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Apelación por Libertad Condicional Negada

Este documento presenta el recurso de apelación de Doris Acero de Vera contra la decisión del juez de negarle la libertad condicional. Acero de Vera argumenta que ha cumplido las 3/5 partes de su pena de 174 meses de prisión y que su comportamiento en prisión ha sido ejemplar. Además, afirma que el juez no tuvo en cuenta la jurisprudencia de la Corte Constitucional que exige evaluar factores como la resocialización y el arraigo social al decidir sobre la libertad condicional. Por último, Acero
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Apelación por Libertad Condicional Negada

Este documento presenta el recurso de apelación de Doris Acero de Vera contra la decisión del juez de negarle la libertad condicional. Acero de Vera argumenta que ha cumplido las 3/5 partes de su pena de 174 meses de prisión y que su comportamiento en prisión ha sido ejemplar. Además, afirma que el juez no tuvo en cuenta la jurisprudencia de la Corte Constitucional que exige evaluar factores como la resocialización y el arraigo social al decidir sobre la libertad condicional. Por último, Acero
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DOCTOR

MIGUEL ÁNGEL RIAÑO NIÑO


JUEZ 3° EPMS DE GUADUAS
SU DESPACHO

Asunto: APELACIÓN
NEGATIVA LIBERTAD CONDICIONAL
Condenada: DORIS ACERO DE VERA
Radicación # 2007-80033
NI 2021-237
_____________________________________________

Atento saludo.

DORIS ACERO DE VERA, identificada como aparece al pie de mi firma,


actualmente en PRISIÓN DOMICILIARIA en calidad de condenada por cuenta de
su Despacho, actuando a nombre propio dentro del término legal muy
respetuosamente acudo a su Despacho para interponer RECURSO DE
APELACIÓN contra su providencia del pasado 15 de septiembre, que sustento en
los siguientes términos:

PRETENSIONES

1. Se admita y conceda esta impugnación


2. Se envíe el expediente a segunda instancia para que allí se desate la alzada.
3. Se revoque el auto del 15 de septiembre del 2021, proferido por su Despacho.
4. Se conceda mi libertad condicional, en los términos de ley.

ANTECEDENTES PROCESALES

PRIMERO: Estoy purgando una pena de prisión de 174 meses y 20 días de prisión,
por acumulación jurídica de sanciones penales efectuada por el Juzgado 2° EPMS de
Guaduas, en providencia del 24 de diciembre del 2020.

SEGUNDO: Entre tiempo físico y redención por trabajo, he purgado 123 meses de
prisión.

TERCERO: Me encuentro privada de la libertad desde el 23 de noviembre del 2012.

CUARTO: A su Despacho correspondió la ejecución de mis sanciones penales.


2

QUINTO: Elevé solicitud de LIBERTAD CONDICIONAL adjuntando documentos


para demostrar mi arraigo familiar y social, previo concepto favorable de la oficina
jurídica del Establecimiento Penitenciario y Carcelario de Guaduas, y envío de
cómputos para redención de pena.

SEXTO: Mediante providencia del pasado 15 de septiembre Su Señoría negó mi


libertad condicional dada la gravedad de las conductas punibles por la que fui
juzgada.

DE LA PROVIDENCIA RECURRIDA

Frente a mi solicitud de libertad condicional, el Despacho emitió proveído en el que


decidió negarme la libertad condicional enfocándose en que fui condenada por 4
graves atentados a la Administración pública, sin escrúpulo alguno, aprovechando mi
condición de Alcaldesa de Guaduas, con lo que causé un desmedro a sus arcas; que
soy proclive al delito, por lo que el tratamiento penitenciario debe continuar, y porque
liberarme enviaría un equivocado mensaje a la comunidad, además que hay que evitar
que yo continúe mis actividades delictivas. Agrega que en casos como el mío no se
puede tener en cuenta mi adecuado comportamiento post delictual ni los informes del
INPEC respecto a mi resocialización.

