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Historia de Las Islas Cies

Historia documentada de Las islas Cíes, un archipiélago español situado en la ría de Vigo, formado por tres islas: Norte o Monteagudo, Del Medio o do Faro y Sur o San Martín , pertenecientes a la ciudad de Vigo en Galicia, España.

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Historia de Las Islas Cies

Historia documentada de Las islas Cíes, un archipiélago español situado en la ría de Vigo, formado por tres islas: Norte o Monteagudo, Del Medio o do Faro y Sur o San Martín , pertenecientes a la ciudad de Vigo en Galicia, España.

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Cuando se comenzó a fraguar este libro el primer
pensamiento de sus autores estuvo en Pedro Díaz
Álvarez. Los motivos son numerosos. Pedro Díaz es un
hombre que llevas su profesión de maestro muy dentro,
por ello siempre ha tenido un espíritu inquieto que le
condujo a escudriñar en la historia de Galicia, primero
desde su puesto de guía en el Museo Municipal de Vigo,
luego como conferenciante y más tarde recorriendo la
ciudad enseñando a las jóvenes generaciones el olvidado
y mágico Barrio Viejo, y también como arqueólogo, en
compañía de sus grandes amigos como el desaparecido
José María Álvarez Blázquez, participando en los primeros
trabajos importantes que se efectuaron en el Sur de la
provincia de Pontevedra, con estudios y publicaciones
sobre piezas arqueológicas, preferentemente sobre res-
tos de la cultura romana en Galicia. Pero lo más sobre-
saliente de Pedro Díaz es el profundo amor que siempre
ha mostrado por la naturaleza. Fue uno de los primeros y
grandes amigos de los espacios naturales de la ría de Vigo,
lo que le llevó a redescubrir las islas Cíes, cuando no eran
más que un paraíso tan próximo como lejano. Su libro
“Las islas de los dioses” ha sido el primer intento de
ofrecer a todos una visión histórica-paisajística de las
islas, sin dejar de ser una defensa de las mismas.
Este libro desea continuar esa idea. Por todo ello
queremos dedicar esta publicación al hombre que más
escribió sobre las Cíes y más veces ensalzó sus bellezas,
agradeciéndole su trabajo y clamor y el respeto que trans-
mitió siempre hacia nuestro entorno natural.

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DESCRIPCION TOPOGRAFICA

Las islas Cíes están situadas en la entrada de la ría


de Vigo, al Sur de Galicia, en la provincia de Pontevedra.
Son tres islas que desde hace años se han transformado
en dos al unirse mediante un camino y un arenal las más
septentrionales. Esta unión dió origen a una laguna en el
espacio que antes las sepa-raba.
Las Cíes pertenecen administrativamente al A-
yuntamiento de Vigo y a la parroquia de San Francisco de
Afora.
En la actualidad sólo está habitada la isla de Faro,
donde existen unas instalaciones turísticas: un camping,
unos bares, y algunas viviendas particulares, además de
las del Guarda Forestal y los almacenes del ICONA.
Las islas son, en su mayor parte, propiedad del
Estado, exceptuando una pequeña franja de terreno que
rodea el lago. Existe en las mismas una Reserva Integral
de Aves Marinas, que se creó después de que en 1980
fuesen declaradas Parque Natural.
Según se puede colegir de algunos estudios, las
islas Cíes emergieron, como una gran parte de la provincia
de Pontevedra, en el Precámbrico. Durante el Herciano y
el Alpino estuvieron unidas a tierra firme. Con posterio-
ridad el mar invadió los valles costeros dando origen a las
rías gallegas, y en consecuencia los restos de la cadena de
montañas que bordeaba la costa se convirtieron en islas.
De estas épocas existen terrenos encuadrables en
la última glaciación en algunas zonas de las islas, sobre
suelos antiguos o paleosuelos.

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El clima es Atlántico, suave sin inviernos fríos pero
si húmedos. La temperatura media anual es de 15 grados,
dándose la circunstancia de que en todas las estaciones la
temperatura en las islas es superior, en uno o dos grados,
a la de las tierras limítrofes.

LAS ISLAS

Las Cíes son tres islas diferenciadas geográfica-


mente. Del mismo modo su conformación es distinta, por
lo que pasaremos a describirlas someramente:

I.Norte= Llamada de Monte Agudo, es la más grande, la


más alta y la más abrupta de toda., con altas cum-
bres como el Mte. Cíes con 183 mts. De altura o
el Mte. Agudo con 173 mts. Las alturas van des-
cendiendo de Norte a Sur, donde las altitudes
rondan los 100 mts. La superficie más escarpada
se circunscribe a la costa oeste de la isla, donde
remata en espeluznantes acantilados.
Sólo es habitable su parte Sur, hasta las laderas
del monte que le da su nombre, poseyendo una
preciosa playa que cuenta con un manantial de
aguas frescas. Esta playa se la conoce como la de
Figue-ras. Su nombre proviene de las raquíticas
higueras que existían en sus proximidades; con
posterioridad se la denominó de los Alemanes o
la de Frejeros.
Los cortafuegos existentes permiten cruzar la isla
hasta la cara Oeste donde pueden admirarse los
desafiantes acantilados y los arrecifes que delimi-

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tan la isla, además del proceloso océano Atlántico
en todo su inmensidad.
Existen varias construcciones, hoy en ruinas, que
pertenecieron a antiguas fábricas de salazones.
Sobre una de éstas se levantó el local de la empre-
sa encargada del transporte marítimo desde Vigo,
y que es también la propietaria del muelle exis-
tente al Norte de la playa de Rodas. En sus proxi-
midades fue instalado un monolito que recuerda
la visita del Jefe de Estado del anterior régimen.
Existe también un faro, el do Peito, situado en la
costa bajo el Monte Agudo, que baliza la entrada
a la ría de Vigo por el denominado Canal Norte.

I.Medio= Llamada también de “O Faro” por la presencia


de un gran (el más importante de los existentes)
en la cima de un monte de 185 mts de altura, que
reina sobre los acantilados del Suroeste de esta
isla.
Es la más habitable y pequeña de las tres, con
montes escarpados en su zona suroeste, de altu-
ras comprendidas entre los 185 mts del Faro y los
150 mts del alto de Carnecido. Esta superficie
abrupta ocupa un tercio de su extensión, mien-
tras que el resto se desarrolla en pendientes sua-
ves. Comparte la playa de Rodas con la isla Norte;
posee además una pequeña playa, conocida por
la de Nuestra Señora, frente al islote de Viños, y
otra, en la ensenada de Carracido, conocida como
la playa de Chuco.

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De siempre existieron construcciones en su zona
central como viviendas de particulares, la casa del
Guarda Forestal, un parador para los operarios de
ICONA, un camping, los restos de un monasterio,
los antiguos almacenes de los Carabineros, y un
cementerio cerca de la costa.
Posee un muelle, el de Carracido, en la ensenada
del mismo nombre con un manantial de agua po-
table cerca.
Además del faro citado anteriormente existe un
faro baliza, conocido como Faro do Príncipe, que
señaliza el estrecho que separa esta isla de la Sur,
paso llamado Freu da Porta.

Uno de los accidentes geográficos más hermosos


de las Cíes tiene su origen en la intervención humana.
Cuando se comenzaron a poblar las islas, éstas eran tres.
Con el tiempo a alguien se le debió de ocurrir que el brazo
de mar que separaba la I. Norte de la I. del Medio era lo
suficientemente estrecho como para que permitiese unir
las dos islas físicamente. Mediante unas grandes piedras,
a modo de escollera, se pudo construir un paso que las
comunicaba. La anulación de la corriente que atravesaba
aquel paso generó que la playa de Área da Roda fuese
avanzando hacia el Norte creando una laguna entre el
arenal playero y la escollera. Esta laguna se conoce como
O LAGO DOS NENOS, por su poca profundidad, sus aguas
cristalinas y la vida acuática que en ella se puede contem-
plar gracia a que se renueva por unos huecos existentes
bajo la escollera. En algunos inviernos duros, de grandes
temporales, el mar bate contra la escollera hasta lograr

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destruirla y las olas rompen el paso y entran en el lago
afectando al arenal de la playa, con lo que las islas vuelven
a quedar separadas.

I.Sur- Llamada de San Martiño, se extiende de Noroeste a


Sureste, con una zona muy abrupta en su parte
Sureste con cimas de 172 mts (Pico Pereiro) y 129
mts. En la costa Oeste las altitudes oscilan alre-
dedor de los 120 mts.
La zona que circunda la playa de San Martin es
habitable y de clima suave gracias a la protección
que le deparan los montes que la rodean. La cara
Oeste de la isla está formada por grandes y ru-
gientes acantilados, que van perdiendo altura
conforme la seguimos hacia el Este hasta configu-
rar una ensenada, llamada Concela o de Fornos,
quizás por la existencia de un molino de agua
sobre la costa.
La zona central de dicha ensenada es baja, for-
mando una terraza que se comunica con la playa
de S. Martin por un sendero que atraviesa la isla
de parte a parte.
La única playa de la isla es un sitio privilegiado,
casi siempre protegida de los vientos, con dunas
que la separan de los montes interiores. Existen
algunas viviendas particulares, al Sur de la playa,
junto con las ruinas de una fábrica de conservas.
Al Norte de dicha playa se conserva una casa que
antiguamente era la vivienda de los pilotos
prácticos de ría que guiaban a las embarcaciones
en su entrada en la ría. Existen también, en el

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interior de la isla, algunas ruinas de viviendas
cuyo origen preciso se desconoce.
Al Sureste de la isla está instalado un faro, en los
altos de cabo Vicus, que baliza la entrada en la ria
de Vigo por el Sur.
Hay dos muelles: uno, situado al Sur de la playa,
que está casi totalmente destrozado por la falta
de cuidados y el paso del tiempo; y otro que se
localiza en la costa, más al Sur, para el servicio de
mantenimiento del Faro de Vicus.

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1-DESCRIPCIONES DE LAS ISLAS

A lo largo del tiempo las islas Cíes fueron visita-


das por innumerables personas en épocas distintas, que
en algunos casos nos han dejado constancia de sus im-
presiones sobre estos paradisiacos lugares. Además de
los hechos históricos y los diferentes nombres que estas
islas recibieron (de los que trataremos más adelante) se
conservan una serie de descripciones precisas que vamos
a transcribir.
La primera está fechada en la primera mitad del
siglo XVI y fue realizada por Florián Ocampo, quien dice
que las islas estaban pobladas de ciruelos y en ellas se
criaban conejos, perdices y palomos. También nos infor-
ma de que tenían algunos manantiales de agua dulce,
destacando que en la de S. Esteban (O Faro) existía una
fuente que abría el apetito. Sobre la pesca que se reali-
zaba en sus cercanías cita los sobrados, barbos y lengua-
dos.
Ambrosio de Morales, en su “Viaje Santo” fecha-
do aproximadamente en 1572, dice lo siguiente:

“están metidas en el mar más de una legua.


Son tres y todas de grandes sierras y peñas. La
mayor tiene una legua de largo y otra cuasi de
ancho: tiene muy buenas fuentes y pastos.
Tuvo un monasterio de descalzos llamado de
Santisteban. Están despobladas porque los
ingleses luteranos la saquearon. La otra (la
Sur) tiene también buenos pastos y ambas
hartas de conejos. La tercera (la Norte) es

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pequeña y cuasi inaccesible por ser de peña
tallada. Con no entrar allá gente y con criarse
allí muchas aves hay muchas y grandes cule-
bras que se mantienen de los huevos y los
pollitos…”

Un escritor anónimo del siglo XVII nos ofrece una


sucinta descripción de las condiciones en que se encon-
traban las islas en aquel momento. Afirma que tienen
unas

“…apacibles ensenadas y caletas, fuentes de


preciosas aguas, abundancia de conejos,
perdices y palomas, y es habitación ordinaria
de galeotas berberiscas, que ancoran y
refrescan con la misma seguridad que bajo las
torres del mar Bermejo...”.

Siendo esta la primera referencia que se recoge sobre la


utilización de las islas como zona de reparaciones y agua-
da de piratas y barcos de guerra extranjeros.
El propio Fray Martin Sarmiento en su “Viaje a
Galicia”, de 1745, hace una referencia a las Cíes:

“…Desde el sitio de Bayona se ven tres islas.


