Motor Once, S.A. c.
Municipalidad de Buenos Aires
Corte Suprema de Justicia, 9/5/1989
Opinión de la Procuradora Fiscal de la Nación
I. La sentencia de V. E., de fecha 14 de mayo de 1987, agregada a fs. 916/920 de los
autos principales (foliatura a la que me referiré en lo sucesivo), reseñó los
antecedentes que dieron origen a la presente causa. Se destacó que el propietario del
inmueble sito en esta Capital, calle Tucumán 3001/21, esquina Jean Jaures, solicitó
autorización del municipio para construir un edificio en torre, de propiedad horizontal, y
una estación de servicio en el predio, siéndole concedida mediante dec. 1231/60 de la
intendencia metropolitana. En virtud de ello, el interesado constituyó la sociedad, aquí
actora, a la que transmitió el dominio del bien, comenzando a realizar ventas de
combustibles a partir del año 1961, mediante los surtidores de nafta allí instalados.
El 5 de febrero de 1971 le fue otorgado el certificado de inspección final de servicios
contra incendio y el 11 de mayo del mismo año, el certificado final de obra.
Por otra parte, se puso de manifiesto que la ordenanza 27.455, dictada el 15 de
febrero de 1973, con vigencia a partir del 27 de agosto del mismo año, modificó el
"Cuadro de las prevenciones contra incendio", correspondiente al art. 4.12.1.2 del
Código de Edificación, entonces vigente, incorporando a las prescripciones contra
incendio, destinadas al rubro "Estaciones de servicio", la condición C-9, que resolvió
"no se permite destinar a vivienda, locales situados en los pisos altos y solamente
puede haber ambientes para oficinas o trabajo como dependencia del piso inferior
constituyendo una misma unidad de uso".
Sostuvo el tribunal, que dicha prevención se hizo efectiva a partir de la aparición del
Digesto Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, en el año 1979, lo que determinó que
por resolución de la Subsecretaría de Inspección General de la Municipalidad, de
fecha 22 de octubre de 1979, se intimara a la actora para que, en el plazo de 3 días,
procediera al vaciado de los tanques de combustible y a su posterior llenado con
sustancias neutralizantes, que anulen la acción de los gases, y el retiro de los
surtidores para expendio de nafta de la estación de servicio de su propiedad, por
contravenir la norma ya citada del Código de Edificación.
Una vez firme la intimación practicada, se dictó la resolución 5264/80, del mencionado
órgano municipal, disponiendo la clausura de la actividad de expendio de combustible
e intimando nuevamente el vaciado de tanques. Verificado el retiro de los surtidores,
se levantó la clausura del local, mediante resolución 3375-SSIG-81.
Como consecuencia de esta situación, Motor Once S. A. inició demanda contra la
Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires por nulidad del acto que había dispuesto
el cese del expendio de combustible en el negocio que explotaba, impugnando la
legitimidad de la norma que le dio sustento a la decisión, vale decir, la ya transcripta
prevención C-9. La sentencia de primera instancia rechazó la demanda y, apelada, fue
confirmado el pronunciamiento por la sala D de la Cámara Nacional de Apelaciones en
lo Civil. Contra esta última decisión, la actora planteó recurso extraordinario y,
denegado por el "a quo", acudió en queja ante esta instancia excepcional.
V. E., en la sentencia que ya he recordado, en lo sustancial desestimó los agravios
que, fundados en la arbitrariedad del fallo, pretendían la declaración de nulidad del
acto, considerando que resultaba razonable la exigencia del cumplimiento de la
prevención C-9, en actividades como la explotación de estaciones de servicio, debido
al riesgo de deflagración permanente que genera la existencia de grandes cantidades
de productos Inflamables, además de la consiguiente molestia que causa, la
emanación de los gases del carburante, a los habitantes de la vivienda que existe en
la parte superior del local destinado a esa explotación comercial. Rechazó, asimismo,
la tacha de inconstitucionalidad ensayada contra la norma de policía, entendiendo que,
en la especie, no se encontraban vulnerados los derechos a ejercer toda industria lícita
y a la igualdad, contenidos en la Constitución Nacional.