PROCEDENCIA DE LA IMPUGNACIÓN

En virtud de lo dispuesto en el artículo 478 del código de procedimiento penal, las decisiones
que adopte el juez de ejecución de penas y medidas de seguridad en relación con mecanismos
sustitutivos de la pena privativa de la libertad y la rehabilitación son apelables ante el juez que
profirió la condena de primera o única instancia.

RAZONES DEL DISENSO

Con todo respeto me aparto del contenido de la providencia recurrida, que solicito se
revoque, por las siguientes razones, detalladas según los puntos principales de la
decisión. Lo que más sorprende es que el auto atacado recoge, pero no acata,
pronunciamientos de la Corte Constitucional que son de obligatorio cumplimiento
para los jueces al momento de decidir sobre la concesión de la libertad condicional,
como paso a argumentar.
Lo primero que tengo que manifestar es que nunca fui condenada por PECULADO
sino por CONTRATO SIN CUMPLIMIENTO DE REQUISITOS LEGALES y
CELEBRACIÓN INDEBIDA DE CONTRATOS, porque la Fiscalía jamás pudo
probar que yo me hubiese apropiado de dineros del municipio. Además, los contratos
3

cumplieron su objeto, como lo señaló la Contraloría General de la República en su


investigación.

El interlocutorio consta de las siguientes partes en el acápite de “Consideraciones del


Juzgado”:

1. Cumplimiento de las 3/5 partes de la pena: 123 meses y 0.5 días, que satisface la
exigencia legal (104 meses y 24 días).

2. Análisis de mi desempeño en reclusión: El Despacho admite que mi conducta


siempre ha sido ejemplar, que trabajé en reclusión y cuento con permiso para
laborar actualmente, lo que refleja, en sus palabras, que el tratamiento
penitenciario “al parecer ha surtido efecto”, porque no me he dedicado al ocio
sino al desarrollo de actividades asignadas por el INPEC. Finalmente, alude al
concepto favorable para la libertad condicional emitido por el EPC de Guaduas,
con calificación de mi conducta como “Ejemplar”, lo que denota que durante el
tratamiento penitenciario he demostrado un “adecuado desempeño”

3. Valoración de la conducta:

a) Fundamentos jurisprudenciales: Deben estudiarse los postulados


establecidos por la Corte Constitucional en las Sentencias C-757 del 2014 y
T-640 del 2017, que exhortan a los jueces a evaluar la necesidad de continuar
la ejecución de la pena intramuros, recordar que durante la ejecución de las
penas debe predominar la búsqueda de la resocialización del delincuente, tener
en cuenta el adecuado desempeño y comportamiento durante el tratamiento
penitenciario, y el arraigo familiar y social, valorar todos los aspectos,
elementos y dimensiones de la conducta punible, más allá de su gravedad, y
las circunstancias y consideraciones favorables al otorgamiento de la libertad
condicional realizadas por el juez que condenó y, finalmente, no olvidar que,
aunque la pena tenga un propósito resocializador, ello no implica que se deje
de lado la función de prevención general de la pena.

b) Recuento de los hechos:

Inicialmente el Despacho transcribe los párrafos de las 4 sentencias proferidas en mi


contra, en donde se valoran las conductas punibles como graves, reincidencia que
denota falta de escrúpulos y de acatamiento a la normatividad penal y un actuar
temerario para lograr mis propósitos delictivos, lo que me hace proclive a la
criminalidad, examen valorativo que arroja resultados negativos para mi libertad.
4

c) Fundamentación de la negativa a liberarme condicionalmente:

Su providencia dice que:

1) Frente a la reincidencia es necesario continuar la ejecución de la pena


impuesta porque se evidencia la falta de escrúpulos, de acatamiento a la norma
penal y actuar temerario para lograr los fines criminales, valiéndome del cargo
de Alcaldesa, con lo que puse en riesgo el patrimonio de la población, todo lo
cual guarda consonancia con lo señalado por los jueces en sus sentencias
condenatorias.

