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Antropología Filosófica

Este documento presenta diferentes concepciones sobre el origen y evolución de la vida. Explica teorías tradicionales como el fijismo, creacionismo y preformacionismo, así como teorías modernas evolutivas de Lamarck, Darwin y Wallace, sentando las bases de la biología evolutiva.

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Antropología Filosófica

Este documento presenta diferentes concepciones sobre el origen y evolución de la vida. Explica teorías tradicionales como el fijismo, creacionismo y preformacionismo, así como teorías modernas evolutivas de Lamarck, Darwin y Wallace, sentando las bases de la biología evolutiva.

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ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA.

1. EVOLUCIÓN Y HOMINIZACIÓN

Para empezar… TÉRMINOS BÁSICOS:

Filogénesis Desarrollo evolutivo de una especie.

Ontogénesis Desarrollo del individuo. Puede entenderse en sentido biológico (como


desarrollo del embrión hasta el nacimiento de la criatura o incluso
desarrollo completo hasta adquirir su forma madura). En un sentido más
amplio (y filosófico), la ontogénesis es simplemente el desarrollo del
individuo en su singularidad, o sea, en todos los rasgos que le son propios.

Hominización Filogénesis de la especie humana, es decir, desarrollo evolutivo de los seres


humanos desde sus antepasados homínidos. De su estudio se encarga la
ciencia, en concreto, la antropología evolutiva, requiriendo a otras ciencias
particulares como la paleontología, la embriología y la genética.

Humanización Desarrollo completo del ser humano en su aspecto biológico y cultural, es


decir, adquisición de todos rasgos característicos de nuestra especie, entre
los cuales la cultura juega un papel central, como veremos. Podríamos decir
que la humanización es la ontogénesis del individuo humano. Precisamente,
la antropología filosófica se enfrenta a esta gran pregunta: ¿en qué consiste
la condición humana? ¿qué es lo que nos hace humanos?

1.1. CONCEPCIONES TRADICIONALES SOBRE EL ORIGEN DE LA VIDA.

1
Fijismo Para el fijismo, todas las especies de seres vivos son fijas, invariables,
no cambian ni evolucionan a lo largo del tiempo, porque la Naturaleza
es eterna, no tiene comienzo ni final. Esta concepción la encontramos
desarrollada en Aristóteles, quien fue el primer sabio conocido en
realizar estudios sobre los seres vivos. En general, todo el pensamiento
antiguo (Grecia y Roma) está caracterizado por la idea de que la
Naturaleza es eterna, se mueve en tiempos cíclicos. Los seres vivos que
habitan en ella, aunque nazcan y mueran constantemente,
permanecen en su ser (su género y su especie son inmutables)1.

Creacionismo Las grandes religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo e islam)


atribuyen a la intervención divina el acto de creación de todas las
especies de seres vivos, las cuales, desde entonces, siguen siendo las
mismas (fijismo). Esta forma religiosa de pensamiento, establecida
oficialmente a partir de la Edad Media, se fundamenta en una idea
incomprensible para los antiguos: la creación a partir de la nada
(creatio ex nihilo), idea basada, a su vez, en la omnipotencia de Dios2.
Los creacionistas rechazan las explicaciones científicas acerca de que la
vida en la Tierra se originó a partir de causas puramente naturales.

Preformacionismo Según el preformacionismo, el embrión de un ser vivo posee la misma


forma que el mismo ser vivo al nacer, pero en miniatura; con el paso

1
Por ejemplo, la clásica cuestión ontológica de quién viene antes, si el huevo o la gallina, es resuelta por
el fijismo argumentando: siempre hay un antes y siempre un después, ya que el tiempo es eterno y
circular; por tanto, la dualidad “huevo-gallina” es un ciclo constante y dinámico. Gracias a esa constancia
que siempre se repite, el “ser gallina” permanece y preexiste desde el punto de vista ontológico.
2
Desde el punto de vista teológico medieval (metafísico y religioso), Dios es omnisciente (todo lo sabe),
omnipotente (todo lo puede), posee el don de la ubicuidad (está en todas partes), es eterno (nunca nació
y nunca morirá) y es perfecto o completo en grado sumo (equilibrado, no le falta nada, ni por exceso ni
por defecto). A partir de aquí, se deduce su capacidad para crear las cosas a voluntad. Por el contrario, en
la Antigüedad clásica (Grecia y Roma), lo eterno era la Naturaleza, que los griegos llamaban physis (y de
ahí proviene el nombre de la ciencia encargada de su estudio: la física).

2
del tiempo, su tamaño aumenta progresivamente. En el caso del ser
humano, el embrión se denominaba “homúnculo”. El primer
investigador en cuestionar esta idea fue el filósofo francés René
Descartes, quien observó a contraluz la transformación del embrión de
un pollo a lo largo de las semanas de gestación dentro del huevo.
Descubrió que su desarrollo atraviesa diferentes etapas y sólo a partir
de cierto momento comienza a adquirir forma reconocible.

Finalismo Aristóteles fue el primero en afirmar que los seres vivos poseen una
“causa final” que los dirige o encamina a una meta determinada: la
reproducción y la pervivencia de la especie. De este modo, el finalismo
sostiene que existe una finalidad interna en los seres vivos.

En la página anterior podemos observar, a la izquierda, el dibujo de un espermatozoide con el homúnculo en su


interior. En la imagen de la derecha encontramos algunos bocetos y anotaciones del genio renacentista Leonardo
Da Vinci sobre la gestación del feto.

3
1.2. CONCEPCIONES MODERNAS: LAS TEORÍAS DE LA EVOLUCIÓN DE LAMARCK, DARWIN Y
WALLACE.

Antes de Jean-Baptiste Lamarck (Francia, 1744-1829), Charles Robert Darwin (Inglaterra, R. U.,
1809-1882) y Alfred Russel Wallace (R. U., 1822-1913), como hemos visto en el apartado
anterior, el estudio de la vida se basaba en concepciones no evolucionistas (creacionismo y
fijismo). Lamarck y Darwin tienen el honor de ser los primeros biólogos en presentar teorías
universales que aspiran a confirmarse en la experiencia, como ya habían hecho las teorías de
muchas otras ciencias calificadas, por ello, como "superiores" (especialmente la física y la
química). Por tanto, a ellos debemos que la biología sea considerada hoy una ciencia más entre
otras, y no un mero pasatiempo de naturalistas ociosos, entusiasmados por observar, dibujar,
coleccionar bichejos y ponerles nombres imaginativos.