Como conclusión, en este aspecto, declaró la legitimidad del acto que aplicó la
mentada norma del Código de Edificación, toda vez que había sido atacado por las
mismas razones que sostenían la Inconstitucionalidad de la prevención C-9,
desestimada por el tribunal. No obstante, agregó "frente a las pretensiones del
recurrente, cabe examinar si media en el caso un supuesto de responsabilidad por
acto lícito del Estado del cual derive la obligación de reparar".
A renglón seguido, pasó a delinear la situación jurídica en que se encontró la
demandante después de habérsele concedido la autorización para construir la
estación de servicio y la habilitación para explotarla. Entendió que se trata de una
autorización "Strictu sensu", vale decir, una decisión administrativa que acredita el
cumplimiento de determinadas exigencias reglamentarias y posibilita, una vez
expedida, el ejercicio del derecho cuyo goce preexiste. De allí dedujo que, a partir de
ese momento, el autorizado se convierte en titular de un derecho subjetivo público que
se incorpora a su patrimonio y que no puede ser suprimido por una norma posterior,
sin agravio al derecho de propiedad consagrado en el art. 17 de la Constitución
Nacional, lo que descarta toda idea de precariedad o inestabilidad del título en que se
funda la pretensión resarcitoria. Concluyó, por tanto, que habiéndose declarado la
legitimidad del obrar administrativo, la lesión inferida a la actora en el ejercicio de su
derecho de propiedad encuentra su tutela en la indemnización reclamada, en la cual
se resuelve la garantía superior del art. 17 de nuestra Ley Fundamental, tal como ha
quedado consagrado en el art. 18 de la ley 19.549, de aplicación en el ámbito
municipal.
En definitiva, confirmó parcialmente la sentencia apelada, en cuanto no hizo lugar al
pedido de nulidad, y devolvió las actuaciones para que se dictara nuevo
pronunciamiento en torno a la procedencia y alcance de los distintos rubros incluidos
en el reclamo de daños y perjuicios, como consecuencia del accionar legítimo de la
municipalidad, en el caso.
II. Vueltos los autos a la segunda instancia, se pronunció a fs. 927/930 la sala B de la
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil. En la sentencia se comenzó por analizar
los reclamos de la actora referidos al valor del terreno -respecto del cual se solicitó la
aplicación de las pautas establecidas para el caso de expropiación-, a la
indemnización por el valor del edificio en la parte correspondiente a la estación de
servicio y la reparación por el valor de las instalaciones y maquinarias, de acuerdo a
los inventarios. Con relación a estos rubros, se desestimó la petición, coincidiendo con
la solución del juez de primera instancia, por no haber cesado la propiedad de la
actora sobre ellos, a pesar del cese de la venta de combustibles dispuesto por la
autoridad municipal. La Cámara tampoco consideró la pretensión orientada a que se
admita la disminución del valor de esos objetos, por ser un rubro que no fue
oportunamente propuesto a la decisión del tribunal inferior.
Además, el a quo desechó el reclamo de daños y perjuicios relativos al "valor llave" del
negocio y al "valor de empresa en marcha", fundado en que la actora no quedaría
privada de ambos, toda vez que la medida de policía no la desapoderó de la propiedad
del fondo de comercio. Otros rubros integrantes del reclamo indemnizatorio, como son
los costos de despido y suspensión de personal, gastos de traslado, mudanza y nueva
instalación, no utilización de la playa de estacionamiento, sueldos de personal no
despedido y diferencias en fletes y costos de productos, tampoco recibieron acogida
por la Cámara. para ello, se tuvo en cuenta que el juez degrado había establecido que
no guardaban relación de causalidad adecuada con el hecho generador del perjuicio y,
por tanto, no se trataba de consecuencias directas e inmediatas; sin que tal conclusión
hubiera merecido, a juicio de la alzada, una crítica concreta y razonada del apelante -
requerida por las normas rituales para su consideración en segunda instancia-, todo lo
cual llevó a concluir que debía tenerse por firme la sentencia de primera instancia en
esos aspectos.
