Mahmud Darwish
EL ROSTRO DE MI ABUELO
¿De qué tumba me vienes,
ay, rostro de mi abuelo?
¡Profeta que no supo de sonrisas!
¡Vestido con el sayo
color de sangre vieja sobre roca,
y con el manto verde!
¡Ay, rostro de mi abuelo!
¡Profeta que no supo de sonrisas!
¡Ay, tristeza de un campo que transporta
escombros, aceitunas y vientos derrumbados!
¿De qué tumba me vienes,
para forjarme estatua de veneno?
La fe es mucho más grande.
No he vendido ni un palmo.
Ni me humillé a la fuerza.
Aunque cantaron y bailaron sobre tu tumba.
¡Duérmete!...
Porque yo estoy despierto.
Despierto estoy.
¡Despierto hasta la muerte!
CANCIÓN DE AMOR SOBRE LA CRUZ
Ciudad de todas las heridas pequeñas,
¿no apagarás mi mano?...
¿No podrás enviarme una gacela,
y limpiarme la frente,
y el pulmón
de ceniza?
Añorarte es lo mismo que una ausencia;
Llamo a todas las puertas
gritando,
preguntando:
¿Cómo pueden trocarse
en polvo
las estrellas?...
Te amo. Sé mi cruz.
Sé, como tú deseas, un palomar.
Yo sé que si tus manos me fundieran
se llenarían de nubes los desiertos.
Te amo,
¡totalidad del corazón!
¡sabor, oh tú, de uvas!
¡gusto a sangre!
Una luna en mi frente no se extingue,
y en mi boca se agita
un fuego,
una guitarra...
Si muriera de amor, deja mi tumba
expuesta a las pestañas de los vientos,
y no me entierres, no.
Para poder sembrar tu voz en todo barro.
Para poder alzar tu espada en todo campo.
Te amo. Sé mi cruz.
Sé lo que tú deseas.
Dilúyete, en el alma,
como el sol
¡Y no me compadezcas!
CANTOR DE LA SANGRE
Cincuenta cuerdas hay sobre el olivo
para este que te canta.
Tu cantor, que fue esclavo de la lluvia,
rehén del viento,
y que ya, arrepentido de dormir,
se distrajo velando.
Así, como deseas, llamará chispa al cáliz de la rosa;
al olivar de tus ojos, alborada;
y llorará también, como solía,
cuando pase una brisa sobre cincuenta cuerdas.
¡Qué cincuenta sangrantes melodías!
¿Cómo pudo la alberca de sangre hacerse estrellas y árboles?
El que muere, ¡guitarra!, es el que mata,
y vence tu cantor.
...........
Abre, ¡aldea!, tus puertas.
Ábrelas a los cuatro vientos.
Y deja que se incendien esas cincuenta heridas.
Kufr Qásem es un pueblo que sueña con espigas,
con violetas
y bodas de palomas.
...........
¡Segadlos de una vez!
¡Segadlos!...
Los segaron...
¡Ay, espiga en el pecho de los campos!
Tu cantor dice aún:
¡Si supiera el secreto del árbol!
¡Si enterrara todas las palabras ya muertas!
¡Si tuviera la fuerza de la tumba silente!
¡Si escribiera mi historia
- ¡oh, mano avergonzada que pulsa esas cincuenta cuerdas! -
con la hoz,
y mi vida con hacha
y con ala de alondra!
...........
Kufr Qásem:
Regreso de la muerte para vivir cantando.
Déjame que me preste la voz una herida luciente,
ven a mí contra el odio
que en mi corazón siembra la zarza.
Me envía la intransigencia de una llaga,
y el golpe del verdugo me ha enseñado
a andar sobre mi herida.
A andar... Y más andar...
A resistir.
CONFESIÓN
Soñé con la boda de la infancia.
Soñé con dos ojos enormes.
Soñé con la chica de la trenza.
Soñé con un olivo que no se vende
por unas pocas piastras.
Soñé con las imposibles murallas de tu historia.
Soñé con el aroma de los almendros
prendiendo la tristeza de los largos nocturnos.
Soñé con mi familia,
y el brazo de mi hermana
ciñéndome con un cinto de heroísmo.
Soñé con una noche de verano,
con un cesto de higos.
Soñé mucho,
muchísimo...
¡Perdóname por ello!
DIJO EL CANTOR...
Así crecen los árboles,
y se funden las piedras.
Poco a poco,
con el correr del agua.
El cantor, en la senda de la ciudad,
con su canción en vela,
dijo al viento, angustiado:
¡Destrúyeme, puesto que eres mi vida!
Como quiere el Destino.
¡Bébeme por el triunfo de los muertos!
Así cae la lluvia,
¡oh, labios
de la ciudad maldita!
Apartaron a los que le escuchaban,
a los borrachos.
Le ataron.
Y le arrojaron a la cárcel.
A su madre insultaron.
Y el cantor, entretanto
entonaba aún versos del sol de otoño,
se vendaba con cuerdas las heridas.
En la cruz del dolor,
con heridas lucientes como estrellas,
dijo a la gente en torno:
Todo,
menos el arrepentimiento.
Así muero.
De pie.
De pie, como los árboles.
La cruz, así, se tornará almimbar,
o batuta de cantos.
Y hasta clavos, las cuerdas.
Así cae la lluvia.
Así crecen los árboles.
ENAMORADO DE PALESTINA
Tus ojos son una adorada
y dolorosa espina en el corazón.
Que preservo del viento,
y que clavo muy hondo,
más allá del dolor y de la noche.
Con cuya luz alumbran los candiles
y se hace mañana mi presente.
Y yo olvido al instante
-al encontrarse el ojo con el ojo-
que una vez fuimos dos
tras de la puerta.
* * *
Cantabas al hablar.
Yo intentaba también, mas la miseria
había puesto cerco a los labios primaverales.
Tus palabras, como una golondrina,
volaron de mi casa,
y nuestra puerta,
y nuestros escalones otoñales,
se fueron tras de ti,
donde quiso el deseo.
Rompiéronse también nuestros espejos,
y nacieron mil penas.
Juntamos las cenizas de la voz,
y cantamos tan solo la elegía del país.
Para sembrarla juntos
en el pecho de una guitarra,
y tocar a unas almas deformes, a unas piedras,
sobre las azoteas.
Pero yo me olvidé...
¡Oh Tú, la de la voz desconocida!
¿Fue tal vez tu partida,
o mi silencio,
lo que había oxidado la guitarra?
* * *
Te vi ayer, en el puerto,
viajera sin familia ni viático.
Y corrí hacia ti igual que un huérfano,
buscando la prudencia de los viejos:
“¿Por qué el naranjal verde
se encierra en una cárcel o en un puerto,
se esconde en el destierro,
y sigue siempre verde,
a pesar de su marcha,
a pesar de sus sales y el deseo?”...
Y lo anoto en mi agenda:
Me detuve en el puerto...
El mundo era unos ojos invernales,
y pieles de naranjas teníamos en las manos.
Detrás de mí, estaban los desiertos.
* * *
Te vi en el monte abrupto,
pastora de corderos, perseguida.
En las ruinas, tú eras mi jardín,
y yo, extraño a la casa,
golpeaba la puerta, ¡corazón!
Sobre mi corazón alzábase la puerta,
la ventana, las piedras y el cemento.
* * *
Te vi en los cántaros de agua,
y el trigo,
destruida.
Servir en los nocturnos cafetuchos.
En los rayos del llanto y las heridas.
Y Tú eras el pulmón que me faltaba.
La voz para mis labios sólo Tú.
Tú el agua... Tú el fuego.
Te vi junto a la puerta de la cueva,
junto al laurel,
tendiendo los vestidos de los huérfanos.
En las calles te vi... En las hogueras.
En la sangre del sol...
En los corrales...
Te vi en la plenitud de las sales del mar.
En las arenas...
Buena, como la tierra,
el jazmín,
y los niños.
* * *
Y juro:
Que he de hacer un pañuelo de pestañas,
donde grabar poemas a tus ojos,
y escribir una frase
más dulce que la miel y que los besos:
“¡Que Palestina era... y sigue siendo!”
* * *
Palestina de ojos y tatuajes.
Palestina de nombre.
Palestina de sueños y de penas.
Palestina de pies, de cuerpo y de pañuelo.
Palestina en palabras y en silencio.
Palestina de voz.
Palestina de muerte y nacimiento.
Te llevé, como fuego de mis versos,
en mis viejas carpetas.
Te llevé de alimento en mis viajes.
Y te llamé, gritando, por los valles.
Conozco los caballos de los bárbaros,
aunque cambien los campos.
Pero, tened cuidado...
Del rayo que sacó mi canción del granito.
Porque soy el ornato de los mozos
y el mejor caballero.
Yo destruyo los ídolos
y siembro las fronteras de Siria de poemas
que vencen a las águilas.
Con tu nombre grité a los enemigos:
¡Comeos, oh gusanos, mi carne si me muero!
Porque no nacen águilas
del huevo de la hormiga;
porque el de la serpiente oculta víboras.
Conozco los caballos de los bárbaros.
Pero también
- y antes –
que yo soy el ornato de los mozos,
y el mejor caballero.
INEVITABLE
Lluvia sobre los árboles.
En sus piedras, mi mano,
y la sal en mis labios.
¿Quién me da una ventana
que proteja a la brasa del amor
de la brisa que corre por la acera?...
¡Patria mía!...
¿Son tus ojos, o nubes,
los que funden en heridas divinas
las cuerdas de mi corazón?
Yo camino, buscándote en ti misma,
pero veo solamente
las grietas de tus manos
encima de mi frente.
¿Me cogerás la mano?...
