De Echano, J y otros (2001) Dianoia, Filosofía. Ed. Vicens Vives. Barcelona Pp.
262-269
DIVERSAS CONCEPCIONES DEL TRABAJO
El significado y la valoración que se ha hecho del trabajo ha experimentado grandes cambios a lo largo de las épocas y
culturas en las que se ha desarrollado la humanidad. A continuación, vamos a analizar con brevedad solamente aquellas que
consideramos están más próximas a nosotros.
El trabajo en la cultura clásica griega
En los orígenes de la cultura griega se reconoce el trabajo como una actividad productiva que garantiza la supervivencia del
ser humano al transformar la naturaleza para satisfacer sus necesidades. Así, el trabajo se valoraba como la contribución de todos
los individuos a la prosperidad nacional. La agricultura y el comercio eran las dos grandes actividades a las que se dedicaban los
primitivos griegos.
HESÍODO (hacia finales del siglo VIII a. C.), en su poema didáctico moral Los trabajos y los días, hace una exaltación del
trabajo. Éste no es ninguna deshonra para el trabajador; lo deshonroso es la inactividad. De este modo, los griegos de la época
sentían el trabajo como un deber que tiene que ser ejercido por todos los ciudadanos. Esta valoración del trabajo se mantuvo durante
varios siglos.
Sin embargo, se fue perdiendo progresivamente a medida que, con las guerras, aumentó la afluencia de esclavos a los que
se obligaba a ejercer las profesiones manuales que los ciudadanos libres iban despreciando y que pasaban, así, a ser calificadas
como trabajos serviles.
PLATÓN (428-347 a. C.), en La República, clasifica a los individuos jerárquicamente en tres grupos:
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-Gobernantes: hombres libres de categoría superior que tienen que ser los más sabios y los mejores, por lo que les
corresponde el gobierno de la ciudad.
-Guerreros: hombres libres de categoría intermedia que tienen que ser los más valientes, por lo que les corresponde la
defensa de la ciudad.
-Trabajadores: esclavos de categoría inferior que tienen los moderados y templados, por lo que les corresponde la obligación
de trabajar para todos los ciudadanos.
Esta desvalorización del trabajo se acentúa aún más dada la consideración que para los griegos tenía la belleza física. El
trabajo conlleva esfuerzo y fatiga y, con frecuencia, el trabajador se sirve de útiles primitivos cuyo uso prolongado no favorece
precisamente la armonía del cuerpo ni el cultivo de la mente.
Por eso, Platón consideraba que el trabajo manual era una actividad muy poco adecuada para la realización de los sublimes
ideales de belleza y virtud propios de la aristocracia de la época. El ciudadano libre y noble valora por encima de todo el ocio, que
le permite dedicarse plenamente al trabajo intelectual contemplativo, que constituye la verdadera sabiduría.
ARISTÓTELES (383-322 a.C.) reconoce que el ser humano tiene necesidades que es preciso satisfacer mediante la actividad
productiva. Por tanto, la actividad manual y mecánica forma parte del conjunto de las actividades humanas y alguien en la ciudad
deberá dedicarse a ella; sin embargo, afirma también que la vida propiamente humana está por encima de las necesidades
materiales. La verdadera acción humana está directamente relacionada con la actividad contemplativa o sabiduría, sin ella no es
posible el ejercicio de la libertad ni el uso de la palabra en la asamblea ni se interviene en el gobierno de la ciudad.
Así, para Aristóteles, las mujeres y los esclavos, seres humanos inferiores, trabajan en la producción de los bienes necesarios,
mientras que los hombres, superiores por su condición de libres, permanecen ociosos para atender a las acciones de gobierno y de
defensa de la ciudad. El trabajo manual siempre debe estar supeditado al intelectual; por eso, el trabajador manual debe atender
continuamente las indicaciones del técnico.
En la Ética, Aristóteles relaciona la felicidad del hombre con las acciones que realiza el hombre prudente, que es aquel que
sabe en todo momento lo que conviene hacer y lo lleva a la práctica. En la Política, al describir cómo debe ser el gobierno de la
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ciudad, afirma que el trabajo manual es el adecuado tanto para los instrumentos inanimados o artefactos como para los esclavos,
pero en ningún caso es el adecuado para los ciudadanos. La misma naturaleza contribuye a esta valoración al hacer que los cuerpos
de los ciudadanos sean erguidos, útiles para la vida política, y, en cambio, los cuerpos de los esclavos sean fuertes, aptos para los
trabajos manuales. Llega así a explicar la esclavitud como un hecho natural.
El trabajo en el cristianismo
La tradición cultural judía, a través del cristianismo, aporta una nueva perspectiva de las relaciones que el ser humano
mantiene con el mundo creado y gobernado por Dios. El ser humano ocupa un lugar privilegiado y le corresponde la responsabilidad
de colaborar con su Dios en el devenir histórico de la creación. En este contexto, el trabajo adquiere un valor teológico que acentúa
su dimensión creativa, ausente anteriormente.