Leyendo este argumento, uno se pregunta si está ante la fundamentación de una


sentencia condenatoria; es más, aquí el Despacho se solaza en tratarme como la peor
de las delincuentes, con lo que no sólo invade indebidamente la esfera exclusiva del
fallador, sino que utiliza terminología propia de un “derecho penal de autor”,
afortunadamente erradicada de las legislaciones del mundo civilizado, pero
lamentablemente todavía vigente en la mente de algunos funcionarios judiciales.
No me aparto que fueron 4 las condenas, porque la Fiscalía prefirió investigarlas por
separado, para privarme de la oportunidad de un solo proceso y una sola condena, y
que al vulnerar el bien jurídico de la administración pública son graves, como lo son
todos los delitos, por su naturaleza misma. Pero al comenzar la disertación el señor
juez ejecutor, recabando en la gravedad de las conductas juzgadas, se advierte que va
a dirigir toda su argumentación a negar la libertad, como a la postre sucedió, lo que
contraría importantes referentes jurisprudenciales de la Corte Constitucional y la
Corte Suprema de Justicia, de obligatorio acatamiento de los jueces.

2) Soy una persona proclive al delito, así que hay que mantenerme recluida para
que no vuelva a delinquir.

Estoy privada de la libertad desde el año 2012. Los delitos cometidos tuvieron que
ver con un momento de mi vida en que fui funcionaria pública, y los he pagado con
creces. Pensar en que en libertad pueda volver a delinquir es olvidar que estoy
inhabilitada por mucho tiempo, y, aunque no lo estuviera, no tengo la más mínima
intención de volver a trabajar en ninguna entidad estatal. No entiendo, entonces, el
temor del Despacho de que vuelva a cometer delito alguno, si en mi hoja de vida no
aparece ilicitud que vulnere bienes jurídicos diversos, además que en todo el tiempo
en reclusión no di muestras del más mínimo interés en actuar contra derecho. Por el
contrario, mi conducta, siempre ejemplar, da muestras de la clase de persona que soy:
No la delincuente que pinta el Juzgado sino una profesional que se equivocó y está
pagando caro su error.
5

3) Liberarme condicionalmente enviaría el equivocado mensaje a la comunidad


de desamparo y desprotección frente al delito, y de total impunidad por el “no
cumplimiento total físico” de la pena acumulada.

La comunidad de Guaduas sabe que he permanecido en reclusión por actos cometidos


durante mi ejercicio como alcaldesa, y que fuera de ellos mi conducta ha sido
intachable en todos los niveles. Sabe, también, que soy una mujer emprendedora,
que tiene permiso para laborar en un proyecto productivo que promueve la
prosperidad en la población y reporta beneficios a la comunidad. No puede hablarse,
por tanto de “desamparo y desprotección” frente al delito, porque yo no me he saltado
ninguna etapa en el tratamiento penitenciario, ni he evadido la ley procesal penal, ni
le he hecho el quite a mis obligaciones, porque siempre he asumido la responsabilidad
por mis actos. Y si la gente espera que las personas privadas de la libertad cumplan
la totalidad de la pena es por desconocimiento de las normas procesales en materia
penal, lo que no tiene por qué endilgárseme.

4) No en todas las situaciones la readaptación social del condenado puede


ampararse en solas muestras de rehabilitación por el trabajo productivo, el
buen comportamiento carcelario y otras situaciones favorables, sino que debe
consultarse seriamente el fin de protección social que incumbe a la ejecución
de la pena de prisión. Los conceptos que emite el INPEC tienen connotación,
pero en situaciones menos graves, por lo que “no son de recibo” en mi caso.

Al inicio de la providencia el Despacho admite que mi tratamiento penitenciario ha


dado resultados satisfactorios, porque mi conducta siempre ha sido ejemplar, trabajé
en reclusión y cuento con permiso para laborar actualmente, lo que refleja, en sus
palabras, que el tratamiento penitenciario “al parecer ha surtido efecto”, porque no
me he dedicado al ocio sino al desarrollo de actividades asignadas por el INPEC, para
acotar luego que el concepto favorable para la libertad condicional emitido por el
EPC de Guaduas, con calificación de mi conducta como “Ejemplar”, denota que
durante el tratamiento penitenciario he demostrado un “adecuado desempeño”. Con
ello pareciera estar atendiendo los procedentes jurisprudenciales en torno a evaluar
las condiciones favorables al condenado, y a tener en cuenta el resultado positivo del
tratamiento penitenciario, lo que significa un avance en la manera como los jueces de
ejecución de penas están resolviendo las peticiones sobre subrogados penales.