Por último, se abordó el agravio relativo a la indemnización del lucro cesante,
generado por la prohibición de continuar con la comercialización de combustibles. Al
respecto, el camarista que votó en primer término estableció que "el lucro cesante
cuya indemnización impone el Cód. Civ. en los distintos tipos de responsabilidad (art.
s. 519 y 1069), entendido como la ganancia o utilidad de la que se vio privado el
damnificado, se presenta en estos actuados acaso como el perjuicio característico de
un acto como el realizado por el Municipio". Concluyó, en consecuencia, decidiendo su
admisibilidad, aun cuando no se había acreditado su monto, ya que el daño se
encontraba legalmente comprobado y nada obstaba a que su cuantía fuera
determinada en un proceso sumarísimo de ejecución; señalando que "deberá
calcularse durante el lapso transcurrido entre la efectivización del Impedimento para
comercialización de combustibles y hasta el momento del pronunciamiento definitivo al
afecto, sin que quepa analizar la posibilidad de extenderlo por un período más extenso
en tanto ese aspecto no formó parte de la "litis".
III. Contra el pronunciamiento así reseñado, entabló la Municipalidad de la Ciudad de
Buenos Aires recurso extraordinario, que denegado por el a quo, provocó la queja en
examen. En la apelación federal, la demandada dirigió la mayor parte de sus agravios
contra el reconocimiento de la indemnización por lucro cesante. Sostuvo que este
perjuicio, dado que el tribunal de alzada admitió que no estaba acreditado en su
monto, debe entenderse que no fue probado. Por otro lado, adujo que el acto
administrativo legítimo no produce daño jurídico alguno, por lo que no hay que
indemnizar; insistiendo también en la precariedad que llevaba ínsita la habilitación que
la comuna otorgó a la parte actora para la venta de combustibles.
Entre los argumentos de la recurrente, aparece reiterada la afirmación, según la cual la
actividad lícita del Estado excluye del resarcimiento el rubro lucro cesante. Dijo que es
un principio que puede establecerse cuando nace, pero no cuando finaliza, toda vez
que la prohibición de comerciar que le da pie sigue aun vigente. Recordó, por otra
parte, las razones de interés público en que se fundó la medida del municipio,
advirtiendo que el patrimonio de la Administración no se vio incrementado con su
aplicación, por lo que no procede indemnizar por un "enriquecimiento sin causa" que
no se dio, en el caso.
Finalmente, la demandada cuestionó el encuadramiento legal por reputarlo totalmente
erróneo, al haberse basado la sentencia en las normas civiles de responsabilidad (arts.
519 y 1069). La apelante sostuvo la arbitrariedad del pronunciamiento, toda vez que el
tema debatido en autos se vincula con la extinción de un derecho de origen y
naturaleza administrativos, operada por medio de una revocación. Por tanto, ante la
ausencia de normas específicas, consideró que el pleito, debe ser resuelto mediante la
aplicación de disposiciones análogas contenidas en la legislación expropiatoria.
Por último, se agravió de la forma en que fueron distribuidas las costas, sosteniendo
que la Comuna no debía soportarlas íntegramente, pues el resultado final del juicio le
fue mucho más beneficioso que a su contraria. Ello así, pues la pretensión de la actora
de que se declarara la nulidad del acto que estableció la interdicción de venta del
combustible fue rechazada, como así también fueron desestimados la mayoría de los
daños alegados, haciéndose lugar sólo al lucro cesante.
IV. De los antecedentes reseñados se desprende que la cuestión debatida en autos se
relaciona directamente con el alcance del resarcimiento que corresponde otorgar, en
virtud de la responsabilidad de la administración municipal, derivada de la aplicación
de una norma general de policía -a través de actos individuales de ejecución-, que
estableció la prohibición de seguir ejerciendo, determinada actividad, en el
establecimiento comercial que explotaba la parte actora.
