[go: up one dir, main page]

0% encontró este documento útil (0 votos)
67 vistas5 páginas

Estructuración y Exclusión Social

Cargado por

Alejandro Lopera
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
67 vistas5 páginas

Estructuración y Exclusión Social

Cargado por

Alejandro Lopera
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 5

“ESTABLECIDOS Y MARGINADOS” EN RELACIÓN A LA TEORÍA DE LA

ESTRUCTURACIÓN DE ANTHONY GIDDENS

MARIANA BELLO ROJAS

El análisis propuesto por el sociólogo Norbert Elías (2016) en “Establecidos y Marginados”


brinda elementos importantes para comprender cómo se establecen relaciones sociales de
exclusión, donde existe una distribución desigual de poder puesto que un grupo tiene mayor
capacidad de influir sobre otro, posicionándose como superior. Por lo tanto, la continuidad o
transformación de estas relaciones responden a posibles cambios en la balanza de poder. Sin
embargo, la intención principal de esta investigación no se trata de comprender las maneras
en las que estas relaciones se sostienen y/o mutan a través del tiempo, ni dilucidar los
elementos que lo propician; una inquietud susceptible de responderse mediante la teoría de la
estructuración propuesta por Giddens (2015) en su obra “La constitución de la sociedad”. De
esta manera, se pretende aplicar algunos conceptos centrales de esta teoría sobre lo expuesto
por Elías (2016) para responder a la pregunta: ¿Cómo se mantienen o transforman las
relaciones entre establecidos y marginados, en relación a la teoría de la estructuración
propuesta por Giddens?, permitiendo profundizar en la comprensión de este tipo de
relaciones a largo plazo y poner en diálogo dos líneas de discusión claves en la teoría
sociológica: individuo- sociedad y acción- estructura.

En principio, la lectura realizada por Norbert Elías describe una particularidad importante
respecto a las relaciones de establecidos y marginados más comunes, generalmente
caracterizadas por diferencias de índole fenotípico, cultural o de clase, que aparentemente
explican la línea de exclusión que convierte a un grupo en marginado; sin embargo, su
análisis toma lugar en una comunidad obrera donde el grupo establecido y el marginado no
comparten a simple vista alguna diferencia que pueda explicar su relación jerarquizada,
exceptuando la antigüedad de uno de los grupos en el barrio. De allí, descubre el origen de su
relación jerarquizada en el nivel de cohesión del grupo establecido, quienes llevaban
generaciones viviendo en el mismo vecindario y habían construido un relato de un
“nosotros”, intermediado por una serie de costumbres, normas y narrativas que constituían
una identidad colectiva estable en el tiempo. Por el contrario, el grupo con características
muy similares asentados en el barrio posteriormente, carecía de esta cohesión entre sus
miembros, presentándose tanto como “unos extraños entre sí” como extraños para el grupo
previamente establecido, siendo percibidos como unos “otros” que amenazaban su identidad
colectiva, y a su vez el orden que esta sostenía.

La diferencia de cohesión entre ambos grupos, permitió que el grupo establecido pudiese
ejercer mayor poder sobre el otro, por un lado, cooptando los espacios de participación del
vecindario, consiguiendo mantenerlos aislados de la toma de decisiones, y por el otro,
logrando construir una imágen superior de sí mismos e inferior de los otros, usadas como
mecanismo de defensa contra los marginados, a través de la estigmatización, el chisme y la
sanción social para aquellos del grupo establecido que tuvieran contacto con los otros
obreros. Estas imágenes se configuraron mediante la difusión de una serie de discursos que
englobaban características intachables para los establecidos, haciendo que se consideraran a
sí mismos como “los mejores” y asignando a los últimos todas las características opuestas,
calificándolos como “los peores”. De esta manera, la relación desigual de poder se tradujo a
una relación de superioridad e inferioridad de valor humano, la cual se hizo efectiva cuando
los individuos se reconocieron bajo las etiquetas asignadas a su colectividad: los marginados
verdaderamente se sentían inferiores a los establecidos, lo que los paralizaba y conservaba la
balanza de poder estática, manteniendo la relación de exclusión.

