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El documento analiza el concepto de dictadura, explicando que implica el gobierno sin límites de una o varias personas sobre un estado. Las dictaduras excluyen la división de poderes y no tienen plazos de finalización. También se mencionan ejemplos de dictaduras en Argentina y las características de los regímenes dictatoriales en América Latina durante el siglo XX.

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El documento analiza el concepto de dictadura, explicando que implica el gobierno sin límites de una o varias personas sobre un estado. Las dictaduras excluyen la división de poderes y no tienen plazos de finalización. También se mencionan ejemplos de dictaduras en Argentina y las características de los regímenes dictatoriales en América Latina durante el siglo XX.

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DICTADURA, UN CONCEPTO COMPLEJO. Por Verónica Beyreuther.

Existen muchas definiciones alrededor del concepto de dictadura. En términos generales, ellas coinciden en
que una dictadura es aquel gobierno por el cual una o varias personas asumen sin límite alguno el control
del estado de un país. Es decir, la dictadura es la forma que adopta el gobierno de un régimen no
democrático.
Estos gobiernos dictatoriales excluyen cualquier posibilidad de división de los poderes del Estado
(Legislativo, Ejecutivo y Judicial), propios de una república. En una dictadura nadie puede ponerle límites a
la persona o al grupo que ejerce el poder. En este tipo de gobierno, el Estado está directamente personificado
en la figura del dictador.
En un régimen democrático, los tres poderes deberían interactuar y controlarse mutuamente.
Contrariamente a lo que ocurre en un régimen democrático, bajo una dictadura, los parlamentos (el poder
Legislativo), son anulados, ya que no hay elecciones. Además, aunque las hubiera, estas serían fraudulentas
o con proscripciones. Tal es el caso de lo ocurrido en la Argentina en la época del llamado Fraude Político,
tras el Golpe Militar de 1930.
En una dictadura, ni siquiera los jueces pueden actuar independientemente, ya que son designados
arbitrariamente según la voluntad del dictador y de su grupo. Mediante esta práctica, los integrantes de una
dictadura buscan garantizar la impunidad de sus actos. Por el contrario, en un régimen democrático, los
jueces son designados por el senado. Al poder elegir los jueces a su antojo, los integrantes de una dictadura
se están garantizando la impunidad.
Por otro lado, los derechos y garantías constitucionales de los que todo ciudadano debe poder gozar quedan
suspendidas o bien, anuladas. Ello implica que el poder que puedan ejercer los gobernantes sobre los
gobernados no conoce ninguna restricción. Tampoco hay restricciones en cuanto a la duración del régimen.
Es decir, una dictadura no tiene un plazo de finalización previsto.
Una dictadura implica la restricción o supresión de libertades de expresión, reunión y asociación como se
ha dado varias veces en nuestro país. Por ejemplo, en la última dictadura argentina iniciada en 1976, también
se aplicó la persecución de opositores, la prohibición de la actividad política y sindical, la desaparición
forzada de personas y la censura en radio, televisión, periódicos y libros.
La legitimidad de una dictadura.
La coacción pura puede servir inicialmente para mantener el dominio sobre una sociedad, pero al transcurrir
el tiempo, se hace necesario algún grado de consenso. Todo gobierno necesita de una legitimidad que
complemente el uso de la fuerza a la hora de convencer sobre la necesidad de su dominio sobre una
sociedad.
Más allá de cómo haya llegado al poder, la dictadura tratará de mantenerse en el poder todo el tiempo que
le sea posible, sobre todo en cuanto dure la causa que supuestamente le dio origen. De modo que el
problema de la duración de una dictadura está unido en forma inseparable al de la legitimidad.
Para lograr esa legitimidad, las dictaduras generalmente se consolidan en el poder apelando a un supuesto
interés público. A veces, con promesas de recuperar un orden perdido, o de luchar contra alguna amenaza.
En otras ocasiones, para garantizar un bienestar económico o enfrentar una crisis.
Las dictaduras prometen representar el bien común y ofrecer soluciones que la democracia no posee, pero
esconden una realidad muy diferente. Solo buscan atender los intereses de una persona (el líder) o de un
grupo y, para cumplir sus objetivos, dejan de lado cualquier otra consideración o demanda social.
Este tipo de gobiernos se instaura rompiendo con el orden político anterior, tal como sucedió numerosas
veces en Argentina. A veces, no solo ignorar o violan la constitución, sino que también la reemplazan. Por
ejemplo, a partir del Golpe de Estado del General Juan Carlos Onganía en junio de 1966, se le adoso el
Estatuto de la Revolución Argentina a la constitución. Sobre dicho Estatuto, juraron las autoridades que
ejercieron el poder en ese periodo.