A partir de esta comprensión del tema a decidir, creo conveniente destacar, en primer
término, las diferencias que median entre la situación de autos y la resuelta por V. E.
en Fallos, t. 306, p. 1409, de modo que lo allí establecido no resulta aplicable a este
pleito. En la causa "Eduardo Sánchez Granel" se fijó la indemnización que un ente
estatal debía abonar, con motivo de la extinción por este legítimamente dispuesta, en
forma unilateral, de un contrato de obra pública, por lo que la cuestión jurídica a
resolver tenía un marco legal definido -ley de obras públicas y previsiones conexas-,
dentro del cual debía ser construida la solución.
En ese caso, se trató de un sacrificio patrimonial que la Administración decidió, en el
curso de una relación especial de origen convencional, autorizada por el plexo
normativo del contrato, según relaciones jurídicas singulares anteriormente
constituidas y que se liquidan en el seno de las mismas. En cambio, el que aquí
examino consiste en un acto imperativo, que se produce en el ámbito de una relación
de supremacía general, justificado por el poder de policía de seguridad que la
autoridad comunal tiene reservado respecto de las actividades que se desarrollan
dentro del ejido urbano.
Esta distinción la juzgo relevante, toda vez que, en el "sub discussio", la ausencia de
normas expresas que establezcan los rubros a indemnizar conduce a seguir el
proceso hermenéutico que propondré a renglón seguido. En efecto, el art. 18 de la ley
19.549, vigente en el orden municipal por imperio de la ley 20.261 y que V. E. reputó
aplicable al "sub lite" en el considerando 14 de la sentencia de fs. 916/920, se limita a
establecer que la revocación de un acto administrativo regular -como lo era la
habilitación para el expendio de combustibles- resulta legítima "indemnizando los
perjuicios que causare a los administrados", sin precisar los alcances del resarcimiento
debido.
En consecuencia, ante la ausencia de una solución normativa singularizada para este
tipo de responsabilidad estatal, resulta menester -a mi juicio- recurrir a los principios de
leyes análogas, toda vez que la regla de interpretación prevista en el art. 16 del Cód.
Civil excede los límites del ámbito del derecho privado, puesto que los trasciende y se
proyecta como un principio general, vigente en todo el orden jurídico interno.
El examen de las normas que fijan pautas indemnizatorias y que guardan mayor
analogía con la situación discutida en autos, conduce irremediablemente a encontrar la
solución en la ley nacional de expropiaciones 21.499, es decir, en la norma legal típica
que autoriza intromisiones del Estado en la propiedad de los administrados, cada vez
que el interés público las exija; pues sin esas intromisiones, el Estado no es capaz de
cumplir sus funciones. Ello así, por cuanto la responsabilidad extracontractual del
Estado por actividad lícita no puede disciplinarse por normas de derecho privado,
porque ante el Estado actuando conforme a derecho, fallan todos los preceptos sobre
actos ilícitos. La solución sólo puede deducirse de los principios del derecho público
(cf. Fritz Fleiner, "Instituciones de derecho administrativo", p. 233 y sigtes., traduc. 8
ed. alemana, Ed. Labor, 1933).
En principio "ius publicista" es aquel que encuentra su fundamento en los arts. 14 y 17
de la Ley Fundamental. Precisamente la segunda de dichas cláusulas, luego de
afirmar el principio de la inviolabilidad de la propiedad, establece las limitaciones que,
en aras al interés público, pueden efectuarse mediante el instituto expropiatorio, razón
por la cual parece prudente que, ante la analogía de las situaciones contempladas, se
recurra a las reglas previstas por la reglamentación legal del mencionado instituto.
La solución propiciada se justifica, a mi entender, porque tanto la expropiación, como
el régimen de la responsabilidad estatal por actividad legítima, se desenvuelven dentro
del mismo ámbito mencionado de las "intromisiones estatales autorizadas"; tienden a
proteger la misma garantía constitucional y, sobre todo, persiguen una finalidad típica
de interés público, que se encuentra ausente en las normas regulatorias de la
responsabilidad de derecho común, que persiguen la composición equitativa de
conflictos en los que se involucran intereses privados (conf. Fallos, t. 301, p. 403).