Bendito el que preserva a los extraños
del lamento humillante.
La sombra del extraño en el extraño
es lo mismo que un manto
que protege
del dolor vagabundo, escocedor.
¿Podrás echar los velos de una tumba,
levemente gozosa,
para tapar mi errante desnudez?
¿Para oler la fragancia
de los que respiraron en mi cuna,
y el aroma
del absorto naranjo?
¡Patria mía!...
¿Se abrirá un ventanuco en las ruinas?
En mi mano,
en mis labios,
la sal ya se ha fundido.
La lluvia en el asfalto
me empuja a donde marchan nuestros muertos.
¡Mas tu herida lo impide!
FUERA DE LA LEYENDA
Me incorporo de un fondo de leyendas.
Y cazo, en todas las dormidas azoteas,
los pasos de mi gente y de mis deudos,
mis estrellas erectas.
Yo camino despacio,
y mi corazón es media naranja.
Y me sorprende como
un corazón que lleva unos montes, un barrio,
no se ha desesperado todavía.
Yo camino despacio:
Mis ojos leen los nombres.
Y nubes van quedando sobre todas las piedras,
sobre tu hermoso cuello,
¡Oh tú, la de los ojos negros!
¡Oh, mi espada dorada!
¡Oh, mi manta, y mi traje bordado!
Ya me estoy incorporando de un fondo de leyendas.
Jugueteando,
como un gorrión, sobre la tierra.
Bebiendo
de una nube prendida a la cola
del olivo y la palma.
Ya estoy oliendo en ti, ¡la de los ojos negros!
a mi gente y mis deudos.
¡Dorada espada mía!
EL MÁRTIR DE LA CANCIÓN
Levantaron la cruz contra el muro.
Me abrieron las cadenas de las manos.
El látigo era un remolino,
y el golpear de las botas un silbido melódico
“¡A sus órdenes!”-
que decía: “¡Cuidado!”, a los difuntos.
Un ladrido bestial llamó:
“¡Eh, tú!”...
Te dejaré marchar,
si te arrodillas dos veces ante mi tronco,
y me besas la mano, respetuosamente.
Si no,
subirás al madero,
mártir de la canción y de la luz”.
Yo no fui el primero que llevó la corona de espinas,
para decir a la morena: “Llora”
¡Tú, a quien amo tanto como a mi fe!
Cuyo nombre en mi boca, reseca y polvorienta,
tiene un gusto de vino envejecido en jarras.
Yo no fui el primero que llevó la corona de espinas,
para decirle: “Llora”
Tal vez sea mi cruz una montura,
y en mi frente, grabada
con sangre y con rocío,
corona de laurel sean las espinas.
Tal vez yo sea el último que diga:
“Me apeteció morir”
EL MUERTO NÚMERO 18
El olivar fue una vez un bosque verde.
Fue, amado, y el cielo
un bosque azul.
¿Qué los ha hecho cambiar esta tarde?
* * *
Pasaron el camión de los obreros en medio del camino
(Tranquilamente)
y nos pusieron de cara a Oriente
(Tranquilamente)
* * *
Mi corazón fue una vez un pajarillo azul.
¡Oh, nido de mi amado!
Tus pañuelos conmigo, todos blancos.
Fueron, amado mío...
¿Qué ha podido mancharlos esta tarde?
Porque no entiendo nada:
Pararon el camión de los obreros en medio del camino
(Tranquilamente)
y nos pusieron de cara a Oriente
(Tranquilamente)
* * *
Tienes todas mis cosas:
la claridad, la sombra,
el anillo de boda, lo que quieras,
el cercado de olivos
y de higueras.
Entrándote en el sueño, por la ventana,
llegaré hasta tu lado como todas las noches,
y te echaré un clavel.
Pero no me regañes si me retraso un poco,
porque me detuvieron...
LOS OJOS DE LOS MUERTOS EN LAS PUERTAS
Pasaron, sobre el Sahara de mi corazón,
portando palmas.
Pasaron, sobre flores de clavel,
y dejando el zumbido de la abeja.
Y sobre las ventanas de los pueblos,
pintaron, con sus ojos, medias lunas.
Y se intercambiaron unas frases
sobre el amor... y sobre la vergüenza.
* * *
¿Qué traes, a los diez cirios
que alumbraban Kufr Qasim,
sino cantos
y cantos
que habían de calaveras y palomas?
Pero ella no lo quiere,
ni dice
nuestra endecha... Ni se vende.
La sangre derramada pide que resistamos.
* * *
Llamaron, a la noche,
en todas nuestras puertas.
En todas nuestras puertas.
En todas nuestras puertas.
Pidieron que no echáramos
polvo, sobre la sangre valiosa.
Y dijeron sus ojos, apagándose:
Enterradnos sin cantos.
Con fiero resistir, eternizadnos.
Nosotros abonamos vuestras noches
para brotar capullos de luz nueva.
* * *
¡Oh, Kufr Qasim!
De todos los ataúdes de las víctimas
se alzará una bandera
que diga:
¡Deteneos!... ¡Deteneos!...
¡No sigáis rebajándoos!
Ya has saldado la deuda de las tormentas
y ha caído la sombra.
¡Oh, Kufr Qasim!
No podremos dormir
mientras quede una tumba
en ti, y quede noche.
La sangre derramada no se vende.
La sangre derramada
pide que resistamos,
y resistamos.
LOS PAÑUELOS
Callas como las tumbas de los mártires.
El camino se extiende, y tus manos
- recuerdo -
son dos pájaros
revoloteando sobre mi corazón.
Deja el parto el rayo
el horizonte envuelto en la negrura.
Y espera besos rojos
y un día sin viático.
Mientras seas para mí,
vete haciendo a mi muerte
y a las penas del luto.
Los pañuelos, cuando dicen adiós,
son como una mortaja,
y el palpitar del viento en las cenizas
se agita solamente
cuando corre una sangre
en lo hondo del valle,
y llora - por una voz cualquiera - una añoranza
en la gallarda vela de Simbad.
Yo te pido que cambies el gemir del pañuelo
en flauta que convoque.
Mi alegría de encontrarte, a la vuelta,
aumentaba conforme me iba yendo
¿Tengo acaso algo más que tus ojos?
¡No llores la promesa de una muerte
ni le pidas prestado
a mis pañuelos
su canto de cariño!
Te lo ruego:
¡Envuelve las heridas
de mi país,
con ellos!
LA NIÑA / EL GRITO
En la playa hay una niña, la niña tiene familia
Y la familia una casa.
La casa tiene dos ventanas y una puerta...
En el mar, un acorazado se divierte cazando a los que caminan
Por la playa: cuatro, cinco, siete
Caen sobre la arena. La niña se salva por poco,
Gracias a una mano de niebla,
Una mano no divina que la ayuda. Grita: ¡Padre!
¡Padre! Levántate, regresemos: el mar no es como nosotros.
El padre, amortajado sobre su sombra, a merced de lo invisible,
No responde.
Sangre en las palmeras, sangre en las nubes.
La lleva en volandas la voz más alta y más lejana de
La playa. Grita en la noche desierta.
No hay eco en el eco.
Convierte el grito eterno en noticia
Rápida que deja de ser noticia cuando
Los aviones regresan para bombardear una casa
Con dos ventanas y una puerta.
Ramala, agostodel2006.
POEMAS DE UN ANTIGUO AMOR
I)
Sobre las ruinas, nuestra rosa.
Nuestros dos rostros, sobre la arena.
Cuando pasaron los vientos del verano,
alzamos los pañuelos
despacio... muy despacio...
y, como misioneros,
nos fuimos en el pliegue de dos canciones.
Espiando la gota de rocío.
¡Déjame nuevamente, hermana mía,
que piense en ti!
El final de la noche me desnuda
de humillación y de colores,
me guarda de las sombras.
Y en tus ojos, ¡Oh vieja luna mía!,
tira de mi origen
a una ceguera azul
bajo el sol y las palmas.
Lejos del oscuro destierro.
Cerca del seno de mi familia.
II)
Quise, en ti, la niñez.
Al marcharse los pájaros
primaverales,
se quedaron los árboles desnudos
Y tu voz me venía
¡ay, como me venía! -
de los pozos, a veces,
a veces, goteándome en la lluvia
Cayendo:
Como el fuego,
los árboles,
los versos.
¡Ven!... En tus ojos había
algo que deseaba,
esperanzado.
Arrástrame a tus brazos.
Arrástrame, lo mismo que un cautivo
que te pide perdón.
Quise en ti la niñez
Y desde que tus ojos
se me fueron
se ha oxidado la luna.
III)
Cruzamos el camino,
maniatados,
igual que prisioneros.
Sin saber si mi mano - o si la tuya -
el dolor de la otra había chupado.
Mas, como de costumbre, no surgió
en tu pecho ni el mío
el ciprés del recuerdo.
Como si atravesáramos las sendas
como toda la gente,
y al mirar
no quedará deseo,
ni pensar,
ni dolor.
Y nos hundimos en la masa
para comprar nuestras pequeñas cosas.
Sin dejar en la noche
cenizas
que recuerden la braza;
ni nada que gritara
por mis venas...
Para que yo bebiera de tus manos
el montón de cenizas del recuerdo.
IV)
Cayó un astro, una vez,
y caminó por nuestros dedos
sin cansarse.
Cuando sorbí en tus labios
el zumo de las moras,
vino a beber
entonces.
Cuando escribió a tus ojos,
fue punteando todo lo que te había escrito;
y partió con nosotros
el café y la almohada.
Y cuando tú partiste,
él se quedó
¿Te has olvidado ya,
tal vez, de mí?
Como un canto, en el viento,
cayendo hacia el ocaso.