Una vez parecen dos, otra tres, según el punto
de visión. La que está hacia Pontevedra la
llaman la isla de Filgueira y la Area o isla de
Aguión; acaso Aguión será por estar al aquilón
y es la mayor de todas. La del Medio aunque
parezca a la vista la menor, oí a un práctico

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que era la segunda en magnitud porque entra
mucho en el mar. Llamase Area de Roda, es la
más habitable y hay en ella las ruinas de un
monasterio. La tercera isla de Bayona, y más
austral, se llama la isla o Area de S. Martín.
También hay en ella ruinas de otro mo-
nasterio….”

Con posterioridad el ingeniero Francisco Llovet en


1751, en una visita a la costa las describe de la siguiente
manera:

“…se hallan las dos Yslas de Bayona de miñor


llamadas antiguamente de Sias; estas yslas
con media legua de ancho sobre tres de largo
corren norte sur cubriendo, o abrigan-do la
entrada de la ría. A la mayor que está dela
parte norte llaman la Ysla delas Rodas y se
dice que hubo en ella un conbento de
Franciscanos… la otra ysla dela parte del sur
la llaman de S. Martin por un conbento de
monjas que también dicen hubo en ella;
ofrecen las mencionadas yslas en la costa que
mira a la ría unos fondeaderos segurísimos
para muchos y grandes navíos con diferentes
playas, dos mui extensas la una llamada de
Rodas y la otra de San Martín. Tienen
igualmente estas yslas abundancia de fuentes
siendo la principal la dela playa de S. Martin
que es buscada de los más delas embar-
caciones que transitan esta parte de costa.

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Por todas estas circunstancias fueron estas
yslas siempre mui frecuentadas delos corsa-
rios moros siendo frase vulgar entre aquellos
naturales decir que el Emperador de los turcos
era señor de estas yslas de manera que con
mucho rezelo se arriman a ella y las pobla-
ciones de la costa inmediatas se contemplan
sumamente expuestas aqualquiera insulto de
los enemigos…”

En el libro “Derroteros de las costas de España y


Portugal”, escrito en 1856, por el marino Pedro Ruida-
vets y Tudury, se hace referencia a la entrada de la ría de
Vigo dando las enfilaciones precisas para entrar en la
misma sin dificultad. En dibujos anexos se pueden apre-
ciar los abruptos acantilados, marcando la isla Norte en
su extensión, separada de la de O Faro por el arenal de
Lagos, mientras que la isla de S. Martin queda en parte
escondida.
En las descripciones transcritas quedan configu-
rados los dos aspectos que caracterizaran el poblamiento
de las islas Cíes desde los tiempos históricos: su relación
con los religiosos a través de los eremitorios y los con-
ventos, y la presencia temporal, pero de permanente
rgularidad, de los piratas y los navíos enemigos de guerra.
Estas presencias tendrán una clara influencia en el
devenir histórico de las islas.

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2-LOS NOMBRES DE LAS ISLAS

Las islas CIES siempre mantuvieron un aura de


lejanía relacionada con su situación en la boca de la ría de
Vigo. Su clima suave, mucho más benigno que el de las
costas vecinas, con temperaturas superiores en uno o dos
grados que en el resto, atrajo a los amantes de los
paisajes y las bellezas naturales.
La escritora Emilia Pardo Bazán creó una pre-
ciosa leyenda sobre el origen de las rías gallegas. Dicha
historia refiere que para descansar el sexto día de la
creación, Dios apoyó su mano derecha sobre el barro
geológico del mundo. Al retirarla, las aguas de los mares
invadieron y ocuparon la divina impronta de los cinco
dedos creadores, y así fue como se formaron las cinco rías
gallegas.
El cronista oficial de la ciudad de Vigo, José Ma-
ría Álvarez Blázquez, un gran enamorado de nuestras
islas, añadía a esta historia unos párrafos que hacen refe-
rencia a las islas gallegas diciendo que:

“…Dios sacudió su mano para liberarse de las


adherencias de barro y fue de esta manera
como se formaron las islas gallegas al caer
éste al agua…”

No obstante esta preciosa leyenda, las islas Cíes


parece que formaron parte del conglomerado de tierras
que fueron visitadas por los mercaderes mediterráneos
prerromanos (egipcios, fenicios y cartagineses) que bus-
caban el estaño necesario para fabricar los utensilios y las

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armas de bronce utilizados a diario. La zona donde se
concentraban las minas de estaño, se la llamaba las
Cassiterides, y se marcaba su carácter insular. La ruta ma-
rítima hacia éstas era un secreto que solamente mane-
jaban los mercaderes púnicos, que lo defendieron mu-
chas veces, como cuenta STRABON:

“…antes sólo los fenicios de Gades hicieron


este comercio escondiendo a todos su ruta, y
cuando los romanos persiguieron a uno de
estos navegantes para conocer aquellos mer-
cados, éste por celo hizo encallar su barco en
los bajos y arrastró a la misma ruina a los que
le perseguían…”

No se puede afirmar categóricamente que nues-


tras islas fuesen las Cassiterides, pero existen muchos
investigadores, ya desde época romana, que así lo creen.
Tal idea debió prender lo bastante como para que en un
documento del siglo XIII, localizado por Cornide, al hablar
sobre una división realizada en el obispado de Wamba, se
cite a título de limite el nombre de Cassiterides referido a
las islas gallegas.
Según otros autores el nombre original y primi-
genio de las islas serías SICCAS o CICCAS, que para algu-
nos proviene del pescado Cecial que abundaba en las
inmediaciones. Por el contrario el escritor Avila y la Cueva
pensaba que SICCAS era un término que significaba “islas
áridas en el mar”.
En un documento de 1420, según recoge X.
Dasairas (1) aparece la denominación CICE, de donde

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provendría el actual CIES. Dicha forma se debe proba-
blemente a que el escribano quiso reflejar el “seseo” de
la zona.
Otra conocida forma: CICCAE= CICAEORUM, por
la que se inclinaba el P. Sarmiento, parece menos proba-
ble, aunque tenga una base en el latín.
Otros autores piensan que el término SYAS, como
posible derivación del adjetivo latino Siccae (que significa
secas), es el más adecuado.
Todavía hoy en algunas zonas de la ría de Vigo se
las denomina FICAS que podría venir de la voz griega
SYKON, que latinizado seria SYCUS, que significa higo,
quizás en referencia a las abundantes higueras existen-
tes en las islas. No obstante, el propio X. Dasairas se in-
clina por el término SYCAS con posible derivación a FICAS
y con la misma significación que FICUS.
Los términos citados parecen referirse a las de-
nominaciones que los habitantes de las zonas limítrofes
usaban al referirse a las islas. No obstante en algunos
documentos antiguos se pueden encontrar otras deno-
minaciones. Así Ambrosio de Morales en su viaje de 1572
recoge que algunos las llamaban PALOMERAS, quizás en
referencia a la gran cantidad de aves marinas y palomas
que nidificaban en ellas, y los más BAYONAS, término este
que se generalizo durante la Edad Media.
Con respecto a las denominaciones aplicadas a las
islas citaremos algunas de clara raíz latina, que fueron re-
cogidas por diferentes historiadores españoles.
El Dtor. Huerta en sus “Anales de Galicia”, tomo I
cap 1, afirma que la isla Sur se llamó antiguamente LACIA
y la del Norte ALBIANO. Estos mismos nombres son

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recogidos en la “Historia de España” del Padre Mariana y
en la “Geografía Histórica” del P. Pedro Murillo Valverde.
Abundando en estas denominaciones, Julián Pérez dice
que la punta del monte más alto de la LACIA se llamó
CISARON, nombre que tomó en honor de una dama que
dio lecha a la hermana de la reina Hecubea.
Concretando, las islas Cíes tuvieron los siguientes
nombres, amén de Cassiterides o islas de Circe:

Isla Norte = Albiano-San Paio-Monte Agudo


Isla Medio = Cibeira-San Esteban- O Faro
Isla Sur = Lacia- San Martiño

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3-TOPONIMIA

En el estudio de una zona geográfica, tanto en el


aspecto histórico como en el demográfico, se suele consi-
derar la toponimia como una fuente auxiliar de gran im-
portancia. La recogida de los nombres que poseen los
lugares concretos de una zona nos pueden ayudar a cono-
cer aspectos desconocidos a primera vista.
Las islas Cíes tienen una toponimia fijada por su
ámbito marítimo y su relación con los hechos ocurridos
en sus costas a lo largo de los tiempos. Dentro de este
concepto hemos recogido los siguientes topónimos:

I.Norte:-Punta Cabalo= Se refiere a una roca localizada


en el extremo más septentrional de la isla, que
vista desde el mar parece la cabeza de un caba-
llo.
-Faro do Peito.
-Muxieiro= Se localiza al Este y es un saliente que
se adentra en la ría. En el lugar existió una fábri-
ca de salazones en 1860.
-Area das Rodas= Arenal que comunica esta isla
con la de O Faro, originando una hermosa playa y
el Lago dos Nenos. Su nombre proviene de unos
peces que abundaban mucho en las Cíes.

I.Medio:-Viños= Islote situado frente a la punta das Ve-


llas. La gran cantidad de algas que la rodean, en
ocasiones, lo tiñen de color morado.
-Punta Canabal.
-Las Huertas= Término que denomina una zona

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de ladera del monte donde está situado el Faro
grande, en la que hay restos de terrazas, un con-
cheiro y algunos abrigos usado en época castre-
ña. Esta denominación nace con el uso de dichos
aterrazados para cultivar cereales por parte de
unos colonos castellanos.
-Alto de Carnecido.
-Alto Campana= Su nombre puede proceder de
una piedra abaladoira o de una piedra horadada
por el agua y el viento.

I.Sur:-Pereiro= Es el pico más alto de los montes de la zo-


na Sureste, que algunos autores creen que pro-
viene del nombre latino Pirarium, en referencia a
su posible utilización como lugar para “hogue-
ras” a modo de faro.
-Vicus o Bicos= Cabo más austral de esta isla.
-Pau da Bandeira= Se refiere a unas zona próxima
al brazo de mar que separa la Sur de la Norte. Allí
había un mástil en el que se ponía una bandera
cuando los prácticos de ría estaban disponibles.
-Carrumeiro= Arrecife muy conocido en el nau-
fragaron muchos barcos.
-Punta Gabotos= En relación con el gran número
de gaviotas (gaivotas en gallego) que ocupan
aquellos peñascos costeros.
-Punta Galera= Quizás en referencia al hundi-
miento de un navío de ese tipo.

Existen en nuestras islas una serie de cuevas ma-


rinas que en el país se denominan “FURNAS”. Estas furnas

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fueron diaclasas o grietas que abrió el mar y que me-
diante derrumbes llegaron a convertirse en grutas o
túneles geológicos. En ellas se refugian numerosas aves
de las que habitan en las zonas rocosas de las islas.
En la isla Norte se conocen las de: da Porta, dos
Pesos, de Marín, de Entrepezas, de Balcón, de Percha, da
Baixada, de Chancelas, do Cortello, das Bogas, da
Campana y das Follas. Sobre algunas de estas furnas
existen historias que tratan de su formación o de episo-
dios que allí tuvieron lugar. Tal sucede con la Furna dos
Pesos de la que se cuenta que oculta los tesoros de
algunos galeones hundidos en las aguas próximas, que
están protegidos por sus dueños, fantasmas atrevidos y
blasfemos que defiende los muchos pesos allí depo-
sitados.
En la isla Sur se conocen: la Furna da Religiosa, da
Cancela, de Vicus, da Galeira y dos Gabotos.