Por otra parte, el arbitrio propuesto para salvar la ausencia de una normativa legal
específica que regule la responsabilidad estatal por conducta lícita, encuentra
antecedentes en el derecho comparado. Así, la ley de expropiación forzosa de
España, de 1954, incluye en el art. 121 una cláusula general, según la cual
corresponde indemnizar toda lesión que los particulares sufran en los bienes y
derecho a que se refiere la ley (la reglamentación aclaró que son los susceptibles de
ser evaluados económicamente -art. 133-), siempre que sea consecuencia del
funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos, o de la adopción de
medidas de carácter discrecional no fiscalizables en vía contenciosa (García de
Enterría, Eduardo y Fernández, Tomás R. "Curso de derecho administrativo", t. II, p.
318, Madrid; 1977). De este modo, la cláusula general de responsabilidad patrimonial,
introducida por la ley dentro de la regulación del instituto expropiatorio, abarca tanto
los daños ilegítimos, como los producidos por una actividad perfectamente lícita (íd.
cit., p. 320).
Y, para robustecer la pertinencia del antecedente, corresponde agregar que la
reglamentación del texto citado (art. 134-3) señala que, para el cálculo de la
indemnización, se deberán tener en cuenta, en lo posible, los criterios de valoración
previstos en materia de expropiación forzosa (Leguina Villa, Jesús, "La
responsabilidad del Estado y de las entidades públicas regionales o locales por los
daños causados por sus agentes o por sus servicios administrativos" en Revista de
Administración Pública, núm. 92, p. 34).
En resumen, por aplicación de los criterios ya expuestos, cabe concluir que la
indemnización en materia de responsabilidad por actividad lícita de la Administración,
debe ceñirse al modo de responder establecido en las disposiciones que contiene la
ley de expropiaciones 21.499; las que, en lo que al caso interesa, vedan el
reconocimiento del rubro bajo examen. En efecto, prescribe el art. 10 que "no se
pagará lucro cesante", reiterando igual disposición contenida en la norma
anteriormente vigente (ley 13.264, art. 11). V. E. reiteradamente se manifestó, durante
la vigencia de la ley 13.264, en el sentido de que la voluntad del legislador ha sido la
de limitar la indemnización proveniente de la expropiación, circunscribiéndola al valor
objetivo de la cosa y al daño emergente, agregando que "una cosa son los valores de
que se apropia el Estado por la expropiación, y que debe indemnizar, y otra distinta la
ganancia que, sin expropiación por el Estado, simplemente se frustra para el
propietario o para terceros como consecuencia de la expropiación" (Fallos, t. 241, p.
267 -Rev. La Ley, t. 93, p. 435-).
Abona aún más, la solución que propicio, la circunstancia de que, en la expropiación,
hay una transferencia de valores patrimoniales del sujeto expropiado al expropiante: el
bien expropiado, por principio, se incorpora al patrimonio del Estado, razón por la cual
éste debe indemnizar esos valores.
En cambio, en el supuesto de autos -daños causados por la actividad lícita del Estado-
no se ha producido un acrecimiento patrimonial para el municipio accionado, no ha
habido una transferencia de un bien de un patrimonio a otro, el "pasaje de valores" del
enriquecimiento sin causa, sino una legítima afectación de los derechos de un
particular, sacrificados por razones de interés público. Ese sacrificio especial debe ser
compensado, a través de la indemnización propia del instituto análogo de la
expropiación, para que se produzca la "generalización" del sacrificio especial que ha
pasado en pugna con la equidad. Esa compensación, sin embargo, del interés privado
que ha debido subordinarse a las razones de seguridad colectiva que impusieron su
gravamen, no puede exceder -a mi modo de ver- de aquella que corresponde al
desapoderamiento de un bien expropiado por razones de utilidad pública.