Y el tratar de olvidarte,
se me posa en las manos
una estrella.
V)
¡Gloriosa seas!
Al eco de tu nombre,
mi fantasía da alas
a las cadenas y a la cárcel.
Y te veo
correr como una potra,
cuando me apoyo en la almohada.
En mis noches de frío,
te siento como un sol
cantándome en la sangre.
Al decirte niñez
tus senos se me yerguen.
Te digo primavera,
y se estiran las rosas y la yerba
Te digo firmamento,
y se alegran los truenos y la lluvia.
¡Gloriosa seas!
VI)
La tarde nos llegó
cuando el sol destrenzaba
su pelo sobre el mar,
y su último beso
en mis ojos anclaba,
como la brasa.
¡Coge de mí los vientos,
y bésame,
aún por última vez en esta vida!
Le llegó la mañana
cuando el sol se peinaba por Oriente.
Era suya la alheña,
la boda,
y la entrada al palacio de los esclavos.
¡Coge de mí los cantos,
y niégame,
como el fulgor del rayo!
Y me llegó la tarde
cuando tocaban todas las campanas
en el cortejo
de la hermosa cautiva.
Tenía el corazón frío como el diamante,
y parecían mis sueños
baúles en el muelle.
¡Coge la primavera,
y dime adiós!
LA ROSA Y EL DICCIONARIO
Sea.
No tengo más remedio.
El poeta ha de hacer un nuevo brindis,
entonar nuevos himnos.
Porque llevo la llave de leyendas,
las huellas del esclavo;
cruzo una galería
de pimienta y de viejo verano.
* * *
Sea.
Tengo que rechazar la muerte,
aunque con ello mueran mis leyendas.
Yo busco en los escombros una luz,
un verso nuevo.
¿Percibiste, ¡ay amor!, antes de hoy,
que es inútil la letra
del diccionario?
¿Cómo van a vivir todas esas palabras?
¿Cómo van a crecer?
¿Multiplicarse?
Si aún seguimos nutriéndolas con llanto de recuerdos,
Metáforas y azúcar...
* * *
Sea.
Tengo que rechazar la rosa
del diccionario
y del libro de versos.
Las rosas crecen sobre los brazos del campesino,
en el puño apretado del obrero.
Crecen sobre la herida del hombre asesinado.
Crecen sobre la frente de las rocas.
A MI MADRE
Añoro el pan de mi madre,
el café de mi madre, el tocar de mi madre.
La infancia crece en mi día tras día,
y amo la vida, porque si muriera
me avergonzarían las lágrimas de mi madre.
Si un día vuelvo,
úsame como lazo de tus pestañas,
y mis huesos oculta bajo esa yerba
bautizada con la pureza de tu pie.
Átame fuertemente con un mechón de tu pelo,
con el hilo que brilla en la cola de tu vestido,
y podré ser un dios.
Me haría dios si tocara el fondo de tu alma.
Cuando vuelva,
enciende conmigo el horno de tu casa,
hazme que sea la cuerda de tu azotea
para tender la ropa.
No puedo levantarme sin la oración de tu mañana.
Me he hecho viejo.
Vuélveme las estrellas infantiles.
Para que, en el camino de la vuelta
al nido de tu espera,
acompañe a las crías de los pájaros.
CANTOR DEL ARREPENTIMIENTO
Cincuenta cuerdas hay, sobre el olivo,
para éste que te canta.
Tu cantor, que fue esclavo de la lluvia,
rehén del viento,
y que ya, arrepentido de dormir,
se distrajo velando.
Así, como deseas, llamaré chispa el cáliz de la rosa,
al olivar de tus ojos, alborada,
y lloraré también, como solía,
cuando una brisa pase sobre cincuenta cuerdas
- ¡qué cincuenta sangrantes melodías! -
Y al compás que la alberca de sangre se hace estrellas y árboles,
el que muere, ¡guitarra!, es el tirano
mientras vence el calor.
* * *
Abre, aldea, tus puertas.
Ábrelas a los vientos.
Y deja que se incendien esas cincuenta heridas.
Kufr Qasim es un pueblo que sueña con espigas,
con violetas,
y bodas de palomas.
* * *
“¡Segadlos de una vez!...
¡Segadlos ya!...”
* * *
Y los segaron...
* * *
¡Ay, espiga en el pecho de los campos!
Tu cantor dice aún:
¡Si supiera el secreto del árbol!
¡Si enterrara todas las palabras ya muertas!
¡Si tuviera la fuerza de la tumba silente!
¡Si escribiera mi historia
- oh, mano avergonzada que pulsa esas cincuenta cuerdas -
con luz y ala de alondra!...
* * *
Kufr Qasim:
Regreso de la muerte para vivir cantando.
Déjame que me preste la voz una herida luciente,
y venme contra el odio
que siembra, en mi alma, la zarza.
Me envía la intransigencia de una llaga,
y el golpe del verdugo me ha enseñado
a andar sobre mi herida.
A andar y más andar.
A resistir.
CARNET DE IDENTIDAD
Escribe
que soy árabe,
y el número de mi carnet es el cincuenta mil;
que tengo ya ocho hijos,
y llegará el noveno al final del verano.
¿Te enfadarás por ello?
* * *
Escribe
que soy árabe,
y con mis camaradas de infortunio
trabajo en la cantera.
Para mis ocho hijos
arranco, de las rocas,
el mendrugo de pan,
el vestido y los libros.
No mendigo limosnas a tu puerta,
ni me rebajo
ante tus escalones.
¿Te enfadarás por ello?
* * *
Escribe
que soy árabe.
Soy nombre sin apodo.
Espero, paciente, en un país
en el que todo lo que hay
existe airadamente.
Mis raíces,
se hundieron antes del nacimiento
de los tiempos,
antes de la apertura de las eras,
del ciprés y el olivo,
antes de la primicia de la yerba.
Mi padre...
de la familia del arado,
no de nobles señores.
Mi abuelo era un labriego,
sin títulos ni nombres.
Mi casa es una choza campesina
de cañas y maderos,
¿te complace?...
Soy nombre sin apodo.
* * *
Escribe
que soy árabe,
que tengo el pelo negro
y los ojos castaños;
que, para más detalles,
me cubro la cabeza con un velo;
que son mis palmas duras como la roca
y pinchan al tocarlas.
Y me gusta el aceite y el tomillo.
Que vivo
en una aldea perdida, abandonada,
sin nombres en las calles.
Y cuyos hombres todos
están e la cantera o en el campo...
¿Te enfadarás por ello?
* * *
Escribe
que soy árabe;
que robaste las viñas de mi abuelo
y una tierra que araba,
yo, con todos mis hijos.
Que solo nos dejaste
estas rocas...
¿No va a quitármelas tu gobierno también,
como se dice?...
Escribe, pues...
Escribe
en el comienzo de la primera página
que no aborrezco a nadie,
ni a nadie robo nada.
Mas, que si tengo hambre,
devoraré la carne de quien a mí me robe.
¡Cuidado, pues!...
¡Cuidado con mi hambre,
y con mi ira!
CUANDO CAE LA LUNA
Cuando cae la luna
como rotos espejos,
crece la sombra en medio de nosotros
y mueren las leyendas.
No duermas, amor mío,
que nuestra herida se ha hecho, ya, medalla
y fuego sobre luna,
y tras nuestro balcón
se anuncia una mañana,
y un brazo satisfecho
de enlazarme y volar.
Para que me imagine
como una mariposa, en los candiles
de la flor de azahar,
y unos labios remotos
me hablen sin palabras.
No duermas, amor mío,
que tras nuestro balcón
se anuncia una mañana,
y han caído las rosas
sin olor, de mi mano.
No duermas, amor mío,
que se matan los pájaros,
y mis pestañas beben,
como espigas, la noche y el destierro.
Tu voz dulce es un beso,
es ala sobre cuerda.
Y una rama de olivo
en el destierro llora,
sobre piedras,
buscando sus raíces,
los soles y la lluvia.
No duermas, amor mío,
que se matan los pájaros.
Cuando cae la luna,
como rotos espejos,
y nos vamos cuidando nuestra herida.
Cuando cae la luna,
el amor se hace himno.
No duermas, amor mío,
que nuestra herida se ha hecho, ya, medalla.
Y ya nuestras dos manos,
en las sombras,
son como un ruiseñor sobre la cuerda.
EL LIMONERO
Teníamos tras la verja
un limonero. Sus granos amarillos
brillaban como lámparas. Sus flores
eran un fragante abanico en nuestro barrio.
Teníamos tras la verja
un limonero. Nuestro.
Más, para hacer adorno,
de sus galas; y diadema y aroma
de sus ramas, nos lo cortaron.
Nos dejaron
sin nuestro limonero. Nuestros ojos
no volvieron a ver la primavera.
EL MUERTO NÚMERO 48
Hallaron en su pecho
un candil de claveles y de luna.
Estaba allí tirado, muerto sobe una piedra.
Hallaron una caja de cerillas,
un permiso de viaje,
y sobre el tierno brazo, unos dibujos.
* * *
Su madre le beso.
Y le lloró después,
año tras año.
La zarza le creció sobre los ojos,
y aumentaron las sombras.
* * *
Cuando mozo, su hermano
fue en busca de trabajo por todos los mercados
de la ciudad.
Cogiéronle.
No llevaba permiso de viaje.
Llevaba por las calles,
entre otros,
sus baúles podridos.
* * *
¡Así murió la luna
ay, niños de mi pueblo!
LA MUERTE, GRATIS
El otoño pasaba por mis carnes
lo mismo que un entierro de naranjas,
como luna de cobre destrozada
por piedras y arenales.
Y, sobre las entrañas de los hombres,
allá en mi corazón,
caían los niños.
