disuelve por:
a) muerte de uno de los cónyuges; produce la cesación ipso iure del vínculo
matrimonial, aun en el caso en que se produzca durante el trámite del divorcio.
Producida la muerte, cesan todos los efectos personales y patrimoniales del
matrimonio;
b) sentencia firme de ausencia con presunción de fallecimiento; la ausencia de una
persona de su domicilio sin que se tenga noticia de ella por el término de tres años,
causa la presunción de su fallecimiento, aunque haya dejado apoderado. El plazo
debe contarse desde la fecha de la última noticia del ausente.
c) divorcio declarado judicialmente.
El divorcio se decreta judicialmente a petición de ambos o de uno solo de los
cónyuges (art. 437). El avance de la autonomía de la voluntad en las relaciones de
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familia, y tomando en cuenta el desarrollo de la doctrina y jurisprudencia respecto
del principio del art. 19 de la Constitución, se consagra un sistema de divorcio que
respeta la libertad e intimidad de los esposos, donde la injerencia estatal tiene límites
precisos por la eliminación de las causales subjetivas y la atribución de culpas, para
respeto y satisfacción de los derechos humanos de los cónyuges.
“El matrimonio se celebra y se sostiene por la voluntad coincidente de los contrayentes y, por
ende, cuando la voluntad de uno de ellos o de ambos desaparece, el matrimonio no tiene razón
de ser y no puede ser continuado, habilitándose por este simple y elemental fundamento, que
uno o ambos puedan solicitar su divorcio”.
Requisitos y procedimiento del divorcio. El art. 438 del Código establece un
procedimiento de divorcio muy sencillo, a pedido de uno o de ambos cónyuges, con
el único requisito de la presentación de un convenio regulador de los efectos del
divorcio o de una propuesta de convenio cuando el pedido es unilateral. Podría
ocurrir que acuerden algunos de los temas, pero no otros: en este caso, es posible
formular un acuerdo regulador respecto de los temas que han consensuado y una
propuesta respecto de los demás. Se prioriza, de este modo, el convenio que realicen
directamente los esposos como forma de solucionar los temas que los vinculan luego
de la ruptura matrimonial. El acuerdo tiene un elevadísimo significado y
trascendencia, sobre todo en el ámbito del derecho de familia, ya que son solo las
partes implicadas quienes conocen sus verdaderas necesidades, posibilidades y
circunstancias. Y toda vez que serán mayormente los hijos y las familias extensas de
ambas partes quienes vayan a sufrir las consecuencias del divorcio, será siempre
mucho más fácil cumplir con las medidas que las partes implicadas hayan estipulado
de mutuo acuerdo, que las impuestas de modo compulsivo por el juez.
Convenio regulador: es un negocio jurídico bilateral en el que los cónyuges
establecen las consecuencias jurídicas del divorcio y es donde se recepta la voluntad
de cada uno.
El convenio regulador debe contener las cuestiones relativas a la atribución de la
vivienda, la distribución de los bienes, y las eventuales compensaciones económicas
entre los cónyuges; al ejercicio de la responsabilidad parental, en especial, la
prestación alimentaria; lo dispuesto no impide que se propongan otras cuestiones de
interés de los cónyuges (art. 439).
Compensación económica. El cónyuge a quien el divorcio produce un desequilibrio
manifiesto que signifique un empeoramiento de su situación y que tiene por causa
adecuada el vínculo matrimonial y su ruptura, tiene derecho a una compensación.
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Esta puede consistir en una prestación única, en una renta por tiempo determinado
o, excepcionalmente, por plazo indeterminado. Puede pagarse con dinero, con el
usufructo de determinados bienes o de cualquier otro modo que acuerden las partes
o decida el juez (art. 441).
La compensación tiene como objetivo compensar el desequilibrio económico en el
que pudo quedar uno de los cónyuges respecto del otro, que tiene por causa el
vínculo matrimonial y su ruptura. Se procura evitar que el divorcio produzca un
enriquecimiento de uno de los cónyuges a costa del empobrecimiento del otro.