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En ocasiones, una dictadura también puede surgir de un gobierno democrático. Este caso ocurre cuando un
gobernante electo democráticamente decide hacer un autogolpe de Estado y disolver los restantes poderes
o eliminar las garantías constitucionales. Por ejemplo, ante la posibilidad de perder el poder por vía electoral,
utiliza los resortes del Estado para no obedecer las leyes y perpetuarse en el mando del gobierno. Una
cuestión así se registró en Perú en el año 1992, con el entonces presidente Alberto Fujimori.
Debates sobre los tipos de dictaduras.
En América Latina, en algunos casos, no es fácil acordar sobre el carácter dictatorial de un régimen. A veces,
no se puede poner el par dictadura – orden constitucional, tal como el negro y el blanco. Los procesos
sociales son mucho más complejos y rara vez se pueden caracterizar en forma simple.
Los regímenes políticos dictatoriales tienen características claras, que permiten definirlos o encasillarlos sin
mayor dificultad (por ejemplo, el periodo de Hitler como canciller alemán o el de Videla en la Argentina). Sin
embargo, en otras ocasiones, hay casos dudosos o que dificultan ser caracterizados de una manera directa.
Por eso, se requiere de un profundo análisis, un gran conocimiento de la coyuntura y del contexto para,
recién entonces, calificar el caso del que se habla (por ejemplo, entorno a Cuba o a China).
Para los ciudadanos de una sociedad determinada, tampoco resulta siempre evidente que una dictadura
sea siempre más ilegitima que el poder “normal” o constitucional al que sustituye. Como se ha dicho
anteriormente, si bien han llegado al poder impuestas por intermedio de golpes de Estado, las dictaduras
también pueden poseer algún tipo de consenso civil.
Una dictadura puede ser de diferentes tipos, abarcando desde un autoritarismo superficial al totalitarismo
más inhumano. En esta última opción, el gobernante tratara de utilizar todo su poder para imponer una
ideología determinada o para convertirse él mismo en un Dios sobre la tierra, con poder de vida y muerte
sobre la población. Este fue el ejemplo del fascismo o nazismo, entre muchos otros. O líderes como Stalin,
que hicieron obligatorio el culto a su persona.
También, pueden encontrarse que buscan imponer una religión determinada o para mantener el poder, o
solo para enriquecerse sin darles mayor importancia a las ideas (por ejemplo, las dictaduras de Duvalier en
Haití, o de Trujillo en República Dominicana). Incluso pueden encontrarse dictaduras basadas en la
existencia de personalidades lindantes con la locura (como fue el caso de la dictadura de Idi Amin en
Uganda, en África).
Las dictaduras en América Latina.
Las dictaduras que imperaron en América Latina durante el siglo XX fueron ejercidas generalmente por
gobiernos militares que utilizaron el pretexto de encauzar Estados debilitados por gobiernos democráticos
ineficientes. Esta ineficiencia se observa tanto en la imposibilidad de resolver crisis económicas como para
luchar contra la subversión. Con este concepto (subversión), quienes integraban una dictadura se referían
a los grupos armados, generalmente de izquierda, que planteaban un cambio radical del régimen político.
Para “salvar” a la nación de estos grupos izquierdistas armados, los militares realizaron Golpes de Estado,
arrogándose de este modo el poder y su uso discrecional. Al no tener controles de ningún tipo, cometieron
toda suerte de atrocidades, justificando su accionar en la lucha antiguerrillera o anticomunista. En la práctica,
aplicaron un terrorismo de Estado indiscriminado, a la vez que trataban de ocultar tales hechos ante la
opinión pública nacional e internacional.
En síntesis, en esta forma política que acabamos de describir (la dictadura), la parcialidad y la arbitrariedad
se erigen como normas permanentes, formales e informales, sin ninguna intervención organizada de los
ciudadanos ni de otras instituciones representativas como elementos que controlen o balanceen al poder
estatal. La dictadura es la forma de gobierno de un régimen político no democrático.

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GOLPE DE ESTADO: APROXIMACIONES AL CONCEPTO, DEFINICIONES Y TIPOLOGÍA.
Por Florencia Deich
Introducción
Este texto presenta una serie de elementos para comprender el significado del concepto de Golpe de Estado.
Se lo abordará del siguiente modo: primero, influido por la historia del país donde se produce y, segundo,
condicionado por el momento particular en que sucede.
Esto quiere decir que, las distintas definiciones acerca del concepto de Golpe de Estado pueden variar según
el contexto histórico y las implicancias que estos hechos manifiesten sobre la vida política de un país
especifico. En síntesis, la suma de la historia (del país y de los protagonistas) y el presente inmediato cuando
el golpe ocurre determinan que cada golpe tenga características específicas.
Los momentos en que se produce un Golpe de Estado, en una sociedad determinada, son en general muy
problemáticos y, por eso, requieren de un análisis detallado. Por otro lado, los vínculos entre la sociedad y
el Estado son siempre difíciles de entender ya que en ellos aparecen múltiples personajes y grupos, con
estrategias ambiguas y, a veces contradictorias o cambiantes.