Sin embargo, el Despacho sorprende al considerar que tanto excelente resultado del
tratamiento penitenciario que he recibido, no puede ser tenido en cuenta por la
gravedad de las conductas cometidas, arguyendo que no son de recibo los conceptos
que a mi favor emitió el INPEC, porque, más importante que la resocialización, es el
fin de protección social que persigue la pena.
6

Considero, muy respetuosamente, que el Despacho le está dando mayor importancia


a los fines de la pena, de prevención especial y general y retribución justa, que a los
de resocialización y rehabilitación, que también prevé la norma penal y no pueden
desatenderse. ¿De qué sirve que se haga referencia a jurisprudencias de las altas
Cortes si no se aplican efectivamente sus postulados? ¿En qué norma procesal penal
se dice en qué casos no procede la valoración del tratamiento penitenciario con miras
a la resocialización del condenado? Este examen es post delictual, por lo que resulta
infructuoso comparar lo favorable -que en mi caso abunda- con la gravedad del delito,
si se hace desde una óptica restrictiva, que no es la de la jurisprudencia nacional.

5) La decisión del Despacho se apoya en pronunciamiento de la Sala Penal del


Tribunal Superior de Cundinamarca, del 3 de diciembre del 2019, que, a su
vez, se apoya en la sentencia C-194 del 2005, de la Corte Constitucional, que
señala que es viable negar la libertad al condenado atendiendo a la gravedad
de la conducta punible.

Se ha vuelto costumbre que los jueces de la República apliquen la jurisprudencia que


se aviene a sus decisiones. Es lo que fatalmente sucede en mi caso: Como se trata de
dar soporte a la negativa a liberarme condicionalmente, se trae a colación una
sentencia en la que se procede en forma adversa al condenado, atendiendo a la
gravedad de la conducta, con apoyo en la sentencia C-194 del 2005 de la Corte
Constitucional.

Se olvida que desde el 2015 la Corte Constitucional y la Corte Suprema de Justicia


vienen exhortando a los jueces de ejecución de penas a separar su discurso de la
gravedad del delito exclusivamente, y a armonizarlo con una serie de circunstancias
postdelictuales para determinar si el tratamiento penitenciario ha dado resultados, y,
en caso de que se considere que no, SE DEBE SEÑALAR CONCRETAMENTE
POR QUÉ.

Es así como la Corte Constitucional en su sentencia C-757 del 2015, al estudiar la


constitucionalidad de la expresión “previa valoración de la conducta punible”,
señaló:

“El juicio que adelanta el Juez de Ejecución de Penas tiene


una finalidad específica, cual es la de establecer la
necesidad de continuar con el tratamiento penitenciario a
partir del comportamiento carcelario del condenado. En
este contexto, el estudio del Juez de Ejecución no se hace
desde la perspectiva de la responsabilidad penal del
condenado –resuelta ya en la instancia correspondiente,
ante el juez de conocimiento- sino desde la necesidad de
cumplir una pena ya impuesta. En el mismo sentido, el
7

estudio versa sobre hechos distintos a los que fueron objeto


de reproche en la sentencia condenatoria, cuáles son los
ocurridos con posterioridad a la misma, vinculados con el
comportamiento del sentenciado en reclusión (Subrayas
mías)”

Nótese cómo la Corte Constitucional señala que la valoración de la conducta punible


en sede de ejecución de penas no puede ser la misma que la de la sentencia, porque
en el primer caso hay que determinar si es necesario continuar purgando la pena en
prisión, a partir del comportamiento del condenado allí. Además, le está prohibido
hacer al juez ejecutor nuevas valoraciones de la conducta, por fuera de la que ya hizo
el sentenciador, lo cual no fue óbice para que mi juzgado ejecutor procediera de esa
manera, como ya he resaltado.

