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Borges: Relatos y Reflexiones

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JORGE LUIS BORGES

EL INFORME DE BRODIE
Pr6logo

Los ultimos relatos de Kiplingfueron no menos laberinticos y angustiosos que los de


Kafka 0 los de James, a los que sin duda superan; pero en 1885, en Lahore, habia
emprendido una serie de cuentos breves, escritos de manera directa, que reuniria en
1890. No po cos -"In the House ofSuddhoo", "Beyond the Pale" , "The Gate ofthe
Hundred Sorrows"- son laconicas obras maestras; alguna vez pense que 10 que ha
concebido y ejecutado un muchacho genial puede ser imitado sin inmodestia por un
hombre en los lin des de la vejez, que conoce el oficio. El fruto de esa rejlexion es este
volumen, que mis lectores juzgaran.

He intentado, no se con que fortuna, la reduccion de cuentos directos. No me atrevo a


afirmar que son sencillos; no hay en la tierra una sola pagina, una sola palabra, que 10
sea, ya que todas postulan el universo, cuyo mas notorio atributo es la complejidad.
Solo quiero aclarar que no soy, ni he sido jam as, 10 que antes se llamaba un fabulista 0
un predicador de parabolas y ahora un escritor comprometido. No aspiro a ser Esopo.
Mis cuentos, como los de las Mil y una noches, quieren dis traer y conmover y no
persuadir. Este proposito no quiere decir que me encierre, segun la imagen salomonica,
en una torre de marfil. Mis convicciones en materia politica son harto conocidas; me he
afiliado al Partido Conservador, 10 cual es una forma de escepticismo, y nadie me ha
tildado de comunista, de nacionalista, de antisemita, de partidario de Hormiga Negra 0
de Rosas. Creo que con el tiempo mereceremos que no haya gobiernos. No he
disimulado nunca mis opiniones, ni siquiera en los afios arduos, pero no he permitido
que interfieran en mi obra litera ria, salvo cuando me urgio la exaltacion de la Guerra
de los Seis Dias. El ejercicio de las letras es misterioso; 10 que opinamos es efimero y
opto por la tesis platonica de la Musa y no por la de Poe, que razono, 0 fingio razonar,
que la escritura de un poema es una operacion de la inteligencia. No deja de
admirarme que los clasicos profesaran una tesis romantica, y un poeta romantico, una
tesis clasica.

Fuera del texto que da nombre a este libro y que manifiestamente pro cede del ultimo
viaje emprendido por Lemuel Gulliver, mis cuentos son realistas, para usar la
nomenclatura hoy en boga. Observan, creo, todas las convenciones del genero, no
menos convencional que los otros y del cual pronto nos cansaremos 0 ya estamos
cansados. Abundan en la requerida invencion de hechos circunstanciales, de los que
hay ejemplos esptendidos en la balada anglosajona de Maldon, que data del siglo X, y
en las ulteriores sagas de Islandia. Dos relatos -no dire cuales- admiten una misma
clave fantastica. El curioso lector advertira ciertas afinidades intimas. Unos pocos
argumentos me han hostigado a 10 largo del tiempo; soy decididamente monotono.

Debo a un suefio de Hugo Rodriguez Moroni la trama general de la historia que se


titula "El Evangelio segun Marcos", la mejor de la serie; temo haberla maleado con las
cambios que mi imaginacion 0 mi razon juzgaron convenientes. Por 10 demas, la
literatura no es otra cosa que un suefio dirigido.

He renunciado a las sorpresas de un estilo barroco; tambien a las que quiere deparar
un final imprevisto. He preferido, en suma, la preparacion de una expectativa 0 la de
un asombro. Durante muchos afios crei que me seria dado alcanzar una buena pagina
mediante variaciones y novedades; ahora, cumplidos los setenta, creo haber
encontrado mi voz. Las modificaciones verbales no estropearan ni mejoraran 10 que
dicto, salvo cuando estas pueden aligerar una oracion pesada 0 mitigar un enfasis.
Cada lenguaje es una tradicion, cada palabra, un simbolo compartido; es baladi 10 que
un innovador es capaz de alterar; recordemos la obra esptendida pero no pocas veces
ilegible de un Mallarme 0 de un Joyce. Es verosimil que estas razonables razones sean
un fruto de la fatiga. La ya avanzada edad me ha ensenado la resignacion de ser
Borges.