Al tomar en cuenta la complejidad que se abre al analizar el concepto, no debe utilizarse una ecuación
“buenos contra malos”. Pensar que los actores, sus intereses y sus acciones, son homogéneas, conduce a
analizar erróneamente la realidad y a obtener conclusiones parciales y a menudo incorrectas.
Finalmente, en este capítulo, también se presentarán algunos ejemplos históricos que dan cuenta a la
complejidad del concepto de golpe de Estado como hecho concreto a lo largo de la historia argentina.
El concepto.
Un Golpe de Estado siempre se propone producir una ruptura del régimen político existente hasta ese
momento. En este sentido, el concepto de cambio de régimen político es clave para el análisis de los golpes
de Estado. El golpe (la acción de derribar a un gobierno constitucional) es el instrumento que permite
conducir y producir ese cambio.
Un golpe de Estado produce un cambio de régimen político.
Por lo general, un golpe (de Estado) conduce un cambio desde un régimen democrático (el que cae) a otro
dictatorial, que se impone por la utilización ilegal de la fuerza.
Un golpe de Estado es una acción que no está prevista en la ley y que interrumpe formas democráticas de
elección de autoridades políticas.
En la Argentina esto ocurrió reiteradamente a través del sistema democrático desde comienzos del siglo XX,
sobre todo, con la llamada Ley Sáenz Peña del año 1912 que inauguró la etapa de la democracia en el país.
Las leyes que regulan el régimen político están generalmente en las constituciones nacionales. Al mismo
tiempo, las leyes de un país reglamentan la obediencia de los cuerpos armados del Estado a las autoridades
políticas legitimas. Al desobedecer todo esto sin importar la causa que lo origine o justifique, es que el golpe
de Estado se define como una acción inconstitucional y por ello fuera de la ley.
Un golpe de Estado, sin importar la causa que invoque, es siempre un acto ilegal.
Por otro lado, necesariamente, un golpe de Estado involucra algún tipo de violencia por parte de quienes lo
ejecutan. A veces, la presencia de la fuerza es muy visible, como ocurrió en el golpe de 1930 que terminó
con el gobierno de Hipólito Yrigoyen, o en el de 1955, que expulsó a Juan Domingo Perón del poder. En
ambos momentos, con diferentes grados, las fuerzas militares salieron de los cuarteles donde están
destinados normalmente y aplicaron la fuerza contra el gobierno democrático.
A veces, esa violencia está más solapada, como sucedió en 1962 con el movimiento que obligó a renunciar
al entonces presidente radical Arturo Frondizi. Seguramente, estas diferencias (en el grado de violencia

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aplicada al derrocar un gobierno) tengan que ver con el grado de oposición que los líderes del golpe perciban
de parte de la sociedad y de la fortaleza del gobierno que se busca derrocar.
Un golpe de Estado siempre es un hecho violento, aunque variable en el grado y en la forma en que
la aplica.
Otro elemento característico de los golpes es que no fueron realizados por las Fuerzas Armadas o algún
sector de ellas exclusivamente. En general, estos golpes fueron liderados y planificados por los militares,
pero también impulsados por diferentes actores civiles. Y, en muchas ocasiones, contaron con fuerte apoyo
político y social y también de parte de ámbitos religiosos, gremiales e, incluso, internacionales.
La heterogeneidad de proyectos de los golpistas fue una característica común en la historia de las
interrupciones militares en la Argentina. Por ello, al poco tiempo de asumir el poder, los golpistas perdían
fuerzas ya que no podían consolidar un núcleo de poder que los sostuviera en el tiempo.
Por eso, una característica muy común de los golpes de Estado en la Argentina es que quienes lo realizaron
solo tenían en común el deseo de expulsar al presidente o al partido de gobierno y no poseían más acuerdos
que ese. Debido a esto, al llegar al poder, comenzaban inevitablemente a dividirse y enfrentarse, muchas
veces también apelando a la violencia entre ellos mismos.
Así, poco después del éxito, de la rebelión militar, los problemas sociales o económicos que habían dado
sustento al golpe, recrudecían. Ante la imposibilidad de resolverlos problemas que la sociedad les planteaba,
los golpistas debían volver a convocar elecciones y dar paso a una transición a la democracia.
Un golpe de Estado es un hecho en el que participan diversos sectores y grupos sociales.
Suele ocurrir que, cuando retorna la democracia los golpistas vuelven a encontrar un factor común y, otra
vez, se unen para conspirar. Tal es el caso en la Argentina, donde el cambio constante entre regímenes
democráticos se volvió una historia difícil de terminar.
