Tema 4
Tema 4
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Tema 4
La comprensión de textos escritos: leer
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3.1. La lectura
3.1.1. Concepto de lectura
3.1.2. Tipos de lectura
3.2. El proceso de comprensión escrita
3.2.1. Modelos de comprensión lectora
3.2.2. Microhabilidades de la comprensión lectora
3.3. Didáctica de la lectura
3.3.1. Técnicas y recursos para la comprensión
3.3.2. Planificación de la comprensión
3.3.3. La evaluación de la lectura
Lecturas complementarias
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3.1. La lectura
Lectura
Plto ro yo pedrí en el catón. Socré un ban cote. El graso estaba cantamente linendo. No
lo drinó. Una Paca jocia y un Pari joci estaban plinando a mi endidor. Estaban gribblando
atamente. Yo grotí al Pari y a la Para fotnamente. No goffireron un platión. Na el hini yo
no putre licrerlo. Yo lindré vala. Possrí fobanamente.
Preguntas:
1. ¿Dónde pedrió el escritor Plot ro?
2. ¿Drinió el graso?
3. Quién estaba plinando a su endidor?
4. ¿Estaban gribblando atamente o sapamente?
5. ¿Lindrió o no?
Lo más probable es que hayáis podido contestar todas las preguntas sin entender
absolutamente nada del texto, porque no hay nada que comprender: se trata de un grupo
de palabras inventadas y sin sentido.
Podríamos decir que hemos practicado la lectura en voz alta, pronunciando bien las
palabras difíciles, que hemos demostrado nuestra capacidad de observación y un buen
entrenamiento en la mecánica de responder preguntas cerradas, pero de ningún modo
podemos deducir que hayamos comprendido el texto. Pero ni siquiera en el caso de que
el texto y las palabras fueran inventadas podríamos deducir que el alumno tienen un nivel
básico de comprensión lectora.
El error básico de esta metodología es que olvida el aspecto más importante de la
lectura, esto es, leer significa comprender, leer es comprender un texto. “Lo que importa
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es interpretar lo que vehiculan las letras impresas, construir un significado nuevo en
nuestra mente a partir de estos signos. Esto es lo que significa básicamente leer”
(Cassany, Luna y Sanz, 2002: 197).
Afortunadamente estos planteamientos metodológicos han ido mejorando en los
últimos años, y muchas escuelas y maestros realizan una enseñanza más eficaz.
Una primera aproximación a la lectura debe hacernos ver que, al igual que el resto de
habilidades lingüísticas, no se trata de una capacidad homogénea y única, sino de un
conjunto de destrezas que utilizamos de una forma u otra en función de la situación. Esto
significa que leemos de forma diferente si estamos ante un periódico, una novela, una
redacción de un alumno, una carta que escribimos nosotros, una nota, un anuncio, etc.
Sin duda en todos los casos realizamos la misma operación de captar el sentido del
texto, pero se presentan numerosas variables que hay que tener en cuenta: los tipos de
texto, los objetivos de la comprensión, la situación, la prisa que tengamos…
White (1983) realiza una distinción de los tipos de lectura según los objetivos de la
comprensión y la velocidad:
Siguiendo este modelo, leemos extensivamente una novela o un ensayo, mientras que
un informe sobre un alumno, una carta que ha llegado a la escuela, requerirían una
lectura intensiva. En cuanto a la lectura rápida, es el acto de hojear un libro o echar un
vistazo al periódico, mientras que un ejemplo de lectura involuntaria sería el de la
publicidad que vemos por las calles de la ciudad. No obstante debemos tener en cuenta
que estos grupos no son excluyentes, por lo que por ejemplo podemos leer por placer
con rapidez y superficialmente. Finalmente, como vemos, el título del esquema es “lecura
silenciosa”, que se opone a la práctica tradicional de la oralización.
Otro modelo serían los métodos de lectura eficaz —conocidos como “métodos de
lectura rápida” o de “lectura en diagonal” porque enseñan a recorrer la página en zig-
zag—, que definen la “eficacia lectora” a partir de la velocidad y de la comprensión, y que
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establecen de este modo varios tipos de lectura (adaptado de Bisquerra, 1983, tomado
de Cassany, Luna y Sanz, 2002: 198):
Siguiendo este modelo, decimos que leemos reflexivamente (lectura reflexiva) cuando
estudiamos o nos examinamos (apuntes, libros de texto, preguntas, instrucciones…),
cuando escribimos (leemos lo que ya hemos escrito) y, en general cuando nos interesa
entender todos los detalles de un texto, sea cual sea.
