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Dios Se Revela Así Mismo Expo

1) El documento discute cómo el Antiguo Testamento anticipa la revelación trinitaria de Dios a través de nombres como El, Elohim y Yahvé, y figuras como la Palabra, la Sabiduría y el Espíritu. 2) Explica que Israel progresó de ver a Dios como el Dios de la alianza a reconocerlo como el único Creador del universo. 3) Señala que aunque raramente se le llama Padre, la paternidad de Dios se basa en su elección y liberación de Israel.
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Dios Se Revela Así Mismo Expo

1) El documento discute cómo el Antiguo Testamento anticipa la revelación trinitaria de Dios a través de nombres como El, Elohim y Yahvé, y figuras como la Palabra, la Sabiduría y el Espíritu. 2) Explica que Israel progresó de ver a Dios como el Dios de la alianza a reconocerlo como el único Creador del universo. 3) Señala que aunque raramente se le llama Padre, la paternidad de Dios se basa en su elección y liberación de Israel.
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SEMINARIO MAYOR “LA ANUNCIACIÓN” DE CD.

ALTAMIRANO
ETAPA DE TEOLOGÍA
DOGMA: TRINIDAD
PROFESOR: PBRO. LIC. MARCELINO TRUJILLO
ALUMNO: SEM. MOISÉS ASCENCIO CHÁVEZ

I. DIOS SE REVELA ASÍ MISMO: EL AMOR TINITARIO


Si la revelación que Dios hace de sí mismo en el NT es realizada a través de una economía
de la salvación que está estructurada trinitariamente y no desde una teoría o doctrina
acabada sobre su misterio, esta forma y figura trinitaria de comunicación tiene que estar de
alguna u otra manera anticipada y prefigurada en el AT.

Esta mirada retrospectiva al AT no podemos realizarla buscando textos aislados (Gén 1,26;
18,1-15), para ver en ellos un anticipo de la revelación trinitario de Dios, sino viendo en la
historia de la salvación narrada en el AT una incipiente y preparatoria estructura trinitaria
de revelación de Dios. Ya sea desde los nombres que Israel utiliza para nombrarlo e
invocarlo: El, Elohim, Sadday y Yahvé, desde el testimonio que Israel nos ofrece de él
confesando y describiendo su presencia y acción de Dios en la historia y, desde ella,
decirnos como es Dios; o desde las figuras de mediación: Dabar (palabra), Hochma
(sabiduría) y Ruah (espíritu) que son presentadas de forma personificada como mediaciones
de las que Dios se sirve para realizar su proyecto de salvación.

El nombre, en sentido bíblico, nos revela el ser y la naturaleza de una persona a través de la
misión y de las acciones que realiza. El nombre de Dios tiene una importancia fundamental
pues nos está diciendo dos cosas. La primera es que Dios se revela así mismo en lo que él
es, pero no de una manera abstracta, sino interviniendo en la historia. La segunda es que
Dios entra en relación con su pueblo (con el nombre). El nombre debe llegar a la realidad
misma, pero para ponerla en relación. El nombre es lo que posibilita y hace que podamos
nombrar en relación con la realidad, con la persona invocada y entrar. Así el AT no nos
ofrece un concepto de Dios fruto y resultado del pensamiento, sino que nos dice que Dios
nos revela su nombre, es decir, se pone a nuestra disposición para que pueda ser invocado y
entre así en contacto y relación con la historia de los hombres.

En la llamada de Moisés, Dios declara, en el acto de una autorrevelación libre, en una


teofanía (Ex 3,2:_________ como termino técnico de la autorrevelacion divina; también
1
1Cor 15,5), que es el Dios de los padres, que comunica su esencia en la proexistencia a
favor de Israel:

“Dijo Dios a Moisés: Yo soy el que soy. Así hablarás a los hijos de Israel: El “Yo
soy” me envía a vosotros… Yavhéh, el Dios de vuestros padres, el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el de Jacob me ha enviado a vosotros. Éste es mi
nombre para siempre; éste es mi título de generación en generación” (Éx 3,14s.;
Os 1,9; 14,6; Zac 8,23, Is 7,14; Mt 1,23).