A mis ojos hería todo el terror,
todo eso que no puede decirse,
y allí, desde la sangre derramada,
sus brazos me gritaban:
¡ven!... ¡ven!... ¡ven!...
* * *
¡Ay, Kufr Qasim!
Caín no es ya mi hermano.
Alza el cuello hacia un sol alheñado de sangre.
No entierres a tus cuerpos.
Déjalos, cual columnas de luz,
y mi sangre vertida
como anuncio, a la tarde, de los tiranos.
Igual que el monte verde
en el pecho del aire.
Sabe que los poetas
pesan a los jilgueros de los bosques,
y el heroísmo se honra en arriesgar
a la tribu confiada.
Les bendigo... Esa gloria
Que mama sangre y vicio.
Y también felicito al verdugo que vence
a un ojo de mujer,
para coger, del pelo de sus trenzas,
su vestido de invierno.
¡Hurra a los invasores de las aldeas!
¡Hurra a los asesinos de la infancia!
* * *
¡Ay, Kufr Qasim!
Los mármoles mortuorios, lo mismo que una mano,
tiran de mis raíces a lo hondo,
de todas las raíces, crecientes, de los huérfanos.
¡Que tu mano, Yaqut,
nos diga la nobleza de su canto!
Lo mismo que la luz y la palabra,
sin plegarse a dolores ni cadenas.
¡Las lápidas, Kufr Qasim,
son un puño que aprieta!
UNA RIMA POR LAS MOAL – LAQAS.
Nadie me guía. Yo soy el guía, soy yo
mi propio guía entre el mar y el desierto.
De mi lengua he nacido camino de la india
entre dos tribus pequeñitas encima de las cuales
está la luna de ancestrales religiones y la paz imposible,
y que deben guardar el firmamento
de los vecinos persas y la soberbia idea de Bizancio
para que caiga así, más de una vez, el tiempo tan pesado
de la jaima del árabe.
¿Quién soy? Es ésta, carente de respuesta,
la pregunta del otro. Yo soy mi propia lengua.
Soy una moal-laqa... Dos... Diez. Esta es mi lengua.
Yo soy mi lengua. Soy aquello dicho por las palabras:
“Sé
mi cuerpo”. Y fui, así, cuerpo de sus acentos.
Soy aquello que dije a las palabras:
“Sed, vosotras, encuentro entre mi cuerpo
y el eterno desierto. ¡Sedlo,
para que yo sea así eso que digo!”.
No hay tierra sobre la tierra que me lleve,
tan sólo mis palabras
cual pájaro que sale de mis ramas
y anida su viaje ante mis ojos.
En mis propias ruinas, en las ruinas del circundante mundo misterioso
me paré cara al viento. Mi noche se alargaba y se alargaba...
Es esta lengua mía guirnaldas de luceros
en los cuellos de los seres queridos: se marcharon,
cogieron el lugar
y se marcharon,
cogieron el tiempo
y se marcharon,
cogieron de la loza sus olores,
el escaso forraje y se marcharon,
cogieron las palabras y el corazón caído
también se fue con ellos. ¿Podrá abarcar el eco,
este eco, este acústico espejismo tan blanco, un nombre
mientras cuya afonía va llenando lo ignoto
a la vez que el viaje lo llena con deidad?
Me ha colocado el cielo una ventana
por la que yo me asomo:
tan sólo me veo a mí.
Yo, fuera de mí mismo, me he encontrado
como realmente era. Mi visión no se aparte del desierto.
De viento y de arena son mis pasos.
Es mi mundo mi cuerpo
y aquello que poseen mis propias manos.
Soy viajero y camino.
Se me aparecen dioses... y se marchan...
No seguiremos hablando sobre lo que vendrá.
Lo que vimos ayer:
es único mañana aquí, en nuestro desierto.
Así, alce yo mi moal-laqa para romper el tiempo circular
¡Y que nazca el momento tan hermoso!
El pasado, ¡cuántas veces nos llega cual mañana!...
Me abandoné a mí mismo, lleno de mi presente
y me expulsó el viaje de los templos.
Incluso el cielo tiene sus guerras y sus pueblos,
más yo,
yo tengo por esposa a la gacela y a la palmera tengo
cual moal-laqa plantada
en el libro de la arena. Pasado es lo que veo.
El hombre, coronado: rey de la polvareda.
Así, venza esta lengua mía al destino enemigo,
a los antepasados, a mí mismo, a mi padre,
a un fin que nunca acaba.
Es esta mi lengua y mi milagro. Una varita mágica,
jardín de mi Babel y mi obelisco. Mi identidad primera.
Mi bruñido metal...
Y el santo del árabe, en el desierto,
adora
las rimas que fluyen, cual estrellas, por su manto
y adora cuanto dice.
Así necesitamos prosa,
necesitamos una prosa divina
para que venza el Enviado.
PALABRAS PARA UN AMIGO MUERTO
Hablan en nuestro país.
Hablan con pena
de aquel amigo mío que se fue
y volvió amortajado.
Que se llamaba...
¡No!
No mencionéis su nombre.
Dejadlo estar en nuestros corazones.
No hagáis que la palabra
se pierda en el vacío,
cual la ceniza.
Dejadla así, como una herida abierta,
hacia la cual la venda
no sabe cómo ir.
Yo temo, amigos míos,
que un día le olvidemos entre los muchos nombres.
Temo, huérfanos míos, que sus heridas
queden como dormidas
en nuestros corazones.
* * *
¿Su edad?
La de un capullo
que no tiene memoria de la lluvia.
Que no lloró debajo del balcón de la luna,
ni detuvo las horas, en vigilia.
Cuyas manos jamás montaron muro alguno,
ni siguieron sus ojos
el hilo de un deseo.
Que no besó mujeres.
Que no piropeó sino dos veces,
y sin que le prestaran atención.
Aquel joven mozuelo que se fue
sin pensar para nada en el amor.
* * *
Hablan en nuestro país.
Hablan con pena
de aquel amigo mío que se fue
y volvió amortajado.
Sin decir,
cuándo de nuevo cantarían sus pasos tras la puerta.
Sin despedirse de su madre,
ni decir “hasta mañana” a sus amigos.
Sin echar una carta
-como hacen los viajeros-
en que dijera: vuelvo.
Cayó la voz.
No trazó ni una letra
que alumbrara la noche de su madre,
que dijera a los cielos y a las cosas:
¡Oh, almohada del lecho!
¡Oh, cofre de la ropa!
¡Oh, noche!
¡Oh, Dios!
¡Oh, nubes!
¿Habéis visto tal vez a un fugitivo
con ojos como estrellas
y manos como cestos de arrayán?
¿Cuyo pecho es almohada de la luna
y columpio, su pelo, del viento y de las flores?
¿Habéis visto tal vez a ese viajero
que no sabe viajar,
que se marchó sin viático?
¿Quién podrá alimentarte, extraño caminante?
Mi corazón teme por ti,
¡mozo, hijo mío!
Teme por las durezas del camino.
* * *
¡Madre!
No arranques las lágrimas de sus raíces.
Pues las lágrimas, madre, tienen raíces
que dicen a la tarde, cada día:
¿Por dónde pasarás?, ¡oh, caravana de la tarde!
Las sendas de la muerte se asfixian de viajeros.
Las sendas de la tristeza se han cerrado,
al pararte un instante
para enjugar tus ojos y tu frente,
y llevarte un recuerdo de nuestro llanto
por todos los que murieron antes que nosotros:
todos nuestros amigos emigrados.
* * *
¡Madre!
No arranques las lágrimas de sus raíces.
Deja en el pozo del corazón dos lágrimas.
Tal vez muera mañana su padre,
tal muera su hermano,
o muera yo, su amigo.
Deja, para los muertos de mañana,
dos lágrimas al menos.
Solamente dos lágrimas.
* * *
Hablan mucho de aquel amigo mío en nuestro país.
De cómo se perdió,
sin regresar radiante, como solía.
Sino con las mejillas,
con el pecho y el rostro,
quemados por las balas
¡Pero no lo expliquéis!...
Yo he visto sus heridas.
Me he fijado en ellas con detalle.
¡Dolor por nuestros hijos,
y por todas las madres que se abrazan al lecho!
¡No preguntéis, amigos,
cuándo regresará!
¡No insistáis, preguntando!
¡Preguntad solamente
cuándo
despertarán los hombres!
PATRIA
¡Patria mía!...
Los hierros que me oprimen
me enseñan a ser fuerte como el águila,
a ser firme en la espera.
No suponía que bajo nuestras pieles
yaciera una tormenta
y un esponsal de arroyos.
Me han dejado en tinieblas en la celda,
pero en el corazón ya se ha encendido
el sol de unas antorchas.
Han escrito mi número en los muros.
Y en los muros salió
todo un marjal de espigas.
Excavé tu figura, sangrando, con los dientes.
He hundido mi derrota
en la esponjosa carne de la sombra,
y clavado mis dedos
en la rubia melena de la luz.
Y aquellos que invadían mis azoteas
pudieron oír, sólo,
el trueno de mis tierras, removiéndose
No verán más que el brillo de mi frente.
No oirán sino el rumor de mis cadenas
Y si ardo en la cruz,
seré un santo
vestido de guerrero.
DE UN CIELO A OTRO SEMEJANTE PASAN LOS SOÑADORES
Dejamos nuestra infancia a la
mariposa cuando dejamos
un poco de aceite en los peldaños,
pero olvidamos saludar a nuestra hierbabuena,
olvidamos saludar furtivamente a nuestro mañana
tras nosotros.
La tinta del mediodía sería blanca si no estuviera
el libro de la mariposa en torno nuestro.