Imparcialmente me tienen sin cuidado el Diccionario de la Real Academia, dont chaque


edition fait regretter la precedente, segun el melancolico dictamen de Paul Groussac, y
los gravosos diccionarios de argentinismos. Todos, los de este y los del otro lado del
mar, propenden a acentuar las diferencias y a desintegrar el idioma. Recuerdo a este
proposito que a Roberto Arlt Ie echaron en cara su desconocimiento del lunfardo y que
replica: "Me he criado en Villa Luro, entre gente pobre y malevos, y realmente no he
tenido tiempo de estudiar esas cosas". El lunfardo, de hecho, es una broma lileraria
inventada por saineteros y por composilores de tangos y los orilleros 10 ignoran, salvo
cuando los discos del fonografo los han adoctrinado.

He siluado mis cuentos un poco lejos, ya en el tiempo, ya en el espacio. La imaginacion


puede obrar asi con mas libertad. iQuien, en 1970, recordara con precision 10 que
fueron, afines del siglo anterior, los arrabales de Palermo 0 de Lomas? Por increible
que parezca, hay escrupulosos que ejercen la policia de las pequenas distracciones.
Observan, por ejemplo, que Martin Fierro hubiera hablado de una bolsa de huesos, no
de un saco de huesos, y reprueban, acaso con injusticia, el pelaje avera rosado de
cierto caballo famoso.

Dios te libre, lector, de prologos largos. La cila es de Quevedo, que, para no cometer
un anacronismo que hubiera sido descubierto a la larga, no leyo nunca los de Shaw.

J.L.B.

Buenos Aires, 19 de abril de 1970


EI Evangelio segun Marcos

El hecho sucedi6 en la estancia Los Alamos, en el partido de Junin, hacia el sur, en los
ultimos dias del mes de marzo de 1928. Su protagonista fue un estudiante de medicina,
Baltasar Espinosa. Podemos definirlo por ahora como uno de tantos muchachos
portenos, sin otros rasgos dignos de nota que esa facultad oratoria que Ie habia hecho
merecer mas de un premio en el colegio ingles de Ramos Mejia y que una casi ilimitada
bondad. No Ie gustaba discutir; preferia que el interlocutor tuviera raz6n y no el.
Aunque los azares del juego Ie interesaban, era un mal jugador, porque Ie desagradaba
ganar. Su abierta inteligencia era perezosa; a los treinta y tres afios Ie faltaba rendir una
materia para graduarse, la que mas 10 atraia. Su padre, que era librepensador, como
todos los senores de su epoca, 10 habia instruido en la doctrina de Herbert Spencer, pero
su madre, antes de un viaje a Montevideo, Ie pidi6 que todas las noches rezara el
Padrenuestro e hiciera la senal de la cruz. A 10 largo de los anos no habia quebrado
nunca esa promesa. No carecia de coraje; una manana habia cambiado, con mas
indiferencia que ira, dos 0 tres pufietazos con un grupo de compafieros que querian
forzarlo a participar en una huelga universitaria. Abundaba, por espiritu de
aquiescencia, en opiniones 0 habitos discutibles: el pais Ie importaba menos que el
riesgo de que en otras partes creyeran que usamos plumas; veneraba a Francia pero
menospreciaba a los franceses; tenia en poco a los americanos, pero aprobaba el hecho
de que hubiera rascacielos en Buenos Aires; creia que los gauchos de la llanura son
mejores jinetes que los de las cuchillas 0 los cerros. Cuando Daniel, su primo, Ie
propuso veranear en Los Alamos, dijo inmediatamente que si, no porque Ie gustara el
campo sino por natural complacencia y porque no busc6 razones validas para decir que
no.

El casco de la estancia era grande y un poco abandonado; las dependencias del capataz,
que se llamaba Gutre, estaban muy cerca. Los Gutres eran tres: el padre, el hijo, que era
singularmente tosco, y una muchacha de incierta patemidad. Eran altos, fuertes,
huesudos, de pelo que tiraba a rojizo y de caras aindiadas. Casi no hablaban. La mujer
del capataz habia muerto hace anos.