En el desarrollo de las teorías evolucionistas cumple una importancia mayúscula la noción de


tiempo geológico, es decir, la idea de que la Tierra y, en general, el Universo, tienen una edad
bastante más extensa de lo que suponían las grandes religiones. El naturalista ilustrado Georges
Louis Leclerc, conde de Buffon (Francia, 1707-1788) fue el primero en aventurar que la edad de
la Tierra debía medirse en millones de años y no en unos pocos miles, como establecían los
teólogos de la Iglesia a partir de las Sagradas Escrituras. La escala humana tradicional se vuelve
insignificante desde el punto de vista de los grandes procesos que experimenta la naturaleza.
Esta nueva perspectiva hizo posible el florecimiento de la geología y de la biología evolutiva a lo
largo de los siglos XIX y XX.

Lamarck fue el primer teórico del evolucionismo, es decir, el primero en defender que los seres
vivos han variado a lo largo del tiempo, por cambios generacionales, a partir de formas simples
(bacterianas), hasta las actuales especies complejas.

4
Para sostener este pensamiento, Lamarck presentó dos tesis relacionadas: el funcionalismo y
la herencia de los caracteres adquiridos. Según el funcionalismo, "el uso hace al órgano", es
decir, los órganos de los seres vivos se perfeccionan con el paso del tiempo para cumplir mejor
su función. Por ejemplo, pensaba Lamarck, si las jirafas tienen el cuello largo se debe a su
esfuerzo a lo largo del tiempo para poder alcanzar brotes verdes y nutritivos en lo alto de las
copas de los árboles. Dichos rasgos adquiridos se transmitirían de padres a hijos, lo que produce
especies nuevas con el paso de las generaciones. Lamarck estaba convencido de que la evolución
llevaría al perfeccionamiento de los seres vivos, pues la vida, contemplada desde su punto de
vista, es una pulsión constante por alcanzar los objetivos que se impone a sí misma, mejorando
su eficacia de generación en generación.

Como veremos, las teorías de Lamarck han sido falseadas por la ciencia y, sin embargo, han
calado tanto en el imaginario occidental que todavía hoy mucha gente confunde evolución con
lamarckismo. Todavía pervive el prejuicio que identifica la evolución con aumento de
complejidad y presenta al ser humano como cúspide de la cadena evolutiva.

El 24 de noviembre de 1859, Darwin publicó El origen de las especies, sentando las bases de la
biología evolutiva moderna3. Se produjo una hecatombe cultural, porque la teoría de Darwin
desafiaba creencias muy arraigadas en la época. Fue inmediatamente rechazada, objeto de
críticas desde todos los sectores, científicos y religiosos. Sin duda, la idea más polémica de
Darwin era que definía al ser humano como un ser vivo entre otros, evolucionado a partir de
un antepasado común, por primera vez entroncado en el árbol de la vida junto al resto de

3
Un año antes, el 1 de julio de 1858, se presentaron ante la Sociedad Linneana de Londres los hallazgos
conjuntos de Darwin y Wallace, quienes habían descubierto, de manera independiente, la misma teoría.
Darwin, de hecho, llevaba tiempo sin decidirse a hacerla pública, porque sabía que su prestigio estaba en
juego. Cuando tuvo conocimiento de que Wallace, en otro viaje por el mundo posterior al suyo, había
llegado a la misma conclusión que él, decidió dar el paso. No obstante, en ese año, la publicación no tuvo
relevancia (de hecho, ni Darwin ni Wallace pudieron asistir a la presentación, el primero porque estaba
de luto, y el segundo porque todavía se encontraba de viaje). Y no fue hasta el año siguiente, cuando
Darwin publicó su famosa obra, que se desató la tormenta entre los círculos académicos y más allá de
estos, en la opinión pública.

5
criaturas, sin necesidad de intervención divina. Conocidas son las caricaturas de la época
mostrando al biólogo inglés con cuerpo de mono.

La tesis central de Darwin es que, efectivamente las especies evolucionan, pero no como decía
Lamarck, por la herencia de rasgos adquiridos, sino porque unas se adaptan al entorno,
sobreviven y logran reproducirse, mientras que otras sencillamente mueren sin dejar
descendencia, hasta extinguirse. La teoría de la selección natural nos dice que los seres vivos
son diversos, incluso entre poblaciones de la misma especie y, gracias a esta biodiversidad, la
6
vida se abre camino, pervive a través del tiempo, porque aumenta la probabilidad de que existan
individuos y poblaciones capaces de adaptarse a los cambios de entorno, generando nuevos
hábitats. Son esos cambios en el entorno, junto a la biodiversidad, lo que determina la
probabilidad de adaptación, la supervivencia y la evolución de las especies. Darwin alcanzó
esta teoría tras su largo viaje a bordo del Beagle, después de recopilar múltiples observaciones
de los seres vivos en diferentes lugares del globo terráqueo. En particular, fue esclarecedora su
visita a las Islas Galápagos, en 1835, donde contempló atónito que poblaciones de especies
continentales como las iguanas se habían adaptado a un hábitat diferente mediante mutaciones
tanto fisiológicas como conductuales (relativas al comportamiento y modo de vida). No
entendía cómo se habían producido, pues desconocía la genética y el mecanismo químico y
biológico del ADN. Pero es un hecho que pequeñas variaciones en la morfología y en el
comportamiento de los seres vivos habían permitido, a lo largo del tiempo y en función de su
ritmo reproductivo, su adaptación a hábitats distintos y la aparición de nuevas especies.

Todo esto, sumado a la perspectiva del tiempo geológico, fue lo que permitió abrir un nuevo
paradigma: el árbol evolutivo de la vida y el inexorable proceso de selección natural. Un gran
cambio de paradigma que tardó en asimilarse, desató múltiples disputas y aún hoy, se critica y
tergiversa desde múltiples sectores ajenos a la ciencia.