La más habitual es la lectura mediana, con la que alcanzamos una comprensión del
50-70% del texto, y solemos emplearla para el ocio (literatura, ensayo), en el trabajo
(informes, cartas, normativa, etc.) o en casa y en la calle (publicidad, carteles, etc.).
Por lo que se refiere a la lectura selectiva, con ella seleccionamos solo las partes del
texto que nos interesan en función de nuestros objetivos. En este caso, se emplean
estrategias complementarias de comprensión global y búsqueda de información
específica. Un buen ejemplo sería la lectura de un periódico: primero lo hojeamos de
arriba abajo, con un vistazo rápido, y después nos centramos en las noticias que más nos
interesan, motivan, con una lectura más atenta y exhaustiva de estos fragmentos.
El vistazo (skimming en inglés, ‘mirar superficialmente’) se emplea para formarse una
primera idea global (¿de qué trata el texto?, ¿es largo?), y que permite dirigir la atención
hacia una u otra parte. Por su parte, la lectura atenta (scanning, ‘examinar con detalle’)
se utiliza para buscar datos concretos y detalles que nos interesan (¿cuántos años tenía
la víctima?, ¿cuál es la definición de X?).
Estas estrategias de lectura rápida y de lectura atenta desmienten la idea de que
siempre leemos palabra por palabra todo el texto: muy pocas veces (poesía, notas
caligráficas…) leemos absolutamente todas las palabras de un texto, y por lo general nos
basta con leer algunas palabras o fragmentos para entender mucha información.
Por último, otra distinción sobre tipos de lectura es la que distingue entre lectura
intensiva (el comentario de textos breves en clase, es decir, con textos cortos, para
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trabajar microhabilidades, así como la idea central, detalles, y se suele trabajar en
clase…) y lectura extensiva (libros de lectura para cada asignatura, esto es, textos largos,
para fomentar los hábitos y placeres de la lectura, trabajando la comprensión global, y
fuera del aula).
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comienza antes de empezar a leer, cuando e lector empieza a plantearse sus
expectativas sobre lo que va a leer (tema, tipo de texto, tono, etc.).
Toda nuestra experiencia de lectura acumulada anteriormente se acumula en la
memoria a largo plazo (MLP), en unos esquemas de conocimiento que organizan la
información de forma estructurada. De este modo, con este conocimiento podemos
prever muchos aspectos de lo que vamos a leer: qué tipo de texto será en función de la
situación, qué aspecto tiene, posibles estructuras, el lenguaje que aparecerá en él.
Además, la MLP también contiene el conocimiento del sistema de la lengua (gramática,
léxico, etc.), así como los conocimientos sobre el tema que vamos a leer. De este modo,
toda esta información previa nos permite formular hipótesis sobre el texto antes de leerlo.
Igualmente, todavía antes de comenzar a leer, establecemos unos objetivos de lectura
relacionados con la situación comunicativa: ¿qué información buscamos?, ¿qué datos?,
¿cuánto tiempo tenemos para leer el texto? Estos objetivos determinarán nuestra forma
de leer, si necesitamos una idea global o un dato específico, si debemos leer rápido o
despacio. Para ello, utilizamos la lectura rápida o la lectura atenta (skimming y scanning)
para elegir lo que nos interesa del texto.
Las primeras percepciones que obtenemos nos sirven para verificar las hipótesis
previas establecidas, confirmándolas o rectificándolas. Este proceso de formular y
verificar hipótesis es la esencia de la comprensión, es la interacción entre lo que ya
sabemos y lo nuevo que nos dice el texto. Es un proceso activo e instantáneo que se
produce durante toda la lectura.
Por su parte, la memoria a corto plazo (MCP) es la que nos permite recordar algún
dato durante unos segundos y nos permite procesar la información. Para comprender
necesitamos recordar durante unos segundos lo que estamos leyendo. Por ejemplo, en
una oración larga, con varias subordinadas intercaladas, debemos recordar el sujeto que
ha aparecido al principio hasta llegar al verbo con el que coordina.