En la Biblia, el trabajo es considerado como algo fundamental en la vida humana. Recoge el aspecto negativo del trabajo por
el esfuerzo, fatiga y dolor que conlleva y, también, por las condiciones sociales en la que frecuentemente se ejerce, que hacen del
mismo un peso abrumador y odioso. Relaciona directamente el trabajo con la caída y la consiguiente pérdida de la armonía del ser
humano con la naturaleza. La dureza del trabajo sería, así, una consecuencia del pecado: la penitencia que el ser humano tiene que
padecer ante la resistencia que la naturaleza le ofrece al ser dominada. Sin embargo, por encima de esta consideración negativa
que ofrece el trabajo, aparece otra mucho más positiva y acorde con los planes de Dios en la creación. Así, el ser humano es
instalado por Dios en el Edén para que lo cultive y guarde, y, cuando Dios ha ordenado el universo, se lo entrega al hombre para
que lo ocupe y someta.
En una proyección sin duda antropomórfica, Dios en la Biblia aparece cansado tras los seis días de trabajo creador y el
séptimo descansa. Al hombre le debe suceder lo mismo, y por eso, el Decálogo prescribe el sábado como un día de descanso. El
trabajo como condición de la vida humana se impone a todos; los textos bíblicos estimulan el trabajo bien hecho y reprenden la
ociosidad como degradación: el que no trabaje que no coma.
El trabajo, pues, sostiene y expande la creación y así debe ser asumido por el cristiano. Sin embargo, tras la caída del Imperio
romano, cuando la Iglesia como institución toma el timón cultural, SAN AGUSTÍN (354-450) plantea ya que la Ciudad Terrena con
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sus valores materiales debe supeditarse a la Ciudad Celestial con sus valores espirituales. El trabajo manual, de nuevo, empieza a
ser considerado degradante.
En la Edad Media, los monasterios, verdaderos núcleos de la vida cultural y económica de la época, tenían el lema: ora et
labora -reza y trabaja-. La ocupación principal del monje es la oración, que conduce a la eterna contemplación de Dios; pero también
debe trabajar para no olvidar los sufrimientos que el pecado trajo a la vida terrenal.
Durante el feudalismo se fue imponiendo una estructura jerárquica de la vida social dividida en tres estamentos:
-Clero: hombres privilegiados que se dedican a la oración y a la cultura.
-Nobleza: hombres guerreros que se reparten las conquistas.
-Labradores o agricultores: hombres rebajados a la condición de siervos al servicio personal del señor, del que trabajaban las
tierras y a las que estaban sometidas.
En la Baja Edad Media (siglos XIII, XIV y XV), con la aparición de los burgos, se desarrollan nuevas actividades artesanales
y comerciales, que son promovidas por trabajadores libres asociados en gremios, lo que contribuye a dignificar su condición laboral
y social. Nacen las artes y los oficios con sus maestros y aprendices, y aparece el salario.
El trabajo en las sociedades modernas
Durante la Edad Moderna se produce una progresiva revalorización del trabajo como actividad de todos y no ya de una sola
clase social. El trabajo adquiere una dignidad desconocida hasta entonces al ser considerado, incluso, como una bendición divina y
signo de gracia para el creyente cristiano.
En el Renacimiento aparecen en Europa los Estados modernos. Las monarquías centralizadoras tienen un planteamiento
económico nacional e internacional. Promueven políticas activas con las que aumentar las riquezas y mejorar la satisfacción de las
necesidades de sus súbditos. Se regulan los beneficios y los salarios, se favorece la creación y expansión de nuevas empresas, se
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institucionalizan ferias y mercados y se promueven tratados de comercio que aumentan la producción y la comercialización de los
productos. Europa extiende sus dominios al resto del mundo conquistando y colonizando América y África.
Socialmente se favorece la iniciativa privada, el espíritu inventivo y el desarrollo de la ciencia moderna. El empleo de
procedimientos mecánicos trae consigo la especialización y la división del trabajo. Surge el capitalismo mercantilista y con él una
clase de burgueses que se enriquecen progresivamente.
La Reforma Protestante contribuyó a desarrollar una nueva valorización del trabajo como profesión. El trabajo manual,
considerado como deshonroso y propio de gentes sin recursos, dignifica ahora al ser humano al remitirle adueñarse del universo.
En particular, el Calvinismo considera el éxito en los negocios como señal de predestinación divina y la vida laboriosa como la única
capaz de reconciliar al hombre pecador con su Dios.
En estas sociedades modernas, el trabajo deja de ser un medio de supervivencia para pasar a ser el fin mismo de la vida.
Gracias al trabajo se poseen bienes y se adquiere riqueza. La concentración del beneficio en pocas manos favoreció la concentración
de capitales y el nacimiento del hombre económico, lejos ya de la valoración espiritualista anterior al trabajo.