1.3. TAXONOMÍA Y GENÉTICA.

7
Tradicionalmente, los naturalistas centraban su estudio en catalogar diferentes especies
agrupándolas en géneros y familias. Esto es la taxonomía. El pionero en el estudio científico del
mundo natural y en ofrecer clasificaciones de seres vivos fue Aristóteles. Sin embargo, el gran
biólogo y naturalista Carlos Linneo (Suecia, 1707-1778) estableció el sistema convencional para
asignar nombres a las especies: la nomenclatura binomial. Según esta nomenclatura, cada
especie está nombrada por dos palabras de origen grecolatino: la primera corresponde al
género, y la segunda es el nombre específico. Por ejemplo, el león y el tigre pertenecen al género
Panthera, así pues, la nomenclatura científica del león es Panthera leo, y la del tigre Panthera
tigris. A su vez, los géneros se organizan en familias. El género Panthera pertenece a la familia
de los félidos (Felidae), los cuales, a su vez, pertenecen al suborden de los feliformes (Feliformia),
éstos al orden de los carnívoros (Carnivora), y éstos a la clase de los mamíferos (Mammalia), al
filo (o tronco) de los cordados (Chordata) y, por último, al reino de los animales (Animalia).
Las clasificaciones de este tipo siguen utilizándose en zoología, botánica, microbiología y, en
general, en todas las ciencias naturales que estudian la biodiversidad. Son un recurso útil para
imponer orden y establecer similitudes, diferencias y conexiones entre diversos seres vivos, así
como para tener una visión del conjunto: el árbol de la vida.
Sin embargo, no debemos perder de vista que las clasificaciones taxonómicas son en cierta
medida convencionales, muy abarcadoras y no reflejan por sí mismas toda la biodiversidad.
Desde el punto de vista de la genética, la biodiversidad se comprende y se define mejor
mediante los conceptos de poblaciones, fenotipos y genotipos.
El genotipo es la información genética contenida en el ADN de un organismo. El fenotipo, en
cambio, es la manifestación visible de su genotipo en determinado medioambiente. No todos
los genes que contiene el ADN de un ser vivo llegan a manifestarse. Los que sí lo hacen provocan
cambios visibles que definen el fenotipo. Las poblaciones biológicas son simplemente grupos
de individuos que comparten similitudes en sus genotipos y en sus fenotipos.

8
En el siglo XIX, Gregor Mendel, considerado padre de la genética, observó meticulosamente qué
aspecto presentaban diversas generaciones de guisantes obtenidas a partir del cruce de dos
variedades: la lisa y la rugosa. Mediante el método inductivo (a partir de las regularidades
observadas), estableció las leyes de la herencia genética, iniciando una nueva rama de la
biología. Sin embargo, este monje agustino desconocía la molécula de ADN y, por tanto, no
imaginaba el verdadero mecanismo bioquímico que explica la transmisión de genotipos y el
desarrollo de fenotipos. Sus investigaciones salieron a la luz de manera póstuma, pues él vivió
recluido en el monasterio acorde a sus convicciones religiosas. Su trabajo salió a la luz en el siglo
XX, a la par que otros científicos demostraban dichas ideas en una investigación paralela. El
mérito se lo dieron, no obstante, a Mendel. No ocurriría lo mismo con los todos los protagonistas
de quienes hablaremos a continuación.

El descubrimiento del ADN llegó de la mano de la química y cristalógrafa inglesa Rosalind Elsie
Franklin (1920-1958), el físico británico de origen neozelandés Maurice Hugh Frederick Wilkins

9
(1916-2004), el biólogo molecular, físico y neurocientífico británico Francis Harry Compton Crick
(1916-2004) y el biólogo estadounidense James Dewey Watson (nacido en 1928). En 1962, los
científicos Watson, Wilkins y Crick recibieron el Premio Nobel de Medicina "por sus
descubrimientos concernientes a la estructura molecular de los ácidos nucleicos y su
importancia para la transformación de información en la materia viva". La contribución de
Rosalind Franklin fue injustamente desestimada, a pesar de ser la primera en contemplar la
estructura de doble hélice del ADN. Teniendo en cuenta la escasa igualdad de género que existía
en la sociedad de los años 60, no es difícil imaginar por qué no tuvo merecido reconocimiento.

El ADN permite comprender el mecanismo biológico de las mutaciones. Éstas se originan debido
a tres factores:

a) El ADN es una molécula que se copia a sí misma, se replica en cada mitosis celular o bien
cuando la célula desempeña algunas de sus funciones metabólicas básicas. Los ribosomas "leen"
fragmentos replicados para sintetizar aminoácidos y proteínas. Reciben instrucciones y las
procesan. Cada vez que sucede un error de copia o de lectura, el resultado es una mutación. Si
ese error se produce en la mitosis, las nuevas células generadas serán células mutadas.

b) El ADN se combina con la reproducción, los descendientes contienen genes combinados de


sus progenitores y su genotipo siempre será distinto, en mayor o menor medida.

c) El ADN puede sufrir alteraciones debido a la interacción con el medio ambiente, por ejemplo,
debido a la radiación solar. Los factores externos también pueden ser artificiales, causados por

10
la acción humana, como la contaminación del medio natural o, de manera más directa, por la
eugenesia y las manipulaciones del genoma.

1.4. LA TEORÍA SINTÉTICA DE LA EVOLUCIÓN.

Se denomina "teoría sintética de la evolución" a la unión de la teoría de la selección natural


con los nuevos conocimientos adquiridos en el campo de la genética. Como hemos
comprobado en el apartado anterior, se han descubierto los procesos bioquímicos que
intervienen en el desarrollo de mutaciones y, por tanto, se ha comprendido el mecanismo
biológico responsable de la biodiversidad: el ADN. La teoría sintética de la evolución también
incorpora otros conocimientos basados en el estudio de hábitats naturales, es decir, el estudio
de la interacción entre el ser vivo y el medio ambiente. Y se confirma constantemente mediante
descubrimientos y aportaciones procedentes de una serie de disciplinas científicas, que
enumeramos a continuación:

- La paleontología, ciencia que estudia los restos fósiles, además de descubrir especies
extintas, permite reconstruir el árbol de la vida, estableciendo antepasados comunes.
- La morfología ha demostrado que muchos organismos actuales, entre los que se incluye
el ser humano, contienen restos de órganos y partes fisiológicas de estadios evolutivos
anteriores. Por ejemplo, en nuestro caso, partes como el apéndice o las muelas de juicio
son supervivencias que se conservan de nuestros ancestros homínidos. No cumplen
ninguna función en nuestro organismo, pero sirven de pista para entender nuestro
pasado evolutivo.
- La embriología ha demostrado que existen semejanzas entre distintas especies en las
primeras fases del desarrollo del embrión, lo que evidencia que dichas especies
proceden de un tronco común.
- La bioquímica demuestra la identidad de mecanismos genéticos y bioquímicos a escala
celular, que son compartidos por todos los seres vivos.