Dios revela su esencia, inaccesible a la razón humana creada y atada al mundo, a través de
su actuación histórica para salvar a su pueblo. Esta actuación consiste en que la presencia
eficaz de Dios en la creación, en la historia de la alianza de Israel y en la consumación
universal en el eskhaton de la historia está marcada por su “estar-aquí” y su “ser-para” los
hombres. La esencia interna de Dios aparece así como autorrealización y su
autocomunicación en el amor (Os 2,21s.; Jer 31, 3; Jn 4,8.16).

El nombre de Dios expresa tanto la presencia como de la trascendencia de Dios. En el AT


hay cuatro nombres fundamentales para referirse a Dios: El, Elohim, El Sadday y Yahvé.
De los cuatro el más importante es el último, pero no podemos olvidar el resto, ya que nos
muestran aspectos distintos de la revelación del único Dios.

1.1. LA PROMESA: EL DIOS DE ISRAEL (AT)

La alianza de Dios con el pueblo de Israel se resume en esto: “Yo seré su Dios y ellos serán
mi pueblo” (Éx 19,5). La fe pues de Israel se apoya en la intervención histórica de Dios a
favor de su pueblo. El credo primitivo de Israel se limita a recitar estas intervenciones de
Dios a favor de su pueblo (Dt 26,5-9).

Hay una característica del Dios de Israel que sobresale: es el Dios único (monoteísmo).
Según Van Imschoot, la idea del monoteísmo entró en Israel después de largos esfuerzos y
solo tras el exilio llegó a las masas populares. Los antepasados de Abraham, el padre del

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pueblo hebreo, “servían a otros dioses” (Jos 24,2.14.15). Moisés el el verdadero fundador
de la religión de Israel. Yavhé es el Dios de Israel después de Egipto (Os 12,10; 13,4). Y así
los profetas que se consideraban no innovadores, sino continuadores de la obra de Moisés,
buscan volver al Dios único de Israel.

Los profetas en su totalidad expresan la fe en el más estricto monoteísmo. Elías, que enlaza
manifiestamente con Moisés (1Re 19), pone al rey Acaz ante la alternativa de adorar al
único Dios de Israel que es Yahvé o a Baal (1Re 18,21). Para Amos, Yahvé no solo es el
Dios de Israel, sino el Dios de los pueblos extranjeros (Am 1,3-15; 9,7), del cielo y de la
tierra (Am 5,8; 7,4; 8,9). Isaías subraya, ante todo, la santidad de Yahvé, Yahvé es el Santo
(Is 1,4; 5,19.24; 6,3; 10,17). Solo él se halla elevado por encima de todo lo que es caduco.
Jeremías echa en cara al pueblo el haber escuchado a Yahvé para seguir después a dioses
que no son dioses (Jer 5,7). Por ello, los profetas han contribuido de forma poderosa al
monoteísmo de Israel.

Ahora bien, el pueblo de Israel en el exilio –el destierro de Babilonia- como castigo y es
precisamente en el exilio cuando Israel ensancha la perspectiva de su Dios. Israel pasa de la
experiencia de la potencia de Dios a la conciencia de su poder único y absoluto:

“La palabra del Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos; encierra en
un odre las aguas marinas, mete en un depósito el océano. Tema el Señor la tierra
entera, tiemblen ante Él los habitantes del orbe: porque Él lo dijo, y existió; Él lo
mandó, y surgió” (Sal 33,6-9).

Ve Israel la creación como palabra de Dios y, por tanto, como revelación, como eco de la
majestad y sabiduría divina (Sal 19,2-5; Job 25,7-14; Prov 8,22-31; Sab 13,1-9). Es, sobre
todo, en el Deuteroisaías –segunda parte del libro profético de Isaías cc, 40.55- donde la
potencia creadora de Dios se convierte en el tema central del mensaje profético y se invoca
la creación primitiva para acreditar las grandes promesas de salvación.