Mariposa, fiel a ti misma, sé como
quieras,
antes y después de mi nostalgia.
Deja que sea tu ala y que mi locura viva
conmigo cálida.
Mariposa, madre de ti misma, no me abandones
a la suerte que me destinan.
No me abandones.
De un cielo a otro semejante, pasan los soñadores,
séquito de la mariposa,
portando espejos de agua.
Nosotros podemos ser como anhelamos.
De un cielo
a otro semejante
pasan los soñadores.
La mariposa teje con la aguja de luz
los atavíos de su comedia.
La mariposa nace de sí misma
y danza en el fuego de su tragedia.
Mitad Fénix. Lo que le ha rozado nos roza.
Una semejanza agazapada entre luz y fuego,
entre dos caminos.
No. Nuestro amor no es descuido ni sabiduría.
Siempre así, así... así.
De un cielo
a otro semejante
pasan los soñadores.
La mariposa es agua que ansía volar.
Se escapa del sudor de las muchachas y crece
en la nube de los recuerdos.
La mariposa no declama el poema,
es tan ligera que rompe las palabras
como rompen los sueños los soñadores.
Que esté.
Que nuestro mañana esté con nosotros
y también nuestro pasado.
Que nuestro hoy esté presente en el banquete de
este día,
preparado para la fiesta de la mariposa.
Y los soñadores pasan sanos y salvos
de un cielo a otro semejante.
De un cielo a otro semejante, pasan los soñadores.
¿CUÁNTAS VECES TERMINARÁ LO NUESTRO?
Contempla sus días en el humo de los cigarros,
mira el reloj de bolsillo:
si pudiera, pausaría su sonido
para aplazar la maduración de la avena.
Él sale de sí mismo agotado, impaciente.
El tiempo de la mies ha llegado.
Las espigas son pesadas, las hoces descuidadas
y el país
se aleja ahora de su puerta profética.
El verano del Líbano me habla de
mis viñas en el Sur.
El verano del Líbano me habla
del más allá de la naturaleza,
pero mi camino hacia Dios comienza
desde una estrella en el Sur...
- ¿Me hablas, padre?
- Ellos han fijado una tregua en la isla de Rodas, hijo.
- ¿Y qué tenemos nosotros que ver con eso, padre?
- Y se ha terminado todo.
- ¿Cuántas veces terminará lo nuestro, padre?
- Ya se ha terminado. Han cumplido con su deber:
Han disparado con fusiles rotos contra los aviones enemigos.
Hemos cumplido con nuestro deber. Nos hemos alejado de
los acedaraques para no mover la gorra del jefe militar.
Hemos vendido los anillos de nuestras mujeres
para que cazaran pájaros, hijo.
- ¿Pero entonces, padre, nos quedaremos aquí,
bajo el sauce del viento,
entre los cielos y el mar?
- Hijo mío, todo aquí
se asemejará a algo de allí.
Seremos a nuestra imagen y semejanza
por las noches,
y la estrella eterna de la semejanza
nos consumirá.
- Padre, aligérame del peso de tus palabras.
- He dejado las ventanas abiertas al arrullo
de las palomas,
he dejado mi rostro en el brocal del pozo,
he dejado a las palabras charlando a su antojo,
colgadas en el armario,
he dejado a la oscuridad en su noche,
envuelta en la lana de mi espera,
he dejado a las nubes tendiendo sus zaragüelles
en la higuera,
he dejado al sueño engendrando al sueño
y he dejado a la paz sola,
allí en la tierra...
- ¿Estabas soñando en mi vigilia, padre?
- Levántate. Regresaremos, hijo mío.
LA ETERNIDAD DE LAS CHUMBERAS
- ¿A dónde me llevas, padre?
- En dirección al viento, hijo.
... A la salida de la llanura, donde
los soldados de Bonaparte levantaron una colina
para observar las sombras sobre
las viejas murallas de Acre,
un padre le dice a su hijo:
No tengas miedo.
No temas el silbido de las balas.
Pégate al suelo y estarás a salvo.
Sobreviviremos.
Escalaremos una montaña al norte y regresaremos
cuando los soldados vuelvan con sus familias
lejos.
- ¿Quién vivirá en nuestra casa, padre?
- Permanecerá como la hemos dejado, hijo.
Él palpa su llave como si palpara
sus miembros y se sosiega.
Al pasar por una alambrada de espinos dice:
Recuerda, hijo. Aquí los ingleses crucificaron
a tu padre durante dos noches sobre los espinos
de una chumbera, pero jamás confesó.
Tú crecerás y contarás a quien herede
sus fusiles el camino de sangre
derramada sobre el hierro...
- ¿Por qué has dejado el caballo solo?
- Para que haga compañía a la casa, hijo. Las casas
mueren cuando se marchan sus habitantes...
La eternidad abre sus puertas de lejos
a los caminantes de la noche.
Los lobos de los páramos aúllan a una luna
temerosa, y un padre le dice a su hijo:
-Sé fuerte como tu abuelo,
escala conmigo la última colina de robles
y recuerda: aquí cayó el jenízaro de
su mula de guerra.
Ven conmigo y regresaremos.
- ¿Cuándo, padre?
- Mañana, tal vez pasado mañana, hijo.
Detrás de ellos, un mañana aturdido masticaba
el viento en las largas noches de invierno,
y los soldados de Josué bin Nur construían
su fortaleza con las piedras de su casa.
Jadeantes por el camino de Caná, dice:
Por aquí pasó un día Nuestro Señor.
Aquí convirtió el agua en vino y habló
largamente del amor.
Recuérdalo mañana, hijo.
Recuerda los castillos de los cruzados
mordisqueados por la hierba de abril
tras la partida de los soldados...
PRIMEROS EJERCICIOS SOBRE UNA GUITARRA ESPAÑOLA
Dos guitarras se intercambian una moaxaja
y con su sedosa desesperanza
rompen el mármol de nuestra ausencia
sobre nuestras puertas
y hacen bailar a los robles.
Dos guitarras...
Una eternidad azul nos transporta,
dos nubes caen en el mar,
cerca de ti.
Dos olas ascienden a las escaleras
y lamen tus pasos, prenden
la sal de las playas en mi sangre
y emigran hacia las nubes de púrpura.
Dos guitarras...
El agua llora, y los guijarros y el azafrán
y llora el viento.
"Nuestro mañana no volverá".
Y la sombra llora tras la locura de un
caballo tocado por una cuerda.
En la estrechez de su horizonte,
entre los cuchillos y el abismo,
elige el arco de la flor.
Dos guitarras...
Una canción blanca para la morena.
El tiempo se rompe. Que pase su palanquín
sobre dos ejércitos:
egipcio e hitita
y se eleve el humo,
el humo coloreado de sus atavíos
sobre las ruinas.
Dos guitarras...
Sólo los pasos del nahawand* te privan de la
Andalucía de la época
y de la Samarcanda de antaño,
cual gacela que precedió a sus funerales
y voló en el soplo de las
margaritas.
¡Amor! Mi mal enfermo,
¡Basta, basta!
No olvides de nuevo tu tumba sobre mi
caballo.
Aquí, dos guitarras nos inmolarán.
Dos guitarras...
Dos guitarras...
* Nota de la escala contemporánea árabe,
también llamada kurd o kurdi. (N.T.).
MUHAMMAD ⃰
Muhammad,
acurrucado en brazos de su padre, es un pájaro temeroso
del infierno del cielo: papá, protégeme,
que salgo volando, y mis alas son
demasiado pequeñas para el viento… y está oscuro.
Muhammad,
quiere volver a casa, no tiene
bicicleta, tampoco una camisa nueva.
Quiere irse a hacer los deberes
del cuaderno de conjugación y gramática: llévame
a casa, papá, que quiero preparar la lección
y cumplir años uno a uno…
en la playa, bajo la palmera…
Que no se aleje todo, que no se aleje…
Muhammad,
se enfrenta a un ejército, sin piedras ni
metralla, no escribe en el muro: «Mi libertad
no morirá» –aún no tiene libertad
que defender, ni un horizonte para la paloma
de Picasso. Nace eternamente el niño
con su nombre maldito.
¿Cuántas veces renacerá, criatura
sin país… sin tiempo para ser niño?
¿Dónde soñará si se queda dormido…
si la tierra es llaga… y templo?
Muhammad,
ve su muerte viniendo ineluctable, pero
se acuerda de una pantera que vio en la tele,
una gran pantera con una cría de gacela acorralada; mas
al oler de cerca la leche
no se abalanza,
como si la leche domara a la fiera de la estepa.
«Entonces –dice el chico– me voy a salvar».
Y se echa a llorar: «Mi vida es un escondite
en la alacena de mi madre, me voy a salvar… yo daré fe».
Muhammad,
ángel pobre a escasa distancia del fusil
de un cazador de sangre fría. Uno
a uno la cámara acecha los movimientos del niño,
que se funde con su imagen:
su rostro, como la mañana, está claro,
claro su corazón como una manzana,
claros sus diez dedos como cirios,
claro el rocío en sus pantalones.
Su cazador debería haberlo pensado
dos veces: le voy a dejar hasta que sepa deletrear
esa Palestina suya sin equivocarse…
me lo guardo en prenda
y ya le mataré mañana, ¡cuando se subleve!
Muhammad,
un Jesusito duerme y sueña
en el corazón de un icono
fabricado de cobre,
de madera de olivo,
y del espíritu de un pueblo renovado.
Muhammad,
hay más sangre de la que precisan los noticieros
y a ellos les gusta: súbete ya
al séptimo cielo,
Muhammad.
* El poema, en la traducción de Luz Gómez García,
refiere el asesinato del niño Muhammad ad-Durra,
acribillado en brazos de su padre por soldados
del ejército israelí el 30 de septiembre de 2000, en Gaza.