En la actualidad, la biología considera que la evolución es la transformación de los seres vivos


a lo largo de múltiples generaciones debido a tres factores elementales:

a) Alteraciones en su ADN que producen mutaciones.


b) Herencia de la información genética.
c) Cambios medioambientales que ponen a prueba la capacidad de adaptación.

La regla universal sigue siendo la selección natural planteada por Darwin y Wallace: sólo
sobreviven en el tiempo las especies capaces de adaptarse a su entorno. Las que no se adaptan,
o bien se extinguen rápido, o bien decrece su ritmo de reproducción y desaparecen con el paso
del tiempo.

1.5. LA MANIPULACIÓN GENÉTICA, LA EUGENESIA Y SUS IMPLICACIONES.

11
La eugenesia es el estudio y la aplicación de las leyes biológicas de la herencia en aras de una
mejora de la especie humana. Se trata de una ciencia y una técnica que plantean un debate ético
fundamental. Conocemos ejemplos de cómo la genética puede contribuir a la medicina y a la
salud humana, previendo enfermedades hereditarias, aislando o desactivando genes
problemáticos, actuando incluso en las fases prematuras del desarrollo del embrión. La
legislación internacional al respecto es muy restrictiva, debido a los peligros que implica según
los fines que se persigan y los efectos derivados.

Sin embargo, en un sentido más amplio, la manipulación genética se ha venido realizando,


directa o indirectamente, de forma consciente o inconsciente, desde que nuestros antepasados
dejaron de ser nómadas y se acogieron a la vida sedentaria. A través de la agricultura y de la
ganadería, las plantas cultivables y los animales domesticados siguieron una evolución artificial,
dirigida por la acción humana. A lo largo de unos pocos miles de años, se han ido seleccionando
variedades fenotípicas convenientes según nuestros hábitos y costumbres. Quizás el ejemplo
más paradigmático sea el de los perros, con toda la gama actual de razas, procedentes en último
término de un antepasado común: el lobo. Estaríamos hablando, en estos casos, de una
selección artificial de las especies. Pero incluso otras especies, como las palomas y los gorriones,
se han adaptado a hábitats poblados por personas y dependen enteramente de ellas para
subsistir.

Se ha sabido que en la ciudad de Pripyat y sus alrededores, tras el accidente de Chernóbil y la evacuación de la zona,
la fauna y la flora salvajes se adueñaron de todo, haciendo desaparecer a poblaciones enteras de animales
domésticos que habían sido abandonados a su suerte.

12
La aplicación de la ciencia genética a la especie humana (eugenesia) comenzó a practicarse en
el siglo XX. Entre los horrores del nazismo, cobra especial relevancia que fueron los primeros en
practicar un riguroso y cruel proceso de selección artificial del ser humano movidos por su
ideología racista. Desde la filosofía podemos plantearnos una serie de preguntas para demostrar
la importancia del debate ético-político y la urgencia por establecer límites a la acción en el
campo de la genética. Entre ellas, por ejemplo:

• ¿Qué ocurriría si aplicamos la eugenesia para cumplir “el sueño de Hitler” y poblar la
Tierra de una “raza superior”? Respuesta que nos da la ciencia: disminuiría la
biodiversidad entre las poblaciones humanas y, por tanto, disminuiría radicalmente la
probabilidad de adaptación ante cambios medioambientales. Por ejemplo, una nueva
enfermedad podría afectar de golpe a todos los individuos. Además, aumentaría el
riesgo de transmisión de enfermedades hereditarias.
• ¿Qué ocurriría si la eugenesia se pone al servicio de los mercados? Con toda seguridad,
se abriría a un inmenso abanico de intereses y no todos serían científicos ni médicos, ya
que obedecerían sólo al dinero.
• ¿Hasta qué punto es ético manipular el genoma humano? Esta es la mayor de todas las
preguntas. El debate sobre este asunto tiene lugar en las grandes instituciones
legislativas nacionales e internacionales, y corre parejo al desarrollo vertiginoso de la
genética.

La película Gattaca (título que surge de combinar las iniciales de las moléculas componentes del ADN) refleja un
mundo no muy lejano donde la aristocracia (los mejores y más aventajados) se selecciona entre la multitud en
función de sus ventajas genéticas.

1.6. CUANDO CIENCIA, RELIGIÓN E IDEOLOGÍA SE CONFUNDEN: LA TEORÍA DEL DISEÑO


INTELIGENTE Y EL DARWINISMO SOCIAL.

13
Las hipótesis y las creencias no son equivalentes, no poseen el mismo grado de conocimiento.
La diferencia entre ambas es que las creencias son incuestionables, dependen de la fe, mientras
que toda hipótesis necesita ser confirmada, puesta a prueba, si quiere aceptarse como teoría.
Vamos a presentar dos falsas teorías que siguen defendiéndose en la actualidad en algunos
sectores religiosos, políticos y científicos, y que confunden ambas cosas: hipótesis y creencias.

La denominada "teoría del diseño inteligente" es un buen ejemplo de cómo la religión se hace
pasar por ciencia. Su origen se remonta al siglo XVII, y todavía hoy sigue siendo defendida por
muchos creyentes. El siglo XVII, también conocido como "el siglo de las maravillas de la
naturaleza", fue la época en que se crearon los primeros telescopios y microscopios, que
permitieron a los investigadores presenciar, maravillados, la complejidad de la Naturaleza en
todas las escalas y tamaños. Muchos investigadores, motivados por su fe religiosa, estaban
persuadidos de que tal complejidad sólo podía obedecer a una cosa: a la creación según el
diseño de un ser infinitamente inteligente, o sea, Dios. Usaban la metáfora de que no hay reloj
sin relojero. Dios sería el relojero de la Naturaleza4.