Para comprender cómo los individuos se definen a sí mismos de acuerdo a los discursos
relacionados a cada grupo, que continúan circulando a través de varias generaciones, como el
caso analizado por Elías (2016), vale la pena traer a colación el concepto de “registro
reflexivo” o “entendimiento reflexivo” propuesto por Giddens (2015). Este consiste en la
capacidad de los sujetos sociales para aprehender y registrar sin mayor esfuerzo en su
entendimiento todo lo que ocurre en su realidad social, gracias a explicaciones que
construyen vinculadas al sentido común. Las interacciones y relaciones sociales acontecen
cotidianamente bajo un conjunto de ritos, costumbres, prácticas y demás códigos implícitos
que son dados por hecho, por lo que el “entendimiento reflexivo” permite a los sujetos
sociales familiarizarse con ellos, entenderlos de forma sintética e interiorizarlos para
replicarlos en su acción cotidiana, logrando relacionarse socialmente con naturalidad.

De esta manera, el registro reflexivo está basado en el entorno social más inmediato, por lo
que se actualiza constantemente y está sujeto a cambios de acuerdo a lo que suceda en él.
Esto ocurre con los miembros del grupo establecido y marginado, puesto que su noción de sí
mismos se construye en base a la posición que ocupen en su realidad social, construida a su
vez por los otros y sus acciones. Así, si constantemente reciben y registran una serie de
discursos que describen cómo son y cómo deben comportarse, marcando el lugar que ocupan
en el espectro de relaciones sociales de un espacio determinado, a su vez legitimado por
normas que delimitan la interacción entre un grupo y el otro, y por la exclusión total de uno
de ellos en los diferentes ámbitos de la vida social, entonces estas dinámicas de interacción
serán interiorizadas en su entendimiento, reflejándose y replicándose en su actuar. Por un
lado, los miembros del grupo marginado terminan aceptando esta realidad, donde ocupan una
posición inferior en el relacionamiento con el grupo establecido puesto que se consideran a sí
mismos y se sienten como tal, sin tener muy claro las razones que lo explican, más allá de
aquellas relacionadas con el sentido común, naturalizando el orden social de su contexto.

Se le preguntó si sentía que era igual a un japonés común. Respuesta: «No, matamos
animales. Somos sucios y algunos piensan que no somos humanos». Pregunta: «¿Tú
crees que eres humano?» Respuesta (pausa larga): «No lo sé ... Somos malos y
sucios» (Elías, 2016, p.42)

Respecto a los miembros del grupo establecido, es posible relacionar esta noción en primer
lugar, con la amenaza que percibieron con la llegada de los nuevos obreros al vecindario,
puesto que en su “registro reflexivo” ya había una construcción de identidad colectiva
bastante compacta, unas prácticas y normas que mantenían la estabilidad en su comunidad.
La llegada de nuevos obreros con poca cohesión puede considerarse como algo nuevo para
dicho registro, capaz de poner en duda lo construido e interiorizado frente a sus estilos de
vida, pero también la identidad de los sujetos construida en base a su pertenencia al grupo. Y,
por supuesto, el registro reflexivo también se relaciona con la imágen enaltecida que
construyeron de sí mismos, ya que esta agregaba a su autoconcepto, siendo fuente de orgullo
y sirviendo de motivación para replicar acciones aprendidas en sus interacciones con otros
miembros, como el chisme; o para abstenerse de realizar otras, como el contacto con los
marginados, por la recompensa o el rechazo social que suponían.

Así mismo, este concepto es útil para comprender por qué se sostiene la exclusión y
estigmatización hacia los marginados con el paso de las generaciones, puesto que los sujetos
de las nuevas generaciones incorporan en su entendimiento reflexivo la identidad colectiva, y
a su vez, el puesto que se supone deben ocupar en su relación, aún si las condiciones de poder
cambian. Giddens (2016) atribuye a esto “las propiedades estructurales” de las relaciones
sociales, es decir, los elementos o recursos institucionalizados que las configuran. Un ejemplo
de ello, son los sentimientos de superioridad o deshonra humana consistentes en el tiempo,
que quedan en forma de “huellas mnémicas” orientando la conducta de los sujetos sociales
(p.61).