Espinosa, en el campo, fue aprendiendo cosas que no sabia y que no sospechaba. Por
ejemplo, que no hay que galopar cuando uno se esta acercando a las casas y que nadie
sale a andar a caballo sino para cumplir con una tarea. Con el tiempo llegaria a
distinguir los pajaros por el grito.

A los pocos dias, Daniel tuvo que ausentarse a la capital para cerrar una operaci6n de
animales. A 10 sumo, el negocio Ie tomaria una semana. Espinosa, que ya estaba un
poco harto de las bonnes fortunes de su primo y de su infatigable interes por las
variaciones de la sastreria, prefiri6 quedarse en la estancia, con sus libros de texto. El
calor apretaba y ni siquiera la noche traia un alivio. En el alba, los truenos 10
despertaron. El viento zamarreaba las casuarinas. Espinosa oy6 las primeras gotas y dio
gracias aDios. El aire frio vino de golpe. Esa tarde, el Salado se desbord6.
Al otro dia, Baltasar Espinosa, mirando desde la galeria los campos anegados, penso
que la metafora que equipara la pampa con el mar no era, por 10 menos esa manana, del
todo falsa, aunque Hudson habia dejado escrito que el mar nos parece mas grande,
porque 10 vemos desde la cubierta del barco y no desde el caballo 0 desde nuestra altura.
La lluvia no cejaba; los Gutres, ayudados 0 incomodados por el pueblero, salvaron
buena parte de la hacienda, aunque hubo muchos animales ahogados. Los caminos para
llegar a la estancia eran cuatro: a todos los cubrieron las aguas. Al tercer dia, una gotera
amenazo la casa del capataz; Espinosa les dio una habitacion que quedaba en el fondo,
allado del galpon de las herramientas. La mudanza los fue acercando; comianjuntos en
el gran comedor. El dialogo resultaba dificil; los Gutres, que sabian tantas cosas en
materia de campo, no sabian explicarlas. Una noche, Espinosa les pregunto si la gente
guardaba alglin recuerdo de los malones, cuando la comandancia estaba en Junin. Le
dijeron que si, pero 10 mismo hubieran contestado a una pregunta sobre la ejecucion de
Carlos Primero. Espinosa recordo que su padre solia decir que casi todos los casos de
longevidad que se dan en el campo son casos de mala memoria 0 de un concepto vago
de las fechas. Los gauchos suelen ignorar por igual el ano en que nacieron y el nombre
de quien los engendro.

En toda la casa no habia otros libros que una serie de la revista La Chacra, un manual
de veterinaria, un ejemplar de lujo del Tabare, una Historia del Shorthorn en la
Argentina, unos cuantos relatos eroticos 0 policiales y una novel a reciente: Don
Segundo Sombra. Espinosa, para dis traer de algun modo la sobremesa inevitable, leyo
un par de capitulos a los Gutres, que eran analfabetos. Desgraciadamente, el capataz
habia sido tropero y no Ie podian importar las andanzas de otro. Dijo que ese trabajo era
liviano, que llevaban siempre un carguero con todo 10 que se precisa y que, de no haber
sido tropero, no habria llegado nunca hasta la Laguna de Gomez, hasta el Bragado y
hast a los campos de los Nunez, en Chacabuco. En la cocina habia una guitarra; los
peones, antes de los hechos que narro, se sentaban en rueda; alguien la templaba y no
llegaba nunca a tocar. Esto se llamaba una guitarreada.

Espinosa, que se habia dejado crecer la barba, solia demorarse ante el espejo para mirar
su cara cambiada y sonreia al pensar que en Buenos Aires aburriria a los muchachos con
el relato de la inundacion del Salado. Curiosamente, extranaba lugares a los que no iba
nunca y no iria: una esquina de la calle Cabrera en la que hay un buzon, unos leones de
mamposteria en un porton de la calle Jujuy, a unas cuadras del Once, un almacen con
piso de baldosa que no sabia muy bien donde estaba. En cuanto a sus hermanos y a su
padre, ya sabrian por Daniel que estaba aislado -la palabra, etimologicamente, era
justa- por la creciente.