En acatamiento a tales pronunciamientos, la Sala de Casación Penal de la Corte


Suprema de Justicia señaló:

“La pena no ha sido pensada únicamente para lograr


que la sociedad y la víctima castiguen al condenado
y que con ello vean sus derechos restituidos, sino que
responde a la finalidad constitucional de la
resocialización como garantía de la dignidad
humana”1

En la misma providencia de tutela, la Corte señala cuáles son las finalidades de la


sanción:

a) Fase previa al delito: Persuadir al ciudadano para que se abstenga de


delinquir, so pena de una sanción penal.

b) Fase de imposición: El grado de culpabilidad del sentenciado, bajo los


principios de razonabilidad, necesidad y proporcionalidad.

c) Fase de ejecución: El grado de resocialización del penado, con base en su


comportamiento en reclusión.

La Corte Suprema de Justicia concluye allí:

1) No puede tenerse como razón suficiente para negar la libertad condicional la


alusión a la lesividad de la conducta punible frente a los bienes jurídicos

1 STP15806-2019, radicación # 107.644.


8

protegidos por el Derecho Penal, pues ello solo es compatible con prohibiciones
expresas frente a ciertos delitos, como sucede con el artículo 68 A del Código
Penal. Tampoco pueden hacerse valoraciones morales para determinar la
gravedad del delito, sino apreciación de los principios constitucionales en cada
caso en concreto.

2) No puede tenerse como razón suficiente para negar la libertad condicional la


alusión a la lesividad de la conducta punible frente a los bienes jurídicos
protegidos por el Derecho Penal, pues ello solo es compatible con prohibiciones
expresas frente a ciertos delitos, como sucede con el artículo 68 A del Código
Penal. Tampoco pueden hacerse valoraciones morales para determinar la
gravedad del delito, sino apreciación de los principios constitucionales en cada
caso en concreto.

3) No es suficiente sopesar la afectación al bien jurídico tutelado en la valoración


de la gravedad de la conducta, siendo perentorio hacer alusión a todas las
circunstancias que rodearon su comisión, de manera igual, en un estudio
integral. De ninguna manera la mera alusión al bien jurídico tutelado constituye
motivación suficiente para negar la concesión del subrogado penal.

4) El estudio de la conducta punible tiene que armonizarse con el comportamiento


del procesado en prisión y demás apreciaciones en pos de dilucidar si es
necesario continuar con la privación de la libertad, como la participación en
tareas de resocialización intramuros, por ejemplo.

En providencia del 20 de abril del año en curso2, la Sala Penal de la Corte Suprema
de Justicia revocó el fallo de tutela emitido por la Sala Penal del Tribunal Superior
de Bogotá, y en su lugar decidió amparar los derechos fundamentales de la
accionante, al debido proceso, igualdad y libertad, vulnerados por los juzgados de
ejecución de penas y fallador, al negarle la libertad condicional amparados
únicamente en la gravedad del delito.

Allí destacó como en las sentencias C-233 de 2016, T-640 de 2017 y T-265 de 2017,
la Corte Constitucional ha exhortado a los jueces ejecutores a tener en cuenta siempre
“que la pena no ha sido pensada únicamente para lograr que la sociedad y la víctima
castiguen al condenado y que con ello vean sus derechos restituidos, sino que
responde a la finalidad constitucional de la resocialización como garantía de la
dignidad humana”, por lo cual no es procedente estudiar la concesión del subrogado
a partir únicamente de la valoración del delito y la afectación al bien jurídico, “en
tanto la fase de ejecución de la pena también debe ser examinada por los jueces

2
Cfr. CSJ STP4105-2021, radicación # 115757
9

ejecutores en atención a las ideas de resocialización y reinserción social del


condenado”3

En la providencia que se comenta, que versa sobre el delito de “Lavado de activos”,


la Corte Suprema de Justicia consideró que los juzgados accionados vulneraron el
debido proceso al incurrir en errores de tipo motivacional en sus providencias, ya que
el único fundamento para negar la libertad condicional fue la valoración de la
gravedad de la conducta, la afectación al bien jurídico tutelado y la necesidad
proteger a la sociedad, “sin sopesar los efectos de la pena hasta ese momento
descontada, el comportamiento de la sentenciada, el arraigo familiar y social
demostrado y, en general, los aspectos relevantes para establecer la función
resocializadora del tratamiento penitenciario; lo que contraviene lo establecido en
el artículo 64 del Código Penal y el desarrollo que de esa norma han realizado la
Corte Constitucional y la Corte Suprema de Justicia”