V. De acuerdo con las conclusiones a que he llegado, estimo que el recurso en
examen resulta procedente, habida cuenta que el pronunciamiento impugnado, no
obstante resolver cuestiones de derecho público local, prescinde de normas aplicables
al caso y adecuadas para la solución del litigio (conf. doctrina de causas "Sibedinsky,
Jorge, S. A. y C. c. Municipalidad de Buenos Aires" y "Compañía Financiera Munro, S.
A.", resueltas el 12 de marzo de 1987 y el 15 de octubre de 1987, respectivamente).
En efecto, el tribunal a quo sostuvo que, el lucro cesante, entendido como la ganancia
o utilidad de la que se vio privado el damnificado, se presenta como el perjuicio
característico provocado por el acto municipal, fundando la procedencia de su
indemnización en las disposiciones del Código Civil, relacionadas con los distintos
tipos de responsabilidad (arts. 519 y 1069). De este modo, se apartó totalmente de la
aplicación de las normas de derecho público, a que hice mención, con olvido de la
naturaleza de la responsabilidad estatal que debía ser juzgada en el "sub discussio";
máxime cuando las prescripciones de la ley 21.499, a las que se debe acudir para
determinar el daño resarcible, son de aplicación en el ámbito municipal, como surge
del art. 2º.
Por las razones expuestas, opino que corresponde hacer lugar al recurso
extraordinario, anular la sentencia en lo que ha sido materia de agravio y disponer que
se dicte nuevo pronunciamiento, por quien corresponda, con arreglo a lo establecido. -
Octubre 4 de 1988. - María G. Reiriz.
Fallo de la Corte Suprema:
Buenos Aires, mayo 9 de 1989.
Considerando: Que esta Corte comparte lo dictaminado precedentemente por la
Procuradora Fiscal a cuyos términos, por razones de brevedad, se remite. A ello cabe
agregar que si bien los temas resueltos conducen al examen de cuestiones ajenas, en
principio, a la vía del art. 14 de la ley 48, en el caso cabe hacer excepción a dicha
regla general pues lo decidido adolece de insuficiente fundamentación. En efecto, el "a
quo" no ha aportado los argumentos necesarios para apoyar la extensión del
resarcimiento que admite, toda vez que el supuesto de responsabilidad del Estado por
acto lícito emitido en ejercicio de facultades de policía de seguridad, no se encuentra
previsto en el Código Civil. Ello toma descalificable lo decidido con arreglo a la doctrina
de esta Corte sobre arbitrariedad.
Por ello, y lo dictaminado en sentido concordante por la Procuradora Fiscal, se hace
lugar a la queja, se declara procedente el recurso extraordinario interpuesto a fs. 939 y
se deja sin efecto el reconocimiento del lucro cesante dispuesto en el pronunciamiento
impugnado. Vuelvan los autos al tribunal de origen para que, por quien corresponda,
se dicte uno nuevo (art. 16, 1ª par., ley 48). - Augusto C. Belluscio. - Carlos S. Fayt. -
Enrique S. Petracchi (según su voto). - Jorge A. Bacqué.
Voto del doctor Petracchi.
1) Que la sala C de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil confirmó
parcialmente la sentencia de primer grado en cuanto declaró improcedente el
resarcimiento de diversos daños reclamados por la actora, generados por la
prohibición de continuar con el expendio de combustible dispuesta por la Municipalidad
de la Ciudad de Buenos Aires, e hizo lugar al lucro cesante, aunque al considero que
su monto no estaba acreditado, ordenó la sustanciación de un proceso sumarísimo
con fundamento en el art. 165 del Cód. Procesal.
Para arribar a esa conclusión, tuvo en cuenta que a fs. 916/920 de los autos
principales, esta Corte se expidió acerca de la legitimidad del obrar administrativo y de
la procedencia de la reparación de la lesión inferida a la actora por la actividad lícita
del Estado, pero difirió la procedencia y alcance de los distintos rubros incluidos en la
demanda, al pronunciamiento a dictarse por el a quo (considerandos 14 y 15 del fallo
mencionado).