Por otra parte, encontramos el denominado "darwinismo social", teoría desarrollada


inicialmente por el científico Herbert Spencer a finales del siglo XIX y que se ha defendido hasta
hoy con pequeñas variaciones desde algunos sectores de la sociología, la economía, las ciencias
políticas y la psicología. El darwinismo social sostiene que todos los procesos humanos (política,
cultura, historia, sociedad, etc.) están sometidos a las mismas leyes que la naturaleza, en
particular la ley de la selección natural (o supervivencia de los mejor adaptados). Por tanto, si
una cultura se impone a otra, o si un sistema económico se impone sobre los demás, o bien un
poder político, o una teoría científica, o un movimiento artístico, etc., se debe a que los otros
son débiles, inadaptados, y los que vencen son fuertes. Es la clásica "ley del más fuerte"
barnizada con un aire darwinista5. Por supuesto, esta teoría jamás ha sido demostrada. El
darwinismo social nos sirve de ejemplo para ver cómo, en algunos casos, la ciencia (en este caso
las ciencias sociales y humanas) sobrepasa sus límites con delirios de grandeza, tratando de
imponer su visión sobre todas las cosas como si fuese un dogma religioso con tintes fascistas.

4
A finales de la Edad Media, en el siglo XIII, el filósofo Santo Tomás de Aquino defendió un argumento
similar para demostrar la existencia de Dios. En su opinión, todas las criaturas obedecen a conductas y
mecanismos tan complejos que son la prueba viviente de que una Inteligencia superior las dirige y
gobierna. Y mucho antes, en la Edad Antigua, el filósofo presocrático Anaxágoras (que influyó mucho en
Platón), consideraba que la Naturaleza (physis) está gobernada por una inteligencia ordenadora (que
llamaba nous), capaz de crear razón y sentido (logos) en el caos. Por el contrario, los filósofos atomistas
(Leucipo y Demócrito), anteriores a Sócrates como Anaxágoras, pensaban que todos los cuerpos y seres
naturales están creados por el choque y la combinación azarosa de innumerables átomos moviéndose en
el vacío. De aquí surgieron razones para pensar que el sentido, la razón, y “el ser de las cosas”, son
creaciones puramente humanas, convencionales, artificiales o culturales, como sostenían los sofistas.
5
Nos hemos acostumbrado a entender la selección natural, el darwinismo, como “supervivencia del más
fuerte”. Pero aquí corremos peligro de malinterpretar la realidad. La Naturaleza es imprevisible y
caprichosa. Nos lo demuestra, por ejemplo, la extinción de los dinosaurios. ¿Quiénes eran entonces los
más fuertes? ¿Los pequeños roedores o los grandes dinosaurios carnívoros? La fortaleza de una especie
es un concepto relativo y varía en función del contexto.

14
La conclusión más razonable que debemos extraer de estos dos ejemplos es que ciencia,
ideología y religión deben respetar sus respectivos ámbitos: la fe, la voluntad política y la
demostración empírica. Toda vez que se confundan, engendran ideas que, o bien nos ciegan, o
bien resultan muy peligrosas.

1.7. CONSECUENCIAS FILOSÓFICAS DE LA TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN.

La perspectiva que nos aporta la teoría sintética de la evolución afecta a toda una serie de
nociones, creencias y prejuicios:

• Desmiente la tesis del fijismo, porque demuestra que las especies no son fijas.
• Prescinde del creacionismo, porque no requiere la hipótesis de la intervención divina
para explicar el origen de la vida.
• Desmiente la idea aristotélica sobre el finalismo: el componente de azar o aleatoriedad
es enorme, tanto en lo que respecta a la aparición de mutaciones como en lo que atañe
a los cambios medioambientales. En la evolución sólo hay una regla universal e
inexorable: las especies que se adaptan sobreviven; las que no, desaparecen. Los
factores determinantes que intervienen en la evolución (mutaciones, cambios
medioambientales) son aleatorios y no persiguen ninguna finalidad.
• Desmiente la idea de evolución como “perfeccionamiento” y “aumento progresivo de la
complejidad”, pues se demuestra que, en función del contexto, la complejidad de las

15
formas de vida no tiene nada que ver con su capacidad de adaptación6. En este sentido,
desmonta lamarckismo (el funcionalismo y la herencia de caracteres adquiridos).
• La genética demuestra que los conceptos taxonómicos, y en particular aquellos que
tienen una fuerte resonancia cultural y social (como el de raza y especie), son absurdos
e irreales cuando se sacan de contexto y se aíslan unos de otros. La realidad es que todas
las especies estamos interconectadas, descendemos del mismo árbol evolutivo y
compartimos información genética. Los genotipos y fenotipos configuran poblaciones:
ésa es la verdadera biodiversidad, que sobrepasa cualquier visión estrecha y prejuiciosa
apoyada en etiquetas como la de raza o especie.

1.8. LA HOMINIZACIÓN.

A grandes rasgos, la teoría establecida para explicar la filogénesis de la especie humana es la


siguiente: los primeros homínidos se distinguían del resto de grandes simios por su capacidad
para erguirse. Se cree que la causa fue un cambio de entorno. De la selva pasaron a la sabana.
Observamos que los simios tienen casi literalmente "cuatro brazos", en vez de dos brazos y dos
piernas, ya que su vida en la selva consiste en trepar y saltar entre la espesa vegetación. Se
encuentran a salvo en lo alto de los árboles y no necesitan recorrer grandes distancias. Sin
embargo, en la sabana hay enormes extensiones cubiertas de hierba seca y, de cuando en
cuando, pequeños grupos de árboles. El paso a la sabana hizo que no sobreviviesen los
individuos que carecían de la mutación idónea (principalmente la modificación de la columna
para mantenerse en pie). Por tanto, los que sí podían caminar sobre dos pies tenían mayores
posibilidades de sobrevivir, pues oteaban a los depredadores por encima de la hierba y se
ubicaban en el entorno para trazar rutas seguras, localizar agua, comida y refugio.