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4-FLORA Y FAUNA

Las islas Cíes, a pesar de comportarse como un


nicho ecológico aislado, han sufrido los efectos interven-
cionistas del hombre. Dicha intervención modificó el as-
pecto general de las islas, no sólo por la plantación de
nuevas especies sino también por la modificación del te-
rreno para provocar nuevos accidentes geográficos.
En las dunas existentes en la isla Sur y en la Norte
se pueden encontrar unas pajillas de unos 50 o 60 cms de
alto que crecen agrupadas y que se conocen por Barrón
(ammophila arenaria). Junto a este suele localizarse la
Algodonosa (otanthus maritimus) con sus hojas pilosas.
También se puede ver, aunque en menor proporción, la
Perpetua (helchrysum stoechas) con su tallo alto y hojas
blancas, así como la Camariña (corema album), única
planta autóctona, con sus hojas estrechas.
En la transición entre las dunas y los roquedales
costeros se pueden apreciar la Oruga de mar (cakile ma-
rítima), la Barrilla (salsola kali) y el Nardo marino (pan-
cratium maritimum).
Entre las rocas costeras se pueden ver el Peregil
de Mar (crithmum maritimum), la Armaria maritima , el
Junco, los Helechos (asplenium marinum) y los Culan-
drillos (asplenium adiantum).
Ya en tierra firme, en las laderas rocosas y en los
prados, se encontrará el omnipresente Tojo (ulex euro-
peaus), además del Gamón (asphodelus albus), la Jara
(cistus salvifolius), el Endrino (prunus spinosa), los
Helechos, el Botón Azul (janone montana) y la Digital

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(digitalis purpúarea); así como otras especies relacio-
nadas con cultivos como la Hierba Mora (solanum

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nigrum), el Estramomo (datura stramonium), la Ortiga
(urtico urens) de gran difusión y que aparecen en tama-
ños considerables y la Ruda (ruta graveoleus).
Entre los arbustos destacan el Rosal, la Hiedra y
las Zarzas.
Las especies arbóreas existentes en las islas fue-
ron, en su mayoría, introducidas por los planes de repo-
blación forestal y por los habitantes de las mismas.
De los árboles considerados como autóctonos se
pueden encontrar todavía ejemplares de Roble (quercus
pyrenaica), Abedul (bétula celtiberica), Aliso (alnus
glutinona), Higueras (ficus carica) y Sauquillos (sambucus
ebulus). De los de repoblación forestal destacan el
Eucalipto (eucaliptus globulus), el Pino (pinus pinaster), la
Acacia (acacia melanoxylon) y la Falsa Acacia (robinia
pseudoacacia). De los árboles ornamentales encontrare-
mos el Platano (platanus hybrida), el Fresno (fraximus
amiricana) y el Ciprés (cupressus macrocarpa); y de los
frutales: el Manzano (malus comunis), el Cerezo (cerasus
arium) y el Naranjo (citrus aurantium).
La FAUNA en las islas Cíes es numerosa, predo-
minando las especies relacionadas con el medio marino.
Entre los mamíferos podemos citar una enorme
cantidad de conejos, ratas, algunas musarañas y nutrias
(de costumbres nocturnas y que crían en las furnas), así
como cabras. De éstas últimas sólo quedan algunos ma-
chos cimarrones en la isla Norte, puesto que en una
cacería, ocurrida en 1978, abatieron a las hembras.
Entre las aves terrestres destacaremos las Chovas
Petirrojas, las Palomas, los Cuervos, las Grajillas, los

31
Vencejos, los Colirrojos, los Pardillos, las Currucas, así
como algún Halcón Peregrino y Cernícalos.
En los bosques se pueden encontrar Gavilanes,
Azores, Tórtolas, Mirlos, Verderones, Jilgueros, Abu-
billas, Gorriones, Aviones, Carboneros, Picapinos y un
largo etc.
Por el contrario son pocos los animales anfibios,
de los que sólo se han localizado Salamandras y Culebras,
mientras que los lagartos están abundantemente repre-
sentados en sus diferentes variedades y tamaños.
En ocasiones se pudieron avistar en las Cíes aves,
poco comunes por estas latitudes, como Alcatraces, Alcas
y Flamencos.
Pero lo más llamativo de esta fauna de Cíes es la
gran cantidad de aves marinas existentes. La peculiari-
dad de las mismas ha aconsejado que se creara una
Reserva Integral de Aves Marinas que protege todas las
especies y prohíbe la destrucción de nidos, por lo que se
aconseja a los visitantes que no transiten por las zonas de
nidificación. Otra medida que beneficia la conservación
ecológica es el control y la restricción del número de visi-
tantes en el época veraniega, tratando de que la “inva-
sión” incontrolada de los mismos pueda dañar el eco-
sistema biológico y las bellezas naturales.
En la isla Norte, por encima del Faro do Peito, se
localiza uno de los observatorios de aves que tiene el
Parque Natural. Es una pequeña caseta que asoma hacia
la parte más septentrional de la isla en donde nidifican las
gaviotas argénteas. En la isla de O Faro existe otro sobre
los acantilados de la cara Oeste en el alto de A Campana.

32
Las Gaviotas Argénteas (larus argentatus micha-
ellis) constituyen el 70% de las aves existentes en las islas.
Mide 56 cms, de cuerpo grueso, pico amarillento con la
mitad superior más larga que la inferior, y un extremo
dirigido hacia abajo, un buche de plumaje albino y unas
alas de color gris con las puntas oscuras. Nidifica en las
paredes y los acantilados de la cara Oeste de las islas,
frente al mar abierto, poniendo en sus nidos unos cuatro
huevos moteados, una puesta que efectúan en Abril o
Mayo, naciendo los polluelos sobre Junio.
También se localizan ejemplares de Gaviota
Sombría (larus fuscus) de menor tamaño que la anterior,
aproximadamente de 53 cms de longitud con las patas
amarillas y el dorso negruzco. Anida en zonas menos
abruptas, siendo más voladora que la argéntea. Parece
ser que son los únicos ejemplares que quedan en Galicia.
Los Cormoranes Moñudos (phalacrocorax aris-
totelis) son grandes aves acuáticas con 76 cms de lon-
gitud de un plumaje negro verdoso, buche blanco, pico
amarillo recto y ganchudo en su extremo, que tiene de-
bajo una membrana dilatable, cuello largo y dedos con
membranas. Se alimenta de los peces que captura en sus
inmersiones, realizadas con una agilidad sorprendente.
Nidifican en el suelo, en los árboles o en las pare-
des rocosas de los islotes. En las islas Cíes también utilizan
las furnas, en las que ponen sus huevos de color azul
pálido o verde azulado. Sus excrementos forman el
conocido como “guano”. En este hábitat suele anidar
ocasionalmente bajo las piedras, hecho que es inusual en
los ejemplares de la misma especie que se localizan en
Gran Bretaña y en las costas Balcánicas.

33
Los Araos Comunes (uria aalge), también llama-
dos Pitorros, pertenecen a la familia de las aves alcifor-
mes. Los localizados en las Cíes son araos de la sub-
especie ibérica que se conocen como los pingüinos galle-
gos. Son excelentes nadadores y buceadores, y viven en
mar abierto alimentándose de peces, moluscos y otras
piezas acuáticas. Durante la primavera la región superior
de su cuerpo es de color negro parduzco, mientras que la
inferior es blanca, excepto la zona de la garganta es negra.

34
En invierno la garganta se torna blanca y moteada.
Nidifican en los acantilados e islotes poniendo un solo
huevo piriforme, que incuban en colonia. Habitan en los
mares y costas septentrionales, pero en invierno emigran

35
hacia latitudes más al Sur. Existen algunas parejas que
anidan en las más inaccesibles “furnas” de las islas, como
la de Os Pesos, en la que quedan los últimos ejemplares
de Galicia.
Tampoco resulta extraña la presencia de Delfines
en las aguas que rodean las islas. Más de una vez fueron
vistos en los alrededores, tanto en su costa Oeste como
por la interior, persiguiendo los bancos de peces que se
refugian en las tranquilas aguas de la boca de la ría de
Vigo.

36
5-EL PARQUE MARINO

Las aguas que circundan las islas Cíes son ricas en


pesca.
Los restos de los concheiros castreños que fueron
estudiados nos muestran las especies marina que en
aquella época eran pescadas por las gentes que vivían en
Cíes. Eran peces que todavía son frecuentes en la zona,
excepto algunos que ahora sólo se pescan en aguas
interiores de la ría, a causa de un progresivo enfriamiento
de estas. En el parque subacuático de Cíes pueden
pescarse Lubinas, Robalizas, Pintos, Maragotas, Sargos,
Mujeles, Fanecas, Congrios, Sollas, Rubios, Rayas; amen
de pulpos y otras especies menos conocidas como el
Limón o la Corvina. Por todo ello, y por los bellos paisajes
submarinos es un lugar fantástico para la realización de
inmersiones. Esperemos que pronto estos parajes formen
parte de un Parque Integral Subacuático que sirva para
proteges, lo mismo que hoy se hace en tierra, las especies
existente.
En las aguas de las Cíes, y en la ría, no es extraño
admirar a los Arroaces, delfinidos, típicos de las rías galle-
gas., de piel más oscura que la de sus hermanos marinos,
los cuales señorean por las aguas interiores.
Con el paso del tiempo los fondos marinos de
nuestras islas se han ido enriqueciendo con los restos de
los naufragios que han contemplado sus costas. Estos
restos son la muestra muda del acontecer histórico naval
de las Cíes.

37
Los artefactos más antiguos localizados parecen
ser unas anclas de piedra de dos o tres agujeros, que se

38
rescataron en la costa interior de la isla de S. Martín. Son
éstas unos bloques de piedra, de un peso comprendido
entre los 11 y los 80 Kg., y 720 mm de dimensión máxima,
provistos de orificios que los atraviesan de parte a parte
en perpendicular a sus caras planas. Estas anclas tienen
paralelos en las costas libias y en el Mar Negro.
Muestras de naufragios de embarcaciones roma-
nas aparecieron en el bajo do Carrumeiro, frente al cabo
de Vicus y en las cercanías del islote de Viños.
De la época del comercio con América y las gue-
rras con Inglaterra se han localizado restos de galeones
en el Carrumeiro, en Freu de Porta, en el Canal Norte y al
Sur, en los bajos que rodean el islote de Agoeiro.
Algunos de estos restos son más modernos y han
ido acompañados de hechos desgraciados de los que
hemos tenido referencias escritas. El 20 de Febrero de
1857 el vapor inglés MADRID, de la Compañía Peninsular
y Oriental, al entrar en la ría de Vigo, embarrancó en la
punta Robaleira. La lista se prolonga con el CAP DE
BREMEN, el HINGLAND PRYDE en 1929, el TELENA, el
pesquero de Moaña AVE DE MAR en 1956, del que existe
una cruz recordatoria del suceso en Punta Galera, el
POLYCOMANDER, con su carga contaminante y más
recientemente el pesquero MARVEL que fue a estrellarse
en los acantilados de la isla Norte.

39
40
6-HISTORIA

La prehistoria de las islas Cíes está sujeta a los


problemas inherentes a su insularidad. Por ello cuando
decidimos comenzar a recoger datos sobre los periodos
prehistóricos e históricos no éramos muy optimistas. No
obstante la aparición de restos de útiles tallados nos
permite pensar que el hombre visitó desde muy antiguo
las islas.
Las etapas prehistóricas generalizadas en Galicia
con una mayor antigüedad son el Paleolítico y el Meso-
lítico. Estos periodos abarcan desde el 150.000 al 8.000
a.C., y comprenden momentos en los que el hombre
comienza a fabricar instrumentos que le ayuden a alimen-
tarse, y sobrevivir, facilitándole la caza y la obtención de
otros recursos alimenticios. Las gentes del Paleolítico
vivían cerca de los ríos, las lagunas y las zonas lacustres
donde abundaban los animales, en comunidades peque-
ñas con una existencia trashumante, dependiendo no
sólo de la caza, su fuente principal de alimentación, sino
también de la recolección de productos silvestres.
No es muy seguro que durante el Paleolítico el
hombre hubiera llegado a las Cíes si tenemos en cuenta,
por los datos generales sobre este periodo en Galicia, que
los yacimientos detectados de esta época no son coste-
ros, con una mayoritaria aparición de utensilios en zonas
alejadas de la costa. No obstante han sido localizados en
las Cíes una serie de instrumentos líticos.
En las cercanías de la playa de Figueiras, D. Pedro
Díaz (2), encontró un pico raspador de cuarzo blanco con
talla bifacial.

41
Estos útiles son difíciles de encuadrar cronológi-
camente porque son unos materiales atípicos que pervi-
ven durante un tiempo dilatado.