El progresivo uso de la tecnología y la instrumentalización del trabajo lograrán el máximo beneficio económico y con él la
explotación de los trabajadores, en especial de mujeres y de niños, con salarios de mera subsistencia que obliguen a seguir
trabajando. Este nuevo régimen acabó siendo más deshumanizador que ninguno por las condiciones tan duras y miserables en las
que vivían los proletarios, tanto en los propios centros de trabajo como en los núcleos suburbiales de las ciudades.
El trabajo en las sociedades contemporáneas
En el siglo XIX, el capitalismo mercantilista moderno se transformó en el capitalismo industrial contemporáneo. Como sistema
económico se expande rápidamente por los países europeos y colonias. Su progresiva expansión exigirá una mejor organización
del sistema y una evolución del nivel económico de los trabajadores que, de sólo productores, se irán convirtiendo en consumidores
que dan salida a la producción.
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Se puede comprender fácilmente por qué todas las ciencias del momento, y con ellas también la filosofía, muestran un
esencial interés por analizar el fenómeno del trabajo y las circunstancias en las que se lleva a cabo. Así, el Marxismo nace como
una crítica al sistema de producción capitalista burgués y alienta la organización del movimiento internacional obrero.
K. MARX (1818-1883) considera que el trabajo como actividad productiva constituye la dimensión esencial de la vida humana.
Por medio del trabajo, el ser humano libre y conscientemente transforma la naturaleza y se apropia de ella humanizándola. A la vez,
se realiza a sí mismo como miembro de una comunidad y de la especie humana, asegurándose su desarrollo y reproducción. La
esencia humana se manifiesta en el trabajo como actividad vital. El trabajo hace que el ser humano sea lo que es, diferenciándose
del animal y las cosas.
Sin embargo, la actividad laboral en el sistema capitalista deshumaniza al trabajador. El trabajo, en vez de realizar al
trabajador, resulta ser una actividad de enajenación, que impide que el trabajador se reconozca en aquello que hace. El trabajo
asalariado esclaviza al trabajador y lo reduce a una mercancía entre las mercancías, sometiendo así la esencia humana a las leyes
del mercado. Los productos del hombre se vuelven contra él y se establece una relación de hostilidad entre el ser humano, la
naturaleza y los demás hombres.
Esta situación solamente se podrá superar mediante una transformación revolucionaria de su sistema de producción y de la
sociedad clasista que lo sustenta. Ésta tendrá lugar una vez que la clase obrera, tomando conciencia de su situación, se organice y
se apropie de los medios de producción. Esto dará paso a una nueva sociedad sin clases y a un sistema productivo y de distribución
de bienes que hará posible el desarrollo integral de todas las capacidades del ser humano y la satisfacción real de todas sus
necesidades.
El trabajo en la actualidad
En la actualidad, la naturaleza y valoración del trabajo como actividad y su significado en la vida global del ser humano están
sufriendo grandes transformaciones debidas, entre otros, a los siguientes factores:
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-La excesiva división del trabajo, que ha traído consigo la progresiva despersonalización del trabajador, considerado como
una pieza más dentro del proceso de producción. La actividad del trabajador es mecánica, monótona y repetitiva, y tiende a ser
sustituida por equipos automáticos.
-El desarrollo y la aplicación de las nuevas tecnologías han aumentado considerablemente la productividad al mismo tiempo
que han reducido la jornada de trabajo. El trabajador puede ahora atender también el manejo, diseño y fabricación de nuevas y más
eficaces máquinas, para lo cual necesita desarrollar su saber, una mayor formación.
-La universalización del consumo ha traído consigo que el trabajo como actividad esencial del ser humano pase a ser valorado
ahora como un medio para la adquisición de bienes. Esta relación trabajo-consumo como motor de crecimiento económico ha hecho
que en la actualidad más que trabajar lo que interesa es tener un puesto de trabajo.
-El fenómeno del desempleo, consecuencia de la sustitución del trabajador por la máquina, que al vaciar de contenido el
derecho al trabajo incide en la reivindicación de un subsidio que garantice al ciudadano el poder seguir consumiendo dentro de un
reparto más equitativo de la riqueza.
-La consideración de que el trabajo no lo es todo en la vida humana, que el trabajo autosuficiente, que quedan otras muchas
posibilidades, intereses y capacidades en la vida del ser humano que también en preciso atender, que, incluso, tienen sus
prioridades, por lo que es preciso generar nuevos estilos de vida y nuevos puestos de trabajo.
En nuestra sociedad, tener un puesto de trabajo continúa siendo muy importante como elemento estructurador de la
personalidad y del ciclo de las actividades cotidianas. Un trabajo remunerado mantiene la autoestima y el valor social de los
individuos.
Por todo ello hay que seguir afirmando que el trabajo es un derecho humano y que la sociedad tiene el deber de proporcionarlo
a todos sus miembros.