Las desgarradoras imágenes del crimen
fueron televisadas en todo el mundo.
PASAJEROS ENTRE PALABRAS FUGACES
Pasajeros entre palabras fugaces:
Cargad con vuestros nombres y marchaos,
Quitad vuestras horas de nuestro tiempo y marchaos,
Tomad lo que queráis del azul del mar
y de la arena del recuerdo,
tomad todas las fotos que queráis para saber
lo que nunca sabréis:
Cómo las piedras de nuestra tierra
construyen el techo del cielo.
Pasajeros entre palabras fugaces:
Vosotros tenéis espadas, nosotros sangre,
vosotros tenéis acero y fuego, nosotros carne,
vosotros tenéis otro tanque, nosotros piedras,
vosotros tenéis gases lacrimógenos, nosotros lluvia,
Pero el cielo y el aire
son los mismos para todos.
Tomad una porción de nuestra sangre y marchaos.
Entrad a la fiesta, cenad y bailad...
Luego marchaos
para que nosotros cuidemos las rosas de los mártires
y vivamos como queramos.
Pasajeros entre palabras fugaces:
Como polvo amargo, pasad por donde queráis, pero
no paséis entre nosotros cual insectos voladores
porque hemos recogido la cosecha de nuestra tierra.
Tenemos trigo que sembramos y regamos con el rocío de nuestros cuerpos
Y tenemos, aquí, lo que no os gusta:
Piedras y pudor.
Llevad el pasado, si queréis, al mercado de antigüedades
y devolved el esqueleto a la abubilla
en un plato de porcelana.
Tenemos lo que no os gusta: el futuro
y lo que sembramos en nuestra tierra.
Pasajeros entre palabras fugaces:
Amontonad vuestras fantasías en una fosa abandonada y marchaos,
Devolved las manecillas del tiempo a la ley del becerro de oro
O al horario musical del revólver
porque aquí tenemos lo que no os gusta. Marchaos.
Y tenemos lo que no os pertenece: Una patria y un pueblo desangrándose,
Un país útil para el olvido y para el recuerdo.
Pasajeros entre palabras fugaces:
Es hora de que os marchéis.
Asentaos donde queráis, pero no entre nosotros.
Es hora de que os marchéis
a morir donde queráis, pero no entre nosotros
porque tenemos trabajo en nuestra tierra
y aquí tenemos el pasado,
la voz inicial de la vida,
y tenemos el presente y el futuro.
Aquí tenemos esta vida y la otra.
Marchaos de nuestra tierra,
de nuestro suelo, de nuestro mar,
de nuestro trigo, de nuestra sal, de nuestras heridas,
de todo... marchaos
de los recuerdos de la memoria,
pasajeros entre palabras fugaces.
MOSCAS VERDES
El espectáculo es eso. Espada y vena.
Un soñador incapaz de ver más allá del horizonte.
Hoy es mejor que mañana, pero los muertos son los que
se renovarán y nacerán cada día
Y cuando intenten dormir, los conducirá la matanza
de su letargo hacia un sueño sin sueños. No importa
el número. Nadie pide ayuda a nadie. Las voces buscan
palabras en el desierto y responde el eco
claro, herido: No hay nadie. Pero alguien dice:
“El asesino tiene derecho a defender la intuición
del muerto”. Los muertos exclaman:
“La víctima tiene derecho a defender su derecho
a gritar”. Se eleva la llamada a la oración
desde el tiempo de la oración a los
féretros uniformes: ataúdes levantados deprisa,
enterrados deprisa... no hay tiempo para
completar los ritos: otros muertos llegan
apresuradamente de otros ataques, solos
o en grupos... una familia no deja atrás
huérfanos ni hijos muertos. El cielo es gris
plomizo y el mar es azul grisáceo, pero
el color de la sangre lo ha eclipsado
de la cámara un enjambre de moscas verdes.
CADÁVERES ANÓNIMOS
Cadáveres anónimos.
Ningún olvido los reúne,
Ningún recuerdo los separa...
Olvidados en la hierba invernal
Sobre la vía pública,
Entre dos largos relatos de bravura
Y sufrimiento.
“¡Yo soy la víctima!”. “¡No, yo soy
la única víctima!”. Ellos no replicaron:
“Una víctima no mata a otra.
Y en esta historia hay un asesino
Y una víctima”. Eran niños,
Recogían la nieve de los cipreses de Cristo
Y jugaban con los ángeles porque tenían
La misma edad... huían de la escuela
Para escapar de las matemáticas
Y la antigua poesía heroica. En las barreras,
Jugaban con los soldados
Al juego inocente de la muerte.
No les decían: dejad los fusiles
Y abrid las rutas para que la mariposa encuentre
A su madre cerca de la mañana,
Para que volemos con la mariposa
Fuera de los sueños, porque los sueños son estrechos
Para nuestras puertas. Eran niños,
Jugaban e inventaban un cuento para la rosa roja
Bajo la nieve, detrás de dos largos relatos
De bravura y sufrimiento.
Luego escapaban con los ángeles pequeños
Hacia un cielo límpido.
NOS FALTA UN PRESENTE
Partamos tal como somos:
una dama libre
y su amigo fiel.
Partamos juntos en dos direcciones.
Partamos como somos, unidos
y separados.
Nada nos causa dolor,
ni el divorcio de las palomas ni el frío en las manos
ni el viento en torno a la iglesia.
Los almendros no han florecido del todo.
Sonríe para que sigan floreciendo
entre las mariposas de tus hoyuelos.
Dentro de poco tendremos otro presente.
Si te das la vuelta no verás
sino exilio tras de ti:
tu dormitorio,
el sauce de la plaza,
el río, tras los edificios de cristal
y el café de nuestras citas... todo, todo
preparado para convertirse en exilio.
¡Seamos buenos!
Partamos tal como somos:
una mujer libre
y un amigo fiel a sus flautas.
No tenemos suficiente edad para envejecer juntos,
ir a paso lento al cine,
ver el epílogo de la guerra entre Atenas y sus vecinos
y asistir dentro de poco
a la ceremonia de paz entre Roma y Cartago.
Dentro de poco los pájaros emigrarán de un tiempo a otro.
¿Este camino no es más que polvo
en forma de sentido? ¿Nos ha conducido
en un viaje efímero entre dos mitos?
¿Es necesario y somos necesarios,
como un extraño que se ve en los espejos de su extraña?
"No, éste no es mi camino a mi cuerpo".
"No hay soluciones culturales para las preocupaciones existenciales".
"Allá donde estés, mi cielo es
verdadero".
"¿Quién soy yo para devolverte el sol y la luna precedentes?".
Seamos buenos...
Partamos tal como somos:
una amante libre
y su poeta.
No ha caído suficiente
nieve de diciembre. Sonríe
y caerá como copos de algodón sobre las oraciones del cristiano.
Dentro de poco regresaremos a nuestro mañana, tras nosotros,
allí donde éramos dos niños al comienzo del amor
jugando a Romeo y Julieta
para aprender el léxico de Shakespeare...
Las mariposas volaron del sueño
como el espejismo de una paz rápida.
Nos coronaron con dos estrellas
y nos mataron en el combate por el nombre
entre dos ventanas.
Partamos, pues,
y seamos buenos.
Partamos tal como somos:
una mujer libre
y su amigo fiel.
Partamos tal como somos. De
Babilonia vinimos con el viento
y hacia Babilonia vamos...
Mi viaje no es suficiente
para que, sobre mis huellas, los pinos se conviertan
en panegíricos del lugar meridional.
Nosotros somos buenos aquí. El viento del norte
es nuestro viento y meridionales son las canciones.
¿Soy yo otra tú
y tú otro yo?
Éste no es mi camino a la tierra de mi libertad.
Éste no es mi camino a mi cuerpo
y yo no seré "yo" dos veces
ahora que mi pasado ha ocupado el lugar de mi mañana
y me he escindido en dos mujeres.
No soy oriental
ni occidental.
No soy un olivo que ha dado sombra a dos aleyas.
Partamos, pues.
"No hay soluciones colectivas para las obsesiones personales".
No es suficiente que estemos juntos
para estar juntos...
Nos falta un presente para ver
donde estamos. Partamos tal como somos,
una mujer libre
y su viejo amigo.
Partamos juntos en dos direcciones.
Partamos juntos
y seamos buenos...
PRELUDIO SOBRE EL AGUA
Tras el lejano otoño
hay treinta años,
la imagen de Rita
y una espiga que ha pasado la vida
en el correo.
Tras el lejano otoño.
Un día te quise... y me marché.
Los pájaros vuelan con mi nombre
y los matan.
Un día te quise
y lloro
porque eres más bella que el rostro
de mi madre,
más bella que las palabras
que me han dejado errante.
En el agua está tu cara,
la sombra de la tarde
lucha contra mi sombra
y me impide ver
las ventanas de mi familia.
¿Cuándo se marchitarán las rosas
en el recuerdo?
¿Cuándo se alegrarán los extraños?
Para describir el momento que flota
en el agua
hay un mito o un cielo.
Bajo el cielo lejano
te he olvidado.
Allí crecen las azucenas,
sin razón,
y los fusiles,
allí, sin enfado,
y el poema
allí, sin poeta,
y el cielo lejano
frente a las azoteas de las casas,
la gorra del guardia
y el olvido de mi frente.
Bajo el cielo extraño
nos tortura la tierra,
tu cuerpo pide fuego a las naranjas
y huye de mí.
Te quiero.
El horizonte se transforma en pregunta.
Te quiero.
El mar es azul.
Te quiero.
La hierba es verde.