Cada golpe de Estado posee objetivos y representa intereses determinados que pueden no tener nada que
ver con otros golpes de Estado anteriores o posteriores. Por esto, la única manera de interpretar las
circunstancias que dieron origen a un golpe (y que explican su éxito en tomar el poder) es analizar cada
caso en forma independiente, encontrando sus elementos particulares.
Una vez que el golpe de Estado es comprendido en su especificidad (es decir, en aquello que lo hace
diferente a los otros) puede plantearse un estudio más profundo. Incluso compararlo con el resto de los
golpes de Estado. De este modo se podrían analizar las diferencias y continuidades entre los distintos golpes
de Estado. Esto aportará mucho a comprenderlos mejor y entender por qué ocurrieron.
Un golpe de Estado es un hecho que tiene características propias y, por lo tanto, diferentes a las de
otros golpes de Estado, pero también numerosos elementos comunes.

¿Cómo analizar un golpe de Estado?


A partir de lo dicho hasta aquí, para abordar el estudio de los golpes de Estado es necesario profundizar en
cuales son los elementos distintivos que los caracterizan.
En Argentina, hubo muchas interrupciones de gobiernos constitucionales, aunque, como se dijo
anteriormente, no todas han sido similares. Los aspectos a considerar para caracterizar un golpe de Estado
y que permiten distinguir de otros son: 1) las causas que conducen al hecho del golpe, 2) el liderazgo y los
actores que los llevan a cabo, sus interese y discursos, 3) cómo se desarrolla y 4) las consecuencias y
efectos sobre el sistema político y la vida social.
Por lo general, las causas que llevan a un golpe de Estado, se emparentan con una profunda crisis política,
institucional o económica de una nación. En cualquiera de esos casos, el gobierno democrático de turno (el
que será derrocado por el golpe) pierde la legitimidad ante parte de la ciudadanía. La población, entonces,

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no cree que el gobierno democrático pueda solucionar los problemas que se enfrentan. Por ello, se
encuentra en escenario de fragilidad importante cuando no extrema.
En ese marco de crisis, el gobierno democrático, también pierde el control de las instituciones que
monopolizan la fuerza, como, por ejemplo, las fuerzas militares y la policía. Al mismo tiempo, pierden el
apoyo de sectores con poder y que podrían evitar el golpe (empresarios, iglesia, la prensa, los sindicatos,
otros partidos y liderazgos. Etc.) Finalmente, los golpistas se aprovechan de ambos factores: una situación
de crisis (social o económica) que no puede ser solucionada y la falta de apoyo del gobierno.
Tipología de los golpes de Estado.
Los golpes de Estado en que las Fuerzas Armadas toman el poder y son el grupo más importante de la
coalición golpista, son los denominados golpes militares. En estos casos todas las instituciones existentes
quedan bajo la órbita militar. Son los jefes de dichas fuerzas quienes eligen al presidente y suprimen al
parlamento, eligen a los gobernadores, intendentes y embajadores que muchas veces son hombres de
armas. Las decisiones se toman en el seno de la institución militar que es el verdadero poder.
Como en todo golpe de Estado que anula un régimen democrático, la constitución queda relegada y se
prohíbe la actividad política en cualquier ámbito. Este tipo de golpe de Estado fue el más común en la historia
argentina.
Cabe señalar, también, que los actores civiles pueden organizar un golpe de Estado con el objetivo de
cambiar el rumbo político de un país a través de la violación y de la falta de reconocimiento de la legalidad
constitucional vigente. Un golpe de Estado sin que participen los militares. A este tipo se lo puede denominar
golpe institucional.
Este tipo de golpe de Estado no ha sido característico en la historia argentina, aunque un tipo de acción de
este estilo ocasionó el fin del gobierno de Fernando de la Rúa. Sin embargo, aquellos sucesos no
ocasionaron un cambio de régimen, ya que el sucesor de Fernando De la Rúa asumió la presidencia
siguiendo lo previsto por la Constitución Nacional.
Por otro lado, también puede ocurrir que un mismo gobierno (originalmente democrático) realice un golpe
para quedarse en el poder. Esto puede suceder porque visualiza que lo puede perder en las elecciones o
porque no se puede reelegir.
En este caso, el llamado autogolpe de Estado, significa que un presidente, que había sido elegido por la vía
democrática se convierte en dictador. Esto es así porque anula el parlamento, la justicia y suspende las
garantías constitucionales de la población. En la Argentina no se registra este tipo de golpes. Un ejemplo
fue el protagonizado por el entonces presidente peruano Alberto Fujimori en la década 90.
Un nuevo tipo de golpe de Estado es el llamado golpe de mercado. A partir de la década de 1980, el
descredito de los militares luego de la Guerra de Malvinas impidió que se produjera otro nuevo golpe de
Estado. Sin embargo, la inestabilidad de los presidentes democráticos continuo.