Explorando la casa, siempre cere ada por las aguas, dio con una Biblia en ingles. En las
paginas finales los Guthrie -tal era su nombre genuino- habian dejado escrita su
historia. Eran oriundos de Inverness, habian arribado a este continente, sin duda como
peones, a principios del siglo diecinueve, y se habian cruzado con indios. La cronic a
cesaba hacia mil ochocientos setenta y tantos; ya no sabian escribir. Al cabo de unas
pocas generaciones habian olvidado el ingles; el castellano, cuando Espinosa los
conocio, les daba trabajo. Carecian de fe, pero en su sangre perduraban, como rastros
oscuros, el duro fanatismo del calvinista y las supersticiones del pampa. Espinosa les
hablo de su hallazgo y casi no escucharon.
Hoje6 el volumen y sus dedos 10 abrieron en el comienzo del Evangelio seglin Marcos.
Para ejercitarse en la traducci6n y acaso para ver si entendian algo, decidi6 leerles ese
texto despues de la comida. Le sorprendi6 que 10 escucharan con atenci6n y luego con
callado interes. Acaso la presencia de las letras de oro en la tapa Ie diera mas autoridad.
Lo llevan en la sangre, pens6. Tambien se Ie ocurri6 que los hombres, a 10 largo del
tiempo, han repetido siempre dos historias: la de un bajel perdido que busca por los
mares mediterraneos una isla querida, y la de un dios que se hace cmcificar en el
G6lgota. Record6 las clases de elocuci6n en Ramos Mejia y se ponia de pie para
predicar las parabolas.

Los Gutres despachaban la came as ada y las sardinas para no demorar el Evangelio.

Una corderita que la muchacha mimaba y adomaba con una cintita celeste se lastim6
con un alambrado de pua. Para parar la sangre, querian ponerle una telarafia; Espinosa la
cur6 con unas pastillas. La gratitud que esa curaci6n despert6 no dej6 de asombrarlo. Al
principio, habia desconfiado de los Gutres y habia escondido en uno de sus libros los
doscientos cuarenta pesos que llevaba consigo; ahora, ausente el patr6n, el habia tornado
su lugar y daba 6rdenes timidas, que eran inmediatamente acatadas. Los Gutres 10
seguian por las piezas y por el corredor, como si anduvieran perdidos. Mientras leia,
not6 que Ie retiraban las migas que el habia dejado sobre la mesa. Una tarde los
sorprendi6 hablando de el con respeto y pocas palabras. Concluido el Evangelio seglin
Marcos, quiso leer otro de los tres que faltaban; el padre Ie pidi6 que repitiera el que ya
habia leido, para entenderlo bien. Espinosa sinti6 que eran como nifios, a quienes la
repetici6n les agrada mas que la variaci6n 0 la novedad. Una noche soM con el Diluvio,
10 cual no es de extrafiar; los martillazos de la fabricaci6n del arca 10 despertaron y
pens6 que acaso eran truenos. En efecto, la lluvia, que habia amainado, volvi6 a
recmdecer. El frio era intenso. Le dijeron que el temporal habia roto el techo del galp6n
de las herramientas y que iban a mostrarselo cuando estuvieran arregladas las vigas. Ya
no era un forastero y todos 10 trataban con atenci6n y casi 10 mimaban. A ninguno Ie
gustaba el cafe, pero habia siempre un tacita para el, que colmaban de azucar.

El temporal ocurri6 un martes. El jueves a la noche 10 record6 un golpecito suave en la


puerta que, por las dudas, el siempre cerraba con llave. Se levant6 y abri6: era la
muchacha. En la oscuridad no la vio, pero por los pasos not6 que estaba descalza y
despues, en ellecho, que habia venido desde el fondo, desnuda. No 10 abraz6, no dijo
una sola palabra; se tendi6 junto a el y estaba temblando. Era la primera vez que
conocia a un hombre. Cuando se fue, no Ie dio un beso; Espinosa pens6 que ni siquiera
sabia c6mo se llamaba. Urgido por una intima raz6n que no trat6 de averiguar, jur6 que
en Buenos Aires no Ie contaria a nadie esa historia.

El dia siguiente comenz6 como los anteriores, salvo que el padre hab16 con Espinosa y
Ie pregunt6 si Cristo se dej6 matar para salvar a todos los hombres. Espinosa, que era
librepensador pero que se vio obligado a justificar 10 que les habia leido, Ie contest6:

-Si. Para salvar a todos del infiemo.

Gutre Ie dijo entonces:

-l,Que es el infiemo?
-Un lugar bajo tierra donde las animas arderan y arderan.