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Israel llega desde el Dios de la alianza al Dios de la Creación, al Dios único. Israel no debe
a Grecia ni el concepto de la creación, que la filosofía griega ignora, ni el de la historia, ni
el de persona. Para los griegos, la historia lineal no existe: todo se basa en el eterno retorno
de las cosas. Para Israel, la historia está proyectada por la promesa mesiánica hacia el
futuro. La persona está tanto más dignificada cuanto que está llamada a una intimidad
dialogal con el Dios de la alianza. Una persona que es creada para la intimidad personal con
Dios tendrá por siempre una dignidad sagrada y absoluta. No es ya simple naturaleza
(physis), sino un sujeto llamado a la comunión con Dios. El Deuteronomio es consciente de
esta proximidad de Yahvé:

En efecto, ¿hay alguna nación tan grande que tenga dioses tan cerca como lo está
Yahvé nuestro Dios siempre que lo invocamos?” (Dt 4,7).

¿Concibió Israel a su Dios como Padre? En el AT, raramente se le llama a Dios Padre, al
menos en los primeros libros. La idea de Dios y Padre no viene vinculada a la idea de
creación, sino escasamente (Mal 1,6; 2,10; Is 45,10ss.; Sal 29,1; 89,7). Ante todo, Dios es
considerado como Padre en relación con el pueblo elegido, su paternidad no se extiende a
todos los hombres, Israel es reconocido como hijo de Dios o su primogénito, porque Dios
lo ha elegido entre todas las naciones como su propiedad (Éx 4,22ss). Moisés tuvo también
que recordar al pueblo que Dios había establecido una relación especial con él: ¿No es él tu
Padre, que te creó, que te hizo y constituyo? (Dt 23,6).

Los profetas recogen después estos temas. Oseas recoge el oráculo de Dios: Cuando Israel
era un niño, yo lo amé y de Egipto llamé a mi hijo (Os 11,1). Y en Jeremías se oye decir a
Yahvé: Yo soy un padre para Israel, Efraín es mi primogénito (Jer 31,9). Cuando la
paternidad de Dios se refiere al pueblo, se basa más bien en el acontecimiento de su
liberación y constitución en el desierto: ¿Así pagas al Señor, pueblo insensato y necio? ¿No
es Él tu Padre, que te crió, el que te hizo y te estableció? (Dt 32,6).

Es pues, un Padre lleno de misericordia hacia su pueblo: “Efraín es para mi un hijo querido,
un niño predilecto; pues, cada vez que lo amenazo, vuelvo a pensar en él: mis entrañas se
conmueven y me lleno de ternura hacia él” (Jer 31,20).

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Dios aparece también en Israel como Padre del Mesías, como vemos en la profecía de
Natán a David (2Sam 7,11-16; 1Crón 17,10-14; 22,8-10; 28,6ss). Este concepto de filiación
divina respecto del Mesías lo encontramos también en el Salmo 2, cuando durante el rito de
entronización del rey: “Voy a proclamar el decreto del Señor. Él me ha dicho: Tu eres mi
hijo, yo te he engendrado hoy” (Sal 2,7).

Como la revelación del AT no es más que figura de la del NT (Hebr 10,1), no hay que
esperar que en el AT se haga una declaración precisa, sino únicamente una alusión velada,
al misterio de la Trinidad.

1. Dios habla de sí mismo usando con frecuencia el plural; Gen 1, 26: “Hagamos al
hombre a nuestra imagen y semejanza; Gen 3, 22; 11, 7. Los santos padres
interpretaron estos pasajes a la luz del NT, entendiendo que la primera persona
hablaba a la segunda o a la segunda y tercera; (San Ireneo Adv. Haer. IV, 20, 1).
Probablemente la forma plural se usa para guardar la concordancia con el nombre
de Dios “Elohim”, que tiene terminación de plural.
2. El Ángel de Yahvé de las teofanías del AT es llamado Yahvé, El y Elohim, y se
manifiesta como Elohim y Yahvé. Con ello parece que se indica que hay dos
personas que son Dios: la que envía y la que es enviada; Gen 16, 7-13; Ex 3, 2-14.
Los padres de la Iglesia primitiva, teniendo en cuenta el pasaje de Is, 9, 6 y Mal, 3,
1. Entendieron por Ángel de Yahvé al Logos. Los santos padres posteriores,
principalmente San Agustín y los autores escolásticos, opinaron que el Logos se
servía de un ángel creado.
3. Las profecías mesiánicas suponen distinción de personas en Dios al anunciar de
forma sugerente al Mesías, enviado por Dios, como Dios e Hijo de Dios; Ps 2, 7:
Díjome Yahvé: Tú eres mi Hijo, hoy te he engendrado; Is 9, 6 (M 9, 5): que tiene
sobre su hombro la soberanía, y que se llamará maravilloso consejero, Dios fuerte,
Padre sempiterno, Principe de la paz; Is 35, 4: viene El mismo (Dios) y El nos
salvará; Ps 109, 1-3; 44, 7; Is 7, 14 (Emmanuel = Dios con nosotros); Mich 5, 2.
4. Los libros sapienciales nos hablan de la Sabiduría divina como de una hipótesis
junto a Yahvé. Ella procede de Dios desde toda la eternidad (según Prov 8, 24 s
procede por generación), y colaboró en la carnación del mundo; Prov 8, 22-31;