Durante el golpe de mercado en vez de tropas y aviones, se utilizan el mercado financiero y la economía
como armas (corridas contra la moneda nacional, subidas del dólar, inflación). Pero el intento de
desestabilizar a un gobierno, no solo se observa en variables económicas, sino también en la calle. Por eso,
incluye los llamados saqueos y movilizaciones informales de sectores marginados bajo la batuta de grupos
políticos que buscan crear una sensación de descontrol y pérdida de orden.
La combinación de ambos (descontrol económico y desorden social) produce la perdida de legitimidad del
gobierno. Los ciudadanos no confían en que el Estado resuelva la crisis económica y garantice el orden
social. También suele aparecer en la población un temor generalizado por la posible proliferación de hechos
de violencia social. Este tipo de acción golpista se observó parcialmente en la Argentina. Fue la que aceleró
el fin del gobierno de Raúl Alfonsín y terminó con el de Fernando De la Rúa. Ambos hechos tuvieron al
Partido Justicialista en el centro de la conspiración.

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Más allá de los diferentes tipos de golpes de Estado, la violencia y el uso de herramientas no democráticas
están siempre presentes, sea un movimiento civil, militar o cívico – militar. Lo mismo ocurre con la aplicación
de la fuerza contra la oposición, la disidencia o las expresiones contrarias hacia quienes están en el poder.
Los golpes de Estado en la Argentina.
Durante el siglo XX, en nuestro país, se sucedieron seis golpes de Estado militares, en los siguientes años:
1930, 1943, 1955, 1962, 1966, y 1976. Cada uno de esos golpes adoptó diferentes características en
relación con los objetivos y actores que lo llevaron a cabo.
El primer elemento, entonces, para destacar es la gran cantidad de golpes de Estado y cambios de régimen
que sufrió nuestro país. Esto no fue igual en toda la región.
Otros países atravesaron experiencias autoritarias muy breves, o fueron directamente inexistentes, como
Colombia, Venezuela y Costa Rica. Países como Chile y Uruguay tuvieron golpes de Estado que perduraron
en el tiempo, pero en un número menor que en la Argentina. Por su parte, Brasil y Paraguay transitaron por
dictaduras muy largas, o por sistemas autoritarios como México.
Los cuatro primeros golpes en la Argentina (1930, 1943, 1955 y 1962) establecieron dictaduras provisionales
y, luego, los gobiernos que surgieron de ellos, llamaron a elecciones. En los últimos dos golpes (1966 y
1976), las dictaduras triunfantes intentaron establecer un gobierno de largo plazo.
El primer golpe militar de la historia argentina se realizó el 6 de septiembre del año 1930 y fue liderado por
el general José Félix Uriburu. Este golpe derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen de la Unión Cívica Radical
que había sido elegido a través del voto popular para ejercer su segundo mandato en 1928.
Este fue el primer golpe militar de la historia del país. Curiosamente, no tuvo el apoyo activo de numerosos
sectores de las Fuerzas Armadas, aunque si de la prensa, la iglesia ay los partidos opositores. El mismo
Juan Domingo Perón fue una pieza importante en ese proceso.
Posteriormente y a pesar de su origen claramente ilegal, Uriburu fue reconocido como presidente provisional
de la Nación por la Corte Suprema. Esto dio origen a la doctrina de los gobiernos de facto que sería utilizada
para legitimar a todos los demás golpes militares.
La dictadura de Uriburu y sus continuadores utilizaron la proscripción (prohibición de presentarse a
elecciones para alguno de los líderes opositores) del radicalismo y el control absoluto de los resultados
electorales a través del fraude patriótico realizado por las Fuerzas Armadas. Este hecho dio inicio a lo que
se denominó la década infame, un gobierno falsamente democrático y restringido.
El golpe de junio de 1943 tiene varias particularidades que los destacan de los otros. Fue un golpe importante
en la historia del país más allá dela brevedad e inestabilidad de los gobiernos que inauguró.
Lo primero que se debe destacar del golpe de 1943 es que derrocó al gobierno de facto anterior. En segundo
lugar, se puede mencionar que fue el único golpe que tuvo solo intervención militar. En tercer lugar, el golpe
no tuvo causas económicas, sino que surgió como respuesta a la intención del gobierno fraudulento de
Ramón Castillo de romper la neutralidad frente a la Segunda Guerra Mundial, volcándose así al bando Aliado
liderado por Estados Unidos. Contrariamente, los responsables del golpe de 1943 admiraban el modelo
italiano liderado por el fascista Benito Mussolini, sobre todo, el orden social que había logrado dejando de
lado “el peligro comunista”. Por último, en este golpe volvió a participar (y esta vez con mucho más
protagonismo) Juan Domingo Perón, quien llegaría hasta ser vicepresidente del gobierno militar.