El bipedismo (o andar bípedo) resultó decisivo para el desarrollo de la inteligencia y de la cultura


humana. Las manos quedaron "libres", ya no se utilizaban para moverse, y esto favoreció la
destreza manual, el uso de herramientas, incluso, después, la fabricación de las mismas, lo que

6
Es común la creencia de que las especies se perfeccionan con el paso de las generaciones, pero no es el
caso. Hay especies que desaparecieron debido no a cambios medioambientales, sino por sí mismas. Por
ejemplo, una variedad de ciervos se extinguió por desarrollar demasiado la cornamenta en los machos
(por la función sexual que cumplía como reclamo de la hembra), lo que acabó por incapacitarlos para
moverse en el bosque. Las mutaciones no son "inteligentes", sino aleatorias. Lo que puede ser un estorbo
en un momento, puede no serlo si el entorno cambia. Y hay muchas mutaciones que son dañinas para el
organismo, cuando no simplemente inútiles.

16
sin duda sirvió de estímulo para la inteligencia. Las hembras sufrieron un estrechamiento de las
caderas que les impedía mantener a las crías en el vientre hasta estar completamente formadas.
La naturaleza fisiológica les obligó a dar a luz "antes de tiempo", de forma que el neonato
homínido era un ser todavía sin formar. Esto implicaba cuidado extra; por tanto, convivencia
prolongada del bebé con su madre y otros miembros del grupo para criar la progenie. Además,
el cerebro terminaba desarrollándose fuera del útero materno, en contacto con los adultos. Se
cree que esta es la causa del desarrollo neuronal para asimilar estructuras del lenguaje y de
aprendizaje. Asimismo, se cree que el desarrollo de la laringe vino motivado por la posición
vertical que adquirieron poco a poco los homínidos, lo que permitió a su vez el desarrollo de las
cuerdas vocales (indispensable para el lenguaje), motivado por la necesidad de comunicarse
dentro del grupo, en todas las tareas de cooperación indispensables para la supervivencia (la
caza, el cuidado de las crías, las señales de advertencia, etc.).

El antropólogo cultural Marvin Harris sostiene que la cultura y la capacidad de aprendizaje de


los homínidos se convirtieron en auténticas ventajas adaptativas desde el punto de vista
biológico. Las generaciones podían aprender técnicas de supervivencia e inventar otras nuevas
sin necesidad de someterse al lento ritmo de la evolución natural por mutaciones. Así, los
homínidos fueron capaces de adaptarse a múltiples entornos por sí mismos, enseñando y
aprendiendo, experimentando y transmitiendo su saber de padres a hijos. Cuanto mayor fuese
el índice de encefalización (relación entre el tamaño del cerebro y el tamaño del cuerpo), mayor
sería la capacidad de aprendizaje y, por tanto, de adaptación. Eso facilitó la evolución de los
homínidos hasta el homo sapiens sapiens, nuestra especie, la de mayor índice de encefalización
de todas las especies del género homo que se conocen.

Recapitulando, veamos qué nos dicen los grandes paleoantropólogos españoles Juan Luis
Arsuaga Ferreras e Ignacio Martínez Mendizábal:

TEXTO

Señas de identidad. Los rasgos distintivos de nuestra especie son un cerebro muy desarrollado
en volumen, una capacidad única para fabricar instrumentos variados en muy diversos
materiales, un lenguaje articulado, una infancia prolongada que supone un largo período de
aprendizaje, y un modo de caminar bípedo (así como una sexualidad muy original de la que
también nos ocuparemos).

Las características de gran volumen cerebral, desarrollo lento y capacidad para utilizar o
adaptar objetos naturales como instrumentos también se encuentran en nuestros más
próximos parientes los chimpancés, gorilas y orangutanes. Por supuesto que en un grado muy
inferior de desarrollo, pero comparativamente mayor que en los demás animales. Estos
rasgos, más la capacidad para el lenguaje, pueden agruparse bajo la etiqueta de algo que
entendemos de manera intuitiva, pero es imposible de definir o medir, y llamamos inteligencia
o psiquismo.

La locomoción es otra cosa y, desde Darwin, la ciencia se pregunta si la expansión del


psiquismo precedió a la postura erguida, si fue al revés, o si ambas evolucionaron a la vez. Que

17
es lo mismo que preguntarse cuál fue el impulso inicial de nuestra historia evolutiva o, en otras
palabras, qué nos hizo humanos.

ARSUAGA, J. L. y MARTÍNEZ, I.: La especie elegida,

Madrid, Temas de hoy, 2007, p. 90

2. HUMANIZACIÓN Y ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA.

2.1. LA ONTOGÉNESIS HUMANA: INTRAUTERINA Y EXTRAUTERINA.

Todo individuo humano tiene un proceso ontogenético dividido en dos etapas: dentro y fuera
del útero materno.

Esto significa que, cuando nacemos, no estamos completamente formados a diferencia del resto
de seres vivos, sino que precisamos de dos años extra para finalizar por completo el desarrollo
básico de nuestro organismo. Aproximadamente hasta los dos años de edad, el bebé no tiene
formada toda su estructura encefálica, así como tampoco tiene establecida la estructura de la
laringe que le permitirá vocalizar.

Hay que insistir en que, si el ser humano tiene a la cultura como un rasgo característico, se debe
principalmente a que nos terminamos de formar fuera del útero materno. En caso contrario, no
tendríamos las bases biológicas (orgánicas) necesarias para aprender a hablar y a comportarnos
culturalmente.