Te quiero-azucena.
Te quiero-puñal.
Un día te quise
y conozco la fecha de mi muerte.
Un día te quise
sin suicidio
detrás del otoño lejano.
Peino tu pelo,
dibujo tu cintura
en el viento, estrella y fiesta.
Un día te quise.
Te quiero junto al otoño lejano.
Los pájaros pasan con mi nombre
libres,
con mi nombre pasa el día
cual jardín
y con tu nombre vivo.
Un día te quise
y vivo
tras el lejano otoño.
RECUERDO A SAYYAB
Recuerdo a Sayyab gritando en vano en el Golfo:
“¡Iraq, Iraq, nada más que Iraq...!”.
Y sólo le respondía el eco.
Recuerdo a Sayyab: en este espacio sumerio,
una mujer venció la esterilidad de la niebla
y nos legó la tierra y el exilio.
Recuerdo a Sayyab... la poesía nace en Iraq:
sé iraquí, amigo, si quieres ser poeta.
Recuerdo a Sayyab: no halló la vida que
imaginaba entre el Tigris y el Éufrates,
por eso no pensó, como Gilgamesh, en las hierbas
de la eternidad ni en la resurrección...
Recuerdo a Sayyab: tomó el código de Hammurabi
para cubrir su desnudez
y marchó, místico, hacia su tumba.
Recuerdo a Sayyab cuando, febril,
deliro: mis hermanos preparaban la cena
al ejército de Hulagu porque no tenía más siervos que...
¡mis hermanos!
Recuerdo a Sayyab: no habíamos soñado con un néctar
que no merecieran las abejas, ni con más que
dos pequeñas manos saludando nuestra ausencia.
Recuerdo a Sayyab: herreros muertos se levantan
de las tumbas para forjar nuestros grilletes.
Recuerdo a Sayyab: la poesía es experiencia
y exilio: hermanos gemelos. Y nosotros sólo soñábamos con
una vida semejante a la vida y con morir a nuestra manera.
“Iraq,
Iraq.
Nada más que Iraq...”.
¿QUIÉN SOY YO, SIN EXILIO?
Extraño como el río al borde del río... El agua
me ata a tu nombre. Nada me retorna de mi lejanía
a mi palmera: ni la paz ni la guerra.
Nada me incorpora a los Evangelios.
Nada... nada relumbra desde la costa del flujo
y el reflujo entre el Tigris y el Nilo.
Nada me desembarca de los navíos del faraón.
Nada me porta o me hace portar una idea: ni la nostalgia
ni la promesa. ¿Qué hacer? ¿Qué
hacer sin exilio y sin una larga noche
que escrute el agua?
El agua
me ata
a tu nombre.
Nada me lleva de las mariposas de mi sueño
a mi realidad: ni la tierra ni el fuego. ¿Qué
hacer sin las rosas de Samarcanda? ¿Qué
hacer en un lugar que pule los cantos con sus piedras
lunares? Ambos somos ligeros, como nuestras casas,
en los vientos lejanos. Somos amigos de los seres
extraños entre las nubes... dos restos de
la gravitación de la tierra de identidad. ¿Qué haremos? ¿Qué
haremos sin exilio y sin una larga noche
que escrute el agua?
El agua
me ata
a tu nombre.
No queda de mí más que tú, y no queda de ti
más que yo, un extraño que acaricia el muslo de su extraña. ¡Oh,
extraña! ¿Qué haremos con la tranquilidad que
nos queda y con una siesta entre dos mitos?
Nada nos lleva: ni el camino ni la casa.
¿Este camino ha sido siempre igual,
o nuestros sueños lo han cambiado
tras hallar, entre los mongoles, un caballo
en la colina?
¿Qué haremos?
¿Qué
haremos
sin
exilio?
TE MATARON EN EL VALLE
Te regalo mi recuerdo ante la mirada del tiempo,
te regalo mi recuerdo.
¿Qué dice el fuego en mi país?
¿Qué dice el fuego?
¿Has sido mi amor
o una tempestad sobre las cuerdas?
Yo soy extranjero en mi propio país,
extranjero.
Te regalo mi recuerdo bajo la mirada del tiempo,
te regalo mi recuerdo.
¿Qué le dice el relámpago al cuchillo?
¿Qué dice el relámpago?
¿Fuiste en Hattin ⃰
un símbolo de la muerte de Oriente?
¿Y yo soy Saladino
o un esclavo de los cruzados?
Te regalo mi recuerdo ante la mirada del tiempo,
te regalo mi recuerdo.
¿Qué dice el sol en mi país?
¿Qué dice el sol?
¿Estás muerta sin sudario
y yo estoy sin Jerusalén?
Despuntó del valle.
Dicen que redujo el valle y se ocultó.
Su belleza secreta rodeó las pequeñas espigas
y resolvió las preguntas de la tierra.
Los de mi generación ¿recordáis el verano?
Flores de Hebrón
y huérfanos de Hebrón
¿recordáis el verano
que asciende de sus dedos
y abre todas las puertas?
Una violeta le dijo a su vecina:
tengo sed.
Abdallah me regaba.
¿Quién se ha llevado la juventud
de los jóvenes?
Despuntó del valle
y en el valle se muere.
Nosotros crecemos entre cadenas.
Despuntó del valle de pronto
y en el valle se muere por etapas.
Ahora nos alejamos de él generación tras generación,
vendemos las aceitunas de Hebrón gratis,
vendemos las piedras de Hebrón,
vendemos la historia de Hebrón,
y la vendemos
para comprar en su pecho la imagen
de un asesinado luchando.
No reconocí el amor de cerca.
Que lo reconozca mi muerte.
Mi infancia-Troya árabe
pasa y no vuelve.
Todos los puñales están en ti.
Elévate
verdor del limón,
brilla en la noche
y aumenta el llanto
de los que llegan.
El viento está en un puñal
y nuestra sangre es crepúsculo.
No quemes tu pañuelo verde,
la noche se quema.
Bienaventurada la serpiente que ha dormido
en la madera derruida.
Bienaventurada la espada que convierte al cuello
en ríos de libertad.
No reconocimos al amor de cerca.
Que se enfade el enfado.
Caminamos a la Troya árabe
y la lejanía se acerca.
No recuerdas
cuando escapamos de ti
hacia los vastos exilios.
Aprendimos los idiomas universales
y el cansancio del largo viaje
hacia el ecuador.
Aprendimos a dormir en todos los trenes,
lentos y rápidos,
el amor en el puerto
y el cortejo preparado para todo tipo de mujeres.
Aprendimos la amistad de cada herida,
la lucha de los enamorados,
el deseo envasado
y la sopa sin sal.
¡Oh país lejano!
¿Se ha perdido mi amor en el correo?
Ni el beso de goma nos llega
ni el óxido de hierro.
Todos los países son el nuestro
y nuestra parte de ellos es el correo.
No recuerdas
cuando escapamos de ti
a las cárceles.
Hemos aprendido a llorar sin lágrimas
y a leer las paredes, los cables y la triste luna,
libertad,
una paloma,
la satisfacción de Jesús
y la escritura de los nombres:
Aisha se despide de su esposo
y vive Aisha,
viven los perfumes de la sangre, el rocío y el jazmín.
¡Oh rostro lejano!
Te mataron en el valle
pero no te mataron en mi corazón.
Quiero que reconstruyas mi espontaneidad
oh rostro lejano.
Recuérdanos
cuando te buscamos en la hecatombe.
Que se quede tu brazo que da al mar
y la sangre en los jardines,
y sobre nuestro renacimiento se alce
un puente.
Que se queden todas las azucenas
de la palma húmeda
en su jardín,
pues llegamos.
¿Quién compra a la muerte un billete hoy
sino nosotros? ¿Quién?
Hemos exprimido todas las nubes
de los mapas del mundo
y los poemas de la nostalgia por el país.
Ni su agua riega
ni sus anhelos queman
ni construye un país.
Recuérdanos.
Nosotros te recordamos como un verdor
que surge de cada sangre,
barro y sangre
sol y sangre
flores y sangre
noche y sangre,
y te desearemos
cuando despuntes del valle
y desciendas al valle
cual gacela que nada
en un campo de sangre
sangre
sangre
sangre.
Oh beso que duerme sobre un cuchillo,
manzana de besos.
¿Quién recuerda el sabor que queda
-no estando tú-
como el jardín de la esperanza?
- Hemos crecido, infeliz,
me dijo la vida.
- ¿Y mi amor?
- Los muertos no crecen.
- ¿Y mis lunas?
- Se cayeron con la casa.
¡Oh beso que duerme sobre un cuchillo!
¿Te acuerdas de mi boca?
Te quiero cuando te quemas.
¿Quemarás mi sangre?
Amo tu muerte cuando me lleva
a mi país
cual lirio ardiente
o pájaro hambriento.
¡Oh beso que duerme en un cuchillo!
La naranja ilumina nuestra ausencia,
la naranja ilumina,
el jazmín excita nuestra soledad
pero el jazmín es inocente.
¡Oh beso que duerme en un cuchillo!
Te despiertas en la frontera del mañana,
te despiertas ahora
y diseminas la costa negra
como el viento y el olvido.
¡Oh beso que duerme en un cuchillo!
El éxodo ha crecido,
ha crecido el amarillo de las rosas
¡Oh mi amor asesinado!
Ha crecido el vagabundeo por la luz de un mundo
que me ignora,
ha crecido la tarde en las calles de cada destierro,
ha crecido la tarde en las ventanas de cada cárcel,
ha crecido en todas las direcciones,
ha crecido en todas las estaciones,
y te veo
alejándote, alejándote por el valle lejano.
Abandonas nuestros labios,
abandonas nuestra piel,
abandonas...