Esto significa que con la MCP recordamos solo lo que nos interesa, y en la MLP
almacenamos indefinidamente todas las informaciones que nos interesan. Cuando
entendemos una frase o una idea del texto, primero la retenemos en la MCP durante
unos segundos, hasta que podemos relacionarla con otras ideas ya estructuradas en la
MLP. Este complejo proceso interactivo de lectura finaliza cuando el lector consigue
formarse una representación mental del texto, según los objetivos e hipótesis planteados.
3.2.2. Microhabilidades
McDowell (1984, citamos por Cassany, Luna y Sanz, 2002: 206) propone la siguiente
lista de microhabilidades de la lectura, y que como vemos se agrupan por apartados que
van desde la letra hasta el mensaje comunicativo:
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3.3. Didáctica de la lectura
Este cuadro no agota todas las posibilidades didácticas, y hay que tener en cuenta
que los grupos no son excluyentes, ya que cualquier ejercicio de comprensión desarrolla
microhabilidades a partir de una técnica y con un material determinado.
Por nuestra parte, haremos un breve recorrido por cada uno de estos grupos
principales.
1. Percepción
2. Memoria
3. Anticipación
Esta es una capacidad básica de comprensión, ya que en buena parte el éxito de una
lectura depende de lo que hayamos podido prever antes de leerla: la información previa y
que podemos activar, la motivación que tenemos, las expectativas que nos hemos
planteado, etc. No obstante, en el aula los alumnos demasiado a menudo leen sin ningún
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interés ni motivación, les pedimos que descifren que no saben de qué trata, que no han
visto nunca, que no pueden imaginarse.
Es por esto por lo que los ejercicios de anticipación son muy útiles para reproducir las
situaciones naturales de lectura. Así, el trabajo previo a la lectura es muy importante para
generar motivación y para preparar a los alumnos para la comprensión.
Existen varias técnicas didácticas para desarrollar esta capacidad, como la de la
predicción (predicting), que se ejercita con preguntas frecuentes para estimular la
predicción del alumno: “¿cómo puede continuar?”, “¿qué pasará?”, “¿cómo te
imaginas?”, etc.
Ambos tipos de lectura (rápida o skimming y atenta o scanning) son dos instrumentos
fundamentales y complementarios para leer con eficacia y rapidez. En muy pocas
ocasiones leemos palabra por palabra, siguiendo linealmente el texto, por lo que
normalmente damos una ojeada general y, a veces, buscamos un dato concreto que nos
interesa antes de iniciar una lectura concreta.
Sin embargo nuestros alumnos no suelen disponer de esta habilidad, y suelen seguir
el método lineal de lectura palabra a palabra. Es por esto que son importantes los
ejercicios de lectura rápida y lectura atenta, ya desde los primeros niveles de enseñanza.
Algunos ejemplos de este tipo de técnicas son, para la lectura rápida, hojear un libro,
una revista o un periódico y decir de qué trata el texto o escoger un título de entre varias
opciones. En el caso de la lectura rápida el profesor tiene que animar o incluso obligar a
los alumnos a ir muy rápido. Por su parte, para entrenar la lectura atenta, se puede pedir
al alumno que busque una información especifica (un nombre, una fecha, una frase…),
seleccionar una película determinada de la cartelera de cine (cómica, infantil, que no sea
de dibujos animados…), consultar una duda en el diccionario…
5. Inferencia
6. Ideas principales
7. Estructura y forma
Los aspectos formales del texto (estructura, presentación, estilo, formas lingüísticas,
recursos retóricos, etc.) representan el segundo nivel de comprensión, y que afecta a la
construcción lingüística del escrito. Para trabajar estos aspectos podemos distinguir los
diferentes apartados o capítulos de un texto, comprender la estructura típica del tipo de
texto (encabezamientos, conclusiones, planteamiento-nudo-desenlace, etc.), trabajar
cualquier aspecto lingüístico como el léxico, la sintaxis, etc.
Igualmente, este segundo nivel incluye también las propiedades textuales del texto,
como son la coherencia, la cohesión, la adecuación, la corrección, etc. Algunas técnicas
para trabajar estos aspectos son hacer esquemas, resúmenes, analizar las relaciones
lógicas, clasificar categorías gramaticales, inducir reglas ortográficas…
El último nivel de información del texto lo constituye todo aquello que no se formula
explícitamente, sino que queda sobreentendido, supuesto. La capacidad de deducir y
descifrar esta información es a lo que coloquialmente denominamos leer entre líneas, y
es una microhabilidad superior.