Cabe señalar que el gobierno surgido de este golpe no tenía pretensiones de permanecer mucho tiempo en
el poder, por lo que fue una dictadura con carácter transitorio. Sin embargo, no por eso las disputas internas
fueron menos intensas. En efecto, se desencadenaron dos golpes internos (golpes dentro del golpe). Es
decir, que tres dictadores se autoproclamaron presidentes sucesivamente: Arturo Rawson, Pedro Pablo
Ramírez y Edelmiro Farrell.
El siguiente golpe (1955) se caracterizó por su antiperonismo y la violencia ejercida contra los seguidores
del Gral. Perón, quien había sido electo en 1945 y reelegido en 1951. Otra particularidad que presentó este

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golpe se relaciona con la falta de acuerdo entre quienes formaban parte de la coalición golpista (o quienes
tomaron el poder). Como es de esperar esto trajo conflictos internos con respecto a la gobernabilidad, por
eso el presidente surgido de dicho golpe debió renunciar al poco tiempo de asumir, dejando el lugar a otro
militar.
Los golpes contra los gobiernos militares fueron también particulares. En el caso del gobierno de Arturo
Frondizi (1958 – 1962). Se mantuvo la fachada constitucional en forma superficial, como si el presidente
hubiera renunciado voluntariamente, cuando no fue así. Fue público y notorio que Frondizi abandono el
gobierno por la constante presión y extorsión de los militares. Como también había renunciado el
vicepresidente, entonces asumió la primera magistratura del país José María Guido (1962 – 1963), quien
era el presidente provisional de la Cámara de Senadores y así se mantuvieron las formas constitucionales.
Durante el gobierno de Guido, se ejemplificó lo dicho en páginas anteriores sobre la dificultad de los golpistas
para encontrar acuerdos. Las diferencias entre los militares que ocasionaron el golpe contra Frondizi se
hicieron públicas al punto que se dirimieron por las armas en el recordado suceso de “Azules contra
colorados”.
En el caso del golpe que derrocó al presidente Arturo Illia (1963 – 1966), sucesor de Guido, lo llamativo es
que el país no vivía ninguna crisis económica. Por el contrario, se trató de un momento de estabilidad y
crecimiento.
Vale decir que fue un golpe de Estado ocasionado por diferencias políticas y las ambiciones de distintos
actores que no estaban dispuestos a esperar el final del mandato del radical. El golpe contra Illia, conto con
el activo apoyo del peronismo a través de la participación sindical y las ambiguas señales enviadas por el
mismo Perón desde España, donde se encontraba exiliado.
El golpe de Estado liderado por el entonces Gral. Juan Carlos Onganía (1966) se propuso conformar un
gobierno de largo plazo y con objetivos que buscaban imponer un cambio estructural en la economía y la
sociedad argentina. No lo logró y, además, debió renunciar como consecuencia de un movimiento social que
encontró en el llamado “Cordobazo” su momento más simbólico. Desde entonces, la violencia política
comenzó a ser un dato constante de la realidad política argentina.
El último golpe de Estado (1976) se caracterizó por haber sido el más sangriento de la historia de la
Argentina. Se impuso el Terrorismo de Estado y se violaron sistemáticamente los derechos humanos. Se
produjeron decenas de miles de desaparecidos, muertos, secuestros y exilios.
La derrota en la Guerra de Malvinas (1982) y la quiebra económica del país, ocasionaron un desastre de tal
magnitud que arrastraron con ellos la idea de que los militares podían servir para algo más allá de gestionar
la vida en los cuarteles.
De hecho, hasta el día de hoy no se ha registrado ningún otro gobierno militar. Tampoco los militares han
vuelto a aparecer ante la opinión pública como posibles lideres para solucionar coyunturas de crisis, lo que
era muy habitual en años anteriores.
Por lo expuesto, el golpe de Estado ha sido un protagonista ineludible en la historia de la Argentina. Sin
embargo, como método habitual de influencia política no es el culpable ni el responsable de los
desencuentros ni de la decadencia de la sociedad argentina.
La interrupción del régimen democrático por la fuerza es el síntoma y la muestra de profundos desacuerdos
y de la imposibilidad de una sociedad (con sus grupos antagónicos) de llegar a consensos y a una estabilidad
del régimen, aun con sus diferencias.

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EL TERRORISMO DE ESTADO. Por Graciela Etchevest.
Introducción al concepto de terrorismo
En términos generales el terrorismo es un concepto que hace referencia al uso de la violencia para obligar
a un gobierno o instituciones de la sociedad, a tomar determinadas decisiones en favor de quien ejecuta la
acción terrorista.
Este concepto tiene fuertes connotaciones políticas y un alto contenido emocional entre la población. Sobre
todo, si la acción terrorista produce muchas víctimas. En los últimos años ha tenido un fuerte impacto en la
agenda mundial debido al accionar del fundamentalismo islámico, especialmente con Al Qaeda hace unos
años y hoy en día con el grupo ISIS.