-G Y tambien se salvaron los que Ie clavaron los clavos?

-Si -replic6 Espinosa, cuya teologia era incierta.

Habia temido que el capataz Ie exigi era cuentas de 10 ocurrido anoche con su hija.
Despues del almuerzo, Ie pidieron que releyera los ultimos capitulos.

Espinosa durmi6 una siesta larga, un leve suefio interrumpido por persistentes martillos
y por vagas premoniciones. Hacia el atardecer se levant6 y sali6 al corredor. Dijo como
si pensara en voz alta:

-Las aguas estan bajas. Ya falta poco.

- Ya falta poco -repiti6 Gutrel, como un eco.

Los tres 10 habian seguido. Hincados en el piso de piedra Ie pidieron la bendici6n.


Despues 10 maldijeron, 10 escupieron y 10 empujaron hast a el fondo. La muchacha
lloraba. Espinosa entendi6 10 que Ie esperaba del otro lado de la puerta. Cuando la
abrieron, vio el firmamento. Un pajaro grit6; pens6: es un jilguero. El galp6n estaba sin
techo; habian arrancado las vigas para construir la Cruz.
EI informe de Brodie

En un ejemplar del primer volumen de las Mil y una naches (Londres, 1839) de Lane,
que me consigui6 mi querido amigo Paulino Keins, descubrimos el manuscrito que
ahora traducire al castellano. La esmerada caligrafia -arte que las maquinas de escribir
nos estan ensefiando a perder- sugiere que fue redactado por esa misma fecha. Lane
prodig6, segun se sabe, las extensas notas explicativas; los margenes abundan en
adiciones, en signos de interrogaci6n y alguna vez en correcciones, cuya letra es la
misma del manuscrito. Diriase que a su lector Ie interesaron menos los prodigiosos
cuentos de Shahrazad que los habitos del Islam. De David Brodie, cuya firma exomada
de una rubrica figura al pie, nada he podido averiguar, salvo que fue un misionero
escoces, oriundo de Aberdeen, que predic6 la fe cristiana en el centro de Africa y luego
en ciertas regiones selvaticas del Brasil, tierra a la cuallo llevaria su conocimiento del
portugues. Ignoro la fecha y ellugar de su muerte. EI manuscrito, que yo sepa, no fue
dado nunca a la imprenta.

Traducire fielmente el informe, compuesto en un ingles incoloro, sin permitirme otras


omisiones que las de alglin versiculo de la Biblia y la de un curio so pasaje sobre las
practicas sexuales de los Yahoos que el buen presbiteriano confi6 pudorosamente al
latin. Falta la primera pagina.

***
"... de la regi6n que infestan los hombres-monos (Apemen) tienen su morada los Mlch
ill, que llamare Yahoos, para que mis lectores no olviden su naturaleza bestial y porque
una precisa transliteraci6n es casi imposible, dada la ausencia de vocales en su aspero
lenguaje. Los individuos de la tribu no pasan, creo, de setecientos, incluyendo los Nr,
que habitan mas al sur, entre los matorrales. La cifra que he propuesto es conjetural, ya
que, con excepci6n del rey, de la reina y de los hechiceros, los Yahoos duermen donde
los encuentra la noche, sin lugar fijo. La fiebre paludica y las incursiones continuas de
los hombres-monos disminuyen su numero. S6lo unos pocos tienen nombre. Para
llamarse, 10 hacen arrojandose fango. He visto asimismo a Yahoos que, para llamar a un
amigo, se tiraban por el suelo y se revolcaban. Fisicamente no difieren de los Kroo,
salvo por la frente mas baja y por cierto tinte cobrizo que amengua su negrura. Se
alimentan de frutos, de raices y de reptiles; beben leche de gato y de murcielago y
pescan con la mano. Se ocultan para comer 0 cierran los ojos; 10 demas 10 hacen ala
vista de todos, como los fil6sofos cinicos. Devoran los cadaveres crudos de los
hechiceros y de los reyes, para asimilar su virtud. Les eche en cara esa costumbre; se
tocaron la boca y la barriga, tal vez para indicar que los muertos tambien son alimento 0
-pero esto acaso es demasiado sutil- para que yo entendiera que todo 10 que
comemos es, a la larga, came humana.