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En general, las actividades de lectura entre líneas plantean preguntas que ayudan al
alumno a rastrear el escrito, buscando inferir información del autor, de su visión del
mundo, identificar a quién se dirige el texto, detectar tendencias ideológicas, identificar la
ironía, el sarcasmo, el humor ,las ambigüedades y los dobles sentidos…
9. Autoevaluación
Tipos de técnicas
1. Preguntas
Lo más tradicional es que las preguntas repitan las mismas palabras del texto, que
sean de respuesta única y que el alumno las conteste después de leer, pero lo que se
pregunta, cómo se pregunta y cuándo se pregunta son factores que pueden variar. De
este modo, hay que escoger bien el contenido de los cuestionarios siempre en función de
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los objetivos didácticos (podemos preguntar por la tesis del texto, las ideas principales,
los detalles, la estructura, el sentido de una expresión, de una ironía, de una palabra…).
Igualmente hay que tener en cuenta la redacción de la pregunta, y que no pase como
en el ejemplo del comienzo del tema, que puedan ser contestadas sin haber entendido
nada del texto. Para ello se pueden emplear sinónimos y circunloquios de las palabras
del texto, hacer preguntas abiertas, que no dependan de una frase del texto, sino de la
comprensión global.
Por otro lado, puede ser muy didáctico que el alumno conozca las preguntas antes de
empezar a leer, ya que así pueden convertirse en una guía de lectura que dirige la
comprensión del alumno, activando sus conocimientos previos, lo que le indica en qué
debe fijarse y le anima a formular hipótesis.
Por todo esto, lo importante de las preguntas es que mejoren la comprensión del texto
por parte del alumno, y no tanto que las respondan correctamente.
Las frases con espacios en blanco que el alumno debe completar se utilizan bastante
para practicar la gramática, pero no tanto para evaluar y fomentar la comprensión lectora,
y pueden ser muy útiles, ya que ayudan a captar el significado del fragmento, hay que
comprender la estructura gramatical de la frase y tener conocimiento del mundo.
Igualmente obliga al alumno a hacer hipótesis sobre las palabras que faltan, y por lo tanto
exigen una lectura comprensiva y constructiva.
Para realizarlos hay que tener en cuenta algunos puntos:
3. Formar parejas
Esta técnica consiste simplemente en relacionar dos unidades (textos, texto y dibujo,
etc.) porque tienen algún aspecto del significado en común. Algunos ejemplos:
4. Transferir información
5. Marcar el texto
Se trata del procedimiento habitual de hacer una señal sobre una página con un lápiz
para hacer explícito algún dato del texto, y se puede utilizar para destacar detalles,
marcar información relevante, anotar la impresión de un fragmento, destacar palabras
desconocidas, resaltar algunos cambios…
Desde un punto de vista didáctico esta técnica es una ayuda a la lectura, ya que
cuando subrayamos un texto hacemos explícito el proceso que se produce en nuestra
mente cuando procesamos el significado de un texto, y que normalmente no podemos
observar.
Algunas actividades de marcar son:
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6. Juegos lingüísticos de lectura
Existen varios pasatiempos y juegos de revista que pueden ser útiles para desarrollar
la comprensión lectora. Algunos ejemplos:
Estos juegos no son un pasatiempo para que los alumnos se distraigan un poco, sino
que requieren un intenso esfuerzo de concentración, comprensión y formulación de
hipótesis, por lo que tienen un gran valor didáctico. Es por esto por lo que algunos libros
de texto los incluyen al lado de actividades más tradicionales.
7. Recomponer textos
-Escoger entre varias posibilidades los párrafos, frases o palabras que pertenecen a
un mismo texto.
-Ordenar unidades (varios textos mezclados, párrafos de un texto mezclados, frases
de un párrafo o de un texto, palabras de una frase, letras de una palabra…).
-Añadir informaciones, frases o palabras a un texto.
-Eliminar elementos sobrantes de un texto (palabras o frases).
-Separar frases unidas.
8. Comparar textos
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alumno desarrolla las capacidades de observación y análisis y aprende también a
discriminar.