MESOLITICO

En el Mesolítico las comunidades post-paleo-


líticas enriquecen su régimen alimenticio con la recogida
de mariscos y moluscos. Estos pobladores parecen desa-
rrollar sus actividades más cerca de las costas con lo que
podrían ser los primeros hombres que hayan llegado,
quizás aupados en troncos de madera, a las islas. Tal
parece confirmar la localización de útiles de tipología
Camposanquiense o Asturiense, industria ésta que es
característica del Mesolítico.
En el año 1956 Pedro Díaz (3) localizó un hacha
del tipo camposanquiense, realizada en cuarcita, en un
lugar próximo a la orilla del Lago dos Nenos. Tres años
después encontró otro instrumento de tipología similar.
D. José María Álvarez Blázquez (4) localizó un útil
camposanquiense realizado en cuarcita gris, tallado a
modo de “coup de poing”; un raspador de lasca del tipo
camposanquiense en cuarcita gris, en la isla Sur, y un
microlito atípico en cuarcita color sepia.
También se han localizado otros instrumentos
relacionados con actividades pesqueras, que desde
siempre se consideraron como prehistóricos. Nos
referimos a las “poutadas” que se obtienen lascando un
canto rodado de mediano tamaño en caras opuestas. Su
uso podía circunscribirse a servir de pesa en pequeñas
redes de pesca.

42
De las etapas prehistóricas siguientes Neolítico,
Megalítico, Calcolítico y Edad del Bronce, todavía no se
encontraron restos que evidencien la presencia humana
en las islas Cíes.

CASTROS

En los momentos finales de la Edad del Bronce


surge un nuevo tipo de poblamiento que con su desarro-
llo dará lugar a la cultura más característica del Noroeste
peninsular: los castros.
En un principio las comunidades del final del
Bronce comenzaron a levantar poblados en las zonas altas
de algunos montes, a los que dotaron de defensas para
proteger pequeños recintos donde instalaban sus caba-
ñas hechas con pieles y ramas.
La cultura material de estas comunidades era
básicamente de bronce, con objetos como calderos, col-
gantes, aretes, etc.; con algunos utensilios de piedra
pulimentada, de tradición neolítica, y una cerámica tosca
de gruesas paredes con decoración a base de líneas
geométricas incisas o sin ella.
A lo largo del camino que discurre desde las
ruinas del monasterio, en la isla de O Faro, hasta la en-
trada del camping se pueden encontrar abundantes frag-
mentos cerámicos de este periodo. Toda la ladera que
sube hacia el Alto da Campana presenta los restos de por
lo menos cuatro terrazas donde presumiblemente se
asentó un castro del Bronce Final, con una datación com-
prendida entre el 900 y el 500 antes de Cristo.

43
En este yacimiento se ha podido localizar uno de
los basureros, con restos de lapas, berberechos, huesos y
fragmentos cerámicos. Dicho concheiro se encuentra
situado en la parte baja de la ladera.
Al lado opuesto de la isla se pueden encontrar los
restos de un poblado castreño, de una cronología com-
prendida entre el 500 y el 100 antes de Cristo, que ocupa
toda la ladera Sureste del monte Faro, desde las inme-
diaciones del mismo hasta las zonas costeras próximas al
Faro do Príncipe. En toda esta extensión de terreno exis-
ten estrechas terrazas, actualmente llenas de vegetación,
en las que se pueden encontrar, en superficie, fragmen-
tos de cerámica castreña, que la lluvia arrastra y deja al
descubierto. Entre los raros muros visibles se han loca-
lizado algunos molinos de mano, piedras talladas y um-
brales de viviendas, aunque no es posible definir casas
circulares (5).
Desde hace tiempo se tiene conocimiento del
concheiro (basurero) principal del poblado. En diferentes
trabajos realizados en el mismo, de entre los que cabría
destacar el efectuado por el profesor Vázquez Varela (6),
se han podido identificar las especies de los animales,
peces y mariscos que integraban el régimen alimenticio
de sus habitantes.
Entre los mamíferos se encontraron: suidos,
óvidos, caprinos y bóvidos; además de restos de diferen-
tes aves y conejos.
Entre los peces: maragotas y robalizas.
Entre los mariscos: lapas, berberechos, ostras y
almejas.

44
Las especies marinas citadas abundan en las pla-
yas y aguas próximas, donde serían recogidas o pescadas
y transportadas al poblado en cestos construidos con
fibras vegetales.
D. Pedro Díaz, gran amante de las islas, encontró
en el concheiro de Las Huertas o As Hortas, que así se
denomina este castro, un anzuelo de bronce y una fíbula
del mismo material.
Las cerámicas presentan una rica decoración, de
gran plasticidad, en la que se combinan formas geomé-
tricas con elementos figurativos. Así se pueden encon-
trar decoraciones a base de espiguillas, dientes de lobo,
rombos, líneas en zigzag, e impresiones de “eses”,
“patitos”, equis y círculos. Junto con todo esto se han
localizado: Un microlito cuneiforme con pulimento bifa-
cial y una hachuela, también con pulimento bifacial en
planos coincidentes en afilado arco cortante, ambas de
clara tradición neolítica. Estos últimos útiles fueron recu-
perados por Pedro Díaz.
El poblado castreño de Las Huertas fue poste-
riormente romanizado, aunque de forma poco intensa,
debido quizás a que sus ocupantes lo abandonaron cuan-
do conquistaron estos territorios los romanos.
Probablemente relacionado con este periodo
castreño, o anterior al mismo, señalaremos la presencia
de una cortada en la isla Sur. El tipo de cortada es pare-
cido a otras que constituyen minas a cielo abierto que se-
guían las vetas de metales primarios como el cobre y el
estaño. Ésta en concreto arranca de la zona alta del
monte, y continúa ladera abajo, con un ancho entre los
seis y los quince metros y una profundidad difícil de

45
calcular por la espesa vegetación de la hondonada, hasta
el borde del mar. No obstante prosigue bajo el mismo
unos diez metros lineales, hasta una profundidad de
cuatro metros.

46
ROMANIZACION

Cuando los romanos consiguieron aventurarse


tras el estrecho de Gibraltar, o las columnas de Hércules,
y conocieron que hacia el Norte había regiones ricas en
minerales preciosos, comenzaron a realizar viajes comer-
ciales, sin duda guiados por los marinos gaditanos de
origen fenicio, buenos conocedores de estas rutas.
Indudablemente los viajeros-mercaderes que se-
guían la ruta hacia el Norte debieron pasar por las islas
Cíes y también de seguro aprovecharon sus calas para
descansar, aguar y proseguir sus viajes.
Quizás hiciera recalada en las islas el legendario
navegante cartaginés HIMILCON, que exploró las costas
occidentales de Europa y que escribió un “Periplo” con-
tando las peripecias de su viaje. El libro desapareció, pero
parece ser que el poeta romano AVIENO recogió de él
mucha información para su poema geográfico “Ora
Marítima”.
Diferentes autores de época romana, como
Strabón, Diodoro, Plinio, Mela y Ptolomeo recogen en sus
escritos la existencia frente a Iberia y al norte de la
Lusitania, de las “insulae deorum”, las islas de los dioses.
Diodoro Sículo las describe como unas islas ricas en
estaño, situadas en el Océano y frente a iberia, llamadas
Cassiterides. Este nombre deriva del mineral Casiterita,
que aparece en la naturaleza entre rocas graníticas y
filones de cuarzo, y de la que se extrae el estaño.
Plinio por otro lado habla de “VI insulae deorum
quas aliqui fortunatas apellavare” y parece situarlas más

47
concretamente, en otro párrafo, a la altura del Minius
(Miño) frente Iberia, denominándolas también SIccae.
La referencia escrita más antigua sobre estas islas
la realiza HERODOTO (485-425 a.C.) que habla de unas
diez islas del Estaño que existen en el mar septentrional
de Europa, de donde recibían el estaño los pueblos medi-
terráneos.
La cuestión de las Cassiterides no está clarificada.
Las islas citadas en los textos son para algunos inves-
tigadores las existentes en las costas gallegas, mientras
que para otros son las localizadas en la zona de la Bretaña
Francesa o las islas Británicas.
Además de estas posibles visitas de los coloni-
zadores mediterráneos, el primer contacto de estas tie-
rras y sus pobladores con una alta cultura mediterránea
fue a través de la expedición que JULIO CESAR realizó en
el año 60 a.C. De esta expedición existe un episodio que
puede referirse directamente a las islas Cíes. Cuando el
caudillo romano avanzaba hacia el Norte a través de la
Lusitania, ordeno bajar a la llanura al pueblo HERMINIO,
que vivía en la Sierra da Estrela. Como estos se negaban,
Julio Cesar los atacó y derrotó. Más tarde los Herminios
se sublevaron y en su huida de las tropas romanas se
refugiaron en una isla próxima a la costa. Cuando llega allí
Cesar, envía a las tropas romanas en naves improvisadas
al asalto, pero estas son diezmadas, salvándose a nado un
solo hombre llamado Publo Celsio Sceva. Al ver esto, el
jefe romano decide esperar a que lleguen los navíos que
acompañaban su expedición hacia el Norte y con ellos
atacó la isla, arrasándola y sometiendo a los sublevados.

48
En algunos textos se recoge que primero desem-
barcó en la isla de Lancia y luego en otra cercana.
Numerosos autores consideran que el lugar don-
de sucedieron estos hechos está en las Cíes, otros no. La
transcripción de los textos romanos plantea muchos inte-
rrogantes por lo somero del relato, quedando puntos
oscuros. No obstante, Julio Cesar debió saber de la exis-
tencia de las Cíes, y con seguridad las conoció al seguir
costeando hacia el Norte para llegar hasta Brigantium (La
Coruña), punto final de la expedición.
La presencia de los romanos en las islas no sólo
está confirmada por la aparición de cerámica romana en
el castro de Las Huertas, sino que también por la loca-
lización de tégulas (tejas rectangulares típicamente roma-
nas) en la zona comprendida entre el Lago dos Nenos y las
ruinas del convento.
La visita de ciudadanos romanos no es de extra-
ñar si tenemos en cuenta que en las proximidades de las
Cíes, en tierra firme, se localizan unas “villae” romanas.
Las villas eran unos establecimientos para la explotación
agropecuaria de un territorio, que pertenecían a personas
que asumían el poder político del Imperio, siendo auto-
suficiente y comerciando con parte de su producción. En
las cercanías de las islas se conocen las villas de : Borreiros
(Ramallosa), Panxon (Nigran), Sobreira (Oya), Canido,
Alcabre, Coia (Vigo), Rodeira (Cangas) Igresiña (Nerga); y
muy cerca también, al otro lado del canal Norte, el
promontorio de O Facho de Donón, donde presumible-
mente estuvo ubicado un santuario romano como parece
demostrarse con el hallazgo de un gran número de aras
(altares) con epígrafes dedicados a los dioses indígenas y

49
romanos (7). Asimismo hemos de hacer constar el hallaz-
go, por parte de Pedro Díaz, de un fragmento de asa de
ánfora con estrías, en los alrededores del lago (8).
El profesor Luis Monteagudo (9) localizó en la isla
Sur los restos de un campamento romano, posiblemente
una vexillatio, relacionada con la vigilancia de las rutas
marítimas que se seguían parta comerciar con las villas.
La navegación por estas aguas de embarcaciones roma-
nas quedó definitivamente confirmada con la aparición
de tres cepos de plomo de ancla romana en Udra, a la
entrada de la ría de Pontevedra (10). Estas piezas únicas
se pueden admirar en el Museo de Pontevedra, y son las
primeras que se recuperaron en el litoral atlántico espa-
ñol.
En una de las visitas de romanos a las islas pudo
tener su origen un anillo de oro de 24 quilates, de 8,4 gra-
mos de peso, que apareció entre unas rocas en la costa
de la isla de Faro (11). Es éste un aro plano en su parte
interna y redondeado en el exterior. La piedra del cama-
feo es un nícolo, variante de ágata, que tiene la figura de
un jabalí macho. Sobre este figura, en negativo, se lee la
inscripción HEAPRAV, cuya transcripción seria “Helvius o
Hernium Aprunculus”. Por su diámetro el propietario era
un niño cuyo nombre lo inscribía en la familia APER. Esta
pieza es típica del siglo II d.C.
Con todo ello no es de extrañar que los romanos
se sintiesen atraídos por los paisajes irrepetibles, por los
acantilados para seres sin vértigo y por los atardeceres
policromos sobre un océano que se les antojaba infinito.