»En sus guerras usan las piedras, de las que hac en acopio, y las imprecaciones magicas.
Andan desnudos; las artes del vestido y del tatuaje les son desconocidas.

»Es digno de atenci6n el hecho de que, disponiendo de una meseta dilatada y herbosa,
en la que hay manantiales de agua clara y arboles que dispensan la sombra, hayan
optado por amontonarse en las cienagas que rodean la base, como deleitandose en los
rigores del sol ecuatorial y de la impureza. Las laderas son asperas y formarian una
especie de muro contra los hombres-monos. En las Tierras Altas de Escocia los clanes
erigian sus castillos en la cumbre de un cerro; he alegado este uso a los hechiceros,
proponiendolo como ejemplo, pero todo fue inutil. Me permitieron, sin embargo, armar
una cabana en la meseta, donde el aire de la noche es mas fresco.

»La tribu esta regida por un rey, cuyo poder es absoluto, pero sospecho que los que
verdaderamente gobieman son los cuatro hechiceros que 10 asisten y que 10 han elegido.
Cada nino que nace esta sujeto a un detenido examen; si presenta ciertos estigmas, que
no me han sido revelados, es elevado a rey de los Yahoos. Acto continuo 10 mutilan (he
is gelded), Ie queman los oj os y Ie cortan las manos y los pies, para que el mundo no 10
distraiga de la sabiduria. Vive confinado en una cavema, cuyo nombre es Alcazar (Qzr),
en la que s6lo pueden entrar los cuatro he chic eros y el par de esclavas que 10 atienden y
10 untan de estiercol. Si hay una guerra, los hechiceros 10 sacan de la cavema, 10
exhiben ala tribu para estimular su coraje y 10 llevan, cargado sobre los hombros, a 10
mas recio del combate, a guisa de bandera 0 de talisman. En tales casos 10 comlin es que
muera inmediatamente, bajo las piedras que Ie arrojan los hombres-monos.

»En otro Alcazar vive la reina, a la que no Ie esta permitido ver a su rey. Esta se dign6
recibirme; era sonriente, joven y agraciada, hasta donde 10 permite su raza. PuIs eras de
metal y de marfil y collares de dientes adomaban su desnudez. Me mir6, me husme6 y
me toc6 y concluy6 por ofrecerseme, a la vista de todas las azafatas. Mi habito (my
cloth) y mis habitos me hicieron declinar ese honor, que suele conceder a los hechiceros
y a los cazadores de esclavos, por 10 general musulmanes, cuyas cafilas (caravanas)
cruzan el reino. Me hundi6 dos 0 tres veces un alfiler de oro en la came; tales pinchazos
son las marcas del favor real y no son pocos los Yahoos que se los infieren, para simular
que fue la reina la que los hizo. Los omamentos que he enumerado vienen de otras
regiones; los Yahoos los creen naturales, porque son incapaces de fabricar el objeto mas
simple. Para la tribu mi cabana era un arbol, aunque muchos me vieron edificarla y me
dieron su ayuda. Entre otras cosas, yo tenia un reloj, un casco de corcho, una brujula y
una Biblia; los Yahoos las miraban y sopesaban y querian saber d6nde las habia
recogido. Solian agarrar por la hoja mi cuchillo de monte; sin duda 10 veian de otra
manera. No se hasta d6nde hubieran podido ver una silla. Una casa de varias
habitaciones constituiria un laberinto para ellos, pero tal vez no se perdieran, como
tampoco un gato se pierde, aunque no puede imaginarsela. A todos les maravillaba mi
barba, que era bermeja entonces; la acariciaban largamente.

»Son insensibles al dolor y al placer, salvo al agrado que les dan la came cruda y rancia
y las cosas fetidas. La falta de imaginaci6n los mueve a ser crueles.