Algunas ideas prácticas:
9. Títulos y resúmenes
Por lo que se refiere al resumen, debe estar basado en una lectura minuciosa para
identificar la importancia de cada información ofrecida en la lectura y decidir si se
incorpora o no al resumen. Muchos aprendices creen que hacer un resumen es elegir
varias frases del texto original y copiarlas textualmente. Sin embargo, para realizar un
buen resumen también es necesario saber redactar, sintetizando varias ideas empleando
frases más genéricas, y reformulando otras frases con un nuevo lenguaje.
El ejercicio más habitual de resumen consiste en pedir al alumno que reduzca el texto
original un 50%, y posteriormente revisar el producto final. Además, en este proceso hay
que tener en cuenta varios aspectos:
Recursos materiales
Aunque parte del material de comprensión lectora puede ser creado específicamente
en función de los objetivos didácticos, la mayoría de los materiales suelen ser textos
extraídos de fuentes y contextos no académicos.
1. Prensa
Este recurso es una fuente inagotable y muy variada de material de lectura, y que
pueden ser empleadas en clase igualmente de forma muy variada, tanto para el
desarrollo de habilidades receptivas (leer una noticia o un artículo, hojear un ejemplar
completo), o productivas (confeccionar una pequeña publicación).
2. Literatura
3. Realia
Nos referimos a materiales auténticos, y son textos que no han sido creados
originariamente para la enseñanza, sino que cumplen otras funciones sociales
(publicidad, prensa, correspondencia, informes…). Su introducción en el área de lengua
es reciente, y está relacionada con la adopción del enfoque comunicativo, que como
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sabemos implica el uso de textos reales de la vida cotidiana, que son los que el alumno
va a manejar a lo largo de su vida. Es por esto por lo que los libros de texto incluyen cada
vez más este tipo de material.
Las principales características de este material auténtico son:
-Presenta el lenguaje real de la calle, aportando por una parte genuinidad y diversidad,
y por otra, también, todas las “impurezas” del idioma (incorrecciones, extranjerismos
innecesarios, errores, etc.).
-Se presenta con su aspecto físico real (papel, diseño, formato, tipografía, etc.), algo
que aporta mucha información sobre el texto.
-Introduce en clase la realidad social (temas, actualidad, datos, etc.). De este modo,
por ejemplo, leyendo la prensa local el alumno aprende sobre su entorno.
-Fomentan la participación social, ya que el alumno trabaja en la escuela lo que
después encuentra fuera de ella.
Por último, hay que tener en cuenta el tema de la autenticidad, ya que muchos libros
de texto y muchos profesores pueden manipular de alguna manera estos textos en
función de los objetivos didácticos (el nivel de los alumnos, los errores del texto…).
4. Material de consulta
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5. Libros de texto
Nos referimos aquí a los libros de texto o manuales de cada asignatura, que tienen
unas características concretas: son exposiciones objetivas y neutras, escritas en una
variedad estándar y con léxico preciso sobre temas curriculares.
Igualmente, la forma de leer estos textos también tiene sus particularidades: al
constituir el conocimiento de cada asignatura, suelen leerse de forma reflexiva y
meticulosa, memorizando la información o incluso muchas frases literales. No obstante,
esta memorización no garantiza que el alumno haya comprendido el significado del texto,
ni que lo hayan integrado en su red de conocimientos previos, por lo que no se daría lo
que se conoce como aprendizaje significativo, puesto que los alumnos no habrían
construido un significado.
Para mejorar esta situación lo más aconsejable es aplicar propuestas de comprensión
lectora a estos textos: en lugar de pedir al alumno que estudie un texto para la clase
siguiente se le puede pedir que haga un esquema, que subraye ideas principales, que
ordene los párrafos, que anticipe las ideas a partir del título, etc. Evidentemente, este
planteamiento didáctico es válido para cualquier área de conocimiento, y no solo para la
de lengua española.
Los textos que redactan los propios alumnos no suelen tomarse como fuente de
lectura debido a que contienen incorrecciones, problemas caligráficos, no son buenos
modelos, etc. Sin embargo, hay varias razones por las que podemos emplearlos como
material de lectura:
-Los manuscritos (cartas, notas, exámenes, apuntes…) son un tipo de lectura habitual,
por lo que los alumnos deben acostumbrarse a distintos tipos de caligrafía.
