LAS 15 ORACIONES DE SANTA BRÍGIDA
Primera Oración (Padre Nuestro - Ave María)
¡Oh Jesucristo! ¡Sois la eterna dulzura de
todos los que Os aman; la alegría que sobrepasa
todo gozo y deseo; la salvación y esperanza de
todos los pecadores! Habéis manifestado no tener
mayor deseo que el de permanecer en medio de
los hombres, en la tierra. Los amáis hasta el punto
de asumir la naturaleza humana, en la plenitud
de los tiempos, por amor a ellos. Acordaos de
todos los sufrimientos que habéis soportado
desde el instante de Vuestra Sagrada Pasión; así
como fue decretado y ordenado desde toda la
eternidad, según el plan divino.
Acordaos, Oh Señor, que durante la última cena con Vuestros discípulos les
habéis lavado los pies; y después, les disteis Vuestro Sacratísimo Cuerpo, y Vuestra
Sangre Preciosísima. Luego, confortándolos con dulzura, les anunciasteis Vuestra
próxima Pasión.
Acordaos de la tristeza y amargura que habéis experimentado en Vuestra alma,
como Vos mismo lo afirmasteis, diciendo: "Mi alma está triste hasta la muerte." "
Acordaos de todos los temores, las angustias y los dolores que habéis
soportado, en Vuestro Sagrado Cuerpo, antes del suplicio de la crucifixión. Después
de haber orado tres veces, todo bañado de sudor sangriento, fuisteis traicionado por
Vuestro discípulo, Judas; apresado por los habitantes de una nación que habíais
escogido y enaltecido. Fuisteis acusado por falsos testigos e injustamente juzgado
por tres jueces; todo lo cual sucedió en la flor de Vuestra madurez, y en la solemne
estación pascual.
Acordaos que fuisteis despojado de Vuestra propia vestidura, y revestido con
manto de irrisión. Os cubrieron los Ojos y la Cara infligiendo bofetadas. Después,
coronándoos de espinas, pusieron en Vuestras manos una caña. Finalmente, fuisteis
atado a la columna, desgarrado con azotes, y agobiado de oprobios y ultrajes.
En memoria de todas estas penas y dolores que habéis soportado antes de
Vuestra Pasión en la Cruz, concededme antes de morir, una contrición verdadera,
una confesión sincera y completa, adecuada satisfacción; y la remisión de todos mis
pecados. Amén.
Segunda Oración (Padre Nuestro - Ave María)
¡Oh Jesús! la verdadera libertad de los ángeles, y paraíso de delicias! Acordaos
del horror y la tristeza que fuisteis oprimido, cuando Vuestros enemigos como
leones furiosos, Os rodearon con miles de injurias: salivazos, bofetadas, laceraciones,
arañazos y otros suplicios inauditos. Os atormentaron a su antojo. En consideración
de estos tormentos y a las palabras injuriosas, Os suplico, ¡Oh mi Salvador, y
Redentor! que me libréis de todos mis enemigos visibles e invisibles y que, bajo
Vuestra protección, hagáis que yo alcance la perfección de la salvación eterna.
Amén.
Tercera Oración (Padre Nuestro - Ave María)
¡Oh Jesús! Creador del Cielo y de la Tierra, al que nada puede contener ni
limitar! Vos abarcáis todo; todo es sostenido bajo Vuestra amorosa potestad.
Acordaos del dolor muy amargo que sufristeis cuando los judíos, con gruesos clavos
cuadrados, golpe a golpe, clavaron Vuestras Sagradas Manos y Pies a la Cruz. Y no
viéndoos en un estado suficientemente lamentable para satisfacer su furor,
agrandaron Vuestras Llagas, agregando dolor sobre dolor. Con indescriptible
crueldad, extendieron Vuestro Cuerpo en la Cruz. Y con jalones y estirones
violentos, en toda dirección, dislocaron Vuestros Huesos.
Oh Jesús, en memoria de este santo dolor que habéis soportado con tanto amor
en la Cruz, Os suplico concederme la gracia de temeros y amaros. Amén.
Cuarta Oración (Padre Nuestro – Ave María)
¡Oh Jesús, Médico Celestial, elevado en la Cruz para curar nuestras llagas con
las Vuestras! Acordaos de las contusiones y los desfallecimientos que habéis sufrido
en todos Vuestros Miembros; y que fueron distendidos a tal grado, que no ha habido
dolor semejante al Vuestro. Desde la cima de la cabeza hasta la planta de los pies,
ninguna parte de Vuestro Cuerpo estaba exenta de tormentos. Sin embargo,
olvidando todos Vuestros sufrimientos, no dejasteis de pedir por Vuestros
enemigos, a Vuestro Padre Celestial, diciéndole: "Padre, perdónalos no saben lo que
hacen."
