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Colmillo Blanco ex un perre-lobo salvaje que no conoce mas
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‘migculoa para sobrevivir en medio do una naturale=a
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I
-Colmillo Blanco
BLN a tol ole)INDICE
PRIMERA PARTE,
[Brasro dela presa
Laloba
EL grito del hambre
‘SEGUNDA PARTE
La tatalla de les colillos
Las eachorros
Fl lobato gris
1 maro del mundo
Ley el sustento
TERCERA PARTE,
Las dies del fuego
La esclavitud
1 vagabundo
El camino de Jos dioses
leontato
EL hare
‘CUARTA PARTE
Elenemigo de su raza
Elis loco
Elreinado del oo
Elabrazo de la muerte
Elindomable
El ios del amor
"
18
25
30
34
37
B
n
87
91(QUINTA PARTE
largo vise
Las tras del Sur
El dominio de los doses
{a Tamada dela sangre
Ello donmid
Epilogo
Ambit histtico de Jack London
Jack London
Obes
98
ol
105
ho
nn
119
0
PI
PRIMERA PARTE
1
EL RASTRO DE LA PRESA
‘A tumbas orillas del helado ro se extendia un higubre bosque
de pinos. El viento haba despojado a los érboles de su carga de
nieve y pareefan inclinarse los unos hacia los otros. Aquello era
un desiert salvaje helado, propio de los pafses del Norte. Sobre
4a Manura reinaba un impresionante silencio.
Pero a pesar de todo allf haba vida, Por el rfohelado, trabajo-
samente, avanzaba un trineo arrastrado por perros con aspecto de
Jobos,"Tenfan el pelaje eubierto de hielo y su aliento se posaba en
sit piel eistalizindose. Llevaban un arnés de cuero mediante el
cel se unfan al trio, Sobre éste ban una caja de madera, mantas,
‘un hacha, una sartén y una cafetera. Pero lo mas destacable era la
larga y estrecha, que ocupaba casi todo el espacio del trineo.
Delite de los canes eaminaba lentamente un hombre. Det
del vehiculo iba otto. Dentro de la caja yacia un tercero cuya,
actividad habia terminado, la selva lo habia vencido. A la selva
boreal no le gusta el movimiento, la vida, y eso es lo que des-
tnuye. Hiela el agua para impedir que corra hacia el mar; aranca
la savia de los drboles hasta paralizar sus poderosos corazones.
Pero a quien ataca de la manera més terrible y feraz es al hombre.
‘Sinembargo, losque guiaban el trineo atin no estaban vencidos..
‘Tenan las pestaras ks mejillas y los labios cubiertos de crstales
de hielo, Caminaban sin hablarse, ahorrando el oxfgeno para las
fiaciones del cuerpo. En torno reinaba el silencio, oprimiéndolos
‘con su presencia tangible, Su presin llegaba hasta lo més hondonck vowow
sobre las ramas de pinos que habfen eolocado encima de la
={Cuéntos cartuchos nos quedan? ~pregunts Enrique
Tres. ;Quisiea que fuerantrescientos! Y me gustaria que
este fifo cesara de una vez, -afiadié-. No me siento bien con