2.2. LA NOCIÓN DE MUNDO-ENTORNO (UMWELT).

Jakob Johann von Uexküll, biólogo y filósofo alemán de la región báltica, actual Estonia, (1864-
1944), precursor de la etología (rama de la zoología que estudia el comportamiento animal en
su hábitat característico), sostenía que el mundo-entorno (en alemán Umwelt) es diferente para
cada especie y no un único escenario compartido por el que deambulan personajes. En realidad,
cada especie posee su propio Umwelt, formado por todas las señales que actúan sobre ella
como estímulos. Todas las especies se hallan adaptadas a su mundo entorno. Por ejemplo,
aunque los topos sean ciegos, su hábitat propio lo configura una gama de estímulos no visuales;
mejor habría que decir: los topos, en realidad, no son ciegos, su organismo les permite “ver” su
mundo entorno y captar las señales que se dirigen exclusivamente a ellos. J. von Uexküll
demuestra, desde el ámbito de la zoología, que para interpretar el estilo de vida de una especie
tenemos que olvidar la imagen de un mundo objetivo, neutral, independiente e idéntico para
todos. De otra forma, nuestra compresión será prejuiciosa e inevitablemente comparativa:

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tendremos la impresión de que unas especies están mejor adaptadas al mundo que otras, las
cuales consideraremos más débiles y, por ello, menos interesantes. El mensaje de J. von Uexküll
puede ser aplicado al conocimiento de nuestra especie, al menos por lo que respecta a la
siguiente pregunta: ¿El ser humano tiene su propio Umwelt? Y si es así, ¿qué caracteriza nuestro
mundo entorno?

2.3. LA DOBLE NATURALEZA HUMANA: BIOLÓGICA Y CULTURAL.

Para el biólogo y antropólogo suizo Adolf Portmann (1897-1982), la diferencia fundamental


entre el ser humano y el resto de mamíferos consiste en que su carácter de especie no viene
dado al nacer, sino que se adquiere fuera del útero materno, de forma cultural. Cuando nace, el
ser humano aún no tiene los rasgos distintivos de su especie, por ejemplo, el andar bípedo, la
destreza manual, el uso del lenguaje o el razonamiento, etc. Todos estos rasgos son aprendidos
culturalmente en los años posteriores al parto, gracias al contacto con otros miembros de la
especie. En este sentido, el filósofo alemán Arnold Gehlen (1904-1976) considera el problema
de la no-especialización humana y la falta de un mundo entorno concreto. No tenemos alas, ni
branquias, ni garras, ni piel gruesa, ni pelo para protegernos del frío, etc. No estamos
especializados en un entorno concreto7. Gehlen afirma que, debido a ese carácter deficitario o
carencial por naturaleza, el neonato se halla inmerso en una superabundancia de señales que
actúan sobre él como estímulos, provocando desorientación. La cultura se impone entonces
como una segunda naturaleza que regula esa superabundancia y configura un mundo entorno
propiamente humano.

7
Esta idea aparece en el mito platónico de la creación del hombre, recogido en el diálogo Protágoras.
Según se cuenta, los titanes hermanos Prometeo y Epimeteo fueron encomendados por Zeus para crear
a todos los animales, incluyendo el ser humano. Como Prometeo era más hábil que su hermano, se
encargó de crear a todos excepto a los humanos, de los que se ocuparía Epimeteo. Así pues, Prometeo
dio garras y colmillos al león para cazar, branquias a los peces para respirar bajo el agua, alas a los pájaros,
agilidad a las gacelas, visión a las águilas, etc. Al finalizar este duro trabajo, visitó a su hermano para ver
qué tal marchaba su diseño de la humanidad. Se encontró con que Epimeteo había diseñado un ser
absolutamente carente de especialización, indefenso, vulnerable, débil. Compadecido por el destino que
aguardaría a semejante criatura, y ante el miedo de la ira de Zeus por haber creado un ser tan inferior al
resto, Prometeo robó a los dioses un fragmento de la llama de la inteligencia. Zeus se enteró, pero (y esta
es la diferencia de la versión platónica del mito de Prometeo), no se enfadó ni castigó a Prometeo, sino
que envió al dios Hermes para completar la naturaleza humana otorgando a todos los individuos el sentido
de la justicia, que les permitiría convivir en sociedad.

19
Retratos de J. von Uexküll (a la izquierda) y de E. Cassirer.

2.4. La tesis filosófica de Ernst Cassirer: el ser humano como animal simbólico.

El gran filósofo Ernst Cassirer (1874-1945), uno de los mayores pensadores del siglo XX,
desarrolló una tesis muy interesante sobre la condición humana, señalando lo que, bajo su
punto de vista, distingue a nuestra especie frente a las demás.

Todos los seres vivos, sostiene Cassirer en atención a los descubrimientos que ofrece la biología,
poseen un sistema receptor de estímulos y un sistema efector de acciones. El primer sistema
permite que el ser vivo reciba las señales características de su mundo circundante (Umwelt),
mientras que el segundo sistema le permite reaccionar a dichas señales y actuar en
consecuencia. La interrelación de los dos sistemas configura lo que se conoce como “círculo
funcional”. Ambos sistemas pueden ser estudiados al milímetro por la biología y, así, se puede
llegar a conocer el círculo funcional en que se desarrolla la vida de todos los organismos, porque
permite reconstruir su hábitat y determinar su forma y estilo de vida.

Sin embargo, en el caso del ser humano, el asunto se vuelve mucho más complejo. En opinión
de Cassirer, nuestra especie posee un tercer elemento que media constantemente entre
nuestros sistemas receptor y efector. Se trata del lenguaje simbólico. Las señales (o estímulos)
que recibimos de nuestro entorno adquieren significado simbólico/cultural, a la vez que
reaccionamos a esas señales y actuamos mediante significaciones lingüísticas.

Por tanto, concluye Cassirer, si bien un experto biólogo podría reconstruir y conocer por
completo la vida de cualquier ser vivo a través del estudio de su fisionomía, no sería capaz de
hacer lo mismo con el ser humano, dado que se le escaparía ese tercer elemento (el lenguaje

20
simbólico). La cultura juega un papel crucial en nuestra especie y configura nuestro mundo-
entorno.

2.5. INSTINTO, ACTO REFLEJO Y CONDUCTA DELIBERADA.

Instinto Conducta programada por naturaleza. La conducta es un conjunto


de acciones y comportamientos.

Acto reflejo Respuesta o reacción involuntaria a un estímulo.

Conducta deliberada Comportamiento consciente y voluntario.