Por esta inmensa misericordia, y en memoria de estos sufrimientos, Os hago
esta súplica: conceded que el recuerdo de Vuestra muy amarga Pasión, nos alcance
una perfecta contrición, y la remisión de todos nuestros pecados. Amén.
Quinta Oración (Padre Nuestro – Ave María)
¡Oh Jesús, Espejo de Resplandor Eterno! Acordaos de la tristeza aguda que
habéis sentido al contemplar con anticipación, las almas que habían de condenarse.
A la luz de Vuestra Divinidad, habéis vislumbrado la predestinación de aquellos
que se salvarían, mediante los méritos de Vuestra Sagrada Pasión. Simultáneamente
habéis contemplado tristemente la inmensa multitud de réprobos que serían
condenados por sus pecados; y Os habéis quejado amargamente de esos
desesperados, perdidos y desgraciados pecadores.
Por este abismo de la compasión y piedad, y principalmente por la bondad que
demostrasteis hacia el buen ladrón, diciéndole: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso.",
hago esta súplica, Dulce Jesús. Os pido que a la hora de mi muerte tengáis
misericordia de mí. Amén.
Sexta Oración (Padre Nuestro – Ave María)
¡Oh Jesús, Rey infinitamente amado y deseado! Acordaos del dolor que habéis
sufrido, cuando, desnudo y como un criminal común y corriente, fuisteis clavado y
elevado en la Cruz. También, fuisteis abandonado de todos Vuestros parientes y
amigos con la excepción de Vuestra muy amada Madre. En Vuestra agonía, Ella
permaneció fiel junto a Vos; luego, la encomendasteis a Vuestro fiel discípulo, Juan,
diciendo a María: "¡Mujer, he aquí a tu hijo!" Y a Juan: "¡He aquí a tu Madre!"
Os suplico, Oh mi Salvador, por la espada de dolor que entonces traspasó el
alma de Vuestra Santísima Madre, que tengáis compasión de mí. Y en todas mis
aflicciones y tribulaciones, tanto corporales como espirituales, ten piedad de mí.
Asistidme en todas mis pruebas, y especialmente en la hora de mi muerte. Amén.
Séptima Oración (Padre Nuestro – Ave María)
¡Oh Jesús, inagotable Fuente de compasión, ten compasión de mí! En un
profundo gesto de amor, habéis exclamado en la Cruz: "¡Tengo sed!" Era sed por la
salvación del género humano. ¡Oh mi Salvador! Os ruego que inflaméis nuestros
corazones con el deseo de dirigirnos hacia la perfección, en todas nuestras obras.
Extinguid en nosotros la concupiscencia carnal y el ardor de los apetitos mundanos.
Amén.
Octava Oración (Padre Nuestro – Ave María)
¡Oh Jesús, Dulzura de los corazones y Deleite del espíritu! Por el vinagre y la
hiel amarga que habéis probado en la Cruz, por amor a nosotros, oíd nuestros
ruegos. Concedednos la gracia de recibir dignamente Vuestro Sacratísimo Cuerpo y
Sangre Preciosísima durante nuestra vida, y también a la hora de la muerte para
servir de remedio y consuelo a nuestras almas. Amén.
Novena Oración (Padre Nuestro – Ave María)
¡Oh Jesús, Virtud Real y Gozo de alma! Acordaos del dolor que habéis sentido,
sumergido en un océano de amargura, al acercarse la muerte. Insultado y ultrajado
por los judíos, clamasteis en alta voz que habíais sido abandonado por Vuestro
Padre Celestial, diciéndole: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"
Por esta angustia, Os suplico, Oh mi Salvador, que no me abandonéis en los
terrores y dolores de mi muerte. Amén.
Décima Oración (Padre Nuestro - Ave María)
¡Oh Jesús, Principio y Fin de todas las cosas, Sois la Vida y la Virtud plena!
Acordaos que por causa nuestra fuisteis sumergido en un abismo de penas,
sufriendo dolor desde la planta de los Pies hasta la cima de la Cabeza. En
consideración a la enormidad de Vuestras Llagas, enseñadme a guardar, por puro
amor a Vos, todos Vuestros Mandamientos; cuyo camino de Vuestra Ley Divina es
amplio y agradable para aquellos que Os aman. Amén.