Es importante aclarar que no siempre el uso de la violencia implica un acto terrorista. Cuando se usa el
terrorismo como herramienta de acción política, no importa los costos, no se tienen en cuenta las leyes ni
los derechos humanos. El grupo que utiliza métodos terroristas considera que su causa (por ejemplo, una
visión fanática de una religión o ideología) justifica toda acción por más cruel y sanguinaria que sea.
El terrorismo busca a través de la utilización del terror (o solo la amenaza de su uso) conseguir
objetivos que una persona o grupo consideran que por otra vía no serán posibles de alcanzar.
Para analizar el siglo XX especialmente en la Argentina, es necesario profundizar un poco más el concepto.
En las siguientes líneas se intentará abordar, definir y ejemplificar un tipo especial de terrorismo, el terrorismo
de Estado.
El terrorismo de Estado.
En la Argentina, durante el siglo XX existieron diversos grupos que produjeron actos terroristas. Por ejemplo,
los grupos anarquistas que predominaban a principio del siglo XX o las guerrillas en la década de los años
setenta. Sin embargo, este apartado se ocupará de los actos violentos e ilícitos cuya responsabilidad es
atribuida a las instituciones del Estado.
A este fenómeno se lo denomina terrorismo de Estado. El terrorismo de Estado es un tipo especial de
terrorismo. Su protagonista (el que ejerce el terror) no es un grupo extremista ni personas que buscan
imponer una religión o idea por la fuerza. El terrorismo en este caso es el Estado.
Por otra parte, estas acciones, no son fruto de un error o de un acto de locura momentánea de algún agente
público, sino que son producto de un plan sistemático y planificado para lograr objetivos vinculados con el
poder.
El Estado al violar las leyes (que debería cumplir e implementar) contradice su propia existencia. Esto es así
porque uno de los objetivos de la organización social llamada Estado es la de proteger y velar por la
seguridad de la sociedad. Por esto, la sociedad delga en el Estado poderes especiales para usar en
funciones defensivas (frente a un ataque exterior) o para garantizar el cumplimiento de la ley. La sociedad
le reconoce al Estado el uso monopólico de la violencia legítima como un instrumento y atributo propio de
su condición estatal.
En una sociedad, la policía puede utilizar las armas, en cambio, un ciudadano debe conseguir un permiso
especial del Estado para hacerlo. Los cuerpos de seguridad (la gendarmería, la prefectura, la policía, y en
algunos lugares, hasta la justicia) pueden matar, allanar propiedades privadas y detener personas. Pero los
ciudadanos no pueden hacerlo excepto en situaciones muy particulares y límites. El Estado, entonces, tiene
la posibilidad de usar la violencia y, en parte, eso es uno de los atributos que lo define como tal.
Esto implica que la sociedad reconoce ese poder como legitimo siempre y cuando este regulado por la ley.
El ejercicio abusivo del poder puede llevar a que desde el Estado se utilicen distintos tipos de acciones
violentas y represivas al margen de lo que establecen las leyes. Es decir, que quienes deben hacer valer la
ley, actúan al margen de ella en forma sistemática. En muchos casos, además, el terrorismo de Estado
obstaculiza la actividad judicial para lograr impunidad ante posibles acciones ilegales.

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En muchos otros casos, paradójicamente, los ejemplos de terrorismo de Estado que brinda la historia
surgieron como forma de combatir a grupos terroristas que, supuesta o verdaderamente, amenazaban el
predominio del Estado, cuando no, su existencia misma. Esto se observó claramente durante la dictadura
iniciada en 1976, que se convirtió en un peligro para la población civil, más grave que aquel que se pretendía
eliminar.
En esos casos quienes utilizan la violencia ilegal argumentan que no se trata de una guerra convencional, y
por eso las formas usuales de la guerra (por ejemplo, las que otorgan garantías a los prisioneros) tampoco
son utilizadas. En una guerra no convencional entonces, la acción estatal no estaría sujeta a las normas que
marcan los tratados internacionales en la materia.
El Estado al realizar acciones que violan la ley, finalmente, utiliza los procedimientos y estrategias de los
grupos de combate. Es el caso de las actividades de inteligencia, tratando de obtener información de
cualquier modo, que termina siendo de un único modo: la tortura y la coacción a través de los métodos más
aberrantes. De esta manera, se busca obtener información clave con rapidez, característica considerada
fundamental en la lucha contrarrevolucionaria o antiterrorista.
El uso de la crueldad y de la violencia desmedida es justificado por el Estado terrorista porque permitiría
anticipar acciones terroristas y lograr así mayores probabilidades de salvar vidas de “posibles víctimas
civiles”. Esa posibilidad de anticipar la amenaza terrorista convertiría en razonables y aceptables
procedimientos que se descargan sobre la sociedad civil que en otras coyunturas serían inaceptables por la
población. De allí que desde el Estado se impone a la sociedad la aceptación de métodos ilegales para
conseguir información. Oponerse al Estado en este tema equivaldría a la aceptación del terrorista.