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Eccli 24, 3-22 (G); Sap 7, 22 – 8, 1; 8, 3-8. A la luz del NT podemos ver que la
Sabiduría de que nos hablan los libros del AT una alusión a la persona divina del
Logos.

La revelación de la Trinidad en la vida de Jesús (Nuevo Testamento)

El punto de partida del discurso teológico sobre Dios es la revelación en Jesucristo, quien
con su persona da testimonio de una doble relación: con el Padre, a quién llama Abba y con
quien vive una relación de absoluta intimidad y obediencia en su misión por el Reino; y con
el Espíritu, fuerza e impulso para el ejercicio de la misión mesiánica y don del Resucitado a
los discípulos. El acontecimiento pascual es el acontecimiento trinitario en el que se nos
revela en plenitud el misterio de Dios.

“No existe otro acceso al misterio trinitario que el de la revelación en Jesucristo y en el


Espíritu Santo, y ninguna afirmación sobre la trinidad inmanente se puede alejar ni siquiera
un ápice de la base de las afirmaciones neotestamentarias, si no quiere caer en el vacío de
las frases abstractas e irrelevantes desde el punto de vista histórico salvífico” (Balthasar,
Teológica 2, 125).

Solo tenemos acceso al misterio trinitario de Dios a través de la revelación de Jesucristo


testimoniada en el Nuevo Testamento. Este testimonio de la revelación nos remite a unos
textos, estos a unos testigos y finalmente estos testigos a unos hechos que nos llevan a una
persona. Este es el punto de partida de la teología trinitaria: la persona de Jesús en su
relación al Padre y al Espíritu. Esto es lo que constituye el centro de la doctrina teológica
sobre Dios en el Nuevo Testamento. Jesús no revela a un Dios distinto de aquel que es el
sujeto de la fe monoteísta del pueblo de Israel (Dt. 6,4; Ex 20,2s), pero al revelarlo en
relación a su propia persona ungida por el Espíritu, hace que ese Dios tenga que ser
comprendido de ahora en adelante en relación al Hijo y al Espíritu.

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a) La Encarnación (Lc 1, 26-37)

En el relato de la Anunciación habla así el ángel del Señor, según Lc 1, 35: (El) Espíritu
Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que va a
nacer será santo y le llamarán Hijo de Dios. Este será grande y llamado Hijo del Altísimo y
el Señor Dios le dará el trono de David su padre (Lc 1,32). Se hace mención de tres
personas: el Altísimo, el Hijo del Altísimo y el Espíritu Santo.

b) La transfiguración de Jesús en el monte Tabor

Hay en la vida de Cristo un episodio que en los evangelios sinópticos supone el eje de los
mismos: la confesión de Pedro (Mc 8,27-30; Lc 9,19-21; Mt 16,13-20). Inmediatamente
después viene por parte de Jesús el primer anuncio de su pasión y la escena de la
transfiguración (Mc 9,2-8). Esta escena no solo aparece narrada en los tres sinópticos, sino
que a ella alude San Pedro cuando recuerda que oyó estas palabras que venían del cielo
estando con Cristo en el monte santo (2Pe 1,18).