Undécima Oración (Padre Nuestro – Ave María)
¡Oh Jesús! ¡Abismo muy profundo de Misericordia! En memoria de las Llagas
que penetraron hasta la médula de Vuestros Huesos y Entrañas, para atraerme hacia
Vos, presento esta súplica. Yo, miserable pecador, profundamente sumergido en mis
ofensas, pido que me apartéis del pecado. Ocultadme de Vuestro Rostro tan
justamente irritado contra mí. Escondedme en los huecos de Vuestras Llagas hasta
que Vuestra cólera y justísima indignación hayan cesado. Amén.
Duodécima Oración (Padre Nuestro – Ave María)
¡Oh Jesús, Espejo de la Verdad, Sello de la Unidad, y Vínculo de la Caridad!
Acordaos de la multitud de Llagas con que fuisteis herido, desde la Cabeza hasta los
Pies. Esas Llagas fueron laceradas y enrojecidas, Oh dulce Jesús, por la efusión de
Vuestra adorable Sangre. ¡Oh, qué dolor tan grande y repleto habéis sufrido por
amor a nosotros, en Vuestra Carne virginal! ¡Dulcísimo Jesús! ¿Qué hubo de hacer
por nosotros que no habéis hecho? Nada falta. ¡Todo lo habéis cumplido! ¡Oh amable
y adorable Jesús! Por el fiel recuerdo de Vuestra Pasión, que el Fruto meritorio de
Vuestros sufrimientos sea renovado en mi alma. Y que en mi corazón, Vuestro Amor
aumente cada día hasta que llegue a contemplaros en la eternidad. ¡Oh Amabilísimo
Jesús! Vos sois el Tesoro de toda alegría y dicha verdadera, que Os pido concederme
en el Cielo. Amén.
Decimotercera Oración (Padre Nuestro – Ave María)
¡Oh Jesús, fuerte León, Rey inmortal e invencible! Acordaos del inmenso dolor
que habéis sufrido cuando, agotadas todas Vuestras fuerzas, tanto morales como
físicas, inclinasteis la Cabeza y dijisteis: "Todo está consumado."
Por esta angustia y dolor, Os suplico, Señor Jesús, que tengáis piedad de mí en
la hora de mi muerte cuando mi mente estará tremendamente perturbada y mi alma
sumergida en angustia. Amén.
Decimocuarta Oración (Padre Nuestro – Ave María)
¡Oh Jesús, único Hijo del Padre Celestial, esplendor y semejanza de Su Esencia!
Acordaos de la sencilla y humilde recomendación que hicisteis de Vuestra Alma, a
Vuestro Padre Eterno, diciéndole: "¡Padre, en Tus Manos encomiendo Mi Espíritu!"
Desgarrado Vuestro Cuerpo, destrozado Vuestro Corazón, y abiertas las Entrañas
de Vuestra misericordia para redimirnos, habéis expirado. Por Vuestra Preciosa
Muerte, Os suplico, Oh Rey de los santos, confortadme. Socorredme para resistir al
demonio, la carne y al mundo. A fin de que, estando muerto al mundo, viva yo
solamente para Vos. Y a la hora de mi muerte, recibid mi alma peregrina y
desterrada que regresa a Vos. Amén.
Decimoquinta Oración (Padre Nuestro – Ave María)
¡Oh Jesús, verdadera y fecunda Vid! Acordaos de la abundante efusión de
Sangre que tan generosamente habéis derramado de Vuestro Sagrado Cuerpo.
Vuestra preciosa Sangre fue derramada como el jugo de la uva bajo el lagar.
De Vuestro Costado perforado por un soldado, con la lanza, ha brotado Sangre
y agua, hasta no quedar en Vuestro Cuerpo gota alguna. Finalmente, como un haz
de mirra, elevado a lo alto de la Cruz, la muy fina y delicada Carne Vuestra fue
destrozada; la Substancia de Vuestro Cuerpo fue marchitada; y disecada la médula
de Vuestros Huesos.
Por esta amarga Pasión, y por la efusión de Vuestra preciosa Sangre, Os
suplico, Oh dulcísimo Jesús, que recibáis mi alma, cuando yo esté sufriendo en la
agonía de mi muerte. Amén.
Conclusión
¡Oh Dulce Jesús! Herid mi corazón a fin de que mis lágrimas de amor y
penitencia me sirvan de pan, día y noche. Convertidme enteramente, Oh mi Señor,
a Vos. Haced que mi corazón sea Vuestra Habitación perpetua. Y que mi
conversación sea agradable. Que el fin de mi vida Os sea de tal suerte loable, que
después de mi muerte pueda merecer Vuestro Paraíso; y alabaros para siempre en
el Cielo con todos Vuestros santos. Amén.