Y es por todo lo antedicho, que le terrorismo de Estado es la peor forma de violencia política. No solo porque
se ejerce sobre personas que no pueden defenderse, sino que viola ese “contrato” original entre una
sociedad y el Estado. El Estado no puede transgredir la ley y usar la fuerza que la sociedad le concede
contra ella misma.
El terrorismo de Estado en la Argentina.
Durante los años setenta, América Latina fue escenario de muchos ejemplos de terrorismo de Estado. Esto
se acentuó a partir de la aplicación de la llamada “Doctrina de Seguridad Nacional” que se impartía en la
Escuela de las Américas (escuela del Ejército de los Estados Unidos). En ella participaron y se entrenaron
numerosos militares latinoamericanos que luego se encargaron de implementar la violencia del terrorismo
de Estado en sus respectivos países. La excusa para la violencia ilegal era siempre la misma: erradicar la
amenaza comunista.
En el caso de la Argentina, la violencia se había instalado en los años setenta con el surgimiento de
proyectos revolucionarios que empleaban la lucha armada como estrategia política. Tal fue el caso de los
Montoneros y del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), entre otros. A su vez, desde el Estado (bajo el
tercer gobierno de Perón) se organizó una fuerza paramilitar de derecha llamada Alianza Anticomunista
Argentina (Conocida como la Triple A) para enfrentar a las guerrillas de izquierda.
La idea predominante en los años setenta era que una violencia podía terminar con otra violencia. Esto
derivó en que se combinara la acción estatal con la de los grupos paramilitares de la Triple A
[…]el golpe halló justificación pública […] en el clima de guerra civil que tanto las organizaciones
guerrilleras como las bandas paramilitares y las propias Fuerzas Armadas y de seguridad ayudaron
a instalar en el país desde principios de 1975 (Novaro, 2006, 69)
Desde el Estado, y antes del golpe ocurrido el 24 de marzo de 1976, este proceso venía siendo acompañado
con la sanción de medidas legislativas represivas como el Estado de Sitio.
A tal punto la situación era así que el gobierno de Isabel Perón encomendó a las FF.AA. “aniquilar” a la
guerrilla a partir del inicio del Operativo Independencia en Tucumán a principios de 1975.
La práctica represiva del Estado se iniciaba con el secuestro de personas, luego se las trasladaba a los
centros clandestinos de detención en los que se los interrogaba bajo tortura. La gran mayoría, “los
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desaparecidos”, fue asesinada de distintas maneras. Una minoría fue transferida a centros de detención
legal, y un pequeño grupo fue liberado. Al mismo tiempo, se impusieron otras formas represivas como la
suspensión de toda actividad política y sindical, limitaciones a las libertades públicas, persecuciones y
restricciones en el campo cultural.
La aplicación de tal grado de violencia ilegal a partir de 1976 llegó a limites nunca vistos en la historia del
país. La desaparición forzada de personas y la apropiación y cambio de identidad de niños secuestrados o
nacidos en cautiverio, formaron parte de un plan sistemático para acabar con personas que se oponían a la
dictadura. Esta situación, tal cual, quedo demostrado en el Juicio a las Juntas militares que acabo con la
condena de los responsables máximos de aquellas acciones.
En este sentido, un tema fundamental es el de la participación de sectores civiles en procesos de este tipo.
El terrorismo de Estado no fue solo responsabilidad de las FF.AA. y otros cuerpos de seguridad de un
Estado, hubo grupos civiles minoritarios que fueron directamente beneficiados con la imposición a la
sociedad de determinados modelos políticos y económicos. Por ello, los militares contaban con amplio
respaldo de sectores importantes del empresariado, de gran parte de la cúpula eclesiástica y de un sector
del abanico político.
Gran parte de la sociedad toleró, y muchas veces, acompaño, estos hechos denigrantes realizados por los
gobernantes. Este consenso era una condición indispensable para conformar un gobierno que, con un alto
grado de estabilidad, pudiera concretar el objetivo de cambiar para siempre a la sociedad argentina.
Pero el apoyo a la dictadura no fue de toda la población. Las consecuencias del terrorismo de Estado
generaron también una fuerte corriente opositora y no solo en los círculos cercanos de las víctimas, sino
también en una parte de la opinión pública. Para esto, colaboraron organizaciones fundamentales en la lucha
por la vigencia de los Derechos Humanos como las Madres de Plaza de Mayo, las Abuelas, la Asamblea
Permanente por los Derechos Humanos, los Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas
y el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, todos fundamentales en la lucha por la verdad y la
justicia cuando se inició el proceso de transición a la democracia en 1983.

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