2) Que, en cuanto a los reclamos por el terreno, edificio, instalaciones y maquinarias,
el "a quo" entendió que dada la forma en que habían sido pedidos en el escrito inicial,
esto es, a valores actuales, "mal podrían reconocerse" "pues no se controvierte la
propiedad sobre ellos de la actora" y aun cuando en su memorial ésta pretendió que, a
todo evento, se admitiera la disminución del valor, la alternativa no podía ser
considerada en atención a lo dispuesto por el art. 277 del Cód. Procesal.
En lo relacionado a los rubros "valor llave" y "valor empresa en marcha" tuvo en
cuenta idénticas razones, a las que agregó que aquéllos resultaban incompatibles con
el tipo de reparación perseguida aunque pudieran ser pertinentes en la indemnización
expropiatoria. Acerca de los ítems "despidos y suspensiones" y "sueldo de personal";
"gastos de traslado y/o mudanza"; 'no utilización de la playa de estacionamiento y
diferencias en fletes y costos de productos', entendió que obstaba a su procedencia la
circunstancia de no ser consecuencia directa e inmediata de la prohibición dispuesta
por la municipalidad.
Al entender por lucro cesante la ganancia o utilidad de la que se vio privado el
damnificado, lo consideró como el perjuicio característico de un acto como el realizado
por el municipio, aunque su determinación se supeditara a una etapa posterior a la
sentencia.
3) Que contra dicho pronunciamiento ambas partes interpusieron sendos recursos
extraordinarios que, al ser denegados, dieron origen a las quejas en examen. Por
rayones de economía procesal y mejor comprensión de las cuestiones debatidas, los
agravios serán tratados sucesivamente en una sentencia única, debiendo acumularse
los expedientes respectivos.
4) Que la actora considera que la sentencia es arbitraria en cuanto no acogió las
indemnizaciones correspondientes a: 1) terreno, edificio, instalaciones y maquinarias;
2) valor llave y valor empresa en marcha y 3) despidos y suspensiones de personal y
no utilización de la playa de estacionamiento.
5) Que este tribunal juzga que asiste razón a la apelante en relación al reclamo de los
valores comprendidos en el punto 1, toda vez que los motivos alegados por la Cámara
para desestimar este rubro indemnizatorio trasuntan un excesivo rigor formal que no
se concilia con un adecuado servicio de justicia. En efecto, si bien en la demanda se
reclamó el valor íntegro de esos bienes, al ser desechada la pretensión en primera
instancia, nada obstaba a que la actora limitara su reclamo a la disminución de esos
valores en el momento de expresar agravios, pues ello no importa violentar el principio
de congruencia habida cuenta de que se había especificado el acto generador del
perjuicio, las consecuencias patrimoniales que ocasionó e identificado los rubros de la
explotación sobre los que recayeron las consecuencias dañosas. Consecuentemente,
aunque no corresponde indemnizar totalmente el valor de esos bienes pues la actora
no se ha visto desposeída de ellos, resulta innegable que sí debe serlo la disminución
del valor del establecimiento comercial (confr. fs. 484, 485, 525) considerado como un
todo y no mediante sus elementos constituyentes, los que individualmente no han
salido del patrimonio de la demandante.
6) Que, en cambio, no resultan atendibles los restantes agravios de Motor Once S. A.
Ello es así, pues las afirmaciones dogmáticas vertidas a fs. 937/938 no alcanzan a
conmover los fundamentos de la sentencia en recurso, especialmente si se tiene en
cuenta que -como quedara dicho en el considerando anterior- la actora no ha sido
despojada de la propiedad de la empresa ni totalmente cercenada su actividad ya que
puede continuar con la explotación comercial; ni, contrariamente a lo que sostiene, ha
acreditado la relación de causalidad entre el daño que alega y el hecho generador.
7) Que la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires dirige sus agravios contra el
reconocimiento de la indemnización por lucro cesante y contra la condena en costas
dispuestos por el "a quo".
Los argumentos atinentes a la exclusión del mencionado resarcimiento en los
supuestos de actividad lícita del Estado, encuentran adecuada respuesta en el caso de
Fallos, t. 306, p. 1409, doctrina ratificada recientemente "in re" "Cadesa, S. A. c.