-Para aprender a redactar los alumnos deben dominar la autocorrección, la revisión y
la reformulación, por lo que tienen que aprender a leer y corregir sus propios borradores.
-La corrección de los textos no es tarea exclusiva del profesor: los alumnos pueden
colaborar corrigiendo sus textos por parejas y ayudándose entre sí.
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De este modo, para adecuar los textos al nivel de conocimientos de los alumnos,
proponemos el siguiente esquema, que muestra diversos aspectos a tener en cuenta
(tomado de tomado de Cassany, Luna y Sanz, 2002: 244)
Como podemos ver, la dificultad (lingüística o temática) del texto está relacionada con
el nivel de conocimientos previos del alumno. De este modo, cuanto mayor sea el grado
de dichos conocimientos previos, más elevado y especializado puede ser el texto, con
mayor extensión y dificultad lingüística.
Igualmente, si los alumnos no tienen muchos conocimientos sobre el tema, será
necesario preparar actividades de anticipación para activar esos conocimientos y
presentar el tema, así como para seleccionar objetivos de lectura más sencillos y exigir
un nivel básico de comprensión. Si por el contrario el texto presenta pocas dificultades
verbales se puede pedir a los alumnos que alcancen niveles más elevados de
comprensión, rastreando el texto minuciosamente, fijándose en detalles, que busquen
pistas sobre el autor, sus opiniones, etc.
Por lo que respecta al tipo de respuesta del ejercicio, podemos tener presente el
siguiente cuadro (tomado de Cassany, Luna y Sanz, 2002: 245)
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Como podemos observar, las actividades de respuesta no verbal y las orales
interactivas nos permiten trabajar la comprensión en los primeros niveles de dominio de
la lectura, por ejemplo, mediante el diálogo del profesor y el alumno sobre el texto. En los
niveles más avanzados, la lectura puede ir vinculada con la redacción (continuar textos,
realizar comentarios, etc.) o a la exposición oral (explicación de historias, etc.).
Lectura intensiva
3. Ejercicios preparados por alumnos: es muy útil que los alumnos puedan preparar
sus propios ejercicios de comprensión, ya que así se resta protagonismo al profesor y se
motiva al alumno. Algunas técnicas como ordenar párrafos, llenar espacios en blanco,
etc. tienen una mecánica sencilla y si se trabaja con fuentes como periódicos o folletos
publicitarios los alumnos pueden elaborar sus propias actividades tomando como
referencia la técnica presentada previamente. Tras esto pueden intercambiarse los
ejercicios entre los compañeros, realizarlos y corregirlos entre sí.
Lectura extensiva
Este tipo de lectura consiste en leer textos extensos (novelas, ensayos, libros de
poemas…) fuera del aula, por iniciativa propia, por placer o interés. Entre los objetivos de
este tipo de lectura (además del desarrollo de las habilidades lectoras) se encuentran el
fomento del hábito de lectura, desarrollando actitudes positivas hacia la cultura y
acercando el mundo del libro (bibliotecas, escritores, etc.) al alumno. Como vemos estos
objetivos son transcendentales en el desarrollo curricular y personal del alumno.
La actividad más típica de lectura extensiva en el colegio es aquella en la que al
principio del curso el maestro fija unos libros obligatorios y unos plazos para realizar una
ficha, un resumen o unas preguntas sobre el argumento. Con esta actividad los alumnos
suelen leer por obligación y, por tanto, desmotivados, o con la sola motivación de
aprobar. Esto es así porque no se realizan actividades de preparación (anticipar el tema
de la obra, ayuda para su interpretación, relacionarla con sus conocimientos previos).
Volvemos a insistir en que en la vida real los lectores leemos de forma muy diferente:
nos interesamos por un libro (recomendado por alguien, porque lo vemos en la librería,
en el periódico…) y comenzamos a leerlo normalmente con las ideas muy claras sobre el
tema, autor, curiosidades, etc. Durante su lectura lo comentamos con familiares, amigos,
lo interpretamos, volvemos a leer algunas de sus partes, o nos saltamos otras, e incluso
lo abandonamos si finalmente no nos interesa y comenzamos a leer otro.