También reprochó la Corte Suprema de Justicia que los juzgados accionados se hayan
apartado del referente jurisprudencial -que el juzgado que ejecuta mi pena menciona,
pero no acata- , lo que constituye desconocimiento del precedente judicial de las Altas
Cortes y, por consiguiente, en un defecto sustantivo.

6) No se puede conceder la libertad condicional, enarbolando la bandera de la


resocialización, a quien ha elegido el delito como camino de vida, porque la
ciudadanía perdería la confianza en el ordenamiento jurídico penal, por la falta
de proporcionalidad que se advertiría entre los graves comportamientos
juzgados y un tratamiento flexible al condenado.

Aunque el Despacho toma la resocialización como un asunto menor, para las altas
Cortes es de relieve porque tiene que ver con una función vital de la pena.
Justamente, en la providencia que se acaba de reseñar, la Corte Suprema de Justicia
lamenta que aunque los juzgadores mencionaron el arraigo familiar y social de la
tutelante, así como el proceso de resocialización adelantado en el penal a través de
trabajo y estudio, no se ocuparon de determinar ni mucho menos fundamentar por
qué es necesario continuar el tratamiento penitenciario, y por qué se desconocen los
avances de reinserción social exteriorizados por la sentenciada, dada la fase de
seguridad en que se encuentra y todos los factores positivos del tratamiento
penitenciario.
Es que no solo se protege a la sociedad enviando a personas declaradas penalmente
responsables a prisión, sino también proveyéndoles el tratamiento penitenciario y
dándoles oportunidad para trabajar, estudiar y enseñar en reclusión, de modo que
puedan salir a la comunidad a ser útiles y probos, en aprovechamiento de una nueva
oportunidad. En un derecho penal de ACTO, hay mirar hacia adelante, sin temor a

3
Cfr. CSJ STP15806-2019 radicación # 107644 y CSJ STP4236-2020, radicación # 1176/111106
10

que se piense que la ley es una burla, porque cuando el tratamiento penitenciario
demuestra resultados positivos, como en mi caso, no se debe insistir tozudamente en
la gravedad del delito para negar la libertad condicional.

7) No encuentra el Despacho que el adecuado desempeño y comportamiento


durante el tratamiento penitenciario en reclusión, así como todos los aspectos
favorables a mí, tengan la suficiente fuerza jurídica para “borrar, eliminar o
minimizar” la gravedad y trascendencia de los delitos cometidos.

Insiste el Juzgado en pasar por alto la exhortación de la Corte Constitucional a que la


argumentación frente a la solicitud de libertad condicional se enfoque únicamente en
la gravedad de la conducta punible, sin que sea justificable que admita evidente mi
proceso de resocialización, pero indique que en mi caso no puede tenerse en cuenta,
porque retrotrae el análisis a las sentencias condenatorias, el bien jurídico tutelado y
la necesidad de proteger a la sociedad de “proclives al delito” como yo, para reforzar
su idea de que debo continuar en prisión.
De su lectura es fácil concluir que no solamente el Despacho tomó la gravedad de la
conducta juzgada como centro de su argumentación para negarme la libertad
condicional, sino que, además, excluye la resocialización como una función
importante de la pena, borrando de un tajo el tratamiento penitenciario que he
recibido desde el año 2012, cuando se me capturara, y que me ha valido la calificación
de conducta ejemplar, redención de pena por trabajo y estar trabajando fuera de mi
sitio de reclusión.