No obstante, para comprender cómo se mantienen o transforman las relaciones de exclusión


en el tiempo, se debe vincular el “registro reflexivo” con otro concepto central de la teoría de
la estructuración: la dualidad de la estructura. Contrario a las dos corrientes tradicionales de
la teoría sociológica referentes en el estructuralismo, que priorizan la totalidad social sobre la
acción de los sujetos, o los sujetos sobre el todo social, Giddens (2016) propone entender la
relación entre objeto social y sujeto social como una dualidad, más no un dualismo. Esto
quiere decir, que lo denominado “estructura social” no puede entenderse por fuera de las
acciones de los sujetos sociales, ni contraria a ellas. La estructura social, entendida como un
conjunto de reglas y recursos que organizan las relaciones sociales (p.61) no puede
concebirse sin relaciones sociales, sin los sujetos que las conforman y sus acciones. Del
mismo modo, los sujetos sociales no pueden concebirse como meras marionetas cuyo actuar
es modelado por fuerzas externas, puesto que poseen un entendimiento reflexivo de su
entorno y son conscientes de lo que hacen, además de que siempre tienen la capacidad de
actuar e intervenir en su realidad.

Entonces, el punto de conciliación, se trata de entender la reciprocidad necesaria entre la


acción y la estructura para la existencia de ambas; es decir, la acción social es estructurada
puesto que se sirve de los recursos disponibles en la realidad social para efectuarse, pero al
mismo tiempo es estructurante, pues al ser efectuada reproduce los mismos recursos y
condiciones que la posibilitaron: “el momento de la producción de la acción es también un
momento de reproducción en los contextos donde se escenifica cotidianamente la vida
social”(Giddens, 2016, p.62).Consecuentemente, la estructura resulta un medio para la
acción, pero también constituye un resultado de ella; de lo contrario, ¿cómo podrían
reproducirse los elementos que estructuran la acción, sin la acción misma? y ¿cómo podría
ocurrir la acción sin un medio donde tome lugar y del que se nutra? De esta forma, para
Giddens (2016) la estructura no resulta estrictamente constrictiva sino que también es
habilitante, es el punto de partida de la acción y permite la creatividad en ella. El hecho de
que sea estructurante, significa que puede producir transformaciones en las propiedades
estructurales, ya sea de forma intencionada y organizada, o por efecto de posibles
consecuencias imprevistas propias de la acción humana.

Lo anterior permite responder en mayor medida cómo los miembros del grupo establecido y
marginado han contribuido a la continuación de esta relación, y cómo podría transformarse.
Al considerar la acción social como estructurada y estructurante, se evidencian las acciones
de ambos grupos que reproducen la relación desigual de poder, pero también cómo han sido
estructuradas, retomando el concepto de registro reflexivo ya explicado. Por su parte, los
establecidos han mantenido esta relación de exclusión a través de varias de sus acciones,
como el monopolio de los recursos de poder, la construcción de imágenes contrapuestas de
ambos grupos basadas en discursos que destacan a sus miembros pero degradan y
estigmatizan a los marginados, así como la difusión de dichos discursos mediante el chisme y
la reproducción del mismo; acciones que también han sido estructuradas por su pertenencia al
grupo, puesto que su identidad propia se ha construido en función de la colectiva, lo que
implica procurar cumplir con las normas definidas al interior del grupo con tal de no sufrir las
consecuencias que pudiesen arriesgarla, como el rechazo o la expulsión de este.