El ser humano es un ser vivo capaz de modificar deliberadamente su comportamiento por medio
de la cultura y del aprendizaje. En este sentido, no está sometido a instintos. Éstos desaparecen
tras los ocho primeros meses de vida. En esa etapa, el bebé sí demuestra comportamiento
instintivo en la medida en que se comporta involuntariamente de forma determinada (por
ejemplo, cuando el recién nacido repta por el abdomen de su madre para alcanzar el pecho; o
el instinto de agarrarse con las manos y con los pies a todo lo que se acerca; o el de llorar cada
vez que siente alguna necesidad, molestia o si nota desprotección; cuando se chupa los dedos
de la mano; etc.). Sin embargo, al final de esta etapa y a medida que va aprendiendo y
adquiriendo cultura, su comportamiento va a organizarse de acuerdo a una serie de hábitos y
costumbres, no instintos.

¿Significa esto que el ser humano tiene control absoluto sobre su propia vida? No, porque en él
también interfieren la naturaleza biológica y, por otra parte, no todos los hábitos y costumbres
son conscientes o deliberados. Sin embargo, como bien supo expresar el filósofo español José
Ortega y Gasset, el tigre no puede dejar de ser tigre, no puede “destigrarse”; en cambio el ser
humano siempre corre peligro de deshumanizarse. En otras palabras: somos los únicos seres
vivos conocidos capaces de modificar nuestra propia naturaleza, ya sea cambiando nuestros
hábitos y nuestra cultura, ya sea (gracias a la ciencia y a la tecnología) alterando nuestra propia
naturaleza biológica.

2.6. EL DESAFÍO DEL DETERMINISMO BIOLÓGICO.

21
El determinismo biológico sostiene que todo fenómeno vital debe ser explicado en términos
científicos (bioquímicos, fisiológicos, etc.) o corre el riesgo de ser una quimera. Desde esta
perspectiva, se afirma que el cien por cien del comportamiento humano está determinado por
procesos físicos, bioquímicos, genéticos y fisiológicos. Por tanto, nociones que damos por
sentado como la libertad, la conciencia, la capacidad de decisión, la responsabilidad moral, la
creatividad o la voluntad, resultan, desde la perspectiva del determinismo, meras ilusiones o
espejismos. El determinismo biológico plantea un desafío que, por otra parte, no es nuevo. Los
antiguos griegos ya debatían sobre este tema: ¿estamos determinados por naturaleza o somos
libres de crear nuestras normas de comportamiento, capaces de controlarnos y dirigirnos?

El determinismo biológico tiene detractores, por supuesto, dentro de la propia ciencia. En su


mayoría, la comunidad científica sostiene que en el ser humano intervienen factores innatos
(por ejemplo, nuestros genes, nuestras hormonas, nuestras ventajas o desventajas fisiológicas,
etc.) pero también (y en mayor medida) factores puramente adquiridos (el lenguaje, las
costumbres y los hábitos culturales, el pensamiento y la imaginación, etc.).

En filosofía estamos obligados a tener en cuenta esa doble naturaleza, biológica y cultural, si
queremos alcanzar una comprensión que haga justicia y dé sentido a la condición humana. El
ser humano no es una materia extraña para sí mismo, en tanto que somos criaturas que
reconocemos nuestra propia existencia.

Así, la filosofía respondería al determinismo: ¿qué importa si la conciencia, la libertad y la


voluntad no existen materialmente y no pueden ser demostradas? La existencia humana
resultaría incomprensible sin relacionarla con esas nociones, aun cuando actúen como
presupuesto. Reducir la realidad a la materia implica negar otro tipo de realidades que
configuran el mundo humano. Nos llevaría a lo que von Uexküll criticaba: el prejuicio de que
podemos usar la misma barra de medir para comprender a todos los seres vivos, es decir, la
ceguera ante el hecho de que el mundo entorno es peculiar para cada especie y, el nuestro, es
un mundo plagado de sentido simbólico y cultural.

Tradicionalmente, se atribuía exclusividad del ser humano por lo que respecta al uso del
razonamiento, la inteligencia, la memoria, la imaginación, el lenguaje y, por supuesto la cultura.
Sin embargo, los conocimientos biológicos y antropológicos del último siglo y medio han

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rebajado dicha exclusividad, y hoy se habla de diferencias de grado. Esto significa que se conocen
otros animales capaces de desarrollar lenguajes característicos (desde las abejas hasta los
delfines)8, capacidad de razonamiento (los grandes simios) e incluso la cultura. Respecto a este
último punto (la cultura) se ha establecido la siguiente clasificación:

a) Precultura: se trata de prácticas y hábitos aprendidos por imitación que encontramos


en los grupos de grandes simios, en concreto los chimpancés. Por ejemplo, la precultura
de las lianas conforma una serie de destrezas que aprenden los jóvenes chimpancés por
imitación de los adultos para desplazarse por la selva. En cambio, en otro hábitat los
chimpancés han desarrollado la precultura de los palos y las piedras.

b) Protocultura: se trata de las costumbres asociadas a los homínidos anteriores al homo


sapiens sapiens.

c) Cultura: el conjunto de hábitos, normas y costumbres aprendidos pertenecientes al


homo sapiens sapiens.

La ausencia de conducta instintiva es lo que nos ha hecho pensar nociones como la libertad, la
responsabilidad moral, la conciencia o la voluntad. El importante concepto de “dignidad
humana”, que está en la base de los Derechos Humanos y es el valor ético fundamental,
precisamente se ha construido como reconocimiento de esas cualidades únicas que nos
distinguen del resto de seres vivos.

Fotograma de la película El pequeño salvaje (1970), que reconstruye el caso real de Víctor de Aveyron.

8
A pesar de la complejidad de estos lenguajes animales, ninguno de ellos posee la característica
fundamental de los lenguajes humanos: el simbolismo. El ser humano es el único ser vivo conocido capaz
de manejar lenguajes creativos, compuestos por símbolos creados para referirse a todo tipo de cosas y
realidades. Es cierto que se ha logrado enseñar a algunos individuos de especies de grandes simios el
lenguaje gestual, pero con enormes limitaciones en comparación a los humanos. Por otra parte, se
conocen casos de humanos que fueron criados de manera salvaje, como el famoso caso del niño de
Aveyron, que nunca pudieron recuperar totalmente las capacidades que atribuimos normalmente a los
humanos por haber superado el periodo crítico de aprendizaje.

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