No bastaba con admitir que he readecuado mi conducta sino que, haciendo decidido
que no me otorgará la libertad, tenía que establecer por qué razón el positivo
resultado del tratamiento penitenciario no es suficiente para “borrar, eliminar o
minimizar” la gravedad del delito. Con el respeto que me merece el Despacho,
ninguna acción humana ni divina puede hacer tamaña proeza, porque lo hecho, hecho
está. Ese no es el sentido de la jurisprudencia ni de la ley, porque resulta un absurdo
pretender que alguna actuación logre desvirtuar cuatro condenas.

De lo que se trata es de escudriñar en qué medida estoy preparada para volver a la


comunidad, a partir de mi comportamiento en reclusión. ¿Hubo algún intento de
cometer delitos al interior de la cárcel? ¿Se me adelantaron procesos disciplinarios?
¿En algún momento mi conducta no fue ejemplar? ¿He sido sancionada
disciplinariamente? ¿Se me han adelantado otros procesos penales? Y ya en prisión
domiciliaria, ¿He sido reportada como evadida de mi residencia? ¿Se me ha iniciado
proceso por fuga de presos? ¿He salido de mi rango de desplazamiento sin permiso
del INPEC o del Despacho ejecutor?
Es hacia adelante como debe examinarse mi comportamiento, no hacia atrás, cuando
ocurrieron los hechos de condena, porque, de lo contrario, jamás podría concederse
11

subrogado alguno, y tanto la Ley como la jurisprudencia se estarían ocupando de


“absurdos” como la resocialización y la rehabilitación del condenado.

La fundamentación de una decisión de tanta importancia como la libertad condicional


no se agota en la enunciación de la norma aplicable y de la citación textual de
múltiples sentencias de las Altas Cortes, siendo imperioso para el Juez de ejecución
de penas analizar cada caso en concreto, con sus circunstancias, eventualidades y
particularidades, para optar por negar o conceder el subrogado como una decisión
soportada en la prueba y en la realidad vivida en reclusión, a partir del concepto
favorable emitido por el INPEC, organismo de custodia y vigilancia que sabe, de
primera mano y en forma excepcional, si realmente el recluso está listo o no para
reincorporarse a la sociedad.

Tales cuestiones, que la Corte Constitucional rotula como “ingredientes”, no se


tuvieron en cuenta en el auto atacado, porque el gran protagonista de la
argumentación fue la famosa “gravedad de la conducta punible”, lo que constituye,
ni más ni menos, que un desacato al precedente jurisprudencial que el mismo Juzgado
está obligado a conocer y a aplicar.

Con este argumento el Juzgado a-quo insiste en hacer más gravosa mi situación de lo
que se plasmó en los fallos de condena, con lo que también falta al cometido ordenado
por la Corte Constitucional de que el juez ejecutor debe considerar aspectos
favorables señalados en la sentencia, como que estoy trabajando en una actividad
lícita, en pro de la comunidad, para procurarme el sustento y el de mi familia,
mientras purgo la pena en mi residencia sin ningún reporte negativo de parte del
INPEC.

De otro lado, insiste el Despacho en volverme a condenar, al declarar, sin ningún


fundamento ni argumentación jurídicamente atendible, que debo cumplir la totalidad
de la pena en reclusión, para que se cumplan las funciones de la pena, como si la
resocialización no lo fuera. Contrariando la ley y la jurisprudencia nacionales, el juez
de ejecución de penas hace una nueva valoración de la conducta punible por la que
se me condenó, insistiendo en su gravedad y en la imposibilidad de dar lugar al
otorgamiento de subrogados penales, llevándome a cumplir completamente la pena.

En procura de garantizar la igualdad y la seguridad jurídica, como garantías insertas


en el derecho fundamental al DEBIDO PROCESO, el juez ejecutor tiene que hacer
un análisis completo de la conducta punible, más allá de la que hizo el fallador en la
sentencia, porque en la sede actual el funcionario cuenta con mayores y diferentes
elementos de juicio que le permiten establecer si es necesario o no mantener al
condenado privado de su libertad. No hacerlo así abre la vía a la acción de tutela.
12

Bajo estos presupuestos jurisprudenciales, que día a día están acogiendo los jueces
de la República y Tribunales Superiores como el de Bogotá 4, es evidente que la
negativa de su Despacho de concederme la libertad condicional se fundamentó en
una evaluación abstracta y estigmatizada de la conducta por la que fui condenada.