50
51
EDAD MEDIA

Del periodo comprendido entre el siglo IV, fin del


Imperio Romano y el siglo IX no localizamos documen-
tación alguna referente a las Cíes. Esta etapa de la Edad
Media, donde la ruralización se acentúa, con el nacimien-
to del feudalismo, quizás debido al aislamiento generado
por los cambios sociales y la inseguridad civil, no aportó
documentos que de forma general o parcial citasen las
islas Cíes. Por ello hemos de creer que en esos cuatro-
cientos años nuestras islas estuvieron despobladas y en
posesión de los animales y las aves que les eran propios.
En el siglo IX tienen lugar unos hechos bélicos
que, de alguna forma, afectaron a la zona costera gallega.
Son estos las numerosas razias que llevan a cabo los
normandos que consiguen poner en jaque a los pueblos
costeros, indefensos ante los ataques por mar. Estos
navegantes guerreros, provenientes del Norte Europeo,
con sus embarcaciones de poco calado conseguían llegar
también a las poblaciones del interior situadas cerca de
los ríos, los cuales usaban como vías de penetración. Ante
las numerosas expediciones que estos normandos hicie-
ron no es muy aventurado pensar que en algún momento
hubiesen recalado en las Cíes.
En este siglo, hacia el año 867, se documenta la
presencia de marinos árabes, dependientes del Emirato
de Córdoba, en la que es la primera relación de nuestras
islas con el mundo musulmán, lo que probablemente
sirvió para que estos conocieran, y luego visitasen con
asiduidad sus costas e hicieran recaladas. En el año citado
el caudillo ABDELHAMID llegó en una de sus incursiones

52
hasta cerca de las islas Cíes, con tan mala fortuna que a
causa de un gran temporal perdió casi todas sus naves,
cuando estas fueron empujadas por las olas contra la cos-
ta de la isla Sur y las Estelas de Bayona (12).
Ya al final de la centuria, año 899, con motivo de
la consagración de los altares de la Catedral de Santiago,
el rey Alfonso III donó a ésta, además de otras villas e
iglesias, las Cíes con la iglesia de San Martin, la isla de Ons,
la de Arosa con su iglesia de San Julián, la de Salvora con
su iglesia y la iglesia de San Vicente de O Grove (13). Dicha
donación fue confirmada por su hijo Ordoño II, el 20 de
Abril del año 911, en un diploma que dice:

“…confirmamus quoque omnes insulas que


sunt infra mare quas pater noster domnus
Adefonsus rex per testamentum concesit sio
loco vestro is est Aones, Framio, Salvare,
Arauza, Sias et Tanao cum eclesiis et
prestationibus aearumbem…”

…confirmamos que todas las islas que están


sobre el mar que nuestro padre señor Alfonso
rey por testamento concedió…. que es Ons,
Framio, Salvora, Arosa, Cíes y Tambo con sus
iglesias y las prestaciones que tuvieran…

Añadiendo por su parte la villa de Ardea, la de Noalla y un


pomar en Cornado, además de la iglesia de San Juan,
cerca de Braga. Un año más tarde Ordoño concede en
donación al Monasterio de San Martin Pinario la otra

53
mitad de Arosa, la isla de Cortegada y otras iglesias y
casales (14).
Desde este siglo las islas Cíes pasan a pertenecer
a las Órdenes religiosas, dependiendo su poblamiento de
los monjes.
A partir del siglo X, los normandos vuelven a
esparcirse por las costas gallegas con una fuerza arrolla-
dora, llegando en el año 966 a las islas Cíes, donde des-
truyeron los dos monasterios allí existentes. Las reca-
ladas normandas se hacen frecuentes hasta mediados del
siglo XI. Se cuenta que uno de estos jefes normandos,
OLAF, utilizaba las islas para almacenar las riquezas que
conseguía en sus razias, hasta que hacia el año 1015
regresó a Noruega, se cristianizó y fue proclamado rey,
conociéndosele por el nombre de Olaf El Santo (15).
Hacia mediados del siglo XI, las costas gallegas
parecen tranquilas dado que los monjes habían regre-
sado a las islas. Entre los años 1074 y 1091 el abad de
Celanova, Pelagio I, huye de su monasterio ante la perse-
cución de que era objeto por parte de la infanta Doña
Elvira, hermana del rey Alfonso VI. En su huida busca
refugio en un eremitorio que existía en la isla de San
Esteban. Por aquellas fechas dicho eremitorio estaba bajo
cargo del monasterio de Coruxo, como así lo demuestra
un documento de propiedades y tierras, fechado en el
año 1092, en el que se cita que la orden de Cluny de
Coruxo contaba con dos eremitorios en la San Esteban
(16). Sin dudas en alguno de ellos se cobijó el abad
Pelagio.

54
Con posterioridad Alfonso VII estando en Carrion
de los Condes, el 8 de Diciembre de 1152, concede la isla
de San Esteban de Sias al monasterio de Celanova y el

55
privilegio de coto al cenobio de Coruxo (17). En la isla ya
había una pequeña iglesia dedicada al Santo Esteban, y el
hecho parece estar relacionado con la visita obligada del
abad de dicho monasterio años antes.
Hasta este momento los religiosos centraban su
atención en la isla de Faro, quizás por ser la más habita-
ble. Pero a partir del siglo XIII las órdenes religiosas exis-
tentes intentan instalar, en todas las islas, a sus miembros
más ascéticos, construyendo otro eremitorio en la isla
Sur.
En una visita realizada por Alfonso IX, rey
de León, a Puentesampaio en Junio de 1228, acom-
pañado de sus hijas Doña Sancha y Doña Dulce, donó al
maestro Pedro la isla de San Martin, a condición de que,
por sí mismo o sirviéndose de otro, celebrase en ella los
oficios divinos con los otros ermitaños, y que después de
su muerte pasara al Monasterio de Oya, obligándose el
abad de éste a socorrer satisfactoriamente las necesi-
dades del maestro Pedro mientras viviese, y a nombrar
después de su muerte, dos presbíteros para celebrar allí
misa diaria y recitar las horas canónicas en sufragio del
alma del monarca y de sus deudos, a Dios y a San Martin
(18).
El 26 de Julio de ese mismo año, el rey de Castilla,
Alfonso VIII, en visita temporal a Sarria (Lugo), confirma
la donación efectuada por Alfonso VII, rey de Castilla y
León en el año 1152, de la isla de San Esteban al Monas-
terio de Coruxo (19).
Curiosamente nos encontramos con la visita de
los reyes Alfonso VIII (1158-1214) y Alfonso IX (1188-
1230) que poseían derechos patrimoniales sobre el reino

56
de Galicia, cuando ellos, coetáneos, reinaban uno en
Castilla y el otro en León., respectivamente. Siguiendo los
documentos podemos colegir que la propiedad de las
islas había sido dividida pasando la isla Sur a depender de
León y la Norte a Castilla. Tal situación se mantiene hasta
que fallece el de León y entonces se unifican los dos
reinos bajo el rey Fernando III El Santo. Este monarca, en
una visita realizada a Tuy, confirma en un documento
fechado el 12 de Marzo de 1232 el privilegio otorgado al
maestro Pedro por Alfonso IX (20).
A finales del siglo XIII las islas Cíes están ocupa-
das por los monjes de los monasterios de San Esteban y
San Martiño. Estos vienen sufriendo, desde hace un
tiempo, los ataques de los normandos. Con motivo de
uno de estos ataques, el 15 de Julio de 1298, Juan Fernán-
dez de Sotomayor, que era Obispo de Tuy, concede por
tres años, cuarenta días de indulgencia a todos los que
dean limosna para la reconstrucción del monasterio
benedictino de San Martiño, que estaba destrozado por
los daños que había sufrido de manos de los normandos
(“furor normandorum”), en virtud de los milagros y
curaciones que en él se obraban (21).
Las discusiones sobre el control de las Cíes debie-
ron ser frecuentes entre las jerarquías eclesiásticas pues
durante los siglos XIII y XIV se documentan varias solici-
tudes de legalización de los privilegios otorgados con
anterioridad por la Corona. A la confirmación realizada
por Fernando III, ya citada, hay que añadir ahora la
efectuada por el rey D. Pedro I, el 15 de septiembre de
1351, en las Cortes de Valladolid, que avala la concesión
de 1228 por la que la isla de San Martin se otorgaba al

57
maestro Pedro y a Oya (22). Esta última confirmación
debió tener su origen en las ganancias que sacaban los del
Monasterio de Oya, que desde el año 1341 había dado a
los pescadores de Bayona la facultad para faenar en las
costas de la isla y por la que estos pagaban unas sustan-
ciosas pescadas. Por estas mismas fechas la orden francis-
cana recibió autorización para fundar en ella un convento.
Éste se fundó, concretamente de monjas, pero las estre-
checes que sufrieron durante un tiempo obligaron a tras-
ladarlo a Bayona (23).
La pertenencia secular a las jerarquías permitió
que, en 1378, D. Juan de Castro, Obispo de Tuy, permu-
tase al Cenobio de Celanova la iglesia de Santa Magda-
lena de Ribadavia por el Monasterio de Coruxo (24). En
estos trueques la isla de San Esteban y su convento pasa-
ron a la Mitra Tudense, desapareciendo de la isla los
benedictinos y pasando a instalarse en ella los frailes
terceros de vida regular de la regla de San Francisco.
En este siglo, en cada una de las islas existía un
monasterio. En el Sur el de San Martiño, dependiente de
Oya; en la de O Faro el de San Esteban, dependiente de
Coruxo y en la Norte, según algunos autores, luego de la
ubicación de unos eremitorios, un cenobio (para unos de
frailes y para otros de monjas) dedicado a San Payo. La
fama de estos monasterios parece que fue muy grande.
Prueba de ello podría ser el documento que, hacia 1420,
leyó el P. Sarmiento en los archivos del convento de Santa
Clara de Pontevedra, por el que un mercader de esta villa
dejaba varias “mandas” (órdenes testamentarias) para
los conventos de Pontevedra y las islas próximas, dejando
además una limosna para los frailes del cenobio de San

58
Esteban de las Sias a entregar el día de San Bieito en Julio
(25). Por las mismas fechas, y sin especificar el motivo, el
rey D. Pedro I concede a los frailes del convento de las
islas Sias unos 2.000 maravedíes de limosna, según se
puede leer en un documento del Archivo de Simancas
(26).

59
EDAD MODERNA

El inicio de la Edad Moderna significa para las islas


Cíes el final de los años de tranquilidad. Sus ocupantes
pasaran por periodos de gran peligro con motivo de los
abundantes conflictos en que se verá envuelta la monar-
quía española a lo largo de los siglos venideros. Las exce-
lentes perspectivas de aumento demográfico que se
habían generado en los últimos años del siglo XIII, con el
consiguiente apoyo de la Corona, van a quedar truncadas
por los hechos bélicos, hasta llegar a un despoblamiento
total desde finales del XVI. A partir de este momento
serán cortos los periodos en que exista presencia humana
en las islas. No obstante la vida de los conventos se man-
tiene aunque de una forma intermitente.
El 19 de Mayo de 1520, D. Diego de Avellaneda,
consigue del Provisor una sentencia que declara la perte-
nencia del Monasterio de San Esteban de Sias a la Mitra
Tudense al ser esta isla propiedad del Monasterio de
Coruxo, confirmando la permuta realizada en 1378 (27).
Tal propiedad es ratificada en una visita que hace el obis-
po tudense Fray Prudencio Sandoval, a finales de este
siglo al convento de los frailes terceros que estaban bajo
el patronato del citado obispado (28).
La bonanza económica que se da en esta comarca
durante parte del siglo XVI, genera inversiones como la de
1520 en la que le es aforado a un particular, por parte del
obispo tudense Fray Anselmo Gómez de la Torre, un casa
de las Sias, el cual a su vez fue cedido a las monjas de
Santa Clara de Santiago, que se lo pasaron en regencia a
sus homónimas de Pontevedra (29). A finales de este