Eres una fiesta.
Te veo.
Las palmeras caen.
¿Qué dijo Abdallah?
- En la época avara
proliferan los niños, el recuerdo
y los nombres de Dios.
Te veo.
Cada mano grita allí.
Fuimos pequeños,
las cosas estaban preparadas
y el amor era un juego.
te veo.
Mi cara dentro de ti me conoce
como la abundante arena conoce
todo su amor por la playa.
Te alejas de mí
y la muerte es un juego.
Te veo.
Los olivos inclinan la cabeza
a un viento pasajero.
Todas las raíces están aquí,
aquí están
todas las pacientes raíces.
Que se quemen todos los vientos negros
en unos ojos milagrosos
¡Oh mi valiente amor!
No queda nada por qué llorar.
Adiós.
Las ceremonias de despedida han crecido
y la muerte es una etapa que hemos comenzado.
La muerte se ha perdido,
se ha perdido
en el alboroto del nacimiento.
Extiéndete desde el valle
hasta la causa del éxodo
cual cuerpo que corre sobre cuerdas,
cual gacela de lo imposible.
⃰ Batalla en la que Saladino
venció a los cruzados.
TENGO LA SABIDURÍA DEL CONDENADO A MUERTE
Tengo la sabiduría del condenado a muerte:
No tengo cosas que me posean.
He escrito mi testamento con mi sangre:
“¡Confiad en el agua, moradores de mis canciones!”.
He dormido ensangrentado y coronado con mi mañana...
He soñado que el corazón de la tierra era mayor que
su mapa
Y más claro que sus espejos y mi cadalso.
He creído que una nube blanca me
ascendía,
Como si yo fuera una abubilla con el viento por alas.
Y al alba, la llamada del sereno
me despierta de mi sueño y de mi lenguaje:
Vivirás en otro cadáver.
Modifica tu último testamento.
Se ha retrasado la fecha de la segunda ejecución.
¿Hasta cuándo?, pregunto.
Esperaré a que mueras más.
No tengo cosas que me posean, respondo,
he escrito mi testamento con mi sangre:
“¡Confiad en el agua,
moradores de mis canciones!”
Y yo, aunque fuera el último,
encontraría las palabras suficientes...
Cada poema es un cuadro.
Pintaré ahora para las golondrinas
el mapa de la primavera,
para los que pasan por la acera, el azufaifo
y para las mujeres el lapislázuli...
El camino me llevará
y yo le llevaré a hombros
hasta que las cosas recobren su imagen
verdadera,
Luego oiré lo genuino:
Cada poema es una madre
que busca a su hijo en las nubes,
cerca del pozo de agua.
“Hijo, te daré el relevo.
Estoy encinta”.
Cada poema es un sueño.
He soñado que soñaba.
Me llevará y le llevaré
hasta que escriba la última línea
en el mármol de la tumba:
“Me he dormido para volar”.
Y llevaré al Mesías zapatos de invierno
para que camine como los demás
desde lo alto de la montaña hasta el lago.
NOSOTROS AMAMOS LA VIDA
Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella,
bailamos entre dos mártires y erigimos entre ellos un alminar de
violetas o una palmera.
Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.
Robamos un hilo al gusano de seda para construir nuestro cielo y concluir este éxodo.
Abrimos la puerta del jardín para que el jazmín salga a las calles cual hermosa mañana.
Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.
Allá donde estemos, cultivamos plantas que crecen deprisa y recogemos mártires.
Soplamos en la flauta el color de la lejanía, dibujamos un relincho en el polvo del camino
y escribimos nuestros nombres piedra tras piedra. ¡Oh, relámpago!
Ilumina para nosotros la noche, ilumínala un poco.
Nosotros amamos la vida cuando hallamos un camino hacia ella.
PASAPORTE
No me han reconocido en las sombras que
difuminan mi color en el pasaporte.
Mi desgarrón estaba expuesto
al turista amante de postales.
No me han reconocido… Ah, no prives
de sol a la palma de mi mano,
porque el árbol
me conoce…
Me conocen todas las canciones de la lluvia,
no me dejes empalidecer como la luna.
Todos los pájaros que ha perseguido
la palma de mi mano a la entrada del lejano aeropuerto,
todos los campos de trigo,
todas las cárceles
todas las tumbas blancas
todas las fronteras
todos los pañuelos que se agitaron,
todos los ojos
estaban conmigo, pero ellos
los borraron de mi pasaporte.
¿Despojado de nombre, de pertenencia,
en una tierra que ha crecido con mis propias manos?
Job ha llenado hoy el cielo con su grito:
¡no hagáis de mí un ejemplo otra vez!
Señores, señores profetas,
no preguntéis su nombre a los árboles,
no preguntéis por su madre a los valles:
de mi frente se escinde la espada de la luz,
y de mi mano brota el agua del río.
Todos los corazones del hombre… son mi nacionalidad:
¡retiradme el pasaporte!
EN EL LARGO ÉXODO TE AMO MÁS
En el largo éxodo te amo más. Dentro de poco
cerrarás la ciudad. Yo no tengo corazón en tus manos ni
camino que me lleve. En el largo éxodo te amo más.
El granado de nuestro honor, después de tu pecho, ha perdido su
savia. Leves son las palmeras,
las colinas, nuestras calles en el crepúsculo
y la tierra cuando se despide de su tierra. Leves son las palabras
y los cuentos sobre las escaleras de la noche. Pero mi corazón es pesado.
Déjalo allí, aullando en torno a tu casa y llorando los bellos días.
No tengo más patria que ella. Al partir te amo más.
Vacío el alma de las últimas palabras: te amo más.
Al partir, las mariposas guían nuestras almas. Al partir
nos acordamos de un botón de la camisa perdido y olvidamos
la corona de nuestros días. Recordamos el olor del sudor con perfume de melocotón y olvidamos
la danza de los caballos en la noche de bodas. Al partir
nos igualamos al pájaro, nos apiadamos de nuestros días y nos contentamos con poco.
Me basta de ti el puñal dorado que hacía danzar mi corazón moribundo.
Mátame lentamente y diré: te amo más de lo que
dije antes del gran éxodo. Te amo. Nada me causa dolor,
ni el aire ni el agua ni la albahaca en tu mañana ni
el lirio en tu tarde me causa dolor después de este éxodo.
PROMESAS DE TORMENTA
Sea.
Tengo que rechazar la muerte,
prender fuego a las lágrimas de las canciones,
y desnudar al olivo
de todas sus ramas falsas.
Si canté a la alegría semioculta
en los párpados de los ojos temerosos,
es porque la tormenta
me ha prometido un vino,
y arco iris.
Es porque la tormenta
ha barrido la voz de los pájaros memos,
y las ramas prestadas
a los troncos de los árboles altos.
Sea.
Tengo que presumir de ti,
¡oh, mi ciudad herida!
De ti, ¡oh cuadro relampagueante en nuestras noches tristes!
La calle frunce el ceño a mi presencia,
pero tú me proteges de las sombras
y las viles miradas.
Cantaré a la alegría
semioculta en los párpados de los ojos con miedo.
Desde que en mi país soplara la tormenta,
me ha prometido un vino,
y arco iris.
LO IMPOSIBLE
Moriré de nostalgia.
Moriré de pasión.
Moriré estrangulado,
o degollado.
Pero nunca diré:
Nuestro amor ha pasado,
terminó.
Pues nuestro amor no muere.
Índice
01...... EL ROSTRO DE MI ABUELO
02...... CANCIÓN DE AMOR SOBRE LA CRUZ
04...... CANTOR DE LA SANGRE
06...... CONFESIÓN
07...... DIJO EL CANTOR...
08...... ENAMORADO DE PALESTINA
13...... INEVITABLE
15...... FUERA DE LA LEYENDA
16...... EL MÁRTIR DE LA CANCIÓN
18...... EL MUERTO NÚMERO 18
19...... LOS OJOS DE LOS MUERTOS EN LAS PUERTAS
22...... LOS PAÑUELOS
23...... LA NIÑA / EL GRITO
24...... POEMAS DE UN ANTIGUO AMOR
30...... LA ROSA Y EL DICCIONARIO
32...... A MI MADRE
33...... CANTOR DEL ARREPENTIMIENTO
35...... CARNET DE IDENTIDAD
39...... CUANDO CAE LA LUNA
41...... EL LIMONERO
41…… EL MUERTO NÚMERO 48
43...... LA MUERTE, GRATIS
45...... UNA RIMA POR LAS MOAL – LAQAS.
48...... PALABRAS PARA UN AMIGO MUERTO
53...... PATRIA
54…… DE UN CIELO A OTRO SEMEJANTE PASAN LOS SOÑADORES
56…… ¿CUÁNTAS VECES TERMINARÁ LO NUESTRO?
59…… LA ETERNIDAD DE LAS CHUMBERAS
61…… PRIMEROS EJERCICIOS SOBRE UNA GUITARRA ESPAÑOLA
63…… MUHAMMAD
66…… PASAJEROS ENTRE PALABRAS FUGACES
69…… MOSCAS VERDES
70…… CADÁVERES ANÓNIMOS
72…… NOS FALTA UN PRESENTE
75…… PRELUDIO SOBRE EL AGUA
78…… RECUERDO A SAYYAB
80…… ¿QUIÉN SOY YO, SIN EXILIO?
82…… TE MATARON EN EL VALLE
91…… TENGO LA SABIDURÍA DEL CONDENADO A MUERTE
93…… NOSOTROS AMAMOS LA VIDA
94…… PASAPORTE
96…… EN EL LARGO ÉXODO TE AMO MÁS
97…… PROMESAS DE TORMENTA
98…… LO IMPOSIBLE