Jesús ha sido confesado Mesías, Hijo de Dios, por parte de Pedro; pero comienza el camino
hacia Jerusalén y la marcha hacia la cruz. El Padre viene en este momento a confortar al
que va a emprender el camino de Jerusalén y a presentar la condición profética de su Hijo.
La escena culmina en la voz venida del cielo: Este es mi Hijo amado; escuchadle (Mc 9,7).
En resumen, la escena presenta a Jesús como Hijo a quien hay que escuchar, Jesús, Hijo
único de Dios, es el profeta supremo enviado por Dios para proclamar la gran Revelación.
Esta teofanía, a diferencia de la bautismal, que se dirige a Jesús para instituirle en su misión
profética, se dirige a los apóstoles, con el fin de urgirles a escuchar la palabra de Cristo, el
cual encana en su persona la promesa hacha por Dios de enviar un profeta semejante a
Moisés. Pero, aparte de estas manifestaciones que vienen del cielo, Cristo se presenta como
el Hijo único en los sinópticos.

c) El Bautismo de Jesús

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La teofanía que tuvo lugar después del bautismo de Jesús lleva consigo una revelación de la
Trinidad; Mt 3, 16s: vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y venía sobre él, y
una voz que salía de los cielos decía: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco. El
que habla es Dios Padre. Jesús es el Hijo de Dios, su Hijo único, por lo tanto, el verdadero
y propiamente dicho Hijo de Dios. Hijo amado, efectivamente, según la terminología
bíblica, significa -hijo único- (Gén 22, 2, 12 y 16, según M y G; Mc 12,6). El Espíritu
Santo aparece bajo símbolo especial como esencia sustancial, personal, junto al Padre y al
Hijo.

d) La Trinidad en boca de Jesús. El mandato de envío a los


Apóstoles

Mt 11,25-27 Se trata aquí, de una relación única entre el Padre y el Hijo y a ella solo
pueden acceder los hombres, bien por revelación del Padre, bien por revelación del Hijo. Es
algo que concuerda totalmente con lo que leemos en Juan: A Dios nadie lo vio jamás, el
unigénito que está en el seno del Padre le ha dado a conocer (Jn 1,18). Es una clara
afirmación, por tanto, de que Jesús respecto del Padre está en una relación única de amor y
conocimiento recíproco que lo sitúa en una condición de igualdad con él.

Es un dato de suma importancia que en la relación que Cristo tiene con el Padre nunca se
dice que cree en Él o que cree en Dios. Ni una sola vez en el NT. Cristo ve al Padre y da
testimonio de lo que ve (Jn1,18; 6,46) o tiene con Él una relación de conocimiento y de
amor recíproco y único. Curiosamente ese Cristo del que nunca se dice que cree en Dios,
pide que se crea en él (Jn 14,1) o que se acepte su palabra sobre la relación única que tiene
con el Padre: Si no me creéis a mí por lo que yo os digo, creedme al menos por las obras y
sabéis que yo estoy en el Padre y el Padre en mí (Jn 10,37-38).

En el sermón de despedida, Jesús promete otro Abogado (Paraclitus), el Espíritu Santo o


Espíritu de verdad, que Él mismo y su Padre enviarán; Jn 14, 16: Y yo rogaré al Padre, y os
dará otro Abogado que estará con vosotros para siempre Jn 14, 16 y 15, 26. El Espíritu
Santo, que es enviado se distingue claramente como persona del Padre y del Hijo que lo
envían. La denominación del (Paraclitus) y las actividades que se le asignan (enseña dar
testimonio) suponen una subsistencia personal.

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Donde se revela más claramente el misterio de la Trinidad es en el mandato de Jesucristo de
bautizar a todas las gentes; Mt 28, 19: Id, pues, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en
el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Trátase aquí de tres personas distintas,
como se ve, con respecto al Padre y al Hijo, por su oposición relativa, y con respecto al
Espíritu Santo, por ser éste equiparado totalmente a las otras dos personas, lo cual sería
absurdo si se tratara únicamente de un atributo esencial. La unidad de esencia de las tres
personas se indica con la formula singular. La autenticidad del pasaje está plenamente
garantizado por el testimonio unánime de todos los códices y versiones. En cuanto forma
litúrgica se halla bajo el influjo del kerygma cristiano primitivo.

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