Estado Nacional (A. N. A.) s/daños y perjuicios", C.44.XXII., sentencia del 21 de marzo
de 1989, en especial consid. 6º.
En efecto, este tribunal ha admitido el principio de la responsabilidad del Estado por
sus actos lícitos que originen perjuicios a particulares (Fallos, t. 286, p. 333 y t. 297, p.
252), el que se traduce en el derecho a una indemnización plena que no se refiere a la
mera posibilidad de ganancias no obtenidas ni constituye enriquecimiento sin causa
para el acreedor o una sanción para el responsable, aunque pudiera encontrar
obstáculo en razones de fuerza mayor, en un contrato o en una ley específica que
dispusiera lo contrario para algún caso singular; excepciones éstas que no están
presentes en el "sub examine". En efecto, ha quedado claro en el precedente de
Fallos, t. 306, p. 1409, que el art. 18 de la ley 19.549 (aplicable en la especie según lo
decidido a fs. 919 vta., consid. 14, sentencia de esta Corte) aunque no aclara cuáles
son los alcances de la "indemnización de perjuicios", funda la concesión del lucro
cesante antes que su prohibición, porque el principio jurídico que rige toda
indemnización es el de la integridad. Tampoco cabe, admitir las argumentaciones
relativas a la extensión analógica de la ley de expropiaciones, fundamentalmente
porque la expropiación supone una restricción constitucional del derecho de propiedad
mediante una ley del Congreso valorativa de la utilidad pública del bien sujeto a
desapropio, supuesto ajeno a la especie (confr. consid. 7º, "in fine" y 8º, causa
"Sánchez Granel").
8) Que si bien estos precedentes señalan la orientación de la jurisprudencia del
tribunal en lo atinente a los principios generales que rigen el tema bajo examen, de ello
no se sigue sin más que la demandada deba hacerse cargo del reclamo por lucro
cesante. En efecto, el a quo ha admitido que no se ha acreditado su monto, aunque lo
tiene por existente al atribuirlo a la "propia naturaleza del daño", en expresión
dogmática que no se compadece con las constancias de la causa ni con las pautas
reseñadas precedentemente. Ello es así, pues a fin de admitir la procedencia del rubro
en discusión, debió examinar previamente si concurrían en la especie sus requisitos
ineludibles, esto es, que se tratara de la imposibilidad de explotar económicamente el
bien y de tal modo se privara al acreedor de ventajas económicas esperadas de
acuerdo a probabilidades objetivas, debida y estrictamente comprobadas, (confr.
Fallos, t. 297, p. 280; t. 307, p. 933; t. 306, p. 1409 y T.149. XXI. Tecniyes, S. A. c.
Balcon, S. A.", sentencia del 14 de marzo de 1989) máxime cuando en la materia, los
jueces deben actuar con suma prudencia verificando si efectivamente se han
producido los daños alegados, a fin de evitar que la solución a la que arriben no
resulte manifiestamente irrazonable (confr. Fallos, t. 308, p. 1049 y 2612 -Rev. La Ley,
t. 1986-E, p. 1335; t. 1987-13, p. 149-, conceptos aplicables en la especie). A lo dicho
cabe acotar que la escasa actividad probatoria de la actora ni aun autoriza la
aplicación de lo dispuesto por el art. 165 del Cód. Procesal (conf. fs. 564/569, 576).
9) Que, en atención al resultado a que se arriba, deviene insustancial el tratamiento de
los agravios de la demandada relacionados a la imposición de costas.
Por ello, habiendo dictaminado la Procuradora Fiscal, se resuelve: 1) acumular los
recursos de hecho deducidos por las partes; 2) hacer lugar a la queja y al recurso
extraordinario interpuestos por la actora y por la demandada, con arreglo a lo
establecido en los considerandos 5) y 8), respectivamente; 3) dejar sin efecto la
sentencia con el alcance indicado precedentemente. Vuelvan los autos al tribunal de
origen para que, por quien corresponda, se dicte un nuevo fallo. - Enrique S. Petracchi.