»He hablado de la reina y del rey; paso ahora a los hechiceros. He escrito que son
cuatro; este numero es el mayor que abarca su aritmetica. Cuentan con los dedos uno,
dos, tres, cuatro, muchos; el infinito empieza en el pulgar. Lo mismo, me aseguran,
ocurre con las tribus que merodean en las inmediaciones de Buenos-Ayres. Pese a que
el cuatro es la ultima cifra de que disponen, los arabes que trafican con ellos no los
estafan, porque en el canje todo se divide por lotes de uno, de dos, de tres y de cuatro,
que cada cual pone a su lado. Las operaciones son lentas, pero no admiten el error 0 el
engano. De la naci6n de los Yahoos, los hechiceros son realmente los linicos que han
suscitado mi interes. El vulgo les atribuye el poder de cambiar en hormigas 0 en
tortugas a quienes asi 10 desean; un individuo que advirti6 mi incredulidad me mostr6
un hormiguero, como si este fuera una prueba. La memoria les falta a los Yahoos 0 casi
no la tienen; hablan de los estragos causados por una invasi6n de leopardos, pero no
saben si ellos la vieron 0 sus padres 0 si cuentan un sueno. Los hechiceros la poseen,
aunque en grado minimo; pueden recordar a la tarde hechos que ocurrieron en la
manana 0 aun la tarde anterior. Gozan tambien de la facultad de la previsi6n; declaran
con tranquila certidumbre 10 que sucedera dentro de diez 0 quince minutos. Indican, por
ejemplo: Una mosca me rozara fa nuca 0 No tardaremos en oir ef grito de un pajaro.
Centenares de veces he atestiguado este curioso don. Mucho he cavilado sobre el.
Sabemos que el pasado, el presente y el porvenir ya estan, minucia por minucia, en la
profetica memoria de Dios, en Su etemidad; 10 extrano es que los hombres puedan
mirar, indefinidamente, hacia atras pero no hacia adelante. Si recuerdo con toda nitidez
aquel velero de alto bordo que vino de Noruega cuando yo contaba apenas cuatro anos
l,a que sorprenderme del hecho de que alguien sea capaz de preyer 10 que esta a punto
de ocurrir? Filos6ficamente la memoria no es menos prodigiosa que la adivinaci6n del
futuro; el dia de manana esta mas cerca de nosotros que la travesia del Mar Rojo por los
hebreos, que, sin embargo, recordamos. A la tribu Ie esta vedado fijar los ojos en las
estrellas, privilegio reservado a los hechiceros. Cada hechicero tiene un discipulo, a
quien instruye desde nino en las disciplinas secretas y que 10 sucede a su muerte. Asi
siempre son cuatro, numero de caracter magico, ya que es el ultimo a que alcanza la
mente de los hombres. Profesan, a su modo, la doctrina del infiemo y del cielo. Ambos
son subterraneos. En el infiemo, que es claro y seco, moraran los enfermos, los
ancianos, los maltratados, los hombres-monos, los arabes y los leopardos; en el cielo,
que se figuran pantanoso y oscuro, el rey, la reina, los hechiceros, los que en la tierra
han sido felices, duros y sanguinarios. Veneran asimismo a un dios, cuyo nombre es
Estiercol, y que posiblemente han ideado a imagen y semejanza del rey; es un ser
mutilado, ciego, raquitico y de ilimitado poder. Suele asumir la forma de una hormiga 0
de una culebra.
»A nadie Ie asombranl, despues de 10 dicho, que durante el espacio de mi estadia no
lograra la conversi6n de un solo Yahoo. La frase Padre nuestro los perturbaba, ya que
carecen del concepto de la paternidad. No comprenden que un acto ejecutado hace
nueve meses pueda guardar alguna relaci6n con el nacimiento de un nino; no admiten
una causa tan lejana y tan inverosimil. Por 10 demas, todas las mujeres conocen el
comercio carnal y no todas son madres.

»El idioma es complejo. No se asemeja a ninglin otro de los que yo tenga noticia. No
podemos hablar de partes de la oraci6n, ya que no hay oraciones. Cada palabra
monosilaba corresponde a una idea general, que se define por el contexto 0 por los
visajes. La palabra nrz, por ejemplo, sugiere la dispersi6n 0 las manchas; puede
significar el cielo estrellado, un leopardo, una bandada de aves, la viruela, 10 salpicado,
el acto de desparramar 0 la fuga que sigue a la derrota. Hrl, en cambio, indica 10
apretado 0 10 denso; puede significar la tribu, un tronco, una piedra, un mont6n de
piedras, el hecho de apilarlas, el congreso de los cuatro hechiceros, la uni6n carnal y un
bosque. Pronunciada de otra manera 0 con otros visajes, cada palabra puede tener un
sentido contrario. No nos maravillemos con exceso; en nuestra lengua, el verbo to
cleave vale por hendir y adherir. Por supuesto, no hay oraciones, ni siquiera frases
truncas.