60
siglo, año 1572, las islas estaban casi despobladas, por tal
motivo la dignidad tudense determinó donar y agregar las
rentas de San Esteban a la colegiata de Bayona, con la
condición de que si volvían a poblarse dicha colegiata se
encargaría de administrar los sacramentos a los habitan-
tes (30). Pero tal deseo no podría cumplirse pues las Cíes
empiezan en este momento a ser utilizadas como base de
aprovisionamiento por parte de los marinos ingleses que
luchaban contra el Imperio Español.
En Agosto de 1585 el pirata FRANCIS DRAKE, al
servicio de la reina Isabel de Inglaterra, parte del puerto
de PLYMOUTH con rumbo a las costas españolas para
apoyar al candidato a la corona portuguesa D. Antonio,
Prior de Crato y descendiente por vía ilegitima de la casa
real lusa. Tras varias semanas de navegación el inglés no
consigue encontrar la Flota de Indias, su objetivo prin-
cipal, y entonces se dirige a Galicia. A principios de Octu-
bre el Comendador Pedro Bermúdez de Santis, encargado
de la defensa de Vigo y su comarca, es avisado por los
vigías de la garita de Monteferro, de la presencia de velas
en las Cíes. Queriendo saber si eran amigos o enemigos,
intentó enviar desde Bayona una lancha con comercian-
tes ingleses para que efectuaran un reconocimiento. Ante
la negativa de estos por temor, consigue que un tal
Antonio Ruiz de Grazeta y el inglés Robert Sharte se hagan
a la mar. Estos se cruzan con Drake a las cuatro de la tarde
del 7 de octubre en la ensenada de Cíes, cuando el pirata
se dirigía a tierra con 24 barcos, de a 16 cañones por
banda y “aún otros mayores”, con un total de 1.500
soldados. Por ellos el inglés envía un mensaje a Bayona
diciendo que venía a vengar los agravios que dicha

61
fortaleza le hizo a sus vasallos, atacando a continuación la
villa y el castillo. Estos logran resistir el envite gracias a los
refuerzos traídos por el Conde de Gondomar. Ante tal
oposición los ingleses reembarcan al anochecer y se
refugian en el fondo de la ría de Vigo ante la amenaza de
temporal, no sin antes quemar el convento de San
Esteban y de maltratar a los monjes franciscanos. Días
después atacan Vigo sin conseguir conquistarla (31).
No debió quedar satisfecho el almirante Drake,
aunque si de las islas Cíes, ya que en Mayo de 1589 regre-
sa para abrigarse y reparar algunas averías en sus barcos,
sufridas en un ataque a La Coruña. Se mantiene en las
islas hasta que le llegan noticias del Prior de Crato, y
entonces zarpa hacia Lisboa después de aguar. Ese mismo
año, el 29 de Junio, vuelve Drake de su campaña en
Portugal con una escuadra de 213 naves. En un texto de
la colegiata viguesa se hace referencia a esta visita de la
siguiente forma:

“…proveniente de Coruña y Lisboa, de retira-


da, vino a esta villa, la cual ocupó desde las
bocas asta Rande, dejando en las yslas de Sias
unas 20 naves en retaguardia, y echó seis mil
peones a tierra. La mayor fuerza desembarcó
en el Cabron de Teys, y la más por Santa
Martha y Coya, tomaron y ocuparon Nuestra
Señora del Castro, y entraron en la villa sin
resistencia y la saquearon y quemaron la
iglesia mayor, y las mejores casas de la villa
asta 570 casas.” (32).

62
En vista de la facilidad con que las naves ene-
migas entraban en las rías gallegas y de la utilización de
las Cíes como base de aprovisionamiento, la monarquía
española fomenta la realización de estudios para la
defensa del litoral. Uno de estos proyectos, realizado por
el ingeniero Tiburcio Spanochi en 1604 aconseja cerrar el
paso entre las islas Cíes y tierra firme. Propone al rey
Felipe III construir dos torres o fortines abaluartados y
artillados en Punta Arenina (isla de Monteagudo) y Cabo
Pequeño, quedando la otra boca de entrada entre la isla
de San Martin y Monte Ferro a expensas de Bayona y
también un fortín que se construiría en las islas Estelas
(33). No obstante dicho proyecto no se llevara a cabo por
los cambios políticos del momento que hacían que
cualquier plan de defensa, de larga ejecución, se conside-
rase innecesario al llegar unos años de paz.
En el siglo XVII la jurisdicción de las Cíes pertenece
al Alcalde-Juez de Cangas como parece indicar un escrito
del Cardenal Jerónimo del Hoyo, fechado en 1605, que al
referirse a Cangas dice:

“… tiene esta villa de jurisdicción trece


feligresías, y más las islas de Cias que
vulgarmente llaman de Bayonas, por estar
cerca de allí. Algunos de Bayona dicen que
pusieron allí una horca, y que fue el justicia
de Cangas, y la quitó…”· (34)

En los primeros días del mes de Diciembre de


1617 llegó una escuadra de piratas berberiscos que fon-
deó en las Cíes. En principio se creyó que lo hacían para

63
una aguada, pero en la mañana del día 7, unos 10 navíos
realizaron un ataque a Bouzas, intentando tomarla, para
luego desembarcar en el arenal de Coia, en la Ribera y en
la Laxe, en Guixar y en La Guía; pero son rechazados y
luego se dedican a atacar el Morrazo durante dos días,
para volver a intentar desembarcar el día 9 en Samil, lo
que no consiguen (35).
Pocos años después vuelve a incidirse sobre las
defensas de las costas gallegas. En 1620 Bartolomé y
Gonzalo Nodal presentan al Consejo de Castilla un pro-
yecto en el que piden que se artillen las villas de Bouzas y
Vigo, y el puerto de Teis. Además sugiere que se cons-
truya un fuerte,

“…que no costara mucho por la mucha


comodidad de piedra y materiales que ay…”

En las islas Cíes con los siguientes argumentos:

“…ecepto el fuerte que se ubiere de hazer en


las yslas de Bayona que se a de hazer por
cuenta de V:M: y en ningún tiempo se puede
fabricar la mejor que agora, por haber pazes
con todas las naciones del Norte, porque
habiendo guerra con alguna de las primeras
dichas naciones, será imposible poderlo
acabar, por el mucho provecho que se le
sigue de que aquellas yslas no tengan defen-
sa alguna, allí acuden a refrescar agua, y a
repararse de los daños que resciben en la
mar, y están allí tan de ynbernadas como si

64
fuera en sus propias tierras y eso les anima a
salir a la mar en tiempo de ynbierno, porque
tienen donde reparar del mal tiempo, lo que
no aran habiendo con que desalojarlos en los
puertos. Y si S.R.M. fuese servido mandar se
aga el fuerte en las dichas yslas de Bayona
sera necesario una escuadra de 6 o 8 navíos
para asegurar la fábrica, porque de otra
manera, todo quanto se trabaje en un año lo
desbarataran en un día…” (36)

Pero estos y otros proyectos ni siquiera se llevan


a cabo, aunque los últimos párrafos de esta carta, enviada
por Gonzalo Nodal al Conde de Gondomar, parece indicar
que ya se habían dado las órdenes oportunas para la
construcción del fuerte de Cíes, por el contrario se man-
tienen en situación de abandono. Así Santiago y Gómez
escribió al respecto:

“…debido a la frecuencia con que acudían a


las playas y caletas de las islas muchos pira-
tas, fue el motivo de que las abandonasen
sus habitantes para librarse de la esclavitud
a que los condenaban, por lo que quedaron
completamente deshabitadas durante la
Edad Media y los siglos XVI y XVII…” (37).

Durante la Batalla de Rande, celebrada el 23 de


octubre de 1702, que enfrenta la flota franco española
(procedente de La Habana) que había entrado en la ría de
Vigo el 22 de septiembre, con la escuadra anglo holan-

65
desa, en el contexto de la Guerra de Sucesión Española,
un barco de tercera categoría llamado “Montmouth”, al
mando del capitán Baker, penetró en las defensas espa-
ñolas y se apoderó del galeón “Sto. Cristo de Maracaibo”,
de 40 mts de largo y 10 de ancho, construido con maderas
de roble y cedro, antes de que sus marineros pudieran
hundirlo. El Montmouth salió el día 5 de noviembre
remolcando al navío español, pero a la altura de las Cíes
no pudo evitar que este chocase con unas rocas sumer-
gidas y que a consecuencia de ello se hundiese con todos
los tesoros que portaba en sus bodegas. Por tal perdida,
considerada como grandiosa, el capitán Baker fue some-
tido a un consejo de guerra acusado de negligente en
Inglaterra (38). Desde entonces han sido varios los inten-
tos de encontrar el Sto. Cristo de Maracaibo. Son muy
conocidas las expediciones de POTTER y STENUIT, que
obtuvieron del gobierno español una concesión de
búsqueda entre los años 1950 y 1960 (39).
En 1708, probablemente como consecuencia de
la Batalla de Rande, se vuelve a plantear la fortificación
de las Cíes. En esta ocasión realiza el proyecto D. Jacinto
Bermúdez, Sargento Mayor residente en Bayona.

66
67
El 24 de julio de 1718 se ve una escuadra berbe-
risca que anduvo paseándose entre las islas de Bayona y
las Sisargas. Visita ésta anecdótica si consideramos que
estas aguas estaban dominadas por la marina inglesa. Así
en octubre de 1719 vuelven estos con una armada de 80
navíos, al mando del almirante MIchells, que incluía 40
embarcaciones de transporte con unos 5.000 hombres
de desembarco al mando del general Lord Cobhan. Esta
armada penetra en la ría de Vigo y según iban entrando
se extendieron en línea por delante de las islas Cíes, desde
la boca Norte a la Sur, y así avanzaron tras el buque
almirante, hasta fondear frente a la villa de Bouzas (40).
Después de desembarcar en Samil se apoderaron de la
comarca hasta conseguir la rendición del fuerte del
Castro. Estuvieron 20 días en la zona y la dejaron arruina-
da pues por esas fechas acababa de recogerse la cosecha
de granos y vino. Aguaron en las Cíes y luego se fueron,
para continuar du campaña en el contexto de la Guerra
de Sicilia, provocada por el intento de revisión, por parte
de España, del tratado de Utrecht.
Durante la intervención española en la guerra de
Sucesión Austriaca los ingleses volvieron en esporádicas
expediciones de incordio y rapiña. Los españoles por su
parte intentaron contrarrestar estos ataques, y las consi-
guientes pérdidas, con la creación de barcos corsarios que
fletaban mercaderes españoles. El 27 de marzo de 1741
uno de estos barcos corsarios, el Sagrada Familia, armado
en Marín y mandado por el capitán Jerónimo Biquet,
localizó al navío inglés “Helene”, de 120 Tm y con 16 caño-
nes, que procedía de Londres con la misión de acabar con
las incursiones españolas. En el enfrentamiento, muy

68
violento, el buque inglés, creyéndose tocado se rindió a
12 leguas de las islas Cíes (41). En el combate naval hubo
muchos heridos que fueron desembarcados en Vigo.
La actividad de los corsarios españoles debió
preocupar bastante a los ingleses, puesto que estos a
partir de 1743 destacaron permanentemente navíos de
guerra a aguas gallegas. El 25 de Julio de ese año estaban
anclados en las Cíes dos fragatas inglesas con objeto de
impedir que las naves corsarias viguesas saliesen de la ría.
Estando allí casi consiguen atrapar a la fragata de guerra
española “Conde de Chinchón”, mandada por el teniente
de navío D. Carlos Villa, que venía de La Habana y Vera-
cruz con 2 millones de pesos en barras de plata. Esta
fragata consiguió refugiarse en Bayona, desde donde fue
defendida por las baterías de la fortaleza (42).
Como se puede constatar los navíos ingleses ha-
bían tomado las Cíes como un punto frecuente de reca-
lada en tiempos de guerra. Por ello cuando en 1778 el rey
Carlos III recibe el proyecto de situar en las islas unas
grandes pesquerías en las que se aprovecharían sus con-
diciones inmejorables y la abundancia de pesca (43), lo
desecha por el recelo de que en tiempos de guerra los
enemigos hagan de nuevo en ellas refugio seguro. En este
proyecto se recogen una serie de datos y recomenda-
ciones sobre las riquezas de la costa gallega:

“…en Galicia, especialmente se auxiliara la


pesca del bacalao que se cría en las dos islitas
de Bayona, y todo aquel genero de arenques y
pescados y suplir en parte el uso del baca-lao
extranjero…” (44).

69
En el texto se refieren al abadejo, que es de la
misma familia que el bacalao. Los temores del rey Carlos
pronto se ven confirmados cuando en julio de 1779 entra
en la ría de Vigo una división de la escuadra inglesa, for-
mada por dos navíos, tres fragatas y dos bergantines, que
recala en las Cíes. Del buque insignia “Celoso”, al mando
del Comodoro Samuel Hood, envían a Vigo un ultimátum
pidiendo la rendición de la villa. Ante la negativa de los
vigueses y los preparativos de defensa de la costa, des-
pués de aguar, la escuadra partió hacia Inglaterra. (45).
Dieciocho años después, el 1 de julio de 1797 regresa el
Comodoro Hood con dos navíos, tres pataches y dos
bergantines encontrando en el puerto al bergantín
“Atocha” y al navío de guerra “San Agustín”, bajo el
mando de D. Juan Ruiz Apodaca, que habían huido de un
ataque inglés, cuatro meses antes en el cabo de Santa
María. Los ingleses entran por las Cíes en la ría, fondean
cerca de Cangas y piden por un emisario que les sean
entregados los barcos y que se rinda la plaza de Vigo. Ante
la negativa de los españoles, y los preparativos de defen-
sa, deciden marcharse al día siguiente. (46).