Así las cosas, la providencia impugnada no articuló esta importante y vital


circunstancia con otros aspectos, a tono con lo indicado tanto por la Corte
Constitucional como por la Corte Suprema de Justicia, según he hecho referencia,
con lo cual se pone de relieve la lesividad del delito por encima de mi
comportamiento pos delictual, que fue completamente ignorado, lo cual habría
llevado a la necesaria conclusión de que ya he alcanzado un nivel tal de comprensión
y resocialización, que estoy preparada para reincorporarme a la sociedad.

Todas las autoridades de la República de Colombia están obligadas a acatar los


postulados constitucionales. En este caso, el señor Juez de ejecución de penas hace
gala de su visión peligrosista para considerar que soy un peligro para la sociedad y
debo cumplir la totalidad de la pena, con lo que ignora, de un plumazo, el contenido
del artículo 29 superior que “Nadie podrá ser juzgado sino conforme a leyes
preexistentes al acto que se le imputa”

Además, insisto, no existe ningún elemento de juicio que lleve al Despacho de


instancia a considerar que voy a continuar delinquiendo en libertad, y, si en gracia de
discusión, ello fuera posible, existen mecanismos legales como la revocatoria del
subrogado, que me persuaden, además de la concientización de mi error, de
comportarme conforme a las normas.

En la providencia que se ataca su Despacho debió examinar todos los aspectos que
constituyen, no solamente la sentencia sino también lo que ha sucedido en los años
postreros, cómo he aprovechado el tiempo sin novedad alguna.

No de otra manera se explica que el artículo 471 del código de procedimiento penal
exija la resolución favorable a la libertad condicional expedida por el Consejo de
Disciplina de la reclusión, copia de la cartilla biográfica, la calificación de la conducta
y los cómputos de redención de pena por trabajo, estudio o enseñanza. No son estos
meros formalismos sino los insumos necesarios para estructurar la argumentación en
pro o en contra de la concesión del subrogado penal.

Si bien la conducta por la que se me condenó es grave, es evidente que luego de tantos
años en prisión y luego en prisión domiciliaria, el propósito resocializador de la
privación de mi libertad se ha cumplido, como demuestro con los documentos

4
Sala Penal, radicación # 110013187013 2017 03736 01, auto del 4 de junio del 2020.
13

suscritos por funcionarios de la reclusión que vigilan mi condena. Nótese que todos
los otros requisitos exigidos en el artículo 64 del código penal se satisfacen en mi
caso, como bien lo apuntó su Despacho, por lo que el único punto de disenso es la
valoración de la conducta punible, que resulta incompleta y disconforme con la
prueba allegada.

Cabe resaltar que en los procesos que se me adelantaron nunca se probó un


detrimento patrimonial de la Alcaldía o que no se cumplieran los contratos, y mucho
menos que yo me hubiese apropiado de dineros del municipio. Recuérdese que la
Contraloría concluyó en su investigación que el objeto de todos los contratos se
cumplió. De lo único que se me condenó fue de favorecer contratistas. Esto es de
relieve para considerar que no soy un peligro para la comunidad ni una corrupta como
me califica el juez a-quo, y no tengo la menor posibilidad ni ánimo de volver a la
función pública.

Señor Juez ad-quem:

Valgan estas consideraciones para que en providencia de segundo grado decida


revocar el auto que impugno, porque contiene la negativa a liberarme
condicionalmente fundamentada únicamente en la gravedad del delito, el bien
jurídico tutelado y la necesidad de proteger a la sociedad, dejando de lado las otras
funciones de la pena y mi evidente resocialización, en desacato a los precedentes
jurisprudenciales que resultan de imperativo cumplimiento para los jueces de
ejecución de penas.

Del señor Juez,

Cordialmente,

DORIS ACERO DE VERA


C.C. # 20’634.908
Calle 7° Sur # 11 A-24
Urbanización “Jorge Eliécer Gaitán”, Guaduas
E-mail: dorisacero2017@gmail.com

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