A falta de acuerdo de los cónyuges en el convenio regulador, el juez debe determinar
la procedencia y el monto de la compensación económica sobre la base de diversas
circunstancias, entre otras: a) el estado patrimonial de cada uno de los cónyuges al
inicio y a la finalización de la vida matrimonial; b) la dedicación que cada cónyuge
brindó a la familia y a la crianza y educación de los hijos durante la convivencia y la
que debe prestar con posterioridad al divorcio; c) la edad y el estado de salud de los
cónyuges y de los hijos; d) la capacitación laboral y la posibilidad de acceder a un
empleo del cónyuge que solicita la compensación económica; e) la colaboración
prestada a las actividades mercantiles, industriales o profesionales del otro cónyuge;
f) la atribución de la vivienda familiar, y si recae sobre un bien ganancial, un bien
propio, o un inmueble arrendado. En este último caso, quién abona el canon locativo.
La acción para reclamar la compensación económica caduca a los seis meses de
haberse dictado la sentencia de divorcio (art. 442).
NULIDAD DEL MATRIMONIO. El matrimonio inexistente se define a través del art.
406 que establece que, para que exista matrimonio, es indispensable el
consentimiento de ambos, expresado personal y conjuntamente ante la autoridad
competente para celebrarlo (excepto en el matrimonio a distancia). El acto que
carece de este requisito no produce efectos civiles. Se mantienen causales de nulidad
absoluta y relativa del matrimonio, dependiendo de la naturaleza del interés en
juego. Si está comprometido el orden público, se trata de nulidad absoluta; cuando se
encuentre en juego un interés particular, se trata de una causal de nulidad relativa.
Nulidad absoluta. Es de nulidad absoluta el matrimonio celebrado con alguno de los
impedimentos establecidos en los incisos a), b), c), d) y e) del artículo 403. La nulidad
puede ser demandada por cualquiera de los cónyuges y por los que podían oponerse
a la celebración del matrimonio (art. 424). El artículo se refiere a la falta de aptitud
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nupcial, ya sea porque los cónyuges son parientes, porque existe un vínculo
matrimonial subsistente, o porque uno de los cónyuges fue condenado por homicidio
doloso del otro (ya sea como autor, cómplice o instigador).
Nulidad relativa. Es de nulidad relativa:
a) el matrimonio celebrado con el impedimento establecido en el inciso f) del artículo
403; la nulidad puede ser demandada por el cónyuge que padece el impedimento y
por los que en su representación podrían haberse opuesto a la celebración del
matrimonio. En este último caso, el juez debe oír al adolescente, y teniendo en
cuenta su edad y grado de madurez hace lugar o no al pedido de nulidad. Si se
rechaza, el matrimonio tiene los mismos efectos que si se hubiera celebrado con la
correspondiente dispensa. La petición de nulidad es inadmisible después de que el
cónyuge o los cónyuges hubiesen alcanzado la edad legal.
b) el matrimonio celebrado con el impedimento establecido en el inciso g) del
artículo 403.
La nulidad puede ser demandada por cualquiera de los cónyuges si desconocían el
impedimento, no puede ser solicitada si el cónyuge que padece el impedimento ha
continuado la cohabitación después de haber recuperado la salud; y en el caso del
cónyuge sano, luego de haber conocido el impedimento. El plazo para interponer la
demanda es de un año, que se computa, para el que sufre el impedimento, desde
que recuperó la salud mental, y para el cónyuge sano desde que conoció el
impedimento.
La nulidad también puede ser demandada por los parientes de la persona que padece
el impedimento y que podrían haberse opuesto a la celebración del matrimonio. El
plazo para interponer la demanda es de tres meses desde la celebración del
matrimonio. En este caso, el juez debe oír a los cónyuges, y evaluar la situación del
afectado a los fines de verificar si comprende el acto que ha celebrado y cuál es su
deseo al respecto.
La nulidad sólo puede ser demandada por el cónyuge que ha sufrido el vicio de error,
dolo o violencia. La nulidad no puede ser solicitada si se ha continuado la
cohabitación por más de treinta días después de haber conocido el error o de haber
cesado la violencia. El plazo para interponer la demanda es de un año desde que cesa
la cohabitación.
Bibliografía:
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Kemelmajer de Carlucci, Aida. 2015. La Familia en el Nuevo Derecho.
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Medina, Graciela. 2015. Derechos de Familia. LexisNexisAbeledoPerrot.
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