70
EDAD COMTEMPORANEA

Con el alborear de un nuevo siglo las Cíes siguie-


ron inmersas en los conflictos bélicos originados en los
tratados de San Ildefonso con Francia y en contra de
Inglaterra. Dentro de esta dinámica la armada inglesa
vuelve a recorrer las costas gallegas y a utilizar las islas
como base de aprovisionamiento. Así el 29 de agosto de
1800, tras haber intentado quemar los astilleros de El
Ferrol, llegó a las Cíes una escuadra inglesa que según
Santiago y Gómez estaba compuesta por 21 navíos, 19
fragatas, 1 bergantín, 10 balandras y 1 goleta armada.
Ávila y La Cueva habla de unas 80 embarcaciones. Al pare-
cer destacaron en la bahía unos 20 barcos con unos 2.000
hombres para atrapar una corbeta francesa que estaba en
el puerto. La acción se desarrolla como sigue:

“…trabase un reñido combate, y por abor-


daje se apoderaron de ella los ingleses, con
pérdida considerable de muertos y heridos de
una y otra parte, cuyo combate duró cerca de
3 horas, habiendo muerto en la corbeta toda
la oficialidad. Al día siguiente mandaron a
Vigo un parlamentario con los heridos fran-
ceses, y pidieron refresco de frutas que se les
remitió por dos veces por el Comandante de
la plaza…”

Esta misma acción es contada por Pedro Santos,


un tejedor de Tuy de visita en Vigo, en su diario de forma
diferente:

71
“…y entrando el 29 en la ría de Vigo en
número de 100 y más velas, en donde estuvieron
entre las islas de aquel puerto, hasta el día 10 de
septiembre que se retiraron, sin que durante esta
estancia determinasen hacer desembarco, y solo se
apoderaron de una goleta francesa que estaba allí
fondeada, la que les costó la muerte de mucha
gente, por la muerta de ellos, y de los Franceses por
la tenaz resistencias que hicieron……pero aunque
no desembarcaron, su estancia, tan larga fondea-
dos allí dio motivo de alarma (47)

Tras la refriega los navíos ingleses estuvieron


aguando varios días y luego zarparon rumbo al Medite-
rráneo.
Poco después, el 6 de septiembre, se declaró un
gran temporal que provocó que un barco varase en la cos-
ta de las islas. Ante los daños sufridos, que hacía que fue-
se irrecuperable, sus tripulantes le plantaron fuego al
atardecer, y cuando éste llegó a la santabárbara, reventó
iluminando las poblaciones de la costa como si fuese de
día y el estruendo se oyó a 6 leguas (33.4 Km).
Durante el mismo temporal, que duró varios días,
vararon también una balandra y otras embarcaciones en
la ensenada de Barra. La primera traía como pasajeros a
dos mujeres y a varios hombres. El día 10, ya calmado el
tiempo, se marcharon con rumbo Sur.
Después de la derrota naval de Trafalgar (1805) el
poderío español quedó muy menguado. La reconstruc-
ción de la Armada se hacía necesaria para mantener las

72
comunicaciones con América. Mientras se pretendía
acelerar la construcción de navíos, se volvieron a plantear
diferentes proyectos para la defensa de la costa gallega y
su utilización para el control del tráfico marítimo en la
zona Norte. Entre los proyectos destaca el que presentó,
en 1810, el ingeniero José Müller que contemplaba la
creación de una base naval en la ría de Vigo, que a su vez
incluía el uso de las islas Cíes y un reforzamiento de las
defensas de la villa de Vigo (48). Por estas fechas, por
orden del Consejo de Regencia, se construyeron unos
almacenes y cuarteles en el sitio que ocupó el convento
de San Esteban con cuyo motivo se descubrieron allí mu-
chos huesos y cadáveres, así como otros vestigios del
expresado edificio (49).
En los años venideros no se tiene constancia de
más visitas de navíos enemigos ya fuera por la instalación
de defensas en las islas o porque el panorama bélico del
momento no se centraba en el Atlántico. Sólo se tiene
constancia de una visita, en el año 1832, de una escuadra
del exemperador del Brasil, D Pedro I, que se había des-
viado de su ruta cuando, luego de su obligada abdicación
en aquel país, intentara llegar a Portugal para restablecer
en el trono la su hija María da Gloria, destronada por su
tío Miguel en 1831 (50). Los hombres de D. Pedro se
asientan en las islas a la esperas de los refuerzos que éste
va pidiendo, para lo cual construyen casas y barracas. Esta
estancia provoca la llegada del cólera, que con poste-
rioridad afectara a las costas próximas.
A mediados de esta centuria, más concretamente
el 20 de junio de 1840, un Real Decreto, firmado por la
reina Isabel II, declaraba a las islas Cíes comprendidas en

73
la jurisdicción y termino municipal del Ayuntamiento de
Vigo (51). A partir de este momento las islas se incluyen
en la parroquia de San Francisco de Afora, aunque los
pocos habitantes que en ella había, siguen dirigiéndose a
las poblaciones del Morrazo para solucionar sus necesi-
dades.
Dentro de un plan de defensa de Vigo, en 1859 y
proyectado por D. Antonio CHELI (52), se propone la cons-
trucción de dos fortines enfrentados, al igual que los de
Spanochi, en Cabo Pequeño y Monte Ferro. Los planos de
los fortines de tierra presentan una forma y trazado
caprichoso, para adaptarlos a la topografía de cada lugar.
Luego desde Vigo, y dentro del auge comercial e
industrial que dicha ciudad experimenta, se instalarán
unas fábricas de salazón, de las que todavía existen algu-
nas ruinas, y durante unos pocos años las islas serán
utilizadas como base de una factoría ballenera noruega.

74
7-EL PARQUE NATURAL DE LAS ISLAS CIES

Las islas Cíes fueron declaradas Parque Natural


por un Real Decreto nº 2497/80 de 17 de octubre, que se
publicó en el B.O.E del 15 de noviembre de 1980. Por ello
cuando decida visitarlas debe tener en cuenta las siguien-
tes recomendaciones:
 No lleve animales, podrían poner en peligro el
sistema ecológico.
 Respete las señales informativas.
 No acampe fuera de la zona autorizada.
 No tire desperdicios
 No encienda fuego.
 No arranque plantas ni dañe la vegetación.
 No mate animales, ni pasee por los lugares de
nidificación. Cuando lo haga tome las debidas
precauciones.

En la actualidad el acceso a las islas Cíes está con-


trolado, existiendo un numero fijado de visitantes en la
época estival. El modo más cómodo de trasladarse a las
islas es mediante el barco de línea que efectúa la ruta
desde la Estación Marítima de Vigo.

75
8-ITINERARIOS DE PASEANTES

Durante la época estival las islas Cíes pueden ser


visitadas por un numero controlado de personas. Los
visitantes pueden disfrutar de sus playas y de su tempe-
ratura, siempre unos grados por encima de la de las otras
playas de la costa. Existen en la actualidad un camping y
varios establecimientos turísticos que son frecuentados
por todas las personas que a través de embarcaciones,
privadas o en la de línea, desean conocer las bellezas
paisajísticas de nuestras islas.
El barco de línea deja a los pasajeros en el muelle
de Rodas, sito en la isla de Monte Agudo. De allí la mayo-
ría de los visitantes suelen confluir en los alrededores del
Lago dos Nenos. El lago y la playa de Rodas son los puntos
que absorben la mayor cantidad de personas. Sólo los que
ya han visitado alguna otra vez la isla, suelen escoger
otras zonas para su solaz.
Para los nuevos conocedores de las Cíes a conti-
nuación ofrecemos una serie de itinerarios, que les darán
la oportunidad de apreciar todos los aspectos intere-
santes de nuestras islas. Salve decir que estos itinerarios
se centran en las islas de O Faro y Monte Agudo, dado que
la isla Sur sólo se puede visitar mediante el uso de embar-
caciones privadas que deben desembarcar en la playa ya
que no existe muelle que permita otra forma más cómoda
de hacerlo.

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ITINERARIOS

-1- Faro do Peito


Desde el muelle de Rodas parte un camino a la
derecha, de unos dos kilómetros de longitud, que lleva al
Faro do Peito.
Transcurre entre tupidos bosques de eucaliptos y
vistas sobre las rías de Vigo y Aldan. Este camino pasa
próximo a la playa de Figueiras y a la de las Margaritas,
para finalizar en el faro que baliza la entrada delos barcos
por el llamado Canal Norte.

-2- Silla de la Reina


Por cualquiera de los cortafuegos que cruzan o
nacen a partir del camino que va al Faro do Peito, en el
primer tramo preferentemente, podemos trasladarnos a
los ricos de la cara oeste y contemplar el inenarrable
espectáculo de los desafiantes acantilados, cortados a
pico, sobre el proceloso océano. Lugar predilecto de los
visitantes es ir hasta la silla de la Reina, roca erosionada
que cabalga sobre el vacío.

-3- O Faro de Cíes.


El faro constituye el punto terminal de una excur-
sión que comienza después de la Casa Forestal, y que a
través de un largo, unos cuatro kilómetros de longitud, y
serpenteante camino, en una subida que se hace sin fin,
que nos lleva a las zonas altas de la isla. Dicho camino
pasa cerca del Castro Campana, de finales de la Edad del
Bronce, y de la Pedra Furada, enorme roca perforada por
la acción eólica, próxima a la cual está situada una caseta

79
ornitológica. El camino continúa ascendiendo hasta atra-
vesar el poblado castreño de Las Huertas, parte del cual
destruyó, y remontar el último tramo en zigzag hasta
llegar al Faro. Desde la terraza de éste se puede disfrutar
de las más grandiosas panorámicas sobre las islas, los
acantilados, que aquí caen en vertical, las estribaciones
de la Grova, tras Bayona, y las costas de las rías de Vigo y
Pontevedra.

-4- Faro do Príncipe.


Arrancando del mismo lugar que el camino al Faro
de Cíes hay otro camino que lleva al Faro de Príncipe. Éste
pasa por el muelle de Carracido, con una fuente de exce-
lente agua, y continúa bordeando la costa, entre lugares
de nidificación de gaviotas, hasta llegar al Faro que se
ubica en un espigón, en pleno poblado de Las Huertas.
Desde este lugar se puede apreciar en todo su magnitud
el asentamiento castreño, con la pronunciada pendiente
en la que se instalaron las terrazas y las viviendas.
Este castro de la Edad del Hierro ocupa toda la
ladera.

-5- Convento de San Esteban


Es éste un edifico rectangular de dos plantas que
solo conserva las paredes. Al parecer su actual estructura
corresponde a la de un almacén de dos pisos, que se cons-
truyó en el mismo lugar y con las piedras pertenecientes
al antiguo monasterio, que probablemente era de una
sola planta y que fue utilizado como base para la nueva
construcción. Las piedras de los muros de la planta baja

80
conservan las señales de donación y cantería de cuando
la edificación del monasterio.

-6- Cuartel y Cementerio


Dirigiendo los pasos hacia la punta das Vellas,
muy cerca de la costa, se localiza el cementerio. En la
actualidad está abandonado y tiene cercado un recinto
pequeño. Antiguamente debió ocupar una extensión más
amplia ya que en los cortes arenosos de la costa se han
encontrado restos óseos humanos.
Por encima del cementerio existe una construc-
ción que corresponde al que fue cuartel de carabineros,
edificio que sufrió grandes reformas a lo largo del tiempo.

-7- Alto Picón


Desde el camino que bordea el camping, por
senderos estrechos, se puede ascender por la ladera has-
ta los roquedales que preceden a los acantilados de la isla.
Desde allí el paisaje se extiende hasta la línea del hori-
zonte, rodeados de las numerosas gaviotas que nidifican
en las paredes que miran al mar.

81
NOTAS Y BIBLIOGRAFIA

1-DASAIRAS.X. “Os outros Vigos. Coruxo”. Vigo 1987.