Referente a los marginados, su acción es estructurada al incorporar en su conciencia y


autoconcepto los discursos que los establecidos replican para diferenciarse de ellos y
posicionarse como superiores, pero también reproduce su posición inferior en la relación de
exclusión en tanto aceptan la serie de características que les son impuestas, y terminan
resignados al lugar que ocupan en la interdependencia, al no intervenir de formas distintas
que alteren la balanza de poder. Con esto, la intención no es situar en los marginados la
responsabilidad de las condiciones de exclusión y opresión que sufren, sino subrayar que
hacen parte de una interdependencia, es decir, la superioridad de los establecidos se afirma
cuando los marginados aceptan su supuesta inferioridad, de otro modo ¿quiénes la
legitimarían? ¿sobre quiénes serían superiores? Los establecidos dependen de los marginados
para ocupar y afirmar dicho estatus, lo que quiere decir que el grupo marginado también
posee poder, se trata de la capacidad de actuar respondiendo al mismo que busca ejercerse
sobre ellos, resistiendo.

En tanto el grupo marginado reconoce su poder y comienza a ejercerlo, la disparidad de poder


en la relación disminuye y esta comienza a transformarse, ya que los discursos que sostenían
y confirmaban su inferioridad, ya no corresponden con las acciones de sus miembros en la
realidad. Muchos de los términos y expresiones que antes servían para estigmatizarlos, son
resignificados y reivindicados, incluso proclamados con orgullo como muestra de su
resistencia, ejemplos de ello es lo ocurrido con la comunidad LGTBIQ+ al ser llamadxs
“maricas”, la comunidad afro con el autoreconocerse como “negros(as)” sin que sea
considerado como algo ofensivo o vergonzoso, y las mujeres feministas, que han reivindicado
la frase que se usaba al final de oraciones para desprestigiar ciertas actividades o cosas: “eso
es de niñas”, “eso es de mujer”. En otros casos, ocurre que los marginados reconstruyen su
identidad a partir de la negación de los impuestos originalmente, o a través de la creación de
discursos y expresiones propias. Por otra parte, Elías (2016) identifica otra estrategia de
resistencia que utilizan los grupos marginados al reconocer su agencia, esta es la contra
estigmatización, es decir, estigmatizar esta vez a los miembros del grupo establecido a partir
de términos y calificativos creados por los marginados (p.34). Es de esta manera que la
acción puede ser estructurante, no únicamente para reproducir ciertas prácticas sociales, sino
también para introducir cambios en ellas.

Finalmente, podemos concluir que las relaciones entre establecidos y marginados se sostienen
a través del tiempo por la acción de los sujetos sociales a ambos lados de la relación, acción
que a la vez se alimenta de recursos y elementos presentes en el contexto social donde
surgen, gracias a que los sujetos se constituyen a sí mismos en base al mismo, y por lo tanto,
también lo está la conciencia con la que articulan su comportamiento y la concepción que
construyen de sí mismos en las múltiples redes y relaciones sociales. Por esta razón, al actuar
terminan reproduciendo esta serie de recursos, sucesivamente profundizándolos en las
prácticas sociales de dicho contexto y continuando esta retroalimentación, lo que hace
parecer muy difíciles las posibles transformaciones en estas relaciones. Sin embargo, si bien
hay que reconocer que la realidad social es compleja, esta no es estática, y está cambiando
todo el tiempo por mínimo que parezca; ya sea por las consecuencias imprevistas que los
sujetos sociales no prevén cuando actúan, o por las mismas acciones intencionadas de los
agentes sociales que alteran su realidad cercana. Ignorar la agencia de los sujetos sociales
equivale a negar la fluidez y dinamismo de las relaciones sociales, y la capacidad de los
mismos de otorgar un sentido a las interacciones cotidianas, el cual siempre está puesto en
disputa en el encuentro con otros, por lo que está sujeto a la negociación y a posibles
transformaciones. De esta manera, las relaciones sociales se transforman y/o reproducen
desde la acción de los mismos sujetos sociales, y la influencia de lo que construyen mediante
ella, dando lugar a una relación recíproca que toma lugar todo el tiempo en la vida social.

Referencias

Elias, N., Scotson, J. L.(2016). Establecidos y marginados: Una Investigación


Sociológica sobre problemas comunitarios. Fondo de Cultura Económica.

Giddens, A. (2015). La constitución de la Sociedad: Bases para la teoría de la


estructuración. Amorrortu.

También podría gustarte