De este modo, la lectura extensiva debería parecerse a este proceso real, y las
actividades didácticas deberían facilitar las dificultades que puede encontrar el alumno
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que todavía no ha desarrollado hábitos ni gustos de lectura. Para ello podemos seguir el
mismo modelo de antes, durante y después de la lectura:
Antes. El objetivo es que el alumno seleccione una lectura motivado y convencido de
que le gustará (aunque después habrá que comprobar si se han cumplido las
expectativas). Las actividades previas deben ofrecerle información sobre los temas, los
argumentos, los personajes, etc. En este sentido, tanto el maestro como los compañeros
pueden aportar su propia experiencia, recomendando unos libros. El alumno debe “tocar”
varios libros, leer la portada y contraportada, hojearlos, etc. Alguna actividad para esto
sería visitar la biblioteca o la librería, llevar libros a clase, leer fragmentos de libros, etc.
Durante. El alumno se encontrará con dificultades como palabras desconocidas,
fragmentos que no comprende, pasajes aburridos, etc. En este caso, el papel del maestro
será el del asesorar y guiar al alumno ante estos problemas, haciéndole ver, por ejemplo,
que puede seguir la lectura sin tener que comprender todas y cada una de las palabras,
que no es necesario comprenderlo todo, que lo que leerá más adelante puede ayudarle a
entender lo ya leído…
Después. Los trabajos finales complementarios deberían ser una continuación del
proceso de construcción del sentido, esto es, deberían ayudar al alumno a comprender
mejor lo que ha leído, fijándose en algún aspecto (personaje, lenguaje…). De este modo,
mejor que las habituales actividades de resumen o preguntas sobre el argumento,
personajes, se deben proponer ejercicios más creativos con los que el alumno pueda
construir su propia interpretación de la obra.
Por último, con el objetivo de formar hábitos de lectura, podrían hacerse algunas
actividades como fichas personales de lecturas realizadas, comentario y recomendación
de lecturas hechas entre alumnos, ejercicios de comparación entre lecturas…
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Sobre el uso del texto escrito:
1. Actitudes hacia la lectura: predisposición, hábitos, etc.
2. Capacidad de manejar fuentes escritas: saber qué, cómo y dónde puede obtenerse
información de un texto escrito.
En cuanto a cómo hay que evaluar, son válidos los procedimientos habituales de
recogida de información: observación, entrevistas y cuestionarios, análisis de ejercicios y
pruebas.
La observación es útil sobre todo para evaluar los aspectos externos de la lectura
como el comportamiento ocular y corporal, errores de la oralización, hábitos, etc. Para
ello, son muy útiles las hojas, fichas y las pautas de observación personalizadas en las
que el maestro anota todas estas incidencias.
Por su parte las entrevistas y cuestionarios sirven adecuadamente para recoger
información sobre los aspectos más generales de la lectura como las actitudes, hábitos,
constancia, problemas personales, etc. Estas técnicas de evaluación pueden ser
personales o colectivas, por ejemplo un cuestionario para toda la clase sobre hábitos de
lectura (si gusta o no, libros leídos, cuándo, dónde y por qué se lee...), entrevista y
comentario sobre el tema de una lectura, antes de leerla, para valorar los conocimientos
previos, o una entrevista individual después de la lectura para verificar el nivel de
comprensión, las posibles dificultades…
El análisis de ejercicios de clase nos sirve para observar el desarrollo de una actividad
de clase con el objetivo de observar cómo trabaja el alumno en un aspecto concreto.
Aquí se pone más énfasis en el proceso, en los pasos que el alumno va siguiendo en la
actividad de lectura.
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Finalmente, las pruebas no son demasiado diferentes de las actividades, aunque por
lo general se hace un día determinado, se avisa a los alumnos con antelación y se
obtiene una nota final. Algunas de estas pruebas pueden ser la reproducción de la
información de un texto mediante resúmenes, explicaciones orales, dibujos…, preguntas
de comprensión sobre aspectos concretos (idea global, detalles, estructura, ironía, etc., o
pruebas estándar de eficacia lectora, con textos preparados, control del tiempo,
evaluando la velocidad de cada alumno.
Referencias bibliográficas
Cassany, D., M. Luna y G. Sanz (2002[1994]): Enseñar lengua. Barcelona: Graò, 8.ª ed.
Solé, I. (2006[1992]): Estrategias de lectura. Barcelona: Graó, 16.ª ed.
Wells, G. (1986): Aprender a leer y a escribir. Barcelona: Laia.
Smith, F. (1983): Comprensión de la lectura. México: Trillas
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