2-DIAZ ALVAREZ. P. “Carta y noticia arqueológica de las
Islas Cíes”. Vigo 1958.
3-DIAz ALVAREZ.P. Obra citada
4-DIAZ ALVAREZ. P. “Las islas de los dioses”. Vigo 1981.
5-DIAZ ALVAREZ. P. Obra citada
6-VAZQUEZ VARELA. J.M. “Estudio del concheiro proto-
histórico de las islas Cíes”. En Actas de las I Jornadas de
Metodología Aplicada de las Ciencias Históricas. Santiago
1975.
7-MILLAN GONZALEZ PARDO. I. “Sobre las aras del
Santuario de Donón (Hio-Pontevedra)”. Publicaciones del
Museo Municipal Quiñones de León nº 1. Vigo 1978.
8-DIAZ ALVAREZ.P. “Ánforas romanas en el eje atlántico
galaico lusitano”. Vigo 1984.
9-MONTEAGUDO. L. “Localizaçao das Cassiterides o
Oestrynmides”. Revista de Guimaraes Vol. LXVII. 1957.
10-PATIÑO GOMEZ, R. “Hallazgo de los tres primeros
cepos romanos en el litoral atlántico español”. Revista de
Arqueología nº 51. Madrid.
11- CASAL GARCIA. R. “Pedras de anelo do Noroeste
peninsular”. Gallaecia n 6. Santiago
12-SANTIAGO Y GOMEZ.J. “Historia de Vigo y su
comarca”. Madrid 18986. Reedición 1919.
13-LOPEZ FERREIRO. A. “Historia de la S.D.A.M. Iglesia de
Santiago de Compostela”. Santiago 1898. Reedición 1911.
14- LOPEZ FERREIRO.A. Obra citada
PORTELA PAZOS. S. “Diversidad de cobrados en la
ciudad y villas del señorío de Santiago, que disfrutaban de

82
fuero propio”. Boletín de la Real Academia Gallega XXVII.
1956.
15- SANTIAGO Y GOMEZ, J. Obra citada.
16- DASAIRAS.X. Obra citada.
17-RODRIGUEZ FIGUEIREDO. M. “Alfonso IX en
Pontevedra”. El Museo de Pontevedra tomo XXIX. 1975.
18- YAÑEZ NEIRA.FR. “El monasterio de Santa María de
Oya y sus abades”. El Museo de Pontevedra XXVIII. 1974.
19-ALVAREZ BLAZQUEZ.J.M. “La ciudad y sus días”. Vigo
1959.
ALVAREZ BLAZQUEZ.J.M. “Cuadros de Vigo en la Edad
Media”. En Vigo y su Historia. Vigo 1980.
20- SANTIAGO Y GOMEZ, J. Obra citada
21- SANTIAGO Y GOMEZ, J. Obra citada
22- SANTIAGO Y GOMEZ, J. Obra citada
23-YAÑES NEIRA. FR. Obra citada
24-ALVAREZ BLAZQUEZ, J M. Obra citada
SAA BRAVO.H. “El monacato en Galicia” Tomo II.
La Coruña 1972.
25-SARMIENTO.FR. “Viaje a Galicia. 1745”. Pontevedra
1975.
26- Archivo de Simancas. Secretaria de Estado Legajo 15.
SANTIAGO Y GOMEZ, J. Obra citada
27- SANTIAGO Y GOMEZ, J. Obra citada, pagina 179.
28-DASAIRAS.X. Obra citada
29-Tal información se recoge en un apeo de 1.555 donde
se hace lista de los bienes que tenía el Obispo de Tuy en
la zona.
DASAIRAS.X. Obra citada
30- SANTIAGO Y GOMEZ, J. Obra citada

83
31- TABOADA Y LEAL. N. “Descripción topografica-
histórica de la ciudad de Vigo, su ría y alrededores”.
Santiago 1840, Reedición 1977.
32-Texto escrito por el prior D. Gregorio Servido. Existe
otra versión recogidas en el libro de actas del cabildo
vigués, citado por GONZALEZ MUÑOZ, MC, en “Vigo y su
comarca en los siglos XVI y XVII”. En Vigo y su Historia.
1980.
33- Archivo General de Simancas. Estado. Libro 7022.
SORALUCE BLOND. J.R. “Castillos y fortificaciones de
Galicia. La arquitectura militar en los siglos XVI-XVIII”. La
Coruña 1985.
34-DEL HOYO, J. “Memorias del Arzobispo de Santiago”
Santiago 1605.
35-ESPINOSA RODRIGUEZ. J. “Tierra de Fragoso”. Vigo
1949.
TABOADA Y LEAL. N. Obra citada.
36-GONZALEZ GARCIA PAZ. S. “El conde de Gondomar y
los Nodales”. El Museo de Pontevedra tomo XV, pagina
70.
37- SANTIAGO Y GOMEZ, J. Obra citada
38- AVILA Y LA CUEVA. Fr. “Historia Civil y Eclesiástica de
la ciudad de Tuy y su obispado”. Tuy 1842. Manuscrito de
la catedral de Tuy.
39-STENUIT.R. “Tesoros y galeones hundidos” Barcelona
1969.
40- SANTIAGO Y GOMEZ, J. Obra citada, pagina 444.
41- SANTIAGO Y GOMEZ, J. Obra citada
42- SANTIAGO Y GOMEZ, J. Obra citada
43 SANTIAGO Y GOMEZ, J. Obra citada

84
44-MASSO GARCIA.G. “Origen y desarrollo de la industria
conservera en Galicia”. El Museo de Pontevedra tomo
XXV página 366.
45- SANTIAGO Y GOMEZ, J. Obra citada
46-ESPINOSA RODRIGUEZ. J. Obra citada.
47-SANTOS FERNANDEZ. “Memorias de un menestral
curioso”. Original de 1826. El Museo de Pontevedra tomo
XII página 88.
48- TABOADA Y LEAL. N. Obra citada
50- SANTIAGO Y GOMEZ, J. Obra citada
Después de una batalla entre la Armada de D. Miguel y la
de D. Pedro, este último fondea en las Cíes para reparar
los daños sufridos. Los españoles no intervienen hasta
que la amenaza de un temporal obliga a los barcos a
adentrarse en la ría, donde serán detenidos.
51- TABOADA Y LEAL. N. Obra citada
52- SORALUCE BLOND. J.R.

85
ULTIMAS INVESTIGACIONES

La recogida de datos para la elaboración de este


libro no se centró solamente en una labor concienzuda de
bibliotecas sino que generó también la realización de
trabajos de campo en las islas, prospectando y tomando
datos de lugares que referencias bibliográficas nos habían
proporcionado.
En las labores de prospección nos hemos encon-
trado con algunas sorpresas, localizando un buen número
de ruinas de edificaciones desconocidas y restos que has-
ta el momento no se habían documentado.
En la isla de O Faro tuvimos que reconocer el
terreno donde se asentaba el castro de A Campana, tra-
tando de definir las terrazas y los lugares más idóneos
para la ubicación de este poblado castreño. También se
inspeccionó el resto de la isla, incidiendo de manera
especial en el castro de Las Huertas en el que se trató de
identificar los abrigos rocosos que fueron utilizados como
parte de las viviendas en la época en que estuvo habitado.
Anecdótico, por lo extraño, fue la localización de
los restos de un hórreo en el alto de A Campana. Dicho
granero parece tener una planta cuadrada y su frontal
está adornado con una puerta rebajada, con su parte
superior en arco de medio punto. Sus soportes son del
tipo ´”pie de elefante”, conservándose solamente tres “in
situ”. Este almacén de granos debió estar relacionado con
algunas viviendas, hoy en día derruidas, localizadas en sus
cercanías, al Norte del mismo.
En la isla Sur los trabajos de prospección fueron
más complicados, por el abandono a que estuvo, y está,

86
sometida esta isla, lo que la convirtió en una enmarañada
selva por la que es difícil trasladarse y más observar
restos. No obstante, y luego de localizar bastantes
viviendas en ruinas, entre las que destaca un templete al
que le falta la imagen religiosa, pudimos encontrar un
eremitorio, y un complejo de cuatro viviendas con patio,
que pudieran corresponder a una dependencias monás-
ticas. El eremitorio está constituido por un abrigo natural
que fue ampliado con unos muros, hoy casi totalmente
desaparecidos, que cerraban un habitáculo cubierto por
un entoldado bien definido por los agujeros de soporte
del entramado en la roca. En una de las paredes aparece
una cruz latina grabada con dos surcos de gran
profundidad.
Luego de arduas tareas de prospección se pude
ubicar el asentamiento romano que citaba el profesor
Monteagudo. La presencia de tégulas en gran cantidad
parece confirmar la existencia de una instalación de
origen romano que bien pudiera ser la vixilatio citada o
una villae.

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CUADRO HISTORICO DE LAS ISLAS CIES
Época Año Hechos
Mesolítico Primera visita humana
Cultura Castro de A Campana
Castreña Castro de Las Huertas
Cultura 60 a.C. Julio Cesar y los Herminios
romana 150 d.C Puesto de vigilancia en la Sur
Siglo IX Primeras llegada normandos
867 Visita de navíos musulmanes
899 Cedida a la Mitra Compostelana
Siglo X 966 Segunda incursión normanda
Siglo XI 1092 La I. Medio cedida a Coruxo
Primeros eremitorios benedictinos
Siglo XII 1152 Cesión al Monasterio de Celanova
de la I. Medio
Siglo XIII Primer eremitorio en la isla Sur
1228 Donación de la Sur al Monasterio de
Oya
1298 Arrasan el Monasterio de la Sur los
normandos
Siglo XIV 1378 La I. del Medio pasa al Obispado de Tuy
Se van los benedictinos y vienen los
franciscanos
1341 Convento de monjas franciscanas en la
Isla Sur
Siglo XV
Siglo XVI 1520 El obispado de Tuy afora un casal a un
particular
1572 Pasan a la Colegiata de Bayona
1585 Primera visita de Francis Drake
1589 Segunda visita de Francis Drake. Mayo
1589 Tercera visita de Francis Drake. Junio
Siglo XVII 1605 Es de jurisdicción de Cangas
1617 Recalada de piratas berberiscos
1620 Proyectos de fortificación de las islas
Siglo XVIII 1702 Hundimiento del Sto. Cristo Maracaibo
Despoblamiento de las islas
1719 Visita de la Armada inglesa al mando de
Lord Michells

94
Siglo XVIII Utilización por los corsarios españoles
1778 como base de operaciones
1779 Proyecto Real de pesquerías
1797 Primera visita del Comodoro HOOD
Segunda visita del comodoro HOOD
Siglo XIX 1800 Recalada de Armada inglesa
1810 Proyecto de base naval
1811 Construcción de cuartel y almacén
1832 Recalada de la Armada brasileña
1840 Las islas pasa a depender de Vigo
1877 Visita de Alfonso XII y explosión en la
fragata de guerra TORNADO

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96
ESTA PUBLICACION FUE EDITADA EN 1989
CON UNA TIRADA DE 1.000 EJEMPLARES.
LO QUE HEMOS COLGADO EN NUESTRA
PAGINA WEB ES LA MISMA VERSION EN LA
QUE SOLAMENTE SE HA CAMBIADO EL TIPO
DE LETRA DADO QUE EL ORIGINAL HABIA
SIDO CONFECCIONADO CON UNA
IMPRESORA DE MARGARITA.
APROVECHAMOS PARA AÑADIR ALGUNAS
IMÁGENES.

El Faro de Cíes visto desde el mar.

97
Corte de la isla de San Martin.

El corte a la altura del mar, en marea baja.

98
Cortes del terreno en la isla de San Martin en la ensenada
del molino.

99
El Faro de Cíes desde la isla Sur

Restos de poblado de Las Huertas o Hortas.

100
Cruz del eremitorio de la isla de San Martin

Restos del hórreo de la isla de San Esteban

101
Restos de la fábrica de salazón en la isla Sur.

Ruinas de los tanques de salazón.

102
El Almacén sobre el cementerio del convento

Abrigo del poblado de Hortas.

103
Templete en la isla Sur

104
Anclas de piedra sacadas de los fondos de Cíes (F. A. Saa)

105
Ancla de piedra en el fondo de las Cíes (F. Ciesub)

106
Tabla de las anclas líticas localizadas en las islas Cíes.

107
Anillo romano hallado en la isla de San Esteban.

108

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