»La virtud intelectual de abstraer que semejante idioma postula, me sugiere que los
Yahoos, pese a su barbarie, no son una naci6n primitiva sino degenerada. Confirman
esta conjetura las inscripciones que he descubierto en la cumbre de la meseta y cuyos
caracteres, que se asemejan a las runas que nuestros mayores grababan, ya no se dejan
descifrar por la tribu. Es como si esta hubiera olvidado ellenguaje escrito y s6lo Ie
quedara el oral.

»Las diversiones de la gente son las rinas de gatos adiestrados y las ejecuciones.
Alguien es acusado de atentar contra el pudor de la reina 0 de haber comido a la vista de
otro; no hay declaraci6n de testigos ni confesi6n y el rey dicta su fallo condenatorio. El
sentenciado sufre tormentos que trato de no recordar y despues 10 lapidan. La reina tiene
el derecho de arrojar la primera piedra y la ultima, que suele ser inutil. El gentio
pond era su destreza y la hermosura de sus partes y la aclama con frenesi, arrojandole
rosas y cosas fetidas. La reina, sin una palabra, sonrie.

»Otra costumbre de la tribu son los poetas. A un hombre se Ie ocurre ordenar seis 0 siete
palabras, por 10 general enigmatic as. No puede contenerse y las dice a gritos, de pie, en
el centro de un circulo que forman, tendidos en la tierra, los hechiceros y la plebe. Si el
poema no excita, no pasa nada; si las palabras del poeta los sobrecogen, todos se apartan
de el, en silencio, bajo el mandato de un horror sagrado (under a holy dread). Sienten
que 10 ha tocado el espiritu; nadie hablara con el ni 10 mirara, ni siquiera su madre. Ya
no es un hombre sino un dios y cualquiera puede matarlo. El poeta, si puede, busca
refugio en los arenales del Norte.

»He referido ya c6mo arribe a la tierra de los Yahoos. Ellector recordara que me
cercaron, que tire al aire un tiro de fusil y que tomaron la descarga por una suerte de
trueno magico. Para alimentar ese error, procure andar siempre sin armas. Una manana
de primavera, al rayar el dia, nos invadieron bruscamente los hombres-monos; baje
corriendo de la cumbre, arma en mano, y mate a dos de esos animales. Los demas
huyeron, at6nitos. Las balas, ya se sabe, son invisibles. Por primera vez en mi vida, oi
que me aclamaban. Fue entonces, creo, que la reina me recibi6. La memoria de los
Yahoos es precaria; esa misma tarde me fui. Mis aventuras en la selva no importan. Di
al fin con una poblaci6n de hombres negros, que sabian arar, sembrar y rezar y con los
que me entendi en portugues. Un misionero romanista, el padre Fernandes, me hosped6
en su cabana y me cuid6 hasta que pude reanudar mi penoso viaje. Al principio me
causaba algun as co verlo abrir la boca sin disimulo y echar adentro piezas de comida.
Yo me tapaba con la mana 0 desviaba los ojos; a los pocos dias me acostumbre.
Recuerdo con agrado nuestros debates en materia teo16gica. No logre que volviera a la
genuina fe de Jesus.

»Escribo ahora en Glasgow. He referido mi estadia entre los Yahoos, pero no su horror
esencial, que nunca me deja del todo y que me visita en los suenos. En la calle creo que
me cercan aun. Los Yahoos, bien 10 se, son un pueblo barbaro, quiza el mas barbaro del
orbe, pero seria una injusticia olvidar ciertos rasgos que los redimen. Tienen
instituciones, gozan de un rey, manejan un lenguaje basado en conceptos genericos,
ere en, como los hebreos y los griegos, en la raiz divina de la poesia y adivinan que el
alma sobrevive a la muerte del cuerpo. Afirman la verdad de los castigos y de las
recompensas. Representan, en sum a, la cultura, como la representamos nosotros, pese a
nuestros muchos pecados. No me arrepiento de haber combatido en sus filas, contra los
hombres-monos. Tenemos el deber de salvarlos. Espero que el Gobierno de Su
Majestad no desoiga 10 que se atreve a sugerir este informe."

(1) Doy a la ch el valor que tiene en la palabra